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TEMA 1: OPCIÓN Y MISION DE JESÚS

BAUTISMO Y TENTACIONES:

LA ESPERANZA MESIÁNICA EN TIEMPOS DE JESÚS

El pueblo de Israel ha experimentado a Dios en su historia como experiencia de salvación


y liberación. El acontecimiento fundante de esta experiencia fue la liberación de un grupo
de esclavos oprimidos por el poder de los egipcios1[3], la cual es interpretada como una
obra de Dios, Yahvé, del cual -a partir de la travesía por el desierto- se va reconociendo
"un Dios que sale al encuentro y elige, un Dios liberador de oprimidos y esclavos, un Dios
que sólo exige una ética social grupal como culto, un Dios comprometido con los
intereses limpios del grupo"2[4]. Pero en toda su historia, Israel es continuamente
dominado por imperios extranjeros y abandona, muchas veces, el ideal de comunidad
querido por Dios, el cual se dibuja como un ideal de no violencia y justicia social
(preocupación por los más pobres, sin clases sociales, atención especial a los desvalidos).
Esta situación se hace tan extrema que hace surgir en el pueblo una esperanza contra
toda esperanza, una confianza extrema en el actuar imprevisible de Dios en la historia,
que se traduce en lo que se ha llamado la "espera mesiánica", la llegada de un elegido o
"ungido de Yahvé" y expresado de diferentes maneras en los grupos humanos de la época
(Saduceos, Fariseos, etc.): pero, o bien se esperaba un Mesías político, que instaurara la
gloria del Imperio de David y expulsara a los Romanos, o bien un Mesías de corte
religioso, una especie de reformador religioso... En todo caso, se esperaba algo seguro,
alguien que señalara los caminos de un pueblo que ya se sabía elegido por Dios desde los
tiempos de Abraham, protegido, y que sólo esperaba que Yahvé lo atendiera.

1En el Deuteronomio encontramos una síntesis de este acontecimiento trascendental para el pueblo, conocido como El Credo Histórico: "Mi padre era un arameo errante que

bajó a Egipto y residió allí como inmigrante siendo pocos aún, pero se hizo una nación grande, fuerte y numerosa. Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron
dura servidumbre. Nosotros clamamos a Yahveh Dios de nuestros Padres, y Yahveh escuchó nuestra voz; vio nuestra miseria, nuestras penalidades y nuestra opresión, y Yahveh
nos sacó de Egipto con mano fuerte y tenso brazo en medio de gran terror, señales y prodigios" (Dt 26,5-8).
2BAENA, Gustavo. El Deuteronomio, guía para seguir con más facilidad este curso. Material fotocopiado, pp.3. Tomado de Peña, Para iluminar estos momentos...

1
LA PREDICACIÓN DE JUAN BAUTISTA: LA NECESIDAD DE CONVERSIÓN

Su llamado había levantado ampollas en Israel y sacudió la conciencia de muchos


israelitas; causaba escozor su mensaje y sus recriminaciones al pueblo que se veía como
el elegido de Yahvé3[5]. Su forma de predicar posee ciertas características que lo hacen
muy particular, y que lo colocan en continuidad con la predicación de Jesús4[6]: Juan
aparece en escena "bautizando en el desierto"(Mc 1,4), en la región del Jordán, llevando
"un vestido de piel de camello" y alimentándose "de langostas y miel silvestre"(Mc 1,6;
Mt 3,4). Lo característico es que se encuentra alejado tanto del mundo profano como de
los lugares sagrados de culto; se encuentra en el desierto, aquel lugar al que se
vinculaban las esperanzas escatológicas de Israel. El llamado a la conversión se vincula a
atreverse a abandonar las seguridades del templo, de la "religión", pues como antaño,
Dios se revelaría inesperadamente en el camino del desierto. Juan invitaba a los judíos a
prepararse a recibir a Dios, pues la llegada del Reino ya era inminente. Lo escandaloso,
sin embargo, es que para Juan ya no existe la garantía del pueblo elegido: "y no creáis
que basta con decir en vuestro interior `Tenemos por padre a Abraham'; porque os
digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham" (Mt 3,9). Este pueblo que
antaño fue elegido, no puede ya esperar simplemente que Dios siempre lo salvará por
una obligación adquirida; ahora se exige algo más: "ya está el hacha puesta a la raíz de
los árboles, y todo árbol que no de buen fruto será cortado y arrojado al fuego" (Lc 3,9).
Si Israel aparecía como una plantación de Dios que no sería arrancada en toda la
eternidad5[7], ahora el Bautista hace tambalear esa seguridad colectiva de Salvación: "El
juicio viene precisamente para el pueblo de Dios"6[8].

