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CONMEMORACIÓN DEL 1 DE MAYO; DÍA INTERNACIONAL DEL TRABAJADOR

Frase: "Ocho horas para el trabajo, ocho para el sueño y ocho para
la casa"

Introducción

En 1817 el socialista utópico inglés Robert Owen formuló el objetivo de


la jornada de 8 h, dejando el lema de ocho horas de trabajo, ocho horas
de recreación, ocho horas de descanso.

La Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT) en su primer


congreso en Ginebra en septiembre de 1866, reanudó la discusión de
las 8 h como objetivo inmediato. En el Concejo General de Londres Los
representantes de Marx propusieron:

1. El congreso considera la reducción de las horas de trabajo como el


primer paso en vista de la emancipación obrera.

2. En principio, el trabajo de 8 hs. diarias debe ser considerado


suficiente.

3. No habrá trabajo nocturno, salvo en casos previstos por la ley.

El III Congreso de la Internacional en Bruselas de septiembre de 1868


se pronunciará unánimemente en favor de la disminución legal de las
horas de trabajo.
Desarrollo

El 1 de mayo es reconocido en casi todos los países del mundo como el Día del Trabajo. En esta
fecha se recuerda a los trabajadores de Chicago, Estados Unidos, que en 1886 iniciaron una
gigantesca huelga para conseguir una jornada laboral de ocho horas.

El día del trabajo celebra los logros alcanzados por los trabajadores de todo el mundo, como es la
jornada de ocho horas, con dos días de descanso a la semana. Pero antes, esto no era así.

Hacia 1874, la idea de llevar a cabo acciones para conseguir una jornada de trabajo de ocho horas
comenzó a extenderse desde distintos lugares y sectores de Estados Unidos. Los pioneros en
reaccionar fueron los obreros ferroviarios, quienes llevaron a cabo una huelga que por semanas
involucró a 17 estados. Al poco tiempo se fueron sumando varias otras organizaciones, creándose
en 1881 la Federación Americana del Trabajo (American Federation Labor, AFL), heredera de la
anterior Federación de Gremios y Sindicatos.

Esta nueva Federación reiteró la petición de las ocho horas en sus congresos de 1882 y de 1883,
exigiéndole incluso al Presidente de los Estados Unidos que promulgara una ley nacional al
respecto. También solicitaron el pronunciamiento de los partidos Demócrata y Republicano sin
ningún resultado. Ante el fracaso de las gestiones, los trabajadores comenzaron a buscar nuevos
caminos.

Así, la Federación Norteamericana del Trabajo acordó en su cuarto congreso, de 1884, realizar
una huelga general el 1 de mayo de 1886. En el intertanto, se debía luchar por conseguir de parte
de los patrones y autoridades la nueva jornada; de no lograrse eso en esos años, se haría efectiva
la huelga.

El llamado de la AFL fue acogido por los sindicatos, el movimiento fue tomando cuerpo a medida
que se acercaba la fecha indicada, y los esfuerzos patronales por detener la iniciativa obrera
prosperaban. El día señalado, la consigna ya estaba en boca de la mayoría de los trabajadores:
“Ocho horas de trabajo, ocho de reposo y ocho para la recreación”.

Llega el día “D”

El 1 de mayo de 1886, en los Estados Unidos se declararon 5 mil movimientos laborales. Alrededor
de 190 mil trabajadores iniciaron huelga y cerca de 150 mil obtuvieron su demanda con amenaza
de paro.

A fines de mayo, otros 50 mil obreros lograron el reconocimiento legal de su nueva jornada de
trabajo.

Sin embargo, estos logros no resultaron gratuitos. La represión se hizo sentir directamente en
diversos lugares ese mismo día, produciéndose nueve muertos en la localidad de Milwaukee y
enfrentamientos callejeros entre policías y manifestantes en Filadelfia, Louisville, St. Louis,
Baltimore y Chicago. A estas ciudades pertenecía la mitad del total de obreros que entraron en
huelga en ese país.

Los días siguientes paradojalmente, los hechos de mayor violencia no ocurrieron ese día 1 de
mayo sino en los siguientes y no tuvieron relación directa con la convocatoria inicial, sino que
fueron parte de un conflicto laboral específico.

El día 3 de mayo alrededor de 6 mil obreros madereros se reunieron en las inmediaciones de las
fábricas de maquinarias agrícolas MC.Cormick. Al concurrir la policía en defensa de los
rompehuelgas, el hecho se trasformó en un enfrentamiento de proporciones, sobre todo por la
tensión acumulada durante esos días. El resultado del mitin fue: seis muertos y cerca de 50
heridos. Hessois Spies, periodista y testigo de los hechos, editó una circular denunciando los
trágicos sucesos y llamando a la acción. Como respuesta ante su llamado, se acordó una
movilización para el día 4, conocida como el mitin de Haymarket.

