Sunteți pe pagina 1din 28

El zorro de arriba y el zorro de abajo

El zorro de arriba y el zorro de abajo

Autor José María Arguedas

Género Novela

Idioma Castellano

Editorial Losada (Buenos Aires)

País Perú

Fecha de publicación 1971

Formato Impreso

Serie

Todas las sangres El zorro de arriba y el zorro


(1965) de abajo

El zorro de arriba y el zorro de abajo es la sexta y última novela del escritor peruano José
María Arguedas publicada póstumamente en 1971. Es una novela trunca, es decir, no
culminada, y que se halla intercalada por unos diarios personales e intimistas donde el autor
refiere los tormentos que le agobiaban mientras iba escribiendo la novela, para finalmente
anunciar su inminente suicidio. Complementan la obra dos cartas y un epílogo. La novela pinta
las consecuencias del acelerado proceso de modernización del puerto de Chimbote, motivado
por el boom pesquero; hacía allí llegan miles de inmigrantes andinos atraídos por la
oportunidad de ganarse la vida en una pujante urbe industrial, y al mismo tiempo asimilarse a
la llamada «modernidad», todo lo cual, según la óptica del escritor, trae consecuencias
nefastas: la pérdida de la identidad cultural del hombre andino y su degeneración moral al
sucumbir ante los vicios de la ciudad, en bares y burdeles.

Índice
[ocultar]

 1 Contexto
 2 Explicación del título
 3 Escenario
 4 Época
 5 Personajes
 6 Braschi o Banchero
 7 Estructura
 8 Resumen por capítulos
o 8.1 PRIMERA PARTE
o 8.2 SEGUNDA PARTE
 9 Análisis
 10 Mensaje
 11 Referencias
 12 Bibliografía
 13 Enlaces externos

Contexto[editar]
Según la correspondencia del autor, el proyecto de la novela habría nacido en los primeros
meses de 1966. En cartas enviadas al editor español Carlos Barral fechadas en ese año,
Arguedas le cuenta sobre un proyecto de novela que versaría sobre los pescadores
de anchoveta y sobre la revolución producida por la industria de la harina de pescadoen la
costa peruana.1 Por otras fuentes sabemos que originalmente el proyecto novelístico estaba
ambientado en el Puerto de Supe, que también vivía el boom pesquero, pero luego fue
desplazado por Chimbote, hacía donde Arguedas viajó varias veces para documentarse y
hacer entrevistas a pescadores y trabajadores del puerto. Fue a mediados de 1968 cuando se
le ocurrió intercalar entre los capítulos de ficción de su novela unos diarios personales, el
primero de los cuales redactó los días 10, 11, 13, 15 y 16 de mayo. Este «primer diario»
apareció en la revista Amaru y fue lo que desató su polémica con el escritor argentino Julio
Cortázar, a raíz de las críticas destempladas que éste hiciera a la literatura regionalista o
telúrica.2 Fue una época difícil para el escritor pues atravesaba una fuerte crisis depresiva,
que ya antes lo llevó a un intento de suicidio (en 1966); vivía en una continua lucha contra
el insomnio y los dolores en la nuca y en la espalda. Aún así se esforzó en llevar adelante su
proyecto de novela y redactó cuatro capítulos (que conforman la primera parte del libro),
según cuenta en el segundo y tercer diario que intercala en la obra. El segundo diario está
fechado en el Museo de Sitio de Puruchuco, en Lima, febrero de 1969, y el tercer diario
en Chile, en mayo del mismo año. En Chile redactó también lo que llamó los «hervores» de la
segunda parte del libro, pero después anunció estar psíquicamente incapacitado para
continuar. Es entonces cuando preparó su suicidio y adquirió un revólver. En lo que rotuló
como el «¿Último diario?» (cuya revisión está fechada en octubre de aquel año) mencionó el
balazo que pondría fin a su vida; un mes después cumplió su amenaza (noviembre de 1969).
Finalmente se inserta en la obra como epílogo la carta que el escritor envió al editor Gonzalo
Losada dando sus últimas disposiciones sobre la publicación de la obra, pese a haber
quedado trunca. Se ha dicho con certeza que la muerte del escritor pone fin a la novela.

Explicación del título[editar]


Los zorros a los que hace referencia el singular título de la obra (el de arriba y el de abajo) son
personajes mitológicos tomados por el autor de unas leyendas indígenas recopilados a fines
del siglo XVI o comienzos del siglo XVII por el doctrinero hispanoperuano don Francisco de
Ávila en la provincia de Huarochirí. Estas leyendas escritas enquechua fueron traducidas al
castellano y editadas por el mismo Arguedas bajo el título de Dioses y hombres de
Huarochirí (1966).
La leyenda de los zorros es la siguiente: en tiempos remotos dos zorros se encontraron en el
cerro Latausaco, en Huarochirí (sierra del actual departamento de Lima), junto al cuerpo
dormido de Huatyacuri, hijo del dios Pariacaca. El mundo se hallaba dividido en dos regiones,
de donde provenía cada zorro:

 La región de abajo, cerca al mar, estrecho litoral caluroso donde no llueve; y


 La región de arriba, de montañas y abismos de altura.
Es decir lo que después vino a llamarse respectivamente la costa y la sierra, división
tradicional del territorio que hoy conocemos como el Perú. Los zorros se convierten en
consejeros de Huatyacuri, quienes le ayudan a vencer los retos que le impone el yerno del
dios Tamtañamca, pero a la vez son observadores discretos y algo burlones de todo lo que
ocurre.
Según el plan del escritor, estos zorros debían ser los guías o narradores de la historia, como
símbolos de cada una de las mitades del Perú y que se reencuentran luego de 2,500 años en
lo alto de un cerro de arena a cuyos pies se extiende Chimbote, un puerto que se hallaba
entonces en plena efervescencia motivada por el boom pesquero. En efecto, Chimbote está
situado en la «región de abajo» y hacía allí llegan miles de inmigrantes provenientes de la
sierra o la «región de arriba». Según el plan del lector estos zorros debían entrometerse de
vez en cuando en los sucesos narrados para comentarlos y orientarlos. Sin embargo tal plan
no se desarrolla a plenitud. Los zorros solo figuran en dos ocasiones con nombre propio, al
final del Primer Diario y del capítulo I; otras veces parecen encarnarse en el capítulo III en las
figuras de don Ángel Rincón Jaramillo (el zorro de abajo) y don Diego (el zorro de arriba),
aunque de manera no muy clara.3

Escenario[editar]
El escenario de la novela es el puerto de Chimbote, situado en el departamento de Ancash,
costa norte peruana. Hacia 1940 era solo una aldea de pescadores, con algo más de 4,000
habitantes. Desde 1955 tuvo en despegue vertiginoso merced a la industria de la harina y
aceite de pescado, productos que por entonces empezaron a tener mucha demanda en los
mercados internacionales pues eran insumos básicos en la fabricación de alimentos
compuestos para animales. A mediados de la década de 1960 funcionaban en el puerto 40
fábricas y operaban unas 600 bolicheras, algunas implementadas con alta tecnología; para
entonces Chimbote tenía 250,000 habitantes y su producción deanchoveta representaba un
tercio del total nacional. El boom pesquero atrajo a muchos inmigrantes de diversos partes del
Perú, siendo el grupo más significativo el de los serranos o andinos, principalmente de la zona
norte del país. La ciudad, cuyo trazo había sido diseñado por Enrique Meiggs, notable
ingeniero norteamericano del siglo XIX, pronto desbordó y se construyeron barrios para
obreros, como el de la Fundición, pero la marejada humana siguió inundando el puerto. En
total surgieron unas 27 barriadas en los médanos y arenales de los contornos de la ciudad. En
la novela se menciona la barriada de San Pedro, surgida sobre un gran médano y a la que se
subía por un angosto camino trazado por las piaras de burros; más lejos se hallaba la barriada
de El Progreso, cerca al antiguo cementerio y en la ruta de la carretera principal, y más
alejado todavía la barriada de La Esperanza Baja, ya sobre los arenales.
Época[editar]
La época en que está ambientado el relato es la década de 1960, es decir sincroniza con el
tiempo en que fue escrito. Hay una alusión concreta a un año, 1967. El autor solo pudo
escribir cuatro capítulos completos que conforman la primera parte, así como lo que llamó los
«hervores» de la segunda parte, además de los diarios que intercaló a lo largo de la obra,
labor que hizo entre mayo de 1968 y agosto de 1969, para poco después suicidarse
disparándose un tiro en la cabeza.

Personajes[editar]
No hay personajes principales.

 Chaucato, mestizo y veterano, es el patrón de la bolichera «Sansón I» que lleva como


