Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
lectoras como tú. Está hecho sin ningún ánimo de lucro por
lo que queda totalmente PROHIBIDA su venta en cualquier
plataforma.
En caso de que lo hayas comprado, estarás incurriendo en un delito
contra el material intelectual y los derechos de autor en cuyo caso se
podrían tomar medidas legales contra el vendedor y el comprador.
Moderadoras de Traducción
Vale
Traducción
3lik@ Mer
aelinfirebreathing NaomiiMora
Candy27 Rimed
CarolSoler Rose_Poison1324
Gerald Taywong
Liliana Vale
Mais Wan_TT18
Mary Rhysand Yiany
YoshiB
Recopilación y Revisión
Mais
Diseño
Evani
Índice
Capítulo 15 Capítulo 39
Capítulo 16 Capítulo 40
Capítulo 17 Capítulo 41
Capítulo 18 Capítulo 42
Capítulo 19 Capítulo 43
Capítulo 20 Capítulo 44
Capítulo 21 Capítulo 45
Sinopsis
Es una mártir.
Un mito.
Un fantasma.
Una leyenda.
Es mía.
Y ahora se ha ido.
Él es antinatural.
Eterno.
No ético.
Imparable.
LA ENCONTRAMOS.
Finalmente.
Siempre había habido rumores que la reina inmortal del rey vivía.
Que dormía profundo en la tierra. Que el rey, enloquecido por la tristeza,
la puso ahí.
No eran rumores.
Styx mataría a cien hombres para estar aquí. En lugar de eso está
obligado a observar desde detrás de una pantalla.
—Tres.
Dentro yace una mujer, sus brazos cruzados sobre su pecho, sus
ojos cerrados. Asimilo su largo cabello dorado, la suave y pálida piel, la
profunda cicatriz que arruina un rostro que de otra forma sería hermoso.
La reina vive.
Capítulo 1
SERENITY
Exhalo.
Miro hacia un techo de metal. Mis cejas se fruncen. Los techos del
rey son molduras doradas o madera expuesta. No metal abollado y
oxidado. Y nunca tan bajo.
Comienzo a sentarme.
Otra vez.
El rey.
—No, Su Majestad.
Vivo.
—¿Cuánto se acuerda?
¿Recordar? Mi sangre se hiela. Si este es otro de los sueros de
memoria del rey...
Y lo hago, ¿verdad?
—¿Recordar qué?
Mi corazón aún late como loco, pero ahora tiene más que ver con
la confusión que con la adrenalina.
—Su Majestad…
—Señora Lazuli...
Arrugo la frente.
Dejo de respirar.
Doblo el papel.
SERENITY
Vacilante, lo hago.
Llevo un corpiño ajustado de seda de oro pálido. Una capa de
delicadas flores de encaje lo cubre. Tiro de la manta cubriendo mis
piernas hacia un lado. El material gotea por mi cuerpo, todo el camino
hasta mis pies. No lo había notado antes, pero ahora que Jace ha forzado
mis ojos para asimilar mi ropa, me doy cuenta de lo inusual que es mi
atuendo.
Y luego…
Lo último que veo es el rostro del rey, y lo último que oigo es su voz.
Se inclina sobre mí, y siento que una mano acaricia mi rostro.
No solo décadas.
Ya no soy escéptica.
Los soldados están callados, y odio tener público. Estoy tan cerca
de desmoronarme; no quiero que estos extraños me vean cuando eso
suceda.
Todas las cosas, excepto los inventos del rey. Esas cosas quitan
heridas, recuerdos… edad.
¿Había pensado antes que era la chica más solitaria del mundo? Si
lo que estos hombres me están diciendo es cierto, y estoy empezando a
creer que lo es, no me queda nada.
Nada.
Ya sé la respuesta.
—Yo la terminaré.
EL REY
Solía creer que los pasadizos secretos eran cosas de las novelas de
espías, pero durante el curso de mi largo reinado, estos rasgos ocultos
han salvado mi vida y mi tierra una o dos veces.
Mis zapatos hacen clic contra el piso de piedra, y deslizo mis manos
en mis bolsillos mientras paso cuarto tras cuarto a ambos lados del
pasillo. Espejos unidireccionales expertamente camuflados como
adornos me permiten vislumbrar a mis invitados.
Demasiado tiempo.
Serenity se ha ido.
Capítulo 3
SERENITY
Les doy miradas duras. Estos hombres pueden ser mis salvadores,
pero también son mis captores, no importa lo agradables que hayan sido.
Pero yo sí.
Tal vez sea mi imaginación, pero juro que los hombres se mueven
un poco incómodos en sus asientos.
—De vez en cuando durante el último siglo —dice uno de los otros
hombres—. De vez en cuando, Oeste y Este hacen tratados endebles, pero
por lo general se desintegran después de varios años. Un mal ataque de
peste se extendió por ambos hemisferios a finales de siglo, lo que también
condujo a un alto el fuego temporal.
Paso una mano por mi cabello. Puede que sea un poco más largo
de lo que recordaba, pero de ninguna manera es tan largo como debería
ser. Ni tampoco mis uñas, ahora que las miro.
Solo venganza.
ME ESTOY IMPACIENTANDO.
Eso es bueno para mí. Significa que cuando esté lista para actuar,
tendré unos segundos más para tomarlos desprevenidos.
Ahora solo tengo que esperar, y odio estar aquí tirada como una
inválida. Mis piernas se están poniendo nerviosas. No he caminado en
cien años. Necesito sentir el suelo bajo mis pies.
¿Niños?
Estos hombres creen que pueden usarme por sus propios motivos
egoístas. Necesitan que me gane a la gente por ellos.
—Nunca lo haré. —Lo miro a los ojos mientras hablo. He sido usada
por todo el mundo… la NOU, el rey, la Resistencia. Y estoy tan cansada
de ello.
—Por orden del rey, detenga el auto y salga con las manos en alto.
—La voz intercomunicada llega desde fuera.
El vehículo sigue inclinado de lado a lado, y puedo oír los gritos del
conductor, pero no puedo decir si sus palabras son para mí o para los
hombres que nos atacan.
Me gustaría decir que puedo sentir todos esos años que perdí, que
dejaron alguna huella en mi cuerpo o en mi mente. Pero no puedo. Aparte
de que mis recuerdos se sienten un poco confusos, no hay ninguna
indicación de que haya estado dormida durante décadas en lugar de
horas.
Eso hace que todo esto sea peor. Porque parece que hace solo unas
horas el rey me dijo que me amaba. En el momento en que el amor se
convirtió en un inconveniente para él, ese cabrón me dejó morir. Mi
respiración se acelera cada vez más.
SERENITY
Incluso las órdenes del futuro siguen siendo las mismas. ¿No ha
cambiado nada en absoluto?
—¿Serenity?
—Nadie vivo.
Hay una pausa mientras los hombres del rey procesan eso.
Independientemente de lo que se les dijo acerca de mí, supongo que no
los ha preparado para lo que realmente soy.
Hay docenas de soldados dando vueltas alrededor del auto del que
salí. Detrás de sus filas, varios vehículos blindados están estacionados,
las luces parpadean. Por encima de nosotros, un helicóptero circula.
Recorro sus filas, buscando a Montes. Mis ojos pasan por docenas
de hombres y algunas mujeres. Los miro una vez, dos veces. No me di
cuenta que tenía una esperanza enfermiza hasta que sentí que se
desvanecía.
—Su Majestad —dice uno de ellos—, somos la guardia real del rey.
Puedes confiar en nosotros.
—Libertad o muerte.
—Y la mía.
—Y la mía.
Miro por la ventana del helicóptero que giraba sobre mi cabeza hace
solo unas horas. Incluso a esta distancia de la superficie de la tierra
puedo ver la destrucción.
TENÍA RAZÓN.
Sigo a los soldados por los escalones de mármol. Antes que pueda
cruzar el umbral, uno de los hombres que custodia la puerta se aclara la
garganta.
Mientras nos abrimos paso por los pasillos de este lugar, mantengo
mis músculos tensos. Los guardias pueden haber prometido mantenerme
a salvo del Durmiente, pero su lealtad en última instancia pertenece al
rey.
Nuestros pasos resuenan a través de los solitarios y abandonados
pasillos. Cuando estaba recién casada con el rey, sus corredores estaban
llenos de políticos y ayudantes, sirvientes y guardias. Ahora están
extrañamente vacíos, las obras de arte alineadas recubiertas con telas
sueltas.
Todavía podría ser una emisaria y esta es mi suite por todas las
similitudes que veo.
EL REY
Por los informes que llegan, mis hombres dicen que la encontraron
cubierta de sangre. Que el vehículo del que fue sacada estaba lleno de
hombres muertos.
Y yo soy su objetivo.
SERENITY
Puede ser que esté abatida, pero físicamente, me siento muy bien.
Si todavía estoy plagada de cáncer, mi salud cambiará lo suficientemente
pronto. Por ahora, cuento mis bendiciones. Tengo muy pocas de ellas.
Mi torturador Mi amante.
El rey.
Tha-thump.
Tha-thump.
Tha-thump.
Mi pulso late en mis oídos mientras mis ojos aterrizan en su
espalda.
El momento se extiende.
Finalmente…
—Déjanos.
Me estoy desmoronando.
¿Por qué?