El lugar escogido estaba en un barrio de frigoríficos y aserradero cercano a una comisaría policial.
El número de manifestantes se elevó casi a tres mil. Los oradores fueron Spies, Albert Parsons y
Samuel Fielden, todos vinculados a grupos anarquistas y socialistas; pero sus discursos fueron
moderados y el acto transcurrió sin incidentes. Sin embargo, al finalizar la jornada llegó al sitio de
la reunión un grupo de 180 policías, ordenando retirarse a los asistentes. Fielden, desde el estrado,
los increpó, señalando que el acto estaba autorizado y que, por lo tanto, debía finalizar
normalmente. En medio de esa discusión, un desconocido lanzó un objeto contra el grupo de
policías, produciéndose un gran estallido. Un oficial cayó muerto y varios policías quedaron
heridos. La respuesta policial no se hizo esperar y pasado el desconcierto inicial abrieron fuego
contra la multitud. El saldo fue 38 muertos y 115 heridos.

La represión se extendió a todo Chicago, por lo que las autoridades determinaron estado de sitio.
Bajo el toque de queda se detuvo a cientos de trabajadores y dirigentes y así, los más destacados
líderes anarquistas no tardaron en ser aprehendidos.

Se detuvo a más de mil personas, pero sólo a un pequeño grupo se inculpó por la bomba lanzada
a los policías en el mitin de Haymarket. Ellos fueron: Hessois Auguste Spies, 31 años, periodista;
Michael Schwab, 33 años, tipógrafo encuadernador; Georges Engel, 50 años, tipógrafo y
periodista; Adolf Fischer, 30 años, periodista; Louis Ling, 22 años, carpintero; Samuel Fielden, 39
años, pastor metodista y obrero textil; Oscar Neebe, 38 años, periodista socialista.

Todos ellos, menos Parsons, fueron arrestados en pocos días y cada una de las detenciones fue
acompañada de grandes despliegues policiales que dejaban al descubierto supuestos arsenales,
municiones, depósitos de bombas, dinamita, literatura anarquista, etc. Todos, elementos que iban
abonando el camino que tomaría la investigación de los sucesos del 4 de mayo.

Comienza el Juicio el 21 de de mayo de 1888, se constituyó un tribunal especial a cargo del juez
Joseph Gary y ante el cual acusaba el fiscal estatal J. Grinnell. En la primera audiencia del juicio se
entregó voluntariamente el prófugo Parsons. Desde el comienzo, el comportamiento del juez y del
fiscal fue parcial y en perjuicio de los acusados. Esta tendencia se vio reforzada al momento de
seleccionar el jurado que debería actuar en la causa investigada. A diferencia de un procedimiento
normal de escoger los miembros al azar, el juez Gary delegó esta función en un alguacil que
seleccionó candidatos predispuestos en contra de los inculpados. Tal es así, que entre el jurado se
encontraban familiares de policías afectados. Finalmente, con doce miembros compusieron el
jurado que comenzó a conocer las pruebas el 14 de julio.

A éste se presentaron los sucesos de Haymarket como parte de un complot anarquista, explicando
que la bomba que explotó en la concentración del 4 de mayo sería la primera de una serie de
bombas que iban a ser lanzadas contra todos los locales policiales de Chicago. Para probar esta
tesis, el fiscal recurrió a testigos falsos que la defensa no tardó en desenmascarar. A pesar de
estas demostraciones, el juicio continuó raudamente, contando con el apoyo irrestricto de la prensa
oficial, que había creado un clima hostil hacia los acusados y agitaba en la opinión pública la
necesidad de un castigo ejemplar.

El 20 de agosto el jurado dictó sentencia: pena de muerte para siete de los acusados y 15 años de
trabajo forzado para Neebe. En septiembre fue rechazada una primera apelación. El 9 de octubre
el juez Gary confirmó la sentencia dictada por el jurado.

Una nueva apelación de la defensa, esta vez ante la Corte Suprema, alargó casi a un año la
espera. En septiembre de 1887 fue rechazada. En el intertanto, las presiones nacionales e
internacionales se fueron sumando en demanda de indultos o de un nuevo proceso. Nada se
obtuvo, sino la conmutación de dos de las penas de muerte (Fielden y Sollwab) por prisión
perpetua. En vísperas de la ejecución se produjo la muerte de Louis Unge, la que fue presentada
como suicidio. En todo caso, Unge apareció dinamitado en su celda.

Así, el 11 de noviembre, la fecha elegida para la ejecución, murieron Fischer, Engel, Parsons y
Spies con la distancia que da el tiempo transcurrido, los distintos analistas de los sucesos de
Chicago han coincidido en que el proceso a “los ocho” se trató de un juicio político e ideológico del
anarquismo. Más que juzgar los hechos del 4 de mayo, se pretendió sancionar una corriente
política y sindical que crecía entre los obreros de la época.

Después de estos sucesos, muchas de las conquistas alcanzadas por los trabajadores en las
primeras semanas de mayo, se perdieron en los meses siguientes, al percatarse los empresarios
de la debilidad del movimiento. Así es que, para los trabajadores de Estados Unidos y del resto del
mundo, la lucha por sus reivindicaciones debía continuar. El 1 de mayo de 1886 había señalado el
inicio de la consecución de uno de los derechos laborales más básicos: Las ocho horas de trabajo.
Su pleno ejercicio para todos los trabajadores del orbe tardaría muchos años en lograrse. Por eso,
los mártires de Chicago y el 1 de mayo simbolizan, desde 1886 en adelante, el sacrificio en la
lucha de los trabajadores por sus derechos.

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