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Aprender a aprender

Consideramos que el aprendizaje es una capacidad inherente al ser humano ya que, desde los
primeros días de vida, aprende sin que se le enseñe y así continúa por el resto de su vida.

También creemos que el estar impregnados por esta competencia innata nos impide tomar
contacto con el “cómo” aprender y nos dedicamos fundamentalmente a poner el foco en el “qué”.

En este paper, y al principio de este Programa, nos interesa poner la atención y distinguir algunos
requisitos indispensables para que el aprendizaje ocurra.

Como resultado de no tener conciencia del “cómo” continuamos aprendiendo, es que no tomamos
contacto con la resistencia que tenemos, en muchas áreas de nuestra vida a aprender y modificar,
repitiendo continuamente acciones ineficaces.

Mantenemos las mismas pautas que nos llevan a los mismos errores y a las mismas dificultades.
Actuamos ciega y recurrentemente, generando sufrimiento y malestar en nuestro diario vivir.

Sostenemos que despertar y aprender a aprender es una competencia ontológica fundamental que
puede cambiar radicalmente nuestra vida ya que como competencia la podemos aplicar en todos
sus ámbitos siendo la gran posibilidad de ser más efectivos y de tener mayor bienestar.

Te invitamos a que reflexiones sobre tu capacidad actual de aprender:

• Cómo eres en ese dominio?


• Diseñas tu propio aprendizaje?
• Qué haces cuando te das cuenta que en algo eres incompetente o no sabes qué hacer?
• Qué haces cuando tienes que intervenir en un nuevo tipo de acciones donde eres ignorante
y ello es importante para tu vida?
• Qué haces cuando recurrentemente te sientes imposibilitado para actuar de manera
efectiva: con las finanzas, con tus hijos o pareja, en el trabajo?
• Cuando esto ocurre te preparas para aprender?
• Te retiras o continuas sufriendo?
• Culpas o te culpas haciendo juicios acerca de ti ?

Postulamos que en el mundo de hoy la competencia de “aprender cómo aprender” es una habilidad
fundamental que marca la diferencia.

Es nuestro recurso más efectivo para tratar los constantes cambios tanto personales como
organizacionales.

Se ha repetido frecuentemente: “El futuro pertenecerá a aquellos que saben cómo aplicar
continuamente su aprendizaje ya que sin él nuestro éxito personal y profesional corre peligro.
Consideramos que la gran ventaja competitiva en el mundo de hoy es el aprender a aprender.
Creencias que obstaculizan el Aprendizaje

Si bien habitualmente consideramos que las dificultades para aprender tienen que ver con
trastornos físicos o psíquicos como ocurre en algunos casos, podemos afirmar que las mayores
dificultades para aprender son, paradójicamente, aprendidas.

Cada cultura desarrolla sus propios enemigos, los cuales obviamente, son poderosos e invisibles para
aquellos que los sufren.

Hemos constatado además, desde la experiencia de alumnos en estos cursos más la nuestra propia,
que tomar contacto con esta competencia y con nuestras dificultades nos abren a vivir desde la
pasión y el encanto por un aprendizaje continuo y productivo.

Daremos ahora una mirada a los enemigos que juzgamos más impactantes en nuestra cultura:

1. La incapacidad de admitir que no sabemos:

Una de las grandes dificultades en las personas es que lo nuevo no lo ven como tal y que lo remiten
a lo viejo, a lo que ya conocen.

“Yo esto ya lo sé”: existen infinitas formas para expresar esto, en realidad, todas se reducen al hecho
de que son incapaces de ver lo nuevo como nuevo.

En el mundo de los negocios es algo bien visible, como en el caso de IBM cuando se le ofreció la
primera fotocopiadora y no le encontró nada especial. Esa oportunidad fallida hoy se llama Xerox.

En cierto sentido este comportamiento es comprensible si observamos nuestro modo de


entendimiento y su funcionamiento. Tiene dos aspectos: uno conservador y el otro progresista. La
forma en que escuchamos y damos sentido a las cosas o a los hechos tiene que ver con nuestras
experiencias pasadas: lado conservador.

Y si escuchamos en términos de posibilidades para el futuro entonces estamos en el lado progresista


del entendimiento.

