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XXIII CONGRESO NACIONAL DE COFRADIÍAS PENITENCIALES.

BARBASTRO 2010
Comunicacioó n
Joaquíón J. Polo Canñ avate. Cofradíóa de Jesuó s Atado a la Columna.
Barbastro. Huesca.

LAS COFRADÍAS Y LA FAMILIA

RESUMEN

En la presente Comunicación se intenta dejar patente el papel primordial que tiene la


institución familiar en el seno de las Cofradías Penitenciales, y asimismo, los beneficios que,
para la institución familiar, aporta la pertenencia del grupo familiar a la Cofradía. De este
modo se analiza la situación de la familia, o más bien de la persona, en el momento actual,
para pasar a continuación a tratar de la familia como ámbito educativo, insistiendo a
continuación en el empleo del tiempo de ocio como el de mayor convivencia familiar, por lo
que éste debe llenarse de significado. Por último, se hace referencia al papel de las cofradías
penitenciales en el desarrollo e integración de las familias, y el papel que cumple la
institución familiar en cuanto integrante, a través de sus miembros, en las Cofradías.

ABSTRACT

This communication attempts to demonstrate the role that has the family institution within
the penitential Brotherhood, and the benefits to the family institution, provides family group
membership of the Brotherhood. Thus, the situation of the family is analyzed, or rather of the
person, in the current moment, to happen to treat later of the family as educational area,
insisting later on the employment of the time of leisure as that of major familiar conviviality,
for what this one must fill with meaning. Finally, referring to the role of Penitential
Confraternities in the development and integration of the families, and the role played by the
family institution as an integral, through its members in the Brotherhoods.

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XXIII CONGRESO NACIONAL DE COFRADIÍAS PENITENCIALES. BARBASTRO 2010
Comunicacioó n
Joaquíón J. Polo Canñ avate. Cofradíóa de Jesuó s Atado a la Columna.
Barbastro. Huesca.

LAS COFRADÍAS Y LA FAMILIA

“La Familia, en los tiempos modernos, ha sufrido quizá como ninguna otra institución, la
acometida de las transformaciones amplias, profundas y rápidas de la sociedad y de la
cultura. Muchas familias viven esta situación permaneciendo fieles a los valores que
constituyen el fundamento de la institución familiar. Otras se sienten inciertas y desanimadas
de cara a su cometido, e incluso en estado de duda o de ignorancia respecto al significado
último y a la verdad de la vida conyugal y familiar. Otras, en fin, a causa de diferentes
situaciones de injusticia se ven impedidas para realizar sus derechos fundamentales”1.

De este modo comenzaba S.S. Juan Pablo II la Exhortación “Familiaris Consortio”, que tan
trascendental influencia ha tenido en el devenir reciente de las familias cristianas. Se hacía
eco de un proceso que, comenzado hacía décadas, no sólo está hoy en día de plena actualidad,
sino que incluso reviste en estos últimos tiempos una particular virulencia: el ataque a la
institución familiar.

En esta comunicación me propongo hacer patente el papel que nuestras cofradías


penitenciales pueden cumplir en la defensa e integración de la realidad familiar, para que las
familias cofrades estén situadas en ese primer grupo de familias que son las que “viven esta
situación permaneciendo fieles a los valores que constituyen el fundamento de la institución
familiar”2.

1. ¿Crisis de la familia o crisis de la persona?

Señala Bofarull que “en las últimas décadas del siglo XX la familia española se ha hecho
cada vez más frágil. La fortaleza de la unidad matrimonial es menor, el ascendiente de los
padres sobre los hijos decrece, la reciprocidad con los abuelos y los parientes mayores ha
disminuido. Los padres y, siguiendo el ejemplo, los hijos mayores tienen objetivos menos
cooperativos: crece un individualismo que al final se hace presente entre todos los miembros
de la familia”3.

Enmarcada en la posmodernidad, esta especie de “crisis de la familia” requeriría de una serie


de matizaciones que permitieran su cabal comprensión, toda vez que excede del ámbito y de
las posibilidades de este trabajo, y tampoco es su objeto, un adecuado estudio, si quiera sea
somero, de las raíces de esta llamada “crisis” de la institución familiar, de su existencia, de su
importancia, de sus dimensiones y de la fundamental perspectiva de futuro: “¿hacia dónde va
la familia?”.

