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RAFAEL M. DE LABRA
Ml PRIMER DISCURSO
PARLAMENTARIO
(IO JULIO-I871)
GEOr , PICA
BtQLf A
1916
rtPOSBAFÍA «SINDICATO DB POB1IOSOÀI»
Calle de Barbieri, n ú m . S.
MADRID
541
RAFAEL M. DE LABRA
Ml PRIMER DISCURSO
PARLAMENTARIO
LA CUESTIÓN COLOSO L
ísTa
1915
TIPOOBAFÍA «SINDICATO DB FÜB1IOIDAD»
Calle de Barbieri, n ú m . S.
MADRID
L a s líneas que siguen son algo asi como una e x -
plicación de los motivos y el fin de la cuarta edición
que ahora hago de mi discurso parlamentario de 10
4 e Julio de 1 8 7 1 .
También servirán para que el lector, y sobre t o -
do los lectores de la nueva generación española, se
den cuenta de las circunstancias verdaderamente ex-
cepcionales de la época en que aquel discurso se
pronunció; de la ceguedad con que los directores
políticos del último período del régimen colonial e s -
pañol se empeñaron en reducir nuestra empresa c o -
lonial á un puro interés mercantil, á una campaña
de centralización y de fuerza y á un problema casi
local; y , en fin, de que los desastres de 1898 f u e -
ron previstos y anunciados.
Claro es que hubo excepciones entre nuestros p o -
líticos; pero la nota general de nuestra política, en
aquellos días¡ fué aquella.
Y resultó lo que debía resultar: un treméndp
fracaso.
L a España contemporánea, ¿se ha dado buena
cuenta de ello?
L o dudo. Por lo menos es un hecho que los e q u i -
vocados de entonces han sido los que continuaron
dirigiendo en España, casi sin protestas.
E s singular que casi todos ellos han ocupado en
la Metrópoli puestos políticos y administrativos m u y
superiores á los más ó menos modestos que ocupa-
ron antes.
Nunca he puesto en duda los buenos propósitos y
las patrióticas intenciones de los que se equivocaron
antes, y son, en realidad, los primeros responsables-
del desastre. Pero el hecho es que se equivocaron, y
ío que ha pasado después en España da una nota
triste respecto del estado político de nuestro Pais y
de la pobre fuerza de nuestra Opinión pública.
Por esto mismo, y porque y o cada vez tengo m á »
fe en la Opinión pública y porque soy de los que asi*
esperan la resurrección de España, insisto en mi pro-
paganda de más de cuarenta años.
A nadie denuncio. Positivamente á nadie acuso
Recuerdo hechos y palabras, y digo que la lección
de 1898 fué dura y es aprovechable.
He reeditado mi discurso de hace más de c u a r e n -
ta años, no solo como un recuerdo de la Política de
la Paz y la Expansión de España, sino para advertir
á los distraídos que nuestro problema colonial no-
era ni podía ser solo un empeño de política interior,
local, y más ó menos mercantil é interesado.
S u carácter espansivo é internacional se imponía
á todo. Y comprendía, entre «tros extremos, la L i -
— s -
30 Noviembre 1915.
Madrid.
Serrano, 43, 2.°
- 7 -
El debate parlamentario
DE 1871
(1) Sobre esto puede leerse el Maaifiesto que dirigí: «A los electores d»
Infiesto» en 1872. UB,folleto.
—и—
El programa del Reformismo puertoriqueño (que tiene
la feoha de 23 de Noviembre de 1870) oomprendia los s i
guientes extremo?: Identidad de dereohos políticos y oivi
les de peninsulares y antillanos,—Abolioión inmediata y
simultánea de la esolavitud.—Ampliaoión de la vida m u
nicipal y de las facultades de la Diputaoión provincial.—
Amplia reforma arancelaria, tendente á asegurar el mer
oado peninsular á los produotos puertoriqueños y á f acui
tar fl trato mercantil con los pueblos de América.—Orga
nización de les tribunales sobre la base de la autoridad
del Tribunal S upremo y la promulgación en Ultramar de
los Códigos penal y prooesal.—S upresión de las facultades
omi imodas de los capitanes generales, de la oentraliza
oión administrativa y de la diferenoia de derecho electoral
según el elector era peninsular ó criollo.—Abolioión de la
esclavitud (más ó menos atenuada) y de loa llamados So
brantes de Ultramar.
