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Moda Como Acto Político

La industria de la moda fortalece cada día sus estereotipos de ser más superficial y de poco
estudio. En la actualidad colombiana, estudiosas de distintos ámbitos del conocimiento han
buscado rescatar desde la moda una comprensión y un análisis que nos permite identificarnos
y reivindicarnos como sociedad. Además, de criticar desde allí tendencias de dominación
nocivas

La moda como acto político es uno de los grandes temas de investigación para los teóricos de
la moda como por ejemplo, Laura Beltrán o Vanesa Rosales. Es pertinente comprender que
un acto político consiste en la pluralidad de relaciones de poder que se encuentran inmersas
en cualquier relación humana. Para la industria de la moda las manifestaciones de ello no solo
se encuentran en indagar por lo estético desde la filosofía por medio de autores de la talla de
Platón, Aristóteles, Gaston Bachelard, Arthur Danto, entre muchos otros.

En cuanto al eje político de la moda en Bogotá, se han evidenciado manifestaciones en


especial por parte de diseñadoras como Johanna Ortíz o Silvia Tcherassi quienes han buscado
por medio de sus colecciones, resaltar las fusiones artesanales y autóctonas, el feminismo, el
apoyo a la comunidad LGTBIQ+ o cualquier otra lucha. Sin embargo, con el tiempo y en
especial en elecciones presidenciales mostraron una postura abierta, que contradice y pone en
duda todo lo que se defiende y resalta en sus manufacturas.

Es claro, que alta costura capitalina ha buscado obtener más adeptos y adquirir más
popularidad a raíz de lograr un efectiva capitalización de luchas. La cual, en primera instancia
se deja ver como un acto de solidaridad y ética en la industria mientras, que por otro
incorpora identidad y nuevas tendencias a las tradicionales de las subculturas y
contraculturas. Ampliando así el espectro de audiencia y aumentando su patrimonio.

La moda se empieza a comprender como industria de la moda desde Luis XIV, con los
diseños exclusivos de tacones a causa de su baja estatura (1.63 cm). Es aquí en donde se
empiezan a establecer parámetros fijos para legitimar el ejercicio y uso de lo que se puede
considerar los inicios de la hegemonía de la moda. Es el convencional hombre blanco,
adinerado y flaco. Adicionalmente, puede ser aplicado a la mujer blanca, rica y flaca. Para así
empezar a definir el concepto del “buen gusto”.

Lo que sucedía en Francia no era nada alejado de que llegaba a suceder aquí como colonia
española, puesto que con estadía de de blancos y mestizos al componer la máxima de la
pirámide social gozaban de los lujos de tener de forma constante de la asesoría de un sastre y
de lujosos vestidos confeccionado por telas de alto costo provenientes de París e Inglaterra.

Durante el reinado de Felipe IV, entraron a regir normatividades que buscaban reducir la
ostentación o derroche en la forma de vestir no solo en tela sino en los detalles de las prendas.
El sastre que hiciera alguna de las prendas prohibidas se le sancionaba con las confiscación
de sus materiales de trabajo, multas o el destierro.

Al ser la sastrería un oficio perteneciente a las altas jerarquías, es decir era un oficio
perteneciente a personas blancas o mestizos y en donde, claramente quedaban rotundamente
excluidos los negros, mulatos y zambos. Centrando así un discurso implícito de el gusto y la
afición a la ropa extranjera. Eliminando y relegando lo autóctono.

Para el año 1830 Madame Gautron de Convers fue la primera modista francesa radicada en
Bogotá, quien empezó como negocio local en el Barrio Las Nieves el sector de la mercancías
europeas de la ropa, dando a el sector un aire de ciudad cosmopolita a una sociedad
provinciana. Los clientes de Madame Convers eran los entonces ricos que buscaban imitar las
tendencias de la moda provenientes de España, Francia y Estados Unidos.

Johanna Ortíz y Silvia Tcherassi complementan a la perfección los criterios establecidos de la


hegemonía de la industria de la moda, ya que ambas son mujeres de distintas oligarquías de
Colombia, provenientes de familias adineradas, flacas (privilegio de apariencia) y con
reconocimiento social por vestir de forma constante a mujeres de su mismo gremio social y
económico bogotano. Asimismo, esas contradicciones constantes entre lo que ellas como
individuos y como empresa comprenden e interiorizan las luchas sociales no coexisten.

