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Este material de lectura se ha preparado de manera exclusiva para los participantes del
Curso Formación y capacitación de árbitros y en concordancia con lo dispuesto por la
legislación sobre derechos de autor: D. Leg. 822 - Artículo 44.
Inevitabilidad del Arbitraje
En estos últimos años mucho se ha hablado en el Perú acerca de la necesidad de impulsar el Arbitraje como
mecanismo de solución de conflictos. Ello se refleja en la gran cantidad de proyectos de ley sobre la materia
que han sido publicados, en las múltiples entrevistas a personas ligadas al tema y en las variadas
publicaciones que se han realizado. En general, muchos de estos trabajos y opiniones apuntan a considerar
al Arbitraje como la panacea, como el único medio capaz de resolver los conflictos generados en la sociedad
y que el Poder Judicial no es capaz de solucionar, dada la caótica situación en que se encuentra, debido a
diversos factores como la masificación, la falta de presupuesto e infraestructura, la corrupción, etc.
Sin embargo, nosotros pensamos que este tipo de análisis es parcial y limitado, ya que la problemática de la
Administración de Justicia en el Perú no puede resolverse con la simple introducción de la Institución Arbitral.
Este enfoque que ubica al Arbitraje como la panacea, sufre de los mismos errores y limitaciones de aquellos
proyectos e informes que trataron de modificar la situación imperante en el Poder Judicial, simplemente
recomendando pequeños ajustes hacia el interior de dicho Poder del Estado.(1)
Por ello, compartimos la opinión de Bustamante(2) en el sentido que la reforma de la Justicia en el Perú tiene
que ser integral, debiéndose adoptar soluciones tanto hacia el interior del Poder Judicial, como a nivel del
reconocimiento e impulso de instancias privadas de solución de conflictos, una de las cuales es justamente el
Arbitraje.
En ese sentido, la reforma de la Justicia en el Perú debe necesariamente atacar los problemas del Poder
Judicial, pero a la vez apostar por la institucionalización de diversos mecanismos privados de solución de
conflictos, como son, entre otros, la conciliación, la mediación, la negociación, los procesos híbridos (med-arb
o rent a judge),(3) los cuales no sólo permiten resolver una disputa entre dos o más partes, sino que en
muchos casos son los idóneos para solucionar un conflicto sin tener que apelar al Poder Judicial o al propio
Arbitraje.
Dentro de este contexto, el Arbitraje no es la panacea ni mucho menos el mecanismo llamado a suplir al
Poder Judicial,(4) sino simplemente uno de tantos medios que la sociedad puede y debe utilizar con miras a
desarrollar alternativas que permitan la solución pacífica de las controversias. El Arbitraje servirá sólo en
aquellas áreas del quehacer legal donde demuestre ser, comparativamente hablando, mejor que el Poder
Judicial u otros mecanismos privados en la resolución de los conflictos.
Como veremos más adelante, el Arbitraje ha demostrado ser eficiente básicamente en la solución de
conflictos patrimoniales de libre disposición y sobre todo en la resolución de las controversias que se generen
(1) Bustamante, Alberto. Justicia Alternativa. Instituto de Economía de Libre Mercado, Lima, 1993, p. 58-69. En este
interesante libro, Bustamante describe los trabajos y propuestas en torno a la justicia peruana desarrollados en los últimos
años.
(2) Ibid., p. 76-111.
(3) Coldberg, Stephen B., Green, Eric D. & Frank E. A. Sander. Dispute Resolution, Little, Brown and Company, Boston,
1985, p. 1 y ss. En este importante libro los autores analizan posibles mecanismos privados que pueden implementarse
en una sociedad para la resolución de los conflictos.
(4) Burger, Warren E. lsn’t There a Better Way? En: American Bar Association Journal, Vol. 68, 1982, p. 277. Warren Burger
en ese entonces Presidente de la Corte Suprema Federal de los Estados Unidos de Norteamérica al recomendar pública-
mente la utilización del Arbitraje expresó: “1 do not suggest in any sense that arbitration can displace the courts. Rather,
arbitration should be an alternative that will complement the judicial systems. There will always be conflicts which cannot
be settled except by the judicial process”.
de la contratación internacional.(5) Para la solución del resto del universo de las controversias deberán
implementarse otros mecanismos privados, con la finalidad de crear alternativas al actual monopolio del
Poder Judicial.(6)
Es pues de fundamental importancia que en el Perú comencemos a desarrollar sin demora el estudio,
regulación, implementación y difusión de los diversos mecanismos privados de resolución de conflictos.
Nosotros dedicaremos las siguientes páginas a estudiar sólo uno de ellos: el Arbitraje.
Partiendo de esta acertada reflexión, un sinnúmero de tratadistas han intentado e intentan hasta ahora
explicar la existencia y operatividad del Arbitraje actual, en base a sus excavaciones jurídicas del Derecho
Romano o incluso antes, como si de las ruinas del derecho antiguo pudiera explicarse la existencia de una
institución como es el Arbitraje, creada para cubrir las necesidades de una sociedad que se proyecta al
siglo XXI.(8)
Por esta razón, nos suscribimos a lo que expresa Trazegnies cuando señala que “debemos apartarnos de
la tentación de pensar que el arbitraje es una institución eterna, siempre igual a sí misma a través de los
tiempos. Los juristas tenemos siempre una cierta tendencia a justificar nuestra realidad presente con
argumentos ab omni aeternitate, como si no nos sintiéramos seguros de que los fundamentos actuales
fueran suficientes para una institución jurídica: queremos hacerla casi divina o, cuando menos,
consubstancial al hombre”.(9)
En aplicación de este sabio pero muchas veces olvidado razonamiento, Trazegnies nos explica que el
“arbitraje actual es una institución post-moderna (si por moderno entendemos el Derecho liberal clásico).
Es post-moderna porque se presenta como una reacción contra ese monopolio de la función jurisdiccional
del Estado que constituye una característica de la ideología jurídica moderna o liberal. La congestión de
las causas en los Tribunales y la ineficiencia que resulta de ello, las complejidades de la vida comercial
moderna que exigen muchas veces conocimientos económicos o tecnológicos avanzados para entender el
meollo de una controversia, han llevado a una decepción de la teoría de la hegemonía del Poder Judicial
como medio de proporcionar seguridad para la vida comercial”(10). Siguiendo a Trazegnies, el Arbitraje
debe ser explicado y estudiado a partir de las características de la sociedad actual y reglamentado de tal
manera que supla la demanda de esta era post-moderna.
(5) Cremades, Bernardo M. Estudios Sobre Arbitraje (en adelante simplemente Estudios), Marcial Pons, Madrid, 1977, p. 33.
“Las ventajas del arbitraje como fórmula de solución de conflictos son claras y resaltan, sobre todo, cuando las diferencias
tengan carácter internacional. Con razón se ha dicho que todo contrato internacional es incompleto y defectuoso si no
incluye una cláusula arbitral”
(6) Por ejemplo, la Mediación ha demostrado ser eficiente en la solución de conflictos de índole familiar.
(7) Trazegnies Granda, Femando de Los Conceptos y las Cosas, Vicisitudes Peruanas de la Cláusula Compromisoria y del
Compromiso Arbitral. En: El Arbitraje en el Derecho Latinoamericano y Español, Libro homenaje a Ludwick Kos
Rabcewitz, Cultural Cuzco S.A., Lima, 1989, p. 543.
(8) Para quienes gusten de este tipo de análisis de las Instituciones recomendamos leer: Medina Lima, Ignacio. El Arbitraje
Privado en nuestro Derecho. En: Revista de la Facultad de Derecho de México, 1. XXXVIII, Nos. 157-158-159, México,
1988, p. 157 y ss.; y, Sánchez de la Torre, Ángel. El origen del Arbitraje: una hipótesis En: Revista de la Facultad de
Derecho de la Universidad Complutense, No. 73, Madrid, 1987-88, p. 24 y ss.
(9) Trazegnies Granda, Fernando de. Op. Cit, p. 544.
(10) Ibid., p. 546.
El razonamiento de Trazegnies nos sirve además para comprender por qué el Arbitraje está adquiriendo
hoy en día tanta importancia, ya que el mismo no es sino una respuesta moderna a los problemas de la
sociedad moderna: masificación del Poder Judicial, avances tecnológicos, desarrollo del intercambio
comercial internacional, etc.
En términos más acabados y jurídicos, Lohmann entiende que “...es arbitraje la institución que regula el
acuerdo de voluntades por el cual dos o más partes deciden someter a uno o mas terceros, que aceptan el
encargo, la resolución de un cierto conflicto de derecho privado respecto del cual dichas partes tienen
capacidad de disposición, obligándolo previamente a no llevar la controversia a los tribunales ordinarios
sin el previo fallo arbitral, el cual deberá expedirse con arreglo a ciertas formalidades”.(11) En igual forma
Aylwin(12) nos indica que el “Juicio Arbitral o arbitraje es aquel al que las partes concurren de común
acuerdo por mandato del legislador, y que se verifica ante tribunales especiales distintos a los establecidos
permanentemente por el Estado, elegidos por los propios interesados o por la autoridad judicial, en
subsidio, o por un tercero en determinadas ocasiones”.(13)
Podríamos pasarnos todo el libro citando diferentes definiciones del Arbitraje, las cuales en nuestra
opinión aportarían muy poco. Por ello compartimos el punto de vista de Montoya(14) en el sentido que es
más fácil identificar las principales características del Arbitraje que tratar de llegar a un acuerdo acerca de
su definición exacta. Lew(15) menciona ocho características típicas del Arbitraje: “1) El arbitraje es un medio
por el cual cualquier disputa puede ser resuelta. 2) Las disputas se resuelven por árbitros que son
neutrales y específicamente nombrados. 3) Los árbitros tienen poder para actuar en virtud de la autoridad
que le han otorgado las partes en el compromiso arbitral. 4) Los árbitros se supone resuelven la disputa de
una manera judicial. Esto no significa en forma estricta de acuerdo a ley, caso del arbitraje de equidad,
pero se da igual oportunidad a las partes para que expongan su caso y apreciar las evidencias
presentadas por las partes respaldando sus respectivos reclamos. 5) El arbitraje es un sistema privado de
pronunciar sentencias; son las partes y no el Estado quien controla los poderes y deberes de los árbitros.
6) La solución o decisión de los árbitros (sentencia) es final y concluyente y pone término a la disputa de
las partes. 7) La sentencia de loe árbitros obliga a las partes en virtud de un compromiso tácito cuando se
acordó el arbitraje, que ellos aceptarían y voluntariamente darían efecto a la decisión de los árbitros. 8) El
procedimiento arbitral y la sentencia son totalmente independientes del Estado. Los tribunales ordinarios
sólo intervendrán, y dentro de los confines estrictos de su ‘Lex fori’, para dar eficacia al acuerdo arbitral,
para regular el procedimiento arbitral o para dar efecto a la sentencia cuando ésta no ha sido
voluntariamente cumplida por las partes”.
(11) Lohmann Luca de Tena, Juan G. El Arbitraje (en adelante simplemente Arbitraje), Para leer el Código Ovil, Vol. V,
Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1988, p. 41.
(12) Aylwin Azocar, Patricio. El Juicio Arbitral, Fallos de Mes M.R., 4ta. Ed., Santiago de Chile, 1982, p. 13.
(13) Existen muchas otras definiciones como la que da Gonzales Soria: “Es una Institución jurídica por la que dos o más
personas establecen por medio de una declaración de voluntad que reúne determinadas circunstancias, que cierta
controversia, específicamente determinada, existente entre ellas, sea resuelta, conforme a un procedimiento establecido,
por tercero o terceros, al que o a los que instituyen juez o jueces de sus contiendas y a cuya decisión se declaración de
voluntad que reúne determinadas circunstancias, que cierta controversia, específicamente determinada, existente entre
ellas, sea resuelta, conforme a un procedimiento establecido, por tercero o terceros, al que o a los que instituyen juez o
jueces de sus contiendas y a cuya decisión se someten expresamente, ya dictada conforme a derecho o conforme a
equidad”. Gonzáles Soria, Luis. La Intervención Judicial en el Arbitraje. En: Recursos Jurisdiccionales y Ejecución Judicial
del Laudo Arbitral, Cámara de Comercio e Industria de Madrid 1987, p. 55.
(14) Montoya Alberti, Ulises. El Arbitraje Comercial (en adelante simplemente Arbitraje), Cultural Cuzco S.A., Lima, 1988, p. 15
y SS.
(15) Lew, Julián D.W., citado por Montoya Alberti, Ulises (Arbitraje) Op. Cit., p.17.
De estas ocho características, resultan de suma importancia la primera y la tercera. El Arbitraje presupone,
como bien explica Lohmann,(16) “que entre dos o más partes haya o pueda haber un conflicto. Mas no
cualquier conflicto, sino precisamente uno con implicancias jurídicas de Derecho Privado y sobre
cuestiones respecto de las cuales poseen dichas partes, facultad legal de decisión y, a la postre, de
disposición”. Es pues la existencia de una controversia o la posibilidad futura de un conflicto referido a una
relación jurídica determinada, una característica fundamental del Arbitraje.
La otra característica que nos interesa resaltar es aquella referida a la forma como se accede al Arbitraje.
Lohmann dirá sobre este tema lo siguiente: “Los implicados han de acordar que el conflicto sea dirimido o
resuelto por un tercero o terceros, cuya decisión de antemano se comprometen a acatar (con la salvedad
de recursos de impugnación). Es decir, que la decisión de este tercero es voluntariamente querida por las
propias partes; ellas la han solicitado”.(17)
De la cita de este importante tratadista nacional se desprende que el acceso al Arbitraje es (o debe ser)
absolutamente voluntario. Dentro de este contexto, el Arbitraje supone la facultad que tienen los
particulares de dirimir sus conflictos de intereses fuera del aparato jurisdiccional del Estado, el cual en
principio monopoliza la función de resolución de controversias en una sociedad moderna.
La voluntariedad en el acceso al Arbitraje es pues una característica fundamental de esta institución, sin la
cual creemos que se desnaturaliza su existencia.(18) Por ello, consideramos que no pueden existir
estrictamente hablando, arbitrajes obligatorios, es decir aquellos impuestos por la Ley como único medio
para solucionar las controversias, donde no resulta necesario el previo acuerdo de las partes.(19)
No negamos la existencia de los arbitrajes obligatorios o forzosos. Es más, existen. Lo que queremos
puntualizar es que en esos supuestos el término “arbitraje” se emplea únicamente porque no son los
jueces ordinarios, sino particulares los que resuelven un conflicto, pero fuera de esa característica común
con los arbitrajes voluntarios, lo que existe en la realidad es la imposición por parte del Estado de un
procedimiento distinto al ordinario pero igualmente monopólico.
Hecha esta salvedad, debemos indicar que mucho se ha escrito acerca de la naturaleza jurídica del
Arbitraje, siendo tal vez uno de los aspectos de la institución arbitral más controvertidos y respecto del cual
(para variar) no existe unanimidad en la doctrina. Muchos autores se han explayado sobre este tema y la
verdad creemos que jamás se va a lograr unificar criterios.
