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En esta transición histórica y crisis del Orden Mundial, donde todo es descomposición y
reconfiguración, la definición del sentido del devenir se encuentra abierta, en plena disputa.
1) En primer lugar porque se hizo presente el clásico cuello de botella a nivel económico de
los proyectos distributivos. Con una estructura económica desequilibrada (sector primario de
gran productividad y sector industrial de baja productividad), profundamente extranjerizada y
concentrada, y primarizada a pesar de ciertas políticas re-industrializantes, aparecen los
clásicos problemas: la restricción externa (que se expresa como faltante de divisas); las
crecientes pujas distributivas (que se traducen en inflación); los problemas de inversión (falta
el “actor” dinamizante de la misma); los grandes problemas para la mitad de los trabajadores
que se encuentran en negro (33% en el mejor momento), sobreviviendo con planes sociales,
desocupados y subocupados (6% y 6% respectivamente en el mejor momento); una pobreza
estructural (20%) que se desarrolla entre 1976-2001 difícil de revertir sin profundos cambios
estructurales, cuya temporalidad es el largo plazo.
Esta debilidad regional se pone en evidencia con la ofensiva que comienzan las plutocracias
occidentales (con sus contradicciones) a partir de 2011 para disciplinar a los poderes
emergentes, configurando un enfrentamiento entre las fuerzas unipolares –con conducción
del globalismo con núcleo en EEUU y el Reino Unido— y las fuerzas multipolares –con toda
su heterogeneidad y matices, y con los contradictorios y disputados BRICS como
protagonistas. El bloque regional latinoamericano, bajo el paradigma del regionalismo
autónomo, siente dicha embestida cristalizada en la constitución de la Alianza Pacífico
(2011-2012) entre otras cuestiones. Allí comienza su retroceso. En esta transición histórica,
con todos los bloques acumulando poder exacerbadamente y disputando cada territorio, se
profundiza o se retrocede. Y en general, salvo excepciones, las conducciones políticas y
militancias de las fuerzas anti-neoliberales nunca tuvieron consciencia real y práctica de ello
a nivel regional. No hubo real conciencia de lo más básico y elemental para pensar cualquier
proyecto nacional popular en la región, más en la escala del poder actual: la necesidad de una
estatalidad continental Latinoamericana (a veces dicha cuestión no va más allá de una idea
romántica de Latinoamericanismo…).
B) Se pone de manifiesto una ausencia de programa político estratégico para resolver los
problemas, cuellos de botella y límites evidentes. Programa que no puede ser mero producto
de la imaginación de una persona o un grupo de personas (“la conducción”) sino que emerge
como ideas-fuerza que cohesionan y dan sentido al movimiento y se sistematizan y
operacionalizan en la conducción. Del obvio fracaso de la consigna neodesarrollista “sintonía
fina” que se impone en 2012 y 2013, con la cual se asume que en términos estratégicos el
“modelo” era el correcto (y no de transición, un mero equilibrio producto de las relaciones de
fuerzas existentes, por cuya naturaleza era incapaz de resolver los problemas que se
vislumbraban), se retoma la consigna “profundización” pero sin un claro contenido y con una
cosmovisión dominada por el “progresismo” de sectores medios sobre otras líneas del campo
nacional y popular (que hace hincapié en un conjunto de importantes avances de derechos
civiles pero deja de lado en la agenda cuestiones fundamentales como el sistema financiero,
el comercio exterior, etc.). La última política contundente en tal sentido fue la estatización
parcial de YPF a principios de 2012, paradójicamente en plena “sintonía fina” pero ante una
impactante restricción energética que torpedeaba las cuentas externas y una perspectiva de
vaciamiento y caída en picada de la producción de la principal petrolera estatal.
