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Esa misma promesa, en la forma de los dones de Espíritu Santo, está destinada a
cada uno de nosotros hoy. Los Apóstoles recibieron el don de poder hablar en
otras lenguas, acompañado de la señal visible de una flama sobre ellos. Sus
palabras, como las de profeta Elías “abrasaba como antorcha” (Eclo 48,1) y
llevaron a muchos a la fe.
Este itinerario realza que cada una de nuestras vidas transmite una palabra de
Dios al mundo. “Cada santo es un mensaje que el Espíritu Santo toma de la
riqueza de Jesucristo y regala a su pueblo” (GE, 21), enseña el Santo Padre.
Durante su vida en la tierra, el corazón de Jesús se llenó del Espíritu Santo, quien
lo movió y lo inspiró. Después de su Ascensión a los cielos, derramó el mismo
Espíritu sobre nosotros. El espíritu hace en nosotros lo que hizo en Jesucristo. Si
le permitimos, el Espíritu Santo manifestará las virtudes de Cristo en nuestros
corazones y nos convertiremos en imágenes vivientes de Cristo.
Aunque esto pueda parecer imposible, el Papa Francisco nos aconseja enfocarnos
en la vida de cada santo en su conjunto, “no conviene entretenerse en los detalles,
porque allí también puede haber errores y caídas” (GE, 22). Este es un punto
importante para nuestra cuidadosamente diseñada era de redes sociales que
promueve fachadas de perfección. La fuerza del Evangelio es la verdad de que
Jesús nos ama y nos redime a pesar de conocer nuestros pecados. Uno puede
ver esto en la vida de los santos en su camino a seguir a Jesús.
Nuestro mundo perdido y confundido necesita la palabra que Dios desea transmitir
a través de cada una de nuestras vidas. Abran sus corazones al Espíritu Santo y
recen para alcanzar un corazón receptivo y dócil, escuchen al Señor hablar a su
corazón, “…para Dios todo es posible” (Mateo 19.26). Me uno al Papa Francisco
en oración, Ojalá puedas reconocer cuál es esa palabra, ese mensaje de Jesús
que Dios quiere decir al mundo con tu vida. Déjate transformar, déjate renovar por
el Espíritu…” (GE, 24).