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Redención y salvación en Jesucristo

BERNARD SESBOÜÉ, S. J.*


Facultad de Teología.
CENTRE SEVRES. PARíS

Hombres como San Agustín, Lutero, Pascal, vivían en la angustia


de su salvación. Se sentían pecadores ante Dios y se preguntaban, al
igual que el conjunto de los cristianos de su tiempo, si Dios los per-
donaría. Esta inquietud no parece preocupar ya al hombre moderno
del que se dice sin reparos que no se ocupa de las cuestiones últimas
de la vida porque tiene bastante que hacer con el entredós de esta vida
mortal. Al contrario, el hombre moderno está dispuesto a acusar a
Dios: ¿no es Dios el responsable de que el mundo sea como es? Pero,
¿puede existir semejante Dios? Encontramos de nuevo la famosa cues-
tión de la «teodicea», es decir, de la justificación de Dios: ¿cómo justi-
.> ficar a Dios ante el sufrimiento y el mal del mundo? Cultural mente
hablando, hemos pasado de la angustia de nuestra justificación a poner
en tela de juicio a Dios, y a la cuestión de su justificación.
Esta constante general, que merecería sin duda muchos matices,
puede ayudamos a comprender mejor el malestar específico de los cris-
tianos ante la enseñanza que han recibido del misterio de la redención.
Malestar ante el anuncio de una redención onerosa, dolorosa, que pasa
por la cruz y la muerte; malestar ante la interpretación dada a la muer-
te de Cristo mediante las palabras: sacrificio, expiación, satisfacción y
sustitución. Hay que reconocer aquí que la catequesis yla predicación

