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Con
especial referencia al caso argentino(*)
Así, en este capítulo se abordará la firma del Tratado de Asunción a la luz del Derecho
Constitucional de los Estados Parte y de la Argentina en particular, con el objeto de
determinar si el Poder Ejecutivo Nacional y el Poder Legislativo Nacional (es decir, los
poderes que intervinieron en la celebración, ratificación e incorporación del tratado a
nuestro derecho) tenían la competencia constitucional suficiente para así proceder.
II. Breves consideraciones liminares: los orígenes
Por cierto que, como lo apunta Biglieri[7], se trata casi de una burla del destino que haya
sido en Asunción, prácticamente a 15 años del golpe de estado militar más repugnante
que sufriera la Argentina, donde se suscribió el pacto internacional, que profundizaría la
unión que iniciaron Alfonsín y Sarney, incorporando a Uruguay y Paraguay —y
esperando por la salida final de Pinochet de la política trasandina—.
Ahora bien: ¿estaba tal fenómeno permitido en las Normas Fundamentales de los Estados
Parte del Tratado de Asunción a la fecha de su firma?
No obstante, cabe tener presente que el texto constitucional fue reformado en el año 1992
en dicho país, de suerte que ahora encontramos la siguiente disposición: “La República
del Paraguay, en condiciones de igualdad con otros Estados, admite un orden jurídico
supranacional que garantice la vigencia de los derechos humanos, de la paz de la justicia,
de la cooperación y del desarrollo en lo político, económico, social y cultural” (art. 145,
Constitución de Paraguay reformada).
Ahora bien, cuando nuestro país firmó el Tratado de Asunción en 1991, esta cláusula de
habilitación no existía. Se tiene, pues, un supuesto diferente a los anteriormente
reseñados. Ni mera enunciación, ni prohibición expresa, ni admisión —por aquel
entonces—: simplemente, silencio u omisión absoluta.
¿Se justifica, entonces, lo actuado por el Poder Ejecutivo Nacional y el Poder Legislativo
Nacional de la Argentina en punto a la conformación de un Mercado Común? Al examen
de esta cuestión alude el siguiente acápite.
IV. La firma del Tratado de Asunción por la República Argentina en ausencia de cláusula
habilitante o de prohibición expresa. Justificación.
Ante la ausencia de normativa específica en la materia bajo examen: ¿qué otros preceptos
constitucionales cabría tener en cuenta a la hora de ponderar la firma, en 1991, de un
tratado que daba comienzo a un esquema de integración del que participaría la República
Argentina?
Por un lado, mandaba (y manda) la Constitución que: “El Gobierno federal está obligado
a afianzar sus relaciones de paz y comercio con las potencias extranjeras por medio de
tratados que estén en conformidad con los principios de derecho público establecidos en
esta Constitución” (art. 27, CN).
A su vez, como potestades propias del Poder Ejecutivo Nacional y del Congreso de la
Nación: “[El Presidente de la Nación] [c]oncluye y firma tratados de paz, de comercio, de
navegación, de alianza, de límites y de neutralidad, concordatos y otras negociaciones
requeridas para el mantenimiento de buenas relaciones con las potencias extranjeras,
recibe sus representantes y admite sus cónsules” (art. 99, inc. 14, CN[10]). “[Corresponde
al Congreso] [r]eglar el comercio marítimo con las naciones extranjeras, y de las
provincias entre sí (…) [y] [p]roveer lo conducente a la prosperidad del país, al adelanto
y bienestar de todas las provincias, y al progreso de la ilustración, dictando planes de
instrucción general y universitaria, y promoviendo la industria, la inmigración, la
construcción de ferrocarriles y canales navegables, la colonización de tierras de
propiedad nacional, la introducción y establecimiento de nuevas industrias, la
importación de capitales extranjeros y la exploración de los ríos interiores, por leyes
protectoras de estos fines y por concesiones temporales de privilegios y recompensas de
estímulo”.
Ahora bien, se plantea pues otra pregunta: ¿era necesaria una cláusula de habilitación
expresa como para justificar en términos jurídicos la firma del Tratado de Asunción? Y
aquí, nuevamente me inclino por contestar de modo negativo. Así como tampoco Brasil
ni Uruguay contaban con una cláusula constitucional respecto a la supranacionalidad de
los tratados internacionales, se ha sostenido que el fortalecimiento del acuerdo es posible
si se entiende que éste es una expresión de la soberanía del Estado que decide la
integración —o formas de ella—, con régimen, estructura, órganos y funcionamiento en
paralelo con el orden interno[12].
V. Corolario
Hemos analizado la génesis del Mercosur, en tanto esquema subregional que constituye
una de las experiencias de integración más importantes en el marco de la ALADI (al
margen de constituir el bloque del que participa nuestro país). Nos hemos detenido en el
quid de la delegación de facultades soberanas por parte de los Estados a una entidad
distinta y separada de ellos, con órganos y normas propias; y examinamos en particular
las cláusulas de habilitación constitucional (o la falta de ellas) en las Normas
Fundamentales de los Estados parte, al momento de la firma del Tratado de Asunción y
con posterioridad a dicho acto. Y en especial, estudiamos los argumentos que pueden
sustentar jurídicamente la decisión política de la Argentina de haber formado parte del
tratado constitutivo del Mercosur en 1991, incluso sin una habilitación constitucional
expresa: con lo que corroboramos lo planteado como punto de partida, esto es, que los
poderes constituidos de la Nación tenían las potestades para obligarse por el Tratado de
Asunción, lo que constituyó —además— una decisión acertada. Distinta sería la
valoración en cuanto al éxito que luego tuvo el mercado común, el cumplimiento de los
objetivos propuestos, su situación actual y los agudos desafíos que en esta hora —y desde
hace tiempo— enfrenta; pero eso es un tema bien diferente, y su análisis quedará para
otro trabajo.