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SanaDoctrinaDeCristo® | “Más creyentes sobre sus rodillas orando significará más creyentes sobre sus pies evangelizando”. 1
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oír, pero ser lentos para hablar, debieran de ser tomadas, como dos caras, de la misma
moneda. Lentos para hablar significa hablar con humildad y paciencia, no con palabras
alocadas, ni cotorreando… sin parar. La persona que habla “constantemente” no deja que la
otra persona hable. Sabiduría no es siempre tener algo que decir. Involucra oír
detenidamente, considerando lo que se dice en oración, y hablando con suavidad. Cuando
hablamos mucho, y oímos poco, les comunicamos a otros que pensamos que nuestras ideas,
son mucho más importantes, que las de ellos. Nuestro Padre Celestial por medio de Santiago
nos dice sabiamente, que cambiemos completamente esta manera de actuar. Necesitamos
poner un cronómetro mental a nuestras conversaciones, y mantener control de cuanto
hablamos, y cuanto oímos. Cuando la gente te habla, ¿Siente que sus ideas y puntos de vista
tienen valor para ti? Algunas veces, nosotros mismos somos duros de oído. Hay momentos
que “mentalmente” estamos en otra parte, y las palabras, que la gente nos dice, nos entra
por un oído y nos sale por el otro a esto se le llama escuchar, porque el oír es prestar
atención. ¿No hemos contestado “todos” con un vago “aja, aja” a una charla que realmente
NO estábamos oyendo sino escuchando? O durante la comida, dicen nuestras esposas un
“superficial” “qué bueno, mi amor”, ¿En contestación a una de las vivencias cómo esposos
acerca del trabajo? Con respecto a escuchar a Dios, cuantas veces nosotros también hemos
sido duros de oído. Frecuentemente, estamos tan ocupados pensando en lo que queremos
decirle a Dios, que no prestamos atención a lo que Él nos está diciendo. En, Santiago 1:20
dice: “porque la ira del hombre no obra la Justicia de Dios”. También debemos de ser
lentos para enojarnos. El enojo, cierra nuestras mentes a la Verdad de Dios. (Proverbios
13:3) dice: “El que guarda su boca guarda su alma; Mas el que mucho abre sus labios
tendrá calamidad”. La ira estalla cuando “nuestro yo” es lastimado. Es esta clase de ira que
crece debido a nuestro mucho hablar… y poco oír. No nos debemos de molestar cuando no
ganamos un argumento, o cuando nos sentimos ofendidos o descuidados. La cólera egoísta
nunca ayuda a nadie. (Efesios 4:2,26,27) dice, “2 con toda humildad y mansedumbre,
soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor. 26 Airaos, pero no pequéis; no se
ponga el sol sobre vuestro enojo, 27 ni deis lugar al diablo”. El enojo, que resulta de un
carácter desconsiderado y descontrolado, lleva a palabras impulsivas e hirientes que no
honran a Dios nuestro Padre Celestial. La explosión de ira tiende a ser incontrolable. ¡Es como
un volcán que hace erupción! Derrite todo lo que está a su paso. Por esta razón, un arrebato
de cólera puede sentirse tan intensamente, como un volcán, cuando está dirigido
directamente a otro miembro de la familia. Aunque este mal momento puede pasar rápido,
dejará atrás un desastre emocional, y sentimientos bien amargos.
Muchas veces, es bien triste, que las personas que más queremos, terminan siendo el blanco
de nuestras palabras hirientes. Pero aun cuando sentimos que hemos sido provocados,
siempre podemos elegir entre… ¿Responder con cólera, o con bondad… Muchas veces
actuamos y decimos cosas que si pudiéramos retroceder el tiempo, y poder hacerlo de nuevo,
no hubiéramos dicho esas palabras, o herido a esa persona, o cometido ese error. Pero
nosotros no podemos deshacer el camino andado. Y los pecados una vez cometidos, no se
pueden anular. Por esta razón en las Sagradas Escrituras en el Libro de: (Efesios 4:32) dice:
“Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios
también os perdonó a vosotros en Cristo”. Y también en el Libro de: (Eclesiastés 7:9) “No te
apresures en tu espíritu a enojarte; Porque el enojo reposa en el seno de los necios”. Y
también en el Libro de: (Proverbios 16:32) “Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte;
Y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad”. Si estás luchando con el
enojo crónico, que está dañando tus relaciones, ENTREGA estos sentimientos y estas
emociones al PODER de Jesucristo. Pídele a Jehová Dios que te perdone por tu ira
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incontrolable, y que te muestre como poder moderar tus emociones, y que te enseñe a
honrar, y mostrar respeto hacia los demás. Cuando busquemos amar a otros sinceramente, y
agradar a Dios, para honrarlo como sus hijos podremos obtener la victoria sobre un
temperamento volcánico. En, Santiago 1:21 dice: “Por lo cual, desechando toda inmundicia
y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la Palabra implantada, la cual puede
salvar vuestras almas”. La palabra, “desechando” indica “hacer algo” DE UNA VEZ POR
TODAS. Porque no puede haber progreso en nuestra vida espiritual, si no vemos al pecado,
por lo que es. Debemos de dejar de justificarlo, y debemos rechazarlo de una vez por todas.
