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J.

Roberto Bárcena - Horacio Chiavazza


EDITORES
Comisión Permanente de los Congresos Nacionales de Arqueología Argentina
Presidentes de los Congresos precedentes —I a XVI; 1970/2007—

Comisión Organizadora del XVII Congreso Nacional de Arqueología Argentina

Presidentes: J. Roberto Bárcena - Horacio Chiavazza

Secretario de
comunicación
y edición: Juan Pablo Aguilar

Tesorero: Jorge García Llorca

Miembros: Pablo A. Cahiza, Sebastián A. Carosio,


Lourdes Iniesta, Luis Maferra, María Rosa Martínez,
María José Ots, María Pannunzio de Mulle,
Cristina Prieto, Lorena Puebla, Marcos Quiroga,
Claudio Revuelta, Vanina Victoria Terraza,
Vanina Tobar, Valeria Zorrilla

Editores: J. Roberto Bárcena - Horacio Chiavazza

Agradecemos la colaboración de nuestras instituciones, Universidad Nacional de Cuyo y


Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Facultad de Filosofía y Letras
e Instituto de Ciencias Humanas Sociales y Ambientales, como asimismo a la ANPCyT y la
Municipalidad de la Ciudad de Mendoza, al igual que a todos los que aportaron para hacer
posible el Congreso y la edición de esta publicación.

Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita del
autor, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por
cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.

Primera Edición: 500 ejemplares


Impreso en Argentina - Printed in Argentina
ISBN: 978-987-9126-83-7
978-987-9126-86-8 (Tomo III)
Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723
CAPÍTULO 19
SIMPOSIO 19

INTERACCIONES EN LA CIUDAD: CONCEPTOS Y EVIDENCIAS


PARA SU ANÁLISIS EN ARQUEOLOGÍA URBANA
Coordinadores

Horacio Chiavazza
Área Fundacional de Mendoza, FFyL, UNCuyo
Mendoza. Argentina

María Ximena Senatore


Universidad de Buenos Aires
Universidad Nacional de la Patagonia Austral
Instituto Multidisciplinario de Historia y
Ciencias Humanas - IMHICIHU – CONICET

Evaluadores

Juanita Baeza Mariana DeNigris


Universidad Bolivariana CONICET-INAPL
Santiago de Chile 3 de Febrero 1370
Ciudad Autónoma de Bs. As. Argentina
Blas Castellón
Director de Estudios Arqueológicos Alejandra Funes
Instituto Nacional de Antropología Universidad de Buenos Aires.
y Universidad Nacional Autónoma de México San Luis. Argentina
Distrito Federal. México
Cristina Prieto Olavarría
Carmen Curbelo Centro de Investigaciones Ruinas
Departamento de Arqueología, Instituto de de San Francisco
Antropología Área Fundacional, Municipalidad
Facultad de Humanidades y de Mendoza. Argentina.
Ciencias de la Educación
Universidad de la República. Melisa Salerno
Montevideo, Uruguay. Instituto Multidisciplinario de
Historia y Ciencias Humanas
Horacio Daniel Chiavazza IMHICIHU - CONICET
Área Fundacional de Mendoza,
FFyL, UNCuyo Mendoza. Argentina
María Ximena Senatore Valeria Zorrilla
Universidad de Buenos Aires Centro de Investigaciones
Universidad Nacional de la Patagonia Austral Ruinas de San Francisco
Instituto Multidisciplinario de Historia y Área Fundacional, Municipalidad
Ciencias Humanas - IMHICIHU – CONICET de Mendoza. Argentina

Dr. Andrés Zarankin


Universidade Federal de Minas Gerais
Dep. de Sociologia e Antropología
Belo Horizonte - MG - Brasil
CAPÍTULO 19 - SIMPOSIO 19

