Sunteți pe pagina 1din 16

Prólogo

Un fantasma recorre el continente latinoamericano, el fantasma de los movimientos sociales


construyendo poder. La caída del muro de Berlín expreso simbólicamente el fin de una etapa de
luchas revolucionarias. El gran capital parecía haber logrado sepultar definitivamente los
movimientos de liberación que habían tenido su momento culminante en las décadas del 60 y del
70, imponiendo el aterrador proyecto neoliberal.

Se proclamó la muerte a diestra y siniestra. Muerte de Dios, muerte del sujeto, de las ideologías,
de las utopías, de los grandes relatos, en una palabra, de la historia. Triunfo final, definitivo, del
gran capital. Triunfo del pensamiento único.

Pero la vida es testaruda, tiene un impulso invencible. Desde los escombros, por entre las rendijas
de las piedras se abre camino, busca la luz del sol. Durante la década del 90 los movimientos
populares se encontraban debajo de las piedras, aplastados, pero no muertos. Con paciencia y
tenacidad se fueron recuperando como movimientos sociales.

No podían ser movimientos políticos en el sentido pleno de lo político que es la construcción del
poder transformador de la totalidad. Estos movimientos sociales merecen el nombre de “nuevos”
tomando este concepto en el sentido de toda novedad histórica. Nada es completamente nuevo
en la historia. Nada comienza de cero. Toda posición conlleva siempre una presuposición.

Fue Descartes quien pensó que podía comenzar de cero. La duda metódica no deja nada en pie.
Todos se han venido abajo. En un minucioso repaso de los escombros se dio cuenta que había algo
que quedaba firme, el “yo pienso”. Desde allí, desde ese centro incólume se da la tarea de recrear
toda filosofía y, con ella, toda cultura.

A poco de andar con Descartes en esa reconstrucción unos se da cuenta que la destrucción que el
filósofo creyó completa estuvo lejos de ser tal. Efectivamente, volvieron las categorías filosóficas
que ya tenían más de un milenio y medio de existencia. La filosofía de Descartes era nueva, pero
no tan nueva como lo pretendió el filósofo.

Así son las novedades en la historia. Hegel lo expresa de la siguiente manera: “Por cuanto que la
perfección del espíritu consiste en saber completamente lo que él es, sus sustancia, este saber es
sus ir dentro de sí, en el que abandona su ser-ahí y confía su figura al recuerdo. En su ir dentro de
sí, se hunde en la noche de su autoconciencia, pero su ser-ahí desaparecido se mantiene en ella; y
este ser-ahí superado – el anterior, pero renacido desde el saber –, es el nuevo ser-ahí, un nuevo
mundo y nueva figura del espíritu” (Hegel. 1973: 473).

1
El espíritu, es decir, la sociedad y, en nuestro caso, la sociedad que se expresa en los movimientos
sociales, llega a su perfección en la medida en que llega a ser pelonamente lo que corresponde a
su sustancia. En otras palabras, en la medida en que llega a ser lo que debe ser, teniendo en
cuenta que el deber ser no pende en el aire como en la filosofía kantiana, sino que está inscripto
en el mismo ser.

El “ir dentro de sí” de la sociedad o de los movimientos sociales es el llegar a la plenitud de la


autoconciencia, el pleno saberse a sí mismo que es, al mismo tiempo, el pleno realizarse. Pero la
autoconciencia implica la rememoración, porque el sujeto tanto el individual como el colectivo,
tanto cada movimiento social, como la sociedad en su conjunto es su historia, es decir, su
historiarse.

El “ser-ahí”, esto es, el sujeto, el movimiento social, en nuestro caso, “desaparecido” se mantiene
en la memoria o recuerdo. De manera que lo viejo murió, desapareció, pero “se mantiene”, es
decir, “resucito”, es un “nuevo ser-ahí, un nuevo mundo”.

Ante la resistencia del sistema neoliberal que como una plancha pétrea lo aplastaba, el “nuevo
espíritu” irrumpió con fuerza el 19-20 de diciembre de 2001, haciendo saltar las estructuras
políticas. Los movimientos sociales se “resucitaron”, presentaron en la escena política, dando
origen a “un nuevo mundo, una nueva figura del espíritu”, una nueva etapa histórica.

De esa nueva figura del espíritu tratan los diversos trabajaos que componen el presente libro. Son
todos resultados de investigaciones “comprometidas”. Ello significa que no son “miradas” que se
realizan desde fuera. Todo lo contrario. Naturalmente que esto amerita un explicación.

La sociedad siempre es una totalidad conformada por el entramado dialectico de universalidad y


particularidad que se materializa en instituciones que conforman sub-totalidades, o totalidades
menores enmarcadas en la totalidad mayor que es la sociedad. La totalización de las sub-
totalidades puede ser más o menos laxa. Puede estirarse de tal manera que la totalidad
prácticamente desaparezca. Era lo que sucedía en la Alemania de principios del siglo XIX que
desespera a Hegel que exclama: “¡Alemania ya no es un Estado!”

Las diferentes sub-totalidades tienen a separarse del todo y, en algunas esta tendencia es
particularmente marcada. Es el caso de la Iglesia, la escuela en general y, en especial, la
universidad. Estas tres instituciones participan de diversa manera de una misma auto-percepción.
Se perciben a si misma como ámbito sagrado, superior, encargado de dar sentido a la totalidad
social a la que siente como inferior.

La Iglesia desde afuera – un afuera que está “arriba” – da lecciones de moral, de educación, de
democracia. La escuela generalmente se encuentra desconectada con los contextos familiar y
social al que pertenecen los alumnos quienes, al penetrar en el recinto escolar “sienten” que lo
hacen en “otro mundo”.

2
La alienación de la universidad con relación a la sociedad tiene notorias semejanzas con la de la
Iglesia. Se “siente arriba” y, en consecuencia afuera. La sociedad suele constituir para el
investigador universitario el “objeto de estudio”. Sobre él realiza investigaciones, elabora tesis.