Principalmente existen cuatro teorías que intentan explicar la naturaleza jurídica del Arbitraje: la teoría
jurisdiccionalista o procesalista, la contractualista, la ecléctica y la autónoma. Pasemos a describir
rápidamente cada una:
Teoría Contractualista
Esta posición parte de afirmar que el Arbitraje es un contrato mediante el cual se somete la solución de
determinadas controversias a la decisión de uno o más árbitros. Los partidarios de esta teoría le
otorgan gran importancia al momento inicial del arbitraje, ya que consideran que para su existencia se
requiere el acuerdo expreso de las partes y luego el consentimiento de los árbitros para aceptar el
encargo.
Además se afirma que el árbitro es un individuo privado y no un funcionario público y que su decisión
final (laudo) se impone a las partes no por mandato imperativo (como sucede tratándose de las
sentencias judiciales), sino porque su fallo ha sido previa y contractualmente aceptado por las partes.
Es más, si las partes no cumplen con lo dispuesto en el laudo, habrá que acudir al Juez para que en su
calidad de funcionario público aplique su facultad de imperium, ejecutando el laudo. Se afirma que ello
es así, ya que el acuerdo de las partes no puede crear una jurisdicción paralela al Poder Judicial.
Los seguidores de la teoría contractualista consideran que el Arbitraje es diferente a un juicio ante el
Poder Judicial y que la fuerza ejecutiva del laudo arbitral se debe a un efecto del contrato de arbitraje
en virtud del principio “Pacta sunt servanda”(20).
El principal defensor de esta teoría es Guasp, el cual afirma que el Arbitraje se encuentra dentro del
ámbito del derecho sustantivo, específicamente dentro del campo de los contratos.(21)
(20) Guasp, Jaime. Op. Cit., p. 22. “Si el árbitro puede imponer su parecer a las partes es porque las partes han aceptado
primeramente, esa decisión, así el laudo arbitral es el resultado de la voluntad de los contendientes, no de su sujeción,
porque si bien el resultado no es para ellos libre y tiene por lo tanto fuerza de obligar es porque ellos quisieron que se
obligara”.
(21) Ibid., p. 20 y ss.
Teoría Jurisdiccionalista
Para los seguidores de esta corriente, la Jurisdicción es el poder de definir controversias o conflictos
declarando el derecho o la justicia, siendo el Estado el encargado por la sociedad de asumir esta
función mediante sus jueces o pudiendo valerse incluso de personas a quienes les atribuye la facultad
de juzgar temporalmente y para un caso determinado (por ejemplo los árbitros). Dentro de este
contexto, el hecho que el árbitro no ejercite su función en forma permanente, en nada altera su calidad
de depositario de parte de la jurisdicción.
Expresan además que los árbitros son jueces al ser investidos como tales por el Estado para resolver
controversias, contradiciendo de este modo a los seguidores de la teoría contractualista del arbitraje, ya
que afirman que la facultad de juzgar no proviene del acuerdo de arbitraje, sino del Estado, quien
permite que los jueces particulares resuelvan conflictos y sus resoluciones tengan la fuerza de los fallos
judiciales.(22)
Señalan además que no puede afirmarse que el Arbitraje sea solamente un contrato, puesto que la
decisión final no proviene del acuerdo de las partes, sino de la decisión del tribunal arbitral, el cual
resuelve el conflicto con absoluta imparcialidad e independencia.
Los seguidores de esta corriente le otorgan una gran importancia a la eficacia del laudo arbitral, al que
consideran una verdadera sentencia, al tener fuerza ejecutiva en sí mismo; independientemente de que
no haya sido dictado por un juez estatal sino por un particular.(23) Añaden que el laudo arbitral no es un
contrato, ya que es dictado por un juez particular en ejercicio de parte de la jurisdicción.(24)
Sin embargo, esta corriente ha sido duramente criticada, ya que se afirma que los árbitros carecen de
las facultades de coertio y executio propias de la jurisdicción, es decir, no pueden acudir directamente a
la fuerza pública para compeler que se cumplan sus mandatos, sino que lo tienen que hacer por
intermedio del Poder Judicial. Los críticos de esta teoría afirman que la fuerza coercitiva es propia del
Estado y no puede ser delegada en particulares(25) Por ello no puede delegarse en los árbitros la
facultad de solicitar directamente el apoyo de la fuerza pública, sino que deben hacerlo siempre con la
ayuda de un juez.(26)
(22) Montoya Alberti, Ulises. (Arbitraje Op. Cit., p. 32-33. Dicho autor cita a Ludovico Mortara, principal exponente de la teoría
jurisdiccionalista, el cual señala que “no es el simple nombramiento que hacen las partes el que confiere a los árbitros su
poder de juzgar, ya que ellos en su condición de particulares no podrían otorgar una facultad que ellos mismos no poseen,
lo que ocurre es que el arbitraje existe porque la ley lo ha instituido y ésta a su vez ha dado su autorización para que las
partes tomando un cierto grado de la soberanía inherente al Estado confieren a los árbitros por medio del compromiso el
poder que es necesario para resolver la controversia con plena autoridad”
(23) Romero, Guillermo. Estudios de Legislación Procesal, T. IV, Editorial E. Rosay, Lima, 1924, p. 229. “La Jurisdicción de los
Arbitres no defiere de la de los jueces permanentes sino por la diversidad de las personas encargadas de resolver la
controversia o por la diferencia de procedimiento”.
(24) Monroy Cabra, Marco. Arbitraje Comercial, Editorial Temis, Bogotá, 1982, p. 9. “El Arbitraje no tiene nada de contrato por
cuanto el litigio es resuelto no por acuerdo de las partes sino por decisión del tribunal arbitral. El árbitro no actúa en
nombre de las partes sino en nombre de la justicia, con independencia y autoridad. Los árbitros son jueces transitorios
nombrados por las partes para que en caso determinado, ejerzan jurisdicción”.
(25) Aylwin, Patricio. Op. Cit., p. 34. “El Estado no puede conceder el manejo de la fuerza pública, que es suya sino a
autoridades que él mismo ha designado...”.
(26) Rivadeneyra Sánchez, Juan. Jurisdicción Arbitral? En: Themis, Revista de Derecho, No. 11, Lima, 1988, p. 15-19. Este
autor hace una crítica interesante a la teoría jurisdiccional.
Tal vez lo rescatable de esta teoría sea la afirmación de que el Arbitraje es una “jurisdicción
convencional”. Se afirma que la “jurisdicción” de los árbitros no debe entenderse en su sentido técnico,
político y jurídico, sino por los efectos que tienen sus resoluciones. Es así que el fallo de un árbitro es
ejecutivo en sí mismo y convencional al mismo tiempo en tanto se refiere a que el arbitraje nace de un
acuerdo de las partes, de un contrato en el que las partes deciden someter sus controversias a la
decisión de terceros extraños al Poder Judicial. De esta manera, limitar la naturaleza jurídica del
arbitraje al aspecto puramente contractual sería desconocer los efectos cuasi jurisdiccionales de los
laudos arbitrales pero, al mismo tiempo, hablar de jurisdicción arbitral en términos estrictos sería una
exageración, pues le falta elementos para ser tal.
En conclusión, para los seguidores de esta teoría el arbitraje tiene naturaleza jurídica propia, la cual no
es ni contractual ni jurisdiccional, sino una mezcla de ambos.
Dicha autora sostiene que la naturaleza jurídica del arbitraje debe ser determinada teniendo en cuenta
principalmente su uso y propósito, por lo que encuadrarlo dentro de figuras puramente contractuales o
jurisdiccionales es un despropósito. Esta teoría considera al Arbitraje como una institución
independiente, la cual existe ante la necesidad de crear los espacios necesarios para la solución de los
conflictos fuera del aparato jurisdiccional del Estado.(28)
La principal virtud de esta teoría estriba en el hecho que antes de entrar a analizar la naturaleza jurídica
del Arbitraje, se preocupa primeramente en postular las características que debe tener para que
funcione eficientemente y luego recién plantea una teoría acerca de su naturaleza jurídica.
Aun cuando nuestro punto de vista es cercano al razonamiento de esta teoría, consideramos que se
equivoca al querer encontrar finalmente una “naturaleza jurídica” del Arbitraje que sólo existe en la
mente de los teóricos del Derecho acostumbrados a creer que el Derecho es una ciencia natural.
La Teoría Contractualista intenta meter al Arbitraje dentro del cajón legal privado, simplemente porque
el Arbitraje nace de un contrato. Obviamente si el Arbitraje no naciera de un contrato, pues no sería la
institución que estamos analizando. Por su parte, la Teoría Jurisdiccionalista intenta acomodar al
Arbitraje dentro del cajón legal público, simplemente porque el laudo que dictan los árbitros tiene la
calidad de cosa juzgada. Obviamente si el laudo fuera considerado un simple contrato, pues el Arbitraje
perdería su razón de ser. Como no podría ser de otra manera, la Teoría Ecléctica intenta crear un
tercer cajón legal, ubicando al Arbitraje dentro de la esfera privado-pública, ya que las dos corrientes
anteriores son demasiado radicales. Finalmente, la Teoría Autónoma si bien intenta analizar en primer
lugar al Arbitraje a partir de sus necesidades y requerimientos, luego comete el error de buscarle otro
cajón legal donde ubicarlo.
En el Perú el Arbitraje, hasta donde tenemos conocimiento, se encuentra legislado desde el Código de
Procedimientos Civiles de 1912. Pues bien, durante casi un siglo los juristas nacionales han llenado
bibliotecas enteras explicando la naturaleza jurídica del Arbitraje y mientras tanto esta institución no ha
funcionado, Simplemente porque se ha dedicado el tiempo y esfuerzo en teorizar antes que en actuar.
Nosotros consideramos que lo primero que corresponde a los juristas y principalmente al legislador es
trabajar en la dación de una Ley Arbitral que permita el desarrollo de esta Institución y recién cuando
ésta opere correctamente, dedicar algún esfuerzo (que nosotros consideramos innecesario) a tratar de
acomodar esta institución en algún cajón legal, pero a partir de lo que ya existe y funciona de manera
eficiente, y no al revés, es decir, primero definir la naturaleza jurídica y luego dictar su reglamentación.
En líneas generales la reglamentación legal que se dicte deberá reconocer expresamente que al
Arbitraje se llega voluntariamente mediante la suscripción de un contrato, que las partes podrán
designar libremente a sus árbitros y establecer las reglas de procedimiento que mejor les acomode,
que los árbitros tendrán competencia- para resolver acerca de su propia competencia, que la sentencia
que emitan los árbitros (llamada laudo) será equivalente a una sentencia judicial y que en caso de
incumplimiento podrá ser ejecutada coercitivamente.
Una vez que estas características que necesariamente tiene que contener la institución arbitral para
que funcione eficientemente se encuentren presentes en nuestra legislación, podremos distraer nuestro
tiempo y esfuerzo en tratar de encasillar al Arbitraje en algún cajón legal, cosa por demás difícil y
obviamente de escaso valor.
Y esto nos lleva a un último tema importante, cual es la naturaleza jurídica del Arbitraje en la legislación
peruana.
En el momento en que se escriben estas líneas, todavía sigue vigente el artículo 233, inciso 1) de la
Constitución Peruana de 1979, el cual considera al Arbitraje como una Jurisdicción, gracias a la
iniciativa del constituyente de aquella época Dr. Andrés Aramburú Menchaca.
Dicho jurista nacional consideró absolutamente necesaria la inclusión del Arbitraje como una
jurisdicción, ya que al haber mencionado el artículo 233 de la Constitución del 79 que “no existe ni se
puede establecer jurisdicción alguna independiente” al Poder Judicial, “podría haberse considerado que
el arbitraje quedaba suprimido en el Perú puesto que sólo se admitía, a rajatabla y como garantía de la
administración de justicia, la de los tribunales del Estado”.(29) En cambio, para Chirinos Soto este
agregado de la norma constitucional “fue introducido por iniciativa de Andrés A. Aramburú Menchaca,
dueño de un fino pero robusto empecinamiento...”.(30)
¿Quién tiene la razón? ¿Era necesario declarar al Arbitraje como una jurisdicción como afirma
Aramburú Menchaca o ello se debió como indica Chirinos Soto a un “robusto empecinamiento” del
mencionado jurista nacional?
Sin intentar siquiera ingresar a un análisis constitucional, el cual no nos compete por no ser la materia
constitucional nuestra especialidad, vale la pena empezar nuestra reflexión citando al propio Aramburú
Menchaca, el cual afirma que “es cierto que la materia acerca de si el arbitraje es o no una jurisdicción
suele ser ajena a los textos constitucionales...”.(31)
Muy bien, si esta materia suele ser ajena a los textos constitucionales, entonces ¿por qué se reguló?
¿Acaso se quiere afirmar que nuestra Constitución en el tema del Poder Judicial es tan diferente a las
Constituciones extranjeras de las cuales hemos copiado nuestras instituciones como para que sea una
de las pocas en el mundo (si no la única) en donde resulta absolutamente necesario incluir al Arbitraje
como una jurisdicción para efectos de que se pueda desarrollar como mecanismo privado en la
solución de conflictos?
Hasta donde tenemos conocimiento, ninguna Constitución europea romano-germánica, como las
influenciadas por el sistema anglosajón, consideran al Arbitraje como una jurisdicción y sin embargo
esta institución se desarrolla libremente. Es más, todas estas constituciones consideran al Poder
Judicial como único depositario de la función jurisdiccional al ser el Tercer Poder del Estado.
El Arbitraje existe y se desarrolla en estos países no porque sea una jurisdicción sino simplemente
porque el Estado que representa a la Sociedad ha reconocido que así como existen otros mecanismos
privados de resolución de conflictos (léase, desistimiento, transacción, renuncia de derechos,
prescripción, mediación, conciliación, etc.), el Arbitraje también resulta siendo un legitimo medio privado
de solución de controversias al cual necesariamente hay que incentivar.
Es cierto que se nos podría contestar que si bien ha sido un exceso el indicar en nuestro texto
constitucional que el Arbitraje es una jurisdicción1 ello crea más beneficios que costos, ya que de esa
manera el Arbitraje se encuentra plenamente reconocido y protegido, mientras que no genera mayor
problema.
Sin embargo, sucede que a partir de este exceso se han alzado voces que reclaman convertir al
Arbitraje en una suerte de Poder Judicial paralelo totalmente autónomo o lo que es lo mismo en casi un
Cuarto Poder del Estado.
(29) Aramburú Menchaca, Andrés. El Arbitraje Comercial en el Perú. En: Libro Homenaje a Mario Alzamora Valdez, Cultural
Cuzco S.A., Lima, 1988, p. 28.
(30) Chirinos Soto, Enrique. La Constitución al alcance de todos, Ed. Andina, Lima, 1979, p. 264.
(31) Aramburú Menchaca, Andrés. Op. Cit., 27.
