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Buenos días a todos. Tengo en mi biblioteca personal un facsímil de las actas del IX
María de la Rábida, en Huelva. Sirvió aquel Congreso para celebrar el IV Centenario del
Descubrimiento de América. Nunca imaginé cuando adquirí ese libro —casi dos décadas
atrás— que en algún momento —como el de hoy— formaría parte de esa larga nómina
de estudiosos del mundo americano que cada dos o tres años se reúnen en los lugares más
diversos desde 1875. En esta ocasión, nuestra presencia aquí sirve para conmemorar los
vida universitaria en el Nuevo Mundo durante tantos siglos, así como de su cultura
Me alegra compartir mesa de trabajo y reflexión con todos ustedes, y más me alegra
haberme reencontrado con algunos amigos que no veía desde hacía más de quince años.
Que esto sea así, se lo debo a la invitación de Jaime Lacueva, al que le estoy muy
agradecido por esto y por su amistad. ¡Qué a gusto estaríamos en el mundo si todos
encuentro de ayer me quedó claro que Jaime no es un ejemplar único: así que hay
esperanza.
El asunto que les traigo esta mañana estaba divido en dos partes: una de carácter
expositivo, aunque no sé si neutral, acerca de las sencillas redes que genera y sobre las que
se sustenta el negocio naviero en la carrera de Indias —frente a las más complejas de los
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mercaderes; y otra parte más teórica —o crítica— en la que les planteo algunas dudas y
preguntas sobre el ímpetu adquirido por los estudios de redes, hasta el punto de
analizas redes o no eres nada: en definitiva, si no será que el bosque —la maraña, el
grafo— no nos deja ver los árboles. Como disponemos de poco tiempo, pienso que será
de mayor utilidad para la discusión que me centre precisamente en esta segunda parte, la
prólogo de Antonio García-Baquero a las obras de Albert Girard. Su notable trabajo sobre
«masacrado de forma abominable» por Lucien Febvre, mediante una reseña en sus Annales
en 1933. Descubrí —quizá algo tarde— que la revolución historiográfica francesa contra
imperial: o coincidías con su forma de pensar la historia —por emplear una expresión muy
entiende. Philip Dosse no tiene reparos en decirlo: «La conjunción de una firme estrategia
adversarios».
el XXI. No solo existe una Historia para el público amplio, de venta en quioscos y librerías
generalistas, con sus bestsellers, apegada al relato broncíneo y con predilección por algunos
asuntos (II Guerra Mundial, Nazismo, Holocausto judío, pirámides de Egipto, las legiones
de Roma, el fin de los mayas, los piratas del Caribe y —en el caso de España— II
República y Guerra Civil), sino una historia académica para historiadores, economistas,
juristas, médicos, sociólogos, filósofos… para chamanes de todas las tribus y bandas,
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cazadores y recolectores. Una retahíla de escuelas, metodologías, paradigmas,
perspectivas, enfoques, visiones que a veces se suceden en el tiempo, que pueden ser causa
o consecuencia uno del otro, que cohabitan en íntima amistad, compiten a capa y espada
estuvieron las disputas entre la historia serial, cuantitativa, la New Economic History —con
Neo-Institucional; la marxista de todas las especies; los Annales y sus cuatro generaciones
por supuesto, el Estado es poder. Todo es historiable: no solo la música, las artes plásticas,
movimientos sociales…, también se hizo una historia del cuerpo, de lo bello y de lo feo,
emociones, las lágrimas y la alegría, del odio y del amor, de los colores (azul, rojo, negro,
para todo: para los conceptos de Koselleck y para los contextos de Skinner o Pocock.
Con el siglo XXI llegaron internet, la globalización y la amenaza del cambio climático.