Pregunta: qué lado domina nuestra comprensión? El pasado o el futuro? Si el pasado domina
entonces nos cerramos a las posibilidades para el futuro.

El principal obstáculo para aprender es nuestra resistencia a abandonar nuestras ideas o supuestos.

Como seres humanos que nos constituimos en el lenguaje tenemos la capacidad para encontrar
caminos que le den sentido a nuestra existencia, lo cual nos aporta una determinada visión y
coherencia.

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Cualquier suceso nuevo es, de alguna manera, una amenaza para esa coherencia. Por lo tanto a
menos que estemos dispuestos a desprendernos de nuestras formas usuales de dar sentido nos
resultará difícil abrirnos a lo nuevo y a reconocerlo.

Seremos defensivos respecto de nuestros supuestos y creencias?

2. Dado como soy no puedo aprender eso.

También suele suceder que las personas se cierren a aprender cuando viendo lo nuevo como nuevo
dicen “Nunca podría aprender eso” o “No seré lo suficientemente hábil para conocer eso” o “Esto es
muy complicado para mi” más muchas variantes de: “Dado la persona que soy no puedo aprender
eso”.

El nuevo suceso o dominio para accionar les parece inaccesible, como si estuviera fuera de su
alcance.

Desde nuestro punto de vista, esta reacción es falta de confianza. Es un estado de ánimo que nos
imposibilita actuar (más adelante veremos en profundidad las emociones y su relación con la
predisposición o no a la acción que desencadenan).

Sólo queremos mencionar ahora que las emociones y las interpretaciones (o lenguaje) están
conectadas profundamente y que lo que es altamente efectivo es usar el poder de las
conversaciones para cambiar el horizonte de posibilidades: el lenguaje seductor puede mucho más
que el persuasivo, allí es donde lograremos alterar el estado de ánimo, en este caso, la falta de
confianza.

3. El fenómeno de la ceguera cognitiva.

Un obstáculo muy importante para el aprendizaje se debe al hecho de que normalmente no


sabemos que no sabemos. A este fenómeno lo llamamos ceguera cognitiva.

Actuamos, vivimos, nos organizamos, les damos sentido a nosotros mismos y al mundo a partir de
las distinciones, historias y competencias que poseemos. No de las que no poseemos.

Si no aceptamos que no sabemos, el aprendizaje no puede ocurrir. No se produciría la apertura


necesaria para que sí suceda.
Si nos cerramos, entonces el aprendizaje no está disponible y perderíamos seguramente muchas
oportunidades para ampliar nuestros conocimientos y por ende, nuestra vida.

El saludable momento es cuando estamos dispuestos a cuestionar nuestros conocimientos, a


liberarnos de nuestros supuestos actuales, a confiar en nosotros y en abrirnos a la posibilidad de que
pudiera existir algo nuevo para aprender.

Decimos que un requisito fundamental para que el aprendizaje se produzca, es la declaración de


ignorancia. No es como habitualmente se supone lo opuesto al aprendizaje, es su umbral.

Nuestra declaración de ignorancia nos abre al aprendizaje, sin ella no es posible.

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4. Querer tenerlo todo claro todo el tiempo.

Hay personas que no soportan un momento de confusión, de duda, de preguntas. Esto es evitado
ansiosamente y a toda costa.

No han aprendido emocionalmente a vivir las incertidumbres y oscuridades de ciertos caminos.

Resultado: se alejan de las preguntas. Se alejan de pensar, se atrincheran en sus respuestas o


creencias e impiden que algún proceso nuevo ocurra.

No admiten que para saber, deberemos pasar por el no saber y para llegar a la luz deberemos pasar
por la oscuridad.

Quienes son presa de este enemigo pretenderán que “todo está bien”, evitarán, a pesar de los altos
costos que esto conlleva, declarar sus quiebres sin extrañar que vivan momentos de depresión y de
aislamiento.

La depresión, la entendemos como la suma de oscuridades no aceptadas y lo nuevo es una


amenaza de posibles “falta de claridad”.

5. “No tengo tiempo”. No asignarle prioridad al aprendizaje.

Es una excusa muy utilizada. “El mundo en que vivo no me deja aprender”, “Soy víctima de su
vorágine cotidiana”.