Con ello, vuelve a cobrar peso la estructura burocrática de jefaturas por sobre la estructura de
liderazgos; se priorizan las formas instrumentales del poder (dinero, cargos, etc.) con que la
organización construye, desde el aparato estatal, la subordinación de otras organizaciones y
se desarrolla a si misma, por sobre la construcción material y moral de la fuerza: desarrollo y
formación de cuadros insertos en territorios sociales. Además, como en este tipo de
estructura organizativa vale más la “obediencia” (diferente a la organicidad) que la
construcción-formación para ocupar posiciones de mando, los cuadros poseen cada vez
menores cualidades, no están insertos en territorios y dejan de ser articuladores de demandas
y de tensiones para ser poleas de transmisión vertical y unidireccional del sistema de
jefaturas.
Así, el escenario electoral en 2017 continuó siendo propicio para la Alianza Cambiemos, a
pesar de la situación económico-social que describíamos con anterioridad: las fuerzas
nacionales populares desarticuladas, sin iniciativa ni programa estratégico, muchos sectores
jugando de forma subordinada al gobierno para negociar aspectos particulares y con la
candidatura de una Cristina aislada (a pesar de su liderazgo y gran caudal electoral) que
sirvió al gobierno para construir, desde un enorme poder de fuego mediático, la antinomia
Kirchnerismo vs Antikirchnerismo, desplazando el eje ordenador de la elección sobre dicha
antinomia y no en las políticas actuales del gobierno y sus resultados en dos años de
instrumentación.
Y así podríamos continuar. Sin embargo, lo central es entender que este no es exactamente
un gobierno de CEOs, sino de las fuerzas político-sociales construidas por el gran capital
concentrado y los cuadros, think tank, universidades y ONGs afines. Es decir, es un gobierno
del capital concentrado y las tradicionales elites conservadoras, es el gobierno del núcleo de
50 grupos que controlan la economía Argentina, cuya fracción dominante es el capital
financiero transnacional. De hecho, resulta llamativo, aunque en realidad forme parte de una
tendencia global, especialmente en Occidente con crecientes procesos de plutocratización,
que el capital concentrado en su forma dominante (financiera transnacional, que contiene-
subordina en su interior las demás formas de capital) ejerza el poder a través de sus propios
gerentes.
Es decir, los gerentes de los negocios privados pasan a ser gerentes de los negocios públicos,
convirtiendo más que nunca al gobierno del Estado en la junta que administra los negocios
del gran capital. Existe un proceso de crisis que dinamita el sistema de mediaciones políticas
y queda completamente al descubierto el dominio del gran capital.
Bajo el gobierno del Bloque Financiero Neoliberal (BFN), el aumento sideral de los servicios
públicos, la baja de las retenciones a las exportaciones del agro y su eliminación en el caso de
las mineras, la baja del salario real, la desregulación de la tasa de interés cobrada por los
bancos, la elevación de la tasa de interés, la baja en los aranceles a la importación de
productos y la eliminación de protecciones no arancelarias, vuelve a constituir una profunda
modificación de los precios relativos de la economía a favor de los 50 actores económicos
que dominan nuestra estructura económica y en detrimento de los sectores productores de
bienes para el mercado interno y de los trabajadores.
Para ello se aplica de forma sistemática, aunque con resistencias, el clásico recetario de
políticas económicas del capital financiero transnacional. Este se compone de nueve políticas
principales, conocidas como el programa neoliberal:
3- Abolir controles a los flujos financieros, flujos de información y libre comercio (perdiendo
todo control soberano de nuestra economía).
6- Recorte “gastos” sociales (se dice "gasto" y no "inversión" pública para deslegitimar) para
convertir los bienes públicos en mercancías (salud, educación, etc. mercantilizados).
7- Privatizaciones
El PRO se consolida, desde la capital federal y la “city”, bajo un nuevo formato de partido
político pro “mercado” (forma que invisibiliza al gran capital monopólico transnacional).
Este formato guarda relación con el partido de promoción de candidatos que describía Weber
a principios del siglo XX en los Estados Unidos, que emerge en contraposición al partido
ideológico de masas (policlasismo en función de un programa y un conjunto de ideas fuerzas,
que conforma una estructura de dirigentes, militante y afiliados movilizados).
