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El Espiritu Santo

Los apóstoles, encogidos de miedo, encerrados en el Cenáculo, esperaban hasta


que la amenaza a sus vidas se hubiera calmado. Mientras se escondían, Jesús se
les apareció, les dio paz y les explicó las Escrituras. Todos hemos tenido
momentos en que nos hemos sentido abrumados y, así como con los Apóstoles,
Jesús desea entrar en estos periodos de miedo y dificultad, fortalecernos y darnos
una misión.

El domingo pasado recibimos la efusión del Espíritu Santo sobre la Iglesia


mientras celebramos la Solemnidad de Pentecostés, recordando su acción a
través de la historia. Cuando creó el mundo, Dios Padre sopló su Espíritu sobre
las aguas de la tierra y creó la vida. Luego, después de ascender al cielo, nos
envió su Espíritu Santo en una forma nueva y poderosa en Pentecostés, dando a
la Iglesia “poder desde lo alto” (Lucas 24, 49).

Esa misma promesa, en la forma de los dones de Espíritu Santo, está destinada a
cada uno de nosotros hoy. Los Apóstoles recibieron el don de poder hablar en
otras lenguas, acompañado de la señal visible de una flama sobre ellos. Sus
palabras, como las de profeta Elías “abrasaba como antorcha” (Eclo 48,1) y
llevaron a muchos a la fe.

La solemnidad de Pentecostés y el envío de los Apóstoles está estrechamente


ligado a el tema del que escribe el Papa Francisco en su reciente exhortación
apostólica, Gaudete et Exsultate (Regocijaos y alegraos), el tema de “Tu misión en
Cristo”.

En Gaudete et Exsultate, el Papa Francisco dedica la sección “Tu misión en


Cristo” a examinar cómo cada persona, al igual que San Pedro, tiene un objetivo
en esta vida: ser santos. “La misión”, explica el Papa, “tiene su sentido pleno en
Cristo y solo se entiende desde Él. En el fondo, la santidad es vivir en unión con Él
los misterios de su vida” (GE, 20).

Después de que los Apóstoles recibieron al Espíritu Santo y glorificaron a Dios en


muchas lenguas, Pedro se levantó proclamando valientemente lo que Dios estaba
haciendo y llamó a las miles de personas reunidas a arrepentirse y a ser
bautizadas. Al hacerlo, Pedro estaba cumpliendo la misión única que Dios le había
dado. Como sabemos por las Escrituras, Pedro continúo su camino único a la
santidad como el primer Papa, finalmente dando su vida por la fe.

Tu camino a la santidad tendrá diferentes características, así como cada santo es


único en su relación con el Señor. Puede ir desde cosas pequeñas como consolar
a un niño enfermo, compartir con otros la alegría del Evangelio, o acompañar a
alguien que está muriendo. Pero puedes estar seguro de que, sin importar el
camino, experimentaras la muerte y la resurrección de Cristo en una manera única
y personal. Seguir los pasos del Señor significa permitirle a tu corazón ser más
como el de Él. Tú experimentaras “distintos aspectos de la vida terrena de Jesús:
su vida oculta, su vida comunitaria, su cercanía a los últimos, su pobreza y otras
manifestaciones de su entrega por amor”.

Este itinerario realza que cada una de nuestras vidas transmite una palabra de
Dios al mundo. “Cada santo es un mensaje que el Espíritu Santo toma de la
riqueza de Jesucristo y regala a su pueblo” (GE, 21), enseña el Santo Padre.
Durante su vida en la tierra, el corazón de Jesús se llenó del Espíritu Santo, quien
lo movió y lo inspiró. Después de su Ascensión a los cielos, derramó el mismo
Espíritu sobre nosotros. El espíritu hace en nosotros lo que hizo en Jesucristo. Si
le permitimos, el Espíritu Santo manifestará las virtudes de Cristo en nuestros
corazones y nos convertiremos en imágenes vivientes de Cristo.

Aunque esto pueda parecer imposible, el Papa Francisco nos aconseja enfocarnos
en la vida de cada santo en su conjunto, “no conviene entretenerse en los detalles,
porque allí también puede haber errores y caídas” (GE, 22). Este es un punto
importante para nuestra cuidadosamente diseñada era de redes sociales que
promueve fachadas de perfección. La fuerza del Evangelio es la verdad de que
Jesús nos ama y nos redime a pesar de conocer nuestros pecados. Uno puede
ver esto en la vida de los santos en su camino a seguir a Jesús.

Nuestro mundo perdido y confundido necesita la palabra que Dios desea transmitir
a través de cada una de nuestras vidas. Abran sus corazones al Espíritu Santo y
recen para alcanzar un corazón receptivo y dócil, escuchen al Señor hablar a su
corazón, “…para Dios todo es posible” (Mateo 19.26). Me uno al Papa Francisco
en oración, Ojalá puedas reconocer cuál es esa palabra, ese mensaje de Jesús
que Dios quiere decir al mundo con tu vida. Déjate transformar, déjate renovar por
el Espíritu…” (GE, 24).

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