LOS ESCLAVOS AFRICANOS EN SANTA FE LA VIEJA

Carlos N. Ceruti *

Introducción
Santa Fe La Vieja fue fundada en 1573 y trasladada entre 1660 y 1670. En esos 100 años se formó una población
multicultural y multiétnica, organizada bajo el modelo y con hegemonía del componente hispánico (Comisión
Redactora 2004). Fue sacudida por conflictos de diverso tipo que pusieron de manifiesto las fricciones entre sus
diversos componentes, y entre éstos y el medio externo. Tradicionalmente, la historiografía se interesó sólo por
algunos de ellos, especialmente:

1. Los de carácter interétnico: entre la élite “blanca” con los aborígenes encomendados; entre blancos y
encomendados con los rebeldes (charrúas y “guaycurúes” en sentido amplio).
2. Los intergeneracionales: entre blancos “peninsulares” y sus hijos criollos, por lo general mestizos,
especialmente durante el gobierno interino de Ortiz de Zárate y Mendieta, y en la “Revolución de los Siete
Jefes” (1578-1580).
3. Los interjurisdiccionales (entre la ciudad de Santa Fe y la de Córdoba).
4. Los derivados de la expulsión de los portugueses, a fines del período, cuando ya se efectuaban las
operaciones de traslado.

Al revisar un trabajo anterior (Ceruti 2005), aceptando puntos de vista expuestos por Roulet (1993) en su Tesis
Doctoral, nos referimos a un posible caso de “resistencia pasiva”, inferido arqueológicamente, que se habría
producido entre alfareros guaraníes reducidos de un taller instalado en el Convento de San Francisco.

En la presente comunicación intentamos llamar la atención hacia la dinámica interna de otro grupo constitutivo
de la sociedad santafesina, los “negros esclavos”, presentes en la ciudad desde las primeras décadas del siglo
XVII, y uno de los motores fundamentales de la actividad productiva en el período colonial.
La historiografía tradicional consideró que Santa Fe era territorio “de paso” para el tráfico de esclavos, y aceptó
casi sin discusión las generalidades sobre el tema: trato “paternal” y “benévolo” por parte de los amos,
integración al ámbito familiar, aceptación incondicional de la religión católica, desaparición casi total de los
descendientes de africanos. No conocemos intentos por registrar diferencias internas entre la población
esclavizada, salvo los derivados de su procedencia: una mayoría angoleña, y una minoría de Guinea (Zapata
Gollán 1987, Calvo 2004).

Entendemos que la evidencia arqueológica recuperada en la misma ciudad y en el paraje “Los Zapallos” del Aº
Leyes (Dpto. La Capital), no nos permite hablar de uniformidad étnico-cultural. Consideramos, por el contrario,
que constituye una importante vía de acceso a la diversidad existente en el seno de un sector oprimido de la
población, que tenía orígenes disímiles y buscaba su reorganización y reformulación.

El tráfico de esclavos
Los “adelantados” en la exportación de esclavos africanos hacia América, fueron los portugueses. En el siglo
XV descubrieron el Cabo Verde y sus islas, que estaban deshabitadas, e instalaron allí un gran centro de
concentración de hombres y mujeres capturados en el interior de Africa, que compraban a reyes y jefes tribales
del continente. El nombre de uno de ellos, Guinea, sirvió para denominar a toda el Africa Occidental. Otros
centros de concentración y embarque fueron la Costa de Mina, donde instalaron el Fuerte de Elmina o El Mina;
Angola, en el Africa Central, con su puerto de Luanda; y Mozambique en el Africa Oriental.

Durante los siglos XVII y XVIII otros países imperialistas se sumaron al tráfico: Francia esclavizó a los fon del
Dahomey (hoy República de Benin) para llevarlos a Haití y Luisiana (EEUU). En los siglos XVI a XVIII, los
bantúes migraron al sur de Africa en busca de pastos para el ganado, desde donde los holandeses trasladaron
contingentes a su Guayana. Los ingleses sacaron fantis y ashantis de la Costa de Oro (Ghana) y yorubas de
Nigeria (especialmente nagós), que llevaron a las Antillas Británicas, Jamaica y el sur de EEUU. La
intermediación con las factorías europeas la realizaban los árabes o diversos reinos negros como el Ashanti, en

*
CONICET-Museo Cs. Nat. y Antrop. “Prof. Antonio Serrano” (Paraná) – cceruti93@gmail.com

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Carlos N. Ceruti

Ghana, o el de Dahomey. En Africa, el sistema esclavista siguió hasta nuestros días. En Etiopía existía un
enorme mercado, que cesó de funcionar después de la 2ª. Guerra Mundial por exigencia de la Sociedad de
Naciones, y otro en Mauritania, donde la población árabe dominó a la originaria.

