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—Vamos a quitarte esto —sugirió mientras trabajaba en el lazo alrededor de su cuello.


Él suspiró cuando se la quitó, relajándose un poco sobre la cama, y Lissianna decidió
desembarazarse de la suya también.
—¿No está mejor así? —preguntó, deslizando la tela de seda de su cuello.
El hombre comenzó a asentir, pero entonces se paró y frunció el ceño hacia ella,
mientras desabotonaba los tres primeros botones de su camisa.
—Sería mejor aún si me desataras.
Lissianna sonrió divertida por el modo en que él estaba luchando contra sí mismo,
entonces intentó distraerlo pasando ligeramente sus dedos por el trozo de pecho que había
dejado al descubierto. Para su satisfacción, un escalofrío lo recorrió cuando sus largas uñas
arañaron gentilmente su piel desnuda. Aquella tarea de la seducción estaba resultando ser más
fácil de lo que se había temido.
—Desátame —él intentaba permanecer firme, pero era obvio que su corazón no tenía
la voluntad de ir tras el deseo de ser libre.
Sonriendo sabiamente, Lissianna movió sus dedos a lo largo de la tela que había sobre
su cinturón.
La acción provocativa puso a los músculos de su estómago a galopar y soltó el aliento
con un pequeño silbido.
—Qué demonios —aspiró—. Hay cosas peores que ser un esclavo sexual.

Prólogo
—Es sólo una pequeña cena.
—Uh—huh—de pie, Greg Hewitt cogió el auricular del teléfono en la curva entre su
cuello y el hombro, manteniéndolo con su barbilla mientras comenzaba a limpiar su escritorio
para preparar su marcha de la oficina.
La voz de Anne había adquirido un tono persuasivo, lo que era —siempre— una mala
señal. Suspirando interiormente, agitó su cabeza mientras su hermana parloteaba; contándole lo
que había preparado para la comida y demás, todo un esfuerzo para convencerlo de que asistiera.
Se percató de que ella no estaba mencionando quién más iba a estar en esa pequeña cena, pero
sospechaba saberlo de antemano. Greg no tenía duda de que serían Anne, su marido John, y otra
amiga soltera que esperaba que se quedara colgada de su —aún soltero— hermano mayor.
—¿Entonces?
Greg se detuvo y cogió el teléfono con la mano. Obviamente había olvidado algo.
—Lo siento, ¿qué fue eso?
—Entonces, ¿a qué hora puedes estar aquí mañana?
—No iré —antes de que ella pudiera quejarse, añadió rápidamente—: No puedo.
Mañana estaré fuera del país.
—¿Qué? —hubo una pausa, seguida de la desconfianza—. ¿Por qué? ¿A dónde vas a ir?
—México. Voy de vacaciones. Es por eso que te llamé en primer lugar. Salgo en el
primer vuelo de la mañana hacia Cancún—sabiendo que acababa de dejarla desconcertada, Greg
permitió que una sonrisa se formara en sus labios, a la vez que hacía malabarismos con el
teléfono para ponerse el traje que había descartado anteriormente.
—¿México? —repitió Anne después de una larga pausa—. ¿Vacaciones?

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Greg no pudo decidir si su desconcierto era de diversión o sólo un triste comentario más
en su vida hasta la fecha. Esas eran las primeras vacaciones que se había tomado desde que
había comenzado las prácticas de psicología hacía ocho años. De hecho, no había ido de
vacaciones desde que comenzó la universidad. Era el típico hombre adicto al trabajo, impulsado
a lograr el éxito y dispuesto a emplear horas y horas en ello. No dejaba mucho tiempo para la
vida social. Hacía mucho que necesitaba esas vacaciones.
—Escucha, necesito irme. Te enviaré una postal desde México. Adiós —Greg colgó
antes de que ella pudiera decir algo que lo detuviera, cogió su maletín y, rápidamente, escapó de
su oficina.
No se sorprendió al escuchar el teléfono sonando justo cuando cerró la puerta, Anne era
del tipo persistente. Con una pequeña sonrisa, lo ignoró y se metió las llaves en el bolsillo
mientras descendía al vestíbulo para coger el ascensor.
El doctor Gregory Hewitt estaba ahora oficialmente de vacaciones, y el saberlo lo
relajaba cada vez más a medida que se alejaba de la oficina. De hecho, estaba silbando
suavemente mientras se montaba en el ascensor y se giraba para pulsar el botón que marcaba el
3. El silbido murió, sin embargo, y Greg alcanzó instintivamente el panel de controles, sus ojos
buscando el botón que mantenía las puertas abiertas, cuando se dio cuenta de que una mujer se
apresuraba a través de las puertas del ascensor. No habría necesitado preocuparse; fue rápida de
pies y se las arregló para deslizarse entre ellas justo cuando cerraron.
Greg permitió que su mano dejara el botón del panel y se apartó un paso educadamente
para que ella pudiera elegir la planta que quisiera. Le lanzó curiosa mirada cuando se puso
delante de él, ociosamente, preguntándose de dónde habría salido la mujer. El vestíbulo había
estado vacío cuando lo atravesó, y no había escuchado ninguna puerta abrirse o cerrarse, pero
entonces se había distraído con pensamientos de sus próximas vacaciones. Había varias oficinas
en la planta además de la suya, y podría ser de cualquiera de ellas; pero estaba seguro de no
haberla visto nunca antes.
Greg apenas había vislumbrado su rostro cuando se montó en el ascensor, y gran parte
de sus rasgos eran una vaga imagen borrosa en su memoria, pero sus ojos eran de un atrayente
azul plateado. Inusuales y bonitos, serían el resultado de lentes de contacto de color, pensó, e
inmediatamente perdió el interés en ella. Greg podía apreciar a las mujeres hermosas, y no tenía
problema en sacar lo mejor de su apariencia, pero cuando llegaban a ese nivel de artificio para
atraer la atención, tendía a darles la espalda.
Expulsándola de sus pensamientos, se relajó contra la pared del ascensor, su mente
inmediatamente regresó a su viaje. Había planeado gran cantidad de excursiones; nunca había
estado en un lugar como México antes y quería disfrutar de todo lo que hubiera para hacer. En
las abarrotadas playas, él esperaba hacer parasailing, submarinismo y, tal vez, ir en alguno de
esos viajes en barco en los que se alimentaba a delfines.
También quería ir al Museo Casa Maya, un parque ecológico con una reproducción de
cómo los Mayas vivían siglos atrás y senderos por donde se podían ver los animales del lugar.
Después estaba la vida nocturna. Si tenía energía después de esos activos días, Greg asaltaría las
salas de baile como Coco Bongo o el Bulldog café, donde la gente medio desnuda danzaba con
música obscena.
El alegre ding del ascensor expulsó los pensamientos de Greg de mujeres bailando
medio desnudas, mientras ponía su atención sobre el panel de las puertas. El P3 se iluminó.
Planta 3 de parking. Su planta.
Saludando educadamente a su compañera, salió del ascensor y comenzó a andar a través
del gran garaje casi vacío. Con mujeres medio desnudas aún bailando en la periferia de su mente,
a Greg le tomó un minuto percatarse del sonido de pasos detrás de él. Echó una rápida mirada
sobre su hombro para ver de quién se trataba, y entonces dejó de preocuparse.

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En concreto, el sonido era el tap tap de unos tacones; secos y rápidos, resonando en el
espacio vacío. La mujer obviamente había aparcado también en esa planta. Su mirada se movió
ausente sobre el espacio vacío en donde se suponía que debía estar su coche. Pero se quedó fija
en una de las columnas al pasar junto a ella. Las grandes letras negras de P 1 pintadas, lo
confundieron. Los niveles del parking 1 y 2 estaban reservados a visitantes de las distintas
oficinas de negocios del edificio. Él había aparcado en la P 3 y estaba seguro de que el panel de
luces del ascensor había mostrado P 3 cuando miró… pero aparentemente se había equivocado.
Se detuvo y comenzó a volver por donde había venido.
Esta es la planta correcta. Allí está aparcado el coche.
—Sí, por supuesto—murmuró Greg, y continuó. Caminó a grandes zancadas hacia el
solitario vehículo.
No fue hasta que abrió el maletero que un pensamiento irrumpió en su mente, dándose
cuenta de que el pequeño deportivo rojo no era suyo. Él conducía un BMW azul oscuro. Pero
tan pronto como ese pensamiento—con su respectiva alarma— se reafirmó en su mente, se
esfumó como la niebla bajo el efecto de la brisa.
Relajándose, Greg colocó su maletín en el maletero, se montó en él, se las apañó para
meterse en ese pequeño espacio, y cerró la puerta.

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Capítulo 1
—Mmm. ¡Qué bien que huele tu cabello!
—Umm, ¡caramba! Gracias, Bob.
Lissianna Argeneau miró con atención los alrededores del oscuro estacionamiento que
estaban cruzando; aliviada al ver que estaban solos.
— ¿Pero crees que podrías sacar tu mano de mi culo?
—Dwayne.
— ¿Qué?
Ella echó confusa un vistazo hacia su apuesto rostro.
—Mi nombre es Dwayne, —explicó él con una abierta sonrisa.
— ¡Oh! —Suspiró—. Bien, Dwayne, ¿podrías sacar tu mano de mi culo?
—Creí que te gustaba.
Su mano estaba firmemente plantada sobre su nalga izquierda, apretando de una manera
total pero a la vez amistosa.
Resistiendo el impulso de aporrearlo en la cabeza y arrastrarlo a los arbustos como el
neandertal que era, forzó una sonrisa.
—Me gustas, pero esperemos hasta que llegamos a tu automóvil si quieres.
— ¡Oh! Sí. Mi automóvil, —interrumpió—. Sobre eso....—
Lissianna dejó de caminar para mirarlo a la cara, sus ojos se entrecerraron con
desconfianza ante la incomodidad que pasó repentinamente por su expresión.
— ¿Qué?
—No tengo automóvil, —admitió Dwayne.
Lissianna sintió que su cerebro parpadeaba mientras intentaba aceptar noticias. En
Canadá, todos los mayores de veinte años tenían un automóvil. Bien, prácticamente todos. Está
bien, quizás ésa fuera una exageración, pero la mayoría de los machos solteros en edad de de
tener citas tenían ruedas. Era como una norma tácita o algo por el estilo.
Antes de que pudiera hacer comentarios, Dwayne añadió:
—Pensaba que tú tendrías uno.
Sonaba casi como una acusación, notó Lissianna frunciendo el ceño. En algunos
aspectos, el movimiento feminista realmente no le había hecho ningún favor a las mujeres.
Dónde se habían ido los días en que él, como el hombre, habría tenido el vehículo o asumido la
responsabilidad de conseguirles un lugar en dónde estar solos sin segundas intenciones. Ahora
parecía disgustado, como si ella le hubiera fallado de algún modo por no tener un automóvil.
—Tengo automóvil, —dijo poniéndose a la defensiva—. Pero vine hasta aquí con mi
primo.
— ¿El pollito con pelo rosa?
—No. Ése es mi amigo, Mirabeau. Thomas es el que conducía, —contestó Lissianna
distraídamente mientras consideraba el problema. No tenía ningún automóvil y Thomas había
cerrado con llave el Jeep cuando habían llegado. Suponía que podía regresar a la barra,
encontrar a Thomas y pedirle prestadas sus llaves; pero realmente, Lissianna no quería usar su
Jeep para….
—Bien, aquí está bien. No me molesta la naturaleza.

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Lissianna sacudió sus pensamientos cuando la agarró por las caderas y la apretó contra
él.
Ella se apoyó instintivamente, poniendo un poco de espacio entre la mitad superior de
sus cuerpos, pero eso no hizo nada para evitar que sus mitades inferiores se ajustaran. Había
quedado repentinamente claro que la idea de la naturaleza realmente no molestaba a Dwayne.
En realidad, la dureza que la presionaba indicaba que la idea lo había excitado.
Era, obviamente, un tipo excitable, decidió Lissianna. Ella misma no veía cual era el
atractivo de la naturaleza, por lo menos no durante un invierno canadiense.
— ¡Vamos!
Abandonando sus caderas, Dwayne la agarró de la mano y la llevó rápidamente al fondo
del estacionamiento.
Fue hasta que la arrastró detrás del montó de grandes recipientes metálicos de basura en
la esquina trasera que se dio cuenta de sus intenciones.
Lissianna se tragó un sarcástico comentario sobre su naturaleza romántica y
simplemente decidió agradecer que estuvieran a principios del invierno. Que no hubieran tenido
todavía la primera nevada y que hiciera el frío suficiente para que no hubiera ningún olor a
comida en estado de putrefacción de los contenedores.
—Esto es bueno.
Dwayne apoyó su espalda contra el frío metal de uno de los contenedores y se de un
recipiente y se apiñó a su lado.
Lissianna suspiró interiormente, deseando no haber dejado su abrigo dentro. Era más
inmune al resfriado que una persona corriente, pero no totalmente inmune. El metal frío en su
espalda estaba extrayendo todo el calor de su interior, forzando a su cuerpo a esforzarse más
para mantenerse tibio. Hambrienta y deshidratada como estaba, lo último que necesitaba era que
su cuerpo tuviera que trabajar todavía más.
El repentino y torpe asalto a su boca la forzó a concentrarse en el tema inmediato y la
convenció de que era tiempo de tomar el control de la situación. Haciendo caso omiso del
sondeo ondulante de su lengua contra sus labios cerrados, aferró sus dedos sobre el frente de su
chaqueta y lo retorció, vapuleándolo contra el costado del recipiente un poco más duro de lo que
hubiera querido mientras intercambiaba lugares con él.
— ¡Guau!, —dijo entre dientes con sus ojos brillando— Una mujer salvaje.
— ¿Esa es la forma en que tú lo haces? —Preguntó secamente Lissianna—. Entonces
vas a adorar esto.
Liberando su abrigo, pasó una mano en el pelo sobre su nuca y lo agarró por cortos
cabellos. Tirando de su cabeza para ladearla, dirigió su boca a su cuello.
Dwayne murmuró con placer cuando movió ligeramente sus labios a todo lo largo de su
vena yugular. En cuanto encontró el mejor lugar sus propósitos, Lissianna abrió su boca y aspiró
por la nariz mientras sus colmillos se deslizaban hasta alcanzar su completa y afilada longitud
para luego hundirlos en su cuello.
Dwayne dejó escapar un pequeño grito entrecortado mientras se dejaba ir con sus
brazos apretados alrededor de ella, pero eso solamente duró breves momentos. Pronto empezó a
relajarse contra el frío contenedor mientras Lissianna le enviaba las sensaciones que estaba
experimentando como la satisfacción cuando la sangre corría hacia arriba a través de sus dientes
y directamente a su sistema, la mareante precipitación cuando su sistema se movió ansiosamente
para absorber dicha ofrenda
La única descripción que podía haber utilizado para explicar esa reacción inicial era la
manera en que un bote se inclinaba hacia el agua cuando todos a bordo se precipitaban a un lado

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de la cubierta. El cuerpo de Lissianna tenía esa misma reacción cuando su sangre hambrienta se
precipitaba para absorber la sangre nueva, corriendo desde cada rincón de su cuerpo hacia su
cabeza, al lugar dónde sus dientes estaban chupando lo que su cuerpo tan desesperadamente
necesitaba. Eso causaba la no del todo desagradable sensación de que su cabeza entraba en
éxtasis. Imaginaba que era similar a la experiencia de tomar una droga. Solamente que esto no
era una droga, era la vida de Lissianna.
Escuchó a Dwayne dar un pequeño gemido de placer. Este se hizo eco de silencio que
ella experimentaba cuando el calambre de su cuerpo comenzaba a disminuir lentamente.
Demasiado lentamente, Lissianna se dio cuenta repentinamente de que algo estaba mal.
Manteniendo sus dientes sumergidos en su cuello, empezó a revisar su mente. No tardó
mucho en encontrar el problema.
Dwayne no era tan sano como aparentaba. A decir verdad, muy pocas cosas sobre él
eran lo que parecía.
Por sus pensamientos supo que la protuberancia que presionaba su bajo vientre era un
pepino que había metido dentro de sus pantalones, sus hombros anchos eran resultado del
relleno bajo su chaqueta, y el atractivo bronceado que lucía venía de una botella. Lo utilizaba
para esconder la palidez natural causada por la....Anemia.
Lissianna arrancó su boca con una maldición, sus dientes se deslizando rápidamente de
regreso a su puesto de descanso mientras lo miraba furiosa. Solo fue el instinto lo que le hizo
pasar por su cabeza el pensamiento de que tenía que cambiar sus recuerdos sobre la cita. Estaba
tan enfadada con ese hombre....
Y con Mirabeau, también, decidió. Después de todo, había sido su amigo el que había
insistido que se llevara al tipo fuera para un mordisco rápido. Conociendo a su madre estaba
segura que tenía algo preparado para ella, por eso Lissianna había querido esperar hasta llegar a
su fiesta de cumpleaños para comer, pero Mirabeau — y su prima Jeanne — se habían
preocupado de que su palidez llevara que a Marguerite Argeneau le pusiera una intravenosa en
el momento en que llegara a casa.
Cuando Dwayne había empezado revolotear a su alrededor, Lissianna había permitido
que Mirabeau la convenciera de que lo sacara para un mordisco rápido. Y ahora podría tener un
problema. Había tardado algunos momentos en darse cuenta de que había algo que estaba mal,
luego un par minutos más para encontrar la información de que era anémico. Solamente
esperaba no haber tomado demasiada sangre de él en ese tiempo.
Terminando con sus recuerdos, Lissianna echó el ojo a Dwayne con partes iguales de
irritación y preocupación. A pesar de su bronceado enfrascado, el hombre parecía pálido, pero
por lo menos todavía estaba sobre sus pies. Poniendo su mano a su muñeca, tomó su pulso y se
relajó un poco. Aunque estaba un poco acelerado, era fuerte. Debería estar bien antes de mañana
por la mañana. Dwayne no se sentiría bien durante un tiempo, sin embargo, pero, después de
todo, no era ni más ni menos que lo que se merecía por andar de un lado a otro inflado y
cubierto para echarle el lazo a una chica. Idiota.
Las personas podían ser tan tontas, pensó con irritación. Como niños jugando a vestirse
con ropa de grandes fingiendo ser mayores de lo que realmente eran, los adultos andaban de un
lado a otro inflados, encorsetados o rellenados con siliconas para ser algo que realmente no eran,
o ser aquello que pensaban que era atractivo. Y cada vez la cosa se ponía peor.
Se preguntaba por qué no comprendían que sus verdaderas identidades eran
suficientemente buenas, y si no lo eran, entonces lo mismo daba porque tratar disfrazar lo que
eran no haría en definitiva que lo fueran.
Lissianna puso en Dwayne el recuerdo de que había decidido salir a tomar aire porque
no se había sentido bien.

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Se aseguró de ordenarle que se quedara allí hasta que se sintiera mejor, luego debía
tomar un taxi hasta casa, luego tuvo que cerrar sus ojos mientras terminaba de borrarle al
memoria. Una vez segura de que había hecho el trabajo apropiadamente, Lissianna lo dejó
balanceándose sobre sus pies y se alejó de los contenedores hacia la playa de estacionamiento.
— ¿Lissi?
Una figura cruzó oscura terreno hacia ella.
—Padre Joseph.
Alzando una ceja Lissianna cambió de dirección para encontrarse con el hombre mayor.
El reverendo que era su jefe en el refugio donde trabajaba durante el turno de noche. Un Bar no
era el tipo de lugar que soliera frecuentar.
— ¿Qué está haciendo aquí?
—Bill dijo que había un nuevo niño en la calle. No cree que el niño tenga más de doce o
trece y está más que seguro que ha estado comiendo de los recipientes de basura. Pensé que en
ver si podía encontrarlo y convencerlo de venir al refugio.
— ¡Oh!
Lissianna echó un vistazo a su alrededor. Bill era uno de los habituales del refugio. A
menudo los dirigía hacia las personas que podían necesitar ayuda. Si había dicho que había un
nuevo niño en la calle, entonces lo había. Bill era confiable sobre tales cosas. Y el Padre Joseph
era igual de confiable respecto de salir a buscar a tales animales extraviados con la esperanza de
llegar a ellos antes de que hicieran algo muy grave o estúpido, o se dejaran arrastrar en las
drogas o la prostitución.
—Ayudaré, —observó Lissianna—. Probablemente esté por aquí en algún lugar. Yo—
—No, no. Ésta es tu noche libre, —dijo el Padre Joseph, luego frunció el ceño antes de
continuar—. Además, no llevas ningún abrigo. ¿Qué estás haciendo aquí sin un abrigo?
— ¡Oh! —La mirada de Lissianna se deslizó a los recipientes de basura que sonaron
tras ellos. Una lectura rápida a los pensamientos de Dwayne le dijo que había golpeado su
cabeza contra el contenedor cuando se apoyó contra él. Idiota. Regresó su atención al Padre
Joseph que miraba atentamente hacia los recipientes y habló rápidamente para distraerlo.
—Olvidé algo en el automóvil de mi primo.
Era una flagrante mentira, y Lissianna esperaba que el hombre no hubiera notado desde
dónde venía con exactitud, sinceramente esperaba que pensara que había estado en el pequeño
Mazda negro estacionado junto a los contenedores. No queriendo mentir más de lo necesario,
frotó sus brazos, y añadió:
—Dios, usted tiene razón, aquí está haciendo frío.
—Sí. —Sus ojos miopes la miraban con preocupación—. Sería mejor que volvieras
adentro.
Asintiendo con la cabeza, Lissianna le deseó buenas noches y se apresuró a escapar.
Cruzó rápidamente la playa de estacionamiento y solo disminuyó la velocidad cuando llegó al
interior del bullicioso y abarrotado Bar. Thomas no estaba por ningún lado, pero — gracias a las
puntas teñidas de fucsia en su pelo del color del ébano — Lissianna no tuvo ningún problema
para descubrir a Mirabeau en la barra con Jeanne.
—Bien, te ves.... —Mirabeu vaciló mientras Lissianna los alcanzaba, y luego
finalmente terminó diciendo—, igual.
— ¿Qué ocurrió?
—Anémico. —Escupió la palabra con fastidio.

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—Pero parecía tan sano… —protestó Jeanne.
—Hombros rellenados y bronceado de frasco, —dijo—. Y eso no es todo.
— ¿Qué más podía haber? —preguntó Mira con sequedad.
Lissianna hizo una mueca.
—Tenía un pepino dentro de sus pantalones.
Jeanne lanzó una incrédula risita tonta, pero Mirabeau gimió, y dijo:
—Debe haber sido un pepino inglés, el hombre parecía inmenso.
Lissianna lo miró boquiabierta.
— ¿Miraste?
— ¿Tú no? —Contestó.
Jeanne se echó a reír, pero Lissianna sólo agitó la cabeza y echó un vistazo a los
alrededores de la barra.
— ¿Dónde está Thomas?
—Aquí
Se dio media vuelta cuando su mano se posó sobre uno de sus hombros.
— ¿Te escuché bien? ¿Tu Romeo estaba luciendo un pepino dentro de sus pantalones?
—preguntó divertido mientras le daba un afectuoso apretón en el hombro.
Lissianna asintió con la cabeza con aversión.
— ¿Puedes imaginarlo?
Thomas soltó una risa.
—En realidad, lo triste es que sí puedo. Antes las mujeres rellenaban sus sostenes, ahora
los hombres rellenan sus boxers. —Agitó la cabeza—. ¡Qué mundo es este!
Lissianna sintió que una renuente sonrisa tiraba de la comisura de sus labios y entonces
se rindió, permitiendo descender su irritación. No estaba demasiado molesta porque Dwayne
hubiera lucido un pepino; de todos modos no había estado interesada en sus boxers. Demonios,
ni siquiera había querido realmente sacarlo para un mordisco. Simplemente estaba enojada por
la pérdida de tiempo y el hecho de haber usado la sangre que le quedaba para mantenerse tibia,
energía que la sangre débil del hombre no había alcanzado a reponer. Estaba si era posible aún
más hambrienta que lo que había estado antes de ir fuera. Todo lo que la excursión había
logrado había sido abrir su apetito.
— ¿Cuánto falta para que podamos ir con Mami? —Preguntó esperanzada.
Sus primos y Mirabeau habían decidido sacarla a bailar antes de dirigirse a la fiesta de
cumpleaños que su madre estaba preparando para ella. Lissianna había estado feliz con la idea
en ese momento, pero eso había sido cuando simplemente había estado hambrienta. Ahora
estaba hambrienta y ansiosa por llegar a la fiesta y aprovechar la ofrenda que su madre sin duda
tenía a mano. En ese punto hasta aceptaría una intravenosa, lo que era decir bastante. Lissianna
odiaba ser alimentada por vía intravenosa.
—Son apenas pasadas las nueve, —anunció Mirabeau mirando su reloj de pulsera—.
Marguerite nos dijo que no debíamos llevarte hasta después de las diez.
—Hmm. —la boca de Lissianna se retorció contrariada. — ¿Alguno de ustedes tiene
alguna idea de por qué la fiesta comienza tan tarde?
—Tía Marguerite dijo que tenía que recoger algo para ti en la ciudad antes de la fiesta, y
que no podía hacerlo hasta después de las nueve p.m., —observó Thomas—. Luego tiene que

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conducir de regreso, de todos modos —se encogió de hombros— ninguna fiesta comienza antes
de las diez.
—Debe estar recogiendo tu obsequio. —supuso Mirabeau.
—No lo creo, —dijo Thomas—. Mencionó algo sobre Lissianna y su comida. Sospecho
que está recogiendo un postre especial o algo.
— ¿Un postre especial? —Preguntó Jeanne interesada—. ¿En la ciudad? ¿Después de
las nueve?
Su mirada se deslizó hacia la expresión ilusionada de Lissianna cuando sugirió:
— ¿Un Mordisco Dulce?
—Debe serlo, —Lissianna estuvo de acuerdo en ello, sonriendo con gusto ante el
panorama. Había heredado el amor por los dulces de su madre y nada la satisfacía de la misma
manera que un Mordisco Dulce, que era el término con el que se referían a los diabéticos no
diagnosticados que andan de un lado para otro con niveles de glucemia peligrosamente altos. Es
un gusto infrecuente, aún más infrecuente por el hecho de que después siempre ponían en la
mente de la persona la idea de llamar a su médico para hacerse un análisis de sangre, lo que por
lo tanto retiraba de la carta a ese Mordisco Dulce en particular.
—Ése podía ser eso, —comentó Thomas—. Explicaría la buena voluntad de Tía
Marguerite de conducir desde las afueras de Toronto al centro de la ciudad. Odia conducir en la
ciudad y en general lo evita como la plaga.
—Si condujera ella, —comentó Mirabeau—. Puede haberle pedido a Bastien que
enviara para ella uno de los automóviles con chofer de la compañía.
Thomas agitó su cabeza ante la mención del hermano de Lissianna, la cabeza de las
empresas Argeneau.
—Nope. Ella iba a conducir y no estaba feliz por ello.
Lissianna se movió impacientemente, y preguntó:
—Así que, ¿cuánto tiempo hasta que podamos irnos?
Thomas vaciló.
—Bien, es viernes por la noche, y el tráfico podría ser malo, con todos tratando de
librarse de la ciudad por el fin de semana, —dijo pensativamente—. Supongo que podríamos
salir en otros quince minutos y no arriesgarnos a llegar demasiado adelantados.
— ¿Y si partimos ahora y conduces despacio? —sugirió Lissianna.
—No soy tan aburrido, ¿o sí? —preguntó divertido.
—No tú. Este lugar. Es como una carnicería, —dijo Lissianna arrugando la nariz.
—Está bien, malcriada.
Thomas enredó su pelo cariñosamente. Era cuatro años mayor que ella y era más como
un hermano mayor que sus propios hermanos, pero era porque ellos habían sido criados juntos.
—Salgamos. Haré el todo lo posible para conducir despacio.
—Sí, está bien, —dijo Jeanne Louise con un bufido—. Como si algo así fuera a ocurrir
alguna vez.
Lissianna sonreía mientras recogían sus abrigos y se dirigían hacia la salida. Thomas era
una especie de demonio de velocidad, y sabía que Jeanne Louise tenía razón. No tenía duda de
que llegarían temprano y enfadarían a su madre. Era un riesgo que estaba dispuesta a correr.
Lissianna había olvidado todo sobre el Padre Joseph cuando había sugerido que
partieran, pero no había ninguna señal de él cuando caminaron hacia el Jeep de Thomas. Se

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había rendido, o proseguido su búsqueda en otro lugar. Su próximo pensamiento fue para
Dwayne, y Lissianna echó un vistazo hacia los contenedores mientras Thomas conducía frente a
ellos, su mirada tenía la capacidad de escudriñara entre las sombras, pero tampoco había
ninguna señal de él. También había partido. Estaba un poco sorprendida ante su rápida
recuperación, pero se encogió de hombros y dejó el tema a un lado. No estaba tendido
inconsciente en medio de la playa de estacionamiento así que obviamente se las había arreglado
para pedir un taxi.
El tráfico no era malo después de todo. Habían esquivado lo peor de él y habían logrado
un buen tiempo para llegar a la residencia de su madre en las afueras de Toronto. Demasiado
bueno.
—Llegamos con media hora de antelación, —dijo Jeanne Louise desde el asiento
trasero cuando Thomas estacionaba el Jeep detrás del pequeño deportivo rojo de Marguerite.
—Sí. —Él echó un vistazo a la casa y se encogió de hombros. —Estará de acuerdo con
ello.
Jeanne Louise resopló.
—Tú quieres decir que estará de acuerdo con ello tan pronto como tú le dediques tu
encantadora sonrisa. Deberías permanecer siempre alrededor de Tía Marguerite.
— ¿Por qué piensas que me gustaba colgarme de Thomas cuando éramos más jóvenes?
—preguntó Lissianna divertida.
— ¡Oh! ¡Ya veo! —Rió Thomas cuando salió del vehículo—. Así que por fin se conoce
la verdad. Solamente te gusto por mi habilidad con tu madre.
—Bien, no pensabas que en realidad me gustaba estar colgada de ti, ¿o sí? —lo bromeó
Lissianna mientras caminaba a su lado.
—Malcriada. —le dio un juguetón tirón de pelo cuando se reunió con ella.
— ¿Ese no es el automóvil de tu hermano Bastien? —preguntó Mirabeau mientras salía
desde el asiento trasero y cerraba de golpe la puerta del Jeep.
Lissianna echó un vistazo hacia el Mercedes oscuro y asintió con la cabeza. —eso
parece.
—Me pregunto si alguien más está aquí. —murmuró Jeanne Louise.
Lissianna se encogió de hombros. —No veo otros automóviles. Pero supongo que
Bastien podría haber organizado que un par de automóviles de la compañía recogieran y dejaran
caer a los invitados.
—Si lo hizo, dudo que alguien haya llegado aún, —dijo Mirabeau mientras se dirigían
hacia la puerta principal—. Sabes que no está de moda llegar puntual. Solamente los gansos
pasados de moda llegan a tiempo.
—Supongo que eso nos convierte en gansos pasados de moda, —comentó Lissianna.
—Nah. Somos sólo marcadores de estilo, —anunció Thomas y todos rieron.
Bastien abrió la puerta principal cuando se acercaron.
—Me pareció escuchar un automóvil.
— ¡Bastien, muchacho! —Lo recibió Thomas con alborozo, y se acercó
inmediatamente para darle al hombre mayor un abrazo que lo dejó mudo de la sorpresa—. ¿Con
qué te descuelgas, muchacho?
Lissianna mordió su labio para evitar reírse y echó un vistazo hacia Jeanne Louise y
Mirabeau, y se volvió rápidamente cuando vio que también estaban teniendo problemas para

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controlar sus expresiones ante el cambio repentino en Thomas. Había pasado de ser un tipo
común y corriente a ser un tipo que vive en la luna en el tiempo que dura un latido.
—Sí.... Bien.... Thomas. Hola.
Bastien se las arregló para desprenderse de su exuberante primo más joven. Como de
costumbre, parecía incómodo y no completamente seguro de cómo tratar al hombre más joven.
Era por eso que Thomas actuaba así, sabía que sus dos hermanos mayores —de cuatrocientos y
seiscientos años—tendían a tratarlo como un crío y eso nunca dejaba de molestarlo. Ser
considerado como poco más de un niño cuando se tienen más de doscientos años puede ser muy
molesto y es por eso que actuaba como un asno cuando estaba cerca de ellos. Nunca dejaba de
hacer sentir incómodos a los hombres de más edad y Lissianna sospechaba que eso le daba a
Thomas cierta ventaja. Sus hermanos siempre lo subestimaban debido a sus prejuicios.
Sufriendo ella ese mismo prejuicio, Lissianna podía compadecerse de Thomas.
Tampoco dejaba nunca de disfrutar observando cómo sus hermanos mayores se retorcían de
malestar.
—Así que, ¿dónde es la fiesta, muchacho? —preguntó Thomas vivazmente.
—No ha empezado aún, —dijo Bastien—. Tú eres el primero llegar.
—No, muchacho, tú fuiste el primero en llegar—, lo corrigió Thomas alegremente, y
luego agregó confidente, —no sabes qué aliviado me hace sentir eso. Porque si hubiéramos sido
primeros, Mirabeau dijo que habríamos parecido gansos pasados de moda. Pero no lo fuimos.
Tú lo fuiste.
Lissianna tosió para cubrir el bufido de risa que se las arregló para escapársele cuando
su hermano reconoció que acababa de ser llamado ganso pasado de moda. Cuando recuperó el
control de sí fue consciente de que Bastien permanecía de rígido, erguido y al aparecer un poco
enojado. Tuvo compasión de él, y preguntó:
—Así que, ¿dónde está mami? ¿Ya podemos entrar, o tenemos que esperar otros quince
minutos aquí?
—Oh, no. Entra. —rápidamente Bastien se hizo a un lado para dejarlos pasar—. Yo
recién llego, y mamá fue a cambiarse para la fiesta después de dejarme entrar. Debería bajar en
algunos minutos. Tal vez deberías esperar en la sala de juegos hasta que baje. Ella no desea que
veas las decoraciones hasta que todos estén aquí.
—Está bien, —dijo Lissianna mostrándose de acuerdo mientras pasaba a su lado para
entrar.
— ¿Querer jugar a un partido de pool, muchacho? —preguntó Thomas alegremente
mientras seguía a Lissianna al interior de la casa.
— ¡Oh!.... Er.... No. Gracias, Thomas; tengo que estar atento a la llegadas tempranas
hasta que mamá esté lista. —Bastien se volvió para regresar al salón mientras hablaba—. Le
diré que tú estás aquí.
—Me ama, —dijo Thomas divertido mientras Bastien desaparecía en el salón, entonces
abrió sus brazos para guiarlos hacia la puerta cerrada a la derecha del salón. Vamos. A jugar.
¿Alguien es apto para un partido de pool?
—Jugaré, —dijo Mirabeau, y luego añadió—, Lissi, tú tienes una corrida en tus medias.
— ¿Qué? —Lissianna se detuvo y miró detenidamente sus piernas.
—La derecha, por detrás, —dijo Mirabeau, y se inclinó para mirar la parte posterior de
su pierna derecha.
—Debo haberme enganchado con algo junto a los basureros, —farfullo Lissianna
contrariada cuando descubrió la larga corrida que atravesaba a lo largo de su pantorrilla derecha.

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— ¿Basurero? —preguntó Thomas con interés.
—No preguntes, —dijo secamente, luego hizo una mueca de irritación y se enderezó—.
Tendré que ir a cambiar mis medias antes de que la fiesta empiece. Afortunadamente, mami
insistió en que dejara ropa de repuesto aquí en mi viejo cuarto cuando me mudé. Debo tener un
par de medias. Vamos gente, vayan a jugar.
—Vuelve rápido, —gritó Thomas mientras ella trotaba ligeramente hasta arriba de las
escaleras.
Lissianna simplemente saludó con la mano por sobre el hombro cuando llegó al
descanso y se dirigió por el pasillo hacia su dormitorio, pero estaba pensando que era un buen
consejo. Marguerite Argeneau no iba a estar demasiado complacida de que hubieran llegado
temprano, pero Thomas conseguiría de cualquier irritación que pudiera sentir inicialmente
desapareciera rápidamente. Solo por esa razón sería mejor que se encontrara con Thomas y los
otros cuando se encontrara con su madre.
—Cobarde, —se reprendió Lissianna. Tenía más de doscientos años y estaba más allá
de la edad en que debería tener que preocuparse por hacer enfadar a su madre.
—Sí, claro, —farfulló Lissianna, reconociendo que probablemente todavía se
preocuparía por eso cuando tuviera seiscientos. Todo lo que tenía que hacer era mirar a sus
hermanos para saber eso. Eran independientes, tenían una fuerte personalidad y.... Bien....
Simplemente eran viejos y todavía se preocupaban por complacer o disgustar a Marguerite
Argeneau.
—Debe ser una cosa de familia, —decidió mientras abría la puerta a la habitación que
había sido suya hasta hace poco, y donde todavía dormía ocasionalmente cuando se quedaba
demasiado tarde como para volver a casa antes del amanecer.
Lissianna empezó a entrar en la habitación, pero sus pasos se detuvieron y sus ojos se
abrieron con sorpresa al ver al hombre sobre la cama.
— ¡Oh! Me equivoqué de cuarto, —dijo entre dientes antes de cerrar la puerta otra vez.
Solo cuando estuvo de nuevo en el pasillo se quedó mirando hacia todas partes sin
comprender cuando se dio cuenta de que no había entrado en la habitación equivocada. Ese era
su viejo dormitorio. Había pasado algunas décadas durmiendo allí y conocía su propia
habitación cuando la veía. Lo que no sabía era por qué había un hombre adentro. O, más
importante, por qué estaba atado estirado todo a lo largo de la cama.
Lissianna consideró el tema por un momento. Su madre no habría alojado a un
pensionista, y si lo hubiera hecho, indudablemente nuca lo habría hecho sin mencionárselo a sus
hijos. Ni lo hubiera puesto en el viejo cuarto de Lissianna, una habitación que todavía usaba en
las infrecuentes oportunidades en que se quedaba. Además, el hecho de que estuviera atado a la
cama dejaba de lado la posibilidad de que la suya hubiera sido una visita voluntaria.
Igual que el lazo alrededor de su cuello, pensó Lissianna mientras recordaba el alegre
lazo rojo que medio se había aplastado contra su barbilla cuando había intentado mirarla.
Lo que finalmente le permitió relajarse fue darse cuenta que tenía que ser la sorpresa
especial para la que su madre había traído de la ciudad. El Mordisco Dulce que Jeanne Louise
había sugerido. Sin embargo, según pensó Lissianna, el hombre en su cama parecía bastante
sano, pero entonces, acaso puedes saberlo hasta que te encuentras lo suficientemente cerca
como para oler el aroma dulzón de un diabético.
En efecto, el tío era una torta de cumpleaños caminado. Y una que se veía de rechupete,
decidió, recordando su oscura mirada. Sus ojos habían sido agudos e inteligentes, su nariz recta,
su barbilla fuerte.... Y su cuerpo había sido algo bonito también. Le había parecido alto, delgado
y musculoso, allí estirado sobre la cama.

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Por supuesto, después de su experiencia con Dwayne, Lissianna sospechaba que podía
haber algo de relleno bajo la chaqueta que llevaba. No había buscado pepinos, pero el hombre
no parecía lucir un bronceado embotellado o parecido anémico por lo demás, más aún, su madre
no era dada a cometer un error del tipo que ella había cometido antes. Marguerite se habría
asegurado de que fuera exactamente lo que quería darle a su hija, y Lissianna estaba pensando
que probablemente Jeanne Louise tenía razón, y era un diabético sin tratar. Nada más tenía
sentido. Su madre no necesitaba conducir todo el camino hasta la ciudad simplemente para traer
a una persona sana estándar cuando podía haber pedido una pizza y pasado al niño del delivery
a Lissianna, que es lo que generalmente hacía.
Así que, era un dulce para comer, razonó, y sintió el hambre remordiendo su estómago.
A Lissianna no le hubiera molestado darle un mordisco ahora mismo. Sólo una probada para
sacarla de un apuro hasta su madre se lo diera en realidad. Pero acabó con esa idea rápidamente.
Sin Thomas no podría conseguir sacar a su madre de su mal humor malo si Lissianna hacía un
truco como ese. Así que, regresar y morderlo estaba descartado, pero todavía tenía que ir por
medias buenas.
Aunque Lissianna sabía que probablemente debería simplemente regresar a la sala de
juegos sin ellas, lo cierto era que — siendo que la sorpresa ya estaba arruinada — era absurdo
andar de un lado para otro con las medias rotas toda la noche. Estaba aquí, y solamente tardaría
un momento en agarrar un par de repuesto de aquellas que había dejado para un caso de
emergencia.

Capítulo 2

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Greg miró fijamente la puerta cerrada. No podía creer que alguien acabara de abrirla,
detenerse —obviamente sobresaltado por verlo— disculparse y luego cerrar la puerta mientras
él permanecía tendido como un idiota, demasiado sorprendido para decir o hacer algo. No había
tenido mucha chance de reaccionar y mucho menos de calmarse....
Los músculos del cuello empezaron a dolerle por el esfuerzo de mantener la cabeza
levantada para mirar hacia la puerta con ojos de miope.
Con un suspiro de derrota, Greg la dejó caer sobre la almohada y empezó a mascullar
entre dientes, resoplando sobre su propia estupidez.
Esa noche había llegado a la conclusión de que era un completo idiota. Greg nunca
había pensado en sí mismo como un idiota. A decir verdad, se había considerado siempre algo
inteligente, pero eso fue antes de que se hubiera metido en el maletero de un automóvil extraño
y encerrado a sí mismo dentro para ningún buen propósito en el que pudiera pensar.
—Definitivamente un movimiento idiota —anunció Greg, pero entonces quizás loco
sería una mejor descripción. Un estúpido se habría encerrando en un maletero por casualidad.
Trepar al interior y cerrarlo tranquilamente era más del estilo de una locura inexplicable. Y
estaba empezando a hablarse a sí mismo, señaló. Sí, parecería que había perdido su afiance
sobre la cordura. No podía evitar preguntarse exactamente cuándo había perdido su mente, y
cómo.
Quizás la locura era contagiosa, ponderó. Quizás se había contagiado de uno de sus
clientes. Aunque Greg no tenía de ese tipo de clientes a quienes se habría diagnosticado como
locos. Se encargaba principalmente de tratar fobias en su práctica, aunque trataba con algunos
pacientes que estaban, por decirlo de algún modo, en apuros. Supuso que podía haber tenido
dentro todo el tiempo las semillas de la locura, y esta noche habían brotado simplemente en un
completo ataque de demencia. Ésa era una teoría. Tal vez la locura corría en la familia. Debería
consultar con su madre al respecto, le preguntaría si tenían un loco o dos en la historia familiar.
Sólo que no era el montañismo dentro del maletero lo que molestaba a Greg, que había
sido solamente la primera de sus locas acciones de esta noche, y una que había lamentado tan
pronto como la cerradura de maletero había hecho clic en su sitio. Había permanecido tendido
en la oscuridad, acalambrándose en ese reducido espacio, llamándose a sí mismo con todos los
sinónimos existentes de estúpido por lo menos media hora cuando el automóvil se había
detenido frente a esa casa. Entonces el automóvil había parado, el maletero se había abierto y
¿qué había hecho? ¿Había salido de su escondite disculpándose por su comportamiento anormal,
y se había ido a casa? No. Había permanecido de pie y esperado mientras la bonita morena del
ascensor salía del automóvil para reunirse con él, la había seguido —dócil como un corderito—
al interior de esa inmensa casa y luego a esa habitación.
Greg había estado tan alegre y confiado como un niño de cinco años cuando había
trepado en la cama —sin que siquiera se lo pidiera— y preparado a sí mismo para que ella lo
atara. Greg le había devuelto su sonrisa cuando había moldeado su mejilla y anunciado:
—Mi hija va a amarlo. Usted es el mejor regalo de cumpleaños que le haya dado nunca.
Después de que había dejado la habitación, había permanecido tendido allí, su mente
vacía por algunos momentos antes de la situación en la que estaba había empezado a hacer
mella. Greg había pasado el tiempo desde entonces en perpleja contemplación de lo que había
ocurrido. Su propio comportamiento —sin mencionar el de la mujer— no tenía sentido. Era
como si hubiera perdido, temporalmente, la razón. O el control de sí mismo. Incapaz de
solucionar el dilema, había centrado sus pensamientos en incumbencias más inmediatas, como
lo qué iba a ocurrir ahora que estaba allí.
«Mi hija va a amarlo. Usted es el mejor regalo de cumpleaños que le haya dado nunca».
Estas palabras —junto con el hecho de que Greg estaba, actualmente, atado despatarrado sobre
una cama— lo habían hecho temer primero que fuera algún regalo caído del cielo más bien de
naturaleza sexual. Un esclavo sexual, quizás. Esa posibilidad inmediatamente lo había hecho

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imaginarse cautivo por alguna criatura inmensa y fea con una horrible complexión y vello
facial. Porque, con seguridad, solamente alguien muy poco atractivo necesitaría que un hombre
fuera raptado y atado a su cama para obtener relaciones sexuales en el clima sexualmente libre
de hoy en día.
Justo cuando Gregory había empezado a hiperventilar con el horror imaginado, se dio
una bofetada mental.
La mujer —la madre— no podía tener más de veinticinco o treinta años a lo sumo.
Seguramente ninguna hija suya sería lo suficientemente mayor como para querer un esclavo
sexual. O incluso saber qué hacer con uno, además, por qué alguien lo querría a él como esclavo
sexual, se había preguntado.
Greg tenía una alta autoestima, y sabía que era atractivo, pero no era una estrella de
rock o un bello modelo GQ. Era un psicólogo que se vestía con trajes conservadores, tenía un
corte de pelo conservador, y llevaba una vida conservadora, fundada alrededor del trabajo, su
familia y ese tipo de pequeñeces. Bien, su trabajo, su familia e intentar escaparse las citas a
ciegas que organizaban sus hermanas, tías, y su madre, se corrigió irónicamente.
Los pensamientos de Greg se agitaron cuando la puerta del dormitorio se abrió otra vez.
Endureciéndose, tiró de su cabeza hacia arriba para mirar con atención hacia la puerta para ver
que era la mujer de hacía un momento. Le echó el ojo con un interés precavido. Excepto por su
largo pelo rubio, se parecía a la morena que lo había traído aquí. Era hermosa, con labios llenos,
una cara ovalada, una nariz recta, y los mismos ojos azul plata que su homóloga morena.
Obviamente, compraban sus lentes de contacto en el mismo lugar.
No, decidió Greg. Los ojos no eran exactamente los mismos. Eran del mismo color y
forma, pero los ojos de la morena habían sostenido una tristeza y sabiduría que había
desmentido la juventud de su piel y sus rasgos. Esta mujer carecía de eso. Los ojos de la rubia
eran claros, impasibles ante el pesar o la verdadera pena. Eso la hacía parecer más joven.
Sin embargo la rubia era, obviamente, pariente de la morena, pensó Greg cuando la
observó caminar hacia el tocador que estaba contra la pared adyacente a la cama y abrir un
cajón. Probablemente su hermana, adivinó. Dejó que sus ojos se posaran en el breve y ajustado
vestido negro que llevaba, no se podía negar que tenía una buena figura, y la idea que cruzó por
su mente fue que era casi una lástima que fuera demasiado vieja para ser la hija de la morena.
No le habría molestado ser su regalo de cumpleaños… sus ojos se giraron ante sus propias ideas
caprichosas. Greg la observó cerrar el tocador y esperó con expectación a que le brindara su
atención, pero no lo hizo. Para su absoluto asombro, ella simplemente caminó hacia la puerta
para, obviamente, salir de la habitación sin prestarle ninguna atención. Greg estaba tan
escandalizado que su boca se abrió y cerró dos veces antes de que se las arreglara para
conseguir expresar un simple:
—Discúlpeme.
La rubia se detuvo en la puerta y giró para mirarla con los ojos entrecerrados con
curiosidad.
Greg forzó una sonrisa formal y preguntó:
—¿Usted cree que tal vez podría desatarme?
—¿Desatarlo?
Pareciendo sorprendida por el pedido, se trasladó a la cabecera para mirarle
detenidamente.
—Sí, por favor —dijo firmemente, notando la manera en que su mirada se deslizó
sobre sus manos. Greg sabía que sus muñecas estaban rojas y desgarradas por tirar de sus
ataduras. Su estado pareció confundirla y afligirla.

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—¿Por qué mamá no lo calmó? No debería haberlo dejado de este modo. ¡Qué…! —se
detuvo y parpadeó, entonces el reconocimiento se expresó en su cara—. ¡Oh! Por supuesto. La
llegada temprana de Bastien debe haberla interrumpido antes de que pudiera acomodarlo
apropiadamente. Probablemente quiso volver y acabar con usted después, pero se olvidó.
Greg no tenía ni la más mínima idea de lo que estaba hablando, excepto que parecía
pensar que su madre lo había traído ahí, y él sabía que, efectivamente, estaba equivocada.
—La mujer que me trajo aquí era demasiado joven para ser su madre. Se parecía a usted,
pero tenía cabello oscuro. ¿Su hermana tal vez? —adivinó.
Por alguna razón sus palabras la hicieron sonreír.
—No tengo ninguna hermana. La mujer a quien usted está describiendo es mi madre. Es
más vieja de lo que parece.
Greg aceptó esto con un poco de incredulidad, entonces sus ojos se abrieron ante las
ramificaciones de lo qué estaba diciendo.
—Entonces, ¿soy su regalo de cumpleaños?
Asintió con la cabeza despacio, inclinó su cabeza, y dijo:
—Ésa es una sonrisa extraña. ¿Qué está pensando usted?
Greg estaba pensando que era el más afortunado hijo de puta vivo mientras su mente se
ajustaba automáticamente a las situaciones que había imaginado más temprano de una mujer
grande y fea que se desnudaba y se trepaba sobre él.
Él mismo se permitió disfrutar de la fantasía por un momento, pero se dio cuenta de que
su cuerpo lo estaba disfrutando demasiado, una protuberancia perceptible estaba creciendo en
sus pantalones. Dio una sacudida a su cabeza. Aún cuando le pareciera tan encantador pensar en
cómo pudiera ser pasar una noche como el esclavo sexual de esta mujer, tenía planes —un viaje
lleno de las playas arenosas, palmeras, y mujeres medio desnudas que darían vueltas sobre una
pista de baile—. Y ya estaba pagado.
Ahora.... Si después de su viaje esta mujer quisiera mantener una cita de la manera
normal, entonces podría atarlo a una cama y terminar el asunto con él.... Bien, a Greg le gustaba
considerarse un tipo atento. Además, en este caso, pensaba que ser un esclavo sexual no podría
ser tan malo. Se dio cuenta que sus pensamientos estaban pasando a áreas que era mejor dejar de
lado por ahora, Greg les dio una patada mental y forzó una mirada severa sobre su cara.
—El rapto es ilegal.
Sus cejas se alzaron.
—¿Mami lo raptó?
—No exactamente —admitió, recordando cómo se había metido en el maletero bajo su
propio incentivo. El rapto, en general, requería ser se llevado a la fuerza. Greg supuso que podía
haber mentido; sin embargo era muy mal mentiroso—. Pero no quiero estar aquí, y realmente no
tengo ni idea de por qué me metí en el maletero del automóvil de su madre. No es algo que haga
generalmente, pero nunca tengo...
La voz de Greg se arrastró cuando se dio cuenta de que la rubia no lo estaba escuchando.
Por lo menos, no parecía hacerlo. Estaba mirando su cabeza con concentración y un gesto cada
vez más fruncido. También se estaba acercando a la cama, aunque sospechaba que era una
acción subconsciente. Parecía completamente concentrada en su pelo, pero entonces agitó su
cabeza con evidente frustración, y habló entre dientes:
—No puedo leer su mente.
—¿No puede leer mi mente? —repitió despacio.
Agitó su cabeza.

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—Veo.... Y.... Er.... ¿Ése es un problema? —preguntó—. Quiero decir, ¿puede leer
generalmente las mentes de las personas?
Asintió con la cabeza, pero era un movimiento ausente, sus pensamientos estaban
obviamente en otra parte.
Greg trató de hacer caso omiso de la decepción que repentinamente lo asaltó cuando
reconoció que la mujer estaba enojada, o por lo menos desilusionada como si pensara que
realmente podía leer mentes. Supuso que no debería estar sorprendido. La madre no podía ser
exactamente normal, o no permitiría que hombres extraños se metieran en su maletero, porque
había estado detrás de él y tuvo que haberlo visto trepar allí. Alguien más habría corrido
gritando por el guardia de seguridad del edificio en lugar de llevarlo a su casa con ella.
Al parecer la demencia estaba corriendo endémica esta noche. El primer ejemplo había
sido su comportamiento, después el de la morena, y ahora la rubia que pensaba que podía leer
mentes. Le hizo preguntarse si no había alguna suerte de demencia en toda la ciudad. Quizás
hombres por todo Toronto se estaban metiendo en maleteros y dejando que los ataran a la cama.
Era, quizás, alguna especie de droga soltada en la represa de agua de la ciudad; una conspiración
terrorista para incapacitar a los hombres de Canadá.
Por otro lado, quizás esto no era más que un extraño sueño, y lo que sucedía realmente
era que todavía estaba trabajando en su escritorio, la cabeza fuera de servicio y profundamente
dormido. Greg decidió que ésa era la posibilidad más probable. Proveía una explicación más
satisfactoria de su propio comportamiento inexplicable. Por supuesto, nada de eso importaba
realmente. Dormido o despierto, enojado o no, estaba aquí, e incluso si era un sueño, quería
apartarse de esa casa. Tenía un vuelo que alcanzar.
—Escuche, si usted sólo pudiera desatarme, prometo que me olvidaré de todo esto. No
traeré las autoridades o nada por el estilo.
—¿Las autoridades? —repitió la rubia—. ¿Se está refiriendo a la policía?
Parecía sorprendida por la posibilidad.
Como si no se le hubiera ocurrido.
—Bien, sí —dijo Greg con el ceño fruncido—. Está bien, así que vine aquí aparente de
forma voluntaria —admitió de mala gana—. Pero ahora quiero irme a casa, y si usted no me
desata, es confinamiento a la fuerza, y ése sí es un delito.
Lissianna empezó a mordisquear su labio inferior. Había tratado de entrar a los
pensamientos del hombre para calmarlo y controlarlo como había hecho antes con Dwayne,
como su madre debería haber hecho antes de dejarlo, pero no podía alcanzar sus pensamientos.
Era como si hubiera una pared impenetrable alrededor de su mente y, aunque había oído hablar
de esto, nunca había tropezado ella misma con esa situación. Lissianna nunca había conocido a
ningún mortal al que no hubiera podido leer y controlar. Aunque sí había tropezado con
personas individuales con las que tenía dificultad en leer y controlar. Generalmente, esa
dificultad disminuyó o desapareció totalmente en cuanto se comenzó a alimentarse de ellos.
Inclinó su cabeza y echó el ojo a su obsequio, debatiéndose sobre si debía tratar de
tomar de él para que fuera más fácil acceder a sus pensamientos y calmarlo. El único problema
con eso era que si no podía acceder, ni siquiera un poco a sus pensamientos, Lissianna no podría
protegerlo de experimentar el dolor cuando sus dientes se hundieran por primera vez en su
cuello.
Aunque...
Mirabeau le había contado sobre haberse enfrentado con una situación similar una vez.
Había dicho que había besado y acariciado al hombre, relajándolo, y se las había arreglado para
pasar a sus pensamientos en cuanto sus dientes se hundieron en él.

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Lissianna consideró el tema brevemente. Nunca antes había seducido a nadie. Habiendo
nacido y criado en la Inglaterra georgiana, su vida había estado algo protegida, y cuando la
sociedad se había vuelto más liberal ya habían pasado los primeros cincuenta años de su vida.
Sus padres estaban demasiado arraigados en los viejos valores y viejas creencias que era difícil
que cambiaran y se modernizaran. Mientras su madre podría haberle permitido más libertad, su
padre nunca se habría girado a la sociedad.
Aún así, no podía simplemente dejar allí a ese hombre angustiado, decidió Lissianna.
Además, no debería molestarle el darle un pequeño preestreno a su cena de cumpleaños, más o
menos como una lamedura a un pastel antes de que fuera servido.
Está bien, deseaba darle un poquito más que una lamida, pero sólo un mordisco rápido,
lo justo para aliviar su hambre, se aseguró.
Bien, claro, pensaba Lissianna peculiarmente. Este hombre se veía tan atractivo que se
sentiría tentada a dejarlo seco, una tentación de rechupete que no había sentido en décadas.
—La soga está muy ajustada.
Sacada de sus pensamientos por su queja, Lissianna echó un vistazo a sus muñecas, otra
vez hacia las rozaduras y sintió que su incertidumbre se dispersaba. Le habían enseñado que era
de mala educación jugar con su comida o permitir que sufriera innecesariamente. Y este hombre
estaba sufriendo. Era su deber entrar en su mente y calmarlo. Era su culpa que no pudiera
hacerlo de la manera normal y fuera a tener que probar las medidas más extremas.
Mente hecha y conciencia aplacada, Lissianna se estableció a un costado de la cama.
—Usted no debe luchar, y mucho menos preocuparse. Odio que se angustie de esta
manera.
La miró furioso, como si lo ofendiera que supiera que estaba disgustado. O quizás sólo
estaba furioso porque no lo estaba desatando como le había pedido.
—No va a conseguir nada con esto —sugirió, y apoyó las medias que había colocado
sobre su regazo con el propósito trabajar en el lazo alrededor de su cuello. Él suspiró cuando fue
retirado, relajándose un poco sobre la cama, y Lissianna decidió que también le quitaría la
corbata.
—¿Así está mejor? —preguntó deslizando la tela de seda por su cuello.
El hombre empezó a asentir con la cabeza, pero se detuvo y frunció el ceño cuando ella
desató los tres botones superiores de su camisa.
—Sería aún mejor si usted me desasiera.
Lissianna sonrío divertida por la manera en que estaba luchando contra ella, trató de
distraerlo, entonces, pasando sus dedos por la extensión de pecho que se había revelado. Para su
satisfacción, un pequeño escalofrío lo atravesó cuando sus largas uñas chirriaron suavemente de
un lado a otro de su piel descubierta. Este asunto de la seducción estaba resultando ser mucho
más fácil de lo que había temido. O quizás era sólo una persona con talento innato, pensó
Lissianna, y se preguntó si debía estar preocupada sobre esa posibilidad.
—Desáteme —estaba tratando de ser firme, pero era obvio que su corazón ya no estaba,
completamente, detrás del deseo de ser libre.
Sonriendo por saberlo, Lissianna deslizó sus dedos de su pecho para correr a lo largo de
la tela justo encima de su cinturón.
La acción provocadora provocó que se le tensaran los músculos del estómago, y su
respiración salió en un pequeño silbido.
—¡Qué demonios! —susurró—. Hay cosas peores que ser un esclavo sexual.

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Lissianna parpadeó con sorpresa ante su comentario y decidió que lo había relajado lo
suficientemente.
—¿Cual es su nombre?
—Greg —limpió su garganta, y dijo más firmemente—: Dr. Gregory Hewitt.
—Doctor ¿eh? —levantó una mano para acariciarlo ligeramente hasta arriba de su
pecho otra vez, observando la manera en que sus ojos cayeron inmediatamente de su cara para
seguir a la acción—. Bien, Doctor.... Usted es un hombre muy apuesto.
Cambió su mano de lugar hacia su cabello, pasándola ligeramente a través de las hebras
finas y oscuras, maravillándose por lo suaves que eran. Su mirada fija se deslizó a sus profundos
ojos marrón oscuro y a los firmes contornos de sus labios mientras consideraba el siguiente
movimiento. Era un hombre atractivo. En su tiempo, había visto a hombres que eran más
apuestos, pero había algo en éste que resultaba aún más atractivo para ella. Su mirada se deslizó
por las arrugas sobre su frente, y sus dedos las siguieron, pasando ligeramente por las líneas
para frotarlas.
—¿Le molestaría mucho si lo beso? —preguntó suavemente.
Dr. Gregory Hewitt no respondió, sólo la miró con ojos que se le habían oscurecido con
interés cuando permitió que su dedo se moviera empujado por la corriente a sus labios y tropezó
ligeramente con los blandos contornos. Cuando su boca se extendió repentinamente para chupar
su dedo con un tibio calor, ella tomó eso como su permiso, pero Lissianna no se movió, sus ojos
que encontraron y sostuvieron su mirada con fascinación mientras notaba el fuego arder allí.
Entonces chupó el dedo que se encontraba en el interior de su boca, su lengua deslizándose a lo
largo de los costados de su dedo mientras lo hacía, y Lissianna lanzó un pequeño y sobresaltado
gritito de sorpresa.
Tenía más de doscientos años de edad y nunca se le hubiera ocurrido que un dedo era
una zona erógena, pensó Lissianna débilmente, mientras que el mismo fuego que ardía en sus
ojos empezaba a crecer dentro de ella, pero mucho más al sur de su cuerpo.
Gregory Hewitt era un hombre peligrosamente distrayente, y decidió que sería mejor
recuperar el control de la situación. Con esa intención, Lissianna retiró despacio el dedo de su
boca y se inclinó hacia adelante para frotar su mejilla fugazmente contra la suya para
impregnarse de su saludable olor. La acción había sido instintiva, un depredador que evaluando
el olor de su presa. El suyo era un aroma muy condimentado y oscuro que le encantaba.
Lissianna sonrío débilmente, entonces pasó sus labios contra su mejilla para seguir todo
el camino hacia los labios masculinos. Los presionó allí firmemente y luego los frotó
suavemente de un lado a otro.
Los labios de Gregory Hewitt se veían firmes y duros, pero se sentían blandos al tacto.
Lissianna continuó simplemente frotando sus labios suavemente sobre los de él, disfrutando de
la caricia erótica, hasta que él levantó su propia cabeza en un esfuerzo para hacer más profundo
el beso.
Cuando ella deslizó su lengua para recorrer con ella el largo pliegue en el lugar dónde
sus labios se encontraban, el abrió los suyos para dejarla resbalar en su interior.
Sus ojos se abrieron con sorpresa ante las sensaciones que la asaltaron cuando se
introdujo en él.
Lissianna había sido besada durante los pasados doscientos años muchas veces,
incontables incluso si es que iba a ser honesta. Algunos besos habían sido bienvenidos y
algunos robados, algunos disfrutados y otros no, pero éste beso...
Su lengua estaba tibia, mojada, y firme mientras se movía ásperamente junto a la suya.
Sabía a caramelo de menta, café y otra cosa que no pudo identificar inmediatamente, pero

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realmente Lissianna no se quería tomar el trabajo de hacerlo. Dejó que sus ojos se cerraran y se
deleitó en las sensaciones que la agobiaban.
Lo que había empezado como parte de un intento de seducir a Gregory Hewitt terminó
seduciéndola a ella.
Lissianna se encontraba absorta en el beso cuando su lengua la llenó, introduciéndose y
extendiéndose a través de su boca con una demanda que la hizo estremecerse. Por un momento,
su propósito fue totalmente olvidado. Cambió de lugar y deslizó sus piernas sobre la cama con
el propósito de quedar tendida a su lado, sus piernas se entrelazaron con las suyas incluso
cuando sus dedos se enredaron y quedaron cautivos en su pelo.
Ella intuyó como tiraba de sus ataduras pero realmente solo fue consciente de ello a
medias, hasta que él giró su cabeza para romper el beso y gimió:
—Desátame. Quiero tocarte.
Lissianna estaba tentada, pero hizo caso omiso del pedido y se concentró en besar un
camino descendente por su mejilla, su cuerpo que se movía bajo el suyo. Era obviamente más
alto que ella. Antes de que sus labios alcanzaran su garganta, sus pelvis estuvieron parejas, y
giró sus caderas, incitándose a sí mismo contra ella, incrementando inmediatamente las
sensaciones de ambos. Su quejido era a la vez frustrado y excitado cuando sus labios se
movieron a lo largo de su garganta y se movió con impaciencia debajo suyo hasta que ella
encontró la yugular y dejó salir sus dientes para adentrarse profundamente en su piel y en la
vena que ésta cubría.
Greg se puso rígido con la conmoción, pero se relajó rápidamente con un largo quejido
mientras Lissianna empezaba a alimentarse, y el placer estalló dentro de su mente y comenzó a
transmitirse fuera a él. Esta era una experiencia completamente diferente a la que había tenido
con Dwayne. Normalmente, no sentía el alimentarse como una experiencia erótica, pero
habitualmente Lissianna no tenía tampoco que seducir a su anfitrión. Sólo tomaba el control de
su mente e iba al punto.
Esta vez era diferente. Estaba excitada, él estaba excitado, y la sangre que ingresaba a
montones a su cuerpo era un cordel que conectaba su emoción, haciéndola rebotar entre ellos e
incrementándola de algún modo cuando su mente se abría a ella. Pero Lissianna no estaba
manteniendo el control esta vez, no estaba enviando su control, sino recibiendo los suyos.
Era como un fantástico calidoscopio de colores. Las emociones y los pensamientos
inundaban su mente en olas que estallaban en nuevas olas. Pasión, deseo, inteligencia,
generosidad, honor, valor.... Lissianna tenía una ventana abierta levemente a su alma, y en ésos
pocos momentos aprendió más sobre él de lo que podía haber logrado con cientos de
conversaciones. No había mentiras, no había medias verdades, o evasivas que trataran de
impresionarla. Era sólo él allí, entonces todo eso fue empujado por una avalancha de deseo.
Lissianna olvidó todo sobre sus intenciones de calmarlo, se olvidó de todo, excepto del
hambre que se estaba desencadenando en su cuerpo: tanto la vieja necesidad por la sangre como
la nueva necesidad por el placer que le estaba dando. En ese momento, con sus cuerpos
entrelazados, ambos gimiendo, arqueándose y retorciéndose, solamente este hombre parecía
capaz satisfacer su hambre, y Lissianna podría, muy probablemente, haberse perdido hasta el
punto de vaciarlo si la voz de Thomas no hubiera alcanzado su oído, distrayéndola.
—No veo por qué estás tan disgustada. Sólo se acercó para buscar medias nuevas —su
voz sonaba amortiguada por la puerta, pero había crecido en volumen, mientras ésta se abría
para luego cerrarse repentinamente, seguida de un breve silencio. Muy breve.
—¡Lissianna Argeneau!
Lissianna se quedó quieta, sus ojos muy abiertos cuando reconoció la voz de su madre.

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Capítulo 3
Replegando los colmillos, Lissianna liberó el cuello de Greg Hewitt y, sintiéndose
culpable, echó un vistazo encima de su hombro.
La visión de Thomas y su madre mirándola fijamente con los ojos desorbitados desde
la puerta era suficiente para hacerla ponerse rápidamente de pie. Sus manos se movieron para
enderezar su ropa y su cabello.
—¡No puedo creer ésto! —Marguerite caminó a través del cuarto—. Entrando a
hurtadillas por aquí y desenvolviendo tus regalos, ¡antes de tu cumpleaños, como si tuvieras
doce en lugar de doscientos! ¿En qué estabas pensando?
—Bien, técnicamente es su cumpleaños, Tía Marguerite — apuntó Thomas, cerrando la
puerta.
Lissianna dio a su primo una sonrisa de agradecimiento, pero dijo:
—Yo no entré a hurtadillas aquí. Simplemente subí para ponerme medias limpias —las
sacó fuera de la cama, y agregó—: Y no los desenvolví.
Marguerite miró intencionadamente el suelo. Después echó un vistazo al suelo para ver
el lazo desatado y olvidado allí.
Lissianna hizo una mueca y admitió:
—De acuerdo, lo desaté, pero sólo porque él estaba enojado y odiaba dejarlo
angustiado —hizo una pausa inclinando su cabeza y dijo—: Entiendo que la llegada de Bastien
te interrumpió antes de que pudieras ponerlo en un serio contratiempo. Él estaba disgustado
sobre ser secuestrado y exigió ser desatado cuando llegué aquí.
—No lo secuestré —dijo Marguerite ofendida. Entonces pasando de Lissianna al Dr.
Gregory Hewitt, agregó—: No te secuestré, te pedí prestado —volvió su atención a Lissianna—
. Y no lo sometí a un completo contratiempo.
—¿En serio? —sus cejas se arquearon por la sorpresa, y Lissianna lanzó una mirada
llena de confusión de su madre al hombre que se encontraba en la cama—. No parece estar
bebido.
Marguerite suspiró, algo de su tensión comenzaba a abandonarla.
—Sí, bueno, él parece tener una mente fuerte.
Lissianna asintió.
—Lo noté. No podía entrar en sus pensamientos para calmarlo. De ninguna manera. Por
eso estaba alimentándome de él. Pensé que podría permitirme unir su mente con la mía y
aliviarlo —explicó Lissianna.
—Eso parece haber funcionado bien —comentó Thomas con diversión—. Aunque no
diría que se alivió exactamente.
Lissianna siguió su mirada hacia la entrepierna del hombre, en dónde una erección
estaba haciendo presión contra sus pantalones. Pero en ese mismo instante, la carpa de los
mismos se desinfló.
—Nada de pepinos entonces — comentó Thomas ligeramente, y Lissianna tuvo que
morder sus labios en una risita nerviosa.
Aclarando su garganta, murmuró:
— Lo siento, madre. No quise estropear la cena de cumpleaños que tenías planeada.
Realmente no quería; quiero decir, ya puede no ser una sorpresa, pero verdaderamente no tuve
mucho, solo un rápido mordisco Un mordisco pequeño, en realidad. Podría alimentarme mucho

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más —su mirada hambrienta estudió al hombre en la cama, su cuerpo cosquilleó ante la idea de
alimentarse nuevamente de él.
—Él no es tu cena del cumpleaños.
Lissianna a regañadientes dejó de comerse con los ojos a su regalo del cumpleaños y
se volvió hacia su madre con confusión.
—¿Qué?
—Él no es tu cena de cumpleaños — repitió ella—. Ordené comida china para ti. El
muchacho de la entrega debería estar aquí pronto.
—Oh —no disimuló su desilusión. A Lissianna le gustaba la comida china, pero nunca
acababa de satisfacerse. Una hora después, tendría hambre de nuevo. Sin embargo, Gregory
Hewitt habría sido robusto y apetitoso, habría sido totalmente un atiborraste y satisfactorio
estofado, al lado del caldo diluido de Dwayne. También habría sido un placer, en maneras que
ella no había esperado. Esa noche, Lissianna había sentido un poco de la excitación que sus
huésped normalmente sentían y le transmitían cuando se alimentaba de ellos. La excitación que
ella nunca realmente entendía, o la que nunca había experimentado; excepto, claro, de segunda
mano, solamente observando.
Esta vez no había sido capaz de permanecer ajena y atenta. Al seducirlo, aparentemente,
se había seducido a sí mima…
O quizás, él había sido el seductor, pensó. Recordando los labios masculinos, guió uno
de sus dedos a su boca.
No que se hubiera tomado mucho tiempo seduciendo. Él realmente era el hombre más
atractivo que ella se había conocido alguna vez, y eso ya quería decir algo. Lissianna había
conocido a muchos hombres en sus doscientos años de vida, y muchos eran mucho más
atractivos estéticamente, pero ellos sólo la habían dejado fría. Había algo sobre éste que la
atraía aunque… y también olía muy bien. Y esos pocos instantes en los cuales sus mentes se
habían fusionado…
Lissianna ciertamente no había intentado leer o controlar sus pensamientos como
pretendía. Había estado ocupada disfrutando del momento, pero desde la breve conexión, ella
había recibido una imagen de su mente. Era una mezcla de confusión, deseo, inteligencia, y una
honestidad y carácter que la atrajeron.
Consciente del silencio que había caído encima del cuarto, Lissianna lanzó una mirada
alrededor. El hombre que ahora llenaba sus pensamientos estaba descansando en la cama,
mirándola fijamente con silenciosa fascinación.
Lissianna pensó que eso era interesante. Por otro lado, su madre y primo también
estaban mirándola fijamente con concentrado interés y ella no podía evitar pensar que eso no
podría ser algo bueno. No había estado guardando sus pensamientos, comprendió con
incomodidad y no tenía ninguna duda que el par simplemente se había entrometido en sus
reflexiones del placer que ella había experimentado con Greg Hewitt.
—¿Entonces? — preguntó Lissianna abruptamente, ansiosa de quitar los pensamientos
de su madre de aquéllos que habían estado flotando en su propia mente.
Thomas ayudó preguntando:
—Si él no es su cena de cumpleaños. ¿Para qué sirve?
—¿Disculpa? ¿Cena de cumpleaños? —bramó Greg. Él estaba más boquiabierto que
horrorizado. Al parecer, no había entendido la conversación que continuaba en torno a él al
principio. Ahora lo había entendido y estaba disgustado por todo de nuevo. Ella se habría
tomado el tiempo necesario para aliviarlo, pero su madre habló, distrayéndola.

