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La Organización Biológica y los orígenes del Flujo de Significado.

Diego Cosmelli y Juan R. Vidal

23 de Mayo de 2011

Introducción.

El Problema.

El objetivo de este ensayo es explorar cómo al tomar en consideración la naturaleza de la


organización biológica, se puede informar sobre las condiciones de posibilidad para un flujo de
experiencia. Comenzamos planteando algunas definiciones básicas respecto a lo que
entenderemos por flujo de experiencia y un sistema vivo. De lo extraído de la obra de Hans Jonas,
podemos exponer ciertas limitaciones que observamos en una de las teorías mejor establecidas de
la organización biológica. Sostenemos que cuando dichas limitaciones son consideradas, una mejor
comprensión de las bases estructurales del flujo de experiencia puede emerger.

Pretendemos llegar a la raíz del origen del flujo de experiencia en la organización biológica,
puesto que sostenemos que varias de sus características estructurales surgen de las propiedades
particulares de dicha organización. En el sentido de que esperamos especificar, en lo que sigue a
continuación, nuestro supuesto de que en los diferentes niveles de complejidad biológica
existentes, la experiencia organísmica es constitutivamente un flujo (devenir) debido a la
naturaleza dinámica/temporal de la organización biológica.

Es importante establecer desde un comienzo, lo que entenderemos por flujo de


experiencia para efectos de este ensayo. Creemos que puede ser al menos entendidos en dos
niveles: Primero, en un sentido bastante intuitivo e ingenuo; como la más común e inmediata
relación de uno con uno mismo en el mundo, tal cómo va emergiendo a lo largo del día, de formas
cambiantes pero más o menos reconocibles. Sin embargo, aun cuando esta resumida descripción
establece un referente fenomenológico, no provee una definición para trabajar que abarque lo
suficiente, si queremos ser capaces de distinguir un sistema más general (mínimo), cuya relación
consigo mismo y el mundo, pueda decirse que es significativa y al mismo tiempo, dinámicamente
cambiante. En segundo lugar, a un nivel más general, por lo tanto, vamos a entender el flujo de
experiencia simplemente como una interacción orientada auto-relevante del self, y el mundo, que
cambia en el tiempo. En este sentido, como argumentaremos más adelante, incluso los organismos
más simples, por lo tanto, se pueden dotar a sí mismos con un flujo de experiencia.

La pregunta sobre la utilidad de un enfoque como éste permanece abierta, por supuesto.
No obstante, creemos que mediante la exploración del caso más limitado del simple sistema
biológico, seremos capaces de extraer, no sólo lo que se necesita para que algo como el flujo de
experiencia sea posible, sino también obtener algunos aspectos centrales que pudiesen aplicarse a
formas más complejas de vida, tales como los seres humanos.

Finalmente, no trataremos en absoluto con la cuestión acerca de cómo la vida llegó a


surgir como tal. Suponemos la existencia de los seres vivos, desarrollados a partir de una
caracterización posible, específicamente, el enfoque de la autopoiesis/autonomía de Maturana y
1
Traducción libre de Pilar Cuevas.
Varela (1973, 1980). A la base de ésta caracterización se encuentra lo que hemos llegado a conocer
como nuestro “big bang”, un punto sobre el cual no se puede hablar: el fenómeno de la auto-
organización. Que la vida sea auto-organizada (no construida a partir de instrucción o construcción
de seres no vivos) sigue siendo un compromiso de la biología contemporánea, que respaldamos,
aunque reconocemos no aún no se ha encontrado ninguna explicación satisfactoria de por qué
esto es así.

El enfoque autopoietico a lo que es la vida.

