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El primer pecado fue motivado por Satán quien en forma de serpiente sembró en el
corazón humano la simiente de la desconfianza e incredulidad. Las Escrituras nos
enseñan claramente que la serpiente, que aparece como el tentador en la historia
de la caída del hombre, no fue sino un instrumento de Satán. Cuando el hombre
comió el fruto del árbol que se le había prohibido indica claramente que el hombre
no quería sujetar su voluntad de un modo incondicional a la voluntad de Dios. Los
elementos de esta rebelión son los siguientes: En cuanto a la mente, se revela como
orgullo e incredulidad; en cuanto a la voluntad, hubo el deseo de ser como Dios, y
en cuanto a afectos, tuvo lugar una satisfacción sacrílega de comer de un fruto
prohibido. Como resultado se perdió la imagen de Dios en un sentido especial,
volviéndose culpable totalmente depravado, cayendo asimismo bajo el poder de la
muerte.
El Padre exigió que el Hijo tomara naturaleza humana con sus flaquezas presentes,
aunque sin pecado y que se sujetara bajo la ley para pagar su castigo y dar la vida
eterna para los elegidos. Asimismo, para que aplicara Sus méritos a su pueblo por
la obra renovadora del Espíritu Santo y así asegurara la consagración de sus vidas
a Dios.
El Padre prometió al Hijo que prepararía un cuerpo para El, lo ungiría con el Espíritu
Santo lo sostendría en su obra, Asimismo que lo libraría del poder de la muerte y
que le daría un lugar a Su diestra, le daría poder para enviar al Espíritu Santo a
formar la Iglesia, escogería y guardaría a los escogidos Y le daría una simiente
numerosa.