Una muestra palpable de estas desconexión de los intelectuales académicos con relación al
“objeto” social que estudian es una de las razones por la cuales la comisión evaluadora de los
proyectos de UBACyT rechazó el proyecto de investigación cuyos resultados constituyen este libro.

Dice el dictamen de dicha comisión que “el investigador declara conocimiento directo de la
problemática en cuestión”, y luego agrega que “los resultados preliminares no publicados,
muestran solo una conexión tenue con el tema propuesto”. Si los integrantes de la comisión
tuviesen una mínima relación con los movimientos sociales y, especialmente con las asambleas, se
harían percatado de que no solo tenemos “conocimiento directo” con la problemática, sino que
estamos involucrados en los movimientos sociales, más aún, que somos militantes de las
Asambleas Populares Autónomas.

Por si fuera poco, muchos de nuestros trabajos se han leído y debatido en las asambleas y
movimientos sociales en general. El hecho de la comisión evaluador haya caracterizado la
conexión de esos trabajos con la “problemática en cuestión” como “tenue”, muestra a todas luces
que solo miran los movimientos sociales desde sus respectivos escritorios.

Vienen al caso unas reflexiones de Gramsci sobre la relación entre la práctica que necesariamente
incluye, el sentimiento más aún, la pasión y la teoría: “El elemento popular ‘siente’, pero no
siempre comprende o, particularmente, ‘siente’. Los dos extremos son, por lo tanto la pedantería
y el filisteísmo por una parte, y la pasión ciega y el sectarismo por la otra *…+ El error del
intelectual consiste en que se pueda saber sin comprender y, especialmente, sin sentir ni ser
apasionado” (Gramsci, 1975: 120).

Los movimientos sociales constituyen la medula del “elemento popular”. Sienten, son apasionados
y, corrigiendo un poco a Gramsci, saben o comprenden, pero su comprensión necesita del
“elemento intelectual”, solo que éste no puede unirse a aquél si no comparte ese sentimiento y
esa pasión. El error del intelectual, es decir, del académico, es confundir el hecho de elaborar
ideas, de manejar conceptos, con el hecho de saber o comprender.

Saber sin comprender es una contradictio in adjecto. Es un saber que no es tal, porque es un saber
de nada o, en todo caso de vaporosas nubes que nada tiene que ver con la realidad. No importa si
esas ideas están precedidas de una frondosa metodología que sirve para ocultar la vaciedad del
contenido.

Las escisiones que son partes constitutivas de nuestra sociedad capitalista en su etapa neoliberal
conservadora han producido estragos en la manera de concebir el ámbito del saber, desligándolo
del eros y, en consecuencia, esterilizándolo. Esta escisión y su consecuente esterilización se
agudizan en las sociedades periféricas como la nuestra, porque la escisión entre el concepto y la
práctica facilita el camino para la colonización mental.

3
Cuando el pensamiento se encuentra escindido de la práctica se presta como a la “pedantería y el
filisteísmo”, realidad que se agudiza cuando ese pensamiento ha sido formulado no solo escindido
de la práctica, sino que se incorpora desde las esferas de la dominación, esas que tienen prestigio
porque fueron formuladas en los núcleos de prestigio que coinciden con los centros de poder de
dominación.

De modo que tanto para todo el proceso de investigación como para su publicaron no hemos
contado con ninguna ayuda. Todo se hizo con el esfuerzo militante y académico de los jóvenes y
las jóvenes investigadoras. Por otra parte todo el proceso se hizo poniendo en marcha la dialéctica
de lo universal y lo particular. No son trabajos particulares que circunstancialmente se publican en
conjunto. Son trabajos debatidos colectivamente. Son productos de una verdadera comunidad
académico-militante, o de militantes que reflexionan sobre su propia práctica.

Buenos Aires, 31 de diciembre de 2007.

Rubén Dri

Capítulo 1
La era de los movimientos sociales y los derechos
humanos
La realidad en sentido fuerte, o sea, el ámbito humano, social, político, está conformado por los
dos momentos dialecticos de la práctica y la conciencia, la transformación y la teoría, la creación y
la ciencia, la práctica y la filosofía o la teología. En una palabra, la realidad es praxis, totalidad de
practica y conciencia, practica y lenguaje, proceso de auto creación subjetual tanto en lo individual
como en lo colectivo.

Dos momentos dialecticos de la totalidad. Ello significa que cuando cambia uno de esos momentos
se transforma también el otro, lo que significa que es la totalidad, o sea, la realidad la que cambia.
Cambiar la realidad es cambiar el lenguaje y viceversa. El cambio del lenguaje puede hacerse tanto
por la acuñación de términos nuevos como por la re significación de los existentes.

La realidad, por otra parte, es proceso, historia, deviene, se transforma constantemente.


Propiamente en lugar de historia, sustantivo, deberíamos decir “historiarse”, verbo. La “historia”
no existe, a no ser en la abstracción y fijación que realizamos con el entendimiento. Solo existe el
historiarse o el subjetualizarse, porque la historia es el devenir subjetual.

Ello implica que las categorías de nuestro lenguaje surgen en una determinada época, en un
determinado contexto que le otorga un determinado sentido que puede ser resinificado en un
contexto diferente. Este es el criterio que debemos aplicar a las categorías “movimientos sociales”
y “derechos humanos”.

4
I.- Derechos Humanos.

La categoría “Derechos Humanos” surge con la modernidad. Más precisamente, con la Revolución
Francesa que el 26 de agosto de 1789 proclama la Declaración de los derechos del hombre y del
ciudadano. ¿Significa ello que antes de la modernidad no se había luchado por los derechos
humanos? De ninguna manera. Siempre hubo reclamos y luchas por determinados derechos.