Con estos datos podemos comprender el fastidio y la incomprensión que causaba el


mensaje de Juan. Los israelitas ya no se sentían seguros de la promesa de salvación, su

3LOHFINK, Gerhard. La iglesia que Jesús quería. En especial la primera parte, "Jesús e Israel".
4[6]Seguimos,en los siguientes párrafos, a BORNKAMM: Jesús de Nazareth, pp.46-52.
5almos 14,3ss.
6LOHFINK, op.cit. pp.18.

2
pertenencia a la descendencia de Abraham ya no era garantía de nada7[9]. Hoy diríamos
que ser bautizados, rezar, ir a misa o "ser buena gente" no basta para ser cristiano; hace
falta "orientarse hacia el Reino de Dios inminente"8[10], o convertirse. La conversión
pedida por Juan se vincula, en este momento, a la disponibilidad de dejar actuar en sí el
Reino que viene. Lo mínimo que se exige son unas actitudes concretas: ante las
preguntas del pueblo sobre qué hacer, se destaca la actitud de comunitariedad y
compartir que exige Juan, y que, por más sencillas que sean, desafían toda lógica
humana: "El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga
para comer, que haga lo mismo" (Lc 3,11), "No hagáis extorsión a nadie, no hagáis
denuncias falsas" (Lc 3,14). Esta actitud -se verá luego en el enfrentamiento de Jesús con
la Ley- no ha de caer en el legalismo o el interés, sino que ha de estar inscrita en la
dinámica de gratuidad del amor, pues es necesario dar "fruto digno de conversión" (Mt
3,8). Más adelante sintetizaremos en cinco puntos el sentido de la conversión.
Finalmente apuntemos que Juan Bautista es muy enfático en aclarar que él no es el
Mesías, y advierte que su predicación será más radical: "Él os bautizará en Espíritu Santo
y fuego" (Mt 3,11; Lc 3,16). Si bien existe una continuidad en el mensaje de Juan y el
mensaje de Jesús9[11], lo curioso es que el mensaje de Jesús será más exigente en cuanto
el Reino de Dios se halla bajo el signo de la misericordia y del amor de Dios para con los
pecadores. Así, "el Bautista es el mensajero de Dios en el tiempo de la preparación antes
del final y Jesús es el portador del tiempo de la alegría"10[12].

EL BAUTISMO DE JESÚS: LA VOCACIÓN COMO HIJO

En el pasaje del bautismo de Jesús, cuya historicidad podemos afirmar11[13], aparecen dos
datos centrales: por un lado, el mismo hecho que Jesús sea bautizado por Juan, a tal

7Aclara BORNKAMM: "la idea del pueblo de Dios no es sacrificada y la promesa de Dios no es aniquilada. Lo que se elimina es el hecho de identificar pura y simplemente el

pueblo de Dios con el Israel visible y terrestre", pp.47.


