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La clínica de los nudos
por Esthela Solano Suárez
[*]

15

Adelanté un título un poco ambicioso para mi participación en este Coloquio. Una vez hecho, no
voy a dar marcha atrás respecto de mi promesa. Quiero efectivamente dar testimonio en esta
ocasión, a título de homenaje, de la clínica psicoanalítica que sigue la orientación de lo que
Jacques-Alain Miller ha denominado "la última enseñanza de Lacan" y cuyas coordenadas y
consecuencias desarrolla en su curso "El lugar y el vínculo".

La clínica de los nudos convoca en apoyo de nuestra práctica a las categorías de lo simbólico, lo
imaginario y lo real. Estas tres categorías legadas por Lacan, no sin haberlas sometido a lo que
califica como "puesta a prueba de un testamento", fueron expuestas muy tempranamente en su
enseñanza, ya en el "Discurso de Roma". Sin embargo, desde la perspectiva que nos interesa hoy, es
decir, la de la última enseñanza de Lacan, los tres registros mantienen entre sí una "relación
borromea". Ello comporta que esos tres registros sean anudados, pues el nudo borromeo implica un
mínimo exigible de tres elementos. Dicha propiedad "confiere valor a una relación que no existe
más que a partir de tres", lo que convierte al nudo borromeo en un "ser de tres".

La propiedad borromea consiste, como bien se sabe, en el hecho de que "si se corta uno de los
tres, todos quedan libres". A partir de aquí, lo simbólico, lo imaginario y lo real se convierten en
homogéneos.

De esta propiedad se deduce, según J.-A. Miller, la independencia de cada uno de esos tres
registros con respecto a cada uno de los otros, pues "tras la evidencia del tres que impone el nudo
borromeo no hay efectivamente más que el reino de lo uno y, especialmente, la independencia de
cada uno con respecto a cada uno de los otros". Desde esta perspectiva lógica, el nudo borromeo
de Lacan es el mejor ejemplo de que "No hay más que lo Uno", lo Otro no existe.

Sin un mayor desarrollo de las articulaciones de esta perspectiva y de sus consecuencias para el
psicoanálisis, vayamos ahora directamente a encontrar su punto de aplicación en la clínica
analítica pues, como nos dice Lacan, "El nudo da cuenta de ella. En ello radica su valor".

Voy a tratar de un caso de mi propia práctica. Se trata de un caso de psicoanálisis aplicado a la


terapéutica.

Un hombre de cincuenta años viene a verme por consejo de una amiga. El vínculo de respeto y
amistad que les une le hace creer que el psicoanálisis puede socorrerle.

¿De qué sufre? De depresión, según sus propios términos. Desde hace algunos meses se siente
aniquilado, ha perdido el gusto por la vida, así como el sueño y el apetito. De acuerdo con su
propia descripción, su estado pone de manifiesto un tipo de hemorragia de la libido. Su cuerpo, al
no estar ya habitado por el sentimiento de la vida, se le ha convertido en extraño. De los huecos de
esta extrañeza con respecto a su cuerpo emerge la angustia. Como dice Lacan la angustia es el
efecto que surge "de esa suposición que consiste en reducirnos a nuestro cuerpo".

Este hombre no encontraba ninguna razón susceptible de justificar su estado. En todo caso esta
catástrofe subjetiva no le parecía que estuviera en concordancia con las circunstancias actuales de
su vida. Pensaba que su reacción a los cambios impuestos a su vida profesional era
desproporcionada. No veía de qué manera un cambio de estatuto profesional, por otra parte a
todas luces beneficioso, podía producir en él semejante respuesta. Efectivamente, tras algunas
reorganizaciones en el seno de la empresa en que trabajaba, había sido promocionado al puesto de
Director de un prestigioso establecimiento de joyas de lujo. Dicho puesto, anteriormente
codiciado, se convirtió para él, en cuanto fue suyo, en una pesadilla. Se consideraba incapaz de
asumir sus funciones y tenía la impresión de perder todas sus facultades, aspirado por una vorágine
que le desposeía de su cuerpo y le imponía la idea de la muerte como única salida.

¿Cuál era la razón de su incapacidad para asumir tal puesto? ¿Por qué ante esa promoción el cuerpo
de ese sujeto se sentía abandonado? Dado que nuestro sujeto se enfrentaba a sus preguntas dando
vueltas en el sentido de un ritornelo, le propuse como hipótesis de trabajo que "esta caída que
experimentaba era algo que sin duda venía de lejos".

Sin tardanza confió en que le escuchara y no pudo dejar de establecer relación con la muerte de su
madre cuando él tenía cinco años. No había conservado ningún signo de dolor de este
acontecimiento con posterioridad al deceso. Pensaba, además, que era curioso que no tuviera
ningún recuerdo ni de su madre ni de su vida, del tiempo en que estuvo viva. Tampoco recordaba
la cara de la madre. Las representaciones de su vida aparecían a partir del día en que su padre le
comunicó aquella muerte.