Los intentos por definir lo que es un sistema vivo, se remontan hacia los tiempos pre-
socráticos (Bedau & Cleland 2010), e incluso en la actualidad existe controversia en cuánto a si
algún intento individual ha sido exitoso en ello (McKay, 2004; Tsokolov, 2009). Como basamos el
concepto del flujo de experiencia en las propiedades de organización de los sistemas biológicos,
debemos escoger alguna descripción. Por lo tanto, comenzaremos a partir del enfoque
autopoiético que ha sido desarrollado por Humberto Maturana y Francisco Varela, como una
descripción mínima de este tipo específico de organizaciones (Maturana & Varela, 1973; Uribe et
al., 1974). Creemos que capta de un modo simple la lógica básica de lo vivo, mientras que, al
mismo tiempo, conlleva consecuencias para lo que entendemos por cognición. En palabras de
Maturana y Varela (1980):

“Un sistema autopoietico está organizado (definido como unidad) como una red de
procesos de producción (transformación y destrucción) de componentes que producen los
componentes que:

 a través de sus interacciones y transformaciones continuamente regeneran y realizan la


red de procesos (relaciones) que los produjeron, y

 lo constituyen (la máquina) como una unidad concreta en el espacio en el cual existen
especificando el dominio topológico de su realización como esa red”.

A partir de esta definición básica, Maturana y Varela (1973, 1983) proponen que la
cognición surge como consecuencia de las especificaciones propias del organismo de su dominio
posible de interacciones:

“El dominio de interacciones de una unidad autopoietica es el dominio de todas las


deformaciones posibles que puede sostener sin perder su autopoiesis […], es decir, hay
interacciones (deformaciones) que no pueden ser sufridas sin perder su identidad.
Además, el modo en que un sistema autopoiético compensa tales deformaciones, puede
ser considerado por un observador como una descripción del agente deformante que él
observa actuando en el sistema; y la deformación sufrida por el sistema la puede
considerar como una representación del agente deformante […]. Hay agentes deformantes
que el observador puede ver, pero que el sistema autopoiético deformado no puede
describir porque no puede compensarlos […].El dominio de todas las interacciones en las
que un sistema autopoiético puede participar sin perder su identidad, a saber, el dominio
de cambios que puede sufrir mientras compensa perturbaciones, es su dominio cognitivo”.

En pocas palabras, los sistemas autopoiéticos son sistemas que mantienen su organización
constante a través de los procedimientos especificados en (1) y (2), más arriba. Como consecuencia
de ello, establecen un dominio de interacciones que, por el imperativo de mantener la
organización, es imperativo en relación al estado del mundo, es decir, cognitivo. Siguiendo a Varela,
no existe un significado intrínseco en una gradiente de ácido sulfúrico. Únicamente cuando una
bacteria es puesta en la gradiente el significado surge para la bacteria: por el modo en que esta
organizada internamente, algún tipo de bacteria nadará a favor de la gradiente, mientras que
otras, lo harán hacia arriba.

A pesar del interés en este enfoque, ya que provee un marco para entender la cognición
-en el sentido mínimo de una distinción- como una propiedad de una determinada clase de
sistemas (sistemas autopoiéticos), la tensión en el mantenimiento de la organización no se da sin
costo. Específicamente, se resta importancia a la temporalidad de los procesos que subyacen a
dicho mantenimiento, reduciéndolos a una “red de procesos de producción (transformación y
destrucción)” y asumiendo que esto ocurre de un modo dinámico. Por otro lado, dado las raíces
cibernéticas de este enfoque seguido por los autores, la relación con la materialidad sigue siendo
complementaria, aún prescindible, cuando se trata de definir la clase de sistemas a la cual
pertenecen los sistemas vivos (Maturana & Varela 1972). La distinción entre la “estructura (o
teoría)” del sistema (Ibid., p. 378) y su composición es clave para proporcionar una definición no
contingente que permita reconocer cualquier caso de ser vivo como tal. Sin embargo, al hacerlo es
fácil perder de vista lo propio de la vida tal como la conocemos, en este ámbito particular.

En efecto, mientras que la riqueza de esta definición se encuentra en el principio


organizacional sistémico general (no basado en los componentes, como por ejemplo, la primacía
del ADN en la existencia de los organismos), que se propone para distinguir lo vivo de lo no vivo y
que se puede aplicar, a nuestro conocimiento actual, a todos los organismos existentes, no da
cuenta de un elemento fundamental de su existencia, a saber, el comportamiento auto-orientado
temporalmente que exhiben, y que en definitiva es la causa de las interacciones y cambios
específicos que el propio sistema experimenta.

El giro existencial: Hans Jonas

Los sistemas vivos, son más que únicamente una distinción básica respecto del mundo y
ellos mismos. Al ser formas auto-afirmadas que están sujetas a las leyes de la termodinámica,
acarrean consigo la posibilidad de dejar de ser en cualquier momento dado.