La razón es clara, en el gobierno de Álvaro Uribe Vélez desde el año 2002 al 2006, se dio
una gran suma de capital para proyectos de moda e identidad en Colombia en asociación con
distintos artesanías de Colombia y la inyección de capital privado de distintas empresas.
Haciendo entonces de las empresas de alta costura bogotana medios para apropiarse de los
elementos originarios de las civilizaciones mesoamericanas que componen y componían
nuestros territorios. Y dando como resultado, estímulos en las exportaciones y abriendo
mercados en el extranjero de esta industria con la ayuda de lo que antiguamente se conoce
como Colombia es Pasión o actualmente Marca País.

Lo anterior, otorga la certeza del estrecho vínculo que hay entre la alta costura colombiana en
general y los proyectos de un gobierno. Un gobierno y partido político que hace un año se
encontraba con un representante en elecciones presidenciales. El mismo partido se encontraba
abiertamente apoyado por diseñadores que se vieron beneficiados económicamente por estos
proyectos sino también, por pertenecer a una elite socioeconómica.

Además, de lograr enquistar aún más la moda, el concepto del “buen gusto”, lo femenino, lo
masculino y las ansias constantes de pensar siempre que lo mejor siempre es lo de afuera. La
mezquindad se robusce con el hecho de pensar, que si el concepto de la moda no cumple con
sus parámetros de la hegemonía de la industria de la moda o con su legitimidad, se entiende
como algo desdeñoso o de mal gusto. Todos sabemos que la política se trata de poder, y
como lo proclama la famosa teoría feminista, lo personal es político. Nuestra manera de vestir
refleja quienes somos en un lenguaje con jeroglíficos tanto sociales como personales. Nuestra
ropa, sus texturas, colores, siluetas y la forma en que la llevamos hablan de identidad, gustos
y cotidianidades. Sin embargo, cuando una mujer demuestra que tiene cierto interés por la
moda, automáticamente se la excluye de cualquier tipo de conversación “seria” – mucho más
aún de una charla sobre política– como si ambos universos fueran excluyentes uno del otro.

Por otro lado, en relación con la economía no tener la capacidad adquisitiva afecta de forma
directa el cumplimeinto de esos criterios establecidos por hegemonias de la industria de la
moda. Al ser una industria con grandes tintes capitalistas siempre buscará privilegiar a sus
personajes con roles poderosos para así, concentrar con mayor facilidad los mecanismos de
control y auto legitimación.

En la industria textil colombiana, se sitúan distintos factores propios como externos que en
algunos casos le permiten un control o no pero, aún así prima una afectación directa en su
relación con el contexto.

En cuanto a sus factores propios, falta entrar a solucionar los inconvenientes con el conflicto
armado que a afectado la producción de algodón en el país y ha estimulado la compra de
fibras con características similares. Sumando la falta de capacitación de la mano de obra, el
apoyo integral a las PYMES, el control del contrabando y la actualización de la
infraestructura. El control se evidencia con cumplir con las exigencias internacionales de los
mercados y calidad propia de la producción de sus competidores.

A pesar de que la industria en colombia no cumple con el requisito de volumen de los


mercados como China, Pakistán, India, Uzbekistán, Bangladesh, Camboya, entre otros.
Quienes hacen producciones de bienes masivos pero, los pagos a sus trabajadores son
bajísimos para llevar una vida con dignidad. En Colombia, con la llegada de venezolanos se
han aumentado sus contrataciones por la situación de precariedad que están presentado,
adquiriendo mano de obra de bajo costo y de fácil acceso, por su gran número de personas.

Empero, la industria textil se ha visto beneficiada en multiplicar sus ganancias ya que, en


mercados internacionales su calidad y costo es de un precio estable, pero el hecho de reducir
costos en los pagos de su mano de obra. Implica un aumento en el capital empresarial. Esto es
importante puesto que, según los datos de la Inexmoda en el año 2007 se aportó un 60% de
ingreso gracias a las exportaciones.