¿POR QUÉ?
—Bastardo —susurro.
Pensé que estaría lista para enfrentarlo, pensé que esta furia llena
de dolor que se agitaba dentro de mí borraría cualquier otro sentimiento
que la visión de él traería.
Da un paso adelante y casi cae sobre una rodilla, sus piernas son
tan inestables. Al principio creo que algo le pasa. Me toma un momento
darme cuenta de que es mi visión.
Tha-thump.
Tha-thump.
Todavía viene hacia mí, y puedo decir que quiere tocarme. Empiezo
a moverme, una de mis piernas se cruza detrás de la otra mientras rodeo
al rey.
Montes cae, y lo sigo hasta el suelo. Mis puños tienen una mente
propia. Aterrizan donde pueden, y el carnoso golpe de piel contra piel
hace eco en toda la habitación. Mis lágrimas caen junto con ellos. No me
di cuenta de que podía sentirme así, enojada y desolada, todo al mismo
tiempo. Y con cada golpe, espero que venga esa oleada de alivio. Estoy
cumpliendo mi venganza.
Ambos lo estamos.
Y luego me besa.
Capítulo 6
SERENITY
Lo amo. Para matar lo que amo... eso podría destruir la última parte
de mi conciencia, y queda muy poco.
Retrocedo.
Montes se inclina hacia atrás, con los brazos colgados sobre las
rodillas. Si no lo conociera mejor, diría que está completamente a gusto.
Pero nunca le gustó que me alejara de él, y puedo ver el pánico controlado
en sus ojos.
—La reina que recuerdo nunca se va hasta que hace una amenaza
—dice, viéndome alejarme de él.
Y luego lo dejo.
EL REY
No me muevo hasta que la puerta se cierra detrás de ella. Pero una vez
que lo hace, parece que no puedo moverme lo suficientemente rápido.
—¿Entendido? —digo.
Finalmente, dice:
—Entendido, Su Majestad.
Por primera vez en cien años, mi alma cobra vida, mi corazón junto
con ella. Y duele tan jodidamente mal.
—Entra —llamo.
SERENITY
Solo tenía un trabajo: derribar al rey. Fallé en esa tarea una y otra
vez.
Puedo matar con bastante facilidad. Hay seis hombres muertos que
pueden dar fe de eso.
¿Y ahora qué?
Hace un siglo, tenía un propósito. Matrimonio por la paz. Una voz
para mi gente y para todos aquellos que fueron oprimidos. Puede que no
haya querido la vida a la que me vi forzada, podría haberlo lamentado,
pero al menos entonces lo entendía.
No entiendo esto.
Respiro hondo.
Podría irme.
Sería una vida difícil. Una vida en la que no podía hacer una gran
diferencia, una vida en la que sería prescindible.
Incluso si me destroza.
Capítulo 7
SERENITY
Puede que haya decidido que no puedo matar a Montes, y que haya
decidido ayudar a arreglar todas esas cosas que el rey y su guerra han
roto, pero no estoy preparada para ser civilizado con él. Aún no.
Al diablo el amor.
—Serenity.
—No, Serenity. Cuando se trata de nosotros, nada está más allá del
perdón.
Montes se acerca.
Dijo esas palabras una vez antes, y esta vez tocan mi corazón.
Incluso después de todos estos años, las recuerda.
EL REY
Ahora que ha llegado este fatídico día, y tengo que lidiar con las
consecuencias de mis elecciones, creo que estoy ansioso por ello.
Desesperado, incluso.
—Serenity, escucha...
Puedo decir que esto la enoja, pero cuando no la dejo ir, deja de
luchar contra mí. Creo que, en el fondo, quiere escucharme.
—No hay nada, nada, que haya atesorado más que tú. Me permití
olvidar.
Los humanos no deberían poder sentir lo que tengo por esta mujer.
La carne no es lo suficientemente fuerte como para albergar tanta
tristeza. Si no le tuviera tanto miedo a la muerte y al cálculo que me
espera al otro lado, habría salido de este mundo hace mucho tiempo.
»Vi a mi madre morir cuando tenía diez años después de que una
de tus bombas explotó fuera de nuestra casa. Me convertí en una asesina
cuando tenía doce años porque tu guerra desestabilizó mi país. Me
convertí en soldado cuando tenía quince años porque mi gente se estaba
muriendo y tú estabas ganando. Tuve que asumir el trabajo de mi padre
cuando tenía dieciséis años porque nuestro gobierno ya no tenía la
capacidad de celebrar elecciones.
Su voz tiembla; puedo decir que está luchando contra las lágrimas.
—Sé que te hace cobrar vida, Serenity —le digo en voz baja.
Veo el rostro de Serenity apagarse. Toda esa ira, todo ese dolor,
toda esa vulnerabilidad queda sellada. Cualquiera que sea el momento
que los dos tuvimos, ahora se ha ido.
—Entren —llamo, sin apartar la mirada de ella.
SERENITY
La cámara encaja.
Allí estoy.
EL REY
SABÍA QUE ESTO era inevitable, solo esperaba postergarlo un poco más.
Hace todos esos años, cuando hice de Serenity un mártir, nunca imaginé
que mis acciones tendrían tantos efectos. No hasta que los años se
desvanecieron y tuve que enfrentar la realidad de despertar a mi esposa.
Me giro de la pantalla.
—Te ven como una figura que lucha por la libertad —le digo—. Me
imagino que si, se presenta con la mujer real, esperarán que hagas
exactamente eso.
SERENITY
—Bien.
—¿Cena?
Jadeo una carcajada y niego con la cabeza. Me alejo del rey y de su
codo. Estamos mucho más allá de la caballerosidad.
—¿Y dónde estaba esa sabiduría cuando ello vino a mí? —pregunto.
MONTES NOS CONDUCE afuera, donde nos espera una pequeña mesa
con vista al mar. Las lámparas de aceite cuelgan de los postes que nos
rodean, ya que le dan a la zona un brillo cálido a medida que el sol
termina de ponerse.
Confundida e intrigada.
Recojo mi copa.
—¿Es esta la misma isla donde nos casamos? —No sé por qué lo
pregunto. Porqué me siento nostálgica por un recuerdo que nunca quise.
—Lo es —dice.
—Lo es.
—Déjame ir.
SERENITY
Debo ser el peor tipo de persona para estar enojada con esta
posibilidad. Si mi padre estuviera aquí, se avergonzaría de mi egoísmo.
NO QUIERO DORMIR.
A pesar de las promesas de los guardias, todavía me preocupa que
el rey cambie de opinión y me obligue a regresar a ese Durmiente. Debería
estar agradecida por las imágenes filtradas. Ahora que el mundo sabe
que estoy viva, Montes no puede ocultar fácilmente su pequeño secreto
una vez más.
La superficie del espejo vibra una vez más. A medida que observo,
las vibraciones se vuelven lentas y luego desaparecen por completo.
EL REY
No estoy soñando.
SERENITY
Siete décadas.
—Tendrás que hacer un poco más que arrepentirte por un solo día,
considerando que me quitas treinta mil de ellos.
Una sonrisa divertida riza los bordes de sus labios. No quería que
eso fuera divertido.
SERENITY
Señalo la tela.
—Esto no es gracioso.
—Mis hombres han reabastecido mi armario con ropa para ti, pero
usarlos viene con una condición.
Todo ese tiempo se las arregló para seguir adelante y, sin embargo,
todavía recuerda cuánto odio cuando se refiere a mí en tercera persona.
—Montes.
—¿Niños? —pregunto.
Mi atención se desvía del rey cuando veo las paredes del palacio.
Algunas de las telas que cubrían grandes marcos ahora han
desaparecido. Ahora me doy cuenta de por qué estaban escondidos en
primer lugar.
Las otras fotos son una extraña combinación de tomas que nunca
vi.
—¿Qué hay de los que todavía están cubiertos? —¿Qué más está
ocultando el rey?
Montes me mira.
Su habitación.
—Pasaré.
Sus monstruosos ojos brillan mientras se aleja. Mi pesadilla no me
va a capturar hoy.
EL REY
ESTA DUCHA PODRÍA quedar en el registro como una de las más rápidas
que he tomado. Me enjabono, la piel rápidamente volviéndose
resbaladiza.
Me enjuago la espuma.
SERENITY
Como yo.
—Depende.
Entrecierro mi mirada.
Varias pantallas han sido bajadas del techo, cubriendo gran parte
de los mapas. Más oficiales militares observan desde el otro lado de esas
pantallas.
Y entre todos ellos, veo muchas mujeres.
El rey me mira.
¿Pero lo es?
UNO DE LOS oficiales se pone de pie, y parece ser el más mezquino del
grupo por su afilado conjunto de rasgos. Sus ojos se mueven de Montes
hacia mí.
Y me doy cuenta de que tampoco soy solo una mujer con un título.
No para esta gente. Soy su esperanza en forma.
Uno por uno, como una ola, se paran y golpean sus puños sobre
sus corazones hasta que toda la habitación resuena con el sonido.
—No hay mejor cumplido, mi reina, que el que los oficiales te den
su honor.
SERENITY
Más hombres que no pueden ser asesinados, cada uno más podrido
que el anterior. Por supuesto, son los peores los que han logrado engañar
a la muerte.
