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Summary. Introduction. Family violence has traumatic consequences in their victims, their
families and on children witnessing it. Nevertheless, women victims maintain their marital
relationship with the aggressor, regardless of the negative consequences to their physical,
reproductive or mental health. Aim. To investigate the perception that victims have of the
causes that predispose family violence. Subjects and method. The sample was composed of 15
plaintiffs at the Women’s Attorney Office for Family Violence. An open questionnaire was
designed as an interview guide. The analysis was based on a hermeneutical interpretative
method. Results. More than half of the women had witnessed family violence between their
parents, while others had been victims themselves, 86% of the husbands had family violence
antecedents, both families of origin had dysfunctional family patterns, forceful sexual relations
by their partners was always present as a result of alcohol consumption, low self-esteem is a
constant, rationalization was the main defense mechanism used. Conclusions. The existence
of family violence antecedents in her family is a factor that predisposes a woman to become
involved in abusive relations, the transmission of violent behavior patterns in both families
predisposes to family violence , the presence of predisposing, maintenance and contributing
factors need further research, victims of family violence present some of the symptoms of
General Anxiety Disorder or Post Traumatic Stress Disorder.
Key words. Family violence, PTSD, GAD, intergenerational transmission theory, violence
against women, hermeneutical interpretative method.
Introducción
La violencia intrafamiliar cómo un reflejo del fenómeno universal de la violencia contra la mujer
persiste a pesar de los esfuerzos que realizan las diferentes sociedades a través de sus
políticas públicas y las recomendaciones de las Organizaciones de los Derechos Humanos y
afecta a todos los sectores de la sociedad (OMS, 1996). La violencia intrafamiliar tiene
consecuencias traumáticas para las mujeres víctimas y para los otros miembros de la familia
que la presencian, en especial los niños. El estudio de la violencia como un problema social ha
sido en los últimos años un tema de gran interés para numerosos investigadores y constituye
una de las afecciones más severa que ha venido azotando a la humanidad. Las distintas
formas de expresión individual y colectiva, los factores que la originan y las consecuencias que
generan hacen de ella un fenómeno complejo (OMS, 2005).
Según el Informe mundial sobre la violencia y la salud realizado por Krug et al., (2002) y el
realizado por Heise y Gottemoeller (1999), previo a 1999 se comprobó que en 35 países entre
el 10% y el 52% de las mujeres había sufrido maltrato físico por parte de su pareja en algún
momento de su vida y entre el 10% y el 30% había sido víctima de violencia sexual por parte de
su pareja. Por otro lado, los estudios en los países en desarrollo eran escasos y se iba
perfilando el hecho de que los niveles de violencia variaban de un ambiente a otro, tanto entre
los países como dentro de cada país. Los estudios continuaron pero en cada uno de ellos se
prestó mayor atención a las consecuencias para la salud, especialmente lo relacionado a la
salud reproductiva (Heise y Gottemoeller, 1999). La violencia doméstica representa una
amenaza directa hacia la salud de la mujer y tiene efectos adversos para otros indicadores de
la salud y bienestar tanto de la mujer como la de sus hijos (Heise, Pitanguy y Germanin 1994).
Las consecuencias de la Violencia basada en el género es uno de los problemas de salud
pública más difundidos que actualmente afectan a una de cada tres mujeres y las
consecuencias de esta violencia además de ser desvastadoras son también prolongadas
afectando la salud física y el bienestar mental y emocional de mujeres y niñas. Sus
consecuencias ponen en peligro el desarrollo social de otros miembros de la familia, en
especial otros niños y las comunidades donde este fenómeno se da (OMS, 2005).
La violencia por el número de víctimas y las secuelas que produce, ha adquirido un carácter
endémico siendo responsable de una proporción creciente de mortalidad general y de
porcentajes significativos de años de vida potenciales perdidos. Los traumatismos causados
por violencia que no resultan en muerte ocasionan daños físicos y trastornos psicológicos que
limitan la funcionalidad personal y social.
La violencia intrafamiliar se puede entender como toda acción u omisión que consista en
maltrato físico, psicológico o sexual, ejecutado por un miembro de la familia en contra de la
mujer o demás integrantes del núcleo familiar. A través del ejercicio de cualquier forma de
violencia intrafamiliar se persigue el dominio, el control, la anulación y el aislamiento del
“otro/a”, para someterlo/a a un patrón de subordinación. Es una forma de control o manejo del
poder en las relaciones familiares. Se considera de que existen tres formas de violencia
intrafamiliar, a saber: la violencia física, la violencia psicológica y la violencia sexual (disponible
en http://www.monografías.com/trabajos14/violen-intrafam.shtml).
La violencia física es todo acto de fuerza que cause daño, dolor o sufrimiento físico en las
personas agredidas cualquiera que sea el medio empleado y las consecuencias que traiga. Sin
que se considere el tiempo que necesite la víctima para su curación y recuperación. Al
respecto, es importante indicar que la violencia física no se refleja solamente con huellas
externas, pues, puede ocasionar lesiones en el interior del organismo, que no dejan huellas a
simple vista. Ej. Golpes de puño, patadas, quemaduras, heridas con armas corto punzantes o
de fuego, mordeduras, cachetadas (disponible en http://www.undp.org/rblac/gender/campaign-
spanish/ecuador.htm).
La violencia psicológica es toda acción u omisión que cause daño, dolor, perturbación
emocional, alteración psicológica o disminución de la autoestima de la mujer o el familiar
agredido. Es también la intimidación o amenaza que infunda miedo o temor a sufrir un mal
grave e inmediato en su persona, o en la de sus padres, hijas/os, o parientes. Es toda conducta
que cause daño a la estima de la persona agredida. Ej. Insultos, amenazas, críticas,
humillaciones, chantajes, ridiculización, indiferencia (disponible en
http://www.undp.org/rblac/gender/campaign-spanish/ecuador.htm).
La violencia sexual es toda acción mediante la cual se imponga y obligue a una persona a tener
relaciones u otras prácticas sexuales con el agresor o con terceras personas, mediante el uso
de la fuerza física, intimidación, amenazas, agresiones o cualquier otro medio coercitivo. Son
manifestación de este tipo de violencia las infecciones vaginales, los problemas ginecológicos,
las enfermedades de transmisión sexual, los embarazos no deseados, los abortos. Este tipo de
violencia ocurre con frecuencia en la relación de pareja a pretexto del llamado “débito
conyugal” (disponible en http://www.undp.org/rblac/gender/campaign-spanish/ecuador.htm).
Los estudios sobre violencia conyugal han señalado que las parejas que se estructuran de un
modo violento tienen un modelo de relación específico, con una pauta repetitiva que abarca a
ambos miembros. A diferencia de otros delitos, el maltrato conyugal se produce de una forma
continuada a través del tiempo, y puede persistir hasta alcanzar los 20 años o más antes de
que la víctima tome la decisión de denunciar al agresor o bien de que la policía tenga
conocimiento explícito de la situación (disponible en
http://www.medicinadefamiliares.cl/proptocolos/violenciaintrafam.htm)
Una vez que la pareja ha incorporado dentro de su dinámica la violencia como modo de
relación o de resolución de problemas, se torna cada vez más complicado el precisar los
factores específicos que actúan como desencadenantes en cada situación violenta. La
violencia según Leonor Walker(1984) cumple un ciclo que se divide en tres fases las cuales
varían tanto en duración como en intensidad para una misma pareja y entre parejas distintas.
Por lo general el maltrato conyugal comienza con el maltrato emocional, el cual es un
proceso lento que tiene como fin el menoscabo de la autoestima de la mujer a través del uso de
verbalizaciones criticas y acciones destructivas, que buscan desestabilizarla emocionalmente.
La primera fase corresponde a la acumulación de tensión: en esta fase la mujer muestra una
actitud que le permite impedir que la golpeen, al no enojarse con el agresor y minimizar los
incidentes y los golpes menores. Con el tiempo, la tensión aumenta y con ésta los incidentes
violentos físicos y psíquicos; hasta el punto que se incrementa la rabia y disminuye al mismo
tiempo el control que tenía sobre sí misma y la situación (Walter 1984)
Muchas parejas permanecen en esta fase por mucho tiempo ya que ambos desean evitar el
ingresar a la segunda fase, la cual corresponde al episodio agudo de golpes, este punto
representa la finalización de la acumulación de tensiones y el proceso ya no responde a ningún
control. Cuando esta fase finaliza sigue un periodo de shock caracterizado por la negación e
incredulidad de la veracidad frente a lo sucedido. La tercera fase se conoce como conducta
arrepentida, amante o luna de miel: Aquí el golpeador demuestra su arrepentimiento, con
muestras de afecto a su pareja. Con el tiempo el ciclo se hace cada vez más corto, de tal forma
que ya no se tiene que dar las tres fases, se puede pasar de la segunda a la tercera fácilmente
(Walter 1984).
Según diferentes estudios que se han hecho sobre maltrato conyugal (Gelles,1974;
Labell,1979, Citados por Echeburúa,1998 ), se ha encontrado que entre un 57 por ciento y un
78 por ciento de las mujeres maltratadas continúan con sus parejas pese a los años de maltrato
y vuelven con estas aún después de haberlos denunciado. Interesados en esta anómala
situación algunas teorías como la de la indefensión aprendida de Seligman (1975) y otras
como la de Strube (1988), (Citados por Echeburúa,1998) han tratado de explicar las razones
por las cuales una mujer se mantiene en una relación violenta.
Strube (1988) analiza la situación basado en tres modelos teóricos que buscan dar
respuesta a este fenómeno: la teoría de costos y beneficios, la teoría de la acción razonada y la
teoría de la dependencia psicológica. La teoría de los costos y beneficios (Pfouts, 1978) se
basa en el modelo de Thibaut y Kelly (1959), el cual sugiere que la decisión de dejar la relación
violenta depende del hecho de que el beneficio total de esa decisión sea mayor que el costo de
permanecer en la situación. La teoría de la dependencia psicológica, señala que la mujer
permanece en la relación violenta por el compromiso establecido a través del matrimonio.
Según Strube (1988), la mujer sólo saldrá de la relación violenta luego de comparar las
consecuencias positivas con las negativas y del análisis de las posibilidades de éxito percibidas
a través del apoyo que reciba de sus seres queridos.