Podemos, en las raíces de la cultura occidental distinguir dos vertientes de estas luchas y reclamos.
Una es la vertiente griega, expresada por los filósofos y políticos de las polis. La categoría que
condensa lo que actualmente denominamos “derechos humanos” es la “justicia” – dikaiosýne –. Es
la visión del estamento dominante. De ninguna manera se puede aplicar dicho concepto a la mujer
o al meteco y menos, al esclavo.

La otra es la que se encuentra en los grandes profetas hebreos. Es la visión de los estamentos
dominados, especialmente de los campesinos. Jesús de Nazaret, en esa misma línea, construye su
movimientos cuyo formulación definitiva expresa “el sábado ha sido hecho para el hombre y no el
hombre para el sábado” (Mc 2, 27).

Podemos distinguir tres fases en la historia de los derechos humanos, cada una de las cuales surge
a partir de una gran crisis signada por una masiva violación de los más elementales derechos
humanos.

Primera Fase: Derechos de hombre y el ciudadano.

Desde el siglo XIV el orden medieval viene transitando una profunda crisis. Como acontece
siempre en esas circunstancias, quienes detentan el poder ejercen la más cruda represión sobre
quienes se atreven a cuestionar tal situación. La crisis se profundiza en el siglo XVI con el proceso
de “acumulación originaria” que, entre tantas calamidades, deja en la calle a miles de campesinos.

El entramado de las relaciones feudales se desintegra conformando dos ámbitos separados, el de


los individuos desgajados de las totalidades orgánicas en las que se encontraban integrados, y el
del universal. La “sociedad civil” o mercado, por una parte, y el Estado por otra. El sujeto que hasta
ese momento se encontraba integrado en la familia patriarcal, en el fondo, en la Iglesia, en el
gremio, se encuentra ahora solo, aislado. Este es “el hombre” al que se refiera la Declaración de
1789.

La totalidad orgánica, o sea, el momento universal, ahora se ha desgajado, se ha trasladado a las


alturas. El hombre – el sujeto –, individuo de la “sociedad civil” se divide. Por una parte queda
“abajo”, es “el hombre”, y por otra se traslada a las alturas, es “ciudadano”. Miembro a la vez de la
sociedad civil y del Estado.

Los derechos son declarados “naturales”, esto es, esenciales y, en consecuencia “inalienables”, lo
cual hace que sean considerados como “sagrados”. Tales derechos son el de la libertad, el de
propiedad, y el que se refiere a la seguridad y a la resistencia a la opresión. El artículo 10°
establece que “nadie debe ser molestado por sus opiniones, incluidas las religiosas, con tal de que

5
su manifestación no perturbe el orden público establecido por la ley”, y el 11° reconoce “la libre
comunicación de ideas y opiniones como uno de los derechos más preciados del hombre”.

Segunda Fase: Declaración universal de los derechos humanos.

En mayo de 1945 culminaba la segunda guerra mundial interimperialiseta con una masiva
violación de los derechos humanos. Genocida perpetrado por el nazismo alemán, terror,
destrucción y muerte, masiva provocada por los ataques aéreos tanto del eje fascista como de las
potencias aliadas y, finalmente, exterminio atómico sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.

De esta aterradora y masiva violación de los más elementales derechos humanos. Como
contrapartida surgirán una serie de declaraciones de diversos organismos internacionales. La ONU
proclama el 10 de diciembre de 1948 la “Declaración Universal de los Derechos Humanos”. Es una
declaración de principios de los cuales las potencias dominantes nunca han hecho caso.

La declaración de la ONU había sido precedida por la declaración de la “Conferencia


Interamericana sobre problemas de guerra y la paz”, en abril de 1945, en la que se declaraba que
“el fin del Estado es la felicidad de los hombres en sociedad. El interés de la comunidad debe
armonizarse con los derechos del individuo. El hombre americano no puede concebir vivir sin
libertad”. Pero la enumeración más completa de derechos humanos es la que figura en el Pacto de
San José de Costa Rica, firmado en noviembre de 1969.

Tercera Fase: Organizaciones de Derechos Humanos.

La tercera fase surge como respuesta a la hecatombe producida por la dictadura genocida (1976-
1983). La trataremos en el rubro de los “movimientos sociales”.

II.- Movimientos sociales.

Para entender el fenómeno de los movimientos sociales es necesario prestar atención a dos
etapas nefastas de la reciente historia argentina, el Terrorismo de Estado (1976-1983) y la plena
implementación del neoliberalismo (1989-1999). Constituyen los movimientos sociales la
respuesta más profunda que dieron los sectores populares al proyecto de destrucción del país más
terrible que conoce nuestra historia.

A mediamos de la década del 60 el capitalismo mostraba ya signos evidentes de una profunda


crisis que requería soluciones drásticas que pasan, como siempre acontece en las crisis del
capitalismo, por una transferencia masiva de capital de los sectores populares hacia quienes
ejercen el monopolio. Una súper concentración del capital se hacía necesaria. Para implementarla
se estableció la dictadura militar de Onganía (1966).

La resistencia popular lo hizo inviable. En efecto, los sectores populares se habían construido como
un verdadero sujeto popular, como un verdadero pueblo mediante diversas organizaciones
populares que atravesaban todo el ámbito geográfico. Trabajadores, villeros, intelectuales,
estudiantes, campesinos, docentes, sacerdotes, religiosas presentaban sólidas y batalladoras

6
organizaciones que echaron por tierra no sólo la dictadura de Onganía, sino también a la de sus
sucesores, Levingston y Lanusse.