Dependerá de nuestros juristas en derecho constitucional cuidar que no se emplee de manera abusiva
el exceso constitucional y en los expertos en materia arbitral demandar la dación de leyes arbitrales
eficientes. Dándose estos dos supuestos, el Arbitraje podrá desarrollarse libremente sin importar en
qué cajón jurídico (contractual, jurisdiccional, ecléctica, autónoma, etc.) sea colocado.
Las razones que explican la demora en la Administración de Justicia son muchas.(33) Una de las más
comunes y fácilmente comprobable es la masificación de las causas en el Poder Judicial, debido a la
cantidad de casos que se someten a su resolución. No son pocas las veces que hemos escuchado que
el Poder Judicial está cargado de trabajo y no cumple con los plazos legales, perjudicando a la parte
que tiene una esperanza en la justicia Estatal.
Somos testigos los profesionales del Derecho y también el público en general de esta situación, no sólo
a partir de la práctica, sino también de los informes periodísticos que a diario inundan los medios de
comunicación. En todos se habla que el Poder Judicial tiene sus labores recargadas, está saturado, las
oficinas de los juzgados están sobrepobladas de expedientes, no se cuenta con suficiente personal,
etc.
La respuesta tradicional a esta problemática ha sido siempre la de buscar contratar más jueces y
personal, lo que ha demostrado ser a la larga un simple paliativo, pero no una solución definitiva al
problema. (34) Por ello creemos que deben buscarse soluciones alternativas a las tradicionales, y una
de ellas es justamente la de reconocer al Arbitraje como mecanismo alternativo al Poder Judicial en la
resolución de los conflictos, partiendo de la premisa que en ciertas controversias, como son las
patrimoniales de libre disposición, no tiene porqué existir un interés del Estado de resolverlas
directamente, sino que simplemente el Estado debe cuidar que éstas sean definitivamente
solucionadas si es posible mediante mecanismos privados (como es el Arbitraje), a fin de que el Poder
Judicial concentre sus escasos recursos en solucionar básicamente conflictos de interés general.(35)
(32) Bustamante, Alberto. Op. Cit., p. 15. Dicho autor informa que un procedimiento judicial sobre cumplimiento de contrato o
nulidad de acto jurídico toma en el Perú aproximadamente de 3 a 4 años.
(33) Ibid, p 17-43
(34) El problema de la masificación del Poder judicial no es sólo peruano. Landecho y Urquijo refiriéndose a la situación
imperante en España señala que en “cualquier periódico, y con harta frecuencia, se publican unos artículos...que refieren
la caótica situación de los Juzgados (...) Todos ellos narran la sobresaturación que padecen los Tribunales, en donde los
expedientes rebosan las mesas y, en muchos casos, se hallan apilados por los suelos, a espera de resolver o de tramitar”.
Landecho y Urquijo, Iñigo de. Arbitraje: Única vía posible a la Desjudicialización de los Juzgados y Tribunales Vascos. En:
Estudios de Derecho de Arbitraje, Instituto Vasco de Derecho Procesal, No. 2, San Sebastián, 1988, p. 33.
(35) Peña C., Gilberto y Martínez N., Néstor. Pacto Arbitral y Arbitramento en Conciencia, Editorial Temis S.A., Bogotá, 1986,
p. 6. “Constituyendo el trámite arbitral mi sucedáneo de la administración de justicia ordinaria, ésta se verá favorecida,
dado que ayuda a descongestionarla, permitiendo así que los miembros de la rama jurisdiccional se ocupen de otros
asuntos sometidos a su estudio”.
Ahora bien, conjuntamente con la ventaja que significa que mediante el Arbitraje se reduzca la
masificación de causas en el Poder Judicial, existen otras más que hacen del Arbitraje una vía
inevitable.
En primer lugar, debe tenerse presente que a diferencia del proceso judicial estrictamente formalista,
(36) en el Arbitraje como bien explica Landecho y Urquijo se pierde formalidad y se gana eficacia, ya que
el proceso puede ser adecuado a las necesidades y expectativas de las partes. (37)
Adicionalmente, la resolución de los conflictos por la vía arbitral es mucho más rápida que la judicial, no
sólo en razón de que los plazos son más breves, sino principalmente por el hecho que los árbitros se
dedican a resolver a la vez un solo caso, mientras que los jueces tienen que distraer su tiempo entre
muchos procesos judiciales.(38)
La rapidez de los fallos arbitrales tiene directa relación con los costos. De primera impresión podría
afirmarse que un Arbitraje es mucho más costoso que un procedimiento ante el Poder Judicial, ya que
los árbitros cobran honorarios que por lo general son elevados. Sin embargo, esta afirmación no toma
en cuenta que en el proceso arbitral lo más probable es que el conflicto sea resuelto en la cuarta parte
del tiempo tomaría en el Poder Judicial, lo que sin lugar a dudas significará un ahorro cuantioso. (39)
Además, debe tenerse presente que el Arbitraje permite que actúen como árbitros, expertos en la
materia en discusión, a diferencia del proceso judicial donde al Juez básicamente se le obliga a ser un
“todista”. De esta manera, el Arbitraje nos ofrece la excelente oportunidad de que la controversia sea
resuelta por una o más personas especializadas en la materia en conflicto. No debemos olvidar el papel
que juega la técnica y los adelantos en las transacciones comerciales, las cuales hacen imposible que
los jueces ordinarios puedan apreciar cabalmente todos los detalles que en ciertos casos pueden
resultar decisivo para una justa y equitativa solución. El Arbitraje permite confiar esa decisión a quien
tenga experiencia en el negocio controvertido y sobre todo a quien las partes reconozcan también esa
experiencia y lo escojan por la confianza que les inspira (40). Esta posibilidad que nos brinda el Arbitraje
de poder escoger a las personas que van a resolver nuestro conflicto lo hace en especial atractivo.
Por otro lado, muchas veces pueden presentarse conflictos que no conviene que sean de conocimiento
público. Para un comerciante guardar su prestigio y buen nombre es sumamente importante y la
(36) Landecho y Urquijo, Iñigo de. Op. Cit., p. 35. “Los juzgados tienen que aplicar un procedimiento en muchos casos muy
encorsetado y falto de agilidad para la dinamicidad de la vida actual. Las pruebas que tienen los contendientes para
acreditar sus derechos son, en muchas ocasiones, de escaso contenido y que concede mucho valor al aspecto formal.. En
otros casos, los plazos son demasiado largos, transcurre demasiado tiempo muerto...”.
(37) Ibid., p. 35. Como bien explica el autor, en el Arbitraje no “hay que someterse a ninguna regla arcaica que por ejemplo
obligue para citar a un testigo o a tu perito que viva en Busturia se le tenga que citar a través del juzgado de Gernika.
perdiéndose un enorme tiempo entre correos, emplazamientos, certificados, mi acuse de recibo, etc. El árbitro le cita por
teléfono y para una hora que a ambos les venga bien. Y la declaración puede ser donde convenga. No en el edificio del
Juzgado ni en una sala donde se apilan las personas, ni con un cuestionare determinado, fijado y sin posibilidad de
variación, que imposibilita en muchos casos, llegar al fondo de lo que se discute”.
(38) Bustamante, Alberto. Op. Cit, p. 47. Dicho autor hace referencia a un informe de la revista Apoyo al Congreso (año II, No.
7) donde se cita “cifras sobre la duración promedio de los procesos que demuestran que mientras el proceso más breve
en el Poder Judicial dura un promedio de 842 días (proceso de ejecución sumario), un proceso arbitral no debe durar más
de 3 meses”. Riskin, Leonard L y Westbrook James E Dispute Resolution and Lawyers, West Publishing Co., EEUU.,
1987, p. 3. “Because the parties can customize the proceedings to suit their needs, arbitration has the potencial to be less
formal, faster and less expensive than the judicial process”.
(39) Peña C., Gilberto y Martínez N., Néstor. Op. Cit., p. 6. “Aparentemente la justicia arbitral, por ser remunerada aparece
como extremadamente onerosa. Pero la verdad es bien distinta, por cuanto que la buena justicia obtenida en corto tiempo,
trae consigo ventajas patrimoniales para los litigantes”.
(40) Zamora Sánchez, Pedro. El Arbitraje Comercial Internacional en México. En: El Arbitraje en el Derecho Latinoamericano y
Español, Libro homenaje a Ludwíck Kos Rabcewitz, Cultural Cuzco S.A., Lima, 1989, p. 441. “La complejidad de las
relaciones económicas de hoy obliga a la intervención de los expertos (...) para dirimir determinados y específicos asuntos
controvertidos (..) [el árbitro es] un tercero imparcial que las partes consideran versado con conocimiento y experiencia
necesarias sobre la materia sometida a su decisión”.
publicidad que se genera de los procesos judiciales puede ser muy costosa. Aquí encontramos otra
diferencia entre el Arbitraje y los conflictos que se someten ante el Poder Judicial, ya que es la
privacidad una de las características propias de la institución arbitral.(41)
Una ventaja adicional del Arbitraje frente al procedimiento judicial nos la describe Gonzáles Soria:(42)
“Dado que el procedimiento judicial es esencialmente contradictorio, se corre el peligro de dañar
definitivamente las relaciones de las partes, cuando quizá su intención y deseo sea resolver
exclusivamente los puntos concretos de fricción que pudieran haber surgido, pero intentando dejar a
salvo la colaboración conjunta y ulterior. Entendemos que el arbitraje puede salvar este escollo, de una
importancia práctica enorme... El arbitraje en definitiva, permite, como decía Minolli, “hacer justicia
conservando la amistad”.
Finalmente, y en cuanto a la efectividad de los laudos arbitrales podemos afirmar que un laudo arbitral
es tan efectivo y ejecutable como una sentencia judicial. De esta manera, si la parte perdedora deja
voluntariamente de cumplir lo ordenado en el laudo, procederá exigir su cumplimiento, con los mismos
efectos reconocidos a los fallos judiciales.
(41) Burger Warren E. Op, cit, p 277 “There are important advantages in private arbitration of large complex commercial
dispute(…) A privately select arbitrator can conduct all proceedings in a setting with less stress on the parties:
confidentiality can be preserved where there is a valid need to protect trade secrets, for example”
(42) Gonzáles Soria, Julio Ventajas del arbitraje para resolver los litigios de carácter comercial. En el Arbitraje en el Derecho
Latinoamericano y Español Libro Homenaje a Ludwick Kos Rabcewitz, Cultural Cuzco SA. Lima 1989,p321.
Los Árbitros
Probablemente la principal ventaja del Arbitraje frente al proceso judicial sea la facultad que
tienen las partes en un Arbitraje de elegir a las personas que se encargarán de resolver sus
conflictos.
En cambio, uno de los pilares fundamentales del Arbitraje se sustenta en la libertad de las
partes de elegir a la persona o personas —llamadas árbitros— que se encargarán
exclusivamente de conocer y resolver sobre las controversias que las partes les sometan.
Esta libertad permitirá a las partes el escoger personas de su confianza o terceros con
buenas referencias y lo que es más importante, que sean conocedores del tema que será
sometido a decisión. Como bien explica De Trazegnies,(419) “las complejidades de la vida
comercial moderna, que exigen muchas veces conocimientos económicos o tecnológicos
avanzados para entender el meollo de una controversia...”, son una de las razones que
explican la vigencia del arbitraje moderno.
El mundo ha sufrido grandes cambios y adelantos en este siglo y ello se ha reflejado en las
actividades profesionales. Por ejemplo, hasta hace unos años era posible encontrar
abogados “todistas” o dedicados a temas tan generales como el derecho civil, comercial o
penal, que prácticamente cubrían todas las áreas del Derecho. En cambio ahora cada vez
más surgen los especialistas, los técnicos en cada rama, en cada actividad, como sucede con
los abogados especializados en derecho pesquero, minero, aeronáutico, etc.
Por todo lo indicado creemos que Platón no se equivocó cuando expresó hace muchos siglos
que “el más sagrado de los tribunales, debe ser el que las partes mismas hayan creado, y
elegido de común acuerdo”.(421)
En este capítulo analizaremos todo lo relativo a los árbitros. Empezaremos con el número de
árbitros, para luego tocar otros temas como los requisitos y cualidades, procedimiento de
designación y aceptación del cargo y la ética de los árbitros, para terminar con la temática de
la recusación de los árbitros.
Número de árbitros
En la generalidad de los casos, las partes suelen optar entre dos alternativas: Un solo
árbitro o un panel de árbitros compuesto por tres miembros.
La elección de un solo árbitro tendrá una doble ventaja: Por un lado asegurará un arbitraje
económico, ya que las partes sólo deberán pagar los servicios de una persona; y por otro
lado, permitirá que el arbitraje se desarrolle de manera más rápida, ya que muchas veces
los arbitrajes se demoran por la dificultad que significa el tener que reunir a varias
personas para que resuelvan una controversia.(422)
Obviamente no existe ningún parámetro objetivo que sirva de base para determinar
cuándo debe elegirse un solo árbitro y cuándo un Tribunal Arbitral. Montoya (424) nos
informará que el número de árbitros dependerá, entre otros factores, de la magnitud del
asunto en disputa, del número de partes involucradas y de la necesidad de contar con un
panel de expertos especializados, dada la naturaleza del asunto en controversia.
Normalmente cuando el asunto a ser sometido a arbitraje sea simple o la cuantía en
disputa sea muy pequeña, podrá ser conveniente pactar el arbitraje con un solo árbitro
para reducir costos. En cambio, cuando el asunto resulte más complicado o
necesariamente deban intervenir diferentes profesionales, el panel o Tribunal Arbitral
resulta siendo la alternativa correcta.
En los Reglamentos de las más importantes Instituciones Arbitrales, el tema del número
de los árbitros no tiene un tratamiento uniforme.
Ahora bien, como pasa siempre en todos los arbitrajes, la alternativa de las partes para
determinar el número de los árbitros estará condicionada a lo que determine la ley arbitral
del país donde se arbitre una determinada controversia.
Generalmente las legislaciones de los diversos países permiten a las partes el elegir
libremente el número de árbitros y, a falta de ésta, establecen disposiciones supletorias
para su determinación, aunque también es cierto que muchos Estados disponen de
parámetros dentro de los cuales las partes pueden moverse con cierta libertad.
Normalmente estos parámetros están referidos al número máximo de árbitros y a si debe
designarse un Tribunal Arbitral con un número par o impar de árbitros.
Así, por ejemplo, el Concordato Suizo de Arbitraje establece en su artículo 10 que a falta
de acuerdo entre las partes, el arbitraje se realizará con tres árbitros, mientras que la Ley
Arbitral Inglesa de 1950 en su sección 6 determina que a falta de pacto el arbitraje se
desarrollará con un árbitro. Por su parte, el artículo 1455 del Código Procesal Francés
—aplicable a los arbitrajes domésticos— establece que las partes pueden elegir entre uno
o tres árbitros y a falta de pacto se entenderá que optaron por la última posibilidad. (427)
La otra norma referida al número de árbitros aplicable a los arbitrajes internacionales a ser
celebrados en el Perú sí necesita de un mayor análisis.