—Las NOU han lanzado varias bombas desde que usted gobernó la
última vez.
—¿Lanzaron ... más bombas? —Mientras trabajé con las NOU, ese
tipo de guerra siempre estuvo fuera de la mesa. Cuando comienzas a
jugar con armas nucleares, coqueteas con la extinción global.
El oficial asiente.
Esta es mi tierra una vez más, solo todo sobre esta historia está
mal. Mis antiguos enemigos son las víctimas, y mi patria es el gran mal.
Sorpresa y algo así como la desesperación me llenan. No puedo
recuperar el aliento. ¿No queda nadie decente? ¿No han sufrido lo
suficiente los inocentes?
Espero a que diga más. Estoy desesperada por saber el secreto para
salir del abismo en el que han caído nuestras almas. Estoy aún más
desesperada por saber si esto es lo que le sucedió al rey. Ya ha admitido
que su sabiduría creció, no su conciencia.
De hecho, siento una lágrima rodando por mi mejilla ante eso. Miro
a Montes y él debe ver mi desesperación.
Mi garganta se contrae con eso. Este hombre puede ser tan cruel
pero tan considerado. Y Dios, me recuerda tan bien.
Lo miro de cerca.
—Ellos tienen todo que ver con eso. Entonces, ¿cuál eres?
—Ambos.
EL REY
ESTOY CASADO CON una leona. Una peligrosa y hermosa criatura que
no puede ser domada, y me comerá vivo.
Oh, el fuego que arde dentro de ella. Quiero avivarlo hasta que no
pueda sentir nada más que su calor.
Me mira fijamente.
Acerco mi silla lo más cerca que puedo, hasta que nuestros muslos
se presionan entre sí.
—Los términos son los mismos que siempre han sido, nire bihotza;
si quieres arreglar el mundo, lo harás a mi lado.
—Si quieres información de mí, juegas según mis reglas. —Es tan
simple como eso—. Una de esas reglas es que mientras respondo tus
preguntas, puedo tocarte.
—Bien.
—Montes.
Soy el más antiguo y, sin embargo, cada vez que me encuentro con
su mirada, no puedo evitar sentir que estoy mirando a alguien incluso
mayor que yo.
—Sé que tienes los recursos —dice—. Entonces, ¿por qué, Montes?
—Eso fue cierto hasta que te conocí. Son tu gente, nire bihotza. Te
preocupas por ellos, como yo me preocupo por ti. Traté de hacer lo
correcto.
SERENITY
Este hombre sabe cómo jugar conmigo mejor ahora que hace cien
años.
—Necesito trabajar más, Montes. Hay tanto que tengo que ponerme
al día. —Por supuesto, en su mundo, el rey tiene tiempo para nadar
cuando hay trabajo que hacer.
—¿Serenity?
Le echo un vistazo.
DESDE EL MOMENTO dejo las puertas traseras del palacio, puedo sentir
los ojos de Montes sobre mí.
—Te has arreglado para mí —dice cuando estoy dentro del rango
de audición—. Me siento muy honrado.
—¿Lo hago? El rey malvado que depuso las armas para curar a su
pueblo, si ese es el hombre que eres, entonces de hecho no te conozco.
—No voy a decírtelo —digo—. Aún no. Dame lo que sea que desee,
y te daré intimidad.
—De acuerdo.
Esto es absurdo.
Con una reticencia muy obvia, lo hago, dándole una mirada no tan
sutil todo el tiempo. Su otra mano me acuna desde abajo. Nos lleva a
aguas más profundas.
No sé qué hacer con esta fiebre. Una parte de mí quiere caer tan
profundamente en él como Montes, pero otra parte de mí quiere
contraatacar, a pesar de que acabo de hacer una promesa de lo contrario.
Lo que más odio de sus palabras es que podría tener razón. No soy
tan sucia como él. No puedo enmascarar mis emociones, no de la forma
en que algunas personas lo hacen.
—No soy la única que aceptó un trato sin estipulaciones —le digo.
SERENITY
—Nire bihotza...
—Estoy bien.
Es un video.
Bien por él. Espero que haya luchado contra la muerte hasta el
amargo final.
SERENITY
Y, dada la línea de tiempo del rey, eso sucedió hace más de medio
siglo.
—Cena.
No he pensado en comida en horas y horas, tan llena como estaba
en este nuevo mundo y todas sus revelaciones.
Una parte de mí, de hecho, quiere que suceda. Los deseos más
profundos de mi corazón contradicen toda lógica.
—Me alegro que pienses eso —dice, su voz genuina—. Se hizo más
para los hombres que tengo que para mí.
Tapa la botella.
—Ese podría ser uno de los mejores cumplidos que me has dado.
—Quédate aquí.
—No me importa.
SERENITY
El rey me curó.
Que es diferente.
Lo miro.
—Me doy cuenta de que sigues siendo bueno con ellas —le digo,
ignorando cómo esa intensa mirada suya está enfocada completamente
en mí. Me recuesto sobre mis antebrazos—. Si no pensara que eres el
demonio, diría que serías capaz de seducirlo incluso a él.
Oh Dios.
—Veo que sigues siendo un fenómeno del control —le digo. Y ahora
me estoy recuperando del hecho de que esto está sucediendo de nuevo.
Me está volviendo a atrapar, perdida en sus ojos oscuros y su corazón
negro. Se necesita tan poco.
De todas las cosas que ha dicho, no sé por qué esa se desliza por
mis defensas.
Pero lo hace.
Cubro la mano del rey con la mía, mis dedos rozando su piel. He
querido hacer esa pequeña acción ya por un tiempo. Se siente tan bien
como sabía que lo haría.
Estoy haciendo las paces con eso. El mundo es más grande que mi
corazón y yo, es más grande que mi vida y la del rey. Siempre lo ha sido.
Todos esos años atrás, ¿alguna vez había imaginado que la gente
podría ser así? ¿Que los hombres eran buenos para algo más que la
amistad y la lucha?
Mi monstruo roto, roto. Paso mis dedos por su mejilla. Está tan
hermoso como siempre, pero debajo de su piel están los horrores de un
siglo y medio de vida. Y no cualquier vida, la vida de un rey tirano.
—Mírame —dice.
Mis párpados se abren y miro al rey cuando los dos nos reunimos
por primera vez en más de un siglo. Siento que solo han pasado días para
mí. Estoy segura que, para Montes, se siente como vidas.
Nunca debería haber sido así. Los dos hemos hecho tantas cosas
imperdonables. Pero al final del día, somos dos errores que, juntos,
hacemos algo bien.
Capítulo 17
SERENITY
PARPADEO PARA ABRIR mis ojos. La luz del sol de la mañana se derrama
en el interior de las habitaciones del rey.
No es mía.
Él gruñe.
Oh Dios.
Suspendo el beso.
Control de natalidad.
Lo olvidamos anoche.
El rey se queda inmóvil, aunque prácticamente está temblando por
el esfuerzo de contenerse. Ambos lo hacemos.
Ninguna.
Pienso en lo que eso significa, cómo eso cambia mis propios planes.
No lo hace... no realmente.
—Eres mi esposa —dice Montes—. Así es cómo tiene que ser, cómo
siempre se supuso que fuera.
—Nire bihotza.
—Esta vez no sería como la última —dice y puedo ver que habla en
serio.
—No puede serlo. —Mi voz se entrecorta cuando hablo.
—No lo será.
SERENITY
ESTAMOS DE VUELTA en la Gran Sala, las paredes locas del rey, ocultas
una vez más por pantallas gigantes. Y una vez más el espacio está lleno
de oficiales militares. Tengo la intención de conocer cada uno,
eventualmente. Por ahora, espero que los súbditos de Montes lo respeten
mucho más que los que llenaron su sala de conferencias hace un siglo.
Paso las primeras horas del día escuchando a los oficiales discutir
las actualizaciones sobre la guerra y las estrategias que están
implementando.
—Haré campaña por eso y partiré el pan con quien sea necesario
—le digo a la habitación, aunque mis ojos permanecen centrados en el
rey—. Y voy a terminar esto, de una vez por todas.
ESTO ES LO que le costó la intimidad al rey.
Poder. Control.
Esa vena comienza a latir con fuerza en la sien del rey cuando
secuestro la reunión. No es solo la ira lo que veo subir a la superficie. Es
pánico. El hombre que controla casi todo se está dando cuenta de que
acaba de negociar algo que no debería haber hecho.
Le echo una mirada a Montes. Sus ojos arden con su furia y con
algo más brillante, algo mucho más honorable.
Alguien interrumpe:
SERENITY
—¿ESTÁS LOCA?
Su mandíbula se aprieta.
Me mira de reojo.
Lo tengo.
No aparto la vista de él. No le doy ninguna señal de si está en lo
correcto o no.
Me acerca la cabeza.
Y así lo he hecho.
Ojalá pudiera parecer tan relajada como el rey, pero nada aflojará
mis extremidades. La idea de ver mi lugar de descanso me pone nerviosa.
Así que está dentro del mismo palacio. Una parte de mí imaginó
que estaría durmiendo en una especie de cripta en los jardines del
palacio, lejos de los vivos.
Me lleva por varios pasillos y, con cada giro el escenario se vuelve
cada vez más familiar.
Se da cuenta de mi vacilación.
—Ven. —Pone una mano contra mi espalda y me guía una vez más.
