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ZZZPHGLOLEURVFRP
Nahum Méndez-Sánchez
Médico especialista en Gastroenterología y Hepatología
Maestría y Doctorado en Ciencias Médicas
Posdoctorado en la Universidad de Harvard,
Estados Unidos de Norteamérica
Profesor de Medicina, Facultad de Medicina,
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
Director del Departamento de Investigación Biomédica,
Gastroenterología y Unidad de Hígado, Fundación Clínica Médica Sur
Investigador Nacional Nivel III, Sistema Nacional de Investigadores
México, D. F.
NOTA
La medicina es una ciencia en constante desarrollo. Conforme surjan nuevos conocimientos, se requerirán
cambios de la terapéutica. El (los) autor(es) y los editores se han esforzado para que los cuadros de dosificación
medicamentosa sean precisos y acordes con lo establecido en la fecha de publicación. Sin embargo, ante los
posibles errores humanos y cambios en la medicina, ni los editores ni cualquier otra persona que haya participado
en la preparación de la obra garantizan que la información contenida en ella sea precisa o completa, tampoco son
responsables de errores u omisiones, ni de los resultados que con dicha información se obtengan. Convendría
recurrir a otras fuentes de datos, por ejemplo, y de manera particular, habrá que consultar la hoja informativa que
se adjunta con cada medicamento, para tener certeza de que la información de esta obra es precisa y no se han
introducido cambios en la dosis recomendada o en las contraindicaciones para su administración. Esto es de
particular importancia con respecto a fármacos nuevos o de uso no frecuente. También deberá consultarse a los
laboratorios para recabar información sobre los valores normales.
ISBN: 978-607-15-0824-9
1234567890 1245678903
Impreso en México Printed in Mexico
Nahum Méndez-Sánchez
Linda García Hidalgo
Médico especialista en Gastroenterología
Médico adscrito, Departamento de Dermatología,
y Hepatología. Maestría y Doctorado en Ciencias
Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición
Médicas. Posdoctorado en la Universidad
“Salvador Zubirán”. Profesora de pregrado y
de Harvard, Estados Unidos de Norteamérica.
posgrado de Dermatología, Universidad Nacional
Profesor de Medicina, Facultad de Medicina,
Autónoma de México (UNAM). México, D. F.
Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM). Director del Departamento
Dan Green Renner de Investigación Biomédica, Gastroenterología y
Médico especialista adscrito, Centro Oncológico Unidad de Hígado, Fundación Clínica Médica Sur.
“Diana Laura Riojas de Colosio”, Investigador Nacional Nivel III,
Hospital Médica Sur. México, D. F. Sistema Nacional de Investigadores.
México, D. F.
Ranier Gutiérrez Mendoza
Departamento de Farmacología, Centro de Jimena Muciño Bermejo
Investigación y de Estudios Avanzados, Instituto
Médico residente de Medicina del Enfermo
Politécnico Nacional. México, D. F.
en Estado Crítico, Unidad de Terapia Intensiva,
Hospital Médica Sur. México, D. F.
Nashla Hamdan Pérez
Pasante de Servicio Social, Departamento de
Cirugía y Cirugía experimental, Instituto Nacional Marco Antonio Peña Duque
de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Cardiólogo intervencionista. Jefe de Servicio de
Zubirán”. México, D. F. Hemodinámica, Instituto Nacional de Cardiología
“Ignacio Chávez”. Miembro numerario de la
Claudia Herrera De Guise Academia Nacional de Medicina. Miembro
del Sistema Nacional de Investigadores Nivel I.
Médico residente, Departamento de
Gastroenterología, Instituto Nacional de Ciencias Vicepresidente de la Sociedad Mexicana de
Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán”. Cardiología. Miembro de la Sociedad de Médicos
México, D. F. Fundación Clínica Médica Sur. México, D. F.
Colaboradores v
Prólogo a la tercera edición xi
Alberto Lifshitz Guinzberg
Introducción xii
Nahum Méndez-Sánchez, Misael Uribe Esquivel
ix
A pesar de la abundante literatura sobre el tema, un nuevo libro sobre obesidad y sobrepeso sigue
siendo bienvenido, en tanto que lo que hace falta es poner en orden la abrumadora cantidad de
información, armonizar los datos generados por la ciencia con las necesidades de la sociedad,
construir los edificios conceptuales que permitan entender mejor lo que está ocurriendo, avanzar
en la comprensión de un complejo problema que se ha resistido a ser visto de modo reduccionista
y siempre ateniéndose a la esperanza de descubrir nuevos caminos y propuestas.
No sólo la magnitud de la epidemia —en el mundo y en México— confiere importancia al
tema. Por si no bastaran las comorbilidades y consecuencias sobre la salud individual, los enfer-
mos tienen que enfrentar la discriminación, la marginación y, por supuesto, las culpas, en tanto
que se suele vincular a la obesidad con la sobreingesta y el subejercicio atribuibles a defectos
volitivos. El obeso es culpable por voraz y perezoso. El tratamiento de la obesidad, por su parte,
es uno de los mayores fracasos que históricamente ha enfrentado la práctica de la medicina; si
bien ha habido procederes exitosos, la mayoría han sido desilusiones, al menos en el largo plazo.
La terapéutica parece concretarse en morir de hambre y en vencer la inercia, con recompensas e
incentivos verdaderamente ingratos. Empero, no puede limitarse a contrarrestar la intemperancia
y la indolencia mediante la imposición forzada de sus opuestos. Estamos entonces ante un cre-
ciente problema de salud, que afecta la supervivencia y la calidad de vida, en el que carecemos de
estrategias aterrizables y en el que el conocimiento acumulado aún no fructifica en soluciones en
términos de la salud pública.
El problema es tan serio que hay mucha gente interesada en contribuir a resolverlo, lo que
significa que la cantidad de investigación hoy mismo en proceso es enorme. Y aunque no se ha
encontrado la solución, el conocimiento la va cercando. He aquí una serie de escritos que repre-
sentan distintas aproximaciones, lo cual ilustra su naturaleza múltiple; de hecho, muchos de los
fracasos terapéuticos seguramente tienen que ver con una falta de visión integral, con el enfoque
de una sola de sus aristas o, en el mejor de los casos, de unas cuantas. Cualquier simplificación
está condenada, aunque se entiende que la investigación casi por definición tiene que ser reduc-
cionista. Las diversas piezas de conocimiento van construyendo la comprensión de la obesidad y
el sobrepeso, pero falta quien las amalgame, las acomode, las vincule, las jerarquice.
En el camino hemos descubierto facetas nuevas: la obesidad contagiosa, el papel de la epi-
genética, la participación de la microbiota intestinal, su complejidad humoral, la paradoja de la
obesidad sarcopénica, la creciente obesidad infantil, la responsabilidad en la formación de hábitos.
Por más que la obesidad y el sobrepeso son verdaderamente una carga, investirlos de todos los
atributos negativos no parece alentar a los enfermos. Ninguna estrategia tendría que ser satanizada
a priori; acaso investigada con seriedad. Esta reunión de expertos vierte en el presente texto el
estado del arte de diversas facetas; a partir de ellas se puede avanzar hacia una visión más acabada
de la epidemia del siglo XXI.
xi
La presente obra, Obesidad. Conceptos clínicos y terapéuticos, ha sido diseñada para todos aquellos
profesionistas del área de la salud involucrados en el estudio de la obesidad.
En este texto abordamos diferentes aspectos de importancia capital para el clínico, epide-
miólogo e investigador, con la finalidad de tener conceptos claros y actuales de este problema de
salud que afecta a la población de México y toda América Latina. Incluye un total de 23 capítulos
escritos por 43 colegas con gran experiencia en las actividades de enseñanza e investigación de
10 instituciones.
Vale la pena señalar que el tema de epidemiología de la obesidad en México ha sido aborda-
do de manera por demás brillante por el grupo del Instituto Nacional de Salud Pública, mismo
que ha estudiado el comportamiento epidemiológico de la obesidad en este país. Asimismo, en
lo que respecta a los temas de fisiopatología y tratamiento, así como aquellos relacionados con el
tratamiento quirúrgico, colegas del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador
Zubirán” han participado activamente y con gran esmero, mientras que las enfermedades cardio-
vasculares y respiratorias relacionadas con la obesidad han sido descritas de manera clara y pun-
tual por colegas del Instituto Nacional de Cardiología y del Instituto Nacional de Enfermedades
Respiratorias. Finalmente, nuestro grupo, en conjunto con colegas de diferentes departamentos, ha
participado activamente en describir de manera detallada la interacción entre obesidad y cáncer en
el aparato digestivo, en tanto que la genética de la obesidad ha sido abordada por un experimen-
tado investigador mexicano actualmente radicado en Estados Unidos.
Esperamos que la presente obra resulte de utilidad para todos los interesados en el tema y que
su lectura cumpla las expectativas de quien desea conocer los conceptos clínicos y terapéuticos
relacionados con este problema creciente no sólo en nuestro país.
xii
INTRODUCCIÓN
La frase “que el alimento sea tu mejor medicina”, atribuida a Hipócrates, representa el ideal de la
alimentación humana. La mayor parte de la población dista mucho de alcanzar esta meta, tanto
por la calidad como por la cantidad de los alimentos.
La obesidad ha acompañado al ser humano a lo largo de su historia y evolución. Sin embargo,
nunca antes había alcanzado los niveles epidémicos de la actualidad. Diversos factores influyen en
esta transición; entre ellos, la época, la cultura y la tecnología. La etiología de la obesidad es com-
pleja, aunque se reconoce que la interacción genética con las condiciones ambientales necesarias
desempeña un papel importante. El cuadro 1-1 muestra algunos de los aspectos más importantes
de la historia de la obesidad.
La alimentación, el ambiente y la genética del ser humano han desempeñado un papel fun-
damental en el desarrollo de la cultura así como de las enfermedades. La alimentación del hom-
bre prehistórico se basaba en la caza y la recolección de alimentos, por lo cual se alimentaba en
abundancia cuando había alimentos y pasaba largos periodos de hambruna cuando escaseaban las
presas. Hace alrededor de 10 000 años el hombre desarrolló la agricultura y la domesticación de
animales, lo que inició el sedentarismo y la acumulación de alimentos, factores que predispusieron
a periodos prolongados de sobrealimentación.1,2 Estudios exhaustivos realizados a tribus nómadas
muestran prevalencia muy baja de obesidad,3,4 la cual se incrementó después de la Revolución
Industrial debido a que el proceso tecnológico-cultural logró reducir la actividad y el gasto energé-
tico de las personas. El ejemplo más convincente son los medios de transporte, desde el transporte
animal hasta los vehículos automotores que surgieron a principios del siglo XX.
Desde una perspectiva antropológica, la cultura desempeña un papel fundamental en la dis-
tribución de la obesidad en la población.3 Así, la obesidad se ha interpretado a través de la historia
como belleza, prosperidad económica, salud, fertilidad y bendición divina, en diferentes civiliza-
ciones.
Se han encontrado numerosas figurillas que representan a humanos obesos en una franja de
2 000 km de longitud que abarca desde el sur de Francia hasta el sur de Rusia en Europa. Estas
estatuillas del paleolítico se produjeron hace 23 000 a 25 000 años con terracota, piedra caliza y
marfil (figura 1-1).
Siglo XVII
1614 Santorio utiliza una báscula para medir el metabolismo
1628 Harvey descubre la circulación sanguínea
1679 Bonet realiza la primera disección en cadáveres de sujetos obesos
Siglo XVIII
1727 Primera monografía sobre la obesidad en idioma inglés
1752 Frank diferencia de manera definitiva la diabetes mellitus de la diabetes insípida
1760 Malcolm Flemyng escribe sobre el tratamiento de la obesidad
1775 Mathew Dobson descubre que el sabor dulce se debe a la presencia de azúcar en la orina
1778 Thomas Cawley fundamenta la relación entre diabetes mellitus y el páncreas
1780 Cullen incluye a la obesidad dentro de las enfermedades
1780 Lavoisier realiza la primera medición de la producción de calor en mamíferos
Siglo XIX
1810 Wadd escribe un tratado sobre la corpulencia
1826 Brillat-Savarin menciona la dieta como método para bajar de peso
1835 Quételet crea el índice de masa corporal
1848 Helmholtz publica la ley de conservación de la energía
1849 Hassall describe la estructura y crecimiento de adipocitos
1863 William Banting crea el primer tratado sobre la obesidad dirigido al público general
1866 Russell describe la apnea obstructiva del sueño como una complicación de la obesidad
1879 Hoggan describe el crecimiento de los adipocitos
1896 Atwater fabrica el primer calorímetro
Siglo XX
1900 Babinski describe el síndrome de obesidad hipotalámica
1901 Fröhlich describe el síndrome de obesidad hipotalámica
1912 Cushing describe la obesidad causada por un tumor hipofisario
1916 Cannon y Carlson proponen el mecanismo gástrico del hambre
1921 Banting, Best, Macleod y Collip purificaron insulina a partir del páncreas para el tratamiento de la
diabetes
1936 Himsworth identificó a los pacientes con insensibilidad a la insulina
1937 Abramson utilizó anfetaminas para tratar la obesidad
1944 Behnke crea un método para calcular peso, densidad y composición corporal
1947 Vague afirma que la obesidad central es un factor de riesgo para diabetes y obesidad central
1949 Fawcett describió la grasa parda
1954 Stellar formula la hipótesis del control central del apetito
1955 Lifson utiliza agua con doble marcador para medir el gasto energético
1959 Berson y Yalow descubren un radioinmunoensayo para medir concentraciones de insulina
1962 Neel crea la hipótesis del gen ahorrador
1963 Randle describe el ciclo ácidos grasos-glucosa
1967 Stewart First utiliza terapias conductuales para el tratamiento de la obesidad
1968 Mason realiza la primera cirugía de derivación para tratar la obesidad
1973 Gibb encuentra que la colecistocinina induce saciedad en ratas
1986 Se fundan varias asociaciones médicas relacionadas con obesidad
1988 Reaven describe el síndrome X
1994 Friedman y col. descubren la leptina
1997 O’Rahilly y col. describen qué mutaciones en la leptina y su receptor causan obesidad
1998 La OMS describe la obesidad como una epidemia mundial
Siglo XXI
2007 Sjöström y col. demuestran que la cirugía bariátrica prolonga la vida
2012 Philip R y col. demuestran que la cirugía bariátrica puede curar la diabetes en algunos pacientes
Gagarino
Kostienki
Dolní Věstonice
Willendorf
Laussel
Grimaldi
Lespugue
Uno de los ejemplos más antiguos de obesidad es una serie de estatuillas exhibidas en el
Museo de Historia Natural de Viena, las Venus de Willendorf (figura 1-2), que representan en
piedra símbolos de fertilidad o maternidad, figuras femeninas con vientres y muslos voluminosos,
así como mamas péndulas. Otros ejemplos de estas representaciones son las Venus de Laussel y
Lespugue, en Europa, y las de Mataumoto, en Japón.
Durante el periodo neolítico, que abarca del 8000 al 5500 a.C., se inició la agricultura y el
asentamiento de pequeñas comunidades. Durante ese periodo también se produjeron numerosas
estatuillas que representaban la fertilidad y abundancia por medio de mujeres obesas. Numero-
sos artefactos que representan a la diosa madre han sido hallados en la región correspondiente a
Anatolia (actual Turquía). Hallazgos similares se han realizado en Europa y otros continentes.
Estudios antropológicos han demostrado que entre los grupos dedicados a la caza y recolección,
la obesidad y el sobrepeso eran en extremo raros, en contraposición con los grupos que creaban
asentamientos para el desarrollo de la agricultura.
Las tradiciones médicas de muchas culturas antiguas dejaron registro de la obesidad y sus
consecuencias. En el antiguo Egipto, la obesidad se consideraba propia de un rango social alto, en
contraste con los campesinos o artesanos, a quienes el exceso y la rudeza del trabajo mantenían
en un estado mucho más atlético. Como consecuencia de la obesidad que prevalecía en estratos
sociales altos, la arteriosclerosis generalizada fue un hallazgo muy frecuente en los cadáveres de
personajes como Amenhotep III, Ramsés III y Menerptah.5 Sin embargo, la obesidad fue también
un problema de la población general, como demuestran distintos relieves tallados en piedra que
la simbolizan como una circunstancia usual entre los egipcios.
Por otro lado, uno de los ideales de la Grecia clásica era el cuerpo atlético, ya que se buscaba
la belleza en todos los elementos sociales. Los celtas tenían puntos en común con los griegos
respecto al culto del cuerpo, al cual mostraban un profundo respeto; cuidaban su apariencia, ya
que la obesidad era algo repugnante para ellos: “tratan de no engordar ni de ponerse panzudos”,
escribió el griego Estrabón. Durante esa época se comenzaron a describir los riesgos de la obesidad
respecto a la salud.
Hipócrates y Homero dejaron algunas observaciones sobre la obesidad como un problema
de salud. El primero decía que “los muy gruesos tienden a morir antes que los delgados”; además
observó un decremento en la fertilidad en mujeres y en la frecuencia de sus menstruaciones. En
una de sus obras, Régimen, concibió por primera vez la idea de la medicina preventiva e hizo hin-
capié en la importancia de la dieta y el cambio en el estilo de vida, elementos que hoy en día son
pilares del tratamiento de la obesidad y enfermedades metabólicas asociadas. A Cornelio Celso
se le atribuyen las siguientes palabras: “Las personas obesas fallecen más bien por enfermedades
agudas y sofocaciones, y a menudo mueren de muerte repentina; lo que no sucede casi nunca a las
personas delgadas”. El médico romano Galeno, una de las figuras más dominantes de la historia
de la medicina, distinguió dos tipos de obesidad: la moderada e inmoderada; asimismo, estableció
el término de bulimia o “gran hambre”. Fue uno de los primeros en establecer métodos científicos
para describir y tratar la obesidad mórbida.6 Galeno consideró que la obesidad era el resultado de
un exceso de “humores malos” en el cuerpo, en específico un exceso de sangre. También describió
una enfermedad a la que llamó polisarquia (del griego poli, mucho, y sarquia, carne), reconocida
en la actualidad como obesidad mórbida. Propuso algunos tratamientos basados en dieta, ejer-
cicio y algunos fomentos. Quinientos años después de las descripciones de Hipócrates, Galeno
distinguió entre obesidad moderada y grave, en lo que constituye la primera clasificación para
estadificar dicha enfermedad.
La obesidad también era familiar para Abu Ali al-Husayn ibn Sina, mejor conocido como
Avicena, una de las figuras más importantes de la medicina árabe. Avicena fue un prolífico autor
que publicó más de 40 tratados médicos y 145 sobre filosofía, lógica y teología. En su enciclopedia
médica se refirió a la obesidad y los daños que ésta provoca en la salud, así como al sabor dulce de
la orina en la diabetes.
Las culturas asiáticas antiguas, como las de China e India, describieron 1 000 años antes de
nuestra era el principio de la armonía humana, con el mundo como la llave para la larga vida y ac-
tividades físicas como el yoga y el consumo de alimentos y dietas específicos.7 Los médicos indios
Sushrut (Susrata) y Charak (500 a 400 a.C.) fueron los primeros en reconocer el sabor dulce de
la orina en diabéticos, así como en asociar esta enfermedad y la obesidad con dietas abundantes
con grasa y azúcar.
Avanzada la Edad Media, el poder eclesiástico influyó en diversas áreas de la vida cotidiana.
La obesidad era poco frecuente debido a la escasez habitual de alimentos, por lo que se considera-
ba una bendición de Dios. Sin embargo, se creía que la gula era un pecado capital. En el infierno
de Dante se describe a los golosos como merecedores de un castigo ejemplar. En contradicción,
a reyes, papas y cardenales se les permitía ser obesos, lo cual se percibía como símbolo de poder
y bienestar económico. Aún se pueden observar pinturas de monarcas como Luis XVI o Enrique
VIII que los retratan como individuos obesos que disfrutan opulentos banquetes con gran felici-
dad. Rubens plasmó los cuerpos desnudos de tres mujeres obesas en Las tres Gracias; en Juicio de
Paris, una mujer obesa sale victoriosa en un concurso de belleza. Las obras de Tintoretto, Renoir,
Rembrandt y Tiziano representan el mismo fenómeno. Al parecer, la obesidad estaba de moda.
En el México prehispánico, numerosos pueblos consideraban que adelgazar era signo de peli-
gro e inclusive de enfermedad terrible. Se creía que la pérdida de peso corporal era resultado de un
daño ocasionado por otra persona, que se introducía en el paciente para prosperar a expensas de
su propia sustancia. En cuanto a la alimentación, Bernal Díaz del Castillo describe en La verdadera
historia de la conquista de la Nueva España el gran mercado de Tlatelolco, organizado en secciones
bien definidas donde se vendía todo tipo de alimentos provenientes de todos los confines del
mundo prehispánico.
Diversos historiadores mencionan que el emperador Moctezuma recibía de sus fieles súbditos
hasta 30 platillos diferentes; escogía los más agradables para sí y el resto los ofrecía a la nobleza y
dignatarios de su palacio, así como a guardias y otros sirvientes. Respecto a las costumbres gastro-
nómicas del emperador, Díaz del Castillo comenta:
La cocina prehispánica incluía varios guisos cotidianos y comidas de temporada, vinculados con
las principales fiestas para honrar a los dioses del panteón indígena; asimismo, guardaban estrecha
relación con los diferentes momentos de los cultivos agrícolas y las estaciones del año.
Numerosos pueblos consideraban que adelgazar era señal de peligro o enfermedad terrible.
Percibían la obesidad como símbolo del bienestar físico, social y económico. Quizá el mejor ejem-
plo sean los pueblos más alejados de la capital, como los descendientes del pueblo maya, que aún
ven la obesidad con buenos ojos y hasta la consideran envidiable.
CONCLUSIONES
La obesidad es una enfermedad de etiología compleja. A lo largo de la historia, diversos fenóme-
nos han demostrado la gran influencia del medio en su desarrollo. La selección natural, el avance
tecnológico, la disminución de la actividad física, las tendencias ideológicas y la dieta han pro-
piciado el incremento epidémico que se observa en la actualidad. El cambio en el estilo de vida,
tal como lo proponía Hipócrates, mediante el incremento de la actividad física y el consumo de
alimentos más saludables, es un factor que puede modificar el desarrollo de esta enfermedad y es
una herramienta útil para disminuir su alta prevalencia mundial.
REFERENCIAS
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on obesity in Pima indians. Diabetes Care, 1994;17:1067-1074.
2
Ismael Campos Nonato
Juan Rivera Dommarco
Simón Barquera Cervera
INTRODUCCIÓN
La obesidad es una enfermedad de etiología multifactorial de curso crónico en la cual participan
aspectos genéticos, ambientales y de estilo de vida. Se caracteriza por un balance positivo de
energía, que ocurre cuando la ingestión de calorías excede al gasto energético, lo que ocasiona
aumento en los depósitos de grasa corporal y, por ende, ganancia de peso.1-5
La obesidad en el adulto es el principal factor de riesgo para el desarrollo de diabetes tipo 2,
enfermedades cardiovasculares (en especial cardiopatías y accidentes vasculares cerebrales), hiper-
tensión arterial, dislipidemias, enfermedades osteoarticulares y ciertos tipos de cáncer como el de
mama y próstata.6,7
En niños, la obesidad se vincula con mayor probabilidad de padecer obesidad y discapacidad
por enfermedades crónicas en la edad adulta, así como de morir en forma prematura.8 Ante ello,
se tiene la preocupación de que esta generación de niños tenga una menor longevidad que otras
generaciones.9
EPIDEMIOLOGÍA
La obesidad es un problema de salud pública mundial, ya que alrededor de 1 700 millones de
adultos padecen sobrepeso y 312 millones, obesidad. Uno de los estudios diseñados para describir
la magnitud y distribución de los factores de riesgo asociados a la enfermedad cardiovascular y la
obesidad es el Proyecto Multinacional para la Vigilancia de Tendencias y Factores Determinantes
de las Enfermedades Cardiovasculares (MONICA, por sus siglas en inglés). Los resultados de este
proyecto, que se desarrolló en 48 ciudades, indican que la mayor parte de las ciudades incluidas
tuvieron una prevalencia de sobrepeso y obesidad superior a 50%, y en algunos países (como Es-
tados Unidos, Egipto y Rusia), la obesidad se presentó hasta en 30% de la población. Aunque no
hay datos disponibles para todos los países del continente americano, se sabe que la magnitud del
problema es similar en Canadá, Estados Unidos y México, en tanto que países como Brasil tienen
una prevalencia de obesidad de sólo 8.3%.11-17
La Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización Panamericana de la Salud
(OPS) y diversos gobiernos han reconocido la necesidad de considerar el problema de la obesidad
como prioritario. De hecho, en las últimas dos décadas la OMS ha trabajado de manera intensa en
su prevención y control, y ha publicado dos informes técnicos en 1990 y 2000.18,19
80
70
60
32.4
50 24.9
40
Obesidad
30 9.5 Sobrepeso
8.6
8.9 3.9
20 36.9
36.1
5.5
25
10 1.5 21 22.3
17.3
12.9
7.4
0
1988 1999 2006 1988 1999 2006 1988 1999 2006
Niños Niñas Mujeres
(5-11 años) (12-19 años) (20-49 años)
Figura 2-1. Sobrepeso y obesidad (según los criterios del International Obesity Task Force) en niños y niñas
(5 a 11 años), adolescentes del sexo femenino (12 a 19 años) y mujeres (20 a 49 años), de 1988 a 2006.
27% (21.6 a 28.7%). No se tienen datos nacionales de 1988 para niños de 5 a 11 años, pero en
1999 la prevalencia de sobrepeso era de alrededor de 25% con base en la clasificación propuesta
por Must y colaboradores,33 o de casi 20% con base en la clasificación de la International Obesity
Task Force (IOTF).34 El peso excesivo en el grupo de edad escolar aumentó 42% en los siete años
comprendidos entre 1999 y 2006. En niñas adolescentes se triplicó en los 18 años comprendidos
entre las encuestas de 1988 y 2006, y se duplicó en mujeres de 18 a 49 años en el mismo perio-
do. El aumento de obesidad fue notable: en adolescentes aumentó alrededor de cinco veces y en
mujeres adultas tres veces en el periodo mencionado. Al comparar las prevalencias en hombres
y mujeres mayores de 20 años de edad entre 1994 (Encuesta Nacional de Enfermedades Crónicas
[ENEC] 1993),35 2000 (Encuesta Nacional de Salud [ENSA] 2000) y 2006 (Encuesta Nacional
de Salud y Nutrición [ENSANUT] 2006),36 el sobrepeso (IMC de 25 a 29.9 kg/m2) aumentó
cerca de 65.4% (de 24 a 39.7%), y la obesidad (IMC ≥ 30 kg/m2) 332.2% (de 9 a 29.9%). Estos
aumentos están entre los más rápidos que se han documentado en el mundo.
La información no parece indicar que los grupos en mayor desventaja socioeconómica ten-
gan mayores prevalencias de peso excesivo. Sin embargo, el análisis de los incrementos de sobre-
peso y obesidad entre los periodos de estudio indica mayor velocidad de aumento de sobrepeso y
obesidad en la población con mayor marginación social; por ejemplo, de 1988 a 1999 los mayores
aumentos (> 30% por año) se observaron en zonas rurales, población indígena y el quintil 4 de
nivel socioeconómico, en tanto que los mayores aumentos de obesidad de 1999 a 2006 (> 15%
por año) se observaron en población indígena (figura 2-2).
Niños de 5 a 11 años*
80
70
60
34.05
29.55
32.84
32.73
33.2
25.85
33.22
26.65
Prevalencia
33.2
25.77
25.29
24.37
24.64
50
26.25
23
21.17
31.33
18.18
40
10.88
10.24
9.83
9.92
9.89
8.77
8.49
30
7.8
5.38
38.09
36.41
33.95
39.28
38.64
36.58
37.41
37.48
37.01
36.95
36.65
36.75
37.63
35.25
32.28
34.99
20
33.67
26.85
24.71
25.3
25.02
24.75
24.88
24.36
24.89
25.21
19.74
10
0
1988
1999
2006
1988
1999
2006
1988
1999
2006
1988
1999
2006
1988
1999
2006
1988
1999
2006
1988
1999
2006
1988
1999
2006
1988
1999
2006
Figura 2-2. Sobrepeso y obesidad (*según los criterios del International Obesity Task Force) en niños de 5
a 11 años, niñas de 12 a 19 años y mujeres de 20 a 49 años en diferentes periodos (1988, 1999 y 2006) por
diversos subgrupos de población. (Continúa.)
Niñas de 12 a 19 años*
40
35
30
11.4
12.5
10.6
Prevalencia
25
9.7
10
9.5
7.7
20
7.5
6.7
7
4.4
6
4.3
15
3.2
22.9
3.2
2.2
2.6
19.2
19
18.2
10
18
16.1
15.6
14.7
13.9
1.1
12.9
17.8
10.9
9.9
13.6
13.2
9.1
8.5
5
6
0
1999
1999
1999
1999
1999
1999
1999
1999
1999
2006
2006
2006
2006
2006
2006
2006
2006
2006
Zonas Zonas Indígena No Quintil 1 Quintil 2 Quintil 3 Quintil 4 Quintil 5
urbanas rurales indígena
Obesidad Sobrepeso
Mujeres de 20 a 49 años*
40
35
10.5
10.7
9.1
30
9.7
6.4
8.2
8.9
7.7
5.8
5.2
4.8
25
5.4
5.3
2.9
4.5
Prevalencia
5.2
5.3
3.5
20
15
25.9
1.3
24.9
25.1
24.5
23.2
22.9
23.7
22.6
23.4
24
21.9
22.1
22.4
1.9
2.1
22.1
21.3
1.8
0.6
2.2
1.1
10
18.8
18.5
20
1.2
0.7
11.4
9.1
5
8.4
8.8
8.6
7.8
7.3
5.8
6
0
1988
1999
2006
1988
1999
2006
1988
1999
2006
1988
1999
2006
1988
1999
2006
1988
1999
2006
1988
1999
2006
1988
1999
2006
1988
1999
2006
Obesidad Sobrepeso
Figura 2-2 (continuación). Sobrepeso y obesidad (*según los criterios del International Obesity Task Force)
en niños de 5 a 11 años, niñas de 12 a 19 años y mujeres de 20 a 49 años en diferentes periodos (1988, 1999
y 2006) por diversos subgrupos de población.
Figura 2-3. Prevalencia de obesidad abdominal en adultos, y de sobrepeso y obesidad en escolares, adoles-
centes y adultos, categorizada por entidad federativa (ENSANUT 2006). Adaptada de: Barquera S, Campos-
Nonato I, Hernández-Barrera L, et al. Obesity and central adiposity in Mexican adults. Salud Púb Méx, 2009;51
(suppl 4):S595-S603. (Continúa).
Guerrero 7.0 13.7 15.1 8.2 BCS 28.2 43.5 37.4 43.5
San Luis Potosí 9.2 16.9 17.7 5.9 Durango 22.2 46.0 33.7 45.3
Sinaloa 11.6 24.0 18.7 5.8 Hidalgo 19.1 40.7 41.5 37.4
Puebla 7.4 17.4 17.5 7.2 Campeche 26.6 43.9 32.7 45.5
Oaxaca 5.3 16.7 19.1 6.2 Quintana Roo 31.2 39.5 40.4 37.4
Nayarit 10.6 19.8 19.6 6.7 Sonora 27.4 40.1 30.7 46.9
Tlaxcala 9.9 18.9 21.9 5.5 Yucatán 30.8 40.0 39.2 37.8
Querétaro 12.3 25.2 20.5 7.4 Colima 23.0 42.9 37.4 39.4
Veracruz 8.1 26.5 23.6 4.7 Tabasco 28.8 40.4 34.7 41.2
Hidalgo 8.7 21.7 23.5 5.7 Distrito Federal 26.0 43.8 41.2 34.2
Chiapas 4.5 19.6 24.7 4.5 México 25.8 43.2 43.5 31.5
Tabasco 12.0 22.9 22.2 8.3 Guanajuato 25.4 38.9 36.3 38.1
Morelos 11.5 19.9 23.5 8 Sinaloa 24.6 43.5 41.3 32.0
Durango 10.4 16.2 20.7 12.9 Jalisco 23.5 40.2 36.5 36.7
Aguascalientes 9.4 21.1 24.4 9.7 Chiapas 25.2 43.6 33.4 39.7
Chihuahua 10.3 21.5 24.1 10 Tamaulipas 32.1 41.5 33.3 39.3
Nuevo León 12.7 25.6 24.9 9.5 Nuevo León 28.3 40.7 32.2 40.3
México 11.6 22.0 24.2 10.8 Tlaxcala 21.6 46.4 38.7 33.4
Guanajuato 8.0 23.8 30.0 5 Zacatecas 19.4 41.1 37.6 34.1
Distrito Federal 9.8 20.1 24.3 10.8 Michoacán 26.1 41.7 36.4 34.4
Sonora 14.7 17.2 21.7 13.6 Nayarit 23.7 45.9 31.2 39.5
Colima 21.4 21.5 25.2 10.1 Baja California 25.5 38.9 33.7 36.8
Coahuila 7.5 25.2 21.8 14.2 Morelos 21.0 45.3 39.0 31.3
Yucatán 16.9 23.7 29.6 6.7 San Luis Potosí 19.7 46.1 30.7 39.4
Michoacán 8.8 22.4 23.2 13.6 Puebla 17.7 45.6 40.2 29.6
Jalisco 11.4 22.4 22.5 14.6 Aguascalientes 20.3 47.3 38.2 30.9
Zacatecas 8.7 17.3 26.1 11.5 Coahuila 17.1 41.4 36.6 31.0
Baja California 10.0 19.9 26.6 11 Chihuahua 25.3 45.0 32.4 34.8
Quintana Roo 13.4 24.1 26.9 12.4 Veracruz 21.8 45.7 35.0 31.7
BCS 19.4 25.7 27.1 14.4 Oaxaca 18.7 40.4 35.2 26.7
Tamaulipas 15.1 18.8 27.2 15.2 Querétaro 21.9 44.0 33.5 27.1
Campeche 12.1 23.3 32.6 10.2 Guerrero 25.8 39.0 34.0 25.4
Sobrepeso Obesidad
Por índice de masa corporal (IMC), de acuerdo con los últimos resultados publicados de
la ENSANUT 2006 cuadro 21, 39.7% de los adultos mayores de 20 años de edad padecían
sobrepeso y 29.9% obesidad. La prevalencia de esta última fue 44.4% mayor en mujeres que en
hombres. En ambos sexos, por grupo de edad, la categoría de 50 a 59 años tuvo la mayor preva-
lencia de obesidad (38.5%), seguida por el grupo de 40 a 49 años (37.1%). Los adultos de 20 a 29
años tuvieron el mayor porcentaje de IMC normal (44.2%), en tanto que la estratificación regio-
nal arrojó la mayor prevalencia de obesidad en el norte (34.7%) y la menor en el sur (27.3%). Por
nivel socioeconómico, el tercil más alto tuvo una prevalencia 7.5% mayor de obesidad (32.1%)
que el tercil más bajo (24.6%).
Sexo
Edad (años)
Región
Localidad
Tercil socioeconómico
† Puntos de corte de la OMS: IMC normal: 18.5 a 24.9 kg/m2; sobrepeso: 25.0 a 29.9 kg/m2; obesidad: ≥ 30 kg/m2.
‡ Criterios de la International Diabetes Federation para obesidad abdominal (≥ 80 cm en mujeres, ≥ 90 cm en hom-
bres).
£ Las diferencias fueron estadísticamente diferentes entre las localidades rural y urbana.
a,b,c,d,e Fueron estadísticamente diferentes entre categorías.
Adaptado de: Barquera S, Campos-Nonato I, Hernández-Barrera L, et al. Obesity and central adiposity in Mexican
adults. Salud Púb Méx, 2009;51 (suppl 4):S595-S603.
40 23.5
30
49.5
43.9 45.2
20 41.8
37.2 37.5
31.1 32.3
10
0
2000 2006 2000 2006 2000 2006 2000 2006
(Mexicanos) (Mexicanos) (Mexicano- (Mexicano- (Mexicanos) (Mexicanos) (Mexicano- (Mexicano-
estado- estado- estado- estado-
unidenses) unidenses) unidenses) unidenses)
CONCLUSIONES
El presente capítulo muestra las tendencias en las prevalencias de sobrepeso y obesidad, que en la
actualidad son dos de los principales problemas de salud pública. Es necesario adaptar los sistemas
de salud para afrontar un tipo relativamente nuevo de enfermedades crónicas cuyo factor común
es la obesidad. Ésta sólo puede prevenirse y controlarse mediante una respuesta organizada que
implica no sólo a planificadores de política sino también a comunidades, familias e individuos
que actúan recíprocamente con la salud y los sectores educativos para regular e informar sobre esta
enfermedad, y promover soluciones.
El sector salud, que durante mucho tiempo estuvo preocupado de manera exclusiva por las
infecciones y otros problemas agudos de salud, ahora debe prestar mayor atención a las enferme-
dades crónicas relacionadas con la nutrición. Por ello se requiere capacitar mejor a los profesio-
nales de la salud para que puedan promover cambios conductuales en la población con riesgo de
presentar sobrepeso y obesidad, al tiempo que el Estado, los gobiernos locales y las comunidades
promueven cambios en el entorno para facilitar un estilo de vida sano.
Entre los temas que deben incluirse en los programas de nutrición está la educación para
desarrollar una cultura en que las prácticas de alimentación promuevan una mayor ingesta de fru-
tas y verduras, así como la implementación de medidas reguladoras para mejorar la alimentación
en las escuelas públicas y centros de trabajo. Tales intervenciones podrían usar las experiencias y
datos de estudios anteriores; sin embargo, dado que las características de México en términos de
desarrollo socioeconómico heterogéneo, infraestructura y entorno cultural son únicas, es necesa-
rio evaluar su viabilidad e impacto.
Por último, vale la pena reflexionar sobre la industria alimentaria, la cual a nivel internacio-
nal ha comprendido que debe transformarse, ya que cada vez más gobiernos comienzan a regular
este sector y exigir productos más saludables, la suspensión de propaganda de alimentos a niños
y etiquetados frontales de fácil comprensión, entre otras acciones. Es necesario que la industria se
transforme y se alinee con el consenso internacional —el cual ya admite con honestidad que es
necesario reducir sodio, grasa, sal y densidad energética en los alimentos comercializados—, en
lugar de negar la evidencia y mantener una cartera de productos cuyo consumo regular afecta la
salud. Evitar esta transformación será cada vez mas difícil por el esfuerzo que hace gran número
de países por regular y proteger a la población. Es indudable que en este sentido nos encontramos
en un momento histórico, y en los próximos años se observará el impacto de estas acciones sobre
las enfermedades crónicas.
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INTRODUCCIÓN
La obesidad es una de las afecciones humanas con mayor incidencia en el mundo; se relaciona con
la aparición de diabetes mellitus 2, hipertensión arterial, cáncer, osteoporosis y osteopenia, entre
otras enfermedades. Asimismo, se vincula con hiperplasia e hipertrofia de los adipocitos del tejido
adiposo blanco. Estas evidencias han favorecido el estudio profundo del tejido.
Durante mucho tiempo se consideró que el tejido adiposo era un órgano inerte cuya función
consistía en almacenar energía y hasta actuar como colchón para disipar la presión ejercida sobre
órganos y tejidos. Sin embargo, los nuevos conocimientos sobre este órgano —como se describirá
a lo largo de este capítulo— han revelado que es clave en la génesis de la obesidad. Otro órgano
importante es el tejido adiposo pardo, que se consideró ausente en el adulto, y ahora se sabe que
está íntimamente ligado a la regulación del metabolismo. Es muy probable que en el futuro próxi-
mo la regulación de este tejido sirva para el control de la glucemia y del síndrome metabólico, y
como tratamiento de la obesidad.
DEFINICIÓN
La célula que conforma al tejido adiposo adulto es el adipocito. Desde el punto de vista etimológi-
co, esta denominación es híbrida, ya que proviene del latín adeps, grasa, y del griego kytos, hoyo.1,2
21
Cuadro 3-1. División del tejido conjuntivo en el tejido conjuntivo propiamente dicho y el especializado
• Adipocitos • Monocitos
• Osteoblastos-osteocitos • Macrófagos
• Condroblastos-condrocitos • Células dendríticas
• Células musculares • Linfocitos
• Células hematopoyéticas • Células plasmáticas
• Células mesenquimatosas • Eosinófilos
• Neutrófilos
• Mastocitos
* Todas la células del tejido conjuntivo migrante provienen de precursores de la serie mieloide.
Célula madre
mesenquimatosa
Osteoblasto Progenitor
Preadipocito
Myf5+
blanco
Figura 3-1. Las células mesenquimatosas totipotenciales pueden mostrar diferenciaciones divergentes y for-
mar células maduras de hueso, tejido adiposo y tejido muscular esquelético, entre otras, ya que se encuen-
tran también las formadoras de cartílago (los condrocitos) y las células hematopoyéticas de la médula ósea.
Fuente: Koppen A, Kalkhoven E. Brown vs. white adipocytes: the PPARgamma coregulator story. FEBS Lett
2010;584:3250-3259.
A últimas fechas se han publicado artículos en los cuales se establece que las células precurso-
ras de cada uno de estos tejidos adiposos (el pardo [TAP] y el blanco [TAB]) tiene origen en dos
células precursoras diferentes. El TAP se ha identificado y se ha determinado que proviene de la
diferenciación de células precursoras musculares esqueléticas, y el tejido adiposo blanco de células
mesenquimatosas, mismas que permanecerán en el adulto en estado de reposo como células de
reserva vinculadas con la periferia de vasos sanguíneos.7 Por ello en el presente capítulo se descri-
birán en forma separada.
Figura 3-2. Adipocitos pardos maduros (señalados con asteriscos) en los que se puede identificar el as-
pecto granular eosinofílico del citoplasma, así como múltiples vacuolas de lípidos (señalados con puntas de
flechas). También se muestran los núcleos centrales con nucléolo eosinofílico aparente (señalado con flecha)
(HE 2000×).
Los preadipocitos de la grasa parda pueden permanecer en reposo como células de reserva,
son sensibles a los cambios climáticos y son reclutados tanto para iniciar la diferenciación celular
como para entrar en el ciclo celular y aumentar así su número, lo que se conoce como hiperplasia
de adipocitos pardos. Estos periodos de replicación e hiperplasia inician cuando se incrementan
las demandas termodinámicas, de modo que la cantidad de adipocitos pardos es mayor en sujetos
expuestos durante varios meses al clima invernal o en aquellos que realizan actividad física. Esta
proliferación celular se acompaña de angiogénesis y neurogénesis, ya que el TAP es muy activo
Figura 3-3. Vasos endoteliales (señalados con flechas dobles) revestidos por células endoteliales (puntas de
flechas) y asociados de manera estrecha con adipocitos pardos (señalados con asteriscos) (HE 2000×).
desde el punto de vista metabólico y requiere tanto un control nervioso abundante como trans-
porte de lípidos a través del sistema circulatorio.6 El aspecto granular eosinofílico de los adipocitos
de la grasa parda está condicionado por abundantes mitocondrias, mismas que pueden observarse
mediante la técnica histológica habitual teñidas con hematoxilina y eosina.
Diferencias de edad y género con relación a la presencia o ausencia del tejido adiposo pardo
Otro punto importante es que en el pasado varias publicaciones afirmaron que el TAP desaparecía
en la edad adulta o por lo menos estaba casi ausente, a pesar de que en autopsias se encontró la
presencia de lóbulos de grasa parda en todas las edades, desde recién nacidos hasta ancianos que se
hallaban en la octava década de vida.16 Lo que sí se ha demostrado es que en niños menores hay
mayor cantidad de tejido adiposo pardo en comparación con adultos.
En niños menores de 10 años de edad los depósitos de tejido adiposo pardo se encontraron
distribuidos de manera principal en cuello, tórax y abdomen. En cuello y tórax, en la región
interescapular, alrededor de los vasos mayores y músculos del cuello; asimismo, alrededor de es-
tructuras del mediastino y del hilio pulmonar. Los depósitos intraabdominales y retroperitoneales
se encuentran alrededor de los riñones, páncreas, bazo, mesocolon y omento, así como en la pared
abdominal anterior. En las extremidades superiores e inferiores no se identificó TAP.
La distribución del tejido adiposo pardo en adultos es diferente a la que se encuentra en ni-
ños. El TAP en adultos persiste alrededor de los riñones, las glándulas suprarrenales y la aorta, y
dentro del mediastino y cuello. Desaparece de las otras regiones descritas en niños (cuadro 3-3).17
Dermis
Wnt
Proteína
Músculo
Wnt
esquelético
myf5
Precursor
totipotencial ?
en el
dermomiotoma PRDM16
Grasa parda
BMP
FGF
Adipocito blanco
Preadipocito
blanco BMP
Precursor asociado
a vasos sanguíneos
Figura 3-4. Modelo que ilustra la función de PRDM16 en la diferenciación de las células precursoras toti-
potenciales del dermomiotoma en grasa parda vs. músculo esquelético. Los experimentos en el trazado del
linaje sugieren un modelo en que las células tripotentes que expresan Engrailed-1 en el dermomiotoma cen-
tral, darán lugar a la dermis, los músculos epiaxiales y la grasa parda. La señalización con Wnt parece dirigir
esas células precursoras hacia un destino dérmico.11 La grasa parda y el músculo esquelético se originan en
las células que tienen expresión de myf5, un gen marcador selectivo de progenitores de músculo esquelético.
Diversos experimentos para obtener o perder funciones sugieren que PRDM16 confiere especificidad para la
formación de la grasa parda debido a la activación de la adipogénesis al suprimir la miogénesis esquelética.
Se desconocen las vías de señalización que controlan la expresión de PRDM16 en los precursores de la grasa
parda/precursores de músculo esquelético. Por el contrario, las células de la grasa blanca pertenecen a un
linaje celular totalmente independiente. Un informe reciente sugiere que por lo menos algunos precursores de
las células de la grasa blanca se derivan de las células murales asociadas a los vasos sanguíneos. Fuente: Seale
P, Kajimura S, Spiegelman BM. Transcriptional control of brown adipocyte development and physiological
function—of mice and men. Genes Dev, 2009;23:788-797.
Cuadro 3-3. Presencia del tejido adiposo más allá del periodo neonatal en humanos
(comparación de niños menores de 10 años vs. adultos)
Niños menores
Localización Fetos de 10 años Adultos
Región interescapular + + −
Periferia de los vasos y músculos + + +
del cuello
Estructuras del mediastino − + +
Adyacentes al hilio pulmonar − +
Alrededor de los riñones − + +
Alrededor de las glándulas suprarrenales − + +
Alrededor del páncreas − + −
Alrededor de la aorta − + +
Alrededor del bazo − + −
Mesocolon − + −
Omento − + −
Pared abdominal anterior + + −
Extremidades − ¿?
Subcutáneo
craneal
Cervical
Facial
Otros sitios
Supraclavicular
Retroorbital
Regiones
Paravertebral periarticulares
Médula ósea
Intramuscular
pericárdica
Interescapular
Omental
Retroperitoneal
Visceral
Abdominal
Glúteo
Figura 3-5. Localización del tejido adiposo pardo y blanco en adultos y niños. Fuente: Gesta S, Tseng YH,
Kahn CR. Developmental origin of fat: tracking obesity to its source. Cell, 2007;131:242-256.
60 años de edad con mayor cantidad de TAP presentaron menor frecuencia de diabetes mellitus
y sobrepeso.23
Células
BMPR+, CD34+, CD44+,
mesenquimatosas/
Lin–, SCAN1+, SCF+, Pref-1+,
mesodérmicas
PPARγ 2–, aP2–
Adipoblasto/
preadipocitos BMPR+, CD34+, CD31–, Pref-1+,
común ¿? PPARγ 2–, aP2–
Preadipocito
blanco común ¿?
Figura 3-6. Es muy probable que las células precursoras del tejido adiposo blanco, tanto subcutáneo como
visceral, tengan origen común en una célula. A diferencia del tejido adiposo pardo, las células del tejido adiposo
blanco carecen de Pref-1, UCP-1, PPARγ -2. Fuente: Gesta S, Tseng YH, Kahn CR. Developmental origin of fat:
tracking obesity to its source. Cell, 2007;131:242-256.
diferenciación que sufrirán durante su periodo evolutivo se relaciona de manera estrecha con la
capacidad de expresar diferentes vías de señalización, las cuales dependen del microambiente en
que se desarrollan.
El desarrollo prenatal del TAB se estudió en fetos humanos. Dicha evolución se dividió en
cinco etapas. Antes del segundo trimestre del embarazo sólo se identificaron las células precursoras
del tejido adiposo abdominal. Después de la semana 14 de gestación se empezaron a identificar
pequeños agregados de células mesenquimatosas condensadas alrededor de vasos sanguíneos pri-
mitivos.26 Más tarde los capilares proliferaron dentro de una red capilar rodeados por adipocitos
que adoptaron forma estelar y formaron lóbulos. En este periodo de su desarrollo no se identifica-
ron gotas de lípidos dentro del citoplasma en las células mesenquimatosas. De manera posterior,
estas células mesenquimatosas iniciaron la acumulación de lípidos intracitoplasmáticos. En el
estadio final se identificaron grupos de depósitos maduros. A cada estadio de maduración se le
asignó un número del 1 al 527 (figura 3-7).
Esta misma secuencia de desarrollo del tejido adiposo aparece en la semana 14 en cara, cue-
llo, tórax y pared abdominal. En la semana 15 fue evidente la presencia de tejido adiposo en la
espalda y hombros. En la semana 16 aparece en las extremidades superiores e inferiores, así como
en la pared anterior del tórax, y al final de la semana 31 el tejido adiposo subcutáneo cubre por
completo las extremidades.28 Este proceso se relaciona en forma estrecha con el desarrollo de la
angiogénesis, que en la etapa adulta le permitirá transferir de manera eficiente hormonas, factores
de crecimiento y proinflamatorios, además de lípidos.29
Estadio IV Estadio V
Figura 3-7. Descripción de los estadios de maduración de los adipocitos. Estadio I: células fusiformes
embebidas en estroma amorfo (óvalos de color azul). Estadio II: la proliferación de células mesenquima-
tosas (óvalos morados) está asociada con la angiogénesis. Dichas células se condensan alrededor de vasos
sanguíneos (óvalos de paredes gruesas). Estadio III: una rica red capilar se desarrolla en cada vaso y forma una
red de aspecto glomeruloide. Alrededor de los vasos se forman lóbulos. Los preadipocitos empiezan a ser más
estelares. Estadio IV: con la acumulación de lípidos, los adipocitos (con múltiples gotas pequeñas de lípidos)
empiezan a acumularse alrededor de los capilares. Estadio V: la acumulación de lípidos aumenta y la formación
de células uniloculares es evidente (círculos de color rosa de paredes delgadas). En este estadio el mesénquima
perilobular se condensa dentro de los septos interlobulares. Fuente: Mills SE, Brooks JSJ, Perosio PM. Adipose
tissue. En: Mills SE. Histology for Pathologists, 2a ed. Filadelfia: Lippincott Williams & Wilkins, 1997:165-194.
es dimórfica y específica de género.42 Las mujeres tienden a acumular más tejido adiposo que los
varones,43 y este cúmulo de tejido adiposo por lo general llega a constituir 15% del peso corporal
en sujetos de sexo masculino y 25% en mujeres.44
Las hormonas son el mayor regulador del tejido adiposo y son críticas para el desarrollo y
función de los adipocitos.45 Dentro de las hormonas, los estrógenos desempeñan un papel muy
importante en el incremento de la masa de adipocitos en mujeres en comparación con los varones.
Este fenómeno se explica de manera parcial por el aumento en el número y tamaño de adipoci-
tos en mujeres.41 Estos datos apoyan la afirmación de que los estrógenos desempeñan un papel
importante en la distribución del tejido adiposo en mujeres adultas y los andrógenos modulan la
distribución del tejido adiposo en varones adultos.46
v
v
Figura 3-8. El tejido adiposo blanco tiene bandas delgadas de tejido conjuntivo (señaladas con asteriscos)
que lo dividen en lóbulos. Está ricamente vascularizado (V) (HE 2000×).
Para su observación al microscopio óptico de campo claro se puede procesar al TAB con la
técnica histológica habitual, fijado en formol e incluido en parafina. Durante este proceso el tejido
entra en contacto con disolventes, de modo que al observarse al microscopio, los adipocitos del
TAB tienen citoplasma con aspecto vacío y es ópticamente claro, ya que no se tiñe con hematoxi-
lina ni eosina (figura 3-9). Los núcleos de los adipocitos se localizan hacia la periferia de la célula,
lo que les confiere un aspecto semejante al de células en anillo de sello. Para identificar y observar
con microscopia de luz los lípidos que se encuentran dentro de los adipocitos, se debe utilizar
la técnica de congelamiento y teñirlos con Sudán rojo. Otra característica importante del tejido
adiposo es que se encuentra muy vascularizado, ya que desde el punto de vista fisiológico es un
tejido con metabolismo muy activo y un gran recambio del contenido de lípidos, así como de los
productos de secreción (figura 3-10).
CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS
La obesidad es una entidad multifactorial en que el tejido adiposo blanco se relaciona de manera
muy estrecha con el desarrollo de síndrome metabólico, diabetes mellitus, degeneración articular,
osteoporosis, cáncer y un sinnúmero de enfermedades. Como es una enfermedad multifactorial,
sus causas incluyen ingesta crónica con alta cantidad de calorías y escasa actividad física, pero
también se requiere la sensibilidad del huésped.
En este último influyen de manera importante los factores genéticos, de activación e inhibi-
ción de vías de señalización para metabolizar con rapidez la ingesta calórica. Por ello, el estudio de
este tejido proporcionará en el futuro los conocimientos necesarios para encontrar una herramien-
ta terapéutica útil en el control de la obesidad, así como el tratamiento de las enfermedades con-
dicionadas o asociadas con ésta. Es muy probable que esto ocurra mediante el control molecular,
con activación e inhibición de las diferentes vías de señalización para controlar el almacenamiento
y liberación de energía, y por lo mismo para el control metabólico (figura 3-11).
Figura 3-9. Los adipocitos tienen aspecto vacío. La membrana citoplasmática (señalada con flechas) es
eosinofílica y los delimita con facilidad. Los núcleos se localizan en la periferia (señalados con cabezas de
flecha). El citoplasma (señalado con asteriscos) parece vacío debido a la técnica histológica que incluye para el
procesamiento disolventes (HE 2000×).
Figura 3-10. Los adipocitos (señalados con asteriscos) tienen aspecto vacío debido a la técnica histológica.
El tejido adiposo blando está ricamente vascularizado con vasos capilares (doble flecha) y en la porción luminal
del vaso hay vacuolas de lípidos (cabezas de flecha) que son movilizados a través del aparato circulatorio (HE
2000×).
Mantenimiento
del peso
Aumento de peso Pérdida de peso
Exceso de Calor
WAT energía
BAT
Ingesta Gasto
Figura 3-11. El tejido adiposo pardo (BAT, brown adipose tissue) contribuye al gasto energético. El sobrepe-
so y la obesidad se deben a periodos crónicos de balance energético positivo, que se almacena en el tejido adi-
poso blanco (WAT, white adipose tissue). La ingesta energética proviene del consumo de alimentos, mientras
que la mayor parte del gasto se relaciona con procesos metabólicos básicos y ejercicio. Algunos estudios sugie-
ren que la actividad del BAT puede estar implicada en el gasto energético. Durante los procesos metabólicos,
el BAT disipa la energía en forma de calor y de esta manera puede contrarrestar el sobrepeso. La variabilidad
entre individuos respecto de la cantidad y función de este tejido puede reflejarse en el sobrepeso. Además, la
expansión y activación terapéutica de este tejido pueden ser tratamientos efectivos contra la obesidad. Fuente:
Seale P, Lazar MA. Brown fat in humans: turning up the heat on obesity. Diabetes, 2009;58:1482-4.
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“A pesar de todos nuestros esfuerzos por curar la obesidad, ésta siempre existirá;
se requiere de un esfuerzo coordinado entre el paciente y su ayudante.”