Fue necesario implementar el Terrorismo de Estado. Es por eso que el 24 de marzo de 1976 las
Fuerzas Armadas asaltan el gobierno e implantan una dictadura verdaderamente genocida. Su
tarea consistía fundamentalmente en la destrucción de las organizaciones populares, tomando
como pretexto la necesidad de derrotar a la “guerrilla”, es decir, a las organizaciones armadas que
formaban parte de la formidable resistencia popular a la implementación del plan neoliberal.

mientras las Fuerzas Armadas realizan su tarea de aterrorizar a la población, secuestrar, torturar,
hacer desaparecer militantes populares y saquear las pertenencias de aquellos a quienes
consideraban como “delincuentes subversivos”, el ministro de economía, Martínez de Hoz, daba
curso a la implementación del proyecto neoliberal que no había podido llevar a cabo la anterior
dictadura militar.

Sus propias contradicciones, la resistencia popular encabezada por los organismos de derechos
humanos y, finalmente, el desastre de la “guerra de Malvinas” los llevaron a los militares a dejar el
poder. El gobierno constitucional de Raúl Alfonsín no tuvo un proyecto alternativo al que había
puesto en práctica Martínez de Hoz, con la cobertura de la dictadura militar. Ello hizo que, después
de un primer tramo en el que goza de la confianza popular, entrara en una rápida e irreversible
crisis.

Alfonsín la tenía un proyecto alternativo al neoliberal, pero tampoco tenía la fuerza y la convicción
necesarias para profundizar dicho proyecto como lo requería su propia lógica. Se hacía necesario,
por otra parte, hacer fracasar su gobierno y, por otra, quebrar definitivamente al sujeto popular y
condicionar al nuevo gobierno. Para lograrlo se fomenta la hiperinflación, se organizan saqueos y
se pasan como eres que hablan de una realidad apocalíptica.

Alfonsín no puede terminar el período constitucional de su mandato y entrega el gobierno sucesor,


Carlos Saúl Menem, el cual se da a la tarea de implementar el programa neoliberal en la forma
más fundamentalista que se conozca. Como es sabido, el neoliberalismo constituye un programa
de gobierno cuyos principios fueron formulados en 1947 por la sociedad de Monte Peregrino,
entre cuyos componentes se encontraban Friedrich Hayek y Milton Friedman.

El principio fundamental del neoliberalismo es el que se denomina “economía de mercado”, que


Menem, en la campaña por su instalación denomina “economía popular de mercado” adosándole
el adjetivo “popular” a lo que por su misma esencia es “antipopular”. El neoliberalismo retoma la
concepción elaborada por Adam Smith según el cual el mercado se daría la presencia de una
especie de “mano invisible” que se encargaría de efectuar la distribución de los bienes que se
producen socialmente.

Pero hay una diferencia fundamental Adam Smith no deja todo en manos de marcado. Todo lo
contrario. El estado tiene tres obligaciones: proteger a la sociedad de la violencia interna y de la

7
violencia externa, es decir, de una invasión; proteger a los ciudadanos de las injusticias y las
presiones internas y, finalmente, realizar las obras públicas necesarias.

Todo ello desaparece en la concepción neoliberal. Efectivamente, según dicha concepción el más
crudo individualismo y la desigualdad social son los motores impulsores del progreso y, en
resumidas cuentas, del bienestar general por obra de la “mano invisible”. Lamentablemente las
sociedades todavía persisten determinados comportamientos heredados de las sociedades
tribales que se expresan en lo que se denomina “justicia social”. Como dice Frederick Hayek,
"referida a una sociedad de hombres libres la presión de referencia justicia social carece de
sentido" (Hayek, 1985: 25).

El mercado funciona de acuerdo al neoliberalismo con la lógica de la teoría de los juegos. Como es
sabido el juego se encuentra bajo las leyes de la fuerza, la habilidad y la suerte que dan a algunos
como ganadores y a otros como perdedores. Pero incluso en estos últimos ganan con relación a
otro sistema social por el efecto de la “mano invisible”.

Sin embargo no todos los neoliberales poseen plena confianza en dicha “mano”. Es necesario
ayudarla. Thomas Friedman, consejero de la secretaria de estado Madelein Albrich lo expresó
brutalmente: “La mano invisible no funciona sin un puño invisible” y aclara que dicho puño está
formado por “el ejército, la fuerza aérea, la fuerza naval y el cuerpo de marines de los Estados
Unidos”. (New Times Magazine, 28 de marzo de 1999).

La economía del mercado exige que el Estado se autolimite hasta su práctica desaparición, pues
como dice Robert Nozick, “el Estado mínimo es el Estado más extenso que puede justificarse;
cualquier otro Estado más extenso viola los derechos de todos” (Carracedo, 1990: 243). Ello es
evidente, por cuanto cualquier intervención del Estado perturbaría el amplio despliegue de la
“mano invisible”.

Reducir el Estado a la mínima expresión es, pues, la consigna. Comienza así un verdadero festival
de “privatizaciones” de las empresas del Estado. Correos, Teléfonos, Ferrocarriles, Aerolíneas
Argentinas, Agua, Electricidad, todo se “vende” o mejor, se “entrega” a manos privadas. La salud,
la seguridad, la jubilación pasan a depender de empresas privadas, es decir, del capital, al cual,
como es sabido no le interés precisamente la salud de nadie.

Otra exigencia de la economía de mercado es la total apertura de la economía nacional a todos los
productos exteriores. También aquí cualquier intervención en el sentido de ejercer algún tipo de
control perturba el libre desenvolvimiento la economía. Es lógico que ello lleve a la concentración
del capital, por cuanto en el libre juego quienes tienen mayor poder político y económico y mayor
destreza para el manejo de los “negocios” fagociten a quienes no reúnen esas condiciones. La
industria nacional desaparece, las fábricas se cierran.

Todo ello se realiza, como no puede ser de otro modo, con el amparo de la más completa
impunidad, asegurada ésta desde las esferas del gobierno que se había cubierto con una Corte

8
Suprema totalmente adicta. Cada “privatización” era un “negocio” redondo para los autores
nacionales de las mismas. Privatización, negocio, corrupción e impunidad pasaron a ser sinónimos.

