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Algunos puntes sobre el pensamiento político de

Manuel Gonzales Prada.


Posted on 2010/12/17 by junior
Daniel Loayza Herrera
Manuel Gonzales Prada es uno de los intelectuales referentes en la historia del
Perú. Natural de Lima, cuya fecha de nacimiento fué el 5 de enero de 1844. Vino
al mundo en el seno de una familia de origen colonial e importante poder
económico. Como miembro de un sector privilegiado de la sociedad fue bautizado
con un nombre que evidenciaba la posiciòn de su familia: José Manuel de los
Reyes Gonzales de Prada y Ulloa.
Sus padres fueron Francisco González de Prada y Josefa Álvarez de Ulloa.
Perteneció a una de las familias más aristocráticas de Lima, heredera de los más
rancios blasones coloniales y muy identificada con la devoción religiosa. Pero Don
Manuel nunca se sintió identificado con aquella herencia familiar y optó por
mantener una postura más bien republicana y burguesa, renegando de los valores
estéticos y religiosos familiares. Ello se hizo evidente en el hecho de que firmara
simplemente como Manuel González Prada.
Fue un ensayista preclaro así cómo un prosista y poeta de vanguardia en su
tiempo. Se caracterizó por mantener, a lo largo de su vida, una postura
contestataria con respecto a la política y a la literatura. Sus ideas han calado
poderosamente en las generaciones posteriores a él, especialmente a la
generación de 1921, llamada del centenario, cuyas figuras más destacadas en el
campo de la política ( José Carlos Mariátegui, Haya de la Torre, Luis Alberto
Sánchez, entre otros), se sintieron herederos de su actitud crítica respecto de la
realidad peruana.
Fue un hombre que siempre se sintió identificado con el Perú y sus problemas,
Durante la guerra con Chile, defendió la capital de la invasión chilena,
participando en las batallas de San Juan y Miraflores. Al saber que la defensa
había sido incapaz de impedir la ocupación chilena de la capital se auto-recluyó
en su casa en señal de protesta hasta concluida la desocupación de nuestra capital
por el ejército invasor.La experiencia que recogió de la guerra lo convirtió en un
duro crítico del sistema peruano, al que consideró decadente. Esta actitud lo llevó
a abrazar el ensayo como instrumento de crítica política y literaria. La literatura
pasó a ser, especialmente a partir de la post-guerra un instrumento con el cual
poder desenmascarar la decadencia en la que estaba sumido el Perú. Esta fue su
gran tarea, por ello cultivo el realismo como género literario.
Viajó a Europa a finales de 1891. Permaneció en el viejo continente alrededor de
siete años. Esta experiencia europea fue sumamente rica para él pues le dio la
oportunidad de conocer a intelectuales de enorme influencia en el campo de la
literatura; como fue el caso de Zola, Renan y Unamuno. Al volver de Europa en
1898, empezó a divulgar el anarquismo en el Perú.
En su formación había gravitado poderosamente su experiencia en Barcelona. En
nuestro país se convirtió en uno de los principales divulgadores del pensamiento
ácrata, especialmente entre los jóvenes sindicatos obreros de la capital. Fue
justamente a partir de la década de 1890 que su producción intelectual alcanzó la
cúspide con obras de la talla de Pájinas Libres (1894), Horas de lucha (1908) y el
artículo Nuestros indios (1904).
Desde el punto de vista literario sus obras están enmarcadas dentro del llamado
realismo. Esta corriente surgió en Francia, durante la segunda mitad del siglo
XIX, como un movimiento que describe y realiza una crítica de la realidad social
para proponer su regeneración. Esta tendencia busca la reivindicación de la
mujer. Las características más saltantes de este movimiento literario fue su
radicalismo político y social de corte anti-hispanista, el nacionalismo, el
indigenismo, la temática socio-económica y la orientación hacia la objetividad.