Tracy L. Duncan, Bodypump e YMCA Fitness Instructor
INTRODUCCIÓN
Se sabe que la obesidad es un padecimiento que tiene influencia genética, con casi 40% de varia-
ción en el contenido de grasa corporal atribuible a factores genéticos. En la versión previa de este
capítulo1 el autor se enfocó a describir los mecanismos de la digestión de grasas, la elaboración
de un catálogo parcial de genes y la genética relacionada con obesidad y antiobesidad en humanos
y roedores. Esta actualización se centrará en aspectos prácticos para el tratamiento genético de
la obesidad humana, así como en nuevos hallazgos sobre los genes de la obesidad y aquellos que
controlan la saciedad y el gasto energético, para el desarrollo de posibles tratamientos farmaco-
lógicos. No obstante, la dieta y el ejercicio, así como los modificadores del comportamiento, son
los tratamientos más importantes desde el punto de vista económico y por su carencia general
de efectos secundarios. La grasa más peligrosa es la abdominal, ya que el índice de morbilidad es
mayor cuando la obesidad tiene predominio central, es decir, cuando el exceso del tejido adiposo
se localiza en la región intraabdominal, visceral u omental. La obesidad visceral se diagnostica
cuando la circunferencia abdominal es mayor de 88 cm en la mujer y de 102 cm en el hombre.2
39
que predisponen a la obesidad, ésta no se desarrollará al menos que el ambiente favorezca su ma-
nifestación activa; sin embargo, el medio se puede controlar en forma deliberada (p. ej., con dietas
y ejercicio) para contrarrestar los efectos negativos de dichos genes, inhibirlos o ambas cosas.
En nuevos estudios exhaustivos de asociación genómica (GWAS, genome-wide association stu-
dy) se han identificado hasta la fecha (con altos niveles de confianza) tres genes que podrían ser
sitios para tratamiento farmacológico: el gen asociado con la acumulación de grasa y obesidad
(FTO),5 el receptor de melanocortina 4 (Mc4r) y la convertasa neuroendocrina 1 (Pcsk1).6 En fecha
reciente también se descubrió la acción de proteínas semejantes a angiopoyetina (Angpt1): p. ej., la
supresión de la señal mediada por Angpt12 o el aumento de la señal mediada por Angpt16/Agf.7
Debe recordarse que los resultados de estudios en gemelos indican una importante contribu-
ción de los aspectos genéticos (de 55%) al índice de masa corporal,8 lo que también se aprecia en
los estudios hereditarios.9
Dada su novedad, en esta oportunidad se enfatizará el hallazgo del FTO. Se evaluaron
miles de polimorfismos (SNP) con el método de GWAS,10 y tres estudios independientes de-
tectaron que un conjunto de polimorfismos en el primer intrón del gen FTO (cromosoma 16)
son importantes contribuyentes tanto a la obesidad infantil como a la adulta.11-13 FTO es un gen
desconocido que codifica para una proteína de la superfamilia de las dioxigenasas no hemo, con
expresión ubicua tanto en tejidos fetales como adultos, sobre todo en el cerebro. La distribución del
alelo de riesgo para FTO en poblaciones europeas es notable, con 63% heterocigoto y 16%
homocigoto.12
Se han estudiado de manera amplia las mutaciones monogénicas o sindrómicas que causan
obesidad marcada —tales como las mutaciones en el receptor de la leptina—, pero son muy raras;
esto indica que la obesidad es sobre todo el resultado epistático de mutaciones poligénicas. La
obesidad poligénica pudiera deberse al menos a dos o más genes. Los estudios más recientes de
esta clase incluyeron el análisis de bases repetidas (c) localizadas en las proximidades de los genes
candidatos.14
Figura 4-1. Reducción en la expresión de los genes para la estearoil coenzima A desaturasa 1 y 2 (Scd1 y
Scd2) en el tejido adiposo blanco del ratón resistente a obesidad perilipina-/-. Scd1 y Scd2 son prospectos hala-
güeños para el tratamiento antiobesidad. La línea azul oscuro y los recuadros amarillos intensos a su derecha
indican la afinidad entre las pruebas sonda presentes en el portaobjetos microarray y el RNA mensajero de la
muestra procedente del ratón. La línea azul claro y la señal amarilla débil de los recuadros a su derecha indican
afinidad reducida al modificar un nucleótido central en las pruebas sonda. El área dentro de la curva formada
por las líneas azul oscuro y azul claro es mayor en el ratón silvestre (parte superior) que en el ratón antiobesi-
dad genoanulado para perilipina (software usado: dChip 1.2).
PERSPECTIVAS
No será sino hasta que los métodos para estas tecnologías se desarrollen lo suficiente cuando se
podrá lograr una posible alteración terapéutica de los genes que predisponen a la obesidad.
Para que el cuerpo tenga la capacidad de realizar el trabajo para el cual fue diseñado, el des-
cubrimiento de genes que se expresan sólo en un tejido en particular (tissue specific) puede ayudar
a entender la función específica de sus proteínas, mientras cada célula trabaja como una máquina
sincronizada con intensa comunicación molecular (figura 4-2).
Se conocen polimorfismos genéticos que de manera natural se revierten a un estado de ex-
presión más saludable que el de la generación anterior.34 Hoy continúa la imitación artificial o
biomimética de dicha “terapia génica” natural.35
La mejor opción disponible hoy es generar una educación masiva mediante programas de
salud pública dirigidos a niños, jóvenes y adultos, con la finalidad de modificar de manera satis-
factoria sus hábitos alimenticios e índices de actividad.6,36,37
Entre las metodologías para prescribir tratamientos personalizados acordes con el sexo y la
constitución genética del individuo, en lo futuro serán muy útiles técnicas personalizadas de me-
dicina preventiva semejantes a los microarreglos (microarrays) tanto de transcritos como de pro-
teínas, así como los estudios genómicos de variación compatible.4 Dichas metodologías ayudarán
a describir de mejor forma la identidad y función de genes y genomas, elementos de un programa
Alimentos
Estómago
Tejido
Cerebro
adiposo
Hígado
Músculo
Energía
Figura 4-2. Los alimentos consumidos (carbohidratos, grasas y proteínas) llegan al estómago, donde se
efectúa la absorción inicial de energía. En la intercomunicación (cross-talk) de tejidos,17 el estómago se comu-
nica con el cerebro por medio del sistema nervioso central, para que el cerebro pueda transmitir las señales de
saciedad. Las grasas se depositan en el tejido adiposo (almacén a largo plazo) y en el hígado (almacén a corto
plazo). El cerebro y el tejido adiposo se comunican con el músculo y el corazón para indicarles que pueden usar
la energía almacenada mediante la oxidación de grasas, proceso en que colabora el hígado.
biológico muy preciso, semejante al software genético natural que contribuye a la expresión de la
salud,38 así como la oportuna identificación de la reprogramación patológica de la vida, la cual
conduce a la enfermedad.4,17
Se podrían descubrir nuevas rutas metabólicas mediante el uso de microarreglos, así como
nuevas funciones para proteínas conocidas dentro de ambientes específicos, y la expresión de ge-
nes entre diferentes organismos, que muestren no sólo genes exclusivos de familias y tejidos, sino
también propios de la especie (species-specific). En al menos seis artículos se publicó un fenómeno
molecular que pareciera ser específico de seres humanos, aun cuando sus autores ya conceden que
“la formación del exón Xb es todavía un asunto no resuelto”.39 Sin embargo, un análisis prelimi-
nar con microarreglos mostró que se trata de un artefacto molecular.4,38,40 Sin duda el hallazgo de
genes y procesos moleculares específicos de los seres humanos será más preciso en el futuro. Una
buena aproximación es la base de datos OMIM, de la cual se obtienen más de 800 resultados:
http://www.ncbi.nlm.nih.gov/entrez/query.fcgi?CMD=search&DB=OMIM&cmd=search&
term=tissue-specific. Cuando en esta liga de Internet se añade la palabra adipocyte (adipocito) jun-
to a la expresión tissue-specific, aparecen genes con alta especificidad para dicho tejido, entre ellos:
1) Fabp4 (también conocido como Ap2) más su promotor; 2) leptina; 3) Arf6 (complejo formado
por PparG y RxrA); 4) adiponectina; 5) lipina 1; 6) Plin; 7) CebpA; 8) Fabp3; 9) Sh2b; 10) Apm1
y, más recientemente, 11) translocador nuclear del receptor de aril hidrocarburo (Arnl).
De acuerdo con la experiencia personal del autor, la expresión de alrededor de 180 genes
relacionados en específico con la transcripción y traducción genética se redujo ante la presencia de
ácidos grasos libres en vías de oxidación,17 lo cual indica que se descubrirán muchos genes más
de la obesidad. Los estudios del programa genético de los seres vivos son útiles para desarrollar
un fundamento molecular integrado en nutrigenómica, que estudia los efectos de los nutrientes
sobre el genoma y la regulación de su expresión génica, y en nutrigenética, que estudia los efectos
de la variación genética en la interacción dieta/enfermedad, así como la respuesta saludable a los
nutrientes.3,17,32
Algunas células específicas sometidas a alteraciones ambientales podrían comenzar a producir
genes inesperados que desencadenen enfermedades. Si esos genes extraños se detectan antes de
su expresión patológica se prevendría su expresión descontrolada. Esto demuestra que cualquier
mutación ambiental que altere la disposición normal de la expresión genética produce efectos
colaterales negativos sin inducir alguna mejora, lo que provoca un estado patológico en el orga-
nismo. En cambio, los alelomorfos producen un amplio conjunto de polimorfismos, muchos de
ellos con variaciones estéticas independientes de cualquier presión ambiental.4
El campo de los alelomorfos saludables todavía es “tierra ignota”, aun cuando han transcu-
rrido más de 140 años desde la publicación original del trabajo de Mendel sobre las leyes de la
herencia. Una propuesta reciente del autor de este texto es el uso del diseño inteligente (intelligent
design) para generar biodiversidad (p. ej., palomas extintas),4 sin utilizar en lo posible metodolo-
gías moleculares mientras se usen las leyes hereditarias de Mendel. Hasta hoy no se ha realizado
una identificación adecuada de variedades biológicas en la naturaleza.38
En enfermedades hereditarias, las nuevas metodologías moleculares podrían ayudar a la iden-
tificación de familias con alto riesgo de desarrollar obesidad que desemboque en diabetes37 y/o
aterosclerosis.41,42 Esto lograría su prevención y la de otros padecimientos.
Puede concluirse que la obesidad es un problema de salud importante que debería tratarse no
sólo mediante la búsqueda de curas farmacológicas, sino también mediante dietas adecuadas, ac-
tividad física y cambios en el estilo de vida que impliquen una existencia menos sedentaria.6,36,37
Los fármacos antiobesidad disponibles en la actualidad inducen una ligera mejoría con pér-
dida de peso, pero incluyen efectos indeseables y no satisfacen las altas expectativas médicas de los
pacientes obesos.6 Además, si sólo se incrementara la degradación de ácidos grasos sin la corres-
pondiente reducción de su síntesis interna, es posible que tejidos como el corazón se expusieran
a un sobreesfuerzo con riesgos cardiacos implícitos.43 Si se descubren inhibidores reversibles de
perilipina17,44 o de Cidec/Fsp2745 de función análoga, ayudarán a tratar la obesidad (figura 4-3).
Desde luego, habría que evitar medidas tan extremas como el uso de antivirales contra el VIH.46
Cabe mencionar aquí los estudios de obesidad infecciosa, así como los de otros factores que
contribuyen a la obesidad: microorganismos, epigenética, edad materna avanzada, alta fecundidad
en gente con alta adiposidad, entrecruzamiento selectivo, insomnio, disrupción endocrina, efectos
Norepinefrina
Pka
Alb ag
R g
AC
aP2 ag
aP2
cAMP
Gota lipídica
TAG
Citoplasma
Figura 4-3. Representación del proceso de lipólisis dentro del adipocito. Las catecolaminas activan la cas-
cada cAMP-Pka que fosforila (P) tanto al Hsl como a la perilipina, lo que libera ácidos grasos al torrente san-
guíneo. La Mgl (monoglicérido lipasa) y la Atgl (triglicérido lipasa adiposa) colaboran con la Hsl.52 Se busca
un inhibidor reversible o un fosforilador específico para perilipina. Símbolos: P: fósforo; Hsl: lipasa sensible a
hormonas; cAMP: monofosfato cíclico de adenosina; Pka: fosfatasa dependiente de cAMP; Alb: albúmina;
TAG: triacilglicerol; ag: acilglicerol; R: receptor; g: proteína G; AC: proteína G activada; aP2, fabp: albp.
CONCLUSIONES
En esta revisión se ha visto que los principales genes de obesidad codifican para componentes
moleculares que regulan el balance energético. De manera ideal, el consumo alimenticio debe
acoplarse al gasto energético, en tanto que la energía almacenada en forma de grasas debiera man-
tenerse constante en individuos con peso normal.
En su perfecto diseño original, el sistema de balance energético era muy preciso. Hoy se cal-
cula que en 10 años, una persona consume alrededor de 10 millones de calorías con muy ligeros
cambios de peso; sin embargo, para lograr el equilibrio, el consumo energético y su gasto deben
limitarse a un margen de error mínimo de 0.17%.55
El extraordinario nivel de precisión original para dicho equilibrio excede en varios órdenes
de magnitud la capacidad actual de pacientes y nutriólogos para contar con exactitud las calorías
consumidas. El intenso deseo de consumir alimentos es lo que el individuo obeso debe resistir
para lograr la ardua pérdida de peso.
El desafío actual para los investigadores de la obesidad consiste en descubrir, en las condicio-
nes actuales, el marco de referencia óptimo de nuestro sistema regulador de peso a nivel molecular,
e identificar los genes y sus variantes que causan obesidad. Conforme se sepa más acerca de este
balance energético, el impacto ambiental sobre los genes será mejor entendido para desarrollar
métodos terapéuticos más efectivos.
Se busca encontrar el balance ideal entre los genes (el software biológico) y los factores am-
bientales (el hardware biológico), aun dentro del cambiante ambiente contemporáneo.
Los estudios aquí presentados muestran que la obesidad se hereda de manera poligénica
(epistaxis), equivalente a la heredabilidad de la altura física, lo que contrasta con los trastornos
hereditarios debidos a fallas genéticas localizadas en uno o dos genes o en sus reguladores. Esto
indica que hay múltiples formas de obesidad genética.
En uno de mis trabajos recientes demuestro que hay polimorfismos específicos dentro de los
genes de las poblaciones, los cuales muestran afinidad; éste es el caso, por ejemplo, entre mexica-
nos del sur del país y japoneses en cuanto a la proteína adaptadora del receptor de la lipoproteína
de baja densidad número uno (LDLRAP1),4 lo que parece confirmarse por medio de la arqueo-
logía olmeca.57 Asimismo, me he remontado a lo más básico en el estudio del código genético,
incluyendo su lógica cuántica,58 su geometría59 y su más antigua representación a través del có-
digo binario del I Ching de China,60 con lo que es posible mejorar las herramientas de bioinfor-
mática disponibles para la detección temprana de deficiencias o enfermedades hereditarias como
la diabetes y la obesidad. Así será factible usar a la ciencia como una ayudante para vencer dichos
trastornos, aunada a la dieta y al ejercicio.
En lo personal, mi batalla contra la obesidad la gano día con día. He reducido en general mis
porciones alimenticias al tamaño del puño cerrado de mi mano, y he intensificado mi actividad
física a media hora de ejercicio/caminata diaria. En cuanto nos damos cuenta de que tenemos pro-
blemas de obesidad, debemos reducir a la mitad nuestras porciones alimenticias y duplicar al me-
nos el ejercicio físico. Debido a que la grasa abdominal es la más peligrosa, decidí agregar unos 5
minutos diarios —o al menos 100 abdominales diarias— para reducir el tamaño de mi abdomen.
Una de mis bellas colegas del bodypump,56 Kicha Mazique, realiza a diario 4 × 25 abdominales
sobre un “balón de pilates” (core ball); espero comenzar pronto a hacer lo mismo.
Agradecimiento
Agradezco su apoyo incondicional a mi esposa: Tracy L. Duncan. Dedico este capítulo a mis sobrinos
Patrick y Edward, a mis hermanas Patricia y Aída, y a mis padres Manuel y Cristina. Los trabajos de
mi autoría mencionados en este capítulo fueron patrocinados en parte por los fondos del NIH: ROI-
HL-63090 y T32 HL-07812.
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5
Fisiopatología de la obesidad
INTRODUCCIÓN
La obesidad es una entidad heterogénea que no puede atribuirse a una causa única. El peso cor-
poral de un individuo está determinado por la interacción de factores genéticos, ambientales y
psicosociales que actúan a través de mediadores de la ingesta de energía.
La obesidad es una alteración de la regulación del apetito y metabolismo energético. Su fisio-
patología es compleja e incluye diferentes causas. En algunos casos se debe a un defecto genético
específico y en otros se asocia con enfermedades específicas.1
FISIOLOGÍA DE LA OBESIDAD
Una visión simple de la fisiopatología de la obesidad es que el incremento del contenido de grasa
corporal se debe a un incremento de la ingesta de energía que sobrepasa el gasto energético. Sin
embargo, hay otras variables que modulan esta relación.
El gasto energético bajo es uno de los factores que puede promover la ganancia de peso. Alre-
dedor de 70% del gasto energético total se utiliza en procesos metabólicos basales (p. ej., la energía
utilizada para mantener la temperatura corporal, gradientes iónicos entre membranas, funciones
cardiaca y muscular, motilidad gastrointestinal y otros procesos metabólicos de almacenamiento
y movilización). Otro 10% de energía se disipa en forma de calor. Por último, el componente res-
tante del gasto energético se utiliza en la actividad física y el ejercicio.2 Aunque no se han descrito
defectos en los mecanismos que controlan el gasto energético vinculados con obesidad, estudios
longitudinales realizados en indígenas de la etnia Pima indican que el riesgo de ganar 10 kg de
peso durante un periodo de cuatro años de seguimiento es siete veces mayor en aquellos indivi-
duos que se encuentran en el tercil más bajo del metabolismo basal en comparación con aquellos
ubicados en terciles más altos. Sin embargo, esta característica sólo predice 40% de la ganancia
de peso y dichos hallazgos no se han confirmado en estudios realizados en otras poblaciones.2,3
El tejido adiposo café regula el gasto energético en mamíferos pequeños y recién nacidos. La
termogénesis adaptativa inducida por la proteína desacopladora 1 (UCP1) permite a la mitocon-
dria generar calor en lugar de ATP, con la finalidad de mantener la temperatura corporal normal.4
La cantidad de tejido adiposo café disminuye con la edad; sin embargo, estudios recientes han
demostrado la presencia de tejido adiposo café activo en el plano metabólico en adultos. La acti-
53
vidad del tejido adiposo café tiene una relación inversa con el índice de masa corporal (IMC) y el
porcentaje de grasa corporal.5,6,7
El alimento tiene un efecto térmico modulado de forma parcial por el sistema nervioso sim-
pático. El efecto térmico bajo se asocia con desarrollo de obesidad.8 Este efecto puede inhibirse
por medio del bloqueo adrenérgico beta. La actividad baja del sistema nervioso simpático se asocia
con ganancia de peso. Los ratones genoanulados (knock-out) para el receptor adrenérgico beta
desarrollan obesidad debido a ausencia de termogénesis inducida por los alimentos.9
El componente más variable del gasto energético es la actividad física, la cual representa de
20 a 50% del gasto energético total. La termogénesis por actividad y ejercicio puede ocasionar un
gasto de 100 a 800 kcal diarias, y junto con factores genéticos es responsable de la amplia varia-
ción de dicho gasto entre individuos, que no se explica por diferencias en la masa libre de grasa.
El sedentarismo es un factor importante en el desarrollo de obesidad. En países desarrollados hay
relación entre niveles bajos de actividad física y la presencia de obesidad.
El sistema nervioso central recibe señales aferentes de la periferia sobre déficit o exceso de
alimentos o sobre alteraciones en la velocidad del uso de energía. La información se procesa y se
generan respuestas metabólicas que modifican el metabolismo de los nutrientes y respuestas cog-
nitivas de acuerdo con el requerimiento de alimentos.
Control central
Los mensajes desde la periferia llegan al cerebro a través de la circulación o del sistema nervioso
autónomo. En el cerebro hay regiones importantes donde se procesa esta información.16
En el núcleo del tracto solitario se integra la información transmitida por el nervio vago. El
núcleo arcuato (un grupo de cuerpos neuronales que ocupa la mitad del hipotálamo y se localiza
en su base, adyacente al piso del tercer ventrículo) integra las señales que transmite la leptina. El
neuropéptido Y (NPY) y la proteína relacionada con agouti (AGRP) se colocalizan en las neuro-
nas del núcleo arcuato.17 La proopiomelanocortina (POMC) y el transcrito regulado por cocaína
y anfetamina (CART) se colocalizan también en esta región, en neuronas adyacentes distintas.
Ambos grupos neuronales tienen receptores para leptina. El núcleo arcuato traduce la informa-
ción de la leptina en una respuesta neuronal, con lo que cambia la producción y liberación entre
NPY/AGRP —que incrementan la ingesta de alimento— y CART/POMC —que disminuyen
la ingesta de alimento—. Las neuronas NPY/AGRP son inhibidas por la leptina y activadas por
condiciones en que la leptina e insulina están disminuidas.18 En contraste, en esas condiciones se
inhibe la expresión de POMC y CART en el núcleo arcuato.19
La administración local de leptina en esa zona ocasiona anorexia; pero cuando el núcleo
arcuato se destruye, la administración de esa hormona no inhibe la ingesta de alimento. La so-
brealimentación aumenta la expresión del RNA mensajero de POMC en el núcleo arcuato.20 La
anorexia inducida por leptina o sobrealimentación involuntaria se revierte con la administración
central de un antagonista del receptor de melanocortina, lo cual indica que la señalización por
melanocortina es un mediador de la respuesta anorexigénica inducida por las señales de la adiposi-
dad que viajan al cerebro.20,21 Estos hallazgos indican que el núcleo arcuato es un sitio importante
para la traducción de información de la leptina e insulina circulantes en una respuesta neuronal.
Los núcleos paraventricular y ventromedial del hipotálamo son regiones encargadas de inte-
grar la información metabólica relacionada con el almacén de nutrientes. El núcleo paraventri-
cular recibe señales de los péptidos liberados en el núcleo arcuato. Cuando se destruye la región
ventromedial del hipotálamo hay aumento de la ingesta de alimento y obesidad; en contraste,
cuando se destruye la región lateral hay disminución de la ingesta de alimento y del peso corporal.
A continuación se analizan con más detalle las diferentes vías de señalización implicadas en la
mediación de la acción de la leptina y de la insulina en el sistema nervioso central.
Mediadores eferentes
El sistema nervioso simpático desempeña un papel significativo en el mantenimiento del gasto
energético y la presión arterial. La actividad del sistema nervioso simpático periférico y la ingesta
de energía tienen una relación inversa. Los nervios simpáticos periféricos activan tejidos termo-
génicos por medio de los receptores adrenérgicos beta-3, lo que ocasiona reducción de la ingesta
de alimentos.29 Los glucocorticoides aumentan la ingesta de alimento mediante la inhibición del
sistema nervioso simpático.
FACTORES GENÉTICOS
Además de los síndromes asociados con obesidad, las influencias genéticas se expresan por medio
de genes de sensibilidad. Estos genes incrementan el riesgo de desarrollar una característica de-
terminada, sin que esto sea suficiente para su expresión o para explicar el desarrollo de una enfer-
medad. La búsqueda de genes candidatos para la obesidad es el resultado de estudios en modelos
animales, síndromes de obesidad y búsquedas amplias del genoma.
Los factores genéticos influyen en el peso corporal de dos formas: hay genes identificados
como factores primarios implicados en el desarrollo de obesidad, como la deficiencia de leptina; y
por otra parte hay genes que interactúan con factores ambientales para causar obesidad. Además,
hay otras enfermedades congénitas en que la obesidad es una característica clínica comprendida
entre sus manifestaciones.
Gen agouti
En este síndrome con patrón hereditario autosómico dominante, un rearreglo genético ocasiona
la expresión aumentada de la proteína agouti en muchos tejidos. Los ratones afectados presentan
obesidad, crecimiento acelerado y color amarillo.30,31 Esta proteína inhibe la unión de la MSH
con sus receptores localizados en la piel (MC1), lo cual reduce la pigmentación. La proteína
agouti compite con la MSH por el receptor MC4 en el hipotálamo y aumenta la ingesta de ali-
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mento.32 Tanto la proteína agouti como el ARGP son ligandos antagonistas de los receptores de
melanocortina y producen obesidad.26,33
En humanos con obesidad, la concentración de la proteína agouti es mayor en comparación
con sujetos no obesos, y sus valores se correlacionan con el índice de masa corporal.34
Gen de la leptina
El gen ob o Lep se localiza en el cromosoma 6 y sólo se expresa en el tejido adiposo en ratones
normales. Su producto es la leptina (del griego leptos, que significa delgado). Los ratones con de-
ficiencia de leptina, homocigotos para mutaciones de este gen (ratones ob), presentan hiperfagia,
resistencia a la insulina, hiperinsulinemia e infertilidad.35,36 El reemplazo de leptina mediante in-
yección intraperitoneal en estos animales reduce el peso corporal, el contenido de grasa, la ingesta
de alimentos y la insulina sérica. La leptina administrada en el ventrículo lateral o tercer ventrículo
es también efectiva para la reducción de peso, lo cual indica un efecto central.37
En humanos, la correlación entre las concentraciones séricas de leptina y el contenido de gra-
sa corporal es cercana a 0.8.38 La disminución de grasa corporal ocasiona disminución de leptina,
lo cual estimula la ingesta de alimento. En contraste, el incremento de grasa corporal se asocia con
incremento de los niveles de leptina, que actúa para reducir la ingesta de alimento. Los cambios
en la concentración de leptina tienen efectos en otros órganos, que incluyen los que intervienen en
la reproducción, el sistema inmunitario y la formación ósea. La sensibilidad intrínseca a la leptina
es variable y está influida por factores genéticos y ambientales. En general, los individuos con
obesidad parecen tener resistencia a la leptina.39
Se ha informado deficiencia de leptina en dos familias. Los individuos afectados son homo-
cigotos para diferentes mutaciones con pérdida de la función y presentan fenotipos similares con
obesidad grave, incremento de apetito, hiperfagia e hipogonadismo hipogonadotrópico.40,41 El
tratamiento de los individuos afectados con dosis fisiológicas de leptina causa reducción de la
ingesta de alimento, así como pérdida de peso y de contenido de grasa corporal.42 Sin embargo,
en la mayoría de los sujetos con obesidad no se encuentran alteraciones en el gen de la leptina, las
concentraciones de leptina son altas y el tratamiento con dosis suprafisiológicas de esta hormona
no ocasiona pérdida de peso.43,44
Al parecer, el papel de la leptina consiste en indicar si hay suficiente almacén de grasa para
el crecimiento y la reproducción. Si el almacén es insuficiente las concentraciones de leptina son
bajas, y si éstas descienden más allá de un umbral determinado ocasionan hiperfagia, bajo gasto
energético e infertilidad.
Otros genes
La carboxipeptidasa E es una enzima que se encarga de la división y activación de prohormonas.
Los ratones con deficiencia de esta enzima tienen obesidad.48 En una familia con obesidad se
describieron mutaciones en la prohormona convertasa I, una enzima que funciona de manera
semejante a la carboxipeptidasa E.49
Los defectos en el gen tub se asocian con retinitis y otras anomalías neurológicas, las cuales
incluyen alteraciones que ocasionan daño hipotalámico y estimulan el apetito.50
Los receptores funcionales para MSH inhiben la ingesta de alimento y la acumulación de
grasa corporal. Los ratones transgénicos en los que hay deleción de MC4 tienen hiperfagia y obe-
sidad.26 Los ratones con deleción de MC3 también tienen mayor almacenamiento de grasa por
cada caloría consumida.51
Se ha informado sobre dos niños con mutaciones que ocasionan pérdida de la función de
POMC, cuyas características reflejan alteración de la señalización a través de los receptores de me-
lanocortina con presencia de obesidad, disminución de la pigmentación e insuficiencia suprarrenal
debida a la ausencia de MSH-alfa y ACTH, ligandos de los receptores MC1 y MC2, respectiva-
mente.52
Las mutaciones heterocigotas en el gen de MC4 son la causa más frecuente de obesidad grave
monogénica y se encuentran en alrededor de 3 a 5% de los pacientes con IMC mayor a 40.53-57
El sistema serotoninérgico está compuesto por cuerpos celulares en el tallo cerebral que se
proyectan hacia el cerebro. Los fármacos que incrementan la señalización por medio de los recep-
tores de serotonina suprimen la ingesta de energía, en tanto que los antagonistas tienen el efecto
opuesto. El receptor de serotonina 2C parece mediar la reducción de ingesta de alimentos asocia-
da con el uso de fármacos serotoninérgicos. En ratones transgénicos con deleción del receptor 2C
de serotonina se observan incremento en la ingesta de alimento, obesidad y crisis convulsivas. La
deleción del receptor 1B de serotonina impide los efectos anorexigénicos de la dexfenfluramina.58
El péptido gástrico inhibitorio (GIP) se libera en respuesta a la absorción de grasa o glucosa en el
intestino. Los ratones con deficiencia de receptores para GIP están protegidos contra el desarrollo
de obesidad y resistencia a la insulina.59
Fuente: Pediatric obesity. En: Kleinman R. Pediatric Nutrition Handbook, 5a ed. Elk Grove Village, IL: American
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Síndrome de Prader-Willi
El síndrome de Prader-Willi es una enfermedad neurodegenerativa asociada con alteraciones del
brazo largo del cromosoma paterno 15. El material genético faltante codifica para una ribonucleo-
proteína nuclear.63 La enfermedad se presenta con una frecuencia de 1 en 25 000 nacimientos,
y aunque puede ocurrir de manera esporádica, por lo general es hereditaria. Los niños afectados
tienen disminución del tono muscular e incremento del apetito asociado con el desarrollo de obe-
sidad. Se acompaña de irritabilidad, retraso en el desarrollo, baja estatura e hipogonadismo hipo-
gonadotrópico. No hay tratamiento efectivo para la mayor parte de las alteraciones. El tratamiento
con hormona del crecimiento acelera el crecimiento y disminuye el contenido de grasa corporal.64
Síndrome de Bardet-Biedl
Es una enfermedad con patrón hereditario autosómico recesivo caracterizada por obesidad, hi-
pogenitalismo, retraso mental, distrofia de la retina, polidactilia, alteraciones renales, poliuria y
polidipsia. Se han identificado diferentes loci en los cromosomas 16, 11, 3 y 15.65
Obesidad no sindromática
Los factores genéticos desempeñan un papel permisivo e interactúan con factores ambientales
para producir obesidad. Estudios extendidos del genoma han identificado polimorfismos en genes
asociados con obesidad.66
En dos estudios —uno extendido de familias mexicanoestadounidenses y el otro realizado en
franceses— se encontró una asociación de los niveles de leptina con el brazo corto del cromosoma
2 (2p21). En el primer estudio también se encontró asociación de 2p21 con el contenido de grasa
corporal. La importancia de este locus ha sido confirmada en otro estudio en el que se informó
asociación de los niveles de leptina en una población de afroestadounidenses. El cromosoma 2p21
incluye el gen de la proopiomelanocortina (POMC) cuya deficiencia completa causa obesidad
monogénica en humanos y ratones.67,68
Una variante cercana al gen INSIG2 se encontró en alrededor de 10% de individuos y se
asoció con mayor riesgo de obesidad. Sin embargo, este hallazgo no se ha replicado en todas las
poblaciones.69,70
Otra variante del gen FTO, localizado en el cromosoma 16, predispone a diabetes tipo 2
mediante un efecto en el índice de masa corporal. Estudios adicionales sugieren que esta variante
se asocia con riesgo de obesidad en la población general. Se estima que esta variante del gen FTO
pudiera ser responsable de 22% de la obesidad.71,72
Otros genes vinculados con formas comunes de obesidad incluyen mutaciones en el gen
PCSK1 (prohormona convertasa 1/3), el gen que codifica para el factor neurotrófico cerebral,
el gen del receptor adrenérgico beta-3 y el gen del receptor activado por peroxisomas (PPAR)
gamma.73-76
En fecha reciente se descubrió un cambio de secuencia (R230C) en el gen del transportador
ABCA1 en individuos mexicanos con niveles bajos de colesterol HDL. La asociación de la va-
riante con obesidad en mestizos mexicanos fue más significativa e independiente de la encontrada
con niveles de colesterol HDL. Esto sugiere un papel significativo del transportador ABCA en la
fisiopatología de la obesidad.77
Los factores genéticos asociados con obesidad no sindromática no se han identificado por
completo y su estudio continúa.
PREDICTORES DE OBESIDAD
Se llama programación metabólica al hecho de que en periodos críticos del desarrollo —en es-
pecial durante la gestación—, las influencias ambientales y nutricionales pueden tener efectos
permanentes sobre la predisposición a obesidad y enfermedades metabólicas. Hay evidencia de
que durante periodos críticos del desarrollo, la nutrición puede tener efectos permanentes y pre-
disponer a un individuo a obesidad y alteraciones metabólicas. La desnutrición del feto durante el
desarrollo intrauterino puede determinar la presencia de obesidad, hipertensión y diabetes tipo 2,
con independencia de la herencia. Este fenómeno sugiere la posibilidad de programación a largo
plazo de la expresión genética como resultado de la alteración del crecimiento intrauterino.78
La nutrición materna durante la gestación es un factor importante. Los individuos pequeños o
grandes para la edad gestacional al nacimiento tienen con mayor frecuencia resistencia a la insu-
lina, así como predisposición para diabetes y obesidad. La ganancia de peso de la madre durante
el embarazo es un predictor importante del peso al nacer.79 La infancia es también un periodo
importante durante el cual la ganancia de peso se asocia con obesidad y síndrome metabólico en
la adolescencia y/o edad adulta.
FACTORES AMBIENTALES
El desarrollo de obesidad tiene una fuerte influencia del ambiente y se relaciona con un estilo de
vida sedentario o una ingesta calórica mayor a la necesaria. El incremento en comidas con alto ín-
dice glucémico, bebidas con alto contenido de azúcar, porciones grandes de alimentos preparados,
comida rápida, así como la disminución de una actividad física estructurada y el incremento del
uso de juegos de video, se consideran causas del incremento de obesidad.80,81 La televisión es uno
de los factores ambientales que favorecen el desarrollo de la obesidad durante la infancia.82 Algu-
nos estudios sugieren una relación entre la duración corta del sueño y la obesidad o resistencia a la
insulina, cuyos efectos parecen ser más claros en niños, aunque estos hallazgos se han confirmado
en adultos. El mecanismo pudiera involucrar alteraciones en las concentraciones de leptina y greli-
na.83 También hay factores socioeconómicos vinculados con mayor riesgo de desarrollar obesidad,
como nivel socioeconómico y educativo bajo y suspensión del tabaquismo.84
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6
Obesidad y enfermedad
cardiovascular
INTRODUCCIÓN
La obesidad ha alcanzado en México niveles de epidemia en términos de salud pública. El hábito
sedentario y la dieta rica en grasas contribuyen, junto con varios factores genéticos y metabólicos,
al desarrollo de sobrepeso y más tarde a la obesidad. La obesidad es un factor de riesgo importante
para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, y sus implicaciones abarcan desde el origen
fisiopatológico hasta la respuesta terapéutica, por lo que es necesario comprender y estudiar a
fondo esta conexión. En el presente capítulo se analizarán las principales cardiopatías asociadas
con obesidad y el tratamiento de la obesidad en el paciente cardiópata.
67
venticia.6 Durante los últimos años se han estudiado diversos mediadores de la vulnerabilidad de
la placa, entre ellos la adiponectina, una proteína secretada por el tejido adiposo (adipocitocina).
Se ha observado que esta citocina está reducida en la obesidad y la DM-2. La hipoadiponecti-
nemia se relaciona con incremento del riesgo de EC y síndromes isquémicos agudos,7 así como
aumento de los niveles de proteína C reactiva, que es un conocido marcador de inflamación.
Algunos autores han propuesto incluso incrementar los niveles de adiponectina como tratamiento
novedoso y prometedor para la prevención y tratamiento de EC y síndromes isquémicos agudos.
Desde un punto de vista clínico, la relación entre obesidad y EC se ha atribuido a factores de
riesgo cardiovascular asociados con esta alteración; sin embargo, estudios longitudinales sugieren
que la obesidad es un factor independiente de EC.8 Por otro lado, algunos estudios también han
informado asociación inversa entre el índice de masa corporal (IMC) y la mortalidad en pacientes
con EC, lo que ha recibido el nombre de paradoja de la obesidad.9 En los últimos tiempos se ha
sugerido que la obesidad central —y no el IMC— se asocia directamente con la mortalidad en
sujetos con EC.8 La obesidad central se correlaciona con un exceso de grasa visceral, resistencia
a la insulina, hipertrigliceridemia, aumento de partículas de colesterol LDL y niveles bajos de
partículas de colesterol HDL. La grasa visceral también participa en procesos inflamatorios y se
correlaciona con la aparición de hipertensión arterial (HTA).10
En resumen, la obesidad puede afectar el corazón y sus arterias, ya que influye en factores de
riesgo conocidos como dislipidemia, HTA, marcadores de inflamación, intolerancia a la glucosa,
resistencia a la insulina, apnea obstructiva del sueño y mecanismos protrombóticos. Así, la obesi-
dad —e incluso el sobrepeso— puede predisponer a varias complicaciones cardiovasculares como
EC, insuficiencia cardiaca y muerte súbita.11
Otro mecanismo que puede explicar el desarrollo de hipertensión en el paciente obeso es el sín-
drome de apnea obstructiva del sueño, ya que sus episodios repetidos de hipoxia característicos
producen incrementos en la actividad del sistema nervioso simpático y en consecuencia de los
niveles de aldosterona y endotelina. La obesidad abdominal parece estar implicada en el desarrollo
de HTA no sólo mediante la resistencia a insulina, sino por la secreción de hormonas como lepti-
Tratamiento no farmacológico
Es bien sabido que los cambios en el estilo de vida basados en dieta y ejercicio aeróbico disminu-
yen en forma consistente la incidencia de episodios cardiovasculares adversos, al reducir las cifras
de tensión arterial y mejorar tanto el control glucémico como el perfil de lípidos en pacientes
cardiópatas. En un estudio realizado por Wadden y colaboradores que incluyó a 390 adultos obe-
sos, se demostró que la asesoría estrecha por parte de los médicos de primer nivel de atención con
relación a los cambios en el estilo de vida, se asoció de manera significativa con pérdida de peso
importante a largo plazo.29
Tratamiento farmacológico
Se han utilizado numerosos medicamentos para tratar la obesidad; sin embargo, son pocos los que
han tenido un impacto favorable en las comorbilidades asociadas con obesidad. El tratamiento
farmacológico disponible se divide en los dos grupos que se indican a continuación.
Lo anterior sugiere que el tratamiento con orlistat disminuye los episodios cardiovas-
culares adversos, además de que hasta el momento no se ha probado algún efecto adverso
cardiovascular; sin embargo, hasta hoy no se ha realizado algún estudio clínico aleatorizado a
largo plazo que confirme esa teoría.
• Fármacos con acción central. La benzfetamina, dietilpropiona, fendimetrazina y fentermi-
na son derivados de anfetaminas con acción simpaticomimética. Actúan de modo central al
estimular las neuronas para mantener niveles altos de dopamina y norepinefrina, por lo que
suprimen el apetito.36 Como resultado de su acción catecolaminérgica, el uso de estos medi-
camentos aumenta la frecuencia cardiaca y la tensión arterial, por lo que no se recomienda su
uso en sujetos con enfermedad cardiovascular.
Otro fármaco de acción central, el topiramato (de uso común en el tratamiento de la
epilepsia) produjo disminución de peso significativa dependiente de la dosis;37 sin embargo,
debido a que incrementa las cifras de presión arterial y la presencia de efectos adversos neu-
rológicos (como depresión y alteraciones de la memoria), así como teratogenicidad, no se ha
aprobado su uso para el tratamiento de la obesidad.38
Un caso similar es la combinación de naltrexona más bupropión, que disminuye la
ingesta de alimento y aumenta el gasto energético mediante su acción en las neuronas de
proopiomelanocortina del hipotálamo. Dicha combinación ocasiona también aumentos en
las cifras de tensión arterial y frecuencia cardiaca, por lo que no se ha podido demostrar su
seguridad cardiovascular.39 La lorcaserina, un fármaco de acción central que actúa a través
del receptor 2C de la serotonina con efecto catabólico y anorexigénico, mostró disminu-
ción significativa del peso corporal vinculada con mejoría en parámetros metabólicos en los
estudios BLOOM y BLOSSOM; sin embargo, a la fecha no ha recibido la aprobación de
la FDA debido al riesgo de valvulopatía por fibrosis endocárdica (similar al ocasionado por la
fenfluramina), así como de cáncer de mama y teratogenicidad.40
Rimonabant, un antagonista del sistema endocanabinoide, se retiró del mercado por aumen-
to en el riesgo de depresión y suicidio; sin embargo, no se demostraron efectos adversos a nivel
cardiovascular.
Tratamiento quirúrgico
En la actualidad hay múltiples técnicas quirúrgicas para tratar la obesidad, como la banda gástrica
laparoscópica, la derivación pancreatobiliar y la derivación gástrica en Y de Roux. En general, la
cirugía bariátrica ha exhibido seguridad en pacientes con factores de riesgo y enfermedad cardio-
vascular, y múltiples estudios retrospectivos han demostrado su impacto positivo sobre la morta-
lidad y episodios cardiovasculares, ya que mejora tanto la función endotelial como la geometría y
función miocárdica tras la pérdida sostenida de peso.44,45
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7
Dislipidemias en el paciente
obeso o con sobrepeso
INTRODUCCIÓN
El incremento ocurrido en las tres últimas décadas en el número de personas que tienen un peso
superior al saludable, ha cambiado la prevalencia de varias enfermedades crónicas no transmisi-
bles. Se estima que disminuirá el crecimiento de la expectativa de vida y, en especial, el número de
años con buena calidad de vida.1 Un metaanálisis que incluye 19 estudios longitudinales y 1.46
millones de individuos caucásicos estimó que hay una relación con forma de J entre el índice de
masa corporal (IMC) y la mortalidad. Los sujetos con IMC de 22.5 a 24.9 tuvieron la menor
mortalidad. La razón de momios para las personas con sobrepeso fue de 1.13 (IC 95%, 1.09-
1.17); el riesgo correspondiente fue de 1.44 (IC 95%, 1.38-1.50), 1.88 (IC 95%, 1.77-2.00) y
2.51 (IC 95%, 2.3-2.73) para los casos con obesidad grados I, II y III, respectivamente. La obe-
sidad contribuye a la mortalidad general al aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares,
cáncer y otros desenlaces. El riesgo de enfermedad cardiovascular aumenta en proporción directa
al IMC: IMC 25-27.5 = 1.25 (1.16-1.34); IMC 27.5-30 = 1.52 (1.40-1.64); IMC 30-35 = 2.04
(1.89-2.21); IMC 35-40 = 3.05 (2.74-3.40) e IMC > 40 = 4.42 (3.82-5.11). Su efecto sobre los
desenlaces cardiovasculares es mayor que sobre cualquier otro desenlace asociado con la obesidad.2
El aumento del riesgo se explica por mecanismos directos y anormalidades asociadas. Al reali-
zar un análisis multivariado para controlar la presencia de otras comorbilidades, la obesidad persiste
aún como factor de riesgo independiente.3 Sin embargo, un alto porcentaje del riesgo se explica
por la coexistencia de factores de riesgo cardiovascular. El riesgo de sufrir una hipertensión arterial
es 1.14, 1.62 y 2.72 veces mayor en individuos con IMC de 25 a 29.9, 30 a 39.9 y > 40 kg/m2,
respectivamente, en comparación con la población delgada.3 Los riesgos equivalentes para diabetes
en estos mismos grupos son de 1.59, 3.44 y 7.37.
Una de las comorbilidades más importantes de la obesidad son las dislipidemias. Su impor-
tancia reside en que son muy frecuentes, contribuyen al aumento del riesgo cardiovascular, se
diagnostican con facilidad y su tratamiento es una intervención rentable (costo-eficaz) para redu-
cir la mortalidad cardiovascular. El manejo eficaz de las comorbilidades es la estrategia de mayor
viabilidad para reducir el impacto de la obesidad sobre la mortalidad, ya que las intervenciones
contra la obesidad tienen una respuesta deficiente a largo plazo.4 Por lo anterior, la atención al
paciente obeso no se limita a la corrección del exceso de peso; el tratamiento incluye el manejo de
las comorbilidades. En el presente capítulo se describirán las alteraciones, el abordaje clínico y el
77
tratamiento de las dislipidemias asociadas con la obesidad. Una revisión del metabolismo de las
lipoproteínas excede los objetivos de esta obra; se sugiere al lector consultarlo en otras fuentes.5
la producción de ATP. La tasa de producción hepática de lipoproteínas tiene relación directa con
el contenido graso del hígado.8
Los niveles incrementados de SREBP-1c parecen desempeñar un papel central en los proce-
sos descritos. El factor SREBP-1c regula la transcripción de los genes implicados en la lipogénesis,
por lo que un aumento en su concentración produce incremento en la síntesis hepática de ácidos
grasos. Se han demostrado concentraciones altas de SREBP-1c en modelos animales de resistencia
a la insulina. Una dieta alta en carbohidratos agrava la anormalidad, ya que incrementa la con-
centración de SREBP-1c.
La adiponectina regula la concentración de lípidos sanguíneos. Es un determinante indepen-
diente de la concentración de triglicéridos, del número de VLDL y de su tasa catabólica. No se
conocen con precisión los mecanismos por los que esta hormona modifica el metabolismo de las
VLDL. La adiponectina aumenta la expresión del gen de la lipasa lipoproteica. Otro mecanismo
indirecto consiste en aumentar la sensibilidad del tejido muscular a la insulina. Por otra parte, la
adiponectina participa en el metabolismo de las HDL.9 Hay una relación directa entre su concen-
tración —que explica 43% de la tasa catabólica de la apoA-I— y el colesterol HDL.
Los datos presentados indican con claridad que los mecanismos que explican la dislipide-
mia del obeso son múltiples. La hipertrigliceridemia resulta de la combinación de producción
excesiva de lipoproteínas en hígado y defectos en su eliminación. El aumento de producción en
el hígado se explica por incremento en la concentración de ácidos grasos libres (por disminución
de la capacidad inhibitoria de la insulina sobre la lipólisis) y menor actividad represora de la in-
sulina sobre la secreción de lipoproteínas. Otros factores que participan son la sobreexpresión de
SREBP-1c y de la proteína de transferencia microsomal (MTP), indispensable para la síntesis
de triglicéridos, y el aumento de la concentración de IL-6. El mayor número de lipoproteínas que
entra en la circulación se acumula en el plasma debido a anormalidades en su depuración causadas
por la menor actividad de la lipasa lipoproteica. Este defecto es resultado de menor concentra-
ción de la enzima y disminución de su actividad (causada por aumento de la concentración de la
apoproteína CIII y de los ácidos grasos libres, además de menor concentración de adiponectina).
La lipasa lipoproteica disminuye el contenido de los triglicéridos y el tamaño de las lipoproteínas;
las partículas resultantes se conocen como lipoproteínas de densidad intermedia o remanentes de
quilomicrones, que junto con las IDL tienen la capacidad de depositarse en las placas de ateroma;
su concentración es muy alta en la obesidad. La degradación de dichas lipoproteínas continúa por
la acción de otra enzima, la lipasa hepática, cuya actividad aumenta en la obesidad; su acción es
determinante para la aparición de LDL pequeñas y densas.10
Los niveles bajos de colesterol HDL (< 40 mg/100 ml) son una de las alteraciones más
frecuentes del perfil de lípidos en la obesidad. Esta anormalidad se debe tanto a disminución de
la producción de lipoproteínas de alta densidad como al aumento de su degradación. La menor
producción de HDL se explica por la menor actividad de la lipasa lipoproteica y quizá por la
menor actividad del transportador ABC-AI. La depuración de estas partículas es mayor que
la normal debido a la actividad incrementada de la lipasa hepática, a cambios en la composición de
las HDL por aumento en su contenido de triglicéridos o ambos. Las concentraciones menores
de adiponectina participan en el proceso. Las variaciones en la concentración de esta hormona
explican 43% de la tasa catabólica de la apoA-I; sin embargo, no se conocen los mecanismos de di-
cha vinculación. Hay una relación inversa entre la concentración del colesterol HDL (en especial
la subclase HDL2) y la relación cintura/cadera, lo que demuestra la importancia de la distribución
de la grasa corporal como causante de dislipidemia.11
Hiperinsulinemia
SREBP-1c
VLDL1
Ácidos
grasos
Lipasa
hepática
Figura 7-1. Fisiopatología de la dislipidemia en el paciente obeso. La obesidad induce aumento en la produc-
ción hepática de lipoproteínas y disminución en el catabolismo de las lipoproteínas que contienen apoproteí-
na B. El aumento de la síntesis hepática se explica por el aumento de la concentración de ácidos grasos libres
y glicerol, así como por las acciones biológicas de la hiperinsulinemia. La disminución de la depuración se
debe a defectos en las enzimas lipolíticas, aumento de la concentración de apoproteína CIII o cambios en la
composición de las lipoproteínas circulantes. Como resultado, la obesidad puede ser causa de concentraciones
anormales de colesterol, triglicéridos y colesterol HDL o magnificar la expresión clínica de defectos preexisten-
tes del metabolismo de lipoproteínas.
dos son mayores de 300 mg/100 ml o hay historia familiar de cardiopatía isquémica prematura.
La hiperlipidemia familiar combinada debe sospecharse en pacientes con concentraciones altas de
apolipoproteína B (> percentil 90 [108 mg/100 ml en hombres y 99 mg/100 ml en mujeres]) o
fluctuaciones espontáneas de la concentración de colesterol y/o triglicéridos, o bien en familias
en que varios miembros tengan hipercolesterolemia y/o hipertrigliceridemia.13 La hipertriglice-
ridemia familiar debe sospecharse en presencia de hipertrigliceridemia acompañada de niveles
normales o bajos de colesterol LDL; por lo general hay una relación 1:5 entre la concentración
de colesterol y triglicéridos. La disbetalipoproteinemia debe sospecharse en pacientes con cifras
similares de colesterol y triglicéridos (por lo general alrededor de 300 mg/100 ml); el diagnóstico
se confirma mediante electroforesis de lipoproteínas o por la presencia del genotipo e2 de la apo-
lipoproteína E.
Cuadro 7-1. Clasificación del peso con base en el índice de masa corporal, la circunferencia
de la cintura y el riesgo a la salud asociado
Fuente: Prevención y manejo de la epidemia global de obesidad. Reporte de la OMS. Ginebra: OMS, 1997.
nitud de los programas preventivos de las dos causas principales de muerte. Diversas sociedades
y múltiples autores han adoptado su empleo, aunque su aceptación no es unánime. Por lo tanto,
el síndrome metabólico es un concepto útil como arma de aprendizaje para el médico general y
una herramienta que sirve para identificar pacientes con riesgo de sufrir diabetes y enfermedades
cardiovasculares.
De acuerdo con las recomendaciones de las guías canadienses para el manejo de la obesi-
19
dad, la evaluación clínica de un paciente obeso debe incluir los siguientes parámetros: búsqueda
intencionada de complicaciones cardiovasculares, diabetes mellitus, apnea del sueño, anormali-
dades ginecológicas, osteoartritis, incontinencia de estrés, búsqueda intencionada de factores de
riesgo cardiovascular, registro de la actividad física, identificación de depresión, ansiedad y tras-
tornos de la conducta alimentaria, y evaluación de la disposición al cambio requerido para lograr
un estilo de vida saludable. La evaluación se completa con exámenes de laboratorio en los que se
incluyen glucemia, pruebas de función hepática, examen general de orina y perfil de lípidos com-
pleto. La medición complementaria de la concentración de apolipoproteína B es conveniente en
alteraciones clínicas vinculadas con el predominio de las subclases pequeñas y densas de LDL. Las
concentraciones altas de apolipoproteína B permiten distinguir etiologías de hipertrigliceridemia
asociadas con riesgo cardiovascular de otras que no contribuyen a la progresión de aterogénesis.
En los sujetos con lípidos normales no es justificable repetir la medición en periodos menores a
un año.
De acuerdo con las recomendaciones del consenso del NCEP publicado en mayo de 2004,20
el principal parámetro de seguimiento es el colesterol LDL. Sin embargo, la estimación del coles-
terol LDL se relaciona con un alto porcentaje de error en diabéticos, aun en sujetos con elevacio-
nes moderadas de los triglicéridos o con triglicéridos séricos altos. Por ello, diversos autores han
recomendado el empleo del colesterol no HDL como parámetro de seguimiento. En opinión del
autor, la meta del tratamiento debe ser la normalización de todo el perfil de lípidos y no la correc-
ción de un parámetro cuyo cálculo tiene un alto porcentaje de error. Por ende, el tratamiento del
paciente obeso incluye lograr concentraciones de colesterol no HDL y colesterol LDL apropiadas
para su estrato de riesgo cardiovascular. De manera adicional, la corrección de la hipertrigliceride-
mia e hipoalfalipoproteinemia es un objetivo complementario.
En pacientes obesos en quienes se detecte dislipidemia, el primer paso es precisar la causa. En
general, la obesidad no ocasiona aumentos de colesterol y/o triglicéridos superiores a 300 mg/
100 ml. La presencia de concentraciones mayores a esta cifra debe alertar sobre la coexistencia de
una dislipidemia primaria. En párrafos previos se describieron las características clínicas de estas
enfermedades y los criterios para su diagnóstico. La presencia de una dislipidemia secundaria
puede detectarse mediante una historia clínica completa y algunos exámenes de laboratorio (glu-
cemia, fosfatasa alcalina, examen general de orina, TSH, creatinina).
El NCEP recomienda una secuencia diagnóstica para estimar el riesgo cardiovascular. Ésta
se basa en la identificación de factores de riesgo cardiovascular, concentración de colesterol LDL
y, en casos con dos o más factores de riesgo, el empleo de las tablas de Framingham. Considera la
diabetes como un trastorno con incidencia similar de enfermedad cardiovascular que la encontra-
da en sujetos con infarto del miocardio. Por el contrario, la obesidad no se toma en cuenta para
la estimación del riesgo cardiovascular; sólo es parte de la definición del síndrome metabólico. En
opinión del autor, este abordaje es cuestionable.21 El colesterol LDL —parámetro central de la
evaluación— no puede estimarse de manera adecuada en pacientes con hipertrigliceridemia como
suele suceder en el paciente obeso. Además, algunas alteraciones que se vinculan con mayor riesgo
Cuadro 7-2. Umbrales de colesterol LDL para iniciar el tratamiento hipolipemiante y metas
de tratamiento de acuerdo con el Programa Nacional de Educación en Colesterol 2004
Modificado de: Grundy SM, Cleeman JI, Bairey N, Brewer B, Clark L, Hunninghake D, Pasternak R, Smith S, Stone
N. Implications of recent clinical trials for the National Cholesterol Education Program, adult treatment panel III
guidelines. Coordinating Committee of the National Cholesterol Education Program. Arterioscler Thromb Vasc Biol,
2004;24:e149-e161.
intermedio o alto y, por consiguiente, la concentración objetivo de LDL dentro del tratamiento
es < 100 mg/100 ml. Incluyó al colesterol no HDL (< 130 mg/100 ml) y a la apolipoproteína B
(< 90 mg/100 ml) como objetivos primarios de tratamiento. Para los casos con cardiopatía is-
quémica o que presenten diabetes más otro factor de riesgo, las metas recomendadas fueron más
estrictas: colesterol LDL < 70 mg/100 ml, colesterol no HDL < 100 y apolipoproteína B < 80 mg/
100 ml, además de tratamiento dietético y farmacológico con estatinas, con independencia de la
concentración basal de colesterol LDL.
Consensos alcanzados en Canadá y Europa han propuesto recomendaciones similares.23 Di-
chos acuerdos añaden que el cambio en la concentración de colesterol LDL debe ser mayor a
30%; la modificación porcentual de 30 a 40% se reconoce como objetivo terapéutico para los ca-
sos en que no es posible alcanzar la meta de colesterol LDL mencionada. En casos con alto riesgo
cardiovascular se postula que la reducción porcentual debe ser mayor a 50%. Se consideran como
objetivos secundarios la normalización de los triglicéridos y del colesterol HDL, aunque no hay
unanimidad en cuanto a las concentraciones que deben alcanzarse.
La pérdida de peso mejora el perfil de lípidos, con independencia del método empleado.