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—Él es tu regalo de cumpleaños, pero no la cena —cuando Lissianna la miró tan fija e
inexpresivamente, suspiró y cruzó el cuarto para tomar su mano—. Se suponía que era una
sorpresa que iba a ser presentada en la fiesta, pero como ya has desenvuelto tu regalo, puedo
explicarlo. Querida, éste es Dr. Gregory Hewitt. Él es un psicólogo, quién se especializa en
fobias y lo traje aquí para curarte. Feliz Cumpleaños.
El Dr. Gregory Hewitt era psicólogo, razonó Lissianna lentamente. No había pensado
preguntar qué clase de doctor era cuando había preguntado su nombre y él había dicho Dr.
Gregory Hewitt. Ahora lo sabía. Él era un psicólogo para curar su fobia.
—Oh —murmuró por fin, lanzando una mirada sorprendida a Greg cuando él hizo eco
del "oh" en su mismo tono decepcionado. Eso incentivó a su curiosidad. Su propia desilusión
estaba basada en el hecho de que ella más bien prefería mordisquearlo antes de tratar algo tan
desagradable como su fobia, pero parecía que él no estaba menos complacido con la idea que
ella.
Greg suspiró interiormente. Supuso que él no debería estar defraudado por el anuncio
de la morena. ¿Debería alegrarse de que no era un esclavo sexual o… la cena? Todavía estaba
intentando ordenar eso. Lissianna, como la morena se había dirigido a la rubia, había pensado
que él era su cena de cumpleaños. ¿Él?
¿La cena de cumpleaños? La idea era suficiente para derribar cada uno de los
perturbadores y lujuriosos pensamientos en su cabeza.
¿La cena de cumpleaños? ¿Eran caníbales?
Buen Dios, ella había pellizcado su cuello después de besarlo, pero simplemente un
pequeño pellizco, luego ella había decidido chupar, sin duda dándole un gran chupón que se
pasaría una semana intentando esconder, o quizá más. Greg no estaba seguro.
Había tenido un chupón sólo una vez antes, y eso era cuando fue un adolescente. No
podía recordar cuánto tiempo había pasado para que desapareciera.
Tampoco recordaba que había sido tan agradable como el de esta experiencia. Sin
embargo hubiera aceptado feliz que la rubia lamiera su cuello todo lo que ella quisiera, o
cualquier otra parte del cuerpo que ella recibiera con agrado.
Ser la cena de cumpleaños, de todas formas, no parecía bastante agradable. Querido
Dios, dejarlo subir en la cajuela del auto de un caníbal. Realmente prefería el escenario de
esclavo sexual. Definitivamente sonaba más agradable.
Greg rodó sus ojos y tuvo que mentalmente sacudir su cabeza para dispersar sus propios
pensamientos. Estaba sonando como un lunático desesperado. De hecho, eso no estaba lejos de
la verdad. A pesar de los grandes esfuerzos casamenteros de su familia, no había tenido sexo
por casi un año. Aunque las mujeres con que su familia tendía a emparejarlo eran preciosas,
ninguna de ellas había despertado demasiado interés en él, por lo menos no el suficiente para
arrastrar su atención fuera del trabajo por algún tiempo.
Esto no había preocupado mucho a Greg; tenía una vida llena y ocupada. Siempre se
dijo que el día que encontrara una mujer tan fascinante como su carrera, sería el día en el que
sabría que había encontrado a la Señorita Correcta. Mientras tanto, su familia —nunca
optimista— continuaba liándolo con cada mujer soltera que conocían y Greg continuaba
evitando compartir la cama con mujeres, para evitar molestos enredos con amigos de la
familia que podrían causar resentimientos. Eso significaba que estaba restringido a brincar
sexualmente con mujeres que él lograba conocer por su cuenta, cuando no estaba escoltando a
las amigas de su familia a varias comidas o funciones.
La última vez que Greg había logrado empezar una relación con alguien, había sido con
una fría rubia psiquiatra de British Columbia. Se habían conocido en la conferencia de salud
mental el invierno pasado, había ido por una bebida después de una de las conferencias,
entonces él la había acompañado de vuelta a su cuarto, ella lo había invitado, y muy educada y

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clínicamente tuvo sexo con él. Había sido frío, funcional y horrorosamente aburrido… más
bien como tomar Metamucil. Consiguió hacer el trabajo, limpió las cañerías, pero le dejó un mal
sabor en la boca. Greg estaba relativamente seguro que esta rubia no le dejaría un mal sabor en
su boca. También estaba seguro que ella haría mucho más que limpiar sus cañerías.
—¿Lo trajiste aquí para tratar mi fobia?
Greg lanzó una mirada a la rubia cuando ella hizo la pregunta, notando por primera vez
que ella, también parecía más bien defraudada por las noticias.
—Sí, cariño.
—¿Él no es…?
—No — interrumpió firmemente la morena, entonces frunció el entrecejo ante la obvia
falta de entusiasmo de la rubia por su regalo—. Querida, ésta es una buena causa. Pensé que
estarías agradecida. Pensé que era perfecto. Él puede curar tu fobia, permitiéndote vivir una vida
normal. Una sin la molestia del cuidado nocturno o el riesgo de ir tropezando a casa borracha
dos o tres veces por semana.
Las cejas de Greg se arquearon e intentó deducir mentalmente qué tipo de fobia podría
llevar a alguien a emborracharse.
—Bueno —la morena se volteó hacia él con una deslumbrante sonrisa—. Hágalo.
Greg la miró inexpresivamente.
—¿Disculpe?
—Cure a mi Lissianna de su fobia —dijo pacientemente.
Greg giró de la expresión expectante de esos sabios ojos viejos a los ojos más
luminosos de la hija. Eran tan azules y claros como un cielo sin nubes, pero con el mismo brillo
de plata metálico que los de la madre.
Encantador, pensó Greg y simplemente deseó que no fueran lentes de contactos. Le
molestó que ella sintiera la necesidad de algo artificial para agregar a su belleza.
—No son lentes de contacto — anunció la morena de repente, haciendo que Greg diera
un respingo.
Seguramente ella no había leído sus pensamientos. ¿O sí?
—¿Qué es lo que no son lentes de contacto? —indagó la rubia, mirándolo a él y a su
madre con confusión.
—Tus ojos, cariño — explicó la morocha, entonces dijo a Greg—: A pesar de tus
anteriores pensamientos, nuestro color de ojos es natural. No estoy segura si ellos incluso
tienen lentillas de contacto del color de nuestros ojos… todavía —agregó secamente.
—Natural —murmuró Greg con fascinación, mirando fijamente la luminosidad en el
color de ojos de la hija. Fue entonces que su mente absorbió lentamente sus palabras. ¿A pesar
de sus anteriores pensamientos? ¿Ella no quiso decir en el ascensor?
La morena asintió.
—Sí, en el ascensor.
—¿Puedes leer su mente? —Lissianna parecía más molesta que sorprendida, notó él y
recordó que eso había pensado cuando ella se había quejado del hecho de que no podía leer su
mente. Ahora, la morena parecía estar haciendo precisamente eso. Greg no podía decidir si él
estaba durmiendo y soñando todo esto, perdiendo la cabeza e imaginando todo esto, o si estaba
despierto, sensato, y la mujer realmente estaba leyendo a su mente. Peor aún, no podía decidir
cual de esas opciones prefería. No quería estar durmiendo porque eso significaría que Lissianna
no era nada más que una fantasía que habría imaginado, y no estaba contento con la idea de que

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nunca la vería fuera de sus sueños. Perder la cabeza no era una buena alternativa, pero la idea de
la morena siendo capaz de leer su mente era un poco desconcertante… Especialmente desde
que su mente estaba llena de pensamientos lujuriosos sobre su hija.
—¿Entonces? — incitó la morena.
Soñando o no, parecía que tendría que tratar con el asunto. Greg agitó su cabeza.
—Señora, curar una fobia no es como tomar una píldora. Tarda algún tiempo — le
informó. Y luego, preguntó un poco menos paciente—: ¿Podría desatarme, por favor?
—Eso no es lo que el artículo decía — se opuso la morena, ignorando su demanda de
ser desatado—. En el periódico usted estaba citado diciendo que los nuevos tratamientos
pueden ser sumamente eficaces y la mayoría de las fobias pueden curarse en sólo unas sesiones,
algunas personas sólo necesitaban una.
Greg dejó salir el aire en un lento suspiro, ahora entendiendo el motivo por el que había
llegado hasta allí. La morena obviamente había leído la entrevista que él había hecho para el
periódico, un artículo especial sobre las fobias. Había salido el último fin de semana.
—Eso es verdad, algunas fobias se tratan fácilmente — comenzó, intentando
permanecer tranquilo y… bueno… paciente, pero la situación era tan anormal. Él estaba atado a
una cama, en nombre de Dios, y ellos tres estaban de pie actuando como si eso fuera
absolutamente normal. Greg simplemente no podía abstenerse por completo de la irritación—.
Ya sabes, la mayoría de las personas hace una cita para verme —estalló, pero intentó razonar
nuevamente—: Y voy a volar a Mexico mañana de vacaciones. Hay cosas que necesito hacer
antes. Apreciaría que usted me desatara y me permitiera salir de aquí. Realmente no tengo
tiempo para esto.
El silencio apenas había empezado al terminar su última palabra cuando hubo un toque
en la puerta. Ésta se abrió y una joven mujer asomó su cabeza y los miró. Ella era otra morena,
bonita y con su cara en forma de corazón. Le lanzó una mirada curiosa, y luego volvió la
atención a la madre.
—Tío Lucian está aquí, Tía Marguerite.
—Oh, gracias Jeanne Louise —la madre, Marguerite, inmediatamente comenzó a
empujar a Lissianna y Thomas hacia la puerta, diciendo—: Todos trataremos con esto más
tarde. No debemos dejar a todos esperando. ¿Jeanne, ha llegado ya Etienne?
— Sí. Estaba entrando cuando yo subía las escaleras —la mujer abrió la puerta para
que ellos pudieran salir—. También ha llegado la orden de comida china. Puse al muchacho de
la entrega en la despensa hasta que estés lista para él. Aunque, probablemente no deberías
dejarlo demasiado tiempo esperando.
—No. Bueno justo bajábamos a la fiesta y todo comenzará —anunció Marguerite
cuando ella, seguida de Lissianna y Thomas, salió al vestíbulo—. Lissianna puede abrir sus
otros regalos después y… —la puerta se cerró impidiendo que oyera el resto de la frase de la
mujer.
Greg miró fijamente la superficie de madera con asombro, incapaz creer ellos lo
habían dejado simplemente allí, atado a la cama. Esto era una locura. Locos.
La cabeza le daba vuelta con diversos pensamientos, Greg cerró sus ojos e intentó
ordenarlos. Todo lo que estaba sucediendo y cómo escapar de ello. A pesar de sus propias
acciones en llegar él mismo allí, estaba comenzando a considerarse un secuestrado. Sin
embargo, no estaba siendo chantajeado y no era ninguna cena. Eso era bueno, se dijo. ¿Lo era?
Estaba ahí para tratar una fobia. Francamente, Greg pensó que la familia entera
necesitaba el tratamiento… y no por las fobias, pero que así fuera. Ellos lo querían para tratar
una fobia, y él quería ser liberado. ¿Ciertamente allí había alguna oferta que podría aceptar? Si
así fuera, estaría absolutamente de acuerdo en tratar a la encantadora Lissianna y prometer no

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informarlos a las autoridades, si lo dejaban en libertad. Entonces él iría directamente a la
estación de policía.
O no.
Greg estaba un poco desconcertado con el problema de lo que quería hacer en este
momento. Parte de él estaba furioso y deseoso de ir a la policía con la acusación de que había
sido retenido en contra de su voluntad y así sucesivamente, pero en verdad, Lissianna estaba por
recaer en el cuarto y besarlo y acariciarlo como ella había estado haciendo, con eso, pensó,
podría olvidarse rápidamente de su enojo.
Greg sospechó que la mayoría de esto era parte, claramente, de una vieja frustración
sexual.
Dejando de lado la frustración, él principalmente estaba confundido por los eventos de
la noche. Además, no podría ir a la policía. ¿Qué podría decirles?
«Hola, mi nombre es Dr. Hewitt y esta noche subí a un cajuela de un auto extraño por
mi propia voluntad, me encerré con llave para viajar a una casa extraña, entonces bajé y
voluntariamente participé de dichas premisas, yendo incluso a subir las escaleras y recostarme
para ser atado a la cama. Pero mierda, no me desataron cuando yo lo pedí y ahora quiero
cobrármelas».
Oh sí, eso funcionaría más que bien, pensó Greg irónicamente. Él se reiría fuera de la
estación de policía.
Además, realmente no quería traer problemas a estas personas. Bien, por lo menos no
quería traer problemas a Lissianna.
Greg lamió sus labios cuando recordó el toque y el sabor de ella. La había sentido tan
bien abrazada contra él y había hecho esos pequeños murmullos eróticos de placer cuando se
habían besado. Si sus manos no hubieran estado atadas, la habría rodado bajo él, la habría
despojado de cada retazo de ropa que ella llevara y habría usado sus manos y su boca en su
cuerpo para sacar más de esos pequeños murmullos.
Su piel era de un pálido marfil y Greg no tenía problemas imaginando su cuerpo de
alabastro estirándose y arqueándose en la cama cuando él cerrara su boca encima de un pezón
erecto y pasando su mano por sus costillas, hacia su plano estómago para escabullirse entre sus
piernas y encontrar su húmeda dulzura. Ella estaría caliente y sensible a su toque y después de
que él la hubiera hecho gritar con la liberación, una o dos veces, subiría a encima de ella y
empujaría...
Greg gimió en voz alta con frustración y dispersó sus fantasías cuando sintió la
dolorosa queja de su entrepierna. De acuerdo, ésa había sido una estúpida jugada. Ahora, estaba
más frustrado que nunca.
Suspirando, alzó su cabeza para ver hacia la puerta cerrada, preguntándose cuando
regresaría Lissianna o si lo haría. Había deducido que él debería estar en su cuarto, o ella no
hubiera ido a buscar las medias. Así que, tarde o temprano tendría que volver.
Quizás después de la fiesta, pensó Greg cuando notó el tenue sonido de la música
viniendo desde abajo. La fiesta estaba evidentemente en marcha.
La fiesta de cumpleaños de Lissianna, recordó y se preguntó cuántos años tendría.
Había supuesto que tenía cerca de veinticinco o veintiséis. Unos buenos diez años más joven
que él. ¿La diferencia de edad le molestaría? Ese pensamiento era preocupante. Ella podría
pensar que él era demasiado viejo para ella y no repetir los besos de esa noche.
Comprendiendo hacia dónde se dirigían sus pensamientos, Greg se dio otro sacudón
mental. ¿Qué estaba pensando? Estaba atado a una cama y retenido en contra de su voluntad.
Había pedido ser desatado, pero nadie lo escuchó. Todavía yacía ahí, su mente consumida con
nada más que la rubia y bonita Lissianna.

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Necesitas tener tus prioridades, se dijo firmemente. ¿Qué tal tratar de soltarte y
escapar de aquí? Tienes que tomar un avión por la mañana, tú sabes.
Ignorando el hecho de que se estaba hablando a sí mismo, Greg inclinó su cabeza atrás
para ver las ataduras que iban desde sus muñecas a los postes de la cama.

Capítulo 4
"Oh Señor, Señor. Yo he entrado en el paraíso de pijamas”.
Lissianna se rió entre dientes de la expresión cómica de Thomas cuando él entró en la
sala donde ellos estaban teniendo su improvisada post fiesta de cumpleaños, “su fiesta pijama”.
Ninguno conducía después de beber, Thomas había decidido dormir aquí, lo que significaba
que Lissianna, Jeanne Louise y Mirabeau también estaban quedándose. Con los dormitorios
ocupados por varios parientes más viejos alojados durante el día, habían sido relegados a los
sofás en la sala más grande… junto con sus primas Elspeth y sus hermanas gemelas Victoria y
Julianna. Las tres muchachas habían volado desde Inglaterra con su madre Martine para asistir a
la fiesta y planeaban visitarlos por un par de semanas.
—¡Thomas!—Jeanne abrió la boca de repente—. ¿Qué estás usando?
—¿Qué? ¿Esto?— Thomas agarró sus brazos e hizo un giro lento. Estaba cubierto del
cuello a los tobillos por un pijama ajustado de Spiderman—. Bastien fue bastante bueno al
proporcionarme el pijama más guay— pronunció cansinamente—. ¿No les gusta? El tipo tiene
una radical preferencia en pijamas, para ser un viejo gruñón.
— No son de Bastien—Lissianna rió entre dientes—. Eran una broma para Etienne
cuando él estaba ayudando a programar un videojuego basado en algún cómic.
—Yo no sabía eso—Thomas dijo con una mueca—. Bastien estaba más avergonzado de
mis efusivos cumplidos por su elección de pijamas.
Lissianna compartió una mueca con él, imaginando cómo Bastien debía de haber
reaccionado cuando él comprendió cómo su pequeño esfuerzo por avergonzar a Thomas había
salido al revés. Él se mortificaría pensando que cualquiera podría creer que vestía pijamas como
éstos para dormir.
— Sin embargo, no me importa. Son cómodos—comentó, entonces posó sus manos en
sus caderas para mirar al resto y dijo galantemente—. En cuanto a ustedes señoras, parecen un
arco iris de encantadoras flores.
Lissianna se miró, luego a las otras mujeres en sus camisones. Jeanne Louise y
Mirabeau no tenían ninguna ropa en la casa de la madre de Lissianna, y ella no usaba pijamas.

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Tendía a dormir desnuda. Las tres estaban vistiendo ropa de dormir prestada de Elspeth y las
gemelas. El trío aparentemente tenía algo con los “baby—dolls”, esto era todo lo que habían
tenido para prestarles.
A pesar de todo, la descripción de Thomas era adecuada. Ella estaba vistiendo un
camisón rosa pálido de encaje, Elspeth estaba en rojo, Victoria en color durazno, Mirabeau en
verde menta, Julianna en azul celeste, y Jeanne Louise vestía en lavanda. Las reunías y casi
hacían un arco iris.
—Así que…— Thomas se lanzó hacia el catre que se había sacado para él.
Acomodando su almohada en una sólida pelota donde él podía apoyarse, las miró a todas con
interés—. ¿Qué pasa en las fiestas pijama?
Todas las muchachas rieron por su ávida expresión a la vez que comenzaron a elegir sus
propios sitios, dos chicas por cada uno de los tres sofás en el cuarto. En un momento ya estaban
instalados y mirándose unos a otros.
—No me mires a mí—dijo Mirabeau cuando Thomas lanzó una mirada a su dirección—.
Yo tengo más de cuatrocientos años; no tenían fiestas de pijama ni siquiera cuando yo era una
niña. No estoy segura si ellos tenían pijamas, incluso. No sé lo que pasa.
Lissianna se rió entre dientes, y dijo con fastidio:
—Más de doscientos años y todavía considerado un niño.
—Nosotros siempre lo seremos para mamá y tía Marguerite—dijo Elspeth
serenamente—. Presumo que es relativo. Nosotros somos niños comparados con ellos.
—Pero ancianos comparados con los mortales—Lissianna señaló infelizmente. Ella
estaba considerando sus doscientos dos años. Los cumpleaños podrían ser un coñazo cuando
eras más viejo que el país donde vivías.
Canadá se convirtió en país en 1867, por ese tiempo, Lissianna tenía ya sesenta y nueve
años; viejo para un mortal, pero no para un vampiro como la mayoría de los mortales los
llamaría. Este no era un término al que su especie le gustara.
Los vampiros fueron pensados para ser criaturas desalmadas con una aversión al ajo, al
agua bendita y la luz del sol. Hasta donde ella supo, su gente era no más desalmada que una
persona común. En cuanto a las tres supuestas armas usadas para combatir a los vampiros, ni el
ajo ni el agua bendita los herirían. La luz del sol era otra cuestión, ellos no estallarían en llamas
si salían afuera, pero hacía la vida más fácil el evitarlo.
Realmente, la única cosa que la sociedad tenía razón sobre los vampiros era su
longevidad, fuerza y la habilidad para leer y controlar mentes… oh, y ellos necesitaban
alimentarse de sangre.
— Ustedes pueden ser viejos, pero nosotros no—Julianna elevó su voz y su gemela
Victoria asintió.
—Sí.
Lissianna forzó una sonrisa para las gemelas. Ellas sólo tenían diecisiete años,
haciéndolas las bebés en el grupo, pensó, entonces comprendió que Elspeth tenía razón. Todo
era relativo.
— Así que—dijo, determinada a permanecer alegre—. Ustedes dos son bastante
jóvenes para saber. ¿Qué sucede en las fiestas de pijama?
— Cosas divertidas—Victoria sonrió ampliamente—. Comes muchas cosas malas como
pizza y chocolate y patatas fritas.
Lissianna sonrió indulgentemente. Las gemelas eran bastantes jóvenes, la comida
todavía poseía más atracción para ellas que para ella misma y los otros.

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— Y cuentas historias de miedo y hablas sobre muchachos—Julianna les informó.
— Hmmm—Thomas parecía dudoso—. Pueden omitir hablar sobre cosas de
muchachos, a menos que sea de mí sobre quien hablan. Y yo estoy lleno de líquido, no necesito
pizza.
Lissianna no lo dudó. Su madre había pedido una tonelada de sangre empaquetada, así
como la comida normal para la fiesta y ella había mirado con asombro como las montañas de
comida y bebida habían sido arrasadas.
Según escuchó, la cantidad de sangre empaquetada que habían probado fue asombrosa.
Al parecer el suministro casi había sido liquidado. Lissianna había oído a su madre decir a
Bastien que trajese más sangre a la casa para el desayuno del día siguiente.
— Entonces, eso deja las historias de miedo—comentó Mirabeau. Hizo una pausa por
un momento, en el cual nadie se ofreció a contar la primera historia, entonces lanzó una mirada
a Lissianna y preguntó curiosamente—. ¿Qué estaba tu madre haciendo en Toronto para darte
por tu cumpleaños? me perdí el verte abrir tu regalo.
— Sí, ¿Qué era?— preguntó Jeanne Louise curiosamente—. Yo tampoco lo vi.
— Sí, lo viste—contestó Thomas con diversión, trayendo un ceño desconcertado a la
cara de su hermana.
— No, yo no lo hice—insistió—. Yo…—hizo una pausa cuando se dio cuenta de sus
palabras—. ¿Él? ¿Quieres decir, que le dio a Lissi una persona? ¿Un hombre? —sus ojos se
ensancharon de repente y su boca hizo un "O", entonces ella exclamó—. ¿Ese tipo en tu alcoba?
¿Él era tu regalo?
— ¿Qué tipo?—Mirabeau parecía sobresaltada—. ¿Marguerite te dio un hombre?
Lissianna le lanzó una desaprobadora mirada a Thomas cuando las mujeres empezaron
a exclamar con asombro. Sus reacciones eran exactamente lo que él había esperado, por
supuesto.
— No es lo que parece—dijo con tono tranquilizador—. Él es un doctor. Ella lo trajo
para tratar mi hemofobia
— Sí—Thomas los aseguró—. Y el hecho de que Lissianna estaba toda enlazada con él,
en la cama, fue simplemente un accidente. No sabía que él era su terapeuta en ese momento.
—¡Thomas!—Lissianna chilló, cuando las otras mujeres empezaron nuevamente a
exclamar y a gritar preguntas.
Agitando su cabeza con disgusto, se volvió a las mujeres y rápidamente dio una versión
editada de su reunión con Greg Hewitt. Una vez acabado, se sentó de brazos cruzados y esperó
por sus reacciones.
Mirabeau fue la primera en hablar, preguntando:
—Entonces, ¿tratará tu fobia?
Lissianna dudó, entonces admitió:
—No sé. Pienso que no.
— ¿Por qué no?—preguntó Elspeth con asombro.
—Bueno, aparentemente estaba marchándose de vacaciones mañana. Y entonces hay
una pequeña cuestión sobre madre secuestrándolo—agregó, con un volteo de sus ojos sobre las
bromas de su madre.
— Quizá habría sido mejor que ella te hubiera concertado una cita con él —comentó
Jeanne Louise.
— Sí. Eso es lo que él dijo, también—admitió Lissianna irónicamente.

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—Así que, ¿Podemos verlo?—preguntó Elspeth, y Lissi giró hacia ella con sorpresa.
— ¿Qué? ¿Por qué?
— Nosotros hemos visto todos tus otros regalos—dijo, como si fuera completamente
razonable.
— Yo, definitivamente, quiero verlo—anunció Mirabeau.
— A mi no me molestaría verlo—dijo Jeanne Louise.
— Ya lo viste—protestó Lissianna.
— Sí, pero sólo un vistazo realmente, y yo no sabía que él era tu regalo en ese momento.
— ¿Qué diferencia hace eso?—preguntó con exasperación, pero Jeanne Louise sólo se
encogió de hombros.
Agitando su cabeza, Lissianna dijo:
—Nosotros no podemos ir tranquilamente allí. Es el alba. Él probablemente está
durmiendo.
—Eso está bien, sólo queremos conseguir una mirada de él. No tiene que hablarnos —
anunció Mirabeau, poniéndose de pie.
Lissianna quedó con la boca abierta mientras sus primas se apresuraban a marcharse.
Cuando empezaron a ir determinadamente para la puerta, ella salió de la cama, diciendo:
—Oh, bien, pero no debemos despertarlo.
Las oscuras cortinas en sus ventanas estaban corridas, dejando al cuarto en negra
oscuridad, cuando Lissianna y los otros entraron. Entonces, ella se volvió con un siseo de
irritación cuando la luz fue encendida.
— Subimos a verlo, Lissi—señaló Mirabeau—. Ayuda si hay luz.
Lissianna dejó caer su irritación ante las razonables palabras y se volvió para subir
cautamente a la cama. Se sintió aliviada al notar que la luz no lo despertó, aunque lo hizo
revolver soñolientamente, cuando el grupo se abrió alrededor de la cama.
— ¡Wow!—Elspeth respiró, entronando los ojos en el hombre durmiendo.
—Es lindo—Julianna sonó sorprendida.
—Totalmente—Victoria asintió.
— Sí—dijo Mirabeau—. Por alguna razón yo pensé que todos los psicólogos se
parecían a Freud, pero él es un bebé.
Julianna y Victoria, ambas, estallaron en risitas ante esta declaración y Lissianna hizo
callar al par y entonces lanzó una mirada a Greg, a tiempo para ver a Mirabeau levantando el
borde de su chaqueta. Sus ojos se ensancharon incrédulamente.
—¿Qué estás haciendo?
— Bueno, él podría estar llevando algo falso—dijo serenamente—. Pensé nada más
verlo que su chaqueta estaba rellena.
— Eso, no lo está—Lissianna le informó severamente—. Esos son sus hombros.
— ¿Cómo? Oh, tienes razón. Tú lo estabas besando y otras cosas—Jeanne Louise
sonrió burlonamente.
— Sí, y de su reacción a tus besos y otras cosas, también aprendimos que el hombre
tampoco está luciendo un pepino—anunció Thomas, haciendo a Lissianna gemir con turbación
cuando recordó la erección que había sido muy evidente cuando su madre y Thomas habían
entrado antes… y cómo se había deshinchado. Realmente no quiso explicar su comentario a los

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otros, pero podría decir por sus expresiones que le exigirían una explicación y se decidiría en
ese momento que Thomas ya no era su primo favorito.

Greg era generalmente un durmiente profundo, pero con la luz picando en sus ojos y
susurros pasando a su alrededor, encontró difícil permanecer oculto en el cálido confort de los
brazos del sueño y se sintió a regañadientes arrastrado hacia la conciencia. Cuando finalmente
cedió y permitió a sus ojos abrirse, se encontró mirando fijamente a seis bellísimas mujeres
paradas alrededor de su cama en los más extremadamente deseables baby dolls que él alguna
vez había visto. Su primer pensamiento fue que él debía estar soñando aún… y era un dulce
sueño también, decidió, apreciando la abundante carne revelada por la escasa ropa de dormir…
hasta que su mirada finalmente aterrizó en la séptima persona parada al lado de la cama.
— ¿Spiderman?— murmuró con confusión.
— ¡Joder! Ves, ahora lo has despertado.
La mirada de Greg se deslizó al portavoz y sonrió débilmente cuando reconoció a
Lissianna. No fue del todo sorprendente que ella se presentara en sus sueños. Sus últimos
pensamientos antes de deslizarse al sueño habían sido sobre las cosas que le gustaría hacer con
ella. La mujer estaba convirtiéndolo en una masa de frustración sexual.
La peor parte era que ella ni siquiera intentaba hacerlo. Él estaba logrando todo solo,
con sus propias fantasías.
— Mejor no dejes a Tía Marguerite oírte hablar así, Lissi—provocó Spiderman.
— Ella lavará tu boca con jabón.
—Oh vete al carajo, Thomas. Soy demasiado vieja para eso—dijo severamente,
entonces se volvió y se inclinó ligeramente para dirigirse a Greg.
— Lo siento. No quisimos despertarte.
El asintió afablemente y dijo:
—Está bien. Tú puedes meterte en mis sueños cuando quieras.
— Oh, ¿no es dulce? Él piensa que está soñando con nosotros— una mujer en camisón
lavanda le habló con una sonrisa.
— Yo no sé sobre dulzura, Jeanne Louise. Una de dos, o tiene un pepino en sus boxers
después de todo, o él piensa que su sueño es uno húmedo—declaró una mujer en verde menta y
Greg pestañeó con sorpresa cuando notó el color de su pelo. El pelo corto y negro, puntiagudo,
con las puntas de color fucsia, no era algo que él normalmente hubiera pensado que era erótico,
y brevemente se preguntó lo que ella estaba haciendo en su sueño, entonces notó el silencio
alrededor de él y lanzó una mirada para ver que la atención de todos se había vuelto a su
entrepierna.
Greg alzó su cabeza y entornó los ojos sobre la erección que estaba luciendo.
—Definitivamente un sueño mojado—pronunció solemnemente una bonita morena en
rojo.
—Quizá, deberíamos verificar y asegurarnos que no es un pepino—una joven mujer de
cabello castaño rojizo en un camisón azul celeste hizo la sugerencia y se giró para compartir una
malvada sonrisa con otra muchacha, quien era su imagen del espejo. La segunda, vestida en
color durazno, asintió y dijo:
—Oh sí.
Greg pestañeó por la sorpresa cuando él comprendió que el par eran unas jóvenes
adolescentes, y estaba casi horrorizado al notar qué bien rellenaban sus camisones. ¿Cuando las

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adolescentes tuvieron que empezar a lucir tan no—como—adolescentes?, se preguntó con
disgusto.
— Oh, basta—Lissianna estalló, entonces volvió su mirada a él—. No estás soñando.
Nosotros estamos realmente aquí. Y siento que nosotros te hallamos despertado, pero las
muchachas quisieron…
— Nosotros quisimos ver sus regalos de cumpleaños—la mujer del cabello con las
puntas fucsia terminó cuando ella dudó.
— Lo que te incluye.
— Sí. Habíamos visto todos sus otros regalos—explicó la muchacha en azul—. Así que
era justo que nosotros te viéramos también, ¿Entiendes?
— Somos los primos de Lissianna—la morena en rojo le informó.
— Bien, todos nosotros excepto Mirabeau—corrigió la que estaba de lavanda, y Greg se
encontró mirándola fijamente. Ella parecía vagamente familiar, pero le tomó un momento a su
mente ubicarla, entonces recordó su venida a la puerta más temprano para informar a Lissianna,
su madre y el hombre llamado Thomas, que alguien había llegado.
Recordar ese previo escenario hizo a Greg darle una segunda mirada a Spiderman y
comprendió que “Spidey” era Thomas. Él no estaba soñando.
— Había oído voces provenientes de este cuarto.
Greg lanzó una mirada hacia la puerta cuando la muchedumbre alrededor de su cama se
enderezó y se movió culpablemente para enfrentar al recién llegado. Vestida con una bata de
raso roja, ribeteada de encaje, la mujer tenía el largo pelo rubio del mismo color de Lissianna,
pero ésa era la única similitud. Sus rasgos eran más afilados, su cara más larga y sus ojos eran lo
más frío que Greg había visto alguna vez.
— Tía Martine—Lissianna sonaba desconcertada—. Estábamos solamente… estaba
mostrándoles mi regalo de cumpleaños a las chicas.
La mujer hizo una pausa al pie de la cama y miró a Greg con interés.
—Así que, ¿Este es el psicólogo que tu madre trajo para ayudarte con tu fobia?
— ¿Qué está pasando aquí?—otra onda pasó a través del grupo que rodeaba la cama
cuando la madre de Lissianna apareció en la puerta, vestida con una larga túnica de seda.
— Oí voces y vine a investigar—anunció Martine—. Lissianna estaba mostrándole su
regalo de cumpleaños a las muchachas. ¿Es bastante joven, no lo es Marguerite?
— ¿No lo son todos?—Marguerite dijo casi fatigadamente—. Pero al parecer, es uno de
los mejores en su campo.
— Hmmph—Martine retrocedió a la puerta, aparentemente perdiendo el interés en
Greg—. Vuelvan a la cama, muchachas. Es bien pasada el alba. Todos deberíamos estar
durmiendo.
Había murmullos y refunfuños, pero todas las muchachas siguieron a Martine y
Marguerite fuera del cuarto.
La puerta se cerró con un suave clic, pero Greg podía oír el murmullo de voces
femeninas alejándose por el pasillo, cómo la mujer más vieja sermoneaba a las más jóvenes. No
fue hasta que un susurro de tela atrajo su mirada a su lado; que Greg comprendió con un susto
que no todos habían salido. El Hombre—araña aún estaba de pie a su lado de la cama y estaba
mirándolo con una expresión determinada.

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Capítulo 5
—Sé que estás probablemente como el infierno de loco por estar aquí, pero esto no es
culpa de Lissianna y ella realmente necesita tu ayuda.
Greg dejó salir una lenta respiración. Había estado esperando por unos minutos críticos
hasta que el hombre hablara, pero no era esto lo que esperó. No tenía ni idea de que esperar,
pero simplemente no era esto.
El hombre de Lissianna se llamaba Thomas, quien parecía estar a finales de los veintes
y principios de los treinta años, un poco más joven que el mismo Greg. También era igual de
atractivo que cada uno en este manicomio, con cabello negro y los mismos ojos azul plata de
Lissianna y su madre, pero Greg solo había visto a este hombre en dos ocasiones, y Thomas
había reído afablemente en ambas; sospechaba que Thomas no era del tipo a quien recurrir a
menudo. Aunque ahora parecía estar haciéndole un favor a Lissianna.
Greg observó al joven hombre pasear por el pie de la cama, después retroceder a su
lado.
—Mira, Lissianna… —vaciló, y entonces dijo—, somos cercanos. Mi madre murió al
poco tiempo de nacer yo… desafortunadamente—mi padre no tenía pista de que hacer conmigo,
entonces la tía Marguerite me acogió. He hizo lo mismo por mi hermana Jeanne Louise.
—¿Usted y su hermana fueron criados con Lissianna?
—Jugábamos juntos, fuimos a la escuela juntos… somos… cercanos —finalizó él
desvalidamente.
—Como hermanos —digo Greg con entendimiento.
—Sí, exactamente —sonrió Thomas—. Lissianna es como mi hermana, tía Marguerite
es como una madre.
—Bien —Greg asintió al conseguir entender eso.
—Entonces, entenderá por qué tía Marguerite lo trajo aquí. Se que está terriblemente
preocupada por Lissianna. Su fobia… —él sacudió la cabeza con tristeza—. Esto esta mal. Si
pidiera ser como usted desmayándose al ver la comida. Esto afecta su vida entera y ya tiene
edad.
Thomas frunció el ceño y se detuvo al pie de la cama y retrocedió de nuevo antes de
decir,
—No era tan malo cuando Jean Claude estaba vivo. Lissianna podía dejar que tía
Marguerite se pusiera una intravenosa entonces, pero…
—¿Quién es Jean Claude? —interrumpió Greg.
—El esposo de la tía Marguerite, el padre de Lissianna.

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—¿Por qué es más bien Jean Claude que tío, mientras que Marguerite merece el título
de tía? —pregunto con curiosidad Greg.
Los labios de Thomas disminuyeron.
—Porque él no era el mejor de los tíos. No era el mejor padre ni esposo tampoco. Era
un controlador y realmente pasado de moda, y hablo seriamente con lo de pasado de moda.
También le hacía la vida miserable a la tía Marguerite y a Lissi cuando estaba alrededor.
—¿Qué hay con usted?
—¿Qué hay conmigo? —preguntó Thomas confuso.
—Bien, dice que fue criado por su tía junto a Lissianna; presumo que trató con su tío
también. ¿No le hizo a usted también miserable?
—Ah —Thomas gesticuló no dándole importancia—. Él no era tan malo conmigo.
Además no estuve mucho tiempo. Me fui a los diecinueve.
—Lissianna pudo hacerlo, también —señalo Greg, pero Thomas negó con la cabeza.
—No, Jean Claude esperaba que viviera en la casa hasta casarse.
—Pudo revelarse —sugirió, obteniendo una incrédula mirada de Thomas.
—Usted no se revelaría ante Jean Claude —le informó solemnemente Thomas—.
Además, Lissi nunca podría alejarse de tía Marguerite y tratar con él. La mente de Jean Claude
estaba realmente retorcida al final. Estaba demasiado asustada.
—Entonces él murió —murmuró Greg—. ¿Cómo murió?
—Un fuego. Bebió demasiado… eh… alcohol y se quedó dormido con un cigarrillo en
su mano. Así comenzó el fuego, y él falleció.
Greg asintió.
—De todos modos… —Thomas comenzó a caminar de nuevo—. Eso fue lo mejor que
pudo pasar a tía Marguerite y Lissi, pero eso puso Lissi con pánico. Ella de repente comenzó a
preocuparse sobre la muerte de Marguerite. ¿Quién la alimentaría? Fue cuando, decidió ser más
independiente. Comenzó a trabajar en un refugio, y ahora se mudó y está tratando de
alimentarse ella misma, pero la tía Marguerite está preocupada, y el resto de nosotros también.
—¿Sobre qué? —preguntó con interés Greg. A él le sonó como si la muerte de su padre
le hubiera dado la libertad a Lissianna para embarcarse en la adultez. Ella era como un pájaro
tomando su primer vuelo.
—Que ella se vuelva como Jean Claude.
—¿Su padre era alcohólico? —preguntó con confusión—. ¿Ella está bebiendo?
—No, por lo menos no a propósito —dijo suavemente Thomas—. Pero esa es su fobia.
Greg sacudió su cabeza. En alguna parte él había perdido el hilo de la conversación.
Antes de poder preguntar para aclarar, Thomas se paralizó, su cabeza amartillándose hacia la
puerta.
—Tengo que irme; tía Marguerite viene —dijo caminando hacia la puerta, entonces
hizo una pausa para decir—. Se que no entiendes, pero no tengo tiempo ahora. Tía Marguerite
no dudará en explicar todo en la mañana. Cuando lo haga, solo intenta recordar que nada de esto
es una falta de Lissianna. Ella no te trajo aquí, pero necesita tu ayuda.
Con esa nota él se deslizó fuera del cuarto. Un momento después, Greg escucho los
murmullos de voces en la sala, después silencio, seguido por el suave clic de una puerta en la
sala. Parecía que todos habían regresado a la cama.

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Suspirando, él permitió a su cabeza descansar sobre la almohada y miró hacia el techo,
su mente en lo que Thomas le había dicho. Entonce la hermosa Lissianna no había tenido una
vida fácil. Greg se burló, pensando en las pocas personas que lo hacían.
Quizás él era pésimo por naturaleza, lo que en su profesión tendía jugar, pero después
de años de consolar rotos y abusados, le pareció que por poco se escapa de su juventud ileso.
Tenía unas cuantas cicatrices. Su madre había sido cálida y amorosa, y sus hermanas
eran grandes, como lo eran sus tías y primos y el resto de su extensa familia, pero su padre no
había sido un ganador. El hombre había sido un maricón con un violento temperamento. Lo
mejor que había hecho fue el abandonar a su familia cuando Greg aún era joven, pero lo habían
dejado ser el pequeño de la casa.
Se dijo una y otra vez que él había crecido siendo “el único hombre bueno allí”. Era
mucho peso de llevar para un niño, y probablemente parte de la razón de que estuviera aún
soltero. No quería pasar de ser “la única persona buena allí fuera” para los ojos de su madre y
hermanas, a uno de los malos que debían acabar.
Los pensamientos de Greg se detuvieron abruptamente cuando la puerta del cuarto se
abrió de nuevo. Levantando la cabeza, miró a una mujer entrar, la morena en un camisón rojo.
Ella cerró la puerta cautelosamente, después exhaló una reprimida respiración de
aparente alivio al llegar al cuarto sin ser descubierta. Alejándose de la puerta, ella se acercó a la
cama.
—Ah bien, está despierto —susurró, exponiendo una brillante sonrisa.
Greg levantó una ceja, preguntándose por qué ella hacía una pasusa cuando estaba
acercándose y se establecía al borde de la cama mirándolo pensativamente.
—Todos piensan que estoy bañándome, pero salí furtivamente para venir aquí a verle
—explicó, entonces añadió—. Soy Elspeth, y quería hablar con usted sobre mi prima Lissianna.
—Ah —Greg asintió, haciendo lo mejor posible por no babear por toda la piel pálida
expuesta por su escaso camisón. Parecería grosero que él coqueteara, estaba seguro.
—Apoye a tía Margarite para traerlo aquí y tratar a Lissianna, pero Lissi parece pensar
que usted se molestaría por la técnica de tía y rechazaría ayudarla, y ella realmente, realmente
necesita ayuda —Elspeth pausó expectativamente.
—Ya veo —murmuró Greg, para llenar el silencio, pero cuando ella continuo
simplemente mirándolo con quieta expectación, preguntó—. ¿Cuál exactamente es la fobia de
Lissianna?
La morena pestañeo con sorpresa.
—¿Quiere decir que nadie te ha dicho?
Él agitó su cabeza.
—Ah —ella mordió su labio—. Bien, quizás no debo decirte entonces. Digo, Lissianna
insiste en que no puedes leer su mente, pero Tía aparentemente puede, y si ella lee que tu sabes
cuál es la fobia cuando no te lo ha dicho, buscaría saber como lo supiste y comprendería que salí
furtivamente hacía aquí… —sus ojos se abrieron con horror, se puso de pie abruptamente—.
¡Maldición! Como sea ella sabrá que estuve aquí.
Greg simplemente la miró. Lissianna había mencionado algo sobre que no podía leer su
mente la primera vez que estuvo en el cuarto, ahora esta mujer venia sobre ello. ¿Qué estaba
pasando con estas personas? ¿Seguramente no pensaban realmente que podía leer mentes? Por
supuesto que sí, comprendió cuando recordó entonces lo que la madre había hecho.
Quizás en la familia corrían las habilidades psíquicas, suponía él fascinado.

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—Ah mira, mejor me voy —la morena ahora estaba toda nerviosa—. Pero por favor
intenta olvidar que estuve aquí. Solo…
<<¿No le gustaría ayudar a Lissianna? Realmente es cariñosa, buena y graciosa, e
inteligente, y esta fobia ha sido una carga. Realmente podrías ayudarla. Te gustaría ella,
también, si consigues conocerla, y si la ayudas tendrías la oportunidad de conocerla —dijo ella,
retrocediendo hacia la puerta—. Ahora, solo olvida que estuve aquí, y no trates de pensar en eso
cuando tía Margarite venga a verte en la mañana, ¿de acuerdo?
Elpeth no esperó por una respuesta, sino que abrió la puerta, asomando su cabeza fuera
para comprobar que no había nadie a la vista, entonces le dijo adiós y salió del cuarto.
Greg agitó su cabeza y la dejó caer sobre la cama. Se sentía como si hubiera entrado en
un episodio de La Zona Desconocida, y él el único que no había visto antes.
¿Tratar a Lissianna? Todos ellos necesitaban tratamiento, pensó, entonces se puso
rígido cuando la puerta se abrió nuevamente.
Esta vez no levantó su cabeza ante el sonido, pero esperó, con los ojos cerrados y
escuchando los silenciosos susurros cuando la puerta fue cerrada, y el crujido de más de uno
acercándose a la cama.
—Ah maldición, está dormido —uno de ellos susurró molesto.
—Entonces tendremos que despertarlo, Juli —otra coz susurró pragmáticamente—.
Esto es importante. Él tiene que ayudar a la prima Lissi.
—Sí. Tienes razón, Vicki —hicieron una pausa entonces—. ¿Cómo lo despertaremos?
Decididamente él no quería saber qué podrían hacer ellos. Greg abrió los ojos y se
encontró a dos jóvenes gemelos con abundante cabello. Estaban de pie al lado de la cama, y
miró de la chica de color melocotón a la de azul, preguntándose cual sería Juli y cual Vicki.
Greg supuso que eso lo haría Juli.
—Bien —dijo Vicki, entonces murmuró—. Ibamos a intentar despertarlo.
—Le dijimos a los demás que iríamos a tomar algo, pero realmente queríamos hablar
con usted —añadió Juli.
—Sobre nuestra prima —finalizó Vicki.
—¿Por qué no me sorprende oír eso? —preguntó Greg irónicamente y las gemelas
intercambiaron una incierta mirada por su cuerpo, entonces se encogieron de hombros y amabas
se establecieron en la cama.
Esta iba a ser una larga noche, decidió Greg con un suspiro.
Quince minutos después la puerta del cuarto se cerró detrás de ella, dejando a Greg
contemplar su conversación con las gemelas. Ellas eran un par encantador y obviamente
pensaban mucho en Lissianna, pero entonces cada uno de los que habían estado esta noche en el
cuarto estaban preocupados por ella. Incluyendo a su madre, por la cuál había él había
terminado allí.
Eran las acciones de Margarite las que parecían confundir a cada uno. Todos temían que
él sostuviera contra Lissianna el que su madre lo hubiera traído allí, y que debido a eso, él se
rehusara a ayudarla.
Esto solo servía para confundir a Greg. Él había subido a la cajuela de su propia
volición y había subido las escaleras atado, y mientras él no entendía sus propias acciones,
apenas podría culpar a Margarite por ellas.
¿Podría?
Incapaz de contestar a su propia pregunta, Greg observó a través de la puerta,
preguntándose cuando volvería a abrirse. Cuando recordó que había habido seis personas

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rodeando la cama con Lissianna cuando despertó. Cuatro ya habían regresado furtivamente para
verlo. Lo que significaba que probablemente sería visitado por otras dos personas.
No estaba equivocado. Momentos después la puerta era abierta fácilmente, y una mujer
con un camisón color lavanda pálido estaba deslizándose dentro. Greg observó su acercamiento
a la cama y mentalmente tembló. Si algo podría decirse de esta familia, era que ellos
ciertamente tenían un deleite por los camisones, decidió.
Exceptuando al hombre, por supuesto, acordó posteriormente cuando recordó la pijama
de Hombre Araña de Thomas.
—Hola, le molesto —dijo la recién llegada calladamente al acercarse a la cama—. Pero
soy Jeanne Louise, prima de Lissianna, y quería hablarle de ella.
—Jeanne Louise —murmuró Greg—. Eres la joven hermana de Thomas.
Cuando ella asintió con sorpresa, él añadió.
—Y todos piensan que estas en el baño cuando realmente estas aquí para pedirme que
no permita que mi coraje afecte mi decisión de ayudar a Lissianna, o ¿no?
—Ah —Jeanne Louise suspiro con asombro.
—Y quieres pedirme de favor que la ayude —Greg continuó—. Porque ella realmente
necesita mi asistencia y tú estás preocupada por ella.
—Estupendo —Jeanne Louise se sentó en la cama, sus ojos de par en par—. Usted es
realmente bueno. No sabía que los sicólogos podían figurarse el material con tan poco…
—Su hermano habló conmigo antes y mencionó que tenía una hermana de nombre
Jeanne Louise —le interrumpió Greg explicándole—. Él también expreso su preocupación por
Lissianna y preguntó si iba a permitir que el coraje con su madre me impidiera ayudarla.
—Ah — Jeanne Louise sonrió débilmente—. Sí. Él lo haría. Él y Lissianna siempre han
sido muy unidos.
—¿Eso la perturba? —preguntó curiosamente Greg.
Ella pareció sorprendida por la pregunta, pero agitó su cabeza.
—Ah, no, nosotras también somos unidas. Mi madre murió poco después de yo nacer, y
tía Margarite cuido de mí, también, como lo hizo con Thomas.
—La misma madre como Thomas o…
—No, una diferente —le dijo Jeanne Louise, entonces torció su rostro, y dijo—. Papá
no tuvo mucha suerte con las mujeres. Yo era la hija de su tercera esposa. Thomas era el hijo de
la segunda.
—¿Hay algún hermano de la primera esposa, también? —preguntó curioso Greg.
Jeanne Louise asintió.
—Su primera esposa estaba embarazada cuando murió, pero aún no había tenido al
bebe.
—Definitivamente mala suerte con las mujeres —acordó Greg, y entonces dijo—. ¿Pero
usted también fue criada por tía Margarite junto a Lissianna y Thomas cuando su madre murió?
—Thomas ya se había mudado y estaba viviendo solo para entonces, pero Lissianna
estaba aquí —dijo ella—. Era más grande y ayudo a cuidar de mí. Supongo que cuando era
pequeña era como una segunda madre o tía para mi. Ahora somos amigas.
Greg la observó fijamente, su cerebro revelándose ante sus demandas. ¿Thomas era lo
suficiente mayor para haberse ido para el tiempo que esta mujer había nacido? ¿Y Lissianna era
lo suficiente mayor como para haber cuidado de ella como una segunda madre? No había

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manera alguna de que eso fuera verdad. El trío parecía demasiado cercano en edad para creerse
es. Él podría aceptar que hubiera un año o dos de diferencia entre Jeanne Louise y los otros dos,
pero estaba sobre ello.
Antes de que pudiera expresar sus pensamientos, la puerta del cuarto se abrió otra vez y
la mujer con tinte fucsia que llevaba un camisón menta entró. Dudo en marcharse cuando vio a
Jeanne Louise, entonces haciendo una mueca entró y cerró la puerta.
—Solo pensé en venir hablar con él —murmuró cuando se acercó a la cama.
—Lo sé, Mirabeaun. Vine a pedirle que ayudara a Lissi, también —confesó Jeanne
Louise, entonces sonrió, y preguntó, ¿ellos piensan que estas en el baño, también?
Mirabeau sonrió débilmente.
—No, dije que iría a tomar algo.
—Y en cambio todos ustedes vienen aquí —dijo Greg, deduciéndolo por la sorpresa en
la mirada de ambas mujeres.
—¿Todos nosotros? —preguntó Mirabeau.
Greg asintió.
—Thomas se quedó atrás cuando ustedes salieron. Entonces una morena en camisón
rojo entró.
—Elspeth —le informo Jeanne.
Greg asintió de nuevo.
—Entonces las gemelas… ¿Juli y Vicki?
—Sí —dijo Jeanne Louise.
—Y ahora tú y… —su mirada se deslizó a la mujer con cabello negro y fucsia y
preguntó—. ¿Mirabeau?
Ella asintió.
—Bien… —suspiró Jeanne Louise—, supongo que si todos han venido, Mirabeau y yo
estamos perdiendo nuestro tiempo y lo hemos molestado por nada.
—No por nada —le aseguró—. He a prendido mucho.
Ella pareció dudosa, pero no comento, y Mirabeau dijo.
—Lo mejor sería que nosotras regresáramos antes de que Martine o Margarite capten
nuestra salida y decidan investigar.
Asintiendo, Jeanne Louise se puso de pie, entonces dudo antes de decir.
—Lissianna realmente necesita su ayuda. Usted podría hacerle un bien a su vida
curando su fobia.
—Sí, podría, y todos nosotros le estaremos agradecidos —Mirabeau añadió
solemnemente, entonces las dos mujeres abandonaron la habitación.
Greg retrocedió de nuevo a la cama. Aún no tenía pistas de cuál era la fobia de
Lissianna. Luego de la reacción de pánico de Elspeth, no se había molestado por preguntar a los
otros. No había tenido la oportunidad de preguntar mucho a las gemelas. Las dos fueron un
equipo de etiqueta cuando vinieron a conversar—si una no estaba hablando, la otra lo estaba.
Ellas se habían sentado al lado de la cama, informándole que él simplemente tenía que ayudar a
su prima, era vital para su bienestar futuro, y ella merecía vivir contenta. Era una buena persona,
y era simplemente desgarrador que tuviera que vivir sufriendo porque tenía “la fobia”. Y ella no
era la única afectada, según ellas. Su tía Margarite estaba sufriendo mucho con su hija así como

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todos los que la amaban, y simplemente tenía que detenerse. Ellos esperaban sinceramente que
él pudiera curarla y podrían agradecerle hasta el final por el tiempo que fuera.
El corto tiempo que él había pasado con Jeanne Louise Y Mirabeau había dido calmado
en comparación, pero todavía Greg no les había preguntado a ellas cual era la fobia. Para ese
tiempo, él había pensado que sabría. Thomas había dicho que podría ser como un desmayo al
ver alimento.
En el momento, Greg había pensado que él estaba solo usando un ejemplo para Mostar
como de perjudicial era la fobia, pero entonces el hombre había mencionado que ella necesitaba
alimentarse intravenosamente, y así él había concluido que ella se desmayaba al ver la comida,
o que ella no podía comérsela así. Cualquiera de ellas era una fobia que necesitaba cura.
Greg no podía entender que tenía que ver el alcohol con su fobia, pero era posible que
ella estuviera comenzando a ser indulgente con la bebida en un esfuerzo por olvidar los
problemas de su vida.
No, él no se había molestado en preguntar cuál era la fobia de ella, pero había hablado
con la verdad cuando le dijo a Jeanne Louise que el venir a verlo no había sido por nada. Había
aprendido mucho. Greg había aprendido que Lissianna era muy amada por aquellos a su
alrededor, que ellos la veían inteligente, amable, amorosa, y buena, y que todos ellos la querían
saludable y bien. No parecía simplemente que Lissianna fuera amorosa, pero poseía un encanto
de espíritu libre.
Lo que era bueno saber, pensó Greg, y admitió que le gustaría ayudarla.
Inteligente, si él fuera honesto con él mismo, mientras que estaba impresionado de que
todos parecieran pensar mucho en ella, él quería ayudarla por el pequeño episodio del beso y
suspiro en el cuello, nada más.
Rodando sus ojos, Greg se dio cuenta de una comezón en su hombro superior y
automáticamente intento llegar para rascarse, solo podía dibujar un poco por las sogas en sus
muñecas. Pestañeando con sorpresa, miró el techo, y entonces cerró sus ojos y se hundió en la
cama con un suspiro de disgusto. Había tenido nueve personas en el cuarto en toda la noche.
Seis escasamente vestidas, y uno con pijama del Hombre Araña, y la tía Martine y Margarite. La
mayoría de ellos habían estado en el cuarto más de una vez, ¿y qué es lo que él había hecho?
¿Les había convencido de liberarlo o incluso preguntado si lo desataban?
No, Greg se había permitido participar dentro del drama de esta enojada familia y
completamente perdió la vista de lo que podía haber sido su prioridad… conseguir llegar a casa
para prepararse para su viaje.
Dándose patadas mentalmente, Greg observo alrededor del cuarto, pero no había reloj
para verificar el tiempo. Pensó que era el inicio de la mañana, sin embargo. Aún tenía suficiente
tiempo pata tomar el vuelo so podía liberarse pronto. No era problema que pudiera liberarse de
las sogas, pero si alguien más viniera a hablarle, quizás podría persuadirla para liberarlo.
Decidió que prometería tratar a Lissianna de su retorno de México, si ellos lo desataban
ahora, entonces rápidamente volvió a pensar en su decisión. Quizás sería mejor tener a alguien
más para tratarla. Greg conocía a varios buenos terapeutas que podrían ayudarla como él mismo.
No era que le molestara la idea de tratarla, solo era que con el beso de antes, y más de un
terapista—con sus sentimientos por ella, podría no ser lo más ético. Greg no podía decirles a
ellos nada de eso, como fuera. No podía permitirse que un solo pensamiento entrara en su mente
cuando había una buena posibilidad de que Margarite pudiera leerlo. Simplemente estaría de
acuerdo en verla para su tratamiento después de que regresara.
Cuando regresara sería suficientemente pronto para abordar el tema de un terapeuta
alterno.
Satisfecho con su plan, Greg miró hacia la puerta expectante. Esto había sido un poco
como la Gran Estación Central, con todo el mundo yendo y viniendo. Estaba seguro que no

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tendría que esperar mucho tiempo hasta que alguien viniera a hablarle. Quizá esta ves sería la
misma Lissianna.

Capítulo 6
Era apenas medio día cuando Lissianna se despertó. No había dormido ni siquiera cinco
horas, pero se espabiló inmediatamente como si hubiera dormido todo el día. Su primer
pensamiento al despertar era el de su regalo de cumpleaños.
“Dr. Gregory Hewitt,” murmuró en voz alta. Lissianna sabía que debía estar agradecida
por el regalo, pero realmente lo habría tenido para la cena. El muchacho de entregas del
restaurante chino no había sido muy satisfactorio, y ella estaba segura de que Hewitt lo habría
sido.
Además, estaba confundida en tratar el tema de su fobia—un momento de esperanzada,
temerosa al siguiente.
Lissianna se había deprimido con la hemofobia que sentía desde adolescencia. Ella
había tratado de razonar a su manera para salir de ella, pero una simple ojeada a una gota roja
era suficiente para desmayarse.
Un vampiro que se desmayaba al ver sangre. ¿Cómo de estúpido era eso? Era una
debilidad que encontraba humillante. Cada vez que se alimentaba su debilidad crecía en su
cabeza, forzándola a alimentarse a la antigua manera.
No había sido un problema cuando era joven. Cada uno se había alimentado
“enganchándose” entonces. Era solo con el abastecimiento de los bancos de sangre que se había
convertido en un debate. No ahora. Al principio, solo algunos de sus tipos habían usado bancos
de sangre, mientras otros continuaron alimentándose de la forma más natural, pero hace
cincuenta años el concilio había emitido un edicto que todos debían usar los bancos de sangre.
Era seguro, ayudaba a prevenir el ser descubierto. Ponerse una intravenosa cada noche mientras
dormía. Había reducido la dependencia de un bebe, pero había parecido la única opción real. El
ir a aconsejarse no había sido posible. Lissianna podía apenas caminar a la oficina de psicólogo
y anunciar que era un vampiro con hemofobia. Desafortunadamente, ella era integra para su
fobia. En la primera experiencia de Lissianna por alimentarse no le había ido bien, y desde
entonces se desmayaba al ver sangre. Entonces, se enfrentó a la opción de continuar
alimentándose de forma intravenosa. Lissianna había seguido con la intravenosa y las cosas
habían seguido bien…hasta que su padre murió.
Lissianna se enfrentó repentinamente con el conocimiento que—mientras ellos
disfrutaban una larga vida—su rey también podría morir. Si su padre pudo, ¿Por qué no su

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madre? El terror que la había agarrado por tal posibilidad había sido doble, por una parte porque
la amaba y podría deprimirse si pasaba, y la otra porque ella dependía en la mujer para su
sustento como un bebe amamantándose antes de que se inventaran las botellas.
Este hecho la hizo dolorosamente consciente de su vulnerabilidad, Lissianna había
decidido ser simplemente más independiente y encontrar un camino para alimentarse ella
misma. Las excepciones para la regla de la “sangre empaquetada” eran solo para aquellos con
ciertas dolencias. Como ella. Así que Lissianna había tomado clases de asistencia social en la
universidad, entonces consiguió un trabajo de la noche en el refugio del centro de la ciudad.
Pensó que en el refugio podría alimentarse fácilmente porque allí iban un gran número de
personas que cambiaba diariamente. Pensó que podría de paso estar ayudando a aquellos de
quienes se alimentaba. Le había parecido un trato justo.
Pero los grandes planes que Lissianna había tenido estaban basados en falsas
pretensiones. Mientras allí había muchas personas en el refugio, ellos realmente no cambiaban
en la noche como había asumido. A menudo ellos tenían los mismos clientes una y otra vez… y
el mismo hecho de que hubiera tantas personas apiñadas en el refugio era un obstáculo en un
lugar de una ayuda; le era difícil encontrar solos a los clientes y aumentaba las oportunidades de
ser descubierta.
Su posición en el refugio significaba para Lissianna que podría obtener un mordisco
aquí y allá, pero ella realmente nunca fue capaz de alimentarse apropiadamente. Encima de eso,
los donantes disponibles en el refugio no eran los especímenes más saludables. Muchos de sus
clientes estaban desnutridos o enfermos, y algunos eran alcohólicos o drogadictos.
Lissianna intentaba evitar aquellos clientes para alimentarse, pero a veces las
circunstancias y los apremiantes del tiempo no le permitía buscar apropiadamente en sus mentes,
y a ella le dolía escoger un donante malo. Lissianna detenía el alimento al momento de
comprender que la sangre estaba contaminaba con un intoxicante, para ese entonces era
normalmente demasiado tarde y ella estaba un poco ebria, o—en más de una ocasión————
totalmente borracha.
Esos eran los casos en que ella no se preocupaba por detenerse. Cada uno había
perturbado a su madre horriblemente, y Lissianna se había mudado finalmente a su propio
apartamento con las esperanzas de disminuir en algo las preocupaciones de su madre, pero ella
sabía que esto no había funcionado realmente.
Margarite Argeneau estaba aterrada de que Lissianna pudiera seguir los pasos de su
progenitor y se volviera alcohólica. Era la razón detrás de su regalo de cumpleaños.
Su madre tenía la esperanza de apartarla de la tragedia.
Lissianna entendía y apreciaba esto, pero después de casi doscientos años bajo este
martirio, ella no tenía mucha esperanza por conseguir salir de su fobia, y la mera idea de
intentarlo—y fracasar—simplemente la deprimía.
Sin embargo, parecía que no tenía muchas opciones, Lissianna lo reconoció cuando se
sentó y alivio cuidadosamente sus pies, intentando no despertar a sus primos. Ella también
podría ir a ver que el Dr. Gregory Hewitt podría hacer por ella.
Greg se asomó por la cortina de la ventana y suspiró. El material cubría toda la apertura
de la ventana bloqueando completamente la luz que venía de afuera. Esto le hacía imposible
juzgar que hora era, pero sospechaba que estaba cerca de la noche, definitivamente bien pasadas
las nueve y cuarenta de la mañana, el horario en que su vuelo para Cancún había sido fijado.
Greg había perdido su vuelo.
Todo ese dinero gastado en un billete por un asiento vació, pensó con disgusto, entonces
se endureció cuando la puerta del cuarto se abrió. Al ver entrar a Lissianna, sintió alivio a través
de él y abrió su boca para dar salida a su frustración sobre el largo tiempo que le había tomado a
ella—o cualquiera—para venir a revisarlo, entonces dejó el impuso irse cuando comprendió que
ella aún usaba el camisón de encaje rosa.

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Era un complot malvado, Greg decidió mientras su irritación—junto con cada plan que
había tenido para lo que quería decirle en cuanto la viera —lentamente se deslizaba de su mente
como la arena.
“Buenos días. ¿Llevas mucho despierto?” preguntó cerrando la puerta.
“No.” Sus ojos la siguieron hacia el armario, entonces Greg comprendió lo que había
dicho y se corrigió,” quiero decir, si. No pude dormir después de que salieras esta mañana.”
Lissianna se detuvo con la puerta del armario abierta y le dirigió una mirada sorprendida. “¿Has
estado despierto todo este tiempo? Debes estar agotado.”
Encogiéndose de hombros, o tratando de, pero es difícil en su posición. “No realmente.
Me dormí temprano anoche.
Creo. Después de que su madre bajara a la fiesta, escuché la música durante un tiempo,
entonces dormité. Probablemente descansé unas ocho horas de sueño antes de que usted y sus
primos me visitaran esta mañana.”
“Ah…bien…bueno.” Ella se giró hacia el armario, dejando que Greg deslizara su
mirada sobre ella. Parecía adorable y sexy a la vez con su camisón rosa. Esta mujer tenía el tipo
de figura que le gustaba, con alguna carne y curvas en los lugares correctos. Tenía piernas de
asesina, largas y bien formadas. Se envolverían fácilmente alrededor de sus caderas.
¿Cómo estuvo la fiesta?” preguntó abruptamente, intentando alejar sus activos
pensamientos.
“Bien.” Lissianna encogió sus pequeños hombros, entonces lo miró por encima de su
hombro para ofrecerle una torcida sonrisa, y añadió totalmente su significado, “Era una fiesta de
cumpleaños, mucha familia.”
“Ah,” dijo él con simpatía, entonces se quedó en silencio y simplemente la observó a
través del armario. Thomas había dicho que Lissianna se había mudado sola después de la
muerte de su padre.
Supuso que este era su antiguo cuarto de cuando ella vivió aquí y que aun tenía algunas
cosas aquí para aquellas ocasiones en que ella se quedaba inesperadamente, Greg no tenía ya
nada en la casa de su madre, pero sabía que sus hermanas sí. Supuso que era algunas cosas de
chicas.
Lissianna cogió un par de pantalones y un top, entonces se movió a la cómoda y abrió el
cajón superior. Captó una vista de seda blanca, y entonces ella cerró el cajón y cruzó el cuarto
hacia una puerta a lo largo de la pared donde se apoyaba la cama. Greg vislumbró el interior de
un baño hecho en azul pálido y blanco cuando caminó hacia dentro y cerró la puerta.
Supuso que se estaba cambiando y trató de no imaginarse la lencería rosa agrupándose
en el suelo, dejándola de pie sin nada más que toda esa piel crema, entonces oyó el sonido del
agua y supuso que estaba tomando una ducha. Eso le recordó al Greg que realmente, realmente
tenía que ir al baño. Él había tenido la sensación de ir esta mañana y se había aguantado
mientras esperaba por alguien, por cualquiera que viniera al cuarto.
Ocasionalmente la necesidad se había aliviado, y él brevemente había olvidado eso,
pero siempre regresaba…como ahora.
Estando tumbado en la cama, Greg comenzó a contar en retroceso del 1000 por siete en
un esfuerzo distraerse. Aún, estaba listo para estallar al momento que Lissianna salió del baño
lleno de vapor, totalmente vestida pero con el cabello húmedo.
Greg sonrió con alivio al verla. “¿Podrías desatarme, por favor?”
Cuando Lissianna lo miró inexpresivamente, Greg ignoró el hecho de que tuviera que ir
al baño y aprovechó la oportunidad de tratar de liberarse al instante. Habló rápidamente, “Mira,
se que tu madre quiere mi ayuda para tratar tu fobia, y estoy más que contento de tratarte, pero

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es cierto que este momento es inconveniente. Mira, se suponía que tomaría un vuelo para
Cancún hoy.
“De vacaciones,” el añadió cuando sus ojos subieron en sorpresa. “No he estado de
vacaciones desde que era niño y fui con mi familia. Primero estuve ocupado con la universidad,
entonces estaba ocupándome de mi práctica…” Tomando un respiro, y entonces le dijo, “Me
llevó semanas arreglar las citas y ordenarlas para este viaje.
Como dije, estaré contento de ayudar a curar tu fobia cuando regrese, pero realmente
necesito estas vacaciones.”
Greg finalizó con lo que esperaba que fuera una sonrisa encantadora mientras
mentalmente se felicitaba por su cuidadosa explicación. No le había dicho que no la trataría, le
había dicho que la ayudaría a curar su fobia. Greg aún no pensaba que podía tratarla, sus
sentimientos por ella estaban demasiados confusos para tomárselo como una buena idea.
Observando la indecisión en su rostro, él añadió, “Si estas preocupada sobre que vaya a
las autoridades, no podría.
Primero, subí me subí yo mismo al maletero del coche de tu madre,” señaló, entonces
paró al notar que sus ojos de repente cambiaron. Greg tuvo la impresión de que mientras él no
tenía ni idea de porqué lo había hecho, ella sí lo sabía.. Consideró preguntarle sobre ello, pero
decidió que era menos importante que convencerla de desatarlo, entonces al instante continuó
con sus argumentos.
“Subí al maletero, y eso estará en las cámaras de seguridad del parking. Aun cuando
quisiera, no hay forma de poder demostrar que fui secuestrado. La policía podría reírse de mi si
fuera a la comisaría.
“También—por razones que no entiendo—caminé hacia aquí y dejé que Margarita me
atara a la cama.” Notó nuevamente que los ojos de ella se alejaron con culpabilidad lejos de él.
Frunciendo el ceño, Greg continuó, “Entonces, lo más que puedo reclamar es que nadie me
desatara cuando quise ser liberado.
¿Cómo podría ir a la policía con eso? Ellos pensarían que estaba con algún tipo de juego
sexual y se alargo más de lo que quería, que habría olvidado mi vuelo, y que esperaba conseguir
un reembolso por los cargos.
“Y no puedo darles sus nombres y direcciones completas.” Él agitó su cabeza. “No
tengo interés en ir a las autoridades. Entiendo que Margarite, así como el resto de tu familia,
solo quiera verte curada, y estoy impresionado de que todos ellos se preocupen tanto por usted.
Estaré contento de ponerla en tratamiento cuando regrese de Cancún. Realmente. Solo quiero
conseguir ser libre ahora.”
Se detuvo, entonces cedió ante las quejas de su vejiga, y añadió. “Mientras piensas en
ello, agradeceré si me desatas para ir al baño. He estado aquí desde ayer en la tarde, y realmente
necesito usar las instalaciones.”
“¡Ah!” Lissianna exclamó con horror y—para su alivio—se apresuró para ponerse a
trabajar en las sogas. Comenzó por su tobillo derecho, y había justo terminado de liberarlo
cuando la puerta del cuarto se abrió repentinamente.
“¡Aquí estas!”
Greg casi maldijo en voz alta cuando su primo Elspeth entró en el cuarto. Si solo ella
hubiera tardado unos minutos…su mirada resbaló a Lissianna, y él suspiró cuando notó la
expresión culpable en su rostro cuando ella se enderezó.
“Me desperté y te habías ido,” dijo Elspeth, una mirada de preocupación en su rostro.
“Cuando no pude encontrarse subí las escaleras y pensé en venir a verificar aquí. ¿No podías
dormir?”

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“Dormí bien.” Le aseguró Lissianna, entonces añadió,” Bien. Lo hice la mayor parte en
la mañana, pero me desperté al mediodía. Supe en seguida que no volvería a dormir, entonces
me levante y vine aquí para tomar algunas ropas.”
“El equipo de limpieza probablemente te despertó,” sugirió Elspeth.
Los ojos de Lissianna subieron con sorpresa. “¿Ellos están aquí? No vi a nadie a través
de la casa.
“Probablemente se detuvieron para almorzar. Me crucé con un para cuando venía para
aquí. Estaban empezando a regresar al trabajo de limpieza por el lio de la fiesta. “Elspeth le
sonrió a Greg. “Buenos días. ¿Cómo durmió usted?”
“El no pudo volver a dormir después de que lo despertáramos.”
Contestó Lissianna, pero la otra mujer no estaba escuchando. Había descubierto la soga
suelta que estaba en la cama por su tobillo.
Se giró hacia Lissianna con asombro. “¿Qué estabas haciendo?”
Lissianna vació, entonces simplemente dijo, “Él necesita usar el baño.”
“Bien, no puedes dejarlo,” dijo en seguida Elspeth. “¿Qué pasaría si se fuera por la
ventana del baño y escapara? Tía Marguerite podría tener un ataque.”
“Si, lo sé. Pero…” Lissianna mordió su labio, y entonces soltó, “¿Sabías que se suponía
que tenía que coger un vuelo hacia México esta mañana para unas semanas de vacaciones?”
“Eso tiene sentido.” El comentario vino de Mirabeau cuando ella se deslizó a través de
la puerta que Elspeth había dejado abierta. Cruzando el cuarto, añadió, “tu madre es una mujer
inteligente. Nadie lo podría extrañar si se suponía que él estuviera fuera de vacaciones.”
“Hmm.” Lissianna no parecía contenta. “Me preguntó si mamá puso el pensamiento en
su cabeza para que tomara vacaciones, o si fue solo un golpe de suerte que él hubiera
planificado unas.”
Greg pestaño ante la sugerencia. Él había estado planificando este viaje durante meses y
estaba muy seguro de que había sido solo un afortunado descanso para Marguerite. Antes de
que pudiera decirlo así, Jeanne Louise llevó a los gemelos al cuarto, y preguntó, “¿Qué estamos
haciendo todos aquí?”
“Supongo que Thomas esta de camino para aquí, también,” dijo Lissianna con
exasperación, cuando los gemelos ondearon a Greg saludándolo.
“Supones bien.” Thomas estaba bostezando y estirándose cuando entró al cuarto.
“¿Quién podría dormir con toda este tumulto subiendo escaleras?”
“Ellos comenzaron limpiando con la aspiradora el vestíbulo de afuera de la sala,”
Jeanne Louise explicó. “Es eso lo que los despertó.”
“Entonces, ¿así que todos nosotros estamos aquí? Preguntó Thomas.
“Lissi estaba a punto de desatar a Greg,” anunció Elspeth.
Lissianna frunció el ceño a su primo cuando los otros se giraron con horror en ella.
“¿Piensas que es sabio?” Jeanne Louise preguntó con preocupación.
“¡No puedes!” Juli jadeó. “Se supone que está aquí para curar tu fobia. No se puede ir
hasta hacerlo.” Todos cabeceaban en acuerdo sobre todo esto.
“Entonces… ¿Qué?“ preguntó Lissianna. “¿Lo mantendremos aquí contra su voluntad?
Difícilmente querría curarme cuando está siendo detenido aquí así,” señaló, y siete pares de ojos
se volvieron para mirarlo.

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Greg intentó no fruncir el ceño, pero su necesidad de usar el baño estaba creciendo
dolorosamente. Lissianna se movió a su otra muñeca y continuó, “El hecho es, que el hombre se
supone que este camino a Cancún para sus primeras vacaciones en años y en cambio no le
agrada estar pegado aquí.”
“¿Por lo menos no puedes esperar a que tía Marguerite se despierte y hablar con ella
sobre esto? Preguntó Elspeth, en contra de su alivio Lissianna agitó su cabeza.
“No, sería la hora de cenar antes de que se despierte.”
“¿Entonces?” preguntó Mirabeau.
“Así, para entonces podría ser muy tarde para conseguir otro vuelo a Cancún hoy,”
señaló.
“Chicos, él prometió ayudarme cuando regrese. Ya he tenido esta fobia toda mi vida,
otra semana o así no va a importar…si incluso pudiera curarla,” agregó con dudas.
Greg frunció el entrecejo ante su falta de fe. Era considerado uno de los mejores en su
campo. Si alguien podía curarla, era él.
“Ah, estoy segura de que puede,” dijo rápidamente Elspeth. “Te ayudará a vencerlo,
Lissi, y entonces podrás alimentarte como el resto de nosotros.”
¿Qué pasa si él va a la policía o algo?” preguntó repentinamente Jeanne Louise.
“Él no irá a la policía. Se subió por sí mismo al maletero, y la cinta de seguridad del
estacionamiento lo demuestra,” apuntó Lissianna, usando su argumento.
“Pero—comenzó Jeanne Louise.
Estoy desatándolo y llevándolo a casa,” dijo firmemente Lissianna, entonces sostuvo
sus manos en sus caderas y giró su rostro a sus primos. “Vosotros podéis querer ir abajo
mientras lo hago para que no os veáis envueltos en el problema.”
Greg sostuvo su respiración cuando sus primos intercambiaron miradas, entonces cerró
los ojos y la esperanza comenzó a construirse en él cuando Jeanne Louise dijo, “Bien, si estás
decidida a liberarlo, te ayudaré.”
“Ayudaremos,” corrigió Elspeth, y todos a su alrededor asintieron.
Lissianna apenas sonrió. “No necesito ninguna ayuda.”
“Seguro que la necesitas.” Contestó Thomas. “Primero, necesitas un paseo, y segundo,
extiendes la culpa a tu alrededor. Cuantos más de nosotros estén implicados, menos problemas
tendrás.”
“Honestamente, Thomas, eres verdaderamente malo cuando se trata de salir de
problemas.” Jeanne Louise la miró impresionada. Greg estaba impresionado él mismo.
"Es dulce, muchachos, en serio", dijo Lissianna. "Pero no tienen que—"
"Ni tú," señaló Elspeth. "Pero si estás en ello, estamos en ello"
"Uno para todos y todos para uno, ¿eh?" Lissianna preguntó con suave diversión, y
entonces muy aliviado Greg, cedió "Muy bien, pero si vienes, lo que mejor es que te vistas."
Greg pestañeó con sorpresa, repentinamente consciente de que cada uno todavía estaban
en pijamas. Gracioso, él no lo había notado. Debió hacerlo. Allí en el cuarto había un buen trozo
de carne expuesta, pero mientras había notado el camisón de Lissianna en cuando ella entró, no
les había prestado atención a los otros cuando entraron, Esto era alarmante.
“Iremos a cambiarnos, después regresaremos por ti,” dijo Mirabeau.
“No tienes que hacerlo, podemos encontrarnos escaleras abajo cuando termine de
desatar a Greg” dijo Lissianna, pero Mirabeau sacudió su cabeza.

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“Olvidas a los de limpieza. Podrían contarle a Marguerite,” señaló.
“Sería bueno que regresásemos a ayudarte para sacarlo.”
“Ah, esto va a ser divertido,” dijo Juli excitada cuando se apresuró a la puerta, con
Vicki a sus talones.
“¿Nosotros alguna vez fuimos tan jóvenes?” preguntó Jeanne Louise, mientras el resto
de ellos le siguieron.
Lissianna agitó su cabeza, y entonces volvió a la cama. Estaba sonriendo, notó Greg, y
le hizo sonreír, también, entonces él se aclaró la garganta, y preguntó, ¿Podrías ahora terminar
de desatarme? De verdad que necesitó usar el baño.”
“¡Ah!” Para su alivio, Lissianna volvió rápidamente a la tarea.
La observo desatarle la muñeca, deslizando su mirada sobre el top blanco de seda que se
había puesto, entonces hacia abajo en sus pantalones negros. Se la veía bien. No tan bien como
cuando tenía el camisón, pero lo suficientemente bien como para sentir interés.
“¿Cuál es tu fobia? Preguntó repentinamente, mientras terminó con la primera muñeca y
se giró alrededor de la cama.
“¿No lo sabes?” Lissianna preguntó con sorpresa mientras ella subió a su otro lado para
trabajar sobre el último miembro amarrado a la cama.
“No.” La observó trabajar en los nudos de su izquierda muñeca. Ella tenía dedos largos
como un pianista, bonitos y elegantes.
“Ah.” Ella hizo una mueca, entonces admitió dolorosamente. “Soy hemofóbica.”
“¿Hemofóbica?” Greg preguntó suavemente, su mente dio un giro. ¿Ella era
hemofóbica? ¿Había sido secuestrado para curar una hemofóbica?
De acuerdo, admitió a sí mismo, entonces no había sido secuestrado, pero había sido
mantenido amarrado, supuestamente porque ellos querían que él la tratara por fobia que le
afligía su vida. Thomas había dicho que se desmayaba al ver comida. Greg lo había tomado
literalmente, pero no tenía nada que ver con comida. La mujer se desmayaba al ver sangre, ¡por
amor de Dios!
Millones de personas tenían hemofobia y vivían unas vidas perfectamente normales.
¡Querido Dios! Sentándose mientras recordaba todas las súplicas cordiales que su
familia le había hecho, cada uno de ellos arrastrándose al cuarto para decirle lo mucho que
Lissianna le necesitaba, como su fobia la afectaba…
Ah, ahora se estaba haciendo pis. Greg podría tal vez entender que ella fuera una
agorafóbica, o si ella tuviera alguna otra fobia que le hacía imposible vivir una vida normal,
pero ¡hemofobia! Cristo, incluso la aracnofobia podría levantar mayor simpatía en él. Podían
encontrar arañas en cualquier parte…pero ¿hemofobia?
La sangre no era algo que una persona tuviera en el día a día o incluso semanalmente.
Apenas afectaba la vida de manera significativa. No era bueno, ciertamente, porque sería inútil
en caso de emergencia y reaccionaría mal a cualquier daño de ella misma, o alguien cercano,
pero mantenerlo aquí para esto simplemente era—
“Todo hecho.”
Greg la observó moverse para ver que había terminado de desatarlo. Era libre.
Murmurando un “gracias”, él saltó fuera de la cama y se apresuró al baño antes de decirle algo
de lo que pudiera arrepentirse. Quería gritar y gritar y romper cosas estaba tan enfadado por
perder su vuelo por esto, pero no podía permitirse este lujo. Él no iba hacer nada que arriesgara
su salida de este manicomio.

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Capítulo 7
Greg estaba tenso y silencioso mientras ellos lo sacaban sigilosamente a través la gran
casa en la que le habían mantenido. Permaneció así mientras todos ellos subieron a una gran
camioneta azul en el garaje, sólo medio oyendo a Mirabeau explicar a Lissianna que alguien
llamado Bastien y lo había enviado para que lo usara Marguerite mientras ella tenía compañía y
ellos "lo tomaban prestado" para esta excursión ya que ellos no cabían todos en el Jeep de
Thomas.
Greg notó el nombre sobre el lado del vehículo cuando Thomas lo dirigió al asiento
delantero de pasajeros: Argeneau empresas. Archivó el nombre en su memoria.
El resto del grupo se unió en silencio mientras que Thomas arrancó la camioneta y usó
un control remoto para abrir la puerta de garaje. Todos ellos estaban tensos mientras dirigía
lentamente la camioneta hacia el camino de entrada. Greg supuso que ellos tenían con miedo de
que alguien saliera precipitadamente de la casa y saltara delante de la camioneta para detenerlos.
Esto, sin embargo, nunca pasó y alcanzaron el largo camino sin ser molestados.
—¿A dónde? Preguntó Thomas cuando salió al camino.
Greg vaciló, poco dispuesto de dar la dirección de su casa. En el momento en que
estuvo a punto de dar la dirección de su oficina, comprendió que su cartera y su abrigo con sus
llaves en el bolsillo estaban todavía en el cuarto de Lissianna. Las llevaba con él anoche y no
había pensado en cogerlas cuando salía. Aunque no había ningún modo que él se arriesgara a
volver por ellas. Con su suerte, Marguerite les pillaría y detendría su partida.
Al final, Greg dio a regañadientes la dirección de su apartamento. Al menos allí, el
portero podría permitirle entrar al edificio y llamar al conserje para que le diera el juego de
llaves de repuesto. Además era un edificio seguro. No era como que pudieran entrar en él y
luego arrastrarlo si más tarde cambiaban de opinión.

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El viaje le pareció largo a Greg. Sospechó que no era el único que se sentía de esa
manera. Mientras los gemelos charlaban sin parar, obviamente encontrando en el episodio
entero una magnífica aventura, los adultos estaban, en su mayor parte, silenciosos. Al menos,
hasta que ellos llegaron a la ciudad misma. Entonces oyó a Elspeth susurrar el nombre de
Lissianna.
El hecho que ella estuviera susurrando, lo hizo esforzarse subconscientemente por oír lo
que ella decía:
¿Lissi? Estoy sintiendo esas olas de enojo en Greg. ¿Sucedió algo allá abajo mientras
nos estábamos cambiando? —.
—¿Enojado? —Lissiana sonó consternada —¿estás segura?
Oh sí, es enojo, pensaba Greg sarcásticamente, luego frunció el ceño ante el hecho que
Elspeth lo había sentido. El realmente debería cuidarse al estar entre esta gente. Ya sabía que
Marguerite tenía fuertes capacidades psíquicas. ¿Por qué no podían ser los demás capaces de
ello?
Ha estado silencioso desde que fue al cuarto de baño —La voz solemne de Lissianna le
llevó de nuevo a la conversación que ocurría detrás. —Pero solamente pensé que estaba inquieto
por salir de la casa sin que mamá nos detuviera. —
—Oh bien, quizás eso sea todo —Elspeth sonaba dudosa.
—¿Quieres que yo le lea por ti? —vino la voz tranquila de Mirabeau.
—¿Qué? ¿Tú no le has leído Lissianna? —No había error posible, ese medio susurro,
medio chillido venía de alguien, quizás de uno de las gemelas. Pensó que probablemente era Juli
ya que ella parecía ser siempre la primera del par en hablar.
—¿Recuerdas que ella no podía leerle? — Jeanne Louise se unió a la conversación. —
Es por eso que ella le mordió. —
Juli suspiró.
—Lamento que nosotros no pudiéramos alimentarnos de alguien vivo y en pie también.
Solo una vez, al menos, para ver lo que es. Parece mucho más agradable que la sangre
empaquetada.—
—Lo tendrás —dijo Elspeth —mamá te traerá uno cuando cumplas dieciocho.—
—Si, si — suspiró Juli con impaciencia. —Así sabremos cómo alimentarnos
naturalmente, deberíamos tener en cuenta este recurso si alguna vez surgiera una emergencia.
Ella dijo las palabras de memoria, como si las hubiera oído mil veces antes. Greg lo
notó distraídamente, pero su cerebro trataba de encontrarle sentido a lo que ellos decían. El no
tenía idea de lo que estaban hablando. Lissiana no lo había mordido, un pequeño pinchazo tal
vez, pero sobre todo ella había chupado sobre su cuello y probablemente le había dejado enorme
chupetón Hablando del cual, él deseó habérselo mirado mientras estuvo en el cuarto de baño,
pero sus pensamientos habían estado tan dispersos por el conocimiento de que la temida fobia
no era nada más que hemofobia que ni siquiera había pensado en ello.
—¿Pero qué pasa si tenemos una emergencia antes de cumplir los 18? —preguntó Vicki.
—Solo espera no tener una antes de tu decimoctavo cumpleaños. —dijo Elspeth
secamente.
—No es justo —dijo Juli malhumorada —Ustedes muchachos consiguieron alimentarse
de alguien vivo cuando eran más jóvenes que nosotros —
—Juli, no había ningún otro modo de alimentarse entonces. —dijo Jeanne Louise
pacientemente.