Las consecuencias de tamaña expoliación del patrimonio nacional no pudieron ser más
desastrosas. Una sociedad con alto grado de integración de todos sus sectores sociales apareció
con una profundidad inédita en nuestro país. Millones de seres perdieron su trabajo, quedaron
como “desocupados”, fuera de todo el circuito de la producción, arrojados “a las tinieblas
exteriores”.

“Trabajadores desocupados” es la categoría sociológica con la que se designa a esos millones de


seres que fueron arrojados a los márgenes de la sociedad, marginados, excluidos, empobrecidos.
Millones de habitantes de ese espacio que denominamos “clase media” se vieron arrojados
también ellos hacia los márgenes de la sociedad.

Otra de las consecuencias nefastas de la imposición del neoliberalismo fue la destrucción del ethos
humano. “Ethos” es un vocablo griego que significa madriguera, casa, hábitat. El ethos del animal
es su guarida, su casa, su cueva o su nido, es decir, su “hábitat”. Por extensión, el ethos animal es
toda la naturaleza. El estado de naturaleza no es el de la guerra de todos contra todos como la
pensó Hobbes, ni la de la paz idílica como la imagino Rousseau. Los animales tienen sus amores y
sus odios, sus amigos y sus enemigos.

Cuando en la animalidad aparece el espíritu o razón, el ethos animal se desfonda, se produce una
profunda ruptura. El animal sigue encerrado en sus sentidos. Allí está su fuerza y su debilidad. El
ser humano no puede competir con el animal a nivel de los sentidos. En compensación la razón le
abre el universo. Desde esa universalidad debe construir un nuevo ethos, una segunda naturaleza.

En esta segunda naturaleza, o sea, todo el ámbito ético, pasa a constituir su hábitat. La
construcción del ethos implica la construcción de valores, leyes, normas, instituciones, familia,
gremio, club, iglesia, partido, Estado. El sujeto posee las claves del ethos en el que se encuentra
inserto. Si las claves se descomponen, si los valores, leyes, normas entran en colisión, se entra en
la lucha de todos contra todos. Esto es lo que sucedió en la etapa que comienza en 1976 y culmina
con la infausta década del 90.

La pueblada del 19.20 de diciembre de 2001.

El 19 y el 20 de diciembre de 2001 los sectores populares, amas de casa, empleados y empleadas,


trabajadores desocupados y ocupados, profesores y maestros, vecinos y vecinas, abogados,
ganaron la calle y marcharon hacia el centro simbólico y real del poder, la “Plaza de Mayo”. La
máxima medida represiva, la declaración del Estado de Sitio, fue el hecho que detonó el estallido.

Las interpretaciones del hecho, como siempre acontece en estos casos, y no puede ser de otra
manera, fueron diversas y contradictorias. Para algunos se trató simplemente de un golpe de
Estado tramando por el duhaldismo. Para otros, significo el comienzo de la revolución. Según
nuestra visión, lo que se produjo fue una verdadera “pueblada” que, como toda pueblada, inicia

9
una nueva etapa histórica que saca a relucir nuevos actores que emplean, a su vez, nuevos
métodos de lucha para resolver nuevos problemas.

Nuevos actores, 1a oleada.

Los nuevos actores que entran en escena pueden ser divididos en dos oleadas. La primera está
conformada especialmente por las organizaciones de derechos humanos y la segunda, por los
movimientos sociales.

Cronológicamente no se da una perfecta secuencia de la primera oleada a la segunda. Muchos de


los actores de la segunda oleada son contemporáneos al primer, pero hay una precedencia en
cuanto a su momento de máxima actuación, de la primera con relación a la segunda.

La primera oleada está conformada, en lo fundamental, por las organizaciones de derechos


humanos, las Madres de Plaza de Mato, las Abuelas de Plaza de Mayo, los Familiares de detenidos
y desaparecidos por motivos políticos, la Liga por los derechos del hombre, el Servicio de Paz y
Justicia (Serpaj), el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), la organización H.I.J.O.S., la
Asociación por los derechos humanos (APDH), los movimientos de los pueblos originarios,
movimientos de género, homosexuales y ecologistas.

Estas organizaciones son, en realidad, movimientos con toda la flexibilidad que supone el ser tales,
no partidos. Son movimientos, en consecuencia, dinámicos, con sus contradicciones crecimiento,
crisis y divisiones. El movimiento de las Madres de Plaza de Mayo es pionero. Comienza en plena
dictadura militar genocida, procurando tener noticias de sus hijos “desaparecidos”. Las Madres
fundadoras pagaron con su vida el precio de iniciar esta nueva etapa de lucha.

El movimiento es absolutamente inédito. Por primera vez las madres como tales se organizan para
reclamar por el derecho fundamental de la vida de sus hijos. Además de crear el movimiento
inventan una nueva, metodología de lucha: la ronda alrededor del símbolo de poder, la “pirámide
de mayo”.

La ronda no es una procesión, no es una peregrinación, no es una marcha, no comienza ni termina,


gira, siempre gira. Es la espina clavada en el centro de poder. Es la acusación permanente, es el
recuerdo siempre presente de los hijos “desaparecidos” que se hacen “presentes”, es el reclamo
permanente de justicia. El circulo, uno de los cuatro símbolos centrales1, expresa la abolición del
tiempo, la presencia siempre renovada, <<eterno retorno>>.

1
Se considera que son cuatro los símbolos centrales: el centro, el círculo, el cuadrado, y la cruz. <<El centro
es ante todo el Principio, lo Real absoluto>> (DS p. 272); el círculo significa <<perfección, homogeneidad,
ausencia de distinción o de división>> (DS p.300); el cuadrado <<es el símbolo de la tierra por oposición al
cielo, pero también está en otro nivel, es el símbolo del universo creado, tierra y cielo, por oposición a lo no
creado y al creador; es la antítesis de lo trascendente>> (DS p.370); la cruz <<establece una relación entre
los tres (citados): por la intersección de sus dos rectas que coincide con el centro abre este al exterior; se
inscribe en el círculo y lo divide en cuatro segmentos; engendra al cuadrado, cuando sus extremidades se
enlazan con cuatro rectas>>… <<La cruz es la más totalizante de los símbolos>> (DS p. 362).

