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Se considera al cine el séptimo arte, esta apreciación es muy simple, para lo que en
realidad es el cine. El cine nos ofrece, películas o films, como sea nuestra preferencia en
denominarlo. Pero es mucho más que eso; en cuanto al buen cine, nos referimos al
hecho, de que una película puede llegar a ser una obra de arte multifacética (historia,
guión, fotografía, música, vestuario, producción, etc).
Sin embargo, insistimos, el cine es mucho más que eso, el cine es la vida real y la vida
imaginada del hombre llevada a una pantalla sin importar el tamaño de ésta. Lo
importante es la historia que se cuenta, que se representa y que permite capturar nuestra
atención para entregarnos al placer simplemente de verla, algo así como un arte por el
arte, las imágenes nos capturan y en muchas oportunidades quisiéramos ser parte de
ellas.
El gran Charles Chaplin gusta a todos, a ricos y a pobres, lo mismo sucede con el cine,
es un arte no para una elite, un grupo social, el cine es un arte de masas, es un arte para
todos y que puede tener el gran poder de enseñarnos, de llevarnos a la reflexión no sólo
sobre nuestra vida, sino sobre diversos temas y aspectos de la humanidad y lo
imaginario, pues el cine es un gran medio de comunicación.
El carácter didáctico de este noble arte es innegable, para la filosofía el cine constituye
una gran ayuda para comprender la realidad y al hombre. Su carácter antropológico es
innegable. Sus temáticas diversas viajan entre la ficción y lo real, y hoy por hoy, las
nuevas tecnologías nos permiten tener una vivencialidad de lo virtual que no nos
permite distinguir claramente si algo es real o no.
Esta unión de cine y política, nos permite desde el análisis y la reflexión filosófica
comprender y cuestionar las ideologías, el uso y abuso del poder político, para dar paso
a la protesta, a la inconformidad a búsqueda del cambio y la mejora, no violenta sino
consensuada, dialogada que es como debe ser.