La obra de Hans Jonas, entre otras cosas, se basa en ese status aparentemente
contradictorio de la vida siendo mortal, para enfatizar la íntima relación de la vida y la muerte y
cómo dicha polaridad es a la vez, ineludible y creativa:
El ser en si mismo asume primariamente un sentido empático: intrínsecamente cualificado
por la amenaza de su negativo, se debe afirmar a sí mismo, y la existencia afirmada es la
existencia como inquietud (preocupación). Entonces, constitutivamente para la vida está la
posibilidad de no ser, que su propio ser es un cierre sobre este abismo, un zócalo de su
borde: de este modo, ser en sí mismo se ha convertido en una constante posibilidad más
que un estado determinado, una y otra vez tendiendo a ser sostenido en oposición a su
omnipresente contrario, no ser, que inevitablemente lo sepultará al final (Jonas, 1966
(2001), p.4).

Que la vida sea mortal es tal vez su contradicción básica, pero pertenece a su naturaleza y
no puede separarse de ella ni siquiera en el pensamiento: la vida lleva a la muerte en sí
misma, no a pesar de, sino a causa de que, esta siendo vida, siendo de naturaleza tan
irrevocable e insegura, la relación entre forma y materia sobre las cuales descansa. Su
realidad, paradojal y un constante desafío para la naturaleza mecánica, es de fondo una
continua crisis cuya resolución momentánea nunca es segura y sólo da lugar a una nueva
crisis (Jonas, 1966 (2001), p. 5).

Debido a la naturaleza disipativa del universo que habitamos, los organismos vivos no
pueden descansar en su esfuerzo para la nueva materia si su identidad debe ser mantenida de
alguna manera separada de la de su sustrato físico (es decir, si quieren seguir con vida). Dos
consecuencias primordiales se pueden extraer de este acto fundacional: primero, la relación de los
organismos vivos con el mundo es de una “libertad necesitada” (Ibid., p.80), siempre en búsqueda
de aquello que le permite ser algo diferente de sus bloques de construcción; segundo, porque en
cualquier instante dado, su organización no es un conjunto abstracto de relaciones, sino un caso
real y concreto de piezas materiales que trabajan en conjunto, que como materia pasa a través del
organismo, por lo que la organización nunca se alcanza realmente y permanece como “posibilidad
constante”. En un sentido bien concreto, un sistema vivo es siempre sólo un organizándose y nunca
una organización como tal.

Al reconsiderar, a la luz de la obra de Jonas, el enfoque autopoietico/autonomía, se puede


decir que éste carece de dos aspectos claves que suponemos son necesarios para comprender por
qué la organización biológica proporciona las bases para un flujo de experiencia orientado
temporalmente. En primer lugar, a no ser que la organización biológica sea entendida siempre bajo
la amenaza de la desintegración (es decir, la muerte) cualquier naturaleza cognitiva que le
atribuyamos, seguirá siendo una distinción abstracta y carece de valor existencial (“preocupación”
en palabras de Jonas). Como discutiremos más abajo, es precisamente al apropiarse de la
desintegración como parte de su lógica interna que los sistemas vivos establecen no sólo su
preocupación sino su preocupación selectiva; en segundo lugar, si la organización no es entendida
como organizándose, lo que depende de la disponibilidad de la materia, una visión un tanto
fotográfica sobreviene, que es incapaz de dar cuenta de la direccionalidad temporal de la
experiencia.
Los Sistemas Biológicos como Organizaciones Inconclusas

La materia y densidad del tiempo

Al hacer hincapié en que los sistemas vivos se organizan como una red de procesos de
transformación y destrucción que se cierran sobre sí mismos, estableciendo dominios topológicos
específicos, el enfoque autopoietico/autonomía ofrece una definición sistémica, no basada en los
componentes, de la vida que es potencialmente aplicable a los casos que no hemos encontrado
todavía. Sin embargo, por la forma en que se formula y la importancia que le da al mantenimiento
de la organización de la unidad, relega la naturaleza concreta de las reacciones que constituyen la
llamada red de procesos, al fondo.