total o global braudelianas y los dos primeros Annales. Surgen con ímpetu la cross-cultural,
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la trans-cultural y la connected history, que no logro diferenciar plenamente, aunque en algo se
distinguirán. Cuando los departamentos universitarios están más cerrados que nunca a la
sociedad, toma impulso la public histoy. A mitad de camino entre la informática, la geografía
historia atlántica, hecho nada extraño si pensamos que tampoco cree que el Mediterráneo
de Braudel sea historia mediterránea. Por otro sendero camina la historia ambiental, que
explica las sociedades humanas en función de los factores climáticos: el Óptimo medieval
y la Pequeña Edad de Hielo, los años sin veranos y los veranos sin monzones, el Niño, la
Niña y la Zona de Convergencia Intertropical. Estas recientes visiones del pasado integran
el llamado giro espacial: por una parte, el espacio en sentido ecológico, medioambiental; por
otra, el espacio en sentido topológico, posicional. Una sub-variante de este giro es el giro
Cada una de estas visiones de la historia tuvo sus pioneros, aprendices, maestros, vacas
Historia es maestra de la vida, ¿no podremos pensar que al Análisis de Redes Sociales le
ocurrirá algo parecido? Por mucho que a Rugiero Romano le enfadase que algunos
de los últimos cien años, creo —por una cuestión de cordura— que debemos acogernos
a la Ley Benetton que Mauricio Tenorio Trillo recoge —con toda la sorna posible— entre
grupos. Por una parte, aquellos que emplean el concepto de red como una metáfora, es
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decir, no entran en la realización de modelos reticulares, operaciones algorítmicas, ni
politikón, un animal político, social, que nace, vive y muere en relación con otros humanos.
En buena lógica, o a base de ver papeles viejos en los archivos, estos historiadores de la
tiempo— que se construye mediante las relaciones con otros: familiares, amigos, vecinos,
paisanos, connacionales, etc. Que toda biografía es prosografía, y que estos vínculos
lo afectivo, con lo político, con la religiosidad, sin que por ello el individuo pierda sentido,
sino todo lo contrario: se fortalezca. Esta concepción suave —débil a lo Vattimo— de las
redes mercantiles tiene una tradición larga y fecunda entre los estudios americanistas. Ahí
están Antonio Ibarra, Guillermina Pavón, Margarita Suárez, Enriqueta Vila, Guillermo
Lohmann, Enrique Otte, Ruth Pike, John Everaert, Daviken Studnicki-Gizbert, Maria da
Graça Mateus Ventura, Ignacio Chuecas, Carlos Álvarez Nogal, Manuel Bustos
Rodríguez, Julián Bautista Ruiz Rivera, María del Pilar López Martínez-Cano, Luisa Shell
El otro grupo es todavía minoritario, aunque puja con fuerza gracias a la opinión
con altos índices de impacto e invitaciones a congresos internacionales. Suele ser gente
joven, en edad de medro, a veces con estudios formales de Economía, que no les hace
asco a apuntarse a lo último que suena con tal de beneficiarse de una renta. Educados en
la cultura del reciclaje, lo mismo les da ocho que ochenta, siempre que resulte ganancioso.
Un paradigma no es para siempre, y por eso hay que arrimarse cuando más calienta. El
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compromiso con el objeto de estudio —por ejemplo, con la carrera de Indias— es agua
ajeno, bien mostrenco; el suyo, bien remunerado. De una manera o de otra, se adscriben
Social, no es de tan fácil acceso a los historiadores como podría parecer de antemano:
exige —entre otras habilidades— conocer el álgebra de matrices y las operaciones con
grafos, que como bien saben están en la esencia de nuestra trayectoria formativa. A su
vez, la obtención de datos relacionales es una tarea ardua donde las haya. O sea, nos
enfrentamos a unos postulados teóricos que no rinden frutos inmediato… salvo que se
«himno al acontecimiento», que decía Morineau. Aun así, el historiador debe empaparse
de todo y nada humano le será ajeno. La lectura, por ejemplo, de la introducción a las
redes sociales de José Luis Molina, o la más general de Caldarelli y Catanzaro; o el manual
comprensivo de Charles Kadushin, o los artículos recopilados por Félix Requena Santos
sobre los orígenes, teorías y aplicaciones del Análisis de Redes Sociales, nos
proporcionarán un bagaje conceptual que nos ayuda a comprender mejor aquello que
ventanas a una lúcida intuición del pasado; lo que consideramos de El Capital de Marx, la
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Sociología de Simmel, los Principios de Economía de Marshall, la Economía y sociedad de Weber,
el Don de Marcel Mauss… fuentes de inspiración que agucen nuestro espíritu de la fineza.