Con frecuencia, y sobre todo cuando no se tiene claro como funciona el ciclo de la violencia, las
personas no terminan de entender por qué razón la agredida no da por terminada su relación
con el agresor o por qué no lo denuncia. A continuación se dan algunas de las razones por las
cuales la agredida no finaliza la relación violenta: 1) porque cree que con su amor transformará
la situación; 2) porque cree que lo ocurrido es un hecho aislado que no se va a volver a repetir;
3) porque tiene temor de que el agresor le haga más daño a ella o a sus hijos; 4) porque el
agresor es el proveedor económico del hogar y les mantiene a ella y a sus hijos; 5) porque la
violencia mina la autoestima de las víctimas a tal punto que éstas creen que no valen nada, que
son incapaces de defenderse a sí mismas e, incluso, que son las culpables de lo que pasa;
6) porque se sienten solas emocionalmente y sienten la necesidad de tener una pareja, sin la
cual no son “nadie”; 7) porque tienen hijos pequeños y prefieren “aguantar” al agresor antes
que abandonarlo y que sus hijos crezcan sin la imagen paterna; 8) porque tienen miedo de que
su matrimonio “fracase” y
9) porque sus creencias religiosas, y las de su familia, obligan a que hay que estar con el
marido “hasta que la muerte nos separe” (Walker, 1991)
Fraiberg y colaboradores (1987), postulan que en toda crianza existen fantasmas, visitadores
del pasado no recordado de los padres, huéspedes no invitados al bautizo, que en algunas
familias aparecen en escena en momentos inesperados, en donde padres e hijos se
encuentran así mismos protagonizando, reeditando, papeles de obras de tiempos pasados.
Otras familias se manifiestan como poseídas por sus fantasmas, huéspedes permanentes que
claman por la tradición y por los derechos de permanencia y han estado presentes en el
bautizo de dos o tres generaciones sin haber sido invitados.
Selma Fraiberg (1987) considera que son estos fantasmas los que compelen a la repetición del
pasado en el presente; es decir, los conflictos pasados –no resueltos- de los padres interfieren
en la relación actual con sus hijos. Esta autora concede gran importancia a los mecanismos
defensivos que emplean los padres para combatir las dificultades pasadas; señala que la
denegación del afecto asociado con el trauma y la identificación de la víctima con el agresor,
son las dos modalidades defensivas mas utilizadas por los padres que maltratan a sus hijos y
que son incapaces de resistir, de oponerse a la necesidad de infligir su propio dolor y las
trasgresiones de su infancia sobre su propio hijo. En cada caso, el bebé viene a ser un
compañero silencioso en la tragedia familiar. El bebé es cargado por el pasado opresivo de sus
padres desde el momento que él entra al mundo. Los padres parecen condenados a repetir,
-reeditar-, la tragedia de su infancia con su propio bebé.
Lebovici (1991) en uno de sus trabajos sobre la teoría del apego, cita a Bowlby quien considera
el apego como un vínculo universal, que está basado en modelos internos, que son
transmitidos. Es decir, como señala Bowlby (1980), existen modelos de transmisión del apego,
en los que se puede transmitir a través de tres generaciones un "estado de mente", que es
comunicado al hijo o a la hija, a través de la conducta materna, especialmente la manera, o la
forma de responder de la madre en situaciones de estrés, que es cuando se activa el sistema
de apego.
Esta teoría está basada en la necesidad de controlar el entorno o por lo menos considerar que
se tienen dominadas nuestras acciones. La pérdida de la creencia (intelectual y emocional)
cognitiva de dominación del entorno produce indefensión de orden cognitivo, por lo tanto el
orden cognitivo surge por la necesidad de control sobre el entorno.
Martin Seligman (1991) se preguntó por qué frente a las dificultades algunas personas se dan
por vencidas rápidamente y otras perseveran y salen adelante. Y encontró que frente a las
dificultades aparecían preferentemente dos tipos de atribuciones causales: el estilo optimista y
el estilo pesimista.
Sus investigaciones muestran como las personas optimistas tienden a ser más esperanzadas y
perseverantes, tener mejor autoestima y generar acciones más exitosas y, por el contrario, las
personas pesimistas tienden a ser más desesperanzadas, tienen autoestima más baja y se dan
por vencidas más fácilmente frente a la adversidad.
Cuando las personas, sobre todo en etapas tempranas de la vida, se han visto acorraladas en
situaciones altamente aversivas ante las cuales no podían reaccionar o huir (como es el caso
de los niños cuya familia les está brindando un patrón de apego disfuncional), aprenden a ser
desamparadas. Es decir, uno aprende a quedarse paralizado frente a determinadas situaciones
aversivas, se aprende a ser indefenso. De tal manera que se aprende a ser asertivos y hacerse
respetar por muchas personas, pero es mucho más difícil lograrlo con las personas que se
aman, porque en los momentos de conflicto las conductas que surgen no suelen ser las que
dicta la lógica sino las que los patrones de apego desatan automáticamente.
El estilo atribucional modula el desamparo aprendido. Esto significa que cuando más
pesimistas y extremistas sean las cosas que se dicen, más sentimientos de desamparo e
indefensión aparecerán y se actuará de acuerdo a ello.
Seligman (1991.) estudia tres dimensiones o características del estilo atribucional: a)
permanencia, b) penetración, y c) personalización (esta dimensión tiene que ver con la
autoestima). El estilo atribucional se adquiere en la infancia a través de tres grandes vías: a) El
análisis causal cotidiano, más optimista o más pesimista, que el niño o la niña observaron
modelar a sus padres, b) El tipo de crítica que los adultos (padres, maestros, modelos, etc.)
realizaban de él o ella, c) las etiquetas que les ponían: “la tonta”, “el torpe”, etc.
La literatura relevante (Heise y Gottemoeller,1999), (Campbell, 2002) enfatiza los vínculos entre
la experiencia de violencia doméstica y los efectos mortales y no mortales para las mujeres y
sus hijos. Las consecuencias mortales relacionadas con la violencia doméstica pueden resultar
en homicidio o indirectamente en suicidio, así como en efectos relacionados con el SIDA y
mortalidad. Las consecuencias no mortales incluyen manifestaciones adversas de salud
mental, física y reproductiva así como comportamientos negativos para la salud.
Entre los problemas de salud mental que se han encontrado que ocurren con mayor
frecuencia entre las mujeres abusadas que entre aquellas que no han sido abusadas son tasas
mayores de depresión, estrés postraumático y desordenes de la alimentación, escasa
autoestima, disfunciones sexuales, angustia y estados de pánico. Entre los efectivos
negativos para la salud física de las mujeres abusadas se encuentran el dolor crónico, golpes,
desórdenes gastrointestinales, alteraciones funcionales, síntomas físicos o discapacidad
permanente. La salud reproductiva de las mujeres abusadas también es afectada a través de
mayores tasas de problemas ginecológicos, HIV e infecciones transmitidas sexualmente,
pérdidas, abortos, embarazos no deseados, enfermedades inflamatorias pélvicas,
complicaciones del embarazo y bajo peso al nacer (Campbell, 2002). Los comportamientos
negativos sobre la salud incluyen sobrealimentación, abuso de alcohol y drogas y conducta
sexual de riesgo y tabaquismo.
De acuerdo a estudios previos (Campbell et al.,2003) las mujeres que reportan violencia por
parte de su pareja varía de acuerdos a los países. Por ejemplo, son más altos en Zambia con
un 48% de prevalencia, 44% en Colombia, 42% en el Perú y más bajos en Camboya a con un
18%, 19% en la India y un 22% en la República Dominicana. En Egipto y Nicaragua una de
cada tres personas reportan haber tenido la experiencia de violencia doméstica. En estos
estudios se incorporaron datos sobre mujeres que fueron víctimas de violencia doméstica
durante su embarazo y se encontró que la proporción de abuso sexual durante el embarazo
fueron mayores en Colombia y en Nicaragua con un 11% y más bajo en Camboya con un 1%,
Haití y la República Dominicana reportaron un 5% cada uno.
En el reporte del Demographic Health Surveys (2004) los cinco países: Colombia, Camboya,
República Dominicana, Nicaragua y Haití, reportan los actos más frecuentes de violencia física
que consistieron en sacudidas, empujones, abofeteadas o agredidas con objetos. En todos los
países investigados más de una mujer en cada seis reporta haber sufrido por lo menos el tipo
de violencia arriba descrito. El porcentaje de mujeres que reportaron un acto de violencia
sexual por sus esposos fue desde un 4% en Camboya hasta un 17% en Haití y por lo menos
una de cada diez mujeres en cada país investigado había sido emocionalmente abusada por su
esposo (amenazas o humillaciones públicas) en algún momento de la relación.
Otro dato que se encuentra en los reportes del DHS es que las mujeres que reportaron
violencia doméstica presentaron consecuencia físicas inmediatas. En Colombia más de la
mitad de las mujeres entrevistadas que reportaron violencia doméstica reportaron golpes.
Entre el 5% y el 13% que experimentaron violencia doméstica en los seis países investigados
reportaron golpes y fracturas. Al examinar las características de las mujeres que reportaron
violencia y el contexto dentro cual se dio ayudaron a identificar algunos de los factores de
riesgo entre los cuales encontró que en todos los países las mujeres que habían contraído
matrimonio más de una vez, divorciadas o separadas reportaron mayores índices de violencia
que las mujeres estaban casadas en la actualidad o que se habían casado solo una vez. Estos
resultados no sorprenden ya que la violencia doméstica es un causal para la separación o
divorcio. El estudio también encontró que las mujeres que se casaron muy jóvenes (antes de
los 25 años) y aquellas que tienen varios hijos son más propensas a reportar violencia
doméstica.
Otro dato significativo es que las mujeres cuyos esposos que regresan a su casa bajo los
efectos de la bebida en varias ocasiones son más propensas a sufrir violencia doméstica que
aquellos que no beben. También se encuentra como elemento relevante que al tener
antecedentes de violencia intrafamiliar entre los padres se incrementa significativamente la
probabilidad de sufrir violencia doméstica. En todos los países en los cuales se dieron estos
datos, los dos factores mencionados: consumo de alcohol por la pareja y antecedentes de
violencia intrafamiliar en la familia de origen se asocian de manera positiva y consistente de
que la mujer sea víctima de violencia doméstica. Esta relación identificada en los análisis de
variancia también se mantiene para los análisis de multi- variancia (Kishner, Sunita and Kiester
Johnson 2004).