tripulantes a diez o más pescadores, con los que se dedica a pescar toneladas
deanchovetas destinadas para la industria de fabricación de harina y aceite de pescado.
Fue en tiempo pasado patrón de Braschi, quien después se convirtió en magnate de la
industria pesquera. Tiene esposa y dos hijos mellizos.
 El Mudo Chueca, homosexual incestuoso, cuya madre, una prostituta llamada la Muda,
hace que sodomice a sus clientes mientras se acuestan con ella. Es contratado como
trabajador en la bolichera «Sansón I». Se enemista con el gringo Maxwell, a quien
amenaza con cortarle.
 «El Violinista», trabajador a prueba de la bolichera «Sansón I», era
efectivamente músico que interpretaba su arte en una boite de copetineras llamado «El
gato negro».
 Maxe, otro trabajador de la bolichera de Chaucato. Es alto y algo mulato.
 El negro «Toro Muerto», un patrón de lancha, alto y de voz atropellada.
 El zambo Mendieta, un patrón de lancha, putañero o frecuentador del prostíbulo de
Chimbote.
 Asto, un pescador de origen andino, que trabaja en la lancha dirigida por el zambo
Mendieta y gana buen sueldo. Le dicen despectivamente «serrano» e «indio». Se aficiona
con una prostituta del salón rosado, apodada «la Argentina», quien le trata «como a
una vizcachita». Rescata a su hermana Florinda del «Corral» (el burdel aledaño, de bajo
nivel).
 «La Argentina», prostituta extranjera del salón rosado del burdel de Chimbote, el de más
categoría, donde ocupaba la habitación más espaciosa y mejor amoblada. Era blanca,
rubia y de piel suave.
 Florinda, hermana de Asto, se convierte en conviviente de Antolín Crispín.
 Antolín Crispín, joven, ciego, serrano, tocador de charango. Vive en el barrio de La
Esperanza, junto con Florinda.
 Tinoco o Tinocucha, serrano, matón y soplón, miembro de la «mafia», organización al
servicio de los intereses de Braschi, el patrón mayor. Su jefe inmediato es Pretel El
Characato. Su campo de acción es el burdel de Chimbote, donde prostituye a su hermana
Felicia y a su esposa Gerania. Embaraza a Paula Melchora, así como a otras prostitutas,
quienes le apodan el Asno de verga lani.
 La Orfa, prostituta del Corral, es cajamarquina, vive en San Pedro y tiene un bebé
rubicundo de padre desconocido.
 Zavala, meditador, lector y pescador, sindicalista enérgico. Se pasea por el prostíbulo
acompañado del Tartamudo.
 Pretel el Characato, uno de los miembros de la mafia.
 Don Hilario Caullama, indio aymara de Puno, formado en el oficio de la pesca mayor en
los puertos del sur. Llega a Chimbote donde logra ser patrón de la lancha pesquera
«Moby Dick».
 Don Ángel Rincón Jaramillo, jefe de planta de la fábrica de harina de pescado «Nautilus
Fishing», quien recibe la visita de Don Diego.
 Don Diego, un estrafalario «hippie incaico», agente de Braschi, el patrón mayor de la
industria pesquera. Visita una fábrica de harina de pescado y una residencia de curas
norteamericanos en Chimbote.
 El gringo Maxwell, un norteamericano, ex cuerpo de paz, que viaja por el Perú y termina
asimilándose a la cultura andina luego de asistir a una fiesta en una comunidad puneña;
desde entonces baila como poseído del espíritu de San Vito y toca charango. En
Chimbote se instala en una barriada, se hace albañil fabricante de ladrillos y planea
casarse con su vecina Fredesbinda. Se pelea en el burdel con el Mudo, quien jura cortarle
el cuello.
 El loco Moncada, personaje estrambótico, es un zambo locuaz que predica en las plazas
públicas disfrazándose para cada ocasión. Sus sermones, entre filosóficos y políticos,
ocupan buena parte de la novela. Decía descender del presidente Luis José de Orbegoso
y Moncada. Dos episodios muestran su locura: su discurso que da en la esquina de la
plaza del mercado principal donde escenifica un extraño retablo, y su participación en la
procesión de cruces junto con la gente de las barriadas. En sus períodos de lucidez,
trabaja como acarreador de pescado de los botes cortineros a la playa, por lo que recibe
buen pago.
 Gregorio Bazalar, chanchero de San Pedro, dirigente de su barriada. En su casa vive con
dos mujeres empleadas, la Esmeralda y la Juana, quienes le ayudan en las tareas del
hogar y la crianza de cerdos; las malas lenguas lo acusan de bígamo, aunque él lo niega
siempre. Fue elegido presidente de su barriada, haciendo una buena labor.
 Mansilla, presidente de la barriada de San Pedro, en disputa con Bazalar, quien lo
desplaza obteniendo más votos de los vecinos.
 Esteban de la Cruz, serrano, ex minero de la mina de Cocalón, que llega a Chimbote
donde encuentra empleo como vendedor de helados; luego ayuda a su esposa Jesusa en
la venta de papas en un puesto del mercado y se compra una máquina de zapatería.
Como consecuencia de su antiguo trabajo sus pulmones se encuentran llenos de polvo
de carbón de piedra, que empieza a expulsarlos como esputos negros que recoge en
hojas de periódico para guardarlos y pesarlos, pues un curandero le asegura que se habrá
curado cuando expulse cinco onzas de carbón. Amigo y compadre del loco Moncada. Su
esposa se convierte al evangelismo y él mismo recibe influencia de las prédicas
evangélicas, aunque no se decide a la conversión. Tiene dos hijos, aun menores.
 Apasa o «Doble Jeta», pescador aimara, que compra dos chacras pequeñas en el Valle
del Santa, que hace trabajar a tres mujeres provenientes también de la sierra, quienes de
noche se convierten en sus amantes.
 El albañil Cecilio Ramírez.
 El Padre Michael Cardozo, cura norteamericano, de tendencia progresista, que tiene en
su despacho un retrato de Che Guevara junto a una representación de Cristo. Habla muy
bien el castellano y conoce los problemas de las barriadas.
 El Padre Hutchinson, cura norteamericano.

Braschi o Banchero[editar]
Los personajes de la novela mencionan constantemente a un tal Braschi, presentado como el
patrón mayor de la industria pesquera, admirado por muchos y odiado por otros. Sin duda se
inspira en la figura de Luis Banchero Rossi, el famoso industrial peruano cuya audacia y visión
hizo posible en el Perú el surgimiento sideral de la industria de la harina y el aceite de
pescado, al punto de convertir a su país en la primera potencia pesquera del mundo. En la
novela, Braschi es presentado, más que como un explotador económico, como un agente de
corrupción moral. A él se debe no solo que Chimbote se convierta en un emporio con fábricas
modernas, sino que la ciudad se llene de bares yprostíbulos, operación planeada
meticulosamente por Braschi y sus lugartenientes, a fin de que los trabajadores serranos
dilapiden todo el dinero ganado en putas yborracheras y de esa manera queden sujetos
indefinidamente a ese aberrante sistema. Tiene a su servicio un grupo de matones y soplones,
la «mafia», que se encargan de facilitar la consecución de sus intereses. El mismo Braschi
encarna en su persona lo más bajo de la depravación moral: es un pederasta pasivo, que se
deja sodomizar por el Mudo y por otros pescadores en el prostíbulo de la ciudad, aunque en
los días en que está ambientada la novela hacía tiempo que Braschi ya no visitaba Chimbote.4
El personaje de la vida real, Banchero, fue asesinado al comenzar el año de 1972, en
circunstancias no esclarecidas. Poco después el gobierno militar presidido por el generalJuan
Velasco Alvarado estatizó la industria pesquera.

Estructura[editar]
La obra consta de dos partes y un epílogo; la primera parte consta de cuatro capítulos, los
únicos terminados.

Resumen por capítulos[editar]


PRIMERA PARTE[editar]
PRIMER DIARIO
Fechado en Santiago de Chile, 10 de mayo de 1968, en el primer diario el autor narra una
secuencia de su vida que desemboca en su primer intento de suicidio de 1966. Cuenta que
contrajo en la infancia una «dolencia psíquica» que hizo crisis en mayo de 1944 (tenía
entonces 33 años) y que lo dejó casi cinco años neutralizado para escribir; de esa crisis salió,
en parte, gracias a su encuentro con una prostituta, una zamba gorda que le devolvió el amor
de vivir. Pero intelectualmente, no se recuperó del todo y a lo largo de esos años solo leyó
unos cuantos libros. En abril de 1966 intentó suicidarse, porque se sentía un «enfermo
inepto», un simple espectador de los acontecimientos revolucionarios que sacudían al mundo
y no soportaba el no poder ser un participante. Pero inmediatamente dice que si volviera a
escribir recobraría la sanidad, y que para facilitar ello se enfocaría primero en un tema que en
ese momento le obsesionaba, sobre el cómo no pudo matarse, que luego enlazaría con los
motivos elegidos para una novela a la que bautiza con el nombre de El Zorro de Arriba y el
Zorro de Abajo. En otros diarios (fechados el 11, 13, 15, 16 y 17 de mayo) rememora algunos
episodios entre agradables y tormentosos de su infancia y adolescencia, así como hace
alusiones a la reciente polémica que tuvo con el escritor argentino Julio Cortázar y a su gran
amistad con el escritor mexicano Juan Rulfo.
CAPÍTULO I
Comienza narrando las acciones de Chaucato, patrón de la bolichera «Sansón I», y sus
trabajadores pesqueros, entre los que se hallan los apodados «el Mudo» y «el Violinista». El
diálogo entre estos personajes es excesivamente vulgar, con jergas e insultos denigrantes,
según el uso de los pescadores del puerto de Chimbote. Resaltan los dicterios que recibe el
Mudo por su condición de homosexual. Chaucato y sus pescadores acarrean del mar
toneladas de anchovetas que luego lo venden a las fábricas para su conversión en harina y
aceite de pescado. El dinero que ganan por este trabajo, muy sustancioso, lo dilapidan
después en los bares y prostíbulos del puerto. El burdel emblemático de Chimbote se divide
en tres secciones: el salón rosado, el salón blanco y el corral, siendo el primero de mayor
jerarquía, donde atienden prostitutas extranjeras (como «la Argentina»), y el último el de nivel
más bajo, donde se ofrecen mujeres pobres, mayormente de origen andino y selvático. En ese
ambiente ocurren grescas entre los visitantes, peleas con las mujeres, encerronas,
borracheras, sadomasoquismo, etc. Por ejemplo, el pleito del Mudo con el gringo Maxwell, a
quien amenaza degollar con un cuchillo, y la incursión de un cabo de la guardia civil, a quien
algunos revoltosos sobornan para evitar ser apresados. Un pescador serrano, Asto,
ostentosamente celebra su mejora salarial visitando asiduamente a «la Argentina», la
prostituta más cotizada del salón rosado, por ser extranjera, blanca y rubia. En otra escena,
tres prostitutas del Corral (entre ellas la Orfa y Paula Melchora) retornan caminando a su
barriada, lamentando su situación. El capítulo finaliza mencionándose a Chaucato, quien
duerme plácidamente en un cuarto del burdel, mientras que dos prostitutas, la «Flaca» y la
«China», se reparten el pago, aunque la última reclama haber hecho sola el «trabajo».
CAPÍTULO II
Este capítulo presenta a un extravagante personaje, el loco Moncada, un zambo que predica
en calles y plazas del puerto, utilizando disfraces según la ocasión. Un ejemplo de esas
alocuciones o monólogos es el siguiente:
Miren como toreo las perversidades, las pestilencias. Yo soy lunar negro que adorna la cara, el
lunar cuando está en la mejilla de la mujer buenamoza o en la frente del hombre es adorno.
¿Quién dice que no?, yo soy lunar de Dios en la tierra, ante la humanidad. Ustedes saben que la
policía me ha querido llevar preso, otras veces decían que era gato con uñas largazas, de ladrón.
Yo, no niego que soy gato, pero robo la amistad, el corazón Dios, así araño yo... y no es la moneda
la que me hace disvariar sino mi estrella...