Una vez que nos deshacemos de nuestros malos hábitos, entonces necesitamos aceptar el
mensaje de Dios, con humildad, buscando vivir de acuerdo a Su Palabra, PORQUE ESTA HA
SIDO SEMBRADA EN NUESTROS CORAZONES, para que puedan ser parte de nosotros
mismos. La tierra de nuestro corazón, donde la Palabra es plantada, tiene que ser acogedora
para que la Palabra pueda crecer. Para hacer nuestra tierra acogedora, debemos deshacernos
de las impurezas de nuestra vida. Tal vez NO PUEDAS OÍR la Palabra de Jehová Dios, PORQUE
YA TIENES DECIDIDO “EN TU MENTE” LO QUE QUIERES HACER. Por esta razón es que
nuestro PADRE CELESTIAL por medio de Santiago nos dice que recibamos su Palabra Escrita,
con humildad, como diciendo: “Padre, estoy pasando por esta prueba, o esta tentación, o esta
dificultad, y necesito dirección de tu parte. Necesito que tu Palabra me dirija, si no, no voy a
poder hacer BIEN. Por eso vengo a Ti, mi Padre Celestial, no con mi propio plan, pero
humildemente. Lo que Tú me digas, eso haré. Mucha gente NO oye a Jehová Dios cuando lee
las Sagradas Escrituras, porque les falta un espíritu de mansedumbre… un espíritu de
humildad… ante Dios. Cuando nos apropiamos de las características, que nos enseñan las
Sagradas Escrituras, estas se manifestarán en nuestro diario vivir. Las pruebas y tentaciones
nos pueden derrotar, si no aplicamos las verdades de Dios, a nuestras vidas. Así que, ya
vimos que es importante “oír a otros,” ahora vayamos a nuestro segundo fundamento…
2. APLICAR LA PALABRA (Santiago 1:22) “Pero sed hacedores de la Palabra, y no tan
solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos”. Es obvio, que por el simple hecho
de que estar sentados en un parque, no nos convierte en un árbol. Y el hecho de
estar sentados en una iglesia, no nos convierte en cristianos. Del mismo modo, oír
buenos sermones, no nos hacen seguidoras de Jesucristo…. ni tampoco el hecho de leer la
Palabra de Dios religiosamente. Después de todo, Nuestro Padre Celestial por medio de
Santiago dice, que el conocimiento, sin acción, es inútil. Saber quién es Dios, y cuanto nos
ama, pero no amarlo y obedecerlo a cambio, no sirve para nada. Saber lo que Dios demanda
y desea de Su gente, pero no hacer nada al respecto, no tiene sentido. El saber requiere
tomar una decisión práctica. No es suficiente oír la Palabra, debemos practicarla. Hay muchas
personas, que tienen el concepto equivocado… de que el oír un buen sermón, o estudio
bíblico, los hará crecer y obtener las bendiciones de Dios. ¡NO!!! No es el oír solamente, SINO
EL HACER, lo que trae bendición. Muchas las hay, que marcan las Sagradas Escrituras, pero
las Sagradas Escrituras no las marcan a ellas. Si uno piensa que es muy espiritual, solo
porque oyes la Palabra, te estás engañando a tí mismo. Jesús dice en (Mateo 7:24 al 27)
“24 Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre
prudente, que edificó su casa sobre la roca. 25 Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron
vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. 26
Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre
insensato, que edificó su casa sobre la arena; 27 y descendió lluvia, y vinieron ríos, y
soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina”. La
vida cristiana es trabajo arduo. El cristianismo involucra esforzarse metódicamente para
implementar las verdades de la Palabra de Dios a nuestra vida. La profundidad y madurez
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espiritual no vienen sin esfuerzo continuo. Jesús acababa de dar el Sermón del Monte, donde
había enseñado verdades muy profundas. Verdades jamás antes dichas. El Hijo de Dios había
explicado claramente la clase de vida que le agrada al Padre. Y aun así, Jesús sabía que
cuando terminara Su sermón, habría algunos que se irían, y jamás aplicarían la Palabra que
acababan de oír. Jesucristo dice que el hombre o mujer, que toma las palabras de
Dios, y las aplica a su vida, es como una persona sabia, que construyó su casa en la roca.