* Sesboiié, Bernard. Jesuíta francés, profesor de la facultad de teología del


Centre-Sevres de Paris. Ha sido miembro de la Comisión Teológica Internacional. Ha
dedicado largos años al estudio de las fuentes conciliares y patrísticas, diálogando con
la cultura social de la actualidad (en línea de superación del victimismo y la violencia);
intenta elaborar una teología narrativa, que sepa decir en forma comprensible y com-
prometida lo que ha sido y es Jesucristo. Dirige, y colabora extensamente en ELDios de
LaSaluacián. Historia de Losdogmas I-IV, SecoTrinitario, Salamanca 1995/7. Ha escri-
to además: jesucristo, el único mediador. 1: Problemática y Relectura doctrinaL. 11:Los rela-
tos de La saluacián. Propuesta de una soteriologia narrativa, SecoTrinitario, Salamanca
1990/2.
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han transmitido durante siglos y casi hasta nuestros días, la idea de que obedccerlcciegamenteo a estar absolutamenteculpabilizados,o más
Dios Padre ha exigido la muerte de su Hijo con e! fin de satisfacer su bien, a ambascosasa la vez»(Unité deschrétiens 15, julio 1974, p. 21).
justicia ultrajada por e! pecado de! hombre. Víctima inocente y volun-
A simple vista parece que la cuestión se plantea en e! marco de!
taria, e! Hijo se habría sometido a esta exigencia aceptando llevar sobre
dilema: cristianismo sacrificial o cristianismo no sacrificial. Pero, de
sí e! peso de! castigo correspondiente a la humanidad. Ésta es la idea
hecho, las cosas son más complejas y debemos intentar exponerlas.
de! «pacto sacrificial» que es hoy objeto de contestación meditada
Para ello, les propongo una reflexión en tres tiempos:
entre filósofos y teólogos, de un sordo malestar entre los mejores cris-
- en primer lugar necesitamos analizar el proceso histórico que
tianos, y de un rechazo deliberado por parte de muchos otros; recha-
ha llevado a una degradación lenta y continua, que se inicia en la Edad
zo que puede llegar hasta la pérdida de la fe. Ustedes conocen segura-
Media pero que se desarrolla sobre todo en los tiempos modernos, de
mente la protesta elevada por René Girard en su libro El misterio de
la doctrina bíblica y patrística de la redención;
nuestro mundo. Claves para una interpretación antropológica
- a continuación debemos encontrar un centro teológico de pers-
(Salamanca, 1982), contra la interpretación sacrificial de! cristianismo,
pectiva que permita organizar en un todo coherente y significante la
que él llama e! malentendido más colosal de la historia. Pienso igual-
teología de la redención;
mente en un libro más reciente, escrito por un autor alemán, Nathan
- finalmente, podremos dar cuenta, a la luz de esto, de las gran-
Leites, publicado con un título provocador, Le meurtre de [ésus, moyen
des categorías bíblicas y tradicionales de la redención y de la salvación.
de salut? La cuestión que trata, de forma bienintencionada, por otra
parte, reposa sobre e! contrasentido inscrito en e! título de su libro. No
dice la muerte de Jesús, sino e! asesinato de Jesús. Parece convencido 1. EL MECANISMO DE UNA DESCONVERSIÓN
de que e! cristianismo ha enseñado que la causa de nuestra salvación
era e! asesinato de Jesús, en cuanto asesinato. Este desplazamiento es
a) La originalidad del testimonio de la salvación
objetivamente perverso, porque atribuye al Padre una voluntad inme-
diata de muerte sobre su Hijo, y un asesinato sagrado, la más pura El anuncio de la salvación dado a los hombres en Jesucristo es el
expresión de la violencia. La voluntad de muerte, que es una'acción de dato central de la Escritura. En torno a él se estructura todo el miste-
los hombres que mataron a Jesús, es transferida al Padre. Cuando deci- rio cristiano. También su testimonio es multiforme y abundante. Las
mos que la muerte de Jesús es causa de nuestra salvación, queremos palabras que los expresan son legión: salvación, mediación, redención
afirmar que Jesús ha cumplido hasta e! extremo, en espíritu de obe- o rescate, remisión, liberación, justificación, perdón, reconciliación,
diencia y de amor, la misión de salvación que había recibido del Padre, adopción, participación en la naturaleza divina, expiación, sacrificio,
y esto incluso a costa de su vida. Este contrasentido grave de un hom- martirio, sin contar los verbos como «darse», «entregar», «entregarse»,
bre bienintencionado y sincero debe interrogamos. Además lo encon- etc. Todo este lenguaje es, por otra parte, metafórico. Para expresar una
tramos de nuevo entre los cristianos o «postcristianos» de base, como realidad trascendente, puesto que implica la relación del hombre con
lo demuestra Jean-Fran~ois Six: Dios, la Escritura se sirve de términos tomados de! campo de las rela-
ciones entre los hombres, muchos de los cuales habían sido ya adop-
Hay un Jesús que no nos va nada, es el Jesús crucificado, mártir.
tados en la tradición religiosa de la humanidad. No obstante, esta
Durante toda nuestra infancia hemos oído que había muerto por
nuestros pecados.Eso, ya no podemos soportarlo.Nos supera. Se nos transposición es una operación delicada. Por una parte, pone en juego
ha mostrado en Jesúsa un hombre, inocente, que pa9a por los demás la analogía fundamental que habita todo lenguaje humano aplicado a
paga, es una deuda, ¿a quién paga?A Dios. Siempre un Padre fuerte las realidades divinas. Por otra parte, supone una purificación y una
que exige la muerte del Hijo, la castración... Y Dios en el Gólgota conversión de los elementos pecadores inscritos en nuestro lenguaje.
mata dos pájarosde un tiro. Es al fin satisfechoen sus sentimientosde Pues e! hombre tiene la tentación de hacer a Dios a su imagen y de
Padreofendido, y pone a los hombres, sus hijos, en un estado de infe- atribuirle un comportamiento similar al suyo. El hombre transfiere así
rioridad con relacióna él para siempre:el que Cristo haya muerto así espontáneamente a Dios su propia violencia. La revelación bíblica que
por voluntad del Padre, nos condena a nosotros, los hombres, bien a utiliza las palabras de! lenguaje humano y religioso, realiza deliberada-
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mente una verdadera revolución semántica, con el-fin de que éstas ceder al teólogo luterano Gustav Aulen el mérito de haber subrayado
puedan decir «lo que no ha subido al corazón del hombre» (1 Cor 2, 9). este cambio de perspectiva ya en 1934, aunque haya interpretado este
Finalmente, la propia multiplicidad de las expresiones empleadas, hecho histórico con un cierto unilateralismo.
muestra que este misterio cristiano de la salvación, que se resume en
definitiva en la persona misma de Jesús, Cristo, no puede ser encerra- e) EL esquema de Lacompensación
do en un único lenguaje que lo expresaría en su totalidad. La diversi-
Ahora bien, sucede que el esquema de pensamiento subyacente a
dad de aproximaciones semánticas expresa a su manera la trascenden-
este movimiento ascendente se encuentra muy próximo a un esquema
cia de la realidad apuntada. La teología debe, pues, procurar, no redu-
antro po lógico extremadamente fuerte, que habita nuestra conciencia
cir, en su deseo de sistematización, la interpretación del misterio sir-
colectiva, el de la compensación. El lenguaje de la revelación ha tenido
viéndose de una categoría única.
que tomar prestados términos a la tradición de la experiencia humana
Sin duda, ésta es la razón por la que la Iglesia, en el curso de su tra-
y religiosa que estaban inevitablemente marcados por la idea de la
dición, no ha emitido nunca una definición dogmática sobre el miste-
compensación. Pero la historia de la revelación llevaba consigo un pro-
rio de la redención. La salvación y la redención son siempre supuestos
ceso pedagógico de conversión de los elementos, bien inaplicables a la
y presupuestos como una referencia evidente en sus documentos. El
realidad de Dios o bien abiertamente pecadores. Sin embargo, en la
«por nosotros y por nuestra salvación» del símbolo de Nicea-
mentalidad del pueblo cristiano esta conversión está por hacer y choca
Constantinopla parece que basta. Los debates cristológicos, lo mismo
con el inconsciente colectivo no convertido. Por eso, puede suceder. y
que los debates sobre la gracia, han estado dominados siempre p,or la
ha sucedido que, sin poner nunca en tela de juicio el anuncio funda-
soteriología. Sin embargo, habrá que esperar a la sesión sobre la justi-
mental de la fe por la Iglesia, algunas representaciones y razonamien-
ficación del Concilio de Trento (1547) para encontrar una exposición
tos procedentes de este inconsciente han «desconvertido» de alguna
ex professo sobre una de las categorías soteriológicas, pero no sobre el
manera el uso de términos bíblicos y los han integrado en sistemas
conjunto del misterio de la redencion.
objetivamente perniciosos.
~ El esquema de la compensación transmite la idea de que debe exis-
b) DeL movimiento descendente al movimiento ascendenú
tir una correspondencia lo más exacta posible entre el mal cometido y
El misterio de la salvación -el término es aquí más adecuado que la reparación. Esta correspondencia se traduce en la imposición de un
el de dogma- se ha desarrollado, pues, en otro registro, a través de la castigo supuesto equivalente al mal cometido o que debe constituir un
reflexión de los teólogos por una parte, pero también a través de la pre- sufrimiento equivalente al que ha sido causado a la víctima o al placer
dicación pastoral y la liturgia. Unir el movimiento de este desarrollo y injusto obtenido del mal realizado. Sufrir el castigo será, pues, expiar.
de esta reflexión requiere, pues, un trabajo de investigación sobre un La idea de una justicia vindicativa es inmanente a todo este esquema
gran número de documentos. Aparece entonces un importante dato de pensamiento, sobre el que ha reposado, por otra parte, esencial-
de entrada: el paso del primer milenio al segundo está marcado por mente el ejercicio de la justicia humana.
una inversión de tendencia. La Iglesia antigua, en particular la tradi- El hombre pecador ha traspasado, pues, espontáneamente al
ción patrística oriental, prefirió de manera predominante, el movi- dominio de sus relaciones con Dios esta concepción tan presente en las
miento descendente que va de Dios al hombre a través de la humani- relaciones entre los hombres. Los derechos de Dios deben ser venga-
dad de Jesús. Es decir, aquél por el que el Verbo encarnado viene a libe- dos por una forma de compensación objetiva y exacta del pecado
ramos de las cadenas del pecado y de la muerte y a comunicamos con cometido, castigo oneroso o sacrificio, para que el hombre pueda reen-
la adopción filial la vida misma de Dios. La Iglesia del segundo mile- contrar la benevolencia divina. Ahora bien la revelación judeo-crisria-
nio, por el contrario, y especialmente la tradición occidental, ha pre- na nos dice que Dios no es como el hombre: él es el Dios justo y santo
ferido el movimiento ascendente, es decir, el que va del hombre a Dios que justifica al pecador en lugar de vengarse de él, un Dios de perdón
y realiza en Cristo el paso de la humanidad en Dios. Este movimien- y de misericordia incondicional. Exige sólo la conversión del corazón,
to subraya lo que le corresponde al hombre para reparar su pecado, el abandono del pecado y el regreso al cambio de la justicia. En este
convertirse a Dios y encontrar la reconciliación con él. Hay que con- campo él da incluso lo que ordena, puesto que el hombre puede con-
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vertirse sólo con su gracia. Que esta conversión sea onerosa para el Este cortocircuito fundamental ha sido favorecido por el olvido del
hombre viene de su apego al pecado; que se exprese en actos de repa- uso de la metáfora en la Escritura y especialmente de la figura estilís-
ración, de que el hombre es un cuerpo que vive en el tiempo y su con- tica llamada metonimia que expresa un concepto por medio de un tér-
versión sincera debe también tomar cuerpo en el tiempo. La repara- mino que designa otro concepto que está unido a éste por una relación
ción, bien distinta de la compensación, de hecho, honra al hombre. necesaria (la causa por el efecto, el continente por el contenido, el
.signo por la cosa significada). Por ejemplo, beber un vaso, alborotar
d) El olvido de los tresprotagonistas y el «cortocircuito» una ciudad, son metonimias. Lo mismo sucede con toda la «retórica
de la sangre» en el Nuevo Testamento: la sangre expresa el don de la
Ahora bien ¿qué ha sucedido? El predominio del esquema de la
compensación vindicativa ha llevado a olvidar que el drama de la vida, pero está metafóricamente comparado con la sangre de los sacri-
pasión de Cristo se desarrolló entre tres protagonistas: el Padre, Jesús, ficios. Si se olvida el contexto escriturístico y la forma en que éste juega
su Hijo, y los hombres pecadores. Los relatos evangélicos muestran con la metáfora, se podrá ver en la sangre de Cristo el símbolo de una
claramente que los responsables de la muerte de Jesús, son los hom- condena a muerte de tipo penal. La representación tradicional del cru-
bres, paganos y judíos, unidos. en un mismo rechazo apasionado del cihjo reposa sobre la misma metáfora: Jesús en la cruz no representa
Justo. No el Padre, él que ha dado a su Hijo para reconciliar a la huma- un ajusticiado justamente castigado, ni un maldito de Dios, sino el
nidad con él y cuya obra propia será resucitado. En cuanto al Hijo, se amor del Justo, el amor del Hijo de Dios mismo. Como ha mostrado
da el Padre y a sus hermanos en un amor y una obediencia que va hasta bien H. Urs von Balthasar en su «estética teológica», la kénosis amo-
el límite de sí mismo, hasta el extremo, como dice Juan, es decir, hasta rosa del Hijo en la muerte ignominiosa de la cruz hace brotar el
el don de su vida. Si nuestra salvación pasa poi la muerte sufriente de esplendor de la gloria misma de Dios.
Jesús, no es una acción del Padre que exigiría sangre, ni del Hijo que Los dos textos de Gálatas 3, 13 (Cristo maldito a los ojos de la Ley,
no va de ninguna manera a la pasión como a un castigo, sino de los porque pende de la cruz) y de 2 Corintios 5, 21 (Cristo hecho pecado
pecadores que desde el principio del ministerio de Jesús han formado por nosotros) descansan también ellos sobre metáforas (el segundo
texto indica la acción por el efecto) y han sido objeto de lecturas en
contra él un proyecto de muerte. San Agustín había meditado muy
bien sobre el sentido diferente de la palabra tradidit según se aplique cortocircuito durante los últimos siglos. Además con otros, han ali-
mentado las teorías de la sustitución penal o de la satisfación vicaria.
al Padre que entrega a su Hijo, al Hijo que se entrega, o a Judas que
traiciona. Concluyo este análisis demasiado breve citando un solo texto,
extraído de un sombrío florilegio que va del siglo XVI hasta casi nues-
El olvido de esta «triangulación» de los protagonistas lleva inevita-
tros días. No se trata de un autor de segunda fila, sino del propio
blemente a cargar sobre Dios la voluntad de muerte que procede de los
Bossuet que tendrá, por otra parte, numerosos imitadores en la elo-
hombres. Se atribuye la violencia pecadora a Dios. Es lo que yo llamo
el «cortocircuito» perverso para la doctrina de la redención. Existe un cuencia del púlpito.
cortocircuito porque se atribuye al polo positivo, el del amor del Padre «Imaginad,pues, cristianos,que todo lo que habéis oído no es más que
y del Hijo que actuán en común para nuestra salvación, lo que perte- un pequeño preparativo:e! gran golpe de! sacrificiode Jesucristoque abate a
nece al polo negativo, es decir, la situación pecadora de la humanidad, estavictima pública a lospiesde la justiciadivina,debía ser dado sobrela cruz
separada de Dios y habitada por un rechazo de la justicia y del amor. y proceder de un poder mayor que e! de las criaturas.
La «máquina de la cruz» para retomar la expresión de Ignacio de En efecto, sólo a Dios le corresponde vengar las injurias; y hasta que su
mano no actúa, los pecadossóloson castigadosdébilmente,sólo a él le corres-
Antioquía, es el resultado de la entrada en contacto de estos dos polos.
ponde hacer, como es debido, justicia a los pecadores,y sólo él tiene e! brazo
La cruz es el lugar del «duelo admirable» evocado por la sentencia pas-
poderoso para tratados según sus méritos. ''A mí, a mí, dice él, la venganza:
cual, entre la vida y la muerte, entre el amor y el odio. Duelo san- yo sabré darles lo que merecen... Era necesario,pues, hermanos míos, que él
griento en el que las apariencias son engañosas: la victoria definitiva mismo viniera contra su Hijo con todos sus rayos;y puesto que había puesto
pertenece a la vida y al amor que resucita a Jesús y convierte a los hom- en él nuestros pecados... debía poner también su justa venganza.Lo hizo, cris-
bres pecadores. tianos, no debemostener ninguna duda"»(Cuaresmade los Mínimos para e!
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Viernes Santo, 26 de marzo de 1660,3.° punto; Obras Oratorias. París, Ed. del sufrimiento y del mal, tristemente ilustrado por las atrocidades de
A. Lebarcq, DDB, 1916, t. 3, p. 385). este siglo. El hombre choca contra una realidad hostil que por una
parte se le impone como destino o fatalidad, pero que es también la
consecuencia de sus decisiones libres. En este misterio opaco del mal
11. EL CENTRO DE PERSPECTNAS: LA MEDIACI6N DE CRISTO es difícil delimitar la parte de nuestra finitud y contingencia y la de
nuestro pecado. Lo cierto es .que la humanidad experimenta su divi-
a) ¿Qué es la salvación? sión con relación a la naturaleza, la división de los hombres entre sí,
en los terrenos económico y político y la división que todo hombre
Para expresar la salvación que el hombre necesita, la Biblia se sirve conoce en su propio corazón, esta maldad natural e inexplicable, tan
de dos imágenes que remiten a dos situaciones humanas fundamenta- bien evocada por Soljenitsyn en el Pabellón de los cancerosos. El hom-
les, la enfermedad y la esclavitud. La salvación, es la salud, es decir, la bre experimenta finalmente la división que le separa del «Absoluto»,
plenitud de vida; es también la libertad. En efecto, la enfermedad, cualquiera que sea el nombre que se le dé. Pues el hombre está inven-
signo anunciador de la muerte, pone en peligro nuestra misma exis- ciblemente habitado por el deseo del Absoluto, de un absoluto que no
tencia. Nos recuerda nuestra finitud, ineluctable e inaceptable a la vez, es, en definitiva, más que un hombre velado dado al misterio de Dios.
que contradice nuestro deseo de vivir siempre. Reencontrar la salud es, El hombre sólo puede ser plenamente él mismo en comunión con
pues, salvarse, como dicen la mayor parte de nuestras lenguas. El Dios, pues «su corazón está inquieto hasta que descanse en él» (San
enfermo llamará al médico su salvador. Lo mismo sucede en el Agustín, Confesiones, 1, 1,). En definitiva, para el hombre carecer de
Evangelio en el que la misma palabra sozein significa la vuelta a la ~11ud Dios, es carecer de sí mismo.
física otorgada por Jesús y la salvación total de la persona con respec- Esta última separación nos lleva directamente a la dimensión posi-
to a Dios. tiva de la salvación: el don de la plenitud de la vida. Esta plenitud de
La otra imagen está tomada del campo de la vida social y política. vida en la libertad y el amor no puede venir más que de Dios, de la
La esclavitud puede ser la del esclavo individual, puede ser también la participación en su propia vida. Ésta es la «vida eterna» anunciada por
de un ejército prisionero o la de un pueblo deportado. Este pueblo pri- el Evangelio, y la adopción filial, que suponen, para ser totales, nues-
vado de libertad, lleva una existencia inferior, sometida a vejaciones y tra resurrección. Esta salvación es simbolizada, inaugurada y dada a la
violencias. Sueña con la libertad. Éste fue el caso del pueblo hebreo en vez por la resurrección de Cristo que está sentado a la derecha del
Egipto. También la liberación política de la esclavitud egipcia fue vivi- Padre. Es una salvación que nos ha sido dada ya aquí abajo en la gra-
da como el símbolo de la liberación de todo mal y el acceso a la tierra cia y que sigue prometida en la gloria plenamente manifestada del
prometida, como el del don de todos los bienes. Fue el acontecimien- Reino de Dios. El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, está
to fundador de la historia de Israel. habitado, como dice Gaudium et Spes, por la vocación de conocer a
Dios, de verlo y de participar en su propia vida.
Estas dos situaciones de angustia habitan la humanidad de forma
radical y pertenecen a su condición. Aquí abajo conocen sólo salva-
b) Jesucristo el único Mediador
ciones provisionales y enfrentan al hombre con la cuestión de una sal-
vación absoluta, es decir, de una vida plenamente libre y definitiva- El nombre de Jesús quiere decir «Yahvé salva». Jesús es nuestro
mente «resucitada». Salvador y nuestra salvación a la vez. ¿Cómo nos salva? Porque es
Estas referencias bíblicas nos permiten profundizar en las dos con- mediador entre Dios y los hombres. Aunque el testimonio formal de
notaciones esenciales de la idea de la salvación: una connotación nega- la mediación de Jesús sea relativamente reducido en el Nuevo
tiva primero, la liberación de una situación de angustia, una connota- Testamento, se expresa en textos particularmente fuertes que arrojan
ción positiva después, la concesión de un bien decisivo. su luz sobre la totalidad del acontecimiento de Jesús. Releamos, pues,
«El interlocutor de una teología actual es el hombre sufriente» ha el texto más importante:
escrito acertadamente W. Kasper (El Dios de los cristianos, p. 238). «Pueshay un solo Dios,
Nuestro mundo cultural siente, en efecto, con intensidad el problema un solo mediador entre Dios y los hombres,
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un hombre, Jesucristo, así el mediador por excelencia de la comunicación entre los hombres.
que se dio a sí mismo en rescatepor todos nosotros. En cada uno de los interlocutores es a la vez original y común. Tiene,
(1 Tim 2, 5-6). sin embargo, su realidad propia, en cuanto instrumento codificado;
El interés de esta fórmula es que constituye una variante de las pri- pero en él los protagonistas comunican y comulgan. Con razón, las
meras confesiones de fe. Está estructurada como una confesión con técnicas modernas andiovisuales de comunicación se denominan los
dos artículos del tipo: un solo Dios, un solo señor (cf. 1 Cor 8, 6). Su media. Toda esta reflexión adquiere un sentido especialmente fuerte, si
artículo cristológico designa a Cristo, a la vez según su identidad y se piensa en el prólogo del Evangelio de Juan que llama a la persona
según su acción. El término de mediador reemplaza al de Hijo o de Jesús el Verbo, es decir, la Palabra. En él la palabra divina se hace
Señor; este mediador es único, como Dios mismo es único, y es obje- palabra humana. La palabra divina se convierte para nosotros en el
to de confesión con la misma categoría que Dios. El mediador viene, «exégeta» de Dios (cf Jn 1, 18). Su palabra es a la vez revelación y
pues, de Dios y está del lado de Dios. No obstante, debe estar también comunicación de Dios a los hombres y respuesta del hombre a Dios
del lado de los hombres. Por eso, la encarnación se ha expresado bajo en la obediencia y el amor. Cristo no establece nunca separación entre
la forma de la confesión de un «hombre, Jesucristo». Esta doble soli- Dios y los hombres. Realiza, en él y para nosotros, la comunión inme-
daridad con Dios y con los hombres funda el status de mediador de diata de Dios y el hombre.
Jesús. Finalmente, lo mismo que el Kerigma gravita en torno al anun- Toda mediación comporta la reciprocidad de dos elementos que
cio de la muerte y la resurreción de Jesús, la fórmula termina con la van de cada uno de los dos protagonistas hacia el otro. El intercam-
evocación del sacrificio de Cristo entregado como rescate. La realiza- bio mediador que se realiza en Cristo comporta efectivamente estos
ción onerosa de nuestra salvación está expresada en el vocabulario de dos movimientos: el descendente, que va de Dios al hombre, y el ascen-
la redención. dente, que va del hombre a Dios. La inversión del centro de gravedad
Igualmente, la Epístola a los Hebreos presenta a Cristo como «el evocada antes, entre el primer y el segundo milenio, nos remite, pues,
mediador de una nueva Alianza» (Heb 9, 15; 12, 24) entre Dios y la de hecho, a los dos lados de la única mediación de Cristo, dos lados
humanidad; de una alianza «mejor, establecida sobre mejores prome- que hay que mantener juntos, dando prioridad al primero, es decir, a
sas» (Heb 8, 6). El papel mediador es, en efecto, poner en contacto a la iniciativa gratuita que viene de Dios y nos alcanza en y por su Hijo.
los dos protagonistas, permitirles realizar una alianza, una comunión. Podemos esbozar estos dos movimientos de esta manera:
La epístola desarrolla este tema en el lenguaje sacerdotal, pues el sacer- a) Porque él es el Hijo mismo de Dios venido en nuestra carne a asu-
docio se define como una «empresa de mediación» (A. Vanhoye). mir una solidaridad plena con nosotros, Jesús realiza el don definitivo
Hay que añadir a este dossier escriturístico los textos que apelan al de Dios a los hombres. Es Dios con nosotros, Dios dado, que cumple
tema del intercambio entre Dios y los hombres: intercambio de la su misión entregándonos su propio Espíritu. «He venido para que los
riqueza de Cristo y de nuestra pobreza (2 Cor 8, 9), de su fuerza y hombres tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10, 10). Pero este
nuestra debilidad (2 Cor 13,4), de su plenitud y nuestra nada a tráves don de la vida, ofrecido a hombres que el pecado ha instalado en la
de su kenosis (Fil 2, 7-8; Ef 3, 19), de su justicia y nuestro pecado (2 muerte, toma inevitablemente la figura de una redención y una libe-
Cor 5, 21) de la bendición y la maldición (Gal 3, 13). ración onerosa que deben vencer el rechazo del hombre. Según este
El tema de la mediación de Cristo ha sido ampliamente explotado movimiento de mediación descendente, se puede decir que Dios ama
por la tradición cristiana desde Ireneo, San Agustín, quien lo ha expe- al hombre hasta morir por él. «Tanto amó Dios al mundo que envió a
rimentado existencialmente, Cirilo de Alejandría, a través de Santo su Hijo único para que todo el que cree en Él no perezca, sino que viva
Tomás, hasta Scheeben, K. Barth, K. Rahner, Y. de Montcheuil y E. eternamente» (Jn 3, 16). Para damos la vida, Jesús da su propia vida,
Schillebecckx, estos dos últimos desarrollando la idea de Cristo-sacra- tomando sobre él la prueba de la muerte. Todo tiene, pues, su fuente
mento. en el amor (agapé) de Dios que, al entregar a su Hijo, nos da la posi-
Señalemos rápidamente que el mediador no es un intermediario, bilidad de convertimos y creer.
un tertium quid que permanecería ajeno a los dos protagonistas que b) Porque es verdaderamente hombre, siendo al mismo tiempo el
pone en contacto. El mediador es solidario con ellos. El lenguaje es Hijo por excelencia, Jesús realiza el don definitivo del hombre a Dios.
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El, don de Dios al hombre presupone, en efecto, que sea acogido y Jesús que se ha traducido tanto en su forma de morir como también
recibido. Ahora bien, la acogida del hombre del don de Dios no puede en su forma de vivir. Encontramos igualmente la fórmula «por nues-
consistir más que en el don del hombre a Dios. Tanto en un caso como tros pecados», es decir, «en razón de» nuestros pecados. Finalmente ha
en el otro, el don no puede ser exterior a aquel que da: si Dios se da, muerto «por nuestra salvación», fórmula que no tiene una función
el hombre debe a su vez darse en un amor que la Escritura llama nup- homóloga a las dos precedentes, pero que pertenece también a la
cial. Éste era el designio original de la creación: Dios daba a Adán a sí matriz de la doctrina cristiana de la salvación.
mismo con la intención de darse a él. Para que este designio se cum- Desde el momento en que' se abordan categorías más precisas, se ve
pliera, era necesario que Adán respondiera a esta ofrenda de comu- que se inscriben naturalmente según los dos movimientos evocados de
nión, aceptara recibirse de Dios y se diera a él en correspondencia, en la mediación. Es importante tratar la mediación descendente según su
un acto de preferencia y de paso (Pascua) que no es otro que el sacri- prioridad lógica y cronológica. Prioridad lógica, pues todo en nuestra
ficio. Lo que Adán, es decir, la humanidad en origen, se negó a hacer, salvación tiene su fuente en Dios; prioridad cronológica, porque estas
Cristo, el nuevo Adán, lo cumplió en su existencia de amor y obe- categorías son las que fueron más empleadas en la Iglesia antigua. Voy
diencia, sellada por el misterio pascual de su paso a Dios. Este sacrifi- a enumeradas rápidamente según el orden de emergencia predomi-
cio fundamental de comunión, Cristo lo cumplió en una existencia nante en la consideración teológica explotando los datos biblicos.
sometida a las condiciones del pecado de la humanidad. Por eso, su Abordaré después, siguiendo el mismo método, las categorías corres-
sacrificio pasa por la cruz donde afronta de manera victoriosa la con- pondientes a la mediación ascendente.
tradicción de la injusticia y del rechazo. Según este movimiento-de
mediación ascendente, se puede decir que el hombre ama a Dios hasta
morir por él. Este acto de Jesús representando a la humanidad de la 1. LA MEDIACION DESCENDENTE