Por ende, los mecanismos de control se pueden ver desde en un trasfondo en Colombia, la
contratación de venezolanos en la industria textil por su trabajo manual de bajo costo. El uso
constante de materiales de poca calidad, para el incremento de ventas a futuro y los distintos
esfuerzos de Fundaciones como la de Ellen MacArthur que justifica en su reporte “A new
textiles economy: redesigning fashion´s future” la posibilidad de transformar la economía de
la industria textil por una economía de la reutilización y con unas mejores garantías laborales
a sus empleados.
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Ambiental:
La industria textil y de la moda es la segunda más contaminante del planeta, después de la
industria del petróleo. El consumo rápido de prendas, más conocido como “FAST
FASHION”, cada vez duran menos, está generando un nivel muy alto de contaminación al
planeta. Otro contaminante de la industria textil hacia el medio ambiente del cual no se tiene
tanto conocimiento, es que Estados Unidos se deshace de 15 millones de toneladas de ropa
por año que terminan en los vertederos o en el mar, la cual se convierte en microplásticos.

Hoy en día se habla dentro de las empresas sobre la “Responsabilidad Social Empresarial”
(RSE). El tema está ligado a elementos muy sensibles a la opinión de las personas como son;
el respeto al medio ambiente, el apoyo al desarrollo social y varios otros, y ya forma parte de
discusiones obligadas en los procesos de planeación estratégica y en todo lo concerniente al
desarrollo competitivo.

En colombia se han unido varios diseñadores y marcas de ropa para apoyar el cuidado del
medio ambiente. Mattelsa es una de estas marcas de ropa que ha puesto su grano de arena en
el cuidado y preservación del medio ambiente, la cual tiene una dinámica en redes sociales, el
cual su fuerte es “Instagram”, además de subir sus productos, mediante post e historias va
exponiendo información actual sobre los nuevos proyectos que se están desarrollando e
implementando, para la mejora del cambio climático.

“MANGO apuesta por el uso de fibras sostenibles y formaliza este compromiso en el plan TAKE
ACTION de RSC 2017-2020. El objetivo de la empresa es ir aumentando la proporción de fibras
sostenibles en sus colecciones. Por este motivo MANGO se compromete a que en 2022, el 50% de su
algodón sea de origen sostenible, promoviendo su cultivo y uso.
MANGO decidió elaborar un estudio de huella hídrica de un tejano como parte de su plan TAKE
ACTION. La conclusión fue que la producción de un tejano estándar MANGO en Marruecos implica
el consumo de 1,71 m3 (1.700 L) de agua teniendo en cuenta desde el cultivo del algodón hasta la
llegada del tejano a tienda.”
- https://www.compromisorse.com/responsabilidad-social/moda-y-belleza/mango/
Social:
La moda tiene una responsabilidad muy grande con la sociedad, puesto que ha sido también
la causante de varios problemas o conflictos, como lo es la generalización de los estratos,
pues lastimosamente podemos saber de alguien por como se viste.

Para nadie es un secreto que en Colombia ha existido el conflicto armado hace más de
cincuenta años, donde este a generado múltiples problemas para la cultura y la sociedad
colombiana a gran escala y en diferentes factores y entornos.

Hace unos años un jóven colombiano volvió de su estadía en China, al llegar a su país natal
se encontró con que todo seguía igual, pero que había una luz de esperanza, el acuerdo de paz
con la FARC, al saber de esto pensó en crear un nuevo espacio, una nueva empresa para los
nuevos reinsertados. Fue así como creo Paloma y Angostura, una marca de ropa donde solo
trabaja con mujeres reinsertadas y víctimas del conflicto armado, haciendo uso del algodón
orgánico.
Estas nuevas empresas, donde los dueños son jóvenes visionarios, de poder cambiar y ayudar
a que exista un mundo mejor, demuestra que con el paso del tiempo por medio de la moda se
pueden llegar y lograr grandes cambios.

La última moda, a la que tantas veces desgraciadamente se somete incluso el diseño sin
ningún espíritu crítico, parece ser la de “lo social”. Las argumentaciones, llamamientos y
manifiestos son frecuentemente un lavado provisional de conciencia, justo hasta que se
olviden con la siguiente moda. El plano en que el tema es tratado suele ser generalmente
apolítico, es decir, sin nada que ver con otras opciones de organizar la polis. Baudrillard
ofrece un escenario de discusión radical, que no por ser habitualmente rechazado dejará de
rebrotar y retornar como una vuelta de lo reprimido.