Estuvo marcada por la sociología de Comte.Estas obras señalan el compás del
desarrollo del pensamiento político de Gonzales Prada. Pájinas Libres marca la
actitud contestataria en términos literarios al adoptar una ortografía que iba en
franca oposición al tratado de Andrés Bello; Horas de Lucha es el resultado del
rechazo de todo el pasado oprobioso del Perú, que a decir de éste pensador, era el
resultado de las clases dominantes peruanas; el ensayo nuestros indios va a
marcar un importante punto de inflexión en los enfoques sociales en nuestro país,
pues fue el primero en plantear que el problema indígena es fundamentalmente
de índole social y no racial, como solía enfocársele hasta entonces. De esta manera
Gonzales Prada superó incluso a las tesis indigenistas, mantenidas en el Perú
hasta bien entrada la década de los años 20´s que planteaban la protección del
indígena, de un indígena idílico que poco tenía que ver con los hombres y mujeres
de carne y hueso.
El ensayo nuestros indios tuvo una poderosa influencia en los enfoques de José
Carlos Mariátegui y Haya de la Torre. Estos intelectuales, a diferencia de los que
le antecedieron, como Javier Prado y Alejandro Deústua, sostuvieron que eran las
relaciones de explotación de carácter semi-feudal las que mantenían al indígena
en la condición de atraso económico, social y cultural.
Su actitud siempre fue la de un libre pensador. Buscó la palabra frontal y directa
para referirse al Perú y a sus problemas. Así él mismo mencionó.
“No esperen ustedes de mis labios reticencias, medias palabras, contemporizaciones, ni
tiros solapados y cobardes: expreso clara y toscamente las ideas; sin máscara ni puñal,
ataco de frente a los malos hombres públicos. No hablo para incensar a los que mandan
ni para servir de vocero a los que sueñan con arrebatar el poder, sino para decir cuanto
me parece necesario y justo, hiera los intereses que hiriere, subleve las iras que
sublevare.”[1]
En 1912 asumió la conducción de la Biblioteca nacional del Perú, en reemplazo de
otro grande de las letras peruanas: Ricardo Palma.
Es considerado por muchos como el iniciador del anarquismo en el Perú, y el
primero que buscó la unidad entre la actividad intelectual, la política y las luchas
de los trabajadores. Fue además uno de los críticos más acerbos contra el
caudillismo imperante en la política peruana de aquel entonces, representado por
Don Nicolás de Piérola. Falleció en Lima el 22de julio de 1918.
El célebre Discurso del Politeama fue lapidario con respecto a las viejas
oligarquías económicas y políticas del Perú; pero a la vez, y lejos de hundirse en
el pesimismo irresoluto, renueva sus votos a la juventud llamándola a cumplir el
rol de regenerar la república. El famoso y vibrante discurso pronunciado en el
teatro Politeama empezò con estas palabras:
“Señores:
Los que pisan el umbral de la vida se juntan hoy para dar una lección a los que se acercan
a las puertas del sepulcro. La fiesta que presenciamos tiene mucho de patriotismo y algo
de ironía; el niño quiere rescatar con el oro lo que el hombre no supo defender con el
hierro.
Los viejos deben temblar ante los niños, porque la generación que se levanta es siempre
acusadora y juez de la generación que desciende. De aquí, de estos grupos alegres y
bulliciosos, saldrá el pensador austero y taciturno; de aquí, el poeta que fulmine las
estrofas de acero retemplado; de aquí, el historiador que marque la frente del culpable
con un sello de indeleble ignominia.
Niños, sed hombres, madrugad a la vida, porque ninguna generación recibió herencia
más triste, porque ninguna tuvo deberes más sagrados que cumplir, errores más graves
que remediar ni venganzas más justas que satisfacer.
En la orgía de la época independiente, vuestros antepasados bebieron el vino generoso
y dejaron las heces. Siendo superiores a vuestros padres, tendréis derecho para escribir
el bochornoso epitafio de una generación que se va, manchada con la guerra civil de
medio siglo, con la quiebra fraudulenta y con la mutilación del territorio nacional.
Si en estos momentos fuera oportuno recordar vergüenzas y renovar dolores, no
acusaríamos a unos ni disculparíamos a otros. ¿Quién puede arrojar la primera piedra?
