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UNIVERSIDAD DEL DESARROLLO

LICENCIATURA EN HISTORIA

ATILA Y LOS HUNOS VISTOS POR TRES FUENTES:


AMMIANO MARCELINO, PRISCO Y JORDANES

CURSO: LA CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO

PROFESOR: SR. JOSÉ MIGUEL DE TORO

ALUMNO: SR. ALBERTO NAZAL OTERO

SANTIAGO, JUNIO 2005


ÍNDICE

Introducción 3

I. Antes de Atila 6

II. Atila 10

III. Después de Atila 20

Conclusión 21

Fuentes y bibliografía 23

Anexos de mapas 25

2
INTRODUCCIÓN

Nuestra principal preocupación en nuestro trabajo de fuentes es tratar de conocer la


mentalidad de los hunos y de Atila. Nosotros, hombres del siglo XXI tratando de conocer a
hombres del siglo V. Y lo que es más difícil, conocer hombres que eran nómades de las
estepas euroasiáticas y que tenían una relación de amor y odio con las culturas y
civilizaciones sedentarias.
En nuestro trabajo nos hemos encontrado con una cierta deficiencia en las fuentes a
las que pudimos recurrir, por lo que debemos seguir el consejo que nos da Héctor Herrera:
Debemos contar con el conocimiento inexpresado, que colma todos aquellos
vacíos que no son tales para la mente que está tras la fuente ni tampoco, en
la mayoría de los casos, para sus contemporáneos, y mucho menos en la
realidad de la cual dan testimonio. Por eso, cuando decimos, por ejemplo,
que hay que saber hacer hablar a las fuentes, entendemos que tenemos que
ser atentos auditores de todo lo que dicen, pero también de lo que apenas
musitan y de lo que callan; y, si estamos realmente interesados y
perceptivos, nos aventuraremos a penetrar en su discurso sabiendo que, con
ello, no acometemos una vana, loca e infructuosa empresa, porque nuestra
tentativa se desarrollará dentro de los límites de lo que, en cada caso
particular, es cognoscitivamente verosímil1.
Nuestra fuentes primarias son tres: Ammiano Marcelino, Prisco y Jordanes.
Ammiano Marcelino, fue un “importantísimo historiador, muy escrupuloso, que
seguramente utilizó testimonios e informaciones que juzgaba dignos de fe. Antes que él
ningún historiador se había ocupado de los nuevos y extraños bárbaros que habían
aparecido de improviso en el horizonte romano. Su descripción de los hunos –aunque con
algunas imprecisiones, por lo demás de buena fe- es magistral y, aunque se ha referido,
alguna vez, a las tradiciones sobre los escitas y se ha esforzado por vilipendiar la barbarie
huna por el terror que los hunos suscitaban (pero sin aspereza, como soldado romano),
indudablemente se trata de una fuente de primerísimo orden” 2. Ammiano Marcelino era
natural de Grecia, probablemente nacido en Antioquia, de padres nobles. Siendo muy joven

1
Héctor Herrera, “Prólogo”, en José Marín, Textos históricos..., p. 11.
2
Mario Bussagli, Los hunos, p. 233.

3
sirvió, bajo el reinado de Constantino, en una cohorte de caballería. Sirvió también bajo el
emperador Juliano. Bajo el reinado de Valentiniano y Valente renunció a la carrera de las
armas y se retiró a Antioquía. Posteriormente se fue a Roma en vida de Valente. Acometió
la empresa de escribir la historia de Roma, desde el reinado de Nerva hasta la muerte de
Valente (96-378), lamentablemente su obra ha llegado a nosotros mutilada, habiéndose
perdido trece libros de los treinta y uno de que constaba, por lo tanto lo que queda cubre
desde el año 353 hasta el 3783. “Fue el último súbdito de Roma que escribió en lengua
latina una historia profana”4. El capítulo que nos sirve para nuestro trabajo es el último: el
“Libro XXXI”.
Prisco fue un embajador de Teodosio, emperador del Imperio Romano de Oriente,
ante la corte de Atila en el año 448. El único documento al que pudimos acceder está
incluido en las fuentes publicadas por José Marín5.
Nuestra tercera fuente primaria es Jornandes (o Jordanes o Jordanés). Nació a fines
del siglo V o principios del siglo VI, fue de linaje godo y abjuró del arrianismo para abrazar
el catolicismo. Ingresó a una orden monástica y llegó a ser obispo de Rávena u obispo de
los godos. Su obra se titula Historia de los godos pero sólo es un compendio de la historia
que escribió Magno Aurelio Cassiodoro, personaje contemporáneo. Pero la obra de
Jornandes adquiere importancia dado el hecho de que el libro de Cassiodoro se perdió 6.
Además de Cassiodoro “Jordanés debe mucho a Prisco, pero en parte es autónomo y
presenta los asuntos de los que habla de manera literariamente mucho más elegante y
eficaz”7.
En el primer capítulo: “Antes de Atila” daremos a conocer el itinerario que
recorrieron los hunos para llegar a ser el imperio que después fue con el ascenso de Atila
como su rey indiscutido en el año 445.
En el segundo capítulo: “Atila” abordaremos el período de máximo esplendor
político del que gozaron los hunos, período que se extiende bajo el reinado de Atila entre
los años 445 y 453.