8BORNKAMM, op.cit. pp.47.
9Así lo indican KASPER, op.cit. pp.79, BORKNKAMM, op.cit. pp.52, y LOHFINK, op.cit. pp.19.
10[12]BORNKAMM, op.cit. pp.52.
11[13]GONZALEZ FAUSS, op.cit. pp.28. Aclaremos que referimos lo histórico del texto a la afirmación de que Jesús, al igual que muchos judíos contemporáneos suyos, se hizo

bautizar en el Jordán. La forma en que se elabora este dato por parte de los evangelistas implica la narración de una experiencia de fe: el bautismo de Jesús, por ejemplo, es descrito
dramatizando las palabras del profeta Isaías (42,1), para mostrar que ya desde el principio de la vida pública de Jesús actuaba la fuerza de Dios en todas sus obras, y cómo en su
obediencia (obediencia al Padre, obediencia del Hijo hasta la muerte) se realizaba la salvación de Dios.
3
punto que éste se resiste a bautizarlo, y Jesús lo convence afirmando "conviene que así
cumplamos toda justicia" (Mt 3,14); por otro, el mismo hecho de la voz en la nube que
proclama "Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco" (Mc 1,11). Analizando estas dos
partes entenderemos con más exactitud el sentido que se insinuará a partir del pasaje de
las tentaciones (numeral 4).

El Mesías bautizado

El hecho de que Jesús sea bautizado podría suponer para las primitivas comunidades una
dificultad en su anuncio de Cristo, por presentarse éste subordinando a Juan y, por tanto,
Juan como figura escatológica decisiva12[14]. Pero esto no ocurrió, y no existía tal peligro,
pues lo que se indica aquí es que al asumir Jesús el bautismo está asumiendo el lugar de
los otros y, en concreto, de los pecadores13[15]. Esto explica las palabras que coloca Mateo
en labios de Jesús: "conviene que así cumplamos toda justicia". La justicia de Dios, que
se cumple efectivamente, viene de asumir Dios el lugar de los hombres: se revela en ese
lugar, se encarna y camina con él. Jesús no tiene ninguna intención de apartarse de su
destino humano: será Hijo (lo que ya puntualizaremos enseguida) y será Hermano en el
camino del Reino.

El Hijo de Dios

Este apelativo o profesión de la filiación divina de Jesús es, prácticamente, lo distintivo


cristiano, pues allí se vincula la pretensión escatológica de "que Dios se ha revelado y
comunicado en Jesús de Nazaret de una vez para siempre, de modo incomparable,
insustituible, definitivo e insuperable"14[16], a tal punto que es uno de los principales
títulos que expresan los evangelios, y que el apóstol Pablo podía resumir todo su mensaje
en la fórmula "Evangelio de Dios sobre su Hijo" (Rom 1,3.9). No podemos detenernos

12KASPER, op.cit. pp.79.


13]GONZALEZ FAUSS, op.cit. pp.29.
14KASPER, op.cit., pp.199.

4
aquí en un análisis exhaustivo de este título, pero detengámonos en algunas opiniones
autorizadas. En el Antiguo Testamento. La filiación divina no se fundamenta... en la
descendencia física, sino en la elección libre, gratuita por parte de Dios. El elegido de
esa manera para hijo de Dios recibe una especial misión histórico-salvífica, que lo obliga
a la obediencia y al servicio. El título de hijo de Dios no se entiende, pues, en el Antiguo
Testamento de modo natural-sustancial, sino funcional y personal15[17]. Para el momento
en que la primitiva Iglesia experimenta a Jesús Resucitado, interpreta el título de hijo de
Dios a la luz de la vida, muerte y resurrección de Jesús; es decir, historia y destino de
Jesús fueron interpretados como historia del acontecimiento mismo de Dios; Dios se ha
manifestado no como una especie de esencia etérea y supra-histórica, sino en la historia
concreta de un hombre. Esto, por lo menos, contradice las concepciones normales que
podamos tener de Dios, pues frente a lo grande, noble, bello y estimado, Dios se mostrará
en lo pequeño e insignificante16[18]. Entendemos entonces la necesidad de salir de nuevo
al camino del desierto del que hablaba Juan Bautista, y esa justicia que será locura,
debilidad y escándalo para el mundo de las seguridades y las fórmulas fijas.