Pues bien, por lo pronto, sí que es posible afirmar que esa denominada “crisis de la familia”
no lo es tal, sino que se trata más bien de una “crisis de la persona”, de una crisis de valores,
que es hija de la progresiva extensión, generalización diríamos mejor, del relativismo ético,

1
EXHORTACIOÍ N APOSTOÍ LICA FAMILIARIS CONSORTIO, 1 (FC)
2
Ibídem
3
BOFARULL, IGNASI DE., “Ocio y tiempo libre: un reto para la familia”. Baranñ aó in (Navarra), EUNSA, 2005. P. 23

2
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Comunicacioó n
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del subjetivismo, que conduce a la afirmación de que no se pueden encontrar criterios estables
de verdad moral.

El subjetivismo, propio de la modernidad, “es una manifestación de la decadencia del


proyecto ilustrado de fundamentación de la moral. (…) y “deriva de conceptos
distorsionados acerca de la libertad y la autonomía del ser individual”. (…). Pero en este
proceso la universalización termina contraponiéndose al individuo aislado, que no tiene más
punto de partida que lo que le dicten sus preferencias arbitrarias. Así, la reivindicación del
individuo como soberano sobre los valores, termina oponiéndose a la búsqueda de soluciones
válidas y aceptables para todos. La constatación fáctica de la desorientación moral se
encuentra en la multiplicidad de teorías morales contrapuestas que se dan en el seno de la
modernidad. Por su parte, las normas universales, o bien se limitan a un ámbito de mínimos
muy básicos, o bien tienden a ser impuestas a través de la manipulación o por la fuerza”4.

La persona humana, al carecer de toda referencia valorativa orientadora, queda así “flotando”
en una especie de éter, en una oscuridad adimensional en la que ahora sólo se podrá orientar
guiada por su interés material inmediato, por su egoísmo y sus necesidades más mezquinas,
por una búsqueda de placer material rápido. Se produce, también, un intento de obviar
(intento inútil, que conduce siempre al fracaso) todo lo que puede dificultar o disminuir ese
absolutismo de “mi” bienestar, y por eso se prohíbe o está muy mal visto, hablar de asuntos
tales como el dolor, la muerte, el deber, el esfuerzo. El lenguaje cotidiano se llena de
eufemismos, los grandes valores, los grandes conceptos, la historia de la humanidad, se
trivializan, se infantilizan… El hombre moderno se ensimisma, pierde importancia, y por
tanto se convierte en algo manipulable, en un mero consumidor, a quien se puede dirigir en
todas las facetas de su comportamiento personal y social.

En este contexto, el nivel cultural de cualquier sociedad desciende de modo alarmante, la


educación deja de ser digna de seguir llamándose así, el hombre se diluye en la masa y su
capacidad de raciocinio se va viendo progresivamente más y más limitada. Por tanto, esa
crisis de la familia queda diluida en la crisis de la persona.

Por eso, sigue diciendo Bofarull “la familia que predomina hoy mengua en su papel
educativo, de socialización, de control social, de ayuda afectiva y material ante las
dificultades de sus miembros (apoyo, enfermedad, paro, vejez..)” 5. Pero también hay hoy en
día aspectos positivos, que ya destacaba S.S. Juan Pablo II: “En efecto, por una parte existe
una conciencia más viva de la libertad personal y una mayor atención a la calidad de las
relaciones interpersonales en el matrimonio, a la promoción de la dignidad de la mujer, a la
procreación responsable, a la educación de los hijos; se tiene además conciencia de la
necesidad de desarrollar relaciones entre las familias, en orden a una ayuda recíproca
espiritual y material, al conocimiento de la misión eclesial propia de la familia, a su
responsabilidad en la construcción de una sociedad más justa”6, que también apreciaba una
serie de dificultades, algunas muy relevantes, entre las que destacaremos, por lo que aquí nos
4
GARCIÍA DE MADARIAGA CEZAR, M. “La crítica al concepto liberal de justicia en la filosofía de Alasdair MacIntyre”.
Memoria para optar al grado de Doctor. Universidad Complutense de Madrid. Madrid 2002. P. 106
5
BOFARULL, IGNASI DE., Op. Cit. P. 24
6
EXHORTACIOÍ N APOSTOÍ LICA FAMILIARIS CONSORTIO, 6. En esto, como veremos, las asociaciones de laicos, las
Cofradíóas, tienen un papel determinante que cumplir.

