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CONSEJO DE ESTADO
SECCIÓN TERCERA
EL RECURSO DE ANULACION
Primer cargo.
Segundo cargo.
Tercer cargo.
Para desarrollar este cargo, afirma que la competencia del Tribunal adquirida
con fundamento en la cláusula trigésima octava del contrato 3561 de julio de
1961, estaba determinada por el mismo contrato, sin poder los árbitros actuar por
fuera del marco jurídico de aquél, de tal forma que no podían desconocerlo, ni
dirimir conflictos con normas extracontractuales.
Como conclusión de este tercer cargo, considera configurada la causal 4ª. del
artículo 72 de la Ley 80 de 1993, por cuanto el laudo reformó las cláusulas quinta,
séptima y vigésima novena sin tener competencia para ello, razones por las
cuales pide la nulidad parcial del laudo y la modificación de sus considerandos en
cuanto se negó a aplicar la cláusula de reclamos por derogación tácita, y como
consecuencia, se tenga por caducado cualquier reclamo sobre imprevistos a que
alude la cláusula vigesimaséptima, literal f), y que se revoque el numeral segundo
de la resolutiva, en cuanto declaró que en la ejecución del contrato se produjo un
desequilibrio de la ecuación económica financiera con pérdidas para el
contratista.
Cuarto cargo.
Se formula así:
“El laudo en el capítulo 5º en los numerales 5.1 y 5.5 de la parte
resolutiva, incurrió en errores aritméticos que fueron solicitados
oportunamente en el escrito de complementaciones y correcciones
presentado por el doctor Germán Giraldo, el 18 de enero de 1996 y
negadas por el Tribunal por auto de 23 de enero siguiente. Es permisible,
por consiguiente, plantear en esta instancia la solicitud de corrección,
porque de mantenerse su constitución, además, estos errores aritméticos,
en puntos contradictorios en la parte considerativa y resolutiva del laudo”
(Sic).
De otra parte, dentro del mismo cargo alude al mayor costo por volumen de
concreto debido a sobre excavaciones en la construcción de la solera y
revestimiento del túnel Superior de Carga.
Considera que esta parte del laudo contraría el artículo 40 del Decreto 2279
de 1989, que ordena que las condenas a cargo de la partes deben hacerse con
arreglo a lo previsto para los procesos civiles y es la justicia ordinaria la que
conoce de la ejecutoria del laudo. Señala que en el laudo equivocadamente se
dio un tratamiento propio de las sentencias ante la jurisdicción contenciosa
administrativa y de ahí la imposición de intereses moratorios después de seis
meses, cuando el sentido y alcance de una sentencia de esta jurisdicción es
diferente de la sentencia arbitral, y para cada una se aplican normas especiales:
para aquélla, los artículos 176 y 177 del C.C.A., y para ésta el Decreto 2279 de
1989 que remite al proceso civil.
En escrito visible a los folios 195 a 223, el señor apoderado del Consorcio, en
primer término rechazó por “insidiosas y aleves” las insinuaciones de la recurrente
formuladas contra el Consejero Ponente.
Con referencia al segundo cargo, según el cual los árbitros concedieorn más
de lo pedido en la demanda inicial, señala el apoderado del Consorcio, que la
recurrente no precisó la causal invocada y, además, se refiere, transcribiéndolas,
a las peticiones formuladas, así como a la aclaración de algunos puntos de la
demanda, para puntualizar los antecedentes, razón de ser y finalidad del
arbitramento, bajo el rubro de “Las cuestiones básicas” y precisar la “Pretensión
subsidiaria de la primera principal”. Tal escrito lo tuvo el Tribunal como reforma
de la demanda, hecha oportunamente. La Empresa contestó esa reforma
pronunciándose sobre las “cuestiones básicas”, oponiéndose a la pretensión
subsidiaria. La Empresa trató de recurrir el admisorio de la demanda pero al
fracasar, solicitó entonces que el Tribunal se declarara incompetente para conocer
de la súplica subsidiaria. El Tribunal por auto de 19 de mayo de 1984 declaró ser
competente para conocer de la demanda y su reforma, y mantuvo ese criterio al
decidir la reposición formulada por la Empresa.
CONSIDERACIONES DE LA SALA
III. Análisis de cada uno de los cargos formulados por la recurrente, la réplica
del Consorcio y las resoluciones tomadas por el Tribunal de Arbitramento.