En las siguientes líneas aparece una primera parte de su análisis referido al diseño. El texto
concluye su discurso con lo que pudiera parecer una afirmación y una opción: en realidad no
se trata sino de una constatación derivada de su análisis, y, por tanto, la continuidad de la
argumentación y las posibles salidas quedan abiertas a la reflexión del lector.

«En un artículo de la Esthétique industrielle, de 1967, Abraham, Moles analiza la crisis del
funcionalismo como el desbordamiento de la racionalidad escueta del diseño, de su ethos
riguroso de la función, por la irracionalidad proliferante de los bienes de consumo. La
"mentalidad consumidora absoluta promovida por la máquina económica" sepulta cada vez
más el dibujo funcionalista bajo un neo-kitsch. El funcionalismo sufre y muere a causa de
esta contradicción.

De hecho, este análisis exime al diseño de toda contradícción interna: la culpa la tienen la
"obsesión del standing " y la "estrategia del deseo". Pero A. Moles (y otros muchos) olvidan
que este sistema (y todo el proceso de consumo que implica) es también racional, y
perfectamente coherente consigo mismo. La consigna de la funcionalidad, es él quien la
realiza triunfalmente todos los días. Precisamente en esta "producción anárquica" que
denuncian nuestros virtuosos académicos del funcionalismo, es adecuado a su fin, que
consiste en su propia supervivencia y su reproducción ampliada. Por lo tanto, no hay
contradicción: el modelo de la racionalidad fue originalmente y, sigue siendo de manera
fundamental el de lo económico; es natural que sea la funcionalidad del sistema económico la
que prevalezca.

El diseño puro no puede hacer nada en este caso, ya que esta racionalidad fundada sobre el
cálculo es la misma en que se inspira. Se apoya sobre las mismas bases de abstracción
racional que el sistema económico. De que esta racionalidad sea virtualmente absurda, no hay
duda alguna, pero lo es para las dos por la misma razón. Su contradicción aparente no es sino
la consecuencia lógica de su complicidad profunda. ¿Que los diseñadoes se quejan de ser mal
comprendidos y de su ideal desfigurado por el sistema? Todos los puritanos son hipócritas.
Esta crisis se analiza de hecho a otro nivel completamente distinto, el nivel semiológico,
cuyos elementos hemos expuesto más arriba. La fórmula de la Bauhaus es en resumen: existe
para toda forma y todo objeto un significado objetivo determinable, su función. Lo que en
lingüística se llama el nivel de denotación. La Bauhaus pretende aislar rigurosamente este
núcleo, este nivel de denotación; todo el resto es la ganga, es el infierno de la connotación: el
residuo, lo superfluo, lo excretorio, lo excéntrico, lo decorativo, lo inútil. El kitsch. Lo
denotado (funciona]) es bello, lo connotado (parásito) es feo. Mejor aún: lo denotado
(objetivo) es verdadero, lo connotado es falso (ideológico). Detrás del concepto de
objetividad, es en efecto todo el argumento moral y metafísico de la verdad lo que está en
juego.

Ahora bien, es este postulado de la denotación lo que se está hundiendo actualmente. Se


comienza a advertir al fin (también en semiología) que este postulado es arbitrario, no sólo un
artefacto de método, sino una fábula metafísíca. No hay verdad del objeto, y la denotación no
es nunca otra cosa que la más bella de las connotaciones. Esto no es únicamente teórico: los
diseñadores, urbanistas y programadores del entorno se enfrentan todos los días (si es que se
hacen algunas preguntas) a este deterioro de la objetividad.

Si no hay ya utilidad absoluta del objeto, también se acaba lo superfluo, y todo el edificio
teórico del funcionalismo se hunde. En provecho de la moda, la cual, no preocupándose por
denotación objetiva alguna (aunque lo pretende), actúa por entero sobre la connotación y, en
su retórica movediza, “irracional", bajo el único privilegio de la actualidad de los signos,
recobra todo el sistema. Y si el funcionalismo se defiende tan mal contra la moda, es porque
ésta expresa la virtualidad sistemática total, de la que el funcionalismo, fundado sobre la
metafísica de la denotación, no expresa más que un caso particular, arbitrariamente
privilegiado según una ética universal.