El loco Moncada, con una pesada cruz al hombro, recorre la ciudad, pasando por el mercado.
Al llegar a la vía del ferrocarril encuentra un gallo triturado por un vagón, que recoge y
mastica. La gente lo ve dirigirse hacia las barriadas situadas más lejos, en los arenales.
Sucedía entonces que las autoridades habían convencido a los pobladores pobres a que
enterraran a sus muertos en un nuevo cementerio habilitado en una pampa hondonada
situado al otro lado de la barriada de San Pedro. El antiguo cementerio, situado en un médano
colindante con la carretera principal, había sido cercado con un muro y en su fachada
colocada un gran arco; sería destinado en adelante para la gente pudiente. Los pobladores de
las barriadas, instados por sus líderes, organizaron entonces una «procesión de cruces»:
arrancaron las cruces de las tumbas de sus muertos (situadas en la parte alta del viejo
cementerio) y las trasladaron al nuevo cementerio, haciendo una larga marcha. Nadie
comprendía el motivo del loco Moncada para sumarse a esa procesión; la cruz que abandona
en la hondonada es recogida por el sacristán-guardián del cementerio, que decide colocarla
en lo alto del médano del cementerio. En otra escena, Tinoco llega al barrio de La Esperanza
Baja y entra en la casa de Florinda (la hermana de Asto), a quien amenaza para que vuelva al
Corral. Aparece Antolín Crispín, el conviviente de Florinda y discute con Tinoco, quien termina
por irse, volviendo al puerto. En la parte final se describe la descarga de anchoveta de la
bolichera «Sansón I» y la visita de Asto a su hermana, luego de una dura jornada laboral.
SEGUNDO DIARIO
Fechado en el Museo de Puruchuco, Lima, el 13 de febrero de 1969, empieza diciendo que su
novela anterior, Todas las sangres, la compuso en dos etapas separadas una de otra por
varios años, y que la ha vuelto a leer después de mucho tiempo por obligación. Confiesa
también que aún no puede empezar el tercer capítulo de la presente novela, porque no
entiende a fondo lo que está pasando en Chimbote y en el mundo. Menciona que la segunda
parte de esta obra la escribió sin conocer bien Chimbote. Cuenta sobre su estadía en la
ciudad de New York, donde anduvo una semana sin descanso, por la Quinta Avenida, la Calle
42, Greenwich Village, Harlem y Broadway, hasta que una noche tuvo una aventura con una
linda negrita a la que conquistó hablándole en quechua. Afirma que no cree conocer bien las
ciudades, a pesar de estar escribiendo sobre una de ellas. Cuenta también que va a almorzar
a un restaurante de obreros llamado «Miguel Angel», donde la dueña, una señora gorda y
buenamoza, hace descuentos a los profesores de la Universidad Agraria.
CAPÍTULO III
Comienza describiendo el diálogo entre el jefe de planta de la fábrica de harina de pescado
«Nautilus Fishing», don Angel Rincón Jaramillo y un visitante, don Diego, enviado de Braschi.
Don Ángel le cuenta los manejos de la industria pesquera, fríamente calculados por Braschi y
sus lugartenientes. La idea era enseñar a nadar y a pescar a los serranos, y una vez
entrenados en el oficio pagarles cientos y hasta miles de soles y como no sabían manejar
tanta plata, lo siguiente era hacerles gastar en borracheras y en putas, y también en hacer que
construyeran sus casas propias. Pero algunos serranos no caen fácilmente en ese esquema y
sobresalen por méritos propios. Don Ángel reconoce que muchos trabajadores andinos
asimilan rápidamente las técnicas de mantenimiento y reparación de las embarcaciones, mejor
incluso que los criollos. También menciona las intrigas de los sindicalistas apristas y
comunistas, y cómo después de una huelga de trabajadores la industria aumentó el pago
salarial a estos, para casi inmediatamente devaluarse la moneda (en 1967), lo que significó
que el trabajador empezara a ganar 30% menos de lo que recibía antes de la huelga. Todo lo
cual se da a entender como una maquinación malévola de Braschi que conocía con antelación
los manejos del poder de turno. Para fines de la década ya la industria iba en declive por lo
que se hizo necesario la reducción del personal de trabajadores, pero aun así seguían
llegando más serranos a Chimbote. Don Ángel cuenta también que la última vez que Braschi
estuvo en Chimbote fue durante la entronización de San Pedro, el patrón de los pescadores,
luego de lo cual se despidió con un obsequio alucinante: sus ayudantes acarrearon cien
prostitutas ante el regocijo de los trabajadores, que armaron una orgía desenfrenada dentro de
la fábrica. Mientras continúa la conversación, don Ángel lleva a don Diego a conocer el
proceso de la producción de la harina y aceite de pescado; le muestra todas las maquinarias y
le explica su funcionamiento. Finalmente esa noche ambos van a visitar una boîte donde se
presenta una nudista, apodada «La Caprichosa».
CAPÍTULO IV
Esteban de la Cruz es un inmigrante andino, que vive en una barriada con su esposa Jesusa y
sus dos pequeños hijos. Es compadre y amigo del loco Moncada. Su esposa trabaja
vendiendo papas en el mercado y él lo ayuda comprando la mercadería en Trujillo. También
se compra una máquina para remallar zapatos. En este capítulo aparece en escena en la
calle, tosiendo y expulsando esputos muy negros, que recoge en hojas de periódico que luego
guarda meticulosamente. Sucedía que en la sierra había trabajado en la mina de carbón
Cocalón y a raíz de esa experiencia tenía los pulmones llenos de polvo de carbón. Ya en
Chimbote, un día se siente mal de salud y va donde el médico, quien le informa que tenía los
días contados pues sus pulmones estaban llenos de carbón. Esteban busca en Chimbote a
sus antiguos compañeros de la mina y se entera que todos ya habían muerto, excepto uno,
quien ya agonizante le cuenta que el brujo de su pueblo le había dicho que la única manera de
curarse era botando el carbón a través de los esputos, hasta que llegaran a pesar por lo
menos siete onzas. Esteban, que ya había esputado antes, recobra las esperanzas de vivir y
es así como expulsa y recoge sus esputos para pesarlos hasta poder llegar a la cantidad
aconsejada; en el momento del relato ya había expulsado 5 onzas. El loco Moncada lo visita y
lo alienta a vencer el mal. Mientras que su esposa Jesusa adquiere un puesto en el mercado
que paga a plazos, dando como aval la máquina de zapatería de Esteban. El capítulo finaliza
con Esteban trabajando en su máquina, muy entusiasmado, pese a que las fuerzas se le iban
a medida que pasaban los días.
TERCER DIARIO
El primer diario de esta entrega está fechado en Santiago de Chile, el 18 de mayo de 1969, y
refiere su viaje a la ciudad de Arequipa y a la de Moquegua. En Arequipa estuvo doce días,
donde escribe las quince páginas finales del tercer capítulo de la novela; menciona además a
un pino gigante que ese elevaba en un patio colonial y cuya voz afirma poder escuchar. En el
diario del 20 de mayo, refiere que fue invitado por Nelson Osorio a Valparaíso, Chile. Allí se
hospeda en la casa de Nelson y en la de Pedro Lastra, ambiente intelectual donde logra
reanimarse. Concluye el capítulo IV de la novela. Asiste a varias sesiones académicas en
la Universidad de Valparaíso. Retorna al Perú. Menciona su polémica con Julio Cortázar y
alude a la visita que un día le hizo Mario Vargas Llosa. Finalmente, en el diario del día 28 de
mayo, dice que tras un segundo retorno de Chile cree haber encontrado la «técnica» para la
Segunda Parte de la obra, y asegura haber ya escrito los tres primeros «hervores» de la
misma: Chaucato con «Mantequilla», don Hilario con «Doble Jeta» y la Decisión de Maxwell.
SEGUNDA PARTE[editar]
Comienza con el diálogo entre Chaucato y «Mantequilla». Chaucato vivía con su mujer y sus
dos hijos mellizos en un barrio residencial de Chimbote; «Mantequilla» le encuentra recostado
en su sillón, viendo la televisión y le cuenta que Braschi pretende quitarle su lancha, a lo que
Chaucato responde que si eso ocurriera él se defendería hasta condinamita. El siguiente
diálogo es entre «Doble Jeta» y don Hilario Caullama, ambos pescadores de Chimbote
naturales de Puno (aunque «Doble Jeta» alternaba con la agricultura y se había comprado
dos chacras pequeña en el valle del Santa que hacía trabajar a mujeres peones que a la vez
oficiaban de amantes). Similar al anterior diálogo, «Doble Jeta» le avisa a su paisano que
Braschi le iba a quitar su lancha «Moby Dick» y no volvería a conseguir trabajo como patrón
de lancha. Todo ello era represalia de Braschi contra aquellos que se habían involucrado en
los líos sindicalistas. Luego se narra la vida de don Gregorio Bazalar, chanchero de San Pedro
que llega a ser presidente de su barriada, luego que un grupo de 200 vecinos lo eligiera en
desmedro de Mansilla, el anterior presidente, acusado de tener poca representatividad. En su
casa Bazalar cría cerdos, tarea en la que le ayudan dos mujeres jóvenes, la Juana y la
Esmeralda, de quienes la gente cree que son sus concubinas, pero él lo niega siempre, y dice
que una es su sobrina y la otra una recogida. El resto del capítulo refiere al diálogo que
sostienen el padre Cardozo, el padre Hutchinson (ambos norteamericanos), el chanchero
Bazalar, el albañil Cecilio Ramírez (estos dos representantes de las barriadas) y el gringo
Maxwell. Cada uno de ellos habla sobre la vida cotidiana de trabajo, sus familias, las penurias
económicas de los que viven en las barriadas de Chimbote. El padre Cardozo era el sacerdote
principal de todas las barriadas, y era conocedor de la vida de subsistencia de sus pobladores,
además había estado en Cuzco, Puno y otros lugares en donde venían muchos inmigrantes.
El diálogo se desarrolla en la residencia de curas del barrio de La Esperanza, en la oficina del
padre Cardozo, donde habían dos láminas grandes que representaban una a Cristo y otra al
Che Guevara, y sobre este último gira en parte la conversación pues en el fondo todos ellos
eran simpatizantes de la revolución.
¿ÚLTIMO DIARIO?
Está conformado por trozos seleccionados y corregidos en Lima, el 28 de octubre. El primero
está fechado en Santiago de Chile, el 20 de agosto de 1969. Aquí el escritor anuncia que no
podrá culminar la novela y hace un breve repaso sobre los personajes de la obra, contando
cómo habría sido la suerte final de cada uno de ellos. Luego de decir que ha luchado
inútilmente contra la muerte, anuncia su inminente partida:
Despidan en mi un tiempo del Perú, cuyas raíces estarán siempre chupando jugo de la tierra para
alimentar a los que viven en nuestra patria, en la que cualquier hombre no engrilletado y
embrutecido por el egoísmo puede vivir, feliz, todas las patrias.

Por último en el diario del 22 de octubre, el autor hace alusión al balazo que acabaría con su
vida. Un mes después el escritor se disparó un tiro en la cabeza. Se puede decir que esta obra
José María Arguedas la terminó con su vida.
EPÍLOGO
Es una carta dirigida por el autor a don Gonzalo Losada, el editor de Buenos Aires, y está
fechada en Santiago de Chile, el 29 de agosto de 1969. Trata sobre las últimas disposiciones
sobre la publicación de la obra, la que consiente pese a estar inconclusa; uno de sus pedidos
es que se inserte como prólogo el discurso que pronunció cuando ganó el premio Inca
Garcilaso de la Vega (el famoso discurso donde dice «No soy un aculturado»), último deseo
que no fue cumplido por los editores de la obra.