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—¿Quieres que lo lea por ti y vea si no hay ningún problema? —Greg estaba seguro
que era Mirabeau quien hablaba. Sus palabras trajeron un final inmediato a las quejas de Juli.
De hecho, pareció terminar con toda la conversación. Greg se encontró conteniendo el aliento
durante el silencio que siguió, y se preguntó si él de algún modo podría bloquear a la mujer de
leer sus pensamientos. ¿Tal vez si él dejaba su mente en blanco? O si él…
—Aquí estamos —Aquel anuncio alegre hizo mirar a Greg alrededor. Thomas
entrecerraba los ojos hacia fuera de la ventana mientras estacionaba la camioneta. No, que él
tuviera que entrecerrar los ojos, las ventanas de la camioneta estaban tratadas todas con algún
agente ennegrecedor. Parecía como que el vehículo llevara puestas gafas de sol, y aún así
Thomas todavía parecía molesto por la filtración de luz que atravesaba la ventana.
Greg miró detenidamente hacia la ventana de su alto edificio de apartamentos.
Después de la vacilación más breve, abrió la puerta y apretó el paso, estremeciéndose cuando lo
golpeó el aire frío. Greg casi se marcha, pero algo lo hizo dar vuelta para mirar detenidamente
atrás a la camioneta. Su mirada fija barrió a los inquilinos. Todos ellos miraron fijamente atrás
con expresiones solemnes.
—Gracias por desatarme, y por el paseo —refunfuñó de mala gana, entonces, con una
cabezada, cerró la puerta, dio la vuelta apresurando el paso y entró en el edificio, con cada paso
que daba presentía que uno de ellos saltaría hacia fuera y trataría de arrastrarlo atrás. Fue con un
suspiro de alivio que él se deslizó a través de las puertas de cristales al vestíbulo.

***

—Lissi, siéntate delante —Dijo Thomas cuando Greg se entró dentro de su edificio.
Lissianna desabrochó su cinturón de seguridad y se pasó al asiento delantero En cuanto
ella se puso su cinturón de seguridad, Thomas cambió la marcha de la camioneta y los dirigió de
vuelta al tráfico.
—Lo leí en el camino de entrada —anunció él.
—¿Puedes leerlo tú también? —preguntó Lissianna con un ceño. Era bastante malo que
su madre pudiera leer a Greg cuando ella no podía, Marguerite era mucho más vieja que
Lissianna, por lo tanto más poderosa. Ella podría aceptar que Mirabeau fuera capaz de leerlo, ya
que su amigo era más de doscientos años más viejo que ella, pero Thomas era sólo cuatro años
más viejo, ¿y aún así él podía, también? ¿Por qué no podía ella leer al hombre?
Consciente que sus primos detrás de la camioneta ahora se apoyaban con impaciencia
hacia adelante para oír qué estaban hablando, ella preguntó,
—¿Y? —
—Estaba loco —
—¿Por qué? —preguntó sorprendida.
—¿Deduzco que él preguntó por tu fobia después de que nosotros nos fuimos a
cambiarnos? — preguntó Thomas. —¿Y tu le dijiste que esto era hemofobia? —
Cuando Lissianna cabeceó, él dijo, —Es por eso que él estaba loco —Mirabeau fue la
primera en hablar.
—No lo entiendo .¿Por qué eso le volvería loco?
— La tía Marguerite interrumpió sus vacaciones y lo arrastró a la casa donde lo ató a
una cama, todo en un esfuerzo para conseguir que ayudara a curar la fobia de Lissi —advirtió
Thomas. —Entonces insistimos en que su fobia era mala y arruinaría su vida.—
—Bien, es así — dijo Elspeth con gravedad.

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—Sí, pero la hemofobia no sería una enfermedad tan mala en un mortal —señaló él.
—Pero Lissiana no es una mortal —dijo Jean Louise —Ella necesita la sangre para vivir.
Es su alimento —
—Exactamente —afirmó Thomas — Pero Hewitt no lo sabe, ¿o si? —
—Ohhh —Fueron Juli y Vicky quienes murmuraron la palabra, pero silenciosamente
fue repetido por las mujeres mayores cuando comenzaron a entender.
—Debemos decirle que eres un vampiro, Lissi — dijo Vicky — El entenderá entonces.

—Oh si, el entenderá, correcto — resopló Mirabeau —pensará que estamos todos locos .
Además, ¿tu crees realmente que nos permitirá acercarnos lo suficiente a él? El tipo
probablemente se las arregle para mudarse de la casa mientras nosotros hablamos —
—Mirabeau tiene razón —dijo Jeanne Louise — El probablemente haga planes para
mudarse y no ayudará —Ella frunció el ceño. —Lo que no entiendo, Thomas, es —si tu sabías
todo esto —por qué le dejaste marcharse? —
Thomas no contestó a Jeanne Louise, pero en cambio le echó un vistazo a Lissianna.
—¿Todavía quieres dejarle ir? —
—Sí, —contestó ella sin vacilación. —Él no podía ser controlado o calmado. Mamá se
equivocó al secuestrarlo. —
Por lo general ellos podrían manipula la voluntad de mortales y poner pensamientos y
sugerencias en sus cabezas. Con la mayoría de la gente, Marguerite habría sido capaz de
mantenerlos dóciles, agradecidos de estar allí, e impacientes por ayudar. Habría sido seguro
dejarlos vagar libremente por la casa sin miedo a que ellos trataran de irse, o incluso hasta que a
ella se le antojase realizar sus deseos… y para entonces ella habría limpiado el episodio entero
de sus memorias, dejando vagos recuerdos alternos en su lugar. En efecto, ellos habrían robado
tiempo de la persona, pero era un tiempo que la persona no sabría que había perdido, Lissi
podría haberlo aceptado como un mal necesario para curar su fobia.
Pero Greg no era la mayoría de la gente. Él pareció decidido y resistente a dejarse
controlar. Tuvo que estar amarrado durante su permanencia entera, y habían tenido que forzarlo
a tratar su fobia usando amenazas y la promesa de libertad. No era aceptable para ella… y ella
sabía que su madre estaría de acuerdo una vez que terminara su cólera inicial, en poner a Greg
en libertad.
—Sí, —repitió ella —Yo todavía querría dejarle ir, incluso si eso significara que el no
volvería y me trataría. —
—Yo sabía que dirías esto, —le dijo Thomas, luego echó un vistazo por el espejo
retrovisor a su hermana, y añadió, —y es por eso que no detuve su partida —.
Nadie dijo nada, y ellos permanecieron callados durante el resto del viaje de vuelta. No
fue hasta que Thomas aparcó la camioneta en el garaje varios momentos más tarde que alguien
habló, y entonces fue Julianna.
—Uh—oh. Parece enfadada —Las palabras eran medio susurro.
Lissianna echó un vistazo por encima al desabrochar su cinturón de seguridad e hizo
una mueca cuando descubrió a su madre en la puerta abierta entre el garaje y la casa. Marguerite
Argeneau realmente parecía enojada. Furiosa más bien.
Parecía que mamá se levantó temprano, también. Suspiró, Lissianna dejó su cinturón de
seguridad retraerse en su asiento y alcanzó el picaporte.
—Espéranos —gritó Juli, empujando la puerta para unirse a ella cuando la camioneta se
llenó con los ruidos de las puertas al deslizarse.

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—Estamos en esto todos juntos, recuérdalo. —Jeanne Louise entonces atrapó la mirada
de Lissianna y rió de un modo alentador.
—No será tan malo, —aseguró ella con dudas. —me refiero a que ¿cómo de enfadad
puede estar? —
Bastante enfadada, decidió Lissianna varios momentos más tarde cuando ella vio el
andar mesurado de su madre delante de ella
Marguerite había esperado hasta que todos ellos salieron de la camioneta y caminaron
hasta ella, luego les habló bruscamente.
—Vamos —y los condujo dentro de la casa, luego a la sala de estar , donde la tía
Martine esperaba. Los había conducido lo suficientemente lejos en la sala de estar de modo que
todos ellos entraran, pero no bastante lejos para que cualquiera de ellos pudiera ocupar un
asiento, luego se había dado vuelta para mirarlos con frialdad y exigió una explicación. Fue
Lissianna quién soltó abruptamente que ellos habían llevado a Greg a casa. Lo que parecía una
hora antes, pero sólo hacía probablemente un par de minutos, Margarita todavía se paseaba
arriba y abajo delante de ellos, luchando para controlar su furia creciente.
Finalmente, ella se dio vuelta para afrontarlos. Su boca se abrió brevemente, al parecer
perpleja en cuanto a qué decir, luego sacudió su cabeza, y preguntó,
— Tu ¿Qué? —Lissianna mordió su labio ante la mirada de horror en la cara de su
madre. Había temido que ella no lo tomara bien, más aún había pensado que ella estaría
enfadada. No había esperado que ella reaccionara como si acabara de oír que los ciudadanos se
apresuraban a la casa con antorchas y estacas en la mano.
—Madre, — dijo Lissianna con un suspiro, —él estaba trastornado. Había perdido su
vuelo, y…—
—Él no habría perdido nada, —Margarita interrumpió con irritación.— Yo habría
puesto en su memoria recuerdos de unas grandes vacaciones... Él habría vuelto a casa tan
relajado y feliz como si hubiera tenido realmente unas vacaciones. Quizás más porque él habría
evitado todo el stress de las vacaciones normales como vuelos retrasados, chequeo de seguridad,
quemaduras de sol, y la intoxicación por alimentos. —
Margarita cerró sus ojos y soltó un pequeño suspiro, luego giró para moverse hacia la
barra y el refrigerador que había detrás, después preguntó,
—Así que,¿qué recuerdos le dieron?—
—¿Recuerdos? —preguntó Lissianna inexpresivamente, su mirada fija se deslizaba con
alarma a sus cómplices en el crimen. Ellos la miraban tan en blanco como ella se sentía
—Para reemplazar sus recuerdos de que estuvo aquí — explicó Margarita, luego
frunciendo el ceño hacia el refrigerador, refunfuñó,
—Maldición, estamos casi sin sangre. Gastamos casi todo anoche en la fiesta.
Bastien enviará más hoy —le recordó Martine.
—Ah. Sí. —Margarita se relajó un poco, pero siguió echando un vistazo por el
contenido del refrigerador con descontento, probablemente deseando agarrar uno de los pocos
bolsos restantes y pegarlo con la mano a sus dientes, pero sabiendo que no podría aun si quisiera.
Lissianna se daba cuenta.
—¿Así que? —preguntó finalmente. —¿Qué recuerdos le diste para sustituir su
presencia aquí? —
—Uhm. —Lissianna echó un vistazo a los demás, luego suspiró, y admitió,
—No lo hice. —

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Margarita había estado inclinada removiendo las cosas dentro del refrigerador pero se
congeló ahora y se enderezó despacio. Si su madre la había mirado horrorizada antes, no era
nada comparado con su expresión ahora.
—¿Perdón? —dijo apenas. —Tú no hiciste qué? Por favor dime que no dejaste a ese
hombre vagando por allí lleno con el conocimiento de nuestra existencia en su cabeza? Por
favor dime que tu limpiaste su memoria y le diste nuevos recuerdos para sustituir los que tenía
como te han enseñado hacer. —
Lissianna suspiró. Ella había sido educada desde la niñez habiéndoselo machacado en
su cabeza que siempre tenían que borrar la memoria de los mortales. Ellos no podían ser
abandonados con ningún conocimiento sobre la existencia de su gente. Esto era una amenaza
para todos ellos. Después de doscientos años, que era mucho tiempo machacándoselo. Aún así,
ella le había dejado ir sin hacerlo.
—Yo no lo podía hacer aunque hubiera querido. No podía entrar en sus pensamientos,
ni aún leer su mente, recuerdas —dijo Lissi
La tía Martine la miró asustada.
—¿Tu no podías leer su mente? —
—No.
La tía Martine echó un vistazo hacia Margarita. La madre de Lissianna abrió su boca,
probablemente para refutar con virulencia, pero Elspeth se precipitó en defensa de Lissianna,
diciendo, —esta bien tía Marguerite, Greg no sabe nada sobre nosotros o qué somos.—
—Correcto. Por lo que a él concierne somos solamente chiflados, no vampiros— apuntó
Thomas, el comentario hizo fruncir el ceño a Lissianna.
—Además, —dijo Elspeth —si él realmente tratara de denunciar que fue secuestrado o
algo, nadie lo creería. Él entró en el maletero por su propia voluntad, y esto lo demuestran las
cintas de seguridad del aparcamiento.—
—La única cosa de la que él podría quejarse es de haberle obligado a pasar la noche
aquí y haber perdido su vuelo —indicó Jeanne Louise. —Y las autoridades sólo pensarían que
esto fue por algún juego sexual a horas extraordinarias, y que él querría conseguir un reembolso
sobre por su billete.—
Margarita cerró la puerta del refrigerador con un chasquido.
—Este sería su argumento, desde luego.—
Lissianna maldijo silenciosamente. El momento en que ella había oído a Jeanne soltar la
parte sobre juegos sexuales, había sabido que esto era un error. Jeanne Louise era la más
conservadora del grupo y la última normalmente para arrojar términos como juegos sexuales.
Margarita salió de detrás de la barra para afrontarlos.
—¿En cuanto a su cuello?—
—¿Su cuello? —Lissianna la miró fijamente confusa
—Tu lo mordiste —le recordó Thomas con un bajo suspiro, por su tono de voz era
obvio que él, también, había olvidado aquel hecho.
—Ah… sí. —Lissianna sintió hundirse su corazón. Ella por lo general se aseguraba de
poner en la cabeza de un anfitrión que su señal de mordedura era un corte de afeitado y que
debía mantenerlo vendado hasta que se curara. O que ello era el resultado de algún arañazo con
un tenedor de barbacoa de dos pinchos. Aunque no había sido capaz de poner ese pensamiento
en la mente de Greg. Ella había lo olvidado todo sobre la mordedura. Esto era malo. Él lo vería
y se sorprendería. Podría ir a un hospital o visitar a un doctor para que lo chequeara,

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permitiendo a otros ver la marca. Su expresión se hizo preocupada, y ella admitió
miserablemente,
—Yo olvidé todo sobre las marcas . Yo no...—
—No importa, —interrumpió Marguerite con un suspiro. —Me ocuparé de ello.—
—¿Cómo? —preguntó Lissianna con inquietud.
Su madre lo consideró y luego respondió
—Le haré una rápida visita y le borrare su memoria tan pronto como pueda, le
implantaré una explicación viable para las marcas de mordidas.
—Lo siento —murmuró Lissianna sintiéndose mal. No podría creer que se hubiera
olvidado de las marcas. Esta vez había sido una experiencia inolvidable.
—No tanto como yo, querida —dijo Margarita —Yo realmente contaba con su
capacidad para curar tu fobia. —
Su decepción era obvia y se sumaba a la culpa de Lissianna, especialmente cuando le
frunció el ceño , y añadió, —¿Cuántas veces te he dicho que es de mala educación devolver un
regalo? —
—Puedo citarme con él para después de sus vacaciones, —sugirió Lissianna, tratando
de compensar.
—Lissianna, como si fuera tan fácil, yo he tratado de concertar una entrevista para ti
años atrás. —
Señaló Marguerite.
—Pero tú sabes que no podemos borrar una memoria más que dos o tres veces sin
arriesgar que esto falle totalmente. Ellos acumulan una resistencia. Alguna parte de ellos le
reconoce y se hace más difícil y más difícil cada vez. Un par de veces está bien , pero más que
esto no se recomienda. Es por eso que estuve tan excitada de que el Doctor Hewitt fuera capaz
de curar fobias en una o dos visitas. Pensé que nosotros podríamos traerle aquí, dejarle curarte,
mantenerlo hasta el final de sus vacaciones para estar seguros, luego borrar sus recuerdos y
enviarlo de regreso. —
—Bien, solamente... —Lissianna se encogió desvalidamente —me citaré con alguien
más. Debe haber otro terapeuta que conoce la técnica, —advirtió ella. —Si esto sólo toma un
intento o dos, entonces podemos limpiar su memoria después.
—¿Sí, pero quién?
Por un momento solo hubo silencio en la habitación, luego la tía Martine dijo
calmosamente,
—Podemos preguntarle al Dr. Hewitt por el nombre de algún psicólogo competente que
trate con este tipo de cosas antes de borrarle la memoria. —
Margarita se giró para echar un vistazo a su cuñada cuando ella se puso de pie
—¿Nosotros? —
—Bien. —Martine se encogió. —Tu no pensabas que yo te abandonaría para tratar con
esto tu sola, verdad? —Mis muchachas ayudaron a ponerlo en libertad, entonces te ayudaré a
limpiar el lío que los niños han hecho. —Cuando Margarita vaciló, Martine dijo, —Esto no
debería tomar mucho tiempo. Quizás en el camino atrás nosotros podríamos pararnos para una
manicura y hacer algunas compras. Todo aquí es mucho menos caro que en Inglaterra. —
Se alivió la tensión sobre los hombros de Marguerite, y ella cabeceó.
—Sería agradable. Luego podemos pasar por el supermercado. Tengo que recoger el
alimento para los gemelos para su permanencia aquí.—

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Lissianna comenzó a relajarse cuando las mujeres se movían hacia la puerta, luego se
puso rígida otra vez cuando su madre echó un vistazo atrás, mirando el piercing que lucía. Sé
que tienes que ir a trabajar pronto, Lissianna, ¿pero volverás aquí después, verdad? Creo que
deberías quedarte aquí esta semana de modo que puedas visitar a tus primos, ¿verdad? —
A pesar de la expresión, estas no eran preguntas y Lissianna —ya con el problema con
Greg —No quiso irritar más, así que simplemente cabeceó asintiendo.
—Bueno. Te esperaré después del trabajo, —dijo ella firmemente, antes de que su
mirada fija se deslizara hacia Thomas y Jeanne Louise.
—Pasar un tiempo con sus primos no les hará daño a ustedes dos tampoco.—
—Sí, señora —dijo Jeanne Louise puntualmente.
Thomas simplemente sonrió abiertamente, y dijo,— Me conoces tía Marguerite.
Siempre estoy contento de pasar el tiempo con damas encantadoras. —Riendo apenas, ella echó
un vistazo a Mirabeau. —Tú eres bienvenida a quedarte, también, querida. —
—Ah… er… —
Lissianna rió con entretenimiento, consciente que Mirabeau buscaba desesperadamente
una excusa cortés para rechazar la oferta. Antes de que ella pudiera inventar algo, Marguerite
dijo, —
—Bien —luego giró para seguir a Martine fuera del cuarto.
Thomas rió en silencio. —Bienvenida a la familia, Mirabeau.—

Capítulo 8
Greg colgó el teléfono y se sentó en el sofá, mirando fijamente alrededor de su salón
con perplejidad. Después de toda su inquietud con su vuelo a Cancún, realmente, no había
perdido nada. El vuelo había sido cancelado de todos modos, a causa de dificultades técnicas…
lo que sea signifique eso.
Greg había tratado de reservar un asiento en el próximo vuelo disponible, sólo para
descubrir que el siguiente vuelo no era hasta el miércoles. Le parecía estúpido pasar todo el día
de miércoles en aeropuertos y aviones, solo para dos días en Cancún, para volver el sábado, así
que Greg se pasó media hora cancelando su hotel y su vuelo de regreso.
Mientras que las últimas veinticuatro horas habían sido las más inusuales—por no
mencionar estresantes— de su vida, no habían afectado sus planes de vacaciones. De todos
modos, fueron condenadas obviamente al fracaso. Parecía que el destino planeaba otra cosa para
él, no una semana de sol, arena, y mujeres semidesnudas, pensó Greg, frotándose distraídamente
su cuello.
Su administrador fue la primera persona que había notado su cuello. El hombre salió del
ascensor y comentó con una sonrisa ancha:
—¿Te quedaste fuera, no? —después lo había escrutado más de cerca, y dijo—: ¿Qué es
lo que tienes en el cuello? ¿Una mordedura de vampiro?

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El hombre se había reído a carcajadas mientras le hizo la pregunta, pero… —como no
estaba de humor para chistes— Greg solo se había encogido de hombros, olvidando la pregunta,
mientras que el administrador le había abierto la puerta de piso. Le agradeció por haberlo dejado
entrar y arreglaron para conseguir copias de las llaves de su piso y la puerta de la torre. El
administrador había prometido arreglarlo y entregárselos tan pronto como era posible, mientras
volvió al ascensor. Greg se había olvidado completamente de su chiste acerca del cuello, cuando
había cerrado su puerta.
Después de cerrarlo, se había apoyado contra la sólida puerta de madera y suspiró
aliviado de estar en casa, sólo hacer una mueca al pensar en el apuro que estaba. Su abrigo, las
llaves, la cartera, y el maletín, todas estaban en aquella casa. Perder su cartera era
suficientemente malo, tenía su identificación y las tarjetas de crédito en ella, pero en su maletín
tenía su agenda y sus notas sobre los pacientes más recientes.
Incapaz de hacer algo acerca de ello, Greg se había asegurado a sí mismo que todo era
reemplazable y se dirigió a su dormitorio. Después de pasar veinticuatro horas en el traje, hasta
dormir en el, quería darse una ducha y cambiarse de ropa.
Fue al afeitarse, cuando Greg había visto las marcas en el cuello. No era un chupetón,
sólo dos claros pinchazos, a distancia de una pulgada. Las palabras del administrador habían
flotado por su mente, mientras él los había examinado. "¿Qué es lo que tiene en el cuello? ¿Una
mordedura de vampiro?"
Las palabras le habían parecido tan ridículas en la cabeza de Greg, como cuando los
había dicho el hombre, y había reído incómodamente y se alejó del espejo, para vestirse.
Cuando terminó, había llamado al aeropuerto, pero una vez que acabó con esa tarea, Greg se
encontró moviendo los dedos repetidamente sobre su cuello. Peor todavía, distintos recuerdos
inundaban su mente, pintando un cuadro en su cabeza. Margarita acusando a Lissianna de
morderlo, cuando ella los había encontrado en el dormitorio, y explicándole que Greg no era la
cena. Thomas, contándole que la fobia de Lissianna era como Greg desmayándose al ver comida,
y Lissianna, diciéndole que su fobia era la hemofobia.
También estaba la conversación entre las mujeres del asiento trasero de la camioneta, de
camino hacia la ciudad.
Ellas habían hablado de que Lissianna no puede leerlo, que era por esto que lo había
mordido.
Y uno de las gemelas había comentado que deseaba poderse alimentar sobre la marcha
también, que sonaba mucho más agradable que la sangre embolsada.
Greg continuó frotando las pequeñas heridas, su mente giraba estos hechos una y otra
vez, causando que ideas más raras entrasen en su cabeza. Ideas tan locas e imposibles que casi
tenía miedo de pensarlas… pero explicarían mucho acerca de su propia conducta que no había
comprendido y que —francamente— lo alarmaban: como subir en la camioneta de un extraño, y
dejarse atar.
Greg sacudió la cabeza en un esfuerzo de quitarse los locos pensamientos de su mente,
pero ellos persistían tercamente, y finalmente, cogió una pluma y el bloc de notas y trazó una
línea en el centro de la primera página. Escribió Vampiro/No Vampiro por encima y empezó a
hacer su lista, incluyendo todas las conversaciones y también las pruebas materiales, como las
marcas de su cuello. Todo esto iba a la mitad de de la hoja que tenía puesto Vampiro. Entonces,
se concentró su atención al lado de No Vampiro y vaciló. Por lo último, escribió loco, imposible,
y no existe. Comparado al lado del Vampiro, los argumentos en contra fueron bastante débiles,
notó él con frustración, y dio una risa inestable.
Parecía que todo lo que hacía con Lissianna lo frustraba en un sentido u otro. Un golpe
en la puerta interrumpió sus meditaciones y Greg miró hacia ella con irritación, tiró el cojín en
la mesa y se acercó para contestar. No había sonado el timbre de abajo, así que tenía que ser el
administrador con las copias de las llaves que le había prometido. Por lo menos era algo. Con

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ellas y sus copias de las llaves del coche en el cajón de su escritorio, sería libre de coger un taxi
hasta su oficina, para recuperar su coche. Entonces quizás iría para algo comer, pensó él,
mientras que abría su puerta.
La sonrisa de Greg se congeló, y sus planes murieron de una muerte rápida como vio
quién estaba esperado en el pasillo.
Margarita y Martine. Greg cerró la puerta, o trató de hacerlo, pero Margarita había
deslizado un pie en el camino, impidiéndole cerrar la puerta. Al instante, él sintió presión y fue
forzado a retroceder, mientras que la puerta comenzaba a abrirse. El redobló sus esfuerzos de
cerrarla, pero no tuvo efecto.
La mujer era increíblemente fuerte, de un modo alarmante. Maldijo, mientras la puerta
fue forzada a abrirse; empezó a retroceder por el vestíbulo, mientras que las mujeres entraron y
cerraron la puerta detrás de ellas.
Margarita fue la primera en hablar. Sonriendo brillantemente, levantó los artículos que
tenía, y anunció—:
—Trajimos sus cosas.
Greg miró fijamente su cartera y su abrigo, el cerebro le trabaja frenéticamente. Ellas no
debían estar allí. Era un edificio que tenía seguridad. El portero las debía haber parado en el
vestíbulo y llamarle a ver si les permitían subir, pero no lo hizo. Aparentemente, se había
sentado y les permitió subir.
—Martine, no puedo controlarlo. ¿Lo puedes tú? —preguntó Margarita de repente, y
Greg se dio cuenta de que se había quedado allí, simplemente, mirándolas fijamente, mientras él
trataba de darse cuenta que hacer. El comenzó a esquivar a la derecha, pensando huir al
dormitorio y bloquear la puerta, pero Martine le atacó de repente y tocó el brazo, y tal cual,
Greg se calmó. Al instante, tuvo la repentina obligación de entrar en el salón y sentarse en el
sofá. Vino de ningún lugar y era imposible resistir.
Dándose la vuelta en los talones, Greg entró lentamente en la habitación, y Martine le
sujetaba el brazo como si la acompañara. Se sentaron en el sofá como una persona, pero no lo
soltó. Y a él parecía no importarle.
Greg miró con desinterés como Margarita se sentó en una silla, delante de ellos.
—¿Podremos borrar su memoria? —La madre de Lissianna preguntó inquieta.
Martine se giró para mirar a Greg y él sentía un breve que movimiento en su mente. Era
la única manera en que podría pensar en describirlo, como un movimiento silencioso por su
cabeza. Después de un momento, ella miró el cuaderno que él dejó en la mesa, y dijo a
Margarita—:
—Tienes que mirar esto.

—No almorzaste aún. Debes de tener hambre. —Lissianna miró hacia arriba con una
sonrisa mientras que su compañera, Debbie James entró en la oficina. De cincuenta años, con el
pelo sal y pimienta y una actitud de maternal, Debbie era la compañera favorita de Lissianna.
—¿No, no lo he hecho, y tengo hambre, pero creo que esperaré hasta...
—¿He oído decir a alguien que tiene hambre? —Lissianna miró hacia la puerta,
mientras que el Padre Joseph entraba en el despacho. Ella miró interrogativamente hacia Debbie,
pero la otra mujer parecía igual de desconcertada como ella, a la vista del hombre. A menudo, el
padre Joseph trabajaba muchas horas en el refugio, pero generalmente acababa cuando ellas
llegaban a su turno. Lissianna nunca lo había visto estar en el refugio a estas horas… a menos
que hubiera una emergencia a la que tenía que tender. Esto la hizo preguntar—:
—¿Hay algún problema, Padre Joseph?

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—No, no. ¿Por qué piensa esto?
—Bien, es tan tarde... —empezó ella.
—Ah, veo —la interrumpió él, y entonces apartó la mirada, su mirada recurrió la
oficina antes de soltar— el insomnio. Sufro ocasionalmente de insomnio. —El sonrió
brillantemente, entonces movió un plato de plástico con comida—. Tan solo cocinaba para pasar
el tiempo, hice una sopa, y pensé que no podría comerla solo, así que os traje un poco chicas—y
les sonrió.
—Ah, eso... ya he comido —dijo Debbie bruscamente, mientras él abrió el recipiente de
plástico y el ajo penetró inmediatamente cada rincón de la habitación.
—Pero Lissianna, no —el Padre Joseph le sonrió brillantemente—. ¿Lo hiciste?
—Er…—Lissianna escrutó la sopa con desconfianza. Era blanca y cremosa, y podría
haber sido crema de patatas, pero apestaba de ajo. Lissianna raramente comía comida, y el olor
del ajo era bastante fuerte, y no es que no le gustara el ajo. Le gustaba, pero el olor que venía del
Tupperware era realmente fuerte. Por otro lado, no quiso herir sus sentimientos—. Gracias. Eres
muy amable.
—Acabo hacerla. Está todavía tibia. Aquí. —él sostenía el plato, alcanzó en el bolsillo y
cogió una cuchara y lo entregó también. Lissianna aceptó la sopa y la cuchara y forzó una
sonrisa. Cuándo el Padre Joseph la miró fijamente, expectante, ella se dio cuenta de no había
nada que hacer y sacó la cucharada. En el momento en el que la metió en la boca, se arrepintió
de su innata cortesía. El olor de ajo había sido fuerte, pero no fue nada comparado al sabor. Era
casi tan grueso como un puré de patatas, pero no era crema de sopa de patatas. Si se arriesgaría
a adivinar, diría que era puré de ajo, caliente. Por lo menos, eso era lo que probó, y fue tan
fuerte que quemó la boca y la garganta mientras tragó.
—¡Lissianna! —gritó Debbie con alarma, mientras ella empezó a estrangularse. Corrió
hacia el escritorio y tomó un cuenco de plástico y comenzó a palmar su espalda.
—¡Debbie! —El Padre Joseph gritó—. Déjale espacio para respirar. —Lissianna estaba
vagamente consciente de que el Padre Joseph agarró el brazo de la otra mujer para quitarla del
medio y le estuvo agradecida, mientras corría, a toda prisa, por el pasillo, hacia el agua más fría.
Parecía que le llevaba para siempre el llegar al refrigerador, asir un vaso plástico, y
llenarlo con agua. Lissianna casi fue tentada de arrodillarse delante de la sangrienta cosa,
meterse la boca bajo el chorro, y permitir que el líquido se vierta directamente dentro, pero
logró refrenarse. Bebió el agua con alivio, y lo llenó otra vez. Tomó tres vasos hasta que se
calmó el ardor que sentía en la boca.
Comenzando a sentirse un poco mejor, Lissianna asió un cuarto vaso y se giró para
volver a su oficina, deteniéndose al ver a Debbie y al Padre Joseph en la puerta.
—¿Estás bien? —preguntó Debbie con preocupación.
—Sí, sí. Fue solo un poco… mmm… fuerte —dijo ella delicadamente, no quería herir
los sentimientos del Padre Joseph.
Debbie miró detenidamente el hondo plato que sostenía, sacó una cucharada, y lo probó.
Inmediatamente, su cara se enrojeció, y palideció. Empujó el plato en la mano del Padre Joseph,
y voló hacía el vaso con agua. Lissianna lo dejó sin lucha, e inmediatamente se dio la vuelta
para llenar un segundo vaso, cuando Debbie se bebió el primero.
Se habían necesitado tres vasos para sacar el fuego en la boca de Lissianna de la
cucharada del ajo. Se necesitaron cuatro para la pequeña prueba de Debbie. Una vez que
estuvieron relativamente recuperadas, se dieron la vuelta para estar enfrente del Padre Joseph.
Él les echó un vistazo y después miró la sopa con desilusión.
—Adivino que no funcionó—refunfuñó el Padre Joseph.

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—¿No funcionó? —preguntó Debbie.
—La receta —dijo él con un suspiro, cuando puso la tapa del contenedor.
—Bien, esto disolvió mi nariz —dijo Debbie con una sonrisa sardónica—. Tal vez
debería guardar aquella receta para cuando una de nosotras está resfriada.
—Hmm. —El padre Joseph se apartó y anduvo con dificultad por el pasillo, pareciendo
terriblemente desalentado.
—Era la peor sopa que he probado alguna vez —dijo Debbie tan pronto como el
hombre había dado vuelta al final de pasillo y había desaparecido de la vista.
Lissianna hizo una mueca, en acuerdo.
—No me vuelvas a recordar nunca el gusto de su comida.
—Como si podrías olvidarlo después de esto —dijo Debbie con diversión—. Ahora. —
Ella tomó el vacío cristal de Lissianna—. Comete tu almuerzo y relájese. Sin hacer nada
mientras comes. No nos pagan lo bastante para trabajar en nuestros descansos.
—Sí, señora. —Lissianna la miró alejarse, antes de volver a su oficina. Se asentó detrás
de su escritorio, miró fijamente el trabajo que tenía que hacer, luego otra vez hacia la entrada.
Ella tenía hambre, pero no era un bueno momento para tratar de alimentarse.
Mientras que los clientes de refugio deberían dormir, no era un hotel con cuartos aparte
en los cuales podría meterse para alimentarse en privado, sin el miedo de ser descubierta. Había
seis grandes cuartos con de diez a veinte camas en cada uno. Sería arriesgado intentar
alimentarse de alguien en aquellos cuartos. Podría haber uno o dos clientes que no dormían, o
quiénes tenían el sueño ligero y podrían despertarse. Lissianna prefería alimentarse cuando se
trasladaban, cuando se preparaban para la cama o cuando se despertaban por la mañana.
Ella trataría de agarrar uno en su camino hacia o de vuelta del cuarto de baño o algo
parecido, Lissianna se decidió. Los habitantes de refugio por lo general comenzaban a moverse
justo antes de que ella dejara el trabajo por la mañana, los madrugadores se levantaban a las seis
o seis treinta por la mañana. Ella se sentía mejor intentándolo entonces, así que no hizo caso de
su hambre y volvió a su trabajo.
Como siempre, Lissianna salía tarde cuando dejó su oficina. Para entonces, no sólo
había sonidos de la actividad del refugio, si no que el padre Joseph estaba ya allí y lleno de
energía nerviosa. Divisándola, él decidió librarse de ello, andando hacia su coche.
Sin otra posibilidad, Lissianna fue obligado a dejar sus esperanzas de una comida rápida,
su cuerpo tenía retortijones de hambre. Blasfemándose por ser idiota, ella se dirigió hacia la
casa de su madre.
Pareció que tendría que dejar a su madre que le ponga un intravenoso — si Margarita
estaba todavía fuera de la cama — o ella tendría que esperar hasta la próxima noche a
alimentarse. Normalmente, ella evitaba un intravenoso, aun si esto significara sufrir una
debilitante hambre durante veinticuatro horas. Al menos tenía desde su graduación, su trabajo
en el refugio, y se había ido a vivir sola. Todo lo cual se suponía que la hacía independiente.
Lissianna hizo una mueca ante el pensamiento. Independiente. Ella podría alimentarse
ahora, más que depender de su madre para ponerla una intravenosa en su brazo cada mañana,
pero no se alimentaba bien. Muy a menudo, Lissianna se acostaba hambrienta y sufriendo de los
calambres debilitantes que acompañaban tal hambre. Tanto para independencia.
Al menos lograba alimentarse bastante para mantenerse… viva apenas. Sería
probablemente más fácil, sin embargo, si cambiara su carrera.
Después de todo el tiempo y dinero que había puesto en la adquisición de su grado de
asistencia social, Lissianna llegaba a la conclusión que este negocio del refugio no había sido la

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idea más brillante que había tenido alguna vez. Últimamente, había estado jugando con la
posibilidad de marcharse e intentar algo más. Sólo que no había visto una alternativa viable.
Por supuesto, si debía ser curada de su fobia…
Lissianna permitió que entretuviera brevemente la posibilidad. No volver a desmayarse
a la vista de sangre. Ser capaz de alimentarse de sangre empaquetada como todos los demás.
Andar simplemente al refrigerador, sacar una bolsa, y romperla con sus dientes, antes que tener
que buscar una comida en el refugio o en las barras…
Parecía divino. Lissianna lamentaba la necesidad tener de cazar su comida. Ella odiaba
la molestia de ello, y lamentaba ser diferente que el resto de su familia. Ser curado sería la
felicidad, pero una gran parte de ella temía que nunca se libraría de su fobia y dudaba de tener
esperanzas, por miedo a la desilusión que seguiría si no pasara.
Quizás su madre tendría buenas noticias para ella, se dijo Lissianna cuando entró en la
calzada. Sin duda su madre conseguiría de Greg el nombre de un buen terapeuta, antes de
borrarle la memoria de su encuentro.
Era necesario, Lissianna lo sabía, pero descubrió que no estaba del todo contenta de
pensar que él ya no recordaría que existía, lo cual era tonto, realmente. Apenas conocía al
hombre y no había pasado mucho tiempo con él, pero parece ser que no podía olvidaba su beso
compartido y la sensación de él bajo su cuerpo.
Bien, no era importante, se dijo ella. Lo que importó era que su madre podría haber
reservado ya una cita con el psicólogo que Greg había sugerido, y quizás en una semana más o
menos, Lissianna estaría sin la fobia que trastornaba tanto su vida.
Aclamado por aquel pensamiento, aparcó el coche deportivo de su madre, que había
tomado a préstamo para conducir al trabajo, y cruzó el garaje con una primavera en su paso.
Ella no había alcanzado la puerta, cuando Thomas le abrió.
Lissianna hizo una pausa, sorprendida.
—¿Qué sigues haciendo? Es casi el alba. Pensé que todos estarían durmiendo ya.
—Todos los demás, sí —él se movió para que ella pueda entrar, luego cerró la puerta y
esperó mientras ella se quitaba su abrigo y botas—. Hice té.
Lissianna hizo una pausa con una bota y le echó un vistazo cautelosamente. Mientras
muy pocos estaban interesados en la comida después de una cierta edad, todos ellos todavía
bebían bebidas normales. Sin embargo, pareció que el té para dos al amanecer, sugería que
había un problema.
—Había un problema con borrar la memoria de Greg—dijo Thomas, en la respuesta a
su mirada de interrogatorio.
—¿Qué tipo de problema? —preguntó Lissianna con la preocupación.
—Quítate tu otra bota y entra en la sala de estar. El té está allí —anunció él, luego dejó
el cuarto antes de que ella pudiera decir que algo le paraba.
Lissianna se quitó rápidamente su segunda bota y le siguió a la sala de estar. Él le dio
una taza cuando ella se unió a él en el canapé, luego se recostó con su propia taza y tomó un
sorbo, por lo visto con ninguna prisa por explicar las cosas. Lissianna era un poco menos
paciente.
—¿Qué pasó?— preguntó ella, sin hacer caso del té que sostenía.
—Greg —dijo Thomas—. El Doctor Hewitt. Ellos le volvieron a traer. Esta amarrado
otra vez en tu cama.

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—¿Qué?—Lissianna lo miró con incredulidad—. ¿Por qué le devolvieron? Se suponía
que conseguirían el nombre de otro terapeuta y limpiarían su memoria, no que le volverían a
traer aquí.
—Parece que no podían limpiar su memoria —dijo Thomas silenciosamente.
Lissianna le contempló incomprensivo.
—¿No podían?
Él afectó a su cabeza.
—¿Ni siquiera tía Martine pudo hacerlo? —preguntó ella con incredulidad. Martine era
la hermana más joven de su padre y el tío Lucian. Podría haber sido más joven que los dos
hombres, pero era más vieja que la madre de Lissianna y una de las mujeres más poderosas de
su clase. Era incomprensible que ella no hubiera sido capaz de limpiar su memoria.
—Ni siquiera la tía Martine —confirmó Thomas.
—Ah querido. —Lissianna consideró las implicaciones durante un momento, luego
preguntado—. ¿Qué van a hacer?
Él se encogió de hombros.
—No nos dirían. Le devolvieron, le pusieron en tu cuarto, luego se encerraron en el
estudio la mayor parte de la noche. Victoria y Julianna escucharon fuera de la puerta, pero sólo
podrían agarrar una palabra aquí o allí. Ellos oyeron mencionar al tío Lucian y al consejo.
—Ah no —respiró Lissianna —. ¿Y Greg? ¿Cómo se tomó él todo esto? Debe estar
furioso.
—Lo estaba —reconoció Thomas, y sonrió abiertamente—. Él bramaba con todos los
pulmones sobre ser secuestrado por un par de desalmados, sorbe—sangre, hembras de vampiro.
Supongo que él se refería a la tía Margarita y la tía Martine—añadió él inexpresivo, pero
Lissianna no se reía.
—¿Él sabe qué somos?— preguntó ella con el horror—. ¿Cómo?
—¿Cómo crees? No habría sido muy difícil entenderlo. Tía Marguerite dijo delante de
él que él no era tu comida, si no tu terapeuta, y vosotras, las muchachas hablaban de morderle y
sobre la sangre empaquetada en la parte de atrás de la furgoneta durante el camino a la ciudad.
—¿Él nos oyó? —preguntó ella con la consternación.
Thomas asintió.
—Y sin duda, él vio las señales de mordedura.
Lissianna gimió interiormente. Sus señales de mordedura. Caray, ella misma había
causado la parte de este problema. Ahora había entendido lo que eran y su madre y Martine no
podía limpiar su memoria y el Tío Lucian y el consejo podría atraído a esto.
—Yo debería ir a investigarle. —Lissianna comenzó a moverse, pero Thomas la paró,
poniendo una mano en su brazo.
—Espera, primero quiero hablar contigo —dijo él, luego esperado para volver a
sentarse, para decir:
—Algo me ocurrió cuando lo he ido a dejar, y ha estado molestándome desde entonces.
Lissianna levantó sus cejas con curiosidad.
Thomas frunció el ceño ligeramente, como si estuviera inseguro sobre cómo seguir,
luego preguntó:
—¿Cual es el problema que nos hace difícil tener una relación seria con mortales?

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—Con nuestra capacidad de leer sus pensamientos y controlar su comportamiento, no se
hacen nada más que marionetas —contestó Lissianna, sin hasta tener la necesidad de pensar en
ello. Era un problema que había encontrado repetidamente durante los dos siglos pasados.
Todos ellos. De algunos modos, siendo capaz de leer pensamientos no era una bendición, si no
una maldición. Cada uno tenía un pensamiento crítico de vez en cuando, o encontraba a alguien
atractivo, además de su compañero. Era difícil no sentirse herida cuando podrías oír el irritado
pensamiento de tu novio de que eras densa u obstinada. O que no fue nada buena en algo, o
hasta sólo pareció áspera ese día. Incluso peor era cuando él notaba que mona era la camarera y
se preguntaba como sería acostarse con ella. Él no podría hasta tener la intención de hacerlo,
podría ser sólo un pensamiento, pero de todos modos, esto dolía.
También era difícil resistir el impulso de controlar a un compañero cuando querías
hacer algo que él no, o cambiarle de idea cuando tenían un desacuerdo. Con el compañero
equivocado, su clase podría ser monstruos de control tiránicos. Ella lo había visto, con sus
padres.
—¿Y qué dice siempre tía Marguerite sobre un compañero de vida verdadero? —
preguntó Thomas.
—Nuestro compañero de vida verdadero será al que no podamos leer —contestó
Lissianna puntualmente.
Thomas saludó con la cabeza e indicó:
—No puedes leer a Greg.
Lissianna parpadeó, y luego despacio afectó a su cabeza.
—Esto es diferente, Thomas. Él es diferente. Resistente, resuelto. Acabas de decirme
que ni tía Martine pudo borrar su memoria, y mamá se esforzó por controlarle desde el principio.
Él no es…
—Pero todavía pueden ambos leer sus pensamientos, y yo también —la interrumpió él.
Lissianna contempló a su primo, sus pensamientos de repente se arremolinaron.
¿Greg… su compañero de vida verdadero? Seguramente no podía leerle, y su madre siempre los
había aconsejado que la incapacidad de leer a una persona era la señal de un compañero de vida
verdadero, pero no se le había ocurrido que Greg podría ser esto. Ahora lo consideraba.
Ella podría confesar que pareció que doctor Hewitt tenía un efecto singularmente
extraño en ella. En doscientos años, Lissianna nunca había experimentado el nivel de placer y
entusiasmo en los brazos de otro hombre que Greg había manejado con un par de besos. Hasta
él, nunca había encontrado erótico el morder. Y era verdad que en doscientos años, nunca había
encontrado a otro cuyos pensamientos no pudiera leer, pero aun así… Greg era diferente. Su
madre no podía controlarle totalmente como a los otros, y la tía Martine no podía borrar su
memoria. Ella no sabía qué pensar. Lissianna estaba cansada y hambrienta y realmente no podía
aceptar la suposición.
—Sé que te he sorprendido con esta idea, sólo quiero que la tengas en cuenta —dijo
finalmente Thomas, luego inclinó su cabeza, su expresión referida.
—¿Pareces pálida, no te alimentaste esta noche, verdad?
—No tuve la posibilidad —confesó ella cansada.
Thomas vaciló, y luego se puso de pie.
—Tengo una idea. Espere aquí.
Lissianna le miró andar a la barra, luego echó un vistazo alrededor de la sala de estar.
Era en donde habían sostenido el improvisado partido en pijama la mañana antes, y donde ella
había esperado que los demás durmieran otra vez esta mañana. Ella podía haberse unido a ellos

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sólo para ser sociable, pero él había dicho que todos los demás se habían acostado. —¿dónde
está cada uno?
—En la cama. Cada uno se ha ido a casa excepto tía Martine, las muchachas, y nosotros,
así que ahora tenemos dormitorios. tía Marguerite dijo que deberías dormir en la habitación rosa
esta noche —añadió Thomas cuando abrió la nevera.
Ella asintió.
—Cierra los ojos —la instruyó Thomas.
—¿Por qué?— preguntó Lissianna, justo cuando lo hizo.
—Tienes que alimentarte, así que voy a alimentarle —anunció él.
Lissianna se puso rígida.
—No pienso…
—Sólo confía en mí y mantén tus ojos cerrados —dijo Thomas.
Ella se calló y le escuchó cruzando la alfombra, luego sintió que el canapé se movía
bajo su peso.
—Mantén tus ojos cerrados, pero abra la boca y suelta tus dientes. Voy a hacer reventar
un bolso en ellos. Será frío, así que no te asustes y abras los ojos.
Lissianna casi abrió sus ojos por la sorpresa, pero se agarró y los mantenía cerrados.
En cambio, abrió la boca e inhaló, cuando sus dientes se deslizaron.
—Aquí viene —la advirtió Thomas, cuando colocó una mano al dorso de su cabeza
para estabilizarla, entonces el bolso frío fue de repente presionado a su boca y ella oyó un
pequeño pop, cuando sus dientes penetraron la bolsa.
Lissianna se quedó completamente inmóvil, cuando sus dientes hicieron su trabajo,
sorbiendo la sangre y en su sistema. El líquido era frío, no estaba acostumbrada, pero era mucho
más rápido de lo que una IV habría sido. En unos momentos, Thomas la había alimentado con
tres bolsas. La mantuvo con los ojos cerrados, hasta que las acabó.
Lissianna abrió sus ojos cuando él anduvo atrás de sacudirlos en el cubo de la basura
detrás de la barra y sonrió extensamente.
—¿Te he dicho que últimamente eres mi primo favorito?
Thomas sonrió abiertamente.
—Para, me hará sonrojarme.
Riéndose, Lissianna se puso de pie y le dio un beso en la mejilla.
—Gracias.
—De nada. —le acarició la espalda, luego se alejó y se dirigió hacia la puerta—. Debo
acostarme.
—Voy a investigar a Greg, y yo también voy a acostarme,.
—Pienso que deberías hacerlo —reconoció él.
—Buenas noches.
—Buenas noches.

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Capítulo 9
El clic de la puerta fue lo que lo despertó. Abriendo sus ojos, Greg miró fijamente el
techo oscuro, y luego giró su cabeza para observar con atención los alrededores de la habitación
en penumbra. La luz del baño estaba encendida, la puerta se encontraba entreabierta, evitando
que la habitación estuviera totalmente a oscuras.
Reconoció a Lissianna cuando se acercó a la cama, y entonces estuvo inmediata y
completamente despierto. Parecía insegura de su bienvenida, y no podía criticarla. Greg había
estado demasiado complacido de que lo arrastraran de regreso la noche pasada y había sido algo
locuaz al respecto. Probablemente se lo habían dicho. Thomas había entrado y tratado de
hablarle en algún momento, pero no había estado de un humor abierto, y el hombre se había
rendido y dejado que, simplemente, continuara con su vocifero hasta que cayó en un sueño
agotado.
—Debes odiarme.
Greg se calmó ante ese comentario y le miró con ojos agrandados por la sorpresa.
—¿Por qué te odiaría? No eres quien me trajo aquí. A decir verdad, tú me liberaste.
—Sí, pero mi fobia es la que lo puso aquí en primer lugar —señaló.
—Eso no es culpa tuya. Nadie decide tener una fobia —dijo suavemente, la miró
atentamente, conmovido por lo que era.
Un vampiro.
Su llegada y primeras palabras habían expulsado ese hecho de su mente, pero ahora lo
enfrentó. Esa hermosa rubia de plateados ojos azules que lo había besado y acariciado y le había
hecho un chupón —que no era un chupón—, era un vampiro.
Greg apenas podía creer que estaba pensando esas cosas. Era psicólogo, por el amor de
Dios. Si un paciente hubiera entrado en su oficina y anunciado que había sido mordido por un
vampiro, lo habría diagnosticado como alucinatorio, o paranoico alucinatorio o cualquier otra
cosa que se pudiera traducir por demente. Y sin embargo, allí estaba tendido, habiendo sido
arrastrado a un nido de vampiros de algún modo.
A pesar de la línea que estaban siguiendo sus pensamientos, Greg no había estado
seguro sobre lo que había pasado hasta que Martine y Marguerite aparecieron en su puerta.
Ninguna de ellas debería haber sido capaz de forzarla de la forma en que lo hizo Marguerite
para luego caminar tranquilamente dentro de su living para alcanzarlo. Pero el factor
verdaderamente decisivo fue lo que Marguerite había dicho cuando Martine había descubierto
su lista de vampiro / no vampiro sobre la mesa de café. La madre de Lissianna había palidecido,
parecido desdichada, y dicho:
—Sabe qué somos. Eso explica en parte por qué es tan difícil controlarlo. ¿Ahora qué
hacemos?
—Bien —había dicho Martine suavemente—. Eché un vistazo dentro de su cerebro,
Marguerite, y él verdaderamente…

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Greg no había captado más de su conversación. Martine había permanecido de pie y
había instado a Marguerite a alejarse algunos metros para hablar en susurros. La cosa
interesante era que en cuanto Martine hubo dejado de tocarlo y se hubo alejado, Greg se había
encontrado libre de la coacción de quedarse sentado sobre el sofá. Su mente era suya de nuevo y
se había llenado inmediatamente con pensamientos aterrorizados de qué debía hacer: huye,
llama a la policía, o has las mil y una preguntas sobre estos seres que están atestando tu mente.
Greg se había encontrado dividido en dos. La mitad de él estaba absurdamente
aterrorizado; la otra mitad, tenía una curiosidad infernal.
Antes de que pudiera determinar con qué mitad proseguir, las mujeres se habían
enderezado, y Martine estaba de regreso a su lado, tomando su brazo otra vez. Greg se había
visto impulsado por una nueva compulsión. Había salido del departamento con las dos mujeres,
subido al ascensor, salido del edificio y sentado en la misma camioneta que Lissianna y sus
primos habían usado para transportarlo a casa.
Esta vez se había acomodado sobre el primero de los dos asientos de atrás de la
furgoneta. Martine se había sentado a su lado durante el viaje de regreso a la casa. Una vez ahí,
había caminado al mismo dormitorio, entrado en él y permitido que lo ataran otra vez.
Greg no había empezado a gritar y luchar hasta que habían terminado de amarrarlo y
Martine había liberado su brazo. Sus pensamientos habían vuelto a pertenecerle inmediatamente,
y se había sentido frustrado y furioso por encontrarse otra vez cautivo en esa cama. Greg había
vociferado y despotricado contra ellas, pero las mujeres simplemente habían hecho caso omiso
de él y se habían alejado. Eso, sin embargo, no lo había detenido; había continuado bramando
con toda la fuerza de sus pulmones hasta quedar ronco y, finalmente, sin voz.
Se sentía mucho más en calma esta mañana. Greg sospechaba que debería estar
aterrorizado o algo por el estilo, pero encontraba un poco difícil tener miedo de Lissianna... O,
ya sea, de cualquiera de sus primos. Era difícil ser temeroso de las personas a quienes has visto
en sus pijamas. Pijamas con Muñequitas bebé y Spiderman no son algo capaz de inspirar miedo.
Se reservaba su opinión respecto a Martine y Marguerite. Por alguna razón, las encontraba a
ambas bastante intimidantes.
—Así que —dijo finalmente—, todos ustedes parecen muy buena gente para estar
muertos.
Lissianna parpadeó, obviamente horrorizada ante sus palabras. No tan escandalizada
como lo estaba él, Greg no podía creer que hubiera dicho eso. ¡¡Dios mío!! Era tan zalamero.
No era de extrañar que su familia pensara que necesitaba que lo ayudaran a encontrar una mujer.
—No estamos muertos —dijo Lissianna, y Greg dejó de patearse mentalmente en el
culo por su estupidez para mirarla atentamente, sin comprender.
—Pero son vampiros. Nosferatu. El no—muerto... —Parpadeó ante sus propias palabras,
y luego dijo—: ¡Oh! sí, ya veo. Eres un no—muerto.
Antes de que Lissianna pudiera confirmar o negar eso, preguntó:
—Ahora que me has mordido, ¿me convertiré en un vampiro, también? ¿O sólo estoy
en la etapa de tipo Renfield donde empezaré a comer bichos?
—No te has convertido en vampiro, y no, no tendrás repentinamente un impulso
inexplicable de comer bichos —le garantizó Lissianna pacientemente.
—Eso es bueno. Odio los bichos. En verdad lo hago, tengo una fobia terrible en lo que
se refiere a ellos.
Ella parpadeó con sorpresa.
—Tratas las fobias, ¿y tienes una?
Se encogió de hombros, viéndose frustrado.

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—Es el viejo refrán; un plomero tiene tubos agujereados, el contador llega siempre
tarde con sus impuestos...
—Y el experto en fobias tiene una fobia propia —terminó divertida y luego añadió con
seriedad—: No estamos muertos, Greg.
Greg levantó sus cejas.
—¿Así que, son vampiros, pero no muerto ni no—muertos?
—Justamente, aunque no usaría el término vampiro frente a Mamá. Lo odia — informó
Lissianna—. La mayoría de los vampiros más viejos lo hacen.
—¿Por qué? Es lo que tú eres, ¿no? —indagó.
Vaciló, pero luego explicó:
—Vampiro es un término mortal. No lo escogimos. Además, la palabra trae muchas
connotaciones desagradables... Drácula, demonios.
Se encogió de hombros.
—Así que tú no eres un demonio, es bueno saberlo —dijo irónicamente y luego
preguntó—: ¿Y cuan vieja eres?
Lissianna permaneció mucho tiempo en silencio, él no creyó que fuera a responder,
pero entonces se sentó en el costado de la cama, miró atentamente sus manos, frunció sus labios,
y admitió:
—Nací en 1798.
Greg había oído perfectamente, eso era increíble
—¿1798?
Mi Dios, tenía doscientos dos años, esa era su edad, comprendió, ¿e irónicamente él se
había retirado preocupado de que pudiera pensar que era demasiado viejo para ella? Agitando su
cabeza, preguntó:
—¿Pero tú no estás muerta?
—No —dijo firmemente.
Greg frunció el ceño y señaló:
—Pero de acuerdo con todos los libros y películas, los vampiros están muertos.
—De acuerdo con muchos libros y películas, los psicólogos y psiquiatras son psicópatas
asesinos —respondió—. Piensa en Dressed to Kill o Silence of the Lambs.
—Touché —admitió divertido.
Quedaron en silencio por un minuto, luego Lissianna dijo:
—Como con todo, los relatos sobre nuestra clase se han ido distorsionando con los
siglos.
Greg consideró eso brevemente, y preguntó:
—¿Cómo de distorsionados están esos relatos? ¿Tú estás maldita y sin alma?
Ella sonrío francamente divertida.
—No, no estamos malditos, no carecemos de alma, y el ajo y los símbolos religiosos no
tienen ningún efecto sobre nosotros.
—¿Pero bebes sangre?
—Necesitamos sangre para sobrevivir —concedió.

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—Esto es disparatado —dijo Greg pensando en voz alta, rebelándose a aceptar lo
inaceptable—. Vampiros, viviendo para siempre, alimentándose de sangre... Son ficción, un
mito, leyendas.
—La mayoría de las leyendas y mitos están basados en un poco de realidad —dijo
tranquilamente.
Ojos de Greg se abrieron alarmados.
—¿Y los lobizones y esas cosas?
—¡Oh! Bien, tú eres psicólogo —dijo divertida—. Seguramente investigaste la
licantropía.
—Es una psicosis donde el paciente tiene ilusiones de que es un lobo.
—Allí llegaste al punto.
¿Qué significaba eso?, se preguntó Greg. Realmente no creía en tales cosas como
lobizones, pero tampoco había creído en vampiros antes. Este trabajo realmente había puesto
patas para arriba su sistema de creencias. No sabía qué pensar.
—Siento haberte mordido.
La voz de Lissianna lo trajo de regreso de sus pensamientos, lo que probablemente era
una algo bueno. Podría volverse loco con todas esas ideas pasando por su cabeza. Después
creería en hadas y duendes.
—Fue un error —añadió ella suavemente—. Cuando te vi atado en la cama con un
moño alrededor de tu cuello pensé que eras mi regalo de cumpleaños... lo cual eras. Sólo que no
me di cuenta de que tenías que tratar mi fobia. Supuse que tú eras.... Un gusto especial.
—¿Un gusto especial? —Greg hizo eco de su delicada expresión con incredulidad—.
¿No quieres decir que pensabas que era la cena?
Ella hizo una mueca y tuvo el buen talante de tirar de la cadena culpablemente, y Greg
se apenó por haberle dicho eso. No estaba demasiado enfadado con ella por morderlo. Era difícil
estar furioso por algo que había disfrutado tanto, y Greg lo había disfrutado. Sólo recordarlo
bastaba para ponerlo duro.
—Así que, eres un vampiro con hemaphobia —dijo cambiando el tema.
—Ridículo, ¿no? —murmuró entre dientes, disgustada consigo misma—. Sé que no
debo tener miedo a la sangre, que no hay porque temerle, pero...
—Las fobias no son sensatas. Tengo un cliente que mide uno ochenta y pesa noventa
kilos y está totalmente aterrorizado por las diminutas arañas enanas. Las fobias definitivamente
no son juiciosas —le aseguró, entonces se le ocurrió otro pensamiento y preguntó—: ¿Qué hay
sobre la luz del sol?
—¿La luz del sol? —preguntó con aire vacilante.
—De acuerdo con la leyenda, la luz del sol destruye a los vampiros —señaló.
—¡Oh! Bien.... —Vaciló, y al instante dijo—: Le hace el mismo daño a nuestros
cuerpos que el que le hace al tuyo, pero es un poco más peligroso para nosotros porque nuestros
cuerpos usan sangre en para acelerar la reparación del daño... Lo cual, por consiguiente, nos
deshidrata, lo que quiere decir que necesitamos más alimento. En los viejos días evitábamos la
luz del sol como para no tener que alimentarnos más a menudo. La alimentación era un asunto
peligroso en esa época. Podía provocar que nos descubrieran.
—¿Y ahora?
—Ahora, la mayoría de nosotros usamos bancos de sangre para alimentarnos, pero
muchos todavía evitan el sol a fuerza de costumbre, o como un mecanismo útil. El tener que

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acarrear refrescos de sangre en lata para reaprovisionarnos puede ser un verdadero dolor de
cabeza.
Greg asintió con la cabeza en reconocimiento.
—¿Si no estás maldita o muerta, qué eres tú?
Lissianna consideró el tema por un momento, y entonces dijo:
—Supongo que sería más fácil de entender si te lo explico desde el comienzo.
—Por favor.
Anoche había estado furioso al encontrarse aquí otra vez en contra de sus deseos, o más
específicamente, sin ser que se le diera elección, pero ahora.... Bien, si la verdad fuera dicha,
Greg era extremadamente curioso.
Intelectualmente hablando, todo esto resultaba muy fascinante. Era como descubrir que
había un Santa. Mejor, mucho mejor.
—Has oído hablar de la Atlántida.
No era realmente una pregunta, pero Greg gruñó un “Sí” a pesar de estar un poco
confundido sobre qué tendría que ver la mítica nación con los vampiros —La civilización
perdida, Platón, Poseidón, Creita. Un paraíso con personas adineradas quienes disgustaron a
Zeus siendo avaras—, recordó de sus cursos en la universidad.
—Zeus los castigó convocando a todos los dioses y pasándoles un trapo por encima.
—Eso es lo que los libros dicen —acordó Lissianna con una pizca de diversión.
—¿Qué tiene que ver la mítica Atlántida con el hecho de que seas un vampiro?
—Atlántida es tanto mito como el de los vampiros —anunció—. Era una civilización
muy avanzada, y justo antes del final, los científicos desarrollaron allí un tipo de nano.
—¿Esas computadoras diminutas? —preguntó Greg.
—Sí —dijo—. No finjo comprenderlo todo. Nunca he encontrado la ciencia realmente
interesante. Mi hermano, Bastien, podría explicártelo más claramente, pero básicamente,
combinaron la nanotecnología con una suerte de bio algo.
—¿Bioingeniería? —curioseó.
—Algo por el estilo —admitió—. Combinaron las dos tecnologías para crear nanos
microscópicos que podían ser arrojados al flujo de sanguíneo, donde vivirían y se reproducirían.
—No comprendo qué tiene que ver con que…
—Estos nanos fueron programados para reparar tejidos — interrumpió Lissianna—.
Iban a funcionar como ayudas médicas para colaborar en la cura de personas gravemente
heridas o enfermas.
Greg arqueó una ceja.
—¿Y funcionaron?
—¡Oh! Sí. Funcionaron mejor de lo que cualquiera hubiera esperado. Una vez dentro
del cuerpo, no sólo repararon los tejidos dañados, destruyeron cualquier infección y regeneraron
todo el tejido destruido o muerto.
—Ah —dijo Greg, comprendiendo repentinamente por qué le estaba contando sobre
Atlántida—. Y gracias a estos nanos es cómo vives tanto tiempo y permaneces tan joven.
—Sí. Fue un efecto secundario inesperado. Fueron programados para autodestruirse
cuando el daño en el cuerpo estuviese reparado, excepto que…

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—El cuerpo está constantemente bajo el ataque de la luz del sol, la contaminación, y el
simple envejecimiento —terminó Greg por ella.
—Sí. —sonrío complacida con su reconocimiento—. Mientras hay daño para reparar,
los nanos vivirán y crearán a otros de su clase, usando parte del flujo de sangre. Y siempre hay
daño para reparar.
Greg cerró sus ojos, su mente girando con los conocimientos que acababa de darle.
Planteaba tantas preguntas como las que respondía.
—¿Y la sangre? Tú la... Err... comes, ¿no es así? ¿Es porque los nanos usan la sangre?
—Sí. La usan para cargar combustible y hacer las reparaciones. Cuanto más daño, más
sangre se necesita. Pero incluso con sólo el daño del día a día, el cuerpo no puede proporcionar
la suficiente sangre para satisfacerlos.
—Así que tienes que beber sangre para alimentar a los nanos —razonó él.
—Sí. Béberla o hacerse transfusiones.
—¿Transfusiones? —repitió complacido de escuchar una palabra común en esta
conversación—. ¿Así que es realmente más o menos como la hemofilia? Un tipo de trastorno
sanguíneo... —entonces hizo una pausa y añadió irónicamente—: Salvo por el hecho de que tú
eres de una antigua, pero científicamente, avanzada raza. —se pausó cuando una idea lo
enredó—. Pero naciste sólo hace poco más de doscientos años. Tú no eres de la Atlántida. ¿Es
pasado de madre a hijo?
—Me fue pasado a través de mi madre —asintió Lissianna—. Pero mi madre no nació
con ellos.
—¿Tu padre? —preguntó, y se dio cuenta de que no había preguntado cuántos años
tenía Jean Claude Argeneau cuando murió un par de años atrás—. ¿Qué edad tenía tu padre?
—Él, su hermano gemelo, y sus padres estaban entre ésos que huyeron de la Atlántida
cuando cayó. Tía Martine nació un par de cientos de años después.
Su padre y su familia habían huido de la Atlántida cuando cayó, consideró en silencio.
¿Cuándo había sido eso? No estaba seguro. Indudablemente antes de los romanos, antes del
nacimiento de Cristo.... Mi Dios, no valía la pena pensar en ello.
—Mi padre introdujo los nanos en mi madre cuando se casaron —añadió Lissianna
cuando su silencio continuó.
Greg comenzó a procesar las noticias.
—Así que cualquiera podría....
—No tienes que nacer como uno —admitió suavemente cuando él hizo una pausa—.
Al principio fueron introducidos a la sangre por vía intravenosa y todavía pueden serlo.
—Y la sangre no tiene que ser necesariamente consumida —dijo, su mente regresaba a
ese punto. No sabía por qué. Puede que porque así lo hacía parecer no más extraño que el
trastorno sanguíneo de un hemofílico.
—Sí, pero es algo —trató de encontrar la comparación correcta con la comida y
explicó——Piensa en la diferencia de tomar un trago de agua a esperar que te ingresen ese
mismo líquido por una solución salina con un vía intravenosa.
—Supongo que eso era inconveniente para ti cuando los demás simplemente pueden
tomarse el trago e irse —dijo, luchando por comprender.
—No es que fuera inconveniente —expresó en murmullos—. Mamá solía esperar hasta
que estaba en cama para pasar el día antes de traer la sangre y el IV. Comía mientras dormía. No
era muy inconveniente en absoluto, pero...

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Vaciló, y luego admitió:
—Me hacía sentir como una niña dependiente, tan vulnerable como los pajaritos que
necesitan a sus madres para digerir el gusano y dárselos en al pico. Era dependiente.
—¿Y ahora no lo eres? —preguntó Greg.
—Ahora me alimento —respondió con orgullo pero, a continuación, admitió un poco
irónicamente—: No siempre bien, pero como.
—¿Si eres hemofóbica, cómo comes?
Suspiró.
—Greg no creo…
—¿Cómo? —Insistió, aunque pensaba que ya sabía la respuesta. Si se desmayaba al ver
sangre, entonces la única alternativa abierta a ella. Sin que alguien le pusiera un IV… era
morder cuando lo necesitara.
—A la vieja manera —admitió ella finalmente.
—¿Es culpabilidad lo que escucho en tu voz? —preguntó con sorpresa. Aunque a él
mismo le parecía que el que pensara en usar a las personas para conseguir su sangre la convertía
en una especie de macabra versión femenina de Drácula, no había esperado que a ella le
molestase.
—Los bancos de sangre se convirtieron en la principal fuente de alimentación para la
gente desde hace, aproximadamente, cincuenta años. Todos cambiaron, y empecé a ser
alimentada por vía intravenosa —explicó—. Después de cincuenta años de no comer
directamente de los mortales puedes llegar a convencerte a ti mismo que ellos y la bolsa de
sangre del IV no tienen nada que ver. Los mortales sólo se hacen vecinos y amigos y…
—Comprendo —interrumpió Greg, y lo hacía. Supuso que era similar al fenómeno que
los seres humanos disfrutaban, donde la carne venía envuelto en paquetes pequeños ordenados y
uno podía olvidar que la ternera que estaban comiendo venía del pequeño y lindo ternerito con
piernas larguiruchas y ojos grandes.
La mente de Greg se desvió hacia la conversación que había tenido con Thomas su
primera noche allí, cuando el hombre había alegado el caso de Lissianna, explicando que su
fobia estaba causando que todos ellos se preocuparan de que pudiera terminar de la misma
manera que su padre. Caviló sobre el tema, su mente relacionaba las cosas lentamente.
Lissianna se había esforzado por tratar de mejorar en función de su madre: se graduó, consiguió
un trabajo, y su propio departamento. Ella…
—Tú trabajas en el refugio —dijo con comprensión.
—Sí, —dijo cautelosamente.
—Comes allí —no era una pregunta. Eso era lo único que tenía sentido. Si se estaba
alimentando a la vieja usanza y se había graduado y conseguido un trabajo, probablemente
había escogido un trabajo donde pensaba que podría comer mejor.
—Pensaba que podía ayudar a las personas y atender mis propias necesidades al mismo
tiempo —explicó.
Greg inclinó la cabeza. Tenía sentido. Ayudaría a facilitar cualquier culpabilidad que
sintiera por volver a comer después de haberlo hecho por vía intravenosa durante tanto tiempo.
—También pensaba que las personas en el refugio cambiarían todas las noches.
—¿No lo hacen? —preguntó Greg con sorpresa. No estaba demasiado al tanto en lo
referente a los refugios.

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—Desafortunadamente, no. A menudo son las mismas personas una y otra vez por
meses, aunque hay algunos que vienen y se van.
—Pero muchas personas sin hogar son alcohólicos o drogadictos —señaló,
comprendiendo cuál era la preocupación de la familia. Si la mayor parte de los asistentes al
refugio tenían un problema de abuso de drogas, y estaba comiendo de ellos... con regularidad,
eso era un problema.
—Algunos lo hacen —dijo muy bajito—. No todos. Para algunos el alcohol o las drogas
son lo que los dejó en la calle; perdieron sus trabajos, familias, casas... Para otros, las
circunstancias los dejaron sin hogar, y pueden beber ahora o tomar drogas para olvidar su
situación durante un tiempo. Pero no todos son adictos.
Greg sonrío ante su tono débilmente defensivo. Obviamente le importaban las personas
del refugio como algo más que la cena. Era bueno saberlo.
—Pero muchos de ellos no están sanos —continuó ella—. Tienen poco o nada de
dinero y no comen apropiadamente. Algunos solamente consiguen una comida al día,
desayunan en el refugio por la mañana.
—Es por eso que tu familia está preocupada y quiere que yo cure tu fobia —supuso
Greg—. Si no estás comiendo de los alcohólicos o drogadictos y estás comiendo de personas
que no comen sanamente tú no estás comiendo sanamente.
—Sí —hizo una mueca—. Subsisto a base del equivalente de una dieta de ayuno; llena
como para aplacar el hambre pero contiene pocos nutrientes. Creo que realmente esto molesta a
mamá tanto o mucho más que el alcohol.
Greg asintió con la cabeza, pero no podía apartar la mirada de su boca. Nunca había
prestado mucha atención a sus dientes, su atención hasta ahora se había enfocado en sus labios y
en lo que le gustaría que ella hiciera con ellos. Sin embargo, ahora pensaba que, en algún
momento, debió haber notado sus colmillos.
—¿Puedo ver tus dientes?
Lissianna se calmó, sus ojos se clavaron en su cara.
—¿Por qué?
—Bien... —Greg cambió su peso y frunció el ceño—. Creo principalmente en lo que tú
me cuentas de tu gente. Vi las marcas del mordisco; sé que he sido controlado, pero...
—Pero quieres más pruebas. La prueba física —conjeturó, vacilante.
—Lo siento, pero lo que estamos hablando aquí es bastante increíble —señaló él—.
¿Vampiros de Atlántida que no están malditos, ni carecen de alma pero viven para siempre y se
mantienen jóvenes y saludables? Es como si me preguntaran si creo en el conejito Pascua.
Lissianna asintió con la cabeza en reconocimiento, pero todavía vaciló otro momento
antes de abrir su boca, mostrando sus dientes. Eran tan blancos y rectos como perlas, pero…
—Ningún colmillo —dijo decepcionado.
En respuesta a su comentario, Lissianna se acercó un poco más. Él vio que sus ventanas
nasales se dilataban ligeramente cuando aspiró, y sus colmillos cambiaron, se deslizaron
suavemente afuera como si bajaran por una guía formada por sus otros dientes. Los dos
colmillos largos y afilados sobresalían repentinamente de su boca.
Greg se sintió pálido y e inquieto.
—Y eso —se detuvo para limpiar su garganta cuando porque su voz sonó
anormalmente aguda, trató entonces otra vez—, ¿eso duele?
Lissianna dejó que sus dientes se deslizaran a su posición de descanso antes de tratar de
hablar.

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—¿Te refieres a cuando los dientes se extienden o se retraen?
Asintió con la cabeza, sus ojos todavía fijados en su boca.
—No.
—¿Cómo lo hacen?
—Deduzco que es como las garras de un gato —dijo con un encogimiento de hombros,
luego levantó una mano para ocultar un bostezo antes de terminar—, al menos eso es lo que mi
hermano Bastien dice.
—¿Así que, tú naciste con ellos? —inquirió Greg, y cuando ella asintió con la cabeza,
preguntó—: Excepto que seguramente tus antepasados, me refiero a los Atlantes originales, no
tenían colmillos, ¿o sí?
—No. Mis antepasados son tan humanos como los tuyos.
Greg no pudo ocultar la duda de su cara, y frunció el ceño.
—Lo somos —insistió ella—. Somos sólo.... —Luchó brevemente por encontrar las
palabras y dijo—: Sólo evolucionamos un poco diferente. Los nanos nos forzaron a que
desarrolláramos ciertos rasgos que nos resultaran útiles y nos ayudaran a sobrevivir.
Necesitamos que la sangre nos sostenga así que...
—Así que por eso están los colmillos —terminó Greg por ella cuando la notó titubear.
Lissianna asintió con la cabeza y bostezó otra vez, entonces dijo:
—Probablemente debería acostarme.
Greg frunció el ceño. Era de mañana para él, y estaba totalmente despierto y
endemoniadamente curioso, pero también sabía que ella trabajaba en el refugio por las noches y
que era su hora de dormir. Luchó con su conciencia por un momento, pero su egoísmo ganó.
—¿No puedes quedarte un poco más? Aquí, siéntate a mi lado e inclínate contra la
pared. Será más cómodo para ti —sugirió, haciéndose a un lado tanto como sus manos atadas se
lo permitieron.
Lissianna vaciló, y luego se acercó para sentarse a su lado en la cama. Mulló su
almohada, acomodándola en su brazo, se apoyó entonces contra él y se puso cómoda.
Greg la miró, pero su mente estaba en lo bien que olía, realmente bien, y estaba lo
suficientemente cerca como para que pudiera sentir el calor irradiando de ella. Luego de un
momento, se las arregló para llevar su mente de regreso a las preguntas que giraban en su
cabeza.
—¿Qué más? ¿De qué otras maneras los hicieron evolucionar los nanos?
Lissianna hizo una mueca.
—Tenemos una visión nocturna excelente, y somos más rápidos y más fuertes.
—Para ver y cazar a tu presa. Los han convertidos en perfectos depredadores nocturnos.
Hizo una mueca ante la descripción, pero asintió con la cabeza.
—¿Y el control de la mente?
Lissianna suspiró.
—Hace más fácil alimentarse. Permite que controlemos a nuestros anfitriones o
donantes, y limpiemos sus recuerdos de la experiencia después. Podemos protegerlos de sentir
el dolor mientras comemos, y los hacemos olvidar qué ocurrió, lo que era más seguro tanto para
los donantes como para nosotros.

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—¿Así que qué salió mal conmigo? —preguntó Greg con curiosidad cuando ella
bostezó otra vez.
Lissianna vaciló.
—Algunos mortales son más difíciles de controlar que otros. Tú pareces ser uno de
ellos.
—¿Por qué?
—Quizás tienes una mente más fuerte —se encogió de hombros—. Verdaderamente no
lo sé. Aunque había oído hablar de casos como el tuyo, ésta es la primera vez en que tropiezo
con uno. Lo único que sé es que yo no puedo leer tu mente en lo absoluto, mucho menos
controlarte, y mamá pasó apuros contigo desde el principio.
—Dijo algo sobre no ser capaz de controlarme cuando entraron en mi departamento
primero, pero no parecieron tener ningún problema para traerme de regreso anoche —dijo Greg
secamente, frunció el ceño, y añadió—: o quizás fue esa mujer, Martine. Se aseguró de tocar mi
brazo. Lo sujetó todo el tiempo hasta que me ataron, y al minuto de soltarme mi mente se
aclaró; pero la noche anterior, me tomó un par de minutos después de que tu madre me dejara
para volver a pensar claramente y darme cuenta de lo que había hecho y la situación en la que
estaba.
Lissianna dejó escapar un agudo suspiro y frotó sus ojos cansadamente.
—Tienen que entrar en tu mente, y necesitan estar tocándote para hacer la conexión
ahora.
Greg tuvo el presentimiento por su expresión que por alguna razón no pensaba que
fuera algo bueno. El creía que sí. No le gustaba la idea de ser controlado en absoluto así que el
hecho de que les estuviera poniendo las cosas más difíciles, a él le resultaba algo gratificante.
Echó un vistazo a su expresión y lo único que notó fue que sus ojos se cerraban de
golpe.
Lissianna se había quedado dormida.

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Capítulo 10
Lissianna estaba somnolienta y para nada interesada en despertarse, pero algunas
sensaciones que había vislumbrado cuando la conciencia comenzó a tirar de ella la incitaron a
despertarse. Trató de acurrucarse profundamente en el nido de almohadas y hacer caso omiso de
ellas, pero no había mucha elasticidad en su almohada y no había ninguna manta en absoluto.
Frunciendo el ceño, parpadeó mientras abría los ojos.
La mente semiinconsciente de Lissianna tardó un momento en llegar a la conclusión de
que no era una almohada sobre lo que su cabeza estaba acomodada, sino un pecho. Se dio
cuenta de que se había quedado dormida mientras hablaba con Greg y que, en algún momento
del día, aparentemente se había abrazado a él. Conteniendo el aliento se calmó y luego empezó a
alejarse, únicamente para congelarse al ver a sus primos. Los seis reunidos alrededor de la cama,
notando que la miraban a ella y a Greg con desmedido interés.
Lissianna abrió su boca para hablar, pausó entonces y echó un vistazo hacia Greg para
encontrar sus ojos abiertos y fijos en ella. Se incorporó rápidamente y echó un vistazo hacia sus
primos, encontraba más fácil mirarlos a ellos que a él en ese momento.
—¿Qué pasa?
—Estamos hambrientas —anunció Juli—. No hemos comido desde tu fiesta.
—Las gemelas no están acostumbradas a una dieta líquida, y las punzadas de hambre
las despertaron — dijo Elspeth en tono apenado.
—Comprobaron en la cocina, pero Tía Marguerite no consiguió comprar comestibles
como planeaba porque trajeron a Greg. Así que me despertaron para ver si estabas de acuerdo
en que ordenaran algo para comer.
—Pero las pizzerías y los restaurantes chinos no abren hasta dentro de un par de horas y
Tía Marguerite vive lo suficientemente lejos como para pedir otro tipo de entrega a domicilio —
trató de explicar Jeanne Louise—. Así que sugerí que despertáramos a Thomas para ver si los
conducía a un restaurante para desayunar, y luego tal vez a una tienda de comestibles.
—¿Cómo terminaste entrando tú aquí? —preguntó Lissianna a Jeanne Louise, un tanto
confusa.
—Confundieron la habitación de Elspeth con la mía y me despertaron por error. —dijo
Jeanne Louise encogiéndose de hombros.
—Cuando explicaron que estaban buscando a Elspeth, me apunté.
Lissianna lanzó un gruñido. Eso explicaba por qué todos los demás estaban despiertos
excepto Mirabeau, pero antes de que pudiera preguntar, Mirabeau anunció:
—Mi cuarto está entre el de Jeanne Louise y Elspeth. Todo el alboroto me despertó.