3
Ammiano Marcelino, Historia del Imperio Romano..., tomo I, pp. 1-2.
4
Ammiano Marcelino, op. cit., p. 292.
5
Priscos, “bizantinos en tierras de Atila (448)”, en José Marín, Textos históricos..., pp. 103-104.
6
Jornandes, “Historia de los godos”, pp. 295-296.
7
Bussagli, op. cit., p. 233.

4
Finalmente en el tercer capítulo: “Después de Atila” veremos la rápida decadencia
política de los hunos y su desaparición como etnia reconocible.

5
I. ANTES DE ATILA

La palabra huno etimológicamente viene de la raíz iránica hun que significa


“poder”, “fuerza”8. Y esta raíz vendría de la palabra china hsiung-nu que significa “esclavos
feroces”9.
Originalmente10 eran cazadores de la taiga (el inmenso bosque euroasiático) que
pasaron a ser jinetes-pastores étnicamente europoides, los llamados hsiung-nu. Estos fueron
los que se enfrentaron al Imperio chino, pero al ser derrotados se fueron desplazando de
oriente a occidente por la gran estepa euroasiática hasta llegar finalmente a Europa. En ese
desplazamiento se fueron mezclando con elementos mongoloides y tungrísicos,
predominando étnicamente a la larga el elemento mongoloide en el pueblo huno.
Culturalmente este pueblo era heterogéneo y mestizo: sus componentes eran escitas,
sármatas, húngaros y hsiung-nu.
¿Pero qué características tenían los hunos? Para eso podemos recurrir a dos fuentes
preciosas: Ammiano Marcelino y Jornandes. Según Ammiano Marcelino los hunos se
caracterizan por lo siguiente:
Raza salvaje (...) y feroz hasta lo increíble. Desde que nacen los varones, los
hunos les surcan las mejillas con profundas incisiones para destruir todo
germen de barba. De esta manera crecen y envejecen imberbes con el
repugnante y degradado aspecto de los eunucos. Pero todos tienen cuerpo
corto, miembros robustos y cabeza gruesa; dando a su conformación algo
de sobrenatural su prodigioso desarrollo en anchura. Antes parecen
animales bípedos que seres humanos, o esas extrañas figuras que el
capricho del arte coloca en relieve sobre las cornisas de algún puente. A
este repugnante aspecto corresponden costumbres muy parecidas a las de
los brutos. Los hunos no cuecen ni sazonan lo que comen y se alimentan con
raíces silvestres o la carne del primer animal que cogen, que ablandan algo
llevándola durante algún tiempo sobre el caballo, entre los muslos. No
tienen techo que les cobije. No usan casas ni tumbas, y entre ello no se
encontraría ni siquiera una choza. Viven en medio de bosques y montañas,

8
Bussagli, op. cit., p. 37.
9
Bussagli, op. cit., p. 35.
10
Para todos estos detalles véase Bussagli, op. cit.

6
endurecidos contra el hambre, la sed y el frío. (...) Fórmanse con lienzo o
con pieles de ratas de los bosques, cosidas a manera de túnica, que les sirve
en todo tiempo, y una vez vestida esta prenda, no se la quitan hasta que se
les cae a pedazos. Cúbrense con sombreros de ala recogida y guarnecen con
piel de cabra sus velludas piernas, cubierta que les entorpece la marcha y
les hace poco a propósito para combatir a pie; en cambio se les creería
clavados en los caballos, que son feos, pero muy vigorosos. Montados (...)
atienden los hunos a todos sus negocios. Día y noche a caballo, así venden y
así compran. No echan pie a tierra para beber, ni para comer, ni para
dormir, cosa que hacen inclinados sobre el flaco cuello de su cabalgadura,
encontrándose con la mayor comodidad. A caballo también deliberan
acerca de sus intereses comunes.
(...)caen sobre el enemigo lanzando espantosos gritos. Agrupados o
dispersos, atacan o huyen con la rapidez del relámpago y, corriendo,
siembran la muerte. (...) Pero lo que los hace los guerreros más formidables
de la tierra es que, igualmente seguros de sus golpes desde lejos, y pródigos
de su vida en el combate cuerpo a cuerpo, saben, además, en el momento en
que su adversario, jinete o peón, sigue con la vista los movimientos de su
espada, enredarle con una correa que paraliza todos sus movimientos. Sus
flechas llevan, a manera de hierro, un hueso agudo que adaptan con
maravillosa destreza. Ninguno de ellos labra la tierra, ni toca un arado.
Todos vagan indefinidamente (...) pareciendo Más bien que huyen con el
auxilio de los carros en que están como domiciliados, donde la mujer se
ocupa en confeccionar los repugnantes vestidos del marido (...) solamente
tienen amor al dinero11.
Con respecto a los orígenes y características de los hunos, Jordanes dice lo
siguiente:
Filimer, rey de los godos, encontró entre sus pueblos a ciertas hechiceras
que en el lenguaje de sus padres llamó aliorumnas. La desconfianza que le
inspiraban hizo que las arrojase de entre los suyos; y habiéndolas