—Sí.
Parece divertido.
—Voy a revisarlo.
Montes hizo todo esto por mí. Mi mirada recorre nuestro opulento
entorno.
No me molesto en contestar.
—Te amo.
Me arrepiento de inmediato.
SERENITY
A LA MAÑANA siguiente estoy en una oficina, tres de los oficiales del rey
rodeándome.
—La gente con la que tienes que hablar está dentro —dijo
misteriosamente. Y luego, sin explicar, se alejó.
Pero ahora que me siento con lo más cercano que tiene el rey a
consejeros en los delicados sofás de la habitación, tengo la impresión de
que la única trampa que se está haciendo es con mis arcaicas nociones
del rey.
Frente a mí, uno de los agentes saca un archivo del maletín que
ella carga y lo deja caer sobre la mesa de café que descansa entre
nosotros.
—Ya hemos preparado una lista de líderes con los que querrá
hablar —dice, tocando la carpeta—. También hemos incluido un
programa tentativo de reuniones que se pueden organizar
inmediatamente con su aprobación.
Así que empiezo a buscar uno de los pocos nombres que conozco.
Cuando he hojeado todo el archivo y no lo veo, dejo la carpeta a un lado.
—¿Por qué no están en la lista de los grupos con los que voy a
hablar?
Los tres oficiales están callados, y estoy segura de que saben cuáles
son mis intenciones.
Soy la reina de cien años que casi captura, la mujer que mató a
seis de sus hombres.
—Aceptará la llamada.
Espero que sus hábitos de sueño hayan cambiado desde que nos
separamos.
Cierro la carpeta. Todo indica que este hombre tiene tanta sed de
poder como todos los demás hombres corruptos que he conocido a lo
largo de esta guerra. Lo que no entiendo es por qué Oeste trabajaría con
él.
En algún lugar dentro del palacio, un reloj de pie toca dos veces,
mi señal para salir de mi oficina.
Mis pisadas resuenan por todas las salas cavernosas. Este lugar
me hace sentir mal. Hay un hueco en los pasillos que solo exagera lo
vacío que está el lugar, y, sin embargo, juro que puedo sentir el peso de
ojos invisibles sobre mí mientras me dirijo al estudio del rey.
El rey tenía razón ayer. Le estoy ocultando algo más, algo contra lo
que se rebelaría si lo supiera.
Asiento en respuesta.
—Styx.
—Con dificultad.
—Lo sé.
—Y respondiste —respondo.
—¿Por qué?
—Hmmm…—Me evalúa.
—Lazuli —corrijo.
—No somos amigos, Garcia —digo, con voz dura—. Eres el líder del
grupo terrorista que intentó capturarme. Guarda las preguntas
personales para los hombres que deben responderte.
Respiro profundamente.
Dobla las manos y golpea con sus dos dedos contra su barbilla
mientras me estudia.
SERENITY
Me siento en la silla del rey y coloco mis manos sobre mis labios,
reflexionando sobre la situación que estoy creando para mí.
Aun así, para darme acceso a áreas donde no puedo ser vigilada...
mi obsesivo esposo me ha sorprendido.
Mis ojos se desvían por el pasillo, hacia las luces que continúan en
la distancia.
Mierda.
No estoy sola.
Una vez que doblo la esquina, veo una figura mirando hacia una
de las habitaciones, de espaldas a mí.
Me detengo en mi camino.
Más allá del hombre, las luces del techo se apagan en la oscuridad.
—Serenity.
SERENITY
—Déjame ir —digo.
Marco ajusta su agarre sobre mí. Me tira más cerca, hasta que
nuestros pechos se rozan.
Es casi risible que piense que yo sea la que está preocupada de ser
lastimada.
Esto nuevamente.
—Lo siento por ti y por tu padre, Serenity, pero no soy ese hombre.
Verás —dice cuidadosamente—, soy su clon.
—¿Eres un…?
En la época que dejé atrás, los clones eran cosas de ciencia ficción,
junto con los autos voladores y robots humanoides.
Me alejo de él.
Él no se molesta en negarlo.
—El cuarto del rey está al final de este corredor —dice Marco.
Inclina su cabeza.
SERENITY
Sigue siendo extraño, dormir piel con piel con el rey. Lo disfruto,
para mi vergüenza. Demasiados años pasados sin contacto de ningún
tipo me han dejado hambrienta. Y Montes es demasiado listo para
proporcionar el contacto que deseo.
Ahora que ninguno de los dos está fingiendo estar dormido, Montes
me pasa el dedo por la nariz y los labios.
Ahora miro hacia otro lado. A pesar de que luchar contra este
magnetismo que tenemos es inútil, no entraré en silencio.
Sacudo la cabeza.
—Nunca.
Es una versión del juego de beber que solíamos jugar. Sólo que éste
ha logrado incorporar nuestro trato en la mezcla.
Exhalo.
—¿Me amas?
Levanto la barbilla.
—Paso.
—Bésame.
—¿Cuándo fue la primera vez que sentiste algo más que odio por
mí? —pregunta.
Y sin embargo, mi corazón roto sangra por él. Tengo el impulso más
extraño de pasar mi mano por su espalda y consolarlo, ya que ninguno
de nosotros ha sido consolado en mucho, mucho tiempo.
—Paso —digo.
—Tócame.
—Más abajo.
Lo libero.
—Próxima pregunta.
Busco su cara.
Qué magnánimo.
—Tócate.
—Montes. —Una cosa es intimar con el rey. Otra cosa muy distinta
es hacer esto delante de él.
Sabiendo lo retorcido que es, diría que está feliz con cualquiera de
los resultados.
Y lo hago.
Capítulo 24
SERENITY
—SU ITINERARIO ESTÁ completo. —Los oficiales con los que me reuní
ayer están ahora discutiendo las conversaciones de paz que tendré con
los jefes de varios territorios del rey.
El rey no necesita estar aquí, pero por supuesto que quiere estar.
Si puede micro-gestionar cada paso de este proceso, lo hará.
—No.
Todos lo miramos.
—No —repite.
—¿O qué?
—¿Y?
—Puede ser como era antes —digo en voz baja—. Gobernamos bien
juntos. Déjame hacer esto. No pasará nada malo.
Montes hace una mueca y luego cierra los ojos. Coloca su mano
sobre la mía, atrapándola contra su mejilla.
SERENITY
Las plantas que crecen aquí son muy diferentes a las de Ginebra y
a las de su otro palacio en el Reino Unido. Son más verdes, más
brillantes, más exóticas.
Montes me mira.
Qué pregunta tan absurda. Ese lugar era solo otro ejemplo de la
decadencia del rey, otro ejemplo de que yo era solo un pájaro de colores
brillantes en una jaula dorada.
Se gira ante mi toque. Puedo decir sin hablar que está sorprendido
y contento. Los dos dejamos de caminar.
Mis dedos se mueven hacia su boca. Trazo los bordes de sus labios.
—Me hice viejo aquí. —Sus dedos se mueven hacia la piel sobre mi
corazón—. Y aquí.
Reanudamos la marcha.
—Eso es lamentable.
—Lo es.
Hay algo en la forma en que Montes dice esto que me hace echar
un vistazo. No puedo poner el dedo en ello...
—La guerra hace eso —dice Montes—. Lo único que se vuelve más
impresionante son las nuevas formas de matarnos unos a otros.
UNA SEMANA PASA borrosa mientras me preparo para mi gira por Este.
Una gira que comienza mañana, cuando partamos hacia Guiza, la
primera de las casi dos docenas de ciudades que visitaré.
—Lo es.
Pero, ¿hospitales?
Érase una vez que lo salvé de la muerte solo para descubrir que era
el consejero que había autorizado las bombas atómicas lanzadas sobre la
NOU.
Asiento.
Ya puedo sentir que me duelen las manos por apretar cuellos y los
nudillos por partir piel. Tendré mi día, me lo prometo a mí misma.
—Victoria.
Capítulo 26
SERENITY
ESA NOCHE, LOS oficiales se reúnen en el gran comedor para una cena
de despedida. El ambiente se siente festivo, como si ya supieran que
lograré lo que me propuse hacer.
—Mi reina está callada —dice en voz baja para que solo yo
escuche—. Nunca es algo bueno.
Montes me contempla. Más allá de él, siento los ojos de Marco sobre
mí también.
Soy una extraña para este mundo, este futuro en el que debo vivir.
No sé de qué hablar, porque no sé nada de este mundo. Y quiero salvarlo,
lo hago, pero no sé cómo ser parte de él.
Puedo irme. Montes está dispuesto a acortar esta cena. Puedo ver
tanto en su expresión. Pero no voy a huir de estas personas solo porque
encuentro este tipo de reuniones incómodas y me siento un poco perdida.
Así que en lugar de eso aprieto la mano del rey y luego me dirijo a
los oficiales sentados alrededor de la mesa.
Puedo sentir los ojos evaluadores del rey sobre mí; percibo su
curiosidad. Le gusta mi espontaneidad.
El cambio es posible.
—¡Por la paz!
Al final del día, soy una cosa solitaria. No estoy segura si esto es el
resultado de una circunstancia, o si hubiera sido así si la guerra nunca
hubiera alterado mi vida.
Tan pronto como las puertas del comedor se cierran detrás de mí,
se silencian los tintineantes vasos y las conversaciones joviales.