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—Y cuando me visitaron para preguntarme sobre un paseo, sugerí que verificáramos y
viéramos si Greg estaba también hambriento —anunció Thomas, explicando su presencia
alrededor de la cama.
—¡Oh! —se volteó para echar un vistazo a Greg.
—Está muerto de hambre —anunció secamente Mirabeau.
—¿Tú puedes leer su mente también? —preguntó Lissianna, recordando su
conversación con Thomas la noche anterior.
—Acababa de decirnos que estaba muerto de hambre antes de que tú te despertaras —
explicó Mirabeau, y añadió—: pero, sí, puedo leerlo.
Lissianna frunció el ceño ante estas noticias, dejó que su mirada se extendiera por sus
otros primos y entonces preguntó:
—¿El resto de ustedes también puede leerlo? ¿Seguramente no soy solamente yo
quién…?
—Puedo leerlo —anunció Juli—. Piensa que eres hermosa por la mañana, con el
cabello revuelto al levantarte de la cama.
Lissianna levantó una mano a su pelo con consternación y pudo sentir que era un
desorden nudoso.
—Se está preguntando si tienes aliento matutino —añadió Vicki con una risita tonta.
Lissianna cerró la boca, segura de que probablemente lo tuviera.
—Se alegra de saber que no estás muerta y piensa que para ser un racimo de
sanguijuelas somos una bonita familia —Elspeth sonrío a Greg—. Nos gusta usted, también.
—Gracias —farfulló.
—Quiere verte curada, pero considera que otra persona debe hacerse cargo de la
verdadera terapia porque está interesado en ti en formas en que no es ético que un terapeuta esté
interesado — anunció Jeanne Louise, mostrando que ella, también, podía leerlo. A Greg le
dijo—: Admiro tu ética, pero éste no es realmente uno de tus casos estándar, ¿no? Quiero decir,
¿seguramente no puedes sujetarte a las mismas reglas éticas que si estuvieras entendiéndola en
tu oficina como paciente?
—Yo… Er.... —Greg sacudió su cabeza—. Soy de una familia muy unida, pero esto es
como que un poco mucho.
—Denle un respiro, niñas, — dijo Thomas, divertido—. El pobre tipo no está
acostumbrado a estas cosas. Además, puedo leer su mente también, y no está bromeando sobre
estar muerto de hambre. No ha comido desde el viernes por la tarde. Tampoco tiene ninguna
intención de tratar de escaparse así que sugiero que lo llevemos a él y a las gemelas a un
restaurante que sirve desayunos todo el día, recojamos algunos comestibles y regresemos.
—Thomas, no pienso que ésa sea una buena idea —dijo suavemente Mirabeau.
Thomas le echó un vistazo, y simplemente dijo:
—Tú puedes leer su mente. Léelo, Beau.
Mirabeau vaciló, y luego fijó su mirada en Greg, y Lissianna decidió echarle un vistazo
también, pero cuando trató de leerlo, otra vez se enfrentó con una pared de ladrillo salida de la
nada. Esta vez no sólo estuvo confundida por su incapacidad de traspasar sus pensamientos,
estaba también algo alarmada. Todos los demás podían leerlo. ¿Por qué ella no podía? Su
conversación con Thomas sobre que los compañeros de vida no podían leerse la mente le vino a
la memoria, pero antes de que pudiera considerarlo más profundamente, Mirabeau dijo:
—Tienes razón, Thomas. Puede ir también.

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No sabía qué era lo que Mirabeau había visto en su mente para convencerlo de que era
seguro sacarlo, que no trataría de escaparse.
—¡Tenemos que ducharnos y cambiarnos! —exclamó, repentinamente, Juli con pánico.
—Y maquillarnos —añadió Vicki, y Lissianna observó a la pareja correr hacia la puerta
en sus baby dolls; echó un vistazo a los otros, notando que todos estaban todavía en ropa de
dormir.
—¿Nos reencontramos en media hora? —sugirió Thomas mientras se dirigía hacia la
puerta.
Elspeth resopló mientras lo seguía.
—Tienes que estar bromeando. Les tomará mucho más que eso a las gemelas
simplemente determinar qué llevar. Es mejor que lo hagamos en una hora.
—¿Y Greg? —preguntó Jeanne Louise, atrayendo la atención de todos. Cuando giraron
para mirarla, señaló—: Ha dormido con la ropa puesta y podría querer una ducha y cambio de
ropa también.
Lissianna echó un vistazo a Greg y la asaltó la culpa de no haber pensado en esto. El
hombre todavía estaba llevando la camisa y los vaqueros que tenía puestos cuando llegó a la
casa, la ropa que obviamente había estado llevando cuando había sido traído allí anoche.
—Es un poco más grande que yo, o le prestaría algo —dijo Thomas. Aunque Thomas y
Greg tenían más o menos la misma altura, Greg era más amplio de pecho y hombros, tenía una
figura más parecida a la de sus hermanos.
—Debe caber en la ropa de tus hermanos, — señaló Jeanne Louise, sus ideas
aparentemente corrían a lo largo de la misma línea que las de Lissianna—. También dejan ropa
aquí. Iré a buscar algunas y las traeré.
—Gracias —dijo mientras los cuatro dejaban la habitación.
—Es mejor que me arregle también —murmuró Lissianna, evitando encontrarse con la
mirada de Greg cuando se deslizó de la cama.
Se encontraba repentinamente muy consciente de cómo debía verse, todo un desorden, y
su cara sin maquillaje, adormilada, la ropa arrugada, su pelo. Nunca llevaba mucho maquillaje
de todos modos, pero igualmente...
Lissianna caminó hasta el tocador, agarró un par de bragas y un sostén del último cajón,
se detuvo en el ropero para jalar un par de vaqueros y una camiseta y luego se adentró en el
baño. Una mirada de sí misma en el espejo la hizo gemir. Lo del cabello revuelto al levantarse
de la cama no era una broma. Se veía como si alguien hubiera batido su pelo con una batidora.
Haciendo una mueca, decidió que una buena dosis de crema de enjuague era,
probablemente, lo único que podría conseguir liberar su pelo de esos nudos por lo que tendría
que tomar una ducha sí o sí.
Quince minutos después Lissianna estaba duchada, cambiada, había cepillado sus
dientes, se había puesto un poco de lápiz labial y estaba a punto de secar su pelo cuando se dio
cuenta de que había dejado Greg, desconsideradamente, atado a la cama.
Dejando su secador de pelo, salió rápidamente al dormitorio, disculpándose mientras lo
hacía:
—Lo siento, Greg. Debí haberte desamarrado en lugar de sólo despegar de ese modo.
—Eso está bien, pero me alegro de que lo recordaras cuando lo hiciste. Tengo que usar
el baño —admitió, cuando ella se puso a trabajar con las sogas.
—Hay toallas ahí si quieres ducharte —dijo Lissianna en cuanto estuvo desatado y
fuera de la cama.

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—Gracias.
—¡Oh! Y te traeré un cepillo de dientes. Mami siempre guarda uno nuevo en el armario
de la ropa blanca para las visitas.
—Bien, supongo que el cuidado dental es un asunto importante para tu gente —
comentó Greg cuando cruzó la habitación hacia la puerta de baño.
Lissianna estaba tratando de figurarse cómo debería tomar eso, cuando él echó un
vistazo por encima de su hombro divertido, y dijo:
—Eso era broma.
—¡Oh!
Se relajó y llevó una sonrisa cuando desapareció en el baño.
—Idiota, por supuesto era una broma. Despiértate —se farfulló a sí misma en cuanto se
cerró la puerta.
Lissianna salió en busca de un cepillo de dientes, pero su mente estaba tratando de
adivinar qué hora era. Conjeturaba que era media tarde, lo que quería decir que no había
dormido nada más que cinco horas otra vez. Se estaba haciendo un hábito, pensó con un suspiro.
Pero los cepillos de dientes no estaban en el armario de la ropa blanca como había
pensado. Lissianna fue abajo para verificar la despensa ya que seguramente se habían
equivocado y los habían puesto ahí, pero no encontró ninguno. Tropezó con el ama de llaves de
su madre cuando regresaba; María explicó que algunos invitados habían olvidado sus cepillos
de dientes esta vez y los habían usado todos. Los tenía en su lista de compras semanal, pero no
había nada por el momento.
Greg estaba silbando en el baño cuando Lissianna volvió a entrar al dormitorio, pero no
había sonido de agua corriendo. Golpeó la puerta.
—¿Greg?
El silbido murió.
—¿Sí?
—Supongo que estamos sin cepillos de dientes ahora mismo, lo siento.
—Está bien. —Titubeó brevemente y luego agregó—: ¿te molestaría si uso el tuyo? No
es como si no hubiéramos intercambiado saliva o algo.
Lissianna estaba mirando la puerta de baño, un poco afectada sin comprender la frase de
saliva intercambiada, cuándo Greg abrió la puerta y la miró atentamente.
—Esa era otra broma, Lissianna —dijo, corrigiéndose luego él mismo—. Bien, no es
que no hayamos intercambiado saliva, pero decirlo de esa manera la parte de broma.
—¡Oh! Sí —murmuró Lissianna, aunque apenas lo había escuchado, su atención estaba
enfocada en su pecho.
Había pensado que la falta de agua corriente había querido decir que no se había
duchado aún, pero obviamente lo había hecho mientras estaba abajo. Su pelo estaba húmedo y
estaba de pie allí con nada más que una toalla envuelta alrededor de su cintura. Mi querido Dios,
el hombre era precioso.
—¿Es „Oh si‟ puedes usar mi cepillo de dientes o „Oh si‟ intercambiamos saliva? —
preguntó.
Cuando Lissianna lo miró sin expresión, él inclinó su cabeza, y dijo:
—Realmente no eres madrugadora, ¿o sí?

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Lissianna cerró sus ojos y se volteó mientras todavía tenía una neurona funcionado en
su cabeza. Las demás parecían estar viajando más al sur. Y había pensado que solamente eran
los hombres los que tenían ese problema.
—No tendrías por ahí una de esas cosas una maquinilla de afeitar que pudiera usar, ¿o
sí? —preguntó Greg.
—Sí —pausando, Lissianna se dirigió a buscarla a uno de los cajones del baño.
—Gracias —dijo Greg, agarrándola.
—Lamentablemente no tengo crema de afeitar —dijo en tono apenado.
—Saldré del apuro con espuma de jabón —dijo con un encogimiento de hombros,
agarró su brazo entonces cuando se movió para dirigirse nuevamente al baño—. Ibas a secar tu
pelo, ¿no? —señaló al secador de pelo acostado en el mostrador del baño para explicar cómo lo
sabía.
—¡Oh! sí.
Acababa de tomarlo cuando se había dado cuenta de que Greg todavía estaba atado.
—Bien sólo me estoy afeitando y nada más ahora mismo. Puedes compartir el espejo, si
quieres. El espacio del vanitori es lo suficientemente grande para ambos.
Lissianna vaciló, tímida de pronto ante la idea de compartir el espacio del baño con él.
Pero entonces se dio cuenta de que estaba siendo absurda y asintió con la cabeza.
—Bien —Greg se volvió hacia el mostrador y abrió la canilla de la derecha.
No hacía más de media hora el baño había sido una habitación grande y espaciosa.
Había sido una espaciosa planta que albergaba una bañera inmensa, un servicio, un canasto para
la ropa de sucia y un contador que corrió a todo lo largo de una pared entera con dos lavabos en
ella y una sobrecarga de espejos. Pero en cuanto Lissianna estuvo ahí con Greg, se tornó
increíblemente pequeño. Al principio se sintió torpe e incómoda mientras encontraba su cepillo
del pelo, tomaba el secador, desentrañaba el cordón y lo tapaba, todo mientras era
extremadamente cuidadosa de no golpear a Greg o acercarse demasiado.
Por su parte, Greg no parecía notar el empequeñecimiento de la habitación. Hasta donde
podía saber, apenas parecía consciente de su presencia mientras se concentraba en hacer espuma
de la barra de jabón. Dándose una sacudida mental por actuar como una niña, Lissianna
encendió el secador y se puso a trabajar sobre su pelo, haciendo su mayor esfuerzo para no
quedarse mirando su pecho en el espejo mientras lo hacía.
Lissianna no hizo mucho estilo con su pelo. Era naturalmente ondulado y se veía bien
tal y como era. Solamente se molestaba en secarlo cuando tenía que salir al frío como planeaba
hacerlo, así que no tardó mucho en liberarlo de lo peor de la humedad. En cuanto estuvo casi
seco, apagó el secador y empezó a enrollar el cordón.
—Tienes un reflejo.
Lissianna se detuvo y encontró su mirada en el espejo.
—Sí.
—De acuerdo con todas las historias, los vampiros no tienen reflejos —señaló—.
Supongo que ésa es otra cosa que está equivocada.
—¡Oh! Sí.
Asintió con la cabeza y volvió a recoger el cordón.
—Iba a preguntarte… —Greg le echó un vistazo—. Thomas dijo que tu padre tuvo un
problema con el alcohol. Por eso, supongo que tu gente puede beber líquidos aparte de sangre.
—Sí, podemos, pero no bebía así.

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—¿De verdad? —Sus ojos eran curiosos cuando se encontraron con los suyos en el
espejo—. Entonces cómo hacía tu padre…
—Sangre —contestó antes de que él pudiera terminar la pregunta—. Sangre donada por
alcohólicos en una juerga.
Greg frunció el ceño con incredulidad.
—La mayoría de los bancos de sangre no toman donaciones de aquellos que abusan de
sustancias.... No creo.
—No, pero tenemos nuestros propios bancos de sangre —le informó Lissianna—. Es un
banco de sangre legítimo, abastecen a hospitales y clínicas tanto como a nuestra gente.
—¿Y aceptan sangre de borrachos?
Se encogió de hombros.
—Sí, se llama Wino Reds, pero nunca va a los hospitales o las organizaciones mortales.
Es estrictamente para el consumo por nuestra clase.
Greg consideró eso, entonces preguntó:
—¿Y la gente que abusa de otras sustancias? ¿Toman su sangre, también?
Lissianna asintió con la cabeza.
—Tenemos todo un completo rango de variedades; High Times, Dulce éxtasis,
Mordisco Dulce.
—¿High Times? Esas tienen que ser las personas con alto niveles de THC 1 en su
sistema. El Dulce éxtasis sería sangre de las personas que consumen éxtasis. ¿Qué es…?
—No preguntes, es mi turno —interrumpió Lissianna. Tenía algunas que hacer ella
misma, y lo dijo—: Respondí a una tonelada de cuestiones para ti antes. Es tu turno.
—Está bien. Eso es justo. ¿Qué quieres saber? —indagó Greg simplemente mientras
pasaba la maquinilla de afeitar por su mejilla.
Todo, pensó Lissianna, pero dijo:
—Bien, estoy suponiendo que no estás casado o habría sido más problemático para
mamá secuestrarte en tus vacaciones. Ah y, a propósito, me siento apenada por eso.
Antes de que pudiera preocuparse demasiado porque no hubiera podido proseguir su
viaje a Cancún, Greg dijo:
—No lo sé, me ahorró una larga espera en el aeropuerto en vano. El vuelo fue cancelado,
pero supongo que no antes de dejar a todos los pasajeros esperando por, al menos, tres horas.
—¿De verdad? —preguntó con sorpresa.
—Sí —asintió con la cabeza—. Irónico, ¿no?
Sonrío débilmente ante su buen humor.
—¿Por qué no estás enfadado? ¿No te molesta en absoluto?
Greg se detuvo en su tarea de afeitarse y admitió:
—Bien, estaba muy enfadado al principio. Quiero decir, ser raptado dos veces en menos
de veinticuatro horas y luego descubrir que tus captores son vampiros puede ser un poco…
demasiado.

1
Siglas del tetrahydrocannabinol, un compuesto obtenido del cannabis o fabricado
sintéticamente; es el componente fundamental de la marihuana y el hachís

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Lissianna estaba muy segura de que eso podía ser considerado un día estresante según
los cánones de cualquiera.
—Pero luego.... —vaciló, y rápidamente dijo—: Thomas estaba llevando un pijama de
Spiderman.
Parpadeó confusa ante sus palabras, y se río.
—Sé que eso parece raro, pero es difícil estar atemorizado o ni siquiera enfadado con un
tipo enfundado en un pijama de Spiderman —dijo Greg impotentemente—. O las chicas en sus
baby dolls por ir al caso, así que no me siento en peligro. Y, encima, tu familia me recuerda un
poco a la mía.
Lissianna levantó sus cejas, encontrando difícil de creer que su familia pudiera
parecerse a cualquier otra.
—Incluso Marguerite —añadió—. Mi mami es la cabeza de la familia también.
Enviudó cuando éramos pequeños, y gobernaba el gallinero. De la misma manera que tu propia
madre, daría cualquier cosa por proteger o ayudar a uno de sus niños. Es obvio que hay mucho
amor aquí y... Bien... Tú tienes que admitir que todo esto puede resultar muy interesante.
Fascinante.
Lissianna no estaba segura sobre la parte de fascinante, pero había crecido rodeada por
su familia. Todo era muy normal y común para ella así que dijo:
—¿Tienes una familia grande, entonces?
—No realmente. Por lo menos, no creo que lo sea. Quiero decir, nadie ha tenido diez o
doce niños o algo por el estilo. Tres suele ser el promedio, y la mayoría de ellos son de sexo
femenino —añadió con una mueca—. De las tres hermanas de mi madre, solamente una está
todavía con su marido. Una se ha divorciado y la otra ha enviudado de la misma manera que mi
mamá. Tengo dos hermanas, aproximadamente ocho primas de sexo femenino y un primo. Los
hombres son una minoría.
—¿Y de parte de tu padre?
—No se han preocupado por nosotros desde mucho antes de que papá se fugara con su
secretaria.
Lissianna frunció el ceño.
—Pensaba que tu madre había enviudado.
—Se murió antes de que pudieran divorciarse —explicó Greg—. Él y su novia murieron
sólo una semana después de que salieran corriendo. El marido de la secretaria se estrelló con el
automóvil en el que estaban. —Greg sonrío irónicamente—. Mamá no trató de no ser
demasiado petulante sobre ello, pero dio el viejo refrán de que „Cosechas lo que siembras.'
Lissianna mordió su labio para reprimir una sonrisa, y preguntó:
—¿Por qué te hiciste psicólogo?
—¿Por qué? —lanzó un resoplido—. Supongo que me gusta ayudar a las personas. No
hay nada más grandioso o satisfactorio que saber que has ayudado alguien con algo y haberle
hecho la vida más fácil.
Lissianna sintió la admiración brotar en ella.
—Eso es…
—Antes de que digas algo bonito, debes recordar que también tienen que pagar para
que los ayude.
Se río y agitó su cabeza, teniendo por seguro que estaba siendo modesto y que estaba,
probablemente, incómodo al aparecer demasiado noble.

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—Podrías hacer mucho más dinero en algunos otros trabajos y no estar ayudando a las
personas.
Greg se encogió de hombros y regresó al espejo.
—¿Por qué no estás casada?
Lissianna parpadeó ante la pregunta, abrió su boca para responder, pero entonces se
detuvo y entrecerró los ojos cuando recordó que se suponía que era ella la que tenía que estar
haciendo las preguntas ahora. Inmediatamente después de recordar a eso, sólo preguntó:
—¿Por qué no lo estás tú?
Su mirada encontró la suya en el espejo, y esperó a que él argumentara que había
preguntado primero, pero entonces respondió:
—Casi lo fui, casi.
Lissianna arqueó una ceja.
—¿Casi?
Greg asintió, su atención volvió a la tarea de afeitarse cuando dijo:
—Meredith. La conocí la primera semana del primer año de la carrera. La rescaté de un
novio maltratador fuera del bar de la universidad. Hicimos buenas migas y empezamos a salir
—se encogió de hombros—. Salimos durante dos años, y todos empezaron a esperar que nos
casáramos, así que le propuse matrimonio y todos comenzaron a enloquecer haciendo los
arreglos de boda.
—¿Qué ocurrió? —preguntó Lissianna con curiosidad.
Greg suspiró y miró detenidamente al sumidero, mientras enjuagaba la maquinilla de
afeitar.
—Cuanto más se acercaba la boda, más me preocupaba. Todos se empeñaban en decir
que eran sólo los miedos prenupciales así que lo dejé estar; pero aproximadamente un mes antes
de la boda mi catedrático de psicología me dijo que parecía estar preocupado y me preguntó qué
es lo que estaba mal —se detuvo para explicar—: La boda iba a tener lugar la semana después
del final del trimestre.
—De todos modos —continuó Greg—, preguntó, y solté todo. No pensé que tuviera
mucho sentido. Me llevó a una habitación de descanso, me dio un café, y me hizo hablar.
Estuvimos ahí mucho tiempo, pero antes del momento de irme, sabía que no podía casarme con
Meredith. El día siguiente rompí con ella y cambié mi especialidad a psicología.
Los ojos de Lissianna se abrieron.
—¿No te especializaste en psicología desde el principio?
Greg sonrió abiertamente y agitó su cabeza.
—Periodismo y, aunque me gustaba bastante, hasta donde yo estaba interesado, ese
catedrático me dio mucho que pensar. Quería hacer eso por otros.
Lissianna consideró lo que había dicho, y preguntó:
—¿De una charla con él pudiste ver que Meredith no era para ti?
—No exactamente. Fue una charla que me hizo mirar las cosas que me habían estado
molestando por meses, las razones detrás de por qué me estaba preocupando tanto por la boda.
—¿Cuáles eran?
Hizo una mueca, resopló y dijo:
—Era demasiado dependiente.

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Lissianna esperó pacientemente que se explicara.
—Te dije que la conocí rescatándola de un novio maltratador, pero después de eso la
estaba rescatando constantemente. No de algo tan grave como esa vez, pero siempre venía a mí
con pequeños problemas y esperaba que yo los solucionara. Quería que alguien la cuidara.
Admitió que ni siquiera estaba en la universidad para conseguir una educación sino para
encontrar un marido. Quería ser un ama de casa y criar bebés. Empecé a tener pesadillas sobre
ese ahogar y.... —Greg agitó su cabeza—. Supongo que suena raro, debido a lo que dije sobre
que lo de mi catedrático en psicología me había hecho pensar en ayudar a los demás.
—Puede que sí, un poco. Es lo que tú haces, después de todo, ayudar a personas con sus
problemas.
—Ah, pero ésa es la tecla, los ayudo con sus problemas. Ellos hacen el trabajo duro, yo
sólo los guío y los conduzco a trabajar las cosas. Meredith quería ser cuidada. Quería que
solucionara los problemas para ella. Es como la diferencia entre enviar una barcada de agua
embotellada al área afligida por una sequía, y enviar un poco de agua más al equipo mientras les
enseñas como cavar pozos y regar, etcétera. Si tú sólo les envías el agua, sólo necesitarán mayor
cantidad después, si les envías un poco de agua y el conocimiento de cómo hacer más, el equipo
tendrá el agua necesaria hasta aprender a usar los útiles para conseguir luego, por sí mismos,
toda la que necesiten.
—Mis pacientes están buscando el equipo y el conocimiento de cómo hacer para ser
independientes... Como tú quieres serlo.
—Meredith sólo quería el agua... Una y otra vez. Se deleitaba en su dependencia. Decía
que me necesitaba completamente. No confesaría tener una opinión ni siquiera sobre cosas tan
pequeñas como a qué restaurante ir cuando salíamos. Cada decisión era la mía —Greg agitó su
cabeza—. Algunos hombres desean eso, pero no era lo que yo quería en una esposa. Para mí, el
matrimonio debe ser una sociedad. ¿Cómo puedes querer a alguien a quien tienes que cuidar
constantemente de la misma manera que un niño? Una esposa presupone ser una pareja, y las
parejas se ayudan mutuamente cuando lo necesitan, pero se supone que existe un equilibrio
sobre quien ayuda a quien en mi libro, no porque uno necesita al otro. Con Meredith, habría
tenido que ser más fuerte y llevar la carga siempre. Quería…
—Un igual — terminó Lissianna por él.
—Sí —Greg encontró su mirada en el espejo, agitó su cabeza entonces y se maravilló—.
Todo esto es realmente extraño. Llego a olvidar qué eres tú.
Lissianna preguntó calmadamente:
—¿Importa?
—Sí y no —admitió—. No afecta la manera en que te veo, o no olvidaría que es lo que
tú eres. Por otro lado, es como conocer a una estrella de rock o algo por el estilo. Quiero decir,
¿cuántos tipos viven conociendo la existencia de los vampiros?
—La pregunta sería, cuántos viven para repetirlo.
Lissianna y Greg giraron bruscamente ante ese agudo comentario para encontrar a
Mirabeau —vestida y lista para partir— en la entrada.
—¡Aquí estás! —Jeanne Louise apareció detrás de ella y les dirigió una sonrisa —.
Trajimos ropa. Mirabeau y Elspeth ayudaron. Sal y elige tú mismo.
—No estábamos seguras de qué querrías llevar, Greg —dijo Elspeth, enderezándose
luego de apoyar una pila de ropa sobre la cama al lado de otras dos—. Así que trajimos toda una
selección.
Lissianna llevó a Greg a la cama para mirar la ropa. Habían traído más que una
selección. Greg tenía para elegir entre vaqueros y camisetas, trajes, pantalones de etiqueta y

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suéteres. También había un manojo de camisetas, boxers, y pantalones cortos. Miró por encima
la colección, escogió un par de vaqueros y una camiseta y se volteó.
—Gracias, damas —dijo mientras desaparecía en el cuarto de baño para vestirse.
Elspeth echó un vistazo a Jeanne Louise y se encogió de hombros.
—Supongo que perdemos la apuesta.
—¿Qué apuesta? —preguntó Thomas, entrando en la habitación.
—Boxeadores o calzones —contestó Jeanne Louise—. Yo aposté por boxers. Elspeth
pensó en calzones. Pero va de comando.
—Quizás simplemente no quería usar la ropa interior de otra persona —indicó
Lissianna, pero su mente quedó fijada en el hecho de que Greg estaba de comando ahora.
—Hace frío afuera —comentó Elspeth—. Espero que no se le enfríen.
El silencio cayó sobre ellos cuando la puerta del baño se abrió y Greg salió.
—Los vaqueros están un poco ajustados, pero sirven.
La mirada de Lissianna se deslizó sobre los vaqueros y la camiseta que había
seleccionado de la pila sobre la cama. La ropa le quedaba como un guante, y el hombre parecía
tan sexy como el infierno.
—Te ves como un bocadillo —le aseguró Elspeth.
—Bueno, entonces podemos irnos. Estoy completamente muerto de hambre.
—Hmm. Yo también estoy un poco famélica —murmuró Mirabeau, y Lissianna dejó de
comerse con los ojos a Greg para volverse contra su amiga conmocionada. Mirabeau solamente
sonrió y se dirigió hacia la puerta, murmurando—: Mi, mi. Alguien es protector del pequeño
mortal, ¿no?
Las palabras habían sido un simple susurro, y Greg no podía haber escuchado, pero
Lissianna se ruborizó cuando sus primos se giraron para mirarla divertidos. Su oído era tan
bueno como el suyo y habían escuchado el comentario molesto, por supuesto.
—¿Estás segura de que debemos hacer esto? ¿No creen que mamá y tía Marguerite no
van a estar demasiado felices de que lo saquemos? —sugirió Elspeth.
—Entonces deberían haber pensado en recoger un poco de comida para él —dijo
Lissianna con gravedad—. Además, nunca sabrán que nos fuimos. Estaremos de regreso mucho
antes de que despierten.

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Capítulo 11
—¡Está despierta!
Todos en la furgoneta saltaron cuando Vicki gritó esas palabras, incluyendo a Thomas
que, asustado, pisó arrebatadamente los frenos, haciendo que todos dieran un tirón en su asiento.
—Maldición —murmuró Lissianna, agradecida de haberse abrochado el cinturón de
seguridad.
—Vicki, cariño —gritó Thomas con fingido palmoteo mientras terminaba de aparcar—.
Si alguna vez vuelves a hacer eso cuando yo esté conduciendo, tomaré tu pequeño y escuálido
cuello.
—Lo siento, Thomas —la niña no parecía muy apenada—. Sólo temía que tía Margarite
estuviera esperando por nosotros. Quiero decir, Lissianna se imaginó que estaríamos de vuelta
antes de que despertara. Pero la tía Margarite ya está despierta.
—Y, muchachos, parece enojada —comentó Juli.
Lissianna estaba de acuerdo. De hecho, su madre la miraba enfadada, parada entre la
puerta principal y el garaje. En realidad, lucía tan enojada el día de hoy como lo estaba ayer, a
pesar de que debía ver que Greg estaba en la furgoneta con ellos.
Él estaba en el asiento del pasajero, siguiendo las instrucciones de Thomas. Los chicos,
había insistido, deberían ir al frente. Una decisión totalmente sexista de la que Juli se había
quejado pero que a Lissianna no le importaba, eso había hecho que a Thomas le gustara el
hombre. Y por alguna razón, eso la complacía.
—De acuerdo —Thomas paró el motor de la furgoneta y desabrochó su cinturón de
seguridad—. Actúen de manera casual. No hay ninguna razón para que tía Margarite esté
enojada. Apenas lleguen a ella, sonrían, luego descargamos los comestibles y vamos adentro
juntos. ¿Entendido?
—Entendido —contestaron todos y comenzaron a moverse. La furgoneta fue
inmediatamente inundada por el sonido de las puertas al abrirse y cada quien por su lado, salió
fuera.

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—Gracias —murmuró Lissianna cuando Greg tomó su mano para ayudarla a bajar. Él le
dio un apretón ligero con los dedos y se dio la vuelta para ayudar a los demás, mientras ella
siguió a Mirabeau a la parte trasera de la camioneta. Echó un vistazo entre la puerta del garaje y
la casa mientras caminaba, sólo para encontrar que su madre seguía allí.
Lissianna suspiró. Lastimosamente, ellos tendrían que volver. El último par de horas
habían estado muy relajados y divertidos, todos bromeando y riendo.
Greg había demostrado ser todo un caballero aún cuando había estado atado a una cama.
En el restaurante familiar en el que Thomas los había llevado a comer, Greg les había sostenido
las puertas y separado las sillas con un antiguo encanto que Lissianna creía perdido en los
hombres de hoy en día. Juli, Vicki y Greg fueron los únicos que habían comido. Los otros
habían tomado café y jugo, mirando con diversión cómo esos tres engullían el alimento como si
no hubiesen comido por días.
Después, habían asaltado las tiendas de comestibles. Desde el primer momento en el
que estuvieron dentro, las gemelas habían comenzado a discutir sobre quién de ellas iba a
empujar el carrito de compras. Greg había parado la disputa, argumentando que él sería quién
debía manejarlo, dejándoles el camino libre para que decidieran qué era lo que querían llevar.
No fue raro que él mismo hubiese intervenido en varias ocasiones porque el hombre era tan
débil ante los dulces como las gemelas. Al final, el carro había sido llenado casi en su totalidad
por comida chatarra. Había caramelos, opciones saladas, congelados y comida preparada, como
perritos calientes y pizza; y tres clases diferentes de palomitas de maíz. Por lo visto, Greg y las
chicas pensaban llevar a cabo todo un mes de pijamazas.
—Demonios —murmuró Lissianna cuando ella y Mirabeau llegaron a la parte trasera de
la furgoneta justo cuando Thomas abría el baúl para sacar las compras del interior—. No puedo
creer que hayamos comprado tanta comida. ¿Quién se va a comer todo esto?
—¿Estabas pensando que nos queríamos todo el mes, verdad? —preguntó Elspeth con
diversión cuando ella y los demás se detuvieron.
—No es tanto —protestó Vicki.
—Hay el alimento suficiente para dar de comer a una familia de diez integrantes —dijo
Mirabeau.
—O a dos niñas en crecimiento y a un grande y fuerte mortal con un apetito feroz —
contestó Juli.
—Dos niñas en crecimiento y un grande y fuerte mortal con un apetito feroz por la
comida basura —dijo Jeanne Louise con recelo, y luego le echó un vistazo a Greg—. Puedo
entender las preferencias alimenticias de las muchachas porque son adolescentes, pero tú no
comes todo esto en casa, ¿o sí?
—No —admitió él con una sonrisa—. Como todo lo que es sano: fruta, vegetales, arroz
y pollo asado a la parrilla —se inclinó hacia la furgoneta para tomar dos de los tres paquetes de
palomitas de maíz, esperando a que Thomas agarrara el último antes de utilizar el codo para
cerrar la puerta del maletero, y añadió—: Pero como durante esta semana estoy de vacaciones,
pensé que no sería malo. La próxima semana volveré con la comida sana y el ejercicio.
—Ustedes, los mortales —rió Thomas en silencio mientras le daba un codazo a la
segunda puerta para cerrarla—. Se pasan dos semanas al año comiendo lo que quieren, para
luego estar el resto de las cincuenta y cinco semanas del año arrepintiéndose. Eso debe ser una
mierda.
—Hmmm —la boca de Greg se torció cuando el grupo, de mala gana, comenzó a
dirigirse hacia la puerta, en donde Margarite seguía esperando—. Supongo que ustedes, chicos,
no tienen que preocuparse de hacer una dieta de sangre, pero pienso que seguiré con los fritos y
la pizza.

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Lissianna aún se reía de ese comentario cuando alcanzaron a su madre. Su risa
desapareció rápidamente con incomodidad cuando divisó su expresión severa.
—Mamá —saludó dando una cabezadita—. Te levantaste temprano.
—¿Haciendo las compras? —preguntó Margarite, maliciosamente, gesticulando hacia
Lissianna mientras pasaba a su lado y se movía la mitad del camino hacia el garaje, pasando los
dos coches y alcanzando su auto deportivo antes de darse la vuelta para afrontarla.
—Lo sé —dijo Lissianna rápidamente—. Estás alterada porque hayamos llevado de
compras a Greg, pero no había ningún alimento en casa y él y las gemelas estaban privados de
la comida. Y… —añadió—, él se comportó perfectamente todo el tiempo. No trató de escapar o
convencernos de que lo lleváramos a su casa, ni nada —Lissianna se pausó para capturar algo
de aliento y agregó—: Sinceramente, mamá, no puedes tener a este hombre atado a la cama todo
el tiempo. Eso es un secuestro. Se suponía que tú ibas a limpiar su memoria, no traerlo aquí de
nuevo.
Margarite suspiró. Algo de su cólera había desaparecido.
—Lo intenté. Lamentablemente, él tiene una mente muy fuerte. Peor aún, había
conjeturado lo que éramos y eso lo hizo aún más complicado.
—Sí, lo sé —reconoció Lissianna—. Me hizo unas preguntas esta mañana y le expliqué
unas cuantas cosas.
Margarite asintió.
—Bueno, el conocimiento y su cautela lo hacen casi imposible de controlar ahora.
Martine es la única que puede hacer algo, controlarlo mentalmente. Mientras ella está en sus
pensamientos, él hace lo que queremos, pero en el momento en que es liberado…—se
encogió—. Permanece tranquilo unos minutos más... y no pudimos limpiar su memoria.
—Demonios —Lissianna dejó caer sus hombros con cansancio. Echó un vistazo hacia
la puerta donde los demás aún la esperaban. No se habían ido, haciendo acopio a la frase «Todos
para uno», en caso de que ella gritara pidiendo ayuda. Sonrió ligeramente ante su muestra de
apoyo, y luego miró nuevamente a su madre para preguntar—: ¿Y ahora qué?
—Lo llevaremos con tu tío Lucian para que lo examine.
—¿Con el tío Lucian? —Lissianna se apoyó contra el coche deportivo de su madre, de
repente sus piernas se volvieron débiles debido a la preocupación. Cuando el tío Lucian era
llamado para que acudiera a atender un tema delicado, eso significaba que era malo. Muy malo.
—Que no cunda el pánico —dijo Margarite rápidamente—. Lucian es viejo, mucho más
viejo y mucho más experto y poderoso. Espero que él pueda solucionarlo, y así limpiar su
memoria como nosotros no pudimos hacer.
Lissianna también lo esperaba. Sabía muy bien que si el tío Lucian no podía borrar su
memoria, nadie podría, y no vacilaría en borrar a Greg del mapa para que no pusiera en peligro
a la especie.
—¿Cuándo viene? —preguntó con inquietud, y sus ojos se estrecharon cuando vio a su
madre morderse el labio y vacilar para responderle.
—Bien, ese es un problema —admitió—. Estamos teniendo problemas para
contactarnos con él.
—¿Qué? —inquirió Lissianna.
—Bastien prometió buscarlo por mí. Mientras tanto… —dijo con un forzado ademán—,
no hay razón para que el Dr. Hewitt no te trate mientras esté aquí.
Lissianna rodó sus ojos ante su persistencia. Esa mujer nunca desistía cuando ponía su
atención en algo. Sacudiendo la cabeza, dijo:

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—Es que simplemente no puedo estar con él, sintiéndome de lo más tranquila, cuando
sé que lo estamos reteniendo en contra de su voluntad.
—Estoy segura de que estará de acuerdo —le aseguró Margarite—. Parece un hombre
bastante razonable. Y como has dicho, salió con ustedes a hacer las compras esta mañana y se
comportó maravillosamente, volviendo sin ningún problema —deslizó su mirada por el hombre
y añadió—: Estoy segura de que ya quiere venir.
Lissianna siguió su mirada que estaba fija en Greg. Las estaba observando con ojos
solemnes, obviamente conciente de que estaban hablando de él. Forzando una sonrisa para
tranquilizarlo, se volvió hacia su madre y le advirtió:
—No tienes ni idea de cuánto le tomará a Bastien detectar al tío Lucian. Eso podría
llevar tiempo.
—Sí —reconoció Margarite. El tío Lucian tendía a desaparecer por amplios períodos de
tiempo. Nadie sabía a dónde iba, pero siempre volvía si se presentaba alguna emergencia que
requiriera de su atención. Sin embargo, ¿quién sabía si él consideraría esto una emergencia que
necesitara de su atención inmediata? Después de todo, Greg estaba controlado y no representaba
ninguna inmediata amenaza mientras estuviera allí.
—No puedes mantenerlo amarrado —dijo Lissianna.
—Lissianna…
—Mamá, no puedes —debatió—. No es ningún animal y no puedes tenerlo amarrado en
plan de esclavo sin que eso le moleste.
—Sí, pero…
—Yo le hablaré —la cortó rápidamente—. Si él promete no tratar de escaparse…
—Seré yo la que hablará con él —interrumpió Margarite, firmemente—. Y entonces, lo
decidiré.
Lissianna vaciló, pero no era como si tuviera mucha voz ni voto en el asunto. Asintió no
muy convencida, sin embargo, no sabía lo que haría si su madre decidiera que él tendría que
permanecer amarrado. Lissianna no creía que pudiera aceptarlo así como si nada. Si lo ataban
otra vez, probablemente, lo ayudaría a escapar.
*****
—Aquí vienen —Greg asintió cuando Thomas murmuró esas palabras.
—Tía Margarite ya no parece enfadada —dijo Juli esperanzada.
—No, pero Lissi no parece contenta —indicó Vicki.
—Luce preocupada —Jeanne Louise se veía afectada, y Greg fue conciente de los
vistazos ansiosos que, de repente, comenzó a lanzarse el grupo. Supuso que estaban
preocupados por lo que eso podría significar para él. También estaba preocupado por sí mismo.
—Bien, ¿por qué todos ustedes están parados aquí? —Margarite sonrió cuando llegó al
grupo junto con Lissianna—. La comida se deteriorará, es mejor que la lleven dentro.
Greg parpadeó con sorpresa cuando ella tomó los paquetes de palomitas de maíz que
llevaba. Los levantó tan fácilmente como si fueran plumas y se volvió para dárselos a Vicki que
era la que estaba más cerca. Y se sorprendió aún más cuando la adolescente los tomó con una
sola mano, sosteniéndolos como lo haría una camarera con una bandeja de bebidas mientras se
dirigía a la casa.
Greg sacudió su cabeza lentamente. Tendría que preguntar a Lissianna cuánta fuerza
extra les proporcionaban los nanos. Esas cosas eran de gran importancia para él.

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—Ven, Dr. Hewitt —Margarite Argeneau lo cogió del codo con mano firme y giró con
él hacia la puerta—. Los chicos guardarán los comestibles en su sitio. Mientras tanto, me
gustaría hablar contigo, si no te importa.
A pesar de su expresión cortés, Greg sintió como si estuviera siendo la presa de una
manada de depredadores cuando ella lo llevó lejos de los demás.
—Estaré aquí tan pronto los comestibles estén guardados en su sitio —anunció
Lissianna y Greg echó un vistazo sobre su hombro para ver la tiesa sonrisa alentadora que
forzaba con sus labios. Él simuló su media sonrisa.
—No hay nada por lo cual preocuparse, Dr. Hewitt —dijo Margarite con dulzura,
mientras lo conducía a través de la cocina hacia el pasillo—. Sólo vamos a charlar.
Greg no se molestó en responder. No tenía ningún sentido que mintiera, diciendo que no
estaba preocupado cuando la mujer podía leer su mente, así que retuvo a su lengua; pero su
corazón se hundió cuando lo condujo arriba. Lo estaba llevando de regreso a la habitación, y él
no dudó en que, una vez que lo tuviera nuevamente allí, volvería a amarrarlo. Greg sabía que no
podría soportar ser atado a la cama otra vez después de la libertad que había disfrutado esa tarde.
La salida con los demás había sido todo un placer para Greg. Había disfrutado de la
compañía tanto como de la libertad temporal. Las Argeneau más pequeñas realmente eran unas
devoradoras insaciables, y Lissianna… ella era simpática, graciosa, divertida. La había visto
relajarse con sus primos y había sido impresionante. Era abiertamente cariñosa y afectuosa y,
obviamente, los respetaba tanto a ellos como a sus sentimientos. Nunca era condescendiente con
las gemelas. A Greg le gustaba. Ella era, sinceramente, una persona agradable. Por no
mencionar que era tan sexy como el infierno.
Greg hizo una mueca ante sus propios pensamientos, y luego suspiró cuando Margarite
lo condujo hacia el dormitorio en el que había pasado la mayor parte de los anteriores dos días
amarrado.
—Sentémonos en el sofá —sugirió Margarite suavemente cuando él se dirigió
directamente hacia la cama.
Greg hizo todo lo posible para ocultar su sorpresa mientras, rápidamente, cambiaba de
dirección hacia el sofá que se encontraba contra la pared de la ventana. Se sentó en un extremo
al tiempo que Margarite se ubicaba en el otro. Entonces esperó, preguntándose qué vendría a
continuación. Por mucho que le sorprendiera, la mujer parecía insegura de cómo comenzar y
vaciló durante varios minutos antes de decir:
—Lissianna me contó que te explicó algunas cosas sobre nosotros.
—Me respondió un montón de preguntas, sí.
Margarite asintió.
—¿Hay algo que hayas pensado y que tengas el deseo de aclarar?
Greg titubeó. Después de permanecer un tiempo con el grupo más joven, fue
repentinamente conciente de la diferencia en la forma de hablar que tenía Margarite Argeneau.
Lissianna y los demás tenían lo que él habría llamado un leve acento, una pequeña en su
pronunciación que era apenas evidente, pero que insinuaba un origen extranjero. En cambio,
Margarite tenía un acento muy pronunciado; también evitaba la jerga y, raramente, acortaba sus
frases. Hablaba un inglés preciso. Eso le pareció curioso.
—Usted no es canadiense de nacimiento —dijo finalmente.
—Nací en Inglaterra —informó Margarite.
Greg frunció el ceño. Nunca habría adivinado que su acento era inglés. Al menos, no
era ningún acento inglés que él hubiera escuchado.
—He vivido mucho tiempo, Dr. Hewitt, y en muchos sitios.

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—¿Cuánto tiempo y en cuántos sitios? —preguntó él puntualmente, y Margarite sonrió
ante su agudeza.
—Nací el cuatro de Agosto de 1265 —anunció ella.
La mandíbula de Greg se desencajó, pero sacudió su cabeza y dijo:
—Es imposible. Eso significaría que tiene más de setecientos años.
Margarite sonrió abiertamente.
—Sin embargo, es verdad. Cuando nací, Inglaterra estaba en guerra civil y Enrique III
era el rey. No había tuberías y la caballerosidad era más que la respuesta a un crucigrama.
Aunque, desde luego, eso sólo era permitido para los ricos y poderosos —añadió irónicamente.
—¿Y tengo que suponer que eras parte de los ricos y poderosos? —indagó él.
Margarite negó con la cabeza.
—Yo era una campesina. Era la indeseada de uno de los muchos señores que visitaban
el castillo en el que mi madre era una criada.
—¿No deseada? —preguntó Greg compasivo.
—Lamentablemente, sí. Me temo que el único motivo por el que ella recordaba la fecha
de mi nacimiento era porque fue durante la batalla de Evesham —Margarite se encogió—.
Trabajé en el castillo tan pronto comencé a caminar, y habría muerto allí, probablemente a una
muy corta edad, si Jean Claude no hubiera aparecido y sacado de todo eso.
—Me han contado que Jean Claude tenía un problema con el alcohol, ¿es cierto?
Margarite asintió despacio.
—Y eso lo mató. Murió cuando tomó demasiada sangre de un hombre borracho y se
desmayó. No se despertó cuando la casa estalló en llamas alrededor suyo. Se quemó hasta la
muerte.
—Sí, creo que Thomas había mencionado que Jean Claude murió en un incendio —dijo
Greg. Luego levantó una ceja y preguntó—: ¿Así que tu gente puede morir?
—Por supuesto. No tan fácilmente, pero podemos morir —le aseguró—. Y el fuego es
una de las cosas que pueden matarnos.
—No es una forma agradable de morir, me imagino —murmuró Greg.
—No. Y preferiría que Lissianna no siga los pasos de su padre.
—Lo cual es el motivo por el que me trajo aquí —él levantó una ceja—. No quería
alimentarla… err…
—De la forma antigua —sugirió Margarite—. Desde luego que ella podría seguir
alimentándose así, pero es un asunto peligroso. Además del riesgo a descubrir a nuestra gente,
también tiene el riesgo a alimentarse de la clase incorrecta y sufrir los efectos colaterales.
—Supongo que a lo que llama «la clase incorrecta», está refiriéndose a la gente sin
hogar en el refugio, ¿no? —preguntó Greg.
—No soy una snob, Dr Hewitt —dijo Margarite, cansinamente—. Pero la gente sin
hogar que busca refugios para vivir, son de la clase menos sana. Su sangre no es lo mejor en
nutrición.
Greg asintió. Lissianna, anteriormente, le había dicho lo mismo, pero pensó que,
probablemente, había mucha gente con casas, que tuvieran una dieta a base de comida chatarra,
resultando de todas formas como una faltante de nutrientes. No se molestó en mencionar esto,
ya que no era realmente importante.
—¿Entonces de los efectos de los que te preocupas es de que ella pueda ponerse ebria?

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Margarite asintió.
—Lissianna volvió a casa del refugio bebida, o casi, varias veces después de
alimentarse de algún individuo incorrecto cuando ella todavía vivía aquí. Y sé que esto aún pasa.
Ella no siempre puede deducir si son buena gente o narcotraficantes antes de que sea demasiado
tarde. Todo lo que usan, aumenta su resistencia, pero ella no tiene ninguna. Así que, tal vez,
cuando uno de ellos abandona el lugar, puede estar medianamente mejorado, tratando de
moderarse, pero la dejan completamente intoxicada y ebria.
Greg trató de imaginarse a Lissianna ebria, pero no pudo. Ella, simplemente, no se
parecía a esa clase.
—Así que… —dijo, repentinamente, Margarite—. ¿Qué es lo que piensas de mi hija?
Asustado por el cambio de tema, Greg se encontró a sí mismo poniéndose rígido cuando
un torrente de pensamientos se precipitó en su mente. Él pensaba que Lissianna era hermosa y
dulce y agradable y que olía delicioso y… La lista que rondaba su mente era infinita, pero antes
de que pudiera hacer la colecta de las cosas cálidas y agradables que él pensaba y sentía hacia
Lissianna, Margarite asintió y preguntó:
—¿Y cómo te encuentras después de todos los conocimientos sobre nuestra clase?
Imagino que debes estar desconcertado.
Greg sonrió ligeramente ante la insinuación de sus palabras. ¿Desconcertado? Oh, sí.
Teniendo en cuenta que tus creencias y tu opinión del mundo habían sido puestos de cabeza en
tan poco tiempo, resultaba un poco desconcertante, pero también increíblemente interesante.
Sobre todo, después de su conversación con Lissianna y teniendo algunas cosas explicadas.
Supuso que su interés resultaría extraño para otros, pero… bien, después de todo, ellos
eran personas increíbles, con habilidades y capacidades de las cuales él sólo pudo hacer
conjeturas por un buen tiempo. Margarite afirmaba tener más de setecientos años. Dios querido,
los acontecimientos mundiales que ella debía haber atestiguado, los avances tecnológicos, la
gente que podría haber conocido en todo ese tiempo… los verdaderos personajes de la historia
sobre los que Greg y otros sólo podían leer. Incluso Lissianna —con más de doscientos años—
debía haber visto cosas que sobresaldrían de mentes enfermas.
De cierta manera, se sentía agradecido de haber sido traído a ese lugar. Era
verdaderamente más interesante que andar holgazaneando en los alrededores del mar, o jugar
volleyball en la playa.
Comprendiendo que Margarite esperaba una respuesta, Greg levantó la vista, pero antes
de que pudiera hablar, ella asintió otra vez y preguntó:
—¿Estarías dispuesto a quedarte aquí como nuestro invitado y tratarla?
Greg la miró fijamente, percatándose de pronto, que ella había estado consiguiendo sus
respuestas leyendo su mente, por lo que no se molestaba a esperar que contestara. Había
olvidado, brevemente, esa capacidad, pero ahora que la recordaba, Greg estaba más divertido
que disgustado. Lo había salvado de buscar las palabras para decir cortésmente lo que pensaba.
Aunque suponía que debería estar alarmado porque no todos sus pensamientos y sentimientos
hacia Lissianna eran aptos para menores.
—¿Dr. Hewitt? —apremió Margarite.
—Llámeme Greg —murmuró él, notando con interés que ella parecía impaciente,
incluso frustrada. Parecía como si sus pensamientos evitaran darle la respuesta a su pregunta.
Interesante, pensó.
—¿Tratarás a Lissianna? —repitió.
Una pequeña sonrisa socarrona tiró de sus labios y dijo:
—Cuente conmigo.

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Sus ojos se estrecharon ante el desafío, pero inclinó su cabeza y se quedaron en silencio.
Greg permaneció los siguientes minutos manteniendo su mente en blanco, probando ver si
podría bloquearla. Cuando vio que la impaciencia volvía a aparecer en su rostro, él casi se
convenció de haberla bloqueado, pero poco después, ella se enderezó y asintió.
—Deberías inclinarte más por sus necesidades terapéuticas, antes de despertarla
sexualmente, pero veo que también deseas ayudarla aunque siento que Jeanne Louise tiene
razón y no puedes mantener tu ética habitual en este caso. Tan sólo ayúdala —dijo con calma, y
bostezó—. Ahora, voy a dormir un poco esta mañana. Creo que volveré a mi cama hasta que se
ponga el sol.
—¿Cama? —Greg habló distraídamente.
Su mente estaba consumida por el horror al percatarse de la precisión con la que ella
había leído sus sentimientos. La mujer era la pesadilla de todo chico, una madre quien sabría lo
que quería cada tipo, que no podía ser engañada por buenos modales y mentiras corteses.
—Ya no dormimos en ataúdes, Greg. Hubo un tiempo en el que los ataúdes eran los
lugares más seguros para que durmiéramos, para protegernos tanto de la luz del sol como de
personas que quisieran cazarnos, pero esos tiempos pasaron. Dormimos en camas, en
habitaciones con ventanas tapadas por cortinas oscuras que nos protegen de los dañinos rayos de
sol —Margarite inclinó su cabeza y preguntó—: ¿No te diste cuenta que estabas en la habitación
de Lissianna?
—Errr… sí —respondió, sintiéndose un poco idiota—. Y realmente no creía que
durmieran en ataúdes, pero…
—Pero no estabas seguro —Greg asintió, excusándose—. Bien, el resto es fácil. Allí no
hay ningún ataúd —le aseguró Margarite, yendo hacia la puerta—. Lissianna ha estado fuera en
el pasillo por mucho tiempo, no deseando interrumpir. Estará aliviada al encontrarte todavía
desatado. Disfruta el resto de tu tarde. Espero que sea productiva.

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Capítulo 12
—¿Esa es Marguerite?
Lissianna pausó y echó un vistazo hacia arriba del salón para ver que Greg se había
detenido junto a un retrato sobre la pared. Retrocediendo, miró detenidamente a su madre en un
vestido medieval.
—Sí. Mi padre lo encargó como un regalo de bodas.
—Se ve joven—Greg pasó un dedo ligeramente sobre el marco antiguo—. Mamá tenía
quince cuando se casaron.
—¿Quince?—él sacudió la cabeza como un niño.
—Entonces se casaban muy jóvenes—señaló ella.
—¿Hay pinturas de ti cuando eras joven?
Lissianna asintió con la cabeza.
—En la habitación de retratos.
Sus ojos se iluminaron con interés.
—¿Hay una habitación de retratos?
No necesitaba tener la habilidad de leerle la mente para saber que le gustaría verla, justo
como no había necesitado la habilidad de leer su mente para saber que la conversación con su
madre lo había dejado un poco estupefacto. Cuando había entrado en la habitación, el hombre
había estado agitando su cabeza y hablándose entre dientes sobre algo referido a una pesadilla.
Lissianna no tenía idea de qué había causado tal reacción, pero había estado tan contenta de que
su madre hubiera decidido dejarlo vagar libremente por la casa que simplemente había
preguntado si todo estaba bien. Cuando había dicho que sí, había sugerido que se unieran a los
otros en la habitación de espectáculos para una película.
Habían alquilado la película en una tienda de alquiler que estaba junto a la tienda de
comestibles. Había sido idea de Thomas, una manera de mantener a las gemelas entretenidas.
Mientras estaban desempacando los comestibles, había sugerido que la miraran en cuanto
Marguerite hubiera acabado con Greg. Lissianna lo había considerado una buena idea en ese
momento; ahora, sin embargo, decidió que podían saltearse la película y en su lugar desviarse a
la habitación de los retratos. Estaba segura, sin embargo, que lamentaría haberle preguntado
cuando se diera cuenta de cuántos retratos había. Era el equivalente de un álbum de fotos
familiar, y desde que empezaba con el retrato de su madre antes de su matrimonio en 1280, y
seguía hasta que las cámaras vieron la existencia en el 1800, el número de retratos terminaría
mareándolo.
—¡Venga!—Lissianna fue hacia las escaleras—. Te daré un recorrido rápido antes de
que nos reunamos con los otros.
La habitación de retratos había sido el salón de baile originalmente. Cuando los bailes
habían dejado de estar de moda, habían cambiado de lugar los retratos que habían estado

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guardados en el depósito. Había mucho de ellos, y Greg parecía determinado a revisar cada uno.
Estaba fascinado por los pedazos de historia revelada en las ropas.
—Tienes una familia apuesta—comentó mientras se movían entre los retratos de sus
hermanos. Su madre había organizado los retratos en forma lineal, empezando con una de sí y
Jean Claude, pintada el año en que se casaron. Era seguido por varias pinturas más de ellos;
algunas juntos y otras por separado, luego su hermano Luc nació y se unió a las pinturas,
primero como un bebé, luego como un niño y finalmente como un hombre. Su aparición fue
seguida por las de Bastien y luego la de Etienne, finalmente la de ella misma.
—¿Cómo era la vida en esa época?—preguntó Greg, mirando el retrato de Lissianna
que su padre había encargado para su cumpleaños número veinte. Estaba sentada bajo un árbol
llevando un pálido traje azul largo de la era.
—¿Cómo era?—repitió Lissianna pensativamente cuando los recuerdos la asaltaron.
Luego de un momento, agitó su cabeza y dijo—: asistir a los bailes de gala de la nobleza,
montar en el parque—simplemente para ser visto ¡claro está! —añadió irónicamente y entonces
agregó—: pero no había ningún televisor, computadoras o microondas y mujeres eran más bien
como esclavas.
—¿Cómo es eso?—preguntó Greg con el ceño fruncido.
Lissianna se encogió de hombros.
—No nos permitían poseer ninguna propiedad o riqueza y vivíamos bajo el reinado de
nuestros padres hasta que nos casábamos. Se esperaba que las mujeres de la clase alta se casaran
bien y tuvieran bebés, entonces todo lo que heredábamos o poseíamos—incluyendo nuestros
mismos cuerpos y cualquier niño que tuviéramos—pasaban a convertirse en pertenencia de
nuestros maridos para que hiciera con ellos lo que deseara.
—Hmm—Greg parecía indiferente ante estas noticias.
Lissianna sonrió ante su expresión, luego se rió.
—Las mujeres de las otras clases empezaban a trabajar entre los ocho y doce años. Ellas,
también, se casaban luego y todo lo que poseían—incluyendo sus cuerpos y cualquier niño que
tuvieran—pertenecía también a sus maridos. Es mejor hoy.
Observó su decepción y sonrío irónicamente.
—Tienes la visión romántica que muestran en películas y libros. Estoy segura que mi
opinión está coloreada por mis recuerdos y el hecho de que soy una mujer. Es más fácil ser una
mujer ahora. No necesitamos casarnos si no lo deseamos y no podemos ser forzadas a que tener
niños. Podemos conseguir una educación, tener una carrera, poseer propiedades, y poseer
riquezas. Cuando nací, todo lo que éramos o nos era permitido hacer era ser hijas cumplidoras,
casarnos y convertirnos en esposas y madres cumplidoras.
—Tú no te casaste ni tuviste hijos— señaló, inclinó su cabeza, fruncir el ceño y
preguntó—¿o sí?
—No.
—¿Por qué? Tienes más de doscientos.
Lissianna sonrío débilmente.
—Lo haces sonar como si fuera una solterona. Todo es relativo. Cuando es probable
que vivas un par de miles de años o más, no hay necesidad de precipitarse en el matrimonio.
—Sí, pero… ¿doscientos años? ¿En ese tiempo nunca te has enamorado?
Lissianna se encogió de hombros.
—Es difícil enamorarse cuando todos a quienes conoces no son nada más que una
bonita marioneta bonita.

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Greg parpadeó.
—No comprendo. ¿Por qué una bonita marioneta?
Lissianna vaciló, y luego preguntó:
—¿Podrías querer a mi madre?
Su expresión era respuesta suficiente, pero Greg dijo:
—No soy un fanático del control, pero me gusta estar al mando de mí mismo por lo
menos en la mayoría de las situaciones. Me hace sentir....
—Inferior, como un niño, nada más que una marioneta andante y que habla—sugirió y
Greg asintió ante la repentina comprensión.
—Ya veo. La relación no podía ser equilibrada. Como Meredith y yo, tú siempre
tendrías el control.
Lissianna asintió con la cabeza.
—Y… como tú… necesito un igual.
Compartieron una sonrisa, luego Greg miró con atención hacia atrás a lo largo de las
fotografías a una que incluía a Jean Claude Argeneau.
—Thomas dijo algo sobre tu padre y el control. Tenía algo que ver con…
—Mi madre era criada en un castillo, sólo tenía quince años—interrumpió Lissianna,
mirando en una pintura de sus padres—. Padre podía leerla. Entró sobre su corcel; fuerte,
apuesto, y brillante como un nuevo penique y ella se enamoró. Era como un dios ante sus ojos y
fue barrida a sus pies fácilmente. Mamá lo adoraba y lo creía perfecto. Todo lo cual debió ser
indudablemente halagador—señaló Lissianna con gravedad—. La convirtió y se casó con ella
relativamente rápido y las cosas fueron buenas por un breve tiempo.
—¿Entonces?
—Pero en cuanto el encaprichamiento cayó en declive, vio que no era perfecto, y sus
pensamientos ya no fueron tan halagadores—Lissianna le echó un vistazo—. Él, por supuesto,
pudo leer las pequeñas ideas críticas tan fácilmente como leería el temor ante él y se sintió
lastimado y frustrado. Empezó beber y flirtear—sin duda en un intento de reforzar su autoestima
desfalleciente.
—¿Podía controlarla como tu madre conmigo?—preguntó Greg.
Lissianna asintió con la cabeza.
—Era más fácil antes de que se convirtiera, pero después todavía podía controlarla.
Solamente que entonces lo hacía conscientemente. También ella podía leer sus pensamientos.
Por lo menos podía cuando no los estaba vigilando. Padre no podía o no quería mantenerlos
controlados cuando estaba ebrio.
—Sabía sobre su bebida y donjuanismo—se dio cuenta Greg horror—. Y lo sabría y se
resentiría por cada vez que la controlara.
Lissianna asintió.
—Peor aún. Mamá se enteró de que se había casado con ella porque se parecía a su
esposa muerta en Atlántida, pero que estaba desilusionado porque, por supuesto, no era su
esposa muerta y no era lo mismo. Había cometido un error que lamentaba y yo pienso que la
castigaba por eso no protegiendo sus ideas deliberadamente.
—Suena como una pesadilla—dijo con gravedad—. ¿Por qué tu madre no se fue?
—Era una situación difícil. La había engendrado.
—¿Engendrado?

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—Dicen que el cambio es tan doloroso como el parto, y que alguien que es convertido
es nacido a una nueva existencia, así que quien hacía el cambio es considerado como su
progenitor—explicó.
—¡Oh! Ya veo—Greg consideró eso por un momento, entonces preguntó:
—Doloroso, ¿no?
Lissianna asintió con la cabeza seriamente.
—Yo misma nunca he presenciado uno, pero me dijeron que es muy doloroso.
Frunció sus labios y entonces dijo:
—¿Por eso se quedó, porque la engendró?
Lissianna hizo una mueca.
—Bien, en parte. Supongo que podría decirse que se sentía en compromiso con él por
eso. Le había dado su nueva vida, tanto como sus hijos y todas las comodidades y la riqueza de
que disfrutaba. Sin él, mamá se habría quedado como una sirvienta en el castillo donde nació,
trabajado hasta alcanzar una muerte temprana.... eso era algo que él siempre le recordaba
cuando ella perdía finalmente la paciencia con él.
—Manipulador—dijo Greg en voz alta—. ¿Por qué otra cosa se quedó?
Lissianna se encogió de hombros.
—La misma razón por la que la mayoría de las mujeres se quedan en un matrimonio
desdichado.... No tenía nada. Él era todopoderoso, todo era suyo mientras vivía, y podía haberla
castigado seriamente—y con la bendición de la ley y la sociedad—si lo hubiera dejado.
Empezaron a caminar otra vez, y dijo:
—Afortunadamente, mi padre se aburría fácilmente y partía por décadas al tiempo que
tenía amores con alguna mujer u otra. Desafortunadamente, siempre regresaba. Éramos más
felices cuando estaba ausente. Sospecho que fue igual para mamá a través de la mayor parte de
su matrimonio.
—Y por haber presenciado esto durante doscientos años, yo supongo que serías reacia a
sujetarte al matrimonio y a la posibilidad de sufrir del mismo modo.
Lissianna miró la próxima pintura ciegamente, sus palabras repasando su mente. Nunca
había considerado cómo el matrimonio de sus padres la había afectado, pero en verdad, estaba
aterrorizada de cometer un error y ser miserable durante casi setecientos años como su madre.
—Comprendo que no se divorciara en las épocas medievales o victorianas, pero en la
actualidad es algo normal—dijo Greg, distrayéndola—. Crees que si todavía estuviera vivo él o
Marguerite hubieran…
— No—interrumpió con seguridad.
—¿Por qué?
—El divorcio no es nada que tomemos a la ligera.
—¿Por qué?—repitió.
Lissianna vaciló, y luego dijo:
—Sólo se nos permite engendrar a una persona en nuestras vidas. Por mayoría, es su
compañero. Siendo ese el caso, es mejor tomarse tiempo y estar seguro que es correcto.
Se encogió de hombros.
—La mayoría se quedan juntos de todos modos. Esos pocos que se separa permanecen
solos o encuentran a compañeros entre nuestra clase y no necesitan convertir a nadie. Los otros

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parten y permanecen solos, o gastan sus vidas moviéndose empujados por la corriente de un
amante mortal al próximo, nunca capaces de quedarse más de diez años o algo así porque el
hecho de no envejecer se empieza a notar.
—¿Y si aquel que engendras y con el que te apareas se muere? ¿Puedes engendrar otro?
—¡Santo Dios! No—Lissianna se río ante la sugerencia—. Habría compañeros
sufriendo repentinamente accidentes fortuitos por todas partes si eso estuviera admitido.
—Supongo—asintió Greg—. ¿Pero por qué solo se puede engendrar a una persona de
todos modos?
—Control demográfico—le respondió inmediatamente, apuntado luego—: no sería
bueno si el comedero se sobrepoblara de anfitriones. También es por eso que solo tenemos
permitido tener un niño cada cien años.
Greg sonó un silbido silencioso a través de sus dientes.
—Eso haría una diferencia de edad entre tú y cada uno de tus hermanos—pausó y echó
un vistazo hacia atrás sobre las fotografías que ya habían recorrido—, asi que Etienne tiene
trescientos y algo.
— Etienne tiene trescientos once, Bastien cuatrocientos nueve, y creo que… —añadió
luego—, mi hermano mayor tiene seiscientos diez aproximadamente.
Las cejas de Greg se unieron con sorpresa.
— ¿Seiscientos diez? ¿Por qué una brecha grande?
Lissianna se encogió de hombros.
—Sólo porque no puedes tener más que uno cada cien años, no significa que tengas que
tener uno cada cien años—señaló.
—Es cierto, supongo—estuvo de acuerdo Greg.
—¡Aquí están!—echaron un vistazo a la puerta mientras las gemelas entraban por ella
rápidamente.
—Los extrañamos en la primera película, ¡y era fenomenal!—Juli se deshizo en elogios.
—Así que pensamos que era mejor venir a ver si querían ver la próxima antes que
empecemos—dijo Vicki.
—Vamos a hacer palomitas de maíz—añadió Juli, tratando de tentarlos.
Aliviada de poder dejar a un lado el desagradable tema de su padre, Lissianna esbozó
una sonrisa, y dijo:
—Me parece bien. Estábamos casi listos aquí de todos modos. ¿No lo estábamos?—
echó un vistazo a Greg de manera inquisitiva.
Él sonrío divertido, pero asintió con la cabeza, y ella dejó escapar un suspiro de alivio.
—Palomitas de maíz suena bien—dijo—. ¿De qué es la película? ¿Tiene un vampiro?
—¡Oh! ¡Por favor! Cómo si miraríamos películas de vampiros—resopló Vicki.
—Siempre los pintan malos—se quejó Juli—. Y son tan estúpidos. Sin ir más lejos,
mira el Drácula de Stoker, escribió que Drac tenía un harén de vampiresas en su castillo y estaba
todavía persiguiendo a Lucy y Mina. ¿¡Hola!? Tú solo puedes cambiar una.
—¿Y eso de transformarse murciélago, ratas, o lobos?—preguntó Vicki con aversión—.
Puaj. ¿Pero qué esperar cuando consiguió su información de una vampiresa borracha?
—Y luego está Renfield—añadió Juli con un estremecimiento—. La única manera en
que puedes terminar con un comilón de bichos como Renfield es si el Concilio lo ha decidido.

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—¿El Concilio?—preguntó Greg con interés—. ¿Y qué quieres decir con que Stoke
consiguió su información de un vampiro borracho? ¿Habló con uno de ustedes realmente como
yo estoy haciéndolo?
—No, no como tú lo estás haciendo. Estamos todos sobrios—señaló Juli.
—Aquí están: estábamos a punto de empezar la segunda película sin ustedes.
Greg miró alrededor sorprendido ante las palabras de Thomas y vio que habían llegado
a la habitación de espectáculos. Era básicamente una sala grande con una pantalla inmensa
sobre una pared y todo el mobiliario preparado de cara a ella.
—¡¡Oh! ¡Hey!—gritó Juli—. Hicieron las palomitas de maíz—olvidando la
conversación se precipitó a tomar el tazón grande de palomitas de maíz untado con mantequilla
que Elspeth estaba sujetando.
—Jeanne Louise y yo las hicimos—les informó Elspeth, dio uno de los dos tazones
remanentes a Vicki y otro a Greg—. Pensábamos que ahorraría tiempo. Ahora, siéntese así que
nosotros podemos empezar la película.
Greg agradeció a Elspeth por las palomitas de maíz y siguió a Lissianna para uno de los
dos sofás enfrente de la pantalla. Lo escogieron juntos cuando alguien apagó las luces y la
pantalla se encendió con la imagen de un logotipo de la compañía de películas.
Era una película de acción, pero ninguna buena y Lissianna no estuvo muy sorprendida
cuando Greg se inclinó hacia ella para hablar, pero si fue sorprendida por la elección del tema
cuando preguntó en un susurro:
—Pero, sobre esto de solamente engendrar a un compañero y tener un niño cada cien
años.... ¿Quién hace cumplir eso?
Lissianna vaciló. No estaba acostumbrada a hablar de estas cosas. Aquellos que eran de
su gente ya lo sabían y no tenían ninguna razón para hablar ello, y —fuera de un puñado de
personas selectas de confianza como María, la empleada de su madre—aquellos que no eran de
su gente no sabían nada. Aún así María y otros mortales como ella no sabían demasiado, solo
que eran longevos, fuertes y con algunas habilidades especiales.
Suponía que adivinaban sobre su vampirismo debido a la sangre en el refrigerador, de lo
que nunca escuchó que hablaran. Y no había necesidad que ellos estuvieran al tanto del Concilio.
— ¿Es un secreto?—preguntó.
Lissianna se sacudió de sus pensamientos y decidió que no había razón para no
decírselo. Cuando el tío Lucian acabara con él, no recordaría nada de todos modos. Por lo
menos, eso esperaba. La alternativa de que no pudieran limpiar su memoria era indigerible para
ella.
—Tenemos un Concilio que hace y hace cumplir las leyes—respondió muy suavemente.
—¿Un Concilio?—meditó al respecto—. ¿Tu madre y hermanos están en él?
—No. Son demasiado jóvenes.
Sus ojos se abrieron incrédulamente.
—¿Setecientos es demasiado joven?
Lissianna sonrió abiertamente.
—Mamá es relativamente joven para nuestra gente.
—Supongo—admitió Greg, y ella supo que probablemente estaba recordando que su
padre había sido mucho, mucho más viejo.
—Tío Lucian es la cabeza del Concilio.

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—¿Tu tío?—consideró eso brevemente, preguntado entonces—, así que ¿qué hacen si
alguien viola la ley y engendra a más de una persona?
Lissianna se revolvió incómodamente, pasaba de un tema desagradable a otro.
—He oído hablar solamente de un ejemplo donde alguien convirtió a una segunda
persona—admitió.
—Y ¿qué hicieron tu tío y sus concejos?—preguntó.
—Le pusieron…. fin al que llevó a cabo el cambio.
—Geez. ¿Poner fin?—Greg se recostó hacia atrás ante estas noticias, preguntó
entonces—: ¿Cómo?
—Fue atado al aire libre por un día para permitir que el sol lo devastara y luego
prendido fuego una vez que el sol se puso.
—Dios querido, —respiró—. Tu tío es brutal.
—Eso fue hace siglos, todos eran atroces entonces—dijo rápidamente, añadiendo
entonces—, fue utilizado como un factor disuasivo para prevenir a otros de violar la ley.
—Bastante persuasivo—dijo entre dientes—. ¿Qué le pasó a la persona que fue
engendrada?
Lissianna se encogió de hombros.
—Nada de lo que haya oído hablar; se le permitió vivir. Supongo que su vida reemplazó
a la de su progenitor.
—Hmm—Greg echó un vistazo hacia Juli y Vicki, y dijo—: deduzco que los gemelos
son permitidos, a pesar de la regla de uno cada cien años, ¿pero qué hacen si una de sus mujeres
trata de tener niños más cerca de cien años?
—Un poco de libertad es admitida allí. Algunos han tenido hijos con un intervalo de
noventa y cinco años, pero luego la madre debe esperar los cinco años adicionales la próxima
vez para tener otro.
—Pero ¿qué si tratan de tener otro con cincuenta años de separación, o tener uno justo
después de otro?
—Eso no es admitido. Debe ponerse fin al embarazo.
—¿Pueden hacer abortar a sus bebés?—preguntó Greg con sorpresa, y cuando asintió
con la cabeza, preguntó—: ¿Qué hacían antes que existieran los abortos in vitro?
Lissianna suspiró. Esta es la clase de cosa sobre la que prefería no pensar y mucho
menos hablar, pero se obligó a responder.
—Antes de los abortos legales, el bebé era cortado del estómago de la madre, o se le
ponía fin después del parto.
—Supongo que se lo ataban al sol por un día y luego le prendían fuego—sugirió Greg,
sonaba hiriente.
—No, por supuesto que no—dijo con tristeza, sabiendo que estaba consiguiendo una
impresión mala de su gente—. El Concilio no tendría razón para torturar a un niño inocente.
Levantó una ceja.
—Así que ¿cómo se le pone fin entonces?
Lissianna se encogió de hombros impotente.
—No estoy segura. No conozco a nadie que haya tratado de tener niños más cerca de lo
admitido. Sería tonto. Un embarazo no es nada que pueda ser escondido fácilmente.

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Greg dejó escapar su respiración en un suspiro y, con él, un poco de la tensión que lo
dejaba.
—¿Qué otras leyes han dictado tus Concilios?
Lissianna frunció sus labios.
—No se nos permite asesinar o robarnos entre nosotros.
—¿Sí?—preguntó, otra vez utilizando un tono cáustico—. ¿Y a mortales?
—No sin una buena razón—le garantizó.
—¿Una buena razón?—Greg la miró boquiabierto—. ¿Qué exactamente constituye una
buena razón?
Lissianna suspiró ante su reacción, sabiendo que debería haberla esperado.
—Bien, presumiblemente para protegernos a nosotros mismos o otros de nuestra clase.
Greg lanzó un gruñido y dio una inclinación de cabeza, presumiblemente diciendo que
podía comprender eso, y Lissianna se relajó un poco, pero entonces preguntó:
—¿Qué significa?
Mordió su labio, y luego admitió:
—A forraje en caso de una emergencia.
—¿Qué clase de emergencia permitiría que uno de ustedes asesine o robe a un mortal?
—Ha ocurrido en el pasado que en sus viajes, uno de nuestra clase—por un accidente o
un simple error—se ha encontrado lastimado y sin un suministro de sangre. En tal caso, puede
robar un banco de sangre local—o si está sumergido en la selva o el algún otro lugar donde su
único recurso es el origen—puede tomar lo que necesita—dijo con delicadeza.
Greg no fue engañado por su fraseo.
—Quieres decir, si están volando a algún lugar y el avión choca y están lastimados
afuera quién sabe dónde con solamente uno o dos supervivientes, pueden vaciarlos hasta
dejarlos secos, ¿no?
—Sí, ese tipo de cosa—admitió Lissianna con un suspiro—. Pero solamente si es
completamente necesario.
Greg asintió con la cabeza.
—¿Por lo demás, solamente se permite comer del "Origen" para razones de salud como
tu fobia?
—Sí.
—¿Hay otras razones de salud que lo permitan?
Lissianna asintió con la cabeza.
—En realidad, hay algunas. Tengo un primo y un tío que pueden sobrevivir sólo
consiguiendo sangre. Sus cuerpos necesitan una enzima específica que se muere en cuanto la
sangre deja el cuerpo. Pueden consumir bolsa tras bolsa de sangre y todavía morirse de hambre.
Greg silbó a través de sus dientes.
—No pensé que los nanos permitirían que tal condición continuara.
—Los nanos reparan el daño y atacan la enfermedad, no corrigen un estado genético o
natural. Y la necesidad de mi tío y primo por esa enzima cuando el resto no lo necesita es por
una anomalía genética e innata a ellos.
—Ah, ya veo.

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—Bien, eso fue un desperdicio de película—dijo Thomas con aversión.
Lissianna parpadeó cuando las luces se encendieron. La película había terminado, y, por
lo que se podía deducir por el comentario de su primo, no se había perdido mucho mientras
hablaba con Greg.
—Sí, era malísima—estuvo de acuerdo Juli—. Y me alegro de que haya terminado,
estoy muerta de hambre.
—¿Cómo puedes estar muerta de hambre? Tú sola te comiste un inmenso tazón de
palomitas de maíz—dijo Elspeth.
—Las palomitas de maíz no son comida, son palomitas de maíz—le dijo Vicki con
riendo, luego se giró hacia Greg—. ¿Qué tienes ganas de comer? Podíamos hervir algunos
perritos calientes, o calentar una de las pizzas.
Greg sugirió:
—¿Por qué no toman un bocado para salir del apuro mientras yo preparo chile?
—Chile, ¿no?—consideró Juli, entonces preguntó—: ¿También papas fritas?
—Y con queso—añadió Vicki, pareciendo excitada.
—Sus deseos son órdenes—rió Greg, poniéndose de pie y extendiendo la mano hacia
para ayudar a Lissianna a levantarse.

—Si te pidiera que me lleves casa, ¿qué dirías?


Lissianna echó un vistazo por encima de la revista que había estado hojeando y miró
fijamente a Greg. Estaba revolviendo su chile y con su vista fija en lo que hacía, lo que
probablemente fuera bueno, porque si su expresión reflejaba sus sentimientos, sería una mole de
confusión. Su mente giraba con los pensamientos que la pregunta de Greg le provocaba. Lo
había liberado la primera vez porque se sentía culpable. Todavía sentía esa culpabilidad. Más
ahora que tío Lucian estaba al tanto de la situación, haciendo la posición de Greg precaria. Si
argumentara su caso convincente y suficientemente, Lissianna tenía mucho miedo de que —a
pesar de la ira de su madre y la amenaza que podría representarles— podía ser convencida de
devolverlo a su departamento otra vez.
—Me traería muchos problemas—fue todo lo que dijo, pero la abierta sonrisa que curvó
sus labios inmediatamente indicó que Greg sabía que podía ser convencida de liberarlo.
—Bien, no te preocupes, no te lo pediré—dijo de modo tranquilizador.
Su comentario la sobresaltó.
—¿Por qué?—dejó escapar Lissianna.
Greg consideró la pregunta mientras miraba con atención el horno para verificar las
patatas fritas. Estaba probando ser un mago con las labores domésticas. El hombre sabía lo que
era un batidor, lo cual era una suerte, supuso Lissianna, porque estaba perdida en la cocina. Se
habría muerto de hambre si hubiera tenido que esperar que ella cocinara para él.
Afortunadamente para Greg y las gemelas, a pesar de que la cocina de Argeneau estaba
generalmente desprovista de la comida, estaba equipada con todos los platos, utensilios y
aparatos de cocina acostumbrados. Tenían fiestas ocasionalmente que eran abastecidas de
comida, y a Marguerite le gustaba estar preparada para cualquier eventualidad.
—Es difícil explicar—dijo Greg definitivamente—. Aprender sobre tu gente es más o
menos como hacer atletismo junto a alienígenas amigables. ¿No querrías saber más sobre ellos?
Lissianna asintió con la cabeza despacio. Comprendía su razonamiento y supuso que
debería haber esperado su curiosidad. No tenía corazón para decirle que cualquier cosa que

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aprendiera sería efímera, y que su madre estaba esperando que tío Lucian pudiera limpiar sus
recuerdos de ellos de su mente.
—¿Por qué comen las gemelas mientras el resto de ustedes no lo hacen?
La pregunta significaba un rápido cambio de tema y por lo tanto le tomó un momento a
la mente de Lissianna hacer el cambio, y luego dijo:
—Las gemelas aún son jóvenes. Cuando somos niños es necesario comer para madurar
apropiadamente, pero en cuanto maduras ya no lo es.
—Así que puedes comer, sólo.... ¿Qué? ¿Sólo dejan de hacerlo?—preguntó Greg.
—Básicamente—dijo con una inclinación de cabeza—. Después de un tiempo, la
comida se vuelve aburrida y tener que comer de tanto en tanto se convierte en una especie de
molestia. Así que, sí, la mayoría de nosotros sólo dejamos de preocuparnos por ello.
—¿Comida? ¿Una molestia aburrida?—Greg parecía escandalizado—. ¿Incluso el
chocolate?
Lissianna se río entre dientes.
—El chocolate no es comida, es maná. El Chocolate nunca se pone aburrido.
—Bien, agradezco a Dios por eso—murmuró entre dientes, dando otra movida a su
chile.