El PRO, al igual que los partidos políticos de las fuerzas plutocráticas de occidente, adquiere
una nueva estructura dual conformada, por un lado, 1) por candidatos (que deben ser
vendibles como paquetes de papas fritas) y cuadros estratégicos formados como CEOs y
algunos dueños del Gran Capital, 2) multimedios oligopólicos de formación de opinión y
ONGs, 3) audiencia y clientes. Históricamente, un medio o sistema de medios de
comunicación puede ejercer funciones de partido, pero esencialmente en cuestiones de
conducción teórica, en términos indirectos. En la actualidad ello cambia y pasa a ser el
componente central de articulación teórica y práctica. La base de audiencia (máximo
momento de desorganización, individualización, relación asimétrica de poder) y clientes
constituye la “gente”, masa informe y consumista, nueva plebe de la aristocracia financiera
global. No existe ya el ciudadano del liberalismo clásico, poseedor de derechos por ser
integrante de una comunidad política, no por ser “víctima” o estar afectado o ser una minoría.
Y menos aún el pueblo, sujeto clásico de los movimientos nacionales y populares, que pone
de manifiesto la escisión de la comunidad política, y construye un sujeto colectivo de los
oprimidos allí donde este se encuentra individualizado y aislado: como gente y como
ciudadano.
(De este modo, por ejemplo, el ecologismo verde apunta al preservacionismo o a ciertas
prácticas ambientalistas evitando abordar el drama ecológico como producto de un sistema
de producción y consumo voraz, desigual y que explota a niveles imposibles al ser humano y
a la naturaleza. El mundo y los pobres del mundo ya no aguantan más este sistema de
explotación y descarte, parafraseando a Francisco. Y el crecimiento económico o la
reducción de la pobreza bajo el actual modo de producción y consumo resultan ecológica y
humanamente imposibles. Se impone un cambio profundo de rumbo. Y con urgencia.)
3) A partir de 2011-2012, cuando comienza una ofensiva del polo angloamericano y sus
aliados sobre las fuerzas multipolares (momento que se expresa con la guerra en Siria y en
Libia, las tensiones en la península de Corea y en el mar de china, y la conformación de la
Alianza Pacífico en América Latina), las fuerzas dominantes del BFN a nivel local
encuentran condiciones favorables para re-articularse y avanzar en el Estado. [vii]
Por ello y por las debilidades propias de las fuerzas nacionales-populares en la región,
observamos que de un pico en el proceso de acumulación del bloque regional en 2010,
cuando se conforma la CELAC –que viene de la conformación de la UNASUR en 2008, la
cumbre del MERCOSUR en 2006 con la incorporación de Venezuela y la presencia de Fidel
Castro, el No a la ALCA en noviembre de 2005, la conformación del ALBA en 2004— a
partir de 2011 comienza una curva descendente, la cual no se ha revertido hasta hoy.
Igualmente, nos encontramos en un proceso de amesetamiento de dicha pendiente
descendente para las fuerzas nacionales populares a nivel regional y un posible cambio de
etapa, con varias elecciones presidenciales cruciales en este año.
1) La situación internacional es de transición histórica, con una profunda crisis del Orden
Mundial y agudización de la lucha entre polos de poder. Escenarios así siempre fueron de
oportunidad histórica para las fuerzas nacionales, populares y latinoamericanas y para el
conjunto de los pueblos oprimidos: el Yrigoyenismo y el Peronismo se desarrollaron en
escenarios similares al actual, en plena transición histórica del Orden Mundial, crisis
económica mundial y lucha entre polos de poder. Este escenario no va a cerrarse en los
próximos años.
La disputa se da en mayor o menor medida en todos los territorios por lo cual, a la vez que
escenarios de oportunidad histórica, también son escenarios de alta polarización y situaciones
catastróficas para los pueblos en su enfrentamiento con imperios, oligarquías, fuerzas anti-
populares en general que desatan genocidios, masacres, golpes, etc. También por la fractura
interna de los pueblos y el desarrollo de antagonismos que pueden devenir en los casos más
dramáticos en guerras civiles, en la cual intervienen de una u otra forma todos los polos y
bloques de poder en pugna.