No nos planteamos el problema de cómo asignamos las prioridades, ya que de este modo
tendríamos que admitir la propia responsabilidad. Lo curioso es que, cuando lo admitimos, el
“tiempo aparece”.

Existen dos tendencias sociales muy poderosas: el trabajolismo o adicción al trabajo, ya que además,
estar muy ocupado da prestigio. Y la otra adicción es la “entretención” como la televisión, el fitness
excesivo.

Por supuesto, las actividades de aprendizaje no se consideran entretenidas, sino son más bien
vividas como una obligación a la que nos sometemos.

6. La gravedad

Decimos gravedad como una actitud que algunas personas asumen cuando creen que saben. Lo
hacen a través de una voz engolada, de una mirada arrogante, de palabras rebuscadamente difíciles
y si es posible, citando reiterativamente muchos autores. La risa está omitida. Lo sencillo es
despreciado por ser simple.

Es como si el conocimiento no admitiera la alegría y se confundiera la seriedad con la gravedad.

Las personas que viven en la gravedad no pueden tampoco, obviamente, admitir que no saben y
usan lo que saben como adorno o maquillaje, sin poderlo poner al servicio de los demás.

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Confunden su ser con lo que saben, y lo mismo con otras personas.

7. La trivialidad

Así como el grave pretende seriedad, el trivial no puede hacer nada seriamente. Su manera preferida
de ocultarse es riéndose de los demás, confundiendo la liviandad con la burla, intimidando desde la
ridiculización.

Las consecuencias de este enemigo del aprendizaje, son muy dolorosas en las personas que rodean
al “simpático” que resulta ser un pícaro tramposo, que se ocupa de desvirtuar los hechos y a las
personas.

Si en una cultura predomina la trivialidad como emocionalidad entonces sus estándares serán bajos
y mediocres con resultados llenos de sufrimiento.

8. La incapacidad de desaprender.

Si las acciones anteriormente fueron eficaces y funcionaron bien porque dejarlas ahora, aún cuando
en el presente se exijan otras.

Quienes están atrapados por este enemigo son los que en su momento tuvieron éxito. Por ejemplo,
en la industria automotriz de Estados Unidos en los años setenta, cuando enfrentó la crisis del
petróleo y la competencia del auto pequeño fabricado en Japón, les tomó ocho años cambiar su
concepto de “automóvil ideal”.

Es como si existiera cierta nostalgia, que no permite considerar los cambios ni la nueva situación.

Así se esconde un gran miedo a aprender o a las incapacidades que creemos tener.

9. El olvido del cuerpo

Para que podamos actuar en transparencia, es decir, sin reflexión en el actuar, necesitamos que el
aprendizaje sea incorporado.

Para hacer nuevas acciones que hasta ese momento no podíamos realizar, deberemos involucrar al
cuerpo. Así las nuevas acciones deberán ser realizadas recurrentemente hasta que el cuerpo pueda
producirlas sin reflexión.

Cuando decimos alteraciones en el cuerpo no sólo estamos refiriéndonos a determinados cambios


en el sistema nervioso, sino apuntamos a lo conductual.

Todo lo que hacemos lo hacemos con nuestro cuerpo.

Es importante que tomemos este nuevo concepto al reconocer lo anterior, por lo tanto,
comprendemos que el aprendizaje no sólo tiene lugar en la mente.

10. Confundir aprender con adquirir información

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Hay personas que tienen poca información y una gran sabiduría y otras mucha información y poca
sabiduría. Una no es sinónimo de la otra. Sabiduría tiene que ver con el arte de vivir.

Podemos verlo con simples ejemplos: andar en bicicleta, manejar un avión. Podemos leer tomos
enteros, podemos tener toda la información pero ello no significa que podamos andar en bicicleta o
manejar un avión. Sí, podremos hablar a “cerca de” pero no podremos accionar en ese dominio.

La información no es más que la mera capacidad de repetir ciertas afirmaciones o conceptos, nada
más.

El aprendizaje ocurre cuando tenemos la capacidad de accionar de manera efectiva en un dominio


determinado cuando antes no lo podíamos hacer.

Por ello, a lo largo de este Programa, haremos foco en no poner, solamente, el esfuerzo en los
aspectos meramente informativos sino que trabajaremos con todos los aspectos que involucra el
aprendizaje sin prescindir de ninguno.

