Investigación en libro de texto básico y/o fuentes electrónicas sobre el
pensamiento político social de Latinoamérica Siglo XX para realizar las
siguientes actividades: Representa mediante tabla informativa los planteamientos político y social del populismo, peronismo socialismo, comunismo y capitalismo en Latinoamérica siglo XX.
Populismo el populismo puede ser definido más como una técnica
política que por un contenido político y social. De allí que no tengan relevancia los programas u objetivos estratégicos. Al populismo lo caracteriza su vacuidad intrínseca, que es la única forma en que puede expandirse una cadena de equivalencias de manera tal de abarcar a capas sociales cada vez más amplias.
Para Ernesto Laclau el populismo no es una ideología o
una vía de articulación económica y política del estado, de ahí que pueda haber populismos de derecha, de centro o de izquierda y que Hitler, Perón, Fidel, o Ataturk sean definidos indistintamente como populistas. El populismo define, sobre todo, una forma de la política mediante la cual puede constituirse un grupo, en particular un “pueblo”. Para formar un “pueblo” se requieren algunas condiciones. Una de ellas es la homogenización de lo que denomina pluralidad de demandas democráticas, que sólo es posible alcanzar mediante una frontera política, es decir un antagonismo externo que permita la estructuración interna del pueblo. Igual que Carl Schmidt, lo político como tal nace cuando se alcanza un antagonismo (del tipo amigo/ enemigo). A diferencia de Schimdt, Laclau concibe una homogenización siempre incompleta, que no logra elimina las diferentes identidades particulares.
Peronismo El peronismo es un buen ejemplo de los límites que un
socialismo bloque antagónico tiene en la prosecución de una democracia radical cuando es gestionada de manera populista. Como lo sostuvo De Ipola “las modalidades bajo las cuales el peronismo constituyó al sujeto político “pueblo” fueron tales que conllevaron necesariamente la subordinación/ sometimiento de ese sujeto al sistema político instituido –al “principio general de dominación”, si se quiere– encarnado para el caso en la figura que se erigía como su máxima autoridad: el líder” . El peronismo constituyó al pueblo en sujeto político al mismo tiempo que lo subordinaba al principio general de dominación y al poder absoluto del estado. Comunismo El capitalismo histórico ha experimentado, en la escala mundial que hoy le corresponde, profundos cambios que han modificado sustancialmente su componente de acumulación, pero también, de forma significativa, el de regulación, perturbando críticamente su forma de gestionar las inequidades, desigualdades y doxas que él mismo produce. Actualmente, la expansión de un capitalismo autoritario premunido del paradigma mercantil, promueve una cultura individual que ha calado duramente en los sujetos y en los movimientos transformadores de la sociedad, dejándolos sometidos a un nuevo orden/desorden. Las solidaridades colectivas del campo laboral se han fragmentado obligando a los trabajadores a una competitividad que mella sobre la fuerza de sus organizaciones y que afecta las confianzas necesarias para resistir al embate de los poderosos.
Capitalismo es una forma de organización social, económica y
política que tiende a la colectivización de los medios de producción, a la distribución de los bienes de consumo según las necesidades de cada uno y a la supresión de las clases sociales. Las teorías comunistas, partiendo especialmente desde el marxismo, abogan por suprimir la sociedad capitalista y establecer una sociedad socialista para, poco a poco, construir una organización social comunista.
Realiza una opinión crítica sobre EL impacto de los modelos políticos en el
desarrollo económico, político y social de Latinoamérica. En la década del 90, en América Latina, el ciclo de modesta expansión que se extendió entre 1991 y 1994 fue seguido por la retracción derivada del «efecto tequila» y de la crisis asiática. Los efectos políticos de esta contracción económica fueron diversos y complejos, pero tuvieron mucho que ver con lo que se ha dado en llamar el «giro a la izquierda» en las preferencias electorales de un sector importante de la población. La importante expansión económica que se registró en la región en los cinco años anteriores al estallido de la crisis, es decir entre 2003 y 2008, puso a la mayoría de los países en condiciones distintas –y mejores– de las que se derivaron del breve y más modesto ciclo expansivo de la década anterior. Al parecer, algo se había aprendido. Este es el contexto en el que estalló la actual crisis, que abre interrogantes sobre los efectos económicos y políticos en la región latinoamericana. Las crisis de los 90 Entre fines de los 80 y comienzos de los 90, en América Latina se generalizó el Consenso de Washington. Este nuevo ordenamiento económico contribuyó a detener la hiperinflación y corrigió muchos desajustes que se habían gestado en etapas anteriores. La confianza creció y los capitales extranjeros empezaron a regresar. La crisis de los 80 había sido tan profunda que el rebote fue importante en términos relativos. El optimismo se recuperó, y se dio por superada la etapa de crisis económica. En este contexto, la situación política se estabilizó. Con algunas excepciones, como la del Perú de Alberto Fujimori, los gobiernos elegidos democráticamente lograron institucionalizarse. Hacia 1997, 61% de los latinoamericanos preferían la democracia como sistema de gobierno. Este proceso democratizador tuvo un lógico efecto en las expectativas de la población, alentando lo que podríamos llamar una mayor «demanda democrática», en el contexto de un mayor y mejor acceso a los propios derechos, a la información y al debate público. Esa expectativa no se vio acompañada, sin embargo, de una mejora institucional sustantiva que pudiera procesar las complejas contradicciones de las sociedades. Al mismo tiempo, las tasas de crecimiento registradas desde inicios de los 90 no generaron avances en la lucha contra la pobreza y la inequidad. Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en 1990 había en la región 200 millones de pobres y 93 millones de indigentes. Al terminar la década, en 1999, los pobres eran 211 millones y los indigentes, 89 millones. La pobreza, así, pasó de afectar a 48,3% de la población en 1990 a afectar a 44% en 2002. Las graves carencias del modelo de desarrollo se hicieron evidentes. Pero aunque la recuperación de la región parecía encaminada y los impulsores del modelo cantaban victoria, en la segunda mitad de la década del 90 la expansión terminó, y se inició un periodo de contracción que comenzó con el «efecto tequila» de 1994 y continuó con la «crisis asiática» que estalló en Tailandia. Como señala Aaron Tornell, estas dos crisis tuvieron muchos elementos en común: notablemente, el hecho de que el contagio se dio sobre todo en los países en desarrollo y afectó especialmente a aquellos con escasas reservas internacionales, un sistema financiero frágil y una moneda sobrevaluada.