Desde el punto de vista de la lucha entre polos de poder, la crisis se encuentra en su séptimo
momento, el cual comienza con el triunfo de Trump en Estados Unidos, precedido por el
triunfo del Brexit en el Reino Unido. Estos acontecimientos significaron la derrota política en
el principal núcleo del poder mundial de las fuerzas globalistas angloamericanas, conductoras
del capitalismo financiero global. La fractura del polo angloamericano debilita al principal
polo de poder mundial. Sus principales efectos son:
a) La fractura de la alianza “occidental” y del Norte Global, agudizándose las tensiones entre
sus cuatro bloques constitutivos: Global Angloamericano, Continentalista Angloamericano,
Germano-Francés, Japonés. La derrota electoral del globalismo puso en crisis sus grandes
proyecciones geoestratégicas de poder, cristalizadas en el TTIP y el TTP, la expansión de la
OTAN, la alianza militar del Asia Pacífico-Índico, la reconfiguración globalista del FMI, el
BM y la OMC.
b) El aumento del poder relativo de la alianza euroasiática cuyos pilares lo constituyen los
polos de poder chino y ruso. El avance de la llamada Ruta de la Seda por tierra y por mar,
“Una ruta un cinturón”, es una muestra de ello, así como el fortalecimiento de la influencia
de China en el Asia Pacífico y en su proyección global. El avance tecnológico e industrial-
militar de los polos Chino y Ruso, eclipsan crecientemente al Occidente geopolítico y el
Norte global geoeconómico.
Este escenario dista de ser propicio para el BFN en Argentina y para las fuerzas
antipopulares en la región, ya que todos estos actores del drama regional tienen terminal en
las fuerzas unipolares. A su vez, el neoliberalismo como ideología y como programa posee
una profunda incapacidad de construir legitimidad y consenso en sus propios términos,
acudiendo a distintas estratagemas para relegitimarse parcialmente, que no terminan de
consolidarse. Y la variante neoconservadora al Consenso de Washington, con su mayor
unilateralismo, keynesianismo militar y americanismo tiene aún mayores límites para a
construcción hegemónica, apelando a la mera dominación por la fuerza sin zanahoria (ni
siquiera limones o biodisel dejan entrar al mercado de EEUU a cambio del alineamiento a su
política de defensa y seguridad regional y global).
La crisis de sentido es cada vez más profunda en el propio Occidente, donde el capitalismo
financiero global y el régimen democrático liberal tienen cada vez menos condiciones de
reconciliarse ante el evidente desenmascaramiento de sus características plutocráticas, que
van en aumento. La emergencia de expresiones anti-establishment y anti-plutocráticas por
izquierda y por derecha son las formas que adquiere una creciente crisis de legitimidad y de
los partidos políticos tradicionales, que se retroalimenta con las luchas en las “alturas”.
Un elemento fundamental en este nuevo escenario internacional, que también juega en contra
de una reconstrucción de la hegemonía del BFN, es la presencia del papa Francisco en la
conducción de la Iglesia Católica, con sus más de 1000 millones de feligreses, gran parte de
los cuales se encuentran en América Latina. Además de profundizar y amplificar los
lineamientos de la doctrina social de la Iglesia, el cambio de relaciones de fuerzas en el
Vaticano en detrimento de las fuerzas conservadoras y antipopulares aliadas a las
plutocracias occidentales, significó todo un cambio profundo en lo geopolítico y en la disputa
de sentido. Con sus críticas al capitalismo salvaje, al consumismo, a la cultura del descarte
deshumanizante, al materialismo occidental, al desastre ecológico actual, el papa Francisco
se contrapone al espíritu de Davos y se ubica como referente del espíritu de Porto Alegre,
parafraseando a Wallerstein. Con la enorme influencia de la Iglesia Católica en la región,
cada vez se siente más fuerte (y es más explícito) su papel como legitimador y articulador de
fuerzas populares anti-neoliberales, su acercamiento sincrético con los pueblos originarios de
América Latina y su apelación a la construcción de la Patria Grande.