10
Los H.I.J.O.S. con una creatividad asombrosa inventaron el escrache como método privilegiado de
lucha. <<Donde no hay justicia, hay escrache>> fue la consigna que desde el inicio impulso esta
metodología de lucha. El sentido fundamental que se tuvo en cuenta desde el inicio es producir la
<<condena social>> allí donde no se había podido provocar la <<condena jurídica>>.

Como método o instrumento de lucha el escrache sufrió modificaciones, se perfeccionó, adquirió


una nueva dimensión, extendiéndose a otros sectores sociales o grupos que lo empezaron a
utilizar en los casos en los que no llegaba el brazo de la justicia. Este genial invento de H.I.J.O.S. ya
no es solo la condena social del represor.

Efectivamente, un escrache implica señalar al represor, hacer conocer su biografía sobre todo para
el vecindario, realizar encuentros en los que se ubique al represor en el proceso de represión. Es
una labor pedagógica de esclarecimiento, de debate. Sirve para cuestionar todo el accionar de la
dictadura genocida, pero también el comportamiento de los que callaron, de los que colaboraron
con los militares desde la justicia, desde la universidad, desde la iglesia.

Nuevos actores, 2a oleada.

La década del 90 fue la década más nefasta de la que tengamos memoria. Por la ley de “Reforma
del Estado” se abrió el espacio para la enajenación de todo el patrimonio nacional, las empresas
del Estado, los organismos del Estado como puerto y aeropuertos, las cuencas minera y petrolera y
las tierras fiscales, YPF, Aerolíneas Argentinas, Ferrocarriles Argentinos, subterráneos de Buenos
Aires, Empresa Nacional de Teléfonos del Estado, por citar algunos de los rubros principales de
esta entrega monstruosa del patrimonio nacional.

Todo ello fue posible por la gigantesca derrota que habían sufrido los movimientos populares en el
proceso Dictadura genocida – Gobierno constitucional de Alfonsín que cede ante la presión de las
transicionales y de los militares – Leyes de punto final y Obediencia Debida – Hiperinflación.

El moviente popular está en la lona. Noes que no haya habido ningún tipo de resistencia, pero esta
fue minoritario y fragmentada, La sensación era de una gran impotencia política. Es entonces
cuando aflora la “sabiduría popular” para encontrar los resquicios por donde comenzar a crecer.
Son los “movimientos sociales”, los que, por una parte, significan la creatividad propia de la
sabiduría popular, pero por otra, marca sus severas limitaciones.

“En lo político jugamos de ‘visitante’. Allí perdemos. En lo social jugamos de ‘locales’. Allí somos
fuertes, allí ganamos”. Esa expresión de un militante de los movimientos sociales expresa
claramente el motivo de la explosión de los movimientos sociales. El movimiento popular había
sido desarticulad, destrozado, reducido a la impotencia. A la derrota material se le agrego la
predica ideológica de los grandes medios de comunicaciones en el sentido de que anda se podía
hacer como alternativa a lo que estaba sucediendo.

Era la etapa del “pensamiento único”, del fin de las ideologías, de las utopías, de la historia, del
sujeto. La política estaba completamente devaluada. Había que dejarlo todo en manos de los

11
economistas, Cavallo, Roque Fernández y seguir las indicaciones de los gurúes de la economía
como Ávila, Broda y cía.

¿Qué hacen entonces los sectores populares? ¿Qué hace sus militantes? Se refugian en lo social. Si
no se puede pelear en serio el poder grande, se puede pelear el chico. Se comienza una
reconstrucción desde abajo hacia arriba. Se pelean derechos elementales de los barrios: agua,
vivienda, limpieza, educación. Es el ámbito de lo “social”. Ya sabemos que en un determinado
sentido todo es social y todo es político. Pero no lo es de la misma manera.

Es el momento de los movimientos sociales que se extienden especialmente en el Gran Buenos


Aires como la gramilla. Se realizan encuentros masivos en los que se participa horizontalmente.
Horizontalidad y pluralismo son características nuevas, al mismo tiempo que alergia a todo lo que
suene a partido político. Llego entonces la gran pueblada del 19-20 de diciembre de 2001 que
potencio a los movimientos existentes y dio a luz nuevos movimientos.

Entre los movimientos existentes que colocamos en la segunda oleada se encuentran los MTDs –
Movimientos de Trabajadores Desocupados – que son sin duda los más dinámicos, los que
hegemonizaron las luchas populares desde fines de la década del 90. A estos movimientos se les
da el nombre de “piqueteros”, lo que requiere una aclaración.

En primer lugar, se trata de “movimientos”, no de “partidos”. En segundo lugar, están formados


por “trabajadores”, los cuales, debido a la implementación del fundamentalismo neoliberal de la
década del 90 han quedado sin trabajo. Por lo tanto no son simples “desocupados”, sino
“trabajadores desocupados”.

Así como las Madres de Plaza de Mayo inventaron “la ronda”, como los H.I.J.O.S crearon el
“escrache”, los trabajadores desocupados hicieron lo propio con los “piquetes”, de donde viene el
nombre de “piqueteros”. Pero ellos en esencia no son piqueteros, sino trabajadores desocupados.
El piquete es un método de lucha. Los trabajadores ocupados tienen como método fundamental
de lucha la “huelga” con la cual frenan la producción y obligan a la patronal a negociar.

