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EL GRAN CICLO DEL MANDALA

El siguiente gran ciclo del mandala proviene de la consulta de la terapeuta del arte
estadounidense, Jon Kellogg, que desde hace años trabaja con mandalas. Contiene doce
prototipos de mandalas, que representan cada una de las relaciones entre el Yo conciente y el Yo
inconciente, y marcan una fase importante del desarrollo de la personalidad. Cada uno de nosotros
la experimenta a lo largo de su vida.
Si compara las formas de los mandalas que pinta, o de los que más adelante creará usted mismo,
con el gran ciclo observará cómo es la relación actual entre su Yo conciente y su Yo inconciente.
Así podrá controlar su proceso de desarrollo anímico y aplicar sus fuerzas concientemente.

1. El vacío

El vacío pertenece a las reminiscencias primigenias del ser humano anteriores al nacimiento. Con
frecuencia, el vacío aparece en el centro del mandala como un espacio blanco y brillante. En esta
fase se forman las contradicciones: el negro se separa del blanco, el claro del oscuro y el
masculino del femenino. Estas parejas de opuestos son los elementos que determinan el mundo
material.
Durante la meditación profunda se puede alcanzar el estado de vacío en el que reina una unidad y
totalidad perfectas. Significa liberación, salvación, pero también libertad y amor incondicional.
Existe otro estado de vacío, el que experimenta el ser humano cuando, después de su nacimiento,
empieza a desarrollar su personalidad. En este punto, el espíritu, que es conciente de sí mismo,
contacta con la materia, es decir, con la Tierra. Aquí empieza un proceso de aprendizaje y en su
transcurso deberemos equilibrar nuestras contradicciones.

2. La felicidad
La segunda fase que sigue al vacío está impregnada de armonía y del sentimiento de unidad con
las cosas en un mundo favorable. El tiempo en esta fase pasa lentamente y las posibilidades que
se nos ofrecen son casi ilimitadas. Nos sentimos amados y vivimos en una especie de sueño sin
movimiento propio; la realidad no nos interesa. Nuestra tarea consiste en decidirnos por una de las
muchas posibilidades que se nos ofrecen.

3. El laberinto
Después de la vida sumida en sueños, empieza una fase de vigilia que está marcada por la
intuición y la claridad espiritual. Se inicia el proceso de formación individual y la búsqueda de la
propia personalidad. Por eso se unen y activan las fuerzas que residen en el alma. Ahora somos
capaces de acordarnos de sueños olvidados, y reconocemos la importancia que tienen para
nuestra vida los acontecimientos, las personas y las relaciones. Aún podemos utilizar poco este
saber porque nos falta el desarrollo de la conciencia del Yo. Nuestra tarea consiste en seleccionar
las informaciones que podemos asimilar y nuestros sueños, y hacerlos comprensibles a los demás.

4. El inicio
La cuarta fase pone de manifiesto la decisión de un determinado camino que pensamos tomar. La
autoconciencia y la individualidad despiertan, estamos entusiasmados con nosotros mismos. Se
puede detectar una tendencia al narcisismo que hace que mimemos y cuidemos lo nuevo que
surge en nosotros. Nuestra tarea consiste en cuidar nuestro estado físico, mental y espiritual, y en
poner atención a las fases de la relajación.

5. La diana
La época carente de problemas de las etapas anteriores termina con la quinta fase. Está marcada
por la experiencia desagradable del sufrimiento, pero sin un motivo concreto. En esta fase algunas
personas presentan un comportamiento forzado o expresiones de ira. En su vida predomina la
vulnerabilidad y la irritabilidad hasta caer en la manta persecutoria, así como los sentimientos de
abandono. La única solución parece ser un orden diario rígido para poder controlar un mundo que
les resulta peligroso. Nuestra tarea consiste ahora en entender que la presión que soportamos es
necesaria para nuestro desarrollo. Deberíamos enfrentarnos a nuestros miedos con decisión.