Alcanzar el peso ideal es una parte integral del tratamiento de todo paciente con dislipidemia, y
debe ser la maniobra inicial siempre que esté indicado. Muchos autores han analizado el efecto
de la pérdida de peso inducida por diversos mecanismos. En los estudios en que se empleó trata-
miento dietético, la reducción de peso varió de 5 a 13%. Como resultado, las concentraciones de
colesterol disminuyeron de 2 a 18%, las de triglicéridos de 5 a 44% y las de colesterol LDL de 5
a 22%; las de colesterol HDL aumentaron alrededor de 10%. Al emplear de manera simultánea
un programa de ejercicio, en algunos estudios se han observado efectos sinergistas de ambos trata-
mientos sobre el perfil de lípidos. Sin embargo, los distintos informes muestran gran variabilidad
en los resultados, cuyos motivos son múltiples: diversos tipos de programas de ejercicio, diferentes
características de los pacientes al momento de la inclusión, control variable de las intervenciones.
Algunos autores han observado descensos en la concentración de triglicéridos aun antes de que se
obtenga el cambio de peso. Una disminución rápida de peso (> 3 kg/mes) resulta en decremen-
to transitorio del colesterol HDL. El efecto del ejercicio es momentáneo; los niveles de lípidos
regresan a los valores iniciales durante la primera semana de vida sedentaria. La mayor parte de
los estudios en que se empleó ejercicio aeróbico de poca intensidad y larga duración (30 a 60
min por cinco días a la semana, en promedio) muestran que el colesterol HDL aumenta debido
al incremento de las subclases HDL2. El ejercicio anaeróbico de alta intensidad se relaciona con
disminución del colesterol HDL.
En un metaanálisis24 que reunió 70 estudios se demostró que por cada kilogramo perdido
el colesterol total disminuye 2 mg/100 ml, el colesterol LDL 0.7 mg/100 ml y los triglicéridos
1.5 mg/100 ml, en tanto que el colesterol HDL aumenta 0.3 mg/100 ml. En general, se requiere
una pérdida de peso mayor a 3% del peso inicial para que se observen efectos benéficos en el perfil
de lípidos.
Los cambios en el perfil de lípidos sufren modificaciones con el tiempo. En pacientes que
mantienen la pérdida de peso por más de cinco semanas, los beneficios sobre los triglicéridos y el
colesterol HDL se mantienen a largo plazo. Sin embargo, se observa una tendencia del colesterol
LDL a regresar a la concentración inicial. Estos datos se confirmaron en un análisis del estudio
SOS, que contó con el mayor número de casos tratados con cirugía bariátrica. Los autores ob-
servaron que las concentraciones de colesterol regresaron a los valores previos a los de la cirugía
después de dos años, aun en casos en que no se recuperó el peso perdido. Lo opuesto se observó
Estatinas
Son inhibidores competitivos de la HMGCoA reductasa, la enzima limitante de la síntesis de
colesterol. Son fármacos potentes para disminuir las concentraciones plasmáticas de colesterol
LDL, debido a que aumentan el catabolismo de LDL y de sus precursores (VLDL y remanentes).
Su acción hipolipemiante se debe además a que disminuyen la producción de las LDL Apo B
(resultantes de la disminución de la producción hepática de VLDL Apo B y la disminución de la
conversión de IDL y VLDL Apo B a LDL).26
Diversos estudios controlados han demostrado que el tratamiento con estatinas es una in-
tervención rentable para la prevención de mortalidad cardiovascular.27 Por cada decremento de
38 mg/100 ml en la concentración de colesterol la mortalidad disminuye 9%, la mortalidad car-
diovascular 13%, la incidencia de un episodio cardiovascular mayor 22%, el número de revasculari-
zaciones 25% y la incidencia de infarto cerebral 21%. Se requiere tratar 28 pacientes para prevenir
un evento cardiovascular mayor. Los beneficios ocurren con independencia de la concentración
inicial de colesterol. Una actualización reciente del metaanálisis realizado por la Colaboración de
Investigadores sobre el Tratamiento del Colesterol (CTT) confirma los beneficios del tratamiento
hipolipemiante. El informe incluye resultados de 129 526 pacientes incluidos en 21 estudios.27 El
riesgo relativo para sufrir un episodio cardiovascular mayor disminuye 20% (RR 0.8 [IC 95%, 0.74-
0.86]) por cada decremento de 38 mg/100 ml en el colesterol LDL; el índice de masa corporal no
modifica la magnitud del beneficio.
Las estatinas tienen una eficacia similar, pero distinta potencia: 10 mg de simvastatina equi-
valen a 40 mg de pravastatina, 20 mg de lovastatina, 40 mg de fluvastatina, 10 mg de atorvasta-
tina y 5 mg de rosuvastatina. Con las dosis antes mencionadas, el porcentaje de reducción de los
niveles de LDL es de 30% o 38 mg/100 ml de colesterol LDL en promedio. Con dosis mayores
pueden alcanzarse reducciones hasta de 70%. La dosis inicial debe ajustarse para lograr el objetivo
terapéutico desde el inicio del tratamiento. Cuando son necesarias reducciones mayores a 50%,
se deben emplear dosis intermedias o altas de las estatinas de mayor potencia (simvastatina, ator-
vastatina y rosuvastatina). En promedio, por cada vez que se duplique la dosis de una estatina,
se obtendrá una reducción adicional de 6% en la concentración de colesterol LDL. Reducciones
similares se producen en la concentración de la apoproteina B y en el colesterol total. Las estatinas
no modifican de manera significativa la concentración de colesterol HDL (< 10%), la Lp(a) ni la
distribución de las subclases de LDL.
Fibratos
Son medicamentos útiles en el manejo de la hipertrigliceridemia refractaria al tratamiento dieté-
tico en personas con diabetes. En promedio disminuyen 40% los triglicéridos, 18% el colesterol
total y 15% el colesterol LDL, en tanto que aumentan 20% el colesterol HDL (en pacientes con
hipertrigliceridemia). El efecto clínico principal de estos medicamentos consiste en modificar la
concentración y la composición de las lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL) y de densidad
intermedia (IDL). Como resultado, la concentración de triglicéridos en ayuno y posprandial dis-
minuyen. Los fibratos son poco útiles en el tratamiento de la hipercolesterolemia.
Los resultados del estudio VAHIT y de Helsinki demuestran que los fibratos reducen la
mortalidad cardiovascular en personas con diabetes o síndrome metabólico que tienen hipertrigli-
ceridemia y colesterol HDL bajo.28 Otros informes, como el estudio FIELD, no han encontrado
reducciones en la incidencia de episodios cardiovasculares mayores debido a deficiencias metodo-
lógicas. Un metaanálisis de 18 estudios (45 058 participantes, 3 880 muertes y 2 870 episodios
cardiovasculares) que controló para la heterogeneidad de la población y de los diseños de estudio,
demostró que los fibratos disminuyen 10% el riesgo relativo (IC 95%, 0-18) de sufrir un evento
cardiovascular (p = 0.048) y reducen 13% (IC 95%, 7-19) la probabilidad de un episodio corona-
rio.25 No se encontró beneficio en la prevención de infarto cerebral, mortalidad total, mortalidad
cardiovascular o muerte súbita. Su efecto colateral mayor es incremento en la concentración de
creatinina. Son agonistas de los receptores nucleares PPAR-α (receptor de los activadores de la
proliferación de los peroxisomas α).
Tratamiento combinado
La mayoría de los pacientes alcanzan las metas terapéuticas del colesterol LDL con las dosis con-
vencionales de estatinas. En pocos casos se requieren dosis altas de las estatinas de mayor potencia,
escenario que sugiere la existencia de hiperlipidemia primaria o secundaria (albuminuria) coexis-
tente. Pese a ello, la mayoría de los pacientes dislipidémicos se encuentran lejos de alcanzar los
objetivos terapéuticos en estudios con representación poblacional. Por ello, se requieren acciones
estructuradas para aumentar la prescripción y la adherencia al tratamiento. Para los casos que no
logren el colesterol LDL deseado con la dosis máxima de una estatina potente, se recomienda la
adición de ezetimibe. No se recomienda el uso de este fármaco sin antes haber alcanzado la dosis
tope de estatina, ya que aún no hay evidencia de su capacidad para reducir la incidencia de episo-
dios cardiovasculares mayores.
En contraste, un porcentaje significativo de casos no alcanza las metas recomendadas para las
concentraciones de triglicéridos y colesterol HDL. En estos sujetos el tratamiento combinado es
la alternativa de elección. En promedio, al utilizar una dosis equivalente a 20 mg de simvastatina
y 100 mg de ciprofibrato se obtienen descensos de 35% en el colesterol total, 50% en los triglicé-
ridos, 40% en el colesterol LDL, 15% en el colesterol HDL y 30% en la apoproteína B. A pesar
de su potencia, el tratamiento combinado se utiliza con poca frecuencia debido al aumento de los
efectos colaterales. De éstos, el más importante es el daño muscular, definido por aumento de la
concentración de creatina fosfocinasa tres veces por arriba de su límite superior normal, lo cual
se presenta en 3 a 5%. De estos casos, sólo 10% desarrollará síntomas. Los porcentajes mayores
se observan en pacientes en quienes coexisten otras causas de miopatía, como insuficiencia renal,
hipotiroidismo o consumo de fármacos como ciclosporina. Esta frecuencia es 10 veces mayor
que la observada con los tratamientos individuales. El riesgo es mayor al utilizar dosis altas de
estatinas. Una alternativa es la combinación de estatina más niacina de acción prolongada. El in-
cremento en la concentración de colesterol HDL es mayor a lo descrito con los fibratos; empero,
la rubicundez facial y la intolerancia gástrica son efectos colaterales frecuentes de la niacina que
limitan su empleo. Además, aumenta la concentración de ácido úrico y produce incrementos de
poca magnitud de la glucemia.
CONCLUSIONES
El tratamiento de las dislipidemias en pacientes obesos permite reducir la incidencia de una de
las causas más frecuentes de muerte en estos sujetos: las enfermedades cardiovasculares. Por ello,
su detección y tratamiento adecuado son una parte fundamental del manejo de la obesidad. El
tratamiento de la obesidad es más complejo que la eliminación del sobrepeso, objetivo que se
alcanza en pocos casos. El médico que atiende pacientes obesos no debe limitarse a los aspectos
estéticos de la enfermedad; debe reducir las posibilidades de que el paciente sufra alguna de las
complicaciones que finalmente disminuyen la calidad o expectativa de vida.
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INTRODUCCIÓN
Las enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) son uno de los mayores retos que enfrenta el
sistema de salud de México,1 tanto por el gran número de casos afectados como por su creciente
contribución a la mortalidad general, por ser la causa más frecuente de incapacidad prematura
y por la complejidad y alto costo de su tratamiento. Su emergencia como problema de salud
pública fue resultado de cambios sociales y económicos que modificaron el estilo de vida de un
alto porcentaje de la población. Como resultado, un creciente número de personas incrementó
su consumo de azúcares simples, grasas saturadas y calorías totales, además de reducir el tiempo
dedicado a la actividad física. Cambios en la dinámica familiar y laboral incrementaron el estrés
y alteraron las relaciones interpersonales. El porcentaje de la población con un peso superior al
adecuado aumentó en pocos años. En forma paralela a la aparición de la obesidad como proble-
ma de salud, crecieron las prevalencias de diabetes, enfermedades cardiovasculares, hipertensión
arterial y dislipidemias. Por lo tanto, la obesidad detonó el incremento de la contribución de las
enfermedades crónicas no transmisibles, en especial la diabetes, a la mortalidad general.
En este capítulo se analizan los mecanismos fisiopatológicos por los cuales la obesidad causa
anormalidades en el metabolismo de los carbohidratos, el impacto de la obesidad sobre la epide-
miologia de la diabetes, y las peculiaridades del manejo del paciente obeso con diabetes tipo 2.
91
Balance calórico
positivo crónico
Adipocitos Adipocitos
con capacidad sin capacidad
de almacenaje de almacenaje
Componentes
Obeso del síndrome
metabólicamente sano metabólico
Figura 8-1. Mecanismos que determinan la contribución de la disfunción del tejido adiposo a la génesis de
la diabetes tipo 2.
La función primaria del adipocito es captar y almacenar ácidos grasos en su interior. Los
ácidos grasos son fuente de energía para otros tejidos. Se liberan a la sangre cuando hay déficit de
calorías. Regulan diversos procesos metabólicos (p. ej., inflamación o muerte celular) al modificar
la expresión de diversos genes. Las fuentes de ácidos grasos son dos: los transportados en las lipo-
proteínas y los sintetizados de novo. La mayor parte de los ácidos grasos se obtienen mediante el
adipocito de la degradación de triglicéridos transportados en las lipoproteínas. La lipasa sensible
a hormonas es la responsable de la degradación de los triglicéridos almacenados en el adipocito;
como resultado de su acción, se liberan ácidos grasos libres al torrente sanguíneo, los cuales em-
plearán otros tejidos, de preferencia para la generación de energía. Varias hormonas regulan este
proceso: las catecolaminas y otras hormonas que se liberan como resultado del estrés estimulan la
liberación de ácidos grasos libres al activar la lipasa sensible a hormonas; por el contrario, la insu-
lina y los endocanabinoides facilitan la acumulación de triglicéridos en el adipocito al estimular la
síntesis de la lipasa lipoproteica e inhibir la actividad de la lipasa sensible a hormonas.
El sitio primario de almacenamiento de los sustratos energéticos es la grasa subcutánea, que
tiene la capacidad de expandirse y generar nuevos adipocitos; sin embargo, esa capacidad tiene
una notable variación interindividual y la determinan factores genéticos. La incapacidad del te-
jido adiposo subcutáneo para expandirse aún más en respuesta a un balance calórico positivo
crónico determina que otros tejidos cumplan esta función.3 Un sitio complementario de alma-
cén es la grasa intraabdominal. El tejido adiposo visceral —que está compuesto por adipocitos
maduros que incrementan su diámetro, pero no su número— tiene una capacidad limitada de
almacenamiento. La expansión de la grasa visceral desempeña un papel central en la fisiopatología
de las complicaciones metabólicas de la obesidad. La grasa visceral es el sitio de producción de
hormonas proinflamatorias y tiene mayor capacidad para liberar ácidos grasos que la subcutánea;
además, su respuesta a las acciones inhibitorias de la insulina sobre la lipólisis es menor. En conse-
cuencia, la obesidad abdominal se vincula con concentraciones sanguíneas altas de ácidos grasos,
en especial durante la noche.4 Las concentraciones altas de ácidos grasos aumentan la síntesis de
lípidos, lipoproteínas y glucosa en hígado; además, disminuyen la utilización de glucosa en los
músculos, la vasodilatación mediada por endotelio y la secreción de insulina.
Diversos grupos han demostrado in vivo que la infusión de ácidos grasos en el hígado au-
menta durante la producción hepática de glucosa y la producción de lipoproteínas.5 Además,
produce resistencia hepática a la acción inhibitoria de la insulina sobre la producción hepática de
glucosa. En humanos, la secreción hepática de lipoproteínas de muy baja densidad es directamen-
te proporcional a la cantidad de ácidos grasos drenados al hígado y a la cantidad de grasa visceral
e intrahepática. Como resultado, aumenta la síntesis de triglicéridos y de las lipoproteínas que los
transportan (lipoproteínas de muy baja densidad [VLDL]).
La concentración alta de ácidos grasos contribuye a la aparición de resistencia a la insulina.
Randle demostró que la infusión de ácidos grasos disminuye la utilización de glucosa. En el tejido
muscular, la utilización de ácidos grasos limita la capacidad para utilizar glucosa y de esta forma
cambiar el estado redox de la célula e inhibir varias enzimas glucolíticas clave. La utilización de
ácidos grasos aumenta la concentración de acetil-CoA, que inhibe a la piruvato deshidrogenasa. En
este proceso desempeña un papel central la inhibición de la hexocinasa II (inducida por el aumento
intracelular de glucosa-6 fosfato), enzima encargada de convertir la glucosa en glucosa-6-fosfato.
En humanos, la resistencia a la insulina inducida por los ácidos grasos se debe a menor acción de los
transportadores de glucosa tipo 4 (GLUT4). Este defecto no puede explicarse por los cambios en
las vías glucolíticas; por ello, se han buscado mecanismos complementarios por los que los ácidos
grasos alteran la cascada de señalización de la insulina.6 La oxidación de ácidos grasos se asocia con
fosforilación de las serinas del sustrato 1 del receptor de insulina (IRS-1), lo que disminuye su
función y en consecuencia la acción de dicha hormona. El IRS-1 contiene 70 posibles residuos
de serina que pueden fosforilar diversas cinasas. Por ejemplo, la fosforilación de la serina en po-
sición 24 de IRS-1 altera la interacción de los dominios de unión de la proteína, cambia su locali-
zación en la célula y reduce su afinidad por el receptor de insulina. Como consecuencia, la fosfo-
rilación de las serinas de IRS-1 evita la interacción con el receptor de insulina y/o con IP3 cinasa.
También es probable que aumente la tasa de destrucción de IRS-1. Entre las enzimas que pueden
fosforilar las serinas de IRS-1 se incluyen JNK (c-Jun NH2-terminal cinasa), IKKβ (inhibidor
de la subunidad β de la cinasa del factor nuclear kappa B), S6 cinasa 1 y PKCθ. La inactivación de
estas enzimas disminuye la resistencia a la insulina inducida por ácidos grasos. La demostración
de que la eliminación de algunos sitios de fosforilación de serinas de IRS-1 en el ratón se asocia
con resistencia contra el desarrollo de resistencia a la insulina en el tejido muscular sustenta el pa-
pel de la fosforilación de las serinas de IRS-1 en la génesis de la resistencia a la insulina en el tejido
muscular. Por otra parte, los ácidos grasos cambian la composición de las membranas e inducen la
acumulación intracelular de compuestos como el diacilglicerol. Esta molécula es un activador de
la PKCθ (enzima que fosforila las serinas de IRS-1 y altera la cascada de señalización del receptor
de insulina). La actividad de PKCθ aumenta durante la exposición a concentración alta de ácidos
grasos. Lo mismo sucede con otras isoformas (β y δ) de la PKC. Otros metabolitos resultantes
del metabolismo de los ácidos grasos (p. ej., ceramida, ácido graso acil-CoA) también inducen
fosforilación de serinas de los IRS-1. Un mecanismo adicional por el que los ácidos grasos pueden
causar resistencia a la insulina es su acción como ligandos del receptor TLR4 (toll like receptor 4).
Éste desempeña un papel central en la inmunidad congénita.7 Su participación en la génesis de la
Encuesta Encuesta
Nacional Cambio Encuesta Cambio Nacional
de Enfermedades porcentual Nacional de porcentual de Salud y
Crónicas 1994 1994-2000 Salud 2000 2000-2006 Nutrición 2006
(%) (%) (%) (%) (%)
NCEP 2004) y la propuesta por la Federación Internacional de Diabetes (IDF).12 Las tres versio-
nes identifican poblaciones distintas que comparten grados variables de diabetes o complicaciones
cardiovasculares. Difieren entre sí en puntos de corte para diagnosticar anormalidades de la con-
centración de glucosa y el perímetro de la cintura.14 La sensibilidad es mayor en la definición de la
IDF y por ende detecta mayor número de casos. En el extremo opuesto se encuentra la definición
del NCEP 2001. La versión más utilizada en la literatura es la de AHA/NCEP 2004. Las pre-
valencias del síndrome metabólico en la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT)
2006 fueron: 36.8% con la definición de NCEP 2001, 41.6% de acuerdo con los criterios de
AHA/NCEP 2004 y 52.5% con la definición de la IDF.15
Los factores étnicos y sociodemográficos determinan la prevalencia del síndrome metabólico,
que de acuerdo con los criterios de AHA/NCEP 2004 es mayor en mujeres (47.4%) que en hom-
bres (34.7%) y aumenta en proporción directa con la edad. Pese a ello, la prevalencia es alta en
adultos jóvenes (20 a 39 años = 27.9% [IC 95%, 25.2-30.7%]). La prevalencia mayor se observó
en mayores de 60 años (60.8% [IC 95%, 56.4-65%]). El síndrome metabólico es menos frecuen-
te en zonas rurales (35% [IC 95%, 31.8 a 38.6%]) que en zonas urbanas y metropolitanas, entre
las cuales no hay diferencias (42.8 vs. 43.6%, respectivamente). La prevalencia es mayor en grupos
con menor educación. No se observaron diferencias significativas en la prevalencia entre las regio-
nes del país. El síndrome metabólico está presente en 72.6% de los pacientes obesos, 39.4% de
las personas con sobrepeso, 16.2% de las personas con IMC < 25 kg/m2, 87.5% de los casos con
diabetes, 71.2% de los sujetos con hipertrigliceridemia, 70.5% de los hipertensos y 47.6% de los
casos con concentraciones bajas de colesterol HDL. Por ende, el tratamiento del síndrome meta-
bólico forma parte del manejo de un alto porcentaje de las enfermedades crónicas más comunes.
El porcentaje de adultos con diabetes creció entre las tres encuestas nacionales (1993 a 2006).
En 1993, la prevalencia de diabetes era de 6.7% (4.6% de casos diagnosticados en forma previa
y 2.1% diagnosticados durante la encuesta). En 2000, la prevalencia fue de 7.5% (5.8% de casos
diagnosticados de forma previa y 1.7% diagnosticados durante la encuesta). En 2006, la prevalen-
cia fue de 14.4% (7.3% de casos diagnosticados en forma previa y 7.1% de nuevo diagnóstico).13
Se estima que 7.3 millones de mexicanos tienen diabetes, de los cuales 3.7 millones conocen su
diagnóstico. Cerca de 60% de los casos se diagnosticaron cinco o más años antes del levantamien-
to de la encuesta.
La prevalencia aumentó tanto en hombres como en mujeres. Los porcentajes de mujeres
afectadas por la diabetes en 1993, 2000 y 2006 fueron de 6.8, 7.8 y 13.2%, respectivamente.
Los porcentajes correspondientes para los hombres fueron de 6.6, 7.2 y 15.8%. La enfermedad
es más frecuente en zonas urbanas que en rurales (15.5 vs. 10.4%). La diabetes es más común en
el norte y centro del país; su prevalencia aumenta en proporción directa con el ingreso promedio
de las familias.
El índice de masa corporal es un determinante de la prevalencia de diabetes. La enfermedad
es más común en personas con IMC > 30 kg/m2 (18.5%). Empero, aun la población no obesa
tiene prevalencias mayores a las descritas en la mayor parte de los países europeos (IMC < 25 kg/
m2 = 9%, IMC 25-29.9 kg/m2 = 15.4%). Por lo tanto, una estrategia para contener el crecimien-
to de la diabetes es disminuir la prevalencia de obesidad.
La prevalencia de la enfermedad aumenta en proporción directa con la edad. En 2006, el
mayor porcentaje se encontró en casos con edades de 60 a 70 años (32.6%). En contraste, la
prevalencia en menores de 40 años es 5.8%; de éstos, la mayoría desconocía su diagnóstico. Sin
embargo, al estimar el número de casos, 22.7% de las personas con diabetes tienen menos de
40 años,16 debido a que la población mexicana está compuesta por adultos jóvenes. El inicio
temprano de la enfermedad en uno de cada cinco casos aumenta el impacto social y económico
de la diabetes, ya que incrementa la probabilidad de sufrir complicaciones crónicas e incapacidad
prematura en etapas productivas de la vida. En el periodo 1993 a 2006, la prevalencia de diabetes
de inicio temprano (definida como la aparición de hiperglucemia antes de los 40 años) aumentó
3.22 veces. El número de personas afectadas por la diabetes de inicio temprano creció de 318 400
en 1993 a 1 662 870 en 2006. La contribución de la diabetes de inicio temprano a la carga de
enfermedad causada por diabetes es de magnitud similar en México a lo descrito en países que
tienen las prevalencias más altas del mundo (India, poblaciones del sur de Asia e indígenas resi-
dentes en Estados Unidos).
La diabetes tipo 2 se acompaña de comorbilidades que requieren tratarse para la prevención
de complicaciones crónicas. Del total de casos, 49.1% tiene concentraciones de colesterol LDL
mayores de 130 mg/100 ml; por esta característica, requieren tratamiento con un medicamento
hipolipemiante (es decir, una estatina).17 Menos de 5% de las personas con diabetes tienen las
concentraciones recomendadas de colesterol, triglicéridos y colesterol HDL. Tal observación im-
plica que la mayor parte de los casos requerirá intervenciones terapéuticas con el fin de alcanzar
los objetivos de tratamiento relacionados con lípidos sanguíneos. Además, 50% de las personas
con diabetes tienen hipertensión arterial. De ellos, 80% recibe uno o más medicamentos antihi-
pertensivos. Las infecciones de vías urinarias son otra comorbilidad común; su presencia acelera
el daño renal causado por la diabetes. En la Encuesta Nacional de Salud de 2000, 25.8% de las
personas con diabetes habían sufrido infección de vías urinarias desde la detección de la hiperglu-
cemia. Por último, un porcentaje significativo de los casos con diabetes son obesos o consumen de
modo regular tabaco o alcohol. La corrección de las conductas que determinan tales alteraciones
es parte del tratamiento de la diabetes. Por lo anterior, la prevención de las complicaciones cróni-
cas depende de la implementación de varias intervenciones que requiere un alto porcentaje de los
sujetos diabéticos. La multiplicidad de fármacos y personal médico implicado aumenta el costo
directo de la enfermedad.
y cardiacos, visceromegalias, alteraciones en la forma de los pies, lesiones en las plantas, micosis,
pulsos en miembros inferiores y exploración de la sensibilidad superficial y profunda.
Exámenes de laboratorio
La evaluación clínica se completa con los siguientes exámenes: glucemia de ayuno, hemoglobina
glucosilada (HbA1c), colesterol, triglicéridos, colesterol HDL, creatinina sérica, examen gene-
ral de orina, detección de microalbuminuria (en la muestra es recomendable medir la relación
albumina/creatinina o registrar el tiempo de colección de la muestra) y electrocardiograma. Es
recomendable descartar la existencia de hipotiroidismo mediante la concentración de tirotropina
(TSH) sérica en casos con bocio, cuadro clínico o en mayores de 50 años de edad.
jeres deberán tener un método anticonceptivo eficaz. El paciente debe medir de modo regular su
concentración de glucosa capilar. La frecuencia dependerá de la intensidad del control metabólico
deseado y de lo complejo del tratamiento. El paciente deberá llevar un registro de las mediciones
y recibir instrucciones sobre las acciones que debe realizar cuando las concentraciones de glucosa
son anormalmente altas o bajas.
La vigilancia en casa se complementa con visitas médicas cuya frecuencia debe seleccionar-
se de acuerdo con las características del paciente. En cada visita se deben registrar las metas de
tratamiento, el tratamiento actual, el peso y la presión arterial; asimismo, se debe realizar una
búsqueda intencionada de complicaciones crónicas y un examen de los pies. Un oftalmólogo debe
revisar el fondo de ojo cuando menos una vez al año. La medición de HbA1c, lípidos séricos y
microalbuminuria debe repetirse también una vez al año como mínimo. De manera ideal, en las
consultas subsecuentes y cuando menos una vez al año, debe realizarse un reforzamiento continuo
de los conocimientos sobre la dieta, el ejercicio, los métodos de medición de glucosa capilar y el
cuidado de los pies.
La detección oportuna de alguna de las complicaciones crónicas permitirá el empleo de me-
dicamentos que retrasen su progresión. El tratamiento de estas complicaciones queda fuera del
alcance de esta publicación; sólo se mencionarán las principales medidas que deben tomarse al
momento de su detección:
• Neuropatía: la optimización del control metabólico reduce los síntomas de manera signifi-
cativa. El empleo de antidepresivos o anticonvulsivos también es útil para controlar los sínto-
mas. En pacientes con diarrea intensa, resulta de utilidad el uso de tetraciclinas. El consumo
de fibra reduce el estreñimiento.
• Nefropatía: la presencia de albúmina en orina es la primera manifestación de esta compli-
cación. El empleo de inhibidores de la enzima convertidora disminuye la progresión del
daño renal. Otras medidas útiles son la reducción del consumo de proteínas y el empleo de
antagonistas del calcio o bloqueadores beta. La normalización de la presión arterial y de los
lípidos séricos es parte fundamental del tratamiento.
• Retinopatía: la detección de anormalidades en el fondo de ojo (exudados, hemorragias o
microaneurismas) es indicación suficiente para obligar a que el oftalmólogo realice una eva-
luación a la brevedad. El empleo de un control intensivo de la glucemia está contraindicado
en pacientes con retinopatía grave o rápidamente progresiva. El control de la presión arterial
es fundamental.
• Complicaciones vasculares: la detección de insuficiencia vascular cerebral o de miembros
inferiores, así como de cardiopatía isquémica, es indicación para obtener un mejor control de
los distintos factores de riesgo cardiovascular. La normalización de los lípidos séricos y de la
presión arterial, la suspensión del tabaquismo y la eliminación de la hiperglucemia son parte
del tratamiento. Se deben evitar episodios de hipoglucemia, ya que pueden provocar un epi-
sodio isquémico. El empleo crónico de aspirina en dosis bajas es un arma útil en estos casos.
• Complicaciones en los pies: se debe evaluar la presencia de neuropatía y/o insuficiencia
arterial. En caso de infección se debe evitar la deambulación e iniciar la administración de
antibióticos orales o parenterales de acuerdo con la gravedad de la lesión. El empleo de zapa-
tos adecuados o de plantillas es indispensable para evitar la aparición de nuevas lesiones. La
erradicación de la tinea pedis es parte importante del tratamiento crónico. Es recomendable
la incorporación de un podiatra en el tratamiento crónico de estos casos.
sulfonilureas.18 El incremento del peso corporal induce una nueva falla secundaria y dificulta el
tratamiento de las comorbilidades. Datos del UKPDS muestran que el aumento de peso debido
al uso de insulina o hipoglucemiantes orales no tiene un efecto adverso sobre la sobrevida, siem-
pre y cuando se asocie con mejoría en el control metabólico. En este subgrupo de pacientes un
aumento de peso de 6% se asoció con reducción de 25% en las complicaciones microvasculares
y de 13% en las relacionadas con la diabetes. Sin embargo, es probable que el aumento de peso
obligue a adicionar un segundo o tercer medicamento hipoglucemiante para mantener el mismo
grado de control metabólico.
Por lo anterior, debe evitarse el aumento continuo de peso en la persona con diabetes y la
normalización debe considerarse como una meta más del tratamiento de la diabetes tipo 2. Algu-
nas opciones son los inhibidores de DPPIV, que tienen un efecto neutro sobre el peso. Su mayor
limitante es una acción hipoglucemiante moderada (inducen disminución de 0.5 a 1% de la con-
centración de HbA1c), por lo que sólo son útiles en casos con hiperglucemia < 8%. Los análogos
de GLP1 (exenatida y liraglutida) son una alternativa, ya que inducen saciedad y se asocian con
pérdida ponderal de 2 a 4 kg. Su costo, efectos colaterales (náusea, plenitud posprandial, dolor
abdominal), capacidad hipoglucemiante moderada (0.8 a 1.5% del valor inicial de la HbA1c) y la
administración subcutánea son sus mayores limitantes.
El empleo de insulina es necesario en un alto porcentaje de pacientes. Sus indicaciones son
descontrol metabólico grave (HbA1c > 9%), casos con peso subnormal debido a la hipergluce-
mia, episodios de estrés intercurrentes, embarazo o alteraciones que impidan el empleo de la vía
oral. Con frecuencia es posible suspender el uso de insulina cuando su administración elimina
los efectos tóxicos de la hiperglucemia sobre la secreción de esta hormona, y alcanzar el control
deseado con una sulfonilurea o una combinación de sulfonilurea más metformina. Hay un rezago
importante en el empleo de insulina en nuestro país. Como resultado, los pacientes se exponen a
periodos prolongados de hiperglucemia. La combinación de hipoglucemiantes orales (una sulfo-
nilurea más metformina) más una dosis nocturna de insulina de acción intermedia (0.15 U por
kg de peso) o prolongada es una opción de fácil implementación, que puede corregir la mayor
parte de las insuficiencias secundarias. Éste es el esquema de insulina que tiene el menor riesgo de
inducir ganancia ponderal o hipoglucemias.
Por último, tal como suele suceder con cualquier enfermedad crónica, es recomendable el
empleo de fármacos que requieran una sola administración diaria, de bajo costo y escasos efectos
colaterales.
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DEFINICIÓN
La amenorrea se define como la ausencia de menstruación y se considera fisiológica antes de la
pubertad, durante el embarazo, la lactancia y después de la menopausia.1 Se puede dividir en
primaria y secundaria.
Amenorrea primaria
• Ausencia de menstruación y de caracteres sexuales secundarios a los 14 años de edad.
• Ausencia de menstruación, a pesar de estar presentes los caracteres sexuales secundarios, a
los 16 años.
La amenorrea primaria puede ser eugonadal o hipogonadal. Esta última se debe a un estado hiper-
gonadotrópico o hipogonadotrópico.
Amenorrea secundaria
Es la ausencia de menstruación por un lapso de 90 días o tres ciclos en una mujer con menstrua-
ciones previas.
La amenorrea puede deberse a alteraciones en distintos órganos y tejidos, como el hipotála-
mo, la hipófisis, los ovarios, los órganos efectores terminales y los tejidos endocrinos periféricos,
de acuerdo con la clasificación de la Organización Mundial de la Salud (cuadro 9-1).
107
Tomado de: Carranza LS (ed). Introducción a la endocrinología ginecológica. México: Trillas, 2011.
Hiperprolactinemia2,3
Esta entidad comprende enfermedades o bien estados no patológicos relacionados con el incre-
mento en las concentraciones circulantes de prolactina (PRL). Dicho incremento se vincula con
disfunción ovulatoria de diversa magnitud (la cual se define por cifras de PRL > 20 ng/ml). Den-
tro de las causas más comunes se encuentran:
• Hipotiroidismo primario: el aumento de TRH estimula de manera secundaria la secreción
de PRL.
• Farmacológicas: el uso de fármacos antipsicóticos como fenotiazinas, butirofenonas, inhi-
bidores de la monoaminooxidasa (MAO) y antidepresivos tricíclicos; de antihipertensivos
como metildopa y verapamilo, que bloquean la generación de dopamina hipotalámica, y de
fármacos utilizados en los trastornos acidopépticos como metoclopramida y cisaprida, que
antagonizan los receptores D2.
Otras alteraciones asociadas con hiperprolactinemia son: lesiones torácicas, poliquistosis ovárica,
daño hipotalámico o del tallo hipofisario, producción ectópica, estrés. En 30 a 40% de los casos
la hiperprolactinemia es idiopática.
Hay tumores hipofisarios que producen PRL.2,4 Estas neoplasias se clasifican en microadeno-
mas, si son < 10 mm, y macroadenomas cuando son ≥ 10 mm.
El crecimiento tumoral, en especial de los macroadenomas, puede alcanzar la región suprase-
lar y ocasionar compresión del quiasma óptico con el consecuente síndrome quiasmático. Puede
haber oftalmoplejía que afecta los nervios craneales III, IV, V1, V2 y VI. Otras complicaciones po-
sibles son la compresión del tallo hipofisario, la disfunción hipotalámica y la apoplejía hipofisaria.
Puede haber galactorrea, trastornos menstruales, cefalea y hemianopsia.
La hiperprolactinemia de larga evolución no tratada se asocia con hipoestrogenismo y es
causa de osteopenia u osteoporosis.
Síndrome de Sheehan
Es la necrosis aguda de la hipófisis anterior después de un parto con sangrado excesivo. Su primera
manifestación es la ausencia de lactancia después del parto y la falta de retorno de los ciclos mens-
truales. De manera posterior se presentan síntomas de hipotiroidismo e hipocorticismo, aunque
la deficiencia de todas las hormonas hipofisarias no siempre es completa.
Apoplejía hipofisaria
Es el infarto de un tumor hipofisario con la consiguiente hemorragia y edema. Se presenta de ma-
nera aguda, con dolor retroorbitario muy intenso, náusea y vómito, así como datos de compresión
del nervio óptico y otros pares craneales. Puede poner en peligro la vida.
DIAGNÓSTICO
Debe realizarse un interrogatorio adecuado para descartar situaciones como estrés, dietas exagera-
das, anorexia nerviosa, ingesta de medicamentos, antecedentes de ingestión de fármacos inducto-
res de hiperprolactinemia, síntomas y signos de hipotiroidismo, etcétera.6
Amenorrea primaria
Si la paciente presenta amenorrea primaria en la evaluación inicial es importante determinar la
estatura, brazada y datos de feminización como desarrollo mamario y aparición de vello púbico,
de acuerdo con la clasificación de Tanner. Además se investiga presencia o ausencia de útero, para
orientar las posibilidades diagnósticas y los estudios más adecuados (figura 9-1):
• De modo inicial deberá realizarse la determinación de LH, FSH, estradiol (E2) y hormona es-
timulante de la tiroides (TSH). Asimismo, deberá efectuarse ultrasonido pélvico para evaluar
la presencia y características del útero y los anexos.
Amenorrea
primaria
Figura 9-1. Flujograma diagnóstico de la amenorrea primaria. Tomada de: Ablanedo AJ. Estados hiper-
prolactinémicos. En: Carranza LS (ed). Fundamentos de endocrinología ginecológica y reproductiva. México:
Masson Doyma, 2003.
Tratamiento farmacológico
Cuando la causa es disgenesia gonadal X0, sólo se debe informar a la paciente y administrar tra-
tamiento de sustitución con estrógeno y progestágeno. En casos con insensibilidad a andrógenos
o disgenesia gonadal mixta XY, se deberán extirpar las gónadas por laparoscopia o laparotomía
exploradora, para evitar el riesgo de malignización. Después se instituirá tratamiento de susti-
tución con estrógenos; en caso de haber rudimentos uterinos se deben prescribir estrógenos y
progestágenos.
Cuando la causa es hipotalámica-hipofisaria hay varias formas de tratarla. En primer lugar
deben administrarse estrógenos y progestágenos para lograr el desarrollo de caracteres sexuales
secundarios. Este tratamiento debe mantenerse por tiempo indefinido. Cuando la mujer desee
embarazarse se deberá inducir ovulación, que puede lograrse de dos maneras:
En ambos casos se deberán establecer las concentraciones de progesterona en suero siete días des-
pués de la administración de la hCG, para documentar la ovulación.8
En los casos con himen imperforado o tabiques transversos, éstos deberán corregirse en forma
quirúrgica por medio de la incisión en X del himen o bien la resección del tabique transverso.
En el síndrome de Rokitansky, cuando la mujer vaya a iniciar su vida sexual, deberá realizarse
una neovagina con alguna de las diversas técnicas descritas; la más común es la de McIndoe, en
la que se aplica un colgajo libre de piel sobre el túnel recién abierto en el tabique rectovesical.9
En caso de hiperprolactinemia hay varias alternativas, como:10,11,12
Tratamiento quirúrgico
El tratamiento quirúrgico del prolactinoma debe reservarse para casos complicados con hemorra-
gia (apoplejía); compresión del quiasma óptico que no mejora o empeora a pesar del tratamiento
médico en un plazo razonable (una o dos semanas); ausencia de respuesta al tratamiento médico
(adenoma quístico, sospecha de carcinoma), o intolerancia grave a los medicamentos.
Fisiopatología
Dentro de las causas del SOP se han descrito defectos en el hipotálamo (dopamina, opioides),
en la hipófisis (sensibilidad a LH) y en las glándulas suprarrenales (hiperandrogenismo). Tanto
la obesidad como la resistencia a la insulina (RI) modifican estas alteraciones. El incremento en la
producción de LH estimula la producción excesiva de andrógenos por los ovarios, en tanto que
la hiperinsulinemia conduce a incremento de los efectos hipofisarios, y al hiperandrogenismo
ovárico y suprarrenal. La conjunción de varios factores, entre los que se incluyen la conversión
periférica de testosterona (T) en E2 y la disminución de SHBG, explican el estado de aumento
estrogénico que incide en la hipófisis e incrementa la sensibilidad suprarrenal.15
Cuadro clínico
Los datos clínicos que se aceptan por lo general en torno a este trastorno son:16 hiperandrogenis-
mo, disfunción ovulatoria y ovarios poliquísticos.
Hiperandrogenismo
Se manifiesta como crecimiento indeseado de pelo o hirsutismo, seborrea, acné, y alopecia andro-
génica o calvicie de patrón masculino. Debe diferenciarse de la virilización, en la que hay mascu-
linización de la musculatura corporal, calvicie extensa y clitoromegalia.
El hirsutismo es la presencia de pelo terminal en cara y/o cuerpo con un patrón masculino, y
para su clasificación se utiliza la escala de Ferriman y Gallwey (figura 9-2).17
La producción de andrógenos en mujeres se lleva a cabo en tres lugares: ovarios, glándulas
suprarrenales y tejidos periféricos. La medición de T permite valorar la producción ovárica de la
síntesis de andrógenos, y la de sulfato de dehidroepiandrosterona (DHEA-S), la de origen supra-
renal. Para que la T ejerza sus efectos biológicos se requiere la conversión a dihidrotestosterona
(DHT), para lo cual es necesaria la enzima 5α-reductasa.
La androstenediona (A4) también se utiliza para diagnosticar la hiperandrogenemia y tiene un
componente ovárico y suprarrenal.
Disfunción ovulatoria
Los trastornos menstruales más frecuentes son las irregularidades, que se presentan en 25 a 85%,
y la amenorrea en 20%. De 5 a 10% de las pacientes tienen ciclos menstruales regulares y ovulan,
lo cual no excluye el diagnóstico.
Ovarios poliquísticos
El diagnóstico por ultrasonido se establece cuando se encuentran 12 folículos antrales por ovario
con volumen ovárico mayor de 10 ml, sin considerar la distribución o el área estromal. No se debe
confundir con el ovario multifolicular.
Figura 9-2. Clasificación del hirsutismo según Ferriman y Gallwey (0: sin pelo terminal; 4: francamente viril). Normal: 0-7 puntos; leve: 8-18
puntos; moderado: 19-27 puntos; intenso: 28-36 puntos. Tomada de: Hatch R, Rosenfield RL, Kim MH, et al. Hirsutism: implications, etiology,
and management. Am J Obstet Gynecol, 1981;140:815-821.
11/09/12 16:19
Amenorrea, dismenorrea y síndrome de ovarios poliquísticos 115
Cuadro clínico
Consiste en trastorno menstrual, promenorrea (adelantos de más de cinco días a la fecha esperada
de menstruación), opsomenorrea (retrasos de más de cinco días) o amenorrea. Puede haber o no
hirsutismo, que debe clasificarse mediante la escala de Ferriman y Gallwey.17 Es necesario analizar
su cronología y velocidad de desarrollo, e investigar uso de medicamentos vinculados.
Diagnóstico
Amenorrea secundaria. En este caso la exploración también es de suma importancia. Se deben
evaluar peso, talla, presencia de hirsutismo, galactorrea, acantosis nigricans, etc. En una paciente
con amenorrea secundaria siempre hay que sospechar embarazo, que deberá descartarse mediante
examen clínico y pruebas diagnósticas específicas y sensibles.
En presencia de opsomenorrea o amenorrea no mayor a seis meses, basta con medir PRL y
TSH al principio. En caso de amenorrea mayor a seis meses es necesario medir además LH, FSH
y E2. Si además hay hirsutismo se deberá incluir la determinación de andrógenos como A4,
DHEA-S y T. Las concentraciones de PRL pueden ser normales o altas; su abordaje y tratamiento
deberá realizarse como se indicó en párrafos anteriores.
La TSH alta detecta hipotiroidismo, lo cual amerita la determinación de T3, T4 y T4 libre
(T4L). Esto permitirá diferenciar entre hipotiroidismo clínico o subclínico.
Cuando sea necesario determinar andrógenos, el predominio de alguno de ellos orienta hacia
la fuente productora de los mismos. En casos en que sea muy necesario determinar LH, FSH y
E2, las principales posibilidades son: LH y FSH altas, y E2 bajo, indican falla ovárica; LH, FSH
y E2 bajos llevan a pensar en amenorrea de origen hipotalámico.
La RI se diagnostica mediante diversas pruebas, como la del pinzamiento glucémico insuliné-
mico; el índice glucosa/insulina que indica la presencia de RI cuando se tienen cocientes menores
a 4.5; valores de insulina en ayunas de 14 mU/L o mayores, o bien el índice HOMA (insulina
mU/L × glucosa mmol/L ÷ 22.5) en la que un valor de 3.2 o mayor establece el diagnóstico.
Cuando no es posible determinar hormonas o después de su determinación, la administra-
ción diaria por cinco días de los progestágenos acetato de medroxiprogesterona oral (5 mg) o
acetato de clormadinona (2 mg) desencadena un sangrado que dura dos a siete días después de
finalizar el tratamiento.
Amenorrea
secundaria
Ultrasonido Ultrasonido
con ovario con ovario
poliquístico multifolicular
Andrógenos Andrógenos
elevados normales
Manejo
Valorar 17-
de anovulación
OH-P4
Elevadas Normal
Descartar Manejo
hiperplasia suprarrenal de SOP
congénita
Hirsutismo
Clasificación
de Ferriman y Gallwey
Determinación de T, A4 y DHEA-S
Determinación de 17-OH-P4
Origen
Elevada Limítrofe Suprarrenal
ovárico
Hiperplasia Prueba
suprarrenal congénita ACTH
Síndrome de ovarios
poliquísticos
Hormonales Clomifeno
Progestágeno
combinados más asociado
metformina a metformina
Menotropinas
o FSH recombinante
7. En los casos de amenorreas funcionales se debe corregir el peso y complementarse con eva-
luación psicológica y psiquiátrica.
8. En caso de tumores ováricos o suprarrenales e hipertecosis del estroma ovárico, el tratamiento
es quirúrgico.
9. Para la hiperplasia suprarrenal congénita de inicio tardío se utilizan glucocorticoides como
dexametasona (0.2 a 0.5 mg/día), o prednisona (2.5 a 7.5 mg/día).
10. Para la resistencia a la insulina se puede utilizar metformina en dosis de 500 a 1 500 mg/
día.22-23
Espironolactona
Es un antagonista de la aldosterona con efecto antiandrogénico débil. Inhibe las enzimas asociadas
con el citocromo P-450, que está implicado en la esteroidogénesis ovárica y suprarrenal. La dosis
es de 100 a 200 mg/día.
Hirsutismo
Hiperandrogenismo Idiopático
Hormonales
Corticosteroides
combinados
Antiandrógenos
Supresión suprarrenal
Se prescriben glucocorticoides como dexametasona en dosis de 0.2 a 0.5 mg/día o prednisona,
5 a 10 mg/día por la noche19 (figura 9-6).
DISMENORREA19,24
Definición
Desde el punto de vista etimológico, la palabra dismenorrea significa menstruación difícil. En la
práctica cotidiana el término se utiliza para referirse a la menstruación dolorosa. Se clasifica como
dismenorrea primaria o secundaria; en la primera no hay causa orgánica a la que pueda atribuirse
el problema, en tanto que la segunda se debe a causas orgánicas como endometriosis, miomatosis,
adenomiosis y enfermedad pélvica inflamatoria.
Cuadro clínico
La dismenorrea primaria es más común durante la adolescencia, en los primeros años posteriores a
la menarca. Por lo general se presenta al inicio del sangrado menstrual y no tiende a ser progresiva.
En casos graves puede acompañarse de náusea, diarrea y cefalea. La dismenorrea secundaria se
presenta entre los 30 y 40 años, es progresiva y en ocasiones el dolor se presenta antes del sangrado
menstrual.
Fisiopatología
Dismenorrea primaria
Se debe a hipercontractilidad uterina, la cual se asocia con isquemia en el miometrio. Ésta se ha
vinculado con concentraciones altas de PGF2α y PGE2. El mecanismo que aumenta la concentra-
ción de estas prostaglandinas no se conoce por completo.
Dismenorrea secundaria
La endometriosis25 es la presencia de endometrio funcional (glándulas y estroma) fuera de la
cavidad uterina. Tiene una alta incidencia, ya que en promedio afecta a 10% de las mujeres: 6.2
a 10.3% de la población general, 19% de las mujeres infértiles y 24% de las que sufren dolor
pélvico.
Metaplasia celómica
Se basa en que el mesotelio peritoneal es totipotencial, y por lo tanto puede cambiar a cualquier
tejido con la influencia de algún estímulo.
Yatrógena
Se ha observado la presencia de focos de endometriosis en sitios de episiotomías, incisiones de pa-
red en cesáreas u otros procedimientos ginecológicos, debido al implante mecánico de glándulas
endometriales en el momento del procedimiento quirúrgico.
Inmunitaria
Debido a alteraciones inmunitarias, las células ectópicas no se reconocen como extrañas y por
tanto se permite su proliferación. Las concentraciones aumentadas de interleucina-1β (IL-1β),
interleucina-6 y factor de necrosis tumoral (TNF) aumentan la adhesión del tejido endometrial
descamado en la superficie peritoneal y las metaloproteasas membranales pueden promover la
implantación de los fragmentos. La proteína quimioatrayente de monocitos-1 (MCP-1), la inter-
leucina-8 (IL-8) y la llamada RANTES (citocina expresada y secretada por el linfocito T normal
en función de su grado de activación) atraen a los granulocitos (células asesinas naturales) y ma-
crófagos, los cuales se mantienen en las lesiones por mecanismos autorregulatorios.
Hormonal
Se sabe que la producción de estrógenos es necesaria para la continuación de la endometriosis. La
producción de estrógenos puede ser ovárica, periférica o llevarse a cabo en los mismos implantes
(en este último caso, está mediada por la prostaglandina E2, que estimula a la célula estromal
endometriósica para que produzca estrógeno).
El receptor para prostaglandinas EP2 incrementa las concentraciones del monofosfato cícli-
co de adenosina (AMPc), que induce la expresión de la proteína reguladora aguda de esteroides
(STAR) y la CYP19A1 aromatasa en las células endometriósicas. El receptor nuclear SF1 está
presente en estas células y es responsable de la activación de la STAR y el CYP19A1. Se ha encon-
trado que la expresión de aromatasa y la biosíntesis de estradiol (E2) se presenta en el implante per
se. Se cree que el sangrado cíclico in situ conduce a un foco inflamatorio crónico, liberación de
citocinas y activación del dolor mediado por prostaglandinas o la infiltración nerviosa. Más aún,
el medio inflamatorio aumentado puede resultar en sensibilización de los nociceptores de las neu-
ronas centrales. Se ha propuesto que se requiere la expresión del ácido hialurónico y su receptor
CD44 para la adhesión inicial.
El aumento en la expresión de IL-6 y TNF en el endometrio normal puede predisponer a
la adhesión del reflujo endometrial. Asimismo, las metaloproteasas de matriz y sus inhibidores
son activados y responden (de manera respectiva) en la fase lútea tardía después de la supresión
hormonal. Se ha planteado que el potencial angiogénico del medio intraperitoneal predice la pro-
babilidad de que la lesión se establezca. El aumento en IL-1β aumenta el potencial angiogénico
de la lesión endometriósica.
Respecto a la fibrosis, se ha encontrado que el factor de crecimiento transformador beta
(TGF-β) está implicado en la formación de adherencias.
Inmunorregulación
En mujeres normales, los detritos menstruales se eliminan sin pérdida de su tolerancia inmunita-
ria. Es probable que este proceso esté mediado por las células T CD8+ y citocinas inmunosupre-
soras (IL-13, IL-IRA), de modo que los implantes son reconocidos por inflamación crónica si la
tolerancia se pierde en la endometriosis.
La molécula de adhesión intercelular-1 (ICAM-1), que puede intervenir en la inmunovigi-
lancia, se encuentra aumentada en la endometriosis y permite que el tejido endometrial evite la
depuración. Las células NK eliminan a las células regurgitadas, y se ha observado disminución
en la citotoxicidad de estos centros de células endometriales y hematopoyéticas; asimismo, se ha
encontrado que el líquido peritoneal tiene mayor actividad soluble supresiva de las células asesinas
naturales.
Diagnóstico
Cuadro clínico
El síntoma más importante es dismenorrea secundaria progresiva, que puede acompañarse de
dispareunia, disuria y disquesia. La dismenorrea se presenta tiempo después de la menarca; por lo
general se manifiesta días antes de la menstruación y puede persistir hasta varios días después de
que ésta concluya, a diferencia de la dismenorrea primaria, que casi siempre coincide con el inicio
Exploración física
Pueden encontrarse estos signos:
Superficial 1 2 4
Profunda 2 4 6
Superficial 1 2 4
D
Ovario
Profunda 4 16 20
Superficial 1 2 4
I
Profunda 4 16 20
Obliteracion del fondo Parcial Completa
de saco posterior 4 40
Adherencias < 1/3 1/3 - 2/3 > 2/3
Tenues 1 2 4
D
Ovario
Densas 4 8 16
Tenues 1 2 4
I
Densas 4 8 16
Tenues 1 2 4
D
Trompa
Densas 4* 8* 16
Tenues 1 2 4
I
Densas 4* 8* 16
* Si el extremo fimbriado de la trompa uterina está completamente comprometido, cambie la asignación de puntaje a 16.
Anote la apariencia de los tipos de implantes superficiales como rojo, [(R), rojo-rosado, en llamas, implantes vesiculares,
vesículas transparentes], Blanco [(B), opacas, defectos peritoneales], amarillo-café o negro [(N), depósitos de hemosiderina,
azul]. Anote el porcentaje del total como R___%, B___% y N___%. El total debe ser igual a 100%.
Para usarse con las trompas y ovarios normales Para usarse con las trompas y ovarios anormales
I D I D
Figura 9-7. Clasificación de la endometriosis. Tomada de: Revised American Society for Reproductive Medi-
cine classification of endometriosis: 1996. Fertil Steril, 1997;67:817-821.
Tratamiento de la endometriosis
Tratamiento médico
• Seudoembarazo. Uno de los tratamientos más antiguos es el uso de estrógenos más proges-
tágenos en forma continua, con el fin de imitar un embarazo. Estas hormonas se administran
por periodos mínimos de seis meses de manera ininterrumpida. Este tipo de tratamiento,
además de producir decidualización de los implantes, disminuye la actividad de aromatasa.30
• Danazol.31 Es uno de los tratamientos de primera elección. Este fármaco es un derivado de
la 17α-etiniltestosterona, que disminuye la producción de FSH y de LH, con el consiguiente
hipoestrogenismo. Además tiene efecto progestacional y androgénico, lo que provoca deci-
dualización y atrofia endometrial y de los implantes endometriósicos. Estos tres efectos pro-
vocan amenorrea en la paciente, por lo tanto ausencia de reflujo tubario y menor exposición
de los órganos pélvicos a las células endometriales. Se ha observado que este tratamiento
inhibe la aromatasa.32
La dosis inicial recomendada es de 600 mg al día, repartida en tres tomas, con inicio
en el primer día del ciclo. En el caso de que no se presente amenorrea se aumenta la dosis en
100 mg hasta un máximo de 800 mg/día. El tiempo recomendado de tratamiento es de seis
meses.
Con este tratamiento el dolor pélvico secundario a endometriosis leve y moderada dis-
minuye hasta en 90% de las pacientes. Los implantes disminuyen 62% en casos de endo-
metriosis leve a moderada y 35% en casos de enfermedad grave. Los efectos colaterales son
aumento de peso, hirsutismo, acné, cambios del estado de ánimo y disminución del volumen
mamario. También ocasiona incremento en el colesterol de lipoproteínas de baja densidad
(LDL-C) y disminución en el colesterol de lipoproteínas de alta densidad (HDL-C). Otro
efecto poco común es el cambio en el timbre de voz; éste es irreversible, por lo que tan pronto
se detecte, debe suspenderse el tratamiento.
• Análogos de la GnRH (GnRHa).33 Para la estimulación de la hipófisis se requiere la estimu-
lación pulsátil mediante hormona liberadora de gonadotropinas (GnRH). La estimulación
tónica ocasiona desensibilización de la hipófisis y por lo tanto inhibición de la secreción
gonadotrópica. Al tener una vida media más larga y una mayor afinidad con el receptor en
el gonadotropo, los agonistas de la GnRHa permiten este efecto.
• Tratamiento quirúrgico. Hay varias modalidades de tratamiento quirúrgico, que puede lle-
varse a cabo en forma abierta o por laparoscopia; consiste en erradicar los focos endometriósi-
cos con láser, electrocirugía o termoablación. Asimismo, es útil realizar adherenciólisis, sobre
todo cuando las adherencias producen infertilidad y/o dolor. Las técnicas utilizadas para el
manejo del dolor (neuroablación de uterosacros y neurectomía presacra) no han resultado
del todo satisfactorias.36
• Tratamiento combinado. Combina los tratamientos médico y quirúrgico. Con esta com-
binación se han presentado mayores tasas de embarazo o de disminución de dolor. En un
metaanálisis se encontró mejoría significativa en la endometriosis y su sintomatología con
esta modalidad terapéutica.