Ahí estoy otra vez, esta vez como una joven adolescente. No puedo
ser mayor de trece o catorce años.
Marco.
Capítulo 27
SERENITY
—¿Estás diciendo…?
Me clonó.
—Aléjate de mí —advierto.
—Escúchame —gruñe.
—Eso fue hace cuarenta años —dice como si pudiera leer mi mente.
Su vena palpita.
Muerta.
Puedo leer mucho de él. Por mucho que vivió, ella ya no.
Este psicópata.
Respiro hondo.
—¿Cómo?
—No era como tú, en absoluto. —Dice esta última parte en voz baja.
—La recapturamos. —Mira hacia otro lado y se frota los ojos—. Pero
el avión fue derribado.
Busco su cara.
SERENITY
LONDRES SE HA ido, así como París, El Cairo, Delhi, Pekín. Sin parar la
lista sigue.
Veo la bomba que destroza la Torre Eiffel. Las vigas de acero que
se habían sostenido durante más de dos siglos ahora se doblan y
colapsan.
No quiero ver esto. No quiero ver los grandes logros del hombre
arrasadas en un instante porque alguien en algún lugar pensó que sería
una buena idea destruir el mundo.
—Este fue una de las primeras veces en las que Oeste usó material
retro-reflectante para camuflar sus armas —dice el oficial.
La pantalla se apaga.
—Creo que está demasiado preparado para hacer eso —dice, con
los labios apretados.
—Conseguirte a solas.
Me tropiezo con la cama, y ahora creo que tengo una idea de dónde
está la mente del rey. Todavía puedo escuchar las conversaciones sordas
de los hombres de Montes a medida que se acomodan.
—Sí.
Un arma.
Saco el arma y paso las manos sobre ella. Por lo que parece, ha
envejecido también como yo. Es decir, nada en absoluto.
Así que puedo tener más en mis manos si nos encontramos en una
mala situación.
Todavía estoy molesta e inquieta por mi gemela, pero por una vez,
voy a enterrar el pasado. Tengo mayores preocupaciones en el horizonte.
—No me casé contigo porque eras una cosa bonita. Me casé contigo
porque eras una cosa malvada.
SOLO TOMA UN par de horas volar desde el palacio costero del rey hasta
Guiza. Solo un par de horas, pero parece haber vidas de diferencias entre
la tierra que dejamos y a la que llegamos.
Por lo que leí, todos los territorios del rey tienen líderes regionales.
Guiza y sus alrededores son dirigidas por Akash Salem.
—Sus Majestades. —El hombre que habló por primera vez ahora
solloza, su sonrisa fácil desaparece—. En nuestro camino hacia aquí,
recibimos noticias preocupantes sobre Akash y su familia.
—Están desaparecidos.
Capítulo 29
EL REY
Se levanta del sofá, y todo en ella parece pesado. El mal hace eso;
te pesa, te cansa. Lo sé todo acerca de eso.
—Serenity —interrumpo.
—Montes…
SERENITY
Apenas puedo hacer pis sin que alguien mire por encime de mi
hombro.
—Mírame —ordena.
—¿Qué?
Estrecha sus ojos. Antes de que pueda objetar, desliza su mano
sobre la mesa de café, tirando por un lado todos los objetos que había
puesto.
Atrapa mi muñeca.
—No.
SERENITY
—Mi rey —dice una de las mujeres—, usted ira primero, y mi reina,
él te presentará luego.
Montes toma asiento en unos de los sofás, recostándose con él, sus
piernas extendidas. Luce completamente cómodo.
—Mantenla a salvo.
Soy conducida a una puerta al final del pasillo, donde explica hasta
el último detalle cómo debe ejecutarse mi entrada y salida. Luego se va y
espero una vez más.
Siento los ojos del rey en mí. Enlaza sus dedos entre los míos y roza
un beso contra mis dedos. Cuando se endereza, me da un leve
asentimiento y abandona el escenario.
Ahora es mi turno.
—La última vez que mis ojos vieron el mundo, estaba en guerra —
comienzo—. Eso fue hace un siglo.
—Dormí por cien años y desperté solo para encontrar que el mundo
aún está en guerra. Esa no debería ser la forma de las cosas.
—El mundo puede estar en paz —digo—. Fue hace mucho tiempo,
y puede estarlo de nuevo. Me aseguraré de ello.
Los miro.
SERENITY
Una trampa.
En el siguiente momento escucho el húmedo murmullo de hombres
moribundos jadeando.
Disparo.
Se pone de pie.
—¿Descubriste con quién están afiliados los hombres?
El oficial vacila.
Me quedo inmóvil.
Styx Garcia.
—Montes.
Mi voz se suaviza.
Sostiene mi mirada.
Tal vez.
Capítulo 32
SERENITY
La guerra sin fin ha hecho esta ciudad aún más desolada que
Guiza. La mayoría de las viviendas son de ladrillos de barro, y las más
viejas parecen estar desmoronándose donde están. Luego están los
edificios que vinieron antes. Esqueletos de acero y cemento son todo lo
que queda de ellos.
—¿Por qué?
—No quiero que nunca sientas que estás perdida —dice, volviendo
al tema anterior.
Lo miro de nuevo. Entre la luz que sale del interior y los faroles
dispersos por todo el jardín, Montes parece brillar.
Inclina la cabeza.
Montes me mira.
Sacude la cabeza.
Respiro hondo.
—Tampoco nosotros.
Mis padres solían decir eso, y eso era algo que casi había olvidado.
SERENITY
Una coincide.
—Entonces no me obligues.
Paso por encima de uno de los soldados caídos del rey justo en la
entrada de la casa. Su garganta ha sido cortada. Todavía puedo escuchar
el lento goteo de su sangre cuando sale de su cuerpo.
Los hombres del rey que estuvieron primero en la escena
aseguraron el perímetro de la casa y el vecindario circundante, pero
aparte de ellos, seremos los primeros que están dentro de la casa de
Nadia y Malik Khan, la líder regional y su esposo.
Más soldados caídos yacen afuera de las puertas, con los ojos
vidriosos. Estos tienen heridas de bala.
—Nire bihotza...
Así no.
Y podría ser. Todavía tienen derecho a saber. Y si tengo que ser una
gran salvadora de ellos, entonces debería ser yo quien dé la noticia.
—También me han dicho que debo usar esto. Que esto es lo que
quieres ver. —Levanto la vista de la corona, hacia la gente que me está
mirando—. Esto… —Sostengo el tocado—, no significa nada. No estoy por
encima de ustedes. Soy una de ustedes.
Nunca fui una muy buena oradora. Pero esto es diferente. Las
palabras vienen a mí, nacidas de un fuego en mi alma. Estoy enojada y
emocionada y muy, muy llena de vida.
Mis ojos se dirigen al rey, que se para justo al lado del escenario.
Se frota la barbilla, sus ojos brillan mientras me mira. Cuando se da
cuenta de que estoy mirando, inclina la cabeza y los comienzos de una
sonrisa se forman en sus labios.
SERENITY
¡BOOM!
Asiento.
—¿Y tú?
—Sí.
Los hombres del rey siguen nuestro ejemplo, gateando hasta los
asientos y abrochándose rápidamente en ellos.
Las alarmas siguen retumbando, los oficiales tienen todos los ojos
como platos. Pero nadie grita. Montes lleva mi mano hasta su boca y
sostiene nuestras manos entrelazadas allí.
Veo sus labios moverse. No puedo oír sus palabras, pero sé lo que
está diciendo.
Te amo.
Aprieto los labios. Hace solo unas horas casi le dije esas mismas
palabras.
Ambos, creo.
Miro a Montes una vez más. Si voy a morir, será mirando sus ojos.
Estamos destinados a caer juntos.
No morí.
SERENITY
—¿Vamos a ir a la cima?
EL REY
Mujer salvaje.
—Soy tu marido.
Una invitación.
Dejando que mis ojos se cierren, rozo mi boca contra uno de sus
omóplatos, inclinando mi frente contra su cuello.
La inhalaría si pudiera.
—Montes…
Dios, lo hago.
Capítulo 36
EL REY
—Mon…
—Dilo —susurro.
—No.
Y pronto.
SERENITY
—Ah, ah.
Entre los incesantes viajes y los ataques, casi había olvidado sobre
las aborrecibles cenas esparcidas libremente a lo largo de la gira.
Cancelamos todas las previas debido a que hubo una contingencia sobre
los oficiales de cada territorio.
Tan pronto como los dos llamamos la atención de los visitantes que
ya están adentro, comienzan a golpear sus pechos, igual a los hombres y
mujeres de antes. Presiono mis labios.
Es una maldición.
Él asiente solemnemente.
—Haré todo lo que este en mi poder para lograr que eso ocurra —
digo.
Me tenso.
—Aún no —dice. Al menos, eso es lo que creo que dice. Mis oídos
aún tienen un pitido.
Alcanzo a los soldados del rey justo cuando están revisando los
signos vitales de los tiradores. Pateo lejos las armas de nuestros
atacantes, a pesar de que estoy casi segura de que los tres están muertos.
Debajo…
Han pasado cien años desde la última vez que vi un explosivo, pero
a menos que este sea un elaborado engaño, no han cambiado mucho.