que es solidario, permite a los hombres, (cuya libertad hasta aquí


sometida, ha sido liberada), darse a Dios en sacrificio espiritual, puro a) La salvación por revelación
y santo. < Jesús es el revelador del Padre. Es aquel que nos hace conocer a
Tal es el centro de perspectivas que hay que tener presente para dar Dios en verdad, con un conocimiento existencial y concreto que inclu-
'cuenta de nuestra salvación en verdad. Los diversos lenguajes y cate- ye el amor. Nos hace pasar de las tinieblas a la luz. «La vida eterna es
gorías utilizadas por la Escritura y la tradición de la Iglesia remiten que te conozcan a ti el único Dios verdadero y a aquel que tú has
todos a este foco de luz cuyos colores difractan como un prisma. enviado, Jesucristo» (Jn 17,3). Igualmente el que ve a Jesús ve al Padre
Vamos a ver ahora que estos términos se alinean espontáneamente (Jn 14,9). El conocimiento (gnosis) perfecto ocupa también un lugar
según los dos lados de la mediación de Cristo. importante en Pablo. Los Padres apostólicos y los Apologetas recoge-
rán insistentemente este tema hasta Ireneo que estableció una equiva-
lencia entre el hecho de ver a Dios y el de vivir. Puesto que nosotros
somos seres de conocimiento y de amor, nuestra salvación en Dios no
III. LAS CATEGORíAS BíBLICAS Y TRADICIONALES DE LA SALVACION puede realizarse al margen del conocimiento y del amor. Tal es la ver-
dad de la «gnosis» cristiana. En este tiempo nuestro en el que se ven
Todas estas categorías son el desarrollo de la afirmación origial del reaparecer múltiples tentaciones gnósticas, es importante devolver
«por nosotros»: Jesús ha muerto y resucitado por nosotros, es decir, «en todo su vigor a este tema de la salvación por la revelación en Cristo y
favor nuestro», pero también «por nuestra causa». Pues el amor de de sacar todas las consecuencias que se derivan de esto, en cuanto a la
Cristo ha transformado un «pon> y un «a causa de» en un «para». formación de una fe inteligente e ilustrada.
Finalmente, en una cierta medida que hace falta entender bien, el «por
nosotros» quiere decir también «en nuestro lugar», Los testimonios b) El Cristo vencedor: la redención
escriturísticos son aquí innumerables y cada uno tiene una resonancia El término redención se ha convertido en un término ambiguo
precisa. No obstante, todos expresan la radical «pro-existencia» de porque ha llegado a designar el conjunto del misterio de la salvación,
126 SALVADOR DEL MUNDO REDENCION y SALVACION EN JESUCRISTO 127