Lo anterior ayuda a entender el sentido en el cual es pronunciada la voz del Cielo. Esta es
una copia casi literal del canto de Isaías, "He aquí a mi Siervo, a quien yo sostengo" (Is
42,1), con lo que los evangelistas no sólo vinculan a Jesús con el cumplimiento de las
promesas del Antiguo Testamento, sino que subrayan la intención de vincular al Hijo con
la figura del Siervo Sufriente, que será clave para entender todo el sentido de la muerte
de Jesús. El Hijo en quien se complace Dios será el siervo, en completa identificación con
los sufrientes y excluidos de la historia. Lo que aquí se descubre es el carácter kenótico de
la venida del hijo17[19]. Es decir, es tal el amor de Dios a los hombres, que asume su
condición para indicarles el camino de salvación. Dios se expresará, no en el tener
fórmulas prefijadas y seguras de salvación, no en la conciencia tranquila ni en el camino

15KASPER, op.cit., pp.200.


16"Dios revela su poder en la impotencia; su omnipotencia es simultáneamente sufrimiento ilimitado; su eternidad supratemporal no es rígida inmutabilidad, sino movimiento,
vida, amor que se comunica a sí mismo a lo distinto de él. Por eso, la trascendencia de Dios es, al mismo tiempo, su inmanencia; el ser Dios de Dios es su libertad en el amor. No
encontramos a Dios en la abstracción de todo lo concreto y determinado, sino muy concretamente en la historia y destino de Jesús de Nazaret". KASPER, op.cit., pp.207.
17GONZALEZ FAUS, op.cit., pp.29.

5
asegurado, sino en el riesgo de vivir humanamente asumiendo la tarea que le
corresponde al hombre en su historia concreta por llevar a cabo la voluntad de Dios,
expresada en el "Reino de Dios": este es el bautismo "con Espíritu Santo y fuego". Bajo
esta perspectiva se comprende, entonces, el hecho de las tentaciones. Allí se vislumbrará
una particular manera de actuar de Jesús como Hijo, que fundamentará su posterior
predicación del Reino.

TENTACIONES DE JESÚS: UN MOMENTO PARA EL DISCERNIMIENTO18

Para situarnos en el pasaje de las tentaciones, tengamos en cuenta que: En primer lugar,
son relatos nacidos en la catequesis judeo-helenista, y las versiones de Mateo y Lucas (en
especial la primera), agrupan y tipifican diversos pasajes de la vida de Jesús. Por otro
lado, se considera histórico el hecho de la tentación de Jesús19, y su contenido implica
una opción entre dos formas de mesianismo, pues "Jesús vivió profundamente la
posibilidad de dar a su vida y a su misión un planteo distinto del que en realidad
tuvieron"20: es decir, se trataba de elegir entre un mesianismo de forma espectacular y un
mesianismo en forma de "siervo". Para comprender el hecho de las tentaciones, es
necesario mirar dos puntos claves: por un lado, el hecho mismo de la tentación como
tentación del elegido (del Hijo-Siervo), y, por otro, el contenido de esas tentaciones.

LAS TENTACIONES DEL ELEGIDO

Nos encontramos, al inicio del pasaje que nos ocupa, con un dato extraño: "Jesús fue
llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo" (Mt 4,1). El mismo
Espíritu que ha recibido antes ahora lo conduce al desierto. Y parece que Jesús estuviera
en manos del diablo. Cómo se entiende esta paradoja? En primer lugar, se vislumbra que
la misma condición de la tentación, o mejor, de elegir actuar de tal o cual modo en la vida

18En este punto presentamos, básicamente, una síntesis del artículo de González Faus, "Las tentaciones de Jesús y la tentación cristiana". Recomendamos su lectura, pues es un

estudio muy serio y revelador de todo lo que implica este pasaje de las tentaciones.
19Cfr. nota 13.
20GONZALEZ FAUS, op.cit., pp.36.