CONCLUSIONES
La amenorrea y la dismenorrea son motivo frecuente de consulta. El diagnóstico y tratamiento de
estas alteraciones requiere un conocimiento adecuado de su fisiopatología para ofrecer las mejores
alternativas a la paciente.
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INTRODUCCIÓN
El rápido aumento en la prevalencia de la obesidad a nivel mundial es uno de los retos más
importantes para la medicina y la salud pública. Esto se traduce en una creciente necesidad de
ampliar nuestro conocimiento sobre el impacto de la obesidad en la epidemiología, patogénesis
y tratamiento de los trastornos del tubo digestivo, lo que incluye a la enfermedad por reflujo
gastroesofágico (ERGE). Múltiples estudios han demostrado que hay una relación directamente
proporcional entre sobrepeso y ERGE. En este trabajo se revisan las evidencias de esta asociación,
así como su epidemiología, mecanismos fisiopatológicos y el impacto de la cirugía bariátrica sobre
ambos trastornos.
OBESIDAD Y ERGE
Diversos estudios han mostrado que hay criterios suficientes para establecer una relación de causa-
efecto entre obesidad y ERGE, y también con algunas de sus complicaciones, lo cual incluye la
vinculación de obesidad con síntomas de reflujo, esofagitis erosiva y adenocarcinoma esofágico
(cuadro 10-1). Se ha observado un aumento en los síntomas de reflujo en sujetos que aumentan
de peso aunque continúen con un índice de masa corporal (IMC) que se ubique en rangos nor-
males, lo que contribuye a la evidencia epidemiológica de una posible relación dosis-respuesta
entre IMC y ERGE.
129
Otro estudio que evaluó a mujeres participantes en el estudio Nurses Health confirmó estos
hallazgos y encontró una posible relación dosis-respuesta entre el IMC y el riesgo de ERGE.3
También se observó que incluso con un IMC dentro del rango normal, el aumento de peso de más
de 3.5 unidades en el IMC aumenta el riesgo de ERGE en comparación con mujeres sin cambios
de peso. Nilsson y colaboradores4 examinaron en otro estudio este efecto del aumento de peso;
encontraron que un aumento de 3.5 unidades de IMC se asoció con riesgo tres veces mayor de
desarrollar nuevos síntomas de reflujo. También se ha estudiado la distribución de la grasa corpo-
ral y su relación con ERGE. Corley y colaboradores encontraron una asociación consistente entre
el diámetro abdominal (independiente del IMC) y síntomas de la ERGE en pacientes caucásicos.5
Lee y colaboradores6 realizaron un estudio en el que evaluaron la relación entre esofagitis erosiva
y acumulación de grasa visceral cuantificada por TC abdominal en 100 pacientes con esofagitis
grados A a D de la clasificación de Los Ángeles y 100 controles pareados por edad y género
sin esofagitis. Se clasificó la grasa visceral de acuerdo con su localización en intraabdominal y
subcutánea extraabdominal. Los autores encontraron que los pacientes con esofagitis erosiva pre-
sentaron mayor IMC (26.1 vs. 24.4 kg/m2) y aumento en la proporción cintura-cadera (0.92 vs.
0.89). Además, los pacientes con esofagitis erosiva presentaron mayores áreas de grasa visceral en
comparación con los controles (104.7 cm2 vs. 75.9 cm2), con áreas de grasa subcutánea similares
(109.7 cm2 vs. 98.7 cm2).
Por último, los síntomas de ERGE parecen tener prevalencia ligeramente mayor en mujeres,
en tanto que el riesgo de esofagitis erosiva y adenocarcinoma esofágico es mayor en hombres.7
Algunos estudios sugieren que la asociación entre ERGE y obesidad en mujeres podría ser en parte
mediada por el efecto de estrógenos circulantes.3,8 Un estudio3 encontró asociación significativa
entre obesidad y esofagitis en mujeres, efecto que parece potenciarse con el uso de estrógenos en
mujeres posmenopáusicas, en tanto que en otro estudio se observó que las mujeres obesas tenían
mayor riesgo de síntomas de reflujo en comparación con hombres obesos; el riesgo fue mayor en
mujeres premenopáusicas y posmenopáusicas en tratamiento con estrógenos.8
Cuadro 10-2. Resumen de los mecanismos propuestos para la relación entre ERGE y obesidad
Adaptado de Fass R. The pathophysiological mechanisms of GERD in the obese patient. Dig Dis Sci
2008;53(9):2300-2306.
Fisher y colaboradores demostraron que los pacientes con reflujo patológico tienen mayor
peso e IMC que los pacientes sin reflujo, y que hay una correlación significativa entre el peso, la
exposición al ácido y el número de episodios de reflujo.14 El-Serag y colaboradores evaluaron
la influencia de la obesidad sobre la exposición al ácido en el esófago en 206 pacientes que se so-
metieron a pHmetría convencional de 24 h.15 Los autores observaron aumento significativo de la
exposición al ácido en el grupo de pacientes obesos (porcentaje de tiempo de pH < 4: 7.7 ± 9.4)
en comparación con los pacientes de peso normal (porcentaje de tiempo de pH < 4: 5.0 ± 6.0).
Se llevaron a cabo observaciones similares para la exposición al ácido posprandial y al número
de episodios de reflujo. Después de ajustar por edad y género, el IMC > 30 kg/m2 se asoció
con riesgo casi tres veces mayor de presentar alteraciones en la exposición ácida, en comparación con
pacientes con IMC normal (OR 2.91, IC 95%, 1.24-6.81). Cuando se ajustó para la circunferen-
cia de la cintura, la asociación entre IMC y medidas de exposición al ácido se atenuó para todos,
lo cual indica que la circunferencia de cintura puede mediar en gran parte el efecto de la obesidad
sobre la exposición al ácido del esófago.
Crowell y colaboradores16 han confirmado estos resultados en un estudio que evalúa la in-
fluencia del IMC sobre la exposición al ácido en 157 pacientes sometidos a vigilancia con cápsula
de pH durante 48 h. Los autores encontraron que, en comparación con los pacientes de peso nor-
mal, los pacientes con sobrepeso y obesidad tenían mayor riesgo de exposición anormal al ácido:
OR 1.47 (IC 95%, 0.69-3.13) y OR 5.01 (IC 95%, 1.94-12.95), respectivamente. Schneider y
colaboradores17 mostraron que la obesidad no sólo aumenta la exposición del ácido, sino también
el número de episodios de reflujo ácido evaluados por impedancia.
Hernia hiatal
La presencia de hernia hiatal se asocia con mayor gravedad de la ERGE, y tiene una relación direc-
tamente proporcional con el tamaño de la hernia. En un estudio, Wilson y colaboradores encon-
traron que los sujetos con sobrepeso presentaron 2.5 veces más riesgo de tener hernia hiatal en
comparación con sujetos delgados.18 El riesgo de hernia se cuadruplicó en pacientes obesos y en la
regresión logística sólo el IMC fue significativo para la presencia de hernia hiatal. En otro estudio,
Wu y colaboradores también encontraron que el riesgo de hernia hiatal se incrementa de manera
significativa con el aumento del IMC.19
Presión intragástrica
El concepto de que el gradiente de presión gastroesofágico (GPGE) se encuentra aumentado en
pacientes obesos se ha estudiado desde hace más de dos décadas.22 Pandolfino y colaboradores23
evaluaron este concepto mediante manometría de alta resolución. Los autores demostraron una
correlación entre el IMC y la circunferencia abdominal con GPGE alto, tanto en inspiración
como en espiración. Che-Yuen y colaboradores demostraron que el aumento del GPGE en sujetos
obesos y con sobrepeso es más pronunciado durante el periodo posprandial.20
sintomáticos se redujo de 48.4% antes del procedimiento a 16.1% después de la BGA. El uso de
medicamentos para la ERGE se redujo de 35.5 a 12.9%, y el diagnóstico de ERGE por pHmetría
disminuyó de 77.4 a 37.5 por ciento.
En 2010, Rebecchi y colaboradores28 realizaron un estudio sobre la incidencia de la ERGE
en 100 pacientes sometidos en forma aleatorizada al procedimiento laparoscópico de banda gás-
trica ajustable de silicona, o bien a gastroplastia vertical con banda. Se efectuaron estudios de
manometría, pHmetría y endoscopia a los 12 y 96 meses, y se aplicó la escala de calidad de vida
y ERGE (GERD-CVRS) a los tres, 12 y 96 meses. Al año de seguimiento, 13 pacientes (26%)
del grupo de BGA y 11 pacientes (21.6%) del grupo de gastroplastia desarrollaron ERGE. Esto se
atribuyó en la mayor parte de los casos a dilatación de la bolsa. En 10 pacientes con BGA y tres
del grupo de gastroplastia se repitió el procedimiento quirúrgico, en tanto que cuatro pacientes
con BGA requirieron dilatación esofágica. Ocho años después de la cirugía bariátrica, tres de 26
(11.5%) pacientes del grupo de BGA y cuatro de 45 (9%) del grupo de gastroplastia recibieron
tratamiento con inhibidor de bomba de protones (IBP). Un metaanálisis reciente29 de 20 estu-
dios que incluyeron a 3 307 pacientes sometidos a BGA, encontró disminución en la prevalencia
de síntomas de reflujo de 32.9% antes de la cirugía a 7.7% después de ésta, así como reducción
del uso de medicamentos antirreflujo de 27.5 a 9.5%. Por otra parte, se encontró que 15% de
los pacientes desarrollaron nuevos síntomas de reflujo tras el procedimiento de banda gástrica.
Se documentó reflujo gastroesofágico patológico en 55.8% antes de la cirugía, que disminuyó a
29.4% tras la intervención.
Se puede concluir que la BGA resuelve o mejora los síntomas de reflujo y normaliza los resul-
tados de la vigilancia del pH. Sin embargo, en un subgrupo de pacientes puede inducir empeora-
miento o generar nuevos síntomas de reflujo durante el seguimiento a largo plazo.
Manga gástrica
La manga gástrica (o gastrectomía en manga) se está convirtiendo en el procedimiento bariátrico
restrictivo más utilizado (figura 10-2). Himpens y colaboradores30 realizaron un estudio prospec-
tivo aleatorizado en el que compararon la BGA con la manga gástrica. Se encontró que la manga
gástrica fue más eficaz en la reducción de peso a los tres años que la BGA (mediana de pérdida de
peso de 29.5 kg contra 17 kg); sin embargo, la ERGE de novo se presentó en 8.8% de los pacientes
con BGA vs. 21.8% del grupo con manga gástrica un año después del procedimiento, y en 20.5%
de los pacientes con BGA vs. 3.1% de los pacientes con manga a los tres años. En 2011, Miguel y
colaboradores31 informaron los resultados de un estudio prospectivo no aleatorizado que incluyó
a 65 mujeres sometidas a DGY o gastrectomía en manga. Al inicio del estudio, 18% del grupo de
manga gástrica y 28% del grupo de DGY presentaron esofagitis erosiva; un año después de la in-
tervención, el porcentaje de pacientes con esofagitis erosiva aumentó en el grupo de gastrectomía
en manga a 45% y disminuyó en el grupo de DGY a 6%. Con base en estos hallazgos, los autores
concluyeron que la manga gástrica empeora la esofagitis erosiva, en tanto que la DGY mejora las
lesiones esofágicas.
También en 2011, Lazoura y colaboradores investigaron la influencia de la forma final de
la gastrectomía en manga en los síntomas de ERGE. El estudio incluyó a 85 pacientes que se
sometieron a gastrectomía en manga laparoscópica. Se evaluaron los síntomas de ERGE (pirosis,
regurgitación y vómitos) antes de la intervención y seis y 12 meses después de ésta. La anato-
mía posoperatoria se evaluó mediante estudios con gastrografina que se efectuaron el tercer día
posoperatorio. La forma del estómago se clasificó mediante el sistema propuesto por Werquin y
colaboradores. El patrón tubular se logró en 66% de los pacientes, el patrón de bolsa superior
en 26%, y el de bolsa inferior en 8%. La intensidad de los síntomas fue mayor en pacientes con
patrón tubular y bolsa superior, en comparación con el grupo de bolsa inferior, hasta 12 meses
después del procedimiento. Los autores concluyeron que la forma del estómago remanente tiene
impacto sobre la ERGE en pacientes que se sometieron a gastrectomía en manga y argumentan
que una bolsa inferior (es decir, la preservación del antro) podría ser beneficioso para los síntomas
de reflujo en estos sujetos. Los datos actuales indican aumento en la prevalencia de erosiones eso-
fágicas y síntomas de ERGE en pacientes sometidos a gastrectomía en manga, y que la forma del
estómago remanente desempeña un papel importante en el desarrollo de reflujo gastroesofágico.
para DGY. Antes de la intervención, 48 pacientes utilizaban dosis altas de IBP o bloqueadores
H2. Luego de un seguimiento medio de 18 meses (tres a 30) todos los pacientes tuvieron mejoría
o resolución completa de los síntomas de ERGE. Hay un solo estudio que compara los resultados
objetivos de la funduplicatura tipo Nissen y la DGY para ERGE.34 Esta investigación incluyó a
12 pacientes (seis sometidos a funduplicatura y seis a DGY), a quienes se les practicaron manome-
tría esofágica y pHmetría antes y después de la cirugía, con pruebas objetivas de reflujo o pirosis
importante. Las puntuaciones de DeMeester mejoraron en ambos grupos. También se observó
mejoría en los síntomas de pirosis. No hubo diferencias significativas entre los grupos, lo cual
indica que ambas intervenciones fueron eficaces en igual medida para el tratamiento de ERGE.
EFECTOS DE LA OBESIDAD
SOBRE LA CIRUGÍA ANTIRREFLUJO
Las intervenciones quirúrgicas para tratar la ERGE en pacientes obesos son controversiales, ya que
quizá no sea la funduplicatura sino la intervención bariátrica la que se establezca como tratamien-
to definitivo en estos pacientes. Los resultados de los estudios son contradictorios en cuanto a la
eficacia y durabilidad de la funduplicatura en individuos obesos. Una de las primeras investiga-
ciones, realizada por Perez y colaboradores38 estudió una cohorte retrospectiva de 224 pacientes
sometidos a procedimientos antirreflujo. El seguimiento fue de alrededor de tres años. Los au-
tores encontraron mayores tasas de recurrencia en pacientes obesos que en los de peso normal y
sobrepeso. Otro estudio, realizado por la Universidad de Emory39 evaluó a 174 pacientes que se
sometieron a funduplicatura tipo Nissen y encontró que un IMC > 35 kg/m2 se asoció con fracaso
de la cirugía.
Un estudio pequeño de McNatt y colaboradores40 identificó a 37 pacientes con IMC > 35
kg/m2 en quienes se había realizado cirugía antirreflujo, y los comparó con controles pareados por
edad y género con IMC < 27 kg/m2 sometidos a cirugía en el mismo periodo. Se evaluaron varios
parámetros que incluyeron pirosis, regurgitación, disfagia, uso de medicamentos antirreflujo, ta-
sas de reintervención y complicaciones a las seis semanas y un año. No hubo diferencias significa-
tivas entre los pacientes obesos y los controles. Por último, D’Alessio y colaboradores estudiaron
a 257 pacientes sometidos a funduplicatura tipo Nissen.41 Antes de la cirugía, los pacientes en
los grupos de sobrepeso y obesidad tenían reflujo más grave; después de la intervención no hubo
diferencias significativas en las puntuaciones de los síntomas y las tasas de éxito entre obesos y
personas con sobrepeso, en comparación con los de peso normal (seguimiento medio: 26 meses).
Cuadro 10-3. Resultados de estudios que evalúan dieta, pérdida de peso y ERGE
Puntaje de
Autores síntomas pH de 24 h Manometría Resultados para la ERGE
Kjellin, et al. Igual Igual Igual La reducción de peso no
mejora las manifestaciones
subjetivas u objetivas.
Mathus-Vliegen No informado Igual No informado Ningún cambio significativo
y Tytga en el pH de 24 h.
Fraser-Moodie, Mejoría No informado No informado Correlación significativa
et al. entre la pérdida de peso y
la reducción de síntomas de
ERGE.
Mathus-Vliegen No informado Mejoría No informado Pérdida de peso corporal
y Tytga y pérdida de grasa visceral
como resultado de la me-
jora en los parámetros del
reflujo.
Mathus-Vliegen, No informado Mejor Mejoría La pérdida de peso se
et al. asoció con disminución en
la exposición al ácido en el
esófago y a un aumento en
la longitud del EEI.
Austin, et al. Mejoría Mejoría No informado La dieta muy baja en calo-
rías mejora los síntomas de
reflujo y reduce la expo-
sición al ácido de manera
significativa en pacientes
obesos.
Adaptado de: De Groot NL, Burgerhart JS, Van De Meeberg PC, et al. Systematic review: the effects of conservative
and surgical treatment for obesity on gastro-oesophageal reflux disease. Aliment Pharmacol Ther, 2009;30:1091-
102.
mejoría en las manifestaciones subjetivas y objetivas de ERGE. En dicho estudio sólo se incluyó a
pacientes con evidencia endoscópica de erosiones esofágicas.
CONCLUSIONES
La evidencia actual apoya una asociación causa-efecto entre obesidad y ERGE. Hay una relación
directamente proporcional entre ambos trastornos, tanto en niños como en adultos. Se han im-
plicado diversos mecanismos fisiopatológicos en el desarrollo de ERGE en el paciente obeso, lo
cuales incluyen mayor frecuencia de hernia hiatal, alteraciones de la motilidad esofágica, aumento
en el gradiente de la presión gastroesofágica, mayor sensibilidad de los quimiorreceptores esofá-
gicos al ácido y quizá factores hormonales como los estrógenos en mujeres. La reducción de peso
mejora los síntomas de ERGE y la exposición esofágica al ácido. La cirugía bariátrica es efectiva
en el tratamiento de ERGE en el obeso cuando se utiliza la derivación gastroyeyunal. La gastro-
plastia vertical, la manga gástrica y la banda gástrica ajustable pueden empeorar o inducir ERGE
en pacientes obesos.
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INTRODUCCIÓN
La litiasis biliar (LB) es una enfermedad que genera muchas consultas e ingresos hospitalarios,
con la repercusión económica correspondiente. En Estados Unidos, la prevalencia de LB es de 10
a 15% en personas adultas, sobre todo a causa de la obesidad, la alimentación rica en grasas y el
sedentarismo.1 La formación de cálculos biliares es común en pacientes obesos y en aquellos que
tienen pérdida rápida de peso.2 El mecanismo fisiopatológico por el cual los pacientes con sobre-
peso desarrollan LB continúa en investigación, pero se ha demostrado que con el incremento del
índice de masa corporal (IMC) ocurre mayor síntesis hepática de colesterol, lo cual ocasiona que
la vesícula biliar se sobresature, episodio que antecede a la formación de cálculos biliares.3 Aún no
se explica en su totalidad si, en casos de obesidad, la sobresaturación de colesterol en bilis se rela-
ciona con la deficiencia de sales biliares, disminución de las tasas de esterificación del colesterol o
ambos; por ello, la asociación entre obesidad y LB ha generado un debate en torno a los resultados
obtenidos en estudios clínicos y básicos.
EPIDEMIOLOGÍA
Los cálculos biliares prevalecen en 10 a 15% de la población adulta en países industrializados,
entre los cuales Estados Unidos ocupa el primer sitio.4 Por otro lado, la incidencia de obesidad
también se presenta en países desarrollados; para el caso de América, Estados Unidos, México,
Brasil y Argentina son los principales países con altos índices de obesidad.5 La incidencia de cálcu-
los biliares es mayor en mujeres obesas, aunque la relación no es fuerte en hombres.6 El riesgo de
desarrollar litiasis aumenta dos veces con un IMC de 30 kg/m2 y siete veces con un IMC mayor
a 45 kg/m2. En las poblaciones mundiales hay diferencias significativas en cuanto a prevalencia
de obesidad y litiasis. En muchos países no se han realizado estudios sobre litiasis. Se registran
ingresos hospitalarios o necropsias, pero los datos no son homogéneos ni aportan información ge-
neral. Se tienen más registros sobre índices de sobrepeso (figura 11-1). En gran parte de los grupos
indígenas americanos (60 a 70%) prevalecen los cálculos biliares, pero no se observan altos índices
de obesidad. En estos grupos americanos los factores genéticos son determinantes.4 La frecuencia de
LB se reduce en la población asiática y casi es nula en la de África subsahariana.4 En estas regiones,
la obesidad prevalece 2.5 veces más en mujeres que en hombres. En la sociedad occidental la LB
143
Incremento en la
Mayor síntesis hepática
producción de VLDL
de colesterol
OBESIDAD
Intercambio de colesterol
entre las VLDL y HDL
Incremento en la secreción
biliar de colesterol
Litiasis
biliar
Adipocitos
Cambios en la circulación
enterohepática
Figura 11-1. Cambios fisiopatológicos que relacionan la obesidad con litiasis biliar. En la obesidad hay mayor
síntesis hepática de colesterol, lo que puede ocasionar incremento de colesterol libre hacia la vesícula biliar;
esto produce sobresaturación, como antecedente de litiasis. En la obesidad hay sobreproducción de lipopro-
teínas VLDL que intercambian colesterol con las HDL; este intercambio favorece la secreción biliar de colesterol
y la estasis vesicular.
hepática de colesterol, las tasas de esterificación, los triglicéridos, la reducción de ácidos biliares
y su proporción, y la estasis vesicular,6 se consideran pautas de investigación en el campo de la
fisiopatología; en la actualidad se investigan también la participación de los receptores de colecis-
tocinina, hormona clave para la contracción y relajación de la vesícula biliar, así como la digestión
y aprovechamiento de las grasas.
La secreción biliar de colesterol es uno de los requisitos para formar LB, y la alteración de
lípidos es un desajuste importante en pacientes obesos.9 En la dislipidemia hay secreción hepá-
tica constante de VLDL, que es la lipoproteína por excelencia para el transporte de triglicéridos;
también se presenta disminución en la concentración de HDL.10 La insulina inhibe la secreción
de VLDL proveniente del hígado, pero en la obesidad se presenta un desajuste en la resistencia he-
pática a la función de la insulina, por lo que decrece la absorción de ácidos grasos libres por parte
de los adipocitos. El resultado es aumento en los niveles circulantes de ácidos grasos e incremento
general de VLDL. Debido a este aumento, la proteína transportadora de ésteres de colesterol
facilita el intercambio de triglicéridos provenientes de las VLDL por el colesterol ubicado en las
HDL; es decir, una partícula de VLDL dona una molécula de triglicérido hacia una partícula
de HDL, la cual intercambia otras moléculas de ésteres de colesterol.11 Esto tiene dos conse-
cuencias principales: primero, se forma una partícula de VLDL rica en colesterol y, segundo, se
genera una molécula de HDL con deficiencia de colesterol esterificado y rica en triglicéridos. Esta
partícula de HDL rica en colesterol libre y triglicéridos sufre hidrólisis de sus triglicéridos, lo que
disocia su componente proteico, la apolipoproteína (Apo) A1. Esta última se elimina con rapidez,
de modo que tanto la Apo A1 como la HDL se reducen de manera considerable en la obesidad.10
Estos cambios metabólicos generan mayor concentración de colesterol libre —que se secreta a la
vesícula biliar— y propician la sobresaturación necesaria para la formación de LB. Las siguientes
etapas fisiopatológicas de LB no se han asociado del todo a la obesidad; por ejemplo, la nucleación
y cristalización del colesterol, procesos clave que anteceden a la formación del cálculo.11
Riesgo de
litiasis biliar
Aumento en la
secreción biliar
de colesterol Zona biliar
ABCA1 ABCG1
NPC1L1
ABCG8
ABCG5
Membrana canalicular
Colesterol
HDL
SRB-1
LDL
Obesidad
Figura 11-2. Transportadores de colesterol que intervienen en la litiasis y obesidad. Los transportadores
hepáticos están implicados en la secreción de colesterol, ya que en la obesidad hay mayor síntesis de novo que
origina secreción biliar constante y el riesgo de desarrollar litiasis.
co (SM) y aumento de IMC. Los resultados mostraron que las mujeres con SM tuvieron 2.7 veces
más riesgo de desarrollar LB que las normales. Al analizar los componentes del SM se determinó
que hubo una fuerte asociación con obesidad central e hipertensión arterial.17
Con relación a la actividad física, en particular la carrera a pie/trote, y ante la restricción de
llevar a cabo estos estudios en personas con LB, hay evidencias en investigación básica de que
el ejercicio previene la obesidad y también el riesgo de desarrollar litiasis. En ratones albinos se
encontró que la prevalencia de cálculos era 2.5 veces mayor en animales sedentarios en compara-
ción con los que realizaban ejercicio, y el peso de los cálculos en ratones ejercitados fue menor en
comparación con el de ratones sin ejercitarse. Debido a que la mayor parte de las etapas fisiopa-
tológicas del desarrollo de litiasis en el ratón son similares a las del ser humano, los investigadores
opinan que los resultados pueden extrapolarse al hombre.18
TRATAMIENTO FARMACOLÓGICO
El tratamiento farmacológico para LB no es del todo eficaz y se reduce a un núcleo de pacien-
tes con cálculos asintomáticos radiolúcidos y no pigmentarios.25 El tratamiento para personas
obesas con litiasis puede enfocarse a la disminución de los niveles de colesterol y triglicéridos, los
cuales conforman el tejido adiposo que se acumula en la región visceral. Se emplean sustancias
como bezafibratos y aceite de pescado para reducir el nivel de triglicéridos. El aceite de pescado
mejora la composición de la bilis y facilita la desaturación de colesterol. Por su parte, los bezafi-
bratos incrementan el riesgo de litiasis por el aumento del colesterol biliar y la promoción de la
síntesis de ácidos biliares; no obstante, se ha demostrado que estos agentes favorecen la motilidad
vesicular porque reducen el nivel de triglicéridos y mejoran la respuesta vesicular a la colecis-
tocinina.20 Debido a que los valores de LDL se incrementan en pacientes obesos, los fármacos
que modifiquen el fenotipo de esta lipoproteína pueden tener relevancia clínica, por ejemplo las
estatinas, que disminuyen los niveles del colesterol gracias a su interacción con el receptor de LDL
y la inhibición de la enzima limitante de la biosíntesis de colesterol, la hidroximetilglutaril coen-
zima A reductasa.26 Otro ejemplo es el ezetimibe, un fármaco inhibidor de la absorción intestinal
de colesterol, cuyo blanco terapéutico es la proteína NPC1L1. Este agente puede impedir que el
exceso de colesterol intestinal llegue al hígado y como tal no se secretará de manera excesiva.27
CONCLUSIONES
La obesidad es uno de los principales factores de riesgo para desarrollar LB, en especial de coles-
terol. La investigación sobre la asociación fisiopatológica de obesidad y litiasis debe continuar,
porque en los estudios clínicos y básicos se han obtenido datos diferentes. Es importante conside-
rar la investigación molecular de los tres lípidos biliares: sales, fosfolípidos y colesterol, ya que el
desajuste en su secreción es la causa del desarrollo de litiasis, lo que conduce al análisis de los trans-
portadores biliares y receptores nucleares que regulan el tránsito biliar. Una vez que se determinen
los cambios y se relacionen con lo que ocurre en condiciones de obesidad, deben complementarse
con estudios epidemiológicos que proporcionen información trascendente y se encaminen a la
búsqueda de tratamientos farmacológicos.
ABREVIATURAS
Apo A1 apolipoproteína A1
HDL lipoproteína de alta densidad
LB litiasis biliar
LDL lipoproteína de baja densidad
OST transportador de solutos orgánicos
SM síndrome metabólico
VLDL lipoproteína de muy baja densidad
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INTRODUCCIÓN
Como resultado del aumento acelerado en la prevalencia de obesidad en todo el mundo se han
incrementado también la morbilidad y mortalidad a causa de las complicaciones que implica
esta alteración clínica.1,2 Los individuos con obesidad grave tienen alto riesgo de comorbilidades,
entre las que se encuentran la esteatosis hepática, la enfermedad cardiovascular y la diabetes. En
la actualidad, la enfermedad de hígado graso no alcohólico (EHGNA) constituye la causa más
frecuente de hepatopatía crónica.3,4
La obesidad se asocia con una variedad de enfermedades hepáticas, entre ellas la EHGNA,
que se ha considerado como una respuesta fisiológica apropiada del hígado ante el exceso caló-
rico que caracteriza a la obesidad.5 La EHGNA es un trastorno que puede progresar a enfermedad
hepática terminal. El espectro de la EHGNA implica la acumulación de grasa en los hepatocitos
(esteatosis) sin evidencia bioquímica ni histológica de inflamación o fibrosis; acumulación de gra-
sa con presencia de actividad necroinflamatoria, con o sin fibrosis (esteatohepatitis); desarrollo de
fibrosis hepática avanzada o cirrosis (estado cirrótico) y, en algunos casos, aparición de carcinoma
hepatocelular.
En México, la cirrosis y otras enfermedades crónicas del hígado ocupan ya la tercera causa de
muerte en la población general, y de acuerdo con estudios epidemiológicos en los próximos años
constituirán un problema de salud pública importante.6
Epidemiología
En la década de 1970 se observó inflamación en hígado graso de pacientes que se habían sometido
a derivación yeyunoileal. En 1980, Ludwig reconoció esta alteración como una nueva enfermedad
y acuñó el término esteatohepatitis no alcohólica (EHNA).
La prevalencia de EHGNA/EHNA es proporcional al grado de obesidad. La prevalencia de
esteatosis simple en pacientes obesos es de 70 a 100%, en tanto que la esteatohepatitis se presenta
en 20 a 25% y la cirrosis en 2 a 3%.7,8 El significado clínico de este trastorno se relaciona con la
alta prevalencia de EHGNA en población general, así como la probable progresión de EHNA a
enfermedad hepática terminal, que incluye el carcinoma hepatocelular y la necesidad de un tras-
plante hepático.9
151
FISIOPATOLOGÍA
Los mecanismos fisiopatológicos de la EHNA son complejos. Entre ellos se han propuesto la
agresión oxidativa, la lipotoxicidad inducida por ácidos grasos libres (AGL), la agresión producida
por el retículo endoplásmico, las citocinas y la flora intestinal. En conjunto, estos mecanismos
contribuyen al establecimiento de esteatosis, daño hepático crónico y progresión de la enfermedad
a formas más graves (figura 12-1).19
La acumulación de grasa, en especial triglicéridos, es el punto de partida para el desarrollo de
EHGNA y EHNA. Diversos factores regulan el metabolismo lipídico dentro del hepatocito; entre
Genes
Inflamación
Lipoperoxidación
EHGNA ENA Cirrosis
Apoptosis
TGFβ
Estrés
oxidante
AGL
Daño
Leptina
mitocondrial
TNFα
Interleucinas
Obesidad Resistina
visceral
Figura 12-1. Fisiopatología y progresión de la enfermedad de hígado graso no alcohólico. Diversos factores
(adipocinas, ácidos grasos libres, contexto genético) alteran la función hepática y favorecen el desarrollo de
hígado graso no alcohólico. Cuando se establece la EHGNA, la progresión a esteatohepatitis y más tarde a
cirrosis, implica mecanismos inflamatorios, lipoperoxidación de las membranas celulares, apoptosis de hepa-
tocitos, activación de las células estelares por la actividad del TGFβ y agresión oxidativa como resultado del
daño mitocondrial.
y causa necrosis del tejido. Ambos procesos se han observado en pacientes con EHNA.26,27 Otro
mecanismo implicado en la fisiopatología de la EHNA es la lipoperoxidación, que se correlaciona
con la disponibilidad de AGL. Este proceso ocasiona la disrupción de las membranas celulares y
la producción de metabolitos reactivos como malondialdehído y 4-hidroxi-2,3-transnonenal, que
originan alteraciones celulares y sirven como biomarcadores, ya que se incrementan hasta en 90%
de los pacientes con EHNA.28,29
Además del daño a las membranas lipídicas a causa de la peroxidación, el daño proteico es
evidente a consecuencia de la agresión oxidativa. El daño al DNA mitocondrial y nuclear induce
también necroinflamación, en especial en el núcleo y citoplasma de los hepatocitos y las células
sinusoidales.30
El hierro es otro factor cuya función en el desarrollo de la EHNA se ha descrito a últimas fe-
chas. Se sabe que puede generar radicales hidroxilo muy reactivos mediante la reacción de Fenton,
que contribuye a potenciar el daño hepático a consecuencia de las ERO. En el plano histológico,
la tinción positiva a hierro en biopsias hepáticas se asocia con progresión hacia daño mayor y/o
desarrollo de carcinoma hepatocelular;31 no obstante, un estudio ha demostrado que no hay aso-
ciación entre el aumento en los niveles de hierro y la gravedad de la EHGNA.32
Además de las consecuencias de la agresión oxidativa a nivel molecular, se presentan efec-
tos a nivel celular; por ejemplo, activación de las células estrelladas hepáticas que conducen a
fibrosis, inflamación crónica y apoptosis. Las ERO y la lipoperoxidación inducen una respuesta
inflamatoria que aumenta las citocinas proinflamatorias como TNFα, IL-1 e IL-6; estas citocinas
desempeñan un papel esencial en la atracción de leucocitos polimorfonucleares y mononucleares
hacia los tejidos inflamados.
La producción de TNFα y TGFβ promueve de manera directa la muerte de los hepatocitos y
la formación de cuerpos de Mallory. Estas alteraciones se correlacionan en el plano clínico con la
gravedad de la enfermedad y se observan a nivel histológico en pacientes con EHNA.33
DIAGNÓSTICO
Además de la presencia de esteatosis, la EHNA se caracteriza por necroinflamación (que inclu-
ye cuerpos de Mallory, degeneración balonoide del parénquima e inflamación por neutrófilos
predominante en el área lobular); en algunos casos hay fibrosis perisinusoidal en la zona III y
hepatocitos apoptóticos. Estas lesiones son las responsables del aumento moderado en los niveles
plasmáticos de ALT, AST y GGT. Desde el punto de vista clínico, los pacientes pueden ser asin-
tomáticos, pero en ocasiones presentan fatiga, dolor abdominal y hepatomegalia.
El estándar de oro para el diagnóstico de EHGNA (con inclusión de la EHNA) es la biopsia
hepática. El Instituto Nacional de Diabetes y Enfermedades Digestivas y Renales (NIDDK) de
Estados Unidos, en conjunto con la Red de Investigación Clínica en EHNA (NASH-CRN),
ha desarrollado una escala que se utiliza de manera uniforme en todos los estudios clínicos de
EHNA. Tres diferentes lesiones histológicas se consideran indispensables para establecer el diag-
nóstico de EHNA: esteatosis macrovesicular en la zona III, balonización de los hepatocitos y
presencia de inflamación mixta.34,35
La gravedad de la enfermedad se determina mediante el índice de actividad de la EHGNA
(NAFLD activity score o NAS) y el índice de fibrosis (fibrosis score). Estas gradaciones se emplean
para determinar los cambios durante los ensayos clínicos.
TRATAMIENTO
Una vez que se ha decidido iniciar el tratamiento de la EHNA, el médico requiere datos clínicos e
histopatológicos relacionados con la actividad y grado de la enfermedad; asimismo, necesita saber
si hay comorbilidades que podrían afectar la elección de algún tratamiento.
Mecanismo
Biomarcador sérico en el que participa Resultados
Cuadro 12-2. Ensayos clínicos publicados sobre los efectos de las tiazolidinedionas
y la vitamina E en pacientes con EHGNA y EHNA
Autor Duración
(año) Tratamiento Comparativo (meses) Histología ALT
Sanyal, et al Pioglitazona (n = 80) Placebo (n = 83) 24 + +
(2010) o vitamina E (n = 84)
Omer, et al Metformina (n = 22) Rosiglitazona (n = 20) 12 + N/A
(2010) o metformina +
rosiglitazona (n = 22)
Nar, et al Metformina (n = 19) Cambio en estilo 6 N/A +
(2009) de vida (n = 15)
Aithal, et al Dieta y ejercicio + Dieta y ejercicio + 12 + +
(2008) pioglitazona (n = 36) placebo (n = 37)
Ratziu, et al Rosiglitazona Placebo (n = 31) 12 + −
(2008) (n = 32)
Yakaryilmaz, Vitamina E N/A 6 + +
et al (2007)
Dufour, et al Vitamina E + AUDC AUDC + placebo 24 + +
(2006) (n = 15) (n = 18)
o placebo + placebo
(n = 15)
Bugianesi, Vitamina E Metformina o dieta 12 − +
et al (2005)
Sanyal, et al Vitamina E Vitamina E + 6 + −
(2004) pioglitazona
Por otro lado, en un estudio piloto se encontró que la silimarina —un extracto de las semillas
y frutos de la planta Silybum marianum— mejora las enzimas hepáticas y la resistencia a la insu-
lina en pacientes con EHGNA cuando se administra en cápsulas en dosis de 94 mg junto con 90
mg de vitamina E y 194 mg de fosfolípidos en dosis de cuatro cápsulas al día; sin embargo son
necesarios más estudios para recomendar su uso como tratamiento en la EHNA (cuadro 12-2).59
También se ha propuesto el uso de ácido biliar ursodesoxicólico como posible farmacoterapia
en la EHNA. Se ha sugerido que, debido a sus efectos protectores sobre la membrana y la seña-
lización intracelular, podría disminuir la apoptosis hepática; no obstante, se requieren mayores
ensayos clínicos en dosis mayores para recomendarlo como fármaco de rutina en el tratamiento
de esta hepatopatía.60
Algunas estrategias farmacológicas basadas en las citocinas incluyen el uso de la pentoxifilina
como antagonista de TNFα. Dos estudios con muestras pequeñas demostraron que esta sustancia
mejora las enzimas hepáticas y la resistencia a la insulina.61 En otro estudio también se observó
que la pentoxifilina mejoró la esteatosis, la inflamación y la balonización; sin embargo, se necesita
validar estos hallazgos en un grupo más amplio de pacientes.62
La angiotensina afecta la señalización de la insulina y promueve la inflamación, fibrosis y
disfunción del endotelio.63 Dos ensayos controlados en los que se administró losartán —un blo-
queador del receptor de angiotensina— a un grupo de pacientes, informaron una reducción sig-
nificativa de aminotransferasas séricas, así como mejoramiento histológico, aunque se requieren
más estudios para recomendarlo como posible fármaco contra la EHNA.64 Los ácidos grasos
poliinsaturados N-3, los fibratos y las estatinas se utilizan de manera amplia para tratar dislipide-
mias. Además de las propiedades hipolipemiantes de estos fármacos, sus efectos antioxidantes y
la capacidad de algunas estatinas para incrementar los niveles de adiponectina son razones válidas
para considerar que su empleo en la EHNA sería beneficioso; sin embargo, son pocos los ensayos
clínicos que han obtenido buenos resultados en cuanto al mejoramiento de las enzimas hepáticas
en pacientes con EHNA.65,66
Aún no hay consenso en la práctica clínica respecto del mejor tratamiento para la EHNA.
En los últimos años ha surgido mucha información, como resultado de diversos ensayos clínicos,
la cual será de gran utilidad para que el médico diseñe la mejor estrategia terapéutica para esta
enfermedad.
CONCLUSIONES
A pesar de los avances en el desarrollo de nuevos fármacos que pueden intervenir en alguna etapa
de la progresión de EHGNA a esteatohepatitis, es de suma importancia que continúen los estu-
dios sobre los mecanismos fisiopatológicos de este proceso, con el objeto de innovar estrategias
terapéuticas. No obstante, la prevención de la obesidad y los estados clínicos implicados en este
problema de salud pública, parece ser el factor medular para disminuir o evitar el alto número de
pacientes con hepatopatías crónicas en nuestro país.
ABREVIATURAS
AGL ácidos grasos libres
ALT alanina aminotransferasa
AST aspartato aminotransferasa
ATP trifosfato de adenosina
AUDC ácido ursodesoxicólico
DNA ácido desoxirribonucleico
EHGNA enfermedad de hígado graso no alcohólico
EHNA esteatohepatitis no alcohólica
ERO especies reactivas de oxígeno
GGT gammaglutamil transpeptidasa
HDL lipoproteínas de alta densidad
IL interleucina
IMC índice de masa corporal
LDL lipoproteínas de baja densidad
NAFLD nonalcoholic fatty liver disease
PPARα receptor activado de la proliferación de los peroxisomas alfa
TGFβ factor de crecimiento transformante beta
TNFα factor de necrosis tumoral alfa
VLDL lipoproteínas de muy baja densidad
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INTRODUCCIÓN
El cáncer es uno de los principales problemas de salud a nivel internacional y representa 12% de
las muertes en el mundo. En México, a partir del decenio de 1990, constituye la segunda causa
de muerte en la población general. Los cánceres gastrointestinales de esófago, estómago, colon,
hígado, páncreas y vesícula biliar presentan en la actualidad tasas altas de prevalencia, incidencia
y mortalidad (cuadro 13-1).
Diversos tipos de cáncer del tracto gastrointestinal se asocian con sobrepeso y obesidad (cua-
dro 13-2), que se definen como IMC > 25 y > 30, respectivamente. Esta relación se debe más a
factores ambientales que genéticos. Los mecanismos asociados con obesidad incluyen un estado
metabólico que se caracteriza por hiperinsulinemia o resistencia a la insulina junto con niveles
de leptina sérica aumentados. La leptina es secretada por los adipocitos y desempeña un papel
importante en la regulación de la grelina, péptido derivado del estómago e intestino delgado que
estimula el apetito y la ganancia de peso. Además de estos cambios metabólicos hay otras alte-
raciones anatómicas que predisponen al cáncer, entre las que se cuenta el incremento del reflujo
gastroesofágico (que posiblemente conduce a cáncer adenoescamoso). Otros mecanismos inclu-
163
Cuadro 13-2. Riesgo relativo estimado para obesidad, riesgo atribuible poblacional (RAP)
y número estimado de casos nuevos de cáncer atribuibles a obesidad en Estados Unidos (2007)*
*Tomado de: Polednak P. Estimating the number of U.S. incident cancers attributable to obesity and the impact on
temporal trends in incidence rates for obesity-related cancers. Cancer Detection and Prevention, 2008;32(3):190-199.
yen citocinas derivadas de adipocitos y adipocinas, las cuales pueden funcionar como moléculas
de señalización en la patogenia del cáncer.
Mecanismos
Causas mecánicas
Los pacientes obesos sufren una compresión gástrica causada por el tejido adiposo abdominal;
esto produce aumento de presión intragástrica y relajación del esfínter esofágico inferior, lo cual
favorece el reflujo gastroesofágico.8-10
Dieta
Se ha sugerido que una ingesta abundante de grasas es un factor aun más importante que la
obesidad para el desarrollo de ERGE; también se ha encontrado que el IMC es una variable inde-
pendiente de la dieta, tanto que no se ha encontrado una asociación consistente entre la ingesta
de grasa y ERGE y el adenocarcinoma esofágico.
Hernia hiatal
Los pacientes obesos tienen mayor predisposición al desarrollo de hernias hiatales, las cuales tie-
nen una función muy importante en el desarrollo y progresión del ERGE.11 Un estudio demostró
la asociación entre obesidad y esofagitis sólo en presencia de hernia hiatal,12 en tanto que otra
investigación encontró relación entre obesidad, hernia hiatal y presencia de esofagitis en 68% de
estos pacientes.13 Sin embargo, hay informes de estudios en que no se encontró asociación entre
obesidad y hernia hiatal.14
Estrógenos
Dos estudios sostienen que la relación entre obesidad y ERGE puede estar mediada por el aumento
de estrógenos circulantes.14-15 El primero de ellos informó una relación estadísticamente significa-
tiva entre obesidad y esofagitis en mujeres posmenopáusicas que utilizaban tratamiento hormonal,
en tanto que el segundo estudio informó riesgo similar de ERGE en hombres y mujeres con sobre-
peso, pero en la población de mujeres halló menor prevalencia en las menopáusicas. No obstante,
muchos estudios han encontrado relación entre obesidad y ERGE sin asociación entre sexos.14
Tratamiento
El aumento de peso suele asociarse con el desarrollo de ERGE y la exacerbación de síntomas
previos. Se ha documentado que una ganancia de IMC mayor a 3.5 unidades se vincula con el
mismo incremento en el riesgo de desarrollar ERGE.15 La pérdida de peso puede mejorar los
síntomas y la esofagitis causada por ERGE en personas con sobrepeso.15,16 Hay informes de que
la disminución de IMC relacionada con cirugía bariátrica disminuye los síntomas relacionados
con ERGE.17,18 No hay información que sugiera que la pérdida de peso disminuye el riesgo de
desarrollar adenocarcinoma; sin embargo, se recomienda en todos los pacientes con ERGE.19,20
Mecanismos
La asociación entre obesidad y cáncer gástrico es similar a la que se observa en otros tipos de cán-
cer; sin embargo, se desconocen los mecanismos moleculares de estas relaciones.
ERGE
Los adenocarcinomas de esófago distal y cardias se han catalogado como una sola entidad clíni-
ca.30,31 Un mecanismo propuesto es que el aumento en el IMC incrementa el reflujo gastroesofá-
gico, que se ha vinculado con adenocarcinomas de la unión gastroesofágica.32,33
Otros
Se ha sugerido que los factores moleculares implicados son la resistencia a la insulina,34 niveles
aumentados de adiponectina y leptina,35,36 factores de crecimiento similares a la insulina,34,37 es-
teroides sexuales y glucocorticoides,34,38 marcadores inflamatorios relacionados con la obesidad,39
NF-κβ40 y agresión oxidativa.41
Mecanismos
El mecanismo biológico no se ha descrito aún de manera adecuada. Se sabe que los adipocitos
promueven la proliferación de células tumorales en el colon,49 y la sobreexpresión de ácidos gra-
sos sintasa se ha asociado con fenotipo de cáncer colorrectal.50 Otro mecanismo importante son
las alteraciones en el metabolismo de hormonas endógenas asociadas con el tejido adiposo como
leptina,51 adiponectina52 e insulina.53,54 Esta última es un factor de crecimiento epitelial de las
células colónicas y un mitógeno en el crecimiento tumoral in vitro.55 En líneas celulares de carci-
noma de colon se ha informado un incremento en la densidad de receptores de insulina significa-
tivamente mayor que en epitelios de colon normales;56 además, los efectos de la insulina incluyen
la estimulación de la proliferación celular y la expresión de c-Myc en líneas celulares de cáncer de
colon (figura 13-1), así como la activación de la vía de señalización mTOR, que en combinación
con la translocación nuclear de la catenina β y el efector de la señalización de Wnt, participan en
la expresión de oncogenes en las células intestinales estimulados por insulina. Otro efecto de la
insulina es la estimulación de la fosforilación y activación en modelos murinos del p-21 activado
por la proteincinasa-1 (PAK-1), importante estimulador de la carcinogénesis.57
Mecanismos
Efectos hormonales
Se ha demostrado que la obesidad y el aumento del IMC producen incremento en la circulación
de insulina y péptido C, hiperglucemia, resistencia a la insulina y diabetes, así como un aumento
en los factores de crecimiento similares a la insulina. Todos estos factores se han asociado con el
VEGF-A VEGF-C
VEGF-E
VEGF-B VEGF-D
Insulina
H H
HO CH3 OH
Adiponectina Leptina
H OH
H H
HO ROS
Estrógenos
IL
TNF
IL-GF
NF-κβ
Figura 13-1. Vías involucradas en el desarrollo y progresión de cáncer asociado a obesidad. Se observan
distintas vías activadas por la obesidad: hiperinsulinemia, interleucinas (IL), factores de necrosis tumoral (TNF),
factor de necrosis κ-β (NF-κβ), factores de crecimiento similares a la insulina (IL-GF), especies reactivas de
oxígeno (ROS), adiponectina y leptina, estrógenos y factores de crecimiento del endotelio vascular (VEGF).
Leptina y adiponectina
Se ha comprobado que el tejido adiposo —en especial el visceral— es activo en el plano metabó-
lico y produce adipocinas, en especial leptina y adiponectina.68,69 Estos factores desempeñan un
papel importante en el desarrollo y progresión de distintos tipos de cáncer.70
benzopirenos.72,73 Se ha observado que el riesgo de cáncer de páncreas aumenta con las dietas altas
en carne, en especial carnes fritas o calentadas a altas temperaturas; conservas; semillas y verduras;
fuentes de hidrocarbonos aromáticos policíclicos, y compuestos nitrogenados. Se ha demostrado
la correlación entre el riesgo aumentado de cáncer de páncreas y una dieta abundante en estos
compuestos.74-79
Mecanismo
Hígado graso no alcohólico
Esta relación se explica por la alta prevalencia de esteatohepatitis no alcohólica (EHNA) en la
población obesa. Alrededor de 20 a 30% de la población padece hígado graso no alcohólico; de
estos sujetos, 10% evoluciona a EHNA.92 De 20 a 50% de los pacientes con EHNA progresan
a fibrosis en un periodo de dos a cinco años, y de 8 a 26% de los pacientes con EHNA progre-
san a cirrosis.93 De 14 a 16% de los pacientes con cirrosis inducida por EHNA desarrollarán he-
patocarcinoma (CHC) celular en un periodo de cinco a siete años.94,95 La fibrosis extensa y edad
avanzada son los factores vinculados con mayor fuerza a la progresión a CHC.96
Otros factores
Valores incrementados de leptina, factor de crecimiento del endotelio vascular, insulina, factores
de crecimiento similares a la insulina, así como incremento en la circulación de hormonas sexuales
(estrógenos).
Mecanismos
El mecanismo biológico implicado en esta asociación es la concentración aumentada de hormo-
nas endógenas (estrógenos, insulina y factor de crecimiento similar a la insulina).
Los sujetos con obesidad presentan riesgo aumentado de desarrollar cálculos biliares, los cua-
les a su vez implican riesgo incrementado para el desarrollo de cáncer de vesícula biliar.98 No se ha
aclarado del todo por qué hay mayor relación entre obesidad y cáncer en el sexo femenino; sin em-
bargo, se ha sugerido que los estrógenos desempeñan un papel importante en esta asociación.99-101
CONCLUSIÓN
La obesidad se puede asociar con desarrollo de cáncer en el tracto gastrointestinal hasta en 10% de
los casos (cuadro 13-2). Esto es relevante porque la prevalencia de obesidad va en aumento tanto
en México como en el resto del mundo, lo cual se correlaciona con incidencia aumentada de cier-
tas neoplasias. En Estados Unidos se han realizado proyecciones que predicen cifras para cáncer
atribuible a obesidad cercanas a 40% en 2015. Se necesitan mayores medidas para combatir la
gran epidemia que representa la obesidad.
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INTRODUCCIÓN
En México, el cáncer de próstata (CaP) es la principal neoplasia maligna, con una incidencia de
14 917 casos en 2008 y una tasa estandarizada por edad de 33 por 100 000 en varones. Además,
ocupa el segundo lugar como causa de muerte en personas mayores de 50 años después del cáncer
pulmonar; sin embargo, esta diferencia es mínima, ya que en 2008 se informaron 5 938 (15.5%)
defunciones por CaP vs. 6 009 (15.7%) por cáncer pulmonar (es decir, la diferencia es de sólo
0.2%).1 Las neoplasias prostáticas son un problema de salud mundial, ya que en la actualidad
constituyen la neoplasia maligna no cutánea más común en Estados Unidos, además de ser la
segunda causa de muerte en ese país. Se estima que en 2010 se diagnosticaron alrededor de
217 730 nuevos casos y 30 050 varones murieron a causa de este cáncer.2 Estas cifras confirman la
problemática que plantea su diagnóstico y tratamiento, así como el impacto que tiene en nuestra
sociedad y economía. El presente capítulo explorará la relación entre esta patología y la obesidad,
así como el impacto de ésta en el diagnóstico, tratamiento y pronóstico de los pacientes con CaP.
FACTORES PREDISPONENTES
Los factores de riesgo directo identificados son edad, grupo racial y herencia, dado que la forma
de presentación y mortalidad del CaP es ascendente a partir de los 50 años de edad. El riesgo de
desarrollar CaP en varones menores de 39 años es de 1 en 10 000, en comparación con 1 en 103
en menores de 60 años y 1 en 80 en menores de 80 años. Por otra parte, la carga genética puede
explicar hasta 9% del total de casos de CaP. Éste se considera como familiar con una herencia
mendeliana de tipo autosómico dominante caracterizada por edad de presentación más temprana
y comportamiento agresivo en familiares directos de varones afectados por CaP, con un riesgo
relativo de 7.0; el locus de mayor sensibilidad se localiza en el cromosoma 1.3
Por otra parte, se plantean posibles factores de riesgo o antecedentes predisponentes que
podrían explicar las diferencias en incidencia en diferentes regiones geográficas y etnias. Entre las
características poblacionales se ha encontrado mayor incidencia ajustada para la edad en la raza
negra y, por el contrario, un decremento en incidencia y mortalidad en países asiáticos. Esto se po-
dría relacionar con factores nutricionales (como dieta rica en grasas y obesidad), socioeconómicos
(menor seguimiento médico y detección temprana), hormonales (deficiencia de 5α-reductasa) y
175
GENES IMPLICADOS
El CaP se debe considerar como una enfermedad genética debida a la acumulación de alteracio-
nes en el genoma, las cuales determinan la malignización de la glándula prostática y la posterior
progresión del cáncer. Entre las alteraciones cromosómicas y genéticas del CaP más aceptadas se
incluyen pérdida del cromosoma Y; adhesión de los cromosomas 7, 8 y X, y deleciones intersti-
ciales en los brazos largos de los cromosomas 6, 7, 10, 13, 16, 17 y 18, así como en el brazo corto
del 8. En fecha reciente, Tomlins y colaboradores describieron las fusiones entre genes de factores
de transcripción de la familia E-26 (ETS) hasta en 50% de los casos de CaP, de manera prepon-
derante con el gen TMPRSS2 específico de próstata e implicado en la regulación androgénica.6
OBESIDAD Y CaP
La obesidad y el antecedente de ésta durante la edad adulta se ha relacionado con gran variedad de
neoplasias, entre las que se encuentran tumores hormonodependientes como cáncer de mama y
de ovario; sin embargo, su papel en el CaP es aún controversial. Entre los mecanismos propuestos
están alteraciones endocrinológicas de la insulina, hormonas sexuales (incremento de estrógenos
y disminución de la conversión de testosterona a dehidrotestosterona) y la misma distribución de
la grasa corporal.
