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Tocar fondo y volver a nacer

Casi todo lo que decimos… cuando hablamos de una nueva Pastoral Escolar

Que todo se nos venga abajo es una prueba y también una especie de
curación. Pensamos que la cuestión es pasar la prueba o superar el problema,
pero en realidad las cosas no se resuelven. Las cosas se caen a pedazos y
después éstos se vuelven a juntar. Simplemente sucede así. La curación proviene
del hecho de dejar espacio para que todo esto ocurra: espacio para la pena, para
el alivio, para la aflicción y para la alegría. Nunca sabemos si nos vamos a caer
redondos o si vamos a poder aguantar derechos. Cuando vivimos una gran
decepción, no sabemos si ahí se acaba la historia; también podría ser el principio
de una gran aventura. Podemos emplear estas situaciones para despertar o para
echarnos a dormir. Pema Chödron

Cuando se derrumba el templo…

El año 2018 posiblemente será recordado como un año decisivo para la Iglesia en la Argentina. Como
ocurre con cualquier acontecimiento histórico, habrá diversidad de miradas y análisis al respecto.

Desde nuestra sensibilidad como educadoras y educadores creyentes, muchos creemos que el año 2018
ha sido, claramente, el año del derrumbe. El año de los pañuelos, de la apostasía, de una inmensa mayoría de
adolescentes, en los patios y aulas de las Escuelas Católicas, rechazando de plano no solamente cualquier tipo
de palabra eclesial sobre asuntos de aborto, sexualidad o institucionalidad, sino también manifestando su
agresión o indiferencia frente a cualquier tipo de intento de diálogo al respecto. Porque, sencillamente,
perdieron la confianza y el respeto por el interlocutor, la Iglesia.

¿Exageramos? Puede ser. O tal vez nos quedamos cortos… La sensación que tenemos muchas y muchos
educadores, catequistas y agentes de pastoral es que la Iglesia Católica perdió, al menos, dos generaciones en su
guerra de los pañuelos, el debate sobre la ESI y las circunstancias que los rodearon.

Pero no se trata de uno o dos temas polémicos frente a los que hubiera que tomar posición. A nuestro
entender, lo que se quebró, definitivamente, en Argentina, es un modo de comprender y vivir la Eclesialidad,
la Escuela Católica, la Pastoral Educativa y la Educación de la fe. Se derrumbó un Templo que no será sencillo
reconstruir. Y probablemente no haya que reconstruirlo.

En los grupos de adicciones se utiliza un término para definir ese momento en el cual todo se derrumba,
las máscaras ya no se sostienen, la verdad se impone y las defensas se quiebran: tocar fondo. ¿Saben qué? La
Iglesia Argentina, en 2018, tocó fondo. Y con ella la Escuela Católica.

Nunca más volverán a ser lo que fueron.

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Hasta ahora habíamos intuido los cambios que se avecinaban: chicos y familias que desafiaban nuestro
modo de hacer pastoral, resistencias a las celebraciones, disminución de participantes en los grupos juveniles y
las catequesis optativas, indiferencia ante las propuestas de anuncio explícito del evangelio, relativismo ético,
etc…

Y atentos a esos síntomas, intentamos renovaciones de las pastorales que, vistas desde esta experiencia
actual, se nos asemejan a esfuerzos voluntaristas de escasa o nula eficacia.

Hoy las chicas y chicos que están en las Escuelas Católicas, en su mayoría, no quieren saber nada con la
Iglesia Católica, al menos en su dimensión y rostro institucional. Han contribuido a eso diversas circunstancias.
Algunas de fuera de la Iglesia: secularismo cultural, campañas de desprestigio, auge del neo liberalismo
consumista con sus proyectos de salvación individual y prescindencia de una mirada trascendente, crisis de las
opciones vitales de largo plazo…. Otras circunstancias, claramente, se generaron en el interior de la Iglesia
misma: el escándalo de la pedofilia, los posicionamientos públicos conservadores y cerrados ante las demandas
de la sociedad, y la persistencia de un tufillo inquisidor y manipulador que pretende, en pleno siglo XXI,
continuar imponiendo una ética y una cosmovisión homogeneizante frente a una cultura de lo múltiple y lo
diverso, que no está dispuesta a aceptar que una Institución (por milenaria que sea) le dicte sus valores y, sobre
todo, rija sus leyes civiles.