Capítulo 13
—Vamos a probar la “desensibilización sistemática” —anunció Greg.
—¿Eh? —inquirió Lissianna, educadamente, y él no pudo evitar percibir que ella estaba
más cautelosa que impresionada con las noticias.
No se sorprendió; el miedo era algo terrible y difícil para afrontar, y eso era lo que ellos
estaban a punto de hacer: ocuparse del miedo de Lissianna y, esperanzadamente, curar su fobia.
Había otras cosas que Greg preferiría hacer con Lissianna que ocuparse de su fobia,
pero Marguerite había estado tan alterada por el hecho de que ellos no hicieran absolutamente
ninguna terapia mientras ella estuviera dormida, que él se encontró prometiendo que trabajarían
directamente después de que él y las gemelas comieran la cena que estaba preparando. Así que,
allí estaban, en la biblioteca, para lo que Lissianna había llamado su primera sesión de tortura.
—¿Esta “desensibilización sistemática” funcionará?
—Debería. Es muy eficaz con las fobias —le aseguró él.
—De acuerdo —suspiró, enderezó sus hombros y, entonces, preguntó—: ¿Qué tengo
que hacer?
—Bien, necesitaré que pienses en situaciones que te causen ansiedad, y…
—No siento ansiedad con la sangre —interrumpió Lissianna—. Sólo me desmayo.
—Sí, pero… —Greg hizo una pausa, entonces inclinó su cabeza y preguntó—: ¿Sabes
por qué reaccionas así hacia la sangre? Podría considerar que esto era una queja común entre los
de tu clase. ¿Cuándo pasó por primera vez?

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Lissianna miró hacia abajo y Greg siguió el movimiento, notando que ella estaba
torciendo sus manos unidas en su regazo. La sangre sólo la hacía desmayar, pero ella estaba
sintiendo angustia ante la idea de hablar sobre cuándo comenzó la situación.
Después de un largo silencio, ella alzó la vista y, renuentemente, admitió:
—Empezó después de mi primera caza.
La expresión torturada en su cara era difícil de soportar. Él lo había visto antes en las
caras de sus pacientes, pero ésto era diferente. Greg quiso envolver sus brazos alrededor de
Lissianna y decir que nunca necesitaría pensar sobre eso de nuevo, que él la mantendría a salvo.
Pero no lo hizo, claro. Lissianna deseaba las herramientas y el conocimiento para estar libre de
su fobia. No era Meredith. Esa era una de las cosas que más le gustaba de ella.
Tomando una profunda bocanada de aire, dijo:
—Cuéntame sobre tu primer caza.
—Yo… Bien, tenía trece años —dijo despacio y Greg manejó no retroceder
exteriormente. Simplemente trece.
¡Cristo! Una niña, pero entonces se recordó que era una habilidad esencial que
Lissianna habría necesitado, uno que la habría mantenido viva si algo hubiera pasado a sus
padres, y ella habría necesitado defenderse por si misma.
Si él estaba teniendo problemas oyendo esto, Greg supo que para ella era peor.
Decidió darle a Lissianna una oportunidad de acostumbrarse a la idea de discutirlo y
satisfacer su curiosidad al mismo tiempo.
—¿Cómo te alimentabas antes de eso? —preguntó y sintió algo de tensión abandonarlo
cuando ella se relajó un poco.
—Antes de los bancos de sangres, yo tenía… bueno, el equivalente vampiro de nodrizas,
supongo. Sólo que no me amamantaba de su pecho, les mordía sus muñecas o cuellos —
Cuando Greg hizo muecas, ella agregó—: Ahora que hay bancos de sangre, las nodrizas no son
necesarias.
Greg asintió, alegre de oírlo, y entonces preguntó:
—¿Podías controlar mentes cuando eras una niña?
—No hasta, aproximadamente, los ocho o nueve —admitió Lissianna con un
encogimiento de hombros—. Antes de eso, un padre o guardián controla las mentes de los
donadores para que ellos no sientan el dolor.
—De acuerdo —Greg consideró su expresión. Ella lucía más relajada, pero él supo que
no duraría por mucho, cuando le sugirió—: Estoy suponiendo que no estabas sola tu primera
vez.
—No. Un guardián siempre acompaña el primer par de veces. Es necesario. Hay
demasiado que hacer en un seguimiento — explicó, y era obvio que no estaba bastante lista para
sumergirse en su primera vez, motivo por el cual estaba generalizando—. No importa cuántas
veces pones en práctica el control mental con tus nodrizas, esto es en la seguridad y privacidad
de tu casa. Cuando sales a cazar, tienes que controlar la mente de la persona y realizar un
seguimiento de tus alrededores, en caso de que alguien venga. También tienes que prestar
atención a cuánto tiempo te alimentas, para no tomar demasiada sangre —hizo una pausa, y
agregó—: Cuando estás con las nodrizas, puedes tomar más sangre y está todo bien si ellas
están un poco débiles o incluso se desmayan, pueden descansar si lo necesitan; pero cuando
cazas, tienes que tomar menos… —Lissianna encontró su mirada y parecía más relajada cuando
admitió—: Para alimentarnos usamos más de un donador o “huésped” en una noche,
distribuyéndolo entre dos o tres para que nadie quede físicamente afectado. No sería bueno dejar
a los donadores tambaleándose enfermizamente por la calle. Tienen que poder ser capaces de

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caminar sintiéndose bien. Así, cuando los de nuestra clase sale por primera vez, tienen que
aprender cuánto tiempo es seguro alimentarse. Para eso, la persona que los acompaña está allí,
para estar seguro de que ellos no pierden la noción del tiempo —terminó, haciendo una
mueca—. Hay tanto para prestar atención. Intentar hacer las tres cosas puede ser agobiante al
principio.
—Ya veo —asintió Greg—. Imagino que estarías nerviosa la primera vez o la segunda
también. A lo que, simplemente, se agregaría el stress.
—Sí —confirmó Lissianna.
—Así que, ¿fue tu padre quien te llevó?
Su cabeza se sacudió con la sorpresa.
— ¿Cómo lo supiste?
—Porque no pienso que tu madre habría permitido que algo saliera mal —dijo Greg
simplemente, y era verdad. Estaba seguro, Marguerite habría hecho todo lo que podía para
asegurar que esa cuestión pasara sin problemas para Lissianna. A pesar de cualquier otra cosa
que pensara sobre la mujer, era obvio que amaba a su hija.
—No —Lissianna se permitió respirar en un suspiro lento—. Mamá no habría permitido
que nada saliera mal si hubiese podido evitarlo.
Greg asintió.
—Así que, ¿tu padre te llevó?
—Sí —dijo amargamente—. Mamá no quiso, pero él estaba borracho y terco.
Desgraciadamente, yo no ayudé. Era arrogante y estaba segura de que no necesitaría a nadie
conmigo —Lissianna hizo muecas de auto—repugnancia.
—Cuéntame —dijo Greg suavemente.
Lissianna se encogió de hombros.
—Fue bueno al principio. De alguna manera, yo estaba nerviosa, pero entusiasmada
también. Fuimos a Hyde Park y escogí a un hombre joven; un año o así más viejo que yo y…
todo fue estupendo al principio —reiteró ella, entonces sus cejas se encontraron.
— ¿Qué salió mal? —instigó Greg.
—Bien, como dijiste, estaba un poco agobiada. Estaba concentrándome en controlar su
mente e intentando de prestar atención a los alrededores para estar segura que nadie salía
furtivamente mientras yo estaba desprevenida… y perdí la noción del tiempo. Normalmente, tus
padres simplemente te harían saber que es tiempo de detenerte, pero…
—Pero tu padre estaba borracho.
Lissianna asintió.
—Él no dijo nada, ninguna advertencia en absoluto. Apenas me agarró por el hombro y
me apartó —levantó una cara pálida y agregó—: Mis dientes todavía estaban en el cuello del
muchacho —Greg hizo una mueca de dolor. Antes de que pudiera imaginar la horrible escena,
Lissianna se apresuró en continuar—: Afortunadamente, mamá nos había seguido. Ella no había
confiado en papá. Fue para salvar al muchacho, pero… estuvo tan cerca. Él casi murió y perdió
tanta sangre… —restregó su cara fatigadamente—. Nunca he podido resistir la vista de sangre
desde entonces.
Ella miró a sus flácidas manos, entonces levantó su rostro afligido hacia él, y dijo:
—Casi maté a ese muchacho.
—Pero no lo hiciste, Lissianna. No lo mataste —moviéndose más cerca, él cedió ante
la tentación que había tenido antes y la empujó a sus brazos. Sosteniéndola cerca, pasó sus

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manos de arriba abajo en su espalda, intentando confortarla. Deseó que Jean Claude todavía
estuviera vivo, para que él pudiera aporrear al cretino. En un irreflexivo, ebrio momento, el
idiota había causado casi dos siglos de tormento para su hija. Greg acarició su espalda, entonces
la apartó ligeramente—. ¿Lissianna?
Su cara estaba pálida cuando ella la levantó. Greg estaba tentado de besarla, pero tenía
que saber la respuesta a la pregunta que simplemente se le había ocurrido.
—¿Tengo que suponer que esto significa que nunca has matado a alguien de quien te
has alimentado? ¿No vas por ahí desangrándolos?
—No, claro no —Lissianna sonaba sobresaltada, como si la misma pregunta la
sorprendiera y Greg sonrió, soltando la respiración que no sabía que había estado sosteniendo.
Estaba tan contento con la noticia que podría haberla besado. Ese pensamiento atrajo su mirada
a sus labios e inesperadamente encontró su boca, simplemente, abandonándose.
Lissianna no se apartó o intentó detenerlo. Sus ojos temblaron brevemente, entonces se
acercó justo antes de que sus labios frotaran los suyos. Ambos soltaron un pequeño suspiro y
fue como abrir una compuerta, Greg sentía el deseo precipitarse dentro de él, como una
burbujeante olla hirviente. Instó a sus labios a abrirse y introdujo su lengua entre ellos, entonces
se congeló cuando la voz de Thomas penetró en sus pensamientos.
—No puedo creer que pensaras que nosotros chuparíamos a un mortal hasta secarlo.
Simplemente es idiota, como matar la vaca lechera. No puedes conseguir leche de una vaca
lechera muerta.
Greg y Lissianna se separaron y giraron para mirar fijamente al hombre cuando él salió
desde atrás de las cortinas que cubrían las puertas francesas a lo largo de la pared exterior.
—¡Thomas! ¿Qué estás haciendo? —la voz de Lissianna murió cuando también sus
otras primas salieron desde atrás de las cortinas.
—Quisimos ver cómo marchaba la primera sesión de la terapia —explicó con un
encogimiento de hombros Mirabeau para justificar su presencia.
—No esperábamos que se convirtiera en una sesión de besuqueo.
Lissianna lo miró perpleja y, obviamente, no supo qué decir. Greg fue quien lo hizo.
Muy insultado, miró ferozmente a Thomas y preguntó:
—¿Simplemente estás igualando a los humanos con las vacas?
—No a los humanos. A los mortales. Nosotros también somos humanos —dijo Thomas
con diversión, entonces miró a su prima y se burló—: La culpa es tuya Lissianna. Sabes bien
que no debes jugar con tu comida.
—Compórtate, Thomas —regañó Jeanne Louise bruscamente, y luego le explicó a
Grez—: Él solo está bromeando. Mayormente —se encogió de hombros, y agregó—: Lo
sentimos, estábamos espiando y simplemente nos habríamos marchado para no interrumpirlos
cuando las cosas se pusieron… er… —Agitó vagamente sus brazos hacia ellos y Greg miró a
Lissianna para encontrar que ella estaba ruborizándose. Doscientos dos años y ella todavía podía
ruborizarse por ser atrapada besándose. No consiguió maravillarse mucho antes de que Jeanne
Louise continuara—. Pero está haciéndose tarde, y sabemos que Lissianna tiene que trabajar
esta noche.
—¡Oh!
Greg lanzó una mirada hacia Lissianna, para encontrar que se había puesto de pie de un
salto.
—Oh, cielos, no me dí cuenta de que era tan tarde. Sería mejor que me vaya yendo.
Greg frunció el entrecejo cuando ella se dio prisa hacia la puerta. No le gustó dejar esto
así, pero…

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—¿Qué estás esperando? Persíguela. Dale un beso a tu novia para que te recuerde en el
trabajo.
Greg se volvió bruscamente hacia Thomas cuando Lissianna se escabulló del cuarto,
sabiendo de dónde había venido el pensamiento. De todas las cosas que podría haber dicho, lo
que salió rápidamente de su boca fue:
—Ella no es mi novia.
Thomas resopló negando.
—Estás durmiendo en su cama… donde ella se te unió anoche. Ustedes dos estuvieron
constantemente desnudándose con las miradas uno al otro hoy y escabulléndose para estar solos
y ésta es la segunda vez. He entrado mientras estabas besándola. La primera vez también se
parecía demasiado a un beso. ¿Cuánto tiempo toma para que sea una novia?
Greg pestañeó ante las palabras, entonces agitó su cabeza y se levantó para perseguirla.
No tenía tiempo para discutir el punto, si estaba yendo a atrapar a Lissianna antes de que ella
desapareciera de su cuarto. Incluso si había algo que discutir. Greg encontró que no le
molestaba la idea de que todos pensaran en ella como su novia.
De hecho, si fuera honesto, más bien le gustaba la idea.
Después de que la besara, tenía que explicarle sobre los verdaderos compañeros de
vida.
Greg no detuvo la sugerencia mental, pero se dio prisa para salir de la biblioteca.
Cuando tuviera curiosidad, podría preguntarle a Lissianna sobre eso… después de que la besara.
Realmente quería un beso apropiado, no uno tímido, no uno interrumpido.
A pesar de moverse rápido, Greg no alcanzó a Lissianna hasta que ella llegó a su cuarto.
O el cuarto de ella, supuso, entonces, previó en ese momento que era una clase de cuarto
conjunto desde que él había estado durmiendo allí, pero la ropa de ella estaba ahí. Lo que le dio
una excusa por haberla seguido, comprendió, cuando ella lanzó una mirada atrás con su mano
en la puerta e hizo una pausa al verlo.
—Sólo estaba pensando —dijo Greg cuando fue hacia ella—. Toda tu ropa está aquí y
quizá deba mudarme a otro cuarto. Podría ser más conveniente para ti que dormir en cualquier
otra parte, teniendo que venir aquí para buscar tu ropa.
—Oh —parecía sorprendida, entonces asintió—: Sí, supongo que podríamos cambiar
los cuartos. Supuestamente yo me quedaba en el cuarto rosa, pero… —la charla fue tan lejos
como Greg le permitió seguir. No podía evitarlo. Tenía que besarla. Era para lo que había
venido, después de todo. Agarrando la cara de Lissianna entre sus manos, la arrastró hacia
delante y bajó su cabeza para cubrir sus labios con los suyos, entonces suspiró con alivio cuando
ella inmediatamente se fundió contra él, abriendo su boca para permitirle la entrada.
Greg supuso no debería sorprenderse que después de que doscientos años Lissianna
fuera buena besando, pero ella lo deslumbró. Sólo había previsto un beso rápido. Bueno, un
semi—beso rápido realmente, pero de algún modo se salió de control y estaba presionando su
espalda contra la puerta, sus manos moviéndose sobre su cuerpo. Lissianna no protestó. Ella se
arqueó contra él, sus propias manos subiendo lentamente para tomar su pelo y sus propios labios
volviéndose más exigentes cuando él se derritió contra ella.
Provocándola con su lengua, Greg dejó deslizar su mano debajo de la blusa, buscando
carne desnuda. Sus dedos rozaron su plano estomago, entonces encontró la seda de su sostén, y
tomó su pecho a través del suave material y entonces apretó más agresivamente.
Si una puerta no se hubiera cerrado en el pasillo más lejos, devolviéndolo a su juicio,
Greg sospechó que podría haber deseado hacer el amor allí mismo contra la puerta. Pero el
sonido era como baldazo de agua fría. Rompió el beso y dio un paso atrás.
—Debería dejar que te prepares para el trabajo.

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—Sí —susurró ella.
Greg asintió y esperó que entrara en el cuarto, pero ella simplemente estaba de pie,
mirándolo fijamente. Estaba empezando a preguntarse por qué cuando Lissianna aclaró su
garganta y murmuró:
—¿Piensas que podrías soltar mi…?
—¡Oh! —abriendo la boca, Greg soltó su pecho y deslizó su mano fuera de su blusa.
Comenzó a volverse avergonzado—. Me acostaré pronto —Lissianna asintió, una pequeña
sonrisa tirando de sus labios—. Aunque estaré levantado cuando vuelvas —ella asintió
nuevamente—. Quizá te haré un regalo sorpresa.
—De acuerdo —susurró Lissianna—. Lo esperaré.
Greg continuó retrocediendo en el pasillo y entonces dijo:
—Que tengas una buena noche.
—Tú también —alargando la mano detrás de su espalda, abrió la puerta.
Asintiendo, él sonrió, entonces se giró con un suspiro cuando ella finalmente
desapareció del cuarto.

***

—Bueno, ¿no estás dichosa de verme?


Lissianna sonrió ante el saludo de Debbie cuando caminó dentro del refugio antes del
comienzo de su turno.
—Ese es un buen saludo. ¿Qué hay de nuevo?
—Nada realmente —Debbie la siguió por el pasillo hacia su oficina—. Lo usual. El
viejo Bill estaba chiflado como una mula vieja esta noche y cuando finalmente salió de la cama,
dos de los jóvenes se metieron en una pelea y se destrozaron un poco el uno al otro antes de que
pudiéramos separarlos y el Padre Joseph todavía está sufriendo insomnio.
Lissianna levantó sus cejas.
—¿Todavía?
—Sí. Y está empezando a hablar con él mismo. O eso o está bendiciendo los
refrigeradores de agua —se encogió de hombros—. Pienso que el insomnio lo está afectando.
—Probablemente —acordó Lissianna, mientras se quitaba la chaqueta al tiempo que
entraba a su oficina.
—Parece bastante raro tenerte aquí un domingo —comentó Debbie, siguiéndola—.
Raro pero bueno. Esa Claudia quien toma tus turnos en tus noches libres es alguien irritante. No
siento darle esta noche para que falte cuando todo está funcionando mal.
—Hmm —Lissianna lanzó una mirada simpática a la otra mujer cuando colgó su
chaqueta en el perchero de la esquina y se movió alrededor de su escritorio.
Ciertamente, encontraba a la muchacha más bien molesta con sigo misma. Claudia
tomaba el turno de Debbie dos noches de la semana y el turno de Lissianna durante sus dos
noches, también. Así, ella y Debbie trabajaban juntas tres noches por semana, pero ambas
trabajaban dos noches por semana con Claudia. Lissianna prefería sus noches mientras Debbie
estaba trabajando. Claudia irritaba un poco sus nervios.

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—Entonces, el Padre Joseph todavía está aquí o él ha ido a… —la pregunta de
Lissianna acabó en un sorprendido graznido cuando al sentarse en su silla, sintió aguijonazo en
el trasero.
—¿Qué es? —Debbie avanzó mientras Lissianna se ponía de pie de un salto y se volvía
para mirar hacia abajo en lo en que ella se había sentado.
Las dos miraron fijamente, estupefactas, al ver la cruz en su asiento.
—¿Qué es….?
—¿Una venta de cruces? —sugirió Debbie y Lissianna le lanzó una mirada a ella con
confusión para encontrar que la otra mujer ya no estaba mirando fijamente la cruz en la silla. Su
mirada estaba deslizándose con desconcierto por encima de la oficina.
Siguiendo su mirada, Lissianna miró fijamente la profusión de cruces que llenaban su
oficina. Grandes, pequeños, de madera, de metal; cada tamaño y clase, yacían por toda su
oficina, cubriendo la superficie de su escritorio, su silla, los estantes, la cima de su archivador…
Simplemente estaban por todas partes.
—¿Qué demonios? —murmuró con desconcierto. Un movimiento por la esquina de su
ojo, atrajo su atención hacia la puerta donde el Padre Joseph merodeaba, mordiendo su labio.
—¿Padre Joseph? ¿Qué…? —agitó su mano vagamente alrededor del cuarto para
indicar las cruces.
—Estaba ordenando las cruces —explicó él, disculpándose.
—¿Ordenando las cruces? —Lissianna hizo eco con desconcierto—. ¿En mi oficina?
—Sí —asintió el Padre Joseph—. Era el único cuarto vacío hoy —dijo moviéndose
hacia el interior de la oficina—. Esperaba hacerlo antes de que llegaras. Lo siento —miró
alrededor del cuarto, y extendió su mano—. Si sólo pudieras pasarme la que está en tu silla,
empezaré a quitarlas.
Lissianna recogió la cruz y se la entregó. El Padre Joseph aceptó el artículo, lo miró
silenciosamente, cuando él lo giró en sus manos, entonces se giró hacia la puerta.
—Iré a traer una caja para el resto. ¿Podrías juntarlas mientras lo hago?
Una vez él estaba fuera de vista, Debbie se giró con una ceja arqueada.
—Luce como el infierno. ¿No?
—Sí. Espero que supere este insomnio pronto. Algo realmente debe estar molestándolo
para seguir así.
Debbie asintió, su rostro se mostraba pensativo mientras comenzaban a recoger las
cruces. No pasó mucho antes de que el Padre Joseph volviera con una caja y la oficina de
Lissianna quedara una vez más libre de cruces. Ella lo observó llevando la caja, notando sus
hombros inclinados y sus pesados pasos. El hombre estaba evidentemente exhausto, pensó y
agitó su cabeza.
—Necesita dormir.
—Sí —concordó Debbie con un suspiro—. Hablaré con él sobre conseguir algunas
píldoras para dormir o algo. Este ataque de insomnio tiene que acabar.
Era un sentimiento que resonó en Lissianna hasta el final de su turno, cuando fue en
busca de un candidato para alimentarse antes de dirigirse a casa y se encontró al Padre Joseph
rondando por los pasillos. Ella podría deslizarse en sus pensamientos y podría enviarlo a su
forma de ser habitual, pero Lissianna intentaba evitar perder el tiempo en las mentes de las
personas con las que ella trabajaba. Tenía que verlos diariamente y no tenía deseos de aprender
algo que podría incomodarla al tratar con ellos.

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Decidiendo que un día sin comida no la mataría—especialmente desde que se había
alimentado tan bien la noche anterior gracias a Thomas, Lissianna simplemente le permitió
acompañarla al automóvil, le deseó un buen día y encendió el motor.
Una vez que estuvo en el camino, la mente de Lissianna volvió a Greg. Él había
prometido estar levantado para cuando volviera. Él iba a dormir durante su turno, entonces haría
café y “un regalo especial” listo para cuando ella entrara. Lissianna no tenía una pista de lo que
era el obsequio. Sospechaba que probablemente era alguna comida u otra a la que él era
aficionado, aunque Greg parecía aficionado a las vísceras.
A Lissianna realmente no le importaba lo que fuera. Simplemente estaba entusiasmada
con la perspectiva de verlo nuevamente.
Le gustaba él, le gustaba hablar con él y el hombre podía besar como nadie… como ella
descubrió antes de salir para el trabajo anoche. Claro, se habían besado antes, pero esta vez no
hubo ninguna interrupción, ningún lazo que lo refrenara y el hombre la había deslumbrado. Ella
estaba esperando más besos deslumbrantes.
Lissianna sonrió ante sus pensamientos cuando estacionó en el garaje. No fue hasta que
salió del vehículo y estaba dirigiéndose hacia la puerta de la cocina que notó el Porsche negro
estacionado al lado del pequeño automóvil deportivo de su madre. La vista hizo retardar sus
pasos y su corazón dio un pequeño salto de alarma en su pecho.
Tío Lucian estaba allí.
Tragando dificultosamente, se apuró, corriendo dentro de la casa y directamente arriba,
temiendo por Greg, asiendo firmemente su pecho.
En su disgusto, Lissianna se olvidó de que Greg había dicho que él se mudaría al cuarto
de huéspedes rosa esa noche para que ella pudiera recuperar su propio cuarto. Entró de sopetón
en su dormitorio, esperando encontrar a su madre, Lucian, y Greg allí, sólo para encontrarlo
vacío. Echando su bolsa en la cama, retrocedió hacia la puerta, tomándola cuando esta se cerró.
Podría haberla abierto y abalanzarse hacia afuera, pero el sonido de una puerta abriéndose en el
pasillo la hizo detenerse.
—Necesitaré llamar el concilio, Marguerite —oyó la voz profunda de Tío Lucian.
—Puedes usar el teléfono en el estudio —contestó su madre en un tono bajo.
Lissianna permanecía todavía quieta cuando los pasos retrocedieron hacia la escalera.
Su mente estaba nadando en el caos. ¿Él tenía que llamar al concilio? ¿Por qué? No parecía
nada bueno.
Caminando por el pasillo, se apresuró hacia la puerta del cuarto rosa. Lissianna entró
casi asustada de lo que podría encontrar. Si Lucian no hubiera podido limpiar la memoria de
Greg, él ya podría estar…
Su respiración salió como un silbido cuando espió a Greg que intentaba verla desde la
cama. Ellos lo habían atado nuevamente… y su tío estaba llamando al concilio. Las dos cosas
juntas no pintaban un cuadro demasiado bonito.
—Sabía que eras tú —las palabras de Thomas hicieron que Lissianna girara hacia la
puerta cuando él y el resto del grupo más joven entraron—. Oí tu automóvil —explicó.
Fue Mirabeau quien frunció el entrecejo y dijo:
—Lissi, estás transmitiendo miedo y pánico, tienes que controlarte mejor antes de que
vengan aquí Marguerite y Lucian.
Lissianna restringió el pánico que había hecho erupción dentro de ella a la vista de Greg
atado a la cama, entonces se obligó a respirar firmemente y concentrarse en guardar sus
pensamientos. Las emociones fuertes siempre eran las más fáciles leer. Parecían difundirse de
modo que uno de su propia clase no necesitaba incluso estar intentando leer los pensamientos

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para recibirlas. La última cosa que necesitaba era tener a su madre, Martine, o a Tío Lucian
recogiendo las olas de emoción y venir a investigar. Y, de algún modo, tenía que estar segura de
que Greg no transmitió a cualquiera sus pensamientos para que ella pudiera sacarlo de ese
enredo.

Capítulo 14
Greg fue relevado para ver a Lissianna…hasta él notó el modo en que ella palideció al
verlo otra vez atado. Había temido que ella no estuviera bien, pero su reacción pareció
confirmarlo. Su mirada fija se deslizada sobre los demás, quienes ahora obsrvaban su situación
con de la misma forma. Él dio un tirón a su corbata, y dijo fatigosamente
—Esto es una cosa mala, huh — Nadie contestó, pero después de una vacilación,
Lissianna se movió hacia la cama y se puso a desatar sus muñecas.
—Necesito que no pienses.
—¿No pensar?—preguntó él con incredulidad—. ¿Cómo se supone que no piense?
—Recita algo—la mente de Greg inmediatamente se puso en blanco.
—¿ Qué recito?
—No interesa—ella sonó impaciente, pero hizo una pausa y dijo más con calma—. Un
poema, o canción infantil o … algo. No importa, solamente recita algo y concéntrate totalmente
sobre lo que recitas. Este es el único modo de impedirle a mi madre y a Lucian difundir lo que
estás pensando e inadvertidamente dejarlos que continúen. Así que, si quieres salir de aquí,
necesito que me escuches y hagas exactamente lo que yo digo, pero sin pensar, necesito que te
concentres totalmente en lo que recites. ¿Has entendido?
—Sí—Greg cabeceó, luego admitió—. Pero, no sé si puedo.
—Tienes que hacerlo si quieres salir vivo de aquí—dijo ella con gravedad.
—Recita “cien botellas de cerveza sobre la pared”—sugirió Thomas, avanzando ahora
para ayudar a desatarlo.
—Thomas—Lissianna se enderezó para afrontarlo—. No puedes ayudar con esto. Tú
…—hizo una pausa y echó un vistazo a las seis personas
además de ella y Greg. Todos tienen que ir abajo ahora mismo y no meterse en esto—.
Mirabeau resopló y avanzó para desatar uno de los tobillos de Greg.
—No es posible.
—Mirabeau, esto es serio—trató ella de razonar—. Realmente, realmente serio. Esto
más o menos es desafiar a mi madre. Tío Lucian…

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—Ah, cállate, Lissi—estalló Elspeth, avanzando para trabajar sobre el otro tobillo de
Greg—. ¿ Por qué deberías tener toda la diversión?
—Además … —Juli la hizo a un lado y se puso a trabajar terminando de desatar la
atadura de la muñeca que Lissianna había comenzado—, uno para todos y todos para uno,
¿recuerdas?
—Nos gusta Greg—le dijo Vicki , acariciando su hombro como si pudiera calmarla—.
Ninguno de nosotros quiere verlo sufrir 'un consejo de tres' tampoco.
De repente la tensión en el aire se espesó, y las expresiones severas de aquellos a su
alrededor eran espantosas, pero fue la expresión de Lissianna la que lo afectó más. La
asustaron, y él sospechó que no había mucho que la asustara. Temió muchísimo más que el
miedo de ella fuera por él y no por ella misma.
—Que es un consejo de tres? —preguntó él, sospechando que no le gustaría la
respuesta.
—Tres miembros del consejo que se combinan con la mente de un mortal al mismo
tiempo—contestó Vicki—. Algunos mortales pueden resistirse o bloquear a uno de nuestra clase,
pero nadie puede bloquear o resistirse a tres funcionando juntos.
—¿ Qué hace esto?
—Esto destruye la psique; la persona se hace un Renfield.
Greg supuso que "un Renfield " era su modo de referirse a alguien que se había puesto
loco por el desorden de sus mentes. Sin embargo no estaba seguro, aunque cuando abrió su
boca para preguntar, Mirabeau estalló. ——Recita.
—Cien botellas de cerveza sobre la pared—comenzó Greg, y siguió recitando mientras
trabajaban para dejarlo libre, pero lo encontró difícil. No estaba acostumbrado a no pensar, y
todas clase de pensamientos y preguntas invadían su cabeza. La mayor parte de ellos tenían
que ver con el hecho que él no tenía ningún deseo de ser "un Renfield".
Greg estaba en noventa y dos botellas de cerveza cuando el último lazo fue quitado.
—Alguien debería bajar y averiguar qué ocurre y asegurarse que no se han dado cuenta
de que Lissiana está de vuelta—dijo Thomas mientras Greg se sentaba sobre la cama,
—Lo haré—ofreció Mirabeau—. Yo soy la mayor y soy capaz de leer más que el resto
de ustedes.
—Bien—Thomas estuvo de acuerdo—. Pero ve tan rápido como puedas.
Cabeceando, la mujer controló con sus manos su puntiagudo pelo fucsia y se dirigió a
la puerta.
—Recita—ordenó Thomas a Greg, mientras Mirabeau abandonaba el cuarto.
Comprendiendo que él se había detenido, Greg volvió a recitar, su voz llenaba el
silencio mientras esperaban que Mirabeau volviera. A ella no le tomó mucho tiempo, y su
expresión era severa
—Ellos saben que ella esta en casa y que todos estamos aquí arriba. Lucian envió a
Martine al garaje para mirar los coches y Margarita ha enviado por Vittorio, María, y Julios—
Greg no pudo dejar de hacer una pausa en su recitado para preguntar.
—¿ Quién son ellos?
—María es el ama de casa de mi madre y Vittorio es su marido, él vigila el terreno.
Ellos tienen el fin de semana libre, es por eso que no los hemos encontrado—contestó
Lissianna, pareciendo distraída—. Ellos viven en una casita de campo en las afueras.
—Julius es el perro de la Tía Marguerite—añadió Juli en voz baja.

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—Juli le tiene miedo a los perros—explicó Vicki, acariciando el hombro de su
hermana—. Entonces la Tía Marguerite hace que María lo encierre cuando la visitamos.
—Adivino que él no es un perrito faldero,¿ huh? —preguntó Greg con gravedad.
—Recita—dijo Mirabeau firmemente. Gregorio recitó.
—Bien—Lissianna frotó su frente y caminó un par de pasos lejos de la cama, luego de
vuelta y afrontó los demás—. No puedes ayudar esta vez.
Thomas abrió su boca para discutir, pero Lissianna sostuvo su mano.
—Puedes ayudarme más quedándote aquí y averiguando lo que sucede. Te llamaré esta
noche para saber de lo que te has enterado.
—Tal vez primero deberías hablarles y averiguar qué pasa, Lissianna—sugirió Jeanne
Louise.
—Tal vez no tengas que sacarlo de aquí.
—Si lo llevo ahora, desobedezco solo a Mamá. Si me dirijo a ellos primero y averiguo
que ellos realmente planifican una fusión de tres o algo y luego lo hago salir, entonces a
sabiendas iré en contra del consejo—Lissianna sacudió su cabeza.
—¿Cómo vas a sacarlo? —Thomas preguntó—. Ellos están vigilando los coches.
Lissianna golpeó sus dedos sobre su muslo brevemente, entonces inmóvil.
—La bici.
Greg parpadeó con sorpresa. No había visto una motocicleta2 en el garaje, así que no
podía estar en el garaje, el cual estaba siendo vigilado.
—¿En cuanto a nosotros? — preguntó Elspeth.
—Tendrás que quedarse aquí esta vez. Averigua qué está pasando, y te llamaré más
tarde. ¿Thomas, tienes tu teléfono móvil?
—Si.
—Bueno, te llamaré.
Lissianna tomó la mano de Greg. En el momento que ella lo hizo, su recitación vaciló,
recibiendo una mirada aguda de ella. Él inmediatamente redobló sus esfuerzos para concentrarse
únicamente sobre lo que él decía mientras lo conducía a través del cuarto. Greg echó un
vistazo atrás cuando alcanzaron la puerta, y deseó que no hubiera preocupación y temor sobre
las caras de aquellos que estaban dejando atrás, lo sacudió horriblemente.
—Recita en tu cabeza—lo instruyó Lissianna cuando abrió la puerta—. No podemos
hacer ningún sonido.
Greg chasqueó rápidamente su boca cerrada y cambió a la recitación silenciosa, pero
encontró difícil no pensar mientras ella lo condujo hacia fuera en el pasillo y a un grupo de
escaleras enfrente de la principal.
Él comenzó a articular las palabras, esperando que eso lo ayudara, pero los bordes de su
mente bullían con pensamientos. A él le preocupaba lo que todo que ellos temían tanto, le
preocupaba hacia dónde iban y le preocupaba llegar sin ser detectados. Sobre todo, a él le
preocupaba lo que pasaría si no llegaban a cualquier parte donde ella lo condujera sin ser
descubiertos.
La escalera acabó en un vestíbulo oscuro. Greg tuvo problemas para ver algo, pero
confió en Lissianna y fue detrás de ella en puntillas hasta que hizo una pausa fuera de una puerta.
2
En inglés, “bike” puede ser bicicleta y una abreviación de motorbike (moto), por eso lleva a
confusión.

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Cuando ella aflojó el paso, abriendo una rendija, él comprendió que estaban en las cocinas. Al
principio, él pensó que el cuarto estaba vacío y le sorprendió por qué Lissianna no avanzaba,
pero entonces apareció ante su vista un anciano bajo, achaparrado, dirigiéndose a la puerta del
garaje.
—¿Dónde va usted? —la voz de una mujer entrecruzada con un leve acento
italiano flotó desde el fondo de la habitación.
—Lucian quiere que mire los coches con Martine—contestó el hombre.
Hizo una pausa para ponerse un par de botas y un abrigo que colgaba sobre una percha
en la puerta. Greg supuso que el hombre era Vittorio, el marido de la encargada de la casa.
—¿Por qué?
—No sé—dijo con un encogimiento de hombros—. Él solamente dijo, " Ayuda a
Martine a mirar los coches, Vittorio. Nadie se marcha antes de que yo lo diga.” Entonces miro
los coches.
—¡Um! —María parecía preocupada—. Me pregunto cual es el problema. Ellos no nos
llamarían temprano si no hubiera un problema. Espero que la señorita Lissi no haya…
Greg no oyó lo que ella esperaba que la señorita Lissi no hubiera hecho, porque
Lissianna decidió en ese momento dejar que la puerta de la cocina se cerrara. Entonces lo
condujo de la mano a lo largo del pasillo a otra puerta. Esta vez no hizo la pausa, sino que se
deslizó directamente en el cuarto, tirándolo detrás de ella.
Greg no tenía ni idea de que habitación era esta en la que estaban de pie. Estaba rodeado
por la oscuridad. Esto lo hizo vacilar y tirar de la mano de Lissianna cuando se adelantó de
repente, pero ella simplemente lo agarró firmemente y lo arrastró. No comprendió que había
parado hasta que ella siseó la pregunta:
—¿Estás recitando? —haciendo rechinar sus dientes, Greg inmediatamente siguió
recitando “cien botellas de cerveza sobre la pared”, comenzando en cien ya que él no estaba
seguro dónde había acabado.
Pareció que caminaron por siempre antes de que ella finalmente hiciera una pausa. En el
momento siguiente, hubo un silbido mientras ella halaba de las cortinas para abrirlas. Afuera
todavía era el alba, pero había bastante luz para que él distinguiera las puertas ventana que había
revelado.
Greg vio a Lissiana alcanzar el picaporte de la puerta, entonces ambos se pusieron
rígidos ante el repentino gruñido que vino del otro lado. Les tomó un momento distinguir el
enorme perro negro que estaba fuera sobre el césped. Julius, adivinó. El animal era enorme,
definitivamente no un perrito faldero.
Greg oyó la maldición de Lissianna, entonces ella se tranquilizó. Su calma silenciosa
duró tanto tiempo le dio un susto cuando de pronto se dio la vuelta.
—Quiero que esperes aquí. Voy a ir al fondo de la habitación y abriré la puerta que hay
allí. Cuando Julius atraviese esa puerta quiero que te deslices por esta, ¿OK?
Greg asintió.
—Sigue recitando.
Lissianna se escabulló, desapareciendo brevemente en las sombras antes de que se
manifestara cuando las cortinas al final de la habitación se abrieran. Greg supuso que las puertas
ventana se deslizaban longitudinalmente por el cuarto, lo cual significaba que se encontraban en
la biblioteca. Él había estado allí el día anterior. Eran tres paredes de libros de piso—a—techo,
con la pared externa presentadas con puertas ventana de cristal. Como él recordó, le había
parecido por la tarde un cuarto cálido y agradable.

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Gracioso, que un poco de oscuridad cambiara las cosas.
—Prepárate.
Greg oyó el susurro y alcanzó la puerta, se encontró mirando fija y cerradamente la
forma oscura de Julius afuera. Escuchó el chasquido y susurrar de otra puerta mientras se abría,
vio la cabeza negra del perro sacudirse en aquella dirección, y la bestia de puso loca. Entonces
Greg casi abrió la puerta y se precipitó fuera del cuarto, pero logró detenerse cuando
comprendió que si él abría esta puerta antes de que el perro atravesara la otra, el animal podía
oírlo y cambiar de dirección
—Ahora—la palabra salió susurrada de la boca de Lissianna, y un latido del corazón
más tarde, Greg tenía su puerta abierta y se deslizaba por ella. Mientras lo hacía echó un vistazo
hacia la otra puerta y vio la prisa del perro en entrar y a Lissianna pasar junto a él,
apresurándose en su dirección. Mientras comenzaba a tirar de su puerta para cerrarla, vio a
Lissianna escaparse de la otra, y cerrarla también, atrapando al perro dentro.
Lissianna estaba a su lado en un latido del corazón. Greg no tuvo ninguna posibilidad
para preguntarse cómo se había movido tan rápidamente; en el segundo siguiente, ella había
tomado su mano y había comenzado a arrastrarlo detrás de la casa.
Greg tropezó detrás de ella, sólo acordándose de recitar después de que ellos habían
cubierto la mitad la distancia. Cuando alcanzaron la esquina de la casa, ella dobló a la izquierda,
todavía tirando de él.
No tenía ni idea de adonde iban hasta que delante, en la oscuridad, una pequeña casa
empezó a tomar forma. Greg adivinó que esta era la casita de campo en la cual vivían Vittorio y
María y en un principio pensó que lo llevaba allí, pero entonces giró a la derecha, y en cambio
corrió hasta un pequeño cobertizo.
Éste estaba cerrado. Lissianna extendió la mano, agarró la cerradura metálica y tiró de
ella. Hubo un chillido que Greg reconoció como el sonido de uñas retorciendo la madera, y
mientras la cerradura se quedó firme en el cerrojo, el último se arrancó a sí mismo de la puerta.
—¿ Ninguna llave, huh? —preguntó secamente, tanto impresionado como un poco
envidioso de su fuerza.
—Recita—le ordenó Lissianna mientras ella dejaba el metal y tiraba de la puerta del
cobertizo abriéndola para revelar una segadora, una bici, y varios otros artículos.
—Cien botellas de cerveza sobre la pared—recitó Greg obstinadamente, mientras
pensaba, “¿Qué diablos hacemos aquí?”.
Lissianna le dio la respuesta cuando ella agarró la bici por los manillares y la arrastró
fuera del cobertizo.
—¿Qué haces con esto?—preguntó Greg con aturdimiento, siguiéndola a través del
cobertizo.
—Escapándonos.
—¿Con una bicicleta? —preguntó con horror.
—Sólo hasta el camino.
—¿Pero…una bicicleta?
—Martine y Vittorio vigilan los coches—le recordó—. Yo podría controlar a Vittorio,
pero no Martine.
—Sí, pero …—cuando ella había dicho la bici, él había pensado en la motocicleta. Pero
esta bici era rosada, con una cesta rosada y amarilla, y cintas plásticas rosadas y amarillas que
salían de las manijas… peor aún, tenía una campana. Incapaz de aceptar que estaban haciendo
su gran fuga en bicicleta entre todas las cosas, él dijo sin convicción:

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—Pero es la bici de una chica.
—Sí, esta es la bici de una chica—estuvo de acuerdo Lissianna concisamente—.
Pertenece a la nieta de María. Siento si esto no te satisface, y felizmente lo dejaré atrás ¿te
gustaría ver si puedes exceder a Julius?
Los ojos de Greg se ensancharon y echó un vistazo atrás con inquietud hacia el camino
por el que ellos habían venido.
—Julius esta encerrado en la casa.
—Julius seguirá ladrando. Alguien lo oirá, comprenderá que nos hemos escapado, y lo
soltará. Nosotros podríamos ser afortunados y alcanzar el camino antes que ellos puedan oírlo
del frente de la casa, pero si María está todavía en la cocina… —hizo una pausa cuando de
repente los ladridos de un perro rompieron el silencio de la noche. Venían de la dirección de la
biblioteca, pero definitivamente de afuera.
—Puedes dejar de recitar—dijo Lissianna con gravedad—. Sube a la bicicleta
Escapar sobre una bicicleta de pronto no pareció una idea tan mala. Era seguramente
mejor que conseguir que tu trasero sea mordido por un perro del que tratabas de escapar, decidió
mientras trataba de montarla. Greg lanzó su pierna sobre la bici con más entusiasmo que
precaución y recordó bastante convincentemente que era la bici de una muchacha. Estaba
demasiado ocupado maldiciendo a quienquiera que hubiese diseñado las bicis de la muchacha y
por qué ellos sintieron que necesitaban atravesarla con una barra, cuando Lissianna montó
delante de él.
—Pedalearé—anunció ella—. Pasa tus brazos alrededor e mi cintura.
Greg apenas había logrado hacerlo, antes que ella pedaleara y pusiera a circular la bici
cuidadosamente por el camino de entrada.
—¿Cuándo fue la última vez que montaste una bici? —preguntó él con desconfianza
mientras se bamboleaban hacia delante, zigzagueando por un camino, luego por el otro.
Lissianna no se dignó contestar.
Greg echó un vistazo con inquietud hacia la casa grande de la que ellos habían escapado.
Todo que él podía ver eran los resquicios alumbrados de un par de ventanas, y un océano de
oscuridad entre ellos y la casa, pero él no tuvo que ver para saber que el perro se dibujaba más
cerca. Los ladridos se hacían fuertes por minutos.
Él se volvió para mirar al frente, aliviado al notar que mientras había estado distraído,
Lissianna había subido la velocidad. La bici no se bamboleaba más y ellos se mantenían en el
camino. Podrían escapar de Julius todavía, pero había mucho más que el perro de que
preocuparse.
—¿No vendrán tras nosotros en un auto?
—Sí.
—Sí—refunfuñó Greg
Sí. Como si esto no fuera una cosa mala. Ellos estaban escapando sobre una maldita
bici, y ella no estaba preocupada por la persecución de un manojo de vampiros más poderosos
en un coche. Bien, así que ellos no estaban exactamente divirtiéndose, admitió él mismo. Las
piernas de Lissianna eran obviamente tan fuertes como sus manos, realmente hacía mover la
bici… y él no se preocupó demasiado por que Julius los atrapara, de hecho los ladridos del perro
se estaban distanciando de nuevo. Pero… mierda, no creía ella realmente que podrían escapar
del auto… ¿no es cierto?
—Sólo tenemos que llegar al camino—dijo, y Greg tenía un vago recuerdo de que ella
había dicho esto antes.

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—¿Qué pasa en el camino? —preguntó, pero ella no contestó, y la dejó para que se
concentrarse en pedalear. Fijó su deseosa mirada devuelta a la casa justo a tiempo para ver
abrirse las puertas del garaje .
—¡Ya vienen! —gritó en advertencia.
Lissianna aún no echó un vistazo atrás. pedaleaba para que todo eso valiera la pena y él
vio que estaban cerca del camino. Greg comenzó a curiosear; giraba su cabeza para ver entre el
auto deportivo rojo de Marguerite saliendo del garage y el camino cercano, una y otra vez… El
coche estaba a mitad de camino detrás de ellos, y aumentando la velocidad cuando Lissianna
finalmente dirigió la bici por las puertas. Antes de que Greg pudiera preguntar "¿Y ahora qué?"
ella les había enviado apresuradamente por el camino, directamente hacia un coche que se
acercaba.
Él gritó una advertencia, Lissianna al parecer aplicó los frenos, Greg oyó el chillido de
los del coche que se acercaba, mientras se desviaban para evitarlos, e increíblemente, tuvieron
suerte de parar sin que alguien fuera lanzado, aplastado, o atropellado.
—Vamos—Lissianna dejó la bici y se apresuró hacia el coche.
Greg no vaciló. Con el sonido del coche de Marguerite a la caza detrás de ellos, saltó de
la bicicleta, la envió volando atrás en el camino de entrada con un empujón, y corrió tras
Lissianna, siguiéndola al asiento de pasajeros del coche que casi los había atropellado.
—¡Eh! ¡Usted no puede! —el granujiento adolescente que conducía el vehículo dejó de
gritar bruscamente y se dio vuelta en su asiento, con calma puso el cambio del auto.
—¿Qué estás haciendo, hombre? —preguntó su compañero asombrado
desde el asiento de pasajeros después de gritar horrorizado mientras su amigo pisaba el
freno de golpe y enviaba el coche disparado hacia el camino.
—Nos ayuda a evitar a algunos tipos malos—le dijo con dulzura Greg al segundo joven,
su mirada se fijó en Lissianna. Ella observaba fijamente el camino de delante, concentrándose
con fuerza como si ella misma condujera y él sospechó que lo hacía. Greg no tenía ninguna
duda que estaba controlando al joven conductor, tal como su madre había controlado sus propias
acciones.
Greg se dio vuelta para echar un vistazo encima del camino de entrada cuando el coche
voló por delante de él. Echar la bici a un lado del camino había sido un movimiento astuto. El
coche deportivo rojo se paró en el pie del camino de entrada, la bicicleta despedazada bajo su
frontal. Margarita y Lucien escapaban justo para mirar fijamente después de ellos, dos formas
oscuras en el color gris crepuscular.

Lissianna salió del cuarto de baño de las damas y miró detenidamente la zona de
restaurantes, pero no veía a Greg por ningún lado.
Ellos habían escapado de la casa sin su monedero o cartera, aunque Lissianna no pensó
en esto hasta que hubo hecho que los muchachos los dejaran en el Eaton Center. Su
preocupación principal había sido que no tenían abrigos, cuando hacia frío afuera. Eaton Center
estaba justo en el centro. Grande y siempre ocupado, también estaba sobre la ruta, un paso de
peatones subterráneo que unía casi treinta kilómetros de tiendas y servicios en el metropolitano
Toronto. Los abrigos no eran necesarios y la luz del sol fácilmente podía ser evitada si se
quedaban en los niveles inferiores. Este era el lugar perfecto para que un hombre sin abrigo y
un vampiro pasaran el tiempo durante el día mientras resolvían qué hacer después.
En realidad, el Centro de Eaton y el Camino subterráneo eran los sitios perfectos para
que un vampiro pasara un período de tiempo. Eso era un pequeño problema. Lissianna sabía
bastante que los de su clase trabajaban aquí, capaces de moverse durante la luz del día, sin
demasiado riesgo de una exposición a la luz del sol.

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De todos modos esto había parecido ser lo mejor, una zona segura hasta que ella
resolviera qué hacer. Después de la discusión de su siguiente movimiento, Lissianna y Greg
habían pasado toda la mañana vagando por la peatonal, parándose en varias tiendas para mirar
alrededor, luego siguiendo adelante hasta que Greg había comentado con preocupación que ella
lucía agotada. Cinco minutos más tarde él la había conducido a la zona de restaurantes y la
había impulsado a sentarse, pero Lissianna había mencionado el deseo de visitar el servicio de
señoras y había salpicado con agua su cara con la esperanza de revivirse.
El tratamiento del agua no la había hecho sentirse mejor o más alerta. Lissianna estaba
agotada, y esto era todo lo que había. Era por la tarde, y ella no había dormido en absoluto.
Después de varios días de sólo cuatro o cinco horas de sueño por día, no lo tenía ningún sueño
en absoluto, pero en cambio pasar aquellas cinco horas vagando alrededor del Centro de Eaton
para matar el tiempo, la había fatigado. Thomas la había alimentado con tres bolsas bien
consumidas, y ya comenzaba a sufrir de la carencia. Ella necesitaba la sangre y el sueño y
probablemente no conseguiría ninguno en bastante tiempo. Y no había comido desde la mañana
anterior.
Lissianna no era la única sin nada, desde luego. Greg no había comido aún tampoco,
pero no se había quejado. Un silbido agudo atrajo su mirada al centro de la zona de restaurantes,
y ella sintió el flujo de alivio que corrió por ella cuando descubrió a Greg que agitaba su mano
desde una mesa.
—Tenía miedo de haberte perdido—admitió Lissianna mientras pasaba entre los
asientos hacia él, luego hizo una pausa y miró fijamente la bandeja de alimento entre ellos.
—¿Dónde conseguiste esto? Pensé que no traías tu billetera.
—No la traje, pero mi oficina no esta lejos de aquí y soy asiduo a aquel pequeño local
de ahí—gesticuló hacia un pequeño restaurante, luego continuó—. Los propietarios son un
pequeño matrimonio de ancianos. Verdaderamente agradable. Y como ellos me conocen, me
dejan conseguirlo a crédito. Enviarán la cuenta a mi oficina. Les hice añadir un precio extra por
la entrega por el problema. Son una pareja decente.
—Ah—Lissianna lo miró descargar delante de ella la sopa y un emparedado así como
también una bebida.
—Come—ordenó Greg mientras empujaba la bandeja con la sopa, el sándwich y la
bebida hacia él.
—No como—dijo ella desconcertadamente.
—Lissianna, no puedo conseguirte sangre, pero el alimento te ayudará a construir la
sangre. Esto podría ayudar.
Gesticulando, ella aceptó la cuchara que él le ofreció y la bañó en el líquido para tomar
un bocado experimental. Con el recuerdo de la sopa del Padre Joseph en su mente, ella tomó
una pequeña cucharada, pero se sorprendió gratamente. Estaba buena.
— ¿Qué es esto? —preguntó.
—Nata de coliflor y queso—Greg levantó una ceja—. ¿Qué piensas?
—Es buena—admitió—. No creo haberla comido antes.
Él rió, pero simplemente se concentró en comer.
Después de dar un par de cucharadas de sopa, Lissianna intentó con el emparedado y lo
encontró bastante bueno también.
—Ternera de Montreal ahumada y mostaza sobre el centeno—le informó Greg antes de
que ella pudiera preguntar de qué era.
—Está bueno, también—admitió, y ambos se callaron mientras comían. Lissianna
terminó mucho antes de que él lo hiciera.

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Después de años con una dieta líquida, simplemente no tenía capacidad para mucho
alimento en su estómago. Apenas tomó la mitad de su sopa y menos de la mitad de su
emparedado. Lo que no comió, Greg lo terminó por ella. Bastante sorprendentemente, el
alimento realmente la hizo sentirse un poco mejor. Más despierta al menos, vaciaron la bandeja
en los cestos de basura. Luego las pusieron encima de las demás, y vagaron por las calles un
rato más. Al final fueron al sector de muebles de los grandes almacenes.
Lissianna comenzó a reír en silencio ante la expresión horrorizada de Gregorio que
solamente alzó sus cejas.
—¿No estás de acuerdo?
—Oh si. Es feo—le aseguró ella—. Sólo encuentro divertido que nuestros gustos
emparejen tan bien.
Él rió irónicamente.
—Lo sé. Al principio, pensé que solo estabas de acuerdo con ser agradable.
Las cejas de Lissianna se elevaron, y ella dijo:
—No soy Meredith.
—Lo sé—dijo Greg excusándose—. Supongo que tenemos el mismo gusto.
—El clásico—murmuró Lissianna, y cuando él arqueó una ceja, explicó—. Me gustan
los eternos clásicos. Colores sólidos y estilos eternos, más que los modelos que muestran su
edad al cabo de un tiempo. También me gusta que sean muebles cómodos y con almohadones.
Greg sonrió abiertamente y cabeceó.
—Clásico. Yo no sabía como llamarlo, pero es lo que me gusta, también—su mirada se
deslizó hacia su hombro y él hizo un mohín, luego tomó su brazo para impulsarla a seguir
avanzando—. Vendedor rabioso acercándose.
— ¿Rabioso? —preguntó ella entretenida.
—Están todos rabiosos—dijo secamente, mientras se apresuraban a la seguridad de la
escalera mecánica.
—Éste se ve un poco más impaciente que los demás—Lissianna echó un vistazo atrás
hacia el camino por el que ellos habían venido mientras daba un paso en la escalera mecánica, y
sintió su helada de expresión cuando espió al hombre de traje oscuro que se apuraba detrás de
ellos.
— ¿Qué es? —preguntó Greg echando un vistazo hacia atrás también.
—Ese no es un vendedor—jadeó Lissianna, luego cogió su mano y comenzó a meter
prisa bajando la escalera, pidiendo perdón mientras golpeaba a otros pasajeros sobre la escalera
mecánica en su huida.
Greg no discutió o hizo preguntas. Él apretó el agarre de su mano y siguió, añadiendo
sus propias apologías a las de ella mientras luchaban por bajar de la escalera mecánica.
Una vez abajo, Lissianna no hizo ninguna pausa para echar un vistazo alrededor, sólo
apresurándose hacia la salida.
—Todavía nos sigue—dijo Greg mientras zigzagueaban por el camino entre la
muchedumbre hacia el camino.
Lissianna comenzó a moverse un poco más rápido, ahora sólo enviando el pensamiento
a aquellos que iban delante para que se apartaran del camino. El hecho era que no había
mostrado ninguna señal de agotamiento.
—¿Qué hacemos? —preguntó Greg varios momentos más tarde cuando ella de repente
giró hacia el cine arrastrándolo a él detrás.

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Lissianna no gastó energía en darle una explicación, su mente estaba ocupada
controlando a los compradores de los boletos mientras conducía a Greg por delante de ellos.
Estaban emitiendo varias películas y ella leía las emociones de la audiencia mientras pasaba por
cada puerta, haciendo una pausa bruscamente cuando oleadas de ansiedad salían emitidas de la
tercer puerta del edificio. Greg siguió sin hacer comentarios cuando entraron, esperando hasta
estar sentados para hablar.
— ¿Una película? —preguntó con incredulidad, mientras se hundían en sus asientos.
—Una película de terror—corrigió Lissianna, echando un vistazo atrás hacia la puerta—.
Su ansiedad cubrirá la nuestra. Te dije que el temor se difundía, y él puede seguir nuestra
ansiedad. Pero con cada uno aquí que reaccione a la película, espero que acabe evitándonos.
—Ah—Greg echó un vistazo atrás hacia la puerta también, luego preguntó—. ¿Quién es
él?
—Valerian. Un inmortal.
— ¿Primo? ¿Hermano? ¿Qué relación tienes con él? —preguntó Greg.
Lissianna le echó un vistazo con sorpresa.
—Ninguno de los susodichos. No estamos todos relacionados, Greg.
—Ah—se encogió—. Bien, solamente asumí que alguien en Toronto que fuera un
vampiro sería un pariente.
Lissianna sacudió su cabeza.
—Toronto es popular entre nuestra clase—Greg estaba silencioso mientras digería eso,
luego dijo:
— ¿Supongo que es por el Camino? Haría a Toronto atractivo para los vampiros.
Podrían moverse durante el día y…
— ¿Quién piensas tú que animó a que se hiciera el Camino? —preguntó—.Tienen algo
similar en Montreal, le llaman la ciudad subterránea. Encontrarás a muchos de nuestra clase allí,
también.
—Ah—Greg se sentó atrás en su asiento, pareciendo perplejo.
— ¿Cuántos de ustedes están allí? —Lissianna se encogió y dejó de mirar la puerta,
bastante segura que ellos habían perdido a Valerian
—No lo sé exactamente.
— ¿Más de mil? —preguntó Greg.
Lissianna abrió su boca para contestar, luego comenzó y echó un vistazo bruscamente
hacia la pantalla de película cuando cada uno en la audiencia saltaba y varias personas gritaron.
—Esto es una película de vampiros—dijo Greg entretenido—. Las gemelas se
molestarían ante la sola idea.
—Sí—Lissianna estuvo de acuerdo con esto, luego frunció el ceño cuando él se
acomodó mejor en su asiento—. ¿No quieres marcharte?
— ¿E ir dónde? —preguntó—. No podemos ir con aquella amiga tuya…
—Debbie—facilitó Lissianna
Debbie, su compañera de refugio, había sido la única persona en la que había podido
pensar en ir por ayuda, y ya que había estado poco dispuesta a implicarla, no había ninguna otra
parte en la que ella hubiera pensado en ir. Greg había sugerido ir a la casa de su hermana, pero
rechazó la posibilidad inmediatamente. Alguien de su familia era inadmisible; sería el primer

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lugar en que buscarían su madre y su tío. Tampoco sus propia familia y amigos… menos sus
amigos vampiros.
Debbie había parecido la única respuesta. Ella era una colega, y eran amigas, pero no
tan cercanas de ir a lugares juntas, o dirigirse una a la otra cuando ellos necesitaban un lugar
para quedarse… o escapar.
Además, Debbie trabajaba en el turno nocturno como ella, y Lissianna sabía que dormía
durante el día. Esperaba que se levantara a las 4 de la tarde.
—No podemos ir de Debbie hasta dentro de un par de horas.
Él se encogió de hombros.
—Podríamos quedarnos aquí mientras tanto y relajarnos. Falta una hora o algo así como
mucho. Y tú puedes echarte una siesta.
También los mantendrían fuera del camino de cualquier otro vampiro; de otra manera
ellos tendrían que estar corriendo. Lissianna comprendió, y se relajó atrás en su asiento. No
pensó que dormiría, pero permitirse relajarse solo un poco le haría muy bien.

Capítulo 15
Greg había subido su rodilla y cambiado de lado en su asiento para observar a Lissianna
dormir cuando sus ojos se abrieron repentinamente. Ella parpadeó con sueño, y luego fijó la
vista para ver que la película había terminado, los créditos rodando en la pantalla, y la mitad del
cine vacío. Su cabeza giró despacio hacia Greg, y preguntó:
— ¿Por qué no me despertaste?
— Necesitabas dormir —dijo de manera sencilla.
Sus cejas se alzaron.
— Así que... ¿Qué? ¿Simplemente me dejarías dormir?
Greg se encogió de hombros.
— Hasta uno de ésos tipos con una linterna nos expulsaran.
— Acomodadores, — lo informó Lissianna—. Así es como se llaman esos tipos con
linternas.
— ¡Oh!
Se encogió de hombros otra vez, sin importarle realmente cómo se llamaran. Greg
estaba más preocupado por ella.
— ¿Cómo te sientes?
Lissianna se sentaba un poco más recta en su asiento y evitaba sus ojos, mientras decía:
— No peor.
La respuesta sólo lo hizo fruncir el ceño. No fue engañado por su elección de palabras.
— No peor, eso no significa que hayas mejorado, ¿no?
Sólo echó un vistazo alrededor del teatro que se vaciaba, sin estar de acuerdo, no
negándolo.

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— Necesitas sangre, — dijo Greg ante lo obvio —. Estás empezando a verte pálida
incluso aquí en la oscuridad.
— Sí, bien, en realidad no necesitas preocuparte a menos que empiece a brillar en la
oscuridad —dijo en tono ligero. Cuando sus ojos se abrieron alarmados, añadió rápidamente—.
Estoy bromeando, Greg.
— ¡Oh! —murmuró, entonces se puso de pie para seguirla cuando empezó a salir de la
hilera de asientos y a caminar pasillo arriba.
Greg tomó su brazo, su mirada buscando y encontrando un reloj sobre los mostradores
de boletería. Notaba la hora con alivio.
— Son las cuatro y quince. ¿Podemos llamar a tu amigo ahora?
— Sí.
— Ninguno de nosotros tiene un teléfono celular, ni cambio para un teléfono público,
— señaló con el dedo afuera —. ¿Tú puedes utilizar tu control mental sobre alguien y lograr que
nos preste su teléfono celular?
— Sí, pero pienso que preguntaré primero, —murmuró Lissianna, y empezó a
desplazarse al otro lado del vestíbulo del teatro.
Greg se rezagó detrás de ella, inseguro a dónde estaba yendo a conseguir un teléfono
celular hasta que Lissianna se detuvo frente a un hombre. Sintió que sus hombros se
enderezaban y su pecho se inflaba un poco cuando notó que el tipo podía haber sido un modelo
de GQ3. Tenía el pelo rubio corto y ojos azules, y tenía la constitución de alguien que hacía
ejercicio, pero no tanto como para que sus músculos resaltaran.
Probablemente es gay, pensó Greg, y frunció el ceño cuando el tipo sonrío con el interés
a Lissianna cuando ella se detuvo frente a él.
Greg todavía estaba lo suficientemente lejos como para no escuchar lo que dijo cuando
le pidió usar su teléfono, pero vio la expresión insegura que cruzó la cara del Sr. GQ. Bastardo
tacaño, pensó Greg con satisfacción.
— Es una llamada local y seré rápida, —escuchó que Lissianna garantizaba al Sr. GQ
mientras se acercaba más. Sólo tengo que citar a un amigo para que me recoja.
— Sí, bueno, —el Sr.GQ no parecía demasiado entusiasta, pero sacó el teléfono fuera
de su bolsillo. Le sonrió cuando lo tomó de su mano.
— Muchas gracias. —Lissianna tomó el teléfono—. Aprecio esto realmente.
— Siempre feliz de ayudar a una hermosa dama. —dijo el tipo ligeramente, decidiendo
aparentemente mostrar como si siempre hubiera estado de acuerdo.
¡Oh! por favor, pensaba Greg con irritación. Se detuvo detrás de Lissianna y puso su
mano sobre su hombro en un movimiento posesivo ante el que incluso él se sorprendió. Su
vergüenza ante esta señal de celos fue reemplazada por satisfacción cuando vio la decepción
sobre la cara del niño de GQ cuando se dio cuenta de que Lissianna no estaba sola.
Haciendo caso omiso del hombre, Greg se giró para mirar atentamente a Lissianna
mientras marcaba un número y levantaba el teléfono a su oreja. Esperó. Y esperó. Mordió su
labio, sus cejas se elevaron mientras parecía escuchar algo al final de la línea. Greg supuso que
era probablemente el contestador automático cuando dijo:
— Debbie, si estás ahí, por favor contesta.
Esperó otra vez, y luego dijo, —supongo que no estás allí. Volveré a llamarte después.

3
Publicación trimestral de caballeros

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— ¿Sin suerte, ¡eh!? —preguntó el Sr. GQ cuando Lissianna colgó y le entregó el
teléfono.
— No, pero gracias, —murmuró Lissianna.
— Gracias, — añadió Greg, y tomó el brazo de Lissianna para llevarla afuera del teatro.
Esperó hasta que se habían reunido con los compradores sobre el Camino antes de preguntar:
— ¿Piensas que todavía está dormida y tiene desconectada la campanilla del teléfono, o
ha salido?
— No sé, — admitió Lissianna, parecía distraída. Su atención parecía enfocada en
revisar las caras en la multitud alrededor de ellos. Le recordó su casi colisión más temprana con
el vampiro Valerian. Obviamente estaba tratando de no ser descubierta otra vez.
— Tenemos que ir a algún sitio más seguro para esperar hasta que podamos contactar
con tu amiga Debbie —dijo.
— Sí.
Parecía cansada, y él frunció el ceño con preocupación. Ahora que estaban fuera del
teatro, podía ver qué pálida estaba. También estaba empezando a parecer demacrada, había
empezado a desgastar grasa de su sistema como si los nanos estuvieran escasos de sangre,
ciertamente, y se preguntaba si podían hacer eso. Se olvidó preguntar cuando miró su cara más
de cerca. Estaba apretando sus dientes, y había pequeñas líneas junto a las esquinas de sus ojos,
señales del dolor. Estaba sufriendo.
— Tienes que alimentarte, — murmuró, acercándose mientras hablaba con el propósito
de que no ser oído por casualidad.
— ¿Qué sugieres? —la voz de Lissianna era inexpresiva.
Estaba por preguntar qué podía hacer por ella cuando Greg se dio cuenta de que si no
hubiera estado con ella, habría comido hace horas.
En realidad, sin él, no estaría en esta posición en absoluto, reconoció, parecer algo
obvio para él ahora que se había abstenido de picar sobre un comprador circulante para evitar
perturbarlo.
— Aliméntate, —dijo Greg firmemente.
Pausó para mirarle con aire vacilante.
— ¿De verdad?
Greg asintió con la cabeza cuando la exhortó a ponerse a su lado, fuera del camino de
los transeúntes.
— Ya me dijiste que no tomas más que un poco de cada persona. No lo extrañarán, y tú
lo necesitas así que ve al servicio de damas y encuentra un donante.... O tres, —añadió ante el
pensamiento de que probablemente necesitara más de seis o siete personas, pero que nadie lo
podía saber mejor que ella misma —. Esperaré en el patio de comidas.
— Gracias.
— ¿Para qué?
— Para estar de acuerdo, —dijo de manera sencilla.
Se encogió de hombros.
— Estoy empezando a pensar en ello de la misma manera que la hemofilia, Lissianna.
Tú sólo usas un tipo diferente de intravenoso y bypass del banco de sangre.
Lissianna sonrío y Greg se quedó quieto cuando se puso de puntillas para posar un beso
lleno de la gratitud a sus labios. Por lo menos, Greg sospechaba que era un beso de la gratitud

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para ella, para él, tan ligero roce de los labios lo hacía desear mucho más y envolvió sus brazos
alrededor de ella cuando empezaba a retirarse y lo profundizó aún más.
— ¿Greg?
Greg reconoció su nombre, pero no se preocupó en prestarle atención.
— ¡Eres tú! ¿Qué estás haciendo aquí?
La pregunta era como una mosca irritante que zumbaba alrededor de su oreja y Greg
habría sido feliz de hacer caso omiso de ella, pero Lissianna se separó de él para dirigirse al
hablante. Suspirando, dobló también y miró a la morena bajita que los enfrenta. Quedó tan
pasmado al ver su hermana Anne, que tardó un momento en responder.
— ¿Bien? —exigió impacientemente.
— ¿Qué estás haciendo tú aquí? —contestó.
— Compras.
Anne dio una sacudida a la media docena de bolsas que sujetaba, y luego levantó una
ceja.
— Estamos haciendo la misma cosa, —respondió rápidamente a la pregunta.
Su hermana echó un vistazo hacia sus manos vacías, y luego sonrío a Lissianna.
— Hola, soy su hermana Anne. ¿Y tú eres?
— Lissianna, — respondió despacio, su mirada cambiando de Anne a Greg.
— ¡Oh!, qué nombre encantador, —dijo su hermana y luego añadió con su franqueza
acostumbrada—, pero largo. ¿Puedo llamarte Lissi?
— Muchas personas lo hacen, —estuvo de acuerdo Lissianna, su sonrisa se veía más
natural.
— Bien. —Anne regresó a Greg. —¿Y? ¿Qué estás haciendo aquí? Dijiste que ibas a
estar en México esta semana.
— Mi vuelo fue cancelado, —espetó Greg—. Cuando traté de reprogramarlo, no podía
conseguir ningún otro hasta el miércoles así que sólo cancelé el viaje.
— Uh—¡eh! —parecía que Anne le creía—. Y tú no me llamaste, porque....?
Cuando Greg miró a su hermana sin comprender, Lissianna respondió por él.
— Eso fue probablemente mi culpa, Anne. Lo mantenido ocupado en una cosa u otra
durante el último par de días.
Greg se ahogó ante su elección de palabras. Había sido literalmente atado.
— ¿De verdad?
Anne estaba sonriendo radiantemente. Una casamentera nata, obviamente olfateaba un
romance.
Lissianna sólo sonrío, y luego dijo:
— Los dejaré solos para que hablen mientras visito el servicio de damas. ¿Me
disculpan?
Greg la observó alejarse y dobló de mala gana nuevamente a su hermana.
— ¿Así que te hicieron caer? —dijo Anne inmediatamente.
— ¿Caer dónde? —preguntó Greg mientras lo asaltaba un repentino presentimiento. Su
hermana lo tenía en sus garras.
Ella lanzó un suspiro de disgusto y luego le tendió bruscamente sus bolsas de compras.

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— Toma, encuentra un asiento en el patio de comidas y cuida éstas. Repentinamente
tengo que visitar también el servicio de damas.
— No, Anne, sólo — mierda, —murmuró entre dientes cuando ella fue rápidamente tras
Lissianna. Su hermana se pegaría a Lissianna como lapa, haciéndole preguntas e impidiéndole
comer, a menos que se alimentara de Anne. Greg parpadeó en la posibilidad. Le gustaba
bastante la idea. Lo cuál probablemente fuera algo malo, se dio cuenta. Agitando su cabeza,
dobló y entró en el patio de comidas para encontrar una mesa vacía.
El patio de comidas estaba ocupado, pero Greg encontró una mesa vacía al final y puso
en ella las bolsas de su hermana. Tomó asiento, y echó un vistazo hacia los baños para ver a
Lissianna y su hermana salir.
— Bien, debemos tomar un café, —dijo Anne dijo alegremente mientras alcanzaba la
mesa.
— ¡Oh!, no podemos, pero gracias, Anne, — Greg dijo rápidamente.
— No seas absurdo, por supuesto que puedes. Pregunté y Lissi dijo que no tenías
ningún plan.
Echó un vistazo a Lissianna para verla ofrecerle una mueca arrepentida, pero estaba más
interesado por su palidez. Obviamente — como había temido — no se las había arreglado para
comer de su hermana para salir del paso. Greg regresó a su hermana.
— Sí, pero —
— No aceptaré un no por una respuesta. Te quedarás a tomar el café conmigo, ¿tú no
Lissi?
Lissianna sonrió.
— ¿Ves? —dijo Anne, tomando eso como uno sí. —¡Vamos! Greg, puedes ayudarme a
conseguir el café mientras Lissi cuida las bolsas y descansa. La pobre muchacha parece lista
para caer.
Greg echó un vistazo de una mujer a la otra. Cuando Lissianna le dio una mirada
comprensiva y le hizo señas que lo hiciera, suspiró y se puso de pie para seguir a Anne.
— Es bonita, —dijo Anne cuando lo llevaba a una cafetería.
— Sí, — Greg dijo entre dientes.
— Sin embargo está muy pálida. ¿Ha estado enferma recientemente?
— Er.... Gripe, — mintió Greg.
— Ah, claro.
Anne asintió con la cabeza seriamente cuando la persona en frente de ellos recibió su
orden y arrancó. Caminó hasta el mostrador y pidió un capuchino y una medialuna de chocolate,
luego se dirigió a él.
— ¿Qué bebe Lissianna? ¿Le gusta el capuchino?
Greg la miró sin comprender, y entonces admitió:
— No traigo dinero conmigo.
Anne lo miró atentamente.
— ¿Qué?
— Olvidé mi billetera. —era la verdad, pero eso le dio una idea y agregó:
—En realidad, tal vez es bueno que haya tropezado contigo. ¿Crees que podrías
prestarme un poco de dinero por uno o dos días?

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— Sí. — abrió su billetera —. ¿Cuánto quieres?
Greg vaciló. No habían sido capaces de ir a un hotel porque no tenían dinero, habían
planeado por eso pedirle a Debbie un lugar dónde quedarse. Pero no podían encontrar a
Debbie.... no sería ningún problema si pudieran alojarse en un hotel. Tomando una amplia
bocanada de aire, preguntó:
— ¿Podrías prestarme un par de cientos?
La cabeza de Anne se sacudió hacia arriba con sorpresa, pero luego de un momento
asintió con la cabeza despacio.
— Tendré que buscar un cajero para prestarte esa cantidad. Pasaremos por uno después
de que tomemos nuestro café. Pagaré las bebidas.
Greg suspiró cuando regresó al mostrador y pidió dos capuchinos más y otras dos
medialunas de chocolate. Pagó la orden, y luego dobló para echarle un vistazo mientras
esperaban que les entregaran su orden.
— ¿Por cierto? ¿Desde hace cuánto tiempo conoces a Lissianna?
— No mucho tiempo, — Greg dijo con evasivas.
— le pregunté qué hacía, y dijo que trabaja en el refugio.
— Sí. Trabajo social.
— Mmm. —sonrío Anne—. El trabajo social, la psicología, están muy cerca. Ustedes
dos deben tener muchas cosas en común.
— Uh.... Sí. — dijo Greg cautelosamente, y luego agregó al ver que su orden estaba
sobre el mostrador —. Aquí están.
Extendió la mano más allá de ella para tomar la bandeja, y luego la llevó de regreso a la
mesa donde Lissianna esperaba. Permanecieron en silencio mientras apoyaba en la mesa las
bebidas y la bandeja.
— Mmm, esto está muy bueno, — dijo Anne mientras probaba su medialuna, luego
echó un vistazo de Greg a Lissianna, y dijo—, no pensaba preguntar. ¿Cómo se conocieron?
— A través del trabajo, — dijo Greg al mismo tiempo que Lissianna decía —, a través
de familia.
Anne se río.
— ¿Y cuál es?
Greg y Lissianna se miraron fijamente, y luego él limpió su garganta y dijo:
— Realmente ambas. Su madre consultó conmigo sobre una fobia, y conocí a Lissianna
a través de ella.
— Ah. Así que ya has conocido a su madre —dijo Anne como si ese hecho fuera
verdaderamente significativo.
Greg suspiró interiormente, sabiendo que estaban fritos. No tenía duda que los
interrogaría despiadadamente. Y lo hizo. Gastó la próxima media hora tratando de esquivar las
preguntas y responder a esas que no podía parar con evasivas. Fue un gran alivio cuando ella
miró su reloj, y dijo:
— ¡Oh! geez, mira la hora. Tenemos que irnos.
— ¿Nosotros? —parpadeó Lissianna.
— Sí, —sonrío Anne—. Tengo que recoger a mami. Tenemos que encontrarnos con mi
marido para cenar en Casey. Pero primero tengo que detenerme en un cajero automático para
entregar a Greg.... Er.... Ese dinero que le debo.

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— ¡Oh! —Lissianna echó un vistazo a Greg, y le dirigió una sonrisa que helada cuando
Anne continuó, sin embargo Greg, si me detengo en un cajero automático ahora se me hará
tarde para recoger Mami. Ya que no tienen ningún plan, por eso, ¿por qué no se reúnen con
nosotros para la cena?
Greg abrió su boca para tratar de retirarse afuera de la cena elegantemente, pero Anne
añadió:
— Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que cenaste con mami, y estoy segura
que adoraría conocer a Lissianna. Por supuesto, John y yo pagaremos la cena, y luego puedo
conseguirte el dinero. Haría las cosas mucho más fáciles para mí.
Maldición, pensó. Lo arponeaba a través del hueso de la culpa. Lanzó una mirada
arrepentida a Lissianna y asintió a su hermana.
— Lo siento, —murmuró varios minutos después, una vez estuvieron ubicados en el
asiento trasero del automóvil de su hermana.
Se había unido a Lissianna en la parte trasera, afirmando que evitaría la mudanza
cuando recogieran a su madre, pero realmente quería hablarle.
— Está bien, —le aseguró Lissianna.
— Supongo que no conseguiste terminar lo que fuiste a hacer en el servicio de damas
antes que Anne te persiguiera.
Ella suspiró y agitó su cabeza.
—Estaba demasiado ocupado de todos modos, lleno de adolescentes. No era posible
controlarlas a todas mientras me alimentaba de una.
— Bien, cuando lleguemos al restaurante, ve al baño y da otro intento. Y si Anne te
sigue esta vez, muérdela.
Las cejas de Lissianna se elevaron ante la sugerencia, pero antes de que pudiera hablar,
Anne llamó:
— ¡Aquí estamos!
Greg echó un vistazo por todas partes para notar que estaban disminuyendo la velocidad,
y Lissianna siseó en su oreja:
— ¿Qué pensará tu madre de nosotros si está mirando?
Los ojos de Greg se abrieron con alarma. No había pensado en eso. Por un momento
entró pánico y no supo qué hacer. Entonces Lissianna desabrochó su cinturón de seguridad y lo
hizo agacharse tras el asiento mientras ella lo hacía.
Sintió el automóvil doblar a la derecha, luego Anne estacionó el vehículo en lo que
debía ser la entrada de su madre.
— ¿Qué están haciendo ustedes dos?
Greg y Lissianna echaron un vistazo arriba para encontrarla inclinada sobre el asiento
delantero, mirándolos con perplejidad.
— Er.... ¿Sorprender a mami? —sugirió, y vio el parpadeo de su hermana que luego
sonrío extensamente.
— ¡Qué idea tan fenomenal! Lo adorará. Quédense escondidos, voy a traerlo.
Greg soltó un suspiro de alivio cuando se retiró del asiento y escuchó al fin la puerta del
automóvil. Su mirada se deslizó a Lissianna que estaba arrodillada en el espacio del piso entre el
asiento delantero y el trasero, con su cabeza sobre el asiento trasero. Cuando él la miró, ella
empezó a reírse entre dientes.