Los trabajadores desocupados, como es evidente no pueden frenar la producción porque no son
ellos los que produce. La producción no los necesita. En cambia pueden frenar el proceso
económico en otra fase, en la comercialización. Lo logran cortando las calles en sus puntos
neurálgicos mediante el “piquete”. Este es el método fundamental de lucha del trabajador
desocupado.

Lo que decíamos del escrache, en cuanto que se fue transformando, perfeccionando, lo mismo
debemos decir del piquete. Por otra parte, así como el escrache puede ser empleado de manera
mejor o peor, lo mismo decimos de piquete. Pero hay otro aspecto fundamental en la
implementación del piquete, la recuperación del piquetero como sujeto.

El trabajador desocupado ha sido despojado de su subjetualidad y reducido a un objeto no sólo


descartable, sino directamente descartado. Ha sido arrojado a “las tinieblas exteriores”. Lo

12
“llevaron puesto”. El trabajador desocupado entonces reacciona, “se pone”, se planta y corta la
calle. Recupera su dignidad de sujeto.

La pueblada del 19-20 de diciembre de 2001, por otra parte, pario un nuevo tipo de movimiento,
la “asamblea”. En realidad con el nombre de “asamblea” por una parte designamos un tipo
especial de movimiento social nacido al calor de la pueblada y, por otra, aludimos a una
metodología de construcción que trasciende a dicho movimiento social.

En una ciudad moderna como Buenos Aires, se pierde el entretejido de relaciones humanas,
comunitarias como tienen lugar en ciudades más pequeñas. Las personas van quedando cada vez
más asiladas, como átomos semejantes a las mónadas leibnizianas, cerradas, sin comunicación
exterior. Los barrios van perdiendo su identidad de barrios. El individuo se pierde cada vez más en
el anonimato.

La declaración del “estado de sitio” por el gobierno de De la Rúa para frenar la movilización
popular, fue la chispa que encendió el fuego en el corazón de Buenos Aires. Los individuos, átomos
aislados en la gran urbe, comenzaron a moverse como sacudidos por un resorte, y a marchar hacia
Plaza de Mayo. Las ventanas cerradas de las mónadas se abrieron de golpe. El asilamiento se
rompió. Las mónadas juntándose, caminando, formaron verdaderos ríos humanos.

Pero como decía el viejo Heráclito, “no es posible introducirse dos veces en el mismo rio”
(Heráclito frg. 91), porque este fluye, desaparece, muere en el mar. Para que no muera, sin perder
la vitalidad del flujo, menester es que se condense formando un lago que renueve
constantemente su agua, de tal modo que “cambiando, repose” (Heráclito frg. 84a). Es así como
los ríos humanos que confluyeron en Plaza de Mayo se condesaron en los lagos de las “asambleas”,
en cuyo caminar es posible distinguir cinco etapas.

La primera es “la etapa de la masividad”. Las capas medianas y populares de las principales
ciudades del país, pero especialmente de la Capital, viven momentos de gran efervescencia. Se
multiplican las reuniones en la calle, en los cruces de calle, en los diferentes espacios públicos. Las
marchas hacia Plaza de Mayo se hacen incontenibles.

Surgen asambleas como hongos después de la lluvia, en los espacios citados. Son reuniones
multitudinarias, caóticas, en las que se debate, se formulan propuestas, se organizan – en realidad
se improvisa – comisiones. Los representantes de los partidos políticos, de la justicia, dela
economía, responsables de la política que habían llevado al país a esa situación desesperada no
podían aparecer en publica porque sufrían fuertes “escraches”.

Es “la etapa deliberativa”. Las asambleas debaten su relación con el estado, con los partidos
políticos, con los gremios, en una palabra con todos los organismos institucionales. En ese debate
un espacio importante lo ocupan las relaciones con los partidos de izquierda que participan en
asambleas, con los cuales no hay acuerdo.

Surge de esa manera una nueva etapa correspondiente a “las asambleas autónomas”. Ya diversas
asambleas habían quedado en el camino. Son las que desaparecieron debido en gran parte a una

13
tenaza conformada por una parte por los partidos de izquierda y por otra, por la concepción de
una utópica horizontalidad que no admitía organización alguna2. “Asambleas autónomas”. Amplios
debates sobre la autonomía. Unas cuarenta asambleas habían superado los obstáculos y logrado
construir un espacio propio, el “espacio de las asambleas autónomas”.

En esta etapa se realiza una rica experiencia que, sin embargo, no logra realizar un salto cualitativo,
cuál hubiera sido el surgimiento de una nueva organización que lograse realizar la unión en la
diversidad, o la diversidad confluyendo en una unión que, en lugar de “liquidar” las
particularidades las potenciase. En otras palabras, no logro superar los limistes para acercarse al
horizonte.

Ello hizo que se agotase y diese paso a una nueva etapa, la de la “dispersión y reconcentración”.
Las asambleas se dispersan como los granos de un rosario desprendidos del hilo que los unía.
Algunas desaparecen y otras se concentran en sí mismas, potencian su crecimiento en forma
aislada, crecen cualitativamente. Esta etapa no podía durar mucho. La asamblea comienza a mirar
hacia fuera, hacia el otro, hacia los otros. Busca salir del encierro.

Comienza entonces la quinta etapa, aquella en la que nos encontramos, la de la “nacionalización


internacionalización y cooptación”. Nacionalización e internacionalización porque las asambleas
logran ciertas articulaciones con diversos movimientos sociales tanto en el orden nacional como
internacional en el ámbito sudamericano. Por otra parte, cierta parte, del movimiento asambleario
y, en general, social fue cooptado para el poder político.

Tanto en las asambleas como los MTDs y en otras organizaciones sociales surgieron
“microemprendimientos” mediante los cuales los trabajadores desocupados se transforman en
microempresarios o microindustriales. Trabajadores que comercializan sus productos. Otros
trabajadores “desocupados” se ocuparon haciéndose cargo de la fábrica que sus dueños
abandonaron.