Antes de explicar la participación del binomio dieta y obesidad en el CaP es importante acla-
rar que esta relación se forma en conjunto con el nivel socioeconómico, la sensibilidad genética y
los factores ambientales presentes en cada individuo, los cuales influyen, de manera individual o
en coparticipación, en la biología tumoral por alguno de los siguientes mecanismos:
a) Exposición a factores que alteren los genes reguladores de la proliferación y migración celular.
b) Incremento selectivo de líneas tumorales dentro del tejido prostático.
c) Pérdida de la inhibición del crecimiento celular, entre otros.7
Algunos de los mecanismos que podrían participar en el incremento de la frecuencia de CaP
clínico en pacientes obesos, es que dicha frecuencia se asocia con un nivel alto de biomarcadores
inflamatorios como interleucina-6 y el factor de necrosis tumoral α,8 y que este estado proinfla-
matorio a su vez se vincula con el desarrollo de lesiones proliferativas y más tarde con neoplasias
prostáticas.9,10 Wang y colaboradores investigaron el papel de los polimorfismos de la interleuci-
na-10, otra citocina proinflamatoria; encontraron que había relación entre la presencia del alelo A
en IL-101082G> A y el incremento de riesgo del CaP.11 También se ha sugerido que el papel de
la adiponectina (otra citocina proinflamatoria derivada del tejido adiposo, cuya función primor-
dial es el control del apetito y que se relaciona de manera inversa con el índice de masa corporal
[IMC])12 es un factor de riesgo para CaP, quizá debido a su efecto sobre la apoptosis y la secreción
de otras citocinas por macrófagos. Goktas y colaboradores informaron niveles mucho más bajos
de adiponectina en sujetos con CaP en comparación con los controles; además, en esta cohorte
los niveles bajos de adiponectina también fueron significativamente más bajos en el CaP avanzado
en comparación con el local, y en tumores de alto grado en comparación con los de bajo grado.13
Sin embargo, no todos los estudios parecen reflejar estos hallazgos,14 y la asociación informada
pareciera tener importancia sólo en individuos de raza caucásica.15
Otra de las adipocinas que podrían estar relacionadas con el riesgo de CaP es la leptina,
cuyos efectos fisiológicos incluyen la promoción de angiogénesis16 y la proliferación y migración
de células epiteliales.17 Estudios en líneas celulares de CaP han demostrado que esta hormona
tiene la capacidad de estimular la proliferación celular.18 Sin embargo, los estudios in vivo arrojan
resultados contradictorios14,19-23 sobre su papel como factor de riesgo. Incluso es probable que la
leptina no influya sobre el desarrollo del CaP sino en su progresión a enfermedad agresiva.24,25
Otros cambios fisiológicos presentes en pacientes con obesidad son incremento en los niveles
de estrógenos circulantes y disminución en los niveles de andrógenos biodisponibles, secundarios
a la aromatización de andrógenos a estrógenos por tejidos periféricos, sobre todo en los adipoci-
tos.26 Otro gen de interés es el de la sintetasa de ácido graso, ya que se ha relacionado con ambas
patologías (CaP y obesidad). Este gen forma parte del sistema regulador de la homeostasis energé-
tica, ya que regula las reservas de grasa corporal. Algunas neoplasias —entre ellas el CaP— tienen
sobreexpresión de este gen para síntesis de novo de ácidos grasos con el fin de cubrir sus demandas
metabólicas, en especial en la etapa metastásica.27
Varios grupos han investigado el papel de los polimorfismos de un nucleótido en genes re-
lacionados con obesidad, como el rs9939609. Un alelo de este gen se asoció con disminución en
el riesgo global de CaP y CaP de bajo grado; pero este alelo podría incrementar, de manera para-
dójica, la posibilidad de CaP de alto grado,28 en tanto que el alelo A del rs8066956 se vincula en
forma inversa con la incidencia global de CaP con riesgo relativo de 0.88 (CI 95%: 0.74-0.96).29
Otra teoría sugiere que la obesidad podría ser un factor de riesgo para CaP porque condicio-
na niveles altos de insulina y del factor de crecimiento parecido a la insulina 1 (IGF-1), sustancia
que estimula la proliferación y diferenciación celulares.30 El IGF-1 tiene la capacidad de estimular
in vitro el crecimiento de líneas celulares de CaP,31 y algunos autores han planteado que niveles
altos de IGF-1 se relacionan con aumento tanto del riesgo global de CaP como de CaP avanza-
do;32-36 también sugieren que podría desempeñar un papel en la progresión de la enfermedad.
ESTUDIOS EPIDEMIOLÓGICOS
Múltiples estudios epidemiológicos han explorado la hipótesis de la relación entre CaP y obesi-
dad; sin embargo, sus resultados son controvertidos. Esto puede deberse a que el cáncer de prós-
tata no es una neoplasia homogénea sino que se comporta como múltiples neoplasias que abarcan
un espectro clínico, el cual comprende desde tumores indolentes que no tienen impacto en la
sobrevida hasta neoplasias agresivas de rápida progresión, metástasis y muerte del paciente. Ésta
y otras características intrínsecas del CaP pudieran explicar la gran variabilidad de los resultados
en estudios epidemiológicos.
Las poblaciones estudiadas en la actualidad son muy heterogéneas por varias razones. En
primer lugar, la variable que se estudia más a menudo es el IMC, que es una medida burda de la
adiposidad de un sujeto. El IMC tiene dos carencias: al utilizar el peso como medida de conteni-
do adiposo no discrimina entre sujetos con alto contenido graso en comparación con los de alto
contenido muscular, y no considera la distribución de la grasa y por ende su actividad metabólica
(p. ej., obesidad visceral frente a periférica). Para evitar lo anterior, algunos estudios han utilizado
otras mediciones, ya sean simples (p. ej., circunferencia de la cintura), índices (como cintura/
cadera) o de bioimpedancia. Diferentes mediciones podrían introducir múltiples sesgos en los
estudios.
También es posible que los métodos de detección del CaP sean una fuente de sesgos, ya que
a nivel global ni la prevalencia del tamizaje ni la manera en que se lleva a cabo son iguales de una
región a otra.
En un estudio de casos y controles, realizado en la era previa al antígeno prostático para
evaluar la relación entre CaP y obesidad, Tilamini y colaboradores encontraron un incremento de
2.3 veces de CaP en pacientes con sobrepeso y de cuatro veces en sujetos con obesidad.37 Estudios
posteriores han encontrado que la obesidad confiere ya sea protección global contra el CaP,38-41
ninguna asociación,42,43 o asociación positiva de manera global44,45 con enfermedad avanzada o
de alto grado.40,43,45-49
En un subanálisis de pacientes de la cohorte de PCPT se proyectó el impacto que hubiera
tenido el incremento de la obesidad sobre el CaP si se hubiera mantenido en el mismo nivel que
en 1980. Los autores concluyen que debido al aumento de la obesidad hay un incremento en la
incidencia global de CaP de 0.7%, y de 15.5% con relación a tumores de alto grado, además de
un incremento de 23% en la mortalidad.46
MacInnis y colaboradores realizaron un metaanálisis que abarcó 31 estudios de cohorte y 25
de casos y controles publicados, que incluyeron un total de casi tres millones de sujetos. Encon-
traron que hay relación entre el IMC y el CaP (sobre todo en etapas avanzadas), con una razón de
riesgo de 1.05 por cada incremento de 5 kg/m2 (CI 95%, 1.01-1.08) y 1.12 por cada incremento
de 5 kg/m2 (CI 95%, 1.01-1.23), respectivamente.50
Otra teoría para explicar el fenómeno de la disminución en el APE es que los sujetos obesos,
al tener mayor volumen plasmático, tienen valores diluidos de APE,56,57 de modo que los pacien-
tes con IMC ≥ 35 un APE hasta 21% más bajo que los sujetos normales.53
En un estudio de la universidad de Puerto Rico que incluyó a población mestiza con valores
normales de APE, Negron y colaboradores encontraron una diferencia de biopsias prostáticas
positivas en sujetos de peso normal y obesos de 26.1 vs. 38.3%, respectivamente.58
Si se toma en cuenta que 4 ng/ml es el valor de corte más utilizado para tamizaje de CaP,
hasta 46% de los pacientes obesos no tendrán ese valor en comparación con los sujetos no obesos;
en consecuencia, podría perderse la oportunidad de detectar CaP temprano en esta población.54
Debido a que se cuenta con un número limitado de oportunidades para diagnosticar CaP
en pacientes a quienes se les practica biopsia prostática (de acuerdo con el número de núcleos
tomados), cualquier factor que dificulte el adecuado muestreo de la próstata podría de manera hi-
potética disminuir la posibilidad de encontrar tejido neoplásico. Varios estudios demuestran que
los pacientes obesos tienen volúmenes prostáticos mayores51 y que el IMC de hasta 35 kg/m2 tiene
asociación significativa con incremento del peso de la próstata; se ha sugerido que por arriba de ese
valor se llega a un equilibrio entre hipoandrogenismo y otros factores trópicos (como el IGF-1),
lo que podría resultar en disminución de 20 a 25% del riesgo de CaP.59 Además, Parekh y colabo-
radores informaron que en su cohorte sólo 4.6% de los pacientes con IMC > 30 se sometieron a
biopsia de próstata, en comparación con 5.8% de los sujetos de peso normal.55
Cirugía
El estudio más amplio (n = 11 705) realizado hasta la fecha informa los resultados de recurrencia
bioquímica posprostatectomía radical de tres centros estadounidenses. Los autores no encontra-
ron asociación entre extensión extraprostática, invasión a vesículas seminales y recaída bioquími-
ca65 (otras cohortes, aunque con seguimientos más cortos, apoyan estos hallazgos).49,66 Tampoco
se ha encontrado asociación con metástasis a ganglios linfáticos regionales,67 recurrencia bioquí-
mica o supervivencia,68 mientras que en otras series se informan asociaciones claras entre obesidad
y menor supervivencia libre de recurrencia bioquímica (RR 1.76, IC 95%, 1.26-2.47), en especial
para raza negra69 y obesidad mórbida70 (riesgo 1.69 veces mayor). Además, la obesidad está vincu-
lada con mayor incidencia de enfermedad extraprostática, márgenes positivos71-73 y enfermedad
ganglionar.74 No obstante, aun con el control de variables como el grado y los márgenes positivos,
Freedland y colaboradores demostraron que la obesidad (en especial IMC > 35 kg/m2) aporta un
riesgo hasta cuatro veces mayor para recaída bioquímica posprostatectomía.75
En cuanto a mortalidad asociada a cáncer, en una cohorte de 424 519 pacientes Parr y co-
laboradores encontraron que la obesidad se asoció con incremento en este indicador (razón de
riesgo 1.45: CI 95%, 0.97-2.19).76
Radioterapia externa
Stroup y colaboradores estudiaron a 1 320 pacientes sometidos a radioterapia externa (dosis me-
diana de 64 cGy). En esta cohorte, el IMC predijo la recurrencia bioquímica tanto en el análisis
univariado como en el multivariado (p = 0.008). Una de las hipótesis de estos investigadores es
que los pacientes obesos tienen desplazamientos diarios mayores de próstata, de modo que la
asignación del área blanco es más compleja.77 Un elemento que causa gran confusión al evaluar
la mortalidad de pacientes obesos es su asociación con múltiples comorbilidades (coronariopatía,
diabetes, hipertensión). Para aclarar esta controversia, Efstathiou y colaboradores realizaron un
análisis independiente del estudio RTOG 85-31. El IMC resultó ser un predictor independiente
para mortalidad especifica de cáncer a cinco años (6.5 vs. 12.2%). En este estudio, el IMC no se
relacionó con muerte no asociada a CaP.78 Dichos hallazgos también se han reproducido en otros
estudios.79
Este efecto parece extenderse a pacientes tratados con radioterapia de salvamento pospros-
tatectomía. En este sentido, en una cohorte pequeña de pacientes (n = 90) se encontró que la
obesidad es un factor de riesgo independiente para recurrencia bioquímica (razón de riesgo 1.2,
p = 0.01), al igual que la dosis y el APE previo.80
Braquiterapia
No es una modalidad de tratamiento muy extendida en México y es quizá una de las modalidades
terapéuticas más recientes. Sin embargo, en un estudio que compara la elección de tratamiento y
su relación con el IMC, se encontró que la obesidad mórbida se relaciona con elección de trata-
miento no quirúrgico, y dentro de éste, la braquiterapia es la opción más utilizada con una razón
de momios de 1.59, aun por arriba de la radioterapia externa (RM 1.29).81
Los estudios que evalúan esta modalidad de radioterapia concluyen que la población de
pacientes obesos no parece relacionarse con aumento de recurrencia bioquímica,82 quizá porque
se utilizan dosis mucho más altas de radiación y el movimiento de la próstata es mínimo en com-
paración con la radioterapia externa.
obesidad durante la infancia, pubertad o años previos al diagnóstico (la carga de obesidad/años),
tiene alguna importancia? Y más aún, ¿pueden las intervenciones coadyuvantes o neoadyuvantes
(estilo de vida, dieta, farmacoterapia) enfocadas a reducir el peso, modular o disminuir el riesgo
de CaP? ¿Mejores medidas de adiposidad pueden explicar la heterogeneidad de los hallazgos en
los estudios?, y ¿qué otros lazos moleculares pudieran caracterizar y servir como marcadores de
riesgo para los pacientes obesos?
Es deseable que la etapa de estudios epidemiológicos y causales llegue a su fin para dar paso a
un capítulo de estudios moleculares, intervención y es posible que ensayos clínicos.
La asociación entre obesidad y cáncer de próstata puede ser controversial, pero el incremento
de estas dos enfermedades en el siglo XXI es un hecho. El diagnostico tardío de CaP por niveles
disminuidos de APE, resultantes de la aromatización periférica de andrógenos y el aumento de
estrógenos circulantes, pareciera dar como resultado una disminución en la tasa de éxito de las
medidas terapéuticas, en comparación con los sujetos de peso normal.
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INTRODUCCIÓN
Dentro de la gama de enfermedades crónicas que se asocian con sobrepeso y obesidad, el cáncer no
es la excepción.1 Se ha observado una relación directa entre sobrepeso y obesidad, y el riesgo de pa-
decer neoplasias malignas de mama, endometrio, ovario, próstata, hígado, vesícula, colon, tiroides,
mieloma, leucemia, linfoma no Hodgkin y sistema nervioso central, entre otros.2-10 Además, los
pacientes oncológicos con sobrepeso, obesidad y mayor porcentaje de grasa corporal tienen pronós-
ticos menos favorables que aquellos que tienen un peso saludable.11-12 Estas condiciones se asocian
con incremento en la mortalidad; al respecto, en un estudio de cohorte13 se informó que los varo-
nes con índice de masa corporal (IMC) > 35 presentaron mayor riesgo relativo (RR) de mortalidad
por cualquier tipo de tumor de 1.23 (IC 95%, 1.11-1.36) hasta un RR de cáncer hepático de 4.52
(IC 95%, 2.94-6.94), en comparación con pacientes de peso normal. En mujeres, los resultados
fueron similares, aquellas pacientes con IMC > 40 tuvieron un RR = 1.62 (IC 95%, 1.4-1.87)
en mortalidad por cualquier neoplasia en comparación con las de peso normal; la asociación más
fuerte se presentó en cáncer cervicouterino RR = 6.25 (IC 95%, 3.75-10.4) (figuras 15-1 y 15-2).
Se sabe que el exceso de tejido adiposo, la distribución de la grasa corporal, el sedentarismo,
la resistencia a la insulina y el exceso de producción de varias adipocinas participan en el desarrollo
de distintos tumores, pero aún no se conocen los mecanismos específicos de dicha asociación. En
este capítulo se describen los sitios de tumor que se vinculan más con obesidad y algunos meca-
nismos implicados en dicho proceso.
187
Hombres
1.34
Próstata (> 35)
1.49
Linfoma no Hodgkin (> 35)
1.52
Todos los tumores (> 40)
Todos los tumores (> 30) 1.68*
1.70
Riñón (> 35)
1.71
Mieloma múltiple (> 35)
1.76
Vesícula (> 30)
1.84
Colon y recto (> 35)
1.91*
Esófago (> 30)
1.94
Estómago (> 35)
Páncreas (> 35) 2.61*
0 1 2 3 4 5 6 7
Riesgo relativo de mortalidad (IC 95%)
Figura 15-1. Mortalidad por cáncer de acuerdo con el índice de masa corporal en hombres estadouniden-
ses. Para cada riesgo relativo, la comparación se realizó entre sujetos pertenecientes a la categoría de mayor
IMC (entre paréntesis) y los sujetos en categoría de referencia (18.5 a 24.9). *RR para sujetos no fumadores.
Todos los resultados presentaron significancia estadística (p ≤ 0.05) para todos los sitios de tumor. Adaptada
de Cancer Prevention Study II.13
IMC, índice de masa corporal; IC, intervalo de confianza.
Mujeres
1.44
Mieloma múltiple (> 35)
1.46
Colon y recto (> 40)
1.51
Ovario (> 35)
1.68
Hígado (> 35)
1.88*
Todos los tumores (> 40)
1.95
Linfoma no Hodgkin (> 35)
2.12
Mama (> 40)
2.13
Vesícula (> 30)
2.51*
Otros sitios de tumor (> 40)
2.64*
Esófago (> 30)
2.76
Páncreas (> 40)
3.20
Cuello uterino (> 35)
4.75
Riñón (> 40)
6.25
Útero (> 40)
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11
Riesgo relativo de mortalidad (IC 95%)
Figura 15-2. Mortalidad en cáncer de acuerdo con el índice de masa corporal en mujeres estadounidenses.
Para cada riesgo relativo, la comparación se realizó entre sujetos pertenecientes a la categoría de mayor IMC
(entre paréntesis) y los sujetos en la categoría de referencia (18.5 a 24.9). *RR para mujeres no fumadoras.
Todos los resultados presentaron significancia estadística (p ≤ 0.05) para todos los sitios de tumor. Adaptada
de Cancer Prevention Study II.13
IMC, índice de masa corporal; IC, intervalo de confianza.
relacionado con fenotipo de cáncer colorrectal.22 Otro mecanismo importante son las alteraciones
en el metabolismo de las hormonas endógenas asociadas al tejido adiposo como leptina,23 adipo-
nectina24 e insulina.25-26 Esta última es un factor de crecimiento epitelial de las células colónicas
y un mitógeno en el crecimiento tumoral in vitro;27 en líneas celulares de carcinoma de colon se
ha informado incremento en la densidad de receptores de insulina mucho mayor que en epitelios
normales.28 Además, los efectos de la insulina incluyen estimulación de la proliferación celular y
expresión de c-Myc en líneas celulares de cáncer de colon (figura 15-3), así como activación de
la vía de señalización mTOR que, en combinación con la translocación nuclear de la catenina β
y el efector de la señalización de Wnt, participa en la expresión de oncogenes en las células intes-
tinales estimuladas por insulina. Otro efecto de la insulina es la estimulación de la fosforilación
y activación en modelos murinos de proteína cinasa-1 activada por p21 (PAK-1), un importante
estimulador de la carcinogénesis.29
Vía de señalización
Insulina
de la catenina Wnt-β
Receptores Retorcida
IGF-1 Wnt
Membrana
celular
Ryk
Descontrola
c-Myc Membrana
celular
PI3K
Ras Ras
activa GSK-3β
Proliferación
in
Ax
mTOR SOS Raf APC
Grb2
?-catenina
Akt
Proteína sintasa MEK1/2
Supervivencia Proliferación
Figura 15-3. Esquema de mecanismos asociados con diabetes y cáncer de colon y recto. Las vías de
señalización de insulina y el factor de crecimiento insulínico (IGF-1) se muestran con los efectos de apoptosis,
proliferación y síntesis de proteínas. La actividad mitogénica activada por la vía de la proteína cinasa (MAPK)
se vincula con la proliferación y la fosfatidil-inositol-3-cinasa (PI3K)/proteína cinasa B (Akt) inhibe la apoptosis
y permite la supervivencia celular. La síntesis proteica es inducida por la Akt. MEK, cinasas mitógenas extra-
celulares; ERK, cinasas reguladas por señalización extracelular; mTOR, blanco de la rapamicina en mamíferos;
Ras, serina/treonina cinasa del sarcoma rápidamente progresivo; Raf, serina/treonina cinasa del fibrosarcoma
rápidamente progresivo; Ryk, relacionado con las tirosina cinasas; SOS, silenciamiento de las señales de
supervivencia; Grb2, proteína de unión 2 con el receptor del factor de crecimiento; APC, proteína C activada;
GSK-3β, cinasa glucógeno sintasa-3β; Axin, índice de activación extracelular.
Adaptada de: Giouleme O, Diamantidis MD, Katsaros MG. Is diabetes a causal agent for colorectal cancer?
Pathophysiological and molecular mechanisms. World J Gastroenterol, 2011;17:444-448.
MECANISMOS
La carcinogénesis en un proceso muy complejo que se puede dividir en múltiples etapas: inicia-
ción, promoción, angiogénesis y progresión, entre otros. El sobrepeso y la obesidad influyen en el
proceso neoplásico por medio de varios mecanismos, que incluyen hiperinsulinemia, producción
de hormonas esteroideas e inflamación crónica.
Metabolismo
Las moléculas de alta energía son esenciales para la vida celular, la fuente primaria de compuestos
energéticos que se forman durante el metabolismo es la glucosa. Hay evidencia bien establecida
—pero subestimada— de los efectos que tiene el balance energético positivo (BEP) derivado del
consumo calórico alto (CCE) sobre la homeostasis de la glucosa. En general se ha propuesto que
el bajo consumo calórico (BCC) reduce la disponibilidad de hidratos de carbono (HC),64 lo
que limita el crecimiento intracelular y los factores de supervivencia tisular, en tanto que el CCE
asociado con dietas altas en HC aumenta los niveles de leptina, insulina, factores de crecimiento
insulínico (IGF) y corticosteroides suprarrenales.65
Vascularización
Las células neoplásicas tienen la capacidad de inducir la formación de nuevas redes vasculares y se
sabe que las células vasculares endoteliales tienen actividades endocrinas muy importantes. Hay
Tejido adiposo
El tejido adiposo puede considerarse de manera formal como tejido endocrino. Es el único órgano
que tiene capacidad de crecimiento ilimitado a lo largo de toda la vida, y produce factores humo-
rales con acciones en muchos otros tejidos. Estudios experimentales y clínicos han demostrado
que las hormonas y citocinas producidas por los adipocitos ejercen sus acciones en el músculo,
hígado, hueso y sistema nervioso central, entre otros. En el individuo obeso se incrementan los
factores proinflamatorios, como el factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α), interleucina 6 (IL-6)
y proteína C reactiva. Además, el exceso de adipocitos origina altas concentraciones de VEGF y
leptina. Dichos factores promueven inflamación crónica promotora de neoplasias malignas. Las
adipocinas podrían ligarse a diferentes mecanismos carcinogénicos que incluyen diferenciación
celular, apoptosis y angiogénesis.78-79
Adiponectina
La adiponectina es una proteína que muestra similitudes estructurales con la colágena y el TNF,
y ejerce sus efectos sobre la sensibilidad a la insulina. Se produce de manera inversa al IMC y la
cantidad de tejido adiposo.80 Se ha observado que los niveles bajos de adiponectina en plasma se
vinculan con incremento en el riesgo de padecer cáncer de mama en mujeres posmenopáusicas,
con independencia del IMC, los niveles de IGF-1 y leptina.81 En un estudio se informó que los
niveles altos de adiponectina se asociaron con crecimiento de células cancerígenas mamarias tanto
in vitro como in vivo.82,83 El mecanismo primario de insulinosensibilidad de la adiponectina es la
activación del MAPK, el cual suprime la proliferación celular por medio de diversos mecanismos,
los cuales incluyen la regulación de las proteínas p21 y p53 implicadas en el control del crecimien-
to y apoptosis celular y la inhibición de enzimas implicadas en la regulación de la síntesis proteica,
de ácidos grasos y triglicéridos.84
Resistencia a la insulina
Es bien sabido que la obesidad conduce a un estado de resistencia a la insulina. Este mecanismo
podría explicar, por lo menos en parte, la asociación entre obesidad y neoplasias malignas. El
aumento de los niveles de insulina en individuos obesos se relaciona con cáncer de mama, colon
y próstata, entre otros.85-86 La insulina es la hormona anabolizante por excelencia y puede esti-
mular la proliferación celular, ya sea de manera directa por la vía mitogénica de la proteína cinasa
asociada con mitógenos (MAPK),87 o en forma indirecta al afectar la biodisponibilidad del factor
de crecimiento insulínico tipo 1 (IGF-1).88 El IGF-1, que se sintetiza principalmente a nivel
hepático y en la mama,89 pertenece a una compleja familia de factores que se encargan de regular
el crecimiento, desarrollo y diferenciación de los tejidos, así como la proliferación y supervivencia
celular mediante el control de la apoptosis.90 Los IGF están sobreexpresados en algunas neoplasias
malignas y en células cancerígenas con mayor tendencia a las metástasis.91-92
Hormonas sexuales
Las hormonas sexuales esteroideas (que incluyen estrógenos, andrógenos y progesterona) desem-
peñan un papel primordial en la relación entre obesidad y cáncer. El tejido adiposo es el principal
sitio de síntesis de estrógenos en hombres y mujeres posmenopáusicas.93 El aumento en los niveles
de IGF-1 y de insulina ocasionados por exceso de masa grasa provoca aumento en los niveles de
estradiol tanto en mujeres como en varones.94 El desajuste hormonal provocado por el exceso
de tejido adiposo se asocia de manera estrecha con el riesgo de desarrollar cáncer de endometrio
y mama en mujeres posmenopáusicas.17,95 En estos dos tipos tumorales se ha descrito el papel
importante de los estrógenos y la progesterona en la regulación de la diferenciación, proliferación
e inducción de apoptosis.96
CONCLUSIÓN
La obesidad es un problema mundial que crece día con día. Es una epidemia con comorbilidades
importantes que implican altas tasas de mortalidad, como el cáncer. El exceso de tejido adiposo
tiene implicaciones en el metabolismo de hormonas como insulina, IGF, progesterona y estróge-
no, y se ha vinculado con un ambiente que propicia la carcinogénesis y deshabilita la apoptosis.
Además de estimular la respuesta inflamatoria del cuerpo, puede contribuir al crecimiento y pro-
gresión de neoplasias malignas.97
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INTRODUCCIÓN
La obesidad puede estar presente en muchas personas sin que se detecten efectos respiratorios
(obesidad simple). En otro extremo de la gama de presentaciones se encuentran los pacientes con
insuficiencia respiratoria aguda por obesidad, enfermedad grave con alta mortalidad.1,2 No se
conoce en forma clara por qué algunos obesos desarrollan insuficiencia respiratoria; sin embargo,
participan el síndrome de apnea obstructiva del sueño (SAOS), el aumento progresivo de peso
y el envejecimiento. Desde hace tiempo se ha considerado (porque es lógico) que una obesidad
central con predominio en tórax y abdomen repercutirá más sobre la función respiratoria. Sin
embargo, las demostraciones empíricas son difíciles de encontrar.3 La presencia de enfermedad
pulmonar adicional (enfisema o asma) o la residencia en zonas elevadas puede empeorar la hipoxe-
mia crónica y deteriorar más a los obesos. Asimismo, una serie de padecimientos intercurrentes
o relacionados con obesidad, como infecciones respiratorias o tromboembolias pulmonares, pue-
den descompensar a un paciente obeso en apariencia estable. Ya que la incidencia de obesidad se
encuentra en pleno incremento, es importante entender las alteraciones respiratorias que puede
ocasionar. Varios aspectos pueden revisarse con detalle en las lecturas recomendadas.
Volúmenes pulmonares
En términos generales, la obesidad genera mayor trabajo respiratorio, ya que se tiene que despla-
zar una mayor masa de tejidos.4-7 Los músculos respiratorios del obeso trabajan más para vencer
mayores inercia y resistencia al movimiento, tanto de los tejidos como del aire que circula a través
199
de vías aéreas más estrechas. La masa abdominal aumentada en el obeso desplaza el diafragma
hacia la cabeza, una posición pulmonar más espirada o desinflada, en particular cuando el suje-
to está en posición supina, lo que genera baja de la capacidad funcional residual (figura 16-1).
Es frecuente que la única alteración detectable en los volúmenes pulmonares de obesos sea la
reducción del volumen espiratorio de reserva (VER), que es la diferencia entre la capacidad fun-
cional residual (volumen en el cual se respira de manera normal) y el volumen residual (volumen
pulmonar mínimo, figura 16-2). El pulmón con menor volumen (más desinflado) se acerca al
punto en que las vías aéreas de las partes declive del pulmón se cierran (volumen de cierre), lo que
ocasiona microatelectasias y acinos perfundidos pero mal ventilados (con relación ventilación/
. Q]
perfusión [ V/ . disminuida), o bien acinos perfundidos pero sin ventilación (cortocircuitos) que
permiten el paso de sangre venosa sin oxigenación.8-10 Las zonas con baja ventilación o atelectasia
ocasionan hipoxemia que empeora en posición supina y mejora con respiraciones profundas.11-14
Es posible que durante cada espiración los bronquiolos de las partes pulmonares bajas o en declive
se colapsen en el paciente obeso y se reabran en la siguiente inspiración, lo que al menos pone a
estos sujetos en riesgo de lesión mecánica con inflamación. Esto se ha demostrado en pacientes
con insuficiencia respiratoria aguda y en modelos experimentales, pero no en obesos.
Kg Kg
Abdomen
Tórax
Diafragma
Figura 16-1. Modelo del efecto de la obesidad en la función respiratoria. El exceso de peso sobre tórax y
abdomen provoca una posición más espirada de los pulmones (volumen pulmonar bajo). Este efecto es más
importante en decúbito pero también ocurre en sujetos sentados o de pie. El pulmón más desinflado produce
microatelectasias; esto ocasiona mayor rigidez en el pulmón y vías aéreas más estrechas, lo que conduce a
peor oxigenación de la sangre. La masa grasa en tórax y abdomen (representada como pesas en la figura) in-
crementa de manera adicional la impedancia y el trabajo respiratorio. Un modelo útil del efecto de la obesidad
también es el de bandas elásticas alrededor del tórax y abdomen, que además de lo descrito para los pesos,
aumenta la rigidez del sistema respiratorio y requiere mayor presión por cambio de volumen.
100
TLC
Barotrauma
Normal
obesidad + CPAP
V
FRC
% a
b
VC
cv
0 RV
Atelectasia
Obesidad
Hipoxemia
Restricción
Crepitantes
<60 0 60
cm H 2 O Tiempo
Figura 16-2. Efecto de la obesidad en la mecánica pulmonar. En ambas gráficas, el eje vertical representa
el volumen pulmonar. La gráfica derecha muestra la presión respiratoria en el eje horizontal (curva presión-
volumen del sistema respiratorio). La gráfica izquierda es un espirograma con tiempo en el eje horizontal. La
obesidad desplaza la respiración hacia bajo de las gráficas, en una posición más espirada (desinflada) y cercana
al volumen de cierre (cv, flechas a y b). En este volumen, la curva de distensibilidad es más horizontal que en el
volumen normal y el volumen corriente requiere mayor trabajo respiratorio (asa inferior). El uso de CPAP podría
compensar el exceso de peso y regresar la respiración a su volumen normal. El esquema es una simplificación,
ya que la obesidad genera una curva presión-volumen desplazada hacia abajo y a la derecha, con la forma
descrita en la gráfica, y el CPAP regresa al paciente a la curva normal.
Por otro lado, puede ser que en todo el ciclo respiratorio las zonas pulmonares se mantengan
por debajo del volumen de cierre, con acinos no ventilados, y que sólo se reabran con respira-
ciones profundas o suspiros. Esta última situación es más adversa para la función, y se esperaría
en sujetos más obesos o bien con problemas coexistentes que eleven el volumen de cierre por
enfermedad de la vía aérea (como tabaquismo, asma o insuficiencia cardiaca). La reapertura de
acinos requiere mayor presión que el inflado de unidades abiertas, por lo que el cierre de vías
aéreas disminuye la distensibilidad pulmonar y aumenta el trabajo respiratorio (figura 16-3).
En la exploración física, la correlación de esta respiración con volúmenes pulmonares disminuidos
es la presencia de estertores crepitantes finos al final de la inspiración, llamados también “en vel-
cro” o crackles en inglés. En el paciente obeso es frecuente escucharlos, aunque pueden desaparecer
de manera progresiva después de varias inspiraciones profundas. La hipoxemia empeora en sujetos
que viven a alturas moderadas o grandes, y cuando coexisten otras enfermedades pulmonares.
Varios de los efectos descritos en obesos se han reproducido en forma experimental al agregar
peso sobre el tórax y el abdomen (sobrecarga de masa) o colocar bandas elásticas a su alrededor
(sobrecarga elástica). El exceso de peso sobre el tórax y abdomen de los sujetos con obesidad mar-
cada tiene que desplazarse para iniciar la inspiración, y este cambio es más evidente en pacientes
con SOH que en aquellos que tienen obesidad simple. Cuando se agrega peso sobre el tórax y
abdomen se reduce la tendencia de la pared torácica a expandirse, lo que ocasiona desplazamiento
de la curva presión-volumen hacia abajo y a la derecha en forma paralela. Sin embargo, además
del desplazamiento, las bandas elásticas ocasionan un cambio en la pendiente de la curva presión-
volumen hacia una mayor horizontalidad (con mayor rigidez). Los cambios de distensibilidad
similares a los del uso de bandas elásticas son más frecuentes en pacientes con SOH, en tanto que
el desplazamiento paralelo se observa en la mayoría de los pacientes obesos.
TLC
IC
FRC
cv
ERV
RV
RV
N O SOH
Volúmenes pulmonares en la obesidad
Figura 16-3. Volúmenes pulmonares en sujetos normales (N), obesos (O) y con el síndrome de obesidad-
hipoventilación (SOH). Los pacientes obesos, en especial los que tienen SOH, muestran disminución de la
capacidad pulmonar total (TLC) y de la capacidad funcional residual (FRC), que puede colocarse por debajo
del volumen de cierre (cv) y cerca del volumen residual (RV). El volumen espiratorio de reserva (ERV), que de
manera característica se encuentra disminuido en el obeso, se representa en color naranja sobre la barra.
Resistencia y distensibilidad
El calibre bronquial es proporcional al volumen pulmonar, por lo que al perderse volumen en
la obesidad aumenta la resistencia de la vía aérea. La conductancia (inversa a la resistencia) es
proporcional al volumen pulmonar. En un estudio en que se utilizó la técnica de oscilación for-
zada, Yap encontró aumento de la resistencia respiratoria en sujetos obesos colocados en posición
supina.14 La reducción del volumen pulmonar al final de la espiración produce aumento pasivo
de la resistencia por incremento en la presión bronquial transmural, que tiende a colapsar dicho
volumen.15 Un factor que también podría intervenir al producir aumento en la resistencia de
la vía aérea superior es la acumulación de grasa alrededor de la faringe, ya que los pacientes con
SAOS tienen reducción en la conductancia respiratoria y aumento en la resistencia pulmonar.16
Se sabe que el sobrepeso puede originar un patrón restrictivo en las pruebas de función pul-
monar, con disminución de la capacidad pulmonar total (TLC) y la capacidad vital (VC).15 Aun
en pacientes con obesidad moderada, en la espirometría simple puede encontrarse disminución de
la capacidad vital forzada (FVC) y del volumen espiratorio forzado en el primer segundo (FEV1).
La pérdida de peso mejora estos parámetros funcionales, así como la percepción subjetiva de dis-
nea, lo cual se explica por mejoría en la actividad de los músculos respiratorios, y aumento en
la distensibilidad pulmonar por disminución de la capa de tejido adiposo en la caja torácica y en la
grasa abdominal; esto facilitará el descenso del diafragma durante la inspiración.17
Además de la formación de microatelectasias en las zonas declive del pulmón, el aumento
del volumen sanguíneo pulmonar (congestión vascular) en el obeso puede aumentar la rigidez
pulmonar y el esfuerzo respiratorio.
La fuerza de los músculos respiratorios es normal en la obesidad simple, pero se encuentra
por debajo de lo normal (hasta en 40%) en la obesidad mórbida.7,18 La alta impedancia respira-
toria limita hasta 60% de lo normal en obesos simples y 35% en el SOH, el incremento esperado
en la ventilación pulmonar durante la exposición a CO2. De hecho, los pacientes con SOH tienen
frecuencia respiratoria 25% mayor que los obesos eucápnicos, y en éstos es más rápida que en
los no obesos. El volumen corriente es normal en ejercicio y reposo en términos absolutos, pero
disminuye en relación con el peso corporal.
En resumen, la masa grasa en la obesidad comprime tórax y abdomen y coloca al pulmón
en posición más espirada, con cierre de acinos y microatelectasias, acompañada de reducción en
el calibre de la vía aérea y mayor gasto energético al respirar. Estos efectos de la obesidad sobre la
mecánica pulmonar se resumen en la figura 16-1. En los pacientes más graves estas alteraciones
se traducen en hipoxemia, taquipnea y retención de CO2. En estudios espirométricos de pobla-
ciones se puede observar el impacto adverso de la obesidad. En general, se encuentra una relación
positiva entre peso o índice de masa corporal y la función espirométrica hasta llegar a un límite a
partir del cual desciende (forma de U invertida).
Intercambio de gases
Los sujetos obesos producen más bióxido de carbono (CO2) y consumen más oxígeno para una
determinada actividad que los no obesos.18 A pesar de ello, la mayoría de los pacientes obesos son
eucápnicos. Durante el ejercicio, esto ocasiona mayor ineficiencia en el desempeño físico, que
puede sumarse a condicionamiento inadecuado para producir limitación funcional. Los factores
que pueden contribuir al mayor gasto energético por tarea dependen del tipo de ejercicio, pero
incluyen movimiento de las extremidades con mayor masa y mayor trabajo respiratorio.
1. Mecánica pulmonar:
a) Espirometría (prueba básica)
b) Volúmenes pulmonares por pletismografía
2. Intercambio gaseoso:
a) Gasometría arterial (prueba básica) para buscar hipoxemia y retención de CO2
b) Datos de cronicidad: policitemia, hipertensión pulmonar (hipoxia crónica), hipercapnia con exceso
de base o pH normal (hipoventilación crónica compensada)
3. Pruebas especiales y su indicación:
a) Difusión de monóxido de carbono para valoración de enfisema o enfermedad pulmonar intersticial
asociada
b) Presión inspiratoria y espiratoria máxima: valoración de la fuerza muscular respiratoria cuando los
volúmenes pulmonares están disminuidos o hay retención de CO2
c) Respuesta ventilatoria a CO2 o hipoxia, valoración del control químico de la respiración. Prueba
para protocolos de investigación
d) Prueba de ejercicio máximo cardiopulmonar: valoración de limitación funcional y exploración de
mecanismos; ayuda a identificar causas pulmonares y cardiacas o no pulmonares de la limitación
funcional
e) Polisomnografía: para analizar la respiración nocturna en pacientes con hipoventilación alveolar
diurna, somnolencia excesiva o ronquidos con apneas
f ) Imagenología de la vía aérea superior: por tomografía o resonancia, en pacientes con apnea del
sueño en quienes se sospeche alteración anatómica; puede ser suficiente la nasofaringoscopia
III. Valoración de hipertensión arterial pulmonar
precoz)40-42 mayor riesgo de desarrollar asma en relación con no obesos,43-45 hasta el momento no
se ha demostrado causalidad entre ambos padecimientos.
Se supuso que los síntomas de asma podrían llevar a autolimitación de la actividad física
con el consecuente desarrollo de obesidad. Sin embargo, varios estudios longitudinales demues-
tran que el desarrollo de la obesidad precede al asma.43-46 Chen y colaboradores47 calcularon el
consumo de energía con base en el tiempo invertido en ejercicio formal y el costo energético del
mismo en 16 813 sujetos mayores de 12 años (1 070 con asma), representativos de una muestra
nacional de Canadá. En dicho estudio el consumo de energía fue similar en sujetos con asma y sin
ella. Los autores concluyeron que una actividad física insuficiente no explica la asociación entre
asma y obesidad.
La relación en la prevalencia de asma en varones y mujeres cambia de 2:1 durante la infancia
a proporciones similares en la adolescencia.48 Castro-Rodríguez y colaboradores46 estudiaron en
forma longitudinal el riesgo de desarrollar sobrepeso u obesidad más asma en una cohorte de
1 246 niños de Tucson, Arizona, nacidos entre 1980 y 1984, a los que se dio seguimiento hasta los
13 años de edad. Las niñas que desarrollaron obesidad entre los 6 y 11 años de edad tuvieron ries-
go siete veces mayor de desarrollar por primera vez síntomas de asma entre los 11 y 13 años. No
se ha aclarado esta mayor asociación entre obesidad, asma y sexo femenino, pero se ha propuesto
que la obesidad acelera la secreción de hormonas femeninas y la pubertad en niñas. La obesidad
y la pubertad aumentan la disponibilidad periférica de estrógenos e incrementan la producción
de leptina. Los estrógenos pueden alterar la respuesta de los receptores adrenérgicos β2, lo cual
favorece la broncoconstricción,49 en tanto que la leptina se ha implicado en la proliferación de
células bronquiales y pulmonares.50 Por otra parte, se sabe que las hormonas femeninas favorecen
la producción de interleucinas 4 y 13, dos mensajeros relacionados con la producción de IgE
realizada por los linfocitos, lo que podría favorecer la predisposición a alergia.46
En sujetos obesos, el asma se presenta con un fenotipo diferente de la misma enfermedad,51
que suele ser más grave y con respuesta variable al tratamiento convencional. En pacientes asmá-
ticos obesos hay mayor riesgo de exacerbaciones y hospitalizaciones,52,53 la enfermedad es más
difícil de controlar y se observa mayor frecuencia del tipo grave persistente.54 La razón para una
mayor gravedad es multifactorial. Los obesos parecen responder menos al tratamiento estándar
del asma, se ha demostrado resistencia in vitro a esteroides,55 y en investigaciones clínicas se
encontró correlación negativa entre la respuesta a esteroides inhalados (piedra angular del trata-
miento del asma) y el índice de masa corporal;56 también se ha informado menor efecto de los
esteroides sistémicos y broncodilatadores β2 de larga acción.57,58 Asimismo, podría pensarse que
los pacientes con asma y obesidad tienen un componente inflamatorio mayor que los asmáticos
no obesos. Sin embargo, no hay diferencias en la inflamación de la vía aérea medida por óxido
nítrico exhalado59 ni en la cuenta o distribución de células inflamatorias de la expectoración60
entre pacientes asmáticos obesos y no obesos; no obstante, sí se ha observado mayor agresión
oxidativa de la vía aérea en la persona que padece asma y obesidad, lo que podría contribuir a
su gravedad.61
La obesidad podría incrementar el riesgo y gravedad del asma debido a comorbilidades como
al SAOS y la enfermedad por reflujo gastroesofágico (ERGE). El SAOS es muy frecuente en
personas obesas y podría vincularse con la gravedad del asma,62 al incrementar el tono vagal
favoreciendo la broncoconstricción, y al promover la inflamación sistémica con lo que se liberan
sustancias de agresión oxidativa.63 La ERGE también es muy frecuente en obesos,64 y es causa
directa de hiperreactividad bronquial y sibilancias.65,66
El tratamiento de los obesos asmáticos debe fundamentarse en los principios válidos para
otros asmáticos. En pacientes controlados con síntomas poco frecuentes sólo se requiere el uso de
broncodilatadores por razón necesaria. Por otro lado, los pacientes con síntomas más frecuentes
deberán controlarse con medicamentos antiinflamatorios; en este sentido, los esteroides inhalados
son de primera elección. Los pacientes con asma grave y exacerbación requerirán esteroides sisté-
micos. Los asmáticos que además tienen apnea del sueño mejorarán con presión positiva continua
en la vía aérea (CPAP), que puede controlar la apnea y el asma.67 La CPAP puede tener un efecto
benéfico en el asma al mejorar el reflujo gastroesofágico y la apnea del sueño; además, el aumento
del volumen pulmonar puede dilatar las vías aéreas y mejorar la obstrucción. Sin embargo, el uso
de presiones elevadas en el asmático puede dificultar la espiración y pone a los músculos respira-
torios en riesgo de fatiga si acerca el pulmón a su límite inspiratorio. Por lo mismo, debe valorarse
de manera cuidadosa el posible impacto de la CPAP en pacientes con obesidad y asma, sobre todo
en aquellos con obstrucción grave.
Hakala y colaboradores68 observaron mejoría en la obstrucción del flujo aéreo en 14 pa-
cientes obesos con asma después de reducción de peso con dieta y cambio del IMC promedio
de 37 a 32 kg/m2. De manera similar, Stenius-Aarniala y colaboradores69 demostraron mejoría
en función pulmonar, síntomas, morbilidad y estado de salud en 19 obesos después de pérdida
promedio de 14.5% de su peso corporal. Se han descrito resultados similares después de baja
importante de peso por cirugía bariátrica.70,71 En resumen, la vinculación entre asma y obesidad
se ha reproducido de manera consistente en estudios transversales y longitudinales, sobre todo en
mujeres después de la pubertad. Asimismo, los obesos con asma mejoran de manera significativa,
tanto en los aspectos clínicos como funcionales, cuando reducen su peso en forma sustancial. Las
causas de la mayor frecuencia del asma en obesos son variadas y no se han aclarado por completo;
sin embargo, tienen gran relevancia debido a la creciente epidemia de obesidad.
Cuadro 16-3. Monitores para el diagnóstico del síndrome de apnea obstructiva del sueño
Monitor Variables Observaciones
I EEG, EOG, EMGm y EMGp, termistor o Polisomnografía estándar hospitalaria o
cánula nasal, ECG, micrófono, bandas en clínica de trastornos del sueño (es decir,
toracoabdominales, SpO2 y etCO2 supervisada)
II Igual que para la anterior Polisomnografía no supervisada (en el
domicilio); p. ej., sleep heart health study
III ECG, cánula de presión nasal o termis- Miden de cuatro a siete señales. Es impor-
Poligrafía tor, esfuerzo respiratorio con bandas tante conocer su rendimiento en compa-
respiratoria toracoabdominales, SpO2 y micrófono ración con polisomnografía hospitalaria y
domiciliaria
IV Oximetría nocturna y/o flujo nasal El análisis se basa en las desaturaciones
Poligrafía y en algunos casos en el flujo respiratorio
respiratoria por cánula nasal
El SAOS es una enfermedad muy frecuente. En México, un estudio con base poblacional
calculó una prevalencia de 2.4% en mujeres y 4.4% en hombres mayores de 40 años de edad.74 La
obesidad es el factor de riesgo mas importante para desarrollar apnea del sueño: el incremento de
la desviación estándar en el índice de masa corporal (IMC) se asocia con riesgo cuatro veces mayor
para padecer SAOS;75 además, la prevalencia de apnea del sueño tiene relación directamente pro-
porcional con el IMC: en sujetos con IMC mayor a 40 kg/m2 la prevalencia es de 10%, y puede
llegar a 60% en casos de obesidad extrema atendidos en clínicas de cirugía bariátrica.76
Si bien no se ha comprendido del todo, la relación entre obesidad y SAOS parece ser bidi-
reccional. La primera puede afectar la estructura y función de la vía aérea superior, en tanto que
la apnea del sueño puede llevar a aumento de peso y depósito de tejido graso, en especial a nivel
visceral.77
La obesidad puede causar estrechamiento de la faringe secundario al depósito de grasa sub-
cutánea en cuello y periluminal en la faringe;78 además, altera la distensibilidad de la vía aérea su-
perior, lo cual promueve su colapso.79 El incremento de la obesidad se traduce en empeoramiento
del SAOS: un aumento de 10% del peso corporal ocasiona incremento de 32% en el IAH y de
seis veces en el riesgo de padecer SAOS moderado y grave.80
El SAOS también posee mecanismos promotores de la obesidad, ya que disminuye la activi-
dad física, altera el metabolismo general y reduce la motivación para bajar de peso por medio de
síntomas depresivos;81-82 además, los sujetos con obesidad y SAOS tienen mayores concentracio-
nes de leptina en sangre en comparación con los obesos sin SAOS,83 lo que sugiere una mayor
resistencia a esta sustancia, con las consiguientes alteraciones metabólicas, así como de apetito y
depósito de grasa visceral.84-85
Los enfermos con SAOS no tratado suelen empeorar con el tiempo, en parte por incremento
de peso y quizá por envejecimiento. Desarrollan complicaciones de hipoxemia crónica (policite-
mia, hipertensión arterial pulmonar y cor pulmonale) y por último hipercapnia nocturna, primero
en la etapa de sueño MOR, después en la no MOR y finalmente durante el día. Esto ocurre por
deterioro del control respiratorio debido a hipoxemia crónica, supresión de sueño y ajuste del
nes periódicas con pausas apneicas durante el sueño, poliglobulia, hipertrofia ventricular derecha
por EKG, hipoxemia profunda e hipercapnia.109
La incidencia de SHO aumenta de manera significativa conforme se incrementa la obesidad
y la prevalencia varía de acuerdo con la población estudiada. Se informa que en una clínica de
sueño varía de 10 a 20% de los pacientes que requieren CPAP, y que alcanza casi 50% en hospi-
talizados con IMC > 50 kg/m2. Estimaciones recientes sugieren que alrededor de 0.3 a 0.4% de
la población general puede tener SHO.110-112
Fisiopatología
Mecánica respiratoria
Ya se han mencionado los cambios que causa la obesidad en la mecánica respiratoria. En el cuadro
16-4 se describen las modificaciones encontradas en pacientes con grado semejante de obesidad
pero diferente estado ventilatorio.
Una de las mayores interrogantes en la interacción función respiratoria-obesidad es por qué
sólo algunos pacientes con obesidad mórbida desarrollan hipoventilación diurna. Los mecanis-
mos que se han sugerido para explicar esta circunstancia son los siguientes: a) posible alteración
del desempeño muscular por las anormalidades bioquímicas de la hipoventilación (acidosis e
hipoxemia);113 b) mayor distribución central de la grasa en pacientes con SHO que en sujetos
eucápnicos, por lo que hay mayor desplazamiento cefálico del diafragma; c) el peso de la grasa
central reduce aún más el volumen pulmonar que en la obesidad periférica.114 Sin embargo, aún
faltan elementos para explicar por qué una gran proporción de pacientes con tales característi-
cas no presenta hipoventilación. Más allá de la mecánica respiratoria parece haber una compleja
interacción con anormalidades del control central de la ventilación, trastornos respiratorios del
dormir y anormalidades neurohormonales (figura 16-4).
SAOS
OBESIDAD
HIPERCAPNIA
Figura 16-4. El síndrome de obesidad-hipoventilación (pickwickiano) comprende a los pacientes con hi-
poventilación que además son obesos. Éstos suelen tener el síndrome de apnea obstructiva de sueño (parte
en color verde de la gráfica), aunque un grupo pequeño no lo padece (rayado horizontal). Asimismo, de los
pacientes con SAOS muchos no son obesos ni tienen hipercapnia, pero algunos tienen hipoventilación y el
cuadro clínico de los pickwickianos sin obesidad.
Control ventilatorio
Las alteraciones en el control ventilatorio son cruciales para el desarrollo o ausencia de hipo-
ventilación diurna. Por lo general, la obesidad grave se asocia con respuesta ventilatoria brusca
o poderosa, lo que ayuda a mantener la eucapnia a pesar de la carga mecánica incrementada.118
Los pacientes que expresan SHO no exhiben dicha respuesta, y se ha demostrado que incluso está
disminuida en estos sujetos,119 lo que conducirá, como es evidente, a hipoventilación nocturna
y diurna. Como se explicó antes, en la explicación de este fenómeno se ha conferido un papel
importante a un estado de resistencia a la leptina.
Cuadro clínico
En general, los pacientes con SHO son de mediana edad y se ha encontrado una relación varón/
mujer de 2:1. A diferencia de los pacientes con SAOS sin hipoventilación, las manifestaciones re-
lacionadas con hipertensión pulmonar e insuficiencia cardiaca derecha son más comunes en estos
sujetos, al igual que la hepatomegalia y el edema de miembros inferiores.120 En el cuadro 16-5 se
enumeran algunas características clínicas encontradas en pacientes con SHO.
Diagnóstico
Los criterios diagnósticos actuales del síndrome de hipoventilación-obesidad son los siguientes:121
• Obesidad expresada como índice de masa corporal > 30 kg/m2.
• Hipoventilación diurna, PaCO2 > 45 mmHg a nivel del mar.
• Exclusión de otras causas de hipoventilación.
• Asociación con un trastorno respiratorio del dormir.
Como se puede observar, aun cuando los criterios esenciales, como es obvio, son la obesidad y la
hipercapnia diurna en ausencia de otra causa que explique la hipoventilación, en los criterios de
diagnóstico se ha incluido el trastorno respiratorio, lo cual se justifica porque en la mayor parte
de los casos es la causa principal del síndrome y su corrección también resolverá a corto plazo la
hipoventilación diurna.
Tratamiento
El tratamiento actual del SHO puede clasificarse en dos grandes áreas: la médica, que incluye
tratamiento con presión positiva nocturna (PAP) para el trastorno respiratorio del dormir, y la
cirugía bariátrica.
• PAP. Aunque hace algunos años se creía que sólo la ventilación no invasiva nocturna binive-
lada podía corregir el trastorno del dormir en estos pacientes, en la actualidad hay suficiente
evidencia de que si el tratamiento con CPAP es suficiente para contrarrestar el colapso de la
vía aérea y mejorar el intercambio gaseoso, también corregirá la hipercapnia diurna en alrede-
dor de un mes de tratamiento. De no ser así, la recomendación es utilizar presión inspiratoria
y espiratoria (o binivelada). En estos casos se requiere una presión de apoyo de por lo menos
6 cm H2O.113
• Cirugía bariátrica. Como se menciona en varios capítulos de este libro, la cirugía bariátri-
ca resuelve buena parte de los casos de enfermedades que se derivan en forma directa de la
obesidad mórbida, por lo que no se abundará aquí en el tema. Sin embargo, es importante
mencionar que en relación con el SHO, se ha documentado la necesidad de reducir el peso de
manera sustancial para modificar el índice apnea-hipopnea. Aun así, el peso puede permane-
cer alto, y el retiro de la PAP representaría el cese prematuro de un tratamiento necesario.121
Por su gravedad y alta mortalidad, los casos de SHO requieren cuidados generales detallados que
incluyen evitar sedantes, narcóticos y alcohol, al igual que el tabaquismo y otras exposiciones
peligrosas para la respiración; vacunación contra influenza y neumococo, y tratamiento de las al-
teraciones respiratorias frecuentes como asma, EPOC, tromboembolia pulmonar (lo cual incluye
profilaxis en sujetos hospitalizados), infección respiratoria y alcalosis metabólica por hipopotase-
mia y diuréticos. Es importante descartar hipotiroidismo e insuficiencia cardiaca izquierda.
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INTRODUCCIÓN
A pesar de que la obesidad constituye un importante problema de salud pública en el mundo, por
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se han estudiado de modo insuficiente.
Algunas dermatosis asociadas con obesidad, como acantosis nigricans, acrocordones y las
propias del hiperandrogenismo, son bien conocidas.1,2 Ahora se sabe también que la obesidad
afecta la función de barrera de la piel, la producción de las glándulas sebáceas y endocrinas, los
vasos linfáticos, la función y estructura de la colágena —y por lo tanto la cicatrización—, la mi-
crocirculación, la macrocirculación y el tejido celular subcutáneo.3
Glándulas sebáceas
No se cuenta con estudios sobre la relación entre obesidad y producción de sebo. El sebo desem-
peña un papel muy importante en la patogenia del acné, que se exacerba en pacientes obesos por
el efecto del hiperandrogenismo y mejora cuando se trata con pioglitazona.6-9
Glándulas sudoríparas
Los grandes pliegues que presentan estos pacientes y la sudoración profusa favorecen la fricción y
oclusión folicular a nivel de las glándulas apocrinas. Esto ocasiona hidradenitis supurativa por el
roce de la superficie cutánea y promueve hiperqueratosis folicular, que se manifiesta por abscesos,
fístulas y cicatrices retráctiles (figura 17-1).1,5
221
VASOS LINFÁTICOS
Al disminuir el flujo linfático en estos pacientes hay acumulación de linfa rica en proteínas a
nivel del tejido celular subcutáneo y el espacio extravascular. Se trata de un proceso gradual que
a la larga da como resultado linfedema crónico y por ende disminución en la tensión de oxígeno
que conduce a fibrosis y a un estado de inflamación crónica. Éste puede evolucionar a elefantiasis
nostra (figura 17-2).1
CICATRIZACIÓN
Se han encontrado receptores de leptina (Ob-R) al nivel de los queratinocitos, fibroblastos, cé-
lulas endoteliales y tejido adiposo. En varios estudios se ha examinado el papel que desempeña
en la cicatrización la leptina, que in vitro promueve la proliferación de fibroblastos y la síntesis
de colágena. También se ha demostrado que favorece el crecimiento de células endoteliales y la
angiogénesis; sin embargo, altos niveles de leptina pueden ser tóxicos para la vasculatura. Se han
observado niveles disminuidos de leptina en pacientes con lipodistrofia.
En estudios con animales se ha demostrado que la obesidad altera la estructura y función de
la colágena, y por lo tanto de la cicatrización.10
La piel de los obesos es más débil desde el punto de vista mecánico en comparación con la de
ratones delgados, lo cual sugiere que esta condición es resultado de depósitos de colágena insufi-
cientes para cubrir o abarcar la superficie aumentada de la piel. Estudios previos han demostrado
que los obesos tienen cicatrización más lenta por disminución en el depósito de colágena, y resulta
interesante la observación de que la administración de insulina o la dieta adecuada no mejoran
la cicatrización en ratones obesos. Algunos investigadores proponen que esta disminución en los
depósitos de colágena se deben a cambios estructurales en el tejido adiposo. Un estudio demostró
aumento de la colágena tipo III relacionado sobre todo con obesidad abdominal.11,12
Es importante considerar estas observaciones, sobre todo en la fase posoperatoria, misma que
se abordará en el apartado sobre complicaciones posquirúrgicas.
