Contexto histórico de El Salvador en los años 60s y 70s
A grandes rasgos la década de los 60s y 70s fueron características por el
agravamiento de los problemas sociales que había sufrido la sociedad salvadoreña durante muchos años, y que se manifestaron en sucesos como la guerra entre El Salvador y Honduras en 1969, hecho de gran relevancia y graves consecuencias, y el golpe de estado en 1979 que puso fin al régimen político de dictadura militar y abrió paso a una nueva crisis política en la cual desencadenó en la guerra civil. En la década de los 60 el salvador entró a un proceso de industrialización. Se intentaba de esta forma salir del modelo económico agroexportador centrado en el café y cambiar el esquema económico. Estos años estuvieron marcados por las expectativas, las esperanzas y esfuerzos puestos en la economía, por hacer despegar al país hacia un verdadero desarrollo económico, social y humano y así mejorar la calidad de vida del salvadoreño. El proceso de industrialización generó una incipiente clase obrera y con ella un impulso al movimiento sindical urbano. Al mismo tiempo hubo crecimiento de la clase media. A pesar de los intentos por modernizar el país y generar más empleos, la mano de obra requerida no daba abasto a toda la población activa disponible, sumado al movimiento migratorio de campo a la ciudad, debido a la situación rural insostenible, que agravó más la situación del desempleo, y al no encontrar soluciones en la ciudad muchos campesinos continuaban con la migración hacia el exterior del país, esta situación seria una de las principales causas de la guerra contra honduras. En la década de los 70s se dio paso una agitación social sin precedentes que tuvo muchos implicados como: las clases campesinas, que cobraron un protagonismo que no habían tenido antes, las clases trabajadoras, cuyas organizaciones populares alcanzaron un apoyo importante del pueblo; la oligarquía, que no dejó de lado sus privilegios e intereses para construir una sociedad más justa; los partidos políticos tradicionales, que sumidos en una práctica corrupta de la democracia se vieron superados por la militancia popular sin poder hacer frente a las exigencias de las mayorías marginadas; las organizaciones populares que optaron por la violencia como camino hacia la democracia, y que cuyos dirigentes de clase media no supieron ver con claridad las necesidades del pueblo porque nunca las habían sufrido, y confundieron éstas con sus ideales e intereses; y por último la Iglesia católica, que sumida en un acelerado proceso de revisión de su forma de afrontar la realidad, vio cómo las opiniones contrapuestas la llevaban a un intenso diálogo interno que puso en tela de juicio sus opciones tradicionales y su propia historia en el país. El autoritarismo en El Salvador en la década de los 70s ha seguido el ritmo del auge y declinación de las economías agrarias. La producción agraria resultaba, cada vez más, insuficiente para el consumo, lo que ponía en evidencia la progresiva tercerización de la economía, al extremo que el país se vio obligado a importar granos básicos ya a fines de la década de los años 70s. Las falencias del sistema social, puestas en evidencia por la pobreza y las marginaciones, se acentuaron, provocando serios cuestionamientos al tradicional sistema social vigente. La escasez de alternativas y la toma de conciencia de las grandes mayorías marginadas en la segunda mitad del siglo XX llevaron al país a un estado de efervescencia popular sin precedentes en su historia, que se concretó en una intensa militancia: en la década de los años 70s, surgieron movimientos populares, urbanos y rurales, en los cuales las mayorías marginadas encontraron la oportunidad de expresar sus necesidades y de exigir reformas radicales. Los gobiernos de turno respondieron a estos cuestionamientos y a estas exigencias con una represión cada vez más fiera, provocando que la efervescencia popular respondiera de forma violenta: la represión por parte de las dictaduras militares dio origen a la violencia generalizada. Algunos sectores populares cuestionaron radicalmente el sistema optando por la vía armada, decantándose por la violencia como camino hacia una sociedad más justa, conformando grupos guerrilleros, aprovechándose de la simpatía que tenían con los grupos marginados. La oligarquía, por su parte, se mantuvo fiel a sus intereses, buscando mantenerlos a cualquier costo, y no dudó en exigir del gobierno la más dura represión cuando sus intereses se vieron cuestionados. En este contexto convulsionado, surge un personaje representativo de esta época, el arzobispo de San Salvador, Monseñor Óscar Arnulfo Romero Galdámez que desarrolló su accionar y su pensamiento de forma cada vez más cercana a los sectores marginados, que le llevó a buscar el diálogo y a apoyar las alternativas que pudiesen dar respuesta a las contradicciones del contexto social en el que estaba involucrado. Influyó poderosamente en su tiempo y su pensamiento, fue escuchado por todos los sectores, tanto de derecha como de izquierda, para apoyar a su pensamiento o para criticarlo. Los sectores que se vieron cuestionados por su pensamiento ordenaron su asesinato. Monseñor Óscar Arnulfo Romero se convertiría en protagonista de este periodo, referente no sólo para la Iglesia católica, sino para toda la población salvadoreña.
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