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La adolescencia:
Aportaciones a la metapsicología y psicopatología 1
Asbed Aryan
Introducción
Metapsicología y psicopatología
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Actualmente, desde distintos esquemas referenciales, se acepta denominar yo ideal a la estructura de
precaria integración de primitivas partes disociadas entre sí, que permite ilusoriamente negar la temprana
angustia de indefensión, impotencia y de dependencia extremas. Corresponde al narcisismo primario (ver más
adelante).
Esta escisión estructural de la personalidad condicionará que en cada situación de
pérdida se reactiven indefectiblemente los componentes narcisistas, que sólo menguarán
cuando, al cabo del trabajo de duelo, se logre la resignificación simbólica de la pérdida.
Freud subraya que la satisfacción narcisista nunca más se dará como al principio,
cuando el bebé consideraba todo como una prolongación de sí mismo. Entonces, caerá bajo
la represión y en su lugar se erigirá un ideal; "sobre este ideal recaerá ahora el amor a sí
mismo de que en la infancia gozó el yo real. El narcisismo [ primario] aparece desplazado a
este nuevo yo ideal que, como el infantil, se encuentra en posesión de todas las
perfecciones valiosas. Aquí, como siempre ocurre en el ámbito de la libido, el hombre se ha
mostrado incapaz de renunciar a la satisfacción narcisista de la infancia, y si no pudo
mantenerla por estorbárselo ÍES admoniciones que recibió en la época de su desarrollo [esto
es, el mandato edípico y la cultura], y por despertar su juicio propio, procura recobrarla en
la nueva forma del ideal del yo. Lo que él proyecta frente a sí como su ideal es el sustituto
del narcisismo perdido de su infancia, en la que él era su propio ideal". (5b, pág. 91 supra).
Es decir, que la ruptura del narcisismo primario3 inicial comenzará cuando los
condicionamientos y normas del mundo externo se hagan sentir. Para evitar una percepción
catastrófica de estas limitaciones, el yo ideal, narcisista y rudimentario, intenta negarlas
como tales, y en cambio, por identificación, las incorpora como propias. Así nace el ideal
del yo. Estos condicionamientos pasan a constituirse en los ideales o metas del sujeto, que
le permitirán revivir la satisfacción narcisista cada vez que se aproxime a ellos en su intento
de cumplirlos. Ya no podrá admirarse ni satisfacerse incondicionalmente (yo ideal), sino
que se hará admirar por este nuevo ideal (ideal del yo), que es una nueva manera de
admirarse, pero condicionada.
La autoestima resulta entonces el "heredero" del amor a sí mismo del narcisismo
primario infantil, ahora regido por el ideal del yo: "Una parte de la autoestima es primaria,
el residuo del narcisismo infantil; otra parte brota de la omnipotencia corroborada por la
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Meltzer, D. entiende por narcisismo primario la cualidad de dependencia en un vínculo en que se necesita
del objeto para que satisfaga tanto las necesidades primarias como para que realice las funciones yoicas. Esto
implica una relación en do'ñde el cuerpo y la mente del sujeto se prolongan en el objeto más capacitado. Esta
relación difiere de la confusión self-objeto por identificación proyectiva, porque en este último caso la mente
y el cuerpo del sujeto dirigen el proceso, más allá de las limitaciones del yo infantil. (8c, págs. 33-34).
experiencia (el cumplimiento del ideal del yo) y una tercera, de la satisfacción de la libido
de objeto". (5b, pág. 97, supra).
Es decir, cada vez que se perturba la autoestima y resulta imposible sostenerla,
aparecerán paralelamente las perturbaciones en la vida amorosa y sexual; y a la inversa,
cada vez que aumenta el empuje sexual y por distintas razones resulta frustrado, será
sentido como un ataque a la autoestima. A su rebajamiento lo llamamos herida narcisista,
que en la búsqueda de su homeostasis ensayará distintas soluciones vicariantes a través de
las satisfacciones sexuales, distorsionándolas y perturbando las relaciones de objeto.
"Donde la satisfacción narcisista tropieza con impedimentos reales, el ideal sexual puede
ser usado como satisfacción sustitutiva. Entonces se ama, siguiendo el tipo de la elección
narcisista de objeto, lo que uno fue y ha perdido o lo que posee los méritos que uno no tiene
(se ama a lo que uno querría ser). ... Se ama a lo que posee el mérito que falta al yo para
alcanzar el ideal. Este remedio tiene particular importancia para el neurótico que, por sus
excesivas investiduras de objeto, se ha empobrecido en su yo y no está en condiciones de
cumplir con su ideal del yo. Busca entonces, desde su derroche de libido en los objetos, el
camino de regreso al narcisismo escogiendo, de acuerdo con el tipo narcisista, un ideal
sexual que posee los méritos inalcanzables para él. Es la curación por amor". (5b, pág. 97).