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Greg sonrío con aire vacilante.
— ¿Qué es tan gracioso?
Levantó sus cejas.
— Míranos. ¿Tú imaginaste esta situación antes de que toda esta demencia empezara el
viernes pasado?
Sonrío débilmente. No, no había imaginado una situación así indudablemente. Su vida
había sido increíblemente predecible y aburrida. Ahora no sabía qué era. Greg miró su cara
cansada y la encontró hermosa allí relajada sobre el piso, la besó suavemente, suspirando contra
sus labios cuando Lissianna apuntó su cabeza en el asiento trasero para hacerle el acceso más
fácil.
— Aquí estamos.
Greg escuchó la palabra y el sonido de dos puertas que se cerraban, pero estaba tan
enterando de que tenía una gran capacidad para cerrar cosas. Lo hizo ahora, cerró la voz de su
hermana y se concentró en besar Lissianna.
— Tengo una sorpresa en el — ¡Oh!.... Er.... Tal vez te mostraré cuando lleguemos al
restaurante, — escuchó que decía su hermana sobre sus cabezas y sabía que estaba mirando con
atención hacia el frente. No podía preocuparse menos.
Greg dejó de besar a Lissianna mucho antes de que alcanzaran el restaurante;
parcialmente porque besarla y no ser capaz de hacer otra cosa era muy frustrante, y en parte
porque estaba empezando a acalambrarse en un espacio tan limitado. Ésa fue también la razón
por la que se alzó para sentarse sobre el asiento trasero y dijo:
— Hola, mamá.
Hubo unas cuantas exclamaciones sorprendidas mientras Greg explicaba su presencia
allí y presentaba a Lissianna, para entonces estaban llegando al restaurante. Como había
esperado, a su madre le gustó Lissianna a primera vista y parloteó con felicidad, dándole la
bienvenida como si fuera de la familia. John llegó poco después de que ellos lo hicieran, y Greg
presentó a Lissianna otra vez. Habían hecho sus pedidos y sus bebidas habían sido repartidas
cuando Lissianna se excusó para visitar la habitación de las damas.
Para alivio de Greg, Anne no la persiguió esta vez y empezó a relajarse, pensando que
podría comer, cuando su madre hizo una expresión preocupada y dijo:
— Es una niña muy linda, hijo, pero está muy pálida. ¿Estás seguro que no tiene
náuseas?
Estará bien cuando coma, — le garantizó sinceramente Greg y añadió luego—, es un
poco hipoglucémica.
Fue probablemente lo peor que pudo hacer.
Los pasos de Lissianna era cortados y apresurados cuando empujó la puerta al baño,
pero se detuvieron repentinamente cuando fue confrontada con una hilera de puestos vacíos y un
mostrador lleno de lavabos que no estaban siendo usados. El baño estaba vacío.
— No lo creo, —dijo entre dientes, se giró y caminó de regreso, solo para detenerse en
el pequeño pasillo que conducía a los baños. Lissianna estaba hambrienta. Dolorosamente, así
que ya no pensaba que pudiera guardar una buena fachada para la familia de Greg mucho más
tiempo sino se alimentaba de alguien por lo menos un poco. ¡¡Maldita sea!! Por qué Anne no la
había seguido, pensaba con irritación. Greg había dicho que podía morderla. No era
probablemente una buena idea morder a la hermana de tu novio la primera vez que la conoces,
pero....
Lissianna parpadeó ante sus propias ideas y se apoyó débilmente contra la pared. ¿La
hermana de su novio? Greg no era su novio. Deseaba que lo fuera, pero no lo era. ¿Y eso no era

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interesante? Deseaba que fuera su novio. Pero no era cierto. Deseaba que fuera su novio, que
pudiera presentarle ese reclamo.
Él le gustaba realmente. Y le gustaba besarlo, también, y se había preguntado cómo se
sentiría si hiciera mucho más que besarla.
— Sí, estás en problema, niña, —se habló entre dientes y supo que era cierto. Era una
desahuciada.
Lo tenía malo para el doctor y lo sabía. Por otro lado, parecía que él también gustaba de
ella. Lissianna había notado la manera posesiva en que ponía su mano sobre su hombro mientras
había estado hablando al tipo con el teléfono. Había estado estableciendo definitivamente un
derecho. Sonrío, pensando que tal vez estaría bien. Tal vez era su compañero en la vida. Podía
imaginarse viviendo con él el resto de sus días. Tenían mucho en común, gustaban de las
mismas cosas, y —
— Hola, hermosa.
Lissianna se enderezó fuera de la pared, su mente reconocieron el tono del saludo como
algo que quería resultar seductor. Un hombre alto, de cabello oscuro en vaqueros y una chaqueta
de cuero estaba de pie en el pequeño pasillo. Era atractivo y obviamente lo sabía, y le estaba
echando el ojo de arriba y abajo como si fuera un sabroso bocado.
— ¿Estás esperando a alguien bonita? Porque si lo estás, estoy disponible.
Lo miró fijamente con incredulidad, se preguntándose si se acercaba a menudo a las
mujeres fuera de los baños, y si era así, si sus líneas trabajaran en realidad. Estaba a punto de
decirle que se fuera por dónde había venido cuando tomó conciencia de su hambre y el servicio
de damas vacío.
— Servirás, —decidió Lissianna y tomó su mano para llevarlo al baño vacío.
El hombre estaba sonriendo como un idiota mientras lo conducía derecho al cubículo
más lejana y cerraba la puerta detrás de ellos.
— Sí. Supe que eras una chica caliente en el momento que te vi. —dijo, volviéndose a
mirarla en el momento que ella habían entrado en el baño y cerrado la puerta.
Lissianna sonrío y deslizó su mano por su cabeza, atrapándolo por el pelo mientras
sondeaba su mente, entonces tomó el control de sus pensamientos. Su estúpida sonrisa de soy—
u—muchacho—sexy—aproxímate—para—que sea—tu—roca—en—el—mundo murió
repentinamente, dejando un hombre de muy buen ver, y pensó que era una lástima que su
personalidad no fuera tan atractiva como su aspecto. Entonces hundió sus dientes en su cuello.
Apenas había empezado a comer, cuando escuchó la puerta del baño abrirse. Doblando
rápidamente, cambió el agarre sobre su cena y lo levantó en sus brazos mientras se sentaba al
borde del servicio, acomodándolo en su regazo con sus piernas ligeramente levantadas con el
propósito de que sus pies no vieran si alguien mirase por debajo le la puerta del compartimiento.
Se alegró de hacerlo cuando escuchó a la Sra. Hewitt llamarla:
— ¿Lissianna?
Con el corazón repicando, retiró sus dientes rápidamente, deteniéndose para lamer las
heridas para estar segura que no quedara ningún rastro de sangre desperdiciado antes de decir:
— ¿Si?
— ¿Estás bien, querida? Te ves tan enfermiza, te fuiste hace tanto y Greg dijo que eras
hipoglucémica. Así que empecé a preocuparme y vine a ver qué estuvieras bien.
Lissianna dio vueltas a sus ojos. Simplemente ese no era su día.
— Estoy bien, — le garantizó —. El baño estaba lleno cuando entré y tuve que esperar.

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— ¿Lo estaba? —preguntó la Sra. Hewitt y Lissianna no podía culparla por la duda en
su voz desde que estaba totalmente vacío ahora.
— Sí, partieron todas inmediatamente, — mintió.
— ¡Oh!, ya veo. Bien, mientras estés bien.
Lissianna esperó el sonido de la apertura y cierre de la puerta exterior, pero escuchó una
puerta de compartimiento abierta cerca del suyo y casi gimió en voz alta en vez. No era posible
que se alimentara cuando solo la separaba una fina barrera de la madre de Greg. Pero allí estaba,
justo en sus brazos. Aliviaría el dolor que estaba sufriendo, le daría más energía. Además no era
como era una alimentadora fuerte. Lissianna hundió sus dientes de nuevo en su donante.
— Este es un restaurante bonito, ¿no?
Lissianna retrajo sus dientes.
— Sí. — su voz estaba ligeramente tensa.
Cuando el silencio siguió, se puso a alimentarse otra vez, suspirando mientras el dolor
que estaba sufriendo empezaba a disminuir.
— ¿Estás hambrienta? — preguntó repentinamente la Sra. Hewitt.
Oh dios, sí, pensó Lissianna, pero simplemente farfulló:
— Mmm hmm, — en contra del cuello de su donante.
— Supongo que sí. Espero que nuestras órdenes estén allí cuando salgamos.
Lissianna no se molestó en responder y retrajo sus dientes, ya se había alimentado todo
lo que se atrevía del hombre unos momentos después. Podía haber tomado a tres o cuatro
donantes más fácilmente, pero no era posible por ahora.
Después de que se libraran de la familia de Greg, podía encontrar a otro donante o dos.
Tal vez podían ir a un club o algo.
Suspirando, Lissianna dejó de lado la posibilidad y se concentró en limpiar la memoria
de su donante y plantar la sugerencia en su mente para cómo había terminado en el baño de las
mujeres. Decidió salir de su compartimiento antes de que la madre de Greg saliera del suyo,
Lissianna se puso de pie y se inclinó para poner al donante sobre el asiento del servicio.
Tiró la cadena del servicio, ordenó al tipo que se quedara agachado hasta que escuchara
cerrarse la puerta de baño cerrar cuando partieran, entonces se deslizó afuera de la cabina y
mentalmente le envió la orden de cerrar con cerrojo la puerta detrás de ella.
— Sabes, creo que tienes un poco más de color en tus mejillas, querida, —dijo la Sra.
Hewitt cuando se encontró con Lissianna en el sumidero momentos después. Charlaron mientras
lavaban sus manos y usaban el secador de aire.
Dejaron la habitación juntas, trasladándose a un lado del pasillo para hacer sitio a una
dama más vieja que se acercaba del lado opuesto.
Segura que su donante probablemente estaba saliendo en ese momento del
compartimiento, Lissianna hizo una mueca, pero continuó caminando. No había nada que
pudiera hacer al respecto. Bien, podía, pero no estaba dispuesta a malgastar la energía e inventar
las excusas necesarias para volver rápidamente e impedir a la mujer encontrarse a un hombre en
el baño de las mujeres. Le vendría bien a su donante para aprender a no tratar de levantarse
extrañas fuera de los baños.
Realmente, un poco de vergüenza no era nada — podía haber sido una asesina en serie.
La comida había llegado antes de que llegaran a la mesa, pero Greg no estaba allí. Antes
de que pudiera preguntar, Anne explicó que había ido al baño de caballeros. Apenas había
terminado de lo decirlo cuando Greg llegó a la mesa y tomó asiento.

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— Perdón que tardara tanto, — se excusó —. Había un disturbio cuando salí del baño.
Un tipo había entrado en la habitación de las damas por error y una mujer lo estaba golpeando
en la cabeza con su monedero gritando "Violador.' Se necesitaron dos camareros y cuatro
camareras para calmarla y alejar al pobre tipo de ella.
— ¿¡Sí!? —preguntó débilmente Lissianna.
Comió sin pensar, disfrutando los sabores y las texturas en su boca después de una dieta
tan llena de líquidos. Sin embargo, no podía comer tanto como los otros y le llamaron la
atención comentando el hecho de que no les asombraba que estuviera tan pálida, etcétera.
El ring de un teléfono trajo un final a los murmullos preocupados y todos se callaron
mientras John sacaba un teléfono celular de su bolsillo y respondía. Escuchó por un momento, y
luego empezó a hablar, obviamente se trataba de un asunto de trabajo. Lissianna sabía que era
contador y que era el tiempo de las declaraciones de impuesto para muchas empresas con las
que trabajaba. Cuando un niño en la mesa próxima empezó a gritar, frunció el ceño, y dijo:
— Espera, Jack, no puedo escucharte. Ya salgo afuera.
Se puso de pie, se detuvo para besar a su esposa en el camino, y luego se dirigió hacia la
entrada del restaurante.
Todos se quedaron en silencio por un minuto, entonces Anne repentinamente dijo:
— John y yo estábamos hablando mientras estuviste fuera, y sugirió que te llevemos a
donde vayas cuando salgamos de aquí para no tener que prestarte dinero, Greg.
Lissianna era consciente de Greg se endurecía al lado de ella, y comprendió su
problema inmediatamente. No podían ir a su departamento, seguramente estaría vigilado, y no
podía ir a casa ir a casa de su hermana. Extendió la mano bajo la mesa para moldear su pierna
con dulzura.
— En realidad, el automóvil de Greg está en mi casa, —mintió suavemente Lissianna.
Había tenido doscientos años para perfeccionar la destreza, y aunque no trató de usarla
a no ser que fuera completamente necesario, había sido necesario más a menudo de lo que
hubiera deseado gracias a quién y qué era. Tomamos el tranvía en el centro.
— ¡Oh! bien ¿dónde vives, Lissi? Podríamos dejarlos allí para que Greg pudiera recoger
su automóvil.
Lissianna dio la dirección de Debbie sin siquiera vacilar. Si Greg no podía conseguir
dinero prestado, no tenían otro lugar dónde ir.

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Capítulo 16
—Gracias, Debbie. Aprecio esto realmente, —dijo sinceramente Lissianna mientras la
seguía a la puerta principal.
—No es problema, Lissi. Yo también fui joven una vez.
Lissianna parpadeó. Siempre encontraba sorprendente cuando las personas suponían
que eran más viejas que ella.... Y, por supuesto, Deb lo hacía. Pensaba que Lissianna tenía
veinticinco a sus cincuenta. ¿Sabía la pequeña mujer que estaba hablando a alguien que era más
de un siglo y medio mayor que ella?
Debbie dio sonrió apenas.
—Comprendo. Mi madre tampoco aprobaba a nadie con el que saliera. Incluyendo a mi
marido, que fue un príncipe entre los hombres hasta el día que murió. —se detuvo en la puerta y
regresó para mirar hacia Lissianna, pasando luego su mirada a la entrada de la cocina donde
Greg esperaba. Una abierta sonrisa compartió sus labios—. Y tu Greg parece a un príncipe
también: guapo, educado y un médico. ¡Ve por él, niña!
—Bien, un psicólogo de todos modos, —dijo Lissianna con una sonrisa leve,
agradecida —no por primera vez— que Debbie hubiera estado en casa cuando la hermana de
Greg los había dejado caer.
Debbie había estado comprensiblemente sorprendida cuando Lissianna había aparecido
sobre su umbral con Greg a remolque. Lissianna podía haberla controlado y hacer que ella los
dejara quedarse, pero no había querido hacerlo. En vez de eso, se había arriesgado y le había
pedido su ayuda. No había explicado mucho, sólo le había dicho a Debbie que había estado
alojándose en casa de su madre mientras su departamento era pintado, pero que habían tenido
una pelea y necesitaba un lugar dónde quedarse a dormir. Debbie había echado un vistazo a su
expresión tensa y a la adusta de Greg y llegado a sus propias conclusiones, suponiendo que la
pelea había sido aparentemente por él.
Comprensiva, dulce, y fanática de las novelas románticas, les había dado la bienvenida
en su casa.
—Eres muy misteriosa, ¿no? —dijo Debbie ahora—. Nunca mencionaste que estaban
pintando tu departamento, ni hablar del hecho de que estuvieras enamorada.
—No estoy enamorada, —protestó Lissianna automáticamente, sobresaltada por las
palabras de la mujer, pero Debbie sólo se río entre dientes.

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—Lissi querida, reconozco la forma en que ustedes dos se miran. Es cómo mi Jim y yo
solíamos mirarnos. —su expresión se tornó triste ante el recuerdo de su marido muerto, y luego
agitó la melancolía y sonrío—. No hay manera de que me convenzas de que no adoras a este
hombre.
Lissianna vaciló; no estaba preparada para usar la palabra amor aún, pero confesó:
—Realmente recién estamos comenzando, Deb.
—¿Pero? —preguntó Debbie—. Escucho un pero ahí.
—Pero ¿cómo sabes si un tipo es el correcto para ti? —preguntó Lissianna—. Quiero
decir, mi madre pensó que mi padre era el correcto cuando se casó con él y terminaron siendo
miserables por si... er.... mucho tiempo. —
Debbie consideró la pregunta, entonces dijo:
—Dijiste una vez que tu madre era muy joven cuando tus padres se casaron, ¿no?
—Quince, —dijo con una inclinación de cabeza.
—¡Quince! —gruñó Debbie—. Eso no es joven, eso es un crimen.
—Mi abuela tuvo que dar un permiso especial, —mintió Lissianna, recordándose en
silencio que debía tener más cuidado con lo que decía. Después estaría soltando que era un
vampiro.
Expirando despacio, Debbie agitó su cabeza.
—Bien, cariño, no puedes dejar que el error de tu madre te asuste. Era sólo un bebé
cuando conoció y se casó con tu padre. Dios, los quinceañeros están yendo en el barco de las
hormonas, no pueden tomar una decisión para toda la vida como con quién desearían casarse.
Deb agitó su cabeza otra vez, y luego dijo:
—Pero tú eres un poco mayor y eres muy madura para tu edad. Pienso que debes
confiar en ti misma. Puedes decir si un hombre es lo que afirma ser o no.
—Sí, —estuvo de acuerdo Lissianna, y sabía que tenía una ventaja en esa área. Otras
mujeres tenían que juzgar a un posible compañero basadas en lo que un hombre podría decir o
sus movimientos en el tiempo anterior al casamiento. Aunque Lissianna no podía leer los
pensamientos de Greg normalmente; había estado dentro de su cabeza cuando lo había mordido
y sabía cómo era él en realidad. Sabía que era un buen hombre.
—Sólo escucha a tu cabeza y escucha lo que dice, escucha después lo que dice tu
corazón y sopésalos a ambos. Y recuerda, nadie es perfecto, incluyéndote, —añadió, y luego
sonrío—. Lo lograrás. Y, como eres afortunada, tendréis este lugar para vosotros solos hasta
mañana por la mañana para pensarlo, por que prometí visitar a mi madre esta noche antes del
trabajo. Luego simplemente me dirigiré al refugio un rato antes en vez de perder el tiempo
viniendo aquí.
Lissianna asintió con la cabeza.
—Deb, de verdad quiero agradecerte. No sé dónde nos habríamos ido si tú no
hubieras…
—Estoy más que feliz de ayudar, —garantizó Debbie, anunciando luego—, hay mucha
comida en la cocina y pienso que debe haber una botella de vino en algún lugar. Sírvete tú
misma, mi casa es su casa4.
Ahora, mejor que me ponga en camino a lo de mami antes de que se ponga impaciente y
empiece a llamar.

4
En castellano en el original

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Debbie dio un abrazo rápido a Lissianna y partió.
—Parece simpática. Me gusta, —comentó Greg, viniendo desde el pasillo de la cocina
ahora que su anfitriona se había ido.
—Es simpática.
Lissianna cerró con llave la puerta y observó a Debbie subir en su automóvil. La mujer
más vieja puso en marcha el motor, luego echó un vistazo hacia la casa, la descubrió y la saludó
con la mano. Lissianna le devolvió el saludo y sonrió cuando le dijo:
—Y tú le gustas, también.
—Recogí eso, —murmuró, cuando se movió más allá de él en la sala.
—Nos escuchaste, ¿no? —preguntó Lissianna divertida cuando cayó en el sofá. Estaba
exhausta. Eran las ocho de la noche, y el único sueño que había tomado desde el día anterior
había sido la breve siesta en el cine.
—Pareces destrozada. —Greg escogió el sofá a su lado.
—Lo estoy, pero debo llamar a Thomas y averiguar qué está ocurriendo en la casa. —
Lissianna empezó a ponerse de pie, pero Greg la agarró del brazo y la obligó a volver a sentarse.
—Puede esperar, —le garantizó—. Estamos a salvo por ahora.
—Puede que sí, —le permitió Lissianna—. Pero no podemos quedarnos aquí para
siempre. ¿Qué vamos a hacer mañana?
—Nos preocuparemos de eso mañana por la mañana, —dijo firmemente—. Debemos
estar seguros hasta entonces por lo menos.
—No estoy segura que lo estemos, —dijo con abatimiento—. ¿Qué pasa si mamá va al
refugio para explorar?
Greg permaneció en silencio por un momento, y luego suspiró.
—Crees que leerá la mente de Debbie y sabrá que estamos aquí.
Lissianna asintió con la cabeza.
—Está bien. Eso podría ocurrir, pero, Lissianna, estás totalmente exhausta. Nunca he
visto a alguien tan extenuado como tú pareces estar en este momento. Tienes que descansar.
—Solo…
Greg levantó una mano para hacerla callar, y luego dijo:
—Debbie no estará en el refugio hasta dentro de unas horas como para que puedan
leerla. Así que, puedes dejar de preocuparte y dormir por ese tiempo por lo menos.
Lissianna mordió su labio.
—¿No dije nada para aliviar tus preocupaciones? —preguntó.
—No, —admitió en tono apenado.
—Está bien, así que sólo relájate durante diez minutos entonces. Ha sido un día
estresante entre el centro comercial y mi familia.
—Me gusta tu familia, —dijo Lissianna con una sonrisa.
Greg hizo una mueca, pero dijo:
—A ellos les gustaste también. Mientras tú estabas en el baño, tanto madre como Anne
dijeron que estabas buena y para morderte.
La sonrisa de Lissianna se destiño.

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—No dirían eso si supieran qué soy, ¿o sí? —no era una pregunta, pero Greg la trató
como si lo fuera, su expresión se tornó atenta. Esperaba su respuesta con curiosidad.
—Creo que lo harían, —dijo finalmente—. Si creyeran que tú podrías hacerme feliz, lo
harían. Y pienso que tú podrías hacerme feliz.
Lissianna sorbió su aliento ante esas palabras tan seriamente dichas. Todavía estaba
tratando de absorberlas y considerar qué podrían representar cuando frunció el ceño, y dijo:
—Todavía estás muy pálida. Un donante no fue suficiente, ¿o sí?
—No importa. —Lissianna se encogió de hombros, a disgusto con el tema—. No hay
mucho que pueda hacer sobre ello por el momento de todos modos, —señaló.
Greg atrapó su barbilla con un dedo y llevó su cara hacia atrás para encontrar su mirada.
—Sí, puedes, —dijo seriamente—. Yo estoy aquí.
Lissianna tragó. Se le estaba brindando, y se sentía tentada por la propuesta, pero....
—No, no debo hacerlo… simplemente no puedo.... —se detuvo y agitó su cabeza
confusa.
—Sí, claro, —dijo firmemente, entonces señaló con el dedo afuera—, no es como si no
lo hubieras hecho antes.
—Sí, pero eso era diferente. No te conocía entonces.
Greg arqueó una ceja ante su mirada de incredulidad.
—¿Así que está bien ir por ahí besando y mordiendo a desconocidos, pero no a los
amigos?
Lissianna frunció el ceño.
—Generalmente no necesito besar para alimentarme. Tú eras diferente. No podía entrar
en tus pensamientos.
—Muy bien, cambiaré mi pregunta. ¿Por qué podías alimentarte de mí cuando no me
conocías, pero sientes que no puedes ahora?
Se encogió de hombros incómodamente y trató de ordenar sus ideas en su propia mente
con el propósito poder explicárselo. No es que no quisiera morderlo —Lissianna había querido
morderlo cada minuto que había estado cerca de él desde ese primer mordisco— pero ya no era
simplemente un extraño más con un lazo alrededor de su cuello. Era Greg, un hombre que le
gustaba y disfrutaba pasando el tiempo con él, y quería desesperadamente protegerlo de su
madre y tío.
—¿Ayudaría si te dijera que lo disfruté la última vez?
Lissianna echó un vistazo arriba bruscamente, tragó entonces y lamió sus labios,
calmándose cuando Greg extendió la mano para frotar un dedo ligeramente sobre de la humedad
que había dejado.
—¿En serio? —preguntó, su voz quebrándose y volviéndose más ronca—. ¿Te
atreverías a darnos placer mientras te alimentas de mí?
Casi incapaz de hablar, Lissianna le respondió permitiendo que sus labios se abrieran
para recibir la punta de su dedo en su boca como él le había hecho esa primera noche. Su lengua
se deslizó hacia adelante para frotar la carne redondeada mientras lo chupaba ligeramente. El
brillo repentino en sus ojos le dijo que había sido una buena respuesta.
Tiró de su dedo liberándolo y lo reemplazó con su lengua cuando su boca cubrió la suya.
Lissianna dio la bienvenida a la invasión, su cuerpo estalló en llamas como si todas las
horas entre su primer beso y este nunca habían ocurrido. ¡Oh! Sí, pensó débilmente mientras sus

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brazos se envolvieron alrededor de ella. Quería satisfacerlos a ambos. Entonces perdió la
capacidad de pensar cuando fue consciente de la mano que se deslizó desde su estómago hacia
su pecho.
Greg había estado atado a la cama la última vez que se habían besado, dejándolo
incapaz tocarla. No lo estaba ahora. Lissianna gimió cuando ahuecó su mano contra su pecho,
gimió entonces y se arqueó ante su tacto mientras él apretaba suavemente. Cuando usó su pulgar
y uno de sus dedos para tironear de su pezón repentinamente erguido a través de su blusa, podía
pensar que era una buena cosa que el hombre hubiera estado atado a la cama la noche de su
fiesta. Por lo demás, su madre y Thomas podrían haberse encontrado con algo mucho mayor
que besar y morder.
Los miedos y recelos sobre su seguridad que tenía Lissianna empezaron a desvanecerse
rápidamente mientras la acariciaba. Incluso su agotamiento pareció desaparecer cuando Greg
abandonó su pecho y cambió de lugar sus dedos a los botones de su blusa. Le habría dicho que
la rasgara para abrirla, pero era difícil hablar con su lengua en su boca así que Lissianna lo dejó
con ello y puso a sus propios dedos a tirar de su camiseta hacia arriba.
Apenas había recorrido la mitad de camino sobre su espalda antes de detenerse para
tener la oportunidad de mover sus dedos la carne que había revelado.
Su espalda era suave, amplia y dura, se sentía bien contra sus dedos y palmas, pero no
era suficiente y pronto empezó a tirar de su camiseta otra vez hasta que no pudo jalarla más
arriba. Antes de que pudiera sentirse frustrada porque sus esfuerzos estaban siendo entorpecidos,
Greg rompió su beso y se reclinó. Las manos de Lissianna cayeron a sus lados y lo acarició con
los ojos mientras agarraba la camiseta y tiró de ella sobre su cabeza.
El hombre podría ser un psicólogo que holgazaneaba en su oficina todo el día, pero una
no podía distinguir eso por el pecho musculoso que tenía. Lissianna suspiró con placer y se
inclinó hacia adelante para pasar sus manos por la superficie llena de músculos mientras tiraba
su camiseta a un lado, pero eso fue todo lo que le permitió tocar. Sacando sus manos fuera del
camino agarró su blusa y Lissianna echó un vistazo abajo para ver que había terminado de
desabotonarla antes de parar. Ahora se la quitó, sentándola ante él en pantalones negros y un
sostén de encaje blanco.
—Hermosa, —murmuró Greg, y sus manos aferraron sus pechos a través de las blancas
tasas del sostén.
Lissianna aspiró y su espalda se arqueó, empujando sus pechos hacia adelante cuando él
se inclinó hacia adelante para besarla otra vez. Dejó que sus brazos se deslizaran alrededor de
sus hombros mientras sus cuerpos se acariciaban. Greg la besó sólo una vez permitiendo que su
boca se arrastrara por los costados de la suya por toda la superficie de su mejilla hasta su oreja.
Gimió cuando la mordisqueó allí brevemente, entonces arrastró sus dientes y labios
hacia abajo a lo largo de su cuello. Lissianna no se dio cuenta de que la estaba exhortando a
recostarse hacia atrás hasta que sintió el sofá sobre su espalda. Greg la siguió, su boca
moviéndose a la suya para besarla otra vez, casi distrayéndola del suave roce de sus dedos que
deslizaba la correa del sostén sobre un hombro. Tembló ligeramente cuando el aire fresco
golpeó pezón caliente y erguido, y luego él rompió su beso e hizo descender su cabeza sobre su
pecho.
Un suspiro de placer se escapó de sus labios, y envolvió sus dedos en su pelo oscuro
cuando su boca se cerró sobre su pezón. Lissianna estaba tan excitada, sus pezones tan erguidos
y delicados que su succión se volvía casi insoportable, gimió y se arqueó debajo de él. Ella se
restregó inconscientemente contra la pierna que tenía entre las suya y Greg respondió
moviéndose para que la dura prueba de su excitación sustituyera a su pierna, entonces mordió el
nudo susceptible de su pecho, haciéndola gemir y agitarse bajo él otra vez. Esta vez gimió al
mismo tiempo que ella y empujó nuevamente mientras Lissianna abría sus piernas para
envolverlas alrededor de su cintura para poder disfrutarlo más completamente. Clavó sus talones
en sus costados, instándolo mientras se frotaba contra él y Greg respondió al pedido silencioso,

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movió sus caderas durante largos momentos antes de detenerse repentinamente y arrancar la
boca de su pecho.
—Oh dios, Lissi, —gimió—. Tenemos que aflojar el paso.
—No, —murmuró, tratando de atraerlo contra ella—. Por favor. Te necesito.
—No todavía, —le garantizó y silenció cualquier protesta adicional besándola.
Sintió su mano entre ellos alcanzar el botón de sus pantalones y unos momentos
después se había encargado de desprenderse del cierre. Lissianna no sabía qué esperaba que
pasara después, pero no que rompiera su beso y se pusiera de pie para tomar su mano levantarla
a ella a su lado.
—¿Qué…? —empezó con aire vacilante, y luego cayó en silencio cuando él sonrío y
empezó a deslizar sus pantalones por sus caderas. Cuando la tela cayó debajo de sus rodillas, se
arrodilló para levantar cada pie y deprenderla de ellos.
Lissianna esperaba que él volviera a ponerse de pie entonces, pero en su lugar, Greg se
recostó sobre sus piernas y observó su cuerpo. Sus ojos ardientes se movieron sobre sus bragas
de encaje blancos, y luego hasta el sostén de encaje blanco que cubría solo uno de sus pechos.
Su mirada permaneció sobre él, quemando su piel.
—Quítate el sostén, —pidió con voz ronca, y Lissianna vaciló, luego alcanzó el sostén y
buscó el broche a presión de su espalda. Lo dejó caer encima de sus pantalones y permaneció
quieta, muy consciente de que estaba casi desnuda mientras él todavía llevaba sus vaqueros.
Greg devoró sus pechos descubiertos con sus ojos, y luego su mirada se deslizó a la
braga otra vez. Esperaba que él le ordenara se la quitara, pero, en su lugar, extendió la mano
repentinamente para atraparla por las caderas y se inclinó hacia delante para darle un beso al
triángulo de encaje blanco.
Lissianna aspiró bruscamente, mordió su labio y cerró sus ojos cuando sintió su aliento
caliente a través de la tela como si estuviera calentando el centro de su ser. Sintió que sus manos
se movían y parpadeó rápidamente, echó un vistazo abajo para verlo sujetar con sus dedos la
cinturilla de sus bragas. Se las quitó despacio hasta que pudo salir de ellas también.
En cuanto la pieza de encaje se hubo unido el resto de la ropa sobre el suelo, Greg
regresó su posición anterior alzándose sobre sus rodillas lo suficiente para poder darle otro beso
allí, esta vez sin la tela entre ellos.
Lissianna se aferró a su cabeza, enredando sus dedos en su pelo para mantener su
balance mientras la instaba a separar sus piernas, entonces tomó una de sus piernas la colocó
sobre su hombro para poder abarcar una mayor superficie.
La atrapó firmemente por sus caderas para mantenerla en el lugar y ella gimió, jalando
su pelo ante la conmocionada sorpresa por el inmediato placer que la atravesó cuando encontró
su centro con su boca y empezó a saborearla con golpes largos, cariñosos.
Lissianna no podía mantenerse en esa postura por mucho más tiempo. Cuanto más se
excitaba le era más difícil mantener el balance. Consciente de su dificultad, Greg la llevó hacia
el sofá para sentarla sobre él. Trató de atraparlo por los hombros y llevarlo sobre ella, pero la
evadió y se arrodilló ante ella para terminar lo que había empezado, dándole placer hasta que se
corrió, gritando su nombre.
Drogada con el placer, Lissianna miró a través de sus ojos entrecerrados cuando Greg se
alzó finalmente. Sus dedos se movieron abrir sus vaqueros y ella abrió ampliamente sus ojos
ante el espectáculo. Cuando él se detuvo, sintió que lo último de su letargo se escabullía para ser
reemplazado por la curiosidad sobre lo que lo estaba haciendo vacilar. Al siguiente momento él
se inclinaba repentinamente para levantarla del sofá.
Lissianna gimió y aferró sus brazos alrededor de sus hombros cuando Greg la llevó
afuera de la sala y a lo largo del pasillo hasta el dormitorio principal. El sol se había puesto y la

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habitación estaba llena de las sombras, pero había algo de luz proveniente de las farolas en
frente de la casa para permitirles orientarse. Greg la llevó al otro lado de la habitación, a la cama,
pero no la puso allí inmediatamente. En su lugar atrapó sus labios con los suyos y la besó
suavemente, recién entonces liberó sus piernas y permitió que se deslizaran al suelo mientras la
besaba otra vez.
Lissianna se afirmó sobre sus pies y giró hasta que estuvieron cara a cara mientras
profundizaba más el beso. Sus manos se deslizaron alrededor de sus hombros y luego hasta su
pelo. Las anudó allí antes de deslizarlas, raspando sus dedos ligeramente a lo largo de su cráneo,
luego a los costados de su cuello y finalmente sobre su pecho y estómago. En la cumbre de sus
vaqueros, paró y se encargó de su cinturón, rompió el beso entonces mientras le quitaba sus
pantalones, dejándolos caer sobre sus pies para retirarlos completamente.
Cuando lo hubo hecho se dejó caer sobre las rodillas para revisar lo que había revelado.
Lissianna no era ninguna experta sobre la anatomía masculina, pero estaba segura que Greg era
probablemente una de las más finas muestras que pudiera encontrar por allí. No pensaba que
fuera del tipo que sintiera necesidad de colocar pepinos dentro de sus pantalones para
impresionar a las mujeres. Cuando extendió la mano y cerró con curiosidad sus dedos alrededor
de él, Greg endureció y dejó escapar una respiración siseante.
Cuando Lissianna movió ligeramente sus dedos por toda su longitud, gimió. Pero
cuando cerró su boca alrededor de su erección, corcoveó ligeramente, anudó su mano en su pelo
y la separó.
—No esta vez, —gruñó, exhortándola a ponerse de pie.
Lissianna lo dejó ponerla en pie, sabiendo que era probablemente mejor así. En el
momento en que lo había llevado a su boca fue consciente de la sangre que palpitaba justo
debajo de la piel cálida y su hambre había brotado, dándole el impulso repentino de morder.
Dejar de darle placer por un rato cuando su hambre lo convertiría en un mejor banquete, pensó
Lissianna con un suspiro cuando se puso de pie y usó su asimiento para darle un beso sobre el
pelo y atraerla hacia adelante. Esta vez no era tierno. Parecía que había despertado a la bestia.
La boca de Greg se movió sobre la suya, caliente, hambrienta y dominante, tan
dominante como la mano que repentinamente se deslizó entre sus piernas. Lissianna boqueó,
pero no había aire para tomar, sólo Greg. Su lengua estaba en su boca, su cuerpo contra el suyo,
una de sus manos sujetando su cabeza en su lugar y la otra entre sus piernas, deslizó un dedo
primero por sus labios y luego ahondó en ella, instándola a los máximos apogeos de excitación.
Gimió desde el fondo de su garganta cuando todo el deseo saciado regresó gritando a la
vida en su interior. Extendiendo la mano entre ellos, Lissianna lo atrapó firmemente en su mano
y apretó suavemente, causando un gruñido en la garganta de Greg. Sabía que estaba jugando
con fuego y aún así movió su mano cerrada de arriba abajo por toda su longitud otra vez,
sonriendo contra su boca triunfal cuando dejó de acariciarla repentinamente, la atrapó por la
cintura, y la levantó ligeramente.
Lissianna soltó su asidero en su erección y envolvió sus brazos alrededor de sus
hombros mientras sus piernas se envolvieron alrededor de su cintura, entonces la bajó hacia él y
ella gimió cuando la llenó.
Greg vaciló, dio un paso adelante y apoyó la mayor parte de su peso sobre el tocador al
lado de la cama.
Lissianna gimió cuando el movimiento permitió que la condujera tan profundamente
como era posible. Apretó su culo sobre el borde de la superficie de tocador e inclinó su torso
sobre ella para que quedara semi—reclinada y aferrada a sus hombros, su cara presionó uno de
sus omóplatos mientras se clavaba dentro de ella una y otra vez.
Cuando la tomó de sus muslos y levantó sus piernas ligeramente, Lissianna gimió ante
este nuevo ángulo y volteó su cara a su cuello, sus dientes rozando su piel. Sintió que Greg
temblaba ante su tacto y entonces susurró:

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—Adelante. Hazlo.
—No, —gimió Lissianna, tratando de resistir, pero estaba llena de deseo y necesidad, y
su hambre por su sangre se estaba confundiendo con su deseo por él y ambos le estaban
instando a que hundiera sus dientes en su cuello.
—Lissi, Dios, sólo hazlo, por favor, —gimió Greg en su oreja. Y, sin parar para pensar,
Lissianna giró su cabeza y hundió los dientes en su garganta.
Greg echó hacia atrás su cabeza y gritó, su cuerpo corcoveando contra ella cuando sus
mentes confluyeron y su placer se mezcló y se hizo eco en sus cuerpos. Se hizo más fuerte con
cada impulso, hasta que Lissianna estuvo ebria de él. Ella continuó aferrada, sus brazos y
piernas envolviéndolo fueron presas del placer. El orgasmo los atravesó, vibrando a través de
ellos en un pulso que estremeció sus cuerpos una y otra vez desde la punta de los dedos de sus
pies a la cima de sus cabezas.
Lissianna sentía que sus dedos la aferraban desesperadamente, mientras sus propios
dedos alcanzaban su trasero. Estaba empezando a pensar que este placer casi insoportable podría
ser también interminable. Entonces Greg se tambaleó débilmente contra ella, y se dio cuenta de
que todavía tenía sus dientes en su cuello, y estaba todavía bebiendo de él.
Lissianna lo soltó inmediatamente y oyó a Greg mascullando una protesta. Intuía su
intensa decepción cuando el combinar de sus mentes empezó a difuminarse para finalmente
desvanecerse totalmente.... Y con él, el dilatado orgasmo también se desvaneció finalmente.
Se desplomaron uno contra el otro, la respiración agitada, entonces Greg susurró:
—Nunca estuve tan cerca de alguien como en el momento en que nuestros
pensamientos se unieron. Eran como estuviéramos de pie uno frente al otro con las almas y los
corazones al desnudo. Parecía que conocía todo lo que existe dentro de ti. Es lo mismo para ti,
¿no?
—Sí, —admitió Lissianna contra su cuello, entonces preguntó:
—¿Estás bien? Te estás tambaleando.
Asintiendo con la cabeza, retrocedió, su miembro ahora fláccido deslizándose de su
cuerpo.
Viendo su palidez, Lissianna se deslizó inmediatamente del tocador, tiró de las mantas a
un lado sobre la cama y lo instó a echarse en ella. Cuando empezó a enderezarse la arrastró
hacia él, aparentemente no estaba dispuesto a separarse de ella aún. Lissianna empujó las
mantas para cubrirlos a ambos y luego permitió que la apretara contra su pecho y envolviera sus
brazos alrededor de ella. Abrazada contra él pensó que sería feliz de ser sujetada por él de este
modo para siempre.
Permanecieron tendidos de ese modo durante varios minutos antes de que Greg la
mirara detenidamente y dijera:
—Lissianna, ¿qué es ser un verdadero compañero en la vida?
Se endureció contra él, sobresaltada por la pregunta.
—¿Dónde te enteraste de eso?
—Thomas dijo que debía preguntarte, pero me olvidé hasta ahora.
Lissianna permaneció en silencio por un minuto, y luego limpió su garganta.
—Mi madre ha dicho siempre que cada persona tiene su propio compañero de vida. Se
supone que es el destinado a ser tu consorte.
—Parece que tu madre es una romántica, —dijo con tierna diversión.
—Quizás, —estuvo de acuerdo Lissianna.

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Otro silencio los rodeó y luego preguntó:
—Cuéntame sobre tu tío.
Parpadeó con sorpresa ante su pedido, entonces se inclinó para mirar atentamente su
cara y preguntar:
—¿Por qué?
—Porque tú y cada uno de tus primos parece temerosos de él, y quiero saber por qué.
Lamentando el regreso a la realidad, Lissianna suspiró y volvió a apoyar su cabeza en él.
Pensó por un minuto y entonces dijo:
—Es viejo y frío, según lo describe Thomas.
—Viejo y frío, —repitió Greg seriamente.
Asintió con la cabeza.
—No es que sea cruel o algo, es justo. —luchó brevemente por encontrar las palabras y
luego dijo—. Ha estado vivo por muchísimo tiempo, Greg. Algunos milenios. Era guerrero en
Roma, era un guerrero en la Inglaterra medieval.... —se encogió de hombros—. Es un guerrero.
Ha visto a incontables personas nacer y morir, y probablemente mató a muchos en batalla
también, con el tiempo. Ahora, está en el Consejo y hace lo que tiene que ser hecho para
mantener segura a su gente.
Greg permaneció en silencio por un minuto, y luego dijo:
—No quiero ser un Renfield.
Lissianna movió sus dedos con dulzura sobre su pecho y prometió:
—No dejaré que eso ocurra.
—Sé que tratarás de asegurarte que no ocurra, —dijo—. Pero si tu tío trata de borrar mi
memoria y no puede hacerlo, como ustedes dudaron que pudiera esta mañana en casa de tu
madre, querrá someterme al “Consejo de tres” o algo así, ¿no?
Lissianna permaneció en silencio, pero no tuvo que responder. Ya le había explicado lo
suficiente a él para saber que ese era el caso. Y tampoco quería que ocurriera. La idea de violar
la mente de Greg era demasiado dolorosa para considerarlo siquiera. Su mente era una de las
cosas que más le gustaba sobre él. Aunque, tuvo que reconocer, su cuerpo no estaba nada mal.
—¿Cuáles son mis oportunidades de seguir mi camino sin que ellos hagan papilla mi
cerebro?
—No pienses en eso, Greg. —dijo—. No dejaré que ocurra.
—¿Cómo puedes impedirlo? Este consejo gobierna a tu gente, ¿no? Son como la policía
para tu gente.
—Sí, —reconoció.
—Y estoy suponiendo, que desde que evitaste responder, mis oportunidades de evitar al
consejo son muy remotas. —se movió bajo ella ligeramente, casi impaciente—. Quiero decir, si
pueden controlar a cualquiera, pueden probablemente entrar en cualquier oficina o banco y
obtener toda la información que necesiten sobre mí.
—Sí. —suspiró.
Volvieron a caer en un largo momento de silencio y entonces preguntó:
—¿Qué te harán por liberarme?
Lissianna se encogió de hombros.

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—No hay nada que puedan hacer. Mami puede gritarme, pero el Consejo no puede
castigarme puesto que no hablé con mi tío y no sabía lo que ellos querrían…
—Ese es un detalle técnico, y mientras podría funcionar en un tribunal judicial humano,
sospecho que no funcionaría con el Consejo. Especialmente si tu tío puede leer tu mente y
descubrir que básicamente sabías lo que querían hacer.
Incapaz de argumentar el punto, Lissianna permaneció en silencio.
—Así que, si tratamos de huir, probablemente nos encontrarán y me convertirán en un
Renfield y luego te harán sabe Dios qué cosa a ti.
—Puede que sí, —reconoció, y colocó su cabeza sobre su pecho otra vez.
Luego de otro silencio Lissianna dijo:
—Sin embargo puede haber una forma de protegerte.
—¿Cuál? ¿Un cambio de sexo y mudarme a Timbuktu? —preguntó irónicamente
divertido. Luego movió su mano pasándola ligeramente por sus largos y sedosos cabellos.
—No creo que eso sirviera, —dijo frunciendo los labios—. Te encontrarían.
—¿Entonces cómo…?
—Podría convertirte, —dijo Lissianna rápidamente.
La mano de Greg se detuvo sobre su pelo. Podía escuchar sus latidos, la lenta inhalación
y exhalación de su respiración, la marca del reloj digital junto a la cama. Finalmente, su mano
empezó a moverse otra vez.
—¿Convertirme? ¿Hacerme uno de ustedes?
—Si tú fueras uno de nosotros, no tendrían miedo de que hablaras sobre nosotros o
revelaras nuestra presencia. Nuestra seguridad sería la tuya. No necesitarían juzgarte con el
Consejo de tres.
—¿Y tú me convertirías en tu compañero de vida para mantenerme seguro?
Las palabras eran tensas, preguntando. Lissianna no podía decir si estaba contento por
la idea o no, pero no quería ponerlo en la posición de tener que escoger entre vivir con su mente
intacta o ser su compañero de vida para sobrevivir. Lamiendo sus labios, dijo:
—Convertirte no te convertiría automáticamente en mi compañero de vida.
Greg se detuvo otra vez, entonces preguntó:
—¿No lo hace?
—No. Por supuesto que no. Aunque lo normal es que nosotros convirtamos a nuestros
compañeros de vida, no siempre es ese el caso. Muchos han convertido a mortales por otras
razones.
—Pero entonces si tú descubrieras que alguien es tu compañero de vida después, no
podrías convertirle, —señaló.
Lissianna se encogió de hombros. Luego se incorporó y se deslizó de la cama.
—¿Lissi? —dijo Greg con aire vacilante cuando ella caminó desnuda a la puerta.
Regresando, lo encontró sentado en la cama con la preocupación escrita en su cara.
Sonrío suavemente.
—Solo te estoy dejando solo para que lo pienses.
—Yo…
Lissianna levantó una mano para hacerlo callar.

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—Greg, necesito que te olvides de mí en esta ecuación. Esto no es sobre mí; es sobre ti
y tus elecciones. Es lo que quieres o no hacer lo que importa. Esta decisión es algo con lo que tú
tienes que estar de acuerdo contigo mismo.
Tomó un hondo respiro y luego dijo:
—Esto no es algo como perforarte las orejas y hacerte miembro de una secta. Esto es
algo para siempre, o tan de cerca del para siempre como los seres humanos pueden estar. Tienes
que considerarlo seriamente. ¿Puedes dejar de lado la libertad de ser capaz pasar interminables
horas bajo la luz del sol y convertirte principalmente en una criatura de la noche? ¿Puedes
consumir sangre? Si hay una emergencia, ¿podrías alimentarte de otro para sobrevivir? ¿Y
podrías abandonar a tu familia?
Dio un respingo.
—¿Mi familia?
—Sí, —dijo tristemente—. Tú no puedes decirles que te has convertido. Los consejos
no admitirían eso.
—No, por supuesto que no, pero…
—Y ¿cuando tú no envejezcas como ellos, cómo podrías explicarlo? —Lissianna
respondió a la pregunta ella misma—, no podrías. Y así que, tú tendrías cinco, tal vez diez años
si fueras afortunado y luego tendrías que desaparecer de sus vidas. Tendrías que falsificar tu
muerte y nunca verlos otra vez.
Viendo la conmoción sobre su cara, Lissianna asintió con la cabeza tristemente.
—No habías pensado en eso, ¿o sí? Solamente pensaste eso del para siempre joven y
para siempre y para siempre.... —suspiró y agitó su cabeza—. Hay una desventaja para todo, y
tú tienes que estar seguro que puedes aceptar la desventaja aquí, porque esto no es reversible. En
cuanto seas convertido, muy posiblemente es para siempre.
Greg la miró fijamente, su corazón hundiéndose en las complicaciones que no había
considerado.
—Dormiré en el sofá, —dijo Lissianna, volteándose—. Hablaremos otra vez después de
que hayamos dormido un poco.
Greg la observó cerrar la puerta y se dejó caer sobre la cama con un suspiro. Dejar a su
familia. Nunca se le había ocurrido que tendría que dejar algo para ser como ellos. Había
pensado… bien, cuando se lo había dicho, quizás había estado pensando solamente en el lado
positivo; los centenares, incluso miles de años por vivir, nunca envejecer, ser más fuerte, más
rápido, tal vez más listo.... ser testigo de la Historia de primera mano durante los siglos.... Y —
había pensado al principio— haciendo todo eso con Lissianna como su compañera de vida, pero
ella le estaba diciendo que no necesariamente lo sería.
¿Estaba diciendo eso porque no lo quería como compañero de vida, o porque no quería
que él se sienta atrapado como su compañero de vida? No estaba seguro.
Greg sabía que nunca había conocido a nadie como ella; alguien a quien podía admirar
y que le gustara tanto como Lissianna. Era protectora con aquellos a quienes amaba, amable,
inteligente, hermosa, pero con un deje de la niña que fue todavía viva dentro de la mujer. Tenía
más de doscientos años y a menudo parecía tan madura como esos años indicaban, pero cuando
Lissianna se relajaba, cuando se olvidaba de ser la buena hija, o la prima mayor y responsable
para las gemelas, había una malicia infantil en ella, un destello afloraba a sus ojos. Sin embargo,
fue cuando lo mordió, Greg estuvo seguro que era la mujer perfecta.... Por lo menos a sus ojos.
La experiencia no era tan solo física. Cuando unieron de ese modo, su mente fue inundada de
sus pensamientos y para él fue casi como tener una ventana a su alma. Lissianna tenía un alma
hermosa, suave pero fuerte, generosa y sin prejuicios. Cuando estuvieron unidos así, se sintió
fuerte y amado. Se sintió completo.

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Greg estaba seguro que podía intercambiar veinte o treinta años con su familia que lo
había amado y respaldado toda su vida por un para siempre con Lissianna. Pero eso no era lo
que estaba brindando. Había dicho que la conversión no lo convertiría automáticamente en su
compañero de vida. Si la dejara convertirlo, ¿podía convencerla de que tomarlo como
compañero después? ¿Su propuesta de salvarlo era causada por nada más que la culpabilidad?
Greg no lo creía, había visto en su alma y nada así había sido reflejado allí.
Suspirando, Greg pasó sus manos por su pelo con agitación. Tenía mucho para pensar.
El frío fue lo que la despertó. Lissianna murmuró una queja somnolienta por el frío en
el aire y tiró fuertemente hacia arriba de la manta afgana, poniéndose en posición fetal en un
esfuerzo de entibiarse, pero el frío persistía. Comprendiendo que tendría que levantarse y girar
el calor, o encontrar otra manta por lo menos antes de volverse a dormir, Lissianna abrió sus
ojos y rodó sobre su espalda, se congeló entonces conmocionada cuando descubrió la forma
oscura y amenazante sobre ella.
Por un momento, se quedó paralizada, su cuerpo arrojando adrenalina por sus venas
ante la amenaza, pero luego se dio cuenta de que debía ser Greg que venía para hablarle, y se
relajó. Lissianna esperó que él hablara, solamente dándose cuenta de que había cometido un
error cuando el brazo que antes no había notado que estaba levantado cayó repentinamente hacia
abajo y sintió la estaca perforar su pecho.

Capítulo 17
Era medianoche y Greg todavía estaba despierto, atormentándose por la elección que
tenía que hacer. Estaba tendido horizontalmente de espaldas en la cama, los tobillos cruzados y
las manos descansando bajo su cabeza cuando el sonido de golpes sobre el vidrio interrumpió su
tortuosa consideración de su futuro. Sus ojos se abrieron de golpe, giró su cabeza hacia la puerta
del dormitorio y escuchó por un minuto, pero ningún otro ruido le siguió.
Decidiendo que Lissianna debía haber dejado caer algo; Greg casi hizo caso omiso del
sonido y volvió a debatir su futuro, pero luego volvió a pensar en ello. Debería ir a ver si se
había cortado o necesitaba algún tipo de ayuda por lo menos, decidió Greg, y se incorporó sobre
la cama. Empujando las mantas, balanceó sus pies al piso y se puso de pie para cruzar la
habitación.
La oscuridad silenciosa que lo esperaba cuando caminó fuera del dormitorio lo hizo
detenerse, pero fue la leve brisa gélida que dejaba el salón para susurrar contra su carne
descubierta lo que finalmente puso de punta los vellos de su nuca. Algo estaba mal.
Greg estuvo a punto de regresar para agarrar sus vaqueros, pero un miedo repentino por
Lissianna lo detuvo. En vez, se movió silenciosamente por el pasillo; sus ojos y oídos luchando
por ver o escuchar algo en medio de las formas oscuras de la sala que tenía delante.

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Había avanzado solo un par de pasos cuando Greg escuchó el suave sonido amortiguado
de las puertas corredizas deslizándose.
El sonido lo hizo detenerse cautelosamente, entonces el cese de la brisa que lo había
alarmado hacía sólo unos momentos hizo que su corazón empezara a latir con fuerza cuando se
dio cuenta de que alguien acababa de dejar la casa.
—¿Lissianna? —Llamó, avanzando rápidamente hacia adelante—. ¿Lissi?
El miedo se apoderó de él cuando no recibió respuesta. Greg se detuvo en la entrada de
la sala y pasó una mano sobre la pared buscando el interruptor que sabía que estaba ahí. Lo
encontró y lo accionó, la luz cegadora inundó la habitación inmediatamente. Greg comenzó a
parpadear furiosamente en un esfuerzo de ajustarse al cambio repentino de la oscuridad a la luz.
—¿Lissianna?
A pesar de sospechar que ya estaban fuera, miró con atención alrededor de la habitación
buscando con sus ojos un intruso. Cuando su mirada cayó en la figura quieta de Lissianna sobre
el sofá, el corazón de Greg pasó por alto un latido, pero se detuvo totalmente cuando descubrió
la estaca que sobresalía de su pecho.
—Oh Jesús, —exclamó y avanzó rápidamente hacia ella. El dolor de algo afilado se
disparó en su pie cuando alcanzó la mesa de centro, recodándole que había sido el sonido de
vidrios rotos lo que lo había atraído allí. Aparentemente, el sonido no había sido causado por el
intruso al romper una ventana. Saltando sobre el pie ileso Greg observó de costado al florero
hecho añicos en el piso junto a la mesita de centro.
Debían haber golpeado la mesa cuando huían, arrojando el florero al piso.
Greg arrancó el trozo de vidrio de su pie, lo tiró a un lado y continuó hacia el sofá,
solamente para detenerse allí, inseguro sobre qué hacer. Lissianna estaba tendida como muerta,
su cara totalmente carente del color encima de la colcha tejida que cubría su cuerpo. Su mirada
cambió de su cara a su pecho de mala gana. La colcha estaba tejida en verde y azul, pero lucia
un gran parche rojo donde la estaca estaba clavada a través de ella, un parche que crecía a cada
segundo.
—Oh dios.
Greg vaciló entonces —no sabiendo qué más hacer— se agarró de la estaca y tiró
fuertemente de ella hacia su cuerpo. Hizo una mueca ante la resistencia que recibió y el sonido
de mojada succión que hizo cuando se liberó. Greg la arrojó al suelo con un movimiento que
soltaba toda la rabia que lo estaba carcomiendo por dentro, junto con su miedo y pesar.
Lissianna permanecía tendida tan quieta y parecía tan pálida, Greg temía que estuviera
muerta, pero su corazón no aceptaría la posibilidad. No podía morirse cuando acababa de
encontrarla. Había esperado treinta y cinco años a una mujer como ella, nunca encontraría otra.
Tenía que conseguir alguna ayuda para ella, tenía que hacerlo —tenía que salvarla.... Pero
primero tenía que conseguir algo que ponerse.
Doblándose, Greg se puso la camiseta, la única prenda de vestir que había llegado a
tomar. Sus vaqueros estaban en el dormitorio, y obviamente Lissianna se había puesto sus ropas
otra vez antes de echarse. Después de tirar de la camiseta, Greg la levantó en sus brazos, colcha
y todo, y regresó por dónde había venido.
Se apuró en el pasillo, no queriendo dejarla a solas y vulnerable otra vez. Greg la colocó
suavemente sobre la cama en el dormitorio, su mirada fija en su pálido rostro mientras agarraba
sus vaqueros. La llevaría a su apartamento y haría algunas llamadas, decidió. Greg conocía a
muchas personas relacionadas con la salud; tenía conexiones en el hospital. De algún modo,
conseguiría un gota a gota y un poco de sangre para ella, los nanos la curarían y todo estaría
bien, se aseguró.

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Lissianna había insistido en que debían evitar sus apartamentos porque sería el primer
lugar en que su familia buscaría, pero no podían alojarse en lo de Debbie. Su familia la había
encontrado allí. Y seguramente, si su familia ya había verificado ya su apartamento, sería más
seguro ir allí.
Greg no estaba totalmente seguro sobre eso, pero no sentía que tuviera otra elección por
el momento. Su libreta de direcciones personal estaba ahí con los números de todos a quienes
conocía, las personas con las que tenía que contactar si es que iba a salvarla. Tenía que ir allí, y
no dejaría a Lissianna sola allí mientras lo hacía.
Terminando de vestirse, se movió a su lado y la miró detenidamente. Iba a tener que
llevarla en un taxi a su departamento, pero no podía llevarla como estaba. Cualquier chofer
alucinaría al verla y llamaría a la policía y a una ambulancia inmediatamente. Tenía que
limpiarla y tratar de vendar la herida, entonces podría afirmar que simplemente estaba borracha
e inconsciente o algo.
Dejándola en la cama, Greg se dirigió al baño en suite y recuperó varias de las níveas
toallas de Debbie. Las dejó caer sobre la cama al lado de Lissianna, y luego se trasladó al ropero
para seleccionar una camisa limpia para reemplazar la suya empapada de sangre. Vaciló sobre
su elección hasta que, definitivamente, escogió una blusa negra que ayudaría a esconder la
sangre si volvía a sangrar, y luego regresó a la cama y se arrodilló al lado de ella.
Greg exploró el rostro de Lissianna antes de que empezar; buscando desesperadamente
cualquier señal de vida, pero no había nada para ver. Tomando una honda bocanada de aire tiró
de la colcha hacia un lado, y luego retiró su blusa, tratando de no mirar como la sangre mojaba
rápidamente la pura seda blanca.
Su primera visión del grueso agujero irregular en su pecho y la sangre que lentamente
manaba de ella casi lo hace vomitar.
Tratando de no reconocer la idea de que posiblemente nadie podía sobrevivir a una
lesión tan seria, se comió la bilis de regreso por su garganta y limpió rápidamente tanta sangre
como pudo.
La herida estaba casi en el centro de su pecho y justo encima de donde empezaba la
copa del sostén. Greg presionó una pequeña toalla de mano sobre ella, sostuvo la mitad de la
tela bajo su sostén para mantenerla en su lugar, y luego sentó a Lissianna. La mantuvo erguida
con una mano sobre la espalda mientras terminaba de quitarle la blusa manchada de sangre con
lo demás. Lanzó la camisa destrozada al piso, tomó la blusa limpia que había encontrado en el
ropero y luchó por ponérsela.
En cuanto Greg terminó de colocar la ropa limpia sobre Lissianna la acostó nuevamente
sobre el colchón. Se puso de pie y se dirigió al teléfono que se encontraba sobre la mesa de luz
al otro lado de la cama.
Siendo un niño de ciudad, Greg tenía un automóvil para los viajes largos y tenía una
cochera por lo que siempre conducía al trabajo, pero encontraba más conveniente tomar taxis a
menudo cuando necesitaba desplazarse a otro sitio de la ciudad. Ahorraba todo el tiempo que
habría malgastado en buscar un lugar de estacionamiento por lo demás. Por eso sabía el número
de una compañía de taxis y marcó el número sin siquiera tener que pensar en él.
Cuando dijo rápidamente la dirección, Greg agradeció haber prestado atención y
observado el nombre de la calle y el número de la casa cuando llegó esa tarde. Estuvo también
agradecido cuando el despachador le aseguró que el taxi estaría ahí directamente. La última cosa
que necesitaba era tiempo para pensar qué había ocurrido y preocuparse por el estado en el que
estaba Lissianna.
Colgando, Greg retrocedió alrededor de la cama. Levantó Lissianna en sus brazos y la
llevó a la puerta, vaciló, repentinamente preocupado de que su atacante hubiera vuelto para
terminar el trabajo. Después de todo, seguramente Greg también debería haber sido un objetivo.
Y todavía estaba vivo.

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Esa idea lo hizo fruncir el ceño y balancearse incómodamente sobre sus pies. Consideró
dejar a Lissianna y registrar la casa, pero no pensaba que tuviera tiempo antes de que el taxi
llegara. Era también reluctante a dejar a Lissianna a solas.
Apretando sus dientes, Greg decidió que simplemente se movería rápidamente y
esperaría lo mejor. Doblándose ligeramente para alcanzar la puerta con la mano bajo sus piernas,
giró el pomo y la entreabrió. Greg se enderezó y usó su pie para terminar de abrirla.
El living estaba tan oscuro y silencioso como la última vez que había entrado en él. Sin
embargo, esta vez no había ninguna brisa acusadora. Se apuró hacia la entrada atravesando el
living, atento a cualquier señal de otra presencia.
Una nube pequeña de alivio se escapó de sus labios cuando llegó a la intersección de
pasillos justo ante la entrada del living. El pasillo a la derecha conducía al comedor y terminaba
en la cocina. Greg giró a la izquierda y se trasladó a la puerta principal. Parando allí, echó un
vistazo a la calle oscura y vacía afuera, entonces depositó a Lissianna sobre sus pies. Un gesto
fruncido curvó sus labios cuando notó que la toalla blanca destacaba bruscamente donde se
alzaba encima del escote de la blusa negra. Los colores contrastantes hacían más que obvia su
presencia.
No queriendo que nada llamara la atención del taxista sobre su herida, Greg empezó a
retroceder por dónde había llegado para detenerse cuando descubrió el ropero de los abrigos.
Puso Lissianna sobre un banco pequeño junto a la puerta principal, acomodándola de modo que
no se deslizara y luego abrió el ropero.
—Gracias, Debbie, —murmuró mientras sacaba un grueso y acolchado abrigo de
invierno del ropero—. Te pagaré por esto.
Greg se las arregló para ponerle el abrigo a Lissianna y llevarla afuera al camino antes
de que el taxi llegara. Se estaba parando en la acera con Lissianna que parecía estar de pie,
inclinándose contra él cuando el automóvil paró, pero la verdad era que la estaba sujetando para
que se mantuviera erguida. Era un peso muerto. En silencio envió una oración para que esto
funcionara, empezó a avanzar mientras el taxi se detenía en la calle ante él. El cuerpo de
Lissianna empezó a caer inmediatamente.
Dejando escapar una risa forzosa, Greg la enderezó y caminó al automóvil.
—Creo que has bebido demasiado, dulce, —se las ingenió para abrir la puerta y
moverlos a ambos hábilmente en el asiento mientras reía un poco.
—¿Está bien? —preguntó el conductor, girando en su asiento para echarles el ojo con
desconfianza.
Greg colocó a Lissianna en su regazo con el propósito de que su cabeza cayera contra su
cuello, y mintió:
—Sí. Sólo bebió demasiado en su fiesta de cumpleaños.
—¿Sí?
El conductor echó un vistazo hacia la casa y Greg siguió su mirada, revelando que
notaba que tanto el living como el dormitorio tenían las luces encendidas con el propósito de
que no pareciera tan vacío como en realidad estaba.
—Pensamos que dormiríamos fuera de casa después de la fiesta, pero su hermana tiene
la cama más horriblemente incómoda que uno se puede imaginar en el cuarto de huéspedes, —
respondió Greg con nerviosismo—. Y tengo que dormir un poco antes del trabajo mañana.
—¿Tú comprendes, cariño? —Preguntó, y echó un vistazo a la cabeza de Lissianna
donde estaba tendida contra su pecho, antes de añadir—: Hmm, pienso que está inconsciente.
—Fiesta de cumpleaños, ¿no? —dijo el conductor, y definitivamente había sospecha en
su voz.

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Comprensible, supuso Greg, desde que era lunes por la noche y la mayoría de las
personas evitaban ir a fiestas por la noche entre semana, pasándolas normalmente para el fin de
semana.
—Sí. Su trigésimo, —mintió—. No lo está tomando bien. Más aún, no sé por qué no
podían tener la fiesta el fin de semana en vez de una noche de semana, pero ella y su hermana
insistieron en que tenía que ser en la fecha verdadera.
Mujeres, —añadió Greg con templada aversión, luego cayó en silencio y contuvo la
respiración mientras esperaba a ver si había logrado calmar las sospechas del hombre lo
suficiente para que los llevara a su departamento.... O si el tipo iba a agarrar su radio y llamar a
la policía.
El conductor permaneció en silencio durante mucho tiempo, y luego dobló en su asiento
y arqueó una ceja a Greg.
—Así que, ¿va a decirme dónde quiere ir, señor?
Dejando escapar un lento suspiro de alivio, Greg sonrió y dio la dirección de su edificio
de departamentos, se instaló en el asiento luego y miró detenidamente a Lissianna.
El viaje le pareció eterno, aunque sabía que ése era un resultado de su preocupación por
Lissianna, no un reflejo legítimo del tiempo pasando. Fue hasta que el taxista detuvo el
automóvil en una parada frente del edificio que Greg se dio cuenta de que no tenía dinero para
pagar el viaje. Tenía un escondite de efectivo en un cajón del escritorio en su departamento,
pero tendría que despertar al portero para que lo dejara entrar.
Estaba a punto de explicarle todo eso al conductor, cuando la puerta de su lado del taxi
se abrió repentinamente.
Echando un vistazo, Greg se encontró mirando fijamente al primo de Lissianna, a
Thomas Argeneau.
—¿Qué ocurrió?
Preguntó Thomas, su mirada preocupada cambiando de lugar a Lissianna.
—Te explicaré dentro —farfulló Greg mientras se esforzaba en salir del asiento trasero
dentro. Thomas estiró sus brazos para sostener a Lissianna y facilitarle la tarea, pero él sacudió
su cabeza, incapaz de dejarla ir.
—Paga al conductor por mí, ¿quieres?
Thomas abrió la puerta delantera del taxi para preguntar cuánto era la tarifa mientras
Greg se ponía de pie y se enderezaba con su carga. El primo de Lissianna pagó al conductor,
cerró ambas puertas, y luego cogió el brazo de Greg cuando se puso en camino hacia la puerta
principal de su edificio de departamentos.
—No puedes entrar. Hay alguien esperando en el living en caso de que ustedes dos
vengan para acá, —dijo.
—Ven conmigo.
Greg no dudó en seguir a Thomas. Sabía sin una sombra de una duda que el hombre
quería a Lissianna y la ayudaría.
—¿Qué ocurrió? —repitió Thomas tan pronto como tuvo a Greg establecido en el
asiento delantero de su Jeep, con Lissianna sobre su regazo.
—Ellos nos encontraron, —anunció Greg con gravedad, decidiéndose a preguntar lo
que lo había estado preocupando desde que había encontrado a Lissianna tendida de espaldas
sobre el sofá—, todas esas películas y libros eran equivocados sobre el ajo y las cruces, ¿y sobre
las estacas?
—¿Qué?

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Thomas le miró detenidamente con confusión.
—¿Ser estaqueado puede matar a tu gente? —aclaró Greg.
Los ojos de Thomas se abrieron incrédulamente, entonces se inclinó hacia adelante y
abrió el abrigo de Lissianna.
Greg permaneció silencioso y tenso mientras el otro hombre desataba los botones de su
blusa, y luego extendía la tela a los lados. Encontró sus ojos trasladándose a su herida con
preocupación cuando Thomas retiró la toalla lo suficiente como para verla.
—Parece un poco más pequeña, —dijo con alivio.
—¡Cristo! —dijo Thomas con incredulidad—. ¿Eso es más pequeño? ¿Con qué la
apuñalaron? ¿Un poste de teléfono?
—Una estaca, —dijo Greg muy bajo.
—¿Quién la estacó?
Thomas dejó que la toalla descansara contra su piel otra vez y colocó los lados de la
blusa de nuevo sobre ella, no se molestó en abotonarla.
—Supongo que uno de los tuyos, —dijo Greg, mientras Thomas jalaba el abrigo sobre
ella para mantenerla caliente.
Thomas agitó su cabeza con un gesto fruncido.
—Eso no es posible.
—¿Quién más estaría tras ella?
Vio que el hombre no estaba convencido de que tuviera razón y no tenía tiempo para
discutir con él.
—Podemos preocuparnos por quién fueron después; ahora mismo Lissianna necesita
sangre. —Vaciló y luego añadió—: apreciaría tu ayuda con esto, pero sólo si prometes no
llevarla a ningún lugar cercano a su tío o Marguerite y que no los llamaras. Si no puedes
prometerlo, entonces me voy de aquí ahora mismo y—
—Está bien. Lo prometo— dijo rápidamente Thomas cuando Greg se extendía para
tomar la manija de la portezuela.
Vaciló.
—Lo prometo, —repitió, entonces sacó las manos de sus bolsillos y empezó a encender
el motor del Jeep solo para detenerse en seguida.
—¿Cuál es el problema? —preguntó Greg.
—Estoy tratando de determinar dónde llevarla.
—No de regreso con su madre, —dijo Greg firmemente. No les daría la oportunidad de
terminar lo que habían empezado.
—No. No podría llevarla allí de todos modos. Lissianna nunca me perdonaría si algo te
pasara, —dijo, entonces Thomas cambió la marcha del Jeep y salió al tráfico ligero de la
madrugada en las calles de Toronto.
—¿Adónde vamos? —preguntó Greg.
—A lo de Mirabeau, —respondió—. Después de que Lucian y Marguerite terminaron
de pasarnos por sobre las brasas cuando regresaron y les habíamos permitido escapar, Mira
decidió que podría haberse quedado más tiempo de lo autorizado por su bienvenida. La conduje
a su casa más temprano esta noche. Ayudará.

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Greg asintió con la cabeza y se relajó cansadamente en su asiento para el viaje, sabiendo
que todo estaría bien.
Mirabeau los ayudaría, más importante aún, tendría sangre.
—No tengo sangre.
—¿Qué?
Thomas y Greg hicieron la pregunta al mismo tiempo, ambos mirando a Mirabeau con
incredulidad y horror cuando se enderezaron ambos a lados opuestos de la cama luego de
depositar a Lissianna sobre ella.
La casa de Mirabeau había resultado ser un departamento en un ático grande a un par de
bloques del de Greg. Había tardado unos minutos para llegar, pero al darse cuenta que el lugar
tenía portero, Greg se había preocupado por entrar sin que este llamara a la policía. Aunque la
blusa negra sobre Lissianna tapaba la sangre que se estaba filtrando por la toalla desde su herida,
su camisa blanca no, y estaba luciendo un inmenso parche rojo donde le había presionado contra
él para sacarla del Jeep.
Sabía positivamente que el portero echaría un vistazo a eso, luego a las facciones con
una palidez cadavérica de Lissianna y que recogería su teléfono para llamar a la policía. Sin
embargo, Greg había olvidado con quién estaba.
Thomas lo había hecho pasar a la puerta, lanzado una mirada al portero se acercaba, y el
hombre había doblado y regresado caminando a su puesto sin una palabra. El primo de
Lissianna había puesto una compulsión sobre él obviamente. El portero no les había echado un
vistazo después de eso ni siquiera. Greg sospechaba que el tipo no tendría recuerdos de su paso
siquiera.
—Estaba esperando una entrega el sábado por la mañana, —anunció Mirabeau—. Pero
no estaba aquí para recibirla.
No, había estado en lo de Marguerite todo el fin de semana, se dio cuenta Greg, y luego
echó un vistazo a Lissianna preocupado cuando esta comenzó a gemir. Había empezado a gemir
poco antes de que llegaran a lo de Mirabeau, el sonido había provocado un murmullo
preocupado de Thomas sobre nanos.
Cuando Greg le había preguntado qué estaba ocurriendo, Thomas había explicado que
cuando los nanos no podían encontrar suficiente sangre en las venas, empezaban a atacar los
órganos para conseguir lo que necesitaban. Lissianna sufriría un terrible dolor hasta que
pudieran conseguir sangre para ella. Lo suficientemente doloroso para hacerla gemir como si
estuviera muriendo.
—¿No tienes nada en absoluto? —preguntó Thomas.
Mirabeau sacudió la cabeza, y luego admitió:
—Tenía dos bolsas cuando regresé a casa, pero.... —Se encogió de hombros
impotentemente—. Me dio hambre.
—¡Maldita sea! —Thomas pasó por una mano a través de su pelo—: necesita sangre.
—Puedo conseguir algo del banco de sangre de Argeneau, —sugirió Mirabeau.
—No, eso es inútil, —dijo Greg bruscamente.
—¿Por qué no? Él tiene una llave.
—Greg piensa que tío Lucian está detrás de esto, —explicó Thomas.
Los ojos de Mirabeau se abrieron incrédulamente, y luego agitó su cabeza.
—No. No lo creo. ¿Viste quién lo hizo?
—No. —Greg agitó su cabeza—. Habían partido antes de que llegara al living.

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—Bien no pudo ser uno de los nuestros, —dijo Mirabeau con certeza—. Sólo no podría.
Yo creo....
—¿Por qué lo harían? Y si es así ¿por qué no terminar el trabajo? Si fuera uno de los
nuestros, sabría que podía recuperarse de ser estacada. ¿Y por qué no te tocaron? —Preguntó —.
Eres tú quien es considerado una amenaza.
—No sé, —admitió Greg cansadamente—. Pero tampoco he oído hablar de alguien más
que quisiera lastimarla.
Agitó su cabeza firmemente.
—Bien, simplemente no hay forma que Marguerite Argeneau permita que alguien dañe
a uno de sus niños. Ella…
—No importa, Mirabeau, —interrumpió Thomas cansadamente—. Prometí a Greg que
no iría a ningún lugar cerca de ellos y no lo haré. Tendremos que encontrar la sangre en otro
lugar.
—Estamos malgastando el tiempo aquí, —dijo Greg impacientemente—. Lissianna
necesita sangre. ¿Tienes en tu departamento, Thomas?
—Sí, —dijo, obviamente sorprendido por no haberlo pensado—. No tanta como vamos
a necesitar, pero al menos un par de bolsas, lo suficiente para hacerle recobrar el conocimiento,
luego le conseguiremos a algunos donantes.
—¿Donantes? —preguntó Greg.
—El portero, tal vez un par de vecinos. —Thomas se encogió de hombros.
—¿Y un gota a gota? —preguntó Greg—. Tengo entendido que una vez que esté
consiente podrá comer de los donantes ella misma, pero necesitarás un gota a gota para la
sangre que consigas. ¿Puede conseguir uno?
—No, pero ése no es un problema. Sus dientes la chuparán ya sea que esté despierta o
no, —dijo Thomas mientras se dirigía hacia la puerta—. Es sólo más fácil alimentarle con los
donantes en cuanto está consciente porque entonces puede controlar sus mentes. Estaré de
regreso tan pronto como pueda.
—¿Thomas? —Mirabeau lo siguió afuera de la habitación—. Tienes un…
El cerrar de la puerta impidió a Greg de escuchar el resto de la pregunta, no estaba muy
interesado de todas maneras. Estaba mirando detenidamente a Lissianna mientras gemía. No
era un sonido normal. Estaba totalmente inmóvil, pareciendo casi muerta, pero emitiendo un
gemido gutural que apenas era audible y surgía desde el fondo de su garganta. La profundidad
del dolor que debía sentir para emitir esos sonidos afligió su corazón, y cada vez eran más
seguidos. Podía pensar que esto quería decir que su dolor estaba aumentando en la intensidad
minuto a minuto.
Greg abrió su camisa y levantó la toalla de su pecho para mirar la herida. Estaba casi
cerrada. Mientras parte de él estaba asombrado de su curación, otra parte estaba pensando que
sólo quería decir que su cuerpo estaba usando sangre, y que todavía faltaba mucho tiempo hasta
que Thomas estuviera de regreso. Cuanto más perdiera, más dolor sentiría.
Otro gemido llamó su atención a su cara, Greg vaciló, y luego decidió que tenía que
hacer algo.
Inclinándose más cerca, llevó sus manos a su cara y usó sus pulgares para abrir su boca
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Mirabeau cuando volvió a entrar a la habitación.
—Abrir su boca.
—¿Por qué?

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—¿Cómo consigo que sus dientes se extiendan? —preguntó Greg en lugar de responder.
—¿Por qué quieres sus dientes se extiendan? —Mirabeau caminó para pararse en el
lado opuesto de la cama, mostrando preocupación al observar con atención el rostro de
Lissianna.
—Porque puedo donar un poco de sangre, luego podíamos atraer al portero y darle más
hasta que Thomas regrese con la sangre, para que no tenga que sufrir todo el tiempo si
empezamos cuando regrese.
—Tú no quieres hacer eso, Greg, —dijo seriamente Mirabeau.
—Está sufriendo, —siseó.
—Sí, pero no está consciente.
—Pero todavía lo siente. Sólo puede retorcerse y gritar porque está demasiado débil,
pero lo siente. ¿O no? Es por eso que está gimiendo. ¿Correcto? —Preguntó con gravedad.
—Sí. —Suspiró y se sentó al borde de la cama, vaciló entonces—. Será doloroso.
—No lo fue la última vez que me mordió.
—Sí, pero la vez pasada te besó y consiguió que relajaras tu guardia, entonces, cuando
te mordió, pudo enviar el placer que estaba experimentando. Lissi no puede hacer nada de eso
esta vez, Greg, y dolerá. Confía en mí.
—Entonces supongo que dolerá, —dijo de manera sencilla.
Mirabeau le miró detenidamente, y él sintió una irritación familiar en su mente. Sabía
sin una duda que estaba tratando de rastrear sus pensamientos. Greg hizo el todo lo posible para
abrirle su mente. Necesitaba que su ayuda para ayudar a Lissianna, y si eso era lo que se
necesitaba para conseguirlo, ¡que así fuera!
—Muy bien, —dijo definitivamente y le hizo un gesto de que se apartara.
Greg miró con preocupación cuando se inclinó hacia adelante para levantar la toalla
ensangrentada fuera de la herida de pecho, y luego la sujetaba cerca de la cara de Lissianna. Su
boca se había cerrado en cuanto había soltado su cara, pero cuando Mirabeau sujetó la toalla
cerca de su nariz, Lissianna se sacudió y tomó una inspiración estremecida, su boca que se abrió
sobre sí misma mientras sus colmillos de deslizaban hacia afuera.
Greg colocó inmediatamente su muñeca sobre su boca.
—Tienes que asegurarte que sus dientes alcancen una vena, —le enseñó Mirabeau, y
luego ofreció —, ¿ayudo?
—Por favor.
Inclinándose hacia adelante, tomó su mano para volver a colocar su muñeca bajo los
dientes de Lissianna, vaciló entonces y echó un vistazo arriba.
—¿Estás seguro sobre esto?
Asintió con la cabeza sin titubear y en cuanto lo hizo, Mirabeau elevó su brazo,
acercándolo rápidamente contra los dientes de Lissianna. Greg sorbió el aire bruscamente con
temor cuando el dolor atravesó su brazo. Esto definitivamente no se parecía en nada a las dos
veces anteriores en que había mordido su cuello definitivamente. Tampoco se parecía en nada a
donar sangre. Sus dientes eran mucho más grandes que las agujas que usaban los médicos.
Cuando la primera conmoción de dolor retrocedió, Greg se sintió un dolor aún más
profundo cuando sus dientes empezaron a atraer sangre mucho más rápido que lo que sus venas
estaban acostumbradas a proporcionar. Era una sensación de adormecimiento, un dolor
constante y profundo mientras apretaba sus dientes contra él, pero permaneció quieto.
—Te advertí, —dijo Mirabeau muy suavemente—. ¿Quieres parar?

