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Filosofía
10°- D
Una lectura política de cierre del conflicto por todas las partes implicará la
estructuración de un reordenamiento de la arquitectura institucional del Estado, y
la apertura definitiva de la inclusión real y genuina de los diversos actores políticos
y sociales, entre ellos los indígenas, campesinos, afrodescendientes, población
LGBTI y diversos grupos con identidad propia.
No existe suficiente información sobre lo que las FARC conciben como justicia
social, pero yo la entendería en una noción como la establecida por John Ralws,
quien enfatiza en construir una pauta de distribución equitativa de las ventajas y
desventajas provenientes de la cooperación social para disminuir las
desigualdades sociales y naturales sin menoscabar la libertad individual.
Así suene un tanto superficial, son los aforismos de “paz con justicia social” o
“justicia para la paz”. Si hay un compromiso real por parte del Gobierno, acorde
con lo manifestado por el Alto Comisionado de Paz, implicará hacer realidad el
mandato constitucional del Estado social de derecho, lo cual involucra la revisión
de un conjunto de políticas y condicionamientos y de cambios reales en los
territorios.
Una última reflexión tiene que ver con la negativa de las FARC a la pena privativa
de la libertad de sus miembros. Habrá que hacer un profundo debate nacional en
torno a la necesidad y los fines de la pena en relación con sujetos políticos, no
como facinerosos, narcotraficantes, sujetos desviados o terroristas, y no me refiero
exclusivamente a los miembros de las FARC, sino a todos los máximos
responsables del CAI.
Sería deseable que en los juicios ante el Tribunal Ad Hoc las víctimas tengan la
mayor participación posible, incluso en audiencias de imposición de penas que
impliquen un ejercicio de reparación, perdón y reconciliación. Finalmente, no se
trata de un ejercicio de venganza sino de acciones que impliquen la no repetición,
con un juicio profundo de responsabilidad política, con una mirada en clave de
memoria histórica que cierre los ciclos de violencia de una vez por todas, con un
conjunto de garantías judiciales acorde con las normas internacionales, sin un
espíritu de humillación y sobre la plena dignidad de las víctimas y los victimarios.