Análisis[editar]
En la novela los fragmentos novelescos, que narran la imposición del orden capitalista y se
focalizan en Chimbote, alternan con páginas aisladas del diario personal, autobiográfico, del
autor. En él se expresa la decisión de suicidarse, se narran los preparativos de ese acto
terrible y se formula lo que pudiera ser el testamento de Arguedas. Sería demasiado parcial
interpretar la efectiva realización de ese hecho atroz fuera de sus condicionamientos
psicológicos íntimos, pero, respetando su inmancillable intimidad, es evidente que en cierto
sentido la decisión del suicidio es correlativa a la comprobación de que el mundo no será
como se soñó en Todas las sangres. Para José María Arguedas la vida era un acto de
participación en el proceso histórico y la historia un camino de perfección; por esto, cuando
comprueba que es imposible participar en el caos y que la historia desobedece a los
imperativos morales del hombre, decide quitarse la vida. No es capaz de existir en un mundo
que niega lo mejor del hombre. Paradójicamente, pese al sentido trágico que expresan los
fragmentos novelescos y los diarios, en El zorro de arriba y el zorro de abajo se encuentran
afirmaciones de esperanza.
Arguedas imagina que su frustración corresponde al límite de un mundo y que inmediatamente
detrás se construye la realidad tal como él la deseaba. Es sólo un acto de fe.5

Mensaje[editar]
La obra es un fresco elocuente y crudo de las consecuencias negativas que conlleva la
modernidad y el desmedido afán de lucro. El indio inmigrante, al llegar a la ciudad, sucumbe a
la presión del entorno y va perdiendo paulatinamente su identidad cultural; sus hijos se
«acriollan» y adquieren otras costumbres; pero tal vez lo más grave sea la degeneración moral
del hombre andino que cae en los vicios urbanos cuyos santuarios son los bares y burdeles
del puerto. De otro lado, la industrialización, símbolo por antonomasia de la modernidad, tiene
consecuencias catastróficas en el medio ambiente: la pesca indiscriminada y la contaminación
que producen las fábricas disloca el equilibrio natural; por ejemplo las aves marinas agonizan
tristemente de inanición al perder su alimento que es absorbido por el monstruo llamado
industria pesquera. Los alcatraces ocochos deambulan desesperadamente por el puerto,
buscando alimento en los basurales y son víctimas fáciles de los hombres y los perros. Una
humareda densa se eleva desde las chimeneas de las fábricas y las fundiciones, y un hedor
domina toda la ciudad, todo lo cual da el marco conveniente a una ciudad caída en la
degeneración física y moral.

Los ríos profundos


Los ríos profundos

Autor José María Arguedas

Género Novela

Idioma Castellano

Editorial Losada S. A. (Buenos Aires)

País Perú
Fecha de publicación 1958

Formato Impreso

Serie

Diamantes y El Sexto
Los ríos profundos
pedernales(1954) (1961)

Los ríos profundos es la tercera novela del escritor peruano José María Arguedas. Publicada
por la Editorial Losada en Buenos Aires (1958), recibió en el Perú el Premio Nacional de
Fomento a la Cultura «Ricardo Palma» (1959) y fue finalista en Estados Unidos del premio
William Faulkner (1963). Desde entonces creció el interés de la crítica por la obra de Arguedas
y en las décadas siguientes el libro se tradujo a varios idiomas.1
Según la crítica especializada, esta novela marcó el comienzo de la corriente neoindigenista,
pues presentaba por primera vez una lectura del problema del indio desde una perspectiva
más cercana. La mayoría de los críticos coinciden en que esta novela es la obra maestra de
Arguedas.
El título de la obra (en quechua Uku Mayu) alude a la profundidad de los ríos andinos, que
nacen en la cima de la Cordillera de los Andes, pero a la vez se refiere a las sólidas y
ancestrales raíces de la cultura andina, la que, según Arguedas, es la verdadera identidad
nacional del Perú.

Índice
[ocultar]

 1 Contexto
 2 Composición
 3 Escenarios
 4 Época
 5 Argumento
 6 Los dos narradores
 7 Personajes
 8 Estructura
 9 Resumen por capítulos
o 9.1 I.- EL VIEJO
o 9.2 II.- LOS VIAJES
o 9.3 III.- LA DESPEDIDA
o 9.4 IV.- LA HACIENDA
o 9.5 V.- PUENTE SOBRE EL MUNDO
o 9.6 VI.- ZUMBAYLLU
o 9.7 VII.- EL MOTIN
o 9.8 VIII.- QUEBRADA HONDA.
o 9.9 IX.- CAL Y CANTO
o 9.10 X.- YAWAR MAYU
o 9.11 XI.- LOS COLONOS
 10 Análisis
 11 Estilo y técnicas narrativas
 12 El zumbayllu
 13 Referencias
 14 Bibliografía
 15 Enlaces externos

Contexto[editar]
Los últimos años de la década de 1950 fueron para Arguedas muy fértiles en cuanto a
producción literaria. El libro apareció cuando el Indigenismo se hallaba en pleno apogeo en el
Perú. El ministro de Educación de aquel entonces, Luis E. Valcárcel, organizó el Museo de la
Cultura, institución que propició con mucha decisión los estudios indigenistas. Por otro lado,
con la publicación de Los ríos profundos se inició un irreversible proceso de valoración de la
obra arguediana tanto en el Perú como a nivel continental.2

Composición[editar]
La génesis de la novela sería el cuento «Warma kuyay» (que forma parte del libro de
cuentos Agua, publicado en 1935), uno de cuyos personajes es el niño Ernesto,
inconfundiblemente el mismo Ernesto de Los ríos profundos. Un texto de Arguedas que
apareció publicado en 1948 bajo la forma de relato autobiográfico (Las Moradas, vol. II, Nº 4,
Lima, abril de 1948, pp. 53-59), conformaría después el segundo capítulo de la novela bajo el
título de «Los viajes». En 1950 Arguedas anunció en el ensayo «La novela y el problema de la
expresión literaria en el Perú» la existencia del proyecto de la novela. El impulso para
completar su composición surgió años después, por el año 1956, cuando realizaba un trabajo
etnográfico de campo en el valle del Mantaro. No paró entonces hasta verlo concluido.
Algunos textos de estudio etnográfico fueron adheridos al relato, como la explicación
etimológica del zumbayllu o trompo mágico.

Escenarios[editar]
La plaza de Abancay, uno de los escenarios de la novela

El 70 % de la acción de la novela transcurre en la ciudad de Abancay, en quechua Awancay.


Otros escenarios son mencionados en los dos primeros capítulos de la novela: el Cuzco y
diversas ciudades costeñas y serranas del sur y centro del Perú, lugares que Ernesto, el
protagonista, recorre acompañando a su padre antes de instalarse en Abancay.
Abancay es un pueblo con pequeños barrios separados por huertas de moreras, y con
campos de cañaverales que se extienden hasta el río Pachachaca. Lo rodea la hacienda
Patibamba, cuyo patrón no la vendía y por ello la ciudad no podía expandirse. Un árbol
característico de Abancay es el nativo pisonay, que en primavera se llena de flores grandes y
rojas.
Lugares importantes de Abancay donde se desarrolla la novela son el Colegio religioso o
internado, con su enorme patio polvoriento; el barrio de Huanupata, tugurio maloliente poblado
de chicherías, donde también se podían encontrar mujeres fáciles; la Plaza de Armas; la
Avenida Condebamba, que es una amplia alameda sembrada de moreras. Ya en las afueras
se alza el puente del Pachachaca, símbolo de la conquista española, sostenido por bases de
cal y canto y que pese a sus siglos de vida aun se mantiene firme y aguanta las embestidas
del río que pasa bajo su arco.

Época[editar]
Teniendo en cuenta que se trata de una novela de corte autobiográfico, la época en que está
ambientada la narración es la década de 1920, bajo el oncenio de Augusto B. Leguía. Para ser
más exactos, fue el año de 1924 en que Arguedas estudió el quinto de primaria en el colegio
Miguel Grau de Abancay, dirigido por los padres mercedarios.3

Argumento[editar]
La novela narra el proceso de maduración de Ernesto, un muchacho de 14 años quien debe
enfrentar a las injusticias del mundo adulto del que empieza a formar parte y en el que debe
elegir un camino. El relato empieza en el Cuzco, ciudad a la que arriban Ernesto y su padre,
Gabriel, un abogado itinerante, en busca de un pariente rico denominadoEl Viejo, con el
propósito de solicitarle trabajo y amparo. Pero no tienen éxito. Entonces reemprenden sus
andanzas a lo largo de muchas ciudades y pueblos del sur peruano. EnAbancay, Ernesto es
matriculado como interno en un colegio religioso mientras su padre continúa sus viajes en
busca de trabajo. Ernesto tendrá entonces que convivir con los alumnos del internado que son
un microcosmos de la sociedad peruana y donde priman normas crueles y violentas. Más
adelante, ya fuera de los límites del colegio, el amotinamiento de un grupo de chicheras
exigiendo el reparto de la sal, y la entrada en masa de los colonos o campesinos indios a la
ciudad que venían a pedir una misa para las víctimas de la epidemia de tifo, originará en
Ernesto una profunda toma de conciencia: elegirá los valores de la liberación en vez de la
seguridad económica. Con ello culmina una fase de su proceso de aprendizaje. La novela
finaliza cuando Ernesto abandona Abancay y se dirige a una hacienda de propiedad de «El
Viejo», situada en el valle del Apurímac, a la espera del retorno de su padre.

Los dos narradores[editar]


En la obra se distinguen dos narradores. El primero es el narrador principal, un hombre adulto
que evoca su niñez, es decir, una versión adulta de Ernesto. El segundo es una especie de
narrador cognoscitivo cuya intervención es esporádica, se encarga de completar y mejorar la
comprensión del lector respecto a los sucesos de la novela, aportando datos no conocidos por
los lectores, sobre todo en temas de etnología.4

Personajes[editar]

 Ernesto, el protagonista-narrador, es un muchacho de 14 años que vive escindido entre


dos mundos, el de los hacendados explotadores y el de los indios maltratados. Ello le
permite un proceso de aprendizaje acelerado y una manera de ver el mundo con una
mayor perspectiva. Irá interpretando una realidad a la que se ve enfrentado y su proceso
de aprendizaje tendrá que ver con la elección ética de ubicarse del lado del poderoso o
del desposeído. Para combatir la imposibilidad de pertenecer enteramente a cualquiera de
estos dos mundos, decide soportar su condición a través de la ensoñación y la
comunicación con la naturaleza. A menudo, se identificará más con los indios.

 El Viejo, de nombre don Manuel Jesús, es el tío de Ernesto. Terrateniente poderoso,


dueño de cuatro haciendas en el valle del Apurímac, prepotente y avaro, representa el
mundo hostil, ese sistema socioeconómico explotador al que por primera vez se ve
enfrentado Ernesto. Tiene un servidor indio o pongo muy servicial, quien, por oposición,
representa a las víctimas de dicho sistema. El Viejo aparece al principio de la novela,
alojado en una casona del Cuzco; al final de la novela vuelve a ser mencionado, pues a
una de sus haciendas es enviado Ernesto tras la irrupción de la peste en Abancay.

