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El cero desde diferentes perspectivas

—Recopilación, traducciones y resaltes de Carlos Rocha G.—

***

El cero, es el número que representa una cantidad nula. Un concepto bastante paradójico, pero
fundamental para el desarrollo de las Matemáticas a través de la historia. El origen del cero como número se
dio en la India. El primer registro del uso del cero indio está datado en el año 876 d.C., la única data en la que
hay un acuerdo indudable. Insertaré más adelante mi traducción de un artículo del poeta francés René Daumal
(1908-1944) sobre el cero, como una significativa invención que surgió en la India.

La palabra “cero” proviene de la traducción de su nombre en sánscrito shunya (vacío) al árabe sifr (‫)رفص‬, a
través del italiano. La voz española “cifra” también tiene su origen en sifr. La representación del 0 indio pasó a
Occidente a través de los árabes, quedando establecida en Europa a partir del siglo XII, gracias al Liber abaci de
Leonardo de Pisa. A partir de aquí el uso del cero comenzó a expandirse gracias a la utilización que de él
hicieron comerciantes y mercaderes, pudiendo afirmarse que ya en el siglo XVI se había sentado totalmente.

La cantidad 0 fue introducida por los babilonios hacia el siglo IV a.C., mediante un signo que separaba las dos
cifras que se encontraban a ambos lados. Por su parte, en la India se adoptó un punto, que más tarde fue
sustituido por un pequeño círculo.

En el año 500, el astrónomo indio Aryabhata creóa un sistema numérico que no tenía cero y era un simple
sistema posicional. Se usó la palabra kha para la posición cero. Posteriormente, el mismo cero adoptaría ese
nombre. En ocasiones se usaba un punto en los primeros manuscritos indios para demostrar un espacio vacío
en la notación posicional. Pero muchos historiadores objetan la verosimilitud de estas fuentes, al comprobarse
que el punto también se usaba para demostrar algo desconocido, lo que usualmente sería una “x” para la
Matemática moderna.

Si buscamos a quien inventó el cero la verdad es que no fue una sola persona la que desarrolló este importante
concepto, pero debemos considerar a Brahmagupta, un matemático y astrónomo Indio, quien lo utilizó por
primera vez, tal como lo conocemos actualmente. La primera mención clara de este número como concepto
matemático se dio en su trabajo Brahmasphuta Siddhanta en el año 628. En esta obra, increíblemente
avanzada para la época, el matemático indio considera además a los números negativos y las reglas algebraicas
para operar con ellos. Entre las diferencias en el uso moderno de estos números, Brahmagupta le asignó cero al
resultado de cero dividido por este mismo número.

Aunque no de manera clara ni en forma matemática, el cero fue utilizado por algunas civilizaciones
precolombinas en Latinoamérica, para el 40 A.C., principalmente por los mayas (cultura que se extendía desde
el sur de México, pasando por Guatemala y llegando hasta Honduras) y los olmecas. Curiosamente, el
jeroglífico maya para el cero es , en el año 36 a. C. (el primer uso documentado del cero autónomo como se
conoce hoy en día).
Para el año 525 existen pruebas de que el cero fue usado en Roma junto con los numerales romanos, pero
como palabra y no como símbolo, para representar el valor nulo o nada. Los romanos no tenían ceros; sus
números eran letras de su alfabeto en mayúsculas y para las cantidades grandes se empleaban letras de alto
valor como M, D, C. Para números con valores iguales o superiores a 4.000, se colocaba una línea horizontal
por encima del número, para indicar que la base de la multiplicación era por 1000.

Con el tiempo, para la época de Brahmagupta, el concepto del cero se extendió a China y al mundo islámico.
Los árabes, quienes fueron sumando terrenos a sus imperios, asimilaron este concepto al llegar a la India. Por
ende, al cero, que era llamado sunya en la India (que significa “nada” o “vacío”), lo llamaron sifr (se dice céfer).
Fue así como por la continuidad de sus invasiones el cero llegó a Europa. Posteriormente, su palabra sifr, derivo
al “cero”, primero en la lengua italiana y luego a la lengua castellana.

Algunos dicen que quien inventó realmente el cero fueron los árabes 1.000 años antes del nacimiento de
Cristo, y que estos fueron los primeros en desarrollar los conceptos numéricos desde el 0 hasta el 9, pero esta
teoría no tiene gran sustento. Otros dicen que el cero apareció en Babilonia y que notaciones del cero se
encuentran en las tablillas de arcilla que se remontan al año 2.000. En los libros de historia universal se
considera que el invento del cero fue en la India.

Como indica el Papiro Boulaq 18 (datado aprox. En 1700 a.C.), en el Antiguo Egipto se utilizó el signo nfr para
indicar el cero. El escriba utiliza el signo hierático nfr que tiene una escritura jeroglífica. El sistema de
numeración egipcio es uno de los más antiguos. Permitía representar números, desde el uno hasta millones,
desde el inicio del uso de la escritura jeroglífica. A principios del tercer milenio a.C. los egipcios disponían del
primer sistema desarrollado decimal (numeración de base 10). Aunque no era un sistema posicional, permitía
el uso de grandes números y también describir pequeñas cantidades en forma de fracciones unitarias: las
fracciones del Ojo de Horus. Las cantidades se representaban de una forma muy larga, siendo este un
inconveniente para la síntesis y las operaciones numéricas.

Matemáticamente, el cero (0) es el signo numérico de valor nulo, que en notación posicional ocupa los lugares
donde no hay una cifra significativa. Si está situado a la derecha de un número entero, decuplica su valor (en
notación posicional decimal); y colocado a la izquierda no lo modifica. Utilizándolo como número, se pueden
realizar con él operaciones algebraicas como sumas, restas, y multiplicaciones, entre otras. Pero, por ser la
expresión del valor nulo (nada, nadie, ninguno), puede dar lugar a expresiones indeterminadas o que carecen
de sentido.

En cuanto al cero como concepto numérico, este es un número entero, que se sitúa entre el −1 y el 1. Por
ende, es un valor nulo de una magnitud. Introduciéndonos en las Matemáticas, al ser sumado el cero con otro
número actúa como un ente neutro. Si se multiplica con otro número, actúa como un ente absorbente, por
ende el resultado siempre será cero. Asimismo, en una división, el cero nunca podrá ser dividido, cualquier sea
el número que se utilice. Cualquier división en la cual se utilice el cero resultará en cero.
El invento del cero, además de permitir, a través del uso de las Matemáticas, el desarrollo de la Física y otras
ciencias exactas, ha sido fundamental para el funcionamiento interno lógico de los computadores. Se dice que
es la creación matemática más importante. Y lo curioso es que en realidad, no es nada.

Ptolomeo en el Almagest, escrito en el 130 (Siglo II d.C.), usó el valor de “vacío” de “0” en conjunción del
sistema babilónico. Ptolomeo solía usar el símbolo entre dígitos o al final del número. Podría inferirse
erróneamente que el cero habría arraigado sus raíces en ese tiempo, pero lo cierto es que Ptolomeo no usaba
el símbolo como número, sino que lo consideraba un signo de puntuación. Este uso no fue extendido y pocos
se sumaron a él para desvanecerse en la Historia.

Hacia el siglo VI a.C. tiene lugar en la India el surgimiento del sistema decimal, que es el que actualmente rige
en todo el mundo. En ese momento, comenzaron a ser utilizados exclusivamente los numerales del 1 al 9 para,
mediante una notación posicional, poder expresar el resto de cantidades.

La idea de utilizar un sistema posicional, en el que valor de un numeral depende de la posición que ocupa con
respecto a los demás, no parece haber sido original de la India, sino que ya fue empleada por los babilonios al
menos desde el 2000 a.C. No obstante, el sistema empleado por éstos era sexagesimal, y no decimal, aunque la
base 60 coexistía con la base 10.

Los babilonios escribían en arcilla sin cocer, sobre formas planas o tablas. Su notación era la cuneiforme. En
tablas datadas en el año 1700 a.C. se ve anotaciones numéricas en su particular forma, este sistema no se
parecía al actual de base 10, los babilonios utilizaban un sistema en base 60, esta notación no sería capaz de
distinguir el número 23 del 203 o el 2003. Alrededor del 400 a.C., comenzaron a colocar símbolos de dos cuñas
en los lugares donde en nuestro sistema escribiríamos un cero, lo que en la realidad se leería 2”3 (dos, varios,
tres). La ambigüedad no pareció preocupar a los babilonios.

Las dos cuñas no fueron la única forma de mostrar las posiciones de vacío o cero, en una tabla encontrada en
Kish, antigua ciudad de Mesopotamia al Este de Babilonia, se lee una notación de tres ganchos. Estas tablas
están datadas en el 700 a.C. Otras tablas usan un solo gancho y en algunos casos la deformación de éste,
asemeja un cero como lo conocemos hoy.

También en China se creó un sistema de numeración decimal y posicional, pero en su caso el principio no era
abstracto pues, como en la numeración romana, los órdenes de magnitud se representaban mediante signos
específicos. El sistema posicional requiere de la existencia de un valor nulo o vacío para poder expresar que
entre dos numerales no existe un orden de magnitud, siendo éste es el papel que desempeña el número 0.

El primer matemático importante que hizo uso del signo “0”, hacia el año 810 de nuestra era, fue el árabe
Muhammad ibn Mūsā al-Jwārizmī, cuyos escritos aún se conservan. El cero fue introducido en Europa por el
matemático italiano Fibonacci en el siglo XII, aunque las autoridades lo encontraron tan sospechoso que el
Gobierno de Florencia prohibió su utilización en 1299.
Siglos después, el cero reapareció también en la India, bajo el Imperio Gupta. Alrededor del año 650 el cero
ingresa a la Matemática india, que como ya fue mencionado se usaba para denotar un lugar vacío. Algunas
evidencias refieren acerca de un parámetro de lugar vacío en números con valor posicional desde el año 200 en
India. Sin embargo, varios historiadores rechazan esta teoría tratándolas como falsificaciones y
tergiversaciones, tratando de minimizar el origen netamente indio de la invención del cero.

Aunque en grandes y antiguas civilizaciones, como las de Egipto, Babilonia y Grecia, se encuentran registros
matemáticos y/p astronómicos que muestras símbolos indicativos del valor cero, por diversas peculiaridades
de sus sistemas numéricos, no supieron obtener el verdadero beneficio que tuvo en India este capital
descubrimiento del cero.

***

El cero en la Matemática formal

En la teoría de conjuntos numéricos, el cero es el elemento del conjunto ordenado de los números
enteros (ℤ, ≤) que sigue al –1 y precede al 1. Algunos matemáticos lo consideran perteneciente al conjunto de
los naturales (ℕ) ya que estos también se pueden definir como el conjunto que nos permite contar el número
de elementos que contienen los demás conjuntos, y el conjunto vacío tiene ningún elemento. El número cero
se puede representar como cualquier número más su opuesto (o, equivalentemente, menos él mismo): x + (–
x) = 0

Representación de 0

• Numeración maya: la Cultura maya es la primera en emplear el cero.


• Numeración India: 0
• Numeración romana: No existe ningún símbolo en la numeración romana que represente el 0.
• Numeración jónica: Ο (la letra ómicron)
• Numeración china: 〇 ó 零
• Numeración egipcia:
• Numeración griega: O
• Numeración armenia: No existe
• Numeración cirílica: No existe
• Numeración colombiana:
• Numeración de la Cultura de los Campos de Urnas: (un espacio)
• Sistema binario: 0
• Sistema hexadecimal: 0

La notación matemática comprende los símbolos utilizados para escribir ecuaciones matemáticas y fórmulas.
Incluye números arábigos, cartas de la época romana, griego, hebreo, alemán, alfabetos y una serie de
símbolos inventados por los matemáticos durante los últimos siglos. El desarrollo de la notación matemática
para el álgebra se puede dividir en tres etapas:
• La primera es retórica, donde todos los cálculos se realizan por medio de palabras y símbolos que se
utilizan. La mayoría de matemáticos islámicos medievales que pertenecían a esta etapa.
• La segunda es sincopada, donde con frecuencia las operaciones utilizadas y las cantidades están
representadas por abreviaturas simbólicas.
• La tercera es simbólica, que es un sistema completo de notación y sustitución de todos los retóricos. Este
sistema fue utilizado por matemáticos medievales de la India y en Europa desde mediados del siglo XVII.

El cero se representa en matemáticas con el símbolo “0”. En el conjunto de los enteros el 0 es un número
par. Tradicionalmente está considerado uno de los cinco números más importantes de las matemáticas, junto
con los números 1, π, i, e.3 Estos números quedan relacionados por la llamada identidad de Euler: .

El cero en la suma: En la suma, el cero es el elemento neutro; es decir, cualquier número a sumado con 0
vuelve a dar a. Ejemplo: 25 + 0 = 25.

El cero en la multiplicación: En el producto, el cero es el elemento absorbente; cualquier número operado con
0 da 0. Ejemplo: 25 × 0 = 0.

En cero en la división: Entre las controversias que existen sobre el cero, una de ellas es sobre la posibilidad de
dividir por él; hasta llega a dudarse sobre si el cero puede dividir a otro número. Acrecienta la confusión
cuando se analiza la división por cero en el contexto de los límites y en el contexto de los números enteros. El
problema es que se utiliza la misma palabra, división, para referirse a distintas cosas (aunque en el fondo
tengan el mismo origen). Es así como son ciertas las afirmaciones: “0:0 no está definido”, “0/0 es
indeterminado” y “0|0 (cero divide a cero)”, pero cada una en su contexto. A continuación exponemos
brevemente estos ejemplos.

Cero dividido por otro número: El 0 dividido por cualquier número, salvo por el 0 (lo cual da un valor
indeterminado), es 0. Ejemplo: 0 ÷ 8 = 0. Intuitivamente significa que, si se divide nada entre ocho personas, a
cada una le corresponderá exactamente nada.

División por cero en los números reales: En los números reales (incluso en los complejos) la división por cero
da un valor indeterminado; así, las expresiones 8:0 o 0:0 carecen de sentido. Intuitivamente significa que no
tiene sentido dividir 8 entre ninguna persona. Tampoco tiene sentido dividir nada entre nadie. Pero esto es una
idea intuitiva, y sólo desde el sentido común se da respuesta a estas cuestiones. Matemáticamente está claro
que el cero es el único número real por el cual no se puede dividir. La razón es que 0 es el único número real
que no tiene inverso multiplicativo. Ejemplo:

es correcta la expresión pero no la es porque no es un número real.

Cero en la división de límites: En el análisis matemático existen definiciones de distintos tipos de límites. Por
ejemplo:

,
Sin embargo, si analizamos cada numerador y denominador por separado, el límite de todo ellos es cero. Es por
eso que se dice que 0/0 (suele pronunciarse “cero sobre cero”) es indeterminado, pues puede ser cosas tan
diferentes como infinito, uno o cero.

Cero en la división de números enteros: Si nos restringimos a los números enteros , decimos que a divide a b
si existe otro número c (también entero) tal que a x c = b. Por ejemplo: 3 es divisor de 15 pues 3 x 5 = 15.

Vemos que la definición no requiere saber dividir, sólo saber multiplicar, y esto es muy conveniente pues entre
los números enteros la división no siempre tiene sentido; por ejemplo, 2 dividido entre 3 no tiene ninguna
solución en el conjunto de los números enteros. Así, 3 no divide a 10 porque no existe ningún número entero c
tal que 3 x c = 10.

Análogamente, 0 no divide a 10 porque al multiplicar cero por cualquier otro número nunca obtendremos 10.
De la misma manera, tenemos que 0 es divisor de 0, pues 0 x 0 = 0. Aún más: todo número entero a es divisor
de cero pues a x 0 = 0. También vemos que cero es divisor sólo del propio cero. Este hecho no se contradice
con el hecho de que 0 ÷ 0 no está permitido, pues véase que en el caso 0 ÷ 0, el signo de división significa una
operación. En cambio, en la división no hay ninguna operación involucrada y todo se basa en la definición dada
anteriormente.

Cero en la potenciación
0
• Si a es distinto de 0, entonces a = 1
n
• Si n es distinto de 0, entonces 0 = 0

Cuando se pretende calcular 00 nos enfrentamos ante un aparente dilema. En general, los matemáticos están
de acuerdo en que esa operación no está definida. Sin embargo las calculadoras científicas en general y
programas de matemática superior lo toman como 1. Como en el caso de la división, al poner esta operación
en el contexto de los límites, 00 es una indeterminación pues los límites de potencias tales que los límites de
base y exponente por separado son cero, pueden terminar dando cualquier cosa. En logica formal se puede
probar que 00 = 1 , esto se hace observando que existe una única función de vacío en el vacío, la cual es la
función vacía.

Paridad y otras características. Números pares e impares

Todos los números enteros pueden ser clasificados en pares e impares, definiendo los números de la forma
2n como pares y los de la forma 2n + 1 como impares, con . Como entonces podemos tomar n
= 0 con lo que 2n = 2(0) = 0 resulta par.

El cero no se incluía en el conjunto de los números naturales , por convenio. Y se representaba como , al
conjunto de los números naturales cuando incluye al cero. Es por ello nos podemos encontrar con muchos
libros donde los autores no consideran al cero como número natural. De hecho, aún no hay consenso al
respecto, aunque muchos otros lo incluyan. Es una cuestión de nomenclatura.
A algunos matemáticos les resulta conveniente tratar al 0 como a los otros números naturales y a otros no; de
allí la discrepancia. Desde un punto de vista histórico, el cero aparece de manera tan ardía que algunos no
creen que sea justo llamarlo natural. Incluso hay quienes afirman que desde un punto de vista metafísico el
cero no existe, y así agregan más razones para no llamarlo “natural”.

En otras ramas avanzadas de la Matemática, especialmente en el álgebra, se llama “cero” y se simboliza


también con “0” a elementos de otros conjuntos muy diferentes de los reales. Es el caso del vector nulo en el
conjunto de los vectores del plano o del espacio. En general se le llama “cero” al elemento neutro de un grupo
abeliano.

En los sistemas digitales el 0 se asocia con la posición de “apagado” en lógica positiva y es uno de los dos
dígitos del sistema binario.

Cero absoluto —En el campo de la Física el “cero absoluto” es la temperatura más baja que teóricamente
puede alcanzar la materia. Esta temperatura da lugar a la escala Kelvin, que establece como 0 K dicha
temperatura. Su equivalencia en grados Celsius es de –273,15°C.

Representaciones del cero —En los textos occidentales el cero se representa con el signo numérico “0”. Desde
el siglo XX, y especialmente con el desarrollo de la informática, es frecuente que este signo aparezca cortado
por una barra diagonal (/), nueva notación que evitaba la confusión con la grafía de la letra “O”. A veces,
cuando la letra “o” (mayúsculo o minúscula) se escribía en un texto matemático, se solía acentuar: “ó”, para no
confundirla con el signo numérico 0.

En la teoría de conjuntos, el “conjunto vacío” se representa como una “O” o un “0”, atravesado por una
barra diagonal: ∅. La representación gráfica del valor cero en las coordenadas cartesianas denota el origen de
coordenadas y se asocia al valor 0 (cero). En los sistemas de dos y tres coordenadas este valor viene dado por
un par de variables (en el plano cartesiano) o por tres variables (para el espacio tridimensional), i.e: 0 = (0,0) y 0
= (0, 0, 0), pudiendo realizarse las operaciones aritméticos y algebraicas en las componentes de cada punto del
plano o del espacio, siendo el cero el punto-origen en cualquier sistema de coordenadas (hasta espacios
abstractos n-dimensiones, considerados en el cálculo vectorial), para cualquier base generadora de ese
espacio.

En álgebra lineal —la rama de las Matemáticas que trata de conceptos como vectores, matrices, sistemas de
ecuaciones lineales y en un enfoque más formal, la teoría de los espacios vectoriales y transformaciones
lineales—, el “vector cero” o “vector nulo” está representado con una flecha arriba; ó , siendo nulas todas
sus componentes’, es decir; un vector que posee módulo nulo (o extensión nula). Para el caso de dos
dimensiones en el espacio euclídeo = (0, 0). Su representación gráfica es un punto, una entidad sin
dimensiones. El vector nulo tiene módulo cero y cualquier dirección (o ninguna) porque, por definición,
es ortogonal a cualquier otro vector de su espacio.

El vector cero es un caso especial del tensor cero (un concepto más abstracto que no explicaré aquí), y resulta
del producto escalar por el número 0.
La preimagen del del vector cero bajo una transformación lineal f se denomina “núcleo” o “espacio nulo”. Un
“espacio cero” es un subespacio vectorial cuyo único elemento es el vector cero.

Véase este interesante cuadro en torno a la posición del cero en la clasificación de los conjuntos numéricos
fundamentales.

Posición del cero en la clasificación de los números

(A partir de la izquierda, cada conjunto numérico está contenido en el anterior

por la relación de inclusión: ℂ ⊂ ℝ ⊂ ℚ ⊂ ℤ ⊂ ℕ = {0, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, …}

1: uno
Naturales
Naturales primos
Enteros

Naturales compuestos

Racionales
0: Cero

Reales
Enteros negativos
Complejos ℝ
ℂ Fracción propia
Fraccionarios
Fracción impropia

Irracionales algebraicos
Irracionales
Trascendentes

Imaginarios

Más podría decirse, pero prefiero dejarlo hasta aquí, expuestos los conceptos básicos en torno al enigmático
pero pragmático rol del 0. En la siguiente página inserto el artículo de René Daumal mencionado al principio, el
cual traduje en mi libro La vida y la obra de René Daumal, Monte Ávila Editores Latinoamericana, Caracas,
2013, (2 Vols. 850 páginas).

***
Una invención hindú*

Hacia el comienzo de nuestra era, se cree que un habitante anónimo de la India inventó un instrumento
maravilloso; instrumento inmaterial pero representable cuya propiedad es la de existir sólo en forma figurada,
y que en la historia de nuestra civilización ha podido desempeñar una función más grande que la de la
locomotora o el microscopio. En los ocho siglos que siguieron, por donde se extendió la influencia hindú, de
Ceilán hasta Mongolia, de Punjab a Bali, se difundió el uso de ese instrumento, que esencialmente no es nada.
Este instrumento, que había faltado a la ciencia griega, ayudó mucho a los árabes a convertirse en el pueblo
sabio que llegaron a ser en la Edad Media. Ellos lo vulgarizaron en África del Norte y Europa y, a pesar de que el
objeto mismo es hindú, todavía lo designamos con una palabra árabe.

No hay un día en que no utilicemos ese instrumento hecho de nada, ese signo que nada significa, ese
pequeño círculo (la escritura árabe lo reduce a un punto) que llamamos cero.

La numeración representa un caso particular del lenguaje, un lenguaje singularmente perfecto y preciso. La
invención del cero, correlativa al valor de posición de las cifras, nos permite adivinar cuál fue el esfuerzo del
genio hindú en todas las artes del lenguaje.

¿Cuál es entonces el poder del cero? Simplemente, el de significar el paso a un nuevo orden de grandeza.
Cuando he agotado la serie de las cifras (del 1 al 9 en nuestro sistema decimal), trazo un pequeño círculo para
significar que esta serie ha terminado y que, sin embargo, las cifras con las mismas figuras que quiero escribir
inmediatamente a la izquierda del pequeño círculo van a representar los números de otro orden de grandeza,
las decenas; y así sucesivamente. La figura circular que sirve para señalar al cero significa que es a la vez vacío y
pleno: es el vacío resultante del cumplimiento de un ciclo. La serie de las cifras indo-árabes también se escribe
del 1 al 0, y no del 1 al 9 1.

Hemos visto a los hindúes investigar en el lenguaje verbal los procedimientos análogos del paso a los grados
superiores de significación.

*
Este fragmento corresponde a la primera sección del ensayo “Los poderes de la palabra en la poética hindú”, de René
Daumal, originalmente publicado en la revista Mesures, Nº 2, 15 de abril de 1938, pp. 79-106. Mi traducción aparece en mi
libro La vida y la obra de René Daumal, Monte Ávila Editores Latinoamericana, Caracas, 2013, (Vol. II, pp.51-88).
1
El nombre sánscrito del cero es kha, que también quiere decir agujero, orificio (del cuerpo: órgano sensorial), vacío, punto,
espacio infinito, cielo, aire; particularmente, el cubo de una rueda, el centro inmóvil que hace posible el movimiento de rotación
(la rueda misma ilustra bastante el genio chino: “es el vacío que está en el medio lo que permite usar la rueda”, dice Lao Tsé).
Kha es también fortuna, cono cimiento, actividad, y el Brahman mismo (en sus tres aspectos), el motor inmóvil, llamado también
ka, el “¿Qué?” (Chandogya Upanishad, IV, 10.5). Por el juego de los sinónimos, el cero es también llamado “cielo” (ambara,
vyoman) o “infinito” (ananta): todo número es una limitación de lo innumerable. En lugar de escribir un número de cifras, los
autores de los tratados técnicos prefieren a menudo numerar sus cifras sucesivamente, comenzando por las unidades (al revés
de la escritura), por medio de expresiones metafóricas. Así, 1320 se dirá “infinito (= 0), ojo (= 2), fuego (= 3, porque cada padre
de familia mantiene tres fuegos), luna (= 1)”, o también: “cielo (= 0), diente (= 32), as (= 1, de los dados)”. Advertimos aquí que
las palabras “infinito” o “cielo” son los nombres siguientes: “ojo” o “diente”, significativos de las decenas, es decir 20 o 320, y no
2 ni 32. [Esta nota es del autor]
Veamos ahora el siguiente ensayo filosófico en torno al cero y la nada:

El cero y la nada

por Pablo Capanna

***

Con excepción de El origen de las especies, los libros que revolucionaron la ciencia y la filosofía nunca fueron
best sellers. En cambio lo fueron los de Hubbard, Berlitz y Von Däniken, y también La decadencia de Occidente,
de Oswald Spengler. Publicado entre 1918 y 1922, tuvo más de diez ediciones sólo en español (la última en
1958) y fue traducido nada menos que por García Morente. Luego, cayó en el olvido. El libro exponía una
especie de historia natural de la civilización. Para Spengler, las culturas eran como vegetales, que brotaban,
florecían y se secaban según milenarios ciclos estacionales.

Cada cultura tenía un “alma” colectiva, que le permitía acceder a nociones que no se les ocurría pensar a otras,
incluyendo cosas tan abstractas como los conceptos matemáticos. Por ejemplo, los griegos no habían podido
concebir el número cero porque su “sensualidad” no se lo permitía. Solo el alma de la India había podido llegar
a un concepto metafísico como la nada (sunya) y el cero que la simbolizaba. El cero era “la refinada creación de
un maravilloso poder de abstracción, porque aunque el alma india lo había concebido como la base de la
numeración posicional, era nada más ni nada menos que la clave del sentido de la existencia”.

Una frase impresionante, sin duda. Aunque si de metafísica se trataba Spengler hubiera estado mejor de
haberle atribuido el cero a los semitas, que precisamente pensaban la creación del mundo desde la nada. Pero
los indios pertenecían a la noble raza aria, y eran los años 20 en Alemania. Sin embargo, la idea tenía su
atractivo, y varias generaciones de estudiantes de filosofía creímos en ella. Lamentablemente, no era cierta.
Por lo que hoy sabemos, el cero nació entre los sumerios, simplemente para resolver dificultades de cálculo.
Luego se apropiaron de él los griegos de Alejandro Magno, de paso por Babilonia. Los griegos lo llevaron a la
India. De allí lo tomaron los árabes, que se lo transmitieron a los mercaderes italianos, y éstos lo difundieron en
toda Europa.

Pero su origen no fue filosófico; nació de necesidades prácticas, aunque luego no dejaría de cargarse de
filosofía. Así lo cuenta Robert Kaplan en el libro The Nothing that Is, publicado por Oxford en 1999. Un libro que
a algunos les resultará más apasionante que cualquier best seller.

Cuestión de lugar

La importancia del cero, como sabemos hasta los ignorantes en matemática, está unida al valor posicional de
los números: con muy pocos signos se puede representar prácticamente cualquier cifra. Desde que existe el
cero no es necesario dibujar un signo distinto para las centenas, los millares o los millones, y desde que existe
la notación exponencial (las famosas potencias de diez) ni siquiera hay que escribir los ceros. Obviamente,
antes del cero no había números negativos; ni siquiera decimales. Descubrirlo costó bastante esfuerzo, pero
como la mente humana funciona de manera similar en todas partes, fueron varias las culturas que se asomaron
al cero incluso de manera independiente, como ocurrió con los mayas.
La historia empieza en Sumer

Aparentemente, los primeros en descubrir el cero fueron los sumerios [no fue así, sino que el cero es una
invención de la India], que tenían un sistema de numeración bastante embrollado, o mejor dicho dos. Uno era
decimal y el otro, sexagesimal: el mismo que seguimos usando al dividir el día en 24 horas y la hora en 60
minutos. Contaban desde 1 en forma decimal, pero al llegar al 60, cambiaban al sistema sexagesimal, lo cual
complicaba las cuentas. No hay que sorprenderse demasiado, si pensamos que los ingleses hasta 1971
juntaban 12 peniques para hacer un chelín, y 20 peniques para hacer una libra. El hecho es que en algún
momento los sumerios comenzaron a dejar una columna en blanco entre dos grupos de signos cuneiformes,
con el valor que hoy le damos al cero. Hasta inventaron un signo para representarlo, pero todavía no lo
hicieron redondo: lo dibujaron como dos cuñas.

Aquellos griegos

En tiempos de Homero, los griegos escribían decenas y centenas con las iniciales de su nombre: una eta era
hékate (100) una pi era 5 (pénta) y una delta era 10 (déka).

Pero cometieron un error fatal al llegar al siglo de Pericles, cuando comenzaron a usar las 24 letras del alfabeto,
añadiéndoles algunos signos ad hoc, para escribir los números. Así, 10 pasó a ser “i”, la décima letra, y 11 se
escribía “ia”, la décima más la primera.

Este sistema era bastante incómodo, ya que si bien para diferenciar los números de las letras se les ponía una
raya encima, había números que se podían confundir con palabras. Por ejemplo, 318 se escribía “tíe”, que
significa “¿por qué?”. Era algo parecido a lo que nos ocurre con las patentes alfanuméricas, que dan lugar a
combinaciones como “ajj”, “sex”, “fmi”, “dgi”, “opa” o “uff”, que no siempre le caen bien al dueño del auto.
Para remediarlo, los pitagóricos empezaron a usar puntos, con los cuales formaban figuras, de manera que
había números triangulares (el 10), cuadrados (el 9) y pentagonales (el 5). Pero es sabido que los pitagóricos
mezclaban geometría, aritmética y física, de manera que el sistema no prosperó. De todos modos, algo
parecido sobrevive en los dados.

Más dificultades
Cualquiera sabe de las dificultades que aparecen cuando se quiere hacer una cuenta cualquiera con números
romanos. En su origen, esos números eran apenas dedos estilizados, combinados con algunas letras para las
cantidades más grandes.

Desde la época de los griegos, para calcular se usaban contadores como los que todavía se ven en los jardines
de infantes. Eran unas cajas divididas en columnas donde se ponían piedritas, no en vano llamadas “cálculos”,
como los renales. Cada diez piedras había que pasar a la columna siguiente, como en el ábaco.
El cero, con su forma redonda, apareció y desapareció una y otra vez en distintos contextos. Puede que su
origen fuera la letra “o”, como un sello redondo grabado en la arcilla, o esa huella que quedaba tras una
sustracción en una caja de arena de esas que usaban para contar los mercaderes orientales.

En Roma todavía no había cero ni un valor posicional, salvo que IV era 4 y VI era 6 según se escribiera el I de un
lado o de otro. De manera que 1999 había que escribirlo MCM XC IX, como si fueran varias columnas. Con el
Imperio, los romanos hicieron grandes negocios y comenzaron a manejar cifras millonarias, con lo cual tuvieron
que inventar signos para potenciar los que tenían y anotar números mayores. Pero no todos los aceptaban.
Cuando Livia le dejó cincuenta millones de sextercios a Galba, su hijo (el emperador Tiberio) insistió que en
lugar de una D enmarcada (50.000.000) había que leer una D con una raya encima(apenas 500.000).
Argumentaba que “la cantidad estaba en signos, no en letras”, y la cifra era ambigua. Quizás entonces haya
nacido la costumbre de escribir el importe de los cheques en números y letras, aunque por entonces todavía no
había cheques.

Las dificultades se hacían insuperables cuando se llegaba a números realmente grandes, y Arquímedes fue uno
de los que se tropezaron con ellas. En su famoso Arenario se propuso calcular cuántos granos de arena cabían
en el universo. Como el número más grande que usaban los griegos era la miríada (10.000) tuvo que inventar
números de distintos órdenes, es decir miríadas de miríadas de miríadas. Llegó hasta los números de tercer
orden, que para nosotros serían un 10 a la 24.

En el Lalitavistara, una vida de Buda escrita siglos más tarde en la India, el joven Gautama ganaba un certamen
de inteligencia y sabiduría al ponerle nombre al número más grande, el tallakchama, que era nada menos que
10 a la 53. De haber existido las potencias de diez (“¿por qué Arquímedes no se dio cuenta?”, clamaba Gauss)
lo de Arquímedes y Buda no hubiera llegado a ser una hazaña.

Contrabando nulo

Cuando la expedición de Alejandro Magno conquistó Babilonia en el año 331 a C., los griegos aprendieron a
usar el cero, que ya comienza a aparecer en los papiros astronómicos con la figura de un círculo. No sabemos si
era la letra omicron o la inicial de oudén (nada), porque también se lo usaba para señalar los grados de un
ángulo. Todavía sigue ahí.

En la comitiva de Alejandro no había sólo soldados. Había intelectuales como Pirrón y más de un entendido en
matemática y astronomía, que hicieron conocer a los indios la obra de Herón, Pappus y Diofanto. Con ellos, el
cero viajó a la India y allí se quedó por varios siglos. La prueba más antigua de su presencia es una tableta del
año 876 donde “270” aparece escrito “27º”.

En la selva Lacandona
Los mayas estaban poseídos por la manía de contar y obsesionados con el tiempo. En su corta historia, que
Spengler ni siquiera reconocía, también descubrieron el cero. El hecho es que los mayas contaban no con dos
sistemas numéricos sino con seis o siete calendarios distintos. Creían que el mundo había comenzado el 13 de
agosto de 3114 a C. de nuestro calendario. Una apreciación menos audaz que la del obispo Ussher, quien
estableció en pleno siglo XVII que el comienzo ocurrió el 22 de octubre del 4004 a.C. a las seis de la tarde.
El calendario cósmico de los mayas arrancaba de aquella fecha. Pero también tenían un calendario civil con 360
días y 5 fechas “fantasmas” y un tercer calendario con un año de 260 días. El cuarto era el ciclo diabólico de los
Señores de la Noche. Para otras cosas se usaba un calendario lunar, otro con el ciclo sinódico de Venus y hasta
uno de Mercurio.

El problema venía con los cruces: cinco años del calendario de Venus eran 8 del civil, y 405 lunaciones eran 46
años del calendario Tzolkin. El peligro era que en cualquiera de esas intersecciones de calendarios se podía
acabar el tiempo, de manera que había que exorcizarlas.

Aquí es donde aparece el cero. Los Señores de la Noche eran acaudillados por la Muerte, llamada Cero. Todos
los años se organizaba una pelea a muerte entre dos campeones, uno de los cuales hacía de Cero. El Cero
siempre tenía que perder. Si no lo hacía lo tiraban por una escalinata, y el mundo seguía andando. En las
cronologías, los números se representaban de una manera bastante abstracta, como barras y puntos. Pero el
cero era una figura: una caracola, algo como una pelota de rugby; un rostro preocupado que se acariciaba el
mentón; un hombre tatuado con la cabeza echada hacia atrás. Pensándolo bien, uno entiende por qué la
civilización maya se extinguió.