6
personal y en la historia, es condición esencial del desenvolvimiento del hombre; por
tanto, "la tentación ha de pertenecer a las condiciones mismas de la posibilidad de
presencia de Dios entre nosotros y en uno de nosotros"21[23]. Así, el elegido no por su
carácter de elegido dejará de experimentar lo que experimenta todo hombre, pues su
tarea se realiza en esta historia, con todas las limitaciones e indecisiones que ello pueda
traer. A tal punto que la tentación será una constante en la vida de Jesús como
posibilidad de abandonar la voluntad de su Padre. Sólo el amor tan fuerte que
experimenta, la constante compañía de la comunidad que fue forjando alrededor de él, y
la esperanza inclaudicable en Dios, le permitirán a Jesús ser fiel hasta el momento de la
Cruz. Jesús no está, entonces, en manos del diablo. Simplemente ha decidido asumir su
filiación divina en la condición humana. Y ésta, que perfectamente puede fallar frente al
plan de Dios, indica que "Dios corre el riesgo de los hombres hasta el fondo"22[24]. La
invitación al Reino permanece abierta, pero el hombre es libre de elegir entre una
libertad plena23[25] o entregar su libertad a cambio de falsas seguridades24[26]. Jesús, lo
veremos, fue capaz de entender la lógica de Dios, y consecuentemente se comportó al
asumir una forma de mesianismo que se dibuja ya en las tentaciones. Siguiendo el relato
de Mateo, González Faus las nombra así: tentación de la "religión", tentación del
prestigio, y tentación del poder25[27].

LA TENTACIÓN DE LA "RELIGIÓN"

"Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre"
(Mt 4,2). Mateo realiza aquí un empalme entre un dato teológico-simbólico (los 40 días y
noches) con un dato real (hambre), para mostrar, entre otras cosas, una real necesidad

21GONZALEZ FAUS, op.cit., pp.43.


22GONZALEZ FAUS, op.cit., pp.43.
23Libertad plena que no dejará de ser un riesgo, ni será algo seguro, ni dejará de cuestionar continuamente, pues en últimas es un horizonte siempre vislumbrado y nunca

alcanzado, por la misma constitución ontológica del hombre como ser falible e íntimamente egoísta. Esto no anula para nada que el ser humano se deba poner siempre en camino,
pues nunca se encontrará plenamente.
24El hombre, por lo general, no aspira más que a entregar su libertad a cambio de pan, conciencia tranquila, paz u orden: "no hay para el hombre preocupación más grande que la

de encontrar cuanto antes a quién entregar ese don de la libertad con que nace esta desgraciada criatura". (Dostoyevsky, Los hermanos Karamazov).
25Los dos textos que presentan las tentaciones del diablo a Jesús (Mateo y Lucas), aunque recogen una misma tradición el orden de las mismas se encuentra alterado: la segunda y