y en los tiempos modernos ha sido comprendido la mayor parte de las mediación ascendente y establecía el fundamento de lo que se deno-
veces en el sentido de satisfacción, mientras que en la Escritura y la tra- minará más tarde el «pacto sacrificial».
dición antigua de la Iglesia no constituye más que uno de los lengua- Afortunadamente la liturgia, especialmente la de la semana santa,
jes de la salvación. La redención significa liberación o rescate. Es en el ha estado siempre habitada por la verdadera perspectiva bíblica y tra-
Nuevo Testamento una herencia del Antiguo. Pues, Dios redentor dicional de la redención. Hoy esta categoría vuelve a ocupar su lugar
(go'el) de su pueblo se ha «adquirido» un pueblo, ya por la creación e en la teología de la cruz. .
incluso lo ha «rescatado». Este segundo término supone que existía
una esclavitud. Se puede pensar en la situación cultural de la liberación e) El Cristo liberador
del esclavo. Pero la referencia inmediata es la liberación del pueblo de De la redención a la liberación hay un simple matiz, pero también
Israel de la esclavitud en Egipto. una diferencia real, en la medida en que el primer término evoca ante
Aplicado a la vida y la muerte de Jesús, el término de redención todo el estado de esclavitud anterior, mientras que el segundo evoca el
expresa un combate oneroso y doloroso sostenido por Cristo contra las status nuevo positivo de libertad que es el fruto de la salvación. El
fuerzas del demonio, de la muerte y del pecado, pero un combate vic- vocabulario de la salvación es bíblico también. Jesús es la libertad
torioso y triunfal que le permite incorporar a los hombres al cortejo de misma y nuestro liberador; propone la Nueva Alianza de la libertad,
la victoria. La resurrección de Cristo es el signo resplandeciente de esta como subraya San Pablo. La tradición antigua ha interpretado este
victoria y de la liberación realizada en beneficio de todos los hombres. tema de la restauración de nuestra libertad, herida y esclavizada por el
Es importante situar el famoso logion del rescate en este dontexto pecado, gracias al ejercicio soberano de la libertad de Cristo. Agustín
de interpretación: «El Hijo del hombre ha venido no para ser servido, ha tenido la experiencia de la gracia que libera su libre albedrío. Hoy
es la dimensión social de la liberación de los hombres la que está más
sino para servir y dar su vida en rescate por muchos» (Mc 10, 45).
a la orden del día, como se ve en las llamadas teologías de la liberación.
Encontramos de nuevo la palabra rescate en la fórmula de 1 Tim 2, 5-6
El término dice mucho más a nuestros contemporáneos que el de
sobre el mediador. Cualquiera que sea la alusión al kofer subyacente a
redención y es justo decir con W. Kasper que da redención puede, por
este logion es cierto que se trata aqui de una metáfora aplicada a una consiguiente, ser comprendida como una liberación» (jésus, le Christ,
realidad, que no tiene nada que ver con una transacción comercial. Se p.308).
puede decir que en su vida y en su muerte Jesús ha «pagado con su per-
sona» que no ha dudado en «ponerle un precio» y que esto le ha «cos- d) El Cristo divinizador
tado caro». Su vida ha sido el precio de nuestra salvación, lo que indi-
ca lo mucho que Cristo nos valoraba. Por eso, no hay que indagar a Hemos visto los dos componentes inseparables de la salvación cris-
quién se le ha pagado este precio. Sería alargar la metáfora más allá de tiana, que son como las dos caras de una misma moneda. Los térmi-
nos de redención y liberación evocaban más la liberación del pecado,
su campo pertinente. El Nuevo Testamento no lo hace nunca.
el de divinización expresa más el don de la vida plena de Dios. La idea
Desgraciadamente algunos Padres de la Iglesia -no todos- se han
de divinización tiene su origen primero en la afirmación de que el
preguntado si el rescate no había sido pagado al demonio. Orígenes y
hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, según un pro-
Gregorio de Nisa han expresado esto de manera algo mítica, pero ceso dinámico que debe concluir con la visión de Dios, cuando «sea-
siempre para decir que el demonio no había recibido en definitiva mos semejantes a él» (1 Jn 3,2). Este don de «lavida eterna», esta «par-
nada y que había sido engañado en sus esperanzas. Ya Gregorio ticipación en la naturaleza divina» (2 Pe 1, 14) es una adopción filial
Nacianceno había reaccionado enérgicamente contra esta idea. Pero la que hace de nosotros hijos en el Hijo adopción que recibimos con el
Edad Media heredará la cuestión ya planteada; al no poder admitir nuevo nacimiento del bautismo.
esta apariencia de transacción entre Dios y el demonio no dudará en Los Padres griegos han sido los grandes heraldos de nuestra divini-
decir que el rescate ha sido pagado a Dios. Respuesta que es quizá peor zación. Sabemos que esta perspectiva soteriológica ha sido uno de los
que la primera y cargada de consecuencias ... Hacía pasar indebida- grandes resortes del desarrollo de los dogmas trinitario y cristológico.
mente la categoría de redención de la mediación descendente a la Hoy se desconfía de esta perspectiva que parece arrancar al hombre a
128 SALVADOR DEL MUNDO REDENCI6N Y SALVACI6N EN JESUCRISTO 129

su finitud y a su contingencia. Algunos han llegado a oponer diviniza- El lenguaje teológico no puede ser objeto de decreto. De todas for-
ción y humanización. De hecho, lejos de oponerse, estos dos datos son mas, la palabra está ahí, en las mentalidades, funcionando la mayor
estrechamente solidarios: la divinización del hombre es su única parte de las veces de modo ambiguo, a veces de manera perversa. Es
humanización verdadera. Según el mismo espíritu Karl Rahner sitúa la importante, pues, cornprenderla teológicamente a la luz de la conver-
especificidad del cristianismo en la iniciativa gratuita de la autocornú- sión de la que es objeto en la Biblia y según la cual la ha comprendi-
nicación de Dios. do un San Agustín. Nuestra referencia no puede ser aquí la historia de
las religiones.
e) El Cristo, justicia de Dios Ya en el Antiguo Testamento la realidad del sacrificio es objeto de
Justicia y justificación ocupan un logar central en la enseñanza pau- una pedagogía de purificación, en el ritual primero, después a través
lina para dar cuenta de nuestra salvación. Sin embargo, los Padres grie- de la contestación de los profetas que critican con vigor el sacrificio,
gos les concederán poco relieve en su teología. Es en Occidente, tras «alibi» ritual a la injusticia del corazón. Pero es en la existencia de
los debates entre Pelagio y Agustín primero, y la experiencia funda- Jesús, su «pro-existencia» donde el sacrificio manifiesta su realidad más
mental de Lutero después, donde el tema de la justificación va ocupar profunda: el sacrificio es el don de consentimiento y de amor que el
un lugar central en la teología. Es imposible evocado aquí en toda su hombre hace de sí mismo a Dios, un don ordenado a su paso (Pascua)
amplitud. Quedémonos con la idea principal: todos los hombres están a Dios. Este sacrificio de la humanidad ha sido realizado e inaugurado
encarcelados por el pecado. Ninguno puede justificarse ante Dios ni por el misterio pascual de Jesús que es el retorno del Hijo al Padre. Este
con las obras de la Ley ni con otro tipo de obra humana, Todos son sacrificio no es ritual, sino existencial: tiene como contenido nuestra
gratuitamente justificados por la gracia de Dios en virtud de la reden- misma existencia, nuestra vida y nuestra muerte siguiendo a Cristo.
ción cumplida en Cristo. La justicia no es, pues, la que condena al Éste es el tema que desarrolla magníficamente la Epístola a los
pecador, sino la que le hace justo, mediante su fe, una fe que es don Hebreos, subrayando que en este sacrificio, Cristo es a la vez el Sumo
de la gracia. Esta doctrina paulina fue recogida en el Concilio de sacerdote y la «víctima» ofrecida.
Trento en la sesión sobre la justificación. Lo esencial de "las dificulta- San Agustín ha desarrollado la misma doctrina con un equilibrio
des surgidas por parte de la Reforma sobre este punto está ya hoy cla- del que nunca hubiera debido alejarse la teología. En su definición del
rificado. A esta doctrina le interesa insistir sobre la dimensión subjeti- sacrificio ni siquiera menciona el carácter sufriente -consecuencia del
va y personal de la salvación, mientras que las categorías precedentes pecado- de éste; dice simplemente que es sacrificio todo lo que con-
eran más objetivas. tribuye a unimos a Dios en una comunión santa, a este Dios, el bien
Señalemos finalmente que la justicia de la que se trata aquí es una supremo que es el único que puede hacemos felices (cf. La Ciudad de
justicia descendente, la justicia con la que Dios nos gratifica en Cristo, Dios, X, 6). Desgraciadamente, de manera sutil desde la Edad Media,
en razón de su amor, y no una justicia ascendente, una justicia que el y abiertamente en los tiempos modernos, hemos asistido a una «des-
hombre tendría que devolver a Dios para apaciguado. viación sacrificial» en el curso de la cual los elementos rituales y san-
grientos del sacrificio han predominado. Esta desviación ha afectado
gravemente a la teología del sacrificio de la misa. Hoy día queda por
2. LA MEDlACION ASCENDENTE hacer un esfuerzo pastoral inmenso para devolver al término «sacrifi-
cio» su verdadero sentido cristiano en la conciencia y la mentalidad del
a) El sacrifcio de Cristo pueblo de Dios.
Con la justificación hemos terminado el recorrido de las categorí-
as descendentes de la mediación. Pero ésta tiene otro aspecto, vivido b) La expiación sufriente y la propiciación
en el acontecimiento mismo de Cristo, el que vuelve al hombre hacia El término expiación transmite quiza aún más que el de sacrificio
Dios y le hace pasar a él. La primera categoría que encontramos aquí la imagen de un Dios vengador. Pertenece, no obstante, a la revelación
es la de sacrificio. Este término es tan utilizado por la Escritura y la tra- bíblica, pero, como ha mostrado acertadamente Stanislas Lyonnet, allí
dición que no es posible eliminado invocando sus «desconversiones». toma el significado de intercesión y de perdón. Se puede mostrar esto
130 SALVADOR DEL MUNDO REDENCIÓN Y SALVACIÓN EN JESUCRISTO 131