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Adopto la clasificación descriptiva de Blos (2a).
duda todo. El yo ideal, una vez más, es puesto en tela de juicio en su omnipotencia y
omnisciencia, porque no podrá anticipar qué cuerpo se tendrá finalmente. Resurge entonces
ante esta imagen cambiante, la variada y compleja conducta pregenital polimorfa y
perversa, que ya fue la modalidad más ejercitada en la infancia, para hacer frente a las
ansiedades y tensión narcisista de entonces.
La imagen corporal implica las representaciones referidas tanto a la forma y
armonía físicas como a su funcionalidad. El púber y el adolescente temprano tienen que
hacer frente al cuerpo que cambia, especialmente en dos aspectos: primero, la situación
inédita de la eyaculación en el varón y la menstruación en la mujer, que fueron
preanunciadas por la aparición del vello pubiano. El joven puede haber tenido previamente
información acerca de estos acontecimientos, pero esta previsión no resulta suficiente para
mitigar la perplejidad y los miedos que surgen, porque si bien, en el sentido descriptivo,
son excreciones corporales cuyos antecedentes de duelo en la historia infantil fue la pérdida
de las heces con las ansiedades acompañantes, ahora deberán ser resignificadas en su valor
genital. Esto implica un cambio radical en su significado, porque "genital" que viene de
génesis-origen-principio de, y no de conclusión y desecho, intensifica tanto las ansiedades
de cierre y fin de la ilusión de bisexualidad y partenogénesis (heces-niño), como las
ansiedades de apertura de la genitalidad, apareamiento y procreatividad. En este sentido son
situaciones inéditas. En consecuencia el púber debe iniciar el duelo por la pérdida del
cuerpo bueno-y-amado infantil, bisexual.
A esto se suma el empuje de los deseos genitales en forma de excitación, al
principio casi inespecífica, que tampoco se sabe cómo canalizar para obtener una nueva
forma de satisfacción y, a la vez, cumplir con la sociedad: tener una identidad sexual,
practicar la sexualidad y más adelante ser capaz de (pro)crear con responsabilidad. Vale
decir, se debe atravesar el duelo por la identidad y el rol infantiles que son, en su mayor
parte, egocéntricamente receptores y buscadores de placer momentáneo. Aquí gravita un
segundo aspecto del esquema corporal que sigue al anterior, también inédito, y que genera
tensión narcisista: es la situación del par penetración-defloración. Este componente de la
funcionalidad del esquema corporal implica una combinatoria de significados mucho más
compleja aún, porque remite directa e indefectiblemente a las ansiedades edípicas que, en la
historia infantil, tanto dolor narcisista produjeron. La ansiedad de castración que surge de
este complejo no se debe únicamente a la amenaza de castigo paterno si el joven insistiese
en seguir adelante con sus deseos incestuosos. Junto a ello, la mera presencia de la pareja
parental, sexual y armónica, redespierta en él la ansiedad de exclusión que es equivalente a
la de castración porque desmiente la ambición de exclusividad narcisista. Durante el
proceso adolescente se dará un polimorfismo sexual pregenital, intentando pasar por alto la
elaboración del dolor depresivo que implica la renuncia a la escena primaria. Se intentará
lograr maníacamente por identificación proyectiva (narcisista) con los objetos idealizados,
el placer sexual fantaseado de los adultos (y de los padres internos). Este estado mental
podría considerarse como el de la adolescencia normal que denominaré neurosis
adolescente.
Todos los autores coinciden en considerar la vida grupal adolescente y la masturbación
como las vías naturales de elaboración de estas fantasías maníacas. Pero especialmente la
masturbación resulta siempre un arma de doble filo. Si bien da una salida a la excitación
genital, a la vez ocasiona una ansiedad confusional importante por su inducción a
abandonar el self y apoderarse de la identidad de un objeto por intrusión. La ilusión-de-ser-
adulto, infantil y narcisista, mantenida por esta vía, impide al adolescente tomar clara
conciencia de su propio estado y falencias. Como el propósito es experimental, y por
experiencia los adolescentes descubren que el orgasmo masturbatorio es seguido de culpa y
persecución, la regulan según su tolerancia. Pero si las ansiedades confusionales y la
angustia de castración son muy intensas, existe el peligro de que la masturbación se vuelva
compulsiva.
En este sentido, la vida grupal juega un papel mucho más importante porque ofrece la
oportunidad de ensayar alternadamente los distintos personajes de las fantasías
masturbatorias, con una gradual disminución de las rígidas disociaciones, de la
omnipotencia y de los estados confusionales provocados por la masturbación. Si bien la
vida en grupo también puede implicar el peligro de quedar aprisionado en ella, la identidad
del grupo habitualmente da tiempo (moratoria psicosexual de Erikson) (3a) a la elaboración
de las ansiedades y del duelo personal.
Bibliografía
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Lo expuesto, es, naturalmente una esquematización de las tareas preponderantes en una u otra etapa, pero de
ninguna manera debe entenderse como una cronología rígida y absoluta.
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