11
Ammiano Marcelino, “Libro XXXI”, pp. 247-249.

7
perseguido lejos de su ejército, las rechazó a un terreno solitario.
Habiéndolas visto los espíritus inmundos que vagaban por el desierto, se
unieron con ellas, mezclándose en sus caricias, y dieron origen a esta raza,
la más agreste de todas. Permaneció al principio entre los pantanos,
encogida, negra, enfermiza, perteneciendo apenas a la especie humana, y
pareciéndose muy poco su lenguaje al de los hombres. (...) Así, pues,
aquellos mismos que hubiesen podido resistir a sus armas, no podían resistir
la vista de sus espantosos rostros y huían a su presencia, dominados por
mortal espanto. En efecto; su tez tiene horrible negrura; su rostro es más
bien, si se puede hablar así, masa informe de carne que faz, y sus ojos
parecen agujeros. Su firmeza y valor se revelan en su terrible mirada.
Ejercen la crueldad hasta con sus hijos desde el día en que nacen, porque
empleando el hierro, surcan las mejillas a los varones para que antes de
mamar la leche se acostumbren a soportar las heridas. Por esta razón
envejecen sin barba después de una adolescencia sin belleza, porque las
cicatrices que deja el hierro en sus rostros extinguen el pelo en la edad en
que tan bien sienta. Son pequeños, pero esbeltos; ágiles en sus movimientos
y muy diestros para montar a caballo; anchos de hombros; armados siempre
con el arco para lanzar la flecha; firme la apostura y la cabeza alta,
siempre con orgullo; bajo la figura del hombre, viven con la crueldad de las
fieras12.
En estos dos testimonios podemos percibir que la ferocidad huna era algo
monstruoso e inimaginable, esta ferocidad se expresaba en una voluntad de riqueza
adquirida por la fuerza, y un desprecio por la vida que se manifiesta como coraje personal y
colectivo o como facilidad para la supresión de cualquiera. El terror huno se basaba en una
técnica militar específica: velocidad en sus movimientos; sorpresa; huidas rápidas;
precisión de tiro; gran alcance de sus arcos; y coraje y ferocidad.
Los hunos aparecen en la historia en el año 376 cuando destruyeron el reino de los
ostrogodos en Europa oriental, más allá de los confines del Imperio Romano. Antes, los

12
Jornandes, “Historia de los godos”, capítulo XXIV, pp. 343-345.

8
hunos habían sometido a los alanos, pueblo nómada como ellos, convirtiéndolos en sus
fuerzas auxiliares. A continuación de los ostrogodos, son derrotados los visigodos.
En el año 378 se produjo la catastrófica derrota romana de Adrianápolis, el mayor
desastre militar del imperio. Un grupo mixto de hunos y alanos junto con los godos derrotó
a los romanos y murieron el emperador Valente y el “césar” (sucesor designado) Decio,
pero Adrianápolis no fue tomada.
El año 379 Teodosio I el Grande logró expulsarlos del área balcánica septentrional.
En esta época las fuerzas hunas estaban en realidad compuestas por bandas autónomas con
especialización guerrera, además de hunos habían alanos, escitas, rugos y godos.
El año 395 la dureza del invierno heló el Danubio y permitió a los hunos cruzarlo
con facilidad para invadir nuevamente Tracia. La principal fuerza huna, superando el
Cáucaso se extienden por Armenia y de allí vuelven al Oeste, amenazando las provincias
más ricas del imperio de Oriente: Capadocia (Asia Menor) y Siria.
Eutropio, un eunuco, reunió una fuerza mixta de godos y romanos y derrotó a las
fuerzas hunas y los expulsó del área romana. El año 399, Eutropio fue proclamado cónsul.
Entre el año 399 y el 409 los hunos no molestaron el área romana, pero produjeron
grandes transtornos en las poblaciones germánicas.
El año 420 el mando militar de la mayor confederación de tribus hunas fue asumido
por Rúa, que compartía ese cargo con los hermanos Octar y Mundiuch.
En su juventud, Aecio fue rehén de los hunos, esto permitió que posteriormente en
el año 425, cuando ya era general romano, pudo reunir una fuerza de jinetes hunos, para
socorrer al emperador Juan, asediado en Rávena por las fuerzas que no aceptaban como
válida su elección por el Senado. Desgraciadamente Aecio llegó con tres días de retraso a
Rávena. Después de esto Aecio logró que los hunos se volvieran a Panonia13.
En el año 432 Aecio fue derrotado a cinco kilómetros de Rímini por Bonifacio,
comes de África y magíster utriusque militiae. Aecio se refugió en Panonia entre los hunos
y allí se encontró con Rúa como único jefe. Octar había muerto y Mundiuch había
desaparecido de la escena política. Luego Aecio volvió a Rávena y Gala Placidia (regente
en nombre de Valentiniano III), negociando con él, le confirió el título de “patricio
romano”.
13
Parte de Austria y de Stiria, toda Hungría de este lado del Danubio, la mayor parte de Croacia, Eslovenia y
parte de Bosnia.

9
El año 434 muere Rúa, y Bleda y Atila comienzan a reinar sobre los hunos, ambos
son sobrinos de Rúa e hijos de Mundiuch.