 Los alumnos del colegio.- En el colegio religioso de Abancay existían dos tipos de
alumnos: los externos y los internos. Ernesto es uno de estos últimos; en dicho ambiente
entrará en contacto con adolescentes y jóvenes que repiten los mismos esquemas de los
poderosos y que cometen las mismas injusticias sociales. En la obra se mencionan a los
siguientes alumnos:
 Añuco, interno, era hijo de un hacendado caído en la ruina. A los nueve años había
sido recogido por los padres del Colegio, poco antes de que falleciera su padre.
Amigo y cómplice del Lleras en continuas mataperradas tanto dentro como fuera del
colegio, su rabia era una manera de expresar su tristeza. Al final, luego de la huida de
Lleras, se amista con sus compañeros, y los padres lo trasladan al Cuzco, para que
siguiera la carrera religiosa.
 Lleras, interno, era huérfano como el Añuco, y a la vez el más altanero y abusivo de
todos los alumnos, aprovechando la ventaja que le daba tener más edad y fuerza que
el resto. Muy lerdo en los estudios, sin embargo compensaba con su habilidad en los
deportes, siendo infaltable su presencia en el equipo del colegio, a la cabeza del cual
destacaba en las competencias locales de fútbol y atletismo. Amigo y protector del
Añuco, formaban ambos una dupla temible, no solo en el colegio sino en todo el
pueblo. Su poder radicaba en infundir el miedo y el dolor a los más chicos o
desvalidos. Al final, agrede a uno de los religiosos y es castigado terriblemente. Huye
del colegio y luego del pueblo, junto con una mestiza del barrio de Huanupata, y no se
supo más de él. Los rumores decían que había fallecido en su viaje de huida y que su
cuerpo había sido arrojado al río.
 Ántero Samanez, externo, apodado el Markask’a o el «marcado», por sus lunares en
el rostro, era un chico de cabellos rubios muy encendidos por lo que también le
apodaron el «Candela». Era hijo de un hacendado del valle del Apurímac. Aparte de
su aspecto físico no destacaba en nada. Al principio se hizo amigo de Ernesto,
cuando llevó al colegio un juguete nuevo, el zumbayllu o trompo, al cual, conforme a
la mentalidad andina, atribuía propiedades mágicas. Ambos, Ántero y Ernesto, son
opuestos a Lleras y al Añuco, y por lo tanto, a la violencia. Sin embargo, conforme
avanza la novela, las diferencias entre ellos se tornan evidentes y esto origina un
alejamiento. En el motín de las chicheras Ernesto participa al lado de estas, y Ántero
da su respaldo a los hacendados. Pero lo que lleva a la ruptura total es cuando Ántero
se hace amigo de Gerardo, costeño e hijo del comandante de la Guardia Civil
destacado en Abancay.
 «El Peluca», interno, un joven de 20 años, muy corpulento, aunque cobarde y de
mirada lacrimosa. Le dieron ese apodo porque era hijo de un peluquero. Se destacaba
por su obsesión enfermiza hacia una mujer demente, la opa Marcelina, a quien
asaltaba en los excusados y la obligaba a tener relaciones sexuales. Esta conducta
anómala era motivo de las burlas soeces de sus compañeros, quienes sin embargo no
lo enfrentaban pues temían su fuerza física. Al fallecer Marcelina, enloqueció,
profiriendo aullidos, y sus familiares tuvieron que sacarlo del colegio atado de pies y
manos.
 Palacitos, apodado también como el «indio Palacios», era el interno menor y humilde,
y el único proveniente de una comunidad indígena. Al principio le costó mucho
adaptarse; leía penosamente y no entendía bien el castellano. Todo ello motivó que
fuera maltratado física y psicológicamente por el Lleras y otros alumnos mayores, al
punto que suplicaba con lágrimas a su padre (que iba a visitarle cada mes) a que lo
trasladara a una escuela fiscal. Sin embargo, con el paso del tiempo fue
amoldándose; los alumnos mayores dejaron de molestarle, se hizo amigo de Ernesto
y empezó a rendir en los estudios, al extremo de recibir una felicitación de parte de
uno de los profesores. Su padre, feliz, le prometió que sería ingeniero.
 Chauca, rubicundo y delgado, es otro de los que tenían una obsesión enfermiza por
la opa Marcelina, aunque, a diferencia del Peluca, siente remordimientos y trata de
domeñar sus deseos. Una vez es descubierto azotándose.
 Rondinel o el Flaco, alumno que se hacía notar por su extrema delgadez. Reta a una
pelea a Ernesto pero enseguida se amistan.
 Valle, alumno de quinto año, muy lector y elegante. En los días de fiesta y en las
salidas lucía una vistosa corbata atada de manera original, que bautiza con el nombre
dek’ompo. En su conversación se esforzaba en hacer citas literarias y otros ejercicios
pedantescos. En la calle andaba siempre rodeado de señoritas y presumía de sus
conquistas amorosas. Se jactaba incluso de haber seducido a la esposa del médico
de Abancay.
 Romero, aindiado, alto y delgado, el atleta del grupo, campeón imbatible en salto y
otras disciplinas deportivas. También era hábil tocador del rondín (armónica) y cantor
de huaynos. Defiende a los más débiles de los abusos del Lleras y el Añuco.
 Ismodes, apodado el Chipro, natural de Andahuaylas, hijo de mestizo. Su apodo en
quechua significa el «picado por la viruela», por las marcas inconfundibles de dicha
enfermedad que tenía en el rostro. Se pelea constantemente con el Valle.
 Simeón, llamado el Pampachirino, por ser oriundo del pueblo de Pampachiri.
 Gerardo, hijo del comandante de la guardia civil destacado en Abancay. Es costeño,
natural de Piura. Se hace amigo de Ántero y lo matriculan en el colegio. Destaca por
su habilidad en los deportes, por su facilidad natural en ganarse amigos y conquistar a
las chicas.
 Pablo, hermano de Gerardo.
 Iño Villegas
 Saturnino
 Montesinos
 La opa Marcelina, joven mujer demente, blanca, baja y gorda, que había sido recogida
por uno de los Padres y colocada como ayudante en la cocina. Se convierte en una
especie de símbolo del pecado, pues los internos mayores suelen buscarla por las noches
para forzarla a tener relaciones sexuales. Fallece víctima de la epidemia de tifo.

 Los Padres del Colegio. Son los religiosos que dirigen la institución educativa:
 Augusto Linares, o simplemente el Padre Linares, director del Colegio, ya anciano,
de cabellos blancos, que tenía fama de santidad en todo Abancay.
 El padre Cárpena, alto y fornido, aficionado a los deportes.
 El hermano Miguel, afroperuano, era oriundo de Mala, en la costa central peruana.
Los alumnos irrespetuosos le llaman despectivamente «negro».

 Doña Felipa, es cabecilla de las chicheras que se amotinan reclamando el reparto de la


sal al pueblo. Es una mujer robusta, de voluminosos senos y anchas caderas, con el
rostro picado de viruela. Ernesto la admira por su coraje, fuerza y sentido de justicia.
Luego del motín, huye llevándose consigo un fusil y logra burlar la persecución de las
fuerzas del orden. Gracias a ella, Ernesto comprueba que la reivindicación social es
posible.

 Los colonos, trabajadores indios contratados en la hacienda Patibamba, circundante a la


ciudad de Abancay, entre quienes se extiende la epidemia de tifo. Invaden la ciudad
exigiendo una misa para los difuntos.

 Los guardias civiles, cuerpo de policía de la ciudad de Abancay. Son llamados


jocosamente «guayruros» (frijoles de colores) por el color de sus uniformes (negro y rojo).
Se les ridiculiza por no poder controlar el motín de las chicheras.

 Los oficiales y soldados del Ejército, quienes ocupan la ciudad tras producirse el motín
de las chicheras.

 La cocinera del internado, protectora del Palacitos y quien fallece víctima del tifo.

 Abraham, portero del internado, quien también cae víctima de la peste y regresa a
Quishuara, su pueblo natal, para morir.

 Salvinia, chica de 12 años, delgada, de piel morena y de ojos rasgados y negros. Es la


enamorada de Ántero. Vivía en la avenida Condebamba, una alameda o amplia calle
abanquina sembrada de moreras. Ernesto nota que sus ojos son del color del zumbayllu
(trompo mágico) al momento de girar.

 Alcira, amiga de Salvinia, de su misma edad. Vivía camino de la Plaza de Armas a la


planta eléctrica. Cuando Ernesto la ve por primera vez, le encuentra un gran parecido con
Clorinda, una jovencita del pueblo de Saisa, de quien en su niñez se había enamorado y
de la que nunca más volvió a saber. Alcira tenía una cabellera hermosa, del color del tallo
de la cebada madura, y su mirada era triste, pero sus pantorrillas eran muy gruesas y
cortas, lo que a Ernesto le desagradaba.

 Prudencio, joven indio, del pueblo de Kakepa, soldado y músico de la banda militar,
paisano y amigo de Palacitos.

 El papacha Oblitas, mestizo, maestro músico, experto tocador de arpa.

 El kimichu, un indio peregrino recaudador de limosnas para la Virgen de Cocharcas.


Lleva una urna con la imagen de la Virgen, encima de la cual iba un lorito.

 Jesús Warank’a Gabriel, cantor, acompañante del kimichu.

 Don Joaquín, forastero challhuanquino, que contrata los servicios del abogado Gabriel, el
padre de Ernesto, sobre un litigio de tierras.

 Pedro Kokchi y Demetrio Pumaylly, indios, amigos de la infancia de Ernesto, que los
menciona al rememorar dicha etapa de su vida.

 Alcilla, notario de Abancay, amigo del padre de Ernesto, hombre envejecido y enfermo,
con esposa e hijos.

Estructura[editar]
La obra está dividida en 11 capítulos, numerados con dígitos romanos y con título propio,
siendo muy variable la extensión de cada uno de ellos. El más extenso es el último capítulo, el
titulado «Los colonos». El más corto es el capítulo IV, titulado «La hacienda».
Breve esquema de la novela:
I. El viejo.- La llegada de Ernesto y su padre al Cuzco, donde se encuentran con El Viejo, un
agrio y avaro hacendado, que se niega a ayudarlos, pese a ser pariente de ellos.
II. Los viajes.- Los recorridos de Ernesto y su padre (abogado itinerante) por diversas
ciudades de la sierra y de la costa central y sur del Perú.
III. La despedida.- La llegada de Ernesto y su padre a Abancay. Ernesto es internado en un
colegio religioso y su padre continúa sus viajes en busca de trabajo.
IV. La hacienda.- Ernesto visita la hacienda colindante de Abancay, Patibamba, cuyos
colonos o peones indios eran muy reservados. El Padre o cura del pueblo da sermones a los
indios en los que elogia a los hacendados.
V. Puente sobre el mundo.- Ernesto visita el barrio de Huanupata, el barrio alegre de
Abancay. A las afueras está el puente sobre el Pachachaca, construido en el siglo XVI por los
españoles. Se describe el colegio religioso, los padres directores, los hermanos profesores y
los alumnos. Una sirvienta que sufre de retardo mental, la opa Marcelina, es el objeto sexual
de los alumnos mayores.
VI. Zumbayllu.- Uno de los alumnos internos, el Ántero o Markask’a trae al colegio un
zumbayllu o trompo, de significado mágico. Ernesto hace amistad con Ántero. Se describen
las peleas entre los alumnos y los abusos de los mayores sobre los menores, como el Lleras
sobre el Palacitos.
VII. El motín.- Las chicheras del pueblo, encabezadas por Felipa, se rebelan para exigir el
reparto de sal al pueblo. Ernesto les acompaña en el tumulto. Las chicheras reparten la sal a
los indios de Patibamba, pero luego irrumpen los guardias civiles y recuperan la sal.
VIII. Quebrada honda.- Ernesto es castigado por los padres, por seguir a las chicheras.
Luego regresa a Patibamba acompañando al Padre Director, quien sermonea a los indios
explicándoles que era un pecado robar la sal, aunque fuera para los pobres. Ernesto regresa
al colegio y se encuentra con Ántero, quien le enseña un winku o trompo brujo, superior
al zumbayllu. En otra escena, el Lleras empuja a uno de los religiosos, el hermano Miguel, el
cual responde dándole un puñetazo. El Lleras es recluido en una habitación pero en la noche
se fuga del colegio.
IX. Cal y canto.- Los militares llegan a Abancay para contener la rebelión de las chicheras y
capturar a Felipa. Ántero y Ernesto conversan en el colegio sobre la situación. Ambos visitan
en el pueblo a Salvinia (enamorada de Ántero) y a Alcira, la amiga de ésta.
X. Yawar Mayu. Un domingo Ernesto y los otros alumnos van a la plaza del pueblo donde dan
retreta o exhibición de la banda militar. Ernesto conoce a Gerardo, el hijo del comandante
destacado en Abancay, quien se hace amigo de Ántero. Asimismo, visita el barrio de
Huanupata, donde se deleita escuchando a los músicos y cantores.
XI. Los colonos.- Los militares se retiran de Abancay, sin haber capturado a Felipa. Gerardo
ingresa al colegio religioso donde destaca y se vuelve inseparable de Ántero. Cuando ambos
se jactan de sus conquistas amorosas, Ernesto se pelea con ellos y no les vuelve a hablar.
Luego irrumpe la peste de tifo en el pueblo, proveniente de los contornos. La opa Marcelina
fallece víctima del mal. Ernesto se acerca a verla, por lo que es puesto en cuarentena por
temor a un contagio. Cientos de colonos o peones indios de las haciendas colindantes se
acercan a Abancay para exigir al Padre que dé una misa por los difuntos. El Padre acepta y da
la misa a medianoche. Con el permiso del Padre, Ernesto abandona Abancay y se va a una de
las haciendas de El Viejo, donde esperará el retorno de su progenitor.