Las rocas son fuertes para construir sobre ellas. Toma mucho esfuerzo poner los cimientos de
la casa sobre una roca. En cambio, construir una casa en la arena es muy fácil, y se construye
en un dos por tres. Construir en una roca es trabajo serio y TEDIOSO. Sin embargo, el
que construye en la arena está en una posición muy vulnerable. El que construye en la
roca, hace la casa segura. Quiero preguntarles en este momento ¿Cómo evaluarías tú “la
clase de cimientos” con que estás construyendo tu propia vida? Simplemente mira lo que pasa
cuando viene una tormenta a tu vida. Una vida edificada en la Palabra de Dios aguantará la
misma tormenta que barrerá la vida de la que no obedece la Palabra de Dios. No hay ningún
atajo, ni método rápido, para obtener la madurez espiritual. La madurez solo viene a
través de trabajo duro, y de obediencia a lo que Dios dice. La próxima vez que oigas a
Jesús hablar, comienza a aplicar Su VERDAD a tu vida inmediatamente para que ninguna
tormenta perturbe o inquiete tu vida. Por eso Jesús dice en (Juan 3:21) “Mas el que practica
la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios”.
(Santiago 1:23,24) “22 Pero sed hacedores de la Palabra, y no tan solamente oidores,
engañándoos a vosotros mismos. 23 Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor
de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. 24 Porque
él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. 25 Mas el que mira atentamente
en la Perfecta Ley, la de la Libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino
hacedor de la obra, éste será Bienaventurado en lo que hace”. Todos los espejos tienen una
cosa en común: NO MIENTEN. Así que, aun si nuestro peinado no está muy bonito en ese
momento, o si tenemos una linda sonrisa, los espejos reflejan fielmente la verdad. Nuestro
Padre Celestial por medio de Santiago, nos Enseña que su Palabra es un espejo
sobrenatural que puede ver “muy por encima de la superficie” y exponer al corazón.
En vez de preguntar, ¿Estoy bien arreglado para salir? Deberíamos de estar descubriendo,
¿Soy yo fiel con mis palabras y mis acciones? El espejo de Dios revela las contradicciones que
hay en nuestra vida religiosa. Así que pregúntate: ¿Oigo la Palabra de Dios? ¿Estoy haciendo
lo que Dios me dice? Al mirarnos al espejo de la Palabra de Dios, nos vemos tal como somos.
Por medio del apóstol Santiago nos habla de los errores que la gente comete, al mirarse en el
ESPEJO DIVINO. En primer lugar, estas personas solo echan un vistazo. No se examinan
cuidadosamente al leer la Palabra de Dios. Muchos creyentes sinceros leen un capítulo de las
Sagradas Escrituras diariamente, PERO ES SOLO UN RITO RELIGIOSO, que no les hace ningún
bien. Es más, sus conciencias las acusan… si no hacen su lectura diaria, cuando en realidad,
las deberían de acusar por haber leído la Palabra de Dios, tan negligentemente. Una lectura
superficial de las Sagradas Escrituras no nos puede revelar nuestras necesidades cruciales. Es
la misma diferencia que hay… entre mirar una foto instantánea y una radiografía. Si se fijaran
atentamente, en lo más profundo de sus corazones, nunca olvidarían lo que han visto. Y en
este Versículo dice: (Santiago 1:25) “Mas el que mira atentamente en la Perfecta Ley, la de
la Libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será
Bienaventurado en lo que hace”. Si vamos a usar provechosamente el espejo de Dios,
debemos de fijarnos en ÉL completamente. Un simple vistazo no es suficiente. Debemos
examinar nuestro corazón y nuestra vida a la luz de la Palabra de Dios. Este acto requiere
tiempo, cuidado y entrega sincera. Así que, cinco minutos diarios a solas con Dios no
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3. AYUDA AL NECESITADO (Santiago 1:26) “Si alguno se cree religioso entre vosotros, y
no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana”. Debemos de
poner en práctica la LEY PERFECTA de Dios con nuestro lenguaje. SABER HABLAR BIEN –
como lo haría un gran orador o un maestro -- no es tan importante ¡COMO CONTROLAR
NUESTRA LENGUA! ES SABER QUE DECIR, A DONDE, Y CUANDO DECIRLO. LA FORMA COMO
OTROS PUEDEN VER, si tu fe es verdadera o no, es por lo que hablas, y la forma como lo