—Bomba —susurro.
EL REY
¡BOOM-BOOM-BOOM!
Mierda.
ESTA NOCHE DORMIMOS en uno de los cuarteles del rey, ubicado a las
afueras de Shanghai.
¿Quién soy?
—Una reina.
Me sobresalto con la voz del rey. Solo entonces me doy cuenta que
hablé en voz alta.
—Debería odiar esto —dice—, pero tomaría toda una vida de vivir
bajo tierra si eso significaba que estarías a mi lado.
Trago saliva.
Ahora, este sabio y decente Montes está exigiendo más que solo mi
cuerpo otra vez.
—Tienes miedo. —El lector de mente dice esto como si fuera una
gran revelación.
—No tengo…
Y ahora tengo que lidiar con la muy real posibilidad de que pierda
mi última pizca de poder, porque el rey, creo que él sabe.
Luz.
SERENITY
Baja los papeles. Tengo toda su atención ahora. Sus ojos arden
con una emoción que no puedo descifrar. No sé si es solo su intensidad
habitual o algo más.
Frunzo el ceño.
Busco en su rostro.
Mira a nuestras manos por varios segundos y luego sus ojos vuelas
a mí.
—Muy bien.
Sale del carro, sosteniendo la puerta para mí. Casi de inmediato,
un grupo de hombres y mujeres nos rodean.
¿Armarios?
Las personas que nos rodean comienzan a contar con sus dedos,
como si toda esta producción debe ejecutarse hasta el segundo.
Yo también.
Parezco salvaje.
SERENITY
La multitud ruge.
Muy por encima de nosotros, algo brilla, atrapando la luz del sol de
mediodía. Me refresca la memoria. ¿No había visto algo así en el palacio
del rey?
Mi aliento se detiene.
Oh Dios.
Ahora recuerdo.
Ya es demasiado tarde.
¡BOOM!
¡BOOM!
Ante mis palabras, veo que las cámaras se mueven hacia mí. Todo
es macabro, especialmente porque varias de las pantallas gigantes que
proyectan mi cara se han incendiado.
—Si vas a morir hoy, deja que sea en tus términos, no en los de
ellos. —Levanto la mano sosteniendo mi arma—. Y que sea a mi lado.
Incluso a esta distancia, puedo decir que los corté en el hombro por
la forma en que se sacudían sus cuerpos. Su agarre se afloja en el cable
y luego se caen. Tan pronto como llegan al suelo, la multitud se los traga.
Justicia salvaje.
Los ojos del rey dejan los míos para enfocarse en algo sobre mi
hombro. Todo su comportamiento cambia.
No morirá.
Sonríe.
Más adelante, nuestra caravana nos espera, y los soldados que nos
protegen a mí y al rey ahora nos apresuran hacia uno de los vehículos.
Montes y yo apenas estamos dentro cuando la puerta se cierra detrás de
nosotros y el coche se desliza. Ahora somos blancos en movimiento.
Cualquier enemigo en el cielo podría atraparnos.
Espero a que llegue la próxima explosión. El que me matará a mí y
a Montes.
—Nire bihotza.
No respondo.
Asiento de nuevo.
Los soldados saltan fuera, varios trotando hacia nuestro coche. Nos
acompañan a salir, y Montes y yo, junto con sus oficiales y sus hombres,
nos dirigimos hacia la aeronave que realiza el vuelo.
Nunca lo hacemos.
Emboscada.
Los enemigos del rey sabían que íbamos a volar fuera de aquí.
Los guardias que nos rodean —los que aún viven— también están
disparando. Puedo ver a algunos de ellos pidiendo refuerzos, pero para
cuando alguien más llegue, la lucha habrá terminado.
Ninguno de nosotros se va de aquí hasta que el enemigo se haya
ido.
O estemos muertos.
Oigo el grito del rey entre el aluvión de balas. Qué tan fuerte debe
estar gritando para cortar todo ese ruido.
Necesito moverme.
—Mont…
Tha-thump.
Tha-thump.
Tha-thump.
Mi corazón palpita en mis oídos. Y me estoy ahogando, ahogando.
Este es mi último miedo, y como todos los demás, tengo que vivirlo.
Mi arma hace clic en vacío, pero ahora el suelo está lleno de cuerpos
dispersos. Me arrastro hacia uno de ellos, deteniéndome a vomitar por el
dolor.
SERENITY
Para una chica que odia a los médicos, termino en unos cuantos
hospitales. Por supuesto, eso es suponiendo que estoy en uno en este
momento.
Montes.
Muerto.
Porque Montes…
Corto el pensamiento.
Mis ojos vagan hacia el traje que lleva puesto. Los pliegues son
impecables, pero el material tiene un aspecto descolorido.
Me lo imaginaba.
Collins asiente.
—Pero no la mataron.
—Dame una buena razón por la que debería trabajar con ellos.
—¿Sin palabras?
En cambio, digo:
SERENITY
—¿Y si me niego?
Vacila.
LO QUE SOLO puede ser unas cuantas horas más tarde, estoy siendo
escoltada fuera de la habitación del hospital, mis manos atadas detrás
de mi espalda.
Por todas las terribles cualidades del rey, y hay muchas, incluso
ahora, su pueblo nunca se vio tan cerca de la muerte.
—Lo tenemos —dice Collins, con los ojos fijos en la gente que rodea
el vehículo—. Pero puedes ayudarnos a arreglarlo.
A medida que pasa el viaje en auto, juego con el gran plan que
establecí en el hospital militar, un plan que había estado formando
incluso antes de esa fecha. Aprovecho las horas para alterarlo, ahora que
el rey probablemente vive. Me pone de un humor más y más oscuro.
En el otro lado de las puertas hay una ciudad como nada que haya
visto antes.
Ignoro su mano, aunque tan pronto como salgo del auto, agarra mi
brazo de todos modos. Una serie de otros guardias nos rodean,
manteniendo a la multitud a raya.
Los representantes.
1
N.T. Iudicium, juicio en latín.
—Entra —dice uno.
Una calma tranquila se posa sobre mí. Ese es el lugar al que voy
cuando mato.
—En los cien años que te has ido, te has convertido en toda una
leyenda —dice Alan.
—Me imagino que una verdadera reina rebelde estaría más ansiosa,
no menos, de hablar con los hombres que amenazan a su gente —dice
las últimas dos palabras con desdén, como si yo fuera una charlatana
por apoyar a los ciudadanos del Este en lugar de Oeste.
—Y tal vez esta reina rebelde siente que está más allá del punto de
hablar civilmente de su gente —le devuelvo el golpe.
SERENITY
Respiro hondo.
Convencer.
Miro a mí alrededor.
—Déjame contarte una historia. —Dejo que mis ojos pasen por
encima de ellos—. Una vez hubo una niña que vivía en una ciudad que
ya no existe. Ella tenía una madre y un padre y amigos. Y entonces un
rey extraño vino y se llevó a cada uno lejos de ella, uno por uno. Pero no
fue suficiente. La obligó a casarse con él. Y luego, cuando ella estaba
planeando traicionarlo y a sus miembros del consejo, él se enteró.
—Sí —lo digo—. ¿Por qué crees que tú y tus hermanos fueron
perdonados? Hay cosas que la Bestia del Este y yo planeamos, cosas que
él nunca tuvo la oportunidad de contarles a todos. Le dimos a Montes los
nombres equivocados ese día que los concejales fueron asesinados a
tiros.
Finalmente:
EL REY
—La reina está viva —dice Heinrich, con el rostro sombrío—. Los
representantes la tienen.
SERENITY
—¿Están bien?
Matar al rey.
SERENITY
Malditas prisiones.
Silencio.
Si tan solo pudiera hacer que mi corazón volviera a ser el que era
antes de conocerlo. Deber y amor son a menudo fuerzas opuestas. Ahora
no es diferente. Y no importa qué caminos tomemos juntos el rey y yo.
Hay solo un modo en que esto puede acabar.
Él viene.
Asiento firmemente.
Por primera vez desde que los conocí, veo a algunos de los
representantes sonreír.
—Yo, Montes Lazuli, Rey del Este, por la presente declaro ante los
dioses y los hombres que a cambio del retorno seguro al Este de Su
Majestad Serenity Lazuli, el territorio conocido como Australia será
cedido a los representantes de Oeste.
EL REY
Tengo este miedo irrazonable a que algo saldrá mal. Que mi piloto
es un traidor. Que tan pronto como la video-llamada termine, los
representantes le dispararán a su espalda. Que Oeste vaya a emboscar
al avión antes de que aterrice.
Mi pulso galopa.
Lo hace.
Sonrío en el beso.
—Lo hice.
Capturo su mano.
EL REY PUEDE estar muy bien perdiendo la cabeza, pienso mientras nos
acercamos al palacio. Todavía sigo repasando las últimas veinticuatro
horas en mi cabeza.
—Serenity.
Debe poder leer todas mis emociones porque veo pánico en las
suyas. No lo culpo por eso. Estoy aquí, pero también estoy a un millón
de millas de distancia.
Acepté matarlo.
Mi garganta traga.
Montes lo nota.
—Una vez que desembarquemos al final del día, serás revisada por
la doctora.
SERENITY
—Las olas son malas aquí —dice—. Una vez que estemos más lejos,
tu… —embarazo—, estómago debería calmarse.