10
II. ATILA

Entre el año 434 y el 445 gobierna entre los hunos una diarquía compuesta por los
hermanos Bleda en el oeste y Atila en el este.
En el año 440 los hunos asaltaron un fuerte romano del Imperio de Oriente sobre el
Danubio debido a que el obispo de Margo había violado y saqueado las tumbas hunas
situadas en las cercanías del límite y ricas en objetos de oro. A continuación conquistaron
Viminacio (actualmente Kostolacz), Margo, Costanza, Singiduno (Belgrado) y Sirmio.
El año 442 no hubo operaciones militares. Al año siguiente los hunos cortaron el
camino que había permitido el contacto entre las fuerzas romanas combatientes y la capital
de Oriente. Incluso lograron alcanzar el mar en tres puntos: en Gallípolis y en dos
localidades, una al sur y otra al norte de Constantinopla. A continuación cayó en su poder la
fortaleza de Azinas, próxima a Constantinopla.
Un ejemplo notable de resistencia cívica frente a las fuerzas hunas es el de la
pequeña ciudad de Aseno, situada en la confluencia de la actual Osma con el Danubio,
quince kilómetros al este de la actual Vid. Los ciudadanos de Aseno atacaron a los hunos y
vencieron, ésta es una victoria de una civitas y no del imperio. Esto demostró que la ciudad
en sí y las fortificaciones fijas, cuando eran verdaderamente sólidas, constituían una
defensa más que suficiente para los sedentarios frente a los nómadas14.
En el año 443 se logró un tratado de paz entre los hunos y el Imperio Romano de
Oriente.
En el año 445 Atila asesina a Bleda y obligó a los pueblos que le obedecían a
reconocer su propia soberanía.
En el año 447 se produjo la segunda invasión huna e el Imperio de Oriente, esta vez
es un ataque concentrado contra Tracia. Las fuerzas bizantinas atacaron a los hunos en las
proximidades del Vit, un pequeño afluente del Danubio, casi en el límite septentrional de la
actual Bulgaria. Las fuerzas bizantinas fueron vencidas, pero infligió a los hunos pérdidas
enormes. Atila salió vencedor, pero la fuerza de los hunos pasó una dura prueba y quedó
disminuida de modo irreparable. Los hunos avanzaron por Iliria y arrasaron a sangre y
fuego los Balcanes.

14
Bussagli, op. cit., p. 105.

11
El año 448 se acordó la paz entre Atila y el Imperio Romano de Oriente. Hacía
retroceder la frontera romana aproximadamente doscientos kilómetros, dejando de correr a
lo largo de l orilla derecha del Danubio y quedando una franja desmilitarizada de unos
doscientos kilómetros de ancho y cincuenta de largo. También se perdía Singiduro
(Belgrado) para el imperio. Ambas partes alegaron que el acuerdo no se cumplió. Por eso se
firmó un nuevo tratado, el año 450, en este tratado Atila restituyó incluso la gran franja de
terreno que había arrancado a los romanos en la orilla derecha del Danubio, retirándose a la
izquierda: grosso modo, cien mil kilómetros cuadrados.
Etimológicamente “Atila” viene de la palabra goda “atta” que significa padrecito15.
Para caracterizar a Atila vamos a recurrir a Jordanes:
El padre de Atila fue Mundzuco, y se cree que los hermanos de éste, Octar y
Roas, reinaron antes sobre los hunos, pero no sobre toda la nación. A su
muerte compartió Atila el trono con su hermano Bleta, y para procurarse
fuerzas que pudiesen secundar sus proyectos, fue fraticida y comenzó con la
muerte de los suyos su lucha con el mundo entero. Crecieron sus culpables
recursos a despecho de la justicia, y su barbarie consiguió un éxito que
causa horror. Después de hacer perecer a su hermano Bleta, que reinaba
sobre gran parte de los hunos, redujo este pueblo entero a su poder; y
habiendo recorrido gran número de otras naciones que le obedecían,
aspiraba a la conquista de los dos primeros pueblos del universo, el romano
y el visigodo. Dicen que su ejército se elevaba a quinientos mil hombres.
Aquel hombre había venido al mundo para conmover a su nación y hacer
temblar la tierra. Por no sé qué fatalidad, formidables ruidos le precedían,
sembrando por todas partes el espanto. Era soberbio en su marcha,
paseando las miradas en derredor y revelando el orgullo de su poder hasta
en los movimientos del cuerpo. Gustábanle de las batallas, pero reprimíase
en la acción; era excelente en el consejo (consilio), dejándose conmover por
las súplicas y siendo bueno cuando una vez había concedido su protección
(in fide susceptis). Bajo de estatura, tenía ancho el pecho y gruesa la
cabeza, sus ojos minúsculos16, escasa la barba, su cabellera erizada, su
15
Bussagli, op. cit., pp. 12-13.
16
A la manera extremo-oriental.

