No solo recordaba las posiciones y ángulos específicos de multitud
de cuerpos boca abajo, sino también sus nombres y su número de
habitación, y lo que los convertía en especiales o memorables: la encantadora pareja de maestras lesbianas de Vallejo, California; la pareja casada de Colorado en la cama con un joven semental que trabajaba en su empresa de aspiradores; la hermosa mujer del vibrador de Misisipi que durante un tiempo fue camarera del Manor House; la desconcertante candidata a Miss Estados Unidos procedente de Oakland, que durmió en la habitación 5 con su marido durante dos semanas sin practicar el sexo ni una sola vez; la madre de barrio residencial que disfrutaba de lujuriosos encuentros vespertinos con un médico antes de volver a su casa para cenar con sus dos hijos pequeños y su apuesto marido; y aquel matrimonio feliz y ardiente de Wichita, Kansas, de los que escribió en su diario: «Ojalá se hubieran quedado más tiempo».
nuestra mente es una magnífica máquina de explicación, capaz de
dar sentido a casi todo, hábil para ensartar explicaciones para todo tipo de fenómenos, y generalmente incapaz de aceptar la idea de la impredecibilidad. Esos sucesos eran inexplicables, pero las personas inteligentes pensaban que podían aportar explicaciones convincentes, a posteriori.