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Pequeño campesinado, vacas de mirada curiosa, vecinos cotillas, padres protectores… Este

es el contexto de una de las sorpresas que nos depara la cartelera cinematográfica menos
visible de esta semana.
Aunque no se sitúe en una naturaleza tan salvaje como la descrita por Thoreau, “Un héroe
singular” también rehúye un mundo rural idealizado como entorno bucólico. La radiografía que
la película muestra del campesino es la de un ser individualista encerrado en sus rutinas y sus
animales. Un modus vivendi que ocupa todo su tiempo, labrándole el carácter y alejándolo de
una sociedad con un estilo de vida, unos tempos y unas necesidades muy distintos.
Una dura vida rural que se ve trastornada con la llegada de una epidemia que se propaga
rápida y misteriosamente matando a las vacas infectadas y obligando a sacrificar las demás
con tal de frenar el contagio. Una clara alusión a la epidemia de las vacas locas que en la
década de los noventa asoló y atemorizó a los ganaderos bovinos de toda Europa.
Como ocurría en “Estiu 1993”, Hubert Charuel graba la granja de sus padres, donde se crio,
un retrato intimista basado en las experiencias que recuerda que vivieron él y su familia en su
niñez. Eso sí, a diferencia de la película de Carla Simón, en este caso el director no entra en el
elemento nostálgico y narra la historia situándola en la actualidad y cambiando el punto de
vista de un niño por la preocupación de un joven ganadero dispuesto a cualquier cosa para
salvar a sus animales.
Un drama rural sin artificios, pausado en la narración, que dedica más tiempo de metraje a
dibujar el contexto, a reflejar las emociones o a limar detalles antes que a la acción de la trama
principal. De ese modo evita hacer juicios de valor y se limita a sumergir, de forma directa y a
ratos incómoda, al espectador en este ambiente.
Una película que os atrapará tanto como la inquieta mirada de su protagonista.

Se habla a la perfección del sentido de la vida, del esfuerzo, del estilo de vida, del amor y las
prioridades vitalicias. Se encuentran distintos dilemas morales, en los que con el juego de un
guion plagado de silencios necesarios, que el espectador no es juez, sino que le envuelve en
la acción.

Este tipo de influjo en el público es necesario en este tipo de historias, ya que consigue
sorprender más por lo que se muestra que por lo que se dice. Un indicativo que se está ante
un aprendizaje reflexivo aunque sea desde otro punto de vista, que puede ser distinto al del
espectador que lo esté viendo.

Aunque Un héroe singular habla de la pérdida, la frustración, el esfuerzo y la soledad, no se


está únicamente ante un drama derrotista, sino que al contrario, se perciben tintes del
suspense, un protagonista activo en acción e incluso, cierto contenido informativo que puede
dar pie a un cine realista, lejos de querer utilizar la fórmula lacrimogena que sería muy fácil
utilizar en este film. La profundidad de los personajes junto a la cotidianeidad con la que se
presenta dota a la película de humanismo.

No hay héroes ni villanos, no se trata de un film maniqueo, sino circunstancial. No a puede


juzgar las acciones que se ven por el carácter único de la personalidad del personaje, sino
también por las vivencias que tiene tras él.

De esta manera, el drama queda silenciado, de forma que se convierte en un drama de otra
índole, lejos de buscar sólo la compasión del espectador. Esto se puede ver en esa secuencia
final, que sin revelar nada, hay un sentimiento puro en el que se está ante una escena que
habla por sí sola pero sin contar con la tristeza, sino desde una perspectiva más luminosa.
Está llena de esos claroscuros que enriquecen la historia principal y dotan de importancia al
subtexto que hay por debajo.

Uno de los elementos que más llama la atención de Un héroe singular es la estética con la
que se presenta. Lejos de utilizar algunos de los recursos estilísticos del séptimo arte en los
que encumbrar la imagen, tira hacia un estilo más realista, sin aditivos. A lo crudo. Da, en
ocasiones, un poco de influencia de Harmony Korine y su estilo cerca al documental en sus
planos y en la fotografía de la imagen.

Con ello, se refiere a un cine sin aditivos, que con estas historias de vida, más que restarles,
suman. Dan un espíritu de verosimilitud que lo que se transmite es verdad. No tiene reparos
en mostrar algunas escenas explícitas.

Las interpretaciones de los actores acompañan al dibujo que se hace como transfondo. Swann
Arlaud transmite únicamente su mirada el sufrimiento que tiene por dentro su personaje. Una
catarsis que lleva a poder ver el contraste de personalidad, sin caer en sentimentalismo. Se
puede ver esta dinámica por ejemplo con Pascale, el personaje de Sara Giraurdeau. Quiere
hacer partícipe al público de la vorágine de pensamientos y sensaciones que van
experimentando Pierre a lo largo de la película.