Los reformistas puertoriqueños, haciendo un gran e s
fuerzo, á poco de constituirse, pudieron enviar á las
Cortes españolas de 187172 (á pesar de la ley eleotoral u l
tramarina heoha notoriamente para asegurar el predomi
nio de los peninsulares y de los incondicionales ó conserva
dores) á una valiosa representación compuesta de los se
ñores Alvarez Peralta, Padial (con dos aotas), Corohado,
Aoosta, Baldorioty de Castro, Cintrou, S anromá, Quiño
nes y Blanco S osa. Es decir, once diputados, entre quince.
En las Cortes anteriores sólo habían tenido dos diputados
(Padial y Baldorioty), entre dooe. Bien, que entonces no
estaba organizado el partido.
Eu 1872 figuré en el grupo de los Diputados reformistas
de Puerto Rioo. Pronto mis compañeros del Congreso y del
Senado fortalecieron mi personalidad política confiando
me la direooión de nuestros comunes trabajos, de viveza
«oneiderable y éxito evidente en 1872 y 1873.
De paso (y para hacer justioia á todos) advertiré dos oo
eas. La primera, que á mí nunca me faltaron las simpa
— 15
II
(1) Sobre estos particulares publiqué en 1890 un extenso folleto con el tí-
tulo de «La República y las Libertados de Ultramar».
— 21 —
(1) Yéase el abultado folleto publicado ea estos d'm por la Unión Ibero
Americana de Madrid con el titulo -La Fiesta de la raza».
(!) 1 loll. 8." Madrid 1880.
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(1) En los momentos en que trazo estas lineas llega á mis manos un nú-
mero considerable de periódicos de toda clase, color y opiniones de la Habaoa,
dando detalla 'a cuenti de la gran solomni lad que se verificó en aquollu ciudad
•en la mañana del dia \ l de Diciembre de 1913, para cambiar el título do la
antigua, larga y céntrica calle dol Águila p r el título de calle de «Rafael
M. de Labra».
Presidieron la sol mni¡al el Sr. General Freiré Andrade, Alcalde de la
Habana; el Ministro de España en Cuba, Sr. Mariategui; el Presidente de
.aquella República, «presentado por el secretirio general del Gobierno, doi
Rafael Montón), y los señores Ministros de II cienda, Instrucción pública y
Negocios extranjeros.
Fueron los promotores de esta hermosa Fiesta los «principales represen-
tantas de la Raza de color», cuya voz llevó, de molo admirable, en aquel acto
su compañero, el elocuente ora lor y diputado D Juan Gualberto Gómez. En
nombre del Ayuntamiento habló magistralmente el Sr. General Freiré Andra-
de. La lápida en que figuraba el nuevo nombre de la calle apareció adornada
por las dos banderas de Cuba y España.
Fué la solemnidad ana gran fiesta abolicionista y de intimidad hispano-
americana, saludada por la prensa de Madrid con entusiastas aplausos.
Claro está que mi humilde nombre en la gran fiesta habanera sólo tiene un
valor representativo, nada personal. Lo reconozco y lo proclamo, sin modestia
•de ninguna clase.
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[1) Tiene algún interés el decir que la Seiretaría del Ataneo de la época e>
que di las conferencias arriba aludidas presci >dió de ellas (hace más de cua-
renta años!}, y contra toda estambre, fe excusó de citar siquiera «el hecho»
de mis discursos pronunciados en la gran tribuna ateneísta de la calle de la
Montera, en 1870. ¡Tan mal y tan impopular debió parecer á la Secretaría de
entonces mi gestión propagandista!
Yo no he rectificado lo más mínimo lo que entonces dije. Tal vez lo haya
extremado, porque las. circunstancias lo exigieron cuando casi todo el mundo
por aquí solo hablaba dé «gastar el último soldado y la última peseta en
Cuba»... ¡Y ahora soy el Presidenta del Ateneo, de la gran Sociedad de Cultu-
ra que el t'í de Noviembre de 1915 ba aplaudido mi discurso inaugural del and
académico 1913-10! ¡Pódirde las ideas!
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L A POLÍTICA COLONIAL
Y LA
DISCURSO
pronunciado en el Congreso de los Diputados españoles el 10 de Julio de 1871
por
D. RAFAEL M. DE LABRA
Diputado p o r Infiesto
(Asturias).
1 vol. 4.°, Madrid, 1916
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