De todas las variables hipotéticas medibles que influyen la posibilidad de violencia doméstica,
la borrachera habitual de la pareja (hombre) es la que tiene la relación más fuerte y consistente
con el fenómeno (Coker et al., 2000; Johnson, 2003). Los resultados de los cuestionarios del
Demographic and Health Surveys apoya este cuerpo de literatura: la relación entre la
experiencia de violencia por las esposas y la frecuencia de borrachera entre los hombres que
consumen alcohol es positiva, monotónica, y altamente significativa en todos los países donde
se obtuvieron datos. Las mujeres que reportan que sus esposos llegan a la casa borrachos
frecuentemente son las más predispuestas a reportar violencia doméstica. Entre los seis
países estudiados en donde se obtuvieron datos sobre el consumo de alcohol y borrachera, la
violencia es de dos a cinco veces más común entre los esposos que se emborrachan con
frecuencia que entre aquellas cuyos esposos nunca se emborrachan. Esta relación
generalmente se mantiene consistente cuando se considera las experiencias de violencia de
las mujeres durante un año previo: entre más frecuentemente un esposo llega borracho a la
casa, es más probable que la mujer sufra de violencia. Por ejemplo, en Nicaragua, el 8% de
las mujeres cuyos esposos no beben reportaron violencia en el período de un año, mientras
que el 30% de las mujeres cuyos esposos llegaron borrachos experimentaron violencia
(Kishner, Sunita and Kiester Johnson 2004).
Otros hallazgos en el mismo estudio fue que en Colombia la prevalencia de violencia entre las
mujeres cuyos esposos les acusaban de infidelidad era el 76% comparado con el 34% entre las
mujeres que no eran acusadas por los esposos. Esa investigación también muestra que la
posibilidad de experimentar la violencia se incrementa con el número de conductas
controladoras por parte del esposo. En la República Dominicana, el 10% de las mujeres cuyos
esposos no manifestaron ninguna de las conductas controladoras reportadas indican haber
sido víctimas de violencia, comparado con un 17% de mujeres que reportan que sus esposos
exhiben uno o dos tipos de conductas controladoras y 76% de mujeres cuyos esposos
manifiestan cinco o seis conductas controladoras. Estas conductas controladoras son: 1) el
esposo se pone celoso o enojado si la esposa habla con otros hombres; 2) acusar de
infidelidad con frecuencia; 3) no permitir que la mujer se reúna con sus amigas; 4) limitar el
contacto con la familia de la esposa (pareja); 5) insiste en saber donde está todo el tiempo y 6)
no le confía el dinero.
Otro de los factores de riesgo considerados en el estudio del Demographic Health Surveys fue
el efecto intergeneracional. Las investigaciones de (Kalmuss,1984; Seltzer y Kalmuss, 1988),
han documentado el efecto negativo de la violencia doméstica en los niños, aún si los niños no
han sido abusados directamente: los hijos hombres quienes ven a su ser abusada por su padre
están en un riesgo mayor de volverse abusadores en sus relaciones íntimas como adultos,
mientras que las niñas mujeres son más propensas a entrar en relaciones con parejas
abusadoras como adultas. Los reportes de la influencia intergeneracional en la violencia
doméstica se reportó solo en seis países ya que esta información no se obtuvo en Egipto, India
y Zambia. En este estudio también se encontró que las mujeres que sabían que sus madres
habían sido abusadas por sus padres eran más propensas a haber experimentado y
experimentar en la actualidad violencia que las mujeres que respondieron que “no” en la
pregunta del cuestionario sobre el abuso del padre hacia la madre. Los adultos con
antecedentes de violencia familiar en la infancia incorporan la violencia como una pauta de
comportamiento que tienden a reproducir, configurándose así un factor de riesgo en las
relaciones interpersonales que establece. Asociado a este hallazgo se tiene como
consecuencia la transmisión de una generación a otra de pautas de comportamiento
disfuncional, diferentes manifestaciones de violencia en niños y jóvenes que son
principalmente: falta de autorregulación de la conducta, bajo control de los impulsos,
agresividad y escasa capacidad de empatía, bajo rendimiento escolar, dificultades en la
relación con pares y adultos, violencia callejera, conflictos con la ley, consumo de drogas,
sexualidad temprana, desórdenes en la alimentación (especialmente en la mujer), trastornos
emocionales, déficit en el crecimiento físico (negligencia) que en los casos mas graves,
configuran problemas nutricionales que puedan llevar a la muerte, patologías psiquiátricas,
aislamiento, depresión entre otros. La influencia de la transmisión intergeneracional en la
violencia intrafamiliar también está documentada en los estudios de Bahamón (2005), Rao
(1995) y Pollack (2002) .
Tanto hombres como mujeres en actual situación de violencia en cualquiera de sus formas
reconocieron en magnitudes similares (entre un 70 y 80%) que la comunicación con su pareja
era "regular", "pésima" y "mala" con una tendencia a empeorar en la forma Física II. Se
encontraron efectos importantes de la Violencia Doméstica sobre la salud mental de las
personas que viven estas situaciones, siendo la mujer la que sufre mayores problemas
especialmente en la Violencia Física con amenaza para la vida. Los efectos se traducen en
alteraciones psíquicas y del sistema nervioso neurovegetativo que afectan su salud y la vida de
relaciones sociales pudiendo alterar su conducta (Barcas Haecheverria et al, 2004)
Durante tres años la OMS (1996) investigó con el apoyo de 160 expertos del mundo, la
crueldad que los seres humanos infligen unos a otros y contra sí mismos. El mas completo
informe sobre el tema de la violencia domestica que se haya conocido, revela que la violencia
en todas sus formas mata a 1,6 millones de personas cada año en todo el mundo y cerca de la
mitad de los casos son suicidios.
El "Informe Mundial sobre la violencia y salud" de Krug et al (2002), señala que casi la mitad
de las mujeres que mueren por homicidio son asesinadas por sus maridos o parejas actuales o
anteriores, un porcentaje que se eleva hasta el 70 por ciento en algunos países. Las mujeres
son las que corren más riesgos de sufrir violencia en entornos domésticos o familiares y, según
estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (1996), una de cada cuatro mujeres será
víctimas de los abusos sexuales de su pareja en el curso de su vida.
La violencia entre parejas incluye actos de agresión física, acoso psicológico, actos sexuales
forzados y diversos tipos de comportamiento, como aislar a una persona de su familia y amigos
o restringirle el acceso a la información o ayuda.
En 48 investigaciones realizadas por todo el mundo, entre el 10 y el 69 por ciento de las
mujeres han reconocido haber sufrido algún tipo de violencia física por parte de su pareja
masculina en algún momento de su vida y además la mayoría de las víctimas sufren estos
abusos durante un periodo largo de tiempo. Algunos de los estudios que incluye el informe,
realizados entre 1991 y 1998, señalan que en Egipto un 34 por ciento de las mujeres
entrevistadas había sufrido al menos una agresión física por parte de su marido. Este
porcentaje era del 29 por ciento en Canadá; 28 por ciento en Nicaragua; 22 en Estados Unidos;
21 en Suiza; 13 en Sudáfrica y 10 por ciento en Paraguay y Filipinas. De los casos de
agresiones físicas, al menos un tercio conlleva abusos sexuales, problemas que para muchas
de estas mujeres comienza en la infancia o adolescencia. El estudio muestra datos del
porcentaje de mujeres que han sufrido abusos sexuales o tentativas por parte de sus parejas
en algunas ciudades. Por ejemplo, el 46,7 por ciento de las mujeres de Cuzco (Perú) dicen
haber sufrido este problema; el 29,9 en Bangkok; el 23 por ciento en el norte de Londres o en
Guadalajara (México); 21,7 en León (Nicaragua); 15,3 en Toronto (Canadá) y 10,1 en Sao
Paulo (Brasil), (OMS, 2002)
Según los expertos de la OMS hay una serie de factores de riesgo entre los hombres que los
hacen más propensos a abusar de sus mujeres como es la existencia de antecedentes de
violencia familiar, en especial si ellos mismos fueron agredidos cuando eran niños. También la
inseguridad personal, la baja autoestima, la depresión o los problemas de personalidad pueden
incidir en las conductas violentas. Hay numerosos estudios que demuestran una evidente
relación entre el consumo excesivo de alcohol y la violencia, aunque no está claro si la bebida
es el desencadenante o sirve de justificación (Kishner, Sunita and Kiester Johnson 2004).
El informe de la OMS señala que aunque es importante reformar los sistemas jurídicos y
policiales para tratar el problema de la violencia contra la mujer, estas medidas son ineficaces
si no se acompañan de cambios culturales y en las prácticas institucionales. El texto dice que
la violencia es una de las principales causas de muerte desde la adolescencia media hasta la
vida adulta media y aunque algunos estudios apuntan a factores biológicos e individuales, que
pueden explicar la predisposición hacia un comportamiento violento, con frecuencia se añaden
elementos familiares, sociales, culturales y externos para crear situaciones en las que es
probable la aparición de la violencia (OMS, 2002).
Por lo anteriormente mencionado se considera a la violencia intrafamiliar como un problema de
salud pública que impacta gravemente las condiciones comórbidas y mortalidad de la mujer.
Estas se encuentras asociadas al consumo de sustancias adictivas, a un alto riesgo de
complicaciones del embarazo y el parto, problemas ginecológicos, enfermedades de
transmisión sexual, entre otras cosas, lo que genera un alto uso de los sistemas de salud con
un alto costo a nivel de vidas y recursos económicos. (OPS-OMS, 2001).
A través de muchos estudios, los especialistas han podido comprobar que las personas cuyo
carácter se torna agresivo provienen de relaciones familiares altamente conflictivas o han
sufrido rechazo o ausencia de amor por parte de sus padres. También han podido determinar si
sus padres son gente normal y equilibrada o no, y que, al servir como modelos de identidad al
niño, le enseñan a vivir en esa clase de ambiente. A esto se añade inevitablemente la situación
del medio en que han vivido (marginación y pobreza, o bien, exceso y abundancia, que suelen
ser los peores extremos) y en el que se han educado. Así, se comprueba que la violencia
encuentra en el ámbito familiar su núcleo de reproducción, dado que el patrón de relaciones
sociales se arma e inculca dentro de la familia (Kalmuss, 1984)
En América Latina y el Caribe 8 de cada 10 mujeres ecuatorianas han sido maltratadas por sus
maridos y el 22 % es agredida más de una vez al mes (3). Según un estudio de la UNICEF
publicada en Ginebra, la violencia ocurre en todas las culturas y clases sociales, en todos los
niveles de educación y capacidad económica, etnias y edades de todos los países. Además
plantean que 60 millones del número de mujeres que no aparecen en las estadísticas
mundiales se corresponden a víctimas de sus propias familias, asesinatos de forma deliberada,
muertes por falta de cuidados o porque sencillamente nacieron mujeres. Estos datos otorgan al
fenómeno características peculiares y remiten a la situación de vulnerabilidad en que se
encuentran todas las mujeres independientemente del lugar que ocupan en la estructura
socioeconómica. No es sorprendente que la Declaración del Programa de Acción de Viena
considere la violencia contra la mujer como la violación de los derechos humanos de la mayoría
de la población mundial (Kishor et al.2004).
