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Sobre la certeza sensible

Campos Medina Ismael

Del modo más relativamente comprensible con el que podemos acercarnos a

Hegel, se puede identificar en su concepto de Certeza sensible, una especie de

retorno experimentado a la contemplación de los objetos o el ser. Se comprende

que de primer momento todo se realiza en un encuentro en el que percibimos a

la cosa como algo que simplemente es. No el otorgamos ningún tipo de valor, y

todo se reduce al instante en el que su esencia y la nuestra como espectadores

de su presencia nos fundimos en la identidad del “encuentro”. Nos vemos

ligados a este evento únicamente por la capacidad de estar dentro de él, no en

la cosa, ni precisamente aportándole al individuo ningún poder sobre el

entendiendo del objeto en cuestión.

Después del análisis de la percepción pasiva comprendemos o tenemos la

noción de comprender que la verdad del objeto que percibimos es en esencia la

verdad dada en el objeto, sin la más mínima necesidad de cuestionamiento. Esto

quiere decir que ya no somos un perceptor estático integrando la experiencia

pero tampoco somos capaces de admitir un juicio especifico sobre el objeto,

porque se consideraría que el objeto tiene la verdad incluso si nosotros no la

percibimos. Si no soy capaz de ver la verdad en el objeto esto no priva al objeto

de su verdad. Pero en este punto no resulta tan sencillo admitir esta aparente

verdad del objeto o los objetos. El asunto dentro de este segundo estadio de la

verdad dentro de la certeza sensible, existe el elemento de la variabilidad de las


representaciones del aquí y ahora y de los objetos en la aparente fachada de lo

observable. Esto suele dar paso a la noción de que no existe tal cosa como algo

que quede enteramente desprovisto de cambio o modificación y por lo tanto al

no ser inalterable no podría ofrecer por si mismo una verdad. Hegel aquí asume

que no podemos justificar la no existencia de verdad ante lo que es cambiante

porque no es eso lo que se precisa como elemento indiscutible de valor de

verdad. El aquí y el ahora se entregan a la universalidad sin importar las

variantes o mutaciones que surjan dentro o alrededor del objeto que percibimos.

La discontinuidad es en sí parte de la continuidad del elemento observable pese

a que pudiera parecer lo contrario, ya que lo cuantitativo no supera la cualidad

que le da entereza al ser a través del espacio tiempo.

El segundo razonamiento, o concepto dentro de esta evolución de la certeza

sensible indica que es el perceptor quien tiene la certeza sensible se encuentra

directamente en el Yo. Hegel elimina la posibilidad de caer en solipsismos que

integrarían una opinión pobre sobre el concepto del yo que observa y sustrae de

sí mismo la verdad. Por el contrario, el decide aplicar al concepto de lo que Jean

Hyppolite1 identifica como el yo sensible y el Yo universal. Esto quiere decir que

la idea del Yo pienso es un acto de conciencia, pero no es enteramente una

conciencia individual sino una dualidad- pertenencia entre el yo sensible y el yo

Universal. La unión entre el Yo universal y el yo sensible, es mucho mas

estrecha que la unión entre el yo y el objeto espacio temporal. Esta operación

se crea en la oposición que presenta el Yo sensible a la idea de ser solamente

1 Hyppolite, Jean, Génesis y Estructura de la Fenomenología del Espíritu, Barcelona, Península, p. 88


una apariencia, u otra figura más delineada por la incertidumbre de encontrarse

con la verdad más allá de la inmediatez. Esto motiva la idealización de un Yo

universal. Reconoce así el yo sensible la elementalidad que padece sin la

existencia del Yo universal, y asevera la noción relaciones de identidad y

atracción entre ellos a pesar de ser distintos. La limitación que ve un yo en sí

mismo respecto al otro hace que lo que apareciera anteriormente de forma

inmediata enteramente dentro del objeto observable, ahora encuentre una

mediación ente lo universal y lo singular.

Por último al descubrir que no podemos vivir mediando o dubitando sobre el

concepto de la verdad en el objeto, ni únicamente en la noción del Yo, aunado al

Yo universal, se realiza un retorno al concepto principal de el momento de

integración del individuo que observa y el objeto observado en el cual se

reconoce una estadio que ya no es similar al primer encuentro, virgen, matizado

sólo por la incertidumbre y el mero estar; se sigue estando y el objeto también

pero en un estado reconstituido por el ahora que ya no es y que al no ser más,

muestra que lo que fue sigue siendo pero no lo que el ahora es. Esta

ejemplificación puede sonar herrada, pero digamos que he descubierto que el

sol se pone todos los días, y en un momento puedo sentir temor por el sol que

se esconde, pero reconozco que ese mismo sol, sale nuevamente, y ya no

considero que sea el mismo día, aunque si el mismo sol y mi contemplación

sobre el sol se va nutriendo de una idea que me indica que el sol y yo en la

contemplación del sol se unifican, ya no con incertidumbre y quietud, sino con la


relación general que la sensibilidad me otorga y produce en mi la certeza de la

existencia del sol y yo, no como indiferentes o contrarios, sino como integrantes

de un momento que se eterniza justo en la devaluación de su acontecer pues es

en esta misma donde se observa el carácter de la verdad que muere, en el

momento en que esta certeza se nubla por lo que no percibo, y sigue viva por la

experiencia, y se vuelve verdad en esta sensación mientras que se realiza

enteramente en el futuro que al llegar vuelve a ser verdad caduca que se

construye para siempre en el estar. La certeza sensible encuentra su lugar en el

aquí y ahora lejos de las máscaras que ofrece el entorno y el aparente rostro de

los objetos; encuentra su lugar en el yo que percibe y no niega el exterior sólo

porque no lo ha percibido; se encuentra en el ejercicio de transcurrir en la

sensibilidad, en el tiempo, en el aquí encontrando un equilibrio sensitivo que

dibuje una mediación entre El yo, el objeto, y que este construya la experiencia

sensible a la cual nos integramos enteramente.

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