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Freud (Entendida como normas y orden social)

Cultura es la suma de producciones e instituciones que nos diferencian de los animales, y que
sirve a dos fines: proteger al hombre de la naturaleza y regular sus mutuas relaciones sociales.
Es, por tanto, un sistema global de producciones e instituciones: escuelas, gobiernos, policía,
ciencia, etc., que regula las relaciones sociales porque si nos regimos por el principio del placer
(que es propio del instinto) no podría subsistir la vida en sociedad.

De esta forma, la cultura nos impone normas que nos obligan a subliminar los instintos, se
basa en la frustración permanente de nuestros instintos más poderosos (eros y tanatos), es
decir, en la renuncia a las satisfacciones instintuales y, por tanto, a la libertad individual. De
esta represión de lo instintual, por parte de la cultura, entendida como normas y orden social,
viene el malestar expresado por Freud.

Pero lo más perverso de la cultura no es que haya creado esos mecanismos de control
externos (orden y normas) que frustran nuestros instintos, sino que también ha creado un
mecanismo de control interno que también reprime nuestros instintos: la conciencia,
convirtiéndose así en un mecanismo terrible del cual no nos podemos desembarazar, que nos
obliga a subliminar nuestros instintos, a través de la conciencia, es decir, del auto castigo o
auto represión, y a crear cada vez más mecanismos de sublimación como la religión, la ciencia,
el amor, etc.

JF. Mira (Entendida como arte – alta cultura)

JF Mira explica que por cultura se entiende casi cualquier cosa e incluso cataloga su significado
como de indefinible y que por exceso de su uso hay día cultura es todo y demasiado. A pesar
de ello, Mira centra su discurso en tratar de explicar cómo las elites han dotado de un
determinado contenido a la cultura, entendida como arte o alta cultura, para diferenciarla de
la cultura o arte popular y de la cultura o arte marginal (aunque algunas expresiones de esta
cultura popular o marginal, si las elites así lo consideran, también pueden llegar a convertirse
en cultura).

De manera que la cultura se ha substancializado y se aplica a los productos y actividades que


designamos (que designas las élites) como arte. Esta substancialización aparece en el S.XVIII
cuando las élites (la burguesía y la nobleza) definen, explícita o implícitamente, aquellos
productos elevados del espíritu que sólo los sectores igualmente elevados de la sociedad son
capaces de producir (a través del mecenazgo a los artistas), conservar, consumir, disfrutar,
comprender y valorar. Las élites convierten el conocimiento práctico (técnica o tekne para
producir cosas: trabajar el hierro, pintar una iglesia, esculpir piedra, etc.) en arte. Y como sólo
las elites dominantes controlan la cultura, son ellas las únicas que pueden poseer esa categoría
superior llamada Cultura y eso justifica sus privilegios y su hegemonía del poder.

El resultado, hoy día, es que la cultura se ha institucionalizado o dicho de otra manera son las
instituciones (políticas, económicas, sociales, etc.) quienes deciden que es cultura. Esta alta
cultura se ha impuesto como una nueva religión. Y lo que ha ocurrido es que esta cultura con
sus ídolos (los artistas y las obras de arte), sus templos, ahora llamados ‘edificios contenedores
de cultura’ (los museos, galerías de arte, etc.), e incluso su propio credo (actos institucionales
de presentación de exposiciones, inauguraciones de edificios, museos, etc.) ha venido a
substituir el papel que en épocas anteriores realizaba la religión y ha ocupado gran parte de su
antiguo espacio. El fetiche (el ídolo) es el objeto cultural – cargado de potencia por el hecho de
ser precisamente cultural – como antes era el objeto religioso.

TS Eliot (Entendida como civilización verdadera, suprema o ideal)

TS Eliot define la cultura como el elemento definidor de la organización política, social,


educativa y religiosa de un pueblo. Aunque no es su propósito determinar la frontera entre
civilización y cultura, considera a esta última como fundamental de la civilización verdadera (la
civilización europea u occidental).

¿Cuáles son las condiciones más importantes para que se dé una cultura determinada? Eliot
señala tres: persistencia de las clases sociales; acción del regionalismo y vitalidad de una
religión:

1. Eliot atribuye a las clases sociales la función de mantener aquella parte de la cultura total
que pertenece a la clase. Ellas permiten la trasmisión hereditaria de la cultura, y aunque pueda
producirse un paso de un individuo de una clase social a otra, la base de la transmisión
hereditaria es la persistencia de las clases sociales.

2. Regionalismo: También exalta las virtudes del regionalismo y el sabor que la multiplicidad de
regiones aporta a la cultura de una nación o de un mundo, porque el imperialismo de la cultura
más fuerte frente a las otras, más débiles, es el acicate que les anima a seguir existiendo y
retroalimentándose mutuamente.