El enfoque sistémico es una perspectiva teórica que permite comprender y explicar los
comportamientos de las personas, no a partir de sus características individuales, sino en
función de las relaciones que esas personas establecen con sus contextos más próximos.
Las familias, como todo sistema abierto, están en interrelación continua con el sistema social,
en consecuencia lo que sucede dentro de las familias es también reflejo de lo que sucede en la
sociedad. Hay una interacción entre las familias donde se da el abuso, los malos tratos y los
factores del entorno que la facilitan. Tanto el abuso sexual como el maltrato físico, el
psicológico y el patrimonial son abusos de poder. Un factor facilitador del abuso de poder es la
impunidad; por tanto, los contextos que toleran y permiten, el no respeto por el otro, la
deshumanización o cosificación de los más débiles, y la impunidad son contextos facilitadores
de abuso y maltrato.
Las creencias y construcciones culturales son un pilar central para comprender este fenómeno.
Los sistemas ideológicos de una sociedad se van transmitiendo de generación en generación,
a través de los procesos de socialización donde la familia, la escuela y los medios de
comunicaciones juegan roles claves. La sociedad va trasmitiendo su modo de entender las
relaciones sociales, las de género, las intergeneracionales, el uso del poder, la legitimación
del uso de la violencia y el control de las relaciones humanas. De esta forma se va
construyendo y sosteniendo una cultura donde el sometimiento y el abuso son maneras de
relacionarse aceptadas y justificadas.
Finalmente, otros aspectos del impacto social difíciles de cuantificar son el efecto sobre la
productividad, el empleo y el desarrollo de potencial personal. En resumen, la violencia afecta
el desarrollo de habilidades y el ejercicio de las ya presentes, disminuye la autoafirmación, la
iniciativa y la capacidad de propuesta. La consecuencia, en cada caso, puede ser una
educación disminuida, una menor participación social, una menor oportunidad de conseguir un
empleo lucrativo y un aporte reducido a su calidad de vida y la de su comunidad.
Sin embargo, toda esta información no explora con mayor profundidad una arista del problema
que de una visión para lograr nuevas vías de comprensión que sean significativas, esta arista
es la explicación de la violencia desde la perspectiva de la víctima. Es decir la visión que tiene
la víctima del problema para explicarse el “porqué” le sucede esto, es decir, cómo ella
interpreta lo que sucede. Entre las variadas formas de violencia reportadas están la violencia
física a corporal no accidental, violaciones, la violencia psicológica como el hostigamiento
verbal entre los miembros de la familia, el abandono y la negligencia de los cuidados, dados
por la falta de protección y cuidados físicos, falta de respuesta a las necesidades afectivas,
descuido en la atención. Esto debe hacer reflexionar de que cualquier miembro de la familia
puede estar expuesto a este fenómeno, aunque los estudiosos de la violencia han apreciado
que los grupos más vulnerables son las mujeres, los niños y discapacitados.
En vista de los múltiples estudios sobre la violencia intrafamiliar anteriormente expuestos, así
como los datos proporcionados sobre la prevalencia y mantenimiento de este fenómeno, surge
la pregunta: ¿cuál es la percepción que tiene la mujer agredida sobre la violencia intrafamiliar?
2.1 Objetivos
2.1.1 General
Conocer la percepción que tiene la mujer sobre las causas precipitantes de la violencia
intrafamiliar.
2.1.2 Específicos
“…todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener
como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las
amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se produce
en la vida pública como en la vida privada.” (OPS, 2003. pág.4).
Hay un gran debate acerca de una terminología sobre la Violencia Basada en el Género (VBG)
aceptada en forma universal. En los países latinoamericanos, la mayoría de las leyes y
políticas emplean el término “violencia intrafamiliar” cuando se refieren principalmente a la
violencia perpetrada por su pareja. La OPS utilizó inicialmente el término “violencia
intrafamiliar” en los primeros días de su labor en esta área, pero luego cambió al empleo de
“violencia basada en el género” o “violencia contra las mujeres” para referirse a toda la gama
más amplia de actos que comúnmente sufren las mujeres y las niñas, realizados tanto por sus
parejas y los miembros de la familia como por individuos ajenos a ella.
Dentro de la definición de Violencia Doméstica se debe tomar en cuenta la agresión física,
agresión verbal, maltrato psicológico, contacto sexual no deseado, destrucción de la propiedad,
control del dinero, amenazas de aislamiento social. Frecuentemente las personas agredidas en
la violencia doméstica provienen de todas las culturas y de cualquier religión. No hay división
en clases sociales toda la sociedad se está viendo afectada por este problema.
También debemos de considerar la definición de Revollo (1995) que considera la violencia
intrafamiliar a la violencia que sucede en las relaciones familiares diferenciadas dentro de una
estructura social que ha determinado y valorado los roles y los espacios tanto de hombres
como de mujeres en razón de género.
Las categorías de violencia intrafamiliar que se manejaron en esta investigación son de tres
tipos: violencia tipo 1 que se conforma de gritos, ofensas, humillaciones y amenazas; violencia
del tipo 2 que consiste en empujones, sacudidas y bofetadas; y violencia del tipo 3 que
comprenden las siguientes acciones: patadas, golpes de puño y forzamiento o violencia
sexual., y que puede incluir los dos tipos anteriormente mencionados (tipo 1 y tipo 2).
2.2.2. Percepción
Esta investigación pretende proporcionar conocimientos que den una luz sobre la manera en
que las mujeres agredidas se explican e interpretan la experiencia de la agresión por parte de
sus parejas en el contexto familiar con el propósito de comprender mejor la dinámica de las
relaciones disfuncionales que llevan a la instauración de la violencia basada en el género, sus
consecuencias a nivel psicológico y su efecto en las relaciones familiares.
III. Método
3.1 Sujetos
3.2 Instrumentos
3.3 Procedimiento
En esta investigación el foco fue sobre el individuo, sus experiencias y opiniones sobre el tema.
Para el efecto, se procedió a una conversación abierta la cual se estableció al inicio de la
entrevista en la cual se explicó de que se trata el tema a discutir y se proporcionaron las
clarificaciones necesarias (duración, confidencialidad). El tema de la entrevista se inició con las
preguntas base escritas en la guía elaborada. Las preguntas se formularon de tal manera que
fueron lo suficientemente abiertas para evitar las resistencias usuales. Después de la entrevista
se hicieron anotaciones que comprendían mis primeras impresiones (ideas, asociaciones,
teorías relacionadas) sobre lo discutido, sentimientos, emociones (interacción, atmósfera de la
conversación, dinámica).
a) un recuento de la entrevista, la cual dio una visión general de los contenidos; b) el texto
se examinó para identificar comentarios que se consideraron relevantes. Estas fueron
oraciones significativas en las cuales las experiencias principales, puntos de vista,
actitudes, posiciones y acciones fueron comprimidas. (ejemplo: entrevistador: “porqué
cree que él es así?”; entrevistada: “Porque así son los hombres”); c) posteriormente lo
obtenido se subdividió por temas y contenido manifiesto; d) los textos y comentarios se
analizaron para su interpretación.
En todas las entrevistadas se da, en diferentes grados, una dependencia emocional y/o
económica. La dependencia emocional esta asociada a la creencia de que está en
ellas o que depende de ellas el evitar los conflictos o la ruptura matrimonial a pesar de
la violencia. La dependencia económica en algunas de las entrevistadas es sustentada
por su oficio, que por ser amas de casa no generan ingresos al sustento familiar.
Se observa la presencia de un comportamiento que contribuye a que la mujer
permanezca con su pareja violenta, que corresponde al síndrome de indefensión
aprendida, el cual es que al ver que no hay manera de evitar los malos tratos ya no
actúan para evitarlo, lo cual desde el exterior da la impresión de que la mujer no quiere
remediar el problema.
Una de las razones que demora o impide el abandonar a la pareja violenta es el temor
a las represalias o amenazas que han surgido en los diferentes actos de violencia que
ella ha padecido, a este factor le sigue la dependencia económica y el miedo a perder
los hijos.
El estilo explicativo de las entrevistadas para entender las razones por las que suceden
ciertos problemas en el seno familiar así como los hechos violentos a las que han sido
expuestas, es un estilo pesimista lo cual permite que se perpetúe, se agrande o
propague la experiencia de desamparo como producto de la violencia intrafamiliar.
V. Discusión
Los estudios de Lebovici (1993) también confirman los hallazgos del presente trabajo, al
describir el concepto de la transmisión intergeneracional del vínculo, en donde señala que el
foco ha sido puesto sobre los conflictos infantiles de los padres, con su respectiva infancia de
los abuelos, constituyéndose así lo que él designa como "el mandato intergeneracional". Así
mismo, Lebovici (1994) hace notar que la transmisión intergeneracional hace posible
comprender los efectos de los conflictos de la infancia de los padres en el desarrollo de sus
hijos. La transmisión intergeneracional también introduce a las generaciones de los abuelos
dentro de la vida psíquica de los hijos, a través de los conflictos infantiles de los padres, ya sea
preconscientes o reprimidos.
Los mismos hallazgos son confirmados por las investigaciones realizados por el Colectivo de
autores sobre Violencia Doméstica en la Mesa Redonda. MEDIJUS en Camagüey (1994), y
sobre la transmisión intergeneracional de la violencia intrafamiliar en Colombia Bahamón
(2005) en donde se repite el fenómeno y corrobora las hipótesis de Pollack (2202) y las
investigaciones de Kalmuss (1984),Seltzer y Kalmuss (1988). Esta experiencia de violencia en
la familia de origen así como la internalización de los modelos de identificación; refuerza la
literatura que enfatiza el efecto y la influencia intergeneracional de la violencia y de que las
niñas tengan más probabilidad de involucrarse en relaciones donde se de el predominio de una
relación de violencia o abuso. Este hallazgo también confirma las investigaciones en las cuales
se encontró de que hay una mayor probabilidad de que una mujer en su vida adulta se
involucre en relaciones abusadoras o sea víctima de violencia doméstica cuando de pequeñas
han presenciado violencia de parte del padre hacia la madre en el hogar, y no necesariamente
deben de haber sido víctimas de ésta.