Resumen por capítulos[editar]


I.- EL VIEJO[editar]
Catedral del Cuzco.

El relato empieza cuando el narrador (Ernesto) cuenta su llegada al Cusco, acompañando a


su padre Gabriel, quien era abogado y viajaba continuamente buscando dónde ejercer su
profesión. En la antigua capital de los incas visitan a un pariente rico al que conocen como El
Viejo, para solicitarle alojamiento y trabajo, pero este resulta ser un tipo avaro, hosco y con
fama de explotador, por lo que deciden abandonar la ciudad y buscar otros rumbos. Pero
antes pasean por la ciudad. Ernesto se deslumbra ante los majestuosos muros de los palacios
de los incas, cuyas piedras finamente talladas y perfectamente encajadas le parecen que se
mueven y hablan. Luego pasan frente a la Iglesia de la Compañía y visitan la Catedral, donde
oran frente a la imagen del Señor de los Temblores. Allí se encuentran nuevamente con el
Viejo, quien estaba acompañado de su sirviente indio o pongo, símbolo de la raza explotada.
Ernesto no puede contener el desagrado que le produce el Viejo y lo saluda secamente.
II.- LOS VIAJES[editar]
En este capítulo el narrador relata los viajes de su padre como abogado itinerante por diversos
pueblos y ciudades de la sierra y de la costa, viajes en los que le acompaña desde muy niño.
Cuenta anécdotas curiosas que les toca vivir a ambos en algunos pueblos. Llegan por ejemplo
a un pueblo cuyos niños salían al campo a cazar aves para que no causaran estragos en los
trigales. En ese mismo pueblo, había una cruz grande en la cima de un cerro, que durante una
festividad religiosa era bajada por los indios en hombros. En otra ocasión llegan a Huancayo,
donde casi se mueren de hambre pues sus habitantes, que odiaban a los forasteros,
impidieron que los litigantes (clientes) fueran a verles. En otro pueblo las personas les miran
con rabia, a excepción de una joven alta y de ojos azules, que parecía más amigable. Ernesto
se venga en esa ocasión cantandohuaynos a todo pulmón en las esquinas. En Huancapi,
cerca de Yauyos, contempla cómo unos loros que posaban en los árboles son muertos a
balazos por unos tiradores, siendo lo extraño que dichas aves no se animaran a alzar vuelo y
cayeran así mansamente, una tras otra. De allí pasan a Cangallo y siguen hacia Huamanga,
por la pampa de los morochucos, célebres jinetes de quienes se decía que eran
descendientes de los almagristas.
III.- LA DESPEDIDA[editar]
Cuenta el narrador cómo su padre le promete que sus continuos viajes acabarían en Abancay,
pues allí vivía un notario, viejo amigo suyo, quien sin duda le recomendaría muchos clientes.
También le promete que le matricularía en un colegio. Llegan pues a Abancay y se dirigen a la
casa del notario, pero éste resultó ser hombre enfermo y ya inútil para el trabajo, y para colmo,
con una mujer e hijos pequeños. Descorazonado, el padre prefiere alojarse en una posada,
donde coloca su placa de abogado. Pero los clientes no llegan y entonces decide reemprender
sus viajes. Pero esta vez ya no le podrá acompañar Ernesto, pues ya estaba matriculado de
interno en un colegio de religiosos de la ciudad, cuyo director era el Padre Linares. Su
decisión se apresura cuando un tal Joaquín, un hacendado de Chalhuanca, llega a Abancay a
solicitarle sus servicios profesionales. Ernesto se despide entonces de su padre y se queda en
el internado.
IV.- LA HACIENDAeditar
En este capítulo el narrador cuenta la vida de los indios de la hacienda colindante a Abancay,
Patibamba, a donde solía ir los domingos tras salir del internado, pero a diferencia de los
indios con quienes había pasado su niñez, estos parecían muy huraños y vivían encerrados.
Relata también las misas oficiadas por el Padre, y como éste predicaba el odio hacia los
chilenos y el desquite de los peruanos por la guerra de 1879 (recordemos que eran los años
de 1920, en plena tensión peruano-chilena por motivo del litigio porTacna y Arica) y elogiaba a
la vez a los hacendados, a quienes calificaba como el fundamento de la patria, pues eran,
según su juicio, los pilares que sostenían la riqueza nacional y los que mantenían el orden.
V.- PUENTE SOBRE EL MUNDO[editar]
El título de este capítulo alude al significado del nombre quechua de Pachachaca, el río
cercano a Abancay, sobre el cual los conquistadores españoles construyeron un puente de
piedra y cal que hasta hoy sobrevive. Con la esperanza de poder encontrar a algún indio
colono de la hacienda, Ernesto aprovecha los domingos para visitar Huanupata, el barrio
alegre de Abancay, poblado de chicherías, arrabal pestilente donde también se podían
encontrar mujeres fáciles. Para su sorpresa no encuentra a ninguno de los colonos, y solo ve
a muchos forasteros y parroquianos. De todos modos continua frecuentando dicho barrio,
pues los fines de semana iban allí músicos y cantantes a tocar arpay violín y cantar huaynos,
lo que le recordaba mucho a su tierra. Luego pasa a describir la vida en el internado; en primer
lugar cuenta como el Padre organizaba a los alumnos en dos bandos, uno de «peruanos» y
otro de «chilenos» y lo hacía enfrentar en el campo, a golpes de puño y empellones, como una
manera de «incentivar» el espíritu patriótico. Luego menciona a los alumnos, refiriendo sobre
sus orígenes y características: el Lleras y el Añuco, que eran los más abusivos y rebeldes de
los alumnos; el Palacitos, el de menor edad, y a la vez el más tímido y débil de todos; el
Romero, el Peluca y otros más. También se menciona a una joven demente, la opa Marcelina,
que era ayudante en la cocina y que solía ser desnudada y abusada sexualmente por los
alumnos mayores, sobre todo por el Lleras y el Peluca. El Lleras incluso trata de forzar al
Palacitos para que tenga relaciones sexuales con la opa, mientras ésta era sujetada en el
suelo con el vestido levantado hasta el cuello. El Palacitos se resiste, llorando y gritando. El
Romero, hastiado de los abusos del Lleras, le reta a pelear, pero el encuentro no se produce.
VI.- ZUMBAYLLU[editar]
Esta vez Ernesto relata como uno de los alumnos, el Ántero o Markask’a, rompe la monotonía
de la escuela al traer un trompo muy peculiar al cual llaman zumbayllu, lo que se convierte en
la sensación de la clase. Para los mayores solo se trata de un juguete infantil pero los más
chicos ven en ello un objeto mágico, que hace posible que todas las discusiones queden de
lado y surja la unión. Ántero le regala su zumbayllu a Ernesto y se vuelven desde entonces
muy amigos. Ya con la confianza ganada, Ántero le pide a Ernesto que le escriba una carta de
amor para Salvinia, una chica de su edad a quien describe como la niña más linda de
Abancay. Luego, ya en el comedor, Ernesto discute con Rondinel, un alumno flaco y
desgarbado, quien le reta a una pelea para el fin de semana. Lleras se ofrece para entrenar a
Rondinel mientras que Valle alienta a Ernesto. En la noche, los alumnos mayores van al patio
interior; allí el Peluca tumba a la opa Marcelina y yace con ella. De lejos, Ernesto ve que el
Lleras y el Añuco amarran sigilosamente algo en la espalda del Peluca. Cuando éste vuelve al
dormitorio, Ernesto y el pampachirino se espantan al ver unas tarántulas o apasankas atadas
en su saco, pero los otros internos se ríen; el mismo Peluca arroja y aplasta sin temor a los
bichos.
VII.- EL MOTIN[editar]
A la mañana siguiente, Ernesto le entrega a Ántero la carta que escribió para Salvinia; Ántero
la guarda sin leerla. Luego le cuenta a su amigo su desafío con Rondinel. Ántero se ofrece
para amistarlos y lo logra, haciendo que los dos rivales se den la mano. Luego todos se van a
jugar con los zumbayllus. Al mediodía escuchan una gritería en las calles y divisan a un
tumulto conformado por las chicheras del pueblo. Algunos internos salen por curiosidad, entre
ellos Ántero y Ernesto, que llegan hasta a la plaza, la que estaba copada por mujeres
indígenas que exigían que se repartiera la sal, pues a pesar de que se había informado que
dicho producto estaba escaso, se enteraron que los ricos de las haciendas las adquirían para
sus vacas. Encabezaba el grupo de protesta una mujer robusta llamada doña Felipa, quien
conduce a la turba hacia el almacén, donde encuentran 40 sacos de sal cargados en mulas.
Se apoderan de la mercancía y lo reparten entre la gente. Felipa ordena separar tres costales
para los indios de la hacienda de Patibamba. Ernesto la acompaña durante todo el camino
hacia dicha hacienda, coreando los huaynos que cantaban las mujeres. Reparten la sal a los
indios, y agotado por el viaje Ernesto se queda dormido. Despierta en el regazo de una señora
blanca y de ojos azules, quien le pregunta extrañada quién era y qué hacía allí. Ernesto le
responde que había llegado junto con las chicheras a repartir la sal. Ella por su parte le dice
que es cusqueña y que se hallaba de visita en la hacienda de su patrona; le cuenta además
cómo los soldados habían irrumpido y a zurriagazos arrebataron la sal a los indios. Ernesto se
despide cariñosamente de la señora y luego se dirige hacia el barrio de Huanupata, donde se
mete en una chichería para escuchar a los músicos. Al anochecer le encuentra allí Ántero,
quien le cuenta que el Padre Linares estaba furioso por su ausencia. Ambos van a la alameda
a visitar a Salvinia y a su amiga Alcira; ésta última estaba interesada en conocer a Ernesto,
según Ántero. Pero al llegar solo encuentran a Salvinia, quien se despide al poco rato pues ya
era tarde. Ántero y Ernesto vuelven al colegio.
VIII.- QUEBRADA HONDA.[editar]
Ya en el colegio Ernesto es llevado por el Padre a la capilla. Luego de azotarlo el Padre le
interroga severamente. Ernesto se atreve a responderle que solo había acompañado a las
mujeres para repartir la sal a los pobres. El Padre le replica diciéndole que aunque fuese por
los pobres se trataba de un robo. Finalmente castiga a Ernesto prohibiéndole sus salidas del
domingo. Al día siguiente Ernesto acompaña al Padre al pueblo de los indios de la hacienda.
El Padre se sube a un estrado y empieza a sermonear a los indios enquechua. Les dice que
todo el mundo padece, unos más que otros, pero que nada justifica el robo, que el que roba o
recibe lo robado es igual condenado. Pero se alegraba que ellos hubieran devuelto la
mercancía y que ahora la recibirían en mayor cantidad. Ante esta prédica ardiente las mujeres
rompen en llanto y todos se arrodillan. Terminada su prédica, el Padre ordena a Ernesto volver
al colegio, mientras que él se quedaría a dar la misa. Ernesto aprovecha para averiguar sobre
la señora de ojos azules. El mayordomo de la hacienda le responde que conocía a la tal
señora pero que ella se iría con su patrona al día siguiente, por temor al arribo del ejército, que
venía a imponer el orden. Ernesto regresa al colegio y le recibe el hermano Miguel, quien le da
el desayuno y le cuenta que esa mañana dedicaría a los alumnos a jugar voley en el patio.
Luego irrumpe Ántero trayendo un Winku, un trompo o Zumbayllu especial, al cual calificaba
de layka o «brujo» por tener, según su creencia, propiedades mágicas, como enviar mensajes
a personas lejanas. Convencido, Ernesto hace bailar el winku mandándole un mensaje a su
padre, diciéndole que estaba soportando bien la vida en el internado. Entretenidos estaban así
cuando de pronto oyen gritos en el patio. Se acercan y ven al hermano Miguel ordenando
caminar de rodillas al Lleras, de quien manaba sangre por la nariz. Se enteran que el Lleras
había primero empujado al hermano insultándole soezmente, solo porque le había marcado
un foul en el juego; en respuesta el hermano le dio un puñetazo tumbándolo al suelo. En
medio del tumulto arriba el Padre director, quien pregunta qué ocurría. El hermano Miguel,
luego de contar el incidente, explica que reaccionó así al ver mancillado en su persona el
hábito de Dios. El Padre ordena al Lleras a ir a la capilla; los demás internos se quedan en el
patio y discuten entre ellos; el Palacitos teme que ocurra una desgracia en el pueblo por la
ofensa hecha a un religioso; el Valle y el Chipro se pelean, quedando muy malparado el
primero. Al día siguiente se esparce la noticia de que el ejército entraría en Abancay para
imponer orden. El Padre ordena que todos los alumnos se reconcilien con el hermano Miguel,
quien les pide perdón y abraza a cada uno de ellos, pero cuando se acerca al Lleras, éste le