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Greg agitó su cabeza con gravedad.
Mirabeau cambió en su asiento, y luego dijo repentinamente:
—Dime qué ocurrió.
Greg sabía que era un esfuerzo de distraerlo del dolor y estaba agradecido por eso.
Relacionó los eventos que habían tenido lugar desde que había escuchado el sonido de vidrios
romperse.
—Supongo que dejé un poco de desorden allí, —añadió al final—. La amiga de
Lissianna tendrá una crisis nerviosa cuando entre en su casa y encuentre la sangre y el vaso roto.
Probablemente llamará a la policía.
—No te preocupes, nos encargaremos, —lo tranquilizó Mirabeau.
Permanecieron en silencio después de eso, por un tiempo que le pareció a Greg
sumamente largo, algo que solamente se podía adjudicar al dolor. Estaba empezando a sentirse
mareado cuando Mirabeau dijo:
—Ella está despertando, creo —Greg!
Jaló su muñeca de los dientes de Lissianna y se apuró a dirigirse a su lado de la cama,
atrapándolo antes de que cayera.
—Lissianna ya te mordió una vez esta noche, ¿no? —preguntó Mirabeau bruscamente.
Greg asintió con la cabeza, y luego deseó no haberlo hecho ya que el movimiento
empeoró su mareo.
—Maldición, ¿por qué no me lo dijiste? —refunfuñó—. Nunca debería haberte —
puesto en esta posición.
Mirabeau lo recostó en la cama al lado de Lissianna.
—Sólo permanece tendido ahí. Iré a conseguir un poco de zumo o algo para ti. Como no
tengo nada, —añadió en un murmullo—. Tendré que ir a ver si mi vecino tiene algo. Vigila a
Lissianna por mí mientras lo hago. Está volviendo en sí y sufrirá un dolor horrible y estará
desesperada por más sangre.
Greg echó un vistazo hacia Lissianna cuando Mirabeau dejó la habitación, sorprendido
de ver que sus ojos estaban abiertos.
—¿Greg? —Su nombre fue un intenso grito entrecortado sobre sus labios y se apalancó
sobre un codo para mirarle detenidamente.
—Estoy aquí, Lissianna. ¿Cómo estás? —Una pregunta estúpida, supuso Greg, podía
ver que sufría un terrible dolor—. Mirabeau te traerá a alguien del que alimentarte, amor. No
tardará mucho.
—¿Mirabeau? —Preguntó con un gesto fruncido de confusión.
—Sí. Estamos en casa de Mirabeau. Thomas nos trajo aquí.
—¡Oh! —Cerró sus ojos y vio sus dientes apretarse. Estaba sufriendo muchísimo—.
¿Quién era?
Greg estaba perplejo hasta que se dio cuenta de que estaba preguntando quién la había
estacado.
—¿No los viste?
Agitó su cabeza bruscamente.
—Estaba oscuro. Era un hombre. Pensaba que habías llegado para hablar conmigo, y
luego vi la estaca.

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—¿Parecía tu tío? —preguntó Greg.
Pareció perpleja.
—¿Mi tío? No. Él… —se detuvo, un gemido escapó de sus labios y se enrolló de
costado curvándose como una pelota.
—Mirabeau regresará pronto, —le dijo Greg de un modo alentador, y entonces cayó en
silencio, sintiéndose impotente mientras la observaba luchar contra el dolor. Sus ojos se
fuertemente cerrados, sus puños y dientes apretados, su respiración trabajosa, casi sin aliento, y
esto era su culpa hasta donde podía saber. Si no se lo hubiera llevado, tratando de salvarlo de lo
que temía que le hicieran....
Podía distinguir que Lissianna no pensaba que su tío estuviera detrás del ataque, y
Mirabeau tampoco, pero Lucian Argeneau dirigía el Consejo, el mismo Concejo que había
estacado y luego hecho arder a más de uno de su pueblo. El Consejo que había matado a bebés
antes de que los abortos fueran legales.
No era un gran salto para él imaginar que un hombre así podría querer castigar a su
sobrina por atreverse a desafiarlo llevándose a Greg, y el ataque pudo haber sido simplemente
un castigo y no un intento de matarla.
Greg no tenía idea de por qué no lo habían devuelto a él y a Lissianna a la casa de su
madre para encontrarse cara a cara con su tío, y podía comprender por qué todos dudaban que
hubiera sido Lucian, pero tampoco podía imaginar que alguien más pudiera tener alguna razón
para estacarla. Por lo que había escuchado, no alternaban demasiado con mortales. Solamente en
el trabajo que hacía en el refugio.
—¿Greg?
Se inclinó más cerca.
—¿Sí?
—¿Qué decidiste?
No se molestó en preguntar qué quería decir. Lissianna estaba preguntando si quería ser
convertido o no. Greg extendió una mano y acarició su brazo sin suavemente.
¿Qué había decidido? Había decidido que era hermosa, inteligente, y valiente. Era una
mujer que había arriesgado todo para mantenerlo seguro. Incluyendo su familia, lo sabía, porque
incluso si no se hubieran puesto de parte de Lucian y el Consejo aún, sospechaba que cuando
llegara el momento, tendrían que hacerlo como un tema de supervivencia. Estaba seguro que
para protegerlos Lissianna se encargaría de algún modo de que lo hicieran.
Hasta ahora había pagado su coraje con derramamiento de sangre y el dolor.... Y si se
negara a convertirse, sabía que pagaría voluntariamente con más.
Había decidido que era una mujer digna con la que formar una familia con la que pasar
la eternidad. Todo que tenía que hacer era convencerla a ella de pasarla con él, y esperaba, en
cuanto fuera convertido, poder hacerlo.
Greg echó un vistazo hacia Lissianna cuando empezó a hablar otra vez.
—De la forma en que están las cosas; no puedo protegerte si están determinados a
someterte al Consejo. Probé esta noche que no puedo siquiera protegerme a mí misma. Ni
siquiera me desperté hasta que me estaban clavando esa estaca, —dijo con auto desprecio.
—Lissianna, —la censuró.
—No. Es cierto, pero hay una manera en que puedo protegerte.
Levantando su muñeca a su boca, se corroyó su propia vena, cerró los ojos entonces y la
liberó de sus dientes mientras extendía ciegamente su brazo en el momento que la sangre
comenzó a burbujear a la superficie.

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—La elección es tuya.

Capítulo 18
—Bueno, esto es el colmo. No tengo la suficiente sangre aquí para uno de ellos aún
menos para ambos.— Greg levantó su cabeza de la muñeca de Lissianna con las palabras de
Thomas y miró hacia la puerta para encontrarse con que él y Mirabeau habían regresado.
Cuando su mirada encontró las tres bolsas de sangre que traía Thomas, Greg comenzó a
advertirle a Lissianna que no abriera sus ojos, pero era demasiado tarde.
Con un murmullo —Ah maldición,— Se hundió en el colchón totalmente desfallecida.
Mirabeau cambió sobre sus pies y cacareo con irritación, entonces dijo, ¿Por qué no me avisaste
que ibas a hacer eso? Me habría ahorrado despertar a tres vecinos en busca de jugo.
Greg deslizó la mirada sobre la hermosa joven mujer rubia al lado de Mirabeau. El jugo
de naranja no era lo único que había traído. Adivinó que la rubia era uno de los vecinos que
había prometido traer a Lissianna para alimentarse.
Mirabeau siguió su mirada y suspiró con fatiga. —Siéntate, Mary,— ordenó, entonces
puso el jugo de naranja en el aparador y cruzó el cuarto cuando su vecina se sentó con el rostro
blanco en la silla al lado de la puerta.
—¿Cuánto tienes?— preguntó ella.
Greg sacudió su cabeza y abrió su boca para admitir que no estaba seguro, pero
moviendo su cabeza consiguió que el cuarto girara. Cerrando la boca, él se hundió suavemente
en la cama al lado de Lissianna sin responder.
—Obviamente demasiado,— Thomas contestó por él. Se acercó a la cabecera y los
observó, entonces miró a Mirabeau para preguntar, —¿Alguna vez has supervisado un
cambio?—

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—No.— Ella arqueó una ceja. —¿Tú?—
Él sacudió su cabeza.
—Esto va ser sucio,— comentó Mirabeau.
—Hmm.— Thomas asintió. Pienso que no tenemos suficientes vecinos para esta
situación.—
Mirabeau resopló, y se miraron el uno al otro.
—¿Tía Marguerite?— Él preguntó.
Mirabeau asintió solemnemente. —No hay razón para no hacerlo, Lissianna lo entendió
así.— Se giró para observar a la muchacha sentada en la puerta. —¿Entonces? ¿Usaremos a
Mary aquí?—
¿Por qué molestarse?— preguntó Thomas. —Ambos necesitan más de lo que ella
podría suplir, y eso sólo nos retrasaría.—
—Correcto. La llevaré a su casa entonces,— anunció Mirabeau, y caminó a recoger a la
muchacha.
—Mientras lo haces, llamaré y advertiré a los demás. Le daremos la oportunidad a Tía
Marguerite de conseguir más sangre y enviarla a la casa.—
Greg se quedó en silencio cuando ellos se fueron del cuarto, su corazón bombeando
fuerte en su pecho tratando de ignorar el creciente dolor de su estomago. Lissianna le contó que
ellos llamaban progenitor a quien realizaba el cambio, porque era como un renacimiento.
Sospechaba que la presente incomodidad que estaba experimentando no era nada comparada
con lo que estaba por venir.

***

—¿Cómo te encuentras ahora?—


Greg hizo una mueca ante la pregunta. Thomas le había preguntado por lo menos veinte
veces en los pasados veinte minutos mientras les conducían fuera de la casa. Deseó que se
detuviera. Cada vez que el hombre le preguntaba por eso, parecía centrar toda la atención de
Greg en el dolor que sentía y se propagaba a través de él. Se había iniciado en su estomago, un
ácido estomacal desgastándolo que había sido solo soportable, pero cada momento pasado se
incrementaba y se estaba dispersándolo despacio hacia afuera, expandiéndose como un virus o
un cáncer y comiéndoselo con sus pequeños dientes afilados.
Esto había conseguido empeorar tanto desde que había tomado la sangre hacia media
hora que sudaba por su frente, y Greg se encontró a sí mismo apretando sus dientes y manos
como si luchara con el dolor. Sus respuestas a las preguntas de Marguerite, cuando se
encontraron con ella en el aparcamiento momentos antes, habían sido monosílabos como
mucho. Era terriblemente difícil encontrar cualquier pensamiento más allá de la agonía que lo
consumía.
—Lleva al Dr. Hewitt al cuarto rosa, Thomas,— ordenó Marguerite, abriendo la puerta
del cuarto de Lissianna para que Lucian Argeneau llevara a su sobrina adentro. —Me adelantaré
en un momento, solo quiero comenzar con Lissianna en su IV, entonces vendré a ver a Greg.—
Puedo conectar los IV por ti, Tía Marguerite,— se ofreció Jeanne Louise.
Marguerite dudó, moviendo su mirada por el pálido rostro de Greg cuando Thomas
medio lo cargaba, y entonces ella asintió. —Gracias, Jeanne Louise. Hice que María trajera el
IV y una nevera con bolsas de sangre justo después de que Thomas llamara. Si puedes comenzar
por mí, regresaré para verificar tan pronto como pueda.—

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—Si, Tía Marguerite.—
Greg observó a Jeanne Louise seguir a su tía al cuarto de Lissianna antes de que
Thomas lo arrastrara hacia el siguiente cuarto.
—Ponlo en la cama, Thomas,— ordenó Marguerite cuando los siguió adentro.
Greg captó un vistazo de las sogas atadas a las columnas y miró atrás bruscamente hacia
Marguerite cuando cerró la puerta antes de que Mirabeau, Elspeth, y los gemelos pudieran
arrastrarlo dentro. Marguerite vio su expresión e hizo una mueca cuando se movió hacia las
ataduras de la cama.
—Estas solo son para prevenir que se haga daño a usted mismo mientras se da la vuelta,
Dr. Hewitt. Usted no es un prisionero. Lo prometo.
Relajándose, Greg dejó que Thomas lo amarrara a la cama. Al momento él estaba
recostado, Marguerite se sentó en el borde del colchón y se inclinó para examinar sus ojos,
aunque él no tenía ni idea de lo que ella estaba buscando.
¿Cuánto tiempo pasó desde que Lissi le ofreciera su sangre? —preguntó, sentándose.
—Sobre media hora, —contestó Thomas cuando Greg comenzó a mirarla
inexpresivamente, eludiendo la respuesta que repentinamente supo debería saber.
Marguerite asintió y soltó un poco la respiración que podría haber sido de alivio. —
Entonces todavía no ha comenzado. Está solo todavía en la etapa preliminar.—
Greg sintió su corazón caer ante aquellas palabras. ¿No había comenzado aún? La
agonía que estaba experimentando era solo preliminar? Dios mío.
—Thomas, hice que Bastien llamará a los laboratorios y ordené algunos narcóticos que
podrían ayudar a Greg en esto,— dijo ella, cuando la puerta se abrió y Lucían y Martine
entraron.
—¿Podrías ir abajo y esperar por ellos, por favor?—
—Narcóticos, —dijo Lucían con un resoplido de mofa cuando Thomas dejó el cuarto.
—En mis tiempos no usábamos narcóticos para esto. Esto era un ritual de tránsito, y nosotros lo
aceptábamos como hombres…pero supongo que el hombre de hoy es más suave, ellos no
podrían resistir el dolor.—
—No necesito drogas,— dijo Greg, el orgullo que lo hizo picar el cebo que el otro
hombre había ofrecido. Lucian Argeneau parecía haberle tomado una instantánea aversión
durante la mañana que lo había entrevistado cuando llegó, Greg pensó que no tenía idea de
porqué. Lo único que podía pensar era que el hombre se había pasado por su mente y captado
algunas de sus intenciones menos puras hacia Lissianna. Greg supuso que no debía sorprenderse
si el hombre se oponía a su deseo por su sobrina.
—Lucian, basta,— cortó Marguerite, entonces le dijo a Greg, —Sí, necesitas las
drogas.—
—No, No lo haré — insistió él, irritado por la expresión de superioridad en el rostro de
Lucian Argeneau.
—Sí, lo harás,— le informó firmemente la madre de Lissianna. —Las tomarás y te
gustarán.—
—¿Pensé que dijo que no era un prisionero?— dijo Greg irritado.
—No lo eres,— anunció Lucian Argeneau. —Marguerite, él es un hombre adulto. Si él
no quiere las drogas, no puedes forzarlo a tomarlas.—
Ella miró al tío de Lissianna con exasperación, entonces suspiró y se dio la vuelta hacia
Greg.

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—¿Estás seguro?— ella preguntó un momento después. —La experiencia será más
dolorosa sin ellas.—
Greg no estaba seguro del todo. Él ya estaba con suficiente dolor y las drogas sonaban
demasiados buenas, pero con Lucian sonriendo burlonamente al pie de la cama, él se mordería
antes su lengua que admitirlo.
Asintiendo con la cabeza dijo:, —Puedo lograrlo.—
La madre de Lissianna abrió su boca para hablar de nuevo, pero Martine Argeneau se
movió hacia su lado y puso una mano sobre su hombro refrenándola. —Déjalo por ahora,
Marguerite. Los drogas estarán aquí por si cambia de opinión.—
—Sí,— Lucian acordó. —Será interesante ver cuánto dura antes de que este llorando
como un bebe y ruegue por las drogas.—
—Tendrás una larga espera,— le prometió Greg, y en silenció esperó que pudiera ser
cierto.
—¿Bien? ¿Alguna suerte?—
Lissianna reconoció la voz de Mirabeau cuando vagaba hacia la conciencia, así como la
de Thomas cuando contestó, —No. Ellos no se han molestado en abrir la puerta hasta el
momento. Escuché en la sala durante un minuto.
—¿Y? Esta vez fue Jeanne Louise quien habló.
—Él está más que todo incoherente, gimiendo y ocasionalmente —se detuvo cuando
llegó un grito de terror amortiguado de alguna parte de la casa, entonces finalizó en seco, —
Gritando.—
—Pobre hombre,— ella escuchó el infeliz susurró de Juli.
—Te hace agradecer ser un nacido y no un transformado, ¿eh?—
Lissianna parpadeó abriendo sus ojos para mirar a Elspeth cuando hizo este último
comentario. Esperando a los pies de la cama, su prima era mirando la puerta incómodamente,
pero giró hacia la cama, tanteando cuando la vio con los ojos abiertos.
—Estás despierta.—
Sus primos y Mirabeau inmediatamente se amontonaron alrededor de la cama, y
Lissianna miró de un rostro al otro con confusión. —¿Qué está pasando? ¿Quién esta
gritando?—
Hubo una breve pausa cuando el grupo la miró con incomodidad e intercambiando
miradas, entonces Jeanne Louise ignoró su pregunta, y preguntó, —¿Cómo te sientes?—
Ella consideró la pregunta, preguntándose porque su prima le preguntó con tanta
ansiedad, entonces regresaron los recuerdos y Lissianna recordó claramente la estaca. El bonito
recuerdo fue seguido por una imagen llena de recuerdos dolorosos. Ella recordó vagamente una
vez antes de despertar. Había estado en agonía entonces y pensó que Greg le había dicho que
ellos estaban con Mirabeau. Lissianna estaba segura de que algo importante había pasado allí,
pero no podía colocarlo en su lugar. Era todo tan confuso.
Dejándolo ir por el momento, se movió experimentalmente en la cama, aliviada cuando
no sintió dolor o molestia alguna. Al parecer su pecho estaba completamente sanado.
Lissianna no estaba sufriendo alguna sensación de hambre por el cambio.
—Estoy bien,— les aseguró a ellos, entonces comprendió que ninguno debería estar
allí. Observando bruscamente alrededor del cuarto, Lissianna comprendió que estaba en el
antiguo cuarto de su madre y que era ella quien no debería estar allí. De repente, ella recordó la
conversación que había tenido con Greg sobre…y recordó haberle ofrecido a él su sangre…y él
aceptándola.

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Los últimos rastros de somnolencia se alejaron, Lissianna se sentó abruptamente. —
¡Greg! ¿Él está del todo bien?—
—Él está bien,— Jeanne Louise se apresuró a asegurarle. Ella se detuvo fuera del
camino cuando Lissianna echó a un lado las blancas sábanas.
—Eso pensamos.— Añadió Thomas, cuando ella se aflojó a sus pies.
Otro grito hizo que Lissianna se detuviera y mirara con horror el rostro de todas las
personas a su alrededor.
—¿Es él?— preguntó débilmente.
Seis renuentes cabezas asintieron en admisión y Lissianna se hundió sentándose en el
borde de la cama y dejó salir un débil suspiro. ¿Cuánto tiempo he estado fuera de juego?
¿Cuánto tiempo ha estado él así?—
—Llegamos hace alrededor de tres horas,— le dijo Thomas. —Y él ha estado así
sobre…bien, ha estado gritando probablemente dos.—
La mirada de Lissianna se movía alrededor del cuarto, pero se detuvo en las bolsas de
sangre vacías sobre la mesa del lado de la cama. Se giró con sospecha hacia Thomas. —No
podría haber tomado tantas bolsas en tres horas.—
—Las reventamos sobre tus dientes y también usamos la intravenosa,— le explicó
Mirabeau, entonces se encogió. —Estabas inconsciente de todos modos así que no tuvimos que
preocuparnos por tu desmayo.—
—Y tus dientes aspiraron más rápido que el gotero del IV,— señaló silenciosamente
Jeanne Louise.
—Tenias mucho dolor, y nosotros tratamos de conseguirte la sangre que necesitabas lo
más rápido posible,— añadió Elspeth.
Lissianna asintió y manejo una sonrisa. Apreciaba su preocupación por ella. ¿Quién
supervisa el cambio de Greg?—
—Mi madre, tu madre, y él tío Lucian,— contestó Elspeth.
Ella asintió nuevamente, —¿Y la estaca? ¿Sabemos qué pasó? ¿Quién era?—
Thomas inclinó su cabeza. —¿Entonces no crees que alguien entonces enviara al tío
Lucian?—
—¿Qué?— Lissianna lo observó con sorpresa. —No, por supuesto que no. Él sabía que
una estaca no me mataría. Además, que tipo de rudo castigo sería ese para sacar a Greg de
aquí.—
—Greg pensó que eran ellos,— Mirabeau le informó, y Lissianna frunció el ceño.
—Bien, él escuchó todo sobre lo que hace el concilio, probablemente él tiene una
imagen bastante severa del tío Lucian y el concilio.—
Thomas asintió. tía Marguerite, tía Martine, y tío Lucian estaban muy trastornados al oír
lo de la estaca cuando les llamé. Estoy seguro que investigarán eso. El tío Lucian probablemente
ya envío a alguien hacerlo.—
Lissianna asintió, y entonces se puso de pie, haciendo una mueca en la tirantez de su
blusa al moverse. Afortunadamente, el color negro no mostraba la sangre en la camisa, de lo
contrario, se desmayaría de nuevo y regresaría a la cama.
—Quizás deba tomar un baño,— sugirió Elspeth.
Lissianna sacudió su cabeza. —Quiero ver a Greg primero.—

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—Lissi, ellos no te dejarán,— dijo calladamente Thomas. —Hemos intentando
conseguir verlo, y ellos ni siquiera abren la puerta. Solo gritan que él está bien y que nos
vayamos.—
Sus palabras hicieron que ella vacilara, pero entonces Lissianna se movió resueltamente
hacia la puerta. —Tengo que verlo.
—¿Dónde está?—
—En el cuarto de al lado— murmuró Elspeth.
Asintiendo, se detuvo en el pasillo, consciente de que el resto la seguía. Su presencia la
ayudo a reforzar su decisión de modo que cuando Lissianna llegó al cuarto, ella no vaciló y no
se molestó en tocar, sino que simplemente abrió la puerta y entró.
Sus ojos se ampliaron con horror cuando ella tomo una imagen. Greg se retorcía en la
cama, sus manos y tobillos estaban atados. Aparentemente, temiendo que las cuerdas no fueran
lo suficientemente fuertes para sostenerlo, su tía Martine y su tío Lucian estaban a ambos lados
de la cama, añadiendo sobre él su fuerza mientras su madre trataba de insertarle un IV en su
brazo.
—¿Va todo bien?— preguntó Lissianna preocupada.
Como si sus palabras fueran una especie de señal, Greg gritó repentinamente y redobló
su paliza.
Para su asombro, él casi se liberó del agarre que Martine y Lucían tenían sobre él.
—¡Cierra la puerta!— rugió su tío Lucian.
Lissianna se giró automáticamente a hacerlo, su mirada apologética5 cuando ella cerró
la puerta a sus primos y Mirabeau. Entonces se giró para regresar a la lucha que había por
mantener a Greg en la cama.
—¿Los nanos ya lo han hecho más fuerte?— ella preguntó con asombro cuando se
acercó a la cama.
—No. Es el dolor que tiene,— gritó Marguerite, desistiendo de lo que estaba haciendo
para dirigirse a su brazo y hombro cuando él la golpeó.
—¿Dolor?— Lissianna se movió alrededor de su tío hacia la cabecera de la cama y tocó
gentilmente la frente de Greg, murmurando su nombre.
Él pareció asentarse un poco ante el sonido de su voz. Al menos, sus luchas
disminuyeron. Lissianna rompió a llorar ante la desesperada agonía que lo llenaba cuando él
abrió sus ojos y la encontró.
Ella había escuchado que los cambios eran dolorosos. Lo nanos estaban invadiéndolo
con fuerza, comiéndose su sangre en un increíble precio, ellas se multiplicaban y se extendían a
través de su cuerpo, entrando en cada órgano y célula.
Lissianna había escuchado que era como si la sangre se convirtiera en ácido, y que este
ácido se lo comía pulgada a pulgada. Había escuchado que el dolor no era lo peor, lo eran las
pesadillas y alucinaciones que lo acompañaban, aterradoras visiones de muerte y tortura y,
generalmente, quemándolo vivo.
Lissianna había pensado que aquellas historias eran exageraciones, pero al ver al Greg
como estaba ahora, ella creía cada una de ellas. Su mirada se deslizó sobre su madre. ¿No hay
algo aquí que puedan darle para el dolor?—
—Él quiso pasarlo sin drogas,— dijo Marguerite en un suspiro.

5
Consiste en la defensa sistemática de una posición o punto de vista. Justificación de los
propios argumentos y convicciones

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—Solo porque Lucian lo acosó con que los vampiros reales lo tomaban como hombre,
mierda.—
Martine sacudió a su hermano con una mirada llena de repugnancia. Ellos no habían
tenido fuertes analgésicos en Roma o en tiempo medievales, pero no me convencerás que una
sociedad ha avanzado lo suficiente como para desarrollar este tipo de cosas, no tenían el
conocimiento para crear supresores del dolor para hacer fácil su introducción en el cuerpo.
Además, —ella añadió significativamente, —tu naciste así, como yo.—
Lissianna vio la sonrisa juguetear en los labios de su tío, y gruñó con furia cuando se
giró hacia su madre para saltar, —¡Denle algo!—
—Él dijo que quería sufrir por ello,— comentó suavemente Lucian. —Tú no puedes—

—¡Esto no es ninguno de tus negocios!— ladró Lissianna. —Él no es ninguna amenaza
ahora. Se me permite convertir a uno, lo hice, y ni tú ni el concilio pueden lastimarlo.— Ella se
detuvo brevemente respirando fuertemente, entonces dijo más calmada, —Él es mío. Yo lo
convertí, y digo que lo duerman.—
Durante un momento hubo un completo silencio. Incluso mientras Greg luchaba suave
por casi nada, como sintiendo la repentina tensión en el aire cuando Lucian miró con frialdad a
Lissianna. Nadie le hablaba a Lucian Argeneau así. Al menos, ella nunca había escuchado que
pasará.
—Mi, mi,— su tío finalmente dijo suavemente.— Marguerite, nuestra pequeña gatita ha
encontrado sus garras.—
—Lucian,— su madre dijo titubeando.
—Haz lo que ella dice,— interrumpió él con calma. —Él es suyo.—
Lissianna observó a su madre, entonces miró abajo al brazo de Greg cuando ella había
intentado insertarle el IV. Fue cuando ella vio la sangre manchar su brazo, así como en la cama
alrededor de ello Lissianna comprendió que la mujer mayor no había estado intentando
insertarle el IV, había estado intentando reinsertarlo.
—Ah demonios,— ella murmuró cuando el cuarto comenzó a girar.
—Ah demonios,— ella escuchó a él eco de su tío Lucian cuando soltó una mano de
Greg y reaccionó para cogerla a ella en su desmayó.
Lissianna abrió sus ojos para encontrarse tumbada en su vieja cama otra vez. Al
principio, ella pensó que estaba sola, pero entonces su tío se detuvo ante su vista y la miró
detenidamente, encontrando su mirada.
Lissianna lo miró cautelosamente. Él le regresó la mirada, expresión severa, entonces
preguntó, —¿Cómo te sientes?—
—Bien,— dijo suavemente, entonces abrió su boca y preguntó cómo estaba Greg, pero
él la previno.
—Tú Greg está bien. Marguerite lo tiene todo drogado y ignorando cualquier
sufrimiento.—
—¿Supongo que te decepcioné?— Preguntó Lissianna con amargura, y él se encogió.
—Realmente, no. Sus chillidos me estaban dando dolor de cabeza, y sostenerlo quieto se estaba
volviendo tedioso,— admitió con una lenta sonrisa. —Lamenté rápido el haberme mofado de su
temple.—

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—Que te sirva de lección.— Dijo Lissianna con fatiga y sentándose en la cama. Ella
puso sus pies en posición de luto6 y se inclinó contra el cabecero.
—Sí, estoy seguro de hacerlo,— reconoció irónicamente Lucian. Entonces añadió, —
Estoy contento por lo que hice. Tu hombre me sorprendió. Muchos podrían haber estado
gritando por drogas al minuto que los nanos llegaran a sus testículos. Él comenzó a gritar como
soprano, pero no para pedir por drogas. Él es digno de mi sobrina.— Lissianna estaba
intentando comprender qué hacer cuando él inclino su cabeza, y dijo, —A pesar de lo que
piensas, yo no te estaque. Siempre hago lo mejor para proteger a mi familia, y eso incluye a mi
hermano, su esposa, y cada uno de sus niños. No ordene que te estaquen como castigo por
desafiarme.—
—No pensé que lo harías. Greg fue el único que lo pensó,— admitió ella, entonces
inclinó su cabeza y preguntó, —¿Por qué haces esto?—
—¿Hago qué?— él preguntó.
—Lo que dijiste, —Siempre hago lo mejor para proteger a mi familia, y lo que incluye
mi hermano, su esposa, y cada uno de sus niños. —Cuando deberías decir mi hermano,
Marguerite, y cada uno de sus niños.—
—¿Qué importa eso?— él preguntó con rigidez.
—Eso creo yo. Es como si no reconocieras que nosotros tenemos alguna conexión
contigo excepto a través de él. Es como si guardarás una distancia emocional hablando de
nosotros de forma objetiva. Como separándonos.—
Él pareció perturbado por sus palabras, pero no había terminado Lissianna. Con la
molestia depositada en sus labios, ella preguntó. —¿Por qué nunca te volviste a casar? Tía Luna
y los niños murieron en la caída de la Atlántida. ¿Seguramente desde entonces has conocido a
alguien que pudieras amar? ¿O eres demasiado cobarde para permitirte volver amar?—
—¿Piensas que le tengo miedo al amor?— preguntó con sorpresa.
Ella asintió.
—Bien…quizás.— aceptó, entonces añadió, —y tal vez es cierto que se necesita a otro
para conocerse a uno.—
Lissianna frunció el ceño. —¿Qué significa eso?—
Lucían sacudió su cabeza como diciendo que no tenía importancia, entonces forzó su
mirada hacia ella con curiosidad, y preguntó —¿No me tienes miedo después de todo,
verdad?—
Suspirando, ella bajó su mirada, entonces se encogió con infelicidad. —Te lo tenía.—
—¿Entonces qué ha cambiado?—
—Estoy cansada de estar asustada. No es una forma de vida.—
—Tu padre,— dijo él con pesar.
—Te pareces a él,— dijo tranquilamente Lissianna. Era una tonta por decir eso. Por
supuesto que te parecía a su padre.
Ellos habían sido gemelos, pero ahora ella pensó que quizás esa era parte de la razón
por la que ella siempre se avergonzaba en su presencia. Él le recordaba a su padre, y Lissianna
había siempre tenido miedo de Jean Claude Argeneau, y entonces ella por instinto le temía a su
tío Lucian.

6 Forma de sentarse cruzando las piernas; se coloca primero el pie derecho sobre el muslo
izquierdo y luego el pie izquierdo sobre el muslo derecho.

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—Puedo parecerme a él, Lissianna, pero no soy él,— dijo calladamente cuando se sentó
en la cama, medio girado hacia ella. Entonces sonrió. —Sabía que era difícil vivir con él y que
le hizo la vida dura a ti y a tu madre, pero yo nunca comprendí como de dura. Lo siento.—
—Aquí no había nada que pudieras haber hecho,— dijo ella encogiendo sus pequeños
hombros.
—Sí,— Lucían contrarrestó. —La hubo. Me temo que lo protegí cuando no debí
hacerlo. Tu padre pudo haber sido estacado y horneado haces siglos por sus delitos menores si
yo no hubiera intervenido.—
Los ojos de Lissianna se ampliaron por su declaración, entonces ella suspiró. —Él era tu
hermano, la sangre es fuerte, y el amor nos lleva a hacer cosas que quizás no deberíamos, cosas
que luego lamentamos.— Ella se encogió de hombros.— Solo mira lo que Thomas y los otros
hacen por mí.—
—Y lo que hiciste por Greg.—
—Eso es diferente,— dijo rápidamente Lissianna. —Yo no lo amo——Ella hizo una
pausa y enrojeció ante su mirada de saber.
—Al menos no puedes seguir mintiéndote a ti misma sobre tus sentimientos por él.
Ahora solo tienes que encontrar el coraje para admitirlos ante él,— dijo su tío con suave
diversión. Cuando Lissianna lo miró con una muestra de perplejidad, él dijo, —Tu madre dijo
que supo lo que él era para ti al momento de verlos juntos. Los otros lo pensaron, también, y
cuando ellos se encontraron con que Greg sabía sobre nosotros—o cuando mucho que él podría
saberlo con todas aquellas ridículas películas e historias sobre nosotros afuera—y que no
rechazaba, Martine y tu madre decidieron que ellos no podían limpiar su memoria. Ellas lo
trajeron a la casa para que ustedes dos descubrieran por sí mismos lo que ellas ya sabían.—
—¿Entonces porque te llamó ella?—
Su tío le ofreció una pequeña sonrisa. —Nadie me llamó. Solo pasé para dejarme caer
para una visita. Había pasado tiempo desde que pasé tiempo con Martine y las chicas,— dijo él
irónicamente. —Cuando Thomas casi se ahoga al verme, las mujeres se vieron forzadas a
explicarme, entonces me llevaron a reunirme con Greg.—
—¿Y?— Lissianna preguntó curiosamente.
—Y no estaba seguro,— admitió Lucian, entonces añadió, —hasta que llegaste a la casa
esta mañana mientras nosotros estábamos con Greg. Tu pánico al comprender que yo estaba allí
fue fuerte y ruidoso, y cada pizca de tu energía se enfocó en él.— Él se encogió de hombros.
—¿Entonces porque lo amarraste y decidiste involucrar al concilio?— le preguntó
Lissianna confundida.
—Tu madre lo tenía amarrado, no yo. Yo estaba llamando al concilio para informarles
que él se uniría a nuestras filas pronto. El concilio sigue la pista de cada uno, ya lo sabes.
—Después de que lo sacaras a hurtadillas, tu madre admitió que tuvo la esperanza de
que no te lo tomaras todo por el lado incorrecto.
Ella esperaba que el miedo a ser sometido al concilio de tres pudiera forzarte a
reconocer tus sentimientos por él. Sin embargo, al instante lo agarraste y corriste.—
Lissianna lo miró con asombro, ¿Todo esto ha sido una estafa? Su madre sólo había
estado manipulándola en un esfuerzo de mantenerlos juntos? ¿Ella había estado jugando a la
casamentera?
—¿Entonces no fuimos perseguidos por Valerian en la calle? ¿No enviaste a nadie a
seguirnos?— ella preguntó con incredulidad.
Lucian gimió. —Bien, puse a un par de muchachos a seguirlos y a asegurarse que no
salieran del país, pero no, no puse a los perros detrás de ti o algo.—

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—Excepto a Julius, dijo ella secamente.
Lucían gruñó. —Julius nunca te haría daño. Ese perro es un cordero cuando se trata de
ti y tu madre.
Él pudo haber seguido después a Greg, por supuesto, pero esperamos que encontrarías
una forma de alejarlo.
Y lo hiciste.
Lissianna liberó un lento suspiro mientras consideraba todo esto. Era bueno saber que
su tío no la había estacado. Por otro lado, esto significaba que alguien más lo hizo.
—Entonces,— dijo Lucían, siguiendo tus pensamientos. —Esta Debbie la casera en
donde te quedas, ¿ella es tu compañera de trabajo?—
Lissianna asintió. —Y mi amiga.—
—¿Entonces no crees que ella pudiera estar detrás de la estacada?—
—No.— Lissianna sacudió su cabeza con firmeza. —Ella es una amiga, y ella debería
haber estado trabajando anoche en el refugio cuando pasó. Además, ella no tiene idea de que
soy un vampiro. Nadie en el refugio lo sabe. Apostaría mi vida en ello.—
—Apuestas tu vida en ello,— dijo suavemente Lucian Argeneau. —Estacar a un
vampiro es un truco mortal, Lissi.
Nuestra clase habría sabido lo suficiente para cortar tu cabeza.—
—Sí, pero…— Lissianna frunció el ceño. —Tío Lucian, otro aparte nuestra clase, no
conozco a nadie que pudiera saber quién soy. He sido cuidadosa.—
Él pensó por un minuto, y entonces murmuró, —Bien, estaré observando y veré lo que
puedo aprender, me quedaré hasta que esté resuelto.— Él levantó una ceja. —¿Supongo que
quieres ir a verlo ahora?—
Él tío de Lissianna no necesito explicarle quien era “él”. Sonriendo, ella asintió.
—Si, por favor.—
Su tío asintió y se puso en pie. —Vamos entonces.—
Lissianna se revolcó fuera de la cama y se levantó al lado de él. Al momento que ella
estuvo en pie, él tomo su codo en forma caballerosa y caminó con ella a la puerta.
—A propósito, tus primos y ese amigo tuyo te oyeron gritarme en el otro cuarto. Ahora
tú eres su héroe, por ambas razones tanto por desafiarme y tomar a Greg e irte de aquí, como
por atreverte a gritarme.— Él no parecía contento cuando expuso este conocimiento, entonces él
añadió, —Puedes hacerles creer que vine aquí para gritarte y ponerte en tu lugar.—
Lissianna asintió solemnemente, pero una sonrisa apareció en las comisuras de su boca
y dijo, —Tu reputación está a salvo conmigo. No diré una palabra sobre lo que pasó aquí.—
Lucían Argeneau sonrió abiertamente y tiró de su barbilla. —Buena chica.—

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Capítulo 19
El sueño de Greg estaba plagado por pesadillas. Flotaba en un mar de sangre; con
cuerpos semi—sumergidos a la deriva. Por su camino pasó uno; con su cara girada en su
dirección y él se estremeció ante la macabra vista. La negra sangre estaba contenida en las
cuencas vacías, donde los ojos habían estado y llenando sus bocas abiertas, silenciando
eternamente sus gritos de agonía y horror.
En la orilla podía ver cruces alineadas, una después de otra, crucificadas figuras en ellas.
Todas volvieron sus cabezas para mirarlo pasar, sonriendo enfermizamente y aparentemente
ignorantes a las oscuras figuras que se despellejaban, sus pieles cayendo en tiras ensangrentadas.
Una risa le hizo volver su cabeza para encontrar un pequeño bote manteniendo el ritmo
con él. Lucian Argeneau estaba de pie en la proa sosteniendo una antorcha en lo alto. Cuando
Greg miró, el vampiro sonrió burlonamente y entonces dejó caer la antorcha que sostenía. Esta
golpeó el viscoso líquido rojo con un splat y Lucian estalló en risas incluso mientras el
sangriento mar estallaba en llamas.
Greg gritó cuando el fuego se expandió hambrientamente hacia él, sabiendo que este lo
consumiría y lo dejaría en nada más que un montón de cenizas.
— Shh Shh, estás bien. Estás a salvo.
La suave voz de Lissianna lo ayudó a liberarse del asimiento del sueño y Greg sólo
abrió sus ojos para encontrarse enfrentado a una oscuridad absoluta. Por un momento, temió que
hubiera sido cegado de algún modo y el pánico lo paralizó, pero entonces empezó a poder
distinguir formas y sombras y comprendió lo que ocurría simplemente era que las luces
apagadas.
—Duerme —susurró Lissianna en su oreja, entonces sintió la cama hundirse mientras se
deslizaba a su lado. Greg pudo sentir el calor de su cuerpo extendiéndose hacia el suyo cuando
ella se le unió, entonces sus dedos se deslizaron en los suyos y se aferró a ellos, agradecido por
el contacto.
—Duerme —repitió Lissianna—. Lo peor ha terminado, pero ahora necesitas descansar
y recuperarte. Te sentirás bien la próxima vez que te levantes. Yo me quedaré aquí contigo.
Greg quiso resistirse, quiso quedarse despierto. Tenía mil preguntas para hacerle, pero
no pudo resistir la necesidad de su cuerpo y pronto permitió que el sueño lo reclamara. Sin
embargo, esta vez, no estuvo plagado con pesadillas. En cambio, soñó con Lissianna. La
perseguía a través del bosque del tiempo, riéndose mientras la seguía bajo ramas bajas y
alrededor de grandes troncos, entonces finalmente la agarró por la cintura, haciéndola caer en un
montón de hojas.
Riendo jadeantemente, ella le arrojó manojos de hojas mientras rodaban en el suave
follaje. Greg finalmente tomó sus manos, deteniendo el ataque y ellos yacieron allí jadeando,
sus risas disminuyendo. Cuando finalmente lograron controlar su respiración y se miraban fija y
solemnemente el uno al otro, él dijo suavemente:
—Te amo.
—Y yo te amo, Greg —respondió Lissianna—. Te di mi sangre de vida y con esta mi
futuro. Hemos bebido uno del otro y ahora estamos atados para siempre. Si estás en problemas,
yo lo sabré. Cuando me necesites, estaré allí. Estamos conectados.

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Sus palabras llenaron su corazón y Greg soltó sus manos para tomar en cambio su cara.
Sosteniéndola suavemente, él cubrió su boca con la suya y la besó con todo el amor y pasión
que sentía.
Lissianna gimió suavemente en su boca, y el sonido lo hizo sentir hambriento por más.
Greg se arqueó contra ella, deleitándose cuando su suavidad amortiguó su dura erección.
— Mmm.
Greg pestañeó soñoliento cuando ese murmullo de placer lo despertó de sus sueños.
Abriendo sus ojos, se encontró una vez más en el oscuro dormitorio, una luz suave
derramándose de alguna fuente detrás de él. Volviendo su cabeza ligeramente, Greg vio que la
luz del baño estaba encendida y la puerta dejada entreabierta para permitir que una porción de
luz entrara en el cuarto. Esta reveló la intravenosa al lado de la cama que sostenía una bolsa
vacía que ya no estaba insertada en su brazo. Parecía que el cambio estaba hecho.
Un murmullo soñoliento atrajo su atención a la mujer en sus brazos. Lissianna. Yacían
juntos estilo cucharita, su trasero presionando su ingle y su hombro delante de su boca. Greg
pudo ver en la tenue luz un húmedo parche redondo en el hombro de su camiseta y comprendió
que debía de haber tenido su boca apretada a su hombro hasta que se despertó.
Ella suspiró en sueños y se desplazó solo un poco, pero fue suficiente para hacerlo
consciente de la saludable erección que había acurrucado contra su trasero. Greg sospechó que
mientras soñaba que se arqueaba contra ella, también debía de haber estado haciéndolo así
realmente, mientras dormía.
Permaneció quieto por un momento para darle una oportunidad a su erección de
desaparecer y, mientras esperaba, Greg inhaló su aroma y disfrutó la sensación de su calido y
suave cuerpo curvado contra el suyo. Podía ver que Lissianna llevaba una camiseta, pero pronto
empezó a preguntarse lo que llevaba en su trasero. Después de una breve vacilación, permitió
que la mano que estaba envuelta alrededor de su cintura bajara lentamente a su estómago plano
y después entonces a su cadera.
Lissianna gimió y se presionó contra él en su sueño mientras su mano vagaba, pasando
de la tela a la piel.
Pestañeando con sorpresa, Greg retiró la mano bruscamente, pasando rozando bajo la
gran camiseta esta vez y durante un minuto estuvo seguro que no tenía puesto nada más que la
camiseta, pero entonces encontró la fina seda de las bragas.
Greg pasó su mano rozando por la suave carne de su estomago, entonces extendió sus
dedos y los dejó subir por su costado y nuevamente alrededor de su estómago.
Cuando sus dedos encontraron su pecho, descubrió que su pezón ya estaba erecto. Se
apretó ávidamente contra su palma cuando Greg lo cubrió y Lissianna gimió de nuevo, esta vez
arqueándose para que su trasero se apoyara contra él; su pecho se empujaba hacia adelante en su
mano, exigiendo.
— ¿Greg? —suspiró Lissianna, y él podía decir que todavía estaba medio dormida, su
cabeza volviéndose instintivamente en busca de él.
Greg se movió ligeramente hasta que su boca pudo alcanzar la suya, entonces la besó
mientras continuaba mimando y acariciando su pecho. Cuanto más despertaba, más apasionada
era su respuesta. Cuando Lissianna intentó girarse para enfrentarlo supo que finalmente estaba
totalmente despierta, pero Greg no le permitió girarse. Reteniéndola en el lugar con su cuerpo y
boca deslizó su mano nuevamente hacia abajo sobre su estómago, pero esta vez la deslizó
directamente bajo la cintura de sus bragas.
Lissianna jadeó en la boca de Greg cuando sus dedos alcanzaron y cubrieron su
montículo, entonces se estremeció violentamente contra él cuando resbaló un dedo entre sus
pliegues y empezó a acariciarla. Le dejó cerrar su mano sobre su muñeca, pero ella ni lo instó,

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ni lo alejó, sino que simplemente se agarró como si también necesitara tocarlo, pero su mano era
todo lo que podía alcanzar en su posición.
Greg reajustó su mano para poder continuar acariciándola con su dedo pulgar; mientras
al mismo tiempo resbalaba un dedo en ella y supuso que a Lissianna le gustó el cambio porque
ella empezó a chupar fervorosamente su lengua. Al instante siguiente, ella rompió su beso con
un grito sofocado y giró su cara hacia la almohada. Él oyó que la tela se rasgaba y supo que
estaba mordiendo el material para no gritar.
Cuando ella se movió hacia atrás contra él, gimió y empezó a empujar a su vez,
entonces movió su propia boca a su hombro para pellizcarla ligeramente, la acción como un
signo de su necesidad. Quería estar dentro de ella, sentir su cálida y húmeda pasión cerrarse a su
alrededor.
—Greg.
Su nombre, un lamento apagado por la almohada, era una súplica que Greg estaba feliz
de responder. Recuperando su mano de entre sus piernas, tomó la frágil tela de sus bragas y las
rasgó con un rápido tirón, entonces los desplazó a ambos y entró en ella por detrás. Greg oyó a
Lissianna gritar e hizo una pausa, temiendo salirse, pero ella alcanzó a asir la columna de la
cama y la usó para apalancarse contra él, empezó a moverse de nuevo. Empujó una y otra vez,
entonces alargó la mano alrededor de ella para continuar acariciándola también y oyó el gemido
que provenía de lo profundo de su garganta.
Lissianna aferró su mano de nuevo, su agarre esta vez era frenético, sus uñas se
clavaban en su piel, y supo que ella estaba cerca del punto límite. Su ardor lo excitó mucho más
y Greg giró su cara hacia su cuello cubriéndoselo de besos. Cuando Lissianna gritó de nuevo y
se estremeció en sus brazos, lanzando de repente su cabeza hacia atrás para exponer su cuello
totalmente a él, Greg ni siquiera lo pensó, él inhaló su aroma, sintiendo que algo cambiaba en su
boca y cedió ante el instinto, hundiendo sus dientes profundamente en su cuello.
Escuchó que Lissianna jadeaba, pero realmente no lo oyó, entonces ambos gimieron
cuando el placer se estrelló contra ellos. La mente de Greg repentinamente se llenó de ella; sus
pensamientos, sus sentimientos, su placer explotó en su mente y él gruñó contra su piel.
Greg había experimentado esto con Deb, pero era de algún modo diferente esta vez. Si
bien era abrumador al principio, después de un momento dejó de serlo para convertirse en un
cúmulo de sensaciones. Comenzó a poder diferenciar las cosas, Greg podía sentir su placer ante
lo que le estaba haciendo, independiente pero aún así mezclado con el suyo y se encontró
experimentando con esto, cambiando su ritmo y reajustando su toque para explorar hasta que
encontró la caricia más eficaz, el ritmo más placentero para ambos.
Lissianna gimió y alargó su mano, arqueándose contra él para poder alcanzar su cabello,
entonces pasó sus dedos por él, aferrándose y tirando hasta que se corrieron. Greg sacó su boca
de su cuello y gritó mientras se impulsaba en su interior por última vez, su cuerpo vibrando con
el orgasmo. Podía sentir su propio orgasmo temblando a través de ella, sus músculos apretando
y tirando bruscamente alrededor de él, entonces la puerta se abrió.
—Lissianna, Tía Marguerite se va a acostar y quiere saber—Oh mi… uh…Oh…er.
Greg y Lissianna se habían congelado ante el sonido de la puerta al abrirse. Ellos
todavía estaban congelados en el sitio cuando Thomas alcanzó la cama y finalmente tropezó
mientras se detenía. Sólo entonces Greg se dio cuenta que las mantas habían resbalado hacia
abajo, pasando sus caderas, dejándolos casi completamente expuestos… lo cual, claro,
explicaba como Thomas había comprendido que estaba interrumpiendo.
Suspirando, Greg recuperó su mano de entre las piernas de Lissianna y estiró su mano
hacia abajo para tirar de las mantas para cubrirlos a ambos. Él oyó que Lissianna gemía
profundamente mientras lo hacía y comprendió que ella no se había dado cuenta que las mantas
se habían resbalado hasta entonces. Greg la abrazó bajo la manta, intentando mitigar algo de la
vergüenza que sabía que debía estar experimentando.

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—Uh, sí, ¿Esto es un poco embarazoso, no?
Greg miró nuevamente a Thomas, para ver que el otro hombre se había vuelto y estaba
retrocediendo hacia la puerta.
—Bien, yo supongo que esto contesta una pregunta —dijo el primo de Lissianna
irónicamente—. Greg se ha despertado.
Lissianna alzó su cabeza para mantener a Thomas a la vista mientras cruzaba el cuarto y
Greg hizo lo mismo detrás de ella.
—Y yo le diré a Tía Marguerite que no necesita venir para controlarlo antes de que se
acueste. Obviamente está sintiéndose mucho mejor.
Lissianna gimió y Greg no tuvo que mirarla para saber que estaba ruborizándose.
—Y dejaré saber a Mirabeau y a los otros que no deben molestarte para decirte buenas
noches, antes de que se retiren. Les explicaré que estás… er… recuperándote.
Se rió suavemente entre dientes mientras salía por la puerta y la cerraba tras de sí.
Lissianna se dejó caer de regreso en la cama frente a él con un gemido. Greg se tendió
detrás de ella de nuevo, la acción lo hizo consciente de que todavía estaban unidos. Empezando
a relajarse de nuevo, alisó una mano tiernamente sobre su hombro, entonces apretó un beso allí
antes de tirar su cabeza hacia atrás para mirar a su cuello. Greg se sintió aliviado cuando vio
que las marcas eran pequeñas y cada vez más pequeñas a cada momento. Aún así, le preguntó:
—¿Estás bien?
—Sí —dijo Lissianna calladamente, entonces suspiró—. En realidad yo tenía que
haberte preguntado cuando me desperté primero, y no lo hice.
Greg sonrió débilmente.
— Estabas un poco distraída.
— Sí —dijo ella suavemente, entonces retrocedió para pasar una mano ligeramente por
su cadera y le preguntó—: ¿Estás bien?¿ Me refiero a si te sientes bien?
Greg se rió suavemente, su pecho retumbando contra su espalda, entonces aseguró:
— Estoy bien.
— ¿Ningún dolor, no?
— Estoy bien —repitió firmemente, atrayéndola de nuevo contra él—. Magnifico de
hecho. Ahora.
Permanecieron callados por un rato y entonces Lissianna susurró:
—Esto fue bastante malo. ¿No?
Greg hizo una mueca en su pelo. “Bastante malo” no comenzaba a describir el cambio.
El dolor había sido insufrible. Hubo varios puntos dónde había pensado que esto lo mataría.
Pero incluso cuando el dolor había acabado, las pesadillas habían sido a su manera igual de
malas.
— Fue malo —admitió, entonces agregó—. Pero valió la pena.
— ¿No lo lamentas?
— No.
Greg pasó su mano ligeramente de arriba abajo de su brazo.
— Estamos vivos. A salvo. No tengo que preocuparme por ellos viniendo detrás de mí
para intentar silenciarme y no tienes que temer el castigo por tratar de mantenerme a salvo.

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Se quedaron callados, cada uno perdido en sus propios pensamientos, entonces
Lissianna dijo:
— ¿Greg?
— ¿Sí?
— Anoche, después de que te dejé en el cuarto de Debbie para pensar sobre si
realmente querías transformarte o no.
— ¿Sí? —la incitó cuando ella hizo una pausa.
— ¿Qué decidiste, entonces?
— No había decidido. Todavía estaba pensando —admitió honestamente, entonces
agregó—: Pero me estaba inclinando hacia un sí.
— ¿De verdad? —preguntó Lissianna, y algo sobre su tono le dijo que esto era
importante para ella.
— De verdad —Greg permitió al silencio cerrarse de nuevo, entonces recordó su sueño
y dijo—; Estaba soñando justo antes de que me despertara.
— ¿Lo estabas?—preguntó—. ¿Sobre qué?
— Tú.
— ¿Yo? —Él podía oír la sonrisa en su voz—. Suena como una pesadilla.
Greg resopló ante sus palabras y le hizo cosquillas como castigo.
— De acuerdo, de acuerdo, —lloriqueó, agarrando sus manos para intentar detenerlo—.
¿Con que soñaste?
Greg le permitió agarrar su mano y detener sus cosquillas, pero esperó hasta que se
asentara de nuevo contra él antes de decirle:
— Estábamos jugando a perseguirnos a través del bosque del tiempo.
— El bosque del tiempo… —murmuró Lissianna.
— Sí. Simplemente lucía como un bosque para mí, pero en mi cabeza sabía que era el
bosque del tiempo.
— Oh.
Se acurrucó contra él con un suspiro.
— Te atrapaba y girábamos en un montón de hojas y tú, claro, tenías que tirarme
puñados de ellas.
— Oh bien, por supuesto que lo hice… —rió Lissianna entre dientes.
Él sonrió y besó la cima de su cabeza, entonces dudó.
— ¿Qué pasó luego? —preguntó.
Greg miró fijamente su nuca y entonces finalmente dijo:
— Te dije te amo.
Lissianna todavía permanecía entre sus brazos y hubiera jurado que dejó de la respirar,
el silencio se había tornado tan espeso que se podía cortar, entonces él agregó:
— Y tú también dijiste que me amabas.
No estaba imaginándolo, decidió Greg. Definitivamente ella estaba aguantando su
respiración, comprendió divertido.

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— Y entonces dijiste que me habías dado tu futuro con tu sangre y que estábamos
conectados porque habíamos bebido uno del otro. Que sabrías cuando yo estuviera en
problemas y cuando yo te necesitara, estarías allí.
Greg frunció el entrecejo cuando terminó, deseando que poder recordar las palabras
exactas. Pensó que había recordado la esencia, pero de algún modo había parecido más oficial
cuando ella lo había dicho en sus sueños, casi como un juramento… o un voto.
Consciente de que ella estaba muy callada, frotó su mano por su brazo y preguntó:
— ¿Sabrías si yo estoy en problemas?
Lissianna aclaró su garganta, y entonces dijo:
— Dicen que hay alguna clase de comunicación entre los nanos.
— Eso tiene sentido —asintió—. Ellos trabajan juntos; uno presumiría que necesitarían
comunicarse un poco.
— Hmm —asintió ligeramente—. Dicen que las madres tienen lazos especiales con sus
niños a causa de esto y que es porque sus nanos son pasados a ellos. También dicen que lo
mismo pasa cuando los progenitores pasan su sangre a sus compañeros de vida.
— ¿Lo dicen? —repitió—. ¿Es verdad?
Esta vez fue Lissianna quien dudó, entonces admitió:
— Mamá siempre se ha dado cuenta de algún modo cuando yo o mis hermanos
estábamos en la dificultades o disgustados.
— ¿Supo que estabas en problemas cuando estuviste en peligro? —preguntó Greg con
interés.
Lissianna asintió.
— Thomas se quedó acompañándome durante algún tiempo mientras te vigilaba, para
que mamá y los otros pudieran tener algún descanso. Él dijo que ella estaba nerviosa cuando la
llamó para advertirle que consiguiera sangre porque veníamos para aquí. Él dijo… —hizo una
pausa y aclaró su garganta—. Dijo que sus primeras palabras cuando contestó el teléfono fueron
que algo estaba mal y yo necesitaba ayuda… antes de que incluso mencionara que yo estaba con
él y herida.
— Así que ella sabía…
Lissianna asintió
— Así que quizás sepas cuando yo esté en problemas en el futuro, —dijo Greg
pausadamente.
Ella hizo un encogimiento de hombros que fue obstaculizado por su posición.
— Quizás. O quizás todo es sólo una leyenda que está equivocada y simplemente mamá
sabe cuando necesitamos ayuda porque ella es una madre
— ¿Sabes cuando ella está en problemas? —preguntó Greg.
— Bueno… —Lissianna hizo una pausa para pensar durante un minuto, entonces
suspiró—. No lo sé. Mamá nunca ha estado en problemas. No desde que yo nací de cualquier
modo.
Greg aceptó eso, entonces dijo:
— Lissianna, anoche dijiste que convertirme no me haría automáticamente tu compa…
— Greg —interrumpió.
Él hizo una pausa, esperó y la oyó tomar una respiración profunda, antes de decir:

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— Por favor, no más charla seria esta noche. Mañana nosotros podemos… — suspiró—.
Solo por esta noche, déjalo estar. Tenemos todo el tiempo en el mundo para preocuparnos por
él „para siempre‟.
Greg dudó, entonces sonrió débilmente y se relajó contra ella. Tenían todo el tiempo del
mundo para preocuparse por él „para siempre‟. Y esperando, podría usar algún tiempo
mostrándole cómo de bueno podría ser ese tiempo, decidió, entonces de repente rodó fuera de la
cama.
Sobresaltada, Lissianna se sentó para mirarlo con atención:
—¿Qué estás haciendo?
— No es lo que yo estoy haciendo —le informó, moviéndose al baño mientras decía—:
Es lo que nosotros estamos haciendo.
Lissianna sonrió incierta cuando él desapareció brevemente dentro. Esperó hasta que
regresara para preguntar:
— ¿Qué estamos haciendo entonces?
— Ya verás, —dijo Greg misteriosamente mientras le arrojaba la bata de baño, entonces
alcanzó sus pantalones.
Después de una ligera vacilación, Lissianna jaló la bata y subió a la cama para
sujetársela.
Greg terminó de cerrar su jeans cuando ella se ponía de pie. Esperó que terminara de
ponerse su bata, entonces—sin molestarse en buscar una camiseta, tomó su mano y la instó a
apresurarse a la puerta.
— ¿Dónde vamos? —preguntó susurrando cuando él abrió la puerta.
— Ya verás, —contestó, entonces preguntó—. ¿Por qué estamos susurrando? Todos
saben que estamos aquí.
— Sí, pero es de mañana, y Thomas dijo que todos estaban acostándose —le recordó
Lissianna— No quiero mantenerlos despiertos
— Ah… —dijo Greg entendiendo, entonces sonrió abiertamente, y agregó—. Eso es
perfecto.
— ¿Por qué? —preguntó, pero esta vez él no contestó, solo la llevó a lo largo del pasillo
hacia las escaleras. Estaban a la mitad de camino a la planta baja cuando se congeló de repente y
la miró.
— ¿El ama de llaves? —preguntó.
— ¿Qué sobre ella? —murmuró Lissianna.
— ¿Ya estará aquí? —preguntó Greg con el ceño fruncido, preguntándose qué hora era.
Probablemente solo después del alba, supuso, ciertamente demasiado temprano para que un ama
de llaves comenzara a trabajar.
— Oh… —Lissianna agitó su cabeza—. Mamá le dio ayer y hoy libre. Ella no quería
que María se perturbara por… bien… tú estabas gritando y no estaba segura de cuánto tiempo
duraría.
Lissianna parecía incómoda cuando hizo esa confesión, pero sus palabras hicieron a
Greg sonreír abiertamente y le aseguró:
— Eso es perfecto, también.
— ¿Perfecto para qué? —preguntó curiosa.
— Espera y verás, —era todo lo que Greg diría.

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— Bien, abre
Lissianna obedientemente abrió su boca. Estaba sentada en el mostrador de la cocina,
envuelta en una mullida bata de toalla blanca, sus pies balanceándose y el cinturón de su bata
atado alrededor de sus ojos para que no pudiera ver como Greg deslizaba una cucharada de
alguna comida desconocida en su boca. Lissianna cerró su boca cuando él sacó la cuchara y
entonces giró la comida alrededor de su lengua. Crema batida, cerezas, alguna clase de pastel…
— Mmm… —murmuró, casi gimiendo por el placer. Lissianna tragó la fresca sustancia
cremosa con un pequeño suspiro de satisfacción, entonces preguntó: —¿Qué era eso?
—"Sherry trifle”7 —la respuesta de Greg vino de delante y un poco al lado de ella y oyó
el chasquido del recipiente hermético cuando él guardó el pastel.
— Oh… —dijo con sorpresa, y entonces agitó su cabeza—. No. Recuerdo el “Sherry
trifle” y nunca fue así de bueno.
Greg se rió entre dientes y Lissianna lo oyó revolviendo cosas en el refrigerador,
entonces un silencio breve antes de que él dijera:
— Bien, abre de nuevo.
Abrió obedientemente su boca de nuevo, entonces dio un respingo cuando él le metió
una bolsa de sangre entre sus dientes.
— Todavía luces un poco enferma, —explicó Greg con una risita, y Lissianna arrugó su
nariz. Era la tercera bolsa de sangre con la que la había alimentado de esta manera. Una vez que
habían llegado a la cocina, Greg había anunciado que estaba hambriento y la había arrastrado a
la cocina para un banquete. Lissianna le había explicado entonces que probablemente necesitaba
sangre porque la había mordido.
Él no le había creído al principio, hasta que le había explicado que cuando la había
mordido él había tomado su nanos y que ellos eventualmente morirían y su cuerpo se
equilibraría de nuevo, pero mientras tanto los nanos extras consumirían sangre a un ritmo
acelerado. Lo qué, combinado con el hecho que su cuerpo estaba —y continuaría por un tiempo
— utilizando una gran cantidad de sangre para reparar años de daño, significaba que él
necesitaría alimentarse.
Cuando había preguntado si ella, también, necesitaría alimentarse puesto que él había
tomado su sangre, Lissianna había admitido renuentemente que sí. Había temido que él
insistiera en engancharla a una intravenosa, pero no lo había hecho. Greg no había querido que
ella estuviera fuera de servicio mientras la alimentaba más de lo que ella lo hacía. La había
alzado encima del mostrador de la cocina y le había vendado los ojos con el cinturón, entonces
procedió a pinchar dos bolsas en sus dientes una después de la otra. La primer bolsa había
resultado un trabajo un poco desaliñado, pero Greg había limpiado el enredo que había hecho y
la segunda bolsa había funcionado mucho mejor. Él había agotado tres bolsas para él mismo
mientras la alimentaba, y todavía había afirmado estar hambriento una vez que había terminado,
exigiendo algo que pudiera masticar.
Lissianna había intentado quitarse la venda y bajarse del mostrador, pero Greg había
insistido en que se quedara y comenzó este juego que ahora estaban jugando. Estaba comiendo,
así como alimentándola de un poco de casi todo lo que había en la cocina y, para asombro de
Lissianna, ella estaba disfrutando la comida. Había disfrutado el pimiento que él había hecho el
otro día y se había unido a él comiéndolo entonces, pero había pensado que era una especie de
reacción causada porque nunca antes de había comido esa comida en particular. Sin embargo,
esta mañana ella estaba disfrutando de casi cada cosa que probaba y mucha de ella la conocía
de cuando la utilizaba para comer, pero no recordaba unos sabores tan buenos entonces.

7
Un postre frío con capas de bizcocho con jalea de frutas, puede ser decorado con nueces,
crema o de chocolate

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— Ya está, —Greg quitó la bolsa de su boca y oyó el susurro mientras él la retiraba—.
Te ves mucho mejor. ¿Cómo te sientes?
— Bien… pero también me sentía bien antes de la sangre empaquetada, —dijo con una
sonrisa, entonces se puso rígida brevemente por la sorpresa cuando sus manos resbalaron dentro
de su bata y alrededor de su cintura.
— Sí, te sientes bien… —murmuró, presionando un beso en su barbilla y dejando sus
manos vagar de arriba a abajo por espalda desnuda bajo su bata de toalla.
Sentía su respiración en sus labios, entonces su boca cubrió la suya y Lissianna se abrió
a él, suspirando desde el fondo de su garganta mientras revivía perezosamente su pasión con su
lengua.
Cuándo el beso acabó, Greg preguntó:
— ¿Tú sabes?
— ¿Qué? —dijo Lissianna con un suspiro.
Ella alzó sus manos para ahuecar sus hombros cuando unió con besos su mejilla hasta
su oreja.
— Me siento completamente fantástico.
Lissianna sonrió débilmente:
—¿Verdad?
— Oh sí
Greg se movió más cerca, parándose entre sus piernas e instando su avance hasta que
sus pechos rozaron contra el vello de su pecho. La sensación era de algún modo más erótica con
la venda puesta, sus sentidos táctiles pareciean elevarse para recuperar la pérdida de la vista
— Pienso que ya tengo algo de esa fuerza y vitalidad extra que toda tu gente tiene, —le
dijo, presionándola un poco más cerca.
— Ya veremos, —murmuró Lissianna y alcanzó a quitar su venda, solo para hacer que
Greg capturara sus manos.
— Uh—uh —dijo ligeramente—. Teníamos un trato. Te alimentaría con sangre
empaquetada en tus dientes para no perder tiempo con una intravenosa, pero a cambio, tenías
que quedarte vendada hasta que yo te dijera.
Lissianna dudó, entonces dejó caer sus manos, con una lenta sonrisa curvando sus
labios.
— Bueno, entonces… —murmuró—. Supongo que solo tendré que sentir a mi manera
los alrededores, ¿no?
¿Sentir a tu manera los alrededores de qué?—preguntó Greg con interés.
Sonriendo, Lissianna lo forzó hacia atrás mientras resbalaba fuera del mostrador y
extendía la mano hasta que sus manos rozaron contra su pecho desnudo. Extendió sus dedos
encima de su caliente carne y entonces las bajó hasta encontrar la parte superior de sus jeans.
— Oh… —suspiró Greg mientras Lissianna desabrochó sus jeans.
Ella arqueó su cabeza para esconder su sonrisa y aflojó sus jeans hacia abajo de sus
caderas. Cómo cuando estuvieron en la alcoba de Debbie, Lissianna se arrodilló para terminar
de quitar sus jeans. Una que los hubo quitado y arrojado a un lado, sintió que las manos de Greg
tomaban las suyas e intentaba ponerla de pie, pero Lissianna se resistió y liberó sus manos.

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—Uh—uh —dijo, extendiendo la mano hasta que una rozó contra su muslo—. Si yo
tengo que mantener mí venda, tú tienes que guardarte tus manos para ti mismo, —anunció, y
empezó a ascender por su pierna hasta encontrar su erección.
— Oh eso no es just—
Greg rompió en un siseo cuando se inclinó hacia adelante y lo recibió en su boca.

Capítulo 20
—Así que nunca me dijiste… ¿Qué pasó?
Lissianna miraba inexpresivamente mientras Deb caminaba por su oficina y se sentaba
en la silla frente a su escritorio.
—¿Qué pasó con qué?
—¿Qué pasó con qué?— repitió secamente Debbie—. Cuando dejé mi casa el lunes por
la tarde tú te estabas estableciendo por la noche. Cuando regresé el jueves por la mañana
después del trabajo, la casa estaba más limpia de lo que la había dejado, y allí estaba un gran
arreglo de rosas en la mesa de la cocina con una tarjeta de —¡Gracias!—, y tú no estabas por
ninguna parte. Pudiste haberme dejado una nota con lo que sabes que pasó.
—Lo siento— murmuró Lissianna. Thomas le había dicho que él le había mencionado a
Mirabeau el lío que había en la casa de Debbie cuando él se había ido del lugar. Aparentemente,
ella se lo dijo a Lucian y él inmediatamente llamó para que lo limpiaran. Al parecer, quienquiera
que él había enviado a casa de Debbie, había hecho un trabajo de limpieza completo. Lissianna
no estaba sorprendida: su tío no podría aceptar menos. Las flores la sorprendieron; nadie le
había mencionado aquello a ella.
—Lo siento— repitió ella—. Debería haber pensado en una nota.—
—Sí, debiste hacerlo— dijo Debbie con una sonrisa—. Especialmente desde que no te
presentaste ayer por la noche a trabajar y tu madre llamara para decir que estabas enferma. La
curiosidad estuvo matándome por dos días hasta ahora— suspiró pesadamente—. ¿Entonces?
Dime. ¿Debo entender que tú y tu madre lo habéis arreglado todo? ¿Eso significa que ella
aceptó a Greg?
—Sí— murmuró Lissianna con una pequeña sonrisa. Todos habían aceptado a Greg.
Después de pasar el día alternativamente haciendo el amor y durmiendo, los dos se habían
encontrado con su cama rodeada por sus primos y Mirabeau.
—¿Aún en la cama?— les preguntó Thomas con asombro, cuando Lissianna les había
pestañeado—. Me alegro de que descansaras un poco el resto del día. Temía que trabajaras en la
muerte de Greg mientras el resto de nosotros intentaba dormir.

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—¿Intentaba dormir?— había preguntado Greg, sofocando un bostezo cuando cambió
la posición de cuchara8 en que habían estado durmiendo y había rodado sobre su espalda bajo
las sábanas.
—Sí, bueno, fue difícil— les había informado Thomas—. Escuché gritos y chillidos
desde esta habitación.
Entonces hizo una pausa mientras observaba con interés cómo Lissianna se ponía roja,
antes de decir:
—Supuse que era una de aquellas malditas pesadillas que dicen que acompañan el
cambio.
—Sí, Greg tuvo pesadillas— había dicho Lissianna, agarrándose gratamente a la
excusa.
—Hmm, eso fue lo que pensé— había murmurado Thomas.
—Entonces me di cuenta de que tú también estabas gritando, Lissi— había arqueado
una ceja y, en su rostro, había aparecido una amplia sonrisa, y había exclamado—. Sois muy
ruidosos en la cama. He oído menos ruido de un gato en celo y su compañero.
Gimiendo cuando todos sus primos se empezaron a reír, Lissianna había enterrado su
rostro en la almohada cuando Greg había intentado poner fin a la fiesta anunciando que él estaba
por levantarse y, a no ser que quisieran verlo, sería mejor que se marcharan.
A Jeanne Louise, Mirabeau, Elspeth, y a los gemelos no le molestó la idea de ver un
espectáculo gratis, pero Marguerite les había pedido que se alejaran un poco para examinar a
Greg. Después de echarle una ojeada, había declarado que estaba sano y salvo y había sacado a
cada uno fuera del cuarto para que él y Lissianna pudieran levantarse.
El resto de la tarde la había pasado en el normalmente caótico ambiente familiar, con
cada uno feliz y locuaz y diciéndole a Greg todas las cosas que ellos pensaban que él debería
saber ahora porque él era uno de ellos.
Lissianna había estado triste cuando comprendió que era el momento de prepararse para
ir a trabajar y que había envidiado a sus primos Thomas y Jeanne Louise por no tener que
trabajar esta semana.
Los dos trabajaban para su hermano en Argeneaus Enterprises, pero les había dado la
semana libre a insistencias de Marguerite para que la ayudaran a entretener a Elspeth y a los
gemelos durante su visita. Lissianna no tenía el tipo de trabajo donde ella pudiera tomar una
semana sin avisar. Las personas en el refugio dependían de ella.
Greg parecía igualmente decepcionado porque ella tuviera que trabajar y había
acompañado a Lissianna al cuarto para ayudarla a bañarse y cambiarse. Sus esfuerzos la habían
retrasado considerablemente, y ella habría llegado a trabajar tarde si Thomas no hubiera ido a
recordarle la hora y ofrecerse a llevarla.
Arrastrándose fuera de la cama, con el pelo húmedo, Lissianna le había lanzado su ropa
y se había cambiado bajo las escaleras con Greg pegados a sus talones. Él los había
acompañado a la ciudad, dándole un beso de despedida antes de que ella se bajara del Jeep,
entonces los hombres se habían ido, y habían ido al el apartamento de Greg a recoger más ropa
para regresar a la casa de ella. Le habían convencido de que debería permanecer allí hasta que se
acostumbrara a todos los cambios que podría atravesar, y Lissianna estaba casi segura de que él
estaba con sus primos, recibiendo un curso avanzado de cómo ser vampiro.

8
La mujer se tumba sobre el costado con las piernas plegadas en posición acurrucada. El
hombre se posiciona detrás y esposa los contornos del cuerpo de su pareja para penetrarla.
Posición dulce y descansada favoreciendo las caricias y la intimidad de la pareja.

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—Tierra a Lissi, Tierra a Lissi— repitió Debbie y Lissianna brincó cuando la otra mujer
pasó una mano frente a sus ojos.
—Lo siento— murmuró cuando la mujer la regresó de sus pensamientos—. Sólo estaba
pensando.
—¿Pensando?— Debbie arqueó una ceja—. Cariño, comparte algunos de esos
pensamientos conmigo, quiero sentir cualquier cosa que hizo que sonrieras como lo hiciste.
Lissianna se sonrojó por su burla y arrugó la nariz, luego dijo:
—Siento no haber dejado una nota, Deb. Sobre todo después de ayudarnos como lo
hiciste.
— No importa— dijo fácilmente—. Te perdonaré por completo si me dices qué pasó.—
Lissianna vaciló, entonces dijo,
—Bueno, Greg consiguió mudarse con mi primo Thomas y él y una amiga de nombre
Mirabeau despejaron todo— eso era lo más cerca de la verdad que podría llegar a estar, decidió.
—Mamá está feliz, soy feliz…— Lissianna se encogió de hombros—. Todo va sobre
ruedas.
Debbie miró su rostro; examinando su expresión minuciosamente, entonces dijo:
—No suenas completamente segura.
Lissianna bajó su mirada, pero no sabía que decir. Ella no estaba del todo segura. Ella
era sobretodo muy feliz, pero…
—¿Es miedo?— preguntó Debbie—. ¿Pies fríos?1 Ahora no hay objeciones por parte
de Mamá, ¿te está dando la oportunidad de tener algunas dudas propias?
Lissianna comenzó a negarlo, y entonces comprendió que podría estar mintiendo. Tenía
miedo.
Debbie no le obligó a que se lo contara. Poco después dijo:
—No podría ser sorpresa si lo es. Me sentía igual con Jim y me casé. Era miedo, puro
y simple. Temía que fuera posible que él no fuera tan maravilloso como parecía y arruinara las
cosas, y que acabara con mi corazón roto…— suspiró con pesadez— Y yo tenía razón.
La cabeza de Lissianna dio un respingo de sorpresa.
Debbie sonrío con ironía ante su desconcertada expresión, y añadió:
—El día de su muerte mi corazón se rompió irreparablemente— tenía un gran dolor
dentro—. La vida no siempre es fácil, Lissianna. Está llena de duras decisiones y angustias y
las cosas no siempre resultan como esperamos. La vida simplemente no viene con garantías. Y
a veces, por evitar arriesgarse a tener una oportunidad con las personas, evitamos que nos duela
el corazón, pero también podemos perdernos los mejores momentos de nuestras vidas. No le
tengas miedo al amor.
Lissianna se echó hacia atrás en su silla cuando Debbie dejó la oficina, las palabras de
la mujer estaban dando vueltas en su cabeza. —No le temas al amor— Recordó su
conversación con su tío Lucian.
1
Pies fríos: tener los pies fríos es una expresión usada en inglés que significa echarse
atrás.

—¿Crees que le tengo miedo al amor?— le preguntó, y cuando ella asintió, había
dicho—. Bueno tal vez…y tal vez es cierto que se necesite a uno para conocerse a uno.

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Lissianna soltó un lento suspiro y reconoció que tenía miedo. El miedo le había
impedido hablar con Greg cuando él había querido hablar con ella después de despertarse. Tenía
miedo de ser herida. No por ser rechazada, ella sabía que él estaba dispuesto a ser su compañero
de vida y Lissianna sabía que no era porque ella lo hubiera cambiado. Greg la amaba. Ella lo
sentía cada vez que sus mentes se fusionaban. Ella le tenía miedo al futuro y a lo que podría
hacerle a su amor.
—La vida no viene con garantías— le había dicho Deb, pero tampoco el amor. Nadie
sabe lo que le deparará el futuro, pero Lissianna sabía que el tiempo pasado con Greg había sido
el más maravilloso en todos sus doscientos años. También sabía que si permitía que el miedo
tomara la oportunidad de un futuro con Greg, el precio sería renunciar a tener la oportunidad de
tener más de aquellos mejores momentos. Básicamente, esto no era el pago por tenerle miedo al
amor, pensó, y decidió que esta noche hablarían sobre el futuro. Estaba lista para arriesgarse.
—¿Lissianna?
Ella alzó su mirada ante el comienzo del sonido de su nombre y se encontró al Padre
Joseph en su puerta.
—¿Si Padre?
—Aquí hay un hombre que quiere verte,— anunció el sacerdote, entonces se dio la
vuelta para que alguien se adelantara.
Nadie había venido a verla al refugio y Lissianna estaba comenzando a fruncir el ceño
con confusión, cuando Greg se detuvo ante ella.
—¡Greg!— empujó su silla y se puso de pie, pero entonces hizo una pausa y refrenó el
impulsó de correr alrededor del escritorio para lanzarse hacia él. Intentando mantener una
actitud profesional por el bien del Padre Joseph, Lissianna mantuvo un tono calmado cuando le
preguntó—. ¿Qué haces aquí?
—Estoy aquí para llevarte a casa— anunció él—. ¿Lista para irte?
—Ah— Lissianna bajó su mirada hacia su reloj y frunció el ceño al comprender que
había pasado el tiempo. Como era costumbre, siempre perdía la noción del tiempo. Su mirada se
deslizó sobre su escritorio, y gimió.
—Necesito guardar los expedientes y dejarle una nota a la muchacha que trabaja de día,
entonces ella sabrá qué llamadas hacer y…
—Adelante— interrumpió Greg—. No me importa esperar.
Lissianna sonrió, entonces observó al Padre Joseph.
—Gracias, Padre— murmuró, moviéndose alrededor de su escritorio hacia la puerta—.
Gracias por regresar.
—¿Está todo bien entonces?
—Ah, sí. Él es un amigo— le aseguró.
—Ah— asintió el Padre Joseph—. Bien— vaciló, entonces retrocedió hacia la puerta
cuando Greg se deslizó en la oficina.— Sólo…— el sacerdote agitó su mano con vaguedad,
entonces se giró y se fue por el pasillo.
Lissianna lo observó irse con preocupación. El Padre Joseph no estaba durmiendo lo
suficiente y esto estaba comenzando a preocuparla. Tenía ojeras lo suficientemente grandes para
hacer una tienda de dulces en ellas y su complexión estaba tomando un tinte gris de mala salud.
Suspirando cuando él salió de su campo de visión, cerró su puerta y se giró hacia Greg,
jadeando con sorpresa cuando se encontró entre sus brazos y su boca descendió a la suya.
—Mmm— murmuró él y terminó el beso—. Hola.
—Hola— susurró ella fuertemente—. ¿Tuviste que esperar mucho?

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—Treinta y cinco años, por ti valió la pena esperar— le aseguró Greg.
Lissianna sonrió suavemente y besó la punta de su nariz, entonces dijo:
—Quise decir esta noche.
—Quieres decir esta mañana— le corrigió—. Aunque aún parece de noche pues aún no
ha salido el sol.
—Es un poco confuso tener las horas opuestas cada uno— reconoció ella.
—Sí, lo es— concordó Greg—. Y la respuesta a tu pregunta, he estado esperando por
media hora. Llevo aquí cinco minutos. En realidad, llegué a la ciudad con media hora de
antelación y me detuve en una tienda de donuts para que no se me viera patéticamente
impaciente por sentarme en el estacionamiento.
—¿Patéticamente impaciente, ah?— preguntó Lissianna con diversión, relajándose en
sus brazos y jugando con los botones de su camisa.
—Probablemente sea bueno que te hallas detenido en una tienda de donuts. Dudo que
estuvieras de tan buen humor si yo te mantuviera esperándome durante una hora.
Él se encogió de hombros ligeramente.
—No sabías que estaba aquí.
Lissianna asintió distraídamente, su mirada siguió en el botón con el que estaba jugando
hasta que Greg le dio un apretón, y dijo:
—Reconozco esa mirada, es tu mirada de preocupación. ¿Qué sucede?
—Solo me preguntaba…
—Te preocupabas— corrigió secamente Greg.
—Si has pensado en cómo afectará esto a tu práctica— siguió ella, ignorando la
interrupción.
—Ah— dijo él solemnemente—. Te preocupa que esto afecte mi práctica y tal vez
resienta que afecte a mi práctica y comience a odiarte y me valla.
Lissianna sonrió con ironía por ser tan fácil de leer.
—¿Eres muy inteligente, ah?
—Lo suficientemente inteligente como para reconocer a una buena mujer cuando la
veo— dijo Greg con facilidad, entonces puso un beso en su frente y dijo—. De hecho, he
pensado en ello y no me preocupa. Muchos de mis clientes y empleados prefieren tener citas por
la tarde para que no afecten a sus trabajos. Hasta ahora yo me he pasado la mayor parte del día
terminando mi libro y poniendo al día las notas de mis pacientes y la tarde y noche en sesiones
con mis pacientes— se encogió de hombros—. Ahora sólo tomaré pacientes a las cinco y
trabajaré en mi libro mientras que tú trabajas, entonces dormiré el resto del día.
Lissianna frunció el ceño.
—¿Entonces estarás trabajando mientras duermo y escribiendo mientras yo trabaje?—
Greg parpadeó.
—Así es— dijo con suavidad cuando comprendió su hundimiento—. Tú comenzarás a
trabajar sobre las once y yo probablemente tome pacientes hasta las diez. Nunca nos veríamos
el uno al otro— ahora él también fruncía el ceño—. Tal vez podría…
—No, espera— dijo rápidamente Lissianna, su mente estaba trabajando a toda
velocidad—. No verías clientes los sábados y domingos, entonces si cambio mis noches para
lunes y martes, entonces podría solo ser miércoles, jueves y viernes los días en que no nos
veríamos el uno al otro.