La investigación realizada por Gutiérrez, García y Ceballos (2005) sobre los factores
psicológicos y sociales asociados a la violencia intrafamiliar a través del ciclo vital apoya los
datos de este estudio en los que el haber sido miembro y participante de una familia
disfuncional es un factor predisponente a ser víctima y victimario de violencia intrafamiliar. El
estudio de Gutiérrez et al., (2005) establece que la familia se convierte en el lugar propicio
para manejar el poder que conecta al individuo con el mundo que lo rodea, sin embargo dicha
conexión depende fundamentalmente del estilo funcional de la pareja. En este orden de ideas
el factor comunicación se podría denominar como de vital importancia en la presentación de
comportamientos violentos, es así, como el estilo persuasivo predomina, circunstancia que se
ejemplifica a través de los insultos, amenazas y chantajes generados al interior del grupo
familiar, como mecanismos para cambiar la actitud y conducta de los más cercanos.
Por otra parte, el manejo del poder al interior del núcleo familiar es un aspecto tan o más
importante que la comunicación, reflejo de esta afirmación lo constituyen las diferentes
manifestaciones de agresividad utilizadas como una estrategia para establecer quien y en que
momento se tiene el poder. El mismo estudio encuentra relaciones significativas entre la
violencia intrafamiliar y la presencia de patrones familiares disfuncionales, esta observación
apoya la presencia de antecedentes de rasgos de patrones familiares disfuncionales en las
historias de las entrevistadas.
El consumo del alcohol y la violencia intrafamiliar concuerda con los estudios realizados por
Kishner y Johnson (2004) en su reporte “Profiling Domestic Violence” A Multi-Country Study en
el cual los resultados de los cuestionarios del Demographic and Health Surveys (DHS)
encontraron una relación entre la experiencia de violencia por las esposas y la frecuencia de
borrachera entre los hombres que consumen alcohol, la cual es positiva, monotónica, y
altamente significativa en todos los países donde se obtuvieron datos. Las mujeres que
reportan que sus esposos llegan a la casa borrachos frecuentemente son las más
predispuestas a reportar violencia doméstica. Entre los seis países estudiados en donde se
obtuvieron datos sobre el consumo de alcohol y borrachera, la violencia es de dos a cinco
veces más común entre los esposos que se emborrachan con frecuencia que entre aquellas
cuyos esposos nunca se emborrachan.
La baja autoestima como factor común en las víctimas de violencia intrafamiliar se confirma y
se puede constatar en los estudios, ensayos e investigaciones sobre la relación y efectos de
la violencia intrafamiliar y baja autoestima en la mujer, los que se encuentran Burga (1997),
Ministerio Público de Guatemala (2004), Corsi (2004) en su estudio sobre violencia intrafamiliar
e identidades masculinas de Kaufmann “Hombres, placer, poder y cambio. La construcción de
la masculinidad y la tríada de la violencia masculina” e Irigoyen (1999).
El estudio coincide con los hallazgos de Walter (1991) sobre las razones por las cuales las
mujeres agredidas permanecen o no finalizan la relación violenta a pesar de las graves
consecuencias para su salud física y salud mental. Los argumentos expuestos por las
entrevistadas para no finalizar la relación violenta fueron específicamente: 1) por el temor de
que el agresor le haga más daño a ella o a los hijos, 2) porque el agresor es el proveedor
económico del hogar y les mantiene a ella y a sus hijos, 3) porque tienen hijos pequeños y
prefieren “aguantar” al agresor antes que abandonarlo y que sus hijos crezcan sin la imagen
paterna.
Las teorías que explican mejor el fenómeno de la violencia intrafamiliar que se revelan en los
casos estudiados son: a) la teoría de las relaciones de objeto, b) los estilos explicativos e
indefensión aprendida (Seligman et al.,1979) la cual dice que los seres humanos con depresión
han aprendido a no enfrentarse a las situaciones de la vida, porque han tenido experiencias
previas que les han mostrado lo inútil que resulta esforzarse por resolver los propios
problemas. El haber estado expuesto a situaciones consideradas por ellas irresolubles dificulta
o impide que se enfrenten y resuelvan problemas posteriores; c) el modelo ecológico de
factores asociados de Heise, Ellsberg y Gottemoeller (Heise et al., 1999) y d) la teoría de la
transmisión intergeneracional.
VI. Conclusiones
3. El consumo de alcohol por parte de la pareja tiene una relación directa y altamente
significativa con el abuso físico y sexual hacia la mujer.
4. Las mujeres agredidas presentan conductas que corresponden a una baja autoestima,
específicamente falta de confianza en sí mismas, incoherencia y dependencia
emocional como resultado de la violencia a la que han sido expuestas desarrollando
una tolerancia hacia la relación disfuncional y violenta de manera permanente la cual la
coloca en un estado de desgaste emocional.
5. La infidelidad por parte de los esposos es parte del cuadro de los problemas
matrimoniales que la mujer agredida vive, y el confrontar al hombre sobre su infidelidad
es motivo precipitante de violencia.
6. Para poder entender las razones de la violencia de la cual son víctimas, las mujeres
entrevistadas recurren a un estilo explicativo pesimista.
8. Los factores que predisponen a involucrarse en una relación que culmine en violencia
intrafamiliar son antecedentes de violencia intrafamiliar tanto en la familia de la víctima
como la del agresor.
9. Los factores que precipitan la violencia física y/o la violencia sexual son
primordialmente el consumo de alcohol, el confrontar al esposo con la infidelidad y la
superación del umbral de tolerancia de los problemas matrimoniales.
VII. Recomendaciones
Recomendación 1
Recomendación 2
Realizar estudios que investiguen la interrelación de la matriz transmisión intergeneracional-
relaciones objetales-estilo atribucional e indefensión aprendida.
Recomendación 3
Recomendación 4
Investigar el perfil psicológico, las creencias y actitudes en los hombres agresores que
perpetúan la violencia contra la mujer.
Recomendación 5
Incluir en las futuras investigaciones con víctimas de violencia intrafamiliar una batería de
pruebas psicológicas que nos proporcionen mayores y mejores datos sobre su estado
emocional y mental.
Recomendación 6
Recomendación 7
Ampliar y profundizar las investigaciones sobre los tres factores que explican la violencia
intrafamiliar: factores de mantenimiento, factores precipitantes y factores contribuyentes.
Recomendación 8
Recomendación 9
Iniciar el cabildeo con Organismos Internacionales para incluir a Guatemala en los Estudios
Multipaís de la OMS sobre la salud de la mujer y violencia doméstica.
VIII. Bibliografía
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Historia 1.
Mujer de 46 años, casada desde hace 24 años, ama de casa, la familia nuclear la componen el
esposo, la víctima y tres hijos (dos hombres: uno de 21 y otro de 9 años y una hija de 23 años).
En el nivel de escolaridad encontramos que curso hasta el 6º. Año de primaria.
El tipo de violencia doméstica actual que sufre la entrevistada es del tipo 3 la cual se
caracteriza por golpes de puño (los cuales recibió), patadas y violencia sexual (la entrevistada
refiere haber sido forzada a tener relaciones sexuales por su esposo, lo cual justifica con el
argumento de que “tiene derecho”), a esta violencia se agregan las humillaciones y amenazas
tanto a nivel privado como público.
Este tipo de maltrato se ha dado en los últimos 2 años. De acuerdo a la entrevistada, esta
situación coincide con infidelidad de parte del esposo, el cual inició al tener relaciones con la
sobrina. La sobrina parece ser que se identificó de tal manera con el esposo de la agredida, al
punto de que la misma sobrina ha llegado a amenazarla con golpearla si no lo deja en paz
(dejar de confrontar y darle problemas). La época en la cual el esposo inició sus relaciones con
la sobrina coincidió con constantes discusiones entre la pareja hasta el punto en que el esposo
abandonó el hogar. Posteriormente regresó y bajo promesas de cambiar y el acostumbrado
arrepentimiento, ella lo aceptó de nuevo.
En la familia de la agredida no hay antecedentes de violencia intrafamiliar sin embargo por sus
relatos encontramos patrones que concuerdan con las características de una familia
disfuncional tales como: mentir para ocultar que existe un problema emocional, provocar culpa
y pena a los hijos, preocupaciones constantes y un sentido de incapacidad para resolver
problemas. Por ejemplo, a pesar que habían problemas de que la madre sufría de depresiones,
no llegaron a aclarar el porque o a realizar el tratamiento adecuado. En otras ocasiones
pasaban cosas en la casa que sentían que no iban a poder arreglar (económicos en su
mayoría) unido a preocupaciones constantes sobre el mismo tema. Lo anterior llevó a una
constante desesperación y frustración y una visión de la vida un tanto negativa.
La entrevistada refiere que la principal razón para “aguantar” esta situación fue “por los hijos”,
específicamente se trata de esperar que se gradúe el mayor de ellos, sin embargo no nos
afirma de que al momento de la graduación de los hijos ella se separe o divorcie del esposo. A
la luz de los antecedentes y patrones de comportamiento a través de los años con su pareja es
muy probable que “espere” que el hijo menor se gradúe y de esta manera continúe el vínculo
con su esposo a la espera de que se de un cambio en él.
Los efectos negativos en los hijos por este tipo de violencia no tardaron en darse, entre las
consecuencias encontramos-de acuerdo a lo relatado por la entrevistada- desánimo, tristeza y
frustración (“se sienten desmoralizados”. El más afectado parece ser el hijo de 9 años y ello se
refleja en sus estudios (notas bajas, falta de concentración, aislamiento de compañeros). Los
hijos mayores (23 y 21 años) han manifestado síntomas de depresión, aislamiento y
desesperanza.