La mano brutal de Chile despedazó nuestra carne y machacó nuestros huesos; pero los
verdaderos vencedores, las armas del enemigo, fueron nuestra ignorancia y nuestro
espíritu de servidumbre.”[i]

Para Gonzales Prada la situación de nuestro país era la consecuencia de una larga
historia que venía desde el propio carácter de la dominación hispánica en nuestro
país. Así, en el discurso del Politeama dijo lo siguiente:“La nobleza española dejó
su descendencia degenerada y despilfarradora: el vencedor de la Independencia
legó su prole de militares y oficinistas. A sembrar el trigo y extraer el metal, la
juventud de la generación pasada prefirió atrofiar el cerebro en las cuadras de los
cuarteles y apergaminar la piel en las oficinas del Estado. Los hombres aptos para
las rudas labores del campo y de la mina, buscaron el manjar caído del festín de
los gobiernos, ejercieron una insaciable succión en los jugos del erario nacional y
sobrepusieron el caudillo que daba el pan y los honores a la patria que exigía el
oro y los sacrificios. Por eso, aunque siempre existieron en el Perú liberales y
conservadores, nunca hubo un verdadero partido liberal ni un verdadero partido
conservador, sino tres grandes divisiones: los gobiernistas, los conspiradores y
los indiferentes por egoísmo, imbecilidad o desengaño. Por eso, en el momento
supremo de la lucha, no fuimos contra el enemigo un coloso de bronce, sino una
agrupación de limaduras de plomo; no una patria unida y fuerte, sino una serie
de individuos atraídos por el interés particular y repelidos entre sí por el espíritu
de bandería. Por eso, cuando el más oscuro soldado del ejército invasor no tenía
en sus labios más nombre que Chile, nosotros, desde el primer general hasta el
último recluta, repetíamos el nombre de un caudillo, éramos siervos de la Edad
media que invocábamos al señor feudal.”
Gonzales Prada planteó adecuadamente el problema de nuestro país en términos
de nación. Realiza una crítica radical del concepto conservador de nación, propio
de los sectores oligárquicos, consistente en identificar como lo peruano a lo
blanco, occidental y costeño. Frente a ello, Gonzales Prada planteó lo siguiente:
“…No forman el verdadero Perú las agrupaciones de criollos y extranjeros que habitan
la faja de tierra situada entre el Pacífico y los Andes; la nación está formada por las
muchedumbres de indios, diseminadas en la banda oriental de la cordillera. Trescientos
años ha que el Indio rastrea en las capas inferiores de la civilización, siendo un híbrido
con los vicios del bárbaro y sin las virtudes del europeo: enseñadle siquiera a leer y
escribir, y veréis si en un cuarto de siglo se levanta o no a la dignidad de hombre. A
vosotros, maestros de escuela, toca galvanizar una raza que se adormece bajo la tiranía
del juez de paz, del gobernador y del cura, esa trinidad embrutecedora del indio.”
Filosóficamente Gonzales Prada se adscribió al Positivismo de Comte. Lo
animaba una profunda fe en el potencial que la ciencia tiene para liberar al
hombre de las cadenas de la ignorancia y la explotación. La ciencia positiva, era
para él, el fanal que habría de alumbrar a las generaciones venideras. Su rechazo
a España no nació de una vulgar xenofobia; sino de la metafísica e ignorancia que
imperaban en ella. En éste sentido, Gonzales Prada veía la occidentalización del
Perú como la posibilidad de ser benéficamente afectados por la ciencia europea.
La ciencia era, para nuestro insigne escritor, nuestra tabla de salvación. Al
respecto dijo:
“Si la Ignorancia de los gobernantes y la servidumbre de los gobernados fueron nuestros
vencedores, acudamos a la Ciencia, ese redentor que nos enseña a suavizar la tiranía de
la Naturaleza, adoremos la Libertad, esa madre engendradora de hombres fuertes.
No hablo, señores, de la ciencia momificada que va reduciéndose a polvo en nuestras
universidades retrógradas: hablo de la Ciencia robustecida con la sangre del siglo, de
la Ciencia con ideas de radio gigantesco, de la Ciencia que trasciende a juventud y sabe
a miel de panales griegos, de la Ciencia positiva que en sólo un siglo de aplicaciones
industriales produjo más bienes a la Humanidad que milenios enteros de Teología y
Metafísica”.