12
nariz muy corta, la tez oscura revelando el signo de sus orígenes. Aunque
naturalmente era muy grande su confianza propia, aumentó con el
descubrimiento de la espada de Marte, aquella espada que habían venerado
siempre los reyes de los escitas. He aquí, según refiere Prisco, cómo se hizo
el descubrimiento: “Un pastor, viendo cojear una becerra de su rebaño, y
no pudiendo imaginar quién la había herido, siguió atentamente el rastro de
sangre, llegando a la espada sobre la que había puesto el casco la becerra
sin verla al pastar, y sacándola de la tierra la llevó a Atila. Orgulloso éste
con el regalo, pensó en su magnanimidad que estaba llamado a ser el rey
del mundo, y que la espada de Marte le daba la victoria en las guerras17.
En general las fuentes son parcas pero esto último nos da a entender que existía un
culto de la espada, que era “centro” de irradiación protectora.
También las fuentes hablan de la corte donde residía Atila, Jordanes citando a Prisco
señala lo siguiente:
Encontramos una aldea donde residía Atila. Digo una aldea, pero semejante
a una ciudad muy grande. Vimos allí un palacio de madera inmenso,
construido con tablas pulidas y brillantes, cuyas uniones estaban tan bien
disimuladas, que apenas podían descubrirse con mucha atención. Existían
allí espaciosas salas para festines, pórticos de elegante arquitectura; y el
patio del palacio, rodeado de alta empalizada, era tan grande, que su
extensión sola bastaba para dar a conocer una mansión regia. Tal era el
palacio de aquel Atila que mantenía bajo su dominación toda la barbarie,
siendo dicha morada la que prefería a las ciudades conquistadas18.
Más adelante continua Prisco:
Cuando volvimos a nuestra tienda, el padre de Orestes vino con una
invitación de Atila para nosotros dos, a un banquete a las tres en punto.
Cuando llegó la hora, fuimos al palacio, junto con la embajada de los
romanos occidentales, y nos paramos en el umbral del salón, en presencia
de Atila. Los escanciadores nos dieron una copa, de acuerdo con la
costumbre nacional, que debíamos libar antes de sentarnos. Habiendo
17
Jornandes, op. cit., capítulo XXXV, pp. 363-365.
18
Jornandes, op. cit., capítulo XXXIV, pp. 362-363.

13
probado la copa, procedimos a tomar nuestros asientos; todas las sillas
estaban alineadas a lo largo de las paredes del salón en ambos lados. Atila
se sentaba en el medio, sobre un sillón; un segundo sillón estaba ubicado
detrás de él, y desde él, unos pasos llevaban a su cama, la cual estaba
cubierta con sábanas de lino y cobertores bordados como adorno, tal como
griegos y romanos suelen decorar los lechos de las novias. Los lugares a la
derecha de Atila eran primeros en honor, los de la izquierda, donde nosotros
nos sentábamos, eran sólo segundos. Berijo, un noble entre los escitas, se
sentaba a nuestro lado, pero estaba antes que nosotros. Onegesio se sentó
en una silla a la derecha del diván de Atila, y al otro lado, frente a
Onegesio, en la silla se sentaron dos de los hijos de Atila; su hijo mayor se
sentaba en su diván, no cerca de él, pero en el rincón final, con sus ojos fijos
en el suelo, en tímido respeto hacia su padre. Cuando todos estuvieron
acomodados, un copero vino y dio a Atila una copa de madera con vino. Él
la tomó, y saludó a los primeros en precedencia quienes, honrados por el
saludo, se pararon y no se sentarían hasta que el rey, habiendo probado o
escurrido el vino, devolviera la copa al sirviente. Entonces todos los
invitados honraron a Atila en la misma forma, saludándolo, y probando sus
copas; pero él no se paró. Cada uno de nosotros tenía un copero especial,
que vendría para presentar el vino cuando el copero de Atila se hubiera
retirado. Cuando el segundo en precedencia y aquéllos junto a él habían
sido honrados de la misma manera. Atila brindó con nosotros del mismo
modo, de acuerdo al orden de los asientos. Cuando esta ceremonia terminó,
los escanciadores se retiraron, y se ubicaron mesas, lo suficientemente
largas para tres o cuatro comensales, o quizás más, junto a la mesa de Atila,
para que cada uno pudiera sacar la comida en los platos, sin parase de su
asiento. El sirviente de Atila primero entró con un plato lleno de carne, y
detrás de él venían otros sirvientes con pan y viandas, las cuales pusieron
sobre las mesas. Una comida lujosa, servida en vajilla de plata, había sido
preparada para nosotros y para los invitados bárbaros, pero Atila no comió
otra cosa que carne e un plato de madera. En todo lo demás, también, se

14
mostró moderado; su copa era de madera, mientras que a los invitados les
habían sido dadas copas de oro y plata. Su vestido también era bastante
simple, mostrando sólo estar limpio. La espada que llevaba a su lado, los
cordones de sus zapatos escitas, la brida de su caballo, no estaban
adornados, como los de los otros escitas, con oro o gemas o cualquier cosa
onerosa. Cuando las viandas del primer plato habían sido consumidas,
todos nos pusimos de pie, y no volvimos a nuestros asientos hasta que cada
uno, en el orden antes observado, bebió a la salud de Atila en la copa de
vino presentada a él. Entonces nos sentamos, y un segundo plato fue puesto
en cada mesa con comestibles de otro tipo. Después de este plato, la misma
ceremonia fue observada como después de la primera. Al caer la tarde, se
encendieron antorchas, y dos bárbaros dirigiéndose a Atila, cantaron
canciones que ellos habían compuesto, celebrando sus victorias y hazañas
de valor en la guerra. Y de los invitados, mientras miraban a los cantantes,
algunos disfrutaban de los versos, otros, acordándose de las guerras, se
excitaron en sus espíritus, mientras que aun otros, cuyos cuerpos eran
débiles por la edad y sus almas compelidas al descanso, derramaban
lágrimas. Tras las canciones, un escita, cuya mente estaba trastornada,
apareció, y pronunciando palabras extranjeras y sin sentido, obligó a todos
a reírse. Atila se puso feliz cuando entró Ernas, su hijo menor, a quien tiró
de la mejilla, y observó con una tranquila mirada de satisfacción. Me
sorprendió que atendiera tanto a este hijo e ignorara a sus otros niños, pero
un bárbaro sentado junto a mí y que sabía latín, pidiéndome que no revelara
lo que decía, me dio a entender que los profetas habían advertido a Atila
que su raza caería, pero que sería restaurada por este niño. Cuando la
noche había avanzado, nos retiramos del banquete, sin desear quedarnos
más en las celebraciones19.
Después del tratado del 450 con el Imperio de Oriente, Atila mira a Occidente. Atila
había sido designado por el Imperio de Occidente como magister militari, título honorífico
que lo asimilaba a un altísimo oficial romano y le correspondía un rico estipendio de