En primer lugar, recordemos que las disposiciones sobre arbitraje internacional contenidas
en nuestra LGA tuvieron como fuente directa a la Ley Modelo de UNCITRAL, la cual
establece en sus artículos 10 y 11 (parte pertinente) lo siguiente:
2) Sin perjuicio de lo dispuesto en los párrafos 4) y 5) del presente artículo, las partes
podrán acordar libremente el procedimiento para el nombramiento del árbitro y los
árbitros.
a) en el arbitraje con tres árbitros, cada parte nombrará un árbitro y los dos árbitros así
designados nombrarán al tercero...”
Inglaterra sí autorizan a las partes a arbitrar con un tribunal arbitral compuesto por un número par de
árbitros.
(428) Un ejemplo acerca de la importancia de adecuar el tema del número de árbitros a lo dispuesto por la
Ley Arbitral del lugar donde se desarrollará el arbitraje, es el caso de un arbitraje que se desarrolló en
uno de los cantones de Suiza. Si no nos falla la memoria fue en el Cantón de Vaud. Las partes
acordaron arbitrar sus controversias en dicho lugar con un tribunal arbitral constituido por dos árbitros
(tribunal arbitral par), bajo la creencia que en todo Suiza se permitía dicha posibilidad. Sin embargo, al
parecer sólo en el Cantón de Vaud estaba expresamente prohibido arbitrar con tribunales arbitrales
pares, lo que finalmente llevó a que el laudo fuera declarado nulo al no ajustarse la composición del
tribunal arbitral a la ley del lugar del arbitraje. Sobre el tema ver infra punto No. 6.3.22.
los árbitros cuyo número haya sido previamente acordado por las partes o a falta de
acuerdo supletoriamente determinado por la ley modelo (es decir tres árbitros).
“Artículo 91.- Salvo pacto en contrario de las partes, la nacionalidad de una persona no
será obstáculo para que esa persona actúe como árbitro. Sin perjuicio de lo dispuesto en
el artículo siguiente, las partes podrán acordar libremente el procedimiento para el
nombramiento del árbitro o los árbitros.
Sin embargo, creemos que también es posible interpretar que las partes tienen libertad
para determinar el número de los árbitros, pero siempre de manera impar. En primer lugar,
debemos tener presente que el legislador no ha copiado (no sabemos si intencionalmente)
lo dispuesto en el inciso 1) del artículo 10 de la Ley Modelo de UNCITRAL. En segundo
término, hay que mencionar que el artículo 82 de la LGA permitiría la aplicación supletoria
del artículo 19 del mismo cuerpo normativo referido a la obligación de que las partes
siempre deben designar árbitros en número impar. Finalmente, debemos apelar a los
antecedentes legislativos nacionales sobre arbitraje, los cuales siempre han exigido a las
partes la designación de árbitros en número impar.(430)
(429) Garro, Alejandro M. (Ley Modelo) Op. Cit., p. 36-37, explica que la Ley Modelo de UNCITRAL
sabiamente deja en las partes la decisión acerca del número de los árbitros.
(430) Si bien no existía una disposición expresa en el hoy derogado Código de Procedimientos Civiles de
1912 que exigiera el nombramiento de árbitros en número impar, de una lectura global de sus normas
(artículos 548 al 582), la jurisprudencia y la doctrina nacional (Cárdenas, Carlos. Op. Cit., p. 683)
siempre consideraron improcedente la existencia de tribunales arbitrales constituidos por árbitros en
número par. El hoy también derogado artículo 1918 del Código Civil de 1984 siguió idéntico criterio al
exigir que los árbitros fuesen designados en número impar.
Pero además de los requisitos que pueden ser exigidos por la ley del lugar donde se va a
desarrollar el arbitraje, las partes o el Reglamento de la Institución Arbitral encargada de
administrar el arbitraje pueden imponer sus propios requisitos.
Finalmente, las partes en ejercicio de la autonomía o libertad que tienen para designar a
sus árbitros, pueden acordar al momento de suscribir el convenio arbitral o luego mediante
pacto adicional, cualidades especiales que deberán reunir las personas que actuarán
como árbitros. Así por ejemplo, las partes bien podrán exigir en caso de un arbitraje sobre
Seguros, que los árbitros sean profesores universitarios y enseñen Derecho de Seguros, o
que tratándose de una controversia referida a la deficiente construcción de un edificio, los
árbitros sean arquitectos con cierta experiencia profesional.
Si los árbitros designados no cumplen con los requisitos legales, contractuales (del
convenio arbitral) o reglamentarios (de la institución arbitral), ello puede conllevar, como
veremos más adelante, a que el o los árbitros puedan ser recusados,(435) o que el laudo
(431) De conformidad con el inciso 4) del articulo 106 de la LGA, procede declarar la nulidad del laudo
arbitral cuando la composición del tribunal arbitral no se haya ajustado a la ley. Volveremos sobre este
tema en el punto 6.322.
(432) Montealegre Escobar, José. Los árbitros en el Derecho Colombiano y el Centro de Arbitraje y
Conciliación Mercantiles de la Cámara de Comercio de Bogotá- En El Arbitraje en el Derecho
Latinoamericano y Español, University of Ottawa, Cultural Cuzco S.A., Lima, 1989, p. 250. Explica el
autor que de conformidad con la legislación colombiana el principio general es que “los árbitros deben
ser ciudadanos colombianos en ejercicio de sus derechos civiles y abogados inscritos si la sentencia
ha de dictarse en derecho”.
(433) Voskuil, C.C.A. y Judith Aun Freedberg-Swartzburg. Composition of the Arbitral Tribunal. En: Sarcevic,
Petar (editor), Essays on International Commercial Arbitration, Graham & Troman, Londres, 1989, p.
70.
(434) Así, por ejemplo, el artículo 2.6. del Reglamento de Arbitraje de la Cámara de Comercio Internacional
(CCI) establece que “el árbitro único o el presidente del tribunal arbitral será de un país distinto del de
las partes...”, aunque luego la misma norma permite que en circunstancias especiales el árbitro pueda
tener la nacionalidad de una de las partes.
(435) Sobre la recusación de árbitros ver infra punto 4.6.
arbitral pueda ser anulado o no reconocido(436) por la defectuosa constitución del tribunal
arbitral.
Ahora bien, en líneas generales podemos hacer referencia a los principales requisitos
exigidos a los árbitros:
1. Capacidad:
Las leyes arbitrales de los diferentes países normalmente exigen que las personas
que van a actuar como árbitros gocen plenamente de sus derechos civiles, es decir
tengan plena capacidad de goce y ejercicio. En ese sentido se pronuncian, entre
otros, la legislación francesa (artículo 1451 del Código Procesal Civil) y la holandesa
(artículo 1023 de la Ley de Arbitraje).
2. Calificaciones profesionales:
Por otro lado, existen algunas legislaciones que impiden que ciertas personas actúen
como árbitros en razón de su actividad profesional. En la generalidad de los casos se
prohíbe a los magistrados activos del Poder Judicial que ejerzan funciones arbitrales,
siendo contadas las excepciones a esta regla como es el caso de Holanda e
Inglaterra. (438)
3. Nacionalidad:
Muchos países por razones que hasta el momento no comprendemos pero que
pueden estar muy vinculadas a criterios obsoletos de soberanía exigen que los
árbitros sean nacionales de dicho Estado.(439)
Sin embargo, las modernas legislaciones arbitrales tienden a eliminar este criterio
discriminatorio, como sucede por ejemplo en la Ley de Arbitraje de Holanda, la cual
en su artículo 1023 establece que nadie puede ser impedido de actuar como árbitro
en razón de su nacionalidad, salvo que las partes lo hayan acordado expresamente.
Esta disposición de la ley holandesa guarda armonía con lo dispuesto en el artículo III
de la Convención Europea sobre Arbitraje Comercial Internacional, suscrita en
Ginebra el 21 de Abril de 1961.(440)
(436) Ver artículos 106 y 109 de la Ley General de Arbitraje Peruana. Abordaremos este tema en el punto
6.322.
(437) Artículos 12 y 62 de la Ley Española de Arbitraje. Tratándose del Perú ver infra puntos Nos. 4.2.1.1.2.
y 5.5.3.1.
(438) Voskuil, C.C.A. y Judith Aun Freedberg-Swartzburg, Op. Cit., p. 71.
(439) Así, por ejemplo, ver supra cita No. 432.
(440) Articulo III: “En los arbitrajes comparados por el presente Convenio, los súbditos extranjeros podrán
ser nombrado. árbitros
Incompatibilidad
El artículo 21 de la LGA establece el primer requisito, el cual está íntimamente
ligado con la actividad que realizan determinados sujetos, a los cuales en razón de
dicha actividad se les prohíbe actuar como árbitros, bajo sanción de nulidad del
nombramiento y del laudo. Estos son, entre otros, los magistrados, con excepción
de los Jueces de Paz, los Fiscales, Procuradores Públicos, ejecutores coactivos, el
Presidente y los Vice-Presidentes de la República, los Ministros y Vice-ministros, los
notarios, etc.
(441) Articulo 12.4. “Tampoco podrán actuar como árbitros los Jueces, Magistrados y Fiscales, ni quienes
ejerzan funciones públicas retribuidas por arancel”.
(442) El artículo 1366 del Código Civil está ubicado dentro de las Disposiciones Generales del Libro VII -
Fuentes de las Obligaciones-. La norma está referida a la prohibición de adquirir derechos reales, pero
contiene una lista similar a la de la LGA.
(443) Cremades, Bernardo María. (España) Op. Cit., 17.
(444) En el punto 4.6. trataremos las consecuencias legales en caso de nombrarse como árbitro a una de las
personas comprendidas en el articulo 21 de la LGA.
Esta norma se complementa con lo dispuesto en los dos primeros párrafos del
artículo 3: “El arbitraje puede ser de Derecho o de Conciencia. Es de Derecho
cuando los árbitros resuelven la cuestión controvertida con arreglo al derecho
aplicable. Es de Conciencia cuando resuelve conforme a sus conocimientos y leal
saber y entender, teniendo presentes los usos aplicables”.
Lohmann(447) nos define al arbitraje de Derecho como aquél por el cual se “obliga a
los árbitros a emitir un laudo conforme a las disposiciones legales de fondo y ciertas
mínimas de forma, teniendo incluso presentes la jurisprudencia, la costumbre y los
usos. Son jueces privados en el más estricto y sano sentido. No les está dado
prescindir de la ley y, como los jueces, a falta de norma legal expresa deben aplicar
las que la analogía permita y en su defecto los principios generales del Derecho”.
Por su parte, Aylwin(448) nos describe al arbitraje de Equidad de la siguiente manera:
“El Amigable componedor no debe resolver la controversia declarando el derecho
que la ley otorga: debe hacerlo imponiendo la solución que considere más justa y
más prudente, puede en esta forma, desentenderse en absoluto de los derechos
preexistentes que se hallen comprometidos en el pleito y hacer nacer con su fallo
nuevos títulos para las partes”.
(445) Chillón Medina, José y José Merino Merchán. Tratado de Arbitraje Privado Interno e internacional,
Editorial Cívica Madrid, 1978, p. 377, nos explican que algunos ordenamientos jurídicos como el
Inglés, desconocen esta distinción.
(446) Lohmann Luca de Tena, Juan G. (Arbitraje Op. Cit., p. 69.
(447) Ibid, p. 69.
(448) Aylwin Arocar, Patricio. Op. Cit., p. 579.
(449) Aramburú Menchaca, Andrés. Op. Cit., p. 21-2Z
Al parecer, la exigencia legal de que los árbitros de Derecho fallen “de acuerdo a
ley” actuando como “jueces privados” ha llevado a que se equipare la función que
cumple el árbitro de Derecho con la que desarrolla el juez, dando origen esta
situación a que se exija el exclusivo nombramiento de abogados cuando estemos
ante Arbitrajes de Derecho; mientras que en el Arbitraje de Equidad, dado que los
árbitros resuelven de acuerdo a su “conciencia”, puedan participar el resto de los
mortales. Lohmann(450) parece confirmar nuestra apreciación cuando afirma que:
“Consecuencia lógica de la necesidad de poseer conocimientos jurídicos que
reclama el arbitraje de Derecho, la ley exige... que los árbitros que se designen
habrán de ser abogados”.
Ahora bien, si las partes pactan un “Arbitraje de Equidad”, a los árbitros se les
exigirá simplemente que sean mayores de edad y que se encuentren en pleno
ejercicio de sus derechos civiles, no importando si son nacionales o extranjeros.
Para Lohmann(453) “lo lógico y razonable es que el abogado sea ejerciente, porque
es la única manera de garantizar seriedad en el fallo. La obtención de título acredita
grado universitario, pero de poco o nada sirve si el titulado no ejerce y no está al
tanto de la aplicación del Derecho. Además, me pregunto: cuando a un titulado le
designan árbitro de Derecho, ¿acaso no está ejerciendo la profesión?. Pero ya no
basta ser letrado, o sea licenciado en Derecho, sino que se requiere ser abogado, lo
cual implica estar autorizado para ejercer como tal por el Colegio del lugar donde el
arbitraje se lleva a cabo”.
Parece ser que la ley peruana ha aceptado como válida la opinión del autor,(454) la
misma que nosotros no compartimos en absoluto, ya que nos parece inaceptable no
sólo que la ley cree un monopolio en favor de los abogados y que ese monopolio a
su vez sea más exclusivo al dejar de lado a colegas menores de 25 años, sino que
además la Ley se irrogue el derecho de decidir qué abogado es bueno y cuál malo,
en vez de dejar en las partes esa decisión.
Pero, además estas exigencias legales nos generan dos dudas: La primera está
referida a donde debe estar colegiado el árbitro para poder ejercer su cargo; y, la
segunda, de si pueden actuar como árbitros abogados nacionales y extranjeros.
Ahora bien, ¿qué sucede con los abogados extranjeros? ¿Pueden participar en
arbitrajes domésticos? ¿Pueden ser nombrados como árbitros en arbitrajes
internacionales?
Sin embargo, el segundo párrafo del artículo 20 establece que cuando el arbitraje
sea de Derecho, el árbitro deberá ser Abogado, mayor de 25 años y colegiado.
De esta manera, la LGA en lo que se refiere al arbitraje doméstico cierra las puertas
indirectamente a la participación como árbitros de abogados extranjeros, ya que se
exige la colegiación obligatoria.(456)
En primer lugar, tenemos que la exigencia de que los abogados sean colegiados se
encuentra incluida en las disposiciones del arbitraje doméstico, por lo que a primera
vista, parecería que un abogado extranjero podría participar como árbitro en un
arbitraje internacional a ser llevado a cabo en nuestro país.
(455) Si bien el articulo 10 del Decreto Ley No. 18177 permitía el ejercicio “eventual” de la profesión en
lugares distintos al distrito judicial al que perteneciera el abogado, nunca se llegó a reglamentar el
término “eventual”, con lo que muchas veces resultaba necesario colegiarse para ejercer
esporádicamente en un lugar determinado de la República. En nuestra opinión la derogatoria del
articulo 10 del mencionado Decreto Ley es pertinente tratándose de un país como el Perú donde las
disposiciones legales son de aplicación para todo el territorio nacional.
