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El octavo volumen examina la cultura y la sociedad en América Latina durante el siglo que

siguió a la independencia y especialmente en el periodo de 1870-1930. Empieza con un


capítulo que trata la evolución de las ideas políticas y sociales (y en especial la adaptación
del liberalismo a unas sociedades muy estratificadas que tenían economías subdesarrolladas
y una tradición política de autoritarismo, así como la influencia del positivismo en las élites
gobernantes e intelectuales).

Un segundo capítulo examina de qué modo la Iglesia católica latinoamericana se ajustó a la


disminución de su poder y sus privilegios en una era secular, al mismo tiempo que
conservaba la adhesión de la inmensa mayoría de los latinoamericanos. Finalmente, dos
capítulos hablan de movimientos importantes y de notables logros individuales en la
literatura, la música y el arte de América Latina en este periodo.

Capítulo 2
LA IGLESIA CATÓLICA
EN AMÉRICA LATINA, 1830-1930
INTRODUCCIÓN: LA IGLESIA POSCOLONIAL

La Iglesia en América Latina después de la independencia llevaba las señales de su pasado


ibérico y colonial. De España heredaron los católicos una tradición de fuerte,

En toda América Latina, la religión era una religión del pueblo, y la Iglesia continuó
recibiendo la adhesión y el respeto de los indios, los mestizos y otros sectores populares.
Los grupos gobernantes estaban menos comprometidos y el gran temor de la Iglesia en el
siglo xix era la apostasía de las élites y no la deserción de las masas.

La tradición religiosa ibérica favorecía una Iglesia privilegiada y controlada por el Estado.
Después de la independencia, sin embargo, los nuevos estados vieron la riqueza, la
influencia y los privilegios de la Iglesia como foco rival de la lealtad del pueblo, alternativa
de poder y fuente de ingresos. La amenaza de control estatal se manifestó bajo una forma
nueva. La Iglesia tuvo que mirar por sus propios recursos y, a principios del siglo xix, estos
recursos estaban menguando.
La independencia asestó una sacudida muy fuerte a la Iglesia. La independencia también
dividió a la Iglesia. Mientras que algunos clérigos eran realistas, muchos eran republicanos,
unos cuantos eran insurgentes y la mayoría influyó al fomentar el apoyo de las masas al
nuevo orden

Después de 1820, se hizo evidente que la independencia había debilitado algunas de las
estructuras básicas de la Iglesia. marcharse la jerarquía, no quedó nadie que pudiera hablar
en nombre de la Iglesia.
Los bienes económicos de la Iglesia también iban disminuyendo. Los diezmos quedaron
reducidos durante las guerras de independencia y luego dejaron de percibirse, A pesar de
todo, la Iglesia sobrevivió; su misión defendida aunque inerte, sus bienes reales aunque
disminuidos, sus cargos intactos aunque a menudo vacantes.

No se trataba de una Iglesia en declive y, si padecía una debilidad temporal, más débil
estaba el Estado. He aquí una paradoja y un problema. Después de la independencia, la
Iglesia era más estable, más popular y, al parecer, más rica que el Estado. Éste reaccionó
tratando de controlarla y obligarla a pagar impuestos con el fin de que la balanza volviera a
inclinarse a su favor. la Iglesia iban acompañados de riqueza en bienes raíces y rentas de las
anualidades, Esto daba a la Iglesia poder político, retrasaba la economía y obstaculizaba el
cambio social.

La Iglesia reaccionó buscando aliados donde pudo. En toda América Latina, el pensamiento
político católico se hizo más conservador a mediados del siglo xix. Los eclesiásticos se
alinearon con los conservadores civiles creyendo que la religión necesitaba una defensa
política. A su vez, la ideología dominante del conservadurismo era el catolicismo, Los
conservadores creían que sin el freno de la religión la gente sería turbulenta y anárquica, lo
cual era una defensa de la religión que no se basaba en su verdad, sino en su utilidad social.
No había lucha de clases en la Iglesia; El declive y la abolición de los diezmos redujeron
los ingresos de la Iglesia; el clero pasó a depender más de los honorarios de las misas y
Otros servicios

La alianza perjudicó a la Iglesia porque la colocó entre un complejo de intereses que los
liberales y los progresistas identificaban como obstáculos para el cambio, por lo que la
institución eclesiástica compartió los reveses de sus asociados

La ausencia de obispo significaba la pérdida de autoridad docente en una diócesis, la falta


de gobierno y el descenso de las ordenaciones y confirmaciones.

Después de la independencia, la Iglesia era más estable, más popular y, al parecer, más rica
que el Estado. Éste reaccionó tratando de controlarla y obligarla
a pagar impuestos con el fin de que la balanza volviera a inclinarse a su favor.

El principio que había detrás de la política liberal era el individualismo, la creencia de que
los nuevos estados de América Latina sólo podían progresar si se liberaba al individuo de
los prejuicios del pasado, de las limitaciones y privilegios corporativos, privilegios que en
el caso de la Iglesia iban acompañados de riqueza en bienes raíces y rentas de las
anualidades. Esto daba a la Iglesia poder político, retrasaba la economía y obstaculizaba el
cambio social.

SACERDOTES, PRELADOS Y PUEBLO

La estructura de la Iglesia reflejaba en parte la estructura de la sociedad secular. Los


obispos y el clero superior pertenecían a las élites, al lado de los terratenientes, los hombres
que desempeñaban cargos y los comerciantes. Muchos
integrantes del clero inferior pertenecían al sector de los pobres en vez de al de los ricos,
pero aceptaban la Iglesia y la sociedad tal como las habían encontrado,
y su intención era mejorar en vez de transformar.

Pero había grandes desigualdades de ingresos entre el clero alto y el bajo, entre los ricos
beneficios de las ciudades y las parroquias pobres del campo.

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