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—¿Entonces sólo te vería la mitad de la semana? No creo que— dijo él con seco
descontento, entonces parpadeó y una lenta sonrisa comenzó en sus labios.
—¿Qué?— preguntó Lissianna.
—Sólo estoy contento de que quieras continuar viéndome— dijo él calladamente—. No
estaba seguro de donde estaba parado. No has querido hablar del futuro.
Lissianna suspiró y apoyó su frente en su barbilla.
—Lo siento. Sólo estaba un poco.
—¿Asustada?— sugirió cuando ella vaciló.
—Sí, tal vez. Y un poco abrumada también, creo. Todo ha pasado tan rápido— levantó
su cabeza y se lo aseguró—. Bien, hablaremos sobre todo esto cuando lleguemos a casa;
nosotros, nuestras horas, todo. Buscaremos una forma de hacerlo funcionar.
—Bien— Greg la abrazó, y entonces la separó y le dio una palmada en el trasero.
—Imbécil, dejaré una nota y nos iremos. El sol saldrá pronto y tengo hambre de nuevo.
No debería ser así, tomé una bolsa antes de salir de casa.
—Tendrás mucha hambre dentro de poco— dijo con simpatía Lissianna cuando ella
resbaló de sus brazos.
—Sí. Tu familia ha estado advirtiéndome sobre todas las cosas que debo esperar—
murmuró, observándola sentada en su asiento en recuperación y tomando un cuaderno de notas
frente a ella—. Thomas me prometió enseñarme cómo cazar algo de noche mientras tú trabajas,
así no estaré completamente desorientado si hay cualquier emergencia y necesite alimentarme
fuera de la ciudad.
Lissianna se tensó y asomándose le preguntó maliciosamente
—Él tiene, ¿tiene?
—¿Por qué?, Lissianna, mi amor. ¿Es un toque de verde el que veo en tus ojos? Y yo
pensé que eran azules.
Lissianna frunció el ceño con fastidio.
—A mí me pareció que sabes cómo alimentarte fuera de la ciudad. Ciertamente has
estado practicando lo suficiente conmigo.
—¿Cómo va esa nota?— le preguntó con una mueca.
Torciendo su boca, Lissianna regresó su atención hacia la nota y continuó escribiendo.
—Haré un trato contigo— le dijo Greg observándola escribir.
—¿Cuál?— preguntó ella ausentemente.
—Prometes morder sólo a otras mujeres de ahora en adelante y yo prometo que cuando
Thomas me lleve a enseñarme, sólo morderé a otro hombre.
Ella lo miró con sorpresa ante su sugerencia y se encontró con que él estaba frunciendo
el ceño ante sus propias palabras.
—O, tal vez te prometo sólo poner al revés a otras mujeres y no morderlas— decidió
Greg—. Como tú dices, puedo practicar la mordedura contigo y en realidad no me gusta
acercarme tanto a otro hombre.
Lissianna sonrío con diversión cuando terminó la carta y se puso en pie.
—¿Pero no te importa que me acerque tanto a otra mujer?—

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—Hmm— él lo consideró brevemente, parecía colgado, entonces suspiró—. Bien,
entonces enmienda número dos, yo curo tu fobia y así no tendrás que morder a nadie más en
absoluto, y yo…
—Greg— lo interrumpió gentilmente y él pausó observándola y preguntándose.
Lissianna se movió para recoger su bolso y abrigo, y dijo, —Podemos hablar de esto cuando
llegamos a casa también, pero ahora tenemos que movernos, el sol saldrá pronto.
—Sí— Una torcida sonrisa curvaba sus labios, él tomó su mano y caminó con ella
hacia la puerta.
El Padre Joseph estaba de pie al final del pasillo cuando ellos salieron de la oficina y
Lissianna deslizó su mano con timidez lejos de Greg cuando lo vio. Apenas lo había hecho así
cuando él sacerdote miró hacia el camino.
—¿Todo listo?— preguntó, cuando ellos se acercaban.
—Sí— Lissianna sonrió cuando llegaron a la puerta, y entonces comentó. Estoy
sorprendida de que Kelly no esté aquí. ¿Llamó para decir que estaba enferma?— mientras
Claudia había cubierto su posición durante las noches que Lissianna no había estado, Kelly era
la muchacha que tenía el turno durante el día. Ella estaba usualmente allí antes de que Lissianna
se fuera.
—No— el Padre Joseph sacudió su cabeza—. Le dije que había alguien contigo en la
oficina, entonces bajó a la oficina para traerme una taza de café. Ella debe estar a punto de
llegar.
—Ah, bien— Sonrió Lissianna—. La veré por la noche, entonces.
—Sí. Ten un buen día— dijo el Padre Joseph, entonces miró a Greg y añadió
educadamente—. Ha sido agradable reunirme con usted.
—Ha sido agradable reunirme con usted, también, Padre— contestó Greg, entonces le
abrió la puerta a Lissianna.
—¿Dónde está el Jeep?— preguntó Lissianna, cuando ellos cruzaron al
estacionamiento.
—¿Piensas en el Jeep de Thomas?— preguntó Greg con sorpresa.
—Sí. ¿No tomaste prestado el Jeep para venir a buscarme?
—No. Traje mi propio coche— dijo él, entonces explicó—. Lo fuimos a buscar cuando
Thomas me llevó a mi apartamento a por una maleta con ropa. Él regresó en el Jeep y yo lo
seguí en mi coche. Me siento menos…
—¿Prisionero?— preguntó Lissianna suavemente cuando él se cortó.
Greg gimió, pero asintió cuando él la condujo hacia el oscuro BMW. Abrió y mantuvo
la puerta delantera del pasajero abierta para que ella entrara, entonces la cerró y caminó
alrededor del coche hacia el lado del conductor. Lissianna se inclinó para abrirle la puerta a él,
y entonces él se sentó dentro. Ella se abrochó el cinturón cuando él puso la llave en el arranque
y la giró, entonces levantó sus cejas cuando no pasó nada. Frunciendo el ceño, Greg trató
nuevamente, pero el motor no estaba encendiendo.
—¿Qué dem…?— presionó el embrague varias veces y trató una vez más, entonces
maldijo con frustración cuando nada pasó.
Lissianna mordió su labio cuando lo intentó de nuevo.
—Quizás podamos llamar un taxi.
—Estaba funcionando bien de camino aquí— murmuró Greg, intentándolo una vez
más, entonces un sonido de golpecitos en la ventana les hizo dar un salto y vieron afuera al

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Padre Joseph. El sacerdote estaba de pie afuera en el pavimento al lado de la puerta del
conductor.
Greg bajó la ventanilla cuando él hizo un gesto y el hombre preguntó:
—¿Problemas?—
—No enciende— murmuró Greg, intentándolo de nuevo.
El Padre Joseph observó cuando giraba la llave y frunció el ceño cuando no pasó nada.
—Debe ser el arranque. Esto aún no enciende.
—No, no lo e,— agregó Greg, recostándose en su asiento con un suspiro.
Él viejo hombre vaciló, y entonces dijo:
—Estaba solo por recoger algunos suministros. Podría llevarle. ¿A dónde iba usted?
—Ah, que dulce, Padre, pero probablemente lo desviaríamos de su camino— dijo
Lissianna, entonces mencionó el área donde su madre vivía.
—¡Ah!— exclamó Padre Joseph, alegremente—. No está lejos de adonde me dirijo.
Debe ser el destino. Venga, la tendré en su casa en un instante.
Alejándose sin esperar respuesta, caminó hacia la furgoneta con el logo del refugio en
uno de los lados y Greg la miró interrogante.
—Se hace tarde— dijo él—. Y podría llamar al garaje y hacerlos recoger el coche para
que lo miren mientras que nosotros dormimos.
Suspirando, Lissianna asintió y se desabrochó el cinturón de seguridad.
—Espero que no les importe, pero como estamos en el camino, pienso solo detenerme
en los proveedores de la salida.
Lissianna miró hacia el frente de la furgoneta ante las palabras del Padre Joseph,
después afuera de las ventanas cuando él tomó la carretera. Según sus cálculos, estaban a
menos de cinco minutos de la casa de su madre.
—Supongo que habría sido igual de rápido detenerse de regreso, pero sólo podría usar
una mano para cargar los suministros y como no estarías conmigo de regreso…— le envió a
Greg una mirada que expresaba una disculpa—. No le importaría, ¿verdad? Puedo volver si
usted…
—No, por supuesto que no, Padre— le aseguró Greg—. Apreciamos que nos lleve. Nos
parece justo ayudarlo con los suministros.
Lissianna sonrió débilmente por las palabras corteses. Ella lo conocía lo suficientemente
bien para reconocer que, mientras que él estaba en desacuerdo por el retraso, él sentía que sería
rudo rehusarse a ayudar al hombre cuando los había salvado del pago de la tarifa de un taxi
para ir a casa de su madre.
—Aquí estamos.
Lissianna miró fuera de la ventana, frunciendo el ceño cuando inició un largo camino
hacia una gran casa blanca. Allí no había señales que pudieran indicar que era algún tipo de
negocio. Esto estaba también en medio de la nada por lo que ella podía ver cuando miró
alrededor. Allí no había casas de vecinos a la vista. Lissianna comenzó a sentirse de repente un
poco incómoda.
—Esta es la mujer que borda nuestro logo en todas las toallas, sábanas y fundas,
Lissianna— le anunció el Padre Joseph al estacionarse frente a la casa—. Ella es una de mis
parroquianas, una buena y dulce anciana.
—Ah— murmuró Lissianna y sintió que se relajaba.

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—Tarda un poco más de lo que lo haría una fábrica— siguió él alegremente cuando
apagó el motor y desabrochó su cinturón de seguridad—. Pero ella es viuda y necesita el dinero,
así que le traigo todas las sábanas y toallas siempre que conseguimos un nuevo lote.
—Eso es muy amable por su parte— murmuró Greg, desabrochándose su propio
cinturón de seguridad.
—En realidad, me complace tenerlos a los dos conmigo— farfulló él—. Ella trata a
menudo de que me quede para el té, y tendré una excusa para no quedarme con ustedes dos
delante.
Lissianna murmuró educadamente y entonces desabrochó su cinturón de seguridad
cuando el Padre Joseph abrió su puerta y salió.
—Parece ser un buen hombre, pero es muy hablador, ¿no?— murmuró Greg una vez
que la puerta se cerró y estuvieron solos.
—Él ha estado sufriendo de insomnio la última semana más o menos— explicó a modo
de disculpa Lissianna, pero no estaba del todo segura de que el hombre fuera hablador si sufría
de insomnio o no. Él trabaja días, ella trabaja noches. Ella, en realidad, apenas lo conocía.
—Bien, cuanto más pronto agarremos aquellas hojas, más pronto llegaremos a casa—
dijo Greg, alcanzando el picaporte, entonces pausó y preguntó—. ¿Cuánta luz del sol me puede
tocar en esta etapa del juego?
Lissianna miró hacia el horizonte, notando que los primeros dedos del amanecer estaban
arrastrándose hasta el cielo. Ella sacudió su cabeza.
—No estoy segura. Pero esto no debe tomarnos mucho tiempo sólo unos cinco o seis
minutos de casa. Estarás bien.
Asintiendo, Greg abrió la puerta y salió, entonces dejó la puerta abierta y le ofreció su
mano cuando Lissianna cambió de asiento y se sentó en el del copiloto y consiguió salir.
Era obvio que la dulce anciana quien borda el lino había estado esperando por ellos, la
puerta ya estaba abierta y el Padre Joseph estaba entrando en la casa en el momento en que Greg
cerraba la puerta de la furgoneta. Se apresuraron por acercarse a él y los escuchó hablando
cuando ellos se aproximaban, entonces se pararon y los miraron cuando ellos empezaron a
caminar hacia el porche.
—Dice que está todo hecho, que las estaba empaquetando— les informó cuando
llegaron a la puerta—. Fue a poner la última de ellas en la caja. Es de esta forma.
Lissianna cerró la puerta del frente, así todo el calor no se escaparía, y entonces siguió
al hombre por el pasillo. Al final del camino, el Padre Joseph se detuvo, abrió la puerta y la
sostuvo para que ellos entraran. Lissianna murmuró, —Gracias,— cuando ella siguió a Greg
dentro del oscuro cuarto, iluminado sólo por una pequeña lámpara sobre una mesa al lado de la
puerta.
Ella casi pisó a Greg cuando éste se detuvo de repente.
—Vamos— dijo el Padre Joseph y Lissianna miró atrás, entonces se congeló ante la
vista de un arma en sus manos. Ella lo miró inexpresivamente durante un minuto, la confusión
reinando en su mente, entonces retrocedió y caminó al lado de Greg para examinar alrededor de
él. Ella no estaba sorprendida de que allí no estuviera a la vista la pequeña anciana que bordaba
linos. Lissianna se sorprendió cuando reconoció al hombre frente a ellos, apuntando con una
segunda arma al pecho de Greg.

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Capítulo 21
— Bob— Lissianna miró con sorpresa al hombre.
— Dwayne— corrigió él irritado, y recordó que también había querido llamarlo Bob la
noche en el parque de estacionamiento y había tenido que corregirla.
— ¿Conoces a este tipo?— preguntó Greg, relajándose a su lado y atrayéndola hacia él
para reposicionarlos, para que ellos enfrentaran a ambos hombres; antes de tener un arma al
frente, así como detrás de ellos.
— Sí— contestó Lissianna ausentemente, su concentración estaba puesta en intentar
infiltrarse en los pensamientos de Dwayne. Mientras, ella lo vio moverse más cerca del Padre
Joseph, por lo que los dos bloquearon la puerta. Incapaz de eludir su inquietud y cautela, suspiró
y entonces comprendió lo que Greg le había preguntado y cómo había contestado, y haciendo
muecas dijo—. Bueno, no, no realmente.
— ¿Qué es eso?— preguntó secamente—. ¿Sí, o no, no realmente?
Lissianna se encogió de hombros indefensa.
— ¿En cierto modo sí?
Él rodó sus ojos, entonces lanzó una mirada a Dwayne, cuando el hombre dijo:
— Yo fui la cena del viernes pasado.
Greg arqueó una ceja y se volvió a Lissianna para susurrarle:
—Pensaba que yo había sido la cena la noche del viernes pasado.
Exasperada porque él se preocupara incluso en un momento así, susurró:
— Tenía comida china el viernes pasado. Tú fuiste un aperitivo inesperado y Bob
simplemente estaba anémico.
— Dwayne— corrigió Greg, no molestándose ya en controlar su voz.
Ella se encogió de hombros.
— Él luce como un Bob para mí.

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— ¿Sí?— preguntó—. Chistoso, diría que él se parece más a un Dick. (Vulgarmente,
pene en inglés)
A pesar de la situación, Lissianna sonrió ante el juego de palabras. Dwayne encontró el
insulto un poco menos entretenido.
— ¡Hey!— chasqueó—. Estoy sosteniendo un arma.
— Está todo bien, Dwayne— el Padre Joseph palmeó su hombro, entonces explicó a
Greg—. Dwayne y yo nos encontramos la noche del viernes pasado fuera de un bar del centro
de la ciudad. Uno de nuestros clientes me había dicho que había un nuevo muchacho en las
calles y que estaba comiendo de los basureros de detrás del bar. Fui allí buscando al muchacho
para ver si podíamos ayudarlo, pero cuando yo me acerqué a los basureros, Lissianna venía
caminando desde detrás de ellos. Me sobresalté al verla, claro y la saludé. Nosotros hablamos y
ella afirmó que estaba allí con sus primas celebrando su cumpleaños. Cuando le expliqué por
qué estaba allí, ella se ofreció a ayudar, pero yo la envié dentro porque fuera hacía frío.
Entonces inspeccioné alrededor de los basureros por el muchacho y en cambio encontré a
Dwayne.
Greg se giró hacia ella, arqueando una ceja como diciendo "¿Lo recogiste en un bar?"
— Sí, lo sé— suspiró, y entonces agregó defensivamente—. Fue idea de Mirabeau.
Su mirada volvió a Dwayne y al Padre Joseph y Lissianna se castigó mentalmente por
su estupidez. No por recoger a extraños en los bares, aunque supuso que eso sonaba sucio y
barato, pero había estropeado más las cosas esa noche. Lissianna se había olvidado por
completo de que Dwayne estaba detrás de los cubos de basura cuando ella se había dado prisa
para volver al bar, para evitar cualquier pregunta difícil del Padre Joseph. Ella supuso que eso
explicaba cómo el anémico hombre había conseguido recuperarse y dejar el estacionamiento
cuando ella y los otros dejaron el bar momentos después. Lissianna se había preguntado sobre
eso en el momento, pero no había unido la presencia del Padre Joseph y la clara recuperación
del hombre.
Lissianna agitó su cabeza, pensando que era bastante asombroso que hubiera
sobrevivido para llegar a los doscientos años si ella hubiera cometido muchos errores como
estos a través de los años. Quizás debería habituarse a comida intravenosa en el futuro, por lo
menos hasta que Greg la curara de su fobia.
— Dwayne estaba en mal estado— anunció el Padre Joseph, despertando su atención de
nuevo—. Estaba débil por la falta de sangre y desorientado. Lo puse en la camioneta, pensando
que estaba borracho y necesitaba ayuda. Iba a llevarlo al refugio por un poco de café, pero una
vez en la camioneta, la luz interior reveló las marcas en su cuello y en cambio lo traje a la
rectoría.
El sacerdote miró enfurecido a Lissianna.
— Yo había visto antes marcas así… en los cuellos de algunas de esas pobres almas en
el refugio. Cuando les preguntaba por ello, siempre me daban las más ridículas respuestas;
habían sido apuñalados accidentalmente con un tenedor en una barbacoa, o se cayeron con un
lápiz… dos veces.
Greg se volvió con una mirada incrédula en su camino y ella rodó sus ojos.
— Intenta pensar algo para explicarlo entonces, si eres tan inteligente— siseó en voz
baja, no queriendo que los dos hombres la oyeran.
— La explicación de Dwayne— el Padre Joseph continuó secamente—. Fue que él
había arrancado el enchufe de el cargador de su alargador de pene de la pared por el cordón y se
le había escapado y golpeado en el cuello.
La boca de Greg cayó de golpe y Lissianna hizo una mueca de dolor.

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— Bueno, el hombre tenía un pepino bajo sus pantalones y era tan falso…— dijo con
irritación, olvidándose de mantener su voz baja esta vez.
— ¡Yo no lo hice!— lloriqueó Dwayne, ruborizándose de un color rojo brillante,
entonces arruinó la negativa agregando—. Además, ¿Cómo sabes lo del pepino? ¿Hicimos algo
detrás de los cubos, después de todo?
— No— dijo Lissianna bruscamente, más por el bien de Greg que el de Dwayne. Se
apoyó entonces en Greg y susurró—. Lo supe de la misma manera que supe que él estaba
anémico.
— ¿Mordiéndolo?— preguntó Greg con escepticismo—. ¿Simplemente dónde lo
mordiste?
— Leyendo su mente— siseó.
— Oh, bien— dijo Greg, aparentemente recordando que mientras ella no había podido
leer su mente, si poda leer la de todos. El sacerdote miraba a Dwayne, quien parecía incómodo
pero asintió—. Sí.
El Padre Joseph frunció el entrecejo, entonces se volvió hacia Lissianna.
— Has estado alimentándote de las personas en el refugio, las pobres almas
desafortunadas, para su mala suerte.
Lissianna cambió de opinión culpablemente. Puesto así, parecía bastante malo. El hecho
de que había esperado poder ayudar a las personas, así como ellos la ayudaban
inconscientemente, realmente no parecía compensarlo.
— Mire, Padre— comenzó Greg, sólo para hacer una pausa cuando el sacerdote levantó
el revólver que sostenía.
— Entiendo que las armas no pueden hacer mucho daño— dijo —. Pero harán algunos,
y éstas están cargadas con las balas de plata si eso hace alguna diferencia.
Lissianna rodó sus ojos.
— Efectivamente lo hace, si eres un hombre—lobo.
— ¿Dónde consiguió las balas de plata?— preguntó Greg con asombro.
— Las encontré en internet— explicó Dwayne —. Puedes conseguir alguna mierda
buena en internet.
— Bueno, aunque las balas de plata funcionen o no, por lo menos te harán más lenta
para que podamos estacarte—dijo el Padre Joseph, devolviendo la conversación a donde él
quería—. Y estacarte —como todos nosotros aprendimos la otra noche — es bastante
efectivo….aunque obviamente no mortal.
— ¿Ese era usted?— preguntó Lissianna repentinamente helada—. Usted dijo que tenía
que probarme primero antes de intentar algo drástico. Yo pasé esas pruebas, y ¿aún así me
estacó?
El Padre Joseph se movió incómodamente.
— Lo oí por casualidad…— él hizo una pausa y frunció el entrecejo, entonces
preguntó—. ¿Cuál es el nombre de la muchacha que trabaja en el turno nocturno cuándo tú no
estás allí?
— Claudia—le facilitó ella.
— Sí. Claudia. La oí por casualidad decirle a Debbie que ella necesitaba hablarte para
ver si tú cambiabas una de tus noches con ella esta semana, pero tenía problemas en localizar tu
departamento. Debbie dijo que habías estado con tu madre todo el fin de semana, pero estabas

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quedándote en su casa esa noche y que la llamarías a la mañana siguiente cuando ella llegase a
casa.
La respiración de Lissianna salió en un resoplido. Mucho había pasado desde la
estacada y la mayoría de estas cosas habían sido más bien molestas, pero el ataque todavía había
estado en el fondo de su mente, preocupándola. Ella había estado segura que Debbie no podía
estar detrás del ataque, pero eso la había dejado bloqueada. Nunca se le habría ocurrido que Deb
podría haber mencionado a cualquiera que Lissianna estaba quedándose en su casa esa noche.
— Llamé a Dwayne— continuó el Padre Joseph—. Él supuestamente estaba
inspeccionando y viendo si podía enterarse de algo. Simplemente se suponía que el estaba
observando.
Dwayne se movió bajo la intensa mirada que le dirigió, entonces asumió el control de la
explicación y dijo:
— Eso es todo lo que yo pensé hacer, sólo tomé la estaca en caso de tener suerte.
Ante la mirada de duda de Lissianna, él insistió:
— De verdad. Los vampiros normalmente son criaturas de la noche y pensé que tendría
que esperar hasta que te fueras a descansar al amanecer. Realmente pensé que iba allí a
reconocer, conseguir una percepción de la distribución de la casa de Debbie, entender qué
cuarto era tuyo y en cuál estaría ella cuando las dos os acostarais— dijo, de repente sonrió
abiertamente—. Pero cuando llegué allí, las cortinas estaban abiertas en la sala y podía veros a
los dos en el sofá, entonces me moví a la ventana del dormitorio cuando ustedes trasladaron la
acción allí.
Lissianna sintió el rubor desde las puntas de sus dedos de los pies hasta la punta de su
cabeza. Lo que fue seguido por enojo, ante la idea de Dwayne mirando lascivamente a través de
la ventana en su primera vez juntos. Ella se olvidó de semejantes inquietudes cuando él
continuó.
—Te vi morderlo y fue toda la prueba que necesitábamos— sonrió, como un gato que
encuentra crema, y siguió—. Esperé tener una larga noche fría, de pie por ahí, mirando
fijamente en las ventanas hasta que Debbie viniera casa y que todos se acostaran. Yo no podía
creer mi suerte cuando lo dejaste en el dormitorio y fuiste a dormir al sofá. Y entonces, cuando
probé las puertas de vidrio corredizas en el comedor y las encontré abiertas… era demasiado
bueno para ser verdad— lanzó una mirada al sacerdote y sonrió abiertamente — Casi como una
bendición de Dios.
— Pero no funcionó— señaló Lissianna, dirigiendo su comentario al sacerdote—. Si
fuera verdad que Dios desea que me mate…
— Fue por mi falta que no funcionó—interrumpió el Padre Joseph —. No debí haber
enviado al muchacho, debí haber ido yo mismo. También debería haber hecho más
investigaciones desde el principio. Si lo hubiera hecho, habríamos estado preparados para
aprovechar la oportunidad que Dios nos dio. En cambio, todavía dependíamos de lo que las
películas y libros afirmaban. Todavía no había aprendido mi lección.
El sacerdote estaba pálido y lucía demacrado por la falta de sueño. Obviamente no
había tenido mucho descanso la última semana, teniendo doble turno de trabajo en el refugio
durante el día y vigilando su rebaño, el de ella, por la noche. Lissianna sabía que la privación de
sueño podía llevar a la ansiedad extrema y a las alucinaciones, entre otras cosas. Greg era el
psicólogo, pero ella sospechaba que, con el Padre Joseph, la privación del sueño había causado
un quiebre de la realidad. Esto lo debe haber puesto en el borde si él realmente pensaba que
Dios la había puesto a ella en su camino, para matarla.
— Así, como estaba diciendo— continuó Dwayne, atrayendo la atención de todos—.
Entré sigilosamente a la casa, en la sala, me acerqué a ti y ni siquiera te despertaste. Pero

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estabas de costado y estaba tratando de entender cómo conseguir que rodaras hacia tu espalda,
cuando de repente hiciste simplemente eso. Solo te giraste.
— Otra bendición de Dios—murmuró el Padre Joseph.
— Era el frío— chasqueó Lissianna con impaciencia—. Él dejó la puerta de vidrio
corrediza abierta y estaba entrando una corriente de aire. Esto me despertó. Yo rodé para
levantarme y encontrar otra manta para mantenerme caliente.
— Eso fue un milagro—insistió el Padre Joseph —. Le permitió estacarte.
— Por todo lo bueno que hice— murmuró Dwayne.
— Sí— el Padre Joseph frunció el entrecejo—. Al principio yo estaba muy disgustado
con Dwayne por estacarte, hasta que me explicó que en efecto te vio morder a tu amigo— su
mirada cambió a Greg, entonces apartó la vista y agitó su cabeza—. Una vez que él me dijo
sobre eso, pensé que había sido la voluntad de Dios y todo el asunto terminó. No podía creerlo
cuando tu madre llamó al refugio la noche siguiente y dijo que no irías porque te habías puesto
enferma— algo de la devastación que él debía de haber sentido entonces, se mostró en su cara—.
No podía creerlo. ¡Se suponía que estabas muerta! En un momento dado incluso pensé que era
una mentira; que debías de estar muerta, pero…— levantó su cabeza y la miró detenidamente—.
Esto es cuando finalmente hice la investigación que debería haber hecho al principio.
— Yo hice la investigación— dijo Dwayne con irritación—. Usted ni siquiera sabía
cómo usar Internet.
— Usé los recursos que Dios me había enviado y llamé a mi amigo “informático” para
hacer la investigación— corrigió severamente el Padre Joseph, entonces les informó—. Él es
muy bueno con las computadoras; es un programador.
Lissianna sarcásticamente levantó una ceja en dirección a Dwayne. Parecía que el
bronceado, el relleno y el pepino no eran las únicas cosas que había falsificado esa noche. Él le
había dicho que estaba haciendo su último año de pasantía y una vez que él fuera un doctor con
todas las de la ley, planeaba empezar su propia práctica médica familiar.
Intentando impresionarla, supuso ella. Idiota. ¿Qué habría hecho si ellos se hubieran
caído bien y él hubiera querido seguir una relación con ella? ¿Cómo habría explicado que él no
era un interno después de todo?
— Dwayne encontró toda clase de información en Internet— anunció el Padre Joseph
—. Por supuesto, había las cosas habituales sobre cruces, agua bendita y ajo; que ya sabemos
que están equivocadas, pero había también sugerencias sobre derrotar a uno de los de tu clase.
Algunos sitios alegaban que una estaca atravesando el corazón lo haría, pero otros decían que
una vez que la estaca fuera quitada, el vampiro podía resucitar… como tú lo estabas. Esos sitios
alegaban que tenías que cortar la cabeza del vampiro para terminar el trabajo correctamente.
— Dios— murmuró Greg —. ¿No te encanta Internet?
Lissianna compartió una mueca con él, pero se giró hacia el Padre Joseph cuando él
continuó.
— Supe que no podía manejarlo solo. Así que, conseguí de nuevo la ayuda de Dwayne
y preparamos esta casa, entonces surgió este plan para atraerte aquí esta mañana. Claro, en ese
momento, yo esperaba que estuvieras conduciendo tú misma a trabajar como normalmente lo
hacías. Cuando fuiste llevada al trabajo anoche, yo temí que el plan tendría que ser aplazado
para otro día, pero entonces se presentó tu amigo. La Providencia nos echó una mano otra vez—
dijo con un suspiro satisfecho—. Mientras él estaba en tu oficina contigo, yo llamé a Dwayne y
él me dijo cómo preparar esto para que el automóvil no arrancara, entonces salió hacia aquí para
esperar por su llegada… y aquí estamos.
— Aquí estamos— acordó Greg secamente, atrayendo atención del Padre Joseph.

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— Por supuesto, cuando concebimos el plan, sólo estábamos contando con que era
Lissianna con quien teníamos que tratar— señaló el sacerdote —. Así que, tengo miedo, sólo
traje una estaca.
— Es una lástima— dijo Greg agradablemente—. Oh bueno, supongo que tendremos
que aplazar esto para otro momento, ¿no?
— Eso no será necesario— le aseguró tranquilamente el Padre Joseph, entonces
agregó—. Tengo algo de madera en la parte de atrás de la camioneta. Estoy seguro de que no
nos llevará mucho tiempo crear otra estaca… O lo podríamos hacer de uno a la vez. Lissianna
primero, creo— decidió él —. Podemos estacarla y decapitarla, entonces usar la misma estaca
contigo.
— Señoras primero, ¿eh?— Lissianna no se molestó en ocultar su sarcasmo.
— Lo haré tan rápido y sin dolor como pueda— le aseguró solemnemente el Padre
Joseph, entonces dudó y dijo—. Sería más fácil si no lucharas y simplemente me permitieras
acabar con esto.
Yo apostaría, ella pensó severamente.
— Y entonces encontrarás finalmente la paz— agregó, intentando tentarla. Con una
mueca dijo—. Sería mucho más simple que tener que dispararte media docena de veces y luego
estacarte mientras estés débil.
— Padre, apenas voy a estar de pie y permitirle estacarme— dijo Lissianna
pacientemente.
— Tenía miedo de que nos hicieras hacer esto de la peor manera— dijo el Padre Joseph
con un suspiro—. Nunca temor. Estamos preparados para eso. Dwayne, es la hora.
— Él instaló esto hoy— les informó el Padre Joseph orgullosamente mientras el
hombre más joven cogía un control remoto de su bolsillo—. Él es bastante diestro.
Lissianna se tensó, alerta ante cualquier eventualidad. Dwayne presionó un botón en el
control remoto y entonces un sonido desprevenido atrajo su mirada, para ver el techo
retirándose sobre su cabeza. Ella miró fijamente con asombro mientras el techo inclinado
comenzaba a deslizarse hacia las paredes.
No era el techo, comprendió ella, era una lona negra que había sido colgada para cubrir
el techo y las paredes y había sido instalada para ser soltada cuando Dwayne presionara un
botón del control remoto. La tela pesada estaba deslizándose para revelar que el oscuro cuarto
en el que ellos habían estado de pie, era realmente una terraza interior (cuarto con las paredes y
techo de vidrio) y que mientras habían estado hablando, el sol había salido. La brillante luz del
sol se derramó en ellos desde cada dirección, excepto desde la pared en la que el Padre Joseph y
Dwayne estaban parados delante.
— No les está sucediendo nada— dijo nerviosamente Dwayne, cuando la tela serpenteó
a los jardines, fuera de las ventanas y se agrupó allí.
El Padre Joseph gruñó con irritación, entonces frunció el ceño y empezó a remover en
su bolsillo cuando su teléfono celular empezó a sonar. Él miró con atención al despliegue de la
ventana, frunció el entrecejo, entonces gritó a Dwayne — Vigílalos — y se movió más cerca de
la puerta. Se giró de espaldas cuando contestó al teléfono.
Dwayne lamió sus labios nerviosamente y apuntó su arma hacia ellos. Lissianna notó
que la punta del arma estaba temblorosa y esperó que él no les disparara a uno de ellos
accidentalmente, por su nerviosismo.
— De acuerdo Lissianna, ahora es el momento— murmuró Greg.
Ella le lanzó una mirada confusa.
— ¿Ahora es el momento para qué?

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— Ya sabes— hizo una cara y cabeceó significantemente hacia Dwayne —. Haz tu cosa.
Pon el hechizo en ellos. Yo lo intentaría, pero no me has enseñado esas cosas todavía.
— Oh— suspiró ella —. ¿Piensas que no lo he intentado?
— ¿Qué?— él frunció el ceño.
— Eso no está funcionando— le dijo Lissianna —. Ellos saben lo que somos.
— ¿Y qué? Tu madre pudo controlarme después de que yo supe lo que eras.
— No. Esa era Tía Martine. Ella es más vieja y más poderosa que mamá, e incluso ella
tenía que estar completamente en tu cabeza para hacerlo. Normalmente podemos controlar la
conducta con una sugerencia; pero con estos dos siendo conscientes de lo que somos, ellos son
cautos y esto los hace resistentes. Yo tendría que estar completamente dentro de sus
pensamientos para controlarlos, y posiblemente no pueda controlar dos de ellos de una vez.
— Entonces…
— Greg— dijo tranquilamente— Si controlo uno y el otro dispara a cualquiera de los
dos, habrá sangre.
Él dejó salir una lenta respiración cuando comprendió lo que eso significaba. Gracias a
su fobia— la que él no había curado— ella se desmayaría, entonces ningún hombre podría ser
controlado, y él y Lissianna estarían muertos. O quizá no.
— Soy más fuerte y más rápido que ellos dos, ¿no?— preguntó.
— No por mucho todavía— dijo calladamente— A finales de mes, serás diez veces más
fuerte y más rápido y esto aumentará más aún con el tiempo, pero ahora mismo todavía eres
nuevo y apenas estas fortaleciendo tus habilidades y fuerzas— dijo Lissianna excusándose,
luego agregó—. Y Greg, no quiero herirlos… bueno, por lo menos no al Padre Joseph.
— El hombre está planeando matarnos, Lissianna— señaló Greg.
— Sí, pero no porque él es malo o cruel, él simplemente piensa que está haciendo el
trabajo de Dios y dándonos paz— señaló ella y agregó—. Las creencias del Padre Joe son muy
fuertes.
— ¿Qué vamos hacer, entonces?— preguntó.
— No estoy segura— admitió ella con un suspiro—. Estoy esperando a que podamos
hablar con él sin que nos mate. Quizá convencerlo de que está en un error y de que no somos
vampiros.
Greg no parecía contento. Después de un momento, suspiró y dijo:
— Bueno, entonces mejor podrías hablar rápido, porque pienso que el sol ya está
afectándome.
Lissianna lo miró con preocupación. Ella notó que él estaba empalideciendo y
silenciosamente se dio de puntapiés por no comprender que esto le afectaría tan rápidamente.
No estaba afectándola a ella aún, pero sus nanos estaban haciendo el doble de trabajo en este
momento, todavía haciendo cambios menores, pero necesarios a su cuerpo y ahora también
teniendo que reparar el daño que los rayos solares le estaban infligiendo. Incluso sin la luz del
sol, él necesitaría alimentarse más a menudo que ella por los próximos meses, pero con esto…
Más conversación fue imposible cuando el Padre Joseph colgó el teléfono con un
murmullo y volvió a su lugar al lado de Dwayne.
— Hay una emergencia en el refugio— anunció—. Tengo que volver, así que debemos
asegurarnos de que esto acabe.
El sacerdote dudó, pareciendo no saber cómo comenzar, entonces suspiró y levantó su
arma.

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— Espere— dijo Greg cuando el Padre Joseph apuntó el arma hacia ella—. ¿Padre, y si
está equivocado?
— ¿Sobre qué?— preguntó cautelosamente—. Ella es un vampiro.
— ¿Lo es?— preguntó—. ¿Está seguro?
Él cabeceó; con firme certeza.
— ¿Qué hay del ajo, las cruces, el agua bendita y el sol? Estaba bastante seguro sobre
eso, también, ¿no? Pero no tenían efecto sobre ella. ¿Eso no le dice nada?
El Padre Joseph frunció el entrecejo y por un momento Lissianna estuvo segura de que
Greg los había salvado cuando vio el parpadeo de duda en su cara, entonces él agitó su cabeza.
— Sí, esto me dice que las películas y los libros están todos equivocados sobre cómo
tratar con los vampiros.
— ¿Y si ellos no están equivocados? ¿Y si usted es el que está equivocado?— preguntó
con urgencia.
El sacerdote agitó su cabeza severamente.
— Dwayne la estacó y aún está viva. Ella tiene que ser un vampiro.
— Sí, Dwayne intentó estacarla— dijo Greg pacientemente—. Pero, Padre Joseph, toma
mucha fuerza atravesar el músculo y el hueso del pecho y, afortunadamente, no la golpeó lo
suficientemente duro como para hacerle mucho daño. La estaca golpeó la clavícula y se detuvo.
— ¡Su clavícula!— lloriqueó Dwayne con escepticismo.
Lissianna contuvo su sorpresa ante el alegato de Greg. La estaca no había ido cerca de
su clavícula, la puntería de Dwayne había sido buena, apenas había errado a su corazón.
— Estaba oscuro— señaló Greg al hombre más joven— Y afortunadamente eso debe de
haber desviado su puntería. Como digo, agujereó la piel y golpeó su clavícula. Había mucha
sangre, pero el daño real era muy pequeño.
— ¿Esto podría ser verdad?— el sacerdote miró fijamente a Dwayne asombrado, pero
cuándo sólo estaba parado allí pareciendo dudoso, él se giró hacia Lissianna y preguntó—. ¿Lo
es?
— Es verdad — Lissianna aprovechó la mentira de Greg y la exageró—. Yo estuve en
la sala de urgencias la mayor parte de la noche, pero entonces me dieron finalmente un par de
Tylenol, un par de puntadas y me enviaron casa. Habría venido a trabajar anoche, pero cuando
me desperté tenía que ir a la estación de policía para rellenar un informe y eso tomó tanto
tiempo como la visita a la sala de urgencias.
— Pero, estoy seguro de que la golpeé, sentí la estaca entrar—sostuvo Dwayne.
— Tenía un par de mantas encima mío— dijo Lissianna, sabiendo que había estado
oscuro y posiblemente no podría saber que ella sólo esta cubierta con una colcha—. Ellas
taparon el golpe. La estaca pasó a través de ellas, pero solo me hirió un poco.
Dwayne agitó su cabeza, la confusión cubría sus rasgos.
— Ella no es un vampiro, Padre— dijo Greg firmemente—. Yo tampoco. Soy un
psicólogo.
— ¿Usted es su psicólogo?— preguntó el Padre Joseph con desconcierto.
Lissianna vio a Greg sonreír y supo que simplemente él propondría un plan. Ella esperó
que este funcionara. Él realmente estaba empezando a lucir mal.
— Sí. Soy el psicólogo de Lissianna. Puede verificar mi identificación, si quiere— sacó
su billetera de su bolsillo y la lanzó al suelo delante de los dos hombres.

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Dwayne se agachó para recoger la billetera, manteniendo el arma apuntando hacia ellos
todo el tiempo y haciendo malabares mientras buscaba entre el contenido de la billetera.
Lissianna contuvo la respiración y esperó, seguro que el idiota le dispararía a uno de ellos
accidentalmente, antes de que él hubiera terminado. Ella esperaba que el hombre errara con el
tiro; ella solo se desmayaría ante la vista de sangre si Greg recibía un disparo de todas maneras.
Pero, al final, ella supuso que realmente no importaba ya que el Padre Joseph todavía los tenía
en su mira.
— Dr. Gregory Hewitt— leyó Dwayne en voz alta y entonces frunció el entrecejo—.
Ese nombre me parece familiar.
— Había un artículo sobre ti en el diario hace unas semanas— recordó el Padre Joseph.
— Sí— dijo Greg solemnemente.
— Oh sí, yo lo leí— asintió Dwayne —. Eres ese especialista en fobias.
— Las fobias son mi especialidad— admitió él —. Pero también trabajo con otros
desórdenes y la madre de Lissianna me contactó porque estaba preocupada por ella. Lissianna
padece…— dudó y entonces preguntó—. ¿Ha oído hablar alguna vez de licantropía?
— Oh, eh, sí— dijo Dwayne cuando el Padre Joseph apenas miró—. Eso es cuando las
personas piensan que ellos son hombre—lobo, ¿verdad?
— Correcto— asintió Greg —. Bueno, Lissianna padece una dolencia similar, sólo que
ella piensa que es un vampiro.
Ambos hombres se giraron para mirar a Lissianna y ella esperó que no se estuviera
mostrando nada de su sorpresa. No había esperado el cuento que Greg estaba proponiendo, pero
podía funcionar si ellos se lo creían.
— Pero ella es un vampiro— protestó el Padre Joseph— Ella mordió a Dwayne y ha
mordido a otros en el refugio.
— Abre tu boca, Lissianna— pidió Greg.
— ¿Qué?— ella lo miró inexpresivamente, confundida por la súbita orden.
— Muéstrales tus dientes— dijo significantemente, entonces se movió a su lado y tomó
su cara, mientras explicaba—. Ella está resistente porque no tiene sus dientes falsos.
Comprendiendo lo que él estaba tramando, Lissianna se relajó, permitiéndole abrir su
boca.
— ¿Ve? Ningún colmillo— Greg usó suavemente un dedo para alzar su labio superior
de un lado y después del otro. Fue una acción rápida, solo el tiempo suficiente para que ellos
vieran que sus caninos no se extendían pasando sus otros dientes, pero no lo suficiente para que
ellos no notaran que las puntas eran puntiagudas.
El Padre Joseph y Dwayne dieron un paso adelante, entonces se detuvieron. Ambos
hombres fruncían el ceño.
Greg liberó a Lissianna y se giró para enfrentarlos completamente, mientras, continuó:
— Ella tiene dientes de cerámica que pega sobre sus colmillos reales cuando sale a
bares para encontrar a alguien a quien morder. Lissianna trabaja de noche, ya que, por supuesto,
los vampiros no pueden estar a la luz del día. Ella sigue todas las leyes vampiro, rehuye del ajo
y de los símbolos religiosos.
— Ella comió el puré de ajo que le di en el refugio— señaló el Padre Joseph—. Y no
reaccionó en absoluto a las cruces en su oficina. Si ella cree que es un vampiro, ¿no debería por
lo menos reaccionar a ellos?
Lissianna echó un vistazo a Greg, preguntándose cómo explicaría eso.

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Él vaciló y luego dijo:
— Ella no estaba en su personalidad vampiro en aquel momento.
— ¿Su personalidad vampiro?— preguntó Dwayne —. ¿Estás diciendo que ella tiene
personalidades múltiples o algo así?
Greg dudó de nuevo y luego lanzando una arrepentida mirada hacia ella, dijo:
— Sí. Ella está disociada en dos personalidades distintas. Una de ellas es
simplemente— él se encogió de hombros—. “Lissianna”. La otra cree que es un vampiro de
doscientos años que camina por la noche.
— Pero— el Padre Joseph pronunció una maldición cuando su teléfono sonó de nuevo.
Sacándolo de su bolsillo gruñó—. ¿Sí?
Lissianna miró hacia Greg, señalando que aparte de su palidez, reveladoras gotas de
sudor se acumulaban en su frente. Él estaba sufriendo. Volviendo a los aspirantes a asesinos, se
concentró en Dwayne. De los dos, ella imaginaba que su convicción de que ellos eran vampiros
fue la más afectada por la historia. Greg había tenido una idea. El Padre Joseph se resistía,
porque si esto fuera cierto, que ellos no fueran vampiros, entonces tendría que aceptar que había
intentado estacar a una mujer inocente. Él prefería creer que estaba en una misión de Dios.
Su intento de deslizarse en la ahora confusa mente de Dwayne, llegó a un abrupto final
cuando el Padre Joseph dijo bruscamente:
— No importa donde estoy. Estoy en camino ahora. Estaré allí en veinte minutos.
Apagó su teléfono con disgusto y dirigió su atención de nuevo a ellos — Tenemos que terminar
esto. Tengo que volver ahora. No hay más tiempo para discusiones.
— Si es así, déjenos ir— Greg dio un paso hacia adelante mientras hablaba, entonces se
congeló cuando un disparo estalló en el cuarto.
— ¡Oh Jesús!— respiró Dwayne —. No quise hacer esto. ¿Por qué se movió? No quise
hacer…
Lissianna miró de él a Greg con confusión.
— ¿Qué?— comenzó y entonces hizo una pausa cuando Greg se giró lentamente hacia
ella y vio la sangre extenderse en su pecho.
Consciente del repentino rugido en sus oídos, Lissianna se enfocó en la mancha de color
rojo brillante y observó que cuanto más tiempo miraba, más oscura y más grande que parecía
volverse. Pronto su visión se llenó de esto y entonces experimentó una sensación de caída y
comprendió que se estaba desmayando.

Capítulo 22
—No abras los ojos, puedes seguir débil.
Aquellas fueron las primeras palabras que escuchó Lissianna. Sus ojos parpadearon
preparándose para abrirse mientras recuperaba la conciencia, pero los cerró fuertemente y tomó
una lenta respiración.
—¿Greg?
—Si.
—¿Estás bien?—le preguntó Lissianna, hacia donde podía deducir venía la voz.
Preguntó simplemente para escuchar su voz nuevamente. No había estado lo suficientemente
despierta la primera vez que habló, y no podía juzgar nada por la palabra “sí”, pero Lissianna
pensaba que sonaba un poco extraña.

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—Sí. Supongo que estoy bien—las palabras fueron seguidas por una forzada risa. Ella
suponía que el sonido provenía a través de sus dientes, así como su discurso. El hombre
apretaba sus dientes, diciéndole que el dolor era horrible.
Ella giró su cabeza hacia la izquierda, abrió sus ojos y se encontró afuera en un patio
soleado. No había señales del Padre Joseph o Dwayne, y Lissianna estaba segura que, de hecho,
ella y Greg estaban solos en el soleado porche.
Cuando giró su cabeza un poco más, Lissianna pudo observar que estaba sentada,
apoyada en la puerta de cristal corrediza. Sus brazos sobre su cabeza, sus muñecas amarradas
con cadenas. Estaba encadenada a la pared.
—Secuelas de la Inglaterra medieval—murmuró ella, y luego le preguntó a Greg—.
¿También estas encadenado a la pared?
—Sí.
Lissianna asintió.
—¿Qué pasó? ¿Por qué no nos matan?
—Bien, tu desmayo al ver sangre los confundió. No encajaba con la imagen de un gran
vampiro malo—dijo él burlándose—. Ahora no saben qué pensar. Padre Joseph estaba en mal
estado. No sabía qué hacer, pero tenía que irse y no tenía tiempo de momento para discernir,
entonces decidieron encadenarnos hasta que se ocuparan de la situación de emergencia en el
refugio.
—Significa que no creen que seamos vampiros y se marcharon dejándote herido y
sangrante?—preguntó Lissianna con asombro.
—Sí, buena esta la cosa—dijo Greg, y ahora era positivo que él le hablará a Lissianna
apretando los dientes—. Su Padre Joe se apresuró a ayudarme después de tu desmayo. Abrió mi
camisa y comenzó a limpiar la sangre, entonces él y Dwayne discutieron si llamar o no a una
ambulancia. Padre Joseph estaba insistiendo en que debían hacerlo, pienso que después de todo
él estaba cayendo en la historia. Dwayne no quería hacerlo; tenía miedo de ir a la cárcel por
dispararme. El Padre Joseph finalmente lo convenció de llamar, entonces regresaron a curarme
nuevamente y notaron que la herida era pequeña. Él le dijo a Dwayne que colgara.
—Oh, querido—murmuró Lissianna.
—Sí—acordó Greg con un cansado suspiro—. Él estaba molesto porque la bala de plata
no me mató… sobre eso, la bala estaba saliendo mientras discutían. ¿Cómo es…?
—Los nanos pueden considerarlo un cuerpo extraño y trabajar en expulsarlo.
—Increíble—suspiró.
—No realmente, naturalmente el cuerpo hace lo mismo con astillas y tales—ella
observó nuevamente las cadenas—. ¿Planean cuidarnos cuando regrese el Padre Joseph?
—Sí—él sonrió sin aliento—. Las buenas noticias son que el Padre Joseph mencionó
que trajo una madera y Dwayne está fabricando una estaca mientras hablamos, así que no habrá
espera. Podemos ser estacados si al final así lo deciden.
—Maldición—sopló Lissianna.
—Exactamente mis sentimientos—agregó Greg. Calló, y ella pensó haber escuchado un
gemido antes del silencio. Preocupada por comer, cerró sus ojos, giró su cabeza hacia la
derecha, inclinándose hacia atrás, y abrió sus ojos. Lissianna dejó escapar un pequeño suspiro y
se encontró mirando la pared y el techo de cristal sobre ellos. Tomando otra fuerte respiración,
lentamente deslizó su mirada hasta el tope de su cabeza y comenzó a ver…entonces su frente,
sus ojos, su nariz, su boca.

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Lissianna se detuvo una vez su rostro estuvo a la vista, sabiendo que si captaba una
visión de una gota de sangre se desmayaría otra vez.
Ahora podía verlo, casi lamentándose de ello. Entre la herida y el sol, Greg estaba en
mal estado. Él se inclinó contra la pared como ella hizo, pero con su cabeza agachada como si la
encontrara demasiado pesada. Sus ojos estaban cerrados y su rostro tan pálido que estaba gris.
Se le veía casi firme ante el dolor. Greg necesitaba desesperadamente sangre y sufría
horriblemente.
Ignorante de que Lissianna lo estaba observando, él tomó una lenta y profunda
respiración y dijo con voz firme.
—Tal vez no. Puede que sólo jueguen conmigo y no contigo. Cuando se fue, Padre
Joseph no sabía qué pensar. Ellos creen que soy un vampiro, pero no están seguros de que tú lo
seas. Consideran que eres un nuevo vampiro, y esa es la razón de tu desmayo al ver sangre.
Padre Joe mencionó que si ese fuera el caso, podrías regresar a tu estado normal si era vencido.
—Oh—Lissianna sintió su corazón romperse cuando él se detenía para hablar y
apretaba sus labios con dolor. Él estúpido hombre estaba tratando de ser valiente y no dejarle
saber cómo estaba sufriendo.
Si hubiera sido ella, estaría gritando y brillando en el infierno. Lissianna no era una
fanática del dolor.
Decidiéndo que tenía que conseguir sacarlo de allí, miró hacia arriba fijamente y dio un
experimental tirón al agarre de las cadenas que sostenían sus brazos a la pared—. Me sorprende
que Dwayne no este aquí haciendo guardia.
—Lo hizo, por un tiempo—dijo Greg—. Se sentó aquí, sonriendo y tallando la maldita
estaca sobre una media hora, pero entonces algo lo asustó y se fue. Pienso que está tallando su
estaca afuera mientras espera a que regrese el Padre Joseph.
—¿Él tuvo algún tipo de alucinación?—preguntó Lissianna.
Greg sonrió corto y breve.
—Tal vez tenga algo que ver con mi amenaza de arrancarle el corazón y comérmelo.
—¿Qué?—Ella preguntó con una media sonrisa de incredulidad.
—Bien, estaba con dolor y enojado, pero no fue por que no llamaran a una ambulancia
cuando notaron la herida encogiéndose—Greg se excusó a sí mismo, entonces añadió—: Y el
idiota estaba haciendo las más estúpidas y malditas preguntas.
—¿Cómo qué?—preguntó Lissianna, con la esperanza de distraerlo del dolor.
—Preguntas como, ¿Qué le gusta hacer a una mujer vampiro? ¿Y puede un tipo
mantener una erección más que un vampiro?—Greg sacudió su cabeza con disgusto—. El tipo
es un patético y desagradable perdedor. No puedo creer que lo mordieras.
Antes de que Lissianna pudiera responder a eso, él preguntó:
—No fue como cuando nosotros… quiero decir, no te gustó…
Él mordió sus propias palabras y cambió su posición, solo para hacer una mueca de
dolor.
—No es como cuando me muerdes—dijo gentilmente Lissianna, reconociendo que él
estaba celoso. Ella no podía realmente culparlo. Todas sus mordeduras habían incluido, al
menos, besos y mucho más; ella no estaba sorprendida de que se preguntara si la alimentación
era como con ella. No estaba sorprendida de que él se preguntara si siempre la alimentación
sería así para ella.

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—Nunca besé a Dwayne. De hecho, besar no es usualmente parte de una alimentación
para mí, Greg. Tú eres un caso especial—le informó ella, entonces recordó que el hombre trató
de besarla. Lissianna simplemente no le respondió.
Encogiéndose sin darle importancia, ella continuó:
—Y, como es un perdedor irritable, haberlo mordido me hizo sentir un poco menos
culpable.
Greg tomó un aliento sonriendo, entonces hizo una mueca de dolor y pausó por un
minuto antes de poder decir:
—Me imagino cómo sería el caso. Yo no me sentiría del todo culpable por morderlo.
—Tal vez tendrás una oportunidad—murmuró Lissianna, y volteó su rostro hacia las
cadenas, pensando que si podía conseguir salir, Dwayne podría ser el almuerzo de Greg.
Anémico o no, ella tenía la esperanza de que Greg pudiera aliviar con él su incomodidad y darle
un poco de fuerzas para poder escapar.
Lissianna tendría entonces que llegar a casa y enviar a su madre y a los otros.
Limpiarían la memoria de Dwayne, y entonces esperarían a que regresara el Padre Joseph y lo
capturarían, también. Con la cautela que estaban teniendo, ella no sería capaz, pero los hombres
no podrían reconocer a su madre, tía, o tío, y los viejos Argeneau harían lo que ella no podía.
—Supongo que definitivamente estoy fuera del trabajo. Tendré que dejar de trabajar en
el refugio—dijo Lissianna para mantener a Greg hablando—. Supongo que eso terminará con
nuestro conflicto de horarios.
—Si. Eso es cierto—dijo Greg con una fuerte risa, entonces rompió a toser
violentamente.
—¿Estás del todo bien?—preguntó preocupada, cuando el momento pasó.
—Sí. Sólo tengo la garganta un poco reseca. Necesito un trago. Me siento seco—se
quejó.
Lissianna apretó su boca. Eran los nanos, ella lo sabía. Podían succionar la sangre a una
velocidad increíble, y su cuerpo podía estar filtrando líquidos desde cualquier parte para
producir más sangre y así apaciguarse. No se lo dijo a Greg; en cambio, ella volteó su atención
hacia las cadenas que la mantenían en la pared.
Había solamente una longitud bastante larga de cadena, observó. Desde una de sus
muñecas a la otra, y había sido enroscada a la pared usando un aro. Lissianna estudió la anilla
con interés, notando que era una pieza de metal en forma de círculo, pero que sus extremos no
estaban soldados. Si aplicaba la suficiente presión, tal vez podría abrirlos, quizás lo suficiente
como para deslizar y liberar la cadena.
Sus muñecas continuarían estando encadenadas, pero ella podría ser capaz de levantarse
y tal vez salir de allí.
—Entonces—dijo Greg, llevando su mirada de vuelta a él—. Así que como en todas las
películas malas de terror, aquí terminamos, un par de vampiros, estacados afuera en el sol…o en
el porche, como sea el caso.
Lissianna rió, ella no podía evitarlo, su tono era tan sarcástico.
—Todas las malas películas—coincidió ella—. Hollywood no entiende a nuestros
vampiros.
—Creo que están celosos —anunció Greg—. Todo ese dinero y éxito, y ellos envejecen
y mueren.
—Sí—agregó Lissianna, pero ella no estaba divirtiéndose. Había vivido dos siglos,
Greg solo treinta y cinco y él no había mordido a nadie…bien, la mordió a ella, pero eso no

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contaba—y muriendo por ser como ella…y ella nunca le había dicho que lo amaba. ¿Por qué
nunca lo había dicho?
Porque tenía miedo—miedo a cometer un error, miedo a resultar herida.
Bien, hacía un par de horas ella había decidido no tener miedo nunca más, así que ya
era tiempo de decirle. Era ahora o nunca.
—Greg—le dijo tranquilamente.
—¿Sí?—sonaba tan cansado y adolorido.
—¿Recuerdas cuando me preguntaste sobre nuestra vida como compañeros?
—Sí. Dijiste que tu madre reclamó un verdadero compañero de vida para cada uno de
ustedes.
—No te dije cómo los reconoceríamos, ¿no?—dijo solemnemente. No se molestó en
esperar su respuesta, pero tomó una fuerte respiración, entonces dijo—: Nosotros suponemos
que los reconocemos por dos cosas: por no poder leer su mente y por no poder controlarlo. Así
como yo no puedo leer tu mente ni controlarte.
—Lo sé—dijo él suavemente, dibujando su asustada mirada en su rostro. Sonrió a pesar
de su dolor, y añadió—: Thomas me lo dijo.
—¿Cuándo?—le preguntó ella con sorpresa.
—Anoche—admitió, entonces dijo—: me hizo sentir mejor.
—¿Lo hizo? ¿Por qué?
—Porque me hizo comprender que lo que estaba sintiendo era probablemente lo que
creía.
Lissianna suspiró cansadamente.
—¿Era esto lo que significaba ser, entonces?
—Lissianna—él giró su cabeza lentamente hacia ella. Sus cejas se levantaron cuando
vio que lo observaba, pero dijo—: No me arrepiento de nada. Incluso si muero hoy, no me
perdería nada por nada en el mundo.
Cuando el comenzó de nuevo, su rostro estaba blanco. Greg sonrió y cerró sus ojos.
—Lissianna, ¿has notado que cuando estas feliz, el tiempo pasa rápido, y en cambio
cuando eres miserable realmente pasa lento?
—Sí.
Greg abrió sus ojos.
—La vida podría haber sido un parpadeo contigo aunque durase un milenio o un mes.
Soy feliz cuando estoy contigo.
Él le estaba diciendo que la amaba, y Lissianna tomó una fuerte respiración, la mantuvo,
volvió a soltarla lentamente, y dijo:
—Soy feliz contigo, también. Te amo, Greg, y aunque automáticamente no este
convirtiéndote en mi compañero de vida, me gustaría que lo fueras.
Greg tenía una aquietada expresión, entonces lentamente una sonrisa llegó a sus ojos.
—Te amo, y también me gustaría—le dijo seriamente—. He esperado treinta y cinco
años por ti y me enamoré en pocos días—pausó, y entonces añadió con tristeza—: Y deseo
poder ser tu compañero de vida. Por siempre no sería suficiente tiempo, pero no importa ya que
parece que no tenemos más que unas pocas horas—Greg sacudió su cabeza—. No puedo creer
que te perderé cuando apenas te encontré.

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—No me vas a perder—dijo tristemente.
—¿No hoy?—preguntó con incredibilidad.
—No—dijo ella firmemente—. Saldremos de aquí.
—¿Y cómo lo conseguiremos?
Él sonaba exhausto y gastado, y estaba empezando a parecer como un cadáver sin
sangre. Lissianna sabía que no podría permanecer consciente por más tiempo. Sintió el
aumento de su furia, y la dejó entrar en ella, mentalmente alimentándose con la injusticia de la
situación, deliberadamente construyendo sobre una ira que podría añadir a su fuerza.
¿Él había esperado treinta y cinco años? La pregunta sonaba a través de su cabeza. Ella
había esperado doscientos años, y maldito fuera si alguien lo alejaba de ella, especialmente un
sacerdote confundido y manteniendo a aquel idiota en su compañía.
Alzando la mirada, agarró unas de las cadenas sobre su muñeca, amarrándola en la
pared, y dijo:
—De este modo—mientras se inclinaba hacia delante, tirando de las cadenas con todas
sus fuerzas.
—Somos más fuertes que ellos, Greg—señaló, cuando ella se enderezó y examinó el
aro en el cual su cadena estaba enroscada. Una pequeña sonrisa apareció en sus labios cuando
Lissianna vio que allí ahora había una pequeña grieta que unía los dos extremos del aro. No era
lo suficientemente grande para liberarla…Aunque.
—Pienso que somos más listos que ellos, también, al menos sé que somos más
inteligentes que Dwayne—se inclinó hacia delante nuevamente con otro tirón, entonces
enderezándose pudo observar cómo se había ampliado el aro un poco más.
—Y no permitiré que cualquiera de nosotros sea vencido por un idiota que va por ahí
corriendo con un bronceado y un pepino en sus pantalones.
Lissianna tiró hacia delante una vez más y el aro se amplió lo suficiente como para que
la cadena se deslizara libremente y cayera de golpe sobre su cabeza.
—¿Estás bien?—preguntó Greg. Se veía que estaba más alerta. Ella asintió y se
enderezó.
La esperanza estaba despertando en él. Libre de la pared, Lissianna comenzó a girarse
hacia él, y se frenó, recordando que no podía mirarlo. Esto podría ser difícil.
—Esto puede ser malo—dijo Greg, y ella sabía que él estaba observándola cuando
consiguió ponerse en pie y girarse hacia él hasta quedar frente a la pared.
—¿Qué puede ser malo?—preguntó, caminando hacia el lado hasta que chocó con sus
brazos y pudo ver las cadenas aguantando sus muñecas a la pared. Su cadena era más larga,
permitiendo a sus manos mantenerse a su lado.
Lissianna tomó el anillo de su cadena y lo examinó.
—Esto—dijo Greg—. Ser salvado por una chica. Puede ser malo para mi ego. No se
supone que los tipos sean salvados por una chica.
Lissianna sonrió ligeramente, liberada por su ligero tono de voz. Era mucho más sano
que la derrota anterior.
—Tu ego sobrevivirá—le aseguró—. Y tú podrás salvarnos la próxima vez si eso te
hace sentir mejor.
—Caray, ¿Quieres decir que esto pasa a menudo?—preguntó, cuando ella consiguió el
anillo y cerró ambas manos en su cadena.
Lissianna rió entre dientes y le aseguró:

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—Casi nunca—después, colocando un pie en la pared, tiró con todas sus fuerzas.
—¿Qué significa “casi nunca” exactamente?—preguntó, sonando aburrido cuando ella
pausó y examinó su trabajo—. ¿Debo estar atento a este tipo de cosas
cada…digamos…cincuenta años?
—Una vez cada cien años o así—contestó ella, entonces tiró nuevamente de la cadena.
La brecha se amplió un poco más.
—Además—dijo Lissianna cuando ella reajustó su agarre y tiró de la cadena otra vez—.
Ya me salvaste una vez, cuando fui estacada. Esta vez es mi turno.
Tiró otra vez de la cadena y tropezó retrocediendo un paso; casi perdió su equilibrio
cuando la cadena quedó libre. Encogiéndose, Lissianna dejó sus cadenas y apoyó su mano por
un minuto en la pared. Liberar a ambos había tomado mucha de su energía, y sin tener en
cuenta en el tiempo que estuvo inconsciente, y en que ellos habían sido expuestos al sol por al
menos una hora según sus cálculos. Ella estaba sintiendo los efectos, también.
—¿Estás bien?—preguntó Greg.
—Sí—dijo Lissianna, tratando de concentrarse en sacarlos fuera de allí sin ver sangre
en su pecho y desmayarse.
Ella oyó un traqueteo y sabía que Greg estaba tratando de conseguir ponerse en pie.
También sabía que él no podría bajo su propio empuje.
Alejándose de la pared, Lissianna se arrodilló a su lado y a ciegas llegó hasta sentir el
brazo de él, entonces deslizando su mano y lo ayudó a ponerse en pie.
—Vas a tener que ser mis ojos—le dijo, cuando se las arreglaron para estar de pie.
Cerrando sus ojos, Lissianna giró para poder tener su brazo sobre su hombro y ayudar a
levantarlo.
Greg gimió.
—Nosotros realmente tenemos que enfrentarnos a tu fobia.
—Mañana—le aseguró Lissianna, y escuchó los pequeños alientos de risas escapársele
a él.
—¿Qué?
—Nada—dijo, pero ella podía escuchar la sonrisa en su voz—. Sólo comienzo a creer
que habrá un mañana para nosotros, después de todo.
—Oh, lo habrá. Muchos de ellos—le aseguró, y comenzó a urgirlo a moverse.
—¿La puerta está en esa dirección, correcto?
—Correcto.
Lissianna supo el momento en el que el sol salió incluso antes de que Greg lo dijera.
—Estamos en la casa. Está oscuro. Probablemente puedas abrir tus ojos.
Ella levantó su cabeza para así mirar adelante y no hacia Greg, entonces abrió sus ojos.
Estaban en el pasillo que conducía al patio. Lissianna dudó, pensando en la posibilidad de dejar
a Greg allí y dirigirse a hacerse cargo de Dwayne, pero ella estaba renuente a dejarlo solo. No
tenía idea de dónde estaba Dwayne y no quería dejar a Greg mientras buscaba al hombre por la
casa. Pero ella no podría arrastrarlo. Lissianna suspiró, entonces se movió hacia la puerta más
cercana, arrastrando a Greg con ella. La puerta conducía hacia la cocina.
Allí no había lámparas encendidas, y las ventanas tenían cortinas, pero algunos rayos de
sol estaban crispando alrededor de los bordes, haciendo que fuera lo suficientemente brillante
como para ver. Ayudó a Greg a entrar al cuarto y a sentarse en la silla de la mesa, su mirada

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captando la pila de correo. El sobre tenía escrito Dwayne Chisholm, pero debajo decía Sr. y Sra.
Jack Chisholm.
—Esta debe ser la casa de sus padres—murmuró Greg, mirando también sobre el
correo—. Debe vivir con su mamá y papá.
—Sí—acordó Lissianna.
—Juzgando la pila de correo sin abrir, ellos de momento deben estar de viaje—Greg
dijo con un suspiró.
—Sí—repitió Lissianna, entonces dirigió la mirada hacia la puerta de la cocina cuando
escuchó el sonido de un vehículo viniendo por el camino.
—Regresó el Padre Joseph—dijo Greg gravemente.
—Quédate aquí—Lissianna giró regresando a la puerta, después fuera hacia la sala.
Cuando se dirigía a la sala escuchó lo que creía ser la puerta de un coche cerrándose de golpe,
entonces otro y después el distintivo sonido de la puerta de una camioneta abriéndose.
¿Él Padre Joseph trajo compañía? Se preguntó Lissianna con ansiedad.
Ella se situó en la ventana del lado de la puerta delantera y miró fijamente a través de
una esquina de la cortina, lista a romper a correr hacia el cuarto más cercano en el momento que
ellos se aproximaran a la casa, pero estaba segura de tener un poco de tiempo debido a que no
había escuchado la puerta lateral de la camioneta cerrarse. Presumiblemente, ellos estaban
sacando algo de la camioneta.
—Probablemente una espada para cortarnos la cabeza después de estacarnos—murmuró
Lissianna con disgusto, después calló cuando vio que Dwayne estaba parado en el patio frontal.
—Greg, ¡está bien!—gritó hacia la sala, entonces abrió la puerta y salió hacia el porche.
—¡Lissianna!—Juli la vio primero y llegó corriendo. Vicki, Elspeth y Marguerite le
seguían los pasos. Sólo Martine se quedó atrás y Lissianna supo que la mujer estaba dentro de la
cabeza de Dwayne, controlándolo y borrándole la mente. Aunque él la había visto con Thomas,
Jeanne Louise, y Mirabeaun en el bar, Dwayne no había conocido al resto de la familia por lo
que no había sido cuidadoso con su acercamiento, siendo vulnerable a su control.
Aunque Lissianna tenía que preguntarse qué habría pensado él cuando la camioneta
había llegado y un montón de mujeres habían salido.
—¿Podemos salir?— escuchó el grito de Thomas desde la camioneta.
—Si—llamó Marguerite—. Martine lo tiene bajo control.
Mirabeau, Jeanne Louise, y Thomas comenzaron a salir de la camioneta.
—¡Trae cualquier sangre si tienes! Greg esta en mal estado—gritó Lissianna, entonces
separándose cuando llegaron las gemelas y ambas intentaron inmediatamente sostenerla.
—¿Estás bien?—preguntó Marguerite cuando subió al porche.
Lissianna asintió y sonrió cuando sus primos la liberaron.
—¿Cómo nos encontraste?
—Cuando no llegaste a casa, nos preocupamos. Todavía estaba el pequeño tema de la
estaca por resolver y sabía que no pensabas que fuera tu amiga Debbie, aunque ella seguía
siendo sospechosa. Entonces, cuando no llegaste, llamé al refugio. Una chica llamada Kelly
contestó a tu teléfono. Dijo que tú y un tipo guapo habían salido con el Padre Joseph.
Lissianna asintió lentamente. La oficina que ella y Kelly compartían daba hacia el
estacionamiento. La chica debió haber estado en la oficina y mirando por la ventana cuando ella
y Greg habían salido del coche y subido a la camioneta.

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—No sabía qué hacer entonces, así que todos nos apilamos en la camioneta y nos
dirigimos hacia el refugio—continuó su madre—. Tu amiga Debbie ya se iba.
Lissianna sonrió. Debbie era peor que ella trabajando hasta tarde. Desde la muerte de su
esposo, parecía no querer quedarse sola en la casa.
—Ya que ella estaba allí y no estaba resuelto el negocio de la estaca, leí su mente y
encontré que ella sólo le había dicho a su madre y alguien llamada Claudia que estabas en su
casa esa noche, pero el Padre Joseph había estado allí cuando le había dicho a la chica.
—Así que sospechamos que el Padre Joseph era nuestro hombre—le anunció Thomas,
subiendo al porche con una nevera en la mano. Sangre para Greg, supo Lissianna.
—Tía Marguerite hizo que lo trajéramos a la casa cuando salimos… Sólo por si acaso—
explicó Thomas, cuando la vio mirando hacia la neverita—. ¿Dónde esta Greg?
—Al final de la sala, la puerta a la izquierda—respondió Lissianna, deseando poder ir a
él, pero podría ser una pérdida de tiempo. En el momento en que viera su pecho ella se
desmayaría. Esto la hizo preguntar:
—¿Supongo que no tienes contigo una camisa extra que pudieras prestarle a Greg?
—Voy a averiguar algo—le dijo Thomas, y se movió hacia la casa.
Lissianna se giró hacia su madre.
—¿Fuisteis los de la emergencia en el refugio?
Jeanne Louise gimió.
—Sí. Sabíamos que teníamos que encontrar al Padre Joseph. Teníamos a la chica
llamada Nelly, pero ella no podía decir dónde estaba, así que nosotros inventamos una
emergencia para sacarlo del refugio y así nosotros poder leer su mente y saber dónde estabas.
—Y todo este tiempo nosotros pensamos que podría ser tarde—murmuró
tranquilamente Elspeth.
—Pero no fue así—Lissianna puso la mano sobre el hombro de su prima y apretó—.
¿Qué hiciste con el Padre Joseph?
—Lucian está tratando con él—le informó Marguerite—. Él borrara su mente, entonces
lo llevará de vuelta a la casa.
—Y Martine se ocupa de Dwayne—dijo Lissianna, mirando hacia el patio, pero la
pareja ya no estaba allí.
—Martine lo está llevando de vuelta—dijo calmadamente Marguerite—. Ella necesita
estar tranquila para hacer el trabajo. Es más difícil cuando saben qué somos.
Lissianna asintió.
—Ven—Marguerite urgió sus pasos hacia el porche—. Te ves pálida. Necesitas sangre.
Tenemos otra neverita en la camioneta.
—No tenemos un IV—le advirtió Jeanne Louise.
—Pero Thomas dijo que podemos cerrar tus ojos, pincharemos las bolsas con tus
dientes y funcionará.
—Si—dijo Marguerite, entonces sacudió su cabeza—. Ojalá lo hubiera pensado hace
años. Es más rápido que un IV.—
—¿Y Greg?—preguntó Lissianna, mirando hacia el oscuro pasillo detrás de ella.
—Thomas se hará cargo de él—le aseguró Marguerite—. Estará pronto recuperado.
Lissianna asintió y permitió que la llevara hacia el porche.

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—¿Entonces?—su madre preguntó cuando se acercaban a la camioneta—. ¿Tú y Greg
arreglaron todo?
—Sí—murmuró Lissianna y una pequeña sonrisa jugó alrededor de sus labios—.
Finalmente hablamos y acordamos ser compañeros de vida.
Marguerite rió.
—Nunca hubo dudas en que fuera tu compañero de vida, cariño. Sólo tenías que
entenderlo…y tomarte el tiempo suficiente para comprenderlo.

Epílogo
— Aquí vienen.
Lissianna miró por la ventana de la camioneta ante la advertencia de Juli. Thomas y
Greg estaban bajando las escaleras del porche. Su primo, evidentemente, había pedido prestado
una de las camisetas de Dwayne, la de Greg que estaba manchada de sangre, faltaba y en su
lugar estaba una camiseta de Metallica.
— Luce tan pálido— dijo Vicki con preocupación.
Lissianna no decía nada ya que todos sabían que a Greg le habían disparado. Su madre
le había hecho cerrar los ojos y la alimentó con varias bolsas de sangre una vez que todos se
habían instalado en la camioneta.
Después, Lissianna les dijo lo que había sucedido desde que dejaron el refugio, cuando
esperaban a Martine y los hombres se les unieron.
— Aquí viene mamá también— dijo Elspeth cuando Martine vino por el costado de la
casa.
— Bueno, podemos irnos— comentó Marguerite y luego miró hacia la parte trasera de la
camioneta—. Mirabeau, ¿hay más sangre en el refrigerador? Parece que Greg podría utilizar un
poco más.
— Un par de bolsas— respondió la mujer—. ¿Te las paso?
— Sí, por favor— dijo Marguerite—. Lissianna, cierra los ojos.
Suspirando, ella cerró sus ojos y escuchó cómo estaban revolviendo. Entonces la puerta
lateral de la camioneta se abrió.
— Vamos a estar un poco abarrotados aquí, Greg— escuchó que decía su madre—.
Pero no estamos lejos de casa.
— Lissianna puede sentarse en mi regazo— Greg sonaba mejor que antes, pero su voz
seguía siendo débil y cansada, notó con preocupación.

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— Lissianna, puedes abrir los ojos— dijo su madre—. He escondido la sangre.
Ella abrió los ojos con alivio y lo primero que vio fue la cara de Greg cuando él se asomó desde
el asiento del copiloto. Le sonrió afectuosamente y le tendió su mano.
Lissianna agarró sus dedos y se acercó agachada para ponerse en su regazo, dejando su
asiento entre su madre y Jeanne Louise para su tía Martine. Mirabeau, Elspeth y las gemelas
estaban amontonadas en el asiento de la parte trasera.
— Tenemos más sangre para ti, Greg— anunció su madre y a continuación ordenó—. Cierra los
ojos, Lissianna.
Suspirando, cerró sus ojos. Lissianna inclinó la espalda contra la puerta para tratar de
permanecer fuera de su camino cuando él se alimentaba. Oyó la puerta de atrás de la camioneta
cerrarse, cuando Thomas terminó de poner el refrigerador vacío lejos. Un momento después,
oyó la puerta delantera del otro lado abrirse y la camioneta se sacudió un poco cuando Thomas
se metió en el asiento del conductor.
Greg aceptó la bolsa de sangre que le alcanzó Marguerite y tiró de ella con sus dientes
como un viejo profesional.
Había tomado seis bolsas en casa y estaba sintiéndose mucho mejor, pero sabía que
probablemente podría tomar varias más.
Su mirada se dirigió hacia Thomas cuando el otro hombre cerró su puerta y se puso el
cinturón de seguridad. El primo de Lissianna sonrió abiertamente cuando los miró a ellos dos
abrazados en el asiento delantero. Él sacudió la cabeza.
— Ustedes dos son un desastre. No se los puede dejar solos por un minuto, que ya están
en problemas— se burló Thomas y a continuación, dijo más serio—. ¿Tú entiendes Lissianna,
que vas a tener que dejar el trabajo?
— Sí, lo sé— dijo tranquilamente Lissianna, pero pensando que sería una cosa buena.
Los comentarios del Padre Joseph acerca de su aprovechamiento de los desfavorecidos le habían
dado una punzada de remordimiento.
Nunca más podría considerar morder a otro cliente en el refugio, sin evocar esas
palabras. Enderezando sus hombros, dijo:
— Supongo que tendré que buscar otro trabajo, algo que no entre en conflicto con el
horario de Greg, tal vez.
Greg le dio a su hombro un apretón con la mano que no estaba sosteniendo la bolsa de
sangre.
— Entonces, ¿cuándo es la boda?— preguntó Marguerite.
La pregunta tomó a Greg por sorpresa, pero Lissianna estaba tan sorprendida que sus
ojos se abrieron. Por supuesto, que la bolsa de sangre que había estado presionando en sus
dientes aterrizó directamente sobre ella. Vio los ojos de ella dilatarse, entonces gimió—. ¡Oh
maldito! —y se desplomó contra él.
Greg suspiró y reajustó su sujeción para estar seguro de que ella no escaparía de su
regazo.
— Hijo— comenzó Marguerite desde el asiento trasero, entonces hizo una pausa para
preguntar—. ¿Puedo llamarte hijo?
— Uh, sí señora— murmuró él.
— Gracias... hijo.
Greg miró alrededor para ver su sonrisa y entonces a continuación, ella dijo:
— Tienes que concentrarte en curar a Lissianna de esta fobia.

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— Sí— acordó solemne—. Eso está de primero en mi lista de prioridades. Será lo
primero mañana por la mañana... eh... por la noche. Después de dormir— terminó Greg
finalmente y luego añadió—. Y en cuanto a la boda, tendrá lugar tan pronto como se pueda
arreglar.
— Buen chico— Marguerite se inclinó hacia adelante y acarició su mejilla, luego le
susurró en una voz que solo él y Thomas podían escuchar—. Te dije que mi hija te amaría. Eres
mi mejor regalo de cumpleaños.
La boca de Greg cayó cuando recordó la primera vez que había sido secuestrado.
Después de atarlo a la cama, Marguerite había acariciado su mejilla y le había dicho:
—“Mi hija va a amarte. ¡Tú eres mi mejor regalo de cumpleaños hasta ahora!”.
Seguramente no estaba diciéndole que ella había planeado todo esto. Que ella…
Su mirada bajó hacia Lissianna situada en sus brazos y entonces subió a las sonrientes
caras de todos en la camioneta.
Su familia ahora, comprendió. Sintiéndose bastante aturdido, Greg se volvió hacia
Thomas cuando él habló.
— Bienvenido a la familia, Greg— dijo el vampiro con diversión.

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