Tengo vagos recuerdos de usar esto cuando era más joven, antes
de que el mundo se volviera loco.
Quemaduras de sol, ahora eso era algo con lo que era familiar.
¿Así es el amor? ¿No solo algo por lo que luchar y morir, sino algo
que no atrae la atención a sí mismo a menos que lo busques?
El bote se detiene.
Miro hacia el rey justo cuando se quita sus zapatos. Luego sus
calcetines.
—¿Qué haces?
Sé que no lo hará.
Es romántico. Íntimo.
Veo la puesta de sol en los ojos del rey, esos ojos viejos que se ven
tan jóvenes cuando me miran.
Mi mirada baja a su cuello. Toco el punto del pulso que palpita con
el ritmo de su corazón, trazando un dedo sobre la piel oscura allí.
—Nunca he estado tan asustada —admito suavemente. Todavía
puedo ver el momento; se reproduce en repetición en mi mente. El
momento en que casi lo pierdo.
—Conozco el sentimiento.
Lentamente, asiento.
El sol ama al rey. Hace que sus ojos oscuros brillen ámbar y que
su piel destelle. Un mechón de su cabello mojado se desliza sobre su ojo.
Es hermosamente normal.
Juego con otro mechón mojado de su pelo, y cierra sus ojos por un
segundo, como si quisiera revelarse en la sensación de ello.
SERENITY
LOS DOCTORES HAN sido y serán una de las cosas que odio más
apasionadamente. Especialmente los de la realeza.
La doctora se endereza.
No me sorprende.
—Lo único que queda por hacer —continúa la doctora—, son los
análisis de sangre.
—Mierda —digo.
—¿Qué pasa?
—Dejé mi chaqueta.
—Tres aquí, sin incluir el suyo y ocho otros por todo el mundo.
Muchos de los Durmientes que quedan son usados periódicamente
dependiendo de las necesidades de la gente.
—Dos.
Tenía razón.
No soy el único ser amado que Montes mantiene con vida. Marco
descansa dentro de la máquina, el original, su rostro sin expresión
alguna.
SERENITY
A menos…
Una vez que se van, la cabeza de seguridad jala una de las sillas
vacías y palmea una pantalla.
Lo interrumpo:
EL REY
Es una extraña criatura; esto podría ser una manera más en la que
sienta que tiene control de su situación. Pero también podría ser algo
más.
Presiono mis dedos y los llevo contra mi boca. Tengo que reconocer
lo que siempre he sabido: he vuelto a Serenity más grande que yo. Ella
solo está levantándose al rol que le he dado. No solo como reina, pero
como una clase de salvadora.
Llamo a Heinrich.
—Sí.
Para cuando llegan las 02:00 am, mi cerebro se siente como que va
a explotar con toda la información que he aprendido hoy.
—¿Tú?
Marco.
Él asiente.
Pero yo lo hago.
SERENITY
—¿Por qué?
—¿Vamos a usar las armas del Este contra ellos? —pregunto con
escepticismo.
—¿Puedo?
—Respondió rápidamente.
Él tiene un punto.
—Mujer bonita, escuché que vas a ser viuda pronto —dice Styx,
sonriendo con picardía.
Estrecho mis ojos hacia él. Eso solo hace que su sonrisa crezca.
—Mi reina, te prestaré ayuda. Y cuando llegue ese día, estaré allí
para felicitarte en persona.
Montes.
Ya ves, lo amo.
Tanto.
Salgo por las puertas traseras del palacio y me dirijo por uno de los
caminos que serpentean a través del jardín. Mis pasos se vuelven más
lentos cuando veo la forma del rey. Se sienta junto a una fuente
burbujeante, con los antebrazos sobre los muslos y la cabeza inclinada.
Ahueca mi mejilla.
—Cada vez que dices eso, sé que estoy haciendo algo bien.
Sacude la cabeza.
—He tenido cien años para estar triste. Ya no quiero estar triste. Y
tampoco quiero que mi reina lo esté.
Pero eso es imposible en este punto. Los dos hemos pasado
demasiado tiempo ahogados en horrores de nuestra propia creación.
SERENITY
HAY UNA ÚLTIMA persona con la que necesito hablar, y será el que
jugará el papel más fundamental.
—No le diré al rey que viniste a mí. Solo olvídate de todo este plan.
»No podía imaginar un destino peor, pero acepté porque sabía que
el mundo estaría mejor. Estoy pidiendo lo mismo de ti ahora —le suplico
al gran mariscal—, que te levantes por encima de la toda ética para servir
al bien mayor. Sé que no es justo de mi parte pedirlo, pero no puedo
hacer esto sola.
EL REY
—Entre —digo.
—¿Qué es?
Y luego me dice.
—Pero, Su Majestad…
Ella es ajena.
—Ha sido un largo día. —Me inclino hacia delante para besar sus
nudillos cicatrizados.
Fue una tontería de mi parte pensar que alguna vez podría ser
enjaulada.
Es hora de liberarla.
Capítulo 50
SERENITY
Mañana, precisamente a las 9:30 a.m., este lugar arderá, junto con
el rey.
—Lo está.
Tengo que respirar por la nariz para frenar las náuseas que surgen
ante la perspectiva.
Temo esto más que cualquier otra cosa que haya temido.
Me tranquilizo.
FATIGA DE COMBATE. Es una cosa muy real. Has visto demasiado, has
hecho demasiado, y al final de todo, estás tan cansado.
Y lo hice. Perdí todo lo que amaba, incluso las cosas que no sabía
que podía perder: mi memoria, el pasado, mi odio.
Puede que haya sufrido, que haya cambiado, pero sé quién soy.
Mi garganta traga.
Esto está mal. Buscar sexo con el hombre que pretendo matar. Sé
que lo es, y me pregunto si Montes alguna vez tuvo pensamientos como
estos antes de que me tomara, al principio. Debido a que mis planes no
están cambiando, todavía quiero esto desesperadamente, y lo tomaré.
Sin cuidado, me quita los pantalones y los deja caer al suelo. Mis
bragas siguen poco después. Luego está entre mis piernas, cerniéndose
sobre mí, su pecho rozando el mío.
Necesito reponerme.
—Dilo —susurra.
Sé que puede.
—No puedes tomar todo de mí, Montes. —No sé por qué lo digo. Tal
vez para rememorar el principio, porque me siento sentimental. Tal vez
para proteger mi corazón, aunque sea demasiado tarde. No lo sé.
—Bien, Serenity. Está bien —dice. Sus ojos están tristes otra vez—
. Esto es suficiente.
—Nire bihotza, nire emaztea, nire bizitza. Maite izango dut nire
heriotzaren egun arte2 —dice.
Me cubre la cara.
2
N.T. Mi corazón, mi esposa, mi vida. Te amaré hasta el día de mi muerte.
Pone más empeño detrás de cada embestida y toma la punta de
uno de mis pechos en su boca. Me retuerzo contra él, jadeando mientras
trato de evitar mi clímax.
No me molesto en responder.
—Prométemelo.
Frunce el ceño.
Miro las estrellas y dejo que el pasado me bañe. Llevo una historia
terrible dentro de mí, llena de pérdidas, pero es la única que conozco, así
que la aprecio.
Hace más de cien años estuve en casi este lugar exacto, una mujer
casada con su enemigo.
Sigo mirando hacia el cielo oscuro, donde todos los que amo ahora
viven. O tal vez no lo hacen. Quizás la muerte sea realmente el fin.
¡BOOM!
SERENITY
Abro las puertas delanteras. Tengo una visión clara del caos fuera
del palacio.
Los aviones de Oeste son invisibles, al igual que sus misiles. Pero
puedo escucharlos a todos.
¡BOOM!
—¡Serenity!
Cierro los ojos y trago. Sabía que había venido por mí.
Ha trabajado tan duro por tanto tiempo para mantenerme con vida.
Todo porque ese desgraciado corazón suyo me amaba.
Después de todo este tiempo y todas las cosas horribles que nos
hemos hecho el uno al otro, finalmente, realmente entiendo las palabras
de mi padre.
Lo perdono.
Mi garganta se tensa.
SERENITY
El corazón.
Para matar al rey, tuve que matar a una parte de mí misma. Hace
cien años tomó mi corazón y nunca me lo devolvió. Montes pudo haber
sido la única persona que querría ese órgano podrido mío.
Engancho mis brazos debajo de los hombros del rey. Sus ojos se
han cerrado. Empiezo a arrastrarlo, forzando a mis músculos a moverse
más rápido que nunca.
Debe haber visto todo el asunto. Sus ojos están rojos, aunque no
puedo decir si es por el remordimiento o por el humo ardiente que cuelga
espeso en todo este lugar.
Tic-toc, tic-toc.
—Llama a los hombres con los que nos vamos a reunir, luego
despeja un camino para mí afuera. Saldré por la entrada principal
trasera.
Él vacila.
—¡Ahora! —ladro.
Y luego corremos.
Tic-toc. Tic-toc.
Aprendí algunas cosas del rey, y una de ellas es el juego. Dudo que
el rey haya imaginado alguna vez que tomaría esto en serio, o que pagaría
por ello con su vida.
—Su Majestad, tiene un trabajo que terminar. Sea fuerte, para que
los hombres que han muerto hoy no lo hayan hecho en vano.