19
Jornandes, op. cit., capítulo XXXV, pp. 363-365.

15
granos. La conquista no se dirigía a la adquisición de tierras que cultivar con sus propias
manos, sino para hacerlas cultivar por otros, aprovechándose de los beneficios, o sea era un
tipo de parasitismo en el que ofrecían a cambio su fuerza y su técnica militar.
En el año 450 Atila se disponía a atacar al reino visigodo de Tolosa, pero como
aliado de Valentiniano III, emperador de Occidente.
Justo en este momento una posible gran historia sentimental 20 entra en acción. Justa
Grata Honoria, hija de Flavio Constancio, coronado emperador el 421, y de Gala Placidia,
coronada Augusta el mismo día por los dos emperadores: Honorio y Constancio. Había
nacido en el 417 o 418, sus hermanos ere Plácido Valentiniano (nacido en el 419), luego
elevado al trono como Valentiniano III, tenía el título de Augusta, moraba en Rávena, en el
palacio imperial. En la residencia trabajaba un mayordomo llamado Eugenio, que se
convirtió en su amante, cuando Valentiniano lo supo hizo arrestar y decapitar a Eugenio,
por su parte, Honoria fue obligada a casarse con un senador rico y respetable. En el año 450
Honoria envió a un eunuco fidelísimo a Atila. El eunuco llevaba: una fuerte suma de
dinero; una carta en la que pedía la intervención de Atila para librarla de su desagradable
matrimonio-prisión; y el anillo imperial de Honoria. Todos estos gestos Atila lo interpretó
como una petición-promesa de matrimonio y considero a Honoria como su prometida. A la
vuelta, el eunuco fue detenido en la frontera, sometido a tortura hasta que lo hubo revelado
todo e, inmediatamente después, decapitado. Para evitar un destino semejante Honoria fue
dada en custodia a su madre, Placidia.
En ese mismo momento Atila envió una embajada a Rávena en la que desafiaba a
que no se le hiciese ningún daño a Honoria, mientras como esposo, el huno pedía para sí y
para la princesa la mitad del imperio de Occidente (prácticamente la Galia). El 451 Atila se
mueve hacia occidente, por Panonia en una expedición contra los visigodos de Tolosa, en
realidad Atila intentaba quitarle la Galia al imperio y se movía con la idea fija de Honoria 21.
Debido a este movimiento de Atila se produjo una alianza entre romanos y visigodos sobre
la base de la romanidad o sea el “equilibrio romano-bárbaro sobre la base campesina, para
el que la invasión nómada constituía sustancialmente un factor perturbador que perjudicaba
a todos los pueblos que no participaban en ella” 22. Atila cruzó el Rhin por dos puntos y se
20
Es lo que plantea Bussagli en su obra citada por nosotros.
21
Bussagli, op. cit., p. 152.
22
Bussagli, op. cit., p. 158.

16
tomo Metz. Después intenta tomar Orleáns pero resiste el ataque gracias a “la solidaridad
ciudadana (el sentido de la civitas)” y a la aparición del ejército romano-visigodo23. Atila se
retiró pero buscó la resolución de la guerra mediante un enfrentamiento decisivo que tuvo
lugar en la Champagne: los Campos Catalaúnicos.
Veamos como relata la batalla Jordanes:
Batalla terrible, complicada, furiosa, obstinada y como jamás se había visto
otra en parte alguna. Tales proezas se realizaron allí, según se refiere, que el
valiente que se encontró privado de aquel maravilloso espectáculo, nada
parecido alcanzó a ver toda su vida; porque, si ha de creerse a los ancianos,
un arroyuelo que corre por aquel campo por lecho poco profundo, aumentó
de tal suerte, no por la lluvia, como solía acontecer, sino por la sangre de
los moribundos, que, creciendo extraordinariamente por aquellas ondas de
nuevo género, se convirtió en torrente impetuoso y sangriento, de manera
que los heridos, que ardiente sed llevaba a sus orillas, bebieron agua
mezclada con restos humanos y se vieron obligados por triste necesidad a
manchar sus labios con sangre que acababan de derramar los alcanzados
por el hierro. Cuando el rey Teodorico recorría su ejército para animarlo,
derribóle el caballo, y pisoteándole los suyos, perdió la vida, en edad
avanzada ya. Dicen otros que cayó atravesado por una flecha que lanzó
Andax del lado de los ostrogodos, que entonces estaba a las órdenes de
Atila. Este fue el cumplimiento de la predicción que, poco tiempo antes,
hicieron los adivinos al rey de los hunos, aunque éste imaginaba que se
refería a Aecio. Separándose entonces los visigodos de los alanos, caen
sobre las bandas de los hunos, y tal vez el mismo Atila hubiese sucumbido a
sus golpes, si prudentemente no hubiera huido sin esperarles, encerrándose
enseguida con los suyos en su campamento, que había atrincherado con
carros. Detrás de esta débil barrera buscaron refugio contra la muerte
aquellos ante los cuales no podían resistir antes los parapetos más fuertes
(...) En cuanto amaneció el día siguiente, viendo los campos cubiertos de
cadáveres, y que los hunos no se atrevían a salir de su campamento,