Encontramos en Gonzales Prada una marcada postura voluntarista. Era un


voluntarismo que, pese a todas las desgracias del Perú, le permitía avizorar para
nuestro país un futuro mejor. Pero a la vez era consciente que las viejas
oligarquías nacionales no eran capaces de redimir al indio, ni de sacar al país del
atraso; por ello, se refugió en los jóvenes, habló y escribió para ellos. Al finalizar
el Discurso del Politeama tuvo las siguientes palabras que han pasado como las
más emblemáticas de este insigne pensador:
“En esta obra de reconstitución y venganza no contemos con los hombres del pasado: los
troncos añosos y carcomidos produjeron ya sus flores de aroma deletéreo y sus frutas de
sabor amargo. ¡Que vengan árboles nuevos a dar flores nuevas y frutas nuevas! ¡Los
viejos a la tumba, los jóvenes a la obra”
Pensamiento y acción política
Gonzales Prada es el crítico más radical y lúcido de finales del siglo XIX y
principios del XX en el Perú y tal vez en toda América, Para él la república había
fracasado porque se había visto arrastrada por los apetitos personales de una
oligarquía decadente y sin visión de país y por una acción política que
simplemente reflejaba esta realidad social. Esta situación, a decir de Gonzales
Prada, encontró su consumación durante la guerra con Chile. Más allá de culpar
a los indígenas por la derrota, como lo hacía la oligarquía peruana, él culpó a la
oligarquía peruana y a sus políticos por tan desastrosos resultados. Al respecto
mencionó lo siguiente:
“Sobre el Civilismo gravita una responsabilidad menos eludible que la
bancarrota; dándose un nombre que implicaba el reto a una clase social,
partiendo en guerra contra los militares, olvidó que si las capas inferiores de la
Tierra descansan en el granito, las sociedades nuevas se apoyan en el hierro. Este
olvido contribuyó eficazmente a nuestro descalabro en la última guerra exterior.
Chile tuvo la inmensa ventaja de combatir, en el mar contra buques viejos y mal
artillados, en tierra contra pelotones de reclutas a órdenes de militares bisoños,
cuando no de comerciantes, doctores o hacendados8. Castilla, soldado sin
educación ni saber pero inteligente y avisado, comprendió muy bien que al Perú
le convenía ser potencia marítima. Cuando los chilenos construyan un buque de
guerra, decía, nosotros debemos construir dos. Pardo prefirió las alianzas
dudosas y problemáticas a la fuerza real de los cañones, y solía repetir con una
ligereza indigna de su gran suspicacia: Mis dos blindados son Bolivia y la
República Argentina. Con todo, puede también disculpársele de no haber
aumentado nuestra marina: tuvo que malgastar en combatir contra Piérola el oro
que debió invertir en buques de guerra.”[1]
Con respecto a los Partidos Políticos planteó lo siguiente:
“¿Qué fueron por lo general nuestros partidos en los últimos años? sindicatos de
ambiciones malsanas, clubs eleccionarios o sociedades mercantiles. ¿Qué nuestros
caudillos? agentes de las grandes sociedades financieras, paisanos astutos que hicieron
de la política una faena lucrativa o soldados impulsivos que vieron en la Presidencia de
la República el último grado de la carrera militar.”[2]
Para Gonzales Prada la guerra con Chile nos había dejado una importante lección:
la de prepararnos para la guerra; y un compromiso nacional: el de alcanzar la
vindicta. Al respecto manifestó lo siguiente:
“No se trata de lanzarnos hoy mismo, débiles y pobres, a una guerra torpe y descabellada,
ni de improvisar en pocos días toda una escuadra y todo un ejército; se pide el trabajo
subterráneo y minucioso, algo así como una labor de topo y de hormiga: reunir dinero,
sol por sol, centavo por centavo; adquirir elementos de guerra, cañón por cañón, rifle
por rifle, hasta cápsula por cápsula. Las naciones viven vida muy larga y no se cansan
de esperar la hora de la justicia. Y la justicia no se consigue en la Tierra con
razonamientos y súplicas: viene en la punta de un hierro ensangrentado. Cierto, la
guerra es la ignominia y el oprobio de la Humanidad; pero ese oprobio y esa ignominia
deben recaer sobre el agresor injusto, no sobre el defensor de sus propios derechos y de
su vida. Desde las colonias de infusorios hasta las sociedades humanas, se ve luchas sin
cuartel y abominables victorias de los fuertes, con una sola diferencia: toda la Naturaleza
sufre la dura ley y calla, el hombre la rechaza y se subleva. Sí, el hombre es el único ser
que lanza un clamor de justicia en el universal y eterno sacrificio de los débiles.
