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Por su composición, pH y Aa, los alimentos frescos, sean de origen animal o vegetal,
deben someterse a un proceso de conservación, porque de lo contrario su vida útil
se reduce, en el mejor de los casos, a unos cuantos días. El deterioro puede ser sólo
sensorial, como cambio de color o de sabor, pero suficiente para que el consumidor
rechace el producto; en otros casos implica el crecimiento microbiano que afecta,
además de la calidad, la inocuidad del alimento y pone en riesgo al consumidor.
Bajas temperaturas
Además de este movimiento energético, puede existir otro del vapor de agua del
alimento hacia las paredes frías del refrigerador, donde se convierte en hielo;
cuando ocurre esto, la superficie del producto se deshidrata y se crea una costra
referida como quemado que se evita con el uso de películas o empaques
impermeables que evitan la salida del vapor de agua, pero que no deben ser aislantes
térmicos que limiten la transmisión de calor y entorpezcan el enfriamiento.
Refrigeración
Congelación
Ambos métodos de congelación, directa como indirecta, se usan para llevar a cabo el
IQF (individually quick frozen), sistema que se refiere a que cada pieza —fresa,
brócoli, pescado— es congelada de manera individual.
La congelación lenta genera pocos cristales, pero grandes, lo que genera un volumen
de 10 a 15% mayor que el del agua líquida; este incremento debe considerarse al
llenar un recipiente que será congelado, ya que el alimento puede derramarse y las
botellas de agua y los huevos, romperse. Los macrocristales tienen un efecto
cortante que daña de forma irreversible las proteínas y los carbohidratos de las
membranas celulares de vegetales y cárnicos, lo que deriva en una reducción de su
capacidad de retención de agua y de un goteo al descongelarse. Esta pérdida de
líquidos reduce la turgencia, los tejidos se hacen flácidos y se deshidratan más
fácilmente en la cocción; el agua del descongelamiento de carnes se tiñe de rojo por
la liberación de la mioglobina del músculo dañado y el jamón rebanado libera 10% del
peso del agua con las sales de curación que le fueron inyectadas en su fabricación.
Estas mermas representan dinero cuando el comerciante vende los productos
descongelados por su peso. Este proceso es inadecuado para los helados, ya que
produce granulosidad; en cambio, es recomendable para destruir los parásitos de la
carne de cerdo.
Cualquiera que sea el método de congelación que utilice, lento o rápido, los cortes
de electricidad provocan descongelamientos parciales que favorecen el crecimiento
microbiano y la actividad enzimática; además, al restituirse la energía el producto
se congela de nuevo pero con cristales más grandes que dañan los tejidos. Para
verificar estas anomalías se emplean termómetros de valores máximo y mínimo que
registran estas temperaturas durante el periodo de almacenamiento.
Como se indicó, la congelación casera se efectúa en el mejor de los casos a –18 °C,
mientras que la industrial puede ser de hasta –40 °C. Esta temperatura más baja se
requiere para conservar ciertos alimentos sensibles, como son los peces de aguas
muy frías cuyas enzimas y, en general, su sistema biológico, trabaja a temperaturas
gélidas; además, contienen un aceite altamente insaturado susceptible de rancidez
oxidativa. Para evitar estas reacciones dañinas, tanto enzimáticas como de
oxidación, se requiere congelar y mantener estos peces a temperaturas inferiores a
–18 °C.
Además de su uso con fines de conservación, la congelación se emplea en la
industria para concentrar jugos mediante el método de dehidrocongelación o
crioconcentración. Para llevarlo a cabo, el jugo se congela parcialmente y los
cristales formados se eliminan por centrifugación y tamizado, produciéndose una
concentración de la pulpa.
Descongelación
Para cocer y preparar alimentos, lo ideal es que del congelador pasen directamente
a la sartén. Sin embargo esto no siempre es posible, sobre todo si el producto fue
recongelado por segunda o tercera ocasión, en cuyo caso es mejor descongelarlo y
examinarlo para determinar su factibilidad de usarlo. La forma más sencilla de
descongelar es dejando el producto a temperatura ambiente, adecuada sólo para
piezas pequeñas, ya que el exterior se descongela mucho antes que el interior y
permite el crecimiento microbiano superficial.