Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Como en los países vecinos, se encuentran muy pronto en Israel algunas personas
capacitadas para transmitir las decisiones o las intenciones divinas. Se trata del rô’eh o jôzè
(“vidente” o “visionario”) que al mismo tiempo son muchas veces intercesores.
Junto a estos fenómenos, los textos más antiguos hablan de un profetismo colectivo
que parece heredado de la religión cananea. Estos nebî’îm forman cofradías vinculadas con
algún santuario y pronuncian oráculos a partir de movimientos extáticos (cf. I Sam. 10,5-6).
Este profetismo arcaico estuvo marcado por algunas grandes figuras, cuya función exacta es
difícil de discernir, ya que los textos los presentan con ciertos rasgos que son del profetismo
clásico1. Con el advenimiento de la monarquía, cierto profetismo quedará vinculado al poder
oficial y estará a su servicio (cf. Jer. 23,1-40; 28,1-17).
El fenómeno del profetismo convencionalmente llamado “clásico” se presenta a
mediados del siglo VIII a. C. Este se inicia con un grupo de profetas identificados como de
juicio y de conversión2: Amós, Oseas, Isaías y Miqueas. Esta profecía se comprende si se
tiene en cuenta la historia que la precede. Se debe ver la profecía de juicio en una relación
estrecha con las tradiciones de los comienzos de Israel, su liberación de la esclavitud egipcia y
la marcha guiada por YHWH a través del desierto. Estos actos salvadores de YHWH
justifican la existencia de Israel. Los profetas clásicos aparecen en la historia porque la
apostasía de Israel constituye un peligro inmediato para su existencia como pueblo. Su
1
Por ejemplo, SAMUEL (I Sam. 9,6.12-13; 10,1); NATÁN (II Sam. 7,1-17; 12,24-25; I Re.
1,5-40); tal vez en el nivel de las tradiciones más antiguas, ELÍAS (I Re. 18,41-45; 21,19b; II Re.
1,4); finalmente ELISEO (II Re. 4,1-6,7).
2
No es reconocido unánimemente que los profetas del siglo VIII a. C. incluyan en su
predicación la exigencia de una conversión como posibilidad real de recomponer las relaciones con
YHWH, cf. H. W. WOLFF, “Das Thema ‘Umkehr’ in den altestamentlichen Prophetie”, ZTK 48
(1951) pp. 129-148.
1
acusación y su anuncio de juicio conciernen a la existencia de Israel. El Dios Salvador es
ahora el Dios Juez: el juicio anunciado por los profetas es la prolongación de la acción
salvadora de YHWH sobre su pueblo.
La catástrofe del año 587 a. C. sumergió a Israel en una profunda crisis en su fe. El
Templo era considerado como el lugar santo por excelencia, donde la presencia de YHWH se
manifestaba de una manera específica, particularmente después de la reforma de Josías.
Franquear sus puertas era uno de los mayores privilegios, y el hecho de su presencia
constituía la garantía indiscutible de la salvación de Judá. Ya Jeremías y Ezequiel habían
denunciado la falsa confianza en el dogma de la elección de Jerusalén por parte de YHWH,
como lugar de su presencia y, por lo tanto, imposible de ser destruida (Jer. 7,4-11; Ez. 24,1-
14). La teología oficial no pudo dar una explicación satisfactoria a lo ocurrido. Cuando el
resto de Israel estaba dividido entre la esperanza y el escepticismo, la palabra de YHWH
retumbó en las juderías de Babilonia, por medio de un profeta anónimo que vivía entre sus
hermanos en el exilio: el “Segundo Isaías” (cf. Is. 40-55). A los que atravesaban una profunda
crisis de fe, proclamó el consuelo para Israel, mediante una nueva intervención libertadora de
YHWH en su historia.
El imperio persa realiza su gran expansión guiado por Ciro (539-529 a. C.) 3.
Estratégicamente fue rodeando a Babilonia a través de sus sucesivas conquistas, para luego
derrotarla con muy poco esfuerzo. Se presenta en Babilonia como “elegido de Marduk”; en
Ur como “enviado de Sir” (el dios de la luna) y ante los judíos como ejecutor de las órdenes
de YHWH4.