Escuchemos el clamor, y para sublevarnos contra la injusticia y obtener reparación,
hagámonos fuertes: el león que se arrancara uñas y dientes, moriría en boca de lobos;
la nación que no lleva el hierro en las manos, concluye por arrastrarle en los pies.”[3]

El anarquismo de Gonzales Prada lo llevó a desconfiar de todo poder emanado de la


autoridad. En éste sentido, desconfiaba de la revolución como medio de transformar las
relaciones sociales. Al respecto sostiene que:
“Toda revolución arribada tiende a convertirse en gobierno de fuerza, todo
revolucionario triunfante degenera en conservador. ¿Qué idea no se degrada en la
aplicación? ¿Qué reformador no se desprestigia en el poder? Los hombres
(señaladamente los políticos) no dan lo que prometen, ni la realidad de las luchas
corresponde a la ilusión de los desheredados. El descrédito de una revolución empieza
el mismo día de su triunfo; y los deshonradores son sus propios caudillos (3, 55).”[4]
Su anarquismo irá evolucionando progresivamente hacia el anarco-sindicalismo.
El Perú, durante la república aristocrática asistió al surgimiento del movimiento
obrero peruano:
“El primer caso de acción reivindicativa que utiliza la huelga como medio de presión lo
constituye el paro de los tipógrafos por mejoras salariales en diciembre de 1883. Pero
fue probablemente la huelga de los panaderos de Lima, en enero de 1887, la que tuvo
mayores repercusiones al conducir a la creación, en abril del mismo año, de la Sociedad
Obrera de Panaderos “Estrella del Perú”, una organización que desempeñó un papel
precursor en la formación de la conciencia de clase del proletariado. En 1896 ocurrió el
primer gran conflicto industrial: la huelga los tejedores de Vitarte (agosto), seguida por
los movimientos de los cigarreros (septiembre), los tipógrafos (septiembre) y los
pasteleros de la capital.”[5]
Las luchas sociales proletarias en nuestro país tuvieron un notorio tinte
internacionalista.
“Los panaderos adoptaron como objetivo la jornada de ocho horas y celebraron en 1905,
por primera vez en el país, la fiesta del Primero de Mayo.”[6]
En los orígenes del sindicalismo peruano podemos notar la emergencia de una
gran cantidad de literatura anarquista de circulación entre los obreros. Uno de
los animadores principales de todo ello fue Gonzales Prada:
“En marzo de 1904 también empezó a ser publicado en Lima el mensual Los Parias, que
fue la primera publicación ácrata importante del país. Principalmente animada por M.
González Prada.”[7]denigrarnos i acometernos, porque persigue la obra sistemática i
brutal de imprimirnos en la cara un afrentoso estigma, de clavarnos un puñal
La Uniòn Nacional
La apariciòn del Partido Uniòn Nacional se dió en el contexto de una marcada
represión impulsada por el entonces presidente Andrés A. Cáceres. Este buscó la
eliminación de toda oposición a su gobierno y a sus medidas. Los Liberales, con
Quimper a la cabeza, debieron ir al exilio. Los radicales, entre los que encontraba
Gonzales Prada, acordaron unificarse en torno a un partido que les permitiera
resistir la arremetida Cacerista. Fue así que nació el Partido Unión Nacional.
Los radicales reunidos en torno a la figura de Gonzales Prada le encargaron a este
la redacción de una declaración de principios programáticos. En ella, Gonzales
Prada propuso la desconcentración del poder a través de un gobierno federal. Fue
pionero al plantear el tema de la responsabilidad del presidente de la República
y la creación de mecanismos de control ciudadno sobre los congresistas de la
República. Buscó dotar al Estado de las rentas necesarias a través de una efectiva
reforma Tributaria. En el campo social buscó la redención indígena a través de la
devolución de las tierras que les habían sido arrebatadas por los hacendados.
Asimismo fue el primer líder político que planteó mejores condiciones de trabajo
para los obreros, así como la creación de milicias urbanas que reemplazaran al
ejército.
