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ESCUELA DE SOCIOLOGÍA
AMÉRICA LATINA I
AUTORA:
Ligmar Altamar
Svampa (2016) ofrece una definición clara de populismo, planteándolo como “un
régimen político que presenta a la vez elementos democráticos y autoritarios, y cuyo
objetivo es lograr la participación “organizada” de las masas, controladas desde el Estado”
(pag. 269) destacando como una de sus características su ambigüedad con la democracia y
su dualidad con la igualdad y la jerarquía. El populismo entiende la política como una
polarización donde hay un protagonista (pueblo victimado) y un antagonista (antipueblo
opresor), por lo tanto establece estructuras míticas de las cuales el populismo “no busca la
verdad sino en dar testimonio de UNA verdad” (pág. 271). Además, se plantea el afán del
populismo por reducir la brecha entre representantes y representados, por lo que según
Svampa (2016) desde la democracia este puede entenderse mejor pues este busca romper
con esa dominación establecida en sus antecedentes.
“Lejos de asociar al populismo con sus raíces sociales, la lectura que enfatiza su
asociación con el mito considera que la verdadera naturaleza del fenómeno populista sería
ideológica.” (Svampa, 2016, pág.270). Desde la vista de Pessin, el populismo y el
socialismo concuerdan en la problematización de la cuestión social; sin embargo, el
primero evoca la resolución de este problema desde el pueblo pese a que este no es una
categoría de lo social. De igual forma, caracteriza su raíz mítica como un principio
dinámico y permanente que establece una relación del mundo con el hombre. Otros autores,
como Vega Centeno, definen esa característica mítica-simbólica como la movilización de
las masas hacia las expectativas y voluntades de poder impredecibles puesto que el discurso
populista se sustenta en promesas que hagan seguir viviendo, creyendo y luchando (como el
caso de Haya de La Torre con los comienzos del APRA y el Partido Aprista Peruano)
“En suma, estas lecturas reducen el populismo a un mito, cuya unidad mínima es la
nostalgia por la comunidad orgánica, o bien un imaginario instalado entre la religión y la
política que, en ambos casos, conlleva una visión antiliberal y por ende antidemocrática de
la política.” (Svampa, 2016, pág.272).
Desde otra corriente vista desde la historia rusa, el populismo se plantea como una
forma que buscaba difundir ideas sociales entre la clase campesina y que terminó dividida
entre un terrorismo revolucionario y la adopción de ideas marxistas. El segundo evocaba la
necesidad de que la clase campesina y su organización sería esencial para batallar contra la
desintegración que se daba en las ciudades. Postulados por Walicki, se trataba de una
idealización de la comuna rural y la negación al capitalismo (Svampa, 2016, pág.289).
“La propuesta de los populistas rusos sería entonces la de “una industrialización no
capitalista bajo los auspicios del Estado” (Vilas, 1994: 31), la cual podría realizarse a través
de dos vías, a saber, por un lado, la estatización de la gran propiedad y la producción a gran
escala y, por el otro, la ampliación y protección de la pequeña propiedad campesina y
artesanal” (Svampa, 2016, pág.296).
Pese a todas las visiones y debates que se han dado respecto al populismo, se puede
resumir que es una formula política que promete justicia social como una especie de
redención de los derechos, llevada a cabo por un líder con mediación personalista que
construya y evoque imaginarios, en sentido de símbolos e imágenes, entre la nación y el
pueblo. Destacando entre sus componente un carácter étnico-racial, la centralización del
poder y la ambigüedad entre igualdad y jerarquía.