ya a propósito de la liturgia del kippur y más aún en relación con el miento de Anselmo. Su texto traduce una conversión en devenir, no
Siervo sufriente de Isaías 53. Cuando Cristo es llamado en el Nuevo terminada, que se presta a ciertas ambigüedades. También la escolásti-
Testamento «instrumento de propiación» (hilasterion) o «propiciación» ca de interpretación de su pensamiento, ha olvidado lo mejor de éste
(bilasmos) se puede decir que las dos nociones de expiación y de inter- en favor de una interpretación indebida de su discurso cuantitativo y
cesión se convierten una en la otra: la expiación es la plegaria espiri- de la recurrencia en él de categorías tomadas del campo del comercio
tual plenamente atendida, en razón de la autenticidad visible que se ha y de la justicia conmutativa -en el horizonte del sistema jurídico feu-
dado, mientras que la intercesión se hace sacrificio de vida, ofrecida en dal-, hasta el punto de que se ha podido hablar a este respecto de
una actitud de obediencia y de amor. «teología de mostrador» (*) (M. Roques). Anselmo se encuentra en el
Esta perspectiva invita a comprender según su verdad lo que se origen de la inversión de perspectivas que en Occidente, ha olvidado
puede llamar la paradoja cristiana del sufrimiento. Éste es siempre un relativamente la mediación descendente. Hay que señalar que el
mal que hay que combatir, en lugar de sacralizarlo. Pero por su pasión mismo Santo Tomás, a pesar del gran equilibrio de su pensamiento y
y su cruz Jesús ha convertido el sufrimiento, no justificándolo, sino en la prioridad que da al amor, está secretamente habitado por la idea de
razón del amor con el que lo ha aceptado, vivido y superado. Del mal la compensación e incluso por la convicción de que el rescate de nues-
impuesto por los malvados él ha sacado el bien y esto es lo que noso- tra salvación debe ser pagado a Dios.
tros estamos invitados a hacer tras él y con él. Hoy el sufrimiento de Cada vez más a lo largo de los tiempos y, sobre todo, en los tiem-
Dios aparece como el único consuelo posible para el sufrimiento del pos modernos, la doctrina de Anselmo dará lugar así a una interpreta-
hombre. ...\ ción que tenemos que llamar «perversa». Toda la teología de la salva-
ción estará guiada por el concepto de satisfacción y ésta se prestará a
e) La satisfacción y sus desarrollos diversos refinamientos de los que los peores son los de la sustitución
penal y los menos malos -pero demasiado jurídicos-los de la «satis-
El término de satisfacción no está en la Escritura. Tertuliano lo
facción vicaria», La idea de la sustitución de Cristo a los hombres ha
introdujo en la teología de la penitencia, con el sentido, sin duda, del
sido objeto de una verdadera inflación y ha hecho pasar la reflexión,
derecho romano: la satisfacción no significa una compensación exacta
siguiendo una pendiente may natural, de la noción de justicia con-
de la deuda o del mal cometido, sino que indica simplemente que el
mutativa a la de justicia vindicativa. Encontramos de nuevo el «som-
deudor ha hecho suficiente. Fue San Anselmo de Cantorbery en el siglo
brío florilegio» evocado antes.
XI quien situó verdaderamente en la órbita teológica el término satis-
Hoy día se redescubre, por el contrario, que no existe sustitución
facción a propósito de la salvación en su célebre obra Por qué Dios se
ni representación posible sin solidaridad. Ésta es testimoniada en la
hizo hombre. La doctrina de Anselmo es hoy objeto de una crítica seve-
Escritura según diversos registros. Nos remite a la solidaridad de las
ra, dada la influencia que ha tenido sobre la teología occidental y las
libertades y abre una vía para comprender la universalidad de la salva-
derivaciones a las que ha dado lugar. No tengo tiempo de recoger aquí
ción realizada por la libertad solidaria de Cristo.
un análisis detallado de su obra. Un estudio reciente hecho por Michel
La teología contemporánea intenta, pues, explicar el misterio de la
Corbin en su edición del Cur Deus horno me ha convencido de que la
salvación tomando una distancia necesaria con respecto a los excesos
calidad del planteamiento de Anselmo, su agudo sentido de la tras-
del esquema de la satisfacción. Tiene razón y queda por hacer un
cendencia de Dios y su conocimiento de la teología patrística -que es
inmenso trabajo pastoral para convertir esta idea en las mentalidades.
un presupuesto de su pensamiento- permiten limpiarlo de toda sos-
Sin embargo, no se debe olvidar el elemento de verdad que permane-
pecha de «pacto sacrificial». Su obra se inscribe en una inmensa inclu-
ce en la idea de satisfacción. Esta verdad está en el deseo de reparación
sión que va de la misericordia a la misericordia y su concepción de la
justicia aunque no sea ya la de la justicia bíblica, va en definitiva en
honor del hombre. En realidad, el orden de la necesidad que ocupa (*) Traducimos el original «comproir» por mostrador. Se trata del lugar de una
tienda donde se muestran, ponen a precio y se pagan los productos. El autor quiere
tanto lugar en su libro, se sitúa en el interior de un orden de gratuidad
decir que se ha pensado la redención con categorías de precio, coste y pago, en la visión
absoluta que viene de Dios sólo. Desgraciadamente estos aspectos han religiosa y personalista propia de la Biblia, si no con otra nueva casi mercantilista y
sido normalmente dejados de lado en las interpretaciones del pensa- cuantitativa. (Nota de la traductora).
132 SALVADOR DEL MUNDO 7
que habita en el corazón del hombre con relación a su pecado. Reparar Jesucristo y la comprensión del hombre
no es de ninguna manera compensar. Reparar es amar en verdad; es
hacer del mal y del pecado una especie de trampolin para amar más y
para expresar su preferencia de amor hacia Dios en detrimento de si
mismo. Ésta es la motivación de toda penitencia auténtica. En esto
'Cristo nos muestra el ejemplo, él que se hizo cargo del carácter onero- JUAN LUIS RUIZ DE LA PEÑA*
so de nuestra penitencia en su pasión. Universidad Pontificia
SALAMANCA

CONCLUSIÓN: LA RECONCILIACIÓN

Hoy día tanto el pensamiento teológico, como la predicación pas- «¿Qué es el hombre? Muchas son las opiniones que el hombre se ha
dado y se da sobre sí mismo. Diversas e incluso contradictorias.
toral, redescubren la riqueza del término bíblico de reconciliación. Ya
Exaltándose a sí mismo como regla absoluta o hundiéndose hasta la
el Papa Pablo VI había propuesto llamar al sacramento de la peniten-
desesperación» (GS 12).
cia, sacramento de reconciliación. Pero este término afecta a más de un
En este texto del Vaticano 11 se recoge con concisión y justeza el
sacramento. Aparece como la síntesis de la totalidad de la salvación
estado actual de la cuestión antropológica. El ser humano ha sido
cristiana. Se ha visto en el curso del Sínodo de los obispos.de 1983.
siempre problema para sí mismo; en esta crónica y radical extrañeza
Desde el punto de vista mantenido aquí, este término asocia los dos
que la propia condición le suscita, se emplaza el origen de toda filoso-
aspectos de la mediación de Cristo, que he llamado descendente y
fía. La pregunta sobre el hombre está dramáticamente abierta ya por el
ascendente. Pues toda reconciliación es necesariamente bilateral, aun-
mero hecho de la existencia de quien la formula, y seguramente ha de
que en el caso actual la iniciativa viene completamente de Dios, que
seguir estándolo. Pero nunca como ahora las respuestas han sido tan
nos reconcilia en Cristo. Jesús nos da la reconciliación de parte del diversas y contradictorias, según apuntaba el Concilio. En la zona baja
Padre; él hace posible incluso, que nos reconciliemos entre nosotros, del espectro, esto es, en el arco de las interpretaciones desencantadas,
los hombres, puesto que él vino a reconciliar al judío con el pagano, a se encuentran las siguientes: pasión inútil ser para la muerte, carnívoro
destruir el muro de separación y a matar el odio. Del lado de los hom- agresivo, mono desnudo, ser dotado de sinrazón, mecanismo autoconsczen-
bres, Jesús inangura el movimiento de retorno hacia Dios y nos da la te programado para la preservación de sus genes y equipado con un orde-
posibilidad de realizado a nuestra vez. El anuncio evangélico es un nador locuaz.
mensaje de reconciliación, como dice Pablo. K. Barth ha tematizado Esta última definición me parece excelente. La he acuñado yo
así toda su soteriología bajo el título de «doctrina de la reconciliación». mismo, pero sin ninguna pretensión de originalidad; en realidad es un
El ministerio de la Iglesia se resume también en un ministerio de
reconciliación. La reconciliación es el nuevo nombre de la salvación.
Ésta queda simbolizada en la forma misma de la cruz en la que Cristo * Ruiz de la Peña, Juan Luis (1937-1996). Presbítero de la iglesia de Oviedo,
sufre una doble separación que le hace doblemente reconciliador. músico de vocación, teólogo por opción creyente. Profesor hasta su muerte en el
Centro de Estudios Teológicos de Oviedo y en la Univ. Pontificia de Salamanca,
(Trad.: Profesora Rosa Herrera). Direcror del Curso Teológico Sapientia Fidei, publicado bajo los auspicios de la CEE
(BAC, Madrid). Especialista en antropología filosófica y teológica; se ha mantenido
siempre abierto al diálogo cultural, especialmente con la teoría de la ciencia, la biolo-
gía y la antropología. Entre sus obras: El hombre y su muerte (Burgos 1971), La otra
dimensión (Madrid 1975), Teología de la creación (Santander 1986); Imagen de Dios.
Antropología teológica fondamental (Santander 1988), El Don de Dios. Antropología teo-
lógica especial (Santander 1991), Crisis y apología de la fe (Santander 1995), La pascua
de la nueva creación (BAC, Madrid 1996).
134 SALVADOR DEL MUNDO JESUCRISTO y LA COMPRENSIÓN DEL HOMBRE 135

híbrido de dos paradigmas antropológicos muy acreditados en ciertas el Poder temible e incógnito de la religiosidad pagana. El Dios cris-
áreas de la actual cultura dominante: el que considera al ser humano tiano es Emmanuel, Dios con nosotros, un Dios con nombre y perfil
como una entidad física, algo así como un robot optimizable, y el que entrañablemente humano. Porque ha habido un momento en la his-
ve en él un animal hipercomplejo o un mono que ha tenido éxito. toria en que ver, oír y acoger a un hombre era ver, oír y acoger a Dios
«Somos autómatas conscientes... miembros de la gran familia en persona, por eso y desde ese momento la causa de Dios se identifi-
Mecano ... , fabulosa polimáquina cuyo centro es el sol y cuyos pseu- ca con la causa del hombre, y el hombre es para la fe cristiana lo que
dópodos se extienden sobre la tierra y se prolongan en la sociedad Feuerbach y Marx decían que debía ser: el ser supremo para el hom-
humana», dirá el antropólogo fisicalista'. «Somos máquinas de super- bre.
vivencia, vehículos autómatas programados a ciegas con el fin de pre- Por consiguiente, la antropología teológica, el ensayo de compren-
servar las egoístas moléculas conocidas con el nombre de genes», ase- sión del fenómeno humano, no es un sector más de la teología, sino
vera el sociobiólogo confeso". que es su sector crucial. Por eso he advertido que todas las definiciones
Pero no todo el mundo piensa hoy así, afortunadamente. En la reseñadas más arriba deben interesar a los creyentes; en ellas se toca, de
parte alta de la gama de respuestas se emiten mensajes de contenido uno u otro modo, el núcleo de su fe.
mucho más esperanzador. Y así, el último Heidegger habla del hom- Ahora bien, para ponderar la validez de cada una de ellas, los cris-
bre como «pastor del ser», espacio privilegiado de la epifanía del ente. tianos no contamos con un sistema cerrado de respuestas. Según el
Un pensador neomarxista sostendrá que el hombre no es Dios, como Nuevo Testamento, 10 que define lo humano no es un puro quid abs-
estimaba Feuerbach, pero lo será; es, pues, una suerte de dios devi- tracto, sino una concreta realidad vital; no algo, sino alguien, es la
niente, cuya meta es la homoousía con lo divino proclamada en explanación consumada de la pregunta que el hombre es para sí
Calcedonia y cuya suprema encarnación se ha alcanzado, por el mismo; «en realidad -dice el Concilio- el misterio del hombre sólo
momento, en un hijo de hombre que osó autotitularse hijo de Dios'. se esclarece en el misterio del Verbo encarnado» (GS 22). De hecho, y
Otro filósofo, éste cristiano, dirá en fin que «el hombre es urra mane- como es sabido, las primeras tomas de postura de la fe de la Iglesia
ra finita ... de ser Dios real y efectivamente», o que «la persona huma- sobre la condición humana, se hacen no en un contexto antropológi-
na es en alguna manera Dios; es Dios humanamentev'. co, sino cristológico.
Con todas estas interpretaciones de lo humano ha de confrontarse Así pues, la tarea de una antropología teológica que no quiera que-
hoy la antropología teológica. Pero ¿qué es la antropología teológica? darse en simple doblaje de la antropología filosófica consistirá en pro-
Como gustaba de repetir Rahner -si bien en un sentido diverso ferir un discurso sobre el hombre tal que haga posible e inteligible el
del que le daba Feuerbach-, la teología cristiana es antropología, el anuncio cristiano de la encarnación de Dios. Ese discurso deberá mos-
discurso sobre Dios es discurso sobre el hombre. Con lo cual no se trar la pertinencia de la definición zubiriana antes citada (el hombre es
quiere significar, evidentemente, que la cuestión Dios haya perdido una manera finita de ser Dios) y de su teorema recíproco: Dios es la
relevancia para los cristianos; lo que se pretende decir es que tal cues- manera infinita de ser hombre. 0, con otras palabras, que «hombre es
tión, cristianamente planteada, encubre y conlleva la cuestión hombre. el diminutivo de la divinidad y la divinidad es el superlativo de hom-
La fe cristiana, en efecto, es la única que se ha atrevido a sostener algo bre/:
tan escandalosamente inaudito como que el creador ha devenido, él La categoría bíblica imagen de Dios, al menos si se la contempla
mismo, criatura; que Dios se ha hecho hombre. El Dios de los cris- complexivamente -no sólo en su versión veterotestamentaria, sino
tianos no es la divinidad lejana y hermética del pensamiento griego, ni también desde la lectura que Pablo hace de ella- formula esta respec-
tividad recíproca Dios-hombre, hombre-Dios. Ambos se encuentran
frente a frente, se tratan de tú a tú y se vinculan finalmente (eindivise,
1. MORlN, E.: El método. La naturaleza de la naturaleza. Madrid,
322 ss.
2. DAWKlNS, R.: El gen egoísta. Barcelona, 1986, XI.
1981, pp. 206,
el Cristo. °
inseparabiliter», aunque también «inconfuse, immutabiliter») en Jesús
lo que es equivalente: la antropología cristiana ha de
3. Ruiz DE LA PEÑA, J. L.: «Ernst Bloch; un modelo de cristología antiteísta», en
Reo. Cato Intern. Communio, 4/1979, pp. 66-77.
4. ZUBIRI, X.: El hombre y Dios. Madrid, 1984, pp. 327, 379. 5. PÉPIN, J.: Idées grecques sur l'bomme et sur DÚu. París, 1971, p. 2.
136 SALVADOR DEL MUNDO }ESUCIUSTO y LA COMPRENSIÓN DEL HOMBRE 137