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interesa, “las dificultades concretas que con frecuencia experimenta la familia en la


transmisión de los valores”7.

2. La familia como ámbito educativo

“La familia es escuela del más rico humanismo” 8, “aquí se aprende la paciencia y el gozo del
trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino
por medio de la oración y la ofrenda de su vida”9. Este aspecto de la institución familiar, el
educativo, hasta tal punto es importante que se ha llegado a definir a la familia como
“comunidad para la formación de las personas”10.

La tarea educativa que se lleva a cabo en el seno de cada familia, y especialmente en el seno
de cada familia cristiana se basa fundamentalmente en el ejemplo y en la repetición de actos
virtuosos, es decir, a través del desarrollo co-activo de los hábitos. Así, “ cada persona aporta
su personal ingrediente a la conformación del ámbito familiar, y, a su vez, adopta la tonalidad
conjunta de las costumbres, usos y hábitos familiares. (…) la educación familiar no es más
que la formación conjunta y co-operativa de hábitos éticamente buenos”11. Porque en el
ámbito familiar no educan tanto las palabras como las acciones compartidas, es decir,
“mediante la ostensión del obrar, se educa la sociabilidad”12.

Cuando la familia, que constituye una “comunidad de amor y de solidaridad ”13, es consciente
de su potencial educativo a través del emprendimiento y realización de actividades comunes,
puede llevar a cabo una decisiva tarea integradora y socializadora de sus miembros, es decir,
una decisiva tarea Educativa, con mayúsculas.

3. El ocio familiar significativo

La sociedad actual, con la incorporación masiva de la mujer al mercado laboral y la asunción


por parte del Estado moderno del papel de dispensador de todo un elenco de Servicios
Públicos que conforman el llamado “Estado del bienestar”, acota un modo de vida que afecta
tanto a los individuos aislados como a cada uno de los grupos en que estos se organizan,
incluyendo a las familias, modo de vida que está presidido por la división del tiempo en dos
grandes compartimentos: el tiempo de trabajo (o de escuela), tiempo del deber o de la
obligación, y el tiempo de Ocio. No cabe duda de que la convivencia familiar, salvo
excepciones, tiene lugar mayoritariamente en este último, por lo que el tiempo de ocio
familiar es de importancia capital en la educación familiar.

Por ello, afirma Bofarull (de quien hemos tomado el concepto de “ocio familiar
significativo”) que “el lugar privilegiado para la educación familiar es de las actividades de
7
Ibídem.
8
CONSTITUCIOÍ N PASTORAL GAUDIUM ET SPES (GS). 52.1
9
CATECISMO DE LA IGLESIA CATOÍ LICA. 1657
10
Asíó lo hace Francisco Altarejos en el libro cuyo tíótulo coincide con el que hemos elegido para el presente epíógrafe:
BERNAL, AURORA (ED.). “La familia como ámbito educativo”. I.C.F. Universidad de Navarra- Ediciones Rialp. 2005. P. 40.
11
BERNAL, AURORA (ED.). Op. Cit. P. 43
12
BERNAL, AURORA (ED.). Op. Cit. P. 44
13
D’AGOSTINO, FRANCESCO. Filosofía de la Familia. ICF Ediciones Rialp SA. Pamplona, 2006. P. 25

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ocio. Allí la educación, la formación, la personalización y la potenciación de las cualidades de


los hijos no suponen una actitud gravosa, rutinaria y poco atractiva, sino que se pueden
convertir en una suma de encuentros y actividades cargada de felicidad y creatividad .”14 Y ese
lugar privilegiado es el momento de ocio familiar, pero «significativo», es decir, el que tiene
como objetivo “desarrollarse en la vida personal y social de la propia familia (a través de cada
uno de sus miembros) en actividades cooperativas, formativas y sociales ”15. Este ocio
familiar, así vivido, “constituye un capítulo muy importante de la educación en valores y
virtudes”.16

Las familias que se esfuerzan por hacer de sus ratos de ocio compartidos un espacio educativo
son aquellas que disfrutan de lo que Bofarull llama “conciencia de misión familiar”17, y suelen
utilizar el asociacionismo con objeto de alcanzar esta significación formadora de sus ratos de
ocio. Las familias pueden asociarse de multitud de maneras distintas, a través de Asociaciones
Culturales, Clubes juveniles, APA’s, y, también, asociaciones religiosas de laicos, entre las
que se encuentran las Cofradías Penitenciales.