6. La lucha con el dragón

Es posible que, más adelante, volvamos a caer muchas veces en la sexta fase de los
adolescentes. El enfrentamiento de los jóvenes con sus padres se denomina la lucha con el
dragón, porque en un principio lo entienden como un poder enemigo que les ata. Pero en el futuro,
después de haber cortado el cordón umbilical, aparece como una luz beneficiosa. El estado de los
adolescentes oscila entre el sentimiento de abandono, miedo o depresiones y momentos de
felicidad. La tarea consiste en que el joven no sea exigente con sus padres y se controle, y
finalmente tome las riendas de su vida.

7. La cuadratura de círculo
En la séptima fase, finalmente, somos independientes y capaces de dar, amar, aprender y pensar
ordenadamente. La tensión entre las anteriores contradicciones se ha disipado. Nuestra conciencia
está marcada por la claridad, no sólo somos capaces de entablar nuevas relaciones y encontrar
nuestra pareja espiritual, sino también de reconocer nuestro cometido en la vida y de asumir
obligaciones. Nuestra tarea consiste en concientizarnos de nuestro “self” y utilizarlo como una
ayuda orientativa para determinar la importancia de los valores personales.

8. El Yo que actúa

En la octava fase la autoestima ha alcanzado a su punto más alto. Estamos viviendo en


concordancia con el mundo que nos rodea y, además, hemos desarrollado facultades sociales. El
sentimiento de soledad ha desaparecido. Sentimos una voluntad fuerte y somos concientes de
nuestras responsabilidades. Nuestro comportamiento está marcado por la actividad y el deseo de
realizar nuestros ideales. Nuestra tarea consiste en enlazar hábilmente las metas personales con
las de los demás.

9. La cristalización

En la novena fase podemos acabar proyectos y trabajos. En esta etapa dominan menos las nuevas
ideas que el avanzar con fuerza. Como ya hemos conquistado un puesto en la sociedad, estamos
contentos y en paz con nosotros mismos. Nuestra tarea es disfrutar de nuestro éxito, sin
agarrarnos a él, ya que tendremos que abandonar lo conseguido.

10. La puerta de la muerte

En la décima fase se ha alcanzado todo. Sin embargo, de repente los éxitos no saben a nada, todo
lo que se ha construido, creado y obtenido parece no tener ninguna importancia. Éstos son los
típicos síntomas de la crisis de la mitad de la vida (midlifrecrisis). Nos partamos de nuestro
ambiente habitual y nos concentramos en nosotros mismos, en nuestra vida interior. Nos
percatamos de todo lo perecedero y somos concientes de que la muerte está cerca. Nos
preocupan las depresiones, los miedos a las pérdidas y la desorientación. Nuestra tarea es
examinar las metas conseguidas hasta ahora, abandonar las ideas anticuadas y practicar la
renuncia.

11. El desmembramiento
En la onceava fase nos afligen los miedos y los desconciertos. El mundo que hemos construido se
derrumba. Experimentamos un sentimiento amargo de estar dominados por un poder despiadado
y, como consecuencia, aparecen los sentimientos de pérdida y las agresiones hacia nosotros
mismos. Nuestra tarea consiste en resignarnos a lo inevitable, relativizar la importancia del Yo
conciente y aceptar la decadencia. En esta fase nos puede ayudar la absoluta confianza en que
existe un orden superior.

12. El éxtasis trascendental


En la doceava fase el desgarrado Yo forma otra vez una unidad. También podemos hablar de la
fase del feliz retorno al hogar. Ahora la relación con el Yo inconciente es perfecta. Nos invaden la
armonía y la alegría. Parece que hayamos encontrado nuestro humilde lugar dentro del gran
mundo. Nuestra tarea consiste en aceptar con humildad los frutos de la vida. Ahora, cuando
entramos de nuevo en un gran ciclo, nos acompañan todos los recuerdos de las experiencias
vividas.
Del libro "Mandalas. Teoría y práctica"
Sascha Wuillement y Andrea-Anna Cavelius
Ed. Mens Sana

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