La región
En este sentido, el bloque popular que conduce el MAS en Bolivia tiene una importante
fuerza relativa, continúa con importantes avances y está produciendo una revolución en
términos económicos y sociales, ocultada por los multimedios de formación de opinión
dominantes en la región. En 12 años triplicó su PBI per cápita expresado en dólares, lideró en
los últimos 4 años el crecimiento económico de Suramérica (5% en promedio), incrementó
en 103% la potencia eléctrica, disminuyó la pobreza extrema del 38,2% al 18%, bajó la
pobreza del 59,6% al 38,6% (2015) y se redujo la desigualdad según el índice de Gini (0,59
en 2005 a 0,46 en 2015).
Por su parte, el triunfo en Ecuador de Lenin Moreno contra Correa puede ser leído como un
golpe para las fuerzas nacionales, populares y latinoamericanas, una avance del globalismo al
estilo Tercera Vía.
2) La gran capacidad de lucha gremial y social de las distintas fracciones sociales del campo
nacional popular.
Desde la asunción del gobierno de Macri las distintas fracciones sociales populares vienen
desarrollando importantes luchas sectoriales para impedir el avance de las políticas de ajuste
y garantizar un piso de conquistas. Basta hacer un breve repaso para constatar esto: la huelga
de ATE en febrero de 2016 frente a los despidos masivos en el sector público; la contundente
movilización de las distintas CGT (menos la de Barrionuevo) y las CTA el 29 de abril de
2016 en defensa del empleo que aglutinó a cientos de miles; la marcha del sector
universitario el 12 de mayo de 2016 sólo comparable en su masividad y heterogeneidad a la
de 2001 contra el feroz ajuste de López Murphy; la gran movilización de San Cayetano en
agosto de 2016 protagonizada por la CTEP y el conjunto de trabajadores precarizados; las
importantes luchas de los trabajadores de Ciencia y Técnica contra el ajuste y el
desmantelamiento del sistema científico y técnico nacional que explotaron en diciembre de
2016 obligando al gobierno a retroceder varios pasos; las movilizaciones masivas de marzo
de 2017 de docentes (6/3), CGT (7/3) y del movimiento feminista (8/3); la huelga general de
la CGT del 6 abril de 2017 que paralizó el país (y a la que se sumaron las CTA); la
movilización de la CGT del 22 de agosto contra las políticas del gobierno (aunque sin
consenso interno); la movilización de las CTA, Camioneros (y moyanismo) y la Corriente
Federal de Trabajadores contra las tres leyes impulsadas por el gobierno (previsional, laboral
e impositiva) el 29 de noviembre; la movilización de la CTEP y otras organizaciones el 13 de
diciembre; el paro de la CGT del 18 de diciembre contra la reforma previsional (aunqueque
luego no fue realizado efectivamente por varios de los gremios que habían votado por el
paro).
El gran problema para estos distintos sectores, movimientos, grupos y clases subordinados
fue que dicha resistencia no se tradujo a la política, por el proceso de desarticulación de las
fuerzas nacionales y populares. Pero el piso organizativo y de derechos conquistados sigue
siendo elevado. Tanto los niveles salariales que existen en Argentina para buena parte de los
trabajadores o el importante gasto social en los trabajadores precarizados y excluidos al que
se vio obligado el gobierno por la lucha popular (a partir de lo cual se construye la economía
popular y solidaria) indican que el programa del BFN tiene una importante barrera popular.
Sin embargo, esta barrera va a ir retrocediendo paulatinamente si no se resuelva la
rearticulación político-estratégica de las fuerzas nacionales populares.