Podría decirse que su madre al morir se llevó consigo la memoria del niño, es decir, sus
representaciones, el primer nivel de las cuales lo ocupaba la imagen de su cuerpo. La desaparición
prematura de la madre abre un agujero y como consecuencia desanuda el lazo entre lo real, lo
simbólico y lo imaginario para este sujeto. A partir de este desanudamiento lo imaginario se desliza
y va a la deriva, se produce la caída de la imagen del cuerpo. Lo real del cuerpo separado de la
imagen transforma al niño, amado por su madre con anterioridad, en un cuerpo molesto.

De dicho cuerpo molesto el padre se desembaraza. Es enviado al orfanato y los años posteriores
quedan marcados por un vacío de afectos. No conserva más que algunos recuerdos de aquel lugar,
desubjetivados por otra parte, como si no existiera nadie que pudiera narrarlos, como si hubieran
sido vividos por alguien diferente a él. Malos tratos, golpes, humillaciones y castigos de todos tipos
le fueron infringidos por las mujeres que se ocupaban de los huérfanos.

Una prolongada reconstrucción de ese período le permitió expresar en palabras todo aquello,
reencontrar las huellas de lo que ocurrió, relacionar los elementos que con anterioridad aparecían
dispersos. Así, al relacionar unos significantes con otros, contrarrestamos la falta de lazo. Evocó los
años que precedieron a su nacimiento. La familia, de origen judío, acababa de reencontrarse
cuando él nació durante la posguerra. Su padre, su madre y tres niños habían tenido que separarse
para protegerse. Consiguieron escapar a la deportación, contrariamente a lo que sucedió con los
hermanos y hermanas del padre y la madre. La mayoría de ellos perecieron en los campos de la
muerte, sólo algunos sobrevivieron y en particular dos hermanas de la madre.

Lo real que precedió a su nacimiento le atrapó al ser deportado al orfanato. El niño fue así
expulsado de la significación del amor, degradado al nivel de un cuerpo sin valor y objeto de goce
de unas mujeres torturadoras. No comprendía por qué su padre le dejó caer ni tampoco por qué
nadie de su familia, una de sus tías por ejemplo, vino a rescatarlo de su exilio.

Se comprende entonces que el sentido de la vida para este niño, desde el punto de vista del
sujeto, fue aniquilado cuando fue expulsado y se encontró consecuentemente fuera de sentido. Lo
real, en tanto que antinómico del sentido, acudió muy tempranamente a despertar al niño del
sueño de la realidad edípica. La muerte de la madre y la consecutiva decisión paterna de
abandonar al niño deshicieron el nudo que mantenía unido el ser de tres elementos del padre, la
madre y el niño.

La ruptura del nudo, a causa del desmentido de la ley del amor del padre, impuso lo real en su
condición de ser sin ley. La ruptura del lazo encerró también al niño en la soledad de lo Uno sin el
Otro. Lo Uno del cuerpo del niño en su soledad, del cuerpo sin vínculo a causa de su caída, pues el
lazo del amor y del deseo son los únicos lugares en que el Otro puede llegar a ser, puso al
descubierto la no relación con el Otro.

Dado que no hubo la palabra que le diese un semblante de ser en el lugar del niño deseado y
amado, se encontró expulsado del sentido y desalojado de la representación que, en lo imaginario,
sostuviera su cuerpo en tanto que imagen. Podemos reconocer aquí la figura del arrebato y del
rapto del ser elevada a la dignidad de paradigma clínico por Jacques-Alain Miller y Eric Laurent en
su estudio dedicado a la novela de Marguerite Duras El rapto de Lol V. Stein. El arrebato es un
acontecimiento que afecta el cuerpo pues implica la caída de lo que le sostiene en su consistencia
imaginaria.

La posición subjetiva correspondiente a la experiencia del arrebato no consiste en la falta en ser,


sino en un goce fuera de sentido indecible, fuera de lo simbólico, correlativo a lo que en lo
simbólico crea un agujero. Tal como Jacques-Alain Miller ha expuesto, la última enseñanza de
Lacan destaca que es en relación al agujero que se determina la ex-istencia de lo real, en tanto
que se caracteriza por la exclusión del sentido. Teniendo esto en cuenta, podemos adelantar que
la experiencia del rapto del cuerpo vivida por el niño lo dejó sin recursos ante el agujero de lo
simbólico y el fuera de sentido en tanto que real.

¿Cómo pudo suplir el fallo del nudo y restituir el nudo de la realidad psíquica? Las contingencias de
su vida le dieron la posibilidad de construirse una identificación como suplencia. Efectivamente, su
hermana mayor lo sacó del orfanato cuatro años después y se lo llevó a su casa.