Hoy estamos aquí. Tal vez no en todas partes. Habrá matices. Seguramente en algunos ambientes más
tradicionales no se experimenta (¿todavía?) esta crisis en sus expresiones más crudas, o tal vez no se habilita su
manifestación.

Existen algunos grupos de Iglesia que han cerrado filas, y desde la férrea convicción de sus certezas
libran batalla, como quien intenta domar el viento. Se agrupan en movimientos estructurados y agresivos, y
salen a implantar una nueva cristiandad a como de lugar.

La mayoría… estamos perplejos.

Señoras y señores: ¡se terminó! La renovación de la Escuela Católica que veníamos impulsando desde
los años sesenta se encuentra, hoy, en un punto de no retorno. Sus paradigmas quedaron desactualizados y sus
intenciones, por nobles que fueran, no alcanzan a tocar la vida de las personas. No hay renovación posible, si no
se trasforman los cimientos.

Nos quedan dos opciones: sostener el templo, a como dé lugar, rigidizando posturas, discursos y
prácticas… o aceptar el derrumbe y comenzar de nuevo.

¿Qué se ha caído a pedazos, en este movimiento epocal?

Vamos de adelante hacia atrás, de lo superficial a lo más hondo, para comprender el nivel del desafío
que nos convoca.

- Lo que entendíamos por educación de la fe revela profundos vacíos: los catequistas y educadores no
solamente perciben, con dolor, la distancia que los separa de sus interlocutores (sean estos niños,
adolescentes, jóvenes o adultos) sino que también experimentan cómo muchos aspectos de su discurso
aprendido ni siquiera para ellos mismos resulta creíble y significativo.

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- Lo que llamábamos pastoral escolar se quiebra en muchas de sus expresiones: celebraciones, discursos,
prácticas rituales… Es que se basa en un cúmulo de supuestos compartidos por la Comunidad Educativa
y la familia que ya no existe.
- Por debajo de todo esto, reiteramos, es la Institucionalidad de la Iglesia Católica lo que parece haber
perdido validez, credibilidad y autoridad moral. Y como sucede en los tiempos críticos, al tirarse el agua
sucia de la bañera, se corre el riesgo de tirar también al niño que estaba dentro. O sea, junto al rechazo
de formas vacías, discursos arcaicos y contenidos sin conexión vital, se pierde la oportunidad de
compartir y saborear la Buena Noticia de Jesús, y su capacidad de hacer estallar de sentido y fecundidad
el corazón humano.
- Los vínculos pastorales, basados en supuestos de superioridad espiritual, se revelan huecos, artificiales,
estereotipados y poco creíbles. Ya no alcanza siquiera a convencer la metáfora del pastor con olor a
oveja, porque las ovejas han decidido, de una vez por todas, dejar de serlo, para transformarse en
personas adultas que no esperan de sus mentores conducción, sino inspiración. Eso genera una
distancia profunda, lacerante, que apenas puede acortarse si existe una calidad superlativa en las
relaciones humanas. Y esto afecta a sacerdotes, religiosas, religiosos, catequistas y a todos aquellos que
llamamos agentes de pastoral, incluidos lógicamente las y los educadores.

Habitando provisorias tiendas de campaña

Nos encontramos, entonces, en el tiempo exacto en el cual debemos aceptar que un modo de concebir
nuestra identidad y nuestra misión ha muerto, ha quedado irreversiblemente atrás. Sentimos el dolor de que
aquello que dio sentido y sabor a nuestra vida parece ya no transmisible para las nuevas generaciones. No
solamente se nos queman los papeles: nos duele el alma.