11. Ausencia del contexto emocional adecuado

Algunos estados emocionales nos predisponen a aprender y otros no.

No lo favorecen por ejemplo, como recién mencionábamos, el centrarnos sólo en los aspectos
informativos o ideológicos ya que frenan los contextos emocionales adecuados para el aprendizaje,
como así tampoco, climas relacionados con la exigencia, la indiferencia o el miedo.

Sostenemos apasionadamente que “el contexto enseña más que el texto”

Postulamos que las emociones juegan un aspecto fundamental en todo proceso de aprendizaje. La
disposición al aprendizaje no tiene que ver con la veracidad de la que enseñamos sino con la
apertura emocional que podemos producir en el alumno.

La experiencia de captar algo como verdadero es básicamente una experiencia emocional operando
los procesos intelectuales bajo sus cimientos emocionales.

Para que el aprendizaje ocurra necesitamos abrirnos a la posibilidad de lo nuevo y a una disposición
a cuestionarnos lo que ya conocemos.

Algo fundamental es tomar conciencia de cómo nos referimos los seres humanos a lo que no
conocemos. No lo hacemos como algo que no conocemos, sino precisamente todo lo contrario.
Construimos una coherencia basada en lo que ya creemos que es así.

Al encontrarnos ante hechos o situaciones que conspiran contra nuestras coherencias nos pasan
cosas: no somos capaces de lograr lo que esperamos; no nos cuestionamos nuestra forma de pensar
ni nuestras certezas o creencias.

No olvidemos que el éxito genera seguridad y la seguridad produce ceguera. En ocasiones esta
ceguera toma la forma emocional de la arrogancia: no hay nada allí que yo no conozca o que
merezca ser conocido. De esta manera ningún aprendizaje podrá ocurrir, no desde esta
emocionalidad, por lo tanto, lo primero será actuar para producir un cambio emocional.

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12. No dar autoridad a otro para que nos enseñe

Dijimos que el primer paso en el proceso de aprendizaje es reconocer que no sabemos, es decir,
declarar nuestra ignorancia.

El segundo paso es encontrar a alguien de quien podamos aprender, alguien que nos pueda
enseñar. A esto lo llamamos la declaración de maestro. Dijimos “declarar” maestro no “encontrar”
uno.

El declararlo maestro no sólo implica que la persona sepa sino que nosotros le otorgamos confianza
y autoridad.

Al darle autoridad reconocemos que esta persona tiene, en ese aspecto, mayor capacidad de
generar acción que nosotros, por lo tanto, esto es poder. En cambio, cuando esa capacidad de
acción se basa en las competencias propias podemos hablar de conocimiento.

En nuestra cultura tenemos dificultades para aceptar que otro sabe.


Esta aceptación esta profundamente ligada a dos emociones: el respeto y la admiración.

13. La desconfianza.

Dijimos que además de reconocer que alguien sabe lo que no sabemos, le concedemos autoridad y
con esto estamos diciendo implícitamente que nos entregamos a esta persona en cuanto a sus
instrucciones, direcciones y exigencias.

Esto nos lleva al tema de la confianza. Aprender es entrar en lo desconocido, en donde no tenemos
control, en donde no sabemos.

La única forma de llegar es a través de la confianza en el maestro dejándonos guiar por él. Incluso
cuando no entendemos los pasos o cuando no encontramos sentido a sus instrucciones.

También podemos decir que la desconfianza es un enorme gasto de energía. Quien desconfía esta
constantemente preguntándose sobre los motivos de quien enseña, impidiéndole escuchar y estar
presente en lo que ocurre.

Algo más sobre la confianza: toda confianza es un riesgo ya que nos ponemos en manos de otra
persona. Por lo tanto cómo podemos minimizar ese riesgo y también cómo confiar y conceder
autoridad de manera responsable?

Un primer paso es establecer los límites del dominio o del ámbito en el que queremos que se nos
enseñe y un segundo paso es fundar nuestros juicios de la competencia, sinceridad y confiabilidad
del maestro.

Las etapas del aprendizaje y de la enseñanza.

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Mostraremos lo dicho hasta ahora en términos de una posible secuencia en el proceso de
aprendizaje y enseñanza.