MICROCIRCULACIÓN Y MACROCIRCULACIÓN
La obesidad es la causa primaria de disfunción en la microcirculación y macrocirculación, lo
que contribuye a la aparición de microangiopatía e hipertensión relacionada con obesidad. Se
ha demostrado que un índice de masa corporal alto se correlaciona de manera positiva con flujo
sanguíneo alto como mecanismo de compensación fisiológico.13
En mujeres obesas se ha observado que esta vasodilatación está mediada por acetilcolina;
además, se han observado alteraciones en la actividad vagosimpática y reducción significativa de
la respuesta vasoconstrictiva cutánea.14
GRASA SUBCUTÁNEA
Se sabe que en adultos predomina el tejido adiposo blanco, que sirve como aislante y depósito de
energía además de tener importantes funciones endocrinas en el metabolismo de lípidos y glu-
cosa. Los péptidos endocrinos secretados por los adipocitos como la leptina, el factor de necrosis
tumoral alfa y otros.15
PSORIASIS
En fecha reciente se observó una fuerte asociación entre obesidad y psoriasis. Esta vinculación,
la cual se ha demostrado en los estudios prospectivos longitudinales del Nurses Health Study, su-
giere que debe haber ciertas similitudes genéticas entre obesidad y psoriasis.16 El estado crónico
de inflamación de bajo grado asociado con adiposidad puede explicar el aumento de psoriasis en
estos pacientes.
Se sabe que el tejido adiposo tiene actividad endocrinológica y libera citocinas proinflamato-
rias como el factor de necrosis tumoral alfa, IL-1, IL-6 e IL-8, cuya sobreproducción en el tejido
adiposo es un hallazgo importante que podría explicar la patogenia de la psoriasis.17,18
También se ha demostrado que las adipocinas, como la leptina, tienen efectos inmunorregu-
ladores y promueven la proliferación de células T.19
La hiperleptinemia en pacientes con psoriasis se ha vinculado con incremento en el riesgo de
desarrollar síndrome metabólico.
Los adipocitos expresan receptores Toll que están implicados en la respuesta inmunitaria
congénita y pueden reaccionar en forma directa contra patógenos externos vía la liberación de
citocinas inflamatorias como los macrófagos.16
La obesidad por sí misma puede incrementar la fricción y el traumatismo en la línea de la
cintura y las áreas intertriginosas, y empeorar la psoriasis mediante el fenómeno de Koebner, pa-
decimiento que además es difícil diferenciar de un intertrigo (figura 17-3).
La psoriasis también se ha vinculado con otras alteraciones sistémicas relacionadas con obe-
sidad, como diabetes tipo 2, hipertensión, isquemia y dislipidemia; es decir, con un estado proin-
flamatorio.20,21
El tratamiento de estos pacientes es difícil debido a los mecanismos farmacocinéticos de los
medicamentos empleados para curar la psoriasis, ya que el aumento de tejido adiposo puede alte-
rar la distribución del fármaco y por lo tanto limitar su eficacia. Por ello las dosis deben ajustarse
al peso de estos sujetos.16
INFECCIONES
Celulitis, erisipelas y fascitis necrosante
La celulitis se define como un proceso agudo inflamatorio de origen infeccioso que afecta la der-
mis y el tejido celular subcutáneo. El área afectada se observa eritematosa, caliente y edematosa
(figura 17-4).
Por el contario, la erisipela se considera como una “celulitis superficial” que afecta de manera
preferente la dermis. La superficie cutánea adquiere un aspecto indurado de “piel de naranja”. Los
límites son nítidos y con frecuencia implican al sistema linfático. El diagnóstico es sobre todo
clínico.22
A pesar de la dificultad que supone obtener datos epidemiológicos fiables, se estima que la
erisipela tiene una incidencia de 10 a 100 casos por 10 000 habitantes/año. La celulitis, por su
parte, representa entre 1 a 14% de las visitas a los departamentos de urgencias. Ambos trastornos
comparten un pico de presentación entre los 40 y 60 años de edad, y se manifiesta en las extremi-
dades inferiores en más de 85% de los casos.23-25
Streptococcus pyogenes es el patógeno que se aísla con mayor frecuencia, seguido de Staphylo-
coccus aureus. Hay informes de que hasta 42% de estos microorganismos se presentan en sujetos
con obesidad o sobrepeso, y la relación mujer/varón es muy parecida: 1:1.06.26-28 Algunos de
los factores que favorecen este tipo de infecciones son la disrupción de la barrera cutánea (como
úlceras, linfedema), insuficiencia venosa crónica (IVC), tinea pedis, onicomicosis y edema de ex-
tremidades inferiores (con excepción de los de origen venoso).29,30
El diagnóstico es clínico. Las pruebas complementarias no suelen ser de gran utilidad y se
utilizan más para el diagnóstico diferencial. De hecho los hemocultivos suelen ser positivos sólo
en 5% de los casos, y algunos autores proponen el uso del valor de la velocidad de eritrosedimen-
tación (VSG) al ingreso y la edad como factores importantes para decidir la hospitalización de
estos pacientes, dada la capacidad de estos microorganismos de originar estancias hospitalarias
prolongadas a priori y, por lo tanto, cuadros más graves en potencia.22
La obesidad es un factor de riesgo para el desarrollo de fascitis necrosante, una infección
muy destructiva del tejido celular subcutáneo que afecta hasta la fascia, con toxicidad sistémica y
alta mortalidad. En el plano fisiopatológico se observan trombosis y diseminación bacteriana con
infiltración de células inflamatorias. Afecta más (hasta en 88%) a mujeres obesas hospitalizadas
(figura 17-5).31-33
El diagnóstico suele resultar clave; requiere de una exploración quirúrgica con cultivos de las
lesiones.
Figura 17-6. Paciente ingresado en una UCI con camas que no soportan peso, con múltiples catéteres y
sondas, y difícil movilización, factores que favorecen úlceras, mala cicatrización e infecciones cutáneas.
información adecuada para el mejor cuidado de sujetos obesos, así como estrategias para predecir
y prevenir el daño a la piel mediante cuatro medidas de observación:
1. Identificar a los individuos en riesgo.
2. Mantener y mejorar la tolerancia de los tejidos a la presión.
3. Ofrecer protección contra los efectos adversos de las fuerzas mecánicas externas (presión,
fricción).
4. Reducir la incidencia de úlceras por presión mediante programas de educación dirigidos al
personal de enfermería.
Mathison describe la escala de Braden, la cual puede utilizarse para identificar a los pacientes de
alto riesgo: aquellos que presentan aumento en la humedad, incontinencia, inmovilidad, vas-
cularización inadecuada y malnutrición secundarios a la obesidad. Estos factores promueven la
rotura de la piel, por lo que se recomienda el uso de camas bariátricas con colchones de espuma,
aire estático o alternancia de aire, gel y agua. El uso de materiales de nylon y Gore-Tex disminuye
la fricción y la humedad.37-41 El empleo de estas camas favorece la independencia del paciente,
disminuye la morbilidad y aligera la carga de trabajo del personal de enfermería, al igual que los
costos en los cuidados de pacientes obesos, ya que por su sistema operativo se pueden colocar
en diferentes posiciones y facilitan la movilidad. Deben ser programables, de fácil almacenaje y
movilización de una habitación a otra; también es importante que puedan cruzar una puerta o
introducirse en un elevador en cualquier situación de urgencia.42,43
Para los pacientes que ya tienen úlceras infectadas, está indicado el desbridamiento quirúr-
gico para promover una cicatrización adecuada. Deberán enviarse a cultivo muestras del tejido
para determinar el agente patógeno e iniciar el tratamiento antimicrobiano adecuado, ya que una
cuantificación de 105 de los diferentes microorganismos se ha asociado con mala cicatrización.44
Se mencionó que el hábitat que se desarrolla entre los grandes pliegues de estos pacientes fa-
vorece el crecimiento de diferentes microorganismos, sobre todo de hongos. El uso de ropa suave
de algodón entre los pliegues disminuye la fricción y absorbe la humedad. La aplicación de talcos
no medicados puede ser útil, pero no debe aplicarse en grandes cantidades porque forma grumos
que suelen dañar la piel. Se pueden emplear talcos y cremas con antifúngicos para combatir la
infección, pero no se recomienda usarlos en forma profiláctica.2,45
CONCLUSIÓN
Aunque se ha reconocido que la obesidad es un problema de salud pública importante, se ha
puesto muy poca atención en su impacto sobre la piel. Como se ha mencionado, la obesidad es
responsable de gran variedad de cambios en la fisiología de este órgano que están implicados en
un gran espectro de enfermedades dermatológicas. Todos los profesionales de la salud deben tener
conocimiento de estas complicaciones para reducir su frecuencia.
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774.
INTRODUCCIÓN
La prevalencia del sobrepeso y la obesidad en México ha alcanzado proporciones alarmantes. En
la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de 2006 (Ensanut 2006),1 la prevalencia combina-
da de sobrepeso y obesidad en personas mayores de 20 años de edad fue de 71.9 y 66.7% para
varones y mujeres, respectivamente. En caso de no encontrar estrategias efectivas de prevención,
la frecuencia de sobrepeso u obesidad en la población estadounidense será de 100% en 2048.2
El incremento de peso ocasiona mayor mortalidad por comorbilidades crónicas (como diabetes
tipo 2, hipertensión arterial, enfermedades cardiovasculares, esteatosis hepática y ciertos tipos de
cáncer), disminuye la calidad de vida del enfermo y aumenta de manera considerable los costos
de atención médica en el sistema de salud.2,3
Las enfermedades crónicas no transmisibles constituyen el problema de salud más importan-
te en México. Un indicador claro de la magnitud del problema es el hecho de que la diabetes y
la coronariopatía, seguidas del accidente cerebrovascular isquémico, son las causas más comunes
de mortalidad en México.4 Por desgracia, en la actualidad no hay tratamiento farmacológico
efectivo para lograr una reducción de peso significativa en el paciente con sobrepeso u obesidad.
Los resultados obtenidos con el tratamiento no quirúrgico son aún más limitados cuando los
medicamentos no se complementan con un plan de alimentación balanceado e incremento en la
actividad física. En pacientes mexicanos con diabetes tipo 2, 75.8% informó no seguir ningún
plan de alimentación y sólo 1.86% informó realizar actividad física diaria.5
Con independencia del motivo de consulta, el clínico tiene que proporcionar recomenda-
ciones de dieta y actividad física al paciente que se identifique con sobrepeso u obesidad. En
caso necesario debe complementar la atención mediante su referencia con un especialista. La
rigidez de las recomendaciones debe corresponder a las estadísticas mencionadas. El paciente debe
identificarse como enfermo y seguir el tratamiento como en cualquier otro padecimiento. Las
complicaciones asociadas con obesidad reducen la sobrevida esperada para esa persona en 22%, lo
cual representa ocho años menos de vida en la mujer y 13 años en el varón.6 Los resultados obte-
nidos con cirugía bariátrica ponen en evidencia el beneficio de la reducción de peso, con la cual
es posible mejorar o revertir comorbilidades como diabetes mellitus tipo 2, hipertensión arterial
233
sistémica y esteatosis hepática, así como mejorar la función cardiovascular. Además, se reduce la
mortalidad y mejora la calidad de vida del paciente.6
Los medicamentos para la obesidad actúan por diferentes mecanismos, tanto en el sistema
nervioso central (SNC) como en tejidos periféricos. Estos mecanismos incluyen: 1) supresión
del apetito en el SNC; 2) disminución de la absorción de nutrientes, y 3) incremento del gasto
energético o de la oxidación de nutrientes. La eficacia de estos medicamentos debe evaluarse por
su habilidad para reducir el porcentaje de grasa (de preferencia la visceral) y el peso corporal,
disminuir las comorbilidades relacionadas con obesidad y mortalidad, y mejorar la calidad de
vida. El medicamento ideal debe administrarse por vía oral, carecer de efectos adversos graves y
ser costeable para los pacientes.
Los medicamentos para bajar de peso suelen iniciarse en pacientes con obesidad que no
respondieron al plan de alimentación y actividad física. Sin embargo, el tratamiento debe ser
intensivo desde un inicio e incluir dieta, ejercicio, terapia para mejorar la conducta alimentaria
y fármacos. Además, desde el punto de vista del autor, el tratamiento debe ser intensivo desde
etapas tempranas de sobrepeso y no permitir que el paciente llegue a índices de masa corporal
mayores a 30 kg/m2 antes de empezar a considerar un esquema terapéutico estricto. Mientras más
alto sea el peso inicial, existirá mayor dificultad para alcanzar tanto las metas terapéuticas como
el peso ideal, y reducir comorbilidades y mortalidad. En caso de considerarse adecuado, el uso
de medicamentos también debe iniciarse en etapas tempranas (desde el sobrepeso) para reforzar
la reducción del peso corporal y a su vez lograr que el paciente se sienta motivado por la mejoría
clínica y bioquímica que muestra en cada evaluación.
En este capítulo se resume el tratamiento farmacológico para la obesidad. Se describen las
opciones actuales y posibles tratamientos a futuro. Se mencionan en forma breve las recomen-
daciones de alimentación y ejercicio. La información presentada se basa en evidencia de ensayos
clínicos, estudios de cohorte e informes transversales de experiencia clínica. Las recomendaciones
terapéuticas de las literaturas americana y europea se comparan con los resultados de estudios
clínicos en población mexicana. Con base en estos resultados se sugieren intervenciones más tem-
pranas y esquemas de tratamiento más intensivos para nuestra población.
EVALUACIÓN Y CLASIFICACIÓN
El primer punto para definir el tratamiento óptimo de pacientes con obesidad es determinar la
gravedad del problema por medio del IMC (cuadro 18-1). Sin embargo, este parámetro es menos
exacto en personas con alta masa muscular. En ciertas poblaciones, como la hispana o latina, los
factores de riesgo pueden estar presentes con índices de masa corporal más bajos (IMC ≥ 22 kg/
m2) a los que se utilizan en poblaciones caucásicas o anglosajonas (IMC ≥ 25 kg/m2).7 Además
del IMC, la circunferencia de cintura es de gran utilidad para identificar al paciente con alto
riesgo cardiovascular.8 De manera ideal, la intervención debe basarse en el riesgo cardiovascular
determinado por la combinación del IMC y la circunferencia de cintura (cuadro 18-2). La bioim-
pedancia no debe utilizarse como reemplazo de estos parámetros clínicos, en particular porque las
condiciones de ayuno, consumo de líquidos, y temperatura corporal y ambiental, pueden variar
de modo considerable entre consultas y arrojar resultados inconsistentes. Una vez establecido el
diagnóstico, se le debe explicar con claridad al paciente la gravedad de su enfermedad y el riesgo
a largo plazo para el desarrollo de otros problemas de salud (cuadro 18-3).
Cuadro 18-1. Clasificación del peso corporal de acuerdo con el IMC en adultos
Diagnóstico IMC (kg/m2)
Cuadro 18-2. Guía para decidir el nivel inicial de la intervención mediante la evaluación del riesgo
cardiovascular al combinar el IMC y la circunferencia de cintura en población europea
Adaptado de: NICE. Obesity. Guidance on the prevention, identification, assessment and management of
overweight and obesity in adults and children. NICE Clinical Guideline 43. Diciembre de 2006.
Riesgo o enfermedad
Enfermedad cardiovascular
Hipertensión
Insuficiencia renal
Dislipidemia
Cáncer
Depresión
diabetes tipo 2.9 Además del grupo étnico, siete de cada 10 pacientes evaluados se identificarán
con IMC mayor o igual a 25 kg/m2. Por ello, es muy probable que se evalúe de manera constan-
te a pacientes con por lo menos dos factores de riesgo para diabetes. Por estas características de
nuestra población, lo más probable es que el paciente requiera búsqueda intencionada de diabetes
mellitus. Las recomendaciones actuales sugieren detección temprana de diabetes en pacientes
con dos o más factores de riesgo.9 Por ello, en la población mexicana es recomendable obtener
una curva de tolerancia a la glucosa oral o realizar una medición de hemoglobina glucosilada,
siempre y cuando se tomen en cuenta algunas cuestiones que validen dicha medición en nues-
tra población.10 En el abordaje inicial también es recomendable investigar factores ambientales,
sociales y familiares que sugieran exposición cotidiana a dietas hipercalóricas; además, preguntar
por antecedentes familiares de sobrepeso y obesidad, así como de las comorbilidades relacionadas
(diabetes, hipertensión, infarto de miocardio, entre otras). Hay que hablar en forma amplia del
deseo de bajar de peso y la motivación para hacerlo, así como de mejorar el estado de salud actual
para prevenir enfermedades a futuro. Lo anterior debe equilibrarse con la intención de entender
las indicaciones y apegarse al plan de alimentación, hacer ejercicio y tomar los medicamentos. Es
importante valorar la presencia o ausencia de problemas psicológicos y de actitud del paciente
ante la enfermedad. Con todo lo anterior se ofrecerá una intervención multidisciplinaria para
estimular mayor actividad física, mejorar la conducta alimentaria, y garantizar el apego al plan de
alimentación y farmacoterapia.
Actividad física
Es importante persuadir al paciente de que la actividad física previene la diabetes tipo 2 y reduce
el riesgo cardiovascular, con independencia de si logra o no reducir el peso. Las recomendaciones
actuales sugieren realizar por lo menos 30 minutos de actividad física moderada a intensa por
cinco o más días a la semana.12 Esta actividad tiene que ser adicional a las actividades cotidianas
y llevarse a cabo en una sola sesión o en varias sesiones de 10 minutos o más cada una. Aunque
serán necesarios 45 a 60 minutos diarios para prevenir la obesidad, se empieza con incremento
paulatino en el condicionamiento físico (5 o 10 minutos iniciales) hasta que la persona note palpi-
taciones, agitación y poca sudoración, momento en que debe detenerse para evitar lesiones. Podrá
repetir la sesión al día siguiente y de manera paulatina adquirir mejor condicionamiento físico
hasta lograr la meta de 20 a 30 minutos diarios. Con este tiempo de ejercicio se logra consumir
alrededor de 200 kcal diarias adicionales a las actividades cotidianas, lo cual activa el gasto ener-
gético en reposo y favorece el mantenimiento o reducción del peso corporal.12 Para evitar que la
persona vuelva a subir de peso se requerirán 60 a 90 minutos diarios (alrededor de 500 kcal/día).
Los tipos de actividad física que se pueden recomendar son aquellos que el sujeto puede
incorporar a su vida diaria, como caminata en subida, ciclismo para trasladarse, caminadora,
bicicleta estática, escaladora, remadora o elíptica en casa. Estas actividades son más factibles que
la natación, pilates o entrenamiento en gimnasios o clubes deportivos, que pueden resultar más
costosos. Es importante considerar los gustos del paciente, por ejemplo, clases de baile o fútbol,
que pueden ser sustitutos adecuados. Si el paciente ya realiza alguna actividad hay que tomarla en
cuenta y estimularlo a que la continúe. Es recomendable no excederse, porque esto puede produ-
cir lesiones, dolores o fatiga que desmotivará a la persona para repetir la sesión al día siguiente.
Plan de alimentación
Es fundamental explicar a la persona que el plan de alimentación no es una dieta temporal sino
una conducta adecuada para alimentarse. Además, es importante informarle que incluso si no
produce reducción de peso, se obtienen otros beneficios de salud como reducción de la glucemia,
insulinemia, colesterolemia y trigliceridemia. Las recomendaciones de dieta deben individualizar-
se, enfocarse a las preferencias en alimentos y ser flexibles. No deben utilizarse dietas con grandes
restricciones y desbalanceadas, porque son inefectivas a largo plazo y pueden ocasionar eventos
adversos. El objetivo es educar al paciente para que coma las porciones y calidad de alimentos
adecuadas. El consumo calórico tendrá que ser menor al gasto energético siempre.
Hay diferentes tipos de dietas para lograr reducción de peso sostenida. Por ejemplo:
a) Reducción de 600 kcal/día respecto de aquello que la persona necesita para mantener su peso
ideal. Las calorías se reducen a expensas de un menor aporte de grasas saturadas y carbohi-
dratos.
b) Las dietas bajas en calorías (de 1 000 a 1 600 kcal/día) dificultan el cumplimiento con la
nutrición balanceada que requiere el paciente.
c) Las dietas muy bajas en calorías (menos de 1 000 kcal/día) por un máximo de 12 semanas con-
tinuas o de modo intermitente, que se alternan con dieta baja en calorías dos a cuatro días de
la semana, se recomiendan después de cierta reducción cuando el peso entra en un periodo
de meseta. Este esquema puede ayudar a mayores descensos.
d) Cualquier plan de alimentación con 600 kcal/día o menor amerita supervisión clínica estricta.
Se debe considerar la adición de micronutrientes y suplementos vitamínicos, sobre todo en
grupos sensibles como ancianos, que pueden tener mayor predisposición a desnutrirse.
El aporte de proteínas bajas en grasas saturadas puede resultar de particular beneficio. Ensa-
yos clínicos controlados recientes13 han mostrado que proporcionar 25% de proteínas en el plan
de alimentación produce incremento en el gasto energético basal (227 kcal/día, IC 95%, 165-289
vs. 160 kcal/día, IC 95%, 102-218) y masa magra (3.18 kg, IC 95%, 2.37-3.98 vs. 2.87 kg, IC
95%, 2.11-3.62) en comparación con un plan que proporciona la cantidad habitual de 15% de
proteínas.
TRATAMIENTO FARMACOLÓGICO
¿Cuándo considerar la farmacoterapia?
Se recomienda iniciar la farmacoterapia después del apego al plan de alimentación, actividad física
y cambio en el comportamiento (cuadro 18-3). También se considera el tratamiento farmacológi-
co en sujetos que no han alcanzado la meta planteada o han entrado en una etapa de meseta des-
pués de seguir un esquema de alimentación y ejercicio adecuados durante por lo menos tres meses.
Antes de elegir el tipo de medicamento se analizan con el paciente su beneficio potencial y
limitaciones, el modo de acción, los eventos adversos y el tipo de vigilancia. Se insiste siempre en
que el medicamento no sustituye al plan de alimentación, la actividad física ni el cambio en la
conducta alimentaria. Debe aclararse que iniciar un tratamiento farmacológico no implica mayor
flexibilidad en la dieta o menor regularidad con el ejercicio. El medicamento tiene el objetivo de
mantener el peso después de la reducción lograda con el cambio en el estilo de vida. En el mejor
de los casos, el fármaco logrará reducir aún más el peso corporal. Se valorará la suspensión del
fármaco cuando haya fracasado la reducción de peso. El tiempo necesario para evaluar la respuesta
dependerá de cada fármaco. Los pacientes con diabetes mellitus tipo 2 pierden peso con mayor
lentitud; por ello las metas deben ser menos estrictas y más paulatinas. Si fracasa el uso de fárma-
cos debe motivarse al paciente con otras opciones de dieta y actividad física; de lo contrario puede
suponer que no tiene más opciones de mejorar, lo cual es incorrecto. Al contrario, el efecto de los
medicamentos en la actualidad (por desgracia) es el menos eficaz cuando se compara con dieta o
actividad física.
Orlistat
El orlistat disminuye la absorción de grasa de la dieta mediante inhibición de la lipasa gastroin-
testinal y pancreática. De esta manera, el medicamento produce reducción de peso y efectos
metabólicos favorables al reducir cerca de 30% de la absorción de grasa proveniente de la dieta.
Debido a la insignificante absorción intestinal y la subsecuente reducida biodisponibilidad del or-
listat, tanto sus efectos en la reducción de peso como los adversos (esteatorrea, evacuación grasosa,
incontinencia fecal) son mediados por efectos que ocurren de manera exclusiva en el tracto gas-
trointestinal. La administración de orlistat está contraindicada en pacientes con síndrome de mal-
absorción y colestasis. Hasta la fecha no se ha establecido asociación directa entre el consumo de
orlistat y lesión hepática. El orlistat disminuye la absorción de vitaminas liposolubles y betacaro-
tenos. En caso de consumo crónico del medicamento es recomendable administrar suplementos.
Se recomienda la prescripción de este fármaco sólo como parte del manejo integral del pa-
ciente y no como tratamiento aislado. Las indicaciones son:
• Pacientes con IMC ≥ 28 kg/m2 con factores de riesgo asociados.
• Pacientes con IMC ≥ 30 kg/m2.
El paciente debe reducir al menos 5% del peso corporal después de tres meses de iniciado el
tratamiento (en pacientes con diabetes tipo 2 pueden ser apropiadas metas menos estrictas). La
terapéutica puede continuarse hasta 12 meses para mantener la reducción lograda, sólo después de
analizar los beneficios y limitantes con el paciente. En la actualidad no se recomienda combinar
orlistat con otros medicamentos.15
Sibutramina
En los primeros meses de 2010 se anunció la suspensión de la sibutramina como tratamiento para
obesidad, como resultado de una revisión efectuada por la Agencia de Medicamentos de Europa
(EMA) y la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de Estados Unidos. La eviden-
cia sugirió que hay mayor riesgo de infarto cardiaco no fatal y accidente cerebrovascular isquémico
con el consumo crónico del medicamento. En el aviso de suspensión se recomendó lo siguiente:
1. No se recomienda indicar nuevas prescripciones para sibutramina.
2. Las farmacias deben suspender la distribución y entrega del medicamento al paciente.
3. Se debe contactar a los pacientes que toman sibutramina y pedirles que acudan a revisión
para sustituir el tratamiento. El paciente puede suspender la sibutramina antes de la consulta
si así lo desea.
El estudio que evaluó los desenlaces cardiovasculares con sibutramina (SCOUT, sibutramine car-
diovascular outcomes) demostró con claridad que la administración de sibutramina debe evitarse
en pacientes con historia de enfermedad cardiovascular, lo cual incluye casos de hipertensión des-
controlada.16 Por ahora, la sibutramina no debe recomendarse más para tratamiento de sobrepeso
y obesidad.17
Tesofensina
Este inhibidor triple de monoaminas produce bloqueo en la recaptura de serotonina, dopamina
y noradrenalina. Su efecto en la reducción de peso se debe a pérdida de masa grasa y reducción
de las medidas antropométricas de obesidad abdominal, como la circunferencia de cintura.18
Produce supresión del apetito y ligero aumento del gasto energético, lo que ocasiona reducción de
peso.19 Además, produce mejoría en los niveles de colesterol, triglicéridos, insulina, adiponectina
y hemoglobina glucosilada. Los efectos adversos más comunes son náusea, boca seca, estreñi-
miento e insomnio. Aunque los efectos de la sibutramina son semejantes a los de la tesofensina,
la ventaja de esta última es que no produce incremento de la presión arterial en dosis de 0.25 a
0.50 mg. Para confirmar la seguridad y eficacia son necesarios estudios de fase III en cohortes de
pacientes con obesidad.
Cetilistat
El cetilistat es un inhibidor de las lipasas gastrointestinales al que se podría considerar como su-
cesor del orlistat. La seguridad y eficacia del cetilistat se han evaluado en pacientes con obesidad
sin diabetes y con ella.20 En estos estudios, la reducción de peso obtenida (de −3.3 a −4.3 kg) fue
semejante en pacientes tratados con cetilistat y orlistat durante 12 semanas.21 La principal ventaja
del cetilistat fue la mejor tolerabilidad y el menor número de efectos adversos en comparación
con orlistat.
Leptina
La obesidad causada por deficiencia congénita de leptina se corrige de manera eficiente con la
administración de leptina recombinante humana.22 Sin embargo, los pacientes con el tipo de
obesidad más común, la de origen no congénito, tienen hiperleptinemia en comparación con
individuos con peso normal. El tratamiento con leptina es inefectivo debido a la resistencia central
hipotalámica a los efectos de la leptina endógena y por lo tanto a menor sensibilidad a la leptina
de administración exógena.23
Locarserina
La dexfenfluramina reduce el apetito al actuar sobre los mecanismos de control hipotalámicos
relacionados con la acción de la serotonina. Este fármaco estimula la liberación de serotonina e in-
hibe su recaptura. Además, estimula en forma directa los receptores postsinápticos de serotonina.
Los resultados son disminución de peso y mejor adherencia a un programa de restricción calórica,
con efectos favorables sobre los parámetros de riesgo cardiovascular en pacientes con obesidad con
diabetes25 o sin ella.26 Sin embargo, el incremento del efecto serotoninérgico se ha asociado
con efectos adversos graves como valvulopatía cardiaca e hipertensión arterial pulmonar.27 En res-
puesta a estas complicaciones, la fenfluramina y dexfenfluramina se retiraron del mercado en 1997.28
Con el objetivo de evitar estos efectos adversos se han desarrollado nuevos agonistas selectivos
de serotonina. La lorcaserina activa de manera selectiva los receptores 5-HT2C, que se localizan
en el hipotálamo, tálamo y estructuras límbicas. Por otro lado, estos receptores están casi ausen-
tes en tejidos periféricos. Al parecer, con este mecanismo selectivo se evitan los efectos adversos
cardiovasculares.29 Los ensayos clínicos realizados con lorcaserina han mejorado los factores de
riesgo cardiovascular, además de reducir el peso30 de −4.4 a −6.0 kg, según la dosis. Sin embargo,
en población hispana la reducción de peso fue menor, de −1.8 a −3.4 kg, lo cual no fue diferen-
te en el plano clínico al grupo placebo, que mostró reducción de 2.0 kg. La frecuencia de eventos
adversos graves (síncope, taquicardia ventricular, respuesta anafiláctica, depresión moderada y
ataque agudo de ansiedad) fue de 3 y hasta 7% tuvo que suspender el medicamento. Los efectos
secundarios indeseables más comunes fueron cefalea, infección de vías respiratorias superiores,
náusea y mareo.31 No se encontraron efectos del medicamento sobre las válvulas cardiacas, presión
arterial pulmonar o depresión.
Medicamentos combinados
Se han utilizado distintas combinaciones de medicamentos para obtener mejores resultados en la
reducción de peso. Sin embargo, la combinación no ha mejorado el efecto de cada medicamento
por separado. Por ejemplo, la combinación de sibutramina con orlistat no proporcionó ventajas
respecto de la monoterapia con sibutramina,35 en tanto que la combinación de defenfluramina y
fentermina (esquema fen-fen) fue eficiente para mejorar la reducción de peso, pero se retiró del
mercado porque acrecentaba el riesgo de valvulopatía cardiaca.27 En fecha reciente se combinó el
antagonista opioide naltrexona, de liberación prolongada, con el antidepresivo bupropión. Esta
combinación produjo mejor reducción de peso en comparación con la modificación del estilo
de vida después de 56 semanas (9.3 ± 0.4% vs. 5.1 ± 0.5%, p < 0.001).36 El efecto adverso más
común fue la náusea, sin incremento de intentos suicidas.
Por otra parte, estudios clínicos en pacientes con obesidad demostraron que la combinación
de amilina y leptina restablece la respuesta a leptina en el sistema nervioso central y produce re-
ducción de 11.5 kg de peso después de un año de tratamiento, además de mejorar múltiples pará-
metros cardiometabólicos.37 Sin embargo, esta combinación, junto con muchas otras (bupropión
con zonisamida, fentermina con topiramato, pramlintide con fentermina) requiere mayor estudio
y cuidadosa evaluación clínica para determinar su eficacia y efectos adversos.
En fecha reciente se recomendó la aprobación de fentermina más topiramato como trata-
miento para obesidad. De acuerdo con el comité evaluador asignado por la FDA, el beneficio
en la reducción de peso supera al riesgo de enfermedad cardiovascular por fentermina y de te-
ratogénesis por topiramato. En un ensayo clínico, esta combinación produjo reducción de 10%
del peso corporal. Se demostró aumento de la frecuencia cardiaca basal y se sugirió que podría
aumentar el riesgo de infarto cardiaco y accidente cerebrovascular isquémico, además de aumentar
la frecuencia de labio y paladar hendidos en mujeres que se embarazaron durante la ingesta del
medicamento. A pesar de estos efectos adversos y de su efecto limitado en la reducción de peso,
el panel de evaluación recomendó su aprobación.38 Llama la atención que el mismo panel de
evaluación rechazó su aprobación en 2010.39
Péptidos intestinales
Se han estudiado múltiples péptidos intestinales como posibles tratamientos para la obesidad.40
En respuesta al alimento, las células L del intestino secretan el péptido similar a glucagon tipo 1
(GLP-1), que además de suprimir la secreción de glucagon de las células alfa pancreáticas y au-
mentar la secreción de insulina desde las células beta, produce efectos benéficos para reducir de
peso. Estos efectos se deben al aumento de la sensación de saciedad en el sistema nervioso central
y el retraso del vaciamiento gástrico. Los agonistas del receptor de GLP-1, como exenatide y
liraglutide, son una nueva opción terapéutica para obesidad, sobre todo en pacientes diabéticos.
Los ensayos clínicos controlados con exenatide y liraglutide, tanto como monoterapia como en
combinación con hipoglucemiantes orales, mostraron de manera consistente mejorar el control
glucémico e inducir reducción de peso y presión arterial.41 Los efectos adversos más frecuentes
con estos fármacos son náusea y cansancio, y son menos comunes con liraglutide.42 El desarrollo
de anticuerpos fue menos frecuente con liraglutide en comparación con exenatide, quizá por la
mayor similitud estructural con GLP-1 (97 vs. 52%). El efecto del medicamento puede reducirse
por la formación de anticuerpos. La combinación de análogos de GLP-1 con metformina en
pacientes con obesidad y diabetes parece razonable y atractiva, ya que se logra mejor control glu-
cémico y mayor reducción de peso en comparación con cada tratamiento por separado.43 Además
del costo, la principal desventaja de los análogos de GLP-1 es la administración parenteral, ya que
se requiere inyección subcutánea una vez al día con liraglutide y dos veces al día con exenatide.
En la actualidad están en estudio nuevos análogos de GLP-1 de liberación aún más prolongada y
administración semanal.
Están en desarrollo múltiples ensayos clínicos para evaluar el efecto de los análogos de GLP-1
en la obesidad sin diabetes, de los cuales la mayor parte se resume en un metaanálisis reciente.44
Se evaluaron 25 ensayos clínicos en pacientes con sobrepeso y obesidad, con o sin diabetes, que
han recibido exenatide una vez a la semana o dos veces al día, o bien liraglutide una vez al día por
lo menos durante cinco meses. Los grupos a los que se administraron análogos de GLP-1 presen-
taron mayor reducción de peso (−2.9 kg, IC 95%, −3.6 a 2.2 [21 estudios, 6 411 participantes]).
El efecto se comprobó en pacientes sin diabetes (−3.2 kg, IC 95%, −4.3 a −2.1 [tres estudios]) y
con diabetes (−2.8 kg, −3.4 a −2.3 [18 estudios]). Además, se demostró un efecto favorable sobre
la presión arterial, los niveles de colesterol y el control de la glucosa, sin efectos desfavorables en
las enzimas hepáticas. Los efectos adversos más comunes fueron náusea, diarrea y vómito. No se
presentó hipoglucemia. Hay que vigilar la frecuencia de pancreatitis y nuevos casos de cáncer (en
particular medular de tiroides) en informes subsecuentes. Por ahora, este grupo de medicamen-
tos es la opción más atractiva para la disminución de peso en pacientes con diabetes y es posible
que también en pacientes sin diabetes en un futuro cercano. De ser así, los análogos de GLP-1
se convertirán en la única opción terapéutica con perfil de seguridad y eficacia aceptable para el
tratamiento de sobrepeso u obesidad.
CONCLUSIONES
Los medicamentos actuales para tratamiento de la obesidad producen efectos leves a moderados
sobre la reducción de peso. En la actualidad, no hay un tratamiento farmacológico resolutivo y
seguro para sobrepeso u obesidad. El beneficio de apegarse a un plan de alimentación balanceado,
realizar actividad física diaria y evitar actividades sedentarias cotidianas, son todavía los puntos
clave para evitar el incremento del peso y la circunferencia de cintura, y mantener un riesgo car-
diovascular bajo. Es necesario que las autoridades de salud persuadan a médicos, pacientes y la
industria farmacéutica de evaluar nuevos tratamientos para obesidad, de la misma forma como se
hace para otras enfermedades crónicas (p. ej., hipertensión). Se necesita con urgencia el diseño y
evaluación de estrategias para controlar la obesidad en la población, con base en la evidencia. Las
acciones exitosas deben convertirse con rapidez en programas de gran escala para maximizar su
impacto. La estrategia debe incluir plan de alimentación, programa de ejercicio, medicamentos y
terapia conductual desde etapas tempranas (cuadro 18-4).
Recomendación Referencia
REFERENCIAS
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INTRODUCCIÓN
¿Cuándo se advirtió que las personas obesas cursan con una enfermedad cuyas repercusiones son
tan importantes y graves como para considerar que padecen una enfermedad de curso crónico,
degenerativa, progresiva e incapacitante, con características epidémicas, que afecta a cualquier
raza, nivel socioeconómico y educativo, y además puede presentarse en cualquier momento de la
vida, es decir desde la infancia hasta la vida adulta, con impacto en los costos sanitarios de todos
los sistemas de salud mundial? Fue en 1998 cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS)1
confirmó que las cifras de obesidad y sobrepeso en la población mundial habían alcanzado niveles
de epidemia.
Se calcula que hay más de mil millones de personas con sobrepeso y al menos 300 millones
con obesidad, y que a nivel mundial hay 22 millones de niños menores de cinco años que presen-
tan sobrepeso.2 El rápido crecimiento del porcentaje de niños obesos a nivel mundial representa
un riesgo inmediato y a futuro para la salud, a menos que se detenga la epidemia.3,4 Además, se ha
encontrado que 60% de los fallecimientos y 47% de la morbilidad mundial se deben a enferme-
dades no transmisibles, entre las cuales se ubican la obesidad y el sobrepeso.2 La OMS calcula que
en 2015 habrá alrededor de 2 300 millones de adultos con sobrepeso y más de 700 millones con
obesidad.5 Si continúa esta tendencia, la proyección sobre la prevalencia de sobrepeso y obesidad
para 2020 es de 73 y 60%, respectivamente.
En países subdesarrollados, los costos sanitarios por la atención a la obesidad son de 2 a 6%
del total del presupuesto en salud, aunque es posible que los costos reales sean más altos, ya que
las repercusiones indirectas no se consideraron en dichos cálculos.2 En México, los resultados
de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2006 (Ensanut 2006)6 revelan que la obesidad y
el sobrepeso están presentes en 70% de la población mexicana, y que los niños (77%) tuvieron el
incremento de obesidad más alarmante, en comparación con las niñas (47%). Según el Instituto
Nacional de Salud Pública hay más de 70 millones de mexicanos con problemas de sobrepeso u
obesidad, de los cuales 4 millones son niños de cinco a 11 años, y más de 5 millones son jóvenes y
adolescentes.6 En la actualidad, una proporción importante de la población infantil y adolescente
de México tiene sobrepeso u obesidad (5.3% de los menores de cinco años, 26% de los escolares
y más de 30% de los adolescentes).6 Estos resultados muestran la urgente necesidad de aplicar
249
medidas preventivas para controlar la obesidad en escolares, ya que una alta proporción de niños
(40 a 60%) con obesidad se convertirán en adultos obesos.7,8
Estudios recientes muestran que la incidencia y prevalencia de obesidad por grupo de edad
han aumentado en los últimos 20 años y que su inicio ocurre en las primeras etapas de la vida.
Las cifras de prevalencia a lo largo de la vida se distribuyen de la siguiente manera: en la infancia
temprana 10 a 20%; en la adolescencia 30 a 40%, y en la vida adulta 60 a 70%.9
De acuerdo con las tendencias que muestran las encuestas mundiales y nacionales de los últi-
mos años, la prevalencia va en aumento, y es indudable que el sobrepeso en la infancia es un factor
de riesgo de obesidad en el adulto, con todas sus implicaciones con relación a comorbilidades. Por
si fuera poco, éstas se magnifican al manifestarse desde etapas tempranas, por tener evoluciones
largas. La obesidad es una alteración metabólica y uno de los principales factores de riesgo para
enfermedades graves como diabetes tipo 2, hipertensión arterial y coronariopatía.
A pesar de lo anterior, no hay una apreciación definitiva de que constituye una enfermedad
por sí misma, en especial de parte de quienes la padecen. El estudio Lorence,10 que incluyó a 31
pacientes con obesidad mórbida (IMC > 40), evaluó el grado de conciencia que estos sujetos
tenían sobre su enfermedad de acuerdo con la escala de gravedad de la enfermedad; los resultados
fueron que 19 (30%) consideraban su condición como una enfermedad grave, contra 80.7% que
no la calificaban así. Algunas razones para esta apreciación sobre la obesidad son:
1. La variedad y complejidad de las causas que la originan.
2. El escaso conocimiento sobre los mecanismos fisiopatológicos implicados.
3. La alta prevalencia de obesidad entre la población infantil y adulta, lo que lleva a percibir esta
entidad como una característica frecuente o común.
4. La escasa información que tiene la población general sobre los efectos adversos de la obe-
sidad.11
Contexto social
Normas sociales
Estructura familiar Neurobiológicos
Enfermedad compleja
Genéticos OBESIDAD Medio ambiente
Figura 19-1. Se considera que la obesidad es una enfermedad compleja porque en ella interviene una com-
binación de factores.
Sí No
Evaluación psiquiátrica
A partir de la publicación del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales III
(DSM-III)37 se estableció un sistema de evaluación multiaxial que consta de cinco ejes que son los
parámetros de toda valoración psiquiátrica (figura 19-2 y cuadro 19-2):
Eje III
Enfermedad médica
Obesidad
Eje II Eje IV
Trastornos de personalidad. Problemas psicosociales
Deficiencia mental y ambientales
Eje V
Nivel de actividad social y laboral
Figura 19-2. Sistema de evaluación multiaxial. Consta de cinco ejes que representan los parámetros de toda
valoración psiquiátrica.
Eje I. Anexo. Otros problemas que pueden ser objeto de atención clínica
Eje I. Anexo.
Otros problemas que pueden ser objeto
de atención clínica
Figura 19-3. Eje I. Anexo: otros trastornos que pueden ser objeto de atención clínica.
Grupo A: • Raros
• Paranoide • Excéntricos
• Esquizoide • Interacción social deficiente
• Esquizotípico • Ausencia de relaciones cercanas
Grupo B: • Dramáticos
• Antisocial • Emotivos
• Limítrofe • Inestables
• Histriónico • Inestabilidad social
• Narcisista • Inestabilidad interpersonal
Grupo C: • Ansiosos
• Evitación • Temerosos
• Dependencia • Conflictos interpersonales
• Obsesivo-compulsivo
el psiquiatra es un miembro más del equipo interdisciplinario cuya intervención tiene el objetivo
de determinar si hay algún componente del problema de obesidad que corresponda al área de la
salud mental, en específico al campo de la psiquiatría. Lo anterior puede deberse a la presencia de
factores emocionales o situaciones de vida difíciles que hayan provocado un cambio en el estilo
de vida o episodios depresivos que contribuyeron a la obesidad. Al mismo tiempo, la obesidad
puede tener repercusiones importantes en el estado de ánimo o en otros aspectos sociales, labora-
les o interpersonales que ameritan atención psiquiátrica.
La entrevista se orienta a investigar los siguientes aspectos (cuadro 19-8):
1. Presencia de trastornos psiquiátricos primarios que hayan contribuido a la ganancia ponderal.
2. Presencia de trastornos psiquiátricos secundarios a las secuelas o complicaciones médicas
debidas a la obesidad.
3. Si el estilo de vida que se ha establecido contribuye a la obesidad.
4. Factores que contribuyeron a cambiar un estilo de vida por otro que favoreció la obesidad.
5. Estilos de alimentación que por sus características contribuyan a la obesidad.
6. Presencia de trastornos específicos y/o inespecíficos de la conducta alimentaria.
7. Historia de la forma en que el sujeto ganó peso hasta llegar a la obesidad.
8. Si el paciente se ha sometido a varios tratamientos con múltiples intentos para alcanzar un
peso adecuado, y por ello tiene información suficiente para llevar a cabo un estilo sano de
alimentación, pero continuamente hay abandonos, fracasos y transgresiones.
9. Factores psicoestresantes en la vida del paciente y su correlación con la historia de la ganancia
de peso hasta llegar a la obesidad.
10. Historial de actividades deportivas, si el paciente disfruta de hacer ejercicio. Puede ser que
en algún momento de su vida el sujeto haya pertenecido a un equipo, o bien que nunca le
hayan interesado las actividades deportivas ni haya participado en ellas. Quizá considere que
no tiene habilidades para los deportes e incluso que le desagrade practicarlos.
11. Posibles repercusiones laborales, sociales, interpersonales y personales de la obesidad.
12. Historial de apego a tratamientos previos, razones del tratamiento, situaciones de abandono,
motivos de éxito, aspectos de fracaso.
Los pacientes aceptan la consulta psiquiátrica una vez que conocen sus razones. Cuando se les
comunican los resultados (que por lo general advierten de manera paulatina durante la entrevista)
valoran la utilidad de los diagnósticos psiquiátricos primarios y/o secundarios, al igual que el diag-
nóstico de los factores psicosociales y psicológicos que influyen en la obesidad, o bien del estilo de
vida (que en este caso puede denominarse “obesigénico”), ya que estos elementos no se consideran
como trastornos psiquiátricos pero ameritan recibir atención especializada porque influyen en el
inicio, evolución y permanencia de la enfermedad.
La finalidad de la evaluación psiquiátrica es ayudar al paciente a tomar conciencia de la
participación de cualesquiera de estos aspectos, y por medio del tratamiento psiquiátrico (que
comprende tanto psicoterapia como las indicaciones de psicofármacos) saber cuál va a ser su
colaboración para que los aspectos encontrados durante la evaluación psiquiátrica remitan en su
totalidad o en la mayor medida que se pueda, y consolidar un estilo de vida para alcanzar el estado
de salud integral.
El hecho de que los pacientes sepan cuál es la participación del psiquiatra permite resolver las
dudas y establecer una alianza terapéutica con el equipo interdisciplinario, al crearse un espacio
psicoterapéutico para la integración de las indicaciones terapéuticas de cada uno de los especialis-
tas. Dicha participación tiene varios objetivos: realizar el diagnóstico y tratamiento, en caso de que
haya un trastorno psiquiátrico, junto con la psicoeducación para lograr un buen apego terapéu-
tico; aprender medidas preventivas; consolidar un estilo de vida; lograr que el paciente mantenga
el objetivo inicial, que es tener un peso adecuado acorde con su condición, y recibir la adecuada
y necesaria intervención psicoterapéutica para la resolución de múltiples dificultades durante el
proceso de la transformación para dejar de ser obeso.
que, en aquellos pacientes cuya resolución de los estados disfóricos se daba a través de la comida,
se presente de nuevo esta conducta y abandonen el tratamiento.
La intervención se dirige a que el paciente adquiera una visión objetiva y realista de la forma
en que participa en el tratamiento, y desarrolle autoconciencia de su comportamiento para resol-
ver el problema de salud, de la forma en que se sabotea, de qué tanto abandona el tratamiento y a
pesar de ello espera resultados favorables. Este proceso constante de advertir lo que no realiza en
comparación con lo que sí lleva a cabo, ayuda al apego terapéutico del paciente, que lo vive como
un vaivén de cambios progresivos no lineales, con avances y retrocesos. Cada alimento o indica-
ción saboteada se limita a un tiempo, lugar y circunstancia; una vez terminado este episodio, el
sujeto retoma las indicaciones en la siguiente fase, sin futurismos. Un ejemplo es no consumir
el desayuno propuesto como adecuado, y de ahí continuar el resto del día o la semana con con-
ductas previas al tratamiento, con una fecha mágica (los lunes o el día) que nunca llega. Retomar
la frase de los grupos de Alcohólicos Anónimos (“sólo por hoy”) crea una cadena de acontecimien-
tos que conduce al objetivo.
Tal como aprenden a pedir y servirse las porciones de comida necesarias para estar satisfe-
chos, estos pacientes adquieren la sensación de logro al perder peso en relación con el porcentaje
de indicaciones realizadas. Con los sujetos obesos, que buscan soluciones rápidas a un problema
crónico, con expectativas espectaculares a corto plazo, el objetivo es fomentar la capacidad de
introspección, para que adviertan que los procesos de cambio de un estado de enfermedad (u
obesidad) a uno de salud (o de peso acorde con los parámetros) tienen periodos o fases y cada una
requiere un tiempo.
La adherencia terapéutica consiste en que estos pacientes modifiquen en lo posible los facto-
res que han favorecido su obesidad, e integren estos cambios de manera sólida a su nuevo estilo de
vida. Esto individualiza el proceso, al igual que generaliza algunas intervenciones que comparten
los individuos con una enfermedad común.
En este momento del tratamiento se realizan de manera simultánea las indicaciones psicote-
rapéuticas y psicofarmacológicas específicas para las diferentes comorbilidades psiquiátricas (tras-
tornos psiquiátricos primarios y secundarios; trastornos de la conducta alimentaria específicos,
inespecíficos y otras conductas inapropiadas de alimentación; trastornos de la personalidad, y
factores psicológicos que ameritan intervención), así como las diferentes intervenciones psicoedu-
cativas para todo aquello que influya en la evolución y tratamiento de la enfermedad, aunque no
sean trastornos psiquiátricos.
La disminución de peso después del tratamiento quirúrgico depende de varios factores, en-
tre ellos el estado psiquiátrico del paciente. Los pacientes con enfermedad psiquiátrica que se
atienden en forma adecuada antes de la cirugía, logran una disminución de peso significativa, en
comparación con el grupo que no recibe atención. Asimismo, el tratamiento psiquiátrico preope-
ratorio disminuye la tasa de hospitalizaciones posoperatorias.43
Algunos autores afirman que la patología psiquiátrica previa no influirá en el pronóstico si el
paciente recibe un adecuado tratamiento psiquiátrico antes de la cirugía y una estricta vigilancia
psiquiátrica posoperatoria.44-46 Se ha visto que la psicoterapia es útil tanto en el preoperatorio
como en el posoperatorio, ya que promueve mayor estabilidad psicológica del paciente y le ayuda
a mantener el peso perdido.47,48
La relación entre el trastorno por atracón y la cirugía bariátrica es todavía incierta. Hay casos
en que éste desaparece en el seguimiento a los cuatro meses49 o a los dos años.50,51 Muchos pacien-
tes (33%) que no cumplen con los criterios de trastorno por atracón posquirúrgico, no obstante
presentan abuso de laxantes e inducciones repetidas de vómito.50,51
La cirugía impide la ingesta de comida en grandes cantidades, como ocurre en el trastorno
por atracón, al producir desagradables manifestaciones autonómicas y gastrointestinales; pero con
el tiempo el tubo digestivo comienza a adaptarse y permite la ingesta de mayor volumen de comi-
da, por lo que volverá a aparecer el trastorno por atracón a la vez que disminuye el síndrome de
evacuación gástrica rápida. Esto ocurre alrededor de los 18 a 24 meses, lo que conduce una menor
disminución de peso poscirugía, en comparación con los pacientes que no presentaban trastorno
por atracón.52 Por ello es importante el diagnóstico precoz del trastorno por atracón y su trata-
miento con antidepresivos y psicoterapia,53,54 además del seguimiento psiquiátrico posoperatorio.
La pérdida de peso por cirugía bariátrica en pacientes obesos mórbidos tiene consecuencias
psicosociales favorables, ya que mejora de manera inmediata los índices de calidad de vida, con
incremento del índice de salud global y mejor adaptación social. La duración y frecuencia de la
ansiedad, depresión o enojo también disminuyen.52,55 La distorsión de la imagen corporal pre-
sente en 70% de los pacientes antes de cirugía bariátrica se reduce a 4% en el posoperatorio.52
A pesar de estos alentadores resultados, no se debe olvidar que los pacientes con obesidad
mórbida son más vulnerables al desarrollo de trastornos psiquiátricos, en especial depresión. En
su estudio sobre secuelas psicológicas de los trastornos metabólicos y clínicos, Ryden observa que
40% de los pacientes sin historial de trastornos del ánimo previos a cirugía bariátrica, los presen-
tan en el posoperatorio.56 Otros estudios señalan cifras menores a 16%.51,57
Los tratamientos quirúrgicos para obesidad mórbida parecen tener buenos resultados. Sin
embargo, la cirugía es sólo una parte de un largo proceso multidisciplinario, que no trata la causa
de la obesidad. Sólo disminuye la ingesta de comida mediante el síndrome de evacuación gástrica
rápida, restricción gástrica y malabsorción. Por ello hay que tener presente que “la cirugía no es el
final del tratamiento, sino sólo una etapa del tratamiento contra la obesidad mórbida”.58
El tratamiento adecuado debe considerar estrategias para controlar los factores que rigen la
ingesta de comida: conducta alimentaria, funcionamiento psicosocial y metabolismo. Por estas
razones, el tratamiento quirúrgico incluye, además de la cirugía, apoyo nutricional, médico y psi-
quiátrico, entre otros. Los cambios psicosociales a corto plazo que experimentan los pacientes
bariátricos son un terreno propicio para corregir la conducta alimentaria, y a largo plazo consolidar
un estilo de vida diferente. Esta educación deberán dirigirla especialistas del ámbito psiquiátrico.59
La cirugía bariátrica implica un cambio importante en la vida del paciente. Es labor del ci-
rujano y su equipo multidisciplinario lograr que el paciente tenga expectativas realistas, entienda
los riesgos de la cirugía y acepte posteriores cambios en el estilo de vida que deberá realizar.60 La
ausencia de acuerdos satisfactorios debe considerarse una contraindicación para cirugía bariátrica,
ya que ésta requiere estabilidad psicológica.61 El paciente debe ser capaz de evaluar, entender y
cooperar con los procedimientos requeridos tanto en el preoperatorio como en el posoperatorio.
Las contraindicaciones psicológicas relativas para cirugía bariátrica son enfermedades psi-
quiátricas como depresión mayor grave no tratada, bulimia nerviosa no tratada o refractaria al
tratamiento; consumo de sustancias como cocaína, anfetaminas, morfina o alcohol. En estos casos
es recomendable tanto para el éxito de la cirugía (pérdida de peso) como para la salud mental del
sujeto, establecer un tratamiento previo y un seguimiento estricto en el posoperatorio. Respecto a
las contraindicaciones absolutas, son todas las enfermedades psiquiátricas que impidan cooperar
y entender en forma global el tratamiento, como trastorno de personalidad limítrofe, esquizofre-
nia o cualquier enfermedad psicótica crónica, así como pacientes con dependencia al alcohol y
drogas.62
El enfoque multidisciplinario en la cirugía bariátrica es la clave para el éxito del tratamiento.
De acuerdo con la literatura, un psiquiatra debe incorporarse al equipo terapéutico. La cirugía
bariátrica es una oportunidad para que cirujanos y psiquiatras trabajen en conjunto con el fin de
obtener mejores resultados quirúrgicos y psicológicos en estos pacientes.
La cirugía bariátrica es el tratamiento de elección para la obesidad mórbida, pero no conduce
a resultados iguales en todos los pacientes. Una de las inquietudes respecto de esta intervención
se centra en saber si los factores no quirúrgicos, psicosociales y psicológicos pueden influir en la
capacidad del paciente para adaptarse al estado posoperatorio, y por lo tanto en el éxito de la inter-
vención. Es importante conocer si ciertas características no quirúrgicas, pero que son del ámbito
de la salud mental, se consideran como variables predictivas que influyen en la resolución de la
obesidad por medio de cirugía. Este conocimiento permitirá una mejor selección de los pacientes.
En caso de que los factores psicosociales, psicológicos de la personalidad sean variables predictivas,
es fundamental el desarrollo de intervenciones para modificarlas y mejorar resultados.
Una búsqueda sistemática en la literatura identificó las siguientes variables como relevantes
para tener éxito en la adaptación posoperatoria:63 mujeres y jóvenes con alta autoestima, sin pato-
logía psiquiátrica o con buena salud mental, con matrimonio satisfactorio, nivel socioeconómico
alto, buena autocrítica y afrontamiento dirigido a resolver el problema, no demasiado obesas,
cuyo problema de obesidad inició antes de los 18 años, que han sufrido o están muy preocupadas
por su obesidad, tienen expectativas realistas y carecen de trastornos de la conducta alimentaria.
Sin embargo, no puede concluirse que las anteriores sean variables predictivas de buen pronóstico
o adaptación posquirúrgica.
Por el momento no hay conclusiones definitivas acerca de las variables predictivas de buen
pronóstico, pero se considera que el funcionamiento psicosocial es muy importante, ya que puede
influir en el pronóstico y requerir intervenciones apropiadas.63
En un estudio realizado en 2001 que evaluó a 115 pacientes obesos mórbidos que se so-
meterían a cirugía de derivación gástrica, Glinski75 encontró que 59% sufría de algún trastorno
psiquiátrico. Entre ellos el más frecuente fue el trastorno de personalidad (36%), seguido por
alteraciones del ánimo (19%) y trastornos de ansiedad (17%). Además, estos pacientes tendían a
mostrarse negadores, impulsivos y somatizadores; presentaban asimismo dificultad para modular
sus afectos y pensamiento dicotómico (todo o nada), junto con conductas autodestructivas y baja
autoestima.