3. La religión, puesto que ésta es un elemento integrador (el pensamiento de Eliot tiene una
base europeísta donde la religión ha sido fundamental para el desarrollo de las sociedades).

En definitiva, la transmisión de la cultura requiere la persistencia de clases sociales. En su


opinión, no deben ser tan rígidas como castas (puede haber un trasvase de ciudadanos de una
a otra clase) pero la continuidad social es más importante que intentar alcanzar la igualdad de
oportunidades o igualdad de clases. De esta forma, la cultura del individuo es dependiente
sobre la cultura de un grupo o de una clase y esta dependiente sobre la cultura de la sociedad,
que es el fin último de la cultura, porque su transmisión y conservación (desde la perspectiva
de TS Eliot) permite el desarrollo de la sociedad verdadera o ideal.

Aurobindo (Entendida como desarrollo mental-cultural supremo)

Para Sri Aurobindo, la cultura es el desarrollo de la vida mental por sí misma. La visión de la
cultura del filósofo indio es evolucionista, ya que parte de un estrato dominado por sentidos y
sensaciones a partir del cual desarrolla su vida mental. El segundo estrato estará dominado por
el ser moral y la vida ética y la vida estética. Posteriormente, se accederá al ser intelectual; y,
finalmente, se llegará a la razón o inteligencia ordenada y al poder de la voluntad inteligente.
Estos son los diferentes estratos en los que se divide el ser mental y su evolución y desarrollo
llevará hasta el hombre cultivado. A partir de esto, Aurobindo distingue entre un estado de
barbarie y otro de civilización.
Por un lado, la barbarie es asociada a la preocupación del hombre por su vida física y por su
cuerpo, por su existencia económica y física (circunstancia que se da en las primeras
sociedades cuyo fin fundamental es la propia supervivencia). La aparición de la ciencia supuso
una superación de la ignorancia que esto conllevaba y fomentó la educación general. Ello llevó
a la afirmación de la supremacía de la inteligencia y del hombre como ser mental
(aproximación a la cultura). Sin embargo, la ciencia también ha fomentado un tipo de barbarie
económica, industrial y comercial, que es temporal y característica del hombre vital y
económico; el hombre ideal es aquí el hombre que triunfa.

En este proceso evolutivo se dan situaciones en las que el hombre se encuentra en un estado
de barbarie con rudimentos de civilización o en una sociedad civilizada con vestigios bárbaros.
Esto es lo que Aurobindo denomina como semicivilización.

Por otro lado, la civilización es un estado de sociedad gobernada y legislada, con


conocimientos y capacidad para ponerlos en práctica. Se caracteriza porque la mentalidad del
hombre es activa, por el desarrollo de procesos mentales y porque está gobernada por el ser
mental. En una sociedad civilizada es, por tanto, donde se podría dar la cultura que, como
recordamos, es el desarrollo de esta vida mental. Sin embargo, en las civilizaciones hay que
distinguir entre el hombre cultivado (aquel que ha desarrollado su vida mental y, por tanto,
posee cultura) y el hombre parcialmente civilizado, conocido como bárbaro moderno
civilizado, que no ha desarrollado su vida mental puesto que se ha quedado en el estrato de las
sensaciones y los sentidos (es decir, aquel que ha buscado en el desarrollo mental encontrar
un beneficio económico o físico, no el desarrollo mental en sí mismo) y, por ello, es
mentalmente reactivo.

La cultura impone la necesidad de hacer un uso inteligente de las facultades y de que el


hombre sea mentalmente activo y son los hijos de la Cultura los que han tenido la sensación de
hacer algún uso inteligente de sus facultades superiores, de desarrollar su vida mental. Por
esta razón, la minoría cultivada ve en estos hombres una potente audiencia para sus ideas.
Entonces, estos hijos de la cultura leerán periódicos, revistas y semanarios; cultivarán su
mente con la novela, la poesía y el arte; harán uso del cine, la radio y el teatro; etc. Tendrán
posibilidad de acceso a la cultura, que ha sido democratizada y comportará una
transformación, ya que una parte importante de los hombres habrá evolucionado y
desarrollado su ser mental; así, la humanidad estará cultivada. Aunque sólo unos pocos
alcanzarán la luz espiritual que lleva a la verdad, a la existencia supramental. Por todo ello, la
cultura estará presente en aquella sociedad en la que el hombre ideal sea el hombre cultivado
que ha desarrollado su existencia mental, y esto sólo puede ser posible en una sociedad
civilizada.

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