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hablas. Nos engañamos, a nosotros mismos, cuando tenemos prácticas religiosas que no nos
llevan a un estilo de vida ético. SIN OBEDIENCIA, hasta nuestras prácticas más religiosas,
no tienen valor. Y NO PODEMOS SER OBEDIENTES, si no podemos controlar nuestra
lengua. Aunque, por medio del apóstol Santiago no nos específica, como la lengua ofende, nos
podemos imaginar cómo deshonramos a Dios con nuestra lengua – con el chisme, los
arrebatos de ira, las duras críticas… las quejas… y hasta como juzgamos a otros. Nuestras
palabras muestran si somos compasivos o criticones. Amorosos u odiosos. Generosos o
codiciosos. La conversión no tiene sentido, a menos que nos lleve a un cambio de
vida. Y una vida cambiada, no lleva a nada, si no sirve a otros. (Santiago 1:27) “La
religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las
viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”. Después de mirarnos, a
nosotros mismos, y Jesucristo en el espejo de la Palabra, debemos de mirar a las necesidades
de otros. Las palabras “Que Dios te bendiga, hermanito. O estoy orando por ti”, no
son ningún substituto a las obras de amor y caridad, que debemos de hacer. Un hijo
de Dios debe de tener contacto personal con el sufrimiento del mundo, y los problemas, que
la gente de este mundo, tiene. Aquí es donde los políticos son muy astutos. Salen a las
calles y se encuentran con la gente y les dan la mano. Hacen contacto personal con
ellos. De la misma forma, los cristianos deberíamos ir a donde la gente dónde está.
Siento que hay un gran peligro en tener “una religión de la iglesia”, pero no “una religión de la
calle”. Necesitamos una religión de la calle también. Debemos de tener contacto con el
mundo… de forma personal… de servirlos con amor, ternura, bondad. Una persona que
practica la RELIGION PURA, como la llama nuestro Padre Celestial por medio del apóstol
Santiago, se sacrifica así misma, usando tu tiempo y tu dinero para cuidar de los necesitados.
En el siglo primero, los huérfanos y las viudas eran los más necesitados. Hoy en día, hay
mucha gente en el mundo que quiere este toque personal. Tú puedes llevar el toque cristiano
a esta gente con dulzura y amor… con consideración y bondad.
Y PARA CONCLUIR… Nosotros también debemos de seguir las instrucciones de Dios,
devotamente, si queremos vivir una vida, que honra a Dios. Obedecer la Palabra de Dios
requiere Oír a Otros, Aplicar la Palabra, y Ayudar al Necesitado. ASI QUE TE PREGUNTO…
¿Oyes tú a otros, o eres siempre el que tiene que estar hablando? ¿Te molestas por todo?
Cuando oyes la Palabra de Dios, ¿la obedeces? ¿Controlas tu lengua? ¿Honras a Dios con tus
palabras, o eres chismoso(a), criticón, y hasta quejoso? ¿Sirves a otros desinteresadamente?
¿Con compasión y amor? ORÉMOSLE a nuestro Padre Celestial por medio del Señor
Jesucristo: Padre, por medio de nuestro Señor Jesucristo, nos acercamos ante tu Poderosa
Presencia, primeramente, para darte las gracias que Tu Palabra es el espejo espiritual que
necesitamos para mirar nuestro propio corazón, y ver en qué áreas necesitamos cambiar.
Señor Jesucristo, no nos permitas que solo estemos oyendo sin vivir la Palabra de Dios, y
tampoco queremos solo oír Tu Palabra, sino aplicarla a nuestras vidas para que ésta nos
limpie de toda contaminación. Padre, perdónanos por hablar tanto, y por no oír a otros.
Ayúdanos a tener más paciencia con otros, y a superar nuestros arrebatos de cólera.
Queremos honrarte con nuestra lengua. No queremos ser chismosas, criticones, duros… ni ser
quejumbrosos. Danos un corazón compasivo para amar a los necesitados. Queremos servir a
otros con la misma humildad con que Jesús vino a servir al mundo. Queremos dar, no solo de
nosotros mismos, sino de los recursos que Tú nos has dado. En el Nombre de Jesucristo.
Amén. Predicador de la Sana Doctrina de Cristo: Víctor Preciado. Si usted no tiene la
intención de guardar esta hoja, tenga la amabilidad de entregarla a otra persona
interesada. Para la difusión gratuita entre cristianos, se permite fotocopiar esta hoja
(por favor no cambiar el texto).
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