23
Bussagli, op. cit., p. 159.

17
convencidos de que era indispensable que Atila hubiese experimentado una
pérdida muy grande para haber abandonado el campo de batalla, Aecio y
sus aliados no dudaron que les pertenecía la victoria. Sin embargo, hasta
después de su derrota, el rey de los hunos conservaba su altiva actitud, y
haciendo resonar las trompetas en medio del chasquido de las armas,
amenazaba con volver al ataque. Así el león, oprimido por las lanzas de los
cazadores, gira en la entrada de su caverna, no se atreve a lanzarse sobre
ellos y, sin embargo, no deja de espantar los parajes vecinos con sus
rugidos: de la misma manera aquel rey belicoso, sitiado como se
encontraba, hacía aún temblar a sus vencedores24.
A pesar de todo Aecio, general que dirigía el ejército romano, seguía siendo amigo
de Atila e imaginaba a los hunos como milicias del imperio. “En conclusión, Aecio,
alejando a los dos adversarios más peligrosos y decididos de Atila (el visigodo
Torrismondo, hijo del difunto soberano Teodorico y el rey de los francos), le permitió
deliberadamente la retirada sin dificultades de la Galia”25.
A pesar de la derrota Atila decidió atacar nuevamente las tierras del Oeste, y decidió
marchar a Italia en el año 452. Rávena resultaba prácticamente inexpugnable: por los
pantanos y las marismas que la protegían y porque se abastecía por mar, pero Atila insistió
en atacar, pese a que Aecio había pedido la paz. Avanzó y cercó a Aquilea, la gran ciudad
fortificada, clave para la defensa de toda la Italia nororiental y luego de grandes esfuerzos
la tomó. “No era residencia imperial, pero cuando cayó todo el mundo romano tembló,
conteniendo la respiración”26. Los hunos permanecieron al norte del río Po devastando
varias ciudades y dedicándose a la rapiña. Para concertar la paz Aecio manda una embajada
romana cuyo jefe era ni más ni menos que el papa León I, conocido en la posteridad como
san León Magno. Atila y el papa se encuentran junto al río Mincio y luego de ese encuentro
Atila se retiró de Italia.
Luego Atila vuelve a su corte en la Panonia y al año siguiente muere
sorpresivamente. Veamos lo que dicen las fuentes:
24
Jornandes, op. cit., capítulo XL, pp. 372-376.
25
Bussagli, op. cit., p. 166.
26
Bussagli, op. cit., p. 171.

18
Atila, según refiere el historiador Prisco, casó al tiempo de morir con una
joven muy hermosa, llamada Idlica, después de haber tenido considerable
número de mujeres, según costumbre de su país. El día de las bodas se
entregó a profunda alegría; y después, como abrumado por el vino y por el
sueño, se acostó sobre la espalda; su sangra, demasiado abundante, no
pudo salir por la nariz, como de ordinario, y tomando dirección funesta,
cayó sobre el pecho y le ahogó. De esta manera, aquel rey que se había
distinguido en tantas guerras, encontró vergonzosa muerte en medio de la
embriaguez. Al día siguiente, cuando tocaba ya a su fin, los servidores del
rey, cediendo a grandes zozobras, rompieron las puertas, después de
llamarle a grandes gritos, encontráronle ahogado por la sangre, sin
heridas, y a la joven cabizbaja, llorando bajo su velo. Entonces, según
costumbre de la nación, cortáronle parte de la cabellera y le hicieron en el
rostro profundas incisiones que aumentaron su fealdad. Querían llorar a
aquel gran guerrero, no como mujeres, con gemidos y lágrimas, sino con
sangre, como hombres que eran. (...) Expusieron solemnemente su cuerpo en
medio de los campos, en una tienda de seda, con objeto de que pudiesen
contemplarlo. Los jinetes más distinguidos entre los hunos corrían, como se
hace en los juegos del circo, alrededor del paraje donde estaba colocado, y
referían sus hazañas (...) Después de expresar su desolación de esta manera,
celebraron sobre su tumba un gran festín, una strava, según lo llaman; y,
entregándose sucesivamente a los sentimientos más opuestos, mezclaban la
alegría con el duelo de los funerales. Encerraron el cuerpo de Atila en tres
féretros, el primero de oro, el segundo de plata y el tercero de hierro, dando
a entender con esto que el rey lo había poseído todo; el hierro para
domeñar las naciones; el oro y la plata en señal de los honores con que
había revestido los dos imperios: A estos emblemas añadieron los trofeos de
las armas tomadas al enemigo, collares enriquecidos con diferentes piedras
preciosas, y en fin, los diversos ornamentos con que se adorna los palacios
de los reyes. Y con objeto de preservar tales riquezas de la codicia de los
hombres, mataron a los obreros empleados en los funerales, dándoles tan

19
horrible salario; de manera que en el mismo momento la muerte se cernió
sobre el cadáver sepultado y sobre los que acababan de sepultarlo27.