(456) El Dr. Juan G. Lohmann (Glosas de Urgencia) Op. Cit., p. 2.32, afirma que los abogados extranjeros
no pueden fungir como árbitros de Derecho, tratándose de arbitrajes domésticos, por cuanto “si son
extranjeros, posiblemente no conocen de derecho peruano”. Nosotros no compartimos esa opinión no
sólo porque se crea un monopolio en manos de los abogados peruanos, sino porque además se pre-
sume la “incompetencia” de colegas extranjeros para resolver “conforme a derecho” y se le niega a los
particulares el derecho a decidir acerca de quienes son para ellos los verdaderamente “competentes”
Todas estas razones nos llevan a postular la inaplicación del articulo 20 de la LGA
al arbitraje internacional, aunque consideramos que sería conveniente que nuestra
LGA incorpore una norma en la que expresamente se permita la participación de
abogados extranjeros en los arbitrajes de Derecho.(458)
(457) Chillón Medina, José y José Merino Merchán. Op. Cit., p. 380.
(458) Sobre el particular, es importante señalar que el Dr. Juan G. Lohmann (Glosas de Urgencia) Op. Cit.,
p. 2.32, considera que “si se designa árbitro extranjero es porque probablemente la controversia tiene
connotación internacional, en cuyo caso se aplican los artículos referidos al arbitraje internacional, que
no contienen restricción”. Esta opinión es muy valiosa viniendo de una persona que tuvo una actuación
destacada al momento de redactarse nuestra actual Ley Arbitral En todo caso, la duda se mantiene
simplemente porque al momento de redactarse la LGA no se tuvo el cuidado de indicar en forma
expresa, qué disposiciones de la parte doméstica se aplicarán al arbitraje internacional.
(459) Es absurdo que un abogado extranjero pueda actuar como “árbitro de Equidad” y no lo pueda hacer
como “árbitro de Derecho”, ya que en ambos casos se trata del mismo “Abogado”.
(460) Craig. Laurence, Park, William & Jan Paulsson, Op. Cit., p. 204.
arbitral. Estos son: Arbitraje Institucional, Arbitraje con Entidad Nominadora y Arbitraje Ad-
Hoc.
Arbitraje Institucional
Cuando las partes suscriben un convenio arbitral como el siguiente:
“Todas las desavenencias que deriven de este contrato serán resueltas definitivamente
de acuerdo con el Reglamento de Conciliación y Arbitraje de la Cámara de Comercio
Internacional por uno o más árbitros nombrados conforme a este Reglamento”;(461) lo
que están pactando es un Arbitraje Institucional, es decir, un arbitraje que será
administrado en todas sus fases por una persona jurídica constituida para dicho fin.
(461) Cláusula de arbitraje de la Cámara de Comercio Internacional de Paris (CCI). En: Montoya Alberti,
Ulises. (Arbitraje) Op. cli., p. 49.
(462) Chillón Medina, José y José Merino Merchán. Op. Cit, p. 388, indican que algunas instituciones
arbitrales permiten que las partes elijan a los árbitros libremente “sin obligación de hacerlo de entre
listas preestablecidas, o bajo el control, supervisión o eventual confirmación del organismo de arbitraje.
Suele ser procedimiento usual en Instituciones que cubren grandes espacios regionales de áreas
jurídicas extendidas, como la ‘American Arbitration Association’, o corporaciones profesionales o
jurídicas de carácter preferentemente técnico como la ‘International Law Association’ (art. 2 y 4 de las
Reglas de Copenhague)”.
(463) Así, por ejemplo, el articulo 5 del Reglamento de Arbitraje del Instituto Nacional de Derecho de Minería
y Petróleo (publicado en el Diario Oficial El Peruano el 02.11.89), establece en su segundo párrafo que
“las personas que hubieren convenido en someter sus controversias al presente Reglamento,
designarán sus árbitros entre los miembros del panel” compuesto por 12 árbitros.
(464) Existen algunas instituciones arbitrales que se reservan el derecho de nombrar al árbitro único o al
tercer árbitro, es decir al Presidente del Tribunal Arbitral. Otras instituciones, como la Cámara de
Comercio Internacional (CCI), establecen que el tercer árbitro será designado por dicha institución,
salvo que “las partes hayan previsto que los árbitros que han designado elijan al tercer árbitro en un
plazo determinado” (art. 2.4.).
Además, uno siempre estará seguro de que el Tribunal Arbitral será constituido sin
tener que recurrir al Poder Judicial, ya que la institución arbitral se encargará de
designar a los árbitros cuando sea necesario.
Estos terceros autorizados por las partes procederán a cumplir el encargo cuando
ambas partes o una de ellas se lo soliciten al haberse suscitado un conflicto.
Finalmente, debemos recomendar que si las partes desean nombrar árbitros de esta
manera, deleguen la designación a instituciones o entidades vinculadas al quehacer
arbitral,(467) ya que la designación de cualquier tercero no siempre asegurará el
cumplimiento del encargo. (468)
Arbitraje Ad Hoc
Como ya indicamos en su momento,(469) en el arbitraje Ad-Hoc las partes tendrán que
pactar en el convenio arbitral, entre otros, la forma cómo se designará al árbitro único o
al panel de árbitros.
(465) Articulo 2.3. cuando las partes hayan convenido que la diferencia será resuelta por un árbitro único,
Pueden designarlo de común acuerdo para su confirmación por la Corte. Si no hubiera acuerdo entre
las partes en el plazo de treinta días a partir de la notificación de la demanda de arbitraje a la parte
demandada, el árbitro único será nombrado por la Corte”.
(466) Cremades, Bernardo M. (España) Op. Cit., p. 15.
(467) Benetti Salgar, Julio. El arbitraje en el Derecho interno colombiano. En: El Arbitraje en el Derecho
Latinoamericano y Español, Cultural Cuzco SA., Lima, 1989,p. 211. “...la experiencia enseña que el
tercero delegado para nombrar los árbitros raramente se niega a cumplir el encargo, menos aún si se
trata de una entidad seria, como lo son las Cámaras de Comercio y las entidades gremiales...”.
(468) Si el tercero designado no cumple con el encargo, habrá que aplicar el sistema de nombramiento de
los árbitros para los arbitrajes Ad-Hoc.
(469) Ver supra punto No. 3.2.73.
resolver el conflicto.
11.3. de la Ley Modelo de UNCITRAL, mediante el cual cada parte nombra un árbitro y
entre éstos se designa al tercero.(470)
Ahora bien, ¿qué sucederá si las partes no designan a los árbitros de la manera
acordada o no cumplen con el nombramiento de la manera establecida
supletoriamente por la ley? Aquí una vez más dependerá de la ley de cada país o de la
aplicación de algún Tratado Internacional.
Normalmente las leyes establecen que cuando falta nombrar a uno o varios árbitros, la
designación será hecha por el juez.(471) Obviamente dependerá del pacto de las partes
y lo que disponga supletoriamente la ley, para saber cuántos árbitros serán
designados, (472) y para conocer sobre qué universo podrá escoger el juez.(473)
(470) Ver texto del artículo de la Ley Modelo en Montoya Alberti, Ulises. (Arbitraje) Op. Cit., p. 394-395.
(471) Articulo 38.1. de la Ley Española de Arbitraje: “Si las partes no se pusieren de acuerdo con la
designación de los árbitros, se procederá a instancia de cualquiera de los interesados a la
formalización judicial del arbitraje conforme a las reglas establecidas en los artículos siguientes”.
(472) Si las partes acordaron que los tres árbitros serían designados de común acuerdo, pues a falta de
acuerdo el juez tendrá que designar a todos. En cambio, si las partes acordaron algún sistema de
nombramiento ‘independiente”, pues el juez normalmente designará al árbitro de la otra parte y/o al
presidente del tribunal arbitral.
(473) Algunas legislaciones Otorgan plena autonomía a los jueces para que designan a los árbitros de la
manera Cine consideren pertinente. Otras establecen un universo limitado dentro del cual puede el
juez realizar la designación. Esto sucede por ejemplo en España, ya Cine el artículo 41.2. establece
que “...el juez procederá a la designación de los árbitros mediante sorteo de entre los nombres
incluidos en la lista de abogados en ejercido que solicitará del Colegio Profesional de la circunscripción
judicial correspondiente del Consejo General de la Abogada...”.
(474) El texto de la Convención puede encontrarse en Montoya Alberti, Ulises. (Arbitraje) Op. Cit., p. 315-
325.
(475) Sobre el tema recomendamos leer: Cremades, Bernardo Maria (Arbitraje y Comercial). Op. Cit. p 54-
62.
Ahora bien, para analizar este tema apelaremos a los tres tipos de arbitraje descritos
anteriormente, es decir, Arbitraje Institucional, con Entidad Nominadora y Ad-Hoc,
haciendo referencia tanto a los Arbitrajes Domésticos como a los Arbitrajes
Internacionales donde puntualizaremos sus diferencias en caso que sea necesario
hacerlo.
Arbitraje Institucional
Tanto el artículo 18 inciso 3) como los incisos 3) y 4) del artículo 86 de la LGA
ubicados en las secciones sobre Arbitraje Doméstico e Internacional,
respectivamente, establecen expresamente la posibilidad de que los árbitros sean
nombrados de acuerdo con las disposiciones contenidas en el Reglamento de la
Institución Arbitral designada como administradora del arbitraje.
(476) También podrá intervenir el juez cuando la entidad nominadora no cumpla con el encargo de designar
a los árbitros, aunque esta posibilidad resulta remota si las partes han encargado el nombramiento de
los árbitros a alguna institución arbitral o gremial seria.
(477) Ver supra punto No. 3.2.73.
(478) Ver supra punto No. 4.3.1.
De esta manera, nuestra ley arbitral reconoce la posibilidad de que las partes
deleguen en cualquier tercero la facultad de designar a los árbitros sin tener que
llevar este tema, por lo menos en una primera instancia, al Poder Judicial.(479)
Dependerá de que las partes nominen a “terceros” idóneos para ejercer el encargo,
para asegurar que éstos nombrarán a los árbitros, por cuanto de no hacerlo, habrá
que acudir al juez para que éste proceda a la designación.
Arbitraje Ad Hoc
La primera parte del artículo 18 de la LGA establece que “los árbitros son
designados directamente por acuerdo de las partes”. Esta norma parecería permitir
a las partes el pactar algún mecanismo propio para el nombramiento de los árbitros,
como los explicados en el punto 4.3.3. de este capítulo.
interesado tendrá que recurrir al juez para que éste cumpla con “integrar” el
convenio arbitral.
De esta manera, las disposiciones domésticas de nuestra LGA exigen a las partes
de un Arbitraje Ad-Hoc que procedan de “común acuerdo” a designar a todos los
árbitros, y si no hay acuerdo acabarán ante el Juez. Esto está expresamente
contenido en el inciso 1) del artículo 15 de la LGA que a la letra dice: “...Tratándose
de designación de árbitros, y salvo que se hubiera predeterminado su número, el
demandante debe proponer un número no inferior a siete, entre quienes el Juez
elegirá a tres, designando dos suplentes”.
Pero hay más, para Lohmann(482) el sistema de nombramiento por el cual cada
parte designa un árbitro y entre éstos se nombra al tercero es “corrupto” (el autor
usa la palabra “corruptela”), razón por la cual la LGA la prohíbe expresamente
ordenando que los árbitros sean nombrados de “común acuerdo entre las partes”.
Sin embargo, resulta curioso por decir lo menos que dicho sistema “corrupto” sea
expresamente aceptado en el artículo 92 de la LGA (aplicable al arbitraje
internacional), el cual dice a la letra: “En el arbitraje con tres árbitros, cada parte
nombrará un árbitro y los dos árbitros así designados nombrarán al tercero...”.
¿Acaso algo puede ser calificado de “corrupto” y prohibirse sólo para algunos casos
y no para todos?
Pero, además, existe otro tema interesante. Según lo dispone el inciso 3) del
artículo 18 de la LGA, se exceptúa de la obligación de designar a todos los árbitros
de común acuerdo cuando “las partes se someten al reglamento de una institución
organizadora de arbitrajes, que contenga el procedimiento de designación”. Pues
bien, muchas instituciones arbitrales establecen en sus Reglamentos, disposiciones
por las cuales las partes tienen la absoluta libertad para establecer el sistema de
designación de árbitros que más les convenga.
Así, por ejemplo, imaginemos que las partes acordaron que cada uno nombraría a
un árbitro y entre éstos se designaría al tercero. Nacida la controversia, una de las
partes no cumple con nombrar a su árbitro. Pues bien, en este caso el interesado
tendrá que acudir al juez, pero simplemente para que éste designe al árbitro de la
otra parte, ya que el tercero será nombrado por los otros dos árbitros. Obviamente
si luego estos dos árbitros no se ponen de acuerdo para designar al tercer árbitro,
pues habrá que acudir nuevamente al juez, pero una vez más la función de la
autoridad jurisdiccional será meramente instrumental.
Con este sistema que es el seguido por las legislaciones más avanzadas sobre
arbitraje se limita enormemente la intervención judicial, haciendo que el juez
participe en su justa medida simplemente para colaborar en la constitución de un
tribunal arbitral cuando falte nombrar a alguno de los árbitros.
De esta manera, existe aquí un gran vacío que debe ser prontamente cubierto por
nuestra LGA, ya que no existe procedimiento legal alguno para que una de las
partes en un procedimiento arbitral internacional Ad-Hoc pueda solicitar del Juez
peruano el nombramiento de los árbitros faltantes.
Por esta razón, consideramos pertinente la inclusión de una norma que contenga
los siguientes elementos:
• Que la función del Juez será simplemente la de designar a los árbitros faltantes
de conformidad con el pacto de las partes y a falta de acuerdo con el
procedimiento supletorio establecido en el artículo 93 de la LGA.
• Que la decisión del Juez será inapelable, ya que las partes podrán impugnar el
nombramiento de los árbitros de conformidad con las reglas de recusación.
(483) El inciso 1) del artículo 56 de la LGA dispone que un laudo arbitral doméstico puede ser anulado si el
convenio arbitral es nulo, “salvo que se haya formalizado judicialmente...”. Esta norma está
reconociendo expresamente que el Juez que conoce de un proceso de “integración” del convenio
arbitral puede denegar dicho pedido si considera que el acuerdo de arbitraje es nulo. En cambio, en
aquellos países donde sí se recoge de manera precisa la figura del convenio arbitral (como sucede en
los arbitrajes internacionales regulados por nuestra LGA), el Juez no analiza en este momento la
validez de un acuerdo de arbitraje, ya que su única función es la de designar a los árbitros faltantes.