Además, añadir que los personajes secundarios en este film, pese a no hacer acto en escena
durante algunos minutos, sí cumple su función. Únicamente la cuadrilla de amigos queda un
poco desubicado en el contexto del film, ya que se le otorga una serie de secuencias que
podrían haberse omitido, es decir, su planteamiento para el desarrollo del protagonista está
bien justificado, pero alargado en el film.

Uno de los inconvenientes del cine francés, en concreto el cine independiente, es que se da
una imagen predeterminada sobre cómo son. Largos silencios, personajes castigados, dramas
con un final desgraciado… Esto es lo que en muchas ocasiones hace que el espectador caiga
en prejuzgar al film, incluso antes de verlo. En este caso, se cumple alguna de las directrices,
pero hay que mencionar, que en su estatus general están bien ensambladas.

El problema que puede presentar Un héroe singular es que es original en su contenido, pero
bebe demasiado del estilo dramático realista que se percibe en la industria francesa. Esto,
desgraciadamente, hace que no termine de ser un resultado redondo, dado que ciertas
ocasiones, se produce un “déjà vu” fílmico.

Sin embargo, lo que da cierta luz sobre este punto negativo, es haber hecho el campo como
escenario, pero alejándose de la comedia o la dramedia. Ya se pudo ver algo de esto en otra
cinta del mismo país, “Pastel de pera con lavanda” y en los últimos años, se ha percibido un
cambio en el que los dramas intimistas ya no solamente se reproducen en París o ciudades
más reconocidas por el espectador.
El contexto en el que se basa Un héroe singular, con una grave enfermedad en las vacas,
hace esa separación del género. Por lo tanto, pese a ser un viejo conocido, sí da síntomas de
innovación por parte del guion y la dirección.

Una ópera prima que juega sus bazas como una buena carta de presentación. Un actor que
aguanta el peso de la película sin ningún problema y que además, juega muy bien con el
lenguaje no verbal. Los sentimientos y la emocionalidad que hay en la cinta es lo que consigue
atraer más al espectador.

Un drama que quiere alejarse de los tópicos del cine francés, que lo hace en algunas
ocasiones, pero en otras cae en lo “ya conocido”. La crudeza de la imagen y la realización
técnica muy bien seleccionadas, dado que da personalidad a la película.

Un héroe singular es un proyecto cinematográfico que a primera vista puede no ser de lo más
atrayente. Aun así, en el plano independiente, puede ganar varios adeptos. Sin jugar con el
cine espectáculo, consigue envolver al público, algo que se ha podido ver en España también
con filmes como “Las amigas de Àgata“.

No se convertirá en una joya del cine francés, pero tiene un resultado en su conjunto más que
notable. Como última aportación, decir que el desenlace de la película es cine en estado puro,
donde las palabras sobran y la imagen es la que habla por sí sola.

Una película tan singular como su héroe. Un joven campesino francés dedicado en cuerpo y
alma a conseguir la excelencia en su trabajo desde un profundo respeto y descosificación de
sus vacas con las que comparte en el mejor sentido de la palabra su existencia. El director
novel Hubert Charuel es hijo de campesinos y se crió en una granja. Sabe de lo que habla. Es
fácil hacernos empatizar y conseguir la emoción con nuestras mascotas comunes.¿ A qué
bien nacido no se le cae la lágrima y se lleva un buen soponcio cuando su perro o su gato
fallecen?. ¿Pero qué ocurre con aquellos animales que explotamos para nuestro beneficio?.
Charuel apenas quiere hacer sangre sobre el asunto y poco más que nos deja entrever la
diferencia entre explotaciones robotizadas y el trato personal que el joven Pierre ofrece a sus
animales.

Se suele argumentar y creo que con razón que no está bien humanizar a los animales. No lo
necesitan. Son lo que son, compañeros de viaje indispensables para mantener el equilibrio
natural, que sufren y padecen según sus propios códigos existenciales y con los que, en
algunos casos, podemos comunicarnos y establecer una relación simbiótica que ofrezca a
ambas especies beneficios mutuos. En este contexto la propuesta de Charuel es necesaria y
nos hace copartícipes del dolor más allá de la pérdida económica que siente Pierre por la
perdida de los animales con los que convive. Lo demás, el tono descarnado, didáctico rayando
en el documental, las pinceladas de thriller y algunas escenas son elementos superfluos.
Propuesta arriesgada que trasciende su localismo necesaria en los tiempos de extinción
masiva que hemos provocado y que ha tenido cierta visibilidad gracias a los Cesar obtenidos
para su director e intérpretes. A mi juicio se queda muy corta en sus pretensiones pero se
agradece el intento.
Hace cuarenta años un amigo gallego me invitó a acompañarle en su paseo diario para que su
única vaca pastara libre por el maravilloso entorno de su aldea coruñesa. Si la felicidad son
momentos, ese fue uno de ellos.

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