1. Establecer un marco para el aprendizaje.


Antes de empezar a enseñar algo a alguien debemos revisar ciertas condiciones para ser efectivos
con el alumno.

a. El reconocimiento de ignorancia: es importante que el alumno reconozca que hay un


dominio de acción que implica un quiebre para él en el que no puede desempeñarse
efectivamente.
Si no reconoce el ámbito ni que esto implica un quiebre ni que no tiene competencias,
entonces el aprendizaje será difícil o imposible.
Es necesario que tome contacto y declare tanto su ignorancia como su compromiso
con aprender.

b. El permiso de enseñar: el maestro debe contar con la autorización del alumno para que
le enseñe. Como vimos anteriormente, esto comprende tanto la autoridad como la
confianza.
Hay personas que reconocen que no saben pero quieren que se les enseñe a “su
manera”.
Cuando nos damos cuenta que el alumno ha retirado la autoridad para enseñar
deberíamos dejar de hacerlo hasta que contemos con el permiso para proseguir.

c. La explicación de los obstáculos para aprender: es importante mantener


conversaciones con el alumno cuando consideramos que alguno de los temas
mencionados podría estar distrayéndolo del aprendizaje. De este modo se pude
reconocer el hecho que lo está perjudicando para poder dejarlo de lado y volver al
aprendizaje.

2. Mostrando el dominio de acción.


Todos los dominios o ámbitos de acción son maneras de hacerse cargo de quiebres que
encontramos en la vida. Por lo tanto, son nuevos mundos de posibilidades.
Es importante que el alumno identifique en el proceso de aprendizaje las posibilidades y la
capacidad para realizar las acciones que pertenecen al dominio.

3. Introduciendo las distinciones que constituyen el nuevo dominio de acción.


Todo dominio de acción o ámbito en el cual accionaremos posee un conjunto de distinciones
particulares a ese dominio. El maestro deberá introducir al alumno al nuevo lenguaje y al nuevo
conjunto de distinciones que constituyen ese ámbito en particular.

4. Introduciendo nuevas acciones basadas en las nuevas distinciones.


El poseer nuevas distinciones posibilita nuevas acciones. Las distinciones no son la forma en que
llamamos los objetos ya constituidos, no son el nombre que damos a los objetos. El significado de
una distinción esta dado por las acciones que nos permite realizar.
Una mesa es una mesa debido a lo que hacemos con cualquier cosa que llamemos mesa.
Lo que hacemos no se refiere al objeto mismo sino a la manera en que nos relacionamos con él.

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Al introducir nuevas distinciones en el proceso de aprendizaje, nuevas acciones se hacen posibles.

5. Práctica y Corporalidad
Una vez que declaramos ignorancia, que declaramos un maestro, que entablemos un dominio de
aprendizaje, que identificamos nuevas distinciones y por lo tanto, nuevas acciones, necesitamos algo
más sin el cual no lograríamos aprender: debemos entrar en el proceso de repetición, de recurrencia.
La práctica de la repetición nos hará competentes o expertos en un nuevo dominio.
Como ya dijimos anteriormente, el aprendizaje ocurre en el cuerpo, en nuestro comportamiento.
Pensemos en tocar piano, en manejar.
El aprendizaje ocurre cuando actuamos en transparencia, sin reflexión en el quehacer.

6. La conciencia del conocimiento.


Cerramos el ciclo del aprendizaje con el reconocimiento de que ahora somos capaces de realizar lo
que en el pasado no podíamos.
Cuando esto sucede, sabemos que sabemos y sabemos que hemos aprendido.
A menudo sostenemos que de acuerdo a como “soy” acciono, nuestras acciones como fruto de un
“yo” (como una entidad constituida). Decimos que al expandir las acciones que podemos
desempeñar estamos transformando permanentemente quienes somos.
Por ello juzgamos el aprendizaje como una actividad y una capacidad fundamental para nuestras
vidas, ya que nos capacita para ir “siendo” en este constante devenir que es la vida misma. Es por ello
que hemos dado estos conceptos fundamentales al iniciar el Programa de Formación.

basado en textos y apuntes


de Carlos Sandoval, Julio Olalla y Rafael Echeverría



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