(484) El juez peruano en aplicación del artículo 93 de la LGA tendrá que cuidar el designar como árbitro
único o como tercer árbitro a una persona de nacionalidad distinta a la de las partes. ¿Cómo hará el
juez para cumplir con este mandato? ¿Quién le proveerá de la información necesaria para designar a
un extranjero?
(485) Ver supra punto No. 3.2.7.3.
(486) El Proyecto del Instituto Libertad y Democracia también era de aplicación para la designación de
árbitros tratándose de arbitrajes domésticos. Si bien la posición asumida por el ILD resulta interesante,
somos de la opinión que este sistema sólo deberla operar para los arbitrajes internacionales mientras
no exista un número significativo de instituciones arbitrales operando eficientemente en el Perú, ya que
exigir a las partes en un arbitraje doméstico que acudan como último recurso a una institución arbitral
en vez que a los jueces podría suponer un gran costo, toda vez que las pocas instituciones arbitrales
que operan actualmente en el país se encargan normalmente de administrar arbitrajes de gran
envergadura.
(487) Voskuil, C.C.A. y Judith Ann Freedberg-Swartzburg, Op. Cit., p. 74-75.
Este tema está referido a la facultad exclusiva de una de las partes de designar al
árbitro único o todos o la mayoría de los árbitros, vulnerando de esa manera “la regla
de par conditio o de equilibrio de las partes...”.(488)
Las leyes de los diferentes países normalmente prohíben que una de las partes pueda
nombrar al árbitro único o designar a la mayoría de los árbitros que compondrán un
Tribunal Arbitral, sancionando este pacto con la nulidad del convenio arbitral o con la
nulidad únicamente de dicho pacto.(489)
Ahora bien, en el Perú la segunda parte del artículo 9 de la LGA establece que: “Es
nulo el convenio arbitral que concede a una de las partes derecho exclusivo para la
designación de los árbitros, para la fijación de la materia objeto de arbitraje, o para
establecer las reglas del proceso arbitral”; no existiendo norma similar para el supuesto
del arbitraje internacional, aunque, siendo una norma de orden público, la
consideramos aplicable para este último caso.
La sanción impuesta por la LGA difiere de su antecedente, el artículo 1918 del Código
Civil de 1984, ya que éste simplemente declaraba como nulo “...el pacto de deferir a
una de las partes la facultad de hacer el nombramiento de alguno de los árbitros”, (490)
razón por la cual resulta pertinente el preguntarnos cuál de las dos sanciones es la
correcta.(491)
(488) Lohmann Luca de Tena, Juan G. (Arbitraje) 0p. Cit., p. 136. Enrico Redenti expresa sobre este tema lo
siguiente: “Es principio hoy unánimemente aceptado en jurisprudencia (Italiana) y adoptado como
requisito de validez del compromiso y de la cláusula compromisoria, que exista la necesidad de orden
público de que todas las partes cooperen libre y paritariamente de algún modo a la elección de los
árbitros. El pacto compromisorio que viole tal criterio, encomendando la elección, del único árbitro de
la mayoría del colegio a una sola parte, debe considerarse nulo. Citado por Montoya Alberti. Ulises.
(Arbitraje) Op. cit.,p. 86.
(489) Voskuil, C.C.A. Y Judith Ann Freedberg-Swartzburg. Op. Cit., p. 74-75. Alemania (artículo 1025(2) del
BGB), (articulo 19 del Concordato), Bélgica (artículo 1678(1) de la Ley de Arbitraje).
(490) Cárdenas Q., Carlos. Op. Cit., p. 685.
Explica el autor refiriéndose a la disposición del Código Civil que “conviene aclarar que la nulidad
afectará sólo al pacto... [y no] perjudicará en lo absoluto al compromiso. Es esta una aplicación del
principio consagrado en el artículo 224, primer párrafo del Código Civil, según el cual “la nulidad de
una o más de las disposiciones de un acto jurídico no perjudica a las otras, siempre que sean
separables”.
(491) La LGA en este tema comparte la posición asumida por la Ley de Arbitraje Española de 1988, la cual
establece en su artículo 9.3 lo siguiente: “Será nulo el convenio arbitral que coloque a una de las
partes en cualquier situación de privilegio con respecto a la designación de los árbitros”.
(492) Cuando las partes pactan un arbitraje institucional, resulta difícil que nos encontremos ante un caso
como el estudiado, ya que los Reglamentos Arbitrales establecen mecanismos de designación donde
expresamente se reconoce la igualdad de las partes. Ahora bien, puede suceder que algún
Reglamento Arbitral establezca que las partes pueden determinar su propio sistema de designación de
árbitros y así se cuele un mecanismo desigual. De darse este caso, somos de la opinión que bastaría
interpretar que sólo el acuerdo de designación es nulo, para así dar paso a la aplicación exclusiva de
las disposiciones del Reglamento Arbitral.
¿Pero es necesario sancionar con la nulidad del convenio arbitral aquellos acuerdos
sobre nombramiento de árbitros que establezcan un procedimiento de designación
desigual?
Imaginemos por un momento que A y B han acordado un arbitraje con árbitro único,
estableciendo que dicho arbitro será designado sólo por A. Llegado el momento de
nombrar al árbitro, ¿acaso no sería suficiente que B pudiera acudir al juez a pedirle que
declare nulo el acuerdo de designación y que proceda a nombrar al árbitro ante la
nulidad del pacto?
Creemos que las respuestas a las preguntas hechas en el párrafo anterior deben ser
contestadas en sentido afirmativo, por lo que consideramos que el tema de la posición
predominante de una de las partes en lo que se refiere al nombramiento de los árbitros
debe ser solucionada sin tener que apelar a una sanción tan drástica como es la de
declarar nulo el convenio arbitral.
Obviamente para obligar a una Institución Arbitral a que administre un arbitraje o a los
árbitros para que cumplan con resolver una determinada controversia, es necesario que
éstos acepten expresamente la oferta que les hagan las partes para ejercer tales
encargos.
(493) Voskuil, C.C.A. y Judith Ann Freedberg..Swartzburg Op. Cit., p. 75, nos explican que ésta es la
solución dispuesta por la Ley Arbitral holandesa.
(494) Ibid., p. 75. Dichos autores hacen referencia a que en los trabajos preparatorios de la Ley Modelo de
UNCITRAL, existía una norma que declaraba nulo un convenio arbitral que contuviera un sistema de
designación de árbitros desigual. Sin embargo, esta disposición fue descartada finalmente, por
considerarse que en estos casos procedería la recusación de los árbitros en base a su parcialidad o
dependencia, o en todo caso, el juez podría declarar nulo el laudo arbitral en la etapa de control del
arbitraje.
Cuando estamos ante un Arbitraje Institucional, son los Reglamentos Arbitrales los que
determinan todo lo relativo a la aceptación del encargo para actuar como entidad
administradora del arbitraje, como para fungir como árbitro.
Ahora bien, como ya hemos indicado, no basta la designación de los árbitros por las
partes para entender que el Tribunal Arbitral ya se constituyó, por cuanto es necesario que
los árbitros acepten expresamente la oferta que les hagan las partes y se pacten las
condiciones para el desempeño de la función.(495)
La aceptación del encargo por parte de los árbitros obviamente genera un contrato entre
las partes y los árbitros, contrato que la doctrina tradicionalmente ha denominado “contrato
de dación y recepción de árbitros”. (496). En buen castellano, por este contrato una o
ambas partes de un convenio arbitral pactan con una persona que esta última se
encargará de actuar como árbitro y en tal sentido procederá a resolver un conflicto
existente entre las partes a cambio normalmente de una retribución económica.
Si las partes han acordado arbitrar bajo los auspicios de una Institución Arbitral,
generalmente el Reglamento Arbitral de la Institución elegida establecerá todo lo
relativo a la aceptación del encargo tanto por parte de dicha entidad como por los
árbitros designados.
(495) Aylwin Azócar, Patricio. Op. Cit., p. 387-389. Este autor es de la misma opinión cuando señala que:
“En efecto, mientras la aceptación del árbitro no interviene, su nombramiento es para él un acto de
terceros y en consecuencia inoponible. De nada servirá a las partes el propósito declarado de
someterse a arbitraje de determinada persona si ésta no expresa su voluntad de servir de
compromisario entre ellas. El convenio que ata a las partes con el árbitro tiene una individualidad
propia y diversa del que celebran los litigantes entre si para acordar el arbitraje... Su único efecto es
crear para la persona designada la obligación de ejercer la tarea de árbitro y, por lo común para las
partes litigantes la obligación de remunerarle los servidos con un honorario”.
(496) Lohmann Luca de Tena, Juan G. (Arbitraje) Op. Cit., p. 132 y as.
(497) Ibid., p. 132.
(498) Ibid, p. 129-132.
Tratándose del Perú la Ley Arbitral es muy parca, ya que apenas contiene dos
disposiciones, ambas ubicadas en la Sección correspondiente al Arbitraje Doméstico
(arts. 16 y 17).
El artículo 16 in fine dice a la letra: “La aceptación del cargo por los árbitros, o por la
institución organizadora, otorga derecho a las partes para compelerles a que cumplan
el encargo dentro del plazo establecido, bajo pena de responder por los daños y
perjuicios que ocasionen por su demora o por incumplir las obligaciones respectivas”.
Por su parte, el último párrafo del artículo 17 establece que: “La aceptación del cargo
confiere a los árbitros, así como a las instituciones organizadoras del arbitraje, el
derecho a exigir a las partes un anticipo de los fondos que estimen necesarios para
atender las retribuciones respectivas y los gastos del arbitraje”.
Verifiquemos que ambas normas regulan los derechos y obligaciones que se derivan
de la aceptación del encargo por parte de la Institución Arbitral como de los árbitros,
pero en ningún momento determinan cómo y cuándo debe procederse a la aceptación.
Ante el silencio de nuestra Ley Arbitral habrá que estar en primer lugar a lo que hayan
dispuesto las partes y, en su defecto, a lo establecido en el Código Civil sobre
perfeccionamiento de los contratos (artículos 1373 y ss.).
En todo caso, la práctica ha demostrado que es muy raro que las partes designen
como árbitros a personas a las que previamente no se les ha consultado sobre dicha
posibilidad.
Esta forma de aproximación de una de las partes hacia el potencial árbitro no tiene por
qué ser vista como algo inmoral o ilegal por cuanto, por un lado, es lícito que las partes
nombren a un árbitro que por lo menos en forma general se incline hacia sus intereses
y, por otro lado, es también el propio potencial árbitro el interesado en conocer si
tendrá algún problema personal o profesional para aceptar el encargo.(500) De esta
manera, cuando las partes designan a dos de los árbitros, normalmente éstos ya han
aceptado previamente el encargo. El tercer árbitro por su lado será nombrado de
común acuerdo por las partes o por los demás árbitros. En cualquiera de dichos casos,
es razonable el asumir que ambas partes o los dos árbitros habrán confirmado la
participación de esta tercera persona en forma previa a su designación.
Honorarios y Gastos
En primer lugar, la Ley expresamente reconoce que la “función arbitral es retribuida
por las partes... [y que la aceptación del encargo] confiere a los árbitros, así como a
las instituciones organizadoras del arbitraje, el derecho de exigir a las partes un
anticipo de los fondos que estimen necesarios para atender las retribuciones
respectivas y los gastos del arbitraje” (art. 17).
Este primer derecho en favor de las Instituciones Arbitrales y los árbitros y por tanto
una obligación de las partes “es oportuno porque supone una presunción general a
favor de la profesionalidad arbitral, al tiempo que una prestación justa en
reciprocidad con los deberes y obligaciones que asume el árbitro [y la institución
arbitral] en el ejercicio de sus funciones”.(501)
Ahora bien, ¿cómo es que se determina el monto de los honorarios de los árbitros y
de las Instituciones Arbitrales, así como lo referente al anticipo de los fondos y el
pago de los gastos? Una vez más hay que distinguir si estamos ante un Arbitraje
Institucional o ante un Arbitraje Ad-Hoc.
(500) Reisman, Michael, Op. Cit., p. 388-389. “It is common for a party considering appointing a particular
arbitrator to contact the arbitrator, If only to find out if the putative arbitrator, as the result of a conflict of
interest, cannot accept the appointment This contact necessarily requires the party to describe the
case and, possibly, to supply the putative arbitrator with some of the basic documents. It is not
unreasonable for the party and the potential arbitrator to desire to meet and to discuss the case briefly.
Such contacts permit the potential arbitrator to determine whether there is a conflict, whether he
disposes of enough specialized background in the case to permit an adequate discharge of the
functions of arbitrator and so on. There is nothing illicit in such meetings and they are widely
acknowledged...”.
(501) Chillón Medina, José y José Merino Merchán. Op. Cit., p. 185. Ver también Montoya Alberti, Ulises.
(Arbitraje) Op. Cli., p. 96.
(502) Reglamento de Arbitraje del instituto Nacional de Derecho de Minería y Petróleo. publicado en el Diario
Oficial El Peruano el 02.11.89.
(503) Sobre el particular recomendamos leer las disposiciones sobre Gastos de Arbitraje contenidas en el
Reglamento de Arbitraje de la Cámara de Comercio Internacional (CCI), incluidas en el excelente libro
del Dr. Ulises Montoya Alberti. (Arbitraje) Op. Cit., p. 456 y as.
(504) Artículo 46 de la LGA. “Los árbitros se pronunciarán en el laudo sobre los gastos del arbitraje, teniendo
presente, de ser el caso, lo pactado en el convenio. Los gastos incluyen, pero no se limitan, a las
retribuciones de los árbitros y de los Abogados de las partes; las retribuciones del secretario que se
hubiera nombrado, si éste no fuese árbitro; los gastos de protocolización del laudo, cuando se hubiera
pactado; y, en su caso, la retribución a la institución que hubiera organizado el arbitraje.
Si el convenio no contiene pacto alguno sobre gastos, los árbitros se pronunciarán en el laudo sobre
su condena o exoneración, tomando en consideración el resultado o sentido del mismo.
Si no hubiera condena, cada parte cubrirá sus gastos y los que sean comunes en iguales
proporciones, entendiéndose como comunes las remuneraciones de los árbitros, las del secretario, si
éste no fuera árbitro, y la de la institución organizadora”.
(505) “Articulo 897.- El tribunal arbitral fijará en el laudo las costas del arbitraje. Las costas comprenden lo
siguiente:
1.- Los honorarios del tribunal arbitral, que se indicarán por separado para cada árbitro, los mismos
que serán de una cuantía razonable, teniendo en cuenta la materia controvertida, la complejidad
del tema, el tiempo dedicado por los árbitros y cualquier otra circunstancia pertinente.
2.- Los gastos de viaje y demás expensas de los árbitros, en su caso.
3.- El costo del asesoramiento pericial requerido por los árbitros, en su caso.
4.- El costo de asesoramiento legal de la parte vencedora, si se hubiera reclamado dicho costo
durante el procedimiento arbitral, el que será evaluado por el tribunal arbitral equitativamente.
5.- Los honorarios y gastos pactados con la institución arbitral, de acuerdo a su reglamento. Si dicha
institución no ha publicado un arancel de honorarios y gastos se tomará en cuenta los supuestos
del inciso a).
6.- Los honorarios y gastos del secretario arbitral y gastos de protocolización del laudo.
7.- Todo otro gasto que las partes o el reglamento arbitral expresamente determinen”.
“Articulo 898.- Las costas del arbitraje serán de cargo de la parte vencida. Sin embargo, el tribunal
arbitral podrá prorratear equitativamente cada uno de los componentes de estas costas entre las
partes, teniendo en cuenta las circunstancias del caso. Si los árbitros deciden no condenar al pago de
Sobre el momento en que habrá que hacer los pagos, Montoya(508) explica que “la
costumbre es que la parte efectúe [el pago] al inicio del procedimiento y el saldo al
emitirse el laudo”.
Finalmente, entendemos que será lícito que los árbitros retengan el laudo dictado
hasta el pago (cosa que por otro lado es también una costumbre), ya que como bien
explica una vez más Lohmann, (509) el contrato de dación y recepción de árbitros es
uno de prestaciones recíprocas.
Ahora bien, en algunos ordenamientos jurídicos los árbitros no sólo pueden sufrir
sanciones de tipo civil (responsabilidad civil), sino que también pueden ser juzgados
por la comisión de ciertos delitos. Esta situación se presenta en el Perú desde la
dación de la Ley No. 24653, la cual incluyó a los árbitros como pasibles de sufrir
represión penal por los delitos contra los deberes de función y los deberes
profesionales, en los tipos de prevaricato, concusión y corrupción de funcionarios.
costas, cada parte cubrirá sus gastos y los que sean comunes en proporciones iguales, entendiéndose
comunes los honorarios y gastos de los árbitros, los del secretario arbitral, los de la institución arbitral,
en su caso, y los costos de asesoramiento pericial...”
(506) Artículos 38 al 41 del Reglamento de Arbitraje de UNCITRAL Aprobado por Resolución 31/98 de la
Asamblea General de las Naciones Unidas de fecha 15 de Diciembre de 1976. Puede ubicarse el texto
de dicho Reglamento en Montoya Alberti, Ulises. (Arbitraje) Op. Cit., p. 415 y as.
(507) Lohmann Luca de Tena, Juan G. (Arbitraje) Op. Cit., p. 145.
(508) Montoya Alberti, Ulises. (Arbitraje) Op. Cit., p. 97.
(509) Lohmann Luca de Tena, Juan G. (Arbitraje) Op. Cit, p. 145.
Igual actitud ha sido asumida por el nuevo Código Penal –Decreto Legislativo No.
635-, el cual aplica las figuras delictivas de concusión (art. 386) y corrupción de
funcionario (art. 395) a los árbitros.
Nosotros no compartimos la solución dada por nuestro Código Penal por las
siguientes razones: en primer lugar, ya hemos indicado en su momento que carece
de importancia el hecho que nuestra Constitución diga que el arbitraje es
jurisdicción, ya que de no haberlo considerado como tal, igual podría existir la figura
del Arbitraje en el Perú.(511)
Verifiquemos que el artículo bajo comentario lo que está estableciendo son reglas de
comportamiento o ética que deben observar todas las personas que actúen como árbitros.
De esta manera y al parecer independientemente de la forma como se elijan a los árbitros,
todos deben cumplir con cierto comportamiento que en caso no se dé podrá derivar en
posibles recusaciones.
En cambio, en el Arbitraje son principalmente las partes las que con absoluta libertad
pueden proceder a designar a sus “jueces” de la manera que consideren conveniente.
Este sistema de designación es el más utilizado en los Arbitrajes Ad-Hoc, razón por la cual
está expresamente recogido en la Ley Modelo de UNCITRAL,(513) en el Convenio Europeo
sobre Arbitraje Comercial Internacional de 1961,(514) y en el Reglamento de Arbitraje de
UNCITRAL,(515) entre otros.
Ahora bien, ¿cómo es que las partes designan a su árbitro? ¿Acaso abren las páginas
amarillas y escogen al azar a una persona? Obviamente así no se eligen a los árbitros de
parte, ya que lo lógico es asumir que una parte buscará a alguna persona que conozca
directamente o por referencia de terceros, luego de lo cual necesariamente habrá al
menos una reunión informal entre la parte interesada y el potencial árbitro.
Por su parte, el potencial árbitro buscará entrevistarse con el interesado, porque antes de
aceptar el encargo deberá asegurarse de que no tiene ningún conflicto de intereses y que
se encuentra en capacidad profesional para resolver la controversia. Para ello será
necesario que se discuta por lo menos de manera general el caso.
Obviamente estos contactos previos entre los potenciales árbitros de parte y sus
contratantes, así como a lo razonable que significará el elegir a una persona que por lo
menos en líneas generales se incline en favor de la posición de la parte que lo elija, debe
confrontarse con la figura del tercer árbitro.
Esta aproximación completamente diferente que tienen las partes para con “sus árbitros” y
para con el “presidente”, conlleva una serie de consecuencias importantes. Una de éstas
por ejemplo es la de reconocer en el tercer árbitro, mayores poderes. Así, por ejemplo,
nuestra propia LGA establece expresamente en su artículo 41 que salvo acuerdo en
contrario “en los casos de empate dirime el voto del presidente (y si) no hubiera acuerdo
mayoritario, decide el presidente”.(520)
Si el sistema jurídico reconoce en los hechos, mayores poderes al tercer árbitro para dictar
él solo el laudo arbitral en razón de su falta de vinculación con las partes, pues es válido
afirmar que también debe reconocerse que los “árbitros de parte” no tienen por qué ser lo
imparciales o discretos como sí debe ser el Presidente del Tribunal Arbitral.
¿Qué otras reglas de comportamiento o ética deben observar todos los árbitros y cuáles
deben ser exigidas a éstos pero distinguiéndose entre “árbitros de parte” y “tercer árbitro”?
Para responder a esta pregunta, creemos pertinente apelar al Código de Ética para
Árbitros,(523) redactado en forma conjunta por la American Arbitration Association (AAA) y
la American Bar Association (ABA), probablemente dos de las más prestigiosas
instituciones arbitrales de los Estados Unidos de Norteamérica.
El Código de Ética para Arbitros tuvo en cuenta al momento de su redacción dos hechos
importantes, los cuales se describen en el preámbulo.(524) El primero, que si bien los
árbitros tienen la capacidad de resolver controversias como los jueces, estos últimos se
dedican exclusivamente a su labor, mientras que los primeros usualmente tienen otras
ocupaciones que distraen parcialmente cuando aceptan la designación como árbitros. Y,
el segundo, que debe reconocerse la existencia de “árbitros de parte”.
Si bien este Código de Ética no es imperativo nos parece interesante analizarlo, ya que en
nuestra opinión sienta las bases de la ética que debe observar todo aquél que alguna vez
acepte el encargo de actuar como árbitro y además creemos que debe ser tomado en
cuenta al momento de resolverse cualquier recusación.
El Código bajo estudio consta de siete normas o cánones, los seis primeras aplicables
para todos los árbitros en general y el sétimo dirigido exclusivamente a los árbitros de
parte. A continuación pasaremos a detallar dichos cánones explicando los alcances de
cada uno de ellos:
El Canon I establece como regla general la obligación de todos los árbitros de velar por la
integridad y la justicia del procedimiento arbitral. Se puntualiza que los árbitros son los
encargados de cuidar que el procedimiento arbitral se desarrolle con justicia, siendo
responsables en caso de incumplimiento ante las partes y la Institución Arbitral que
depositaron su confianza en ellos.
Este canon exige a los árbitros, entre otros, que acepten el encargo únicamente si pueden
dedicarle al procedimiento arbitral el tiempo necesario para que se desarrolle de manera
eficiente; cuidar que sus actos sean lo más honestos posibles para con ambas partes del
arbitraje; y, cumplir puntualmente con las pautas, límites, atribuciones y facultades que
consten en el Convenio arbitral y/o en el contrato de dación y recepción de árbitros.
Asimismo se puntualiza que una vez que los árbitros han aceptado el encargo y mientras
lo ejerzan, deben evitar cualquier relación financiera, comercial, profesional, familiar o
social con alguna de las partes que pudiera dar lugar a dudas justificadas acerca de su
imparcialidad. Esta obligación debe mantenerse por un tiempo razonable luego de que los
árbitros hayan laudado.
Sobre esta última exigencia ética, el Canon VII establece su inaplicación a los árbitros de
parte.(525) Esta situación obviamente se reflejará al momento de plantearse alguna
recusación o cuando se intente anular el laudo arbitral, ya que las exigencias éticas serán
mucho mas estrictas para los árbitros neutrales que para los árbitros de parte.
El Canon II establece la obligación de que los árbitros revelen cualquier interés o relación
con alguna de las partes que pudiera afectar o crear dudas acerca de su imparcialidad.
En primer lugar, los potenciales árbitros deben revelar a la parte o partes que les invitan a
servir como tales de cualquier interés económico o personal, sea éste directo o indirecto
en el pleito. Asimismo, deben informar de cualquier relación económica, comercial,
profesional, familiar o social existente entre el potencial árbitro y alguna de las partes o
sus abogados.
Una vez designado el árbitro, éste debe proceder a revelar dichas circunstancias a la otra
parte y al resto de los árbitros, así como a informar de cualquier hecho nuevo que se
presente durante el proceso arbitral.
La aplicación de esta norma ética no significa que los árbitros se encuentran obligados a
revelar con lujos de detalle su biografía comercial o personal, sino que simplemente tienen
(525) Creemos que resulta necesario antes de seguir adelante, el clarificar cómo se determina la calidad de
“árbitro de parte” de acuerdo con este Código de Ética. En la introducción del Canon VII se hace
mención una vez más a la costumbre de las partes de designar cada una un árbitro y entre éstos o
entre las partes nombrar al tercero.
Esta costumbre muy arraigada en la práctica arbitral genera la presunción de que las partes reconocen
la existencia de los “árbitros de parte”, salvo que las disposiciones legales aplicables al caso lo
prohíban o exista pacto expreso en contrario. En estos dos últimos casos, todas las normas del Código
de Ética se aplicarán por igual a todos los miembros del tribunal arbitral.
que informar sobre hechos y/o circunstancias relacionadas con las partes y el conflicto que
pudieran dar lugar a dudas justificadas acerca de la parcialidad del árbitro. (526)
Sin embargo, aquí una vez más entra a tallar la figura de los “árbitros de parte”, ya que el
Canon VII establece que si bien estos árbitros están obligados a revelar cualquier interés o
relación con alguna de las partes o el litigio, su obligación se cumple describiendo de
manera muy general la naturaleza de estas relaciones, a diferencia de los árbitros
neutrales a quienes se les exige mayor precisión e información. (527)
El Canon III regula todo lo referente a la forma como los árbitros deben comunicarse con
las partes de un arbitraje, estableciendo como regla general la aplicación de las
disposiciones arbitrales contenidas en el convenio arbitral o en el Reglamento de la
Institución Arbitral incorporado al contrato.
En todo caso, el Código de Ética entiende que durante el procedimiento arbitral los
árbitros no deben discutir el caso o remitir comunicaciones sobre el litigio a una de las
partes, salvo que la otra parte esté presente o acceda inmediatamente al conocimiento del
documento.
Esta regla muy lógica tratándose de árbitros neutrales se hace menos exigente cuando se
aplica a los árbitros de parte. En este caso el Canon VII permite un acercamiento para
discutir el conflicto entre el árbitro y la parte que lo designó, con la condición de que antes
se cumpla con informar este hecho a los demás árbitros y a la otra parte.
El Canon IV exige a los árbitros que conduzcan el procedimiento arbitral de manera justa y
en forma diligente, sin favorecer a ninguna de las partes. En aplicación de esta norma
ética los árbitros deben dar las mismas oportunidades a ambas partes, tanto para pedir
audiencias y presentar informes, pruebas, etc., como para acceder a la información
proporcionada por una de ellas.
Siendo que estas obligaciones están relacionadas como el debido proceso y el derecho de
defensa que tiene todo litigante, el Código de Ética no establece en este caso un
tratamiento especial para los árbitros de parte.
El Canon V establece que los árbitros deben emitir resoluciones justas e independientes,
luego de un prudencial período de deliberaciones. De esta forma, los árbitros deben
resolver las cuestiones que se les han encomendado de manera imparcial y luego de
haber hecho un suficiente análisis para estar seguros de que su decisión es la justa.
Necesariamente en este caso se acepta que los árbitros de parte se sientan inclinados a
fallar en favor de la parte que los eligió (Canon VII).
(526) Holtzmann, Howard. (Ethics) Op. Cit., 314. Dicho autor citando la opinión de uno de los vocales de la
Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos de Norteamérica en el caso Commonwealth Coating
Corp. vs Continental Casualty Co. (393, US 145, 150, 152, 1968), indica expresamente que “an
arbitrator cannot be expected to provide the parties with his complete and unexpurgated business
biography, nor i5 ah arbitrator called upon to disclose interests or relationships which are merely trivial”.
(527) Ibid, p. 319. El Canon VII B(1) establece: “Disclosure by non-neutral arbitrators should be sufficient to
describe the general nature and scope of any interest or relationship, but need not include as detailed
information as is expected from persons appointed as neutral arbitrator”
Finalmente, el Canon VI dispone que los árbitros deben guardar absoluta reserva de toda
información a la que tuvieran acceso, así como de cualquier tema referido al
procedimiento y al laudo arbitral, salvo que las partes hubieran acordado otra cosa. Como
sabemos, en principio el arbitraje es privado a diferencia del proceso judicial y esa es la
razón por la cual nadie, y en especial los árbitros, deben divulgar cualquier información
concerniente al caso que están tratando.
El mencionado Canon regula también otro tema que puede verse ligado a la transparencia
del proceso y a la confianza que deben transmitir los árbitros a las partes, cual es el
referido al pago de honorarios. El Código de Ética considera impropio que se discuta este
tema en privado entre los árbitros y una de las partes, siendo lo ético que todas las partes
involucradas en el arbitraje y los árbitros discutan y lleguen a un acuerdo antes de que se
inicie el arbitraje.
Sobre estos dos temas, el Canon VII aplica a los árbitros de parte el mismo estándar
tratándose de la reserva de información, pero considera válido que la parte y su árbitro
pacten la forma de pago de los honorarios de la manera que lo consideren pertinente.
Podría afirmarse a la luz de lo que dispone el artículo 16 de nuestra LGA, que las
disposiciones referidas a los “árbitros de parte” (Canon VII) no serían de aplicación en el
Perú porque a todos los árbitros se les exige el mismo estándar de comportamiento o
ética.
Sin embargo, como hemos indicado y trataremos con mayor profundidad al tocar el tema
de la recusación de los árbitros, consideramos necesario que nuestra LGA y la
jurisprudencia que se genere a partir de ésta, reconozcan la realidad y acepten la
existencia de los “árbitros de parte”, porque lo contrario podrá significar que se recusen
absurdamente a los árbitros y se impugnen y anulen laudos arbitrales por supuestas
parcialidades de personas que en la práctica, desde el mismo momento en que fueron
propuestas y nombradas como árbitros, no eran neutrales.