tercera tentación, en Mateo, invierten su orden en Lucas. Esto se debe a que Lucas desea concluir la narración en Jerusalén, en consonancia con su teología sobre la Ciudad Santa.
Esto le permite concluir a González Faus, junto con otros datos exegéticos, que el orden presentado por Mateo es más fiel a la versión original que el de Lucas (op.cit., pp.30-32).
Seguiremos aquí, entonces, el relato de Mateo.
7
de Jesús (comer). Lo que se dibuja de fondo es cómo enfrentará Jesús esa necesidad real,
pues es algo que hay que satisfacer. Satán le plantea: "Si eres Hijo de Dios, di que estas
piedras se conviertan en panes" (Mt 4,3). Es absurdo pensar que Satán está tratando de
averiguar si Jesús es o no el hijo de Dios; en realidad, la frase significaría: "puesto que
eres el Hijo, aprovecha esta circunstancia". Si Jesús accede, significaría que vería a Dios
como un amuleto personal, como una ventaja personal, con un paternalismo que le
indicaría qué hacer y qué no hacer... y eso no es el hombre. "La tentación está, pues, en el
uso de Dios y la relación privilegiada con él como medio para alterar la condición
humana en beneficio propio, y de esta manera eludir la tarea humana en el mundo"26[28].
La respuesta de Jesús es clara: el hombre no sólo vive del alimento del momento, "sino
de toda palabra que salga de la boca de Dios" (Mt 4,4); es decir, de todo lo que la vida
traiga. La vida humana no sólo tiene momentos buenos, también tiene momentos de
desierto, de oscuridad, de desconcierto, de abandono, y aún en esos momentos, aunque
se crea que Dios no está, Dios está allí. Y es el hombre, con lo que es de limitado, el que
debe hacerse a la tarea de sacar el pan del desierto (sembrarlo y cosecharlo) sin apelar en
ningún momento a relaciones privilegiadas.

Por eso, Juan Bautista advertía que lo importante, antes que una relación privilegiada
con Yahveh ("está el hacha puesta a la raíz de los árboles") era dar "frutos dignos de
conversión". Así, Jesús apela, en su respuesta, a la tarea del hombre (de un hombre
cualquiera). Es en ese punto donde se muestra de manera verdadera, no sólo al hombre
auténtico, sino en su auténtico encuentro con Dios. Es ese "tener que suceder según las
escrituras" o el "cumplir toda justicia" que mencionábamos arriba. El Mesías no
reemplazará, en ningún momento, la tarea del hombre en su historia27[29]. Esto
molestaría mucho a los grupos de la época de Jesús, y aún hoy, pues poco soportamos
andar por la vida sin manuales que nos indiquen qué hay que hacer... Apunta González
Faus, de manera muy incisiva: "la ley de Dios no es que sucumba el hombre, sino que sea

26GONZALEZ FAUS, op.cit., pp.45.


27Es contradictorio, aparentemente, la posterior actividad de los milagros de Jesús. No utiliza en esos momentos su relación privilegiada con Dios? En realidad tal problema no lo
es tanto, pues a los milagros subyace toda una teología que los muestra como signos de la salvación del reino de Dios que ya irrumpe, y por tanto, interpelan y exigen una conversión (cfr.
KASPER, pp.116-121); además, Jesús no hizo milagros para sí, sino para los demás, en servicio.
8
él (el hombre) precisamente quien domine esas fatalidades y fuerzas ocultas: hay
ciertamente que sacar pan del desierto (sembrándolo y cuidándolo), pero sin rogativas;
hay que vencer la enfermedad, pero sin curaciones milagrosas. Hay que vivir en el mundo
ante Dios, pero sin Dios (es decir, sin esperar a que Dios nos haga el `milagrito')"28[30].

LA TENTACIÓN DEL PRESTIGIO

En un segundo momento, el Diablo lleva a Jesús al alero del Templo y le conmina a


tirarse, pues, citando las escrituras, los ángeles le ayudarán (Mt 4,6). En este momento,
Jesús ya no está en necesidad, sino que la necesidad la crearía él, tirándose. Esto daría a
Jesús una prueba palmaria y absoluta de la presencia de Dios en él; esta prueba, de
realizarla Jesús, eliminaría todo el espacio de riesgo y ambigüedad que hay en toda vida y
en toda misión humana, y ya no tendría ningún sentido el caminar del hombre en su
historia. Por otro lado, se destaca el carácter público de esta tentación (ocurre en el
Templo de la Ciudad Santa). Una espectacularidad de prodigios y milagros es, al fin y al
cabo, más fácil de creer, que algo realizado "en la anonimidad y el ocultamiento que da el
simple servicio a la misma condición humana"29[31] En suma, esta tentación se aplica al
ejercicio mismo de la misión mesiánica de Jesús. De nuevo, la espectacularidad pedida
por Fariseos y zelotes se derrumbará ante un actuar que asume el simple servicio a la
condición humana, que implica actuar en esta historia por ir haciendo efectivo el Reino
de Dios (creando nuevas formas de relaciones económicas y sociales), sin pedir
privilegios o prestigio a cambio.