Al hacerlo, dos aspectos que están relacionados son descuidados y requieren ser
reconsiderados: por un lado, la red de procesos que constituyen el sistema ocurre en un medio
físico de materia concreta, en donde las cosas ocupan espacio y toman tiempo en ocurrir. La
materia no es simplemente un medio neutral para sostener las relaciones. A nivel molecular (que
es donde existen los sistemas vivos), la materia ocupa espacio y se mueve a una velocidad finita.
Es inercial y requiere energía para ser desplazada.

Como claramente lo dice Jonas, la vida está siempre en tensión con la materia, una
“peligrosa independencia de la misma materia que le es indispensable para ser” ( Op. Cit., p.5). La
materia no se vuelve simplemente parte del sistema vivo mediante un proceso instantáneo.
Necesita energía para comer y digerir nutrientes, para prolongar un pseudópodo y engullir una
bacteria, o simplemente para avanzar por un canal de membrana. Y toma tiempo para que una
molécula de glucosa se una a un transportador, aunque sea en el intervalo de fracciones de un
milisegundo.

Por otro lado, incluso el sistema vivo más simple que conocemos, depende de la integridad
de las reacciones metabólicas, cuya cinética abarca varios niveles de magnitud. Desde la difusión
de iones a través de canales dependientes de voltaje hasta la reposición de un solo nucleótido de
una hebra del ADN, este hecho hace que la noción de organización, como algo que pueda definirse
de modo inequívoco, sea insostenible. Múltiples constantes implican la coexistencia de múltiples
escalas de tiempo en la renovación de los componentes del sistema, que por lo tanto, generan una
persistente incompletud en la presunta organización. Se puede argumentar que la organización ha
de entenderse dinámicamente-como proceso- y por lo tanto no existe necesidad de señalarla o
congelarla para poder distinguirla. Pero, esta es una abstracción que funciona bien desde nuestra
posición descriptiva, sin embargo, no se cumple para el sistema real que está vivo. Tal sistema debe
tener molécula M que esta pasando por el transportador T, mientras la enzima E1 está siendo
sintetizada y la enzima E2 está catalizando la reacción R para existir. Cuando uno considera la
diversidad de dinámicas que subyacen en un determinado sistema vivo, una descripción más
precisa sería decir que es trata de un organizándose.
Consideradas en conjunto, la textura espacio-temporal de la materia y la complejidad de
las redes metabólicas necesarias para sostener un sistema vivo, se resalta la importancia de situar
a la organización abstracta en el medio concreto donde ocurre. Más importante aún, hace traer a
la mano una propiedad que exhiben los sistemas vivos como consecuencia, tanto de la manera en
que se organizan a sí mismos y de los componentes que utilizan para hacerlo, que proponemos es
crucial para entender la naturaleza del flujo de experiencia: una densa asimetría temporal. Desde
esta perspectiva, “ahora” para un ser vivo sólo pude ser extendido y dirigido en el tiempo.

La Muerte desde dentro: asimetría metabólica y los orígenes de la preocupación selectiva.

Como los biólogos saben ya, a partir del trabajo de Claude Bernard (1865) y tal como el
enfoque cibernético reconoció desde el principio (Rosenblueth, Wiener & Bigelow, 1943), el
feedback (retroalimentación) negativo es omnipresente y crucial en los sistemas vivos. Una
propiedad diferente, pero relacionada del metabolismo, es el equilibrio dinámico entre los
procesos anabólicos y catabólicos. Mientras que el primero tiene que ver con la síntesis de
moléculas complejas a partir de algunas más simples, los segundos se ocupan de la ruptura
(desintegración) de moléculas complejas. Proponemos que tener en cuenta estos dos aspectos de
la bioquímica de los seres vivos -feedback negativo y el equilibrio anabolismo/catabolismo- es
necesario para comprender las condiciones de posibilidad del flujo de experiencia.

El feedback negativo es esencialmente un modo de mantener el dominio interno de un


sistema vivo, dentro de un rango de valores posibles. De hecho, la mayoría, si es que no todas las
vías metabólicas en un ser vivo están sujetas a una estricta regulación por parte de los productos
finales correspondientes, para que, en cualquier producto de una determinada reacción, o
conjunto de reacciones, su acumulación conlleve la demora de su propia producción. A la inversa,
la falta de un producto determinado, acelerará las reacciones que aumentan su disponibilidad. Es
importante destacar que la regulación de la dinámica de cierta vía, no depende del inicio de la vía,
sino más bien en el final de la misma. El mecanismo de feedback, aparentemente trivial, conlleva
importantes consecuencias visto a la luz de la relación entre procesos anabólicos y catabólicos.