La verdad es que resultará difícil, por no decir imposible, poder determinar cuándo una
parte simplemente ha “propuesto” un árbitro y cuándo lo ha “impuesto”, ya que el hecho de
que aparezca en un documento que los tres árbitros han sido “aceptados” por ambas
partes, en ningún momento permite conocer si dos de ellos fueron en realidad designados
por cada una de las partes. Por ello, consideramos que lo mejor sería reconocer la
(528) Lohmann Luca de Tena, Juan G. (Glosas de Urgencia) Op. Cit., p. 2.30.
existencia de los “árbitros de parte” y dejar en las partes la decisión de si desean que
todos los árbitros sean o no neutrales.
Así, por ejemplo, mientras que el artículo 17 de la Ley de Arbitraje Española de 1988
establece que los “árbitros podrán ser recusados por las mismas causas que los
Jueces...”, (532) el inciso 2) del artículo 12 de la Ley Modelo de UNCITRAL dispone que un
“árbitro sólo podrá ser recusado si existen circunstancias que den lugar a dudas
justificadas respecto de su imparcialidad o independencia, o si no posee las
cualificaciones convenidas por las partes...”
Estos ejemplos nos demuestran las dos formas generalmente utilizadas para establecer
las causales de recusación: Por un lado, una enumeración taxativa de causales como es
el caso de la legislación española (al remitir el tema a las causales taxativas aplicables a
los jueces) y, por otro lado, reglas generales cuyo contenido debe ser determinado caso
por caso como es el supuesto de la Ley Modelo de UNCITRAL.
Ahora bien, Tupman(533) puntualiza que cualquiera sea la forma utilizada por una
legislación, lo cierto es que las posibles causales de recusación pueden ser agrupadas en
cinco categorías: capacidad, calificaciones profesionales, nacionalidad, independencia y
parcialidad, y, faltas en la conducción del proceso. Revisemos por separado cada una de
ellas:
a. Capacidad: hemos analizado este tema en el punto 4.2., donde afirmamos que las
leyes generalmente exigen que los potenciales árbitros gocen plenamente de sus
derechos civiles.
por la ley, como sería el caso de la necesidad de que los árbitros sean abogados
tratándose de arbitrajes de Derecho, o impuestas por las partes o el Reglamento
Arbitral.(534)
c. Nacionalidad: la ley bien puede exigir que los árbitros sean nacionales o que el
tribunal arbitral se constituya con uno o más extranjeros.(535) También puede ocurrir
que las partes o el Reglamento Arbitral determinen la participación de nacionales y/o
extranjeros.
Ahora bien, vimos en su momento(539) que nuestra LGA establece una serie de
requisitos que deben tener aquellas personas que actúen como árbitros. Estos
requisitos están contenidos en los artículos 20, 21 y 93, y se refieren a requisitos
profesionales (incompatibilidad y necesidad que el árbitro sea abogado en arbitrajes de
Derecho), capacidad (mayores de edad en pleno ejercicio de sus derechos civiles y
(534) Ibid., p. 27. Explica el autor que las partes son libres de prescribir calificaciones profesionales
especiales que deben tener los árbitros. Por ejemplo, las partes de un contrato marítimo pueden
acordar que los árbitros deben tener mi conocimiento determinado en Derecho Marítimo. Lo mismo
puede suceder en los Reglamentos Arbitrales, donde muchas veces se exige que los árbitros sean
miembros de la institución o se dediquen a actividades conexas.
(535) Ver supra punto 42.
(536) Tupman, W. Michael. Op. Cit., p. 29.
(537) Ibid., p. 30.
(538) Nariman, Fali S. Standard of Behaviour of Arbitrators. En: “Arbitration International”, Vol. 4, No. 4,
1988, p. 315.
(539) Ver supra punto No. 4.21.
A estos supuestos habría que agregar los requisitos que las partes o el Reglamento de
la Institución Arbitral establezcan para los árbitros.
Pero, ¿dónde están considerados en nuestra LGA los supuestos referidos a la falta de
independencia e imparcialidad de los árbitros? Existen dos normas, los artículos 23 y
94, el primero ubicado en la sección correspondiente al Arbitraje Doméstico y el
segundo aplicable al Arbitraje Internacional.
A primera vista las disposiciones de la LGA nos llaman poderosamente la atención por
lo siguiente:
3. ¿Por qué se aplican los supuestos de recusación de jueces a los árbitros? ¿Acaso
son nombrados de la misma manera y se les exige para su función los mismos
requisitos?
Consideramos que las disposiciones de nuestra LGA pecan por omisión, ya que por un
lado la norma internacional omite toda mención como causal de recusación a la falta de
requisitos legales de los árbitros y, por otro lado, el artículo referido al arbitraje
doméstico comete el error de aplicar a algunos árbitros las mismas causales de
recusación de los jueces, olvidándose que entre éstos y aquellos no existe vinculación
(540) La Última parte del articulo 93 de la LGA establece que el juez en caso de árbitro único o del tercer
árbitro “tendrá en cuenta...la conveniencia de nombrar un árbitro de nacionalidad distinta a la de las
partes”.
(541) Articulo 23 de la LGA: “Los árbitros nombrados directamente por las partes sólo pueden ser recusados
por incompatibilidad conforme al articulo 21 o por las mismas causas que los Jueces, siempre que
éstas hayan sobrevenido al nombramiento. Cuando el nombramiento hubiera sido efectuado por
tercero o por entidad organizadora... la recusación puede fundarse en cualquier causal que de acuerdo
al reglamento al que las partes se hubieran sometido o a las circunstancias concretas, pueda motivar
justificadas dudas sobre su imparcialidad o independencia”.
alguna(542) y además omite para el otro grupo de árbitros (los designados por terceros),
toda referencia a la falta de cumplimiento de requisitos legales.
Por estas razones, somos de la opinión que las normas peruanas sobre recusación
deberían ser modificadas, a fin de adaptar una disposición similar a la contenida en el
artículo 180 de la Ley Federal Suiza sobre Derecho Internacional,(543) la cual establece
como causales de recusación de los árbitros, las siguientes:
• Cuando los árbitros no tengan las calificaciones o requisitos pactados por las
partes;
A esta disposición sólo le agregaríamos un cuarto supuesto, cual es que los árbitros no
tengan las calificaciones o requisitos exigidos por la ley.
Con una disposición como la indicada creemos que se cubrirán todos los posibles
supuestos de recusación de los árbitros. Ello permitirá no sólo que las partes puedan
recusar a personas que actúen en forma parcializada o dependiente, sino que además,
posibilitará que por esta vía se corrijan irregularidades en la conformación del tribunal
arbitral que podrían derivar en una eventual nulidad del laudo arbitral.(544)
Y esto último nos lleva a un tema que nos preocupa sobremanera. El artículo 34 de
nuestra LGA establece que iniciado el proceso arbitral, cualquiera de las partes puede
oponerse al arbitraje “por falta de requisitos de los árbitros o por inexistencia de
aceptación”, y si los árbitros encuentran justificadas estas alegaciones, se “abstendrán
de continuar conociendo la controversia”, es decir, se dará por terminado el arbitraje.
(542) Los artículos 305 y 307 del nuevo Código Procesal Civil -Decreto Legislativo No. 768- establecen los
supuestos de impedimento y recusación de los jueces. Si bien es cierto muchos de estos supuestos
podrían ser de aplicación a los árbitros porque crean dudas acerca de su imparcialidad e
independencia, lo cierto es que los jueces son nombrados por el Estado y no por las partes y conocen
del proceso en razón de su competencia y no por haber sido designados por las partes.
(543) Tupman, W. Michael. Op. Cit., p. 37-38.
(544) Así, por ejemplo, el inciso 4) del articulo 106 de nuestra LGA sanciona con la nulidad del laudo cuando
la “composición del tribunal arbitral no se [ha] ajustado al convenio entre las partes, salvo que dicho
convenio estuviera en conflicto con una disposición legal de la que las partes no pudieran apartarse o,
a falta de convenio, que no se han ajustado a dicha disposición”.
(545) Ver supra punto No. 3.4.4.
(546) El artículo 95 de nuestra LGA aplicable al arbitraje internacional, establece que el “tribunal arbitral está
facultado para decidir acerca de su propia competencia, incluso sobre oposiciones relativas a la
existencia o a la validez del convenio arbitral... La oposición basada en que el tribunal arbitral ha
excedido su mandato deberá oponerse de inmediato...”
Sin embargo, nuestra LGA permite a nivel doméstico que una parte en vez de recusar
a un árbitro por la falta de algún requisito, pueda oponerse al arbitraje y salvo que
exista de su parte, voluntad para “subsanar el defecto”, el arbitraje tendrá que darse
por terminado.
Consideramos que urge una pronta derogatoria de esta facultad concedida a las
partes, ya que para “subsanar el defecto” bastaría reconocer el derecho de recusar al
árbitro y de esa manera posibilitar que continúe el arbitraje. Además, tal y como hemos
visto, la institución de la recusación existe justamente para subsanar estos vicios.
Ahora bien, antes de analizar los casos, creemos pertinente hacer dos precisiones: La
primera, recordar que conceptualmente existen algunas diferencias entre “dependencia
y “parcialidad”,(548) ya que la primera está referida a la existencia de relaciones
personales, comerciales o profesionales entre alguna de las partes, sus familiares o
sus abogados con el árbitro y, la segunda está relacionada con algún interés directo
del árbitro en la controversia. Sin embargo, como bien explica Tupman, (549) las
legislaciones y la jurisprudencia suelen utilizar indistintamente ambos conceptos.
La decisión tomada por los otros dos árbitros de conformidad con el Reglamento
Arbitral del CIADI, fue la de considerar infundada la recusación en razón de que al
ser el árbitro uno de parte no le era exigible el ser absolutamente neutral y,
además, para proceder a su recusación no bastaba la mera apariencia de
parcialidad, sino que era necesario demostrar una relación directa entre los hechos
y la alegación de dependencia. Obviamente y aún cuando la resolución de los
árbitros no lo dice, de haberse tratado del Presidente del Tribunal Arbitral, la
recusación hubiera procedido.
Como puede apreciarse, el fallo demuestra que aún tratándose del Presidente del
Tribunal Arbitral, no basta simplemente el alegar relaciones anteriores, sino que es
necesario demostrar que estas circunstancias dan lugar a dudas justificadas acerca
de la imparcialidad o independencia del árbitro.
c. En Transmarine Seaways Corp. of Monrovia vs Marc Rich & Co. A.G., el árbitro
designado por el demandante era presidente de una compañía que actuaba como
agente de otra empresa marítima que tenía un arbitraje con el demandado. En
base a esa situación el demandado lo recuso.
Tupman(552) opina a la luz de estos casos que demostrar la simple existencia de alguna
relación profesional o de negocios pasada entre el árbitro y una de las partes no resulta
(550) Todos estos casos han sido tomados del articulo de Tupman, W. Michael. Op. Cli., p. 44 y ss.
(551) El CIADI es una Institución Arbitral constituida mediante el Convenio sobre Arreglo de Diferencias
relativas a Inversiones entre Estados y Nacionales de otros Estados, suscrito en Washington D.C. el
18 de Marzo de 1965. Analizaremos este tema en el capítulo VII.
(552) Tupman, W. Michael. Op. Cit., p. so.
suficiente para amparar una recusación, salvo que los hechos prueben que el árbitro
mantenía con la parte una relación duradera.
Obviamente resulta imposible poder plantear algún criterio objetivo sobre cuándo debe
proceder una recusación basado en la “parcialidad” o “dependencia” de un árbitro. En
todo caso, creemos que siempre debe tenerse presente al momento de resolverse una
recusación, entre otros, la forma como se designó a los árbitros, la frecuencia y
antigüedad de las relaciones comerciales o profesionales y si éstas pueden tener un
impacto directo en la actitud del árbitro, la cercanía familiar entre el árbitro y la parte, y,
si el árbitro procedió o no a revelar estos hechos a las partes.
Como veremos en el siguiente punto, al ser la recusación una figura rodeada de mucha
subjetividad, la ley suele exigir de las partes y de los árbitros, ciertas acciones
encaminadas a impedir que la recusación se convierta en un mecanismo utilizado para
demorar o frustrar el desarrollo del arbitraje.
Procedimiento de recusación
Voskuil y Freedberg(553) nos informan que generalmente los Reglamentos de las
Instituciones Arbitrales contienen reglas que disponen que la recusación de un árbitro
será conocida en forma definitiva por la propia Institución o por el Tribunal Arbitral. Sin
embargo, para la procedencia de esta posibilidad habrá que estar a lo que disponga la
ley arbitral del lugar donde se desarrolle el arbitraje y lamentablemente a esta fecha no
existe uniformidad.
Ahora bien, ¿cuál es el plazo dentro del cual una parte debe proceder a plantear la
recusación? El artículo 25 de la LGA simplemente dispone que “la parte que formula
recusación debe hacerlo inmediatamente después de conocida la causa que la motiva,
justificando debidamente las razones en que se basa”. Como podemos apreciar, la
norma bajo comentario no establece plazo alguno (sólo dice inmediatamente de
conocida la causa), ni tampoco da directivas para poder determinar cuando la parte
que dedujo la recusación conoció o no del hecho en que basa su articulación, para
efectos de analizar si es extemporánea.
Sobre el tema del plazo, consideramos que la palabra “inmediatamente” otorga cierta
flexibilidad para que los árbitros, la institución arbitral o el juez meritúen si estamos
ante una maliciosa articulación o realmente ante un legítimo pedido. En todo caso,
creemos que hubiera sido importante incorporar lo dispuesto por el artículo 881 del
Proyecto del LLD, el cual establecía que la formulación de la recusación sólo era
procedente hasta antes de que venciera el plazo probatorio. De lo Contrario, podría
dejarse abierta la puerta para que una de las partes intente demorar la expedición del
laudo arbitral planteando recusaciones maliciosas.
(555) Articulo 88 de la LGA .“Se considerará que renuncia a su derecho a objetar el arbitraje la parte que lo
prosiga, conociendo que no se ha cumplido alguna disposición de la presente Sección de la que las
partes no puedan apartarse, o algún requisito del convenio arbitral, y no exprese su objeción a tal
incumplimiento sin demora injustificada o dentro de un plazo pactado”.
(556) Ver supra punto No. 4.5.
(557) Sobre el tema recomendamos leer: Craig, Laurence,Park, William y Jean Paulsson. Op. Cit, p.225-227
(558) La primera parte del articulo 98 de nuestra LGA establece “ La persona a quien se comunique su
posible nombramiento como arbitro deberá revelar todas las circunstancias que puedan dar lugar a
dudas justificadas respecto de su imparcialidad o independencia. El arbitro, desde el momento de su
nombramiento y durante todas las actuaciones arbitrales, revelara sin demora tales circunstancias a la
parte, a menos que les haya informado de ella”.