nutrirse de la «sospecha» cristológica; la cristología ha de alumbrar el pensante; es la experiencia de un yo encarnado. La determinación cris-
horizonte de comprensión del discurso antropológico. tológica de la antropología cristiana fue decisiva para integrar el cuer-
Dicho cuanto antecede a guisa de introducción, debo manifestar po en la verdad del hombre y superar los arraigados tabúes dualistas al
que el tema que se me ha asignado puede enfocarse de dos maneras: a) respecto. El texto de Jn 1, 14, en su crudo laconismo (ha logos sarx
conectándolo con la primera ponencia del ciclo, haciendo ver cómo se egheneto) que la instancia decisiva que permitió recuperar la carnalidad
esclarece la condición humana concreta y las situaciones límite de la (y con ella la mundanidad,: la temporalidad, la historicidad) y rechazar
misma en el encuentro con el hombre Jesús de Nazaret, y b) otro enfo- la fortísima tentación que los espiritualismos han supuesto siempre
que, el elegido en este caso, es el que trata de fijar con alguna precisión para una cabal comprensión del hombre. En cuanto cuerpo, el hom-
los rasgos básicos de lo humano que hacen viable la relación hombre- bre es adam de la adamah; está ligado a la tierra por una doble relación
Dios (relación que alcanza su punto culminante en la Encarnación). de origen y de destino; es constitutivamente mundano y temporal. Por
La tarea pendiente de una lectura cristiana del hombre que quiera el cuerpo, además, se dice a sí mismo; él es su expresión cornunicati-
recoger los retos de las antropologías contemporáneas es diseñar las va, la mediación de todo encuentro, como escribía hermosamente
estructuras adámicas que hacen posible el destino erístico del ser huma- Marcel.
no. Ninguna antropología niega hoy estos datos; ninguna considera el
A este propósito, limitaré mi intervención a la reflexión sobre tres cuerpo con la hostilidad solapada o declarada que se dio a menudo en
enunciados en los que creo que está en juego hoy la suerte de la antro- otras épocas de la historia. Desde el punto de vista teológico, el cuer-
pología en general, esto es, el lagos racional sobre lo humano; y de la po es problema hoy, no tanto porque se le ignore o minusvalore, sino
antropología teológica en particular, esto es, la visión cristiana del por todo lo contrario. Estamos asistiendo, en efecto, a su resacraliza-
hombre. Durante mucho tiempo, prácticamente hasta el siglo pasado, ción neopagana; tras los tiempos del tabú, los tiempos del tam-tam. La
estos tres asertos fueron patrimonio común e indiscutido de la cultu- jerga urbanita del momento da fe del proceso de somatización inten-
ra occidental. Naturalmente se entendía de forma distinta y sé modu- siva actualmente en curso; al vecino se le llama «body» o «tronco»;
laban en tesituras diversas según las variables tendencias y modas filo- expresiones como «sorber el coco», «ir de cráneo», «tener morro»,
sóficas o teológicas, pero no se cuestionaba su tenor literal. Hoy, en «hacer lo que me pide el cuerpo», amén de otras resueltamente irre-
cambio, ninguno de los tres enunciados disfruta del privilegio del con- producibles, han tomado el relevo del vocabulario animista corriente
senso. En torno a cada uno de ellos se registran discrepancias clamo- hasta no hace mucho en el lenguaje coloquial (ealma inocente», «alma
rosas, como ponían de manifiesto algunas de las definiciones aducidas cándida», «con el alma en un hilo», «me duele en el alma», «te quiero
más arriba. Son los siguientes: a) el hombre es «uno en cuerpo y alma»
con toda el alma»..., etcétera).
(GS 14); b) el hombre es persona; e) el hombre es libertad responsa-
A decir verdad, esta pretendida recuperación del cuerpo se con-
ble. Examinémoslas más detenidamente",
vierte pronto en una lectura selectiva de la corporeidad: no es el cuer-
po en cuanto tallo que se valora, sino los cuerpos bellos, jóvenes y sanos
de la beautiful peapIe. Dicha selectividad implica, por extraño que
l. EL HOMBRE ES UNO EN CUERPO Y ALMA
parezca, un idealismo subrepticio, que pugna por obtener la imagen
nrquetípica del cuerpo, no respetando la totalidad de sus aspectos, sino
El primero de nuestros enunciados contiene en realidad tres afir-
reteniendo unos y desechando otros. No se acepta el cuerpo en sus
maciones: el hombre es cuerpo, el hombre es alma, el hombre es uno
límites: se le finge atemporal, aséptico, atlético, ilimitadamente joven,
en cuerpo y alma.
El hombre es cuerpo. La experiencia originaria que el ser humano inmarcesiblernente bello, invulnerablemente sano.
hace de sí mismo no es la del cogito cartesiano, la de una conciencia Estas campañas de rehabilitación del cuerpo delatan la patética
indigencia de las antropologías para las que el hombre es sólo cuerpo
y que, por consiguiente, sólo pueden confiar en el aerobic, la cosméti-
6. Retorno en cuanto sigue materiales y reflexiones que aparecen más extensa-
mente tratados en mi libro Imagen de Dios. Antropologla teológica fondamental.
~':\y los progresos de la cirugía plástica cuando piensan en el futuro que
Santander, 1988. les :1guarda. Nada de esto encaja en la sensibilidad cristiana, que no
138 SALVADORDEL MUNDO JESUCRISTOy LACOMPRENSION DEL HOMBRE 139

