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Filipenses 2: 5-8
Introducción:
En el huerto de Getsemaní, se encontraba el Hijo de Dios.
Allí libraba una tremenda lucha, donde estaba en juego el
destino de un mundo condenado a la destrucción eterna.
Esta batalla no la podía ganar con su divinidad activa, sino en
su perfecta, pero humana naturaleza.
“Y estando en agonía, oraba más intensamente;
y era su sudor como grandes gotas de sangre
que caían hasta la tierra” (Lucas 22: 4)
“Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa;
pero no sea como yo quiero, sino como tú”
(Mateo 26: 39)
Conclusión:
Quiera el Dios del cielo que su muerte no haya sido en vano
para ti, ni para mi, como lo ha sido para tantos.