Tanto las articulaciones que se vienen dando entre estos sectores, como la marcha del 21 de
febrero pueden avanzar en este sentido de consolidar un núcleo popular, un salto en el lucha
de hacia lo político-gremial, que iría configurando un contra qué, un para qué (programa), un
quién y con quienes (sujeto, alianza) y un qué (identidad). Y ello pude presionar para la
rearticulación de los actores políticos de las fuerzas nacionales populares, como sucedió en la
Cámara de Diputados en diciembre. Luego de las elecciones legislativas y el avance de
Cambiemos en ciertas políticas claves de su proyecto, las distintas organizaciones políticas
afines a lo nacional popular (o que contienen-representan parcialmente algunos sectores
nacionales populares) se encuentran en un proceso de debate y reflexión para avanzar en
mayores niveles de unidad.
b) profundización del ajuste a las mayorías populares (que puede agudizarse en un contexto
de encarecimiento del crédito internacional) supone todo una contradicción en materia de
gobernabilidad. Incluso ello implica una posibilidad de crisis con sectores de su base social y
de sus votantes, como ya se observa en capas medias como la de maestros, trabajadores
bancarios, etc.
c) Las pujas internas entre fracciones de poder. Las contradicciones entre fracciones de
capital por la política económica (tasas de interés, grado de apertura comercial, etc.) y, en
relación a ello, las tensiones entre las líneas y grupos de poder: neoconservadores,
neoliberales, neodesarrollistas conservadores.
La doctrina de seguridad de nueva tiene muy poco. Es la misma que en los convulsionados
años 2001-2002, en plena lucha por el rumbo de la Argentina, proponían los sectores a favor
del ALCA, la dolarización (en sus distintos esquemas), la privatización de lo poco que
quedaba en manos estatales (especialmente los bancos públicos) y la profundización
neoliberal. En dicho entonces, sus voceros loales eran Brinzoni, Jaunarena y Ruckauf. Hoy
son Bullrich o Aguad.
Sobran los datos para ver los avances en todos estos puntos. Sin embargo, la salida represiva,
que desnuda la imposibilidad de consenso y la naturaleza del régimen de dominio, también
puede actuar como boomerang en la situación actual, provocando un gran reacción popular y
una deslegitimación profunda del gobierno.
Oportunidad histórica
Existen las condiciones históricas, un tiempo histórico para los pueblos de la región para
tomar la iniciativa y avanzar en una segunda oleada nacional popular latinoamericana a nivel
nacional y regional.
Todo taller de Forja parece un mundo que se derrumba. Como nuestro mundo actual que ya
no aguanta, bajo un capitalismo en crisis estructural y salvaje cuya salida es la guerra. Pero
ese mundo que se derrumba es, al mismo tiempo, el mundo desde el cual construir una nueva
forma de vida.
La región se debate entre ser protagonista (sujeto) en la configuración del mundo por venir o
ser territorio de disputa y saqueo (objeto) de los polos de poder en pugna.
[ii] https://www.cronista.com/economiapolitica/El-empleo-en-los-dos-primeros-anos-de-
Macri-20171204-0085.html
[iii] http://www.iprofesional.com/notas/262041-banco-central-inversiones-dolar-mercado-de-
capitales-pesos-fuga-de-capitales-moneda-demanda-divisas-privado-no-financiero-Se-
acelera-salida-de-dolares-la-fuga-de-capitales-se-duplico-en-un-ano-y-supero-los-us22000-
millones-
[v] No se incluye dentro de las líneas políticas que conforman el campo nacional-popular al
conservadurismo popular, a las líneas neodesarrollistas conservadoras, al nacionalismo
aristocrático, al oportunismo camuflado en el mal llamado “pragmatismo”. Aunque debemos
reconocer que ellas están presentes e influyen en el entramado del campo nacional-popular o
gobiernos identificados en mayor o menor medida con este campo. Además, los lineamientos
mencionados no son fijos ni existen en términos puros, mezclándose en distintas
proporciones.
[vi] https://www.facebook.com/notes/cefipes/borrador-de-an%C3%A1lisis-de-las-
elecciones-presidenciales-de-2015-en-argentina-71220/1671905689716191/ . En cuanto a la
composición del gobierno y su naturaleza, CIFRA publicó un muy buen trabajo en:
http://www.centrocifra.org.ar/publicacion.php?pid=92