Una crisis familiar, motivada por la muerte de su segundo hijo, lo hizo decidirse
a dejar el país. Su partida a Europa presumiblemente iba en concordancia con su
deseo de no ser un caudillo más en un país que estaba sobrado de ellos.
A su retorno al Perú la situación política reinante en el país había cambiado
significativamente. Empezaron a surgir los liderazgos de Augusto Durand y
Guillermo Billinghurst al interior del Pierolismo. La propuesta anti-caudillista de
Gonzales Prada le permitió conducir eficazmente el Partido y muchos de sus
miembros empezaron a desertar hacia las filas de Durand, motivando el
alejamiento de Gonzales Prada del partido en 1902.
Esto va a marcar un punto de inflexión sumamente importante en la vida política
e intelectual de Gonzales Prada. A partir de ese momento empezará a ser el
maestro de la juventud obrera. Su lucidez intelectual alumbrará a los emergentes
sectores proletarios del país.
Don Manuel, como solía referirse a él Luis Alberto Sánchez, pronunció un
discurso el Primero de Mayo de 1905, conmemorando el día internacional del
Trabajo, cuyo título era “El Intelectual y el obrero”. Esto ocurrió a propósito de la
invitación que le hiciera la federación de Panaderos Estrella del Perú, cuyo líder
era Manuel Caracciolo Lévano.
En éste discurso, y ya abrazando el pensamiento anarquista, Gonzales Prada
propugnó por la eliminación de las barreras entre el trabajo intelectual y el
manual, profetizó la muerte del mundo burgués junto con los valores “ hipócritas”
que lo animaban. De igual manera se pronunció a favor de la lucha por la jornada
de las ocho horas.
REFLEXIONES FINALES
El pensamiento y la acción política de Manuel Gonzales Prada estuvieron
signados por los acontecimientos históricos que a éste le tocaron vivir. Fue el
curso que éstos tomaron los que fueron forzando al insigne intelectual a tomar
una postura frente a ello. Pensamiento y acción son indisolubles en él y forman
una amalgama imposible de desagregar.
Un rasgo esencial en la personalidad de Manuel Gonzales Prada será su actitud
crítica frente a la realidad y su disposición para enfrentar a la realidad
críticamente, para “romper el pacto infame de hablar a media voz” y señalar todos
los aspectos decadentes de la sociedad peruana para extraer de ello lecciones y
esperanzas de superación en la juventud trabajadora y proletaria del Perú.
Su pensamiento siempre estuvo en constante ebullición. En los inicios de su
adultez estuvo interesado en la ciencia y la fabricación de almidón en la hacienda
familiar de Mala, más adelante y decepcionado por la derrota en la guerra con
Chile, renegó de nuestra decadencia y abrazó el radicalismo literario, que daría
origen al Circulo Literario y luego a la Unión Nacional.
Posteriormente, durante su viaje a Europa abrazará el anarquismo. De retorno al
Perú y habiéndose alejado del Partido Unión Nacional, se acercó a los sectores
proletarios urbanos adscribiéndose a posiciones más radicales.
Su pensamiento político está impregnado de una crónica actitud inconforme e
iconoclasta. Derrumbó las viejas creencias y puso en evidencia el carácter
incumplido de las promesas republicanas. Fue iniciador de la crítica clasista en el
Perú, postulándose en defensor de los explotados. Transformó la reflexión
histórica, alejándose de la visión histórica tradicional en la que exaltaban sólo a
los grandes personajes y dueños del Perú, para pasar a ser un arma de debate.
Rehuyó la polémica, no porque le temiese sino por no perder el empuje
respondiendo libelos insignificantes que se concentraban en personas y no en
ideas.
Gonzales Prada es el escritor más vigente del Perú, incluso comparándolo con los
contemporáneos. Fue un hombre singular porque a diferencia de todos los que
han hecho política en nuestro país, tuvo un enorme desprecio por el poder.
Siempre rechazó y enfrentó el caudillismo. Fue un hombre de su tiempo; pero
también del nuestro. Sus críticas suenan hoy cómo dichas para enfrentar a los
personajes que hoy siguen condenando a nuestro país a la miseria y el atraso. Sus
sueño sigue estando pendiente: el de ver el renacimiento de la patria empezando
por los más pobres.

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