En la definición autopoiética/autonomía estándar, el sistema es definido como una “red de


procesos de producción (transformación y destrucción)”; ésto, sumado a las condiciones (1) y (2)
mencionadas anteriormente, pone de manifiesto que de alguna manera los procesos anabólicos
(de síntesis) y catabólicos (ruptura) se encuentran en una especie de equilibrio organizacional el
uno al otro. Este bien podría ser el caso cuando se trata de la mantención inmediata de la
organización, pero obscurece la contribución diferencial que estos procesos tienen en un aspecto
fundamental que los sistemas vivos exhiben: la selectividad. El feedback negativo de los productos
de los procesos anabólicos, sólo demorará el consumo de simples moléculas, pero el feedback
negativo del sustrato de procesos catabólicos tiene un resultado mucho más radical: define lo que
se necesita, en concreto, para que el sistema continúe trabajando. En otras palabras, esos
componentes que son destruidos en la estrechez selectiva del sistema, plantean de hecho, qué
parte del mundo (es decir, de lo que no es todavía parte del sistema) es más importante 1 . Más
importante aún, dado que esta selectividad está relacionada con los procesos catabólicos que son
los responsables de la descomposición (y de la producción de energía para los procesos
anabólicos), la no satisfacción de la falta significa el riesgo de la auto-destrucción (como cuando
uno deja de comer y muere de inanición). En un sentido muy concreto, el feedback negativo de los
procesos catabólicos, establece una selectividad existencialmente relevante para un sistema vivo
porque encarna la amenaza de la muerte desde el interior.

De vuelta al Flujo: dos dimensiones definitorias

La consecuencia del argumento anterior es que los sistemas vivos, como consecuencia de
la organización sobre la base de la materia, hacen necesarias dos propiedades claves: en primer
lugar, sólo pueden existir como sistemas espacio-temporales no compresibles, trayendo a la mano
una densa asimetría temporal. Esto significa que están dirigidos en el tiempo, pero es un tiempo
con esfuerzo, resistente a atravesar. Interesantemente, y de algún modo paradojalmente, dada su
naturaleza auto-organizada, este pasaje es también espontaneo. En segundo lugar, al incorporar el
proceso catabolizador auto-destructivo como clave en la regulación metabólica, los sistemas vivos
son de hecho selectivos en relación al mundo en el sentido de ser significativo tanto para su propia
persistencia, y definido por el propio sistema (en contraste a lo instruido por el mundo). El modo
de relación simultanea que los sistemas vivos establecen con ellos mismos y sus mundos, es al
mismo tiempo temporalmente asimétrico (tanto resistente como espontáneo) y existencialmente
auto-relevante.

________

 El caso puede hacer que las gradientes internas de selectividad auto-relevante también existan. Esto
es consistente con la jerarquización metabólica, a través de la cual algunas vías se pueden apagar a
expensas de otras, para preservar la integridad del sistema si es necesario.

Discusión

Algunas preguntas a considerar:

 ¿No es esto una encubierta explicación basada en el propósito (intención)? ¿Sería eso
malo?

 ¿Puede la motivación ser reconsiderada como un mecanismo? ¿Tiene sentido hacerlo?


¿Tiene algo, como la emoción, un lugar en esta explicación?
 ¿Podemos extraer consecuencias sobre cómo entendemos la cognición (c.f. el paper de
Sebastián)?

 ¿Qué conclusiones podemos sacar si reconsideramos esto a la luz de la existencia de un


sistema nervioso más complejo, en organismos multicelulares?

 La objeción cibernética: Mantener la organización cerrada no es mantener el sistema


estático! las relaciones se fijan mientras los componentes cambian! se debe conceder que
si se puede hablar de una identidad, entonces existe un cierto nivel en que la organización
se mantiene. Más aún, si este no fuese el caso ¿cómo se podría apuntar a un sistema vivo?

 Auto-organización

 Sus objeciones aquí…

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