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El maná y las codornices

Después de haber atravesado el Mar Rojo, el Pueblo de Dios se adentró en el desierto, camino hacia la Tierra
prometida. Pero era un pueblo que todavía no estaba preparado para entrar en ella. Debería pasar cuarenta años
peregrinando por el desierto, hasta que estuviera preparado.

¿Y en qué consistía la preparación?

En convencerse de que Yavhé era su Dios, su único Dios, y que Israel era su pueblo, el pueblo querido y elegido por
Dios. Para eso era necesario que Israel creyese y confiase plenamente en Yavhé.

Estaban en el desierto y no tenían con qué comer. Protestaron contra Dios y contra Moisés, recordando los años de
esclavitud en Egipto. Allí eran esclavos, ¡pero tenían tantas cosas con que llenar los estómagos!

Moisés les aseguró que Dios les daría comida abundante: «El Señor os dará por la tarde carne para comer y por la
mañana pan para saciaros, porque ha escuchado vuestras murmuraciones contra Él».

Aquella tarde las codornices cubrieron el campamento y los israelitas pudieron comer. Y a la mañana siguiente vieron
como una capa de rocío alrededor del campamento. Salieron maravillados, preguntando: - ¿Manhu? (que significa:
¿Qué es esto?). Y Moisés les contestó: - «Este es el pan que el Señor os da como alimento»

Y les ordenó que sólo cogieran lo que necesitasen para comer y que no guardaran nada para el día siguiente.

Efectivamente, todos tuvieron cuanto necesitaban, pero algunos de ellos se guardaron a escondidas un poco de
maná para el día siguiente. Quienes hicieron esto descubrieron que ese maná se había llenado de gusanos y podrido.
Moisés se enfadó con ellos porque habían desobedecido y no habían confiado en Dios.

El “milagro” del maná se repitió todos los días. Israel comprendió que Yavhé era su Dios y Señor, que no abandonaba
nunca a su pueblo.
Agua de una Roca

Por orden de Yahveh, toda la comunidad de los hijos de Israel partió del desierto de Sin hacia otras etapas.
Y acamparon en Refidim, pero no había allí agua para que el pueblo bebiese.

Entonces se querelló el pueblo contra Moisés, diciendo: «Danos agua para que bebamos.» Moisés les
respondió: «¿Por qué os querelláis contra mí? ¿Por qué tentáis a Yahveh?» Pero el pueblo sintió ardientemente la
sed y murmuró contra Moisés, diciendo: «¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a
nuestros hijos y a nuestros ganados?» Moisés clamó a Yahveh, diciendo: «¿Qué haré yo con este pueblo? ¡Poco
falta para que me apedreen!» Yahveh dijo a Moisés: «Pasa por delante del pueblo y lleva contigo algunos de los
ancianos de Israel; toma en tu mano el cayado con el cual golpeaste el Nilo, y vete. Yo estaré allí ante ti sobre la roca
que hay en Horeb. Golpearás la roca; de ella saldrá agua, y beberá el pueblo.» Lo hizo así Moisés, en presencia de
los ancianos de Israel. Y dio al lugar el nombre de Masa y Meribá, por la querella de los hijos de Israel, y porque
habían puesto a Yahveh a prueba, diciendo: «¿Está Yahveh en medio de nosotros o no?»

El pasaje que ahora consideramos está directamente relacionado con el precedente y con el tema de la resistencia
de Israel en el desierto.

El pueblo se encuentra en el desierto. Uno de los problemas con que tropieza es la falta de agua (cf. Núm 20, 1-11).
Israel intenta entablar un pleito contra Moisés: «Se querelló el pueblo contra Moisés» (v. 2). Se utiliza aquí el
término rib, típico de las posiciones enfrentadas en las que dos querellantes resuelven un conflicto sin necesidad de
que intervenga un tercero, que actuaría como juez. Este mismo verbo reaparece en las requisitorias proféticas contra
Israel (cf. Jer 2, 9; Os 2, 4; Miq 6, 1-2), en las que se somete a examen la conducta del pueblo respecto de la alianza
con Dios.

La querella nace de una dificultad concreta. Podemos imaginarnos lo que significa la falta de agua en el desierto. La
querella implica la reivindicación de un derecho y una acusación de culpabilidad contra Moisés e implícitamente
contra Dios, como subraya la réplica de Moisés: «¿Por qué os querelláis contra mí? ¿Por qué tentáis a Yahveh?» (v.
2). Al entablar el pleito contra Moisés y contra Dios, Israel pone en duda la justicia salvífica divina. Se trata de algo
mucho más grave que una simple protesta, como parecen indicar algunas traducciones. Israel pide cuentas a Dios
por sus obras, le acusa de una voluntad no salvífica en lo que a este pueblo atañe. Esto es lo que explícita el verbo
del versículo 3 «murmurar», y el contenido de la murmuración: «¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos
de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?» En el pleito, se considera que Dios es culpable.

Existe una gran distancia, más aún, una abierta oposición, entre la querella y la plegaria, aunque ambas surgen de
una misma situación de necesidad. La Israel «se querella» con Dios plegaria supone una actitud de confianza en la
intervención de Dios. En la plegaria nacida de la fe no se pone en duda la intervención divina. La querella implica por
el contrario, desconfianza frente a Dios. Se le acusa de abandono, de incapacidad de intervenir, de muerte incluso.
Batalla de Israel contra Amalec

Contexto Histórico
Los amalecitas eran nómadas, ambulantes establecidos cerca del Sinaí; ejercían control en las rutas por
donde las caravanas de viajeros solían pasar, parte de su sostenimiento se basaba en robos hechos a
los viajeros, además matando por placer. Cuando vieron a los israelitas rumbo a la tierra prometida
vieron una oportunidad perfecta para el placer y el provecho. Atacaban a los más débiles y cansados que
iban rezagados en el camino, actuando estos amalecitas sin ningún tipo de temor de Dios .

La batalla
El relato bíblico nos enseña que cuando Moisés levantaba las manos en el monte, el pueblo prevalecía y
cuando las bajaba Amalec prevalecía o iba ganando (Éxodo 17:11) Y la Biblia sigue diciendo: (Ex. 17:
12). “Pero las manos de Moisés se le cansaban. Entonces tomaron una piedra y la pusieron debajo de él,
y se sentó en ella, y Aarón y Hur le sostenían las manos, uno de un lado y otro del otro. Así estuvieron
sus manos firmes hasta que se puso el sol”. Y Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada
(Ex. 17: 13)

Lo que Moisés hacia al levantar las manos en alto es lo que hace una bandera hoy en día, por eso
Moisés edificó un altar, y llamó a Dios con el nombre de “Jehová-nisi”, que quiere decir: Jehová es mi
bandera, o estandarte. Moisés en esa ocasión era un hombre “bandera” , un hombre “insignia.” Cuando
sus manos estaban levantadas Israel era motivación a pelear con más ahínco, con fe y vencía al
enemigo; pero cuando sus manos se cansaban y las bajaba, el ánimo del ejército de Israel descendía, y
perdía la batalla. Notemos que la bandera no podía levantarse por sí sola, tenía que ser levantada por
otros. Las banderas son emblemas como símbolo y representación de un reino, identifica a un país.

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