hace un gesto de repulsión y se corre a esconderse. No lo vuelven a ver más; después
supieron que aquella misma noche huyó del colegio. El Añuco también se alista para irse del
colegio, aunque reconciliado con todos. El Palacitos se alegra pues cree que con la
reconciliación ya no ocurrirán más desgracias en el pueblo.
IX.- CAL Y CANTO[editar]
A la ciudad llega un regimiento de soldados para reprimir a las indias revoltosas. Los soldados
ocupan las calles y plazas. Instalan el cuartel en un edificio abandonado. Ernesto pide al
Padre que lo dejara regresar donde su papá, pero el Padre se niega, dándole permiso en
cambio para salir el sábado a la ciudad, con el Ántero. Ernesto le pide al Romerito que por
medio del canto de su rondín envíe un mensaje a su padre. Los alumnos comentan los
chismes de la ciudad: las chicheras capturadas son azotadas en el trasero desnudo, y al
responder a los militares con su lenguaje soez, les meten excremento en la boca. Cuentan
también que doña Felipa y otras chicheras habían huido cruzando el puente del Pachachaca,
donde dejaron a una mula degollada, con cuyas tripas cerraron el paso atándola a los postes.
La cabecilla dejó su rebozo en lo alto de una cruz de piedra, a manera de provocación. Al
acercarse los soldados, estos reciben disparos de lejos y no se atreven por lo pronto a
perseguirlas, pues las chicheras ya iban con ventaja. Llegado el sábado, Ernesto y Ántero
conversan en el patio del colegio. Ántero cuenta que el Lleras había huido del pueblo, junto
con una mestiza; el Ernesto señala que no podría seguir más allá del Apurímac pues el sol lo
derretiría. En cuanto al Añuco, comentan que los Padres planeaban hacerle fraile. También
mencionan el temor de la gente de que doña Felipa retornase con los chunchos (selváticos) a
atacar las haciendas y revolver a los colonos; ante esa situación, el Ántero dice que estaría de
parte de los hacendados. Ambos van a la alameda, a visitar a Salvinia y a su amiga Alcira. Al
ver a esta última, Ernesto nota que se parecía mucho a Clorinda, una jovencita del pueblo de
Saisa, de quien en su niñez se había enamorado y de la que jamás volvió a saber. Pero nota
que Alcira tiene las pantorrillas muy anchas y eso le desagrada. Al poco rato Ernesto se
despide, y corriendo llega al barrio de Huanupata, metiéndose en una chichería, que estaba
llena de soldados. Uno de estos afirma que Felipa estaba muerta. Cuando Ernesto pregunta a
una de las mozas si era cierto eso, ésta se ríe y lo empuja, botándole de la chichería. Ernesto
se va corriendo hacía el puente del Pachachaca, para ver los restos de la mula muerta y el
rebozo de doña Felipa que flameaba en la cruz. Al llegar, divisa al padre Augusto que bajaba
cuesta abajo, seguido sigilosamente por la opaMarcelina. Ésta, al ver el rebozo, se detiene
frente la cruz. Se sube en ella y ya con la prenda en su poder se deja caer, resbalando hasta
el suelo. Se coloca el rebozo con alegría y continúa siguiendo al padre Augusto, quien iba a
dar misa a Ninabamba, una hacienda aledaña. Ernesto retorna a la ciudad y ya al atardecer
regresa al colegio donde se entera que al día siguiente partiría Añuco hacia el Cuzco.
X.- YAWAR MAYU[editar]
Los alumnos se enteran que la banda del regimiento dará retreta en la plaza de la ciudad
después de la misa del día siguiente, domingo. El Chipro reta al Valle a pelear ese día. Ya
muy de noche vienen a recoger al Añuco, y todos lo despiden; el Añuco regala sus «daños» o
canicas rojas al Palacitos. Todos se sienten conmovidos. Al día siguiente se levantan muy
temprano y deciden que no haya ya pelea entre el Chipro y Valle. Van todos a ver la retreta en
la plaza. La banda militar la conforman reclutados que tocan instrumentos musicales de metal;
el Palacitos estalla de alegría al reconocer en el grupo al joven Prudencio, de su pueblo natal.
Ernesto se retira para buscar a Ántero y a Salvinia y Alcira. Encuentra a las dos chicas pero ve
que un joven, que se identifica como hijo del comandante de la Guardia, invita a Salvinia a
caminar, tomándola del brazo. Tras ellos va otro muchacho. De pronto aparece Ántero furioso,
quien increpa a los dos jóvenes. Les dice que la chica es su enamorada. Se produce una
gresca. Ernesto deja a Ántero con su lío y se dirige al barrio de Huanupata. Entra a una
chichería donde se estaba un arpista, a quien todos admiran y llaman el papacha Oblitas. Al
local ingresa luego un cantor, que había llegado a la ciudad acompañando a un kimichu (indio
recaudador de limosnas para la Virgen); Ernesto recuerda haberlo visto, años atrás, en el
pueblo de Aucará, durante una fiesta religiosa. Conversan ambos. El cantor dice llamarse
Jesús Waranka Gabriel y relata su vida errante. Ernesto le invita un picante. Una moza
empieza a cantar una canción en la que ridiculiza a los guardias, apodados «guayruros»
(frijoles) por el color de su uniforme (rojo y negro). El arpista le sigue el ritmo. Un guardia civil
que pasaba cerca escucha e ingresa al local, haciendo callar a todos. Se produce un tumulto y
los guardias se llevan preso al arpista. Los demás se retiran. Ernesto se despide del cantor
Jesús y regresa a la plaza. Ve al Palacitos, alegre y orgulloso, que no dejaba al Prudencio.
También encuentra a Ántero, quien se había amistado con el joven con quien peleara poco
antes. Se lo presenta: se llamaba Gerardo y era natural de Piura. El otro joven que le
acompañaba era su hermano Pablo. Ernesto les estrecha las manos. Luego se despide y se
encuentra con el Valle, paseando orondo con su ridículo k’ompo o corbata y escoltado por
señoritas. Decide volver al colegio pero antes quiere visitar al papacha Oblitas, que estaba en
la cárcel. El guardia de la entrada no lo deja ingresar; solo le informa que el arpista sería
liberado pronto. Ernesto retorna entonces al colegio y se topa con Peluca, a quien encuentra
muy angustiado pues ya no encontraba a la opa. La cocinera le cuenta a Ernesto que
la opa se había subido a la torre que dominaba la plaza. Ernesto va a buscarla, y
efectivamente, encuentra a la opa echada en lo alto de la torre, mirando sonriente y feliz a la
gente de abajo. Llevaba aún el rebozo de doña Felipa. No queriendo turbar su breve rato de
alegría, Ernesto la deja y sigilosamente baja de la torre y retorna al colegio.
XI.- LOS COLONOS[editar]
Los guardias que fueron en persecución de doña Felipa no logran capturarla. Poco después
los militares se retiran de la ciudad y la Guardia Civil ocupa el cuartel. Ernesto no entiende a
muchas señoritas de la ciudad, quienes se habían deslumbrado con los oficiales y lloraban su
partida. Se decía que algunas habían sido deshonradas «voluntariamente» por algunos
oficiales. En el colegio, Gerardo, el hijo del comandante se convierte en una especie de héroe.
Supera a todos en diversas disciplinas deportivas. Solo al Romero no logra ganarle en salto.
El Ántero se convierte en su amigo inseparable. Ernesto se enoja cuando ambos, Gerardo y
Ántero, empiezan a hablar de las chicas como si fueran trofeos de conquista, jactándose que
cada uno tenía ya dos enamoradas al mismo tiempo. En cuanto a Salvinia, Ántero ya la había
dejado, por coquetear, según él, con Pablo, pero junto con Gerardo la tenían «cercada» y no
dejaban que ningún chico se le acercara. Mientras que ambos tenían a su disposición todas
las mujeres que quisieran, pues ellas se les entregaban. Ernesto se molesta y les dice que
ambos son unos perros iguales al Lleras y al Peluca. Se alteran y en el calor de la discusión
Ernesto insulta y patea a Gerardo; Ántero los contiene. Aparece el Padre Augusto y ante él
Ernesto trata de devolver a Ántero su zumbayllu, pero Ántero no lo acepta pues se trataba de
un regalo. El Padre les pide que resuelvan entre ellos su problema. Desde entonces Ántero y
Gerardo no volvieron a hablar con Ernesto. Éste entierra el zumbayllu en el patio interior del
colegio, sintiendo profundamente el cambio de Ántero, a quien compara con una bestia
repugnante. Por su parte Pablo, el hermano de Gerardo, se amista con el Valle, y junto con
otros jóvenes forman el grupo de los más elegantes y cultos del colegio. Otro día Ernesto se
encuentra con el Peluca, quien estaba preocupado porque la opaya no aparecía. Decían que
estaba enferma, con fiebre alta. Los alumnos comentan el rumor de que la peste
de tifo causaba estragos en Ninabamba, la hacienda más pobre cercana a Abancay, y que
podía llegar a la ciudad. A la mañana siguiente Ernesto se levanta con un presentimiento y va
corriendo a la habitación de la opa: la encuentra ya agonizante y llena de piojos. Muy cerca la
cocinera lloraba. El Padre Augusto ingresa de pronto y ordena severamente a Ernesto que se
retire. El cuerpo de la opa es cubierto con una manta y sacado del colegio. A Ernesto lo
encierran en una habitación, temiendo que se hubiera contaminado con los piojos,
transmisores del tifo. Le lavan la cabeza con creso pero luego le revisan el cabello y no le
encuentran ningún piojo. El Padre le comunica que suspendería las clases por un mes y que
le dejaría volver donde su papá. Pero debía permanecer todavía un día encerrado. Todos los
alumnos se retiran, sin poder despedirse de Ernesto, a excepción del Palacitos, quien se
acerca a su habitación y por debajo de la puerta le deja una nota de despedida y dos monedas
de oro «para su viaje o para su entierro». El portero Abraham y la cocinera también presentan
síntomas de la enfermedad. Abraham regresa para morir a su pueblo, y la cocinera fallece en
el hospital. El Padre al fin decide soltar a Ernesto, al tener ya el permiso de su papá de
enviarlo donde su tío Manuel Jesús, «el Viejo». Ernesto le desagrada al principio la idea pero
al saber que en las haciendas del Viejo, situadas en la parte alta del Apurímac, laboraban
cientos de colonos indios, decide partir cuanto antes. Libre al fin y ya en la calle, Ernesto
decide ir primero a la hacienda Patibamba, la más cercana a Abancay, para ver a los colonos.
Al cruzar la ciudad, la encuentra solitaria y con todos los negocios cerrados. Entra en una casa
y encuentra a una anciana enferma echada en el suelo, abandonada por su familia y
esperando la muerte. Ya en la salida de la ciudad se topa con una familia que huía con todos
sus enseres. Se entera que pronto la ciudad sería invadida por miles de colonos (peones
indios de las haciendas) contagiados de la peste, los cuales venían a exigir que el Padre les
oficiara una misa grande para que las almas de los muertos no penaran. Ernesto llega al
puente sobre el Pachachaca y lo encuentra cerrado y vigilado por los guardias. Pero él sale de
la ciudad por los cañaverales y llega hasta las chozas de los colonos de Patibamba. Pero
ninguno de ellos lo quiere recibir. A escondidas observa a una chica de doce años extrayendo
nidos de piques o pulgas de las partes íntimas de otra niña más pequeña, sin duda su
hermanita. Conmovido por tal escena, Ernesto se retira corriendo, y termina tropezándose con
una tropa de guardias encabezada por un sargento. Tras identificarse ante estos, el Sargento
le dice que Gerardo, el hijo del comandante, le había encargado protegerlo mientras se hallara
en la ciudad. Ernesto responde que Gerardo no era igual que él, pero el Sargento no le
entiende. Aprovecha la ocasión ofreciéndose para llevar un mensaje del Sargento para el
Padre, por el cual el oficial avisaba que tenía la orden de sus superiores de dejar pasar a los
colonos; que los guardias se retirarían a medida que avanzaran estos y que a medianoche
estarían llegando los indios a la ciudad. Ernesto vuelve entonces al colegio, dando el mensaje
al Padre. Este le dice estar ya dispuesto a dar la misa y que ordenaría dar tres campanadas a
medianoche, para reunir a los indios. Solo en caso de que no llegara el sacristán solicita a
Ernesto que le ayude en la misa. Pero aquel llega y Ernesto se queda entonces a dormir en el
colegio; escucha las campanadas y se da cuenta que la misa es corta. Al día siguiente se
levanta temprano y parte, esta vez ya definitivamente, de la ciudad. Se da tiempo de dejar una
nota de despedida en la puerta de la casa de Salvinia, junto con un lirio. Cruza el puente del
Pachachaca y contempla las aguas que purifican al llevarse los cadáveres a la selva, el país
de los muertos, tal como debieron arrastrar el cuerpo del Lleras. Así concluye el relato.