27
Jornandes, op. cit., capítulo XL, pp. 390-392.

20
III. DESPUÉS DE ATILA

La muerte de su rey dejó a los hunos fulminados e inseguros. Los pueblos sometidos
fueron repartidos entre los hijos de Atila sencillamente mediante sorteo.
Los pueblos antes sometidos a los hunos se rebelan contra los hunos, comenzando
por Ardarico, rey de los gépidos y los vencen en el año 455 en la Panonia. Ese mismo año
el emperador Avito pudo recuperar la Panonia con una sencilla marcha de tropas.
El año 458 los hunos sufren una devastadora derrota frente a los ostrogodos. “Una
parte de los hunos al mando de Ernac, el hijo menor y el predilecto de Atila, logró escapar y
refugiarse, con el permiso del emperador Marciano, en las tierras del imperio hacia la
desembocadura del Danubio”28.
El año 466 Dengizich y Ernac enviaron embajadores a Constantinopla para pedir al
emperador la apertura de un emporio comercial donde los romanos y los hunos pudiesen
comerciar. Pero esto fue rechazado por el emperador. Los hunos atormentados por el
hambre en la estación desfavorable, enviaron una nueva embajada a los romanos, pero
mientras tanto los romanos metieron la cizaña entre godos y hunos lo que provocó una
guerra sin cuartel entre ambos pueblos. Luego “Aspar, comandante de los romanos, avanzó
entonces con sus tropas matando a todos los “bárbaros” que se encontraba”29.
Finalmente en el año 469 “la cabeza de Dintzic, hijo de Atila y rey de los hunos, se
transportó a Constantinopla (...) Ernac sobrevivió oscuramente y los pocos hunos
supervivientes perdieron lentamente su identidad étnica, mezclándose con los búlgaros”.30

28
Bussagli, op. cit., p. 190.
29
Bussagli, op. cit., p. 194.
30
Ibidem.

21
CONCLUSIÓN

Hay que señalar que si bien las fuentes son muy explícitas en señalar el terror que
suscita Atila, tampoco hay que exagerar este hecho. Recordemos que en la época de Atila
(445-453) ya existían los imperios romanos de Oriente y Occidente y sin embargo nunca se
coordinaron para destruir al rey huno, es más, el general romano Aecio, según la
bibliografía leída, les tenía suficiente aprecio como para pensar en integrarlos a su ejército.
En resumen podríamos señalar las principales características encontradas en Atila a
partir de las fuentes:
-tenía una personalidad excepcional.
-goza de un poder absoluto.
-prestigio indiscutido.
-carisma.
-su sola presencia suscita terror.
-pero también era proclive a profundos sentimientos: por ejemplo el episodio de
Honoria y el afecto por su hijo pequeño como lo vimos en la escena que Prisco describe.
-por un lado tenía la típica desconfianza del nómada hacia el sedentario y tenía
conciencia de una supuesta superioridad propia; pero por otro lado sentía una cierta
atracción por el mundo romano (su corte y su pueblo estaban en un proceso de relativa
romanización).
-y lo más impresionante es que eleva a su máximo poderío a una masa de gente
alejadísima de los niveles de cultura germánicos y romanos.
Si generalizamos para ver la influencia que tuvieron los hunos podemos decir que
por un lado retrasan y debilitan el empuje germánico sobre el imperio de Occidente al
desarticular y someter a una serie de pueblos germánicos: “existía una “simbiosis”
hunogermánica en la cual los hunos jugaban el papel de los explotadores y los germanos el
de los explotados”31. Por otro lado también hacen patente la debilidad de la organización
romanas, estamos ya en la crisis final del imperio de Occidente.
Finalmente hay que recalcar que hay que considerar el fenómeno huno en su
especificidad, sin verlo ni como una página de historia romana ni como una página de

31
Bussagli, op. cit., p. 212.

22
historia germánica: es decir es una invasión nómada esteparia crecientemente influida por
la romanidad.

23
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

Fuentes

Ammiano Marcelino Historia del Imperio Romano. Desde el año 350 al 378 de la
era cristiana, tomo I, Madrid, Librería de la viuda de
Hernando y Cía., 1895, 406 pp.

Ammiano Marcelino “Libro XXXI”, en Historia del Imperio Romano. Desde el


año 350 al 378 de la era cristiana, tomo II, Madrid, Librería
de la viuda de Hernando y Cía., 1896, pp. 245-292.

Jornandes “Historia de los godos”, en Ammiano Marcelino, Historia del


Imperio Romano. Desde el año 350 al 378 de la era cristiana,
tomo II, Madrid, Librería de la viuda de Hernando y Cía.,
1896, pp.293-413.

Marín Riveros, José Textos históricos. Del Imperio Romano hasta el siglo VIII,
Santiago, Ril Editores, 2003, 248 pp.

Bibliografía

Bussagli, Mario Atila, Madrid, Alianza Editorial, 1988, 238 pp. (Milán, 1986).

Grousset, René L’ empire des steppes. Attila.Gengis-Khan. Tamerlan, París,


Payot, 1960, 651 pp. (París, 1939).

Kinder, Hermann y Hilgemann, Werner Atlas histórico mundial. De los orígenes a la


Revolución Francesa, Madrid, Ediciones Istmo, 1979, 311 pp.
(Madrid, 1970).

24
Secco Ellauri, Oscar “Roma”, en La Antigüedad y la Edad Media, Buenos Aires,
Kapelusz, 1993, pp. 172-293.

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