Si vamos más allá nos encontraremos con esto. Uno de los conceptos del Análisis de
Redes Sociales más útiles para el historiador es el de «lazo débil». Nos aclara muchas cosas
en una red mercantil; servirá para que pongamos atención en determinados personajes
enfrentarnos a estas palabras de Mark Granovetter: «Aunque las pautas son diferentes en
las dos ciudades, Breiger y Pattison pusieron de manifiesto que compartían determinados
rasgos estructurales, lo que lleva a pensar en la importancia de los lazos débiles. Dicho
de los semigrupos del modelo de bloques generan una estructura común que satisface
El Análisis de Redes Sociales tiene muy claro que es una parte poderosa de la Sociología,
que como ciencia social nomotética busca leyes del comportamiento humano en términos
sociales, es decir, relacionales; tiene afán predictivo y, en cualquier caso, sus preguntas
discuten el concepto de historia-problema, también es cierto que las preguntas que intentan
ninguna ciencia social retrospectiva. Espero que este ejemplo sea dilucidador.
Un estudio de 2004 establecía que aquellos adolescentes cuyos amigos no eran amigos
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perverso de los agujeros estructurales en una red egocéntrica. Sea o no cierta la inferencia, se
del espacio económico de Chile en el siglo XVIII? ¿Que un mercader cuyos agentes
nos vayamos por el camino de la tragedia: ¿que un mercader sevillano cuyos agentes
bancarrota? Esta podría ser una buena pregunta, aunque más que difícil de demostrar.
El entusiasmo por las redes, es decir, por las relaciones, puede llevar a convencernos de
que todo está relacionado con todo. La idea es sugerente y evocadora en términos
historiográficos. A poco que esté bien escrito, casi cualquier trabajo acerca de estas
relativo a la Súblime Puerta— tendrá mucho más éxito académico —y editorial— que un
artículo sobre la tasación de esclavos de 1556. Pero esta idea de que todo está relacionado
con todo —la red de ideas, la red de distribución de libros, la red de viajeros y así ad
contrario: que nada está relacionado con nada, circunstancia que, sin embargo,
siempre a la idea platónica de symploké, escudriñar realmente qué está relacionado con qué,
Uno de los principales obstáculos de la aplicación del Análisis de Redes Sociales a los
estudios históricos está en las fuentes y su tratamiento. Las ciencias sociales lo tienen más
técnicas como la RSW (pequeño mundo al revés), la de Poole y Kochen —que se sirve
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del directorio telefónico local—, o la de «bola de nieve», tan útil para detectar población
con hábitos ocultos, tal sea el consumo de drogas o las relaciones sexuales prohibidas.
Pero los historiadores debemos conformarnos solamente con los registros documentales,
rara vez concebidos para exhumar redes. Podemos aprender a interrogarlos, aunque en
ocasiones ni bajo tortura van a soltar prenda. Los protocolos notariales —como estamos
documentar conexiones, siquiera sea gota a gota: por lo general, un mínimo de dos nodos-
actores en cada acta, si excluimos al escribano y a los testigos. Tan importante como la
casi permanente y pocas veces exprime todos los testimonios materialmente disponibles.
Como el minero a la antigua usanza, cuando encuentra una veta intenta exprimirla, pero
margina otras que desconoce, que aparecen más tarde o —sabiendo de todas— debe
decantarse por una antes que otra, hasta que llega un momento en que no hay tiempo para
más. Sin embargo, José Luis Molina, en su manualito, lo deja bien claro: «los métodos y
técnicas del análisis de redes sociales están pensados para trabajar con redes completas y,
satisfactorias del problema del muestreo». El ejemplo que pone —así sea hipotético—
arroja tanta luz que no me resisto a desgranarlo. Una población de 10 000 habitantes
500 000, o sea, el 1 %. «¿Hasta qué punto —nos dice Molina— podemos asegurar que los
¿Cómo podemos saber si las relaciones que mantienen entre sí los individuos de la muestra
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Creo que todos los presentes conocemos en carne propia lo penoso que resulta ir
horas-nalgas que hemos invertido en engrosar nuestro fichero. Pero al mismo tiempo,
tales como: «no se puede ver todo, hay que cortar», «el proyecto se acaba, es preciso
terminar», «se trata de un trabajo provisional, ya se mejorará más adelante». (Por supuesto,
nunca se mejora; pasa por definitivo lo que fue incipiente y la semilla del error está
plantada). El caso es que cada vez parece más raro encontrarnos ante trabajos con
cimientos documentales tan sólidos como el de Eufemio Lorenzo Sanz sobre el comercio
de España con América en la época de Felipe II; o Los Corzos y los Mañara, de Enriqueta
Vila; o la colaboración entre Vila y Guillermo Lohmann para desentrañar la red de los
Almonte; o Los Colarte de Manuel Bustos; o los alemanes de Herman Kellenbenz en Sevilla
y Cádiz; o los tantos y tantos estudios de Enrique Otte, desde Las perlas del Caribe hasta
sus materiales póstumos sobre la vida económica de Sevilla en el Quinientos, de los que
acaba de hablarnos Francesco. Yo no digo que todos seamos como ellos: porque lo que
la naturaleza no da, Salamanca no lo otorga; porque cada época es distinta y hoy todo son
de compartir la paciencia de Juan Gil, o que poseamos la fuerza para emular al benemérito
Jesús Aguado de los Reyes, quien revisó folio a folio más de cuatro mil legajos para
encontrar 810 inventarios de bienes post mortem entre 1600 y 1655. No, yo no digo eso.
