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Conjunto de edificaciones construidas en México en la segunda mitad del siglo XX. Es una
arquitectura personal y característica, que ha depurado algunas de las variables del
movimiento moderno —la plástica lineal de los volúmenes, los grandes ventanales
longitudinales o el funcionalismo extremado—, sin caer en la alternativa del lenguaje
neocolonial y californiano.
PRINCIPALES CORRIENTES
José Villagrán García marcó la primera etapa definida de la arquitectura mexicana desde sus
planteamientos racionalistas y antiacademicistas de la década de 1920. Su granja sanitaria
(1925) se considera el comienzo de la modernidad en México, mientras que su edificio para la
Facultad de Arquitectura en la Ciudad Universitaria de la ciudad de México (1952) es la
culminación del predominio creativo de la función-programa, a la que subordina las resultantes
formales. En colaboración con Enrique del Moral proyectó, entre otros, el edificio de oficinas de
Condesa (1950, México), el hotel de la Alameda y el María Isabel (1962).
Muralismo
La impronta del muralismo se encuentra en algunas obras de Mario Pani, cuya tendencia
formalista inició un estilo cuyos rasgos se aprecian en la Escuela Normal para Maestros en la
ciudad de México, que cuenta con murales de José Clemente Orozco y esculturas de Luis Ortiz
Monasterio.
Funcionalismo
Enrique Yáñez puede considerarse uno de los pioneros de la arquitectura funcionalista
mexicana, entre la que destaca su edificio de oficinas para el Sindicato de Electricistas en la
ciudad de México (1940). Yáñez reafirmó la integración de arquitectura y naturaleza en el
proyecto para su casa, donde se relacionan los espacios abiertos y cerrados con patios-
jardines interiores y juegos de masas y vacíos, dentro de su obras tambien figura el Hospital
López Mateos (1970).
La escuela estadounidense
De la tendencia caracterizada por el seguimiento de la arquitectura estadounidense (en
especial de Mies van der Rohe), destacan la Secretaría de Recursos Hídricos (de Pani y Del
Moral, 1952), el edificio del Seguro Social (Obregón, 1950), el de la compañía de seguros La
Libertad (Augusto Álvarez, 1965) y la torre Latinoamericana (Leonardo Zeevaeret, 1960).
Estructuralismo
La obra de Félix Candela replantea el papel del arquitecto en relación con los problemas
estructurales a partir de tres premisas: economía, sencillez de cálculo y flexibilidad. No
obstante, la calidad de su obra radica en la sensibilidad para conformar espacios. Sus obras
más emblemáticas son las iglesias de La Milagrosa (1953), en la colonia Narvarte, la capilla de
La Soledad del Altillo (1956, con Enrique de la Mora) y la de San Vicente de Paúl (1959, con
López de Carmona). La embotelladora Bacardí (1960) es un interesante ejemplo de espacio
unitario por integración de unidades modulares.
En la misma línea estructuralista puede situarse la obra de Enrique de la Mora, con sus
audaces propuestas abovedadas para la Bolsa de México (1955) o el santuario de Guadalupe
en Madrid, España (1957). El vanguardista Juan Sordo Madaleno realizó sus primeras obras
junto a Augusto Álvarez, siguiendo los postulados de Le Corbusier, como en los laboratorios
Merk Sharp & Dohme. En la década de 1960 colaboró con José Adolfo Wiechers en la
construcción del edificio Ford y del Palacio de Justicia, con su característico pórtico.
La escuela de Barragán
La figura de Luis Barragán es la más reconocida internacionalmente. Siempre sencillo y
rotundo, comenzó sus primeras obras muy cerca del lenguaje racionalista europeo. Más tarde,
su arquitectura fue incorporando la tradición mexicana, destilando unos espacios de gran
fuerza con recios muros y planos despojados en los que desarrolló un cromatismo fascinante.
La capilla de las Capuchinas Sacramentarias del Purísimo Corazón de María (1952-1555), en
Tlalpan, México, el conjunto de casa, alberca y establos de Los Clubes (1968) y la casa Gilardi
en Tacubaya, México (1972-1980), son algunas de sus obras más destacadas.
La obra de Ricardo Legorreta entronca con la arquitectura tradicional mexicana, sus fuertes
volúmenes, cromaticidades insólitas y amplios espacios abiertos, y muestra una clara
influencia de Luis Barragán. Los mejores ejemplos de esta búsqueda son los hoteles Camino
Real de México (1968) y Cancún (1975), y la más reciente catedral de la ciudad de México
(1994).
Le Corbusier
(1887-1965), sobrenombre profesional de Charles Édouard Jeanneret, pintor, arquitecto y
teórico franco-suizo, al que se considera la figura más importante de la arquitectura moderna
tanto por sus numerosas innovaciones como por la maestría y vigencia de sus obras.
Nació el 6 de octubre de 1887 en La Chaux-de-Fonds (Suiza), y en esta misma ciudad estudió
Artes y Oficios. Trabajó dos años con el parisino Auguste Perret, pionero en la utilización
arquitectónica del hormigón armado, y más tarde viajó a Alemania para colaborar
esporádicamente en el estudio de Peter Behrens (donde conoció al joven Mies van der Rohe) y
trabar relación con Josef Hoffmann y la Deutscher Werkbund. En 1922 se asoció en París con
su primo, el ingeniero Pierre Jeanneret, y adoptó como arquitecto el seudónimo de Le
Corbusier (del francés, “el cuervo”, adaptación del apellido Lecorbésier de su bisabuela), que
ya había empleado con anterioridad en sus escritos.
Este movimiento surgió en 1861, cuando el diseñador inglés William Morris fundó la empresa
Morris, Marshall, & Faulkner. Argumentando que la verdadera base del arte residía en la
artesanía, Morris y sus seguidores atacaron la esterilidad y fealdad de los productos hechos a
máquina, dedicando su actividad a la producción de tejidos, libros, papel pintado y mobiliario
hecho a mano. Junto con él cobraron auge un grupo de artistas, entre los que destacan los
arquitectos Philip Webb y C. F. A. Voysey (conocido por su estilo ‘campestre’), el ebanista
Ernest Gimson, el ceramista William De Morgan, y los diseñadores Walter Crane y C. R.
Ashbee. La Arts & Crafts Exhibition Society (creada en 1888) y las revistas The Studio y Hobby
Horse sirvieron de foro para la difusión de las ideas de este movimiento.
Glasgow, en Escocia, llegó a ser el centro del movimiento en la década de 1890, bajo el
liderazgo del brillante e innovador arquitecto Charles Rennie Mackintosh. En Viena, esta
tendencia estuvo representada por el Wiener Werkstätte (Taller de Viena), orientado a la
artesanía.
Este movimiento fue el principal precursor del estilo Art Nouveau, y por su énfasis en la
sencillez de los materiales y de los revestimientos fue una de las fuentes del modernismo del
siglo XX.