Los primeros cargamentos enviados a América eran de origen bantú, provenientes del Congo y Angola, muy
apreciados por su fortaleza y aptitud para el trabajo agrario, y dahomeyanos. Los yoruba de Nigeria, preferidos
para las tareas domésticas y las artesanías, se radicaron especialmente en las áreas urbanas, donde tuvieron más
oportunidades para organizarse. Poco a poco sus danzas, música y religión se impusieron a las de otros grupos,
aunque sincretizando elementos bantúes (por ejemplo, los instrumentos musicales) y dahomeyanos (el vudú), y
ocultándose bajo la máscara de la religión católica.

A comienzos del siglo XIX el panorama cambió. En primer lugar sobrevino la enorme rebelión de Haití. La
población negra de la mitad francesa de la Isla de Santo Domingo se levantó contra los plantadores blancos, a los
que mató o expulsó hacia el sector español; derrotó a las tropas napoleónicas comandadas por Leclerc, cuñado
del Emperador; proclamó la segunda república independiente de América, y declaró el fin del esclavismo y la
libertad de todos los esclavos.

En segundo término, con la maduración del capitalismo, en Inglaterra triunfaron los sectores antiesclavistas,
movidos en parte por razones humanitarias y fundamentalmente por las nuevas teorías económicas: los obreros
asalariados son más fáciles de manejar que los esclavos, producen más y por sobre todo, pueden comprar lo que
producen. A partir de 1806, la marina británica atacó a los barcos negreros y los obligó a surtirse en puertos
hasta entonces despreciados, como Elmina. Por otra parte entró en guerra con el reino Ashanti, para entonces con
economía basada en la captura y venta de esclavos, al que derrotó y anuló totalmente.

En Haití cesó la entrada de contingente africanos, lo que permitió el desarrollo del vudú como religión
dominante. Los cultos de origen yoruba, en cambio, se tornaron hegemónicos en Brasil, desde donde
descendieron hacia el Río de la Plata. Los plantadores de Santo Domingo, buscando mayor seguridad para el
negocio de la caña de azúcar, se trasladaron a Cuba; algunos esclavos haitianos introdujeron allí el vudú, que
junto a ritos y creencias bantúes se sincretizó con los cultos yoruba predominantes en la isla. En la costa de
Calabar, en la desembocadura del Río Níger, se formaron sociedades secretas de cazadores de esclavos, los
“hombres-leopardo”, que remontaban el río apoderándose de agricultores pacíficos para vender a los europeos.
Como sus miembros pertenecían a dos pueblos distintos, frecuentemente en guerra, hubo hombres-leopardo
vendidos como esclavos en el puerto de La Habana, donde reprodujeron las sociedades originales pero con
rasgos americanos: los ñáñigos, con cuadrillas organizadas que actuaban en el ámbito de la delincuencia o eran
contratadas para el trabajo portuario. Cuba y Brasil fueron las últimas naciones americanas en derogar la
esclavitud, a fines del siglo XIX (Bastide 1969, Ortiz Oderigo 1991, Linares 1993, Ortiz 1993, Bolívar 1997,
Hurbon 1998, Ascencio 2005).

La esclavitud en Santa Fe
La presencia de africanos esclavizados en Santa Fe La Vieja es conocida desde comienzos del siglo XVII. En un
documento de 1637 se menciona “un negro criollo” de 17 años de edad, es decir, nacido hacia 1620. No se puede
calcular su número en Santa Fe La Vieja, pero en la Santa Fe trasladada constituían casi un tercio de la
población. En la ciudad vieja los principales propietarios eran Hernandarias de Saavedra y su esposa, la hija del
fundador, que en su testamento declaró tener 65 “piezas de esclavos” de Angola y criollos, entre grandes y
chicos. Los restantes habitantes de la ciudad poseían muchos menos. Los esclavos eran caros: costaban tanto o
más que una vivienda en la ciudad o una estancia sobre el Salado, y su valor aumentaba si tenían alguna
habilidad especial.