Las reacciones por parte de la agredida ante la situación actual y la que se fue gestando a
través de los años han sido de desesperanza, tristeza, cólera y decepción. Al preguntarle a la
entrevistada a que atribuye la violencia de la cual es víctima sus respuestas fueron:
1) por los antecedentes familiares: en la familia del esposo hay antecedentes de violencia,
muertes, agresiones, separaciones lo que explica porque el es así (se explica su
comportamiento y justifica su proceder); 2) por maldad: se refiere a un rasgo de la
persona que explica la conducta. Esta puede ser adquirida por ser inherente, por
aprendizaje o imitación. 3) porque “ya no lo quieren a uno”: la manera que es tratada por
el esposo indica que ya no es ni amada ni respetada.
Historia 2.
Mujer de 36 años, casada desde hace 6 años, ama de casa. La entrevistada informa de que
“está casada pero no vive con él” Vive solo con su hijo de 5 años de edad. La entrevistada no
refiere antecedentes de violencia doméstica en su hogar. Sin embargo, si refiere antecedentes
de violencia intrafamiliar en el hogar del esposo (25 años), donde el padre agredió tanto a la
madre como a la hermana. El tipo de violencia que se dio en el hogar del esposo fue del tipo 3.
El esposo le contó sobre estos recuerdos y según la entrevistada esto le afectó bastante.
Entre los antecedentes de la entrevistada tenemos que proviene de una familia integrada
donde no hubo manifestaciones abiertas de violencia entre los padres. Tiene 1 hermano de 38
años y una hermana de 30 años soltera. El hermano mayor está casado, la hermana sigue
soltera. Todos trabajan (el hermano de maestro y la hermana pequeña de secretaria). Cuenta
que la decisión de casarse estuvo determinada por el hecho de que ya era “grande” (30 años) y
no tenía familia y su futuro esposo no era como es hoy, aunque si tenía sus problemas “como
todos”.
El tipo de violencia a la cual la entrevistada fue expuesta es del tipo 3 que consiste de patadas,
golpes de puño, amenazas de tipo verbal y con arma blanca (cuchillo), humillaciones, gritos y
ofensas. En este caso la entrevistada en muchas ocasiones es víctima de persecución no
sistematizada por parte del esposo que consiste en que él la llega a buscar ya sea a la casa o a
otros lugares donde se encuentre para reclamarle o a veces para amenazarla. La manera en
que responde a estas persecuciones es a través de la evitación en lo posible, por lo menos
dice “no le contesta”.
Ante los actos de violencia de él hacia ella, las reacciones de la víctima son de evitación y
conllevan un fuerte componente de temor y ansiedad. Tanto las agresiones pasadas y actuales
coinciden con la ingesta de alcohol por parte de él y era cuando la agredía. En la actualidad la
bebida hace que el llegue a la casa en la madrugada, patee la puerta y amenace tanto a ella
como a los niños. Otro factor que tiene relación con la violencia del esposo se refiere a la
infidelidad de éste y quien como mecanismo de defensa proyectivo reacciona contra ella
agrediéndola, persiguiéndola y obstaculizando su desarrollo personal.
Otro antecedente que se da respecto al esposo es que este ya fue una vez internado en un
sanatorio por consumo de drogas y alcohol. El tratamiento en el sanatorio duro poco y no se
logro un cambio significativo en su comportamiento ya que “sigue en las mismas”.
La entrevistada informa que el esposo es 5 años más joven que ella y es muy inmaduro y que
no tolera la autosuficiencia de ella, lo cual es para ella una de las razones para que el se
comporte de la manera que lo hace.
Al preguntarle a la entrevistada a qué atribuye que él sea así, dice que es porque: 1) él no está
de acuerdo en que ella sea independiente y salga adelante, 2) unido al hecho de los
antecedentes familiares (“en su casa el padre le pegaba a la mamá”), 3) que él no trabaja y 4)
ella tiene su propiedad y eso le da cólera, 5) el ser más joven e inmaduro y 6) su propia
autosuficiencia ( “no necesito de él para vivir”).
Historia 3.
Mujer de 27 años. De profesión secretaria. Casada desde hace 11 años. Familia compuesta por
su esposo y dos hijos (un hombre de 8 años y una mujer de 11 años). Actualmente está
separada del esposo. No hay antecedentes de violencia doméstica en el hogar de ella pero si
en el hogar del esposo.
La violencia que se dio en la familia del esposo fue del tipo 3, específicamente los golpes, gritos
y ofensas. El esposo relato este hecho a la entrevistada y de acuerdo a ella eso le afectó
bastante ya que no le gustaba ver a su madre triste y mucho menos golpeada, esta situación
culminó con el divorcio de los padres. Cuenta que su esposo le contó le daba mucho miedo su
papá ya que a veces el era víctima de la cólera del padre, especialmente cuando bebía.
La entrevistada refiere que el tipo de violencia al cual ella ha sido expuesta es del tipo 1 y 3. La
primera vez que se dio esta violencia fue cuando ella tenía 16 años (edad en la cual contrajo
matrimonio) la causa fue que ella desobedeció al esposo y el le pegó. El patrón de agresión se
repitió en cada ocasión en la cual ella no le hacía caso a él. Otras ocasiones de agresión
fueron cuando el consumía licor y además han existido amenazas hacia ella por la separación.
En los niños los efectos de la violencia han sido de tener “mal carácter” y volverse “agresivos”,
“pelear todo el tiempo”. Comenta que ellos (los niños) si han visto cuando “el me grita o pega”.
A la entrevistada le parece que la violencia que vio en su casa le hace pensar que también
con ella va a funcionar para que haga lo que el quiere (al igual que al padre) y posiblemente de
alguna manera evitaría las separación entre ellos como de hecho se dio. Esto mantiene la
cólera en él ya que se repitió la historia familiar. Considera también que es injusto que la
“agarre contra los hijos” ya que no tienen la culpa de nada, ni ella tampoco.|
Otra característica de esta relación es el hecho de que el esposo se oponía a que ella se
superara de alguna manera, especialmente en lo referente a estudiar. Esto ocasionó aparte de
las molestias que generaron violencia en el esposo por “no hacerle caso”, amenazas que
giraban alrededor de las consecuencias por no estar en la casa y atenderlo a él. Lo anterior se
vincula al hecho de que haya existido infidelidad por parte del esposo desde hace 7 años, lo
cual ella toleró porque creyó que él podía cambiar. Además comenta que se mantuvo allí por
“orgullo” ya que ella es la esposa, hasta que vio que el no la quería y trataba mal a todos.
Como respuesta a esta situación la entrevistada se separó y se fue a la casa de los padres
donde se quedó y “se acomodó”.
Al preguntársele las razones por las que su esposo tiene este comportamiento violento, ella
respondió de que probablemente es porque: 1) en la casa de él no lo formaron; 2) la familia
estaba separada por el divorcio de los padres; 3) la madre lo consintió mucho
(sobreprotectora); 4) la bebida hace que los hombres se vuelvan “brutos”; 5) porque el ya no la
quiere ( sino no le hubiese sido infiel y no le hubiese pegado ni amenazado).
Se le preguntó a la entrevistada porqué toleró tanto tiempo (11 años) esta situación de
violencia. Ella responde que al principio fue porque lo quería y aún no se había dado la
situación de infidelidad. Otras razones fueron: “para que los niños no crecieran sin padre”, “por
miedo a que le hiciera daño”, “porque creía que iba a cambiar”.
Historia 4.
Mujer de 33 años de edad, estado civil casada, con escolaridad hasta el 6º grado de primaria.
La familia está compuesta por el esposo de 55 años, tres hijos (dos hombres de 11 y 5 años,
una mujer de 9 años). Comenta que vivieron juntos por 16 años y se casaron hasta hace 7
años. Se presenta con moretes en el brazo y un ojo inflamado a causa de golpes recibidos por
esposo.
La violencia intrafamiliar actual es del tipo 3 el cual comprende características del tipo 1 y 2,
como son los gritos, las ofensas, las humillaciones y los empujones. La primera vez que se dio
esta violencia fue hace un mes previo a esta entrevista. Hay reportes de amenazas hacia ella y
maltrato hacia los hijos. La reacción de los niños hacia la situación actual indica efectos
emocionales significativos entre ellos depresión, evitación y formación reactiva. Por ejemplo, la
entrevistada comenta que el “carácter de los hijos ha cambiado”: el hijo mayor se ha vuelto
“violento” y la hija se ha ido “aislando al igual que el hijo pequeño”.
Entre las actitudes y los comportamientos que intensificaron la violencia encontramos: 1) que
el esposo la sacó de la casa cuando estaba embarazada, 2) acusaciones del esposo hacia ella
de que no sabe educar a los hijos, 3) maltrato hacia los hijos y 4) comentarios humillantes tales
como: “te odio”, “estoy arrepentido de haberme casado contigo”. Las reacciones de la
entrevistada frente a las actitudes y conductas del esposo, son de aceptación y de sentirse
incapaz de hacer algo al respecto que cambie la situación de tal manera que esta violencia no
continúe. Lo que encontramos es por parte de la entrevistada una actitud que pretende un
cambio por parte del esposo quién, de acuerdo a los hechos relatados, no “sufre” por esta
violencia, de acuerdo a ella “él es quien se va de la casa cuando hay problemas” y la deja a
ella sola. Nos percatamos de que la entrevistada no tiene control de su vida en este respecto y
la única vía a la cual recurre para lograrlo de cierta manera es a través de la “queja” en el
Ministerio Público, y que finalmente deja en las manos del esposo o en “Dios” el cambio y la
solución.
La entrevistada relata que el esposo cree que ella es una mala influencia, que es inexperta y
que no sabe educar a los hijos. Esto ha hecho que cuando hay peleas ella saque a los hijos de
la casa pero al mismo tiempo sea víctima de violencia por parte de él. Como antecedente a las
situaciones en las cuales ella se ha ido con los hijos de la casa está el hecho de que él la sacó
de la casa cuando ella quedó embarazada y tuvo que irse a vivir a la casa de su madre por
once meses Es en estas ocasiones cuando el esposo le reclama y le dice: “te odio”, “estoy
arrepentido de haberme casado con vos”. Ella por otro lado se queja de que ha “dejado de
hacer muchas cosas por él” y así sucesivamente hasta que se llega a los golpes.