LA TENTACIÓN DEL PODER

En esta última tentación (en el orden de Mateo) se le promete a Jesús aquello mismo de
lo cual es Señor o tiene prometido serlo, en la teología del Nuevo Testamento.
Prácticamente, lo que se le ofrece es la anticipación de ese poder en el sentido de

28GONZALEZ FAUSS, op.cit., pp.46. La cursiva es añadido nuestro.


29GONZALEZ FAUS, op.cit., pp.49-50.
9
utilizarlo como medio para su misión: "Así, el poder de Cristo cambiaría de sentido: ya
no sería el absoluto poder del amor, sino el de la fuerza"30[32] (no podemos evitar aquí ver
cierta analogía con el Mesías esperado por los zelotes, o en la fe ciega con que algunas
personas depositan sus esperanzas en sus dirigentes). Por ello es que la aceptación de
ese poder redundaría en considerar al hombre inútil para construir su historia.
Señalemos de paso que es esto lo que se respira en los actuales momentos neoliberales:
se imponen metas de crecimiento económico y de exaltación personal que implican un
abandono, desconocimiento y sacrificio del pobre en nombre del mercado, considerando
a los pobres como unos perdedores que no aprovecharon las oportunidades que se les
brindaron, olvidando así que los pobres son exigencia primera del Reino de Dios. Por eso
la aceptación de ese poder es para el evangelista idolatría, un acto de postrarse y adorar a
Satán (Mt 4,9), pues lo primero en el evangelio es el hombre, y lo primero en el hombre
es el pobre. La respuesta de Jesús apela de nuevo "a lo que constituye la tarea y el deber
del hombre"31[33]. Pues sí sólo "al Señor tu Dios adorarás" (Mt 4,10), le está vedado al
hombre forjarse y postrarse ante otros dioses, y así se conserva para el hombre (en Jesús)
el Dios de la radical libertad. Esta certeza permite al cristiano de hoy saber que es
necesario actuar y crear estructuras económicas y políticas en esta historia, pero
sabiendo que frente a ello siempre ha de estar alerta y en conflicto, pues por su misma
dinámica esas estructuras tienden hacia la absolutización negando la tarea continua del
ser humano32[34]. Desde esta tensión entre un Dios inútil y un hombre necesitado por
una realidad a dominar, entre un Dios silencioso y un hombre atento al brillo y al ruido,
entre un Dios impotente y un hombre remitido al uso de la fuerza, el cristiano se revela
como el hombre que no es del otro mundo ni de éste, no vive ni en el más allá ni en el
más acá, no es monista, ni dualista, sino que está situado en el punto mismo del cambio
de piel, de la transformación de lo uno en lo otro, en el punto mismo en que lo viejo se
acaba y todo es hecho nuevo (2 Cor 5,17), en la continua metanóia: cambiad porque llega

30GONZALEZ FAUS, op.cit., pp.51.


31GONZALEZ FAUS, op.cit., pp.51.
32Es diciente, al respecto, cómo la estructura económica capitalista actual (neoliberalismo) ha llegado a su absolutización. Francis Fukuyama lo formula como "el fin de la historia",

donde, en términos de un cinismo suicida, no hay más que seguir en esa dinámica. Esta claudicación de los mejores ideales del hombre, en la línea de lo que venimos
reflexionando, no es más que un "postrarse ante Satán".
10
el Reino (Mt 3,2)33[35].