Análisis[editar]
Con Los ríos profundos la obra de Arguedas alcanzó una amplia difusión continental. Esta novela
desarrolla con plenitud las virtualidades líricas que subyacen desde el comienzo en la prosa de
Arguedas; y propone como perspectiva del relato la introspección de un personaje adolescente,
hasta cierto punto autobiográfico, pero en ese movimiento de examen interior está presente, en
primera línea, una angustiosa reflexión sobre la realidad, sobre el carácter del mundo andino y sus
relaciones con los sectores occidentalizados del país. Uno de los méritos de Los ríos
profundos consiste en haber logrado un alto grado de coherencia entre las dos facetas del texto.
Con respecto a la revelación del sentido de la realidad indígena, Los ríos profundos repite ciertas
dimensiones de Yawar Fiesta, la anterior novela de Arguedas: su contextualización dentro de lo
andino, el énfasis en la oposición entre este universo y el costeño, la afirmación del poder del
pueblo quechua y de la cultura andina, etc. Los capítulos dedicados a relatar la rebelión de las
chicheras y de los colonos insisten en mostrar esa capacidad escondida. Arguedas gustaba
señalar que la acción de los colonos, pese a que en la novela está referida a motivaciones
mágicas, prefiguraba los alzamientos campesinos que se produjeron, en la realidad de los hechos
sociales, pocos años más tarde. El lado subjetivo de Los ríos profundos está centrado en el
empeño del protagonista por comprender el mundo que lo rodea y, por insertarse en él como en
una totalidad viviente. Tal proyecto es en extremo conflictivo: de una parte, en el plano de la
subjetividad, funciona una visión mítica de filiación indígena que afirma la unidad del universo y la
coparticipación de todos sus elementos en un sello destino de armonía; de otra parte, en
contradicción con lo anterior, la experiencia de la realidad inmediata señala la honda escisión del
mundo y su historia de desgarramientos y contiendas, historias que obliga al protagonista a optar a
favor de un lado de la realidad y a combatir contra el otro. Su ideal de integración, tanto más
apasionado cuanto que se origina en su desmembrada interioridad, está condenado al fracaso.
Participar en el mundo no es vivir en la armonía; es, exactamente al contrario, interiorizar los
conflictos de la realidad. Este es el duro aprendizaje que narra Los ríos profundos. De otro lado,
para plasmar el doble movimiento de convergencia y dispersión, o de unidad y desarmonía, esta
novela construye un denso y hermoso sistema simbólico que retorna creativamente ciertos mitos
indígenas y les confiere una nueva vigencia. En este orden la novela funciona como una
deslumbrante operación lírica. Los ríos profundos no es la obra más importante de Arguedas; es,
sí, sin duda, la más hermosa y perfecta.5

Estilo y técnicas narrativas[editar]


Mario Vargas Llosa, quien junto con Carlos Eduardo Zavaleta, ha sido el primero en
desarrollar la «novela moderna» en el Perú, reconoce que Arguedas, pese a que no desarrolla
técnicas modernas en sus narraciones, se muestra sin embargo mucho más moderno que
otros escritores que responden al modelo clásico, el de la «novela tradicional», propia del siglo
XIX, como sería el caso de Ciro Alegría. Dice al respecto Vargas Llosa:
De los cuentos de Agua a Los ríos profundos, luego del progreso que había constituido Yawar
Fiesta, Arguedas ha perfeccionado tanto su estilo como sus recursos técnicos, los que, sin
innovaciones espectaculares ni audacias experimentales, alcanzan en esta novela total
funcionalidad y dotan a la historia de ese poder persuasivo sin el cual ninguna ficción vive ante el
lector ni pasa la prueba del tiempo.6

Vargas Llosa reconoce el impacto emocional que le dejó la lectura de Los ríos profundos, al
cual califica sin ambages como una auténtica obra maestra.
Vargas Llosa resalta también el manejo que da Arguedas al idioma castellano hasta alcanzar
en esta novela un estilo de gran eficacia artística. Es un castellano funcional y flexible, donde
se hacen visibles los distintos matices de la pluralidad de asuntos, personas y particularidades
del mundo expuesto en la obra.
Arguedas, escritor bilingüe, acierta en la «quechuización» del español: traduce al castellano lo
que algunos personajes dicen en quechua, incluyendo a veces en cursiva dichos parlamentos
en su lengua original. Lo cual no lo hace frecuentemente pero si con la periodicidad necesaria
para hacer ver al lector que se trata de dos culturas con dos lenguas distintas.7

El zumbayllu[editar]
El zumbayllu o trompo es el elemento mágico por excelencia de la novela.
«La esfera (del trompo) estaba hecha de un coco de tienda, de esos pequeñísimos cocos grises
que vienen enlatados; la púa era grande y delgada. Cuatro huecos redondos, a manera de ojos,
tenía la esfera.»

Esos agujeros eran los que producían el típico zumbido al girar, lo que le daba su nombre.
Existe un tipo más poderoso de zumbayllu, hecho de un objeto deforme pero sin dejar de ser
redondo (winku) y con cualidad de brujo (layka).
Para Ernesto, el zumbayllu era el instrumento ideal para captar la interrelación existente entre
los objetos. En tal sentido, sus funciones son variadas. En primer lugar sirve para enviar
mensajes a lugares lejanos. Ernesto cree que su voz puede llegar hasta los oídos de su padre
ausente mediante el canto del zumbayllu. También es el objeto pacificador, símbolo del
restablecimiento del orden, como sucede en el episodio donde Ernesto regala su zumbayllu al
Añuco. Pero también es un elemento purificador de los espacios negativos, y bajo esa
creencia Ernesto sepulta su zumbayllu en el patio de los excusados, en el mismo lugar donde
los internos mayores violaban a la opa. El zumbayllu purificaría la tierra en donde brotarían
luego flores, que Ernesto piensa colocarlas en la tumba de la opa.

S-ar putea să vă placă și