Weil77 señaló en 2010 que los obesos tienen mayor prevalencia de psicopatología (78%), en
especial de trastornos psiquiátricos y de personalidad, en comparación con los sujetos que no son
obesos. En la literatura hay diversos informes sobre la relación de la obesidad con la presencia
de trastornos de personalidad en este grupo de pacientes. Las características de dicha relación
dependen del instrumento utilizado para establecer el diagnóstico, pero en términos generales
hay suficiente evidencia para considerarlos como factores que intervienen en esta enfermedad. Lo
anterior tiene gran importancia para la psiquiatría, que es uno de los medios más importantes con
los que estos individuos cuentan para resolver y significar su vida.
Un aspecto que no ha podido elucidarse es si el inicio de la obesidad influye en la estructura-
ción de la personalidad, o si cierto tipo de personalidad favorece el desarrollo de la obesidad. Por
ello la tendencia actual es la participación simultánea, con la intervención de otros factores que
dan prioridad a un aspecto o al otro. Uno de los estudios que sugieren este tipo de enfoque es el
de Lorence de 2008,10 el cual informó que el trastorno de personalidad de tipo dependiente se
encontró en personas con obesidad de inicio tardío (en la edad adulta); en cambio, el consumo de
drogas y el trastorno de personalidad antisocial fue más alto cuando la edad de inicio fue temprana
(infancia-adolescencia).
En su estudio de 1992, Stunkard y Wadden78 no destacan un tipo de personalidad que
caracterice a los obesos mórbidos, y en su investigación de 1987 no distinguen mayores niveles
de enfermedad psiquiátrica general que en el resto de la población. A pesar de las discrepancias
puede observarse en general un acuerdo clínico en que la psicopatología más frecuente son las alte-
raciones afectivas, la ansiedad y los trastornos de la personalidad.79 La mayor parte de los estudios
coincide en señalar una presencia más alta de trastornos de la personalidad en obesos mórbidos,
aunque su tipo y frecuencia varían de manera amplia.79
Black y colaboradores80 constataron en 2003 trastornos de personalidad en 56% de los pa-
cientes, en un estudio diseñado para buscar comorbilidad psiquiátrica en sujetos sometidos a
cirugía bariátrica. Los más frecuentes (49%) fueron los trastornos del grupo A (esquizotípico,
esquizoide y paranoide), seguidos por los del grupo B (29%) (limítrofe, histriónico, disocial y
narcisista) y los del grupo C (5%) (dependiente, obsesivo-compulsivo y agresivo-pasivo).
El estudio de Chalmers y colaboradores de 199081 demostró la presencia de rasgos de perso-
nalidad como impulsividad, inseguridad y dependencia en pacientes con obesidad mórbida. Del
mismo modo, Black, Goldstein y Masson82 observaron en 1992 la prevalencia de trastornos de
personalidad del tipo histriónico, limítrofe y pasivo-agresivo, así como Castelnuovo-Tedesco y
Shibel83 observaron en 1975 la presencia de este último trastorno en asociación con personalidad
dependiente.
Uno de los objetivos del proceso psicoterapéutico es trabajar con el paciente obeso aquellas
características de su personalidad que favorecen el proceso y evolución de la enfermedad. La finali-
dad es integrar una identidad más estructurada y funcional. Esta integración psíquica se considera
como un punto basal para consolidar estilos de vida diferentes.
Trastornos de la conducta
alimentaria en adolescentes
y adultos
Por edad
de presentación
Trastornos de la ingestión y
de la conducta alimentaria en
la infancia o la niñez
Trastornos específicos
de la conducta alimentaria
Por sus
características
clínicas
Trastornos inespecíficos
de la conducta alimentaria
Trastornos de la conducta
alimentaria en la infancia o la niñez
Trastornos de la conducta
alimentaria
Específicos Inespecíficos
Anorexia Bulimia
nerviosa nerviosa
Trastornos inespecíficos
de la conducta alimentaria (TANE)
(parecidos a los específicos)
TANE 5 TANE 6
Masticar y expulsar Trastorno
la comida sin deglutir por atracón
Maneras sintomáticas
de comer
Figura 19-8. Grupos de conductas alimentarias, desde el punto de vista clínico. Su finalidad es establecer
criterios de investigación más específicos.
cado y caracterizado es el trastorno por atracón (en la actualidad incluido entre los inespecíficos);
otras conductas que pueden incluirse son el picoteo, el seudoatracón, el comedor compulsivo, el
trastorno purgativo, la sobreingesta.
Un segundo grupo comprende las conductas relacionadas con el dormir. Un tipo bien clasifi-
cado y estudiado es el comedor nocturno. Aquí se pueden agregar dos posibles nuevos trastornos:
el síndrome de beber y comer en la noche (NEDSR) y el trastorno del apetito vinculado con el
sueño (NSRED). Sin embargo, aún no hay evidencias suficientes para establecer si corresponden
a una variante del comedor nocturno o constituyen trastornos por sí mismos (figura 19-10). Por
último, un tercer grupo es el relacionado con el estado emocional, al que se ha llamado comedor
emocional (figura 19-11).
La investigación epidemiológica, clínica y terapéutica87 ha establecido puntos de relación en-
tre la obesidad y los diferentes trastornos de la conducta alimentaria, que a su vez se vinculan con
otros trastornos, como los afectivos. En los pacientes con trastornos de la conducta alimentaria un
estado clínico habitual que se presenta a mediano y largo plazos es la obesidad con participación
directa en el diagnóstico y el tratamiento.87
En algunos estudios de seguimiento a cinco años se estima que 10% de los trastornos de la
conducta alimentaria mantienen el diagnóstico, 18 a 20% presentan una remisión parcial y 70%
buena evolución. En estos estudios, la presencia de atracones pronostica ganancia de peso (la pre-
valencia de obesidad puede llegar a duplicarse en el grupo de pacientes que mantienen el trastorno
de la conducta alimentaria).88
La relación entre los trastornos clásicos de la conducta alimentaria (anorexia nerviosa y bu-
limia nerviosa) y la obesidad no ha logrado precisarse. En el estudio de Kalarchian y colaborado-
res,89 ningún paciente con obesidad mórbida cumplía con los criterios para diagnosticar bulimia
nerviosa (BN), y para Hsu y colaboradores57 el antecedente de BN en estos sujetos (1.6%) no
difiere en frecuencia de lo encontrado en la población general (1 a 2%).
Hasta 6% de los niños obesos presenta un trastorno de la conducta alimentaria.90,91
La pérdida de peso en obesos puede ocasionar depresión, ansiedad o irritabilidad que puede
facilitar el inicio de alguno de los trastornos de la conducta alimentaria.87
Maneras sintomáticas
de comer
COMEDOR
EMOCIONAL
general, sólo la mitad de los sujetos con trastorno por atracón son obesos y únicamente 5% de
estos últimos cumple con los criterios para diagnosticar trastorno por atracón.93
Este cuadro se caracteriza por la ingesta en un corto tiempo (± 2 h) de una cantidad de comi-
da definitivamente superior a la que la mayoría de la gente podría consumir en el mismo periodo
y en circunstancias similares, y por la sensación de pérdida de control sobre la ingesta. Además, se
acompaña de tres o más de los siguientes síntomas:
• Ingesta mucho más rápida que la normal.
• Comer hasta sentir un lleno desagradable.
• Ingesta de grandes cantidades de comida a pesar de no tener hambre.
• Comer a solas para esconder la voracidad.
• Sentirse a disgusto consigo mismo o con gran culpabilidad después del atracón.94
El atracón no se asocia con estrategias compensatorias inadecuadas para bajar de peso. Los epi-
sodios de atracón suelen acompañarse de estados de ánimo disfóricos como ansiedad, depresión,
enojo o situaciones psicoestresantes, o bien son disparados por estos factores.95,96
Otros pacientes son incapaces de identificar desencadenantes concretos, pero de igual modo
el atracón produce un alivio a su estado de tensión. Algunos comen durante todo el día sin hora-
rios ni factores desencadenantes identificables, y al final de la jornada realizan un atracón. No hay
evidencias para sostener que en pacientes obesos los episodios de atracones se desencadenen por
dietas o conductas restrictivas de alimentos.93,97
Se describe al atracón como una crisis en tres tiempos:
1. Breve lapso de excitación en que la persona experimenta un malestar indefinido que la per-
turba e invade junto con una sensación desmedida de hambre y necesidad imperiosa de
comer. La crisis puede desatarse por diversos motivos: soledad, aburrimiento, desilusión,
grandes periodos de restricción alimentaria, etc. Incluso hay pacientes que no pueden reco-
nocer el factor desencadenante de manera consciente.
2. Búsqueda imperiosa de alimentos, por lo general hipercalóricos (pan, confituras, chocolate,
pizza, helado, etc.). El fin del atracón se produce cuando no hay nada más que comer o
cuando un tercero interrumpe. Los pacientes describen un estado de conciencia “alterado”
sin advertir el acto, lo que corresponde a un estado disociativo.
3. Después de la disociación comienza con malestar profundo en que sobreviene un sentimiento
importante de desprecio a sí mismo, remordimientos, culpa, enojo y reproche por la conducta.
Los factores de riesgo para desarrollar trastorno por atracón se asocian con los de otros trastornos
psiquiátricos, como autoevaluación negativa, depresión parental, experiencias adversas en la in-
fancia (abuso sexual y/o físico) y disfunción conyugal de los padres. También se vinculan con los
factores de riesgo para obesidad infantil y del adulto.93,98
Varios estudios muestran que la presencia de trastorno por atracón en una persona obesa cons-
tituye un factor de riesgo para la evolución y tratamiento de la obesidad.97-99 Algunos estudios
que compararon a obesos sin TA con obesos con TA encontraron que estos últimos comen más
cantidad de alimentos y de calorías en una situación experimental; han ensayado más conductas
para adelgazar; tienen mayor insatisfacción corporal y más dificultad para interpretar las señales
de hambre y saciedad; comen más en respuesta a emociones negativas, y cuentan con mayor
historial de consumo de alcohol y drogas (sobre todo si son varones).93,97-100 Desde el punto de
vista psicopatológico, los obesos con TA presentan una mayor carga de comorbilidad psiquiátrica
respecto de obesos sin trastorno por atracón, mayor prevalencia de trastornos del ánimo, trastorno
ansioso y de pánico, consumo de drogas y trastorno de personalidad, sobre todo de tipo limítrofe
histriónico y evitativo.
Es interesante destacar el estudio realizado por French en 1999100 en un grupo de mujeres
que ingresaron a un programa para prevenir el alza de peso. La investigación mostró que en las
mujeres con sobrepeso la prevalencia de episodios de atracones (sin constituir TA) era bastante
mayor (21%) que en mujeres con peso normal (9%). Con independencia del peso, las mujeres
con atracones presentaron más actitudes extremas en relación con el peso y la figura, inicio más
precoz de la obesidad, subieron más de peso, practicaron más dietas, tuvieron más eventos vitales
estresantes, sufrieron mayores niveles de depresión y exhibieron mayores variaciones de peso en
los seis meses previos.
El tratamiento se dirige a que el paciente advierta la conducta y los factores desencadenantes,
a corregir los horarios de ingesta y abolir los ayunos. El objetivo de la psicoterapia es determinar
el significado de la disociación, y la indicación de psicofármacos depende de la presencia de otro
trastorno psiquiátrico.
Comedores compulsivos
La característica principal de las personas afectadas por este trastorno de la conducta alimentaria es
que no pueden dejar de comer aunque haya transcurrido muy poco tiempo desde la última ingesta.
Se presenta con dos formas clínicas: una egosintónica y otra egodistónica. En los sujetos pertene-
cientes al primer grupo, la compulsión por la comida se expresa durante el día. Disfrutan mucho de
la comida, que no se relaciona con disforia. No sienten remordimientos y reconocen sitios donde
se come bien. Estos pacientes pueden comer más de cinco veces al día, ya que desayunan o comen
varias veces al día sin que la ingesta se relacione con hambre. La principal razón es el antojo y no
hay conductas compensatorias ni preocupación por el peso. Saben que pueden desarrollar enferme-
dades, pero minimizan esta posibilidad y consideran que la alimentación es un placer.
Los sujetos que encajan en el segundo grupo cursan con sensaciones desagradables que los
conducen a comer. Comen en especial alimentos dulces o ricos en grasas, de manera atropellada,
sin poder contenerse y en grandes cantidades, pero no llegan a realizar propiamente atracones.
Predomina la ingesta constante pero sin tener una sensación de disfrute por la comida como tal.
Se sienten adictos a la comida y son particularmente sensibles a las presiones y la publicidad de
las marcas alimenticias.
Trastorno purgativo
Este trastorno de la conducta alimentaria se caracteriza porque el paciente recurre a purgas. En
ausencia de episodios de atracón objetivos, los individuos pueden tener un peso adecuado o bien
sobrepeso u obesidad. El estudio de Keel y colaboradores de 2005,101 que incluyó a 111 mujeres
de las cuales 33 eran controles, 20 padecían trastorno purgativo y 37 tenían diagnóstico de bu-
limia purgativa, midió las variables de los niveles de colecistocinina (CCK) posingesta, así como
la sensación de satisfacción y molestias gástricas. Las pacientes con trastorno purgativo tuvieron
niveles más altos de CCK posingesta en comparación con aquellas que tenían diagnóstico de
bulimia nerviosa, pero la diferencia con el grupo control no fue significativa. No obstante, se en-
contraron diferencias significativas en relación con los otros dos grupos respecto a la presencia de
molestias gástricas posingesta y sensación de satisfacción más rápida y desagradable.
Estos pacientes realizan purgas con la finalidad de “vaciar su estómago”. Describen una pron-
ta sensación desagradable de saciedad. La razón de esta conducta no es un atracón previo. En
ocasiones la causa es una sensación desagradable de haber comido. La finalidad tampoco es bajar
de peso. Estos sujetos lo describen como una manera de regular la ingesta; no refieren alteraciones
del esquema corporal ni preocupación por el peso. Pueden cursar con todas las complicaciones
de las pacientes con bulimia nerviosa purgativa, como desequilibrio hidroelectrolítico, deshidra-
tación, daño renal, etc., pero no comparten el resto de las características de la bulimia. Aún no
queda muy claro si puede llegar a ser una variante de la bulimia nerviosa. Se observa comorbilidad
psiquiátrica con trastornos de ansiedad y del estado de ánimo.
Sobreingesta
Consiste en la omisión de comidas o ingesta de refrigerios pequeños, para realizar después una
sola comida al día en que se conjuntan todas las comidas. No tiene características de atracón. Las
razones pueden ser variadas. Las más frecuentes son horarios de trabajo que impiden consumir
los alimentos a horas establecidas, demasiada concentración en una actividad o no sentir hambre
y esperar a que termine el día para comer en exceso de una sola vez, con la idea que no se ha con-
sumido alimento alguno.
Picoteo
Se define como tomar una ligera porción de un alimento o comestible entre comidas.102 Se ca-
racteriza por ingestión intermitente a lo largo del día de cantidades más o menos pequeñas de
comida, por lo general ricas en carbohidratos o lípidos, con la sensación de descontrol, sin hambre
y asociada con estados emocionales desagradables como ansiedad, pena y/o enojo (que pueden
ser conscientes o no). No afecta en forma necesaria el consumo de las comidas normales como
almuerzo o cena, aunque es posible que en esas ocasiones se coman porciones más abundantes.
peso, sólo en los últimos años se ha investigado y tratado en un contexto clínico.97,99 Se caracteriza
por ayuno matinal e hiperfagia o atracones nocturnos e insomnio. Está presente en 1.5% de la
población general, pero en población de obesos clínicos la prevalencia se incrementa de 9 a 15%,
y en pacientes obesos mórbidos alcanza 43%.57,100
A diferencia de pacientes eutróficos e incluso obesos no NES, se observa que estos sujetos
despiertan en la noche para comer. No lo hacen en grandes cantidades, sino que más bien consu-
men bocados hipocalóricos. En este grupo se han demostrado alteraciones del ritmo circadiano
de la melanina y la leptina nocturna, que no se incrementa (por tanto se altera la regulación del
sueño y del apetito); los niveles de cortisol en general son mayores que en el grupo control, lo que
implica un eje más sensible a la respuesta del estrés y el estado de ánimo.
En este contexto, el NES refleja la expresión neurobiológica común de tres sistemas circa-
dianos: el apetito, el ritmo sueño-vigilia y el sistema nervioso simpático.97,99,103 Este cuadro es
importante desde el punto de vista clínico, ya que al igual que el atracón el NES es un marcador
de riesgo para obesidad. Puede ser un factor de fracaso en personas con sobrepeso u obesos que
intentan bajar de peso. Afecta a 15% de las personas con trastorno por atracón y tiene una pre-
valencia de 16.5% en pacientes psiquiátricos ambulatorios, lo que lleva a pensar en una frecuente
coexistencia de trastornos psiquiátricos y NES.103
modo que ven televisión, permanecen frente al ordenador o realizan tareas domésticas hasta tarde,
mientras comen bocadillos e ingieren bebidas. Una vez que se quedan dormidas (a diferencia del
comedor nocturno o del comedor vinculado con el sueño) no despiertan para comer.99
Alimentación emocional
Los comedores emocionales comen sobre todo en respuesta a sensaciones desagradables o senti-
mientos disfóricos o negativos.106,107 Esta conducta es muy frecuente y puede considerarse como
una forma de manejar las emociones106,108 o de afrontamiento disfuncional.109,110
Aunque este grupo también incluye personas que no distinguen con claridad qué sensación
corporal, emoción o sentimiento los impulsa, recurren a los alimentos aunque las emociones y
sensaciones sean agradables o el estado de ánimo eutímico. Sin embargo, en esta conducta predo-
minan las emociones y sentimientos de angustia, enojo, aburrimiento, depresión.
La alimentación vinculada con el estado de ánimo o presencia de sensaciones o emociones
desagradables puede considerarse como un mecanismo de afrontamiento inapropiado para aliviar
y manejar situaciones psicoestresantes o emociones negativas.111-114
Los estudios disponibles de personas que comen en respuesta a emociones y situaciones de es-
trés, revelan que son más propensas a desarrollar sobrepeso y obesidad.115 Cuando estos pacientes
disminuyen la ingesta o su conducta entra en remisión, bajan de peso en mayor proporción que
los comedores emocionales activos.116,117
Esta gran urgencia por comer en respuesta a emociones desagradables o situaciones estre-
santes se presenta con mayor frecuencia en personas con sobrepeso que en los individuos con
peso normal,118 lo cual apoya la noción de que las personas con sobrepeso y obesidad carecen de
estrategias apropiadas para afrontar los factores estresantes de la vida diaria, o que sus mecanismos
de afrontamiento son poco efectivos, ya que la respuesta para resolver los problemas es realizar
comidas pequeñas o abundantes.119
PSICOTERAPIA
En el proceso psicoterapéutico es útil emplear metáforas para ilustrar la secuencia del tratamiento.
La imagen del iceberg puede representar con facilidad los tres momentos del proceso. La punta
es el síntoma, aquello que es notorio y no necesita cuestionarse su existencia; en este caso es la
obesidad, que motivó la consulta con el médico en busca de una solución. Ello a pesar de que no
todo el mundo acepta que la obesidad es una enfermedad.
La parte media del iceberg representa la segunda parte del proceso, en la cual se trabaja de
manera ardua para que el paciente cobre conciencia de los diversos factores que intervienen en su
obesidad. Esto implica que el sujeto tenga claridad sobre su existencia, conozca la intensidad de
su participación y acepte las diferentes facetas de su personalidad e identidad. Sin embargo, no
es suficiente con tener el conocimiento: hay que lograr una experiencia emocional correctiva. En
ocasiones esto ocurre cuando el paciente aprende estrategias para manejar de manera diferente las
causas de su obesidad, lo cual facilita la creación de nuevas redes asociativas. La intervención en
uno de los componentes de estas redes influye en el todo.
Esto conduce a la búsqueda del conflicto psíquico, que puede ser tan variado como el nú-
mero de sujetos. No obstante, una manifestación común son las conductas repetitivas que con
el tiempo se transformaron en conductas de autoagresión, las cuales han derivado en obesidad.
La tercera etapa del proceso corresponde a la base del iceberg, donde se encuentra la conso-
lidación de una identidad integrada, con procesos psíquicos más y mejor organizados tanto en
el plano estructural como en el funcional, que determinan un estilo de vida, una manera de ser
constante a través del tiempo, lo que representa una continuidad de relación con el exterior y con
uno mismo.
Es difícil establecer con certeza el marco teórico o elegir la técnica psicoterapéutica adecuada,
ya que hay una gran diversidad de ellas. Las ventajas y desventajas de cada técnica son polémicas
y no se han definido con claridad, pero la finalidad de todas es lograr la salud y el bienestar de la
persona. El trabajo interdisciplinario tiene objetivos muy claros y una estrategia terapéutica bifo-
cal orientada por un lado a estabilizar los aspectos médicos nutricionales y por otro a los factores
psiquiátricos y psicodinámicos subyacentes.
Las intervenciones se dirigen a la parte del iceberg que se debe tratar. De manera esque-
mática, la intervención psiquiátrica, psicoterapéutica y psicofarmacológica se puede clasificar de
acuerdo con el siguiente espectro de pacientes con sobrepeso y obesidad:
• Primer grupo: educación nutricional, asesoría por un fisioterapeuta.
• Segundo grupo: lo anterior, más tratamiento de los trastornos psiquiátricos secundarios a la
obesidad. A medida que mejora el estilo de vida del paciente por la mejor información nutri-
cional y éste recupera la actividad física regular, se da tratamiento específico de los trastornos
de ansiedad y del estado de ánimo. La resolución es acorde con lo esperado.
• Tercer grupo: además de lo anterior, los pacientes cursan con trastornos psiquiátricos prima-
rios tanto del estado de ánimo como de ansiedad; consumo e incluso dependencia de drogas
lícitas e ilícitas; trastornos de la conducta alimentaria inespecíficos y conductas inapropiadas;
organización estructural y funcional de la personalidad limítrofe o psicótica; antecedentes
familiares de trastornos psiquiátricos; dinámica familiar disfuncional en la familia de origen
y en la actual. En este grupo, el proceso psicoterapéutico es fundamental desde el inicio y el
paciente debe permanecer en él después del tratamiento para la obesidad.
Una de las pioneras en temas de trastornos de la conducta alimentaria con enfoque psicoana-
lítico fue Hilde Bruch, quien en 1973 propuso distinguir dos fases de la obesidad: la primera de
tipo activo o dinámico, en la cual se observa un incremento ponderal progresivo; y la segunda
de tipo estacionario, que ocurre después de que el paciente alcanza un cierto peso y permanece
estable. Esta precisión sobre las fases de la obesidad sirve para determinar el grado de patología
que puede manifestare en el obeso. La autora propone la medida de estabilidad o inestabilidad
en la curva de peso en un periodo extenso, como el parámetro más preciso para determinar la
presencia de patología, y resta importancia al grado de exceso de masa corporal por sí mismo. De
acuerdo con la autora citada, la diferenciación entre tipos y fases de obesidad con este enfoque
debe conducirnos a observarla como la manifestación de un tipo especial de patrones adaptativos
en que no sólo intervienen factores fisiológicos sino que éstos son afectados por el desarrollo de la
persona en sus diferentes etapas y con sus diferentes experiencias de vida.
Stroe (1995) agrupa las teorías psicológicas en tres subgrupos: las que corresponden al en-
foque cognitivo-conductual, las interpersonales y de sistemas y, por último, las psicoanalíticas.
Además, advierte sobre teorías que integran los aspectos biológico, social y psicológico (Rodin
[1977] y Wolman [1982]) para explicar la obesidad a partir de la interacción de estas diferentes
variables. No obstante, asumir un enfoque biopsicosocial de la obesidad obliga a la adopción de
una teoría psicológica para abordar este tema.120
Al igual que Stunkard en 1959, Bruch advirtió sobre la imposibilidad de encuadrar a todas
las personas obesas en las dinámicas de un tipo de personalidad básica, y de asumir que todas las
personas obesas presentan algún tipo de trastorno emocional o patología de la personalidad.
Quizá, como afirman Bruch (1973) y Stunkard (1959), sea imposible hablar de un tipo de
personalidad en los obesos, dados los múltiples factores que inciden en estos sujetos. El lenguaje
del inconsciente no es claro y aunque el síntoma no es igual en distintas personas, expresa una
dolencia particular en cada una de ellas, cuyo significado sólo puede abstraerse de la historia per-
sonal del individuo. Por lo tanto, lo adecuado es el tratamiento individual que requiere profun-
dizar en los aspectos idiosincrásicos de cada persona (renuncia a la adultez, temor a la sexualidad,
corporización del afecto, realización del deseo incestuoso, búsqueda de confort oral, entre otros)
que el análisis permite observar, aunque puede considerarse una caracterología común (control de
impulsos débil, falta de límites del yo en relación con el otro, familias con límites borrosos entre
sus miembros, etcétera).120
CONCLUSIONES
I. Debe recordarse que la obesidad es un fenómeno complejo que ocasiona un impedimento físico
importante, pero reversible. Su tratamiento debe tener un enfoque multifactorial. Si la obesidad
se corrige a tiempo, también es posible disminuir el riesgo de las enfermedades asociadas. Además
es una enfermedad costosa, tanto en lo económico como en la calidad de vida para los enfermos,
sus familiares y el país.
II. Desde el punto de vista clínico, a los pacientes que asisten a consulta por problemas con
la regulación de su peso corporal, se les puede clasificar en el siguiente espectro:
1. Un primer grupo que incluye a los sujetos con sobrepeso en grados variables de gravedad.
2. Los pacientes con sobrepeso grave quedan comprendidos en un segundo grupo, que incluye
obesidad de grados I, II, III y mórbida. Las características de cada una de estas escalas de gra-
vedad sirven para plantear las diferentes alternativas terapéuticas. Esto permite establecer que
la interacción entre los múltiples factores de la obesidad determinará sus manifestaciones,
evolución, pronóstico y alternativas de intervención.
III. La intervención psiquiátrica en pacientes conocidos dentro de la psiquiatría de enlace
como “médicamente enfermos”. La evaluación de la historia social, personal, biológica y psíquica,
en el caso de los pacientes obesos es un claro ejemplo de intervenciones integrativas en la relación
médico-paciente-sociedad.
IV. Las evidencias con estudios de neuroimagen en las que está implicado el circuito de la
recompensa, pueden explicar estas conductas compulsivas. Un área de gran importancia para el
proceso psicoterapéutico es la forma de lograr que lo placentero deje de conducir por su repetición
insaciable a conductas patológicas que favorecen una enfermedad a corto, mediano y largo plazos.
V. En el proceso del tratamiento integral, uno de los aspectos básicos que corresponde al
psiquiatra trabajar de modo constante es la identidad del sujeto, es decir, quién es; para fines
terapéuticos, esto consiste en saber qué tanta proclividad tiene para ciertas enfermedades y qué
medidas preventivas llevar a cabo; asimismo, cuáles son los factores de riesgo presentes en su vida,
lo que permite desarrollar herramientas convenientes para lograr —en el mejor de los casos— su
eliminación o por lo menos atenuarlos en lo posible.
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INTRODUCCIÓN Y EPIDEMIOLOGÍA
La obesidad es un problema creciente y es causa de importantes problemas de salud que reducen la
calidad y expectativa de vida en forma muy significativa. Su prevalencia ha aumentado de manera
importante en el mundo desde 1980, hasta convertirse en el problema de salud más importante
del siglo XXI. Este incremento no sólo se ha reflejado en la prevalencia, sino también en su mag-
nitud y gravedad. El grupo de pacientes con obesidad mórbida es el que más ha crecido.1
La etiología de la obesidad es compleja y multifactorial, ya que implica factores biológicos,
conductuales y del medio ambiente.2 La obesidad afecta casi a todos los sistemas del cuerpo y sus
comorbilidades incluyen diabetes mellitus tipo 2, hipertensión, dislipidemia, coronariopatía arte-
rial, apnea del sueño, episodios cerebrovasculares, artritis y síndrome de ovario poliquístico, entre
otras. El riesgo de cáncer aumenta en forma significativa, sobre todo para carcinoma colorrectal,
pero también para cánceres en otros órganos como esófago, páncreas, riñón, endometrio, mama
y vesícula.3,4 Además, padecimientos como el dolor de espalda, la osteoartritis degenerativa de ca-
dera y rodillas, así como la depresión, son más comunes en estos pacientes. Se estima que hay 285
millones de personas en el mundo con diabetes mellitus tipo 2 y la mayoría también presentan
obesidad.5 El riesgo de desarrollar las comorbilidades mencionadas se relaciona de manera directa
con el grado de obesidad.6
Debido a las alteraciones que genera la obesidad, la mortalidad general aumenta de manera
significativa, y en la actualidad supera al tabaquismo como principal causa de muerte prevenible.7
El riesgo relativo de muerte aumenta de modo sustancial con el incremento progresivo del IMC,
sobre todo en individuos en quienes este parámetro es > 35 kg/m2.8
En nuestro país, la obesidad constituye un problema importante, ya que tanto ésta como el
sobrepeso afectan a alrededor de 70% de la población de 30 a 60 años de edad. Entre las mujeres
hay mayor tendencia a desarrollar obesidad. La prevalencia de obesidad, medida por la Encuesta
Nacional de Salud y Nutrición 2006 (Ensanut 2006), fue de alrededor de 30% de la población
mayor de 20 años, con presencia en 34.5% de las mujeres y 24.2% de los varones.9
El tratamiento de la obesidad depende de su grado. Conforme éste sea mayor, más difícil será
que el individuo baje de peso. Los tratamientos no quirúrgicos para obesidad incluyen dietas ba-
jas en calorías, ejercicio, terapia conductual y medicamentos. Cuando el paciente tiene obesidad
283
grave (es decir, de grado III, también conocida como obesidad mórbida), todos estos métodos
han mostrado efectividad limitada, con tasa de fracaso mayor al 95%; a largo plazo, la mayoría
de los individuos recupera el peso. Los metaanálisis sobre el uso de medicamentos han mostrado
sólo una pérdida de peso pequeña y cuando el paciente termina el tratamiento tiende a ganarlo de
nuevo. Además, los medicamentos utilizados se asocian con efectos colaterales, por lo que algunos
se han retirado del mercado.
Sin lugar a dudas, la cirugía bariátrica es el tratamiento más efectivo para producir pérdida
de peso significativa y de larga duración, y es el único tratamiento efectivo a largo plazo para
obesidad mórbida.10
INDICACIONES Y CONTRAINDICACIONES
Los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos desarrollaron en 1991 los criterios para el
manejo quirúrgico de la obesidad, los cuales se listan en el cuadro 20-1.11 Estos criterios incluyen
pacientes con IMC > 40 kg/m2, aunque no tengan comorbilidades asociadas, o con IMC > 35
kg/m2 con comorbilidades asociadas a la obesidad. Estos pacientes no deben tener anormalidades
endocrinas que puedan contribuir a la obesidad. Hace algunos meses se aprobó el uso de BGA
para pacientes con IMC > 30 kg/m2 con comorbilidades asociadas.
La evaluación preoperatoria es crítica para obtener mejores resultados. Se recomienda llevar a
cabo una evaluación psicológica para descartar enfermedades psiquiátricas descompensadas o no
tratadas, así como consumo de drogas, en cuya presencia no debe realizarse la cirugía. Además,
debido a que la mayoría de los pacientes tiene comorbilidades, éstas deben controlarse lo mejor
posible antes de la cirugía. La evaluación para detectar apnea del sueño es importante, ya que una
alta proporción de pacientes con apnea del sueño grave requieren tratamiento con presión positiva
por varias semanas para mejorar su función respiratoria. La evaluación y educación respecto a los
hábitos alimenticios son importantes para lograr resultados óptimos.11
GENERALIDADES QUIRÚRGICAS
La cirugía bariátrica se divide de manera principal en: a) procedimientos que crean restricción
como la MG y BGA; b) procedimientos que producen malabsorción como la DBP), y c) proce-
dimientos mixtos como la BGYR. Los mecanismos por los cuales se produce pérdida de peso, así
como los cambios metabólicos posteriores a la cirugía bariátrica, no se conocen por completo. Se
cree que intervienen diversos factores como inducción de saciedad, restricción de la ingesta, de-
rivación de nutrientes, malabsorción y cambios hormonales relacionados con el tracto digestivo,
entre otros.14
TÉCNICAS
Los principales procedimientos de cirugía bariátrica que se realizan en la actualidad incluyen
BGYR, BGA, MG y DBP. La cirugía bariátrica es muy segura cuando la realizan cirujanos con
entrenamiento y experiencia en estos procedimientos. La BGYR (figura 20-1), que combina ele-
mentos de restricción y malabsorción, consiste en la anastomosis de un reservorio gástrico de
alrededor de 15 a 20 ml con un segmento de 75 a 150 cm de yeyuno en Y de Roux llamada asa
alimentaria. El asa biliopancreática, que tiene una longitud de 30 a 100 cm, se anastomosa con el
asa alimentaria para formar un canal común de intestino.
La BGA (figuras 20-2 y 20-3) es un dispositivo que contiene un reservorio inflable al cual
puede introducirse líquido mediante un reservorio ubicado en la piel y un tubo que conecta
ambos. Al aumentar el volumen de la banda se restringe la capacidad de alimento que el pacien-
te puede ingerir, lo cual produce saciedad temprana. La BGA se coloca por debajo de la unión
esofagogástrica, lo que crea un reservorio gástrico de alrededor de 30 ml por arriba de la banda.
Para el éxito de este procedimiento, es muy importante cuidar los aspectos técnicos relativos a la
selección, colocación y fijación de la banda, pero sobre todo garantizar un seguimiento estrecho
que permita modificar la estrechez de la banda según los resultados y tolerancia del paciente.15
Las dos bandas aprobadas por la Food and Drug Administration (FDA) de Estados Unidos son la
Lap-Band de Allergan y la banda Realice de Ethicon Endosurgery.
La MG (figura 20-4), el procedimiento restrictivo de más reciente aparición, surgió a partir
de la DBP con cruce duodenal. En esta cirugía se corta de inicio el estómago a 6 cm del píloro;
se continúa en sentido cefálico en paralelo a la curvatura menor, previa colocación de una sonda
para entablillar el tubo gástrico y evitar la oclusión de la luz. Una vez cortado, el fragmento de
estómago se extrae y desecha.
La DBP causa malabsorción y se considera de mayor complejidad técnica que las anteriores.
Su uso se ha limitado a centros con experiencia y pacientes con superobesidad (IMC > 50 kg/
m2). Tiene excelentes resultados en cuanto a pérdida de peso. El cruce duodenal es una modifi-
cación de la DBP que consiste en realizar una manga gástrica al resecar la curvatura mayor con
preservación del píloro y duodeno proximal. También se anastomosa el duodeno proximal con el
íleon, y se deja un asa biliopancreática de 400 cm la cual se anastomosa al íleon distal a 100 cm
de la válvula ileocecal.16 Con este procedimiento que de manera primordial causa malabsorción
se obtiene una mayor pérdida de peso, así como la resolución de las comorbilidades asociadas a la
obesidad, pero implica una mayor incidencia de deficiencias vitamínicas y de minerales que otros
procedimientos.17
portante en los niveles de colesterol total, LDL y triglicéridos después de la cirugía bariátrica.18
Del total de pacientes, 70% mostró mejoría importante en la hiperlipidemia y 79% mejoría o
resolución de la hipertensión.
Como se puede observar, los efectos de la cirugía metabólica rebasan la disminución de la
masa corporal y la normalización de la glucemia; también inciden en el metabolismo de lípidos
y la presencia de hipertensión. La mejoría en la hipertensión se ha informado incluso en pacien-
tes con IMC < 35 kg/m2.30 Se ha encontrado que una disminución de 1% de la masa corporal
disminuye 1 mmHg la presión arterial sistólica y 2 mmHg la diastólica, efecto que parece ser
independiente del procedimiento elegido.11
Cuando se considera toda esta evidencia de mejoría en diabetes, hipertensión, dislipidemia
y obesidad, queda claro que la cirugía bariátrica tiene un papel muy importante para revertir los
efectos del síndrome metabólico y sus consecuencias. Aparte de las comorbilidades mencionadas
se observa mejoría significativa en el síndrome de obesidad e hipoventilación, el seudotumor cere-
bri, el hígado graso no alcohólico, el síndrome de ovario poliquístico, el reflujo gastroesofágico, la
incontinencia urinaria, la osteoartritis degenerativa y la insuficiencia venosa.31 La mejoría poste-
rior a la cirugía bariátrica en algunas comorbilidades se relaciona con la pérdida de peso, como en
el caso de la artropatía degenerativa, el SAOS y la incontinencia urinaria.32
Una de las comorbilidades más frecuentes de la obesidad es la enfermedad por reflujo gas-
troesofágico (ERGE). La mayoría de los pacientes presentan resolución de la ERGE con la BGYR,
ya que al quedar una porción pequeña de estómago hay menor secreción de ácidos gástricos. Esto
coloca a la BGYR como uno de los procedimientos más efectivos para resolver la ERGE, con
informes aislados incluso de regresión de esófago de Barrett. Los resultados obtenidos mediante
procedimientos como la banda gástrica para ERGE dependen de su adecuada colocación, ya que
si se encuentra muy abajo o se desliza de manera distal, se puede exacerbar la sintomatología de
dicha enfermedad.32
El hígado graso no alcohólico es una patología frecuente en pacientes con obesidad, y algunos
autores incluso lo consideran parte del síndrome metabólico. Los pacientes con cirugía bariátrica
presentan mejoría a nivel histológico y en parámetros bioquímicos que reflejan la regresión del
daño inducido por la obesidad. En algunos estudios se ha informado disminución de la expresión
de factores que promueven la inflamación y fibrosis hepática. Se ha demostrado que incluso la
pérdida paulatina de sólo 10 a 20% del peso tiene un impacto positivo sobre esta patología, ya
que origina disminución de las enzimas hepáticas.33-35 El impacto en el hígado graso puede ser
contraproducente cuando la pérdida de peso es muy rápida (> 1.6 kg por semana). En este caso
puede asociarse con incremento en el grado de fibrosis portal, debido a mayor liberación de ácidos
grasos libres por el tejido adiposo visceral, lo cual incrementa la inflamación portal y el riesgo de
desarrollar litiasis vesicular.36
resistencia a ésta; por ende hay un incremento en la acción y secreción de insulina lo cual mejora
el metabolismo de los carbohidratos.30
Los efectos de la manga gástrica a nivel metabólico incluyen disminución en la producción
de grelina, ya que ésta se secreta sobre todo en el fondo gástrico, el cual se reseca durante la ci-
rugía. Por otro lado hay aumento en el vaciamiento gástrico asociado con mayor producción de
GLP-1 y PYY-36, que estimulan la secreción de insulina por las células pancreáticas y mejoran los
niveles de glucosa.17 En un estudio prospectivo aleatorizado que comparó la MG con la BGYR se
demostró que hay mejores tasas de remisión en pacientes con BGYR que con MG, a pesar de que
la pérdida de peso fue similar. Se han encontrado resultados similares cuando se compara BGA
con BGYR.62,63 Con base en estos hallazgos, la pérdida de peso y la remisión de diabetes pueden
considerarse como desenlaces independientes después de cirugía bariátrica.
La cirugía metabólica también produce efectos benéficos tanto en pacientes con obesidad
mórbida como en pacientes con obesidad grado I. Esto se observó en un estudio prospectivo que
valoró los efectos de la BGYR en 44 pacientes con DM-2 e IMC < 35 kg/m2, en comparación
con 157 pacientes con IMC > 35 kg/m2; se encontró normalización de la glucemia a cuatro años
en 90 y 98% de los sujetos, respectivamente.30
Debido a la gran cantidad de cambios metabólicos asociados a la cirugía bariátrica se ha
propuesto que su nombre cambie a cirugía metabólica.
COMPLICACIONES
La mortalidad operatoria en pacientes sometidos a cirugía bariátrica depende de varios factores.
El de mayor importancia es el entrenamiento del cirujano y el volumen de intervenciones reali-
zadas en la institución. La selección adecuada del procedimiento de acuerdo con el paciente, el
manejo multidisciplinario y la presencia de comorbilidades son factores importantes que también
influyen en la mortalidad.
Se tiene la idea errónea de que la cirugía bariátrica implica una alta morbimortalidad. Esto
se debe a que en nuestro país no hay una regulación adecuada que determine quién tiene en-
trenamiento suficiente para realizar estos procedimientos, lo que produce una alta tasa de com-
plicaciones. Cuando se analiza la literatura disponible sobre centros con cirujanos entrenados y
experimentados, la mortalidad quirúrgica es más baja que para cirugías de colon, y artroplastias
de cadera y rodilla, entre otras. En un metaanálisis de 341 estudios que incluyó a 85 048 pacientes
y analizó la mortalidad antes y después de 30 días, se encontró una frecuencia de 0.28 y 0.35%,
respectivamente.67 La mortalidad de los procedimientos restrictivos y que producen malabsorción
en los primeros 30 días es de 0.30 a 0.76%.68 Cuando la cirugía bariátrica es realizada por ciru-
janos con entrenamiento en ésta, la mortalidad quirúrgica asociada es incluso similar a la de la
colecistectomía laparoscópica, que tiene una mortalidad de 0.3 a 0.6% en Estados Unidos.69 La
morbilidad en cirugía bariátrica es menor a 10% y tiene una relación importante con el volumen
de casos atendidos en cada centro hospitalario, así como la experiencia del cirujano.
La curva de aprendizaje para procedimientos complejos como la BGYR por laparoscopia es
larga. Para tener una adecuada experiencia se recomienda que el cirujano haya realizado más de
100 procedimientos de este tipo como cirujano supervisado por un cirujano experto.69
Complicaciones tempranas
Las complicaciones tempranas de la BGYR incluyen fuga de las anastomosis, infección de la
herida (muy rara cuando es laparoscópica), obstrucción intestinal, trombosis venosa profunda,
tromboembolia pulmonar y hemorragia. La fuga anastomótica en la BGYR tiene una frecuencia
de alrededor de 0 a 4%. Es importante reconocer esta complicación en forma inmediata, ya que
los pacientes pueden progresar con gran rapidez a un estado de sepsis grave. Aunque la tomogra-
fía y la serie esofagogastroduodenal son estudios útiles para el diagnóstico de esta complicación,
no la excluyen en 100% de los casos. Por esta razón, si la sospecha de fuga es alta con base a los
hallazgos clínicos, está justificada la reexploración, cuyo objetivo es el drenaje directo del sitio de
fuga y la colocación de drenajes que controlen su gasto. Aunque es tentador colocar puntos en el
sitio de fuga, esto puede ser contraproducente, ya que los tejidos se encuentran friables y con gran
respuesta inflamatoria, por lo que se puede agravar la fuga anastomótica. Con la MG la fuga de
la línea de grapas es una complicación más o menos frecuente (> 1%), con tendencia a persistir
durante meses con un porcentaje de cierre de fístula bajo.14,70
La presencia de hemorragia en el posoperatorio (0.5 a 4%) debe llevar a la sospecha de
sangrado en los sitios potenciales de origen. En primera instancia aquellos en que se realizaron
incisiones: pared abdominal, remanente gástrico, reservorio, gastroyeyunoanastomosis y yeyuno-
yeyunoanastomosis. En caso de sangrados intraluminales que se manifiestan por hematemesis y
melena se pueden revisar las anastomosis mediante endoscopia.70,71
Una complicación que puede ser muy riesgosa es la dilatación aguda del remanente gástrico
(< 1%), que puede deberse a obstrucción distal al nivel de la yeyuno-yeyunoanastomosis produci-
da por trombos intraluminales. Es necesaria la reexploración, reforzamiento de la línea de grapas
del remanente gástrico, colocación de gastrostomía descompresiva y exploración de la yeyuno-
yeyunoanastomosis en búsqueda de una causa obstructiva.71
La trombosis venosa profunda y la tromboembolia pulmonar se presentan con mayor fre-
cuencia en pacientes obesos. Por tal motivo, en candidatos a cirugía bariátrica se toman varias me-
didas profilácticas para evitar estas complicaciones, las cuales incluyen deambulación temprana,
anticoagulación profiláctica y medias de compresión intermitente.
La rabdomiólisis es una complicación poco frecuente que puede presentarse después de ciru-
gía bariátrica. Se relaciona con la presión generada sobre los músculos lumbares y glúteos, en es-
pecial durante cirugías largas en posición de litotomía.72 Entre las complicaciones perioperatorias
asociadas con BGA se encuentran la perforación esofágica o gástrica y el sangrado.
Complicaciones tardías
Entre las complicaciones tardías de la BGYR se encuentra la obstrucción intestinal debida a hernias
internas, úlceras marginales y estenosis de las anastomosis, así como deficiencias vitamínicas y de
minerales.73 La presencia de obstrucción intestinal tiene una frecuencia variable de 1 a 10%. Puede
presentarse de manera temprana como hernias por el sitio del trócar, o en forma tardía como her-
nias internas. Los tres tipos de hernias internas que pueden encontrarse son: a) hernia de Petersen
(la cual se genera en el espacio comprendido entre el asa alimentaria de yeyuno y el mesocolon);73
b) hernia transmesocólica (cuando se asciende el asa en Y de yeyuno a través del mesocolon trans-
verso), y c) hernia entre la brecha mesentérica de la yeyuno-yeyunoanastomosis.70
Dentro de las complicaciones vinculadas con BGA están sobre todo el prolapso o desliza-
miento y la erosión.74 El tratamiento de los prolapsos es variable y depende de cuánto estómago se
haya deslizado y los síntomas asociados. En general, a todos los pacientes con banda erosionada
se les debe retirar el dispositivo, y en caso de prolapso la mayoría requerirá reparación quirúrgica.
Todos los pacientes posoperados de cirugía bariátrica deben consumir complementos de vi-
taminas y oligoelementos. Deben recibir un multivitamínico diario y complementos de vitamina
B12, calcio con vitamina D, hierro, cinc y cobre. En general, si el paciente tiene sustitución de
vitaminas y oligoelementos adecuada en el posoperatorio, es improbable que se desarrollen defi-
ciencias. Hay que vigilar los niveles de estos elementos en forma periódica en el posoperatorio y en
caso necesario corregir las deficiencias. Tienen más riesgo de deficiencias vitamínicas los pacientes
con procedimientos que incluyan malabsorción. El mayor riesgo para desarrollar deficiencia de
vitamina B12 se presenta en la BGYR, debido a que la porción de estómago funcional produce
menor cantidad de factor intrínseco, por lo que es necesario administrar suplementos de vitamina
B12 mensuales o bimensuales. La tiamina se absorbe en el ambiente ácido del estómago, por lo que
su absorción disminuye después de BGYR y debe complementarse. El calcio se absorbe de manera
principal en el duodeno, por lo que después de BGYR y DBP hay que administrarlo en forma de
complemento junto con vitamina D.
Los procedimientos malabsortivos estrictos como la DBP implican riesgo de desnutrición
caloricoproteica, la cual puede ocurrir incluso años después del procedimiento quirúrgico.
nados con el procedimiento quirúrgico y los vinculados con el estilo de vida del paciente. En el
caso de la BGYR, los factores quirúrgicos son el tamaño del reservorio gástrico y el diámetro de
la anastomosis, ya que un reservorio muy grande o una anastomosis muy amplia permiten mayor
ingesta de comida con menor saciedad posprandial. Se considera que el estilo de vida del paciente
es uno de los factores primordiales para mantener la pérdida de peso. En los primeros seis meses
a un año posteriores a la intervención, cuando ocurre la mayor pérdida de peso, el paciente debe
acostumbrarse a llevar un plan alimenticio adecuado, además de cambiar su estilo de vida y reali-
zar actividad física, para mantener una pérdida de peso adecuada.32
EQUIPAMIENTO E INSTALACIONES
Para realizar cirugías bariátricas con seguridad es necesario que el hospital cuente con el equipo
y las instalaciones necesarios para manejar pacientes con obesidad mórbida. Debe haber un qui-
rófano con mesa que soporte pesos importantes; camillas con el tamaño y resistencia necesarios;
cuartos y baños con las dimensiones adecuadas; sillas, sillas de ruedas y mobiliario especial, y
equipos de radiología que soporten a estos pacientes, entre otras cosas.
CONCLUSIÓN
La cirugía bariátrica es el método más efectivo para lograr pérdida de peso significativa a largo
plazo. Es casi el único tratamiento que funciona a largo plazo en pacientes con obesidad mórbida.
Sus beneficios en la resolución de comorbilidades son muy importantes y en la mayor parte de los
casos es más efectiva que otros tratamientos disponibles. Los beneficios en cuanto a remisión de
comorbilidades se traducen en aumento en la expectativa de vida, en comparación con controles
que padecen obesidad y no se someten a cirugía. Cuando cirujanos expertos llevan a cabo la
cirugía bariátrica en centros especializados, la morbimortalidad es muy baja. Un equipo multidis-
ciplinario entrenado e instalaciones adecuadas son indispensables para obtener buenos resultados.
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INTRODUCCIÓN
La obesidad no es un estilo de vida elegido sino una enfermedad causada por una predisposición
biológica y por la exposición constante a un ambiente “obesigénico”.1,2 Por lo tanto, para abatir
la pandemia actual de obesidad es vital desarrollar más investigación básica orientada a encontrar
las causas biológicas que predisponen a ciertas personas a ser obesas. Además del problema que
representa la obesidad en sí misma, ésta contribuye al desarrollo de trastornos crónicos como
hipercolesterolemia, enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y algunos tipos de cáncer
(entre los que destacan los de colon y esófago). La obesidad es un problema de salud pública en
constante crecimiento; sólo en el Distrito Federal se estima que ~73% de los adultos mayores de
20 años padecen obesidad o sobrepeso, y a nivel nacional las cifras no son muy diferentes: 71%
de los adultos presentan obesidad o sobrepeso. La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2006
(Ensanut 2006) estimó que el nivel de sobrepeso y obesidad se incrementa en función de la edad:
uno de cada cuatro niños en edad escolar, uno de cada tres adolescentes y siete de cada 10 adultos
presentan obesidad y/o sobrepeso. Más alarmante aún es lo informado en fecha reciente por el
Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), que ha posicionado a México en el deshonroso pri-
mer lugar mundial en obesidad infantil, por encima de países desarrollados como Estados Unidos.
Esto resulta más preocupante si se considera que hay una fuerte correlación entre el desarrollo
de obesidad infantil y su prevalencia en edad adulta.3 Además de la gran carga económica para el
país, la obesidad amenaza con llevar a la bancarrota a los sistemas de salud.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la obesidad se diagnostica por
medio del índice de Quetelet o índice de masa corporal (IMC), que se define para adultos como
la división del peso corporal en kilogramos entre su altura en metros cuadrados (kg/m2). Con este
criterio se han clasificado los diversos grados de IMC, los cuales se muestran en el cuadro 21-1.
La OMS estima que a nivel mundial la prevalencia de sobrepeso es de 1.7 billones de personas y
la de obesidad de 310 millones.
*Agradecimientos: este trabajo se realizó con apoyo parcial del CONACYT (179484), Fondo de Salud
(2010-02-151001), Productos Médix (000652) y el ICYTDF (PICDS08-59).
299
Cuadro 21-1. Clasificación de los índices de masa corporal de acuerdo con la OMS
RY1/Y5 Agonistas
NTS
al R-MC4
Agonistas
al NPY
Núcleo arcuato
Grelina PYY GLP-1 Leptina Insulina
Aferentes
Señales PP OXM Señales
vagales
de hambre Señales de de adiposidad
saciedad
Estómago
- ¿Bloquear
Páncreas actividad
- Análogos de amilina de grelina?
- Análogos de PP
Colon
Duodeno
- Análogos
- ¿Agonistas de CCK?
de GLP-1
- Análogos
de PYY
Masa grasa
- Análogos de leptina
Antagonistas
Lumen CB1
Neurona vagal
Neurona espinal
Figura 21-1. Representación esquemática de las estrategias terapéuticas que se desarrollan en la actualidad
para reducir tanto la ingesta alimentaria como el peso corporal.
ponderal mínima de 5% corregido a la pérdida de peso del grupo placebo. Esa misma entidad
ha aprobado fármacos que reducen el peso corporal en tratamientos a corto plazo; es decir, que
dada la improbabilidad de que presenten beneficios a largo plazo se utilizan por periodos cortos
(menores a tres meses), luego de los cuales se suspende su administración. Sin embargo, se han
utilizado muy pocos fármacos para el tratamiento a largo plazo.
Grasa dietaria
Normal Orlistat
Inactiva a las
Hidrolizado por las lipasas
lipasas gástrica gástrica y
y pancreática pancreática
Incapaz de
Ácidos grasos libres hidrolizar la
y monoglicéridos grasa dietaria
la absorción
Absorbido de grasa (~30%)
la excreción
de grasa
Figura 21-2. Mecanismo de acción del orlistat. Este fármaco bloquea la absorción de la grasa de la dieta
ingerida al inhibir las lipasas gástricas y pancreáticas e hidrolizar la grasa ingerida en ácidos grasos libres y
monoglicéridos.5
95%, 1.7 a 14.0 kg).6-9 Es interesante señalar que, a una dosis máxima de 120 mg tres veces al
día, orlistat reduce la absorción de la dieta ingerida que, como se muestra en la figura 21-2, se
excreta hasta en 30%.10 En la figura 21-3 se muestra la eficacia de este fármaco desarrollado por
laboratorios Roche, para cuya administración a largo plazo está disponible en cápsulas de 120 mg
con el nombre comercial de Xenical .11
Los efectos adversos del orlistat se manifiestan a nivel gastrointestinal, como esteatorrea e
incontinencia fecal, lo cual puede desconcertar a los pacientes. Se ha encontrado además que el
orlistat reduce la absorción de vitaminas liposolubles (A, D y E), por lo cual se recomienda su
complementación cuando se administra este fármaco.12
El orlistat es el único fármaco aprobado para el tratamiento de la obesidad en Estados Uni-
dos y Europa. Sin embargo, en octubre de 2009 la FDA notificó que la seguridad del orlistat se
encontraba en revisión debido a informes sobre episodios adversos relacionados con el potencial
de daño hepático de dicho fármaco, en específico sobre 32 casos detectados en Estados Unidos
(información disponible en: http://www.fda.gov/Drugs/DrugSafety/PostmarketDrugSafetyInfor
mationforPatientsandProviders/DrugSafetyInformationforHeathcareProfessionals/ucm179166).
Cetilistat (ATL-962)
Es un nuevo inhibidor de la lipasa que se encuentra en etapa avanzada de investigación y desa-
rrollo (fase clínica III), como alternativa potencial al orlistat. En estudios recientes se observaron
reducciones en el peso corporal similares a las observadas con orlistat en pacientes obesos que
recibieron cetilistat, en comparación con placebo, pero con mayor número de episodios adversos
informados en quienes tomaron el primero.13 Es necesario demostrar en estudios a largo plazo de
bioseguridad y eficacia si este agente es igualmente eficaz que el orlistat y constituye una mejor
alternativa para el tratamiento de la obesidad.
0
Cambio en el peso corporal (kg)
p < 0.001
–6
–12
0 52 104 156 208
Semanas
Figura 21-3. Pérdida de peso con orlistat en pacientes obesos en comparación con placebo.11
ayuda a la unión de triglicéridos no digeridos. Esto permite mayor excreción de grasa, sin los efec-
tos adversos de los inhibidores de la lipasa convencionales. Por desgracia, al parecer este desarrollo
se detuvo, ya que no se han informado resultados clínicos favorables a partir de las pruebas clínicas
de fase I realizadas en 2004.
Inhibidores de la DGAT1
La diacilglicerol O-aciltransferasa (DGAT) es una enzima que cataliza el último paso de la síntesis
de triacilglicerol (figura 21-2). Esta enzima se expresa en diferentes tejidos, los cuales incluyen hí-
gado y tejido adiposo blanco. Asimismo se han descubierto dos isoenzimas de la DGAT: DGAT1
y DGAT2. Se ha observado que los niveles altos de DGAT2 desempeñan un papel importante en
la esteatosis, en tanto que DGAT1 es fundamental para el ensamblaje de proteínas de muy baja
densidad, las cuales pueden promover el desarrollo de obesidad en concentraciones muy altas. Por
ello dicha isoenzima se considera como blanco potencial para el control de esta enfermedad. La
empresa farmacéutica Pfizer finalizó en 2010 las pruebas de fase clínica I con un compuesto (PF
04620110) que inhibe DGAT1, cuyo mecanismo de acción es antagonizar la absorción del trigli-
cérido intestinal, lo cual promueve tanto la pérdida de peso como efectos antidiabéticos (diabetes
tipo 2). Asimismo, la empresa farmacéutica Astra Zeneca informó sobre un nuevo compuesto
inhibidor de la DGAT1 en julio de 2010 (AZD4017), el cual se encuentra en etapa de investiga-
ción y desarrollo.
les que implican estos intervalos de comida; esto significa que interviene en la regulación de la
frecuencia alimentaria. Así, la saciedad, que se presenta a nivel gastrointestinal (GI) en múltiples
sitios (estómago, intestino delgado proximal, colon y páncreas), previene por sí misma el sobre-
consumo durante las comidas.