entiende qué sentido puede tener rehabilitar algo que está habilitado ciable para la teología»!' o que «Ía renuncia al concepto de alma o la
de antemano para la resurreción gloriosa. La fe en la resurrección, y no reserva ante él» constituyen «una injusfiticada auto mutilación de la
el culto pagano e idealista del cuerpo, es la más alta forma de fidelidad teologías". Al día de la fecha, no conozco ningún teólogo cristiano
a éste, y el antídoto más efectivo contra su depreciación. que cuestione la existencia del alma y la necesidad de contar con ella
Frente a las interpretaciones del hombre corno cuerpo en sentido para dar razón del fenómeno humano.
exclusivo, la antropología cristiana completa esa afirmación con otra: ¿Cuál es el contenido que.1a teología adjudica a la idea de alma? No
el hombre es alma. La teología manualística preconciliar primó des- existe una determinación canónica, vinculan te, de la misma; las decla-
consideradamente este elemento; la imagen del hombre que en ella se raciones magisteriales acerca de ella -por lo demás muy escasas- o
nos ofrecía era más la propia de una psicología racional que la de una tratan de su función (Concilio de Vienne) o de alguna de sus cualida-
antropología teológica. Esta situación era insostenible, y a partir de los des (Concilio V de Lerrán), pero ninguna se pronuncia sobre su esta-
años sesenta se hace ostensible un cambio del rumbo; los teólogos tuto ontológico.
comienzan a ocuparse seriamente de la corporeidad en artículos de Así pues, la fe cristiana no exige una ontología precisa y rigurosa
diccionarios y en trabajos rnonográficos'. del alma. En realidad la afirmación de su existencia es de índole más
Correlativamente, empero, se tiene la impresión de que la temáti- axiológica o dialógica-soteriológica que ontológica. Diciendo que el
ca del alma resulta embarazos a; no se sabe muy bien qué hacer con ella hombre es alma (y no sólo cuerpo), se quiere decir: a) que el hombre
o cómo hablar de ella. En ciertos casos, se produce un reajuste com- vale más que cualquier otra realidad mundana; b) que es capaz de sos-
pensatorio, en virtud del cual se la confina en los ámbitos suburbiales tener un diálogo salvífico con Dios; significativa a este respecto es la
hasta entonces habitados por el cuerpo. Y así, las voces alma o espíritu definición de Ratzinger: con la idea de alma se expresa «la capacidad
no figuran en el índice analítico del célebre Catecismo Holandés", ni de referencia del hombre a la verdad, al amor eterno»!'.
en diccionarios corno Conceptos fundamentales de Teología -que sí Sin ermbargo, esta concepción axiológica o relacional del alma está
incluye en cambio un excelente artículo sobre la corporalidad-«. Más reclamando, a mi juicio, una ulterior fundamentación ontológica, sin
sorprendente aún resulta la ausencia del término Seele en el nuevo la cual el propio concepto se revelaría inconsistente a la larga. El plus
ritual funerario alemán", si se tiene en cuenta el empleo masivo que de de valor y de capacidad dialógica y operativa demandan un plus de ser.
él se hacía en rituales anteriores. Me parece, en suma, no sólo lícito, sino ineludible entender por alma
De un tiempo a esta parte, sin embargo, las perplejidades van des- lo que Thielickel4 llama «el momento óntico» especificativo de lo
pejándose; así lo testifica la aparición en los dos últimos lustros de humano; el coprincipio transmaterial y transorgánico del ser del hom-
diversas monografías sobre el alma, y no sólo católicas, sino también bre, irreductible a su dimensión físico-químico-biológica, que avala y
protestantes 10. En ellos leemos que «todavía hoy ... el alma es irrenun- tutela el valor del individuo humano concreto y su carácter de inter-
locutor de Dios.
Por último, el hombre -que es cuerpo y es alma- es también y
7. METZ, J. B.: «Leib», en LThK VI, pp. 902-905; ID., «Corporalidad», en
Conceptos fundamentales de Teología 1. Madrid, 1966, pp. 317-326; RAHNER-H. sobre todo «uno en cuerpo y alma». La afirmación de la unidad sus-
VORGRIMLER: «Cuerpo», en Diccionario teológico. Barcelona, 1966, pp. 147-150; tancial en que el hombre consiste es uno de los poquísimos datos
SPLETT, G.: «Cuerpo y alma», en Sacramentum Mundi 11.Barcelona, 1972, pp. 84-91, antro po lógicos refrendados solemnemente por el magisterio extraordi-
HENGSTENBERG, H. E.: Der Leib und die letzten Dinge. Regensbur, 1964; VY.AA.:
Geist und Leib in der menschlichen Existenz. München, 1961; RAHNER-A. GORRES:
Der Leib und das Heil. Mainz, 1967, SCHILLEBEECKX:«El hombre y su mundo cor-
poral», en El mundo y la Iglesia. Salamanca, 1969, pp. 365-410. A partir de 1970 la
bibliografía se acrecienta considerablemente. Seele. Problembegriff chrislicher Eschatologie. Freiburg, 1986; BOSSHARD, S. N.:
8. Al menos no figuran ni en el original ni en la traducción francesa (Une hrschaffi die Welt sich selbst? Freiburg 1987'. Cf. RUIZ DE LA PEÑA: «Psyché. El retor-
Introduction d la foi catholique. Le Catéchisme hollandais. París, 1968). 110 de un concepto exiliado», en Salm, 1982, pp. 171-202.
9. WOHLGSCHAFT: Hoffoung angesichts des Todes. München, 1977, pp. 264, nota 11. SONNEMANS: o. c., p. 486.
97. 12. BREUNING, W, en Seele. Problembegriff. .., p. 1l.
10. HEIDLER, E: Die biblische Lebre von der Unsterblichkeit der Seele. Gottingen, 13. «Entre muerte y resurrección», en Rev. CatoIntern. Communio, 3/1980, p. 286.
1983; SONNEMANS, H.: Seele. Unsterblichkeit-Auferstehung. Freiburg, 1984; VY.AA.: 14. En W.AA.: Der Mensch als Bild Gottes. Darmstadt, 1969, p. 353 Y ss., 358.
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nario, y ello por razones primariamente cristológicas (DS 900-902). prende constatar, como nota Mühlen19, que «todavía está por hacer
En la historia de la teología se encuentran diversos modelos explicati- una teoría verdadera y completa de la persona».
vos de este dato. En todos ellos debiera quedar claro que no basta La idea, en efecto, parece condenada a oscilar indefinidamente
entender la unidad alma-cuerpo como mera contigüidad de facto entre los dos polos de un sustancialismo desrelacionado (véanse las
(según pensaba Descartes) o como simple unión dinámica (al estilo del definiciones medievales, de Boecio a Escoto) y de una relación desus-
dualismo interaccionista recientemente propuesto por Popper y tanciada (presente en el personalismo dialógico de Buber y Ebner y en
Eccles). El hombre no es cuerpo más alma, al modo de dos entidades el actualisrno puntual de ciertas teologías protestantes). El caso es que
completas y meramente adosadas. Es «todo entero y al mismo tiempo no se comprende muy bien por qué han de plantearse antinórnica-
lo uno y lo otro, alma y cuerpos": el hecho de distinguir esos dos mente esos dos polos. Persona es, por de pronto, el ser que dispone de
momentos estructurales en el ser único y unitario que el hombre es, no sí; el momento de la «subsistencia» (Tomás de Aquino) o de la «sui-
autoriza a numerarios como si fuesen unidades sumables. dad» (Zubiri); es la infraestructura óntica indispensable para una ati-
Últimamente un teólogo protestante" y un filósofo católico" han nada comprensión del ser personal. Mas, por otro lado, dicho momen-
hecho valiosas sugerencias sobre el modo de concebir la unidad cor- to no es el constitutivo formal de la razón de persona; tal constitutivo
póreo-espiritual del hombre. El esquema hilemórfico, que confería es la relación, no la subsistencia. La persona dispone de sí (subsiste)
una prioridad formal y metafísica al alma/espíritu sobre el para hacerse disponible (para relacionarse), y sólo puede hacerse dispo-
cuerpo/ materia, resulta hoy anticuado. Mejor es pensar la unión como nible (relacionarse) si dispone de sí (si subsiste).
«conformacion pericorérica» en la que ambos principios se informan Subsistencia y relación, pues, lejos de excluirse, se implican mutua-
recíprocamente (Moltmann) o «se codeterminan ex aequo» (Zubiri), mente. Una subsistencia sin relación conduce derechamente al solip-
sin que por tanto el alma ostente un rango superior al cuerpo. En todo sismo primero (Descartes) ya la negación de la subjetividad concreta
caso -y de esto ya se había percatado el genio de Tomás de Aquino-, después (Hume, idealismo, marxismo). Pero una relación sin subsis-
alma y cuerpo, psique y organismo, no denotan entidades adecuada- tencia (Buber, Brunner) termina revelándose insostenible, al faltarle el
mente distintas; toda la psique es orgánica, todo el organismo es psí- núcleo generador de la relación misma y el centro al que referir dicha
quico; no cabe, en consecuencia, separar quirúrgicamente en la reali- relación. Como observa Thielicke, si hay una historia de la relación y
dad físico-concreta lo anímico y lo somático, lo psíquico y lo órgani- si hay una continuidad del yo relacionado, ese yo tiene que ser algo
co. más que una agregación de actos puntuales surgidos -por así decir-
ex nihilo sui et subjecti 20. Sin el momento de la subsistencia, apostilla
Zubiri, «el yo personal sería un sujeto evenescente»!'.
2. EL HOMBRE ES PERSONA Pero al margen de esta discusión técnica (en la que debiera enten-
der una antropología filosófica antes que una antropología teológica),
¿Cómo y dónde ha nacido el concepto de persona? La afirmación lo que más interesa en el actual contexto cultural es la crisis que se
de que el pensamiento griego no lo conoció ha sido tan repetida que registra en torno a la realidad misma de la persona. Resulta irónico, en
ya resulta tópica. Como tópica es también la afirmación correlativa de efecto, comprobar cómo en el último tercio del siglo XX la situación
que ese concepto se acuña en el contexto de los debates patrfsticos parece reeditar el punto de partida del siglo IlI: ¿hay realmente una
sobre el misterio rrinitario". Sea como fuere, lo cierto es que la idea de dialéctica naturaleza-persona, objeto-sujeto? ¿O las categorías de perso-
persona goza en Occidente de una venerable antigüedad. Por ello sor- na y sujeto son constructos especulativos vacuos? La negación estruc-
turalista de esas nociones -el hombre es «chose parmi choses»-, la
reconversión conductista del hombre en una caja negra con estímulos
15. BARTH, K.: Dogmatique, IIII2. Geneve, 1961, p. 78.
16. MOLTMANN, J.: Gott in der Scbopfung. München, 1985', pp. 261-267.
17. ZUBIRl: ELhombre ..., pp. 39-43; ID.: Sobre el hombre, Madrid, 1986, pp. 47-
65,456 Y ss. 19. En W.AA.: La teologia en el siglo XX IlI. Madrid, 1974, p. 132.
18. MILANO, A.: Persona in teoLogía.ALLeorigini del significato di persona nel cris- 20. A. c., p. 358.
tianesimo antico. Napoli, 1984. 21. Sobre el hombre, p. 108.
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142 SALVADORDEL MUNDO

de entrada y respuestas de salida, han llevado del yo pienso cartesiano lo personal a lo zoológico o lo mineral, pasando (eso sí) por el se, pro-
al se piensa lévistraussiano, a la postulación de la desidentificación o nombre neutro que de reflexivo no tiene a la sazón sino el nombre. Y
desintegración de un self que no sería sino una tarjeta de plástico útil en ésas estamos (que no somos).
para visitar la comisaría de distrito" o «un recurso para representar un A esta retrogradación de lo humano, a esta antropología reconver-
sistema de respuestas funcionalmente unificados". tida en entropología, la fe cristiana no puede sino oponer un no cate-
Realmente, si el hombre «es sólo un pequeño engranaje en el corn- górico. El concepto biblico de imagen de Dios induce, decíamos antes,
plejísimo mecanismo universal-", o si no puede mantenerse abierta una respectividad recíproca en la relación Dios-hombre. Dios es el tú
por más tiempo la brecha entre natura y cultura, genes e individuo, del hombre; el fondo último de lo humano es la apertura constitutiva,
animal y hombre", a éste sólo le resta dimitir de su presunta plusvalía, ineludible, inexorable a Dios. Si hay algún rasgo del Jesús histórico
renunciar al sueño de su peculiar dignidad y sumergirse beatíficamen- sobre el que no cabe ninguna duda es precisamente éste; el hombre
te en el magma panteísta de la pirámide biótica. No otra cosa es lo que Jesús comprendió su ser y su destino como pura referencia a un Dios
nos recomienda un reputado profesor hispano de filosofía: «no somos al que osaba llamar Abbá. Pero además (lo que es más sorprendente),
hijos de los dioses. Somos nietos de los monos arborícolas y primos de el hombre es el tú de Dios. Cuando Dios mira a esa criatura suya, se
los chimpancés. Ya mucha honra. No somos el ombligo del mundo ... encuentra reflejado en ella. Cuando Dios crea a Adán, no crea una
Sintámoslos inmersos en la corriente de la vida y en gozosa comunión naturaleza entre otras, ni una cosa entre otras, sino a su tú; lo crea,
con el universo entero. En la lucidez incandescente de la conciencia como advierte Pablo y reiterarán luego Ireneo y Tertuliano, pensando
cósrmica se esconde la promesa de la sabiduría y la felicida<l».En el no en Adán -no en el hombre a secas- sino en Cristo; y lo crea lla-
mismo diario del que he tomado estos párrafos apareció hace días el mándolo por su nombre, poniéndolo ante sí como responsable (=
artículo de un prestigioso psiquiatra que concluía así: «afirmar en serio dador de respuesta), sujeto y partner del diálogo interpersonal. Crea,
"yo soy" es cosa de 10cos»26. en suma, no un mero objeto de su voluntad, sino un ser co-respon-
Las propuestas de estos dos acreditados intelectuales encuentran de diente, capaz de responder al tú divino porque es capaz de responder
nuevo un eco entusiasta, aunque en términos más bastos, en la jerga del propio yo. Crea una persona. Este concepto es, pues, irrenunciable
del momento, que privilegia el «ir de» tal o cual cosa sobre el «ser»esto para la antropologia cristiana, pero lo es también para cualquier cos-
o aquello y convierte en reflexivos o intransitivos verbos que denota- movisión humanista. Al margen de él sólo resta la proclamación de la
ban estabilidad y participación: «pasar de todo, ir a tope, tener mar- muerte del hombre, secuela inexorable, por lo demás, de la proclama-
cha, montárselo, hacérselo, pasárselo...», etc.", Así pues, también la ción de la muerte de Dios. Si Dios ha muerto, la imagen de Dios se
lingüística de discoteca postula la abolición del ego y la transición de queda sin referencia y sin respaldo, y puede entonces procederse pací-
ficamente a su demolición. El triste destino de los humanismos laicos,
florecidos en la euforia filantrópica de los siglos XIX y primera mitad
22. T1ÚAS, E.: Filosofia y carnavaL Barcelona, 1973, p. 7l. del XX y desaparecidos hoy --o recluidos en las pequeñas islas de lo
23. SKlNNER, B. F: Ciencia y conducta humana. Barcelona, 1986, p. 31l. que alguien ha llamado «los humanismos resistentes»-, certifica la
24. RUIZ DE GOPEGUI, L.: Cibernética de lo humano. Madrid, 1983, p. 189. justeza de la secuencia muerte de Dios-muerte del hombre profetizada
25. Como sostiene el reduccionismo biologista; cf. RUIZ DE LA PEÑA: «La antro-
pología y la tentación biologista», en Rev. Cato Intern. Communio, 6/1984, pp. 508-
por Nietzsche y puesta al día por Foucaulr.
518.
26. MOSTERfN, J., en El Pds, 8-2-1986; CASTILLA DEL PINO, c.: Ibtd., 4-10-
1988. Naturalmente estas frases las firman ejemplares bien nutridas de Sapiens sapiens. .1. EL HOMBRE ES LIBERTAD RESPONSABLE
Me gustaría saber a qué clase de «gozosa comunión con el universo entero» pueden
aspirar los parados, los campesinos guatemalteco s, los mineros bolivianos, erc. No se
tome esta observación por demagogia; si a los miserebles y desposeídos de este mundo
La idea de libertad es inseparable de la de persona, y viceversa. Por
se les sustrae incluso el derecho a decir -pese a todo- «yo soy», ¿qué es lo que les .so allí donde se rechaza ésta, tal rechazo va precedido o seguido por
queda? ¿Y qué título exhibirán para exigir justicia? el de aquélla. Las actuales negaciones de la libertad, en efecto, se ins-
27. DlAZ, c.: «Desanimada juventud», en Rev. Cato Intern. Communio, 1987, pp. ·riben en el marco de las antropologías antipersonalistas recién aludi-
247-254.
144 SALVADORDEL MUNDO ]ESUCRISTO y LA COMPRENSIÓN DEL HOMBRE 145

