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EJE 2 Lenguaje Visual 2 – IFDC VM

Apunte sobre la textura como elemento constitutivo del lenguaje visual

Los objetos que vemos se nos presentan de acuerdo a tres modalidades perceptivas
fundamentales: forma, color y textura. Las variaciones del color y sus dimensiones –tono,
luminosidad, saturación- así como las variaciones de la textura de una superficie generan
los contrastes necesarios para que campo visual se estructure en distintas figuras para
nuestra percepción.
En cuanto a la textura, ésta puede ser definida como una propiedad cualitativa de las
superficies que es susceptible de ser percibida por la vista y/o el tacto. Así como el color,
la textura es un medio plástico-expresivo por sí mismo; es decir, la textura no funciona
sólo como sostén de la forma sino que también aporta sentidos. Todos los materiales
tienen textura, incluso las superficies lisas, en tanto la lisura es un tipo de textura.
Asimismo, el brillo y la opacidad son características de las superficies lisas dependiendo
del modo en que reacciona la luz al impactar sobre ellas.
Convencionalmente se denomina como textura a la apariencia externa de los materiales.
Por ejemplo, los diferentes soportes pictóricos ofrecen una variedad de texturas según sus
características materiales: el papel y sus variaciones de gramaje; la tela ofrece distintas
texturas según sea de algodón, de seda o arpillera; también distinguimos las cualidades
texturales de otros soportes utilizados como placas metálicas, madera, muro, etc.
Por otro lado, también se entiende como textura al tratamiento que se le da a esas
superficies por medio de herramientas como pinceles y espátulas; o utilizando materiales
que generen distintas calidades –por ejemplo, mezclando la pintura con tiza, arena, o
materiales sintéticos como el enduído plástico, etc.-.
Las texturas pueden clasificarse de acuerdo al modo en que son percibidas. Una textura
puede ser visual u óptica “cuando presenta sugerencias de diferencias sobre una
superficie, que sólo pueden ser captadas por el ojo pero no responden al tacto, tanto como
cuando presenta variables de brillantez y opacidad” (Crespi y Ferrario, 1995, p. 128). Por
otro lado, una textura puede ser táctil si presenta variaciones que responden tanto al tacto
como a la visión: por ejemplo, superficies rugosas, ásperas, suaves, etc. Estas diferencias
producen sombras que varían con los cambios de luz y enriquecen la superficie.
Desde la semiología de la imagen se analiza a las texturas según sus elementos texturales
y su ley de repetición. El elemento textural es la unidad que conforma la textura a través
de su repetición y que se caracteriza por poseer dimensiones reducidas, de modo tal que
no puede percibirse como una figura aislada. La percepción de una superficie como
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textura depende de la distancia a la cual es observada. Es decir, la percepción de la textura


se da por una aprehensión global de la imagen, a una distancia tal que resulte imposible
percibir los elementos texturales individualmente. Junto a estas unidades, el espacio
existente entre un elemento textural y otro se denomina intersticio o intervalo.
Denominamos mácula al elemento textural de una textura visual y grano a la unidad de
una textura táctil. En ambos casos pueden ser descriptos bajo tres ángulos: el soporte, la
materia y la manera:

a) El soporte: es determinante en la textura granular ya que su materialidad


condiciona el elemento plástico; en la mácula actúa como fondo de la textura.
b) La materia está referida al material con el que se realiza la textura.
c) La manera se refiere a cómo se realizan los elementos texturales en función del
instrumento y del procedimiento. La superficie puede ser modificada de forma
aditiva, sustractiva o bien por su combinación.

Por otro lado, consideramos que las texturas poseen características globales, que son el
resultado de las variaciones del elemento textural y de los intervalos:

La textura presenta características, que son: Tamaño, ligado a la dimensión del


elemento texturante, mayor o menor, pero que al agrandarse o achicarse mantiene
la proporción entre el elemento y el intervalo. Densidad, se refiere al aumento o
disminución del intervalo que existe entre elemento texturante y elemento
texturante. La oposición será ralo y tupido. Direccionalidad, de acuerdo con el
orden de proporción entre los elementos, los intervalos, o bien ambos, la textura
presenta dos posibilidades extremas, con dirección o carente de ella. Las texturas
direccionales denotan respuestas activas por parte del objeto. Las no direccionales
por el contrario juegan un rol más bien pasivo (ibíd., p. 129).

De acuerdo al particular tipo de repetición de una textura, podremos clasificarlas en


texturas orgánicas y texturas geométricas. Por su forma se consideran texturas orgánicas
a las superficies cuyas cualidades no siguen un orden matemático y parecen estar
realizadas al azar. Por el contrario, la estructura de la textura geométrica se basa en una
organización previsible matemáticamente.

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