Muerto Ciro, luego de grandes disturbios que amenazaban con la terminación del
imperio, su hijo Cambises (529-522 a. C.) lo sucede en el trono. Su recuerdo está ligado a la
dominación persa sobre Egipto. Su sucesor, Dario I, ha tenido que poner todos sus esfuerzos
para consolidar la dominación. Luego del año 520 a. C., su posición se fue afirmando y poco
a poco, después de otras conquistas importantes, dividió a su imperio en satrapías (especie de
provincias administrativas), lo que trajo un período de estabilidad. Gobernó hasta el año 486
a. C. Es precisamente en la etapa previa a la asunción de Darío al trono donde se inscribe la
profecía de Ageo quien visualiza una posibilidad de independencia que luego no se dio.
Noticias de revueltas en la parte oriental del imperio con ecos en Egipto, alentaban esta
esperanza5. Ya en el siglo V a. C., luego de la muerte de Darío I, accede al trono su hijo Jerjes
(486-465 a. C.). Su proyecto era extender el imperio por toda Europa. Las sucesivas derrotas
en esta empresa hizo que el prestigio y la consolidación del poder se fueran perdiendo.
Durante este período los judíos volvieron a reflotar las esperanzas de reconstrucción del
reino. No existen datos ciertos, pero algunos investigadores piensan que en torno a este
3
Para todo lo que se refiere a esta época, véase A. T. OLMSTEAD, History of the Persian
Empire, Chicago 1948; P. R. ACKROYD , Israel under Babylon and Persia, Oxford 1979; W. D.
DAVIES - L. FINKELSTEIN, “The Persian Period”, The Cambridge History of Judaism I, Cambridge
1984; J. M. SÁNCHEZ CARO, “Esdras, Nehemías y los orígenes del judaísmo”, Salmanticensis 32
(1985) pp. 5-34.
4
“Ciro no pretende lograr la unificación de su imperio mediante la unidad de la religión o
la devoción para su dios protector.” H. CAZELLES, Historia política de Israel, Madrid 1984, p.
209.
5
J. BRIGHT, La historia de Israel, Bilbao 19705, pp. 387-388.
2
período ocurrió una revuelta en Jerusalén que provocó una nueva destrucción cerca del año
485 a. C.6
Los persas gobernaron Siria y Palestina durante más de dos siglos. Ciro y sus
sucesores procuraron gobernar y conservar el imperio de forma distinta a la de los asirios y
babilonios, no eliminando los antiguos ordenamientos nacionales ni intercambiando
poblaciones nativas; mas bien conservando y restableciendo las estructuras administrativas de
cada pueblo dominado. Especial atención se dedicó a las normas de culto y a los santuarios
nacionales. Es en este marco donde hay que colocar la política de repatriación de exilados.
Esta le permitía a los persas tener vasallos agradecidos al imperio y significaba un menor
costo económico dentro del mismo. El control se ejercía, por un lado, mediante una compleja
burocracia, de la cual la mayor parte de sus altos empleados eran persas o medos y, donde
pudieron, confiaron la responsabilidad a personajes nativos. Además se disponía del ejército y
de un eficaz sistema de comunicaciones. Por último, se cobraba el tributo que fluía desde los
pueblos dominados hasta la capital persa. Al permitir a los judíos volver a Palestina, al ayudar
a restablecer allí su culto ancestral y al confiar el proyecto a un miembro de la casa real, Ciro
actuaba estrictamente de acuerdo con su política.
Aunque conocemos pocos detalles de los primeros años después del retorno de la
cautividad, es evidente que la situación fue muy desalentadora. “El retorno de los
exiliados” fue un hecho más complejo y plural de lo que describen II Cró. 36,22-23 y Esd.
1,1-4, que crean la impresión de que la vuelta fue un suceso inmediato, global y unificado 7.
En verdad, fue el tiempo “de los modestos comienzos” (cf. Zac. 4,10). El esplendente
cuadro del nuevo éxodo triunfal y del establecimiento del gobierno universal del Señor en
Sión no guardaba ningún parecido con la realidad.
De hecho la nueva comunidad no era, en modo alguno, el Israel reavivado y
purificado del ideal profético. Pueden enumerase algunas de las características de esta
comunidad:
6
R. PIETROANTONIO, Itinerario bíblico I, Buenos Aires 1985, pp. 157-158.
7
Para este punto, véase J. BRIGHT, La historia de Israel, Bilbao 19705, pp. 383-387; J.
S. CROATTO, Isaías 1-39, Buenos Aires 1989, pp. 24-28.
8
Los repatriados se establecieron en una Judea pequeña y pobre; entre Gabaón y Bet-sur.