LA OPCIÓN HUMANA DE JESÚS

Sobre el análisis anterior, podemos concluir de manera breve: a. Jesús no elude la


condición humana, sino que en ella verifica su relación con Dios. b. La misión mesiánica
de Jesús es llevada a cabo con la fe y el riesgo de todas las misiones entre los hombres.
"De esta forma su fe enmarca y funda la nuestra". c. Jesús no realiza su mesianismo ni su
filiación "mediante poder recibido de los poderes de este mundo. Y menos aún a costa de
pactar o postrarse ante ellos"34[36]. Con esto entendemos que el sentido de la tentación en
el elegido corresponde a las condiciones de posibilidad de la presencia de Dios entre
nosotros, que nombrábamos en 4.1. De esta manera, se entiende que Jesús optó por
realizar su filiación divina como verdadero hombre, y se profundiza de manera más
nítida la experiencia histórica de Dios vislumbrada en el Antiguo Testamento: el querer
de Dios se revela de una forma insospechada en Jesucristo.

El mensaje de Juan Bautista, y el mismo mensaje de Jesús, exigirán ante todo una actitud
de conversión. En los párrafos anteriores se vislumbran las actitudes de Jesús (que se
detallarán, en próximos capítulos, frente al Templo, la Ley y los marginados) que tienen
el imperativo del anuncio del Reino. Jesús, en su anuncio, tomará unas actitudes -ya
esbozadas en el pasaje de las tentaciones- con el fin de abrir a las personas a la acción de
Dios. Claro que esta apertura "sólo es posible por la fe (por eso se les pide: "creed"), pues
antes de toda decisión y acción humanas, está la decisión y acción de Dios de crear
hombres y mujeres plenamente humanos"35[37]. Así, y a manera de conclusión de este
capítulo, el sentido de la conversión lo podemos sintetizar en los siguientes puntos: Es
asumir la salvación ofrecida gratuitamente por Dios en Jesús y entregarlo todo por ella.
Este es el sentido de la parábola del tesoro (Mt 13,44) y el de la parábola de las perlas

33GONZALEZ FAUS, op.cit., pp.56.


34GONZALEZ FAUS, op.cit. pp.47, pp.50, pp.53.
35PEÑA, op.cit. Los puntos sobre los que presentamos la conversión, los copiamos literalmente del documento de PEÑA, quien los trabaja en Marcos siguiendo a BORNKAMM,

PP.87-89.
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preciosas (Mt 13, 45-46). Es no disculparse con toda clase de razones para "hacerle el
quite" al compromiso que exige el aceptar a Dios en la propia vida. Es el sentido de la
parábola de los primeros invitados al banquete que no aceptaron la invitación por estar
entretenidos en "asuntos más importantes", razón por la que invita a los de las márgenes
de la ciudad ("buenos y malos") que si están dispuestos (Mt 22, 1-14). En sentido positivo
es responder a la invitación de Dios, abandonarlo todo y seguirlo, transformando todas
aquellas seguridades en las que falsamente se ha puesto el sentido de la existencia. Es el
significado del texto del joven rico que prefirió la muerte (la confianza en las riquezas de
las que era esclavo) a la vida del compartirlo todo y entregarlo a los pobres para formar
parte del grupo de los seguidores de Jesús (que en la comunidad satisfacen todas sus
necesidades) (Mt 19, 16-25). Es hacerse pequeño delante de Dios en la lógica del Reino en
la que los primeros serán los últimos y los últimos serán primeros. Porque "todo el que se
ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado" (Lc 14,11). Es el sentido de la
invitación a ser como niños para entrar en el Reino de Dios (Mc 10,15) lo cual implica
una total confianza en Dios. Es comenzar de nuevo, volver a nacer, en el sentido que
recoge Juan en el diálogo con Nicodemo: se trata de un nacer de nuevo, pues "el que no
nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios" (Jn 3,3).

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