Los beneficios del ocio familiar así entendido son numerosísimos, y existen numerosos
estudios de universidades anglosajonas sobre este particular. Podemos, someramente, citar,
con Bofarull, algunos de ellos: beneficios personales psicológicos y psicofisiológicos (mejor
salud mental y mantenimiento de la misma, desarrollo y crecimiento personal, satisfacción y
apreciación personal), beneficios sociales y culturales (vinculación social, cohesión y
cooperación, incremento de la vida cívica y democrática, identidad cultural, prevención de
problemas sociales para jóvenes en riesgo, beneficios para el desarrollo de los niños),
beneficios para la propia familia (incremento de la unidad -cohesiva y adaptativa- y
vinculación intrafamiliar, fuente de felicidad familiar), beneficios económicos (reducción de
costos de salud, incremento de la productividad y menor absentismo laboral, crecimiento
económico local y regional).

4. El papel de las Cofradías Penitenciales

De la larga lista de beneficios que hemos citado podemos identificar muchos de ellos como
consecuencias inmediatas de la pertenencia a una asociación de laicos, a una Cofradía, sobre
todo si esa pertenencia, esa vinculación se arraiga en la tradición familiar. Como todos
sabemos por nuestra experiencia personal, por nuestra particular vivencia cofrade, la
vinculación de familias enteras con las cofradías penitenciales es algo habitual, tan habitual
que nos resulta la cosa más normal del mundo, porque es algo que hunde sus raíces en lo más
profundo de la historia. Muchos pertenecemos a una cofradía porque a ella perteneció nuestro
padre, nuestro abuelo, y también pertenecen nuestros hijos, hermanos, primos… Toda la
familia tiene su propia “historia cofrade”, plagada de vínculos, de encuentros, y de recuerdos.
Esta es una realidad palpable, y es aquí dónde este trabajo quería llegar: las grandes
posibilidades que para el desarrollo de nuestras propias familias y para la formación, cristiana
y personal de nuestros hijos ofrece la pertenencia a una Cofradía Penitencial.

14
BOFARULL, IGNASI DE., Op. Cit. P. 86
15
BOFARULL, IGNASI DE., Op. Cit. P. 85
16
BOFARULL, IGNASI DE., Op. Cit. P. 85
17
BOFARULL, IGNASI DE., Op. Cit. P. 90

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Como todos sabemos, nuestra Madre la Iglesia, mediante el Código de Derecho Canónico
hace recaer sobre los padres la grave obligación y el derecho de educar a la prole 18, y para
ello, dice textualmente el CIC que “los padres católicos tienen la obligación y el derecho de
elegir aquellos medios e instituciones mediante los cuales (…) puedan proveer mejor a la
educación católica de los hijos”19. Entre estos medios e instituciones podemos situar a las
Cofradías Penitenciales, pues a ellas, como asociaciones de laicos, les corresponde “fomentar
una vida más perfecta”20 y para ello sus Presidentes deben “cuidar de que los miembros de su
Asociación se formen debidamente”21.

Del mismo modo, nuestras Cofradías son depositarias en muchos casos de tradiciones
centenarias. Han sido erigidas ellas mismas, o son sucesoras de organizaciones creadas siglos
atrás, y esencialmente siguen siendo iguales a ellas mismas, constituyendo sus actos de culto,
celebraciones Litúrgicas, sus actos penitenciales, sus desfiles procesionales, sus oraciones
propias, la designación de sus cargos, su organización interna, la reglamentación interna y
normas estatutarias, etc… un ejemplo vivo de una tradición conservada de padres a hijos y
hecha actual, vigente, en cada reiteración. El cofrade siente honda satisfacción al participar en
estos actos al saber que de igual modo lo hicieron sus padres y sus abuelos. Y, hoy en día, este
aspecto tiene singular importancia, pues el progreso actual contribuye a que el hombre
moderno sufra otra pérdida nuclear: las tradiciones. Al respecto, señala Frankl: “las
tradiciones cumplían la misión de contrapeso de su conducta, y ahora se diluyen, en la
sociedad moderna, a pasos agigantados. Carece, pues, [el hombre] de instintos que le
impulsen a determinadas conductas, y ya no conserva las tradiciones que le indicaban los
comportamientos socialmente aceptados; en ocasiones ignora hasta lo que le gustaría hacer.
En su lugar, desea hacer lo que otras personas hacen (conformismo), o hace lo que otras
personas quieren que haga (totalitarismo)”22.

