Es un honor compartir la experiencia de mi familia con la pérdida
auditiva. Soy madre de gemelos, David y Elyssa, quienes nacieron en
forma prematura. Una de las consecuencias de haber sido prematuros es que mis dos hijos tienen pérdida auditiva permanente.
Desde el punto de vista emocional, fue como volver a vivir la angustia
que pasé inmediatamente después de que nacieron a las 24 semanas. ¡Era tan injusto! ¡Ya habían pasado por tantas cosas! Y esto era totalmente diferente de cualquier otra cosa por la que habían pasado hasta entonces —esto era permanente, no era algo que eventualmente iba a desaparecer—.
Y aunque la pérdida auditiva es una discapacidad con la cual estoy
familiarizada dado que mi papá no oye bien, de todas formas sentí que se me caía el mundo encima cuando escuché el diagnóstico. En ese momento supe que no importaba a dónde pensaba que la vida me llevaría, porque ahora tomaría una dirección totalmente diferente.
Aprendimos sobre la importantísima ‘ventana para adquirir el habla y el
lenguaje’ y empezamos a indagar sobre los implantes cocleares. Al mismo tiempo también empecé a aprender el lenguaje por señas. Nuestro objetivo era darles a nuestros hijos acceso al lenguaje en tantas formas como fuera posible. Queríamos, hasta donde fuera posible, postergar el tener que tomar decisiones que limitaran sus opciones. No me malentiendan, quiero que mis hijos puedan oír y hablar para que no estén aislados de la cultura más amplia en la que vivimos. Sin embargo, también sentí que eso no estaba totalmente en mis manos: nuestros hijos también deberían participar en la decisión de cómo comunicarse.
Conforme nuestros pequeños continuaron creciendo y desarrollándose,
empezamos a notar que estaban escuchando más de lo que las pruebas habían predicho. Las pruebas de la audición mostraron que la capacidad auditiva de David había mejorado, en algunos rangos a un nivel moderado de pérdida auditiva. ¡Un verdadero milagro! Sin embargo, las pruebas de Elyssa todavía mostraban que tenía sordera profunda.
Había llegado el momento de conseguirle a Elyssa un implante coclear.
¡No fue nada fácil para ninguno de nosotros, pero estamos felices de haberlo hecho! A Elyssa le ha ido muy bien con su ‘elefante coclear’ como ella lo llamaba al principio. Rápidamente recuperó el nivel que tenía con sus audífonos y luego lo superó. Tuvo una prueba de la audición al año de haber sido activado. No puedo describir la felicidad y el orgullo que sentí al estar sentada detrás de mi hija ‘sorda’ cuando la vi responder a sonidos que yo apenas podía escuchar. Para David, la pérdida auditiva ya no es su problema mayor a pesar de que todavía existe. No hay duda de que estamos en un lugar muy diferente al que imaginé hace seis años, pero es sin duda una buena situación”