das: el conductismo, la socio biología y la antropología cibernética. No experiencia religiosa; ésta nace de la audición de una palabra que lo
se crea que este rechazo del carácter libre del hombre se produce de convoca a la metanoia, ofreciéndole la liberal gratuidad del perdón y
forma solapada o sibilina; bien al contrario, las formulaciones respec- de la novedad de vida, y que por tanto suscita en él la posibilidad de
tivas no dejan nada que desear en punto a contundencia: «niego rotun- la autodecisión, libera su libertad. Por lo tanto, creer y hacer la expe-
damente que exista la libertad», declara el protagonista de la novela riencia de la libertad son uno y lo mismo. Creer en (o mejor a) Jesús
futurista de Skinner": <muestra libertad es solamente un autoengaño», es entrar en la dialéctica interpelación-respuesta, dialéctica que pasa
estima el padre de la sociobiología"; el sentimiento de libertad «es sólo por el momento de una libertad que capacita para la responsabilidad.
un espejismo», opina Ruiz de Gopegui". No es preciso (ni posible) entrar ahora en la problemática del con-
La negación de la libertad individual conlleva, claro está, la de las cepto mismo de libertad. Supuesto que se trata de una facultad entita-
libertades sociales. La sociedad humana del futuro funcionará bajo tiva (la aptitud para disponer de sí en orden a la propia realización) y
controles accionados por el sociólogo (Skinner), el biólogo (Wilson) o no meramente electiva (la facultas eligendi inter opposita de los escolás-
el ordenador superinteligente (Ruiz de Gopegui); la ingeniería social, ticos), será más útil recordar brevemente las notas especificativas de la
la ingeniería genérica o la ingeniería cibernética ahorrarán al tecnopo- idea cristiana de libertad, tal y corno se desprende de las acciones y las
lita de las próximas generaciones el pondus del respondere, el peso de la palabras de Jesús.
responsabilidad. Ante todo, la genuina libertad no es una ausencia de ligaduras, sino
Entretanto, las consecuencias que de ahí se desprenden son enor- una forma de religación. El hombre Jesús es el supremamente libre
mes. En un mundo donde nada escapa a la perentoriedaddé las leyes porque -y no a pesar de que- es el definitivamente religado al Padre.
físicas o las pulsiones biológicas, el hombre puede ser un mono de bri- De un modo u otro, esta intuición aparece reiteradarmente en la Biblia
llante currículum o un robot manifiestamente mejorable, pero no una y en toda la tradición cristiana"; sólo quien se halla religado a un fun-
persona; nadie es entonces responsable de nada y el mejor régimen damento último puede sentirse desligado, suelto, ante lo penúltimo.
político será la autocracia de una oligarquía iluminada. Efectivamente, I Iay, pues, una forma de dependencia, la dependencia de Dios, que,
frente a la cortante lucidez de las decisiones matemáticas, las opciones lejos de ser alienante, es liberadora. Cuando no se reconoce esa depen-
divergentes no tienen derecho de ciudadanía. La historia deviene dcncia de lo último, entran en juego otras que, por ser penúltimas,
-corno quería Althusser- «un proceso sin sujeto ni finesx". bloquean el dinamismo del hombre (lo que Gehlen llamaba "el plus
Para la fe cristiana, la afirmación de la libertad humana es irrenun- pulsional») hacia lo ilimitado y lo ahorman en el circuito cerrado de la
ciable. Y ello porque, según la fe, el mundo no es escenario de pode- Iinitud y la caducidad.
res cósmicos anónimos, ni espejo de un monólogo divino que acciona En segundo término, desde Jesucristo se nos hace evidente que la
unilateral mente los hilos de la trama, sino el resultado del diálogo libertad humana alcanza su más alta forma de realización en la filia-
entre dos libertades, la divina y la humana. Más aún, la fe se com- ción adoptiva. Pablo y Juan oponen sistemáticamente esclavitud a filia-
prende a sí misma corno respuesta libre a una llamada libre; el «con- rián, no a libertad (Rom 8, 15. 21; Gál4, 3-7; Jn 8, 32 ss.). La razón
vertíos» del pregón inaugural de Jesús (Mc 1, 15) da por supuesto en es clara: somos libres para llegar a ser lo que debemos ser, para cobrar
los destinatarios de la buena nueva la capacidad de cambiar responsa- nuestra identidad. Y debemos ser imagen de Dios en e! Hijo, quien es
blemente el rumbo de sus vidas. por antonomasia la imagen de Dios. La libertad más liberada, la mejor
Así pues, cuando se pone en tela de juicio la existencia de la liber- Iibcrtad, es, pues, la de los hijos de Dios. Por otra parte, sólo el reco-
tad, el cristiano no puede terciar en el debate desde una neutralidad nocirniento de una común paternidad posibilita e! ejercicio de las
aséptica, sino desde el prejuicio de su condición de creyente y de su opciones libres en e! marco de una fraternidad interhumana universal.
Porque todos somos hijos de! mismo Padre, todos somos hermanos;

28. Walden Dos. Barcelona, 1968, p. 286.


29. WILSON, E. O.: Sobre la naturaleza humana. México, 1980, p. 108. 32. ZUBIRI: El hombre ..., p. 92 Y ss.; RAHNER: «Theolcgie der Frciheit», en
30. o. c., p. 100. Si'IJ/'(fienzur Tbeologie, VI. Einsiedeln, 1966, pp. 215-237; MUSSNER, F.: Theologie der
31. ALTHUSSER, L.: Réponse a John Lewis. París, 1973, pp. 31, 69 Y ss., 76. f<rri/Jeitnacb Paulus. Freiburg, 1976.
146 SALVADOR DEL MUNDO JESUCRISTO y LA COMPRENSIÓN DEL HOMBRE 147

mis decisiones serán tanto más libres cuanto más inequívocamente grar en su reflexión, con generosidad y discernimiento crítico, el dis-
construyen una sociedad fraterna. curso contemporáneo sobre la condición humana. Pero tendrá tam-
Por último, y prolongando cuanto acaba de decirse, desde el hom- bién que hacer presente allogos profano que la pregunta que el hom-
bre Jesús se nos hace evidente que la libertad cristianamente entendi- bre se hace «<¿quién soy yo?») sólo se plantea adecuadamente cuando
da se ejerce en el amor servicial: «habéis sido llamados a la libertad; se admite a trámite la pregunta que Dios le hace «<¿dónde está tu her-
... servíos por amor los unos a los otros» (Gál 5, 13-15). Un cristiano, mano?»). Y que ambas cosas, pregunta y respuesta, están formuladas
con sobriedad insuperable en un viejo texto de la sabiduría inspirada:
pues, no puede admitir que la realización de la libertad consista en la
¿qué es el hombre para que Dios se acuerde de él? (Sal 8, 5). El hom-
autoafirmación ego céntrica. Ni puede creer que el único desprendi-
bre es el ser de quien Dios se acuerda, la realidad imborrablemente
miento de que es capaz el hombre espontáneamente sea «el desprendi-
anclada en la memoria divina. De ahí que la tarea de la antropología
miento de retina», como se ha dicho en un reciente tratado de ética.
cristiana se reduzca, a fin de cuentas, a algo tan simple como esto: pro-
Ser libre es disponer de sí para hacerse disponible; exactamente eso es
clamar que no puede haber memoria de Dios sin memoria del hom-
lo que decíamos antes que es ser persona. El amor termina revelán-
bre y que nadie puede acordarse de sí mismo sin recordar a su herma-
dose en Cristo como «el sacramento de la libertada" y como fondo
último de ser personal del hombre. El hombre libre -aquí es inevita- no.
Con otras palabras, el móvil que activa la inquisición de los cre-
blela consabida cita de Bonhoeffer- es «el hombre para los demás».
yentes sobre el enigma del hombre no es de orden teórico o especula-
y entonces el ideal de la libertad personal es inseparable del de la libe-
tivo; es de orden eminentemente práctico y operativo: ¿cómo tengo
ración universal. El concepto de libertad implicalosdos momentos
que tratar a mi prójimo y por qué? El principio inspirador de la res-
clave de compromiso y la fidelidad, sin los cuales la libertad se degrada
puesta a esta cuestión tampoco es un enunciado abstracto, sino el
en veleidad pueril y estéril.
hecho histórico concreto de la encarnación de Dios, a partir del cual
*** los cristianos creemos que la gloria de Dios es captable únicamente en
Dos breves anotaciones, para terminar. En primer término, dije el resplandor de su imagen" y que conoce y confiesa a Dios única-
antes que la reflexión sobre las tres cuestiones a las que he dedicado mi mente quien lo reconoce y lo venera en esa su traducción abreviada
exposición es crucial para la antropología teológica y, en general, para
que es la persona del hombre.
la interpretación del fenómeno humano. Permítaseme insistir, sin
embargo, en que lo más propio del discurso antropológico cristiano no
radica en estas cuestiones; consiste en el mensaje sobre el pecado, la
conversión, la gracia y la consumación. Es decir, consiste en mostrar
cómo desde la fe en Jesucristo se autentifica el valor absoluto del hom-
bre, su carácter de fin no mediatizable, y se pueden vivir en esperanza
las situaciones límite y se puede instaurar una sociedad reconciliada y
fraterna. Lo que ocurre es que ese mensaje ni siquiera puede plantear-
se si antes no se han esclarecido suficientemente las estructuras básicas
del hombre. «La gracia supone la naturaleza», aunque la naturaleza, en
la actual economía, esté ya de antemano permeada por la gracia.
En segundo lugar y finalmente, el hombre de nuestros días, como
el de ayer y seguramente como el de mañana, se pregunta por su iden-
tidad (con permiso de Castillo del Pino). Si la antropología cristiana
quiere contribuir al hallazgo de una respuesta, deberá ser capaz de inte-

33. GEVAERT, J.: El problema del hombre. Salarnanca, 1976, p. 214. 34. GONZÁLEZ DE CARDEDAL: La gloria del hombre. Madrid, 1985.

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