Eran transportados al Río de la Plata por los negreros portugueses, legalmente o de contrabando. A partir de
1640, cuando se interrumpieron las relaciones entre España y Portugal, el tráfico ilegal continuó
ininterrumpidamente, con escala en la Colonia del Sacramento. Angola o Guinea no indicaban etnicidad ni
tampoco área de origen, sino solamente puertos de embarque. Los esclavos “de Guinea” podían ser mandingas,
ararás, senegaleses o dahomeyanos. Desde el puerto de Luanda, en Angola, eran remitidos individuos
pertenecientes a diversos pueblos bantúes, como los congos (bakongos) o los benguelas. Los datos recopilados
indican que todavía a finales del siglo XVIII en el Río de la Plata predominaban los bantúes (angolas, congos,
mozambiques, benguelas), apreciados por su fortaleza y aptitud para el trabajo rural; en segundo orden, los
procedentes de Cabo Verde y los mandingas. En cuanto a los mina (embarcados en el Fuerte de Elmina, fundado
por los portugueses), originarios de un área muy cálida, eran rechazados por ser débiles y no resistir los trabajos

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rurales (Dobrizhoffer 1968). Hasta entonces no se advierte la presencia de yorubas, que predominarán en la masa
esclava introducida en otros países de América durante el siglo XIX.

a. Santa Fe La Vieja

b. Santa Fe La Vieja c. Benin (Dahomey)

d. Benin (Dahomey) e. Santa Fe La Vieja f. Los Zapallos (Aº Leyes)

g. Santa Fe La Vieja h. Los Zapallos (Aº Leyes)

i.Artajona, Navarra j. Santa Fe La Vieja k. Los Zapallos (Aº Leyes)

Figura 1

Santa Fe La Vieja era una ciudad abierta, sin murallas ni otro tipo de obra defensiva, con las viviendas pequeñas
y notablemente distanciadas una de otra. La población negra residente en la ciudad, constituida en parte por
libertos y criollos (“mulatos”, “pardos”), pernoctaba en el exterior de las viviendas de los amos o en ranchos
ubicados en la periferia. No estaba sometida a un trato riguroso, como en las haciendas y plantaciones de Brasil,
Guayana o el Caribe; no hay evidencia de que se los remarcara con la señal del dueño; y posiblemente disponía

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Carlos N. Ceruti

de cierta libertad para movilizarse y ponerse en comunicación, tanto durante la ejecución de sus tareas habituales
como a la noche. Algunos vecinos, incluso, recibían una renta sustancial o debían la supervivencia a la actividad
de sus esclavos domésticos, demostrando a veces su agradecimiento en los testamentos. Valga nuevamente como
ejemplo el de la hija de Juan de Garay, que dejó prendas de vestir a una esclava; liberó a un viejo; cedió una
familia completa, nietos incluidos al convento de San Francisco, con mandas para que no los movieran de allí; y
otorgó a otra esclava el derecho de elegir nuevo amo entre sus herederos.

Al norte de la Plaza de Armas, a la misma distancia que el Convento e Iglesia de San Francisco pero en sentido
opuesto, se encontraba la Iglesia de San Roque, “de naturales y negros esclavos”. Al producirse el traslado de la
ciudad, ambas se estaban desplomando por la acción del río. En la Iglesia de Santo Domingo se encontraba una
de las dos imágenes de la Virgen del Rosario existentes en la ciudad. Apodada “La Negrita”, tenía cofradía
propia y un culto muy arraigado entre los africanos y afrodescendientes, pero también entre la población
“blanca”, que la sacaba en procesión para solicitar lluvia (Comisión Redactora 2004, Zapata Gollán 1987 y
1990a, Calvo 2004).