3
4) Los vecinos samaritanos, especialmente su aristocracia, que había
considerado a Judá como parte de su territorio, no aceptaban que se pusiera límite a sus
prerrogativas y eran abiertamente hostiles
5) Junto con el control administrativo que ejercía el imperio, éste se aseguraba
la recaudación de tributos de los pueblos dominados. Datos como los de Esd. 4,14; 6,4.8;
7,20-22 y Neh. 2,8 hablan de la concentración de dinero y de las posibilidades económicas
del imperio.
4
deriva en la concepción de pueblo exclusivo y separado, y entonces se desdibuja la misión
de ser “luz de las naciones” esbozada por el Deuteroisaías (cf. Is. 49,6). También puede
constatarse que hubo oposición en el seno de la misma comunidad. De ello nos dan
testimonio las “protestas” expresadas en las narraciones de Jonás y Rut.
Sin embargo, quedan por considerar algunos datos que ayudarían a una
comprensión abarcativa de este proyecto. Las esperanzas de restauración independiente,
cifradas en Zorobabel (520-518 a. C.) apoyadas inclusive por Ageo y Zacarías (cf. Ag.
2,20-23; Zac. 6,9-14), se desvanecieron rápidamente ante la capacidad de poder que los
persas tuvieron por casi dos siglos (V y IV a. C.), y desde el cual sofocaron cuanta
rebelión pudo darse durante Cambises y Darío I 13. Ante semejante situación Esdras y
quienes lo acompañaron en su misión, decidieron optar por un camino concreto para ese
momento: reconstruir y cuidar la comunidad pobre, reforzando los elementos que permitan
mantener su identidad, la cual fue puesta permanentemente a prueba por la situación
internacional y los proyectos enfrentados en la misma comunidad.
En definitiva, ante el hecho inobjetable de no obtener la autonomía política, los
repatriados se concentran en sí mismos, en torno al Templo, la sombra de las murallas
restauradas por Nehemías. La Ley, enriquecida, meditada y profundizada, vendrá a ser el
objeto de sus meditaciones. La comunidad se va haciendo “judía”, es decir, se orienta hace
la salvaguarda de la raza y hacia el perfeccionamiento de su fe yahvista. El “judaísmo”
comienza, entonces, a consolidarse como producto de la restauración. Nos encontramos a
las puertas de una época tardía, que se caracteriza por la diferenciación de los espíritus y
por el permanente forcejeo hacia la propia autocomprensión.
3. LA PROFECÍA POSTEXÍLICA.
3.a. Ageo.
5
en casa lo aventé yo. ¿Por qué? -oráculo de YHWH Sebaot- porque mi Casa está en
ruinas, mientras que vosotros vais aprisa cada uno a su casa” (1,9). Insiste en la
importancia de la “obra común” como lo era el Templo.
2) El Templo en ruinas, por un lado implica gente en la sobreabundancia que
da las espaldas a la religión yahvista (Ag. 1,2.4). Por otro lado, resulta que los campesinos
viven en carencia e indigencia (1,5-6.9.10-11; 2,16). Ageo interpreta que la ausencia del
Templo lleva a la ausencia de la lluvia. La adversidad de la naturaleza tiene su origen en el
abandono del santuario. El Templo en construcción regenera la naturaleza y activa el
crecimiento: “Apliquen, pues, su corazón, desde este día en adelante (desde el día
veinticuatro del noveno mes, día en que se echaron los cimientos al Templo de YHWH,
apliquen su corazón). ¿Hay ahora grano en el granero? Pues si ni la vid ni la higuera ni
el granado ni el olivo producían fruto, desde este día yo daré bendición” (2,19). Templo
y naturaleza crecen juntos. Mientras se construya el Templo habrá bendición.
3) El Templo desempeña un significado en la historia. Mientras los muros
emergen de los cimientos, el profeta anuncia jubiloso la gloria futura de la Casa de
YHWH, fuente de paz (Ag. 2,1-9) y se refiere al nuevo siervo davídico quien simboliza las
esperanzas: “La palabra de YHWH fue dirigida por segunda vez a Ageo, el día
veinticuatro del mes, en estos términos: ‘Habla a Zorobabel, gobernador de Judá y di: Yo
voy a sacudir los cielos y la tierra. Daré vuelta a los tronos de los reinos y destruiré el
poder de los reinos de las naciones, daré vuelta al carro y a los que montan en él, y serán
abatidos caballos y caballeros cada uno por la espada de su hermano. Aquel día
-oráculo de YHWH Sebaot- te tomaré a ti, Zorobabel, hijo de Sealtiel, siervo mío
-oráculo de YHWH- y te pondré como anillo de sello, porque a ti te he elegido, oráculo
de YHWH Sebaot’” (2,20-23). Este mesianismo expresa el deseo de restauración de la
autonomía de Judá. Ageo no describe los detalles de esta nueva situación que vislumbra.