El papel de nuestras Cofradías en relación con las familias cofrades vinculadas a ellas puede
sistematizarse de este modo:

A. Beneficios para el desarrollo de la familia.

a. La pertenencia a una Cofradía fortalece la unidad familiar : La realización


continuada de actividades en las que participa la familia en su totalidad o casi
robustece los vínculos entre sus miembros, afectivos y ejemplificativos. Cuando todos
los miembros de la familia se integran en una organización, cada uno en su nivel de
participación y en su actividad o responsabilidad concreta, crece el sentimiento de
pertenencia, de unidad, de camaradería y de solidaridad. La vivencia cofrade es más
plena, y la satisfacción familiar se incrementa. Por supuesto, el tiempo que los
miembros de la familia pasan juntos se incrementa sustancialmente.
b. Que los miembros de una familia pertenezcan a una Cofradía actúa como
importante referente educativo: Cada uno de los miembros de las familias cofrades
18
Cfr. Canon 793 CIC
19
Ibidem.
20
Cfr. Canon 298 CIC
21
Cfr. Canon 329 CIC
22
FRANKL, VIKTOR., “El hombre en busca de sentido”. Edicioó n y proó logo de Joseó Benigno Freire. Barcelona, HERDER,
1979 (3ª reimpresioó n, 2004). P. 129

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va a llevar a cabo un determinado papel en el seno de la misma, asumiendo una


concreta responsabilidad. Tanto en su actuación por separado como miembro de la
Asociación como cuando coinciden varios miembros de la familia en una actividad
concreta, su acción educativa (recordemos que, como dijimos ya más arriba, la tarea
educativa que se lleva a cabo en el seno de cada familia, y especialmente en el seno de
cada familia cristiana se basa fundamentalmente en el ejemplo y en la repetición de
actos virtuosos, es decir, a través del desarrollo co-activo de los hábitos) es potente y
omnidireccional.

B. Beneficios para la educación de los hijos.

a. El tiempo que el menor dedica a las actividades cofrades es un tiempo de


aprendizaje. Ya sea en la formación en la solidaridad (secciones de Caridad), en la
formación cristiana (cursillos, charlas, actividades formativas), en la participación en
secciones de instrumentos (formación musical, disciplina, orden, sacrificio…), en la
preparación de los cultos (ensayos, preparación de materiales y enseres), en la preparación
de las Actividades Penitenciales de Cuaresma y Semana Santa (procesiones, Estación de
Penitencia), con la atención y el cuidado en el vestido, aseo y preparación de los
numerosos aspectos que contribuirán al esplendor y lucimiento de nuestras Imágenes
Titulares, todo ello tiene un hondo carácter formativo de la personalidad de nuestros hijos.

b. La participación en la vida cofrade es un inmejorable modo de pasar el tiempo


libre. Nuestros hijos crearán vínculos de amistad con los demás jóvenes de la Cofradía, de
modo que el tiempo que dediquen a sus actividades, o que pasen en los locales sociales de
nuestras Asociaciones será para ellos un tiempo deseable, esperado, agradable y muy
satisfactorio.