El Arroyo de Leyes
Entre Santa Fe La Vieja y Santa Fe de la Veracruz, la ciudad trasladada, a orillas del actual Aº de Leyes, se
encuentra el campo “Los Zapallos” donde coleccionistas santafesinos extrajeron cerca de mil piezas enteras,
enterradas, reproduciendo figuras animales y humanas que despertaron duras polémicas en las primeras décadas
del siglo XX. Siguiendo a González (1980) y Schávelzon (2001 y 2003), las consideramos obra de africanos
esclavizados. En un trabajo reciente (Ceruti 2008), intentando precisar su antigüedad planteamos dos hipótesis:
a) datarían del período 1620-1670, cuando se terminó el traslado de la ciudad y el área quedó deshabitada; y b)
fueron elaboradas entre 1750 y 1880, a partir del repoblamiento de la misma, cuando se instalaron las
reducciones mocovíes de San Javier y San Pedro y la estancia de Jerónimo de Leyes. Hoy pensamos que Los
Zapallos es contemporáneo del período final de Santa Fe la Vieja, es decir entre 1620 y 1670. Lamentablemente
el sitio fue depredado y saqueado totalmente por los mismos pobladores, que vendían o regalaban los materiales
a los coleccionistas. No se trata de un sitio de ocupación. Las piezas fueron enterradas en grupos, en una
superficie de 37 hectáreas, a 80 cm de profundidad, por debajo de una capa arenosa estéril y no presentaban
asociación con elementos orgánicos ni de otro tipo. La descripción del sitio y el relato de la única excavación
hecha por un arqueólogo, puede verse en Aparicio (1937). La localización de nuevos materiales, hoy, sería
absolutamente azarosa. En Ceruti (2009) planteamos que las piezas sobrevivientes (no más del 20%) de la
antigua colección pueden agruparse en tres conjuntos diferenciables por características de pasta, modelos
representados y calidad en la ejecución. Creemos que fueron ejecutados por pocos artesanos, uno de los cuales,
al menos, procedía de Dahomey (actual Benín) y era versado en el culto vudú. Se trataba de un alfarero experto,
capaz de elaborar retratos a partir de modelos reales, quizás adiestrado en el taller ubicado en el Convento de San
Francisco (Ceruti 2005), o bien empleado en el mismo en mérito a sus conocimientos previos.

A continuación detallamos algunos de los elementos que permiten relacionar Santa Fe La Vieja, Los Zapallos y
Dahomey:
x Fragmentos de un plato polícromo, con engobe rojo, procedente del Convento de San Francisco en Santa Fe
La Vieja (Nº 44287 y 18012, Fig. I b y c). Decoración modelada de una serpiente atacando una rana, motivo
tradicional en Dahomey. Ya había llamado la atención de Agustín Zapata Gollán (1990b). En la Fig. I c,
Madame Derou, una alfarera moderna de la República de Benin que se inspiraba en modelos de los siglos XVI y
XVII, elabora un motivo similar (Cerámica en…1966).
x Presencia de piezas coloniales, procedentes de Santa Fe La Vieja, en el sitio Los Zapallos. La Nº 2104 (Fig.
1a) es un recipiente tetrápodo partido, con el interior pintado de rojo. Al lado, la Nº 2105, una base de
candelabro, ilustrada invertida, partida, que en el interior presenta incisa la sigla 16… Si nuestra interpretación
es correcta, indicaría una fecha acorde con el último período de Santa Fe La Vieja (Ceruti 2004).
x Idéntico tratamiento de los ojos humanos en piezas de Santa Fe La Vieja (Fig. 1e), Los Zapallos (1f) y
placas de bronce o latón de los siglos XVI-XVII procedentes de Benín (1d). Se los representó abiertos, a veces
con indicación de pestañas y pupila. No se asemejan, salvo excepciones, al modelo Goya-Malabrigo local. En
Benín la tradición tiene su precedente en las cerámicas de Ife, y no se corresponde con lo acostumbrado en otras
partes de Africa, como el Congo, donde se los diseña cerrados y con los párpados hinchados, frecuentemente en
“grano de café” (Garlake 1995).
x Correspondencia entre pipas angulares, perforadas en la parte inferior del hornillo, que reproducen caras
humanas, encontradas en Santa Fe La Vieja (Carrara y De La Penna 205, Fig. 1g) y en Los Zapallos (Fig. 1 h).
La colección Bousquet tenía entre 35 y 50 pipas, de las que hasta ahora no pudimos documentar ninguna. Las
que ilustramos corresponden a una nota periodística informando sobre una conferencia de Antonio Serrano (Los