Esta hermana, veinte años mayor, acababa de perder a su único hijo, un niño pequeño que fue,
dada su condición de soltera, el niño de la vergüenza. En lo sucesivo se consagró al cuidado del
hermanito y encarnó una figura del Otro del amor para él. Lo mimó y le dio todo aquello de lo que
había carecido hasta ese momento. El niño se convirtió así en "muy querido" (trés cher) por la
hermana que empleó en él, sin reparar en gastos, el dinero que ganaba durante las noches con el
ejercicio del "oficio más antiguo de la humanidad".

El paciente conserva un muy buen recuerdo de ese período de su vida en el que recuperó el gusto
por la vida.

Una vez adulto vino a situarse en la misma posición que la hermana. Muchacho agraciado se
prostituye y vende muy caro (trés cher) su cuerpo. Comienza deambulando por las calles y poco
tiempo después tendrá una clientela privada, muy selecta, de hombres acaudalados. No le costará
demasiado encontrar a un cliente privilegiado que, prendado de él, le ofrecerá un puesto de
vendedor en un establecimiento de joyería de su propiedad.

Se convirtió en el mejor vendedor de joyas. Su conocimiento de las lenguas le permitió codearse


con una clientela internacional y adinerada.

Debe señalarse el lugar eminente del dinero en la vida sexual de este sujeto. Por una parte es
pagado por sus clientes cuando su cuerpo se halla en la posición de objeto del goce de otro hombre
y en este caso no experimenta más satisfacción que la de ser pagado y ser "muy caro" (trés cher).
Por otra, jamás ha tenido relaciones sexuales si no es pagando a los muchachos que le atraen. Se
puede ver entonces que el dinero ocupa el lugar de la función fálica en el ejercicio de su
sexualidad, o dicho de otra manera, la significación que adquiere la sexualidad es la del
intercambio del goce por el dinero.

Podemos con pleno derecho atribuir a esta versión de la relación sexual, que se realiza a través de
una relación monetaria, la función de una suplencia que mantiene unido el nudo de lo real, lo
simbólico y lo imaginario. La suplencia consiste y se mantiene por la identificación con la hermana
en tanto que prostituta, síntoma de la sexualidad masculina, y bajo esta rúbrica, ocupando el lugar
de La mujer de Todos los hombres. Esta versión del padre, perversión (péreversion), en que él se
realiza en tanto que mujer, es la única versión posible para este sujeto de un posible uso del
cuerpo en tanto que sexuado.

A la luz de esta construcción borromea podemos esclarecer la desestabilización sufrida por el


sujeto y que le condujo a venir a hablar de ella. Por una parte el nuevo puesto de dirección le hizo
apelar a la función paterna, que no pudo responderle en lo simbólico más que desde el agujero de
su forclusión. Por otra, descubrimos en sus dichos el inconveniente mayor que hacía fracasar la
corrección del fallo del nudo, pues el puesto de director implicaba la exclusión de su contacto con
los clientes y, consecuentemente, del comercio con ellos así como de las ventas, es decir, del
intercambio del objeto joya y del dinero. De esta manera se hacía fracasar la fórmula inventada
por el sujeto para suplir el fallo del nudo borromeo.

Tras haber encontrado la clave de este asunto, promoví, de acuerdo con él, la invención de una
posición que hacía compatible la función de director del establecimiento y la posibilidad de
mantener el contacto con los clientes.

Pudo llevar a cabo esa fórmula y, a través de ella, reencontró su fuerza vital. Dicho artificio le
permitió demostrar su competencia en la venta de productos de lujo y mejoró considerablemente
la situación del establecimiento, que alcanzó el mayor volumen de negocios de su historia.

Este caso nos enseña que la clínica de los nudos encuentra su punto de aplicación en la
construcción del bricolaje, del artificio que permite al sujeto desenvolverse ante lo real. Seguí la
orientación borromea promovida por la última enseñanza de Lacan quien decía: "Para operar con
ese nudo de la forma conveniente, es necesario que se sirvan de él de manera salvaje. Déjense
engañar".

Añadamos, para concluir, un detalle que resultó a mi parecer decisivo para anudar el lazo de la
transferencia que permitió al sujeto creer en ella y en el trabajo que realizaba conmigo. Ese
detalle, que el paciente expuso en el primer encuentro, lo conocía por la persona que le había
dado mi nombre y no consiste más que en el nombre del país de origen de su analista: Argentina . [*]

(Texto presentado en el Coloquio Jacques Lacan de Niza, 2001)

* Psicoanalista miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP), AME de l´École de la Cause Freudienne (ECF
- Francia), de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL - Argentina), de la New Lacanian School (NLS).

Fuente: Wapol.org
Traductor: Eduard Gadea

* Argentine, en francés, remite a argent, que significa dinero. (N. del T.)

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