“b) A través de los cargos que se formulen contra el laudo, dentro de los
precisos, y estrictos límites que imponían las taxativas causales del
recurso, previstas por el derogado artículo 672 del C. de P.C., y hoy por
el artículo 38 del Decreto 2279 de 1989, ha de pretenderse la información
del Laudo (judicium rescindens), sin que la decisión que adopte el juez
del recurso pueda reemplazar o sustituir la que pronunció el Tribunal de
Arbitramento (judicium rescisorium), como acontece, por ejemplo, con el
recurso de apelación. Se exceptúa de lo anterior, como lo anota Morales
Molina, la causal 9ª, del derogado artículo 672 del C. de P.C., hoy
causales de los numerales 7 a 9 del artículo 38 del Decreto 2279 de
1988, en cuyo caso incumbe al juez de la anulación salvar las
contradicciones o colmar la laguna dejada por el Tribunal de Arbitramento
(cfr. Hernando Morales: «Estudios de Derecho» Ediciones Rosaristas,
Bogotá, 1982. P. 237). De ahí que el penúltimo inciso del artículo 672
citado hubiera previsto que en caso de hallar próspera una de las
causales 1ª a 6ª se debería decretar «La nulidad de lo actuado»; en tanto
que si encontrare fundada una de las causales 7ª a 9ª; ambas inclusive,
«se corregirá o adicionará» el laudo arbitral. Eso mismo prescribe el
artículo 40, inciso segundo del Decreto 2279 de 1989, que hoy rige la
materia al establecer que «cuando prospere cualquiera de las causales
señaladas en los numerales 1, 2, 3, 4, 5 y 6 del artículo 38 de este
Decreto, declarará la nulidad del laudo. En los demás casos se corregirá
o adicionará».
“c) Los poderes del juez del recurso de anulación están limitados por el
llamado «principio dispositivo», conforme al cual es el recurrente quien
delimita, con la formulación y sustentación del recurso, el objeto que con
él se persigue y ello, obviamente, dentro de las precisas causales que la
ley consagra. No debe olvidarse, a este propósito, que el recurso de
anulación de que se trata procede contra laudos arbitrales debidamente
ejecutoriados (C.P.C.. 672, inc. 1º, reemplazado por el artículo 37 del
Decreto 2279 de 1989), lo cual envuelve una excepción legal al principio
de la intangibilidad de las decisiones firmes pasadas con fuerza
ejecutoria. Tal excepcionalidd es pues, a la vez, fundamento y límite de
los poderes del juez de la anulación para enmarcar rígidamente al
susodicho recurso extraordinario dentro del concepto de lo
eminentemente «rogado».
En efecto:
“1º. Declarar que, por cuanto en la ejecución del contrato No. 3561 de
1981, celebrado entre la Empresa de Energía de Bogotá y el Consorcio
Spie BatignollesCampenon Bernard, se presentaron hechos y
circunstancias imprevistos e imprevisibles por parte de éste y del todo
ajenos a él, que determinaron que las otras se ejecutaran en condiciones
diferentes, considerablemente más difíciles y onerosas para el
Contratista que las prevenidas en los pliegos y en los diseños de la
licitación, que, a su turno, implicaron mayores costos y la ejecución de
mayor cantidad de obra así como una prolongación del tiempo de los
trabajos, que desquició la fórmula de reajuste, todo lo cual desembocó en
un desequilibrio profundo de la ecuación económico financiera del
contrato y en pérdidas exorbitantes para el Contratista, la Empresa, en
cumplimiento de dicho contrato y sus adiciones, y de las disposiciones de
ley, debe reconocer y pagar al Consorcio el valor de los reclamos
relacionados en la demanda, que éste le formuló por concepto de
sobrecostos en que incurrió en la ejecución de la obra.
Considera la Sala que uno y otro aspecto del cargo formulado no pueden
manejarse como si de tratara de errores aritméticos para efectos de lograr
mediante este recurso su corrección. Si se examinan los planteamientos de cada
uno de los aspectos referidos, con absoluta claridad se concluye que, antes que
efectuar la corrección de un error aritmético, realmente se estarían modificando
las experticias respectivas en sus propios razonamientos u fundamentos, en una
etapa procesal ajena a tales objetivos, lo cual implicaría, a su vez, la modificación
del laudo arbitral en sus consideraciones y decisiones de fondo, consecuencias
ésas absolutamente extrañas a la simple corrección de un error aritmético.
FALLA: