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En el Evangelio según San Juan Cap. 8, vamos a encontrar una conversación que
el Señor Jesús tiene con algunos judíos que habían creído en Él.
Ellos decían que Abraham era su padre, y Jesús les dice que esto no era cierto
porque en ellos no se reflejaban la fe y el amor que el patriarca Abraham tuvo para
con Dios; pues ellos a diferencia de lo que hacía Abraham, procuraban matar al
Señor y su Palabra no hallaba cabida en ellos.
En el versículo 41, ellos afirman que eran hijos de Dios y en los versículos 42 al 47
el Señor les responde:
Vosotros hacéis las obras de vuestro padre. Entonces le dijeron: Nosotros no somos nacidos de
fornicación; un padre tenemos, que es Dios. Jesús entonces les dijo: Si vuestro padre fuese Dios,
ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino
que él me envió. ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra. Vosotros sois
de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el
principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo
habla; porque es mentiroso, y padre de mentira. Y a mí, porque digo la verdad, no me creéis. ¿Quién de
vosotros me redarguye de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis? El que es de
Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios.
Para muchos resulta difícil aceptarlo, pero el Señor Jesús enseñó que no todos
son hijos de Dios y los pensamientos y las obras de las personas hablan de ello.
1. Son verdaderos hijos de Dios, aquellos que han creído en el Hijo de Dios
(Jesucristo) como el prometido Salvador de nuestro ser. El Evangelio
según San Juan cap. 1 versículo 11 y 12 dice: A lo suyo vino, y los suyos no le
recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de
ser hechos hijos de Dios.
Debemos recibir la doctrina del Señor Jesús buena y verdadera, y
hemos de recibir el favor de su gracia y el ímpetu de su amor como
norma que gobierne nuestros actos y nuestros afectos.
2. Son hijos de Dios, los que son engendrados por la voluntad de Dios, es
decir, los que reciben la adopción como hijos de Dios. Esto representa
un gran privilegio, ya que a través de Jesucristo tenemos el derecho, la
potestad y la autoridad de ser llamados hijos de Dios. En San Juan cap.
1 versículo 13 dice: los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne,
ni de voluntad de varón, sino de Dios.
Este versículo claramente enseña que son hijos de Dios, aquellos que Él
engendra, y engendrar aquí significa Nacer de Nuevo. Todos los que
son adoptados, es porque han nacido de nuevo. ¿Cómo se llega allí?
Dice el versículo 13 que no es por sangre, en otras palabras, ser hijos
de Dios no se hereda.
4. Son verdaderos hijos de Dios, los que son guiados por el Espíritu Santo.
Romanos cap. 8 versículo 14 dice:
Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.
El Espíritu Santo de Dios se encargará de conducir a los hijos de Dios a
toda verdad y a todo deber que tengamos que realizar, sólo debemos
siempre tener un corazón obediente como buenos hijos.
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