Sin embargo, el corazón nos sigue ardiendo, en lo profundo, como un rescoldo. Intuimos que sí tenemos
algo valioso para compartir. Algo a lo que no podemos renunciar, no solamente por fidelidad a nosotros mismos,
sino también porque creemos que puede ser significativo para nuestro pueblo, incluso en este nuevo tiempo de
emancipación y reconstrucción cultural.

Creemos que la caída del Templo es una sutil invitación a reelaborar nuestra identidad. Cada crisis, en
efecto, nos desafío a rehacernos a niveles más hondos y genuinos. No va a ser de un día para el otro. No hay
recetas; no existe, y ya probablemente no existirá nunca, un nuevo modelo que nos dará seguridad. No se trata
de construir un nuevo templo, o edificar una nueva escuela.

Estamos quizá invitadas e invitados a levantar pequeñas y provisorias tiendas de campaña. Vulnerables y
necesarias. Mucho más pequeñas y conscientes de su fragilidad, que las poderosas instituciones milenarias o
centenarias que habitábamos.

Creemos sinceramente que esa es la dimensión de la conversión institucional, educativa y pastoral a la


que estamos convocados. Por eso las mismas palabras exigen una mutación. Y por eso sentimos que, a partir de
hoy, necesitamos esbozar una nueva manera de hacer, de hablar, de narrar y de comunicarnos.

Necesitamos asumir decididamente este duelo. Pero al transitarlo, también sentimos que se nos abre un
horizonte, un nuevo itinerario…

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 De la Religión a la Espiritualidad: el sentido profundo de las Religiones, y el sueño de sus
Fundadores, ha sido ofrecer un camino espiritual para sus adeptos. Históricamente ese camino
y ese sueño tuvo momentos más limpios y prístinos, y momentos donde la contaminación del
poder, de las riquezas, de la soberbia…opacó ese sueño y lo puso en riesgo. ¿Queremos, a capa
y espada, defender una religión, o anhelamos acompañar, en nosotros mismos y en derredor
nuestro, un camino de espiritualidad? De la respuesta que nos demos, de corazón, a esa
pregunta, brotará el sentido y la dirección en la que invirtamos nuestra energía pastoral.

 De la educación de la fe al cultivo de la interioridad: en una sociedad que ya no se reconoce


cristiana, no podemos dar por supuesto que compartimos códigos, relatos y simbologías. Y,
sobre todo, no podemos sobre entender una experiencia religiosa que, en la mayoría de los
casos, no existe. Habrá que hacer (primero nosotros mismos) caminos hacia el interior, caminos
de sanación, aceptación y amor incondicional que nos abran a ese AMOR MAYOR que nos habita
y trasciende.

 Del Cristo Salvador al Jesús Camino de Humanización: todavía seguimos compartiendo el


Relato cristiano dando por supuesto que hay una cosmovisión compartida. Y eso ya no es así. Sin
embargo, la historia de ese hombre llamado Jesús, que habitó entre nosotros y pasó haciendo el
bien, es capaz, si lo despojamos de ciertos ropajes moralistas o mágicos, de mostrarnos un
Camino de Humanización bello y potente, en el que el corazón humano encuentre inspiración y
energía.

 De la afiliación religiosa a la fraternidad expansiva: el objetivo más o menos confesado de toda


acción pastoral ha sido engrosar las filas de la Iglesia, llevando a los discípulos y discípulas a la
pertenencia comunitaria, la celebración sacramental y el ordenamiento de la vida según la
Moral Católica. Ese objetivo estalló en pedazos, literalmente. Hoy ya casi nadie compra el
combo completo, y eso tiene que ver, sin dudas, con la imposibilidad de renunciar a un grado
saludable de autonomía y adultez. Está en la Iglesia misma, en esa Iglesia somos nosotros y que
construimos día a día, sostener la impronta institucional de quien exige (o supone
ingenuamente) pertenencias full live, o transformarnos en comunidades de sentido, que cultivan
una fraternidad, expansiva, que se vive a ritmo humano…