c. La pertenencia a una Cofradía aumenta el sentido de la responsabilidad y


fortalece los vínculos de solidaridad con los menos favorecidos . Cuando nuestros
jóvenes deciden, libremente, integrarse en la sección de Caridad de la Cofradía, y se
comprometen a dedicar parte de su tiempo libre a ayudar a quienes más lo necesitan, o
integrarse en una sección de instrumentos, o de portantes, etc. van a dedicar su tiempo y
esfuerzo en darlo a los demás, y se van a responsabilizar de cumplir unos horarios, de
asistir a unas actividades programadas que quizá no sean lo que más les apetece hacer en
ese momento. De esta manera se sujetan voluntariamente al cumplimento de unas normas.
¡Cuánto valor educativo, formador tiene todo esto!. No cabe duda que redundará en que
acepten mejor las normas de comportamiento establecidas en cada familia23.
23
La profesora de la Universidad de Sevilla Rosario Ordoó nñ ez Sierra, en un interesante trabajo, en el que recoge las
opiniones expresadas por los profesores que fueron invitados relativas a las funciones y responsabilidades que les
corresponde en el aó mbito escolar, y respecto a Enseñanza de normas y/o responsabilidades familiares, expone
que los docentes siguen opinando que tienen parte de responsabilidad en todas las tareas asignadas, auó n asíó los
porcentajes ante estas respuestas son maó s bajos ante el valor “mucha” y ascienden algo ante el valor “bastante”, pero
todos se mantienen por debajo del 50%. Acostumbrarles a que acepten las normas de comportamiento establecidas
(comidas, higiene, uso de las cosas): (Bastante=40,3%, mucha=48,9%; 0=3,45). Acostumbrarles a ser limpios y
ordenados: (Bastante=47,3%, mucha=41,4%; 0=3,37). Enseñarles a participar en la vida familiar, dándoles pequeñas
responsabilidades: (Bastante=45,2%, mucha=24,7%; 0=3,00). Hacer uso adecuado de la televisión: (Bastante=37,6%,
mucha=15,1%; 0=2,69). ORDONÑ EZ SIERRA, ROSARIO: “Responsabilidades educativas que se atribuyen familia y escuela
en el ámbito educativo”. Universidad de Sevilla. http://www.romsur.com/educa/responsabilidades.htm. Como vemos,
el docente se siente involucrado, en parte al menos, en la educacioó n que sus alumnos reciben en el seno de la familia.
La organizacioó n de una Asociacioó n de laicos es evidente que tambieó n tendríóa su papel en este aó mbito, al suponer la

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C. La formación cristiana de los miembros de las Cofradías.

Como sabemos, “el hogar cristiano es el lugar en que los hijos reciben el primer
anuncio de la fe. Por eso la casa familiar es llamada justamente «Iglesia doméstica»,
comunidad de gracia y de oración, escuela de virtudes humanas y de caridad
cristiana”24. Y, para todos los que pertenecemos a una Cofradía Penitencial ésta debe
ser una extensión del hogar cristiano para la formación religiosa de sus miembros. Ya
dijimos antes la obligación de los presidentes de atender a la formación se sus
miembros para el “apostolado propio de los laicos” 25. Pero en primer lugar, a través de
los actos Litúrgicos que la Cofradía Penitencial celebra a lo largo del año, y muy
especialmente durante la Cuaresma y la Semana Santa, la Cofradía está llevando a
cabo una tarea de evangelización y catequética con sus miembros y con toda la
comunidad parroquial. En este sentido es importante señalar que la asistencia a los
mismos de las familias supone un gran bien para todos sus miembros, especialmente
los jóvenes, cuya participación en la vida de la Iglesia y en la administración de los
Sacramentos se ve muy favorecida e incentivada.

Además, es cada vez más frecuente que las Cofradías, por si misma o a través de
confederaciones o asociaciones más amplias en que se integran a nivel local,
provincial, diocesano, etc. organicen todo tipo de actividades de formación cristiana.

CONCLUSIÓN

En el presente trabajo hemos expuesto el papel de primer orden que representa la pertenencia
a una Cofradía Penitencial para la familia cristiana actual, en estos tiempos de rápida
transformación social y de crisis de la persona humana, y al mismo tiempo, la rica realidad
que supone para cada cofradía la pertenencia a la misma de grupos familiares. Los beneficios
son mutuos, y el papel a cumplir por ambas instituciones con relación a la otra es de gran
importancia. Y qué duda cabe, la integración de la familia en una Cofradía Penitencial
contribuirá a que dicha familia sea una las que “viven esta situación permaneciendo fieles a
los valores que constituyen el fundamento de la institución familiar”26.

aceptacioó n voluntaria de un conjunto de deberes y normas por parte de sus miembros, cuyo cumplimiento tendríóa
relacioó n con el conjunto de normas intrafamiliares de convivencia.
24
CATECISMO DE LA IGLESIA CATOÍ LICA. 1666
25
Cfr. Canon 329 CIC
26
EXHORTACIOÍ N APOSTOÍ LICA FAMILIARIS CONSORTIO, 1 (FC)

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