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Sacramento original
Desde la creación hasta Cristo, pasando por la historia y la liturgia de Israel, se fue
produciendo un proceso creciente de sacramentalización, de desvelamiento del
misterio de Dios, que en Cristo alcanzó su culminación total. La carta a los Hebreos
comienza diciendo que en múltiples ocasiones y de muchas maneras habló Dios a
nuestros padres ... Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado en la persona del Hijo ...
destello esplendoroso de su gloria, e impronta de su ser (Heb 1, 1-3). Y San Pablo
llama a Cristo el secreto de Dios (Col 2, 2), imagen de Dios invisible (Col 1, 15), aquel
en cuya persona se hizo visible la bondad de Dios y su amor por los hombres (Tit 3,
4). Por eso, es el sacramento original y primordial, el ámbito donde se produce, como
en ningún otro lugar, cosa o persona, la experiencia del encuentro y la comunión de
vida entre Dios y el ser humano.
1.- El encuentro con el Cristo terrestre como sacramento del encuentro con Dios.
La segunda persona de la Santísima Trinidad es personalmente hombre; Y este
hombre es personalmente Dios. Cristo es Dios de una manera humana, y hombre de
una manera divina. En cuanto hombre vive su vida divina en y según la humanidad.
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mesiánica, de la Encarnación supone que el encuentro de Jesús con sus
contemporáneos era siempre por su parte proposición de gracias bajo una forma
humana. El amor del hombre Jesús es en efecto la encarnación Humana del amor
redentor de Dios, una aproximación del amor de Dios en forma visible.
Hay más todavía. Los actos salidos del hombre Jesús, habiendo sido realizados por
una persona divina, tiene una fuerza divina en orden a la salvación; pero como esta
fuerza es divina nos aparece bajo una forma terrestre, visible, los actos saludables de
Jesús son sacramentales.
Si pues el amor humano y todos los actos humanos de Jesús posen una fuerza divina
de salvación, la manifestación humana de esta fuerza de salvación implica
esencialmente un aspecto de visibilidad concreta de esta salvación: en otros
términos, la sacramentalidad. El hombre Jesús en cuanto manifestación terrestre
personal de la gracia de redención divina, es el sacramento por excelencia: el
sacramento original, porque este hombre, Hijo de Dios, es destinado por el Padre a
ser en su humanidad el acceso único a la realidad de la salvación. Para los
contemporáneos de Jesús el encuentro personal con él era una invitación al
encuentro personal con Dios vivificador, porque este hombre es personalmente el
Hijo de Dios.
El encuentro cercano con Jesús es pues el sacramento del encuentro con Dios o con
la vida religiosa en cuanto relación existencial teologal con Dios. La fuerza interior
salvadora de la voluntad salvífica y del amor humano de Jesús constituyen la fuerza
salvífica del mismo Dios en una forma humana, por ello los actos salvífico de Jesús
son el don divino de la gracia en una manifestación humana, visible, es decir, que
causan lo que significan. Se trata de sacramentos.
2.- Los actos de la vida de Jesús como manifestación del amor divino para con
los hombres y del amor humano para con Dios; religiosidad y don de gracia.
La finalidad completamente asignada por Dios a la encarnación del Hijo es la
divinización del hombre a modo de redención: la salvación del hombre, partiendo
del pecado, hasta llegar a la comunión personal de gracia y de amor con Dios. Esto
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implica por una parte que la plenitud de gracia que el hombre Jesús posee
esencialmente en virtud de su divinidad es objeto querido completamente por Dios
redentor como fuente de gracia para los demás hombres, quienes en su totalidad
deben recibir de Él. El amor humano de Cristo hacia los hombres después la
manifestación comunicadora del amor divino hacia los hombres: la misericordia
redentora del mismo Dios que llega hasta nosotros a través de un corazón humano.
En Cristo no sólo se nos ha revelado Dios y su amor hacia los hombres, sino que Dios
nos ha mostrado asimismo lo que es un hombre que se entrega enteramente a Él, el
Padre invisible. Dios nos ha revelado pues la forma concreta de la religión, la figura
de un hombre verdaderamente religioso. La relación vivida visible, personal de Jesús
con el Padre nos revela lo que significa la majestad y la misericordia del Padre. En la
religiosidad de Jesús y por medio de ella se ha revelado Dios.
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humanos le llevó al extremo de no dudar en presentarse a ellos como un hombre
cualquiera y a pasar por uno de tantos (Filip 2, 7s). Gracias a tal anonadamiento,
Jesús pudo decir: Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre (Jn 14, 9). En la
manifestación de su conducta y su persona, Cristo es quien nos ha dado a conocer al
Dios invisible (Jn 1, 18).
Por último, Cristo es sacramento por sus actos privilegiados, es decir, por aquellos
actos en los cuales se expresa de forma especial su poder salvador: las curaciones,
los milagros, el perdón de los pecados, la total donación de su vida, culminada en el
proceso pascual de su muerte, resurrección y glorificación. Estas acciones, aún
siendo realizadas en forma humana, son por su naturaleza acciones exclusivas de
Dios; por ello, son los actos de Cristo que constituyen el germen de los sacramentos
de la Iglesia.
“Si alguno dijere que los sacramentos de la nueva Ley no fueron instituidos todos
por Jesucristo nuestro Señor, o que son más o menos de siete, a saber, bautismo,
confirmación, Eucaristía, penitencia, extremaunción, orden y matrimonio, o también
que alguno de éstos no es verdadera propiamente sacramento: sea anatema” (DzH
n° 1601).
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El “centro” de esta afirmación dogmática de Trento consiste en profesar que el
origen de los sacramentos es la iniciativa divina y no la invención humana. Cristo es
el origen de los sacramentos. Todos los sacramentos están fundamentados y
enraizados en Él. Tal es el núcleo de la doctrina de la institución.
Por otra parte, ya que los sacramentos radican en Cristo, la Iglesia no es señora,
sino servidora de los sacramentos. Esta verdad fué expresada por el Concilio de
Trento cuando declaró que la Iglesia no puede cambiar “la sustancia de los
sacramentos” (DzH n° 1.728). La “sustancia de los sacramentos” no es el gesto
simbólico (el rito, la “materia” y la “forma”), sino su significación, su sentido que es el
sentido de la vida de Jesús. Es lo que la Escolástica expresaba también con la
afirmación de que la institución de los sacramentos por Cristo es inmediata (no
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“mediata”). Significa la imposibilidad de la Iglesia de estructurarse o de modificarse
por sí misma, por las necesidades de los hombres que las constituyen. Ella tiene que
ser fiel al “camino” instituido por Cristo, cuya celebración son los sacramentos.
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6.- Bibliografía
https://elsalvadormisionero.org/book/omp-popf-uem-jornada-mundial-2012-los-
sacramentos-en-la-enfermedad/iii-jesucristo-el-sacramento-originario/#respond
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