Mercaderes y banqueros

Después de prosperar en la India, el cero volvió a aparecer en Bagdad junto con los numerales indios, allá
por el año 773. Llevado por los árabes, pasó a Damasco y a Córdoba, y de la España morisca al resto de Europa.

El importador de los numerales, ahora llamados “arábigos”, fue Leonardo de Pisa, un mercader también
llamado “Fibonacci” o “filius Bonacci”, que literalmente significa “hijo de un Buen Tipo”. Teniendo en cuenta la
cantidad de hijos de mala madre que andan por ahí no dejaba de ser un nombre auspicioso para un benefactor
de la humanidad.

No se sabe por qué, a Fibonacci se le ocurrió una serie numérica donde cada dígito es igual a la suma de los dos
anteriores: 1, 2, 3, 5, 8, 13. Después se descubrió que la serie estaba en todas partes, desde las caracolas de los
nautilos hasta las hojas y pétalos de la rosa. Es uno de los grandes misterios matemáticos del universo.

En lo demás, Fibonacci fue un tanto desprolijo. Presentó por primera vez los numerales arábigos, pero omitió el
cero, y tituló su manual Libro del Ábaco, cuando precisamente de acabar con el ábaco se trataba. Pero el cero
llegaría pronto. Ahí fue que entró en la historia el árabe Al Khwarizmi, quien en 825 nos dio el álgebra: Al Gebar
se llamaba su tratado. Su nombre se hizo legendario, y aún perdura en nuestros “algoritmos”.

Pronto los números arábigos y los cálculos que con ellos se hacían llegaron a ser conocidos como “algorismos”.
Del cero indio (sunya) salieron zefirum, zeviro y zero pero también sifr, cifra, figura circularis, figura privationis,
círculo: todas las variantes de “cero” y “cifra”. El Arte de Numerar, un libro inglés de 1300 aseguraba con toda
seriedad que este arte “llamado Algorym, fue creado por un rey de la India llamado Algor”.

En realidad, el sistema arábigo estaba haciendo falta, porque esos eran tiempos muy poco globalizados, y había
serios problemas de cálculo. En un libro de texto de 1489 todavía se encontraban problemas como éste: “Un
hombre quiere cambiar por libras vienesas treinta peniques de Nuremberg. Como el cambista no conoce la
equivalencia, consulta a la Casa de Moneda, donde le informan que 7 de Viena son 9 de Linz, 8 de Linz valen
una libra de Passau y 12 de Passau son 13 de Vilshofen, y 15 de Vilshofen son 10 de Regensburg, y 8 de
Regensburg son 18 Neumarkt y cinco Neumarkt valen 4 peniques de Nuremberg. ¿Cuántos peniques vieneses
le tocarán?” ¡Esas eran escuelas que exigían, no como las de ahora!

Sin embargo, no todos aceptaron las cuentas “por algorismo”, que se consideraban menos confiables que los
viejos contadores. En 1299 el gobierno de Florencia puso fuera de ley a los libros contables que contenían
“algorismos”, y en Padua se hizo obligatorio que los precios de los libros estuvieran en letras, como garantía de
lealtad comercial. Para el siglo XV, la victoria de los números “arábigos” era total. En un grabado de Gregor
Reisch que ilustra la Margarita Philosophica de 1503, aparece la musa Aritmética presenciando un certamen de
cálculo entre Boecio y Pitágoras: tienen que multiplicar 1.421 x 2. Boecio, a quien para entonces se atribuían
los numerales, tiene una hoja llena de cálculos, mientras Pitágoras se afana con un ábaco, sin poderlo alcanzar.
La musamira con dulzura a Boecio, quien ya terminó y sonríe con displicencia observando las dificultades de su
rival.

El resto, es historia. Después vinieron los números negativos, los logaritmos, Descartes, Fermat, Newton, Euler,
etc.

Sin el cero, no existiría la ciencia moderna ni la tecnología. Tampoco hubiéramos tenido ni El Cero y el Infinito
de Koestler ni El Ser y la Nada de Sartre. No existiría el nihilismo, de que tanto hablan nuestros filósofos para
enmudecer cuando el nihilismo golpea su confortable mundo.

El Pol Pot nunca le hubiera puesto Año Cero a 1975, sin saber que su era no iba a durar mucho y que el “efecto
2000” era un fraude. Los japoneses no nos hubieran enseñado a producir con “cero defectos” y “cero papeles”,
no habría guerras con “cero bajas”, ni “crecimiento cero”, ni “tolerancia cero”. En Argentina, no tendríamos
“déficit cero” ni contaríamos con los números negativos para medir el progreso del país. No tendríamos
decimales para indicar el porcentaje de inversiones en ciencia y tecnología. Tampoco podríamos representar
las permutaciones de nuestra clase dirigente, que suelen terminar en una suma cero. Son todas cosas que nos
hacen sentir como un cero a la izquierda, casi como si en competitividad global nos hubiéramos sacado un
cero.

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OM TAT SAT

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