SERENITY
EL CUERPO QUE arrastro fuera del palacio está quemado más allá del
punto de reconocimiento. La mutilación es intencional ya que el cuerpo
no es el del rey.
Es Marco. El original.
Esto no va a funcionar.
No es posible.
Poco después de salir del palacio, veo a Marco, el vivo. Corre hacia
mí, sin querer, agarra las piernas de su doble y me ayuda a bajarlo por
los escalones.
Tantos hombres morirán hoy. Espero que esta sea la última parte
de muerte que reclamará esta guerra.
—¿Qué te tomó tanto tiempo? —pregunta Marco mientras
cruzamos los jardines, serpenteando alrededor de los elaborados setos,
algunos de los cuales están en llamas.
Esperaba esto.
—Lo haremos.
—No te pedí que lo hicieras. —Me siento insultada porque cree que
necesito protección, y estoy aún más molesta porque piensa que ignoro
las perversiones de Styx. Si alguna vez hubiera un hombre del que
debería desconfiar de inmediato, Styx lo sería.
Lo miro por varios segundos. Mis ojos se dirigen hacia Styx, quien
de hecho todavía me está mirando, y asiento.
Estamos aquí.
Esa es la promesa que hice hace tantos años. Pasar las puertas y
destruir la destrucción de adentro hacia afuera. Pero a diferencia de
Troya, aquí no hay héroes. Sólo asesinos y cadáveres.
SERENITY
UNA VEZ QUE salimos del avión, Marco y yo somos llevados en una
dirección, el cuerpo en otra.
—Todavía soy la Reina del Este, soldado —le digo al guardia que
habló—. Hazte un favor a ti y a tus líderes y no me enojes hasta después
de que tengamos un acuerdo de paz firmado.
—Disculpe, Su Majestad.
Marco se inclina.
Lo miro, solo para hacerle saber que no soy tonta. Soy consciente
de que tan pronto como la puerta se cierre detrás de mí, me quedaré
encerrada.
No se mueve.
El rey.
Y ahora esto.
Pasan las horas antes de que escuche pasos que se mueven por el
pasillo, directos hacia mi habitación.
—Mi reina.
Styx.
—Todavía no puedo creer que seas real —dice en voz baja—. Que
tienes una personalidad detrás de esa cara. Me he preguntado cómo
serías. No me imaginé esto.
—Sal. Fuera.
Él inclina la cabeza. Aun manteniendo las manos en el aire,
retrocede, hacia la puerta. El cañón de mi arma le sigue. Sé lo suficiente
sobre los hombres para saber que es terriblemente peligroso. No de la
misma manera que Montes. Styx no es tremendamente estratégico o
calculador.
Simplemente es malvado.
ES SOLO CUANDO el sol sale de entre las montañas que alguien más
viene por mí.
El sentimiento no es mutuo.
Lo miro estoicamente.
No respondo.
—Ah —dice Alan—, ese debe ser el médico forense. Déjenlo entrar,
déjenlo entrar.
Los ojos del hombre se deslizan hacia mí, luego de vuelta a la línea
de hombres sentados sobre nosotros.
SERENITY
Imposible.
—No podía dormir. —Me mira fijamente con propiedad—. Jet lag.
No respiro.
No me molesto en negarlo.
Les dejo ver mis vacíos, vacíos ojos. Ojos de una asesina.
Y hoy termina.
Capítulo 56
SERENITY
—Guardias…
—¡Deténganla!
Y entonces disparo.
Primero voy a por los guardias armados cercanos a mí. Los disparos
hacen eco por la habitación mientras mi mira se mueve de una sien a la
siguiente. Troy ni siquiera tiene tiempo de reaccionar antes de que mi
bala se ubique en su sien, su sangre salpicando contra el banco
directamente frente a Ronaldo.
Tiro el gatillo.
Y sonríe.
¡BOOM!
No puedo dejar que eso suceda. Todos los trece hombres deben ser
capturados o asesinados, de otra forma, hoy habrá sido para nada.
Imposible.
Incluso después de todo por lo que la hice pasar, hizo esto por mí.
Es sin ninguna duda la única y más grande muestra de amor que he
recibido alguna vez.
—¿Cómo? —pregunta.
Susurro en su oído:
SERENITY
TODOS MIS PLANES elaborados, todas las noches que estuve hasta
tarde, todos los detalles en los que trabajé horas perfeccionando. Montes
lo había sabido, y lo había escondido de mí.
Se queda en silencio.
El cuerpo incorrecto.
—La prueba de sangre, las placas dentales… dijeron que eras tú.
—Era yo.
—¿Mataste a tu clon?
¡BOOM!
Casi caigo sobre mis pies mientras la explosión estremece el suelo,
su sonido es ensordecedor. Montes agarra mi brazo, abrazándome.
Miro al rey.
—Necesitamos irnos.
Capítulo 57
SERENITY
LOS DOS CORREMOS hacia el frente del edificio, el viento caliente del
aire de las explosiones haciendo volar mi pelo. Desde aquí tenemos una
vista panorámica de la ciudad amurallada.
Más bombas explotan, una tras otra. Veo pedazos de los edificios
al lado del mar destrozados desde el lado de la montaña. Unos cuantos
de ellos están tan destrozados que los veo golpear el agua.
Mientras observo, una de las paredes que rodea la ciudad cae con
un golpe tormentoso. Una pluma de suciedad y polvo vuela hacia el cielo.
Comienzo a retroceder.
—Serenity…
—Los prisioneros… están debajo del edificio. —Ni siquiera puedo
imaginar lo cerca que estuve de olvidarme, llevada por la acción que
estaba haciendo—. Llama a Heinrich, dile que aguante el fuego.
—¿Hola?
Por una vez, esto se siente como la cosa correcta, salvar en lugar
de matar.
—Vayan al final de este pasillo y arriba por las escaleras tan rápido
como puedan. Tengo que sacar al resto de prisioneros. —Hago una
pausa—. Hay otros líderes regionales perdidos. ¿Saben algo sobre su
paradero?
Me giro.
Bajo mi arma.
—Suéltala —repite.
—Eres hombre muerto Styx —digo—. Nunca saldrás vivo de este
lugar.
—Jódete —digo.
Clic.
Sé que está por golpearme. Puedo ver lo mucho que quiere jalar su
mano hacia atrás y golpearme con la pistola. Mis músculos se tensan.
—¿Dónde estábamos?
Miro sin parpadear hacia él. Creo que quiere que esté asustada,
pero ha escogido a la chica equivocada que temer. Yo no temo hombres
como él.
Luego se detiene.
—¿Vas a comportarte?
Sonríe.
La voz del rey está enlazada con veneno. Es la misma voz que me
pidió bailar en un salón de baile dorado hace cien años atrás. Es la misma
voz que rompió al mundo.
—¿Estás bien?
—Por favor…
Mis ojos se mueven hacia la mano derecha del rey. Está ocupado
discutiendo algo con los hombres de las cámaras que están colocando un
estrado y una pantalla.
—Pasó décadas ganando la confianza de Oeste, luego más décadas
solidificando esa confianza. Pasó información aprobada por mí. Me
beneficiaba tener a Marco dándoles de comer ciertas piezas escogidas de
información clasificada porque a cambio, aprendí de sus planes. Creé mi
doble en esa época —dice Montes—, pensando que finalmente necesitaría
falsificar mi muerte. Fue también entonces cuando comencé a hacer
planes de despertarte. No quería exponerte a este mundo —agrega.
Mi boca se aprieta.
UNA VEZ QUE soy vendada, el rey y yo nos reunimos en la plaza central
de la ciudad, el mismo lugar que estuve solo hace unas semanas atrás.
Como entonces, las cámaras se enfocan en mí. Un micrófono yace en
frente de nosotros.
Sé que soy algo que ver: ensangrentada, sucia, cansada. El rey, por
toda su incorporeidad, se ve mejor.
Desearía poder decir que todos los que me miran de vuelta están
felices, que esto se siente como un gran hito para ellos, pero la verdad es
que esta ciudad era hogar para muchas personas, y ahora no hay nada
más que destrucción aquí.
Pero más allá de eso, hay una cosa que puede unir a todos los que
viven en este tiempo.
SERENITY
La cicatriz que corta a través de mi rostro que siempre creí era una
lágrima permanente por las vidas que esta guerra se la llevó. Llevo esta
última con orgullo, porque marca el día en que terminó. Para siempre.
—Dilo.
Todavía tengo que luchar con las palabras; las emito pateando y
gritando.
Se ríe.
EL REY
Seré padre por primera vez a la madura edad de 174. Apenas puedo
imaginarlo.
—Mierda.
Ella me golpea.
—Oh, lo estoy.
Como cada gobierno que vino antes de ello, este no será perfecto,
incluso podría ser un desastre. Solo el tiempo lo dirá.
Hay un lugar para mí aquí, en este futuro del que nunca esperé ser
parte. Ya no cabalgo dos hemisferios y dos periodos de tiempo. En su
lugar, soy la mujer que amaba tanto Oeste como Este, la mujer que
siempre luchará por desolados y los rotos, los empobrecidos y los
oprimidos. Soy la mujer que vino del pasado a ayudar el futuro.
En la esperanza.
Agradecimientos de la autora
Hasta entonces,
Laura.