Desde el momento que se establece un cálculo de signos, nada puede oponerse a su


generalización, y no queda nada racional o irracional. La Bauhaus y el diseño pretenden
controlar el proceso por el dominio de los significados (la evaluación “objetiva" de las
funciones); pero es de hecho el juego de los significantes (el juego del valor de cambio/
signo) el que prevalece: ahora bien, éste es ilimitado y escapa a todo control (lo mismo ocurre
en economía política en cuanto al sistema del valor de cambio: invade todas las esferas, a
pesar de las almas piadosas y liberales, que creen poder circunscribirlo).

Ahí está la verdadera crisis del funcionalismo. Nada puede oponerse a que cualquier forma
entre en una combinatoria ilimitada de moda, siendo entonces su única función su
función/signo. Ni aun las formas "creadas" por el diseño escapan. Y si el sty1ing, que la
Bauhaus creyó descalificar, resurge a través del diseño, sin que éste pueda realmente jamás
quitarse el sello y reintegrarse a su “rigor", es porque lo que le parece patológico se halla en
la lógica de su propio designio. Si nuestra época recupera con nostalgia, no obstante la
revolución de la Bauhaus, todo el kitsch del siglo XIX, es porque de hecho le pertenece ya.
El motivo floral sobre la máquina de coser o la boca de metro es un compromiso regresivo,
pero toma hoy, por resurgimiento, valor surrealista de moda, y es lógico: el surrealismo no
hace en cierto modo otra cosa que formalizar como transgresión artística la producción
híbrida del kitsch comercial. Hoy, el diseño "puro" condena el motivo floral, pero profundiza
mucho más la ideología "naturista": la estructura en estrella de los cuerpos orgánicos servirá
de modelo a una ciudad entera. No existe diferencia radical entre las dos.

La naturaleza, ya se tome como decorado o como modelo estructural, se mantiene por


doquier, desde que el concepto existe, como la proyección de un modelo social. Y la
estructura en estrella no es nunca más que la del capital.

Pero si el diseño se halla inmerso en la moda no hay que compadecerlo: es la señal de su


triunfo. Es la señal de la envergadura tomada por la economía po-lítica del signo, de la que ha
sido, con la Bauhaus, la primera teorización racional. Todo lo que pretende hoy ser marginal,
irracional, rebelde, "anti-arte", anti-diseño, etc., de lo pop a la psicodélico y al arte en la calle,
todo ello obedece, lo quiera o no, a la misma economía del signo. Todo ello es diseño. Nada
escapa al diseño: ésa es su fatalidad.

Trátase, pues, de mucho más que de una crisis. Y no sirve de nada deplorar, como lo hace
Abraham Moles, la fatalidad consumatoria y apelar a un neofuncionalismo que ponga en
juego "el estímulo de la fantasía y de la imaginación por un esfuerzo sistemático" (!). Este
neofuncionalismo no puede ser otro que el de la resemantización (la resurrección de los
significados),11 y por lo tanto de la reconversión de las mismas contradicciones. Más
verosímilmente, el neofuncionalismo será a la imagen del neocapitalismo, es decir una
intensificación del juego de los significantes, matematización y cibernetización por el código.
El neofuncionalismo "humanista" no tiene ninguna posibilidad frente al metadiseño
operacional. La era del significado y de la función ha pasado, es la era del significante y del
código la que comienza.»

CULTURAL:
Así como el individuo se ve influenciado directamente por los hechos sociales, económicos,
políticos, culturales, artísticos, por la sociedad que lo rodea y el contexto, también tiene
influencia por los mandatos de la moda. Tal como lo afirma Godart (2012),la moda y el
contexto se encuentran muy ligados y se nutren uno del otro.De esta manera, es posible
afirmar que, la moda cumple un papel en la configuración de la identidad para el desarrollo
personal y social.

La moda influencia directamente sobre las decisiones estilísticas o modas de cada época,
además hace parte de la cultura y es un fenómeno social. Por esto, puede ser vista como una
industria cultural que, unifica y uniforma a las sociedades de acuerdo a los gustos y
necesidades del momento.

A pesar de que la moda cumple un papel relevante en la configuración de la identidad para el


desarrollo personal y social, también trae consigo el problema de la desculturización de las
verdaderas raíces en Colombia, ya que la globalización es consumida por todo tipo de
personas, sin límites de edad.

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