3.b. Zacarías.
3.c. Malaquías.
15
El nombre significa en hebreo “YHWH recordó” o “YHWH recuerda”. Hay que dividir
el libro de Zacarías en dos partes. Por un lado, la porción que representa al Zacarías histórico,
presente en los caps. 1-8; por otro el llamado “segundo Zacarías” inserto en los caps. 9-14 y que
pertenecen al siglo IV a. C.
16
Los escribas introdujeron el nombre del sumo sacerdote Josué cuando se desvanecieron
las esperanzas puestas en Zorobabel y el sacerdocio retuvo el poder.
6
Se supone generalmente que ya antes de Esdras y Nehemías, hizo acto de
presencia aquel profeta cuyos oráculos han llegado hasta nosotros en el breve libro de
Malaquías17. Se obtiene de ahí una idea aproximada de las diversas situaciones en el seno
de la comunidad:
7
Is. 11,1-5, considerado poema real probablemente de la época pre-exílica, se establece un
contraste impresionante entre el derrumbamiento de los cedros del Líbano -símbolos del
poder asirio- y el surgimiento de una rama a partir del tronco de Jesé, padre de David (I Sam.
16,1s.); es el reinado de un nuevo rey en el cual reposara el Espíritu de YHWH, prodigándose
en grandes virtudes.
Una experiencia semejante del actuar de YHWH que guía la historia, subyace en la
experiencia profética. Es el Espíritu el que inunda a los profetas llamándolos a una misión
(Miq. 3,8; Is. 48,6). En el exilio, la profecía proclama que el Espíritu de YHWH será la fuerza
que empuje para que germine un nuevo pueblo (Is. 44,3s.). Nacerá un pueblo santo (Ez.
11,17-20) al cual YHWH le cambiará el corazón y le infundirá su Espíritu (Ez. 36,26-27).
La época de la comunidad post-exílica fue un tiempo de pequeñas cosas (cf. Zac.
4,10), en el que hubo que enterrar muchas esperanzas y admitir cómo se volvían a prorrogar
promesas proféticas que se habían creído de realización inmediata; pero hubo un punto que
los repatriados no se dejaron arrebatar: la presencia del Espíritu de YHWH 18 cumpliendo
fielmente su tarea de guía y protector. “La comprensión de la importancia del rûaj se amplió y
profundizó de forma inimaginable”19, ocupando un lugar sobresaliente dentro de la imagen del
Dios de Israel. El ámbito de su dominio se amplía considerablemente. Su obra ya no se
descubre solamente en el pasado, en las grandes hazañas salvadoras, ni tampoco se espera de
El exclusivamente la consumación del reinado de YHWH. El Espíritu es descubierto como el
verdadero conductor de Israel en el presente. Por Él, el Dios trascendente, que mora en una
luz inaccesible, se hace realmente presente (Is. 63,11s.). El Espíritu se convirtió virtualmente
para la comunidad judía en prenda de que, a pesar de todo, se hallaban en los umbrales del
tiempo de salvación.
5. CONCLUSIÓN.
La actividad profética en este período estuvo representada por los oráculos de Ageo,
Zacarías y Malaquías. En ellos encontramos considerables diferencias en los contenidos y en
las formulaciones de la profecía. Ya no se está frente a oráculos de juicio que anuncian el
“día de YHWH” como “día grande y terrible” para Israel y otras naciones (cf. Amós). No es
denuncia del pecado presente de Israel (aunque se haga referencia al pecado de los padres) ni
es anuncio del castigo inminente. Además, la condena del culto hipócrita dejará lugar a la
preocupación comunitaria por el Templo. Y así como en el exilio revive el paradigma del Dios
que libera, esta etapa dura y difícil de la reconstrucción, recupera la imagen del Dios de la
promesa. Pero esta recuperación tiene detrás toda la dolorosa experiencia histórica anterior y
por delante un futuro poco alentador. La profecía dirá su palabra: Dios, por medio de su
Espíritu, es el que sostiene la esperanza de la comunidad purificada por el dolor (cf. Jl. 3,1-5).
18
Por participar de la santidad de YHWH, se lo llama también “Espíritu Santo” (Is.
63,10; Sal. 51,13).
19
W. EICHRODT , Teología del Antiguo Testamento II, Madrid 1975, p. 68.