Simplemente me pregunto cuántos documentos y cuántos legajos hacen falta para que el
con el norte de Europa, o en el espacio económico-minero entre San Luis Potosí y Ciudad
de México, por poner unos ejemplos que imaginarán no son inocentes. Se me dirá que
dependiendo de la fuente y de los legajos. Cierto. Pero resulta llamativo que quienes pasan
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por ser en estos momentos los principales representantes del Análisis de Redes Sociales
en el ámbito de la carrera de Indias trabajen con tan poco. Monserrat Cachero monta una
grafo con el flujo de información según los lugares de contacto, y luego resulta que
estamos hablando de catorce cartas entre 1520 y 1524, dadas a conocer por Enrique Otte
seminal —aunque le dio impulso como experta y ha sido bastante citado para lo que son
estas cosas—, y que tiempo después se redime —siquiera a nuestros ojos— con un
utilísimo trabajo sobre los pros y contras del empleo del Análisis de Redes Sociales en el
Economía.
Pero si existe un autor que hoy en día ejemplifique esta debilidad documental —y por
Eberhard Crailsheim. Un libro —The Spanish Connection— de casi 450 páginas, multitud
24 legajos de protocolos notariales (excluyo el 18484, por ser libro-índice del oficio XV
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entre 1589 y 1610). De los 24, solo 13 fueron vaciados en su totalidad, y 11 lo fueron a
salto de mata y aparte de los cuatro años que seleccionó —more geometrico— para su estudio
(1580, 1600, 1620 y 1640). En total, 1696 documentos. Ya saben que la matemática es la
estudiar 1600 cartas de perdón, así sean de herida o de muerte —las más numerosas—,
que 1600 testamentos de viudas, que casi salen al paso por cualquier legajo, al menos en
los archivos de Sevilla y Córdoba, que son los que más conozco. Recordemos los más de
4000 legajos que le tocó trasegar a Jesús Aguado para sus ochocientos inventarios
valorados. Para los 311 contratos de compraventas de naos que estudié hace unos años,
hubiera estado menos el deseo de contar, pesar, medir y, sobre todo, enredar, y más el de
narrar y explicar cómo funcionaban las cosas entre los mercaderes franceses y flamencos
cuatrocientas páginas. Pero cuando nos metemos en estas danzas del Análisis de Redes
Sociales, 1700 documentos repartidos entre cuatro fechas separadas cada una por veinte
años, dan para poco, y creo que cualquier conclusión obtenida no puede escudarse en la
estudio, es el apéndice con el que lo concluye: exponer las mediciones de algunas variables
densidad de las redes van a resultar poco más que residuales. El año 1620 es el más
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cifras, hasta la más leve pelusilla es más fuerte y más espesa. Si no hay afán por el objeto
de estudio en sí mismo, sino poco más que una búsqueda de rentas para beneficio
nuevo imperialismo metodológico?»—; pero no encuentro otro modo de hacerlo sino con
nuevas preguntas —quizá algo impertinentes— que a su vez les traslado por si hallan una
¿continuarían dedicándose a ello con tanto afán y celo?, ¿o quizá se acogerían a otros
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