 De la moral católica a la ética transpersonal: históricamente, la Iglesia Católica ha hecho de sus


normas morales un aspecto esencial de su identidad institucional, y, por qué negarlo, una
herramienta de control de las consciencias. Si hay un punto en el que, claramente, incluso los
católicos se han independizado de la Iglesia, es este. De manera pública o privada, ya casi nadie
vive todo y exactamente lo que la Iglesia manda, y la moral sexual es, probablemente, el punto
donde eso se manifiesta con mayor claridad (incluso en el clero). Lo que se cae a pedazos es una
moral del deber ser. Pero este movimiento… ¿nos deja sin ética? Creemos que no. Nos invita, en
cambio, a asumir la subjetividad y profundizar en ella, hasta tocar, en lo profundo del alma
humana, aquellas sintonías, sensibilidades y valores que nos hermanan con todos y con todo.

 De la doctrina completa a los relatos de sentido: si nuestro empeño era clarificar la doctrina
para evitar errores (y el Catecismo de la Iglesia Católica ha sido un titánico último esfuerzo por

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mantener esa intención) hoy percibimos, claramente, que lo que las personas necesitamos, para
hacer caminos de humanización, son relatos de sentido, perlas preciosas de Buenas Noticias
capaces de contener e inspirar nuestra experiencia, y abrirla a un horizonte espiritual. Y aquí es
donde el Evangelio tiene mucho para ofrecer, si somos capaces de despojarlo de sus residuos
atávicos de imposición cultural y el uso que se ha hecho de él (equivocadamente) como lista de
mandatos u orden del día.

 De la pastoral funcional a la fluidez del camino compartido: hemos funcionalizado la pastoral,


hasta convertir los ministerios en piezas de una maquinaria. Comienza el año, y en escuelas y
parroquias nos ponemos a hacer la lista de las tareas a cumplir y las personas que las llevarán
adelante. Cuando alguien se va o se quiebra, buscamos quien lo reemplace. Muchos, para
sostenerse en ese lugar, que le da una cierta cuota, aunque sea mínima, de seguridad y poder,
escinden su proceso personal, ahogan sus propias crisis o abortan su proceso espiritual, al
desconocer sus oscuridades y no mirarlas de frente. ¡Es necesario detener esa rueda! Es
imprescindible encontrar una nueva lógica que recoja mejor, lo más genuino del “vayan y
enseñen” de Jesús, despojándolo de la ambición colonizadora y de la culpa reparadora que
muchas veces lo contaminó. Sólo se trata de ser, de vivir, de amar desde adentro… El amor es
expansivo, fluye y crea mil formas de anuncio, expresión y comunicación. En la medida que
optamos por ser quienes somos, y abrir nuestro corazón de verdad al Evangelio, brotan en
forma natural (no por mandato ni por exigencias de la funcionalidad) maneras nuevas, creativas,
inéditas…de compartir aquello que hemos visto y oído.

Entonces… ¿Se trata de una nueva Pastoral Educativa o Catequesis Escolar, o se trata de nacer de
nuevo? ¿De sostener el Templo que está cayéndose a pedazos, o de soñar la construcción de tiendas de
campaña frágiles y significativas?

Estamos convencidos de que el camino que vamos iniciando, en este siglo XXI, será progresivo hasta el
infinito. Y que habrá que convivir serenamente con lo nuevo y lo viejo, discernir mucho, saber morir, saber vivir,
saber esperar… No es sólo la catequesis, no es sólo la escuela, no es sólo la pastoral.

Es una nueva opción por el desarrollo espiritual, inspirados en Jesús como camino de humanización,
vivida en comunidades de sentido, nutridos en la fraternidad expansiva y la creatividad del contagio, lo que
nos sentimos llamados a vivir y a compartir. Dispuestos a perder y a morir…para que fluya lo que es VIDA
verdadera entre nosotras y nosotros.

Juan Ignacio Fuentes

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