Las razones que la entrevistada da como explicación de la violencia y actitudes del esposo son:
1) “porque tiene una visión negativa de la vida”. Respecto a esto, la entrevistada confiesa de
que desde los primeros años de convivencia ya se había dado cuenta de esto pero que creyó
que eso cambiaría con el tiempo ya fuese a través de ella o de mejores circunstancias ( como
tener un hogar e hijos); 2) él ya no la quiere. La entrevistada considera que tanto el mal trato y
las humillaciones verbales a las que es expuesta denotan una total falta de amor y cariño; 3)
porque es una persona rígida, orgullosa, negativa. Esto se refiere a que él no cambia, no pide
perdón por lo que hace, y 4) porque en su familia vio ese ejemplo. De acuerdo a la
entrevistada, el que haya visto y vivido ejemplos de violencia en su hogar le hace que “él sea
así” y además tenga una visión negativa de la vida. El concepto de visión negativa puede
coincidir con los conceptos de Seligman, Abramson et al, sobre de cómo se adquiere y se
desarrolla la depresión, en este caso en el esposo quien aparentemente se mantiene es un
estado de constante frustración y malhumor.
Historia 5.
Mujer de 32 años. Casada desde hace 19 años. La familia nuclear la componen el esposo y
tres hijos: dos mujeres de 12 y 16 años, y un hijo varón de 18 años.
La violencia doméstica actual es del tipo 3. Relata que le pegaba con la parte plana del
machete, le daba golpes en la cabeza, y la amenazaba con el machete, arma y cuchillo,
situaciones que le aguanto por 15 años hasta que ella se fue de la casa. Hay antecedentes de
infidelidad por parte del esposo y humillaciones ante otras personas Las situaciones de
violencia se dieron también luego de consumir licor y es humillada ante otras personas.
Además hay antecedentes de tener relaciones sexuales forzadas: cuando el esposo consumía
licor, éste la encerraba , la amenazaba con cuchillo y la obligaba a tener relaciones sexuales.
Comenta que los niños no han sido agredidos por el padre pero la reacción de ellos ha sido de
estar “asustados”, bajo rendimiento en el colegio, el hijo varón se ha vuelto tímido expresando
que le da mucho miedo el padre.
Al preguntársele cuál era la razón de que pasaba esto y porque el esposo reaccionaba así, la
entrevistada respondió de que se debía a que “el padre de él (esposo) era infiel y le pegaba y
humillaba a la madre y ella aceptaba esto”….” “El ya es así desde su familia”…”Y usted porque
cree que esto le pasó a usted?” “Porque él me prometía que iba a cambiar además de que mi
mamá me decía que era pecado irse y que tenía que aguantar a mi esposo porque era mi
obligación”…”Porque ya no lo quieren a uno”
Historia 6.
Mujer de 27 años, procedente de San Marcos, casada, educación alcanzada es de 2do. Básico.
De ocupación recicladota de PVC. Familia nuclear la componen la entrevistada, su esposo (33
años) sus tres hijos (2 mujeres de 7 y 4 años respectivamente y un hombre de 8 años). Han
estado casados desde hace 9 años y previamente hubo un período de convivencia de 4 años.
No relata que hayan existido situaciones de violencia doméstica en su hogar cuando era
pequeña, pero si recuerda que hubieron manifestaciones de violencia intrafamiliar entre los
padres del esposo del tipo 2: empujones, golpes, sacudidas y bofetadas, a pesar de esta
violencia los padres del esposo se mantuvieron casados. El esposo-de acuerdo a la
entrevistada- si observó la violencia entre los padres y aunque no fue víctima directa de las
agresiones del padre si sufrió consecuencias emocionales tales como conducta reactiva
violenta en la escuela, temores, pesadillas, recuerdos constantes de la situación
(muy similar a los efectos del síndrome por estrés postraumático), que le molestaban mucho.
La reacción del esposo fue de agredir, beber, deprimirse y tener conductas de actuación hacia
fuera (actino-out) de la misma manera que lo hace hoy en día.
Las reacciones de la entrevistada han sido de depresión e impotencia por no poder hacer algo
más que cambie la situación. Al preguntársele porque cree que le pasa esto ella responde que
son “problemas del hombre”, “machismo”, “porque ya no me quiere ni a mí ni a los niños”. Ante
la pregunta: “porqué cree que él reacciona así?” Ella responde: “porque en su casa no le dieron
cariño”,”por venganza”, “porque ya no me quiere”. Se le pregunta entonces porqué sigue en
esa situación o relación tan conflictiva, y ella aduce las siguientes razones: 1) lo quiere aún
( pero no puede definir qué es lo que es una relación de amor o afecto sana); 2) por los hijos:
no quiere que los hijos crezcan sin padre ( fantasía de la absoluta necesidad de que los hijos
crezcan con un padre); 3) porque puede cambiar y dejar de ser como es ( negación ante los
antecedentes de la relación y conducta actual); 4) temor de que él le haga daño después o la
moleste (acoso).
Historia 7.
Mujer de 37 años, casada desde hace 15 años. Estudiante del 9º. Semestre de derecho y ama
de casa. Constelación familiar actual la componen esposo y tres hijos (una hija de 8 años, dos
hijos varones de 11 y 14 años respectivamente).
Historia 8.
Mujer de 37 años. En relación de unión desde hace 19 años. Se dedica a la venta de comida.
El círculo familiar lo conforman el esposo y tres hijos: dos varones de 16 y 18 años y una mujer
de 6 años.
Existen antecedentes de violencia familiar en su hogar de origen. El tipo de violencia
corresponde a la categoría 3 entre los padres y comenta que si fue víctima directa de esta
violencia: recibió golpes, lesiones con objetos contundentes.
Asimismo existen antecedentes de violencia intrafamiliar en la familia del esposo, ella refiere
que el padre del esposo es muy violento y que golpeaba a la madre.
La entrevistada refiere que en la actualidad es víctima de violencia del tipo 3 que consiste en
patadas, golpes de puño, fracturas, heridas, lesión con objetos contundentes y violencia sexual.
En su caso predominan los golpes, lesiones con objetos contundentes y violencia sexual. Este
tipo de violencia se dio desde que se conocieron y ella se aguantaba y lloraba. Y después de
empezar a vivir juntos se siguió dando al principio de una manera “menos violenta” y ahora
hace 19 años que va vienen sucediendo.
Desde el inicio de la convivencia el esposo fue muy celoso además de tener relaciones
extramaritales desde “siempre”. La manera de reaccionar del esposo ante los reclamos de
infidelidad es de volverse “violento” y la amenaza con objetos contundentes. Además la humilla
ante otras personas y la amenaza con hacerle daño a los niños.
Historia 9
La violencia doméstica actual es una combinación del tipo 1 (gritos, ofensas, humillaciones y
amenazas) unido a un tipo 3 (golpes de puño, lesión por objetos contundentes). El desarrollo
de esta violencia se fue dando poco a poco con el tiempo. La entrevistada refiere que “con el
tiempo fue cambiando y después de 3 o 4 años de casados el empezó con los gritos, ofensas,
humillaciones…y lo aguanté porque lo quería”, pero “nunca quedaba bien con él”.
Posteriormente siempre estaba tratando de bajarle la autoestima unido al hecho de que le
impedía que se superara a través de los estudios (no la dejo ir a estudiar a la Universidad), sino
la obligaba a ir a trabajar y la primera vez en la que ella no fue ayudar a su madre de él a la
tortillería, le pegó y la humilló. Por otro lado, lo que siempre fue un problema fue la infidelidad
de él.
Aparte de la agresión física a la cual ha sido expuesta como los golpes a la cara y el cuerpo,
amenaza a los niños. El niño más grande está muy afectado dice que “no quiere estudiar, no
hace caso, se ha puesto rebelde y está triste”. La reacción de ella era de mucho temor y él
reaccionaba encerrándola con los niños. Otra situación que se da en la cual están involucrados
los hijos es que cuando el esposo bebe la “agarra contra el hijo grande” e insulta y ofende a la
madre diciendo: “tu mamá debería trabajar más”. También se dan relaciones sexuales forzadas
en donde contribuye la bebida. Esto se daba cada fin de semana
Entre otros factores precipitantes que han generado la violencia hacia la entrevistada
encontramos que por parte del esposo siempre han existido los reclamos por dinero “el quiere
que gane más”, además de decirle que “se quiere ir con la otra”. Comenta que en la casa de
los padres del esposo existió el antecedente de que la madre “trabajaba más” y el padre tenía
una “novia” casada y que eso llevaba a que hubiera “violencia en él” (padre).
Al preguntársele “Porqué cree que pasa esto” ella responde: “porque el padre y la madre lo
trataron mal…mal ejemplo de los padres”. “Viene de la familia”. “Porque el padre es igual”. Al
preguntársele porque sigue con el a pesar de la violencia que sufre ella responde: “me
mantengo ahí porque lo quiero”.
Historia 10
Refiere que en la familia del esposo también hubo violencia entre los padres: “el padre le
pegaba a la madre y la trataba mal”. El esposo si vio esta violencia además de lo que decía de
negativo el padre sobre la madre, la entrevistada dice: “el (esposo) cree que así se tratan a las
mujeres”. Además el padre tenía “otras mujeres y la señora (esposa) lo tenía que aguantar”.
La violencia actual de la cual la entrevistada se queja es también del tipo 3: hay patadas,
golpes de puño, lesión con objetos contundentes y violencia sexual. Las amenazas a las que
fue expuesta fueron de que “iba a salir muerta de la casa” y las lleva a cabo con cuchillo y
alambre eléctrico. Las amenazas también incluyen a los niños, en especial hacia el mayor,
aparte de ser agredida físicamente también arremete contra los niños (los golpea). Informa que
los niños ven la violencia y los golpes hacia ella al igual que cuando ha agarrado el cuchillo
para amenazarla y entonces gritan y tiemblan. Otras de las reacciones de los niños hacia la
situación actual es de que se “portan rebeldes”, están tristes y les va mal en el colegio. Se da
violencia sexual ya que la obliga a tener relaciones sexuales en contra de su voluntad: “me
agarra a la fuerza”. La reacción de ella es de depresión, cólera (reprimida), tristeza, frustración,
soledad, trastornos psicosomáticos como gripes, dolores de pulmones.
El origen de esta violencia radica en el hecho de que la familia del esposo la acusa de “andar
con otros hombres” y esto ha hecho que el se haya vuelto celoso y violento, además la acosa
(persigue) porque cree que ella va “a otras cosas”. Por otro lado al esposo no le gusta que ella
trabaje (desconfía de ella y lo que va a hacer) y además le controla el dinero. Otra situación
que se da es que el esposo bebe y después de beber se vuelve violento y la agarra contra ella.
Cuando no bebe, en general la trata mal y la humilla delante de otras personas, su familia y
ante la madre de él.