Nuevos problemas

La pueblada del 19-20 de diciembre, como vemos, ha abierto una etapa de gran creatividad
popular. Han surgido nuevos actores dinámicos que imaginaron nuevos métodos de lucha los
cuales intentaron responder a nuevos problemas. Volvemos a aclarar que la novedad en la historia
nunca es absoluta. Nada surge de la nada. Todos los problemas en un determinado nivel son viejos,
pero se plantean de otra manera, con otros ingredientes que los transforma en novedosos y que
requieren respuestas novedosas.

Esto es lo que muchas organizaciones de izquierda no han podido comprender, al quedar


encerradas en sus concepciones dogmáticas. Las asambleas, señalamos, constituían tanto una
realidad como una nueva metodología que implicaba, a su vez una nueva concepción del poder. En

2
Algunos intelectuales como John Holloway y Toni Negri, contribuyeron a la confusión de la utopía de la
horizontalidad con los proyectos concretos. Nos referimos a libros como <<Reformar el mundo sin tomar>>
del primero e <<Imperio>> del segundo.

14
las organizaciones de izquierda tradicionales el método de la asamblea prácticamente había sido
dejado de lado o, en todo caso, cumplía un papel de total subordinación a la dirigencia. En el ¡que
se vayan todos! que atronó los aires de Buenos Aires se incluía un cuestionamiento también a ese
modo de conducción.

Hondos cuestionamientos a la manera de hacer política de la derecha y de la izquierda, debates


sobre nuevos y acuciantes problemas con sus contradicciones: La construcción del poder popular,
la horizontalidad de las asambleas que entran en contradicción con la necesidad de la organización;
la autonomía que postulan los nuevos movimientos y sus relaciones conflictivas con las
instituciones del Estado; la construcción micro que realizan estos movimientos y su relación con la
macro; el ámbito social y relación con lo político.

Como siempre sucede, la realidad se mostró con una complejidad mayor que supusieron los
debates. Horizontalidad y liderazgo, autonomía y condicionamientos, horizontalidad y liderazgos,
construcción del poder en lo micro y condicionamiento de lo macro se fueron entrecruzando
desde el gobierno de Kirchner, en una danza frenética. Nuevos problemas, nuevas contradicciones
en la construcción del movimiento popular. Avances en los derechos humanos, en la recuperación
de la memoria, en la alianza con lo más avanzado de Latinoamérica.

Los movimientos sociales difícilmente han podido ir dando respuesta a los nuevos desafíos. Los
desgajamientos y la fragmentación son características que se acentuaron. Las relaciones de lo
social con lo político se mostraron más complejas y difíciles de encarar que lo que se había
imaginado. De cualquier manera, hay en el subsuelo de la Argentina mucha creatividad, mucho
movimiento, mucho debate que, de una u otra manera impulsan la transformación de la política.

El método asambleario

¿Cuál es el aporte fundamental de la pueblada del 19 y 20 de diciembre de 2001? Es una nueva


manera de disputar el poder que podemos denominar el “método asambleario”. En la concepción
anterior del poder, esté se disputa mediante el partido o la organización previamente formada
que dirigía las luchas populares. La puesta en marcha esa concepción tuvo logros y fracasos, hasta
mostrar su agotamiento con la derrota de los movimientos revolucionarios del Tercer Mundo y la
caída del denominado “socialismo real”.

Se replantea entonces, desde la práctica más que desde la teoría, que llega un poco tarde, como el
búho hegeliano, el problema del poder de otra manera. Antes de lo quiso tomar mediante la
organización revolucionaria previamente organizada, ahora se lo quiere construir mientras se
camina. Es el método asambleario. Es lo nuevo, teniendo en cuenta que en historia nada es
completamente nuevo, nada se comienza de cero. Todo lo que se crea, en realidad se re-crea, lo
que se pone, se pre-supone.

La novedad consiste en que lo que antes había quedado en cierta manera soterrado o negado,
ahora aparece en plena claridad, afirmado. El método asambleario supone, en primer lugar, que el
poder no está en un lugar, que no es algo que hay que tomar. El poder no es. Las cosas son. El

15
poder se construye al mismo tiempo que se construyen los sujetos, es decir, las relaciones
intersubjetivas que son relaciones sociales.

Construir poder es construir nuevas relaciones sociales, nuevos sujetos. El método asambleario
exige que este nuevo poder se construya horizontalmente, de abajo hacia arriba. La nueva
sociedad no aparecerá de repente cuando se haya tomado el poder, sino que siga construyendo
en el camino. El caminar de las asambleas es el irse formando nueva sociedad.

En esta construcción es fundamental no confundir el horizonte, la utopía, hacia la que se camina,


la sociedad de iguales, plenamente horizontal, con el proyecto o los proyectos. Estos son los que
constituyen al caminar. Siempre limitado, siempre solicitados por el más allá de los límites. Si la
asamblea no se organiza, no distribuye funciones, no soporta ningún tipo de liderazgo, se
desgranará como las cuencas del rosario en las que se ha roto el hilo que las tenía unidas.

El gran desafío, la gran deuda, que tienen por dentro del movimiento asambleario de diverso tipo
que circulan por el país es la superación como organización política que se ponga a disputar en
serio el poder mediante su propia construcción del mismo. Solo entonces se irán todos. Se trata de
procesos, no de acontecimientos que aparecen de repente sin que se sepa de dónde proceden.

Bolivia, Venezuela, Ecuador, de distinta manera, con diferentes y fuertes conflictos y


contradicciones hoy están transitando este camino que, en realidad, atraviesa a toda
Latinoamérica y, por supuesto, también a nuestro país. Un poder político que se apoya el
movimiento popular es importante, pero lo fundamental es que el movimiento popular contra el
poder político. De eso se trata.

16

S-ar putea să vă placă și