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indios de América…1934). No hemos visto pipas similares procedentes de Benín, donde en el siglo XVII no se
había extendido el uso del tabaco.
x Presencia de guardas con motivos florales estilizados, de matriz europea, presentes tanto en Santa Fe La
Vieja como en la pieza Nº 511 (Fig. 1 k) de Los Zapallos, conservada en el Complejo Museológico “Enrique
Udaondo” de Luján. En Navarra y en Cataluña estas guardas se remontan al Siglo II o III, por influencia romana,
y perduran durante el Románico y el Gótico local. El ejemplo de la Fig. 1i corresponde a una pintura mural de la
Iglesia de Artajona (Navarra), fechada en el siglo XV. En Santa Fe La Vieja decoran un grupo importante de
piezas y fragmentos cerámicos que en otros trabajos caracterizamos como Hispano-indígena Polícromo (Ceruti
1983 y 2005; Ceruti y Matassi 1977).

Propuestas
Postulamos que durante el último tercio de existencia de Santa Fe La Vieja, entre la población africana y
afroamericana había síntomas de reformulación identitaria, que posiblemente se correlacionen con procesos de
reorganización social. Los elementos que nos llevan a formular esta hipótesis, son:
1. Existencia de signos, aunque escasos (cruces lobuladas o “cruces bakongo”) que indican la persistencia de
elementos bantúes relacionados con el denominado “culto a los antepasados” (en realidad, interrelación con los
ancestros de las últimas tres generaciones, los denominados “muertos vivos”) (Carrara y de la Penna 2005).
2. Presencia de elementos dahomeyanos en Santa Fe La Vieja (motivo de la serpiente persiguiendo una rana,
pipas), y conformación de un sitio arqueológico paralelo en Los Zapallos, sobre el Aº de Leyes, en una
encrucijada con el “camino de los Calchines”. Creemos que cumplió funciones ceremoniales vinculadas con el
culto vudú, y con la realización de prácticas mágicas (Ceruti 2004, 2009). La o las personas que actuaron en este
lugar lo hacían con frecuencia; debieron residir en los alrededores, o desplazarse con cierta facilidad desde Santa
Fe la Vieja, ubicada a tres leguas y media. Es difícil que tales actividades, realizadas junto al único camino
existente, no llamaran la atención en una población de 2.000 habitantes; la falta de referencias en las Actas del
Cabildo hace sospechar en la complicidad de un sector de la población, que encargaba los “trabajos” y ocultaba
los hechos a las autoridades civiles y/o eclesiásticas.
3. Asistencia de la población africana y afroamericana a las ceremonias religiosas impuestas del culto católico
oficial. En la iglesia de San Roque se impartía la doctrina y se efectuaban entierros. Paralelamente existía en
Santo Domingo una imagen de la Virgen del Rosario (“La Negrita”), con cofradía propia constituida por
africanos, que se paseaba en procesión para pedir lluvia. La equivalencia existente en Brasil y Cuba entre la
Virgen del Rosario y Yemanjá (entre los yoruba de Nigeria, deidad de las aguas fluviales), y la existencia de una
diosa semejante entre los bantúes (Kalunga), alerta sobre el posible surgimiento de fenómenos de sincretismo.

Bibliografía
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1990b. Testimonios secretos de Santa Fe La Vieja. Obra Completa, 4:56, Univ. Nac. del Litoral, Santa Fe.

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Este libro se terminó de imprimir
en los talleres gráficos de ZETA EDITORES,
Ituzaingó 1422, Mendoza, Argentina,
en el mes de setiembre de 2010

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