Un antecedente importante es de que la primera vez que fue agredida por el esposo, estaba
embarazada y abortó a causa de los golpes recibidos. Sin embargo, la entrevistada aunque
triste y deprimida por el abortó, aceptó lo irreversible de la situación y continúo con él (aunque
fue a la fiscalía de la mujer en dos ocasiones a quejarse de las agresiones, los golpes y los
malos tratos).
Historia 11
Mujer de 45 años originaria de San Juan Sacatepequez, viuda. El núcleo familiar lo componen
el hijo de 24 años, la esposa (36 años) del hijo y los hijos de ella (una niña de 10 años y un
niño de 8 años). La violencia intrafamiliar se da entre el hijo de 24 años apoyado por su esposa
y la madre.
Refiere antecedentes de violencia intrafamiliar en su hogar de origen. El tipo de violencia fue
tipo 1: se daban amenazas, ofensas y humillaciones por parte del padre hacia la madre pero
ella también vivenció las amenazas ya que se exteriorizaban de manera abierta a toda la
familia. La reacción de ella fue de temor y aislamiento ante la posibilidad de ser víctima de
golpes.
Parece ser que el origen de la violencia hacia ella y el involucramiento de la nuera- esta dado
por el hecho de que la entrevistada se “metió a defender” a los niños del maltrato físico de la
nuera, ya que el hijo “no hace nada para evitar eso” y tiene una actitud pasiva. La actitud pasiva
del hijo también contribuye a que ella sea humillada ante otras personas (vecinos). Siente que
la actitud pasiva del hijo esta dada en gran parte por no haber tenido padre ya que este falleció
cuando él era muy pequeño.
Al preguntársele sobre las causas de esta violencia, ella contesta de que es por el “carácter de
ella” (nuera), porque el hijo es “muy pasivo” y ella (nuera) es mayor y lo trata como si fuera su
hijo. También considera de que “de seguro en la casa de la nuera hubieron problemas para
que ella sea como es”.
Las reacciones de la entrevistada han sido de enojo. Dice que a ella le molesta mucho lo que
pasa y que sea humillada. Las sensaciones que mantiene son de mucho temor, ansiedad y
frustración.
Historia 12
Mujer de 27 años, casada desde hace 10 años, con educación cursada hasta el 3er. Año de
primaria. Trabaja en una fábrica. El grupo familiar lo componen el esposo de 27 años y dos
hijas mujeres de 9 y 1 año respectivamente. Se presenta con golpes en la cara y moretes en
los brazos.
Al preguntársele porque cree que se da esa violencia contra ella, responde que es porque el es
“malo”, “lo ha de haber aprendido en la casa viendo a su padre”, cree que puede hacerlo
porque ella no hace nada-mas que quejarse-, se mantiene con miedo de que haga algo peor.
Parece ser que la vivencia de las golpizas la coloca en una posición de indefensión. Considera
que a la larga es mejor estar sola pero no se atreve a dejarlo. Ahora que tiene una niña
pequeña de un año mejor se dedica a educarla y cuidarla para que no le pase nada malo con el
padre. Siente que se debe de quedar ahí-no dejarlo, porque sino se crían sin padre, además
de decir que “lo quiere”.
Historia 13
De acuerdo a la entrevistada la causa de las dificultades entre ellos y violencia de tipo 1 fue
causada por la falta de comunicación del esposo, quien también tiene antecedentes de
disfunción familiar (negación de problemas familiares, poca capacidad de la familia para
resolver problemas) lo cual lo ha vuelto poco expresivo y comunicativo.
Los sentimientos generados por esta situación son de tristeza, frustración, cólera reprimida
por el “engaño” del esposo. Por otro lado, aunque tiene el “apoyo” de la madre,
paradójicamente este apoyo también la aleja del esposo y disminuye las posibilidades o
expectativas de un proceso de reconciliación.
Al preguntársele cuál cree que es la causa de los problemas entre ellos, la entrevistada
responde: “porque él no se comunica”, “él no es expresivo”. No encontramos alguna
alusión de que ella tenga una participación en el desarrollo del problema.
Historia 14.
Mujer de 40 años, de oficios domésticos, unida desde hace 7 años. La constelación familiar lo
componen dos hijos: una niña de 9 años y un niño de 5 años. | La entrevistada no refiere
antecedentes de violencia intrafamiliar en su hogar. Sin embargo comenta que el esposo si
vivió situaciones de violencia cuando era pequeño: el padre agredía a la madre y se dio
aparentemente violencia intrafamiliar del tipo 3: golpes, lesiones con objetos incluyendo
amenazas, gritos y amenazas en la cual el esposo fue también una víctima parcial.
Al momento de la entrevista la queja principal es ser víctima de violencia intrafamiliar del tipo 3
principalmente golpes de puño. Al momento de iniciarse esta violencia el esposo bebía con
frecuencia y empezó a pegarle. Dice ella que él (esposo) se miraba muy molesto, preocupado
y triste y que tal vez eso le llevó a beber. No está enterada de que haya otra mujer sino que el
de pronto empezó así. Aunque refiere que siempre al esposo no hacia las cosas bien en su
trabajo (trabaja en una carpintería y ha cambiado de trabajo varias veces: mensajero,
repartidor) y se enojaba bastante. Cuando ella le daba consejos para ayudarle a él le
molestaba y no aceptaba éstos. Además se juntaba con otros hombres “que no servían para
nada…trataban mal a sus esposas y beber”.
La entrevistada se muestra preocupada por lo que sucede y principalmente, dice, por los hijos.
Quiere que el (esposo) cambie. Otra de las situaciones que se han dado en este cuadro de
violencia es que el esposo en muchas ocasiones y casi siempre que bebe amenaza con
“dañarse el”, específicamente con “matarse”, sin acusarla de nada en particular Lo anterior
parece ser una reacción a algún problema no resuelto del esposo quien descarga toda su
frustración e ira contenidas por situaciones que desconocemos, contra la esposa. Esta
agresión dirigida contra sí mismo parece tener otros componentes tales como un cuadro
depresivo (esposa había comentado que el se miraba “triste”). Por otro lado la agresión
encuentra otras vías de descarga que son la esposa, los hijos. Parece haber también una
situación de desesperanza tanto por parte del esposo (deseo de matarse) como por parte de la
esposa quien no sabe que hacer y cómo manejar la situación. De hecho vive con temor y
ansiedad de que ya se que el la golpee o él se haga daño como un grito desesperado de ayuda
que no recibe.
Al preguntársele porque cree que sucede esta violencia, ella lo aduce a la bebida y a los
problemas que tuvo de pequeño de maltrato familiar, a las malas amistades. La entrevistada
tiene temores por el futuro de los hijos sin embargo no parece encontrar salida a la situación
que en este caso implicaría tomar una decisión en la cual asuma ella su responsabilidad
consigo misma para ser autónoma. Por otro lado persiste el temor de que si ella se va-si tiene
conciencia de que el maltrato es dañino para ella y los hijos- el se “mate” o les haga daño.
Historia 15
Mujer casada de 30 años, ama de casa, de educación primaria completa (hasta 6º. Grado),
tiene 9 años de casada. El núcleo familiar lo componen el esposo de 38 años de oficio herrero
y dos hijos un hijo de 8 años y otro de 6 años.
El tipo de violencia intrafamiliar que la entrevistada refiere en la actualidad es del tipo 3. Hay
golpes, amenazas y relaciones sexuales forzadas. Esto se inició hace ya 3 años cuando ella le
descubrió un romance del esposo con otra mujer. Ella se lo reclamó y lo amenazó con dejarlo y
el resultado fue por parte de él amenazas de hacerle daño, quitarle los hijos y además la
golpeó, lo que hizo que le diera miedo reclamarle más. A los pocos días se calmó y las “cosas
volvieron a la normalidad” (ya no hubieron golpes, no supo más de la otra mujer), sin embargo
la relación con esa otra mujer (u otras mujeres-no lo sabe) continúo pero, “siempre llegaba a la
casa y mantenía el hogar y sólo se enojaba y habían golpes cuando bebía o ella le reclamaba).
En las ocasiones que hay violencia intrafamiliar y ha bebido se dan los forzamientos de tipo
sexual “me toma a la fuerza” y su justificación para ello es que “tiene derecho” porque es su
mujer y están casados. La respuesta de la entrevistada a esos forzamientos o violencia es, en
ocasiones, de defenderse o tratar de pegarle pero “me va peor” así que trata de no “darle
razones para que le pegue o la ofenda”. Emocionalmente la entrevistada tiene reacciones
depresivas, ansiedad y temores constantes. Los hijos han reaccionado con bajar las notas en
la escuela, a ratos portarse mal y temerle al padre ya que sí escuchan y a veces ven la
violencia. “Los niños se ponen tristes y enojados”, dice. Además comenta que trata de
calmarlos y tranquilizarlos cuando están tristes o temerosos. Parece ser que cuando la
conducta del padre es lo “normal” (no hay violencia y trata bien a todos). Otro resultado del
estrés que ha pasado la entrevistada es que está padeciendo de trastornos somáticos: dolores
de cabeza, trastornos estomacales (constreñimiento), dolores de espalda, dificultad para
dormir, palpitaciones. Ya fue al doctor y le dijeron que tenía que tranquilizarse (le dieron unas
pastillas para “calmarla” pero sigue con las molestias).
Al preguntársele porque cree que se da esta violencia, responde que es “como reacción de
él(esposo) por hacerle ver el mal que está haciendo ( tener relaciones con otra mujer) y eso a
él no le gusta”, “lo ha de haber aprendido en su casa por parte de su papá”, “es un machista”.
Al preguntársele porqué continúa en una relación de violencia la entrevistada explica que “no
sucede todos los días” “no es tan seguido”, “sino de que vive uno? Yo sola no puedo”, “ y los
hijos…?se quedan sin padre y eso es peor” (el presentar la demanda y quejarse es solo para
protegerse pero no lo está dejando).
Guía de Entrevista
1. DATOS GENERALES:
Nombre___________________________Edad______ Sexo______
Procedencia
3) Hubieron patadas, golpes de puño, fracturas, heridas quemaduras, lesión por objetos
cortantes o contundentes, violencia sexual?
3) patadas, golpes de puño, fracturas, heridas quemaduras, lesión por objetos cortantes o
contundentes, violencia sexual.
A pesar de la violencia que se da y las consecuencias para usted y sus hijos, porqué (cuál
es la razón) de continuar en esa relación?