La comida produce sensación de saciedad por medio de dos efectos principales en el tracto
gastrointestinal: distensión gástrica y liberación de péptidos de las células enteroendocrinas, me-
canismos que originan la activación del nervio vago. Asimismo, el tallo cerebral recibe las señales
de saciedad, que actúan a corto plazo y se transmiten por vía neural (mediante proyecciones al
nervio vago, que a su vez envía proyecciones al núcleo del tracto solitario [NTS]) y hormonal (me-
diante péptidos intestinales que actúan en el hipotálamo, núcleo arcuato y área postrema [AP])
(figura 21-4). Estos péptidos transmiten señales de saciedad porque promueven la terminación de
la comida en curso; además, retardan la subsecuente iniciación de la comida y afectan la ingesta
de alimento si se liberan entre alimentos. Los péptidos GI y pancreáticos que regulan la ingesta de
alimento pueden agruparse como se indica en el cuadro 21-2.
PVN
MH
LH
NPY POMC
AgRP CART
PVN Ruta catabó
lica
+
Señales de LHA Respuesta a las señales
péptidos GI de saciedad
NPY – NTS
POMC Ruta anabólica
Masa grasa ARC
Señales de Leptina
adiposidad
Insulina
go
io va
Nerv
Ganglio
Tracto espinal
GI Grelina superior
s
ánica
Mec
Señales ado as
Híg mic
de saciedad Quí
Liberación
Estómago de CCK
e intestino
Figura 21-4. Representación esquemática de la estimulación neurohormonal por las señales gastrointestina-
les o de saciedad y por las señales de adiposidad implicadas en el control de la ingesta del alimento en la rata.
La parte superior es una ampliación del núcleo arcuato del hipotálamo (ARC).
Cuadro 21-2. Ejemplos de compuestos que interfieren en las vías de señalización al cerebro
Figura 21-5. Inducción de pérdida de peso con pramlintida en 12 meses. *P < 0.05 y **P < 0.01 para
cada tratamiento del grupo de pramlintida vs. placebo. bid, dos veces al día
Péptido YY
El PYY (1-36) es un polipéptido de 36 aa. Las responsables de su síntesis son las células enteroen-
docrinas tipo L, sobre todo en el intestino distal. La principal forma circulante de esta hormona
es el PYY (3-36), que se forma a partir de la rotura parcial del PYY (1-36) por la acción de la
enzima dipeptidilpeptidasa IV.14 El PYY está presente en la circulación, se secreta 15 min después
de iniciada la comida y persiste hasta por 6 h. Dentro de sus funciones están la inhibición de la
secreción pancreática, la contracción de la vesícula y la motilidad GI; además incrementa la secre-
ción de ácido gástrico y la absorción de electrólitos en el íleon.
El receptor Y2, que se encuentra en el sistema nervioso central (SNC) y en las vías aferentes
vagales, media los efectos anorexigénicos. Este receptor inhibe la activación de las neuronas orexi-
génicas que expresan NPY en el núcleo arcuato del hipotálamo (figura 21-1).20 La activación de
estas neuronas es suficiente para inducir un apetito voraz, por lo que su inhibición podría explicar
el efecto anorexigénico del PYY(3-36). No obstante, se ha encontrado que el PYY (3-36) también
inhibe a las neuronas anorexigénicas que expresan a la proopiomelanocortina (POMC) en el
núcleo arcuato. La figura 21-6 muestra que la aplicación exógena de la hormona PYY (3-36) tam-
bién da como resultado la activación postsináptica de los receptores Y2 en las neuronas anorexi-
génicas (que inhiben el apetito), por lo cual disminuye su frecuencia de disparo. Se observa que
este efecto es dependiente de la dosis (dosis crecientes de 0 nm, 100 nm o 1 μm). Este resultado
sugiere que el PYY (3-36) podría inducir saciedad mediante la inactivación temporal del núcleo
arcuato, lo cual permitiría que otros circuitos neurales controlaran la conducta de la ingesta.
En un estudio se demostró que en humanos la administración intravenosa (IV) de PYY
(3-36) disminuye la ingesta de alimentos de modo dependiente de la dosis con inhibición máxima
de 35% (p < 0.001 vs. control).21 Sin embargo, dicha investigación no se continuó debido a que
los sujetos experimentaron náusea dependiente de la dosis como efecto adverso, por lo cual dicha
sustancia no constituiría una estrategia terapéutica útil. En 2008 se desarrolló una formulación
(7)
100
(6)
80
Reducción de la tasa
de disparo (%)
60
40 (6)
20
(5)
Figura 21-6. Reducción de la tasa de disparo de las neuronas POMC con dosis crecientes de PYY (3-36).
intranasal de PYY (3-36) que mostraba resultados muy prometedores en las pruebas de fase clínica
II; sin embargo, este desarrollo se suspendió también por efectos adversos de náusea y vómito,
además de una eficacia muy limitada de la formulación.
Polipéptido pancreático
El polipéptido pancreático (PP) es un péptido de 36 aminoácidos que pertenece a la misma fa-
milia de los péptidos PP (PYY, NPY), pero a diferencia del PYY lo secreta de manera principal
el páncreas y en menor medida el colon. Este péptido tiene mayor afinidad por el receptor Y4
en el tallo cerebral y el hipotálamo. Su secreción estimula la vía colinérgica vagal, así como la in-
gesta proteica y de grasas y la distensión gástrica; además, estimula algunas hormonas intestinales
(gastrina, secretina) y terminaciones nerviosas del vago. Sus niveles plasmáticos posprandiales son
proporcionales a la ingesta calórica y pueden aumentar, con la edad, algunas enfermedades como
diabetes y cáncer de páncreas, y el estrés y el ejercicio. Por otra parte, ayuda a controlar la secreción
pancreática, inhibe la secreción de insulina, modula la motilidad GI, inhibe la contracción del
íleon y afecta las funciones metabólicas (p. ej., glucogenólisis).13
versos como trastornos gastrointestinales que incluyen colitis ulcerosa, malabsorción y mucositis
(http://www.7tm.com/R-D/GastrointestinalDisorders.aspx). Esa misma compañía desarrolló un
análogo dual de los péptidos PP y PYY, obinepitida, que tiene actividad agonística hacia los re-
ceptores Y2 y Y4 (http://www.7tm.com/R-D/Metabolic_Disorders/Obinepitide.aspx) y produce
efectos significativos y mayores que PYY (3-36) en los estudios de fase preclínica. El compuesto se
encuentra en fase clínica I/II y su administración por vía subcutánea en sujetos obesos inhibió la
ingesta de alimento de manera significativa hasta por 9 h después de la inyección.
pruebas de fase clínica 1 desde enero de 2010, utiliza la tecnología de transportadores de caprilato
de sodio N-(8-[2-hidroxibenzoil]amino) (SNAC).
Colecistocinina (CCK)
La CCK es un péptido hormonal que secretan las células-L en la parte proximal del intestino
delgado (duodeno). Esta hormona se forma por la rotura postranslacional del polipéptido prepro-
CCK, que presenta una proteólisis adicional para encontrarse con una serie de péptidos activos
con números variables de aa.27 Quince minutos después del consumo de nutrientes comienzan a
incrementarse de manera bifásica los niveles de CCK circulante; alcanzan su pico alrededor de los
25 min y permanecen altos por 3 h (figura 21-7).14
Este péptido tiene dos receptores conocidos que se encuentran acoplados a proteínas G. Uno
de ellos es el receptor CCK-1, que se ubica sobre todo en el tracto gastrointestinal y las vías afe-
rentes vagales. La CCK produce una sensación de saciedad mediada por estos receptores, en tanto
que los receptores CCK-2 se expresan de manera predominante en el cerebro (también hay recep-
tores CCK-1 en el cerebro, pero en menor cantidad). La administración exógena de CCK reduce
de manera drástica el tamaño de la ingesta; no obstante, su uso para el tratamiento antiobesidad
se encuentra limitado hasta el momento, por ello se afirma que la CCK es más importante para la
sensación de saciedad que para la misma obesidad.
La compañía farmacéutica GSK suspendió el desarrollo de su nuevo compuesto GI181771
después de realizar las pruebas de fase clínica II en 2008, pues no se demostró que produjera pér-
dida de peso significativa. Una limitación de dicha investigación pudo deberse a que se permitió
a los participantes comer ad libitum, de modo que pudieron compensar su energía mediante el
incremento de frecuencia de las comidas.27 A finales del mismo año, Pfizer suspendió el desarrollo
de un agonista de la CCK (CE-326597) después de los estudios de la fase clínica II.
Luz intestinal
TG
Lipasa Células L
FFA
Circulación
MG CCK
TG
Figura 21-7. La lipasa hidroliza los triglicéridos provenientes de alimentos ricos en grasas a monoglicéridos y
ácidos grasos libres. La generación de ácidos grasos libres de cadena larga es un paso crucial para la estimula-
ción y liberación de CCK. FFA: ácidos grasos libres; MG: monoglicéridos; TG: triglicéridos.28
Grelina
Masayasu Kojima y colaboradores informaron sobre este compuesto en 1999. Es un polipéptido
de 28 aa y 3.3 kilodaltones (kDa) de peso molecular. Se libera a partir de las células gástricas. En
contraste con el resto de las hormonas gastrointestinales, la grelina estimula la ingesta de alimen-
tos tanto en las vías aferentes vagales como en el núcleo arcuato del hipotálamo, tanto en roedores
como en humanos. Esta hormona se secreta de manera pulsátil y tiene una variación notable
durante el día.
Se ha demostrado que la grelina actúa sobre el receptor de la hormona de crecimiento secre-
tagoga 1A (GHS-R1a), el cual se expresa en algunas áreas cerebrales.29 La grelina necesita bioacti-
varse, lo que se logra por medio de una enzima llamada ortoaciltransferasa gástrica (GOAT), que
ha suscitado gran interés como blanco potencial para modular la actividad de la grelina.30
Se ha observado que la administración de grelina, tanto por vía central como periférica,
produce aumento de peso. A niveles moderados mejora el aprendizaje, pero a niveles muy altos
puede deteriorarlo, ya que produce una fuerte sensación de apetito. Estudios recientes indican
que la grelina activa el circuito de recompensa, en especial el núcleo accumbens, e incrementa la
sapidez de los alimentos.29 El desarrollo de un antagonista de la grelina es una opción viable para
reducir el apetito.
Leptina
Es el producto del gen ob. Se le identificó como una hormona secretada por el tejido adiposo
que regula tanto la ingesta de alimentos como el balance de energía en sujetos de peso normal.
Cuando se inyecta leptina exógena en roedores con obesidad monogenética,31-35 disminuye el
peso corporal y la adiposidad, y mejora el control metabólico mediante la regulación central o
por vías efectoras periféricas. Sin embargo, su infusión en sujetos con obesidad inducida por dieta
produce incremento de peso. Esto se debe a que las concentraciones séricas de esta hormona se
corelacionan con la masa de tejido adiposo en forma positiva; de hecho, las personas con obesidad
desarrollan insensibilidad a la leptina. Esta hormona no sólo se secreta en la placenta y el tejido
adiposo, sino también en el intestino. Se ha detectado el ARNm de leptina, así como leptina, en
las células principales de la mucosa estomacal36,37 y en el fondo gástrico.38 El receptor de leptina
está presente en los núcleos arcuato y paraventricular (PVN), así como en las áreas hipotalámicas
ventromedial (VMH), lateral (LH) y dorsomedial (DMH).
La leptina es una hormona clave en la regulación a largo plazo de la ingesta de alimentos y de
la homeostasis del peso corporal. La señal adipostática se genera cuando hay ingesta de alimentos,
por lo cual se estimula la producción de leptina y ésta a su vez activa las neuronas que expre-
san hormonas inhibidoras de la ingesta como la POMC, precursora del neuropéptido α-MSH
(hormona estimulante de melanocitos) que ejerce su efecto anorexigénico mediante su unión a
receptores de melanocortina MC3 y MC4 y por lo tanto inhibe la acción de la proteína agouti
y la transcriptasa relacionada con la cocaína-anfetamina (CART). Cuando hay poca leptina en
dicho núcleo del hipotálamo se activan las neuronas que expresan hormonas inductoras del ham-
bre como el neuropéptido Y (NPY) y la proteína agouti (AgrP), identificada en 1997 como un
potente antagonista de los receptores de melanocortina MC3 y MC4.39 Se ha observado que los
animales que presentan defectos en la vía de señalización de leptina, ya sea porque no producen
la hormona funcional (ratones ob/ob),40 expresan formas defectivas (ratas fa/fa) o no expresan su
receptor (ratones db/db), se caracterizan por hiperfagia y obesidad masiva de aparición temprana,
además de padecer diabetes, hipotermia e infertilidad. Sin embargo, en humanos —como se men-
ciónó— lo habitual es que los individuos obesos tengan niveles más altos de leptina circulante,
ya que tienen más tejido adiposo y por lo tanto desarrollan resistencia a los efectos de saciedad de
dicha hormona. Su resistencia podría deberse a defectos en el sistema que transporta la leptina al
SNC o bien en las vías de señalización posreceptor de la hormona.41
Una posible causa de la resistencia a leptina es la llamada sobrecarga del retículo endoplás-
mico (RE). Esta estructura es una sofisticada red luminal en la cual se desarrollan los procesos de
síntesis, maduración, plegamiento y transporte de proteínas. Si se presenta una perturbación en
alguno de estos procesos se crean estados patológicos y surge una alteración conocida como sobre-
carga del retículo endoplásmico, que lleva a la activación de una compleja red de señalización que
a su vez provoca una respuesta a proteínas no plegadas (UPR). La obesidad crea una sobrecarga en
el RE e inicia una activación de las vías de señalización UPR en el hipotálamo, que a su vez tien-
den a inhibir la señalización del receptor de leptina y por lo tanto su resistencia. Dicha sobrecarga
desempeña un papel importante en el desarrollo de la obesidad.42 Se han estudiado y desarrollado
sustancias químicas llamadas chaperonas que tienen la capacidad de incrementar los mecanismos
de plegamiento de proteínas y de esta forma reducir la sobrecarga del retículo endoplásmico en
diferentes estados, que incluyen al tejido periférico en la obesidad.
Ozcan y colaboradores quisieron evaluar si la reducción en la sobrecarga del RE incrementa
la sensibilidad a la leptina en modelos de obesidad tanto genética como inducida por dieta. Con
relación a estos últimos, se sometió un grupo de ratones a dieta alta en grasa por 25 semanas y
luego se pretrataron con vehículo o PBA por 10 días. Después se les administró leptina en dosis
de 5 mg/kg/día. El pretratamiento redujo tanto la ingesta alimentaria como el peso corporal, este
último en un porcentaje de ~16%. Lo anterior significa que el pretratamiento con PBA incremen-
ta la sensibilidad a dosis de leptina altas o bajas en los modelos de obesidad animal.43 Los ensayos
clínicos para el tratamiento de la obesidad con leptina fracasaron sólo porque muchos pacientes
obesos tienen resistencia a la leptina y una gran cantidad de leptina endógena circulante. En la
actualidad el uso de la leptina ha resurgido como alternativa terapéutica cuando se utiliza en
combinación con un análogo de amilina (véase el apartado relativo a combinación de fármacos).
Rimonabant
El rimonabant es un potente antagonista selectivo del receptor canabinoide CB1 del cerebro,
desarrollado por la compañía farmacéutica Sanofi-Aventis con el nombre comercial de Acomplia.
Fue uno de los primeros fármacos de este tipo en utilizarse y está indicado para el tratamiento de
la obesidad. La activación del receptor CB1 por canabinoides endógenos (como la anandamida)
incrementa el apetito, lo cual se aprecia en la figura 21-8.
El rimonabant estuvo disponible en Europa desde 2006 para su uso como adyuvante de la
dieta y el ejercicio en pacientes obesos o con sobrepeso. Sin embargo, pacientes que tomaban
Músculo esquelético
Cerebro Termogénesis
CB1
Saciedad-inhibición Recaptación
del receptor CB1 en el de glucosa
sistema melanocortina
CB1
Hígado
Lipogénesis Tejido adiposo blanco:
Lipogénesis
CB1 CB1 Diferenciación
de adipocitos
Almacenamiento
TGI
de lípidos
Motilidad Adiponectina
Absorción de nutrientes VLDL, TG
Saciedad-inhibición
de grelina CB1
Figura 21-8. Mecanismo de acción de rimonabant. Este fármaco actúa a nivel central mediante el bloqueo
de los receptores CB1 neuronales que se unen al cerebro. Lo anterior se traduce en incremento de la saciedad
y reducción en la ingesta de alimentos. A nivel periférico, entre otras acciones, el rimonabant incrementa la
termogénesis por vía del consumo de oxígeno y glucosa en los músculos esqueléticos e inhibe la hormona
estimulante del hambre o grelina. VLDL: lipoproteínas de muy baja densidad; TG: triglicérido.5
Cuadro 21-3. Ejemplos de algunos fármacos que actúan a nivel del SNC
Blanco farmacológico Ejemplos de fármacos
(neurotransmisor o receptor) Mecanismo de acción (en fases clínicas o aprobados)
Dopamina/norepinefrina/ Inhibición de la recaptación Sibutramina
serotoninaa
Bupropión
Tesofensina
Estimulantes de la liberación Fentermina
GABA Estimulación de la actividad Topiramato (en combinaciones)b
GABAb
Zonisamida (en combinaciones)b
Receptor de serotonina (5-HT2C) Agonista Lorcaserina
Receptor de serotonina (5-HT6) Agonista Compuestos en fase clínica
temprana
MC4 Agonista del receptor Preclínica/clínica 1
MCH Antagonista del receptor tipo 1 NGD-4715
Histamina (H3) Antagonista del receptor Preclínica/clínica 1
NPY (Y5) Antagonista del receptor Velneperit
AgRP Inhibidor TTP435
PTP1B Inhibidor Trodusquemina
dentro de éste, al núcleo arcuato, por la activación de las neuronas que expresan a los neuro-
péptidos anorexigénicos POMC/CART y la supresión de las neuronas que expresan a los neu-
ropéptidos orexigénicos AgRP/NPY. De este modo activan las señales de saciedad e inhiben las
de apetito en el hipotálamo, con lo cual disminuyen la ingesta de alimento (figura 21-1).46 Nu-
merosos estudios han demostrado el efecto farmacológico de reducción en la ingesta producido
por la fenfluramina47 y la dexflenfluramina48 en sujetos delgados y obesos. Se ha demostrado
también que estos fármacos inducen pérdida de peso corporal hasta por 12 meses de tratamiento,
y exhiben mayor eficacia en la reducción del peso corporal en el tercer mes, en comparación con
el grupo control o placebo.49
Se han identificado numerosos subtipos de receptores de serotonina; de éstos, los receptores
5-HT2C y 5-HT1B se han reconocido como mediadores de la saciedad inducida por serotonina.
La activación de los receptores 5-HT2C sobre las neuronas que expresan a la POMC del núcleo
arcuato, se relaciona con la misma vía de la melanocortina, que es crítica para la leptina y sus
efectos anorexigénicos. Por otra parte, la activación del receptor 5-HT1B sobre el núcleo arcuato,
inhibe la actividad neuronal de las células orexigénicas (NPY/AgRP), lo que resulta en estimula-
ción indirecta de las células POMC que inhiben el apetito.
Con base en esta actividad intrínseca de la serotonina y algunos de sus receptores en las
conductas de ingesta, en la actualidad se encuentran en desarrollo fármacos agonistas del receptor
5-HT2C, los cuales son hasta ahora los candidatos más prometedores.
Fenfluraminas
La fenfluramina (Pondimin) se introdujo en el mercado hacia 1970, en tanto que su enantiómero
más activo, dexfenfluramina (Redux) fue el primer fármaco antiobesidad aprobado para su ad-
0 4 8 12 16 20 24 28 32 36 40 44 48 52 56
Tiempo (semanas)
Figura 21-9. Reducción de peso con lorcaserina luego de 52 semanas de tratamiento (FDA, 2010).
ministración durante más de tres meses a partir de 1990. Estos fármacos incrementan los niveles
séricos de serotonina (5-HT) en el sistema nervioso central al estimular su liberación e inhibir su
recaptación.
Compuestos dopaminérgicos
A pesar del papel que desempeña la dopamina en la regulación de la conducta alimentaria, los
receptores dopaminérgicos no parecen blancos atractivos por el momento. Los estudios preclí-
nicos sugieren que los antagonistas D3 podrían ser efectivos en dicha regulación.54 En este mo-
mento, la compañía farmacéutica Glaxo Smith Kline investiga un antagonista del receptor D3
(GSK598809) para el tratamiento del comportamiento compulsivo relacionado con el consumo
de alimento. Sin embargo, cabe resaltar que compuestos como las anfetaminas y sus análogos (p.
ej., dietilpropión) incrementan, de manera dependiente de la dosis, los niveles dopaminérgicos
en el núcleo accumbens, y producen notable pérdida de peso, por lo que no se puede descartar la
participación del sistema dopaminérgico en la conducta de la ingesta.
Compuestos mixtos
Fentermina
La fentermina es una anfetamina de tipo análogo (figura 21-10); actúa de manera indirecta con
fármacos simpaticomiméticos que incrementan los niveles de norepinefrina en el botón sináptico,
H N
N
2-metil-1-fenil-propano-2-amina
Sibutramina
La FDA aprobó la sibutramina en 1997 para su uso como fármaco antiobesidad en Estados
Unidos, y a partir de 1999 también se aprobó en Europa. Es un inhibidor de la recaptación que
ayuda a aumentar la saciedad al incrementar la liberación de serotonina (~53%), norepinefrina
(NE) (54%) y dopamina (DA) (16%). En cuanto a su mecanismo de acción farmacológica, para
explicar la reducción en el peso corporal y por ende su acción anorexigénica, se ha sugerido que
tiene acción dual. Esta acción es mediada por los receptores adrenérgicos centrales α1 y β1, y los
efectos termogénicos por el receptor β3 a nivel periférico.60 Por ello los efectos terapéuticos de la
sibutramina se deben a la inhibición en la recaptación de norepinefrina, serotonina y dopamina.
Aunque este fármaco es ineficaz como antidepresivo —propósito para el cual se desarrolló origi-
nalmente—, tiene la capacidad de reducir el peso corporal y el apetito mediante el incremento
de la saciedad.61
Un análisis de tres pruebas de un año de duración mostró que los pacientes que recibieron
sibutramina perdieron 4.3 kg o 4.6% más peso que los individuos que recibieron placebo. Del
grupo de sibutramina, 34% logró pérdida de peso mínima de 5%, y 15% pérdida mínima de
10%, en comparación con el grupo placebo.62 Estudios recientes demostraron pérdidas de peso
similares.56 Los efectos adversos incluyen estreñimiento, incremento de la presión sanguínea, au-
mento de la frecuencia cardiaca, boca seca y dolor de cabeza.6,63
Bupropión
El bupropión es un antidepresivo de la clase de las aminocetonas que no tiene relación en el plano
químico con los antidepresivos tricíclicos y tetracíclicos, con los inhibidores selectivos de la recap-
tación de serotonina ni con otros antidepresivos conocidos (figura 21-11). Su estructura química,
que se parece mucho a la del dietilpropión, se relaciona con las feniletilaminas.
Se conoce como fármaco antidepresivo y para combatir el tabaquismo. Recibió la aprobación
de la FDA como antidepresivo en 1984, cuando se introdujo en el mercado con la marca Well-
butrin. En 1986, debido a la significativa incidencia de ataques epilépticos con la dosis original
recomendada (400 a 600 mg), se suspendió su comercialización, pero ésta se reinició en 1989 en
dosis máximas de 450 mg/día. Su mecanismo de acción consiste en la inhibición de la recaptación
de DA y NE, lo cual produce pérdida del apetito y la consecuente reducción en la ingesta de ali-
mento.65 El bupropión presenta antagonismo por los receptores nicotínicos.66
N
H H Cl
Cl
Placebo (n = 16)
Cambio en el peso corporal
2 100 mg de bupropión
(n = 21)
medio (kg)
150 mg de bupropión
1 (n = 28)
300 mg de bupropión
(n = 38)
1 2 3
11 01 00 00 03 00 02
0. 0. 0. 0. 0. 0. 0.
= = < = = = =
–1 P P P P P P P
–1 0 1 2 3 4 5 6
Semanas
Figura 21-12. El aumento de peso ocasionado por dejar de fumar, es menor con el uso de bupropión.
Un estudio más reciente que incluyó a sujetos delgados, determinó que el uso de bupropión
redujo en 2.8 kg el peso corporal en 6 a 12 meses, en comparación con placebo.8 Sin embargo, en
relación con la pérdida de peso en sujetos obesos los resultados fueron modestos: bupropión produ-
jo disminución de hasta 10.1% del peso inicial —en comparación con 5% en el grupo placebo—
durante 24 semanas, con mantenimiento de pérdida ponderal progresiva durante 48 semanas.68
Por lo anterior se contempló la posibilidad de utilizar el bupropión como agente antiobesidad,
aunque su uso como fármaco solo no está aprobado para este propósito; sin embargo, se encuentra
en investigación clínica en dos combinaciones farmacológicas que se analizarán más adelante.
Tesofensina
La tesofensina o NS2330 es un inhibidor de la recaptación de serotonina-norepinefrina-dopami-
na de la familia del fenilpropano. La empresa danesa Neuro Search lo desarrolla en la actualidad
para el tratamiento de la obesidad; sin embargo, las bases farmacológicas para su fuerte efecto en
esta área no se han esclarecido (figura 21-13).
Un estudio analizó el efecto de la tesofensina en un grupo de ratas con obesidad inducida por
dieta. Después de 16 días de administración del fármaco (2.0 mg/kg, SC) mostraron reducción
significativa del peso corporal en comparación con las ratas tratadas con placebo, como resultado
de una marcada respuesta hipofágica. El mecanismo de acción más probable de la tesofensina para
suprimir la ingesta de alimento en ratas obesas depende de la capacidad del fármaco de estimular
O
Cl
N
Cl
Dietilpropión
El dietilpropión es un fármaco anorexigénico con cierta actividad farmacológica similar a la del
prototipo de los fármacos utilizados para tratar la obesidad como las anfetaminas, pero con riesgo
mucho menor de generar adicción. Sus efectos incluyen estimulación del sistema nervioso central
e incremento de la presión sanguínea. Se cree que este fármaco y sus metabolitos atraviesan la
barrera hematoencefálica y la placenta.
valiosa.74 La mitocondria del músculo esquelético y el tejido adiposo pardo (BAT) generan la
termogénesis adaptativa en respuesta a los estímulos externos. Los hallazgos recientes demuestran
que los adultos mantienen activo el BAT, aunque en pequeñas porciones.75 Por lo tanto, el BAT
es un nuevo blanco para el tratamiento de la obesidad.74,76
En el cuadro 21-4 se resumen los compuestos que constituyen blancos a nivel local o total,
ya que podrían reducir la grasa corporal o, como afirman algunos autores, convertirse en “modu-
ladores a nivel periférico del metabolismo y la lipogénesis”.13
Inhibidores de la 11β-hidroxiesteroide
deshidrogenasa tipo 1 (11β-HSD1)
Esta enzima (11β-HSD1) ha suscitado gran interés debido a su posible participación en el de-
sarrollo del síndrome metabólico,77,78 por lo que se encuentra en estudio en varios centros de
investigación. Esta enzima cataliza en forma primaria la reducción de cortisona, y transforma la
cortisona inactiva en un ligando con alta afinidad por el cortisol (o corticosterona en roedores).
Los inhibidores selectivos del 11β-HSD1, que son eficaces en el tejido adiposo, han mostrado re-
sultados positivos en modelos animales y también pueden ser eficaces para mejorar la sensibilidad
a la insulina y reducir el peso corporal en humanos. Hasta el momento se encuentra en desarrollo
el compuesto INCB13739 de la compañía farmacéutica estadounidense Incyte. Los próximos
años serán determinantes para saber si esta molécula tiene éxito o no.
Inhibidores de la angiogénesis
La expansión del lecho capilar adiposo que se observa en la obesidad, sugiere que la antiangio-
génesis puede ser una estrategia terapéutica para el manejo del peso. Los adipocitos activados
producen un arreglo de factores de crecimiento vascular que incluyen a los factores de crecimiento
vascular endotelial C y D (VEGF-C y VEGF-D), el receptor 2 soluble de VEGF (sVEGFR-2), el
factor de crecimiento del hepatocito, la angiopoyetina-2 y la angiogenina, entre otros. Las concen-
traciones séricas de varios de estos factores de crecimiento son mayores en sujetos con obesidad o
sobrepeso que en individuos con peso normal.79
Rupnick y colaboradores mostraron que los fármacos sistémicos antiangiogénicos causan re-
ducción de peso reversible dependiente de la dosis, así como pérdida de tejido adiposo. Una de las
compañías que trabaja en esta área es Korean Angiolab (http://angiolab.co.kr/) la cual desarrolla
para este propósito una preparación basada en productos naturales llamada ALSL1023.
En resumen, se puede afirmar que hasta el momento sólo hay un medicamento aprobado
por la FDA como monoterapia para el tratamiento de la obesidad a largo plazo (http://www.ac-
Cuadro 21-4. Principales clases de compuestos que actúan sobre la grasa corporal local o total4
Contribuciones históricas
La primera contribución histórica data de las décadas de 1960 y 1970, cuando el médico danés
Eriksen combinó cafeína o teofilina con efedrina como una primera línea de medicamentos para
el tratamiento del asma. La adición de la cafeína a la efedrina permitía a esta última mantener su
eficacia para la pérdida de peso. La combinación de 200 mg de cafeína y 20 mg de efedrina exhibió
un efecto sinérgico y abrió las puertas al desarrollo de fármacos antiobesidad. Esta combinación
farmacológica se probó en un tratamiento de seis meses de duración. La pérdida de peso informada
fue de 17.5%, en comparación con 13.6% en el grupo placebo. El tratamiento con los fármacos
solos no produjo disminución significativa del peso corporal en comparación con el placebo.80 La
combinación de cafeína y efedrina se prescribió en Dinamarca durante cerca de 10 años para el
tratamiento de la obesidad con buena tolerabilidad, y abarcó 80% del mercado como alternativa
terapéutica, aun cuando se disponía ya de otra combinación: fentermina más fenfluramina.81
La segunda contribución histórica importante al uso de combinaciones farmacológicas para
el tratamiento de la obesidad se debió a Weintraub y colaboradores, quienes combinaron dos fár-
macos ya mencionados: fenfluramina y fentermina (“fenfen”). Esta combinación fue eficaz para
la reducción de peso. En estudios clínicos no controlados se usó fentermina, 15 a 30 mg/día, y
fenfluramina, 60 mg/día, que produjeron pérdida de peso de 16%.82 Sin embargo, los constantes
informes de valvulopatías cardiacas en los pacientes que utilizaban esta combinación, llevó a su
retiro del mercado.83,84
BUP es potenciada por el antagonismo del mecanismo normal inhibitorio que limita la activación
sostenida de la POMC por la NTX.85
En diciembre de 2010, la FDA aprobó la comercialización de Contrave 32 [bupropión,
360 mg SR (sustained-released, liberación sostenida) más naltrexona, 32 mg SR], para el trata-
miento de la obesidad, con base en los resultados obtenidos en estudios de fase clínica III. Éstos
demostraron la eficacia del medicamento para reducir el peso corporal en alrededor de 50% de los
pacientes, en quienes ocasionó pérdida ponderal al menos de 5%. Además disminuyó las comor-
bilidades vinculadas con la obesidad y los factores de riesgo cardiometabólicos. La FDA también
anunció que los resultados clínicos de Contrave demostraban beneficios potenciales, en especial
para sujetos obesos con diabetes y depresiones mayores.86
Se ha establecido que este medicamento también es útil para aquellas personas que tienen de-
seos permanentes o compulsivos de comer, los cuales se vinculan con desarrollo de obesidad. Este
efecto se debe a que ambos componentes de la formulación actúan sobre el sistema de recompensa
(en particular el núcleo accumbens) y de manera adicional sobre el hipotálamo.87 En la figura
21-14 se ilustra la disminución de la ganancia de peso al utilizar las formulaciones de Contrave .
Combinaciones en estudio
Fentermina más topiramato
El derivado anfetamínico fentermina (que se recomienda en dosis de 37.5 mg/día) se utiliza para
el tratamiento de la obesidad a corto plazo en Estados Unidos, en tanto que el topiramato es un
agonista gabaérgico que está indicado como anticonvulsivo para el tratamiento de epilepsia y
prevención de la migraña en dosis de 100 mg/día. Este fármaco se ha probado como monoterapia
para la pérdida de peso.88 Un metaanálisis informó pérdida de peso de 6.5% del peso inicial con
0
–1
Tratamiento
–2
–3 Placebo
Porcentaje de cambio
de la línea base (%)
–4
NB16
–5
–6 NB32
–7
–8
–9
–10
–11
–12
–13
0 4 8 12 16 20 24 28 32 36 40 44 48 52 56
Semanas
Valor p < 0.05 (NB16 vs. placebo).
Valor p < 0.05 (NB32 vs. placebo).
NB16: naltrexona SR 16 mg/bupropión SR 360 mg; NB32: naltrexona SR 32 mg/bupropión SR 360 mg.
Figura 21-14. Porcentaje de reducción de peso corporal respecto a la línea base con Contrave®. Modelo
de análisis de covarianza (ANCOVA): estudio en conjunto de tratamiento y línea base. SR, liberación sostenida.
Fuente: Orexigen Therapeutics.
topiramato, en tanto que el placebo mostró reducción de sólo 2% en seis meses de tratamiento,8
pero se desconoce el mecanismo exacto de esta acción. Los efectos adversos del topiramato en los
sistemas nervioso central y periférico, así como a nivel cognitivo (pérdida de memoria y dificul-
tades en la memoria operativa), condujeron a una nueva formulación de liberación prolongada;
sin embargo, ésta no superó las pruebas de tolerabilidad y se discontinuó en diciembre de 2004.
La compañía farmacéutica VIVUS patentó con la marca Qnexa una combinación de fen-
termina y topiramato de liberación lenta con dosis bajas de ambos componentes (≤ 15 mg/día de
fentermina más ≤ 92 mg/día de topiramato). Esta combinación ha mostrado buenos resultados.
En pruebas de fase clínica III con duración de 56 semanas, que incluyeron a 1 267 pacientes con
IMC de 42 kg/m2, la administración de 15 mg de fentermina más 92 mg de topiramato resultó
en pérdida de peso promedio de 14.4%, en comparación con 2.2% en el grupo placebo. El cuadro
21-5 amplía la información de estos resultados.
La FDA declinó en fecha reciente la aprobación de Qnexa con base en los datos clínicos.
Solicitó más resultados de estudios e información sobre los posibles riesgos.4
Cuadro 21-5. Resultados de los estudios EQUIP de fase clínica III de Qnexa®
ITT-LOCF
EQUIP (OB-32)
“Completadores” Qnexa
Dosis Dosis
Placebo Dosis baja completa Placebo Dosis baja completa
(n = 498) (n = 234) (n = 498) (n = 241) (n = 138) (n = 301)
interesante del estudio radicó en que muchos de los sujetos que recibieron las combinaciones per-
dieron ≤ 5% de su peso corporal inicial en comparación con el grupo placebo. Los efectos adver-
sos fueron similares a los informados para los fármacos solos: dolor de cabeza, náusea, insomnio,
ansiedad y boca seca. Se anticipa que esta combinación llegará a la fase clínica III muy pronto.13
0 Metreleptina
0
Pramlintida
Pramlintida + metreleptina
(%)
Cambio en el peso corporal
(% corregido al vehículo)
corporal(%)
–5
pesocorporal
–5
delelpeso
–10
#
Cambioen
#
Cambio
# –10
###
–15
Vehículo
# ##
Leptina
Amilina # ###
Amilina + leptina ##
–20 –15
0 1 2 3 4 5 6 –4 0 4 8 12 16 20
Tiempo (semanas) Tiempo (semanas)
P < 0.05 vs. control del vehículo; # P < 0.01; ## P < 0.01; ### P < 0.01 vs. monoterapia;
OID: obesidad inducida por la dieta.
Figura 21-15. Combinación farmacológica de amilina y leptina en ratas resistentes a la leptina con obesidad
inducida por la dieta y en humanos obesos y/o con sobrepeso.90
Estudios clínicos recientes confirmaron que el efecto combinado de ambos fármacos es ro-
busto y disminuye el peso corporal mediante la restauración de la sensibilidad a la leptina y la
potenciación de los efectos de la pramlintida. Se observó reducción significativa del peso corporal
cerca de la cuarta semana de tratamiento, que resultó en pérdida de 12.7% de peso corporal en
comparación con pérdida de 8.4% con pramlintida y 8.2% con metraleptina. El tratamiento
consistió en la administración de 180 μg de pramlintida dos veces al día durante dos semanas, y
luego de 360 μg dos veces al día durante dos semanas más, junto con dieta con déficit de calorías
de 40% (550 a 1 150 kcal/día). Los sujetos que lograron disminuir su peso corporal de 2 a 8%
durante la cuarta semana, se seleccionaron de manera aleatoria para los grupos de pramlintida más
metreleptina (360 μg + 5 mg dos veces al día, respectivamente), pramlintida (360 μg dos veces al
día) y metreleptina (5 μg dos veces al día). Este tratamiento duró 20 semanas y se instruyó a los
participantes a seguir una dieta con déficit de calorías de 20%.91 Los resultados de ambos ensayos
se muestran en la figura 21-16. Es interesante observar que la pérdida de peso originada por la
combinación sinérgica de pramlintida y metraleptina continuó después de la cuarta semana de
tratamiento y se mantuvo hasta su terminación, sin evidencia de meseta o rebote.
Los efectos adversos más comunes son alteraciones del sitio de inyección y náusea, que varia-
ron de magnitud media a moderada al inicio del tratamiento y disminuyeron con el tiempo. La
compañía japonesa Takeda Pharmaceutical y Amylin Pharmaceuticals desarrollan en la actualidad
dicha combinación farmacológica, y han anunciado que se someterá pronto a la fase clínica III de
investigación y desarrollo.
CONCLUSIONES
Puede advertirse la amplia diversidad de blancos terapéuticos que se encuentran en investigación
y desarrollo en este momento, destinados en su mayor parte a modular la actividad del SNC y
Cambio en el peso
–25 –5
corporal (%)
corporal (%)
–10
–50 –15
–20
29%
–25 89% 56%
–75
–4 0 4 8 12 16 20 20
Semanas
Figura 21-16. Reducción del peso (A) y la ganancia de peso corporal (B) inducida por la pramlintida y la
metreleptina después de la cuarta semana de tratamiento.91 *P < 0.05, **P < 0.01.
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INTRODUCCIÓN
El sobrepeso y la obesidad se definen como aumento excesivo en la cantidad de grasa corporal que
puede perjudicar la salud. Según la distribución del tejido adiposo, la obesidad puede clasificarse
en dos tipos:
1. Obesidad central, androide o abdominovisceral: se caracteriza por predominio del tejido
adiposo en la mitad superior del cuerpo (cuello, hombros, parte superior del abdomen).
2. Obesidad periférica, ginecoide o femoroglútea: se caracteriza por presentar adiposidad en
glúteos, caderas, muslos y mitad inferior del cuerpo.
Aunque hay múltiples medidas directas de la cantidad de grasa corporal (como la medición del
peso por debajo del agua y la medición de pliegues cutáneos), el índice de masa corporal (IMC),
una medida indirecta de la composición corporal, es el indicador preferido por la Organización
Mundial de la Salud (OMS) para la evaluación de la composición corporal y el diagnóstico de
sobrepeso y obesidad.1,2
Para calcular el IMC se divide el peso corporal total en kilogramos entre el cuadrado de la
altura en metros (kg/m2). De acuerdo con la OMS, los individuos se clasifican por su IMC en:
• Individuos con peso bajo: IMC < 18.5 kg/m2.
• Individuos con peso normal: IMC de 18.5 a 24.9 kg/m2.
• Individuos con sobrepeso: IMC de 25 a 29.9 kg/m2.
• Individuos con obesidad grado I: IMC de 30 a 35 kg/m2.
• Individuos con obesidad grado II: IMC de 35 a 39.9 kg/m2.
• Individuos con obesidad grado III (mórbida): IMC > 40 kg/m2.
El IMC es el indicador más utilizado y fácil de calcular, pero es importante tomar en cuenta que
no es útil para diferenciar la grasa corporal del peso corporal magro; por tanto, no puede distin-
guir entre IMC superior a lo normal a expensas del músculo (p. ej., en atletas) e IMC a expensas
de tejido graso. Por ello no se ha estandarizado su uso como medida escalar de obesidad.2
La obesidad en el paciente críticamente enfermo provoca aumento significativo de la morbi-
mortalidad. En este capítulo se revisan las consecuencias de la obesidad en el paciente críticamen-
333
te enfermo en los siguientes aspectos: 1) como factor de riesgo para complicaciones relacionadas
con procedimientos invasivos y estancia intrahospitalaria; 2) como factor modificador de la cas-
cada inflamatoria, incluida la disfunción endotelial, y 3) como factor independiente asociado con
mayor morbimortalidad.
EPIDEMIOLOGÍA
La prevalencia de obesidad ha llegado a niveles epidémicos a nivel mundial. De acuerdo con la
OMS, 1 000 millones de adultos tienen sobrepeso, de los cuales 300 millones son obesos.3 En
México se ha triplicado la prevalencia de obesidad y sobrepeso de 1980 a la fecha, en particular
en población adulta, de la cual 39.5% tiene sobrepeso y 31.7% obesidad. Esto implica que alre-
dedor de 70% de la población adulta tiene masa corporal inadecuada.2 En paralelo al aumento en
la incidencia de obesidad se ha incrementado la incidencia de comorbilidades asociadas, como la
diabetes mellitus tipo 2 (DM-2), que en 90% de los casos está ligada a obesidad, la hipertensión
arterial sistémica (HAS), la dislipidemia, la esteatohepatitis no alcohólica (EHNA), los episodios
cerebrovasculares y la osteoartritis degenerativa.4
La incidencia de obesidad mórbida en pacientes de la unidad de cuidados intensivos (UCI)
varía de acuerdo con la población estudiada:
1. En Estados Unidos, la incidencia de obesidad mórbida en pacientes con patologías no qui-
rúrgicas que requieren ingreso a la UCI es de 14/1 000 admisiones al año.5
2. En UCI medicoquirúrgicas, 1.3% de los pacientes ingresados presentan obesidad mórbida.6
De los pacientes ingresados en la UCI con IMC > 30, 52.4% tiene IMC de 30 a 40, y 47.6%
tiene IMC > 40.7
3. De los pacientes ingresados en la UCI por traumatismo grave, 5.3% presenta obesidad (10%
de las mujeres y 4% de los varones).8
4. De los pacientes sometidos a derivación coronaria, 38.33% presenta algún grado de obesidad
(34.51% obesidad, 4.05% obesidad mórbida).9
5. De los pacientes con influenza AH1N1, 36.1% son obesos, y de éstos 44.7% presenta obe-
sidad mórbida.10
6. De los pacientes con un primer episodio cerebrovascular, 41% tiene sobrepeso y 18.1%,
obesidad.11
7. De los pacientes hospitalizados por quemaduras, 32% tiene sobrepeso y 37% obesidad; de
éstos, 22% muestra obesidad grado I, 11% obesidad grado II y 4% obesidad grado III.12
Alteraciones en la circulación
arterial y venosa:
mayor incidencia de trombosis
Menor exactitud diagnóstica en venosa profunda, mayor
estudios de radiología, incapacidad incidencia de insuficiencia
de realizar tomografías por limitaciones del equipo arterial
Figura 22-1. Alteraciones anatómicas derivadas de la obesidad y su repercusión clínica en el paciente críti-
camente enfermo.
Estudios de imagen
Por las características anatómicas del paciente obeso, la calidad de los estudios de imagen (radio-
grafías portátiles, ultrasonido) que se le practican son de menor calidad a la encontrada en sujetos
no obesos. Además, la gran mayoría de los equipos tomográficos no pueden soportar cargas su-
periores a los 160 kg.13
Las adipocinas son péptidos secretados por el tejido adiposo con acciones autocrinas, para-
crinas y endocrinas implicadas en la respuesta inflamatoria durante el choque séptico. Entre las
adipocinas se encuentran la leptina, la adiponectina y la resistina.
a) La leptina es una proteína de 16 kDa sintetizada y almacenada en los adipocitos. Ingresa
al cerebro desde el torrente sanguíneo mediante difusión capilar para llegar al hipotálamo,
donde al unirse a sus receptores ejerce promelanocortina, transcritos regulados por anfe-
tamina y cocaína, e inhibe la acción de péptidos orexigénicos. Los monocitos y linfocitos
expresan receptores de superficie para leptina, y la activación de los mismos promueve la
activación de estas células. Aunque el aumento en las concentraciones de leptina se ha rela-
cionado con mayor tasa de supervivencia en pacientes con choque séptico, estos resultados
no se han podido reproducir de manera consistente en otros modelos de sepsis, tanto hu-
manos como animales.16
b) La adiponectina, que también se conoce como proteína del adipocito relacionada con el
complemento (por su homología con el factor C1q del complemento), tiene un dominio
globular similar en el plano estructural al factor de necrosis tumoral alfa. Es una molécula
reguladora de la sensibilidad a la insulina y el metabolismo de la glucosa, y tiene propiedades
antiinflamatorias que incluyen disminución de la expresión de moléculas de adhesión endo-
telial. Las concentraciones altas de adiponectina se han correlacionado con modulación de la
cascada inflamatoria en modelos animales de sepsis polimicrobiana.
c) La resistina es una molécula proinflamatoria derivada del tejido adiposo, cuyo nombre se
deriva de su relación con la resistencia a la insulina. Los macrófagos presentes en la sangre
periférica son una fuente importante de resistina en humanos. Se ha demostrado que los
niveles altos de resistina aumentan la expresión de moléculas de adhesión endotelial, como
endotelina 1, en tanto que su sobreexpresión aumenta la producción de citocinas proinflama-
torias y disminuye la producción de citocinas antiinflamatorias por parte de los adipocitos.
d ) El factor de necrosis tumoral alfa es una citosina proinflamatoria secretada por el tejido adi-
poso en cantidades que se correlacionan con la cantidad de dicho tejido en el individuo. Se
ha observado que niveles altos de factor de necrosis tumoral alfa se correlacionan con mayor
expresión de moléculas de adhesión, un marcador de activación de las células endoteliales.17
e) La interleucina 6 (IL-6) es una citocina proinflamatoria multifuncional producida por ma-
crófagos, linfocitos T, células del músculo liso vascular, células endoteliales y adipocitos. En
condiciones normales, 15 a 35% de la interleucina 6 se deriva del tejido adiposo. El aumento
en las concentraciones de IL-6 se relaciona con disfunción del endotelio vascular debida al
aumento en la expresión de moléculas de adhesión y del receptor de angiotensina 2.17,18
f ) La visfatina, una citocina secretada por la grasa visceral, tiene propiedades similares a las de
la insulina. Al igual que el factor estimulante de colonias de células pre-B, la visfatina se en-
cuentra en los neutrófilos de pacientes sépticos y se asocia con menor actividad de las caspasas
8 y 3, lo que condiciona aumento en la vida media de los neutrófilos.18,19
En pacientes obesos, los niveles de base de dos de los mediadores más importantes de la disfun-
ción endotelial relacionada con LPA/SIRA (el factor de von Willebrand y la endotelina 1) se
encuentran altos. Además, el aumento de la agresión oxidativa característica de la obesidad se ha
relacionado con disfunción diafragmática.22
tes con IMC < 25, los sujetos con IMC > 40 tienen mayor riesgo de lesiones por inhalación
y presentan, en promedio, mayor porcentaje de superficie corporal quemada, aunque estas
diferencias no son estadísticamente significativas.12
5. Aunque en el pasado se informó que la obesidad ejercía un efecto protector en pacientes
ingresados en la UCI con diagnóstico de accidente cerebrovascular (ACV), estos resultados
no se han podido reproducir de modo consistente. En un estudio prospectivo transversal
que incluyó a 306 pacientes con diagnóstico de ACV, luego de 14 años de seguimiento se
encontró que los menores de 70 años de edad con sobrepeso y obesidad tienen mayor pro-
babilidad de morir por causas cardiovasculares en comparación con pacientes no obesos. En
sujetos mayores de 70 años, incrementos modestos del IMC se relacionan con menor riesgo
cardiovascular a cinco años de seguimiento, y la disminución de la mortalidad tras un primer
ACV no alcanzó significancia estadística.27 En un estudio prospectivo que incluyó a 2 785
pacientes ingresados en la UCI por un primer ACV, la sobrevida a una semana y a 10 años
fue significativamente mayor entre individuos con sobrepeso u obesidad.11
6. Hasta 36% de los pacientes con infección por influenza AH1N1 tiene sobrepeso u obesidad,
19.9% presenta obesidad y 16.1% obesidad mórbida. Los pacientes obesos ingresados en la
UCI por influenza AH1N1 requieren con mayor frecuencia (en comparación con controles
no obesos) ventilación mecánica y posición prona, y utilizan mayores dosis de oseltamivir.
Los pacientes obesos tuvieron retraso mayor desde el inicio de la sintomatología hasta el
ingreso a la unidad hospitalaria, y se mantuvieron mayor número de días con ventilación me-
cánica invasiva y en la UCI. Sin embargo, en el análisis multivariado, la obesidad no resultó
ser un factor independiente asociado con mayor mortalidad.28
7. En pacientes posquirúrgicos, la obesidad se ha relacionado con mayor incidencia de com-
plicaciones. Las mujeres obesas sometidas a mastectomía radical presentan incidencia signi-
ficativamente mayor de seromas e infección de la herida. En receptores de trasplante renal
cadavérico, la obesidad se vincula con mayor mortalidad en el posoperatorio temprano, así
como menor sobrevida a un año, y mayor incidencia de rechazo al injerto e infección de la
herida quirúrgica.29
En receptores de trasplante hepático, el índice de masa corporal corregido a ascitis pre-
trasplante no tiene asociación estadísticamente significativa con la mortalidad postrasplante,
por tanto no debe considerarse como contraindicación para la intervención.30 Sin embargo,
la obesidad se relaciona con mayor incidencia de dehiscencia e infección de la herida quirúr-
gica en el posoperatorio temprano, y mayor mortalidad a uno, dos y cinco años del trasplan-
te, sobre todo como resultado de efectos cardiovasculares adversos, por lo que se recomienda
que el paciente alcance su peso ideal previo al procedimiento.31,32
CONCLUSIONES
La obesidad, que se define como aumento excesivo en la cantidad de tejido adiposo que puede
perjudicar la salud, es un problema de salud pública cuya incidencia va en aumento. El tejido adi-
poso es, en realidad, un órgano endocrino cuya hipertrofia e hiperplasia dan lugar a desregulación
de su función endocrina, lo que ocasiona un estado proinflamatorio y protrombótico, así como
disfunción endotelial. En el paciente obeso con enfermedad crítica, las alteraciones neurohumo-
rales propias de la obesidad implican la amplificación y perpetuación de la respuesta inflamatoria
y disfunción endotelial, lo que se traduce en peores desenlaces clínicos en estos sujetos. El cono-
ABREVIATURAS
DM-2: diabetes mellitus tipo 2
EHNA: esteatohepatitis no alcohólica
EVC: episodio vascular cerebral
HAS: hipertensión arterial sistémica
IL-6: interleucina 6
IMC: índice de masa corporal
LPA: lesión pulmonar aguda
OMS: Organización Mundial de la Salud
SIRA: síndrome de insuficiencia respiratoria aguda
UCI: unidad de cuidados intensivos
TAP: tejido adiposo perivascular
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INTRODUCCIÓN
La prevalencia de obesidad aumenta de manera paulatina en todos los grupos de edad a nivel
mundial. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que hay al menos 400 millones
de personas con obesidad, cantidad que aumentará a 700 millones en los próximos cinco años.1
De manera contradictoria, a pesar de que la mayoría de los adultos en países desarrollados tienen
sobrepeso u obesidad, la sociedad estigmatiza a los obesos extremos. Sin embargo, las personas
obesas tienen más motivaciones que las sociales para bajar de peso: la obesidad se relaciona por lo
común con morbilidades que amenazan la vida.2 Tal es el caso de la enfermedad cardiovascular,
diabetes mellitus tipo 2 (riesgo relativo o RR 3.92, IC 95%, 3.10 a 4.97), con mayor impacto en
mujeres (RR 12.41, IC 95%, 9.03 a 17.06), así como algunos tipos de cáncer como el de páncreas
y próstata, además de asma, vesiculopatía, osteoartritis y dolor lumbar crónico.2 Todo ello amena-
za en forma importante su calidad de vida, limita su capacidad para moverse, trabajar y desplazar-
se por lugares públicos, y es un factor adverso para el desarrollo de trastornos musculoesqueléticos
que requieren mayor atención hospitalaria que en pacientes no obesos.
La obesidad es un obstáculo no superado por la sociedad y la comunidad científica. Se han
desarrollado distintos esquemas de tratamiento, que van desde el empleo de fármacos hasta las
intervenciones conductuales. A pesar del esfuerzo común, el avance en el campo de la obesidad es
aún insuficiente. Los logros del tratamiento aún son marginales, el mantenimiento del estilo de
vida sano es deficiente y se obtienen efectos muy por debajo de los esperados por los pacientes.
Esto puede explicarse por los fuertes factores biológicos y ambientales que se oponen a la pérdida
de peso. Debido a su alto impacto en la salud del individuo y los sistemas de salud de los diferentes
niveles de gobierno (por el costo de la atención médica) se han orientado esfuerzos a modificar
políticas y lograr la prevención necesaria para mejorar la salud pública con relación a la obesidad.
En este capítulo se evalúan algunas intervenciones que se llevan a cabo en la etapa perinatal,
con impacto significativo sobre el manejo de la obesidad. Se evalúa también la información sobre
intervenciones en edades pediátricas que permiten reducir la aparición o desarrollo de obesidad, y
aquellas orientadas a mantenerla bajo control adecuado para evitar sus efectos adversos en mujeres
en edad reproductiva. La información analizada proviene de la búsqueda de informes publicados
de enero de 2009 a marzo de 2011 en la base de datos electrónica PubMed. La búsqueda se limitó
345
DEFINICIÓN DE OBESIDAD
La obesidad se define como acumulación anormal o excesiva de grasa en el tejido adiposo o adipo-
sidad, en la medida en que la salud puede afectarse. La cuantificación de la masa del tejido adiposo
puede determinarse mediante una serie de métodos de laboratorio, que incluyen la medición de
la densidad del cuerpo bajo el agua y el contenido de grasa corporal estimado por absorciometría
de energía dual de rayos X.4 Además pueden emplearse nuevas técnicas como la resonancia mag-
nética y tomografía computarizada.5,6 Sin embargo, la mayor parte de estos métodos requieren
equipos de alto costo, por lo que su uso se limita a la investigación clínica. En las encuestas de
población abierta y para diagnóstico de salud pública, el índice de peso corporal ajustado para
la estatura es la herramienta más empleada en sustitución de la medición de la grasa corporal.
El más utilizado es el índice de masa corporal (IMC), que es el cociente del peso corporal (kg)
dividido entre la altura al cuadrado (m2). La evaluación del desempeño del IMC para la detección
de adiposidad corporal se validó en un metaanálisis mediante el empleo de diversas técnicas de
composición corporal (absorciometría de energía dual de rayos X, peso hidrostático, dilución
de isótopos, grosor de la piel) como métodos de referencia para la medición del porcentaje de
grasa corporal.5 En este informe se incluyeron 25 artículos que evaluaron 32 muestras diferentes
de 31 968 sujetos. Al utilizar los puntos de corte habituales, el IMC puede detectar aumento de
adiposidad con sensibilidad diagnóstica de 0.50 (IC 95%, 0.43 a 0.57) y especificidad de 0.90
(IC 95%, 0.86 a 0.94). El índice de verisimilitud positiva (LR+) fue de 5.88 (IC 95%, 4.24 a
8.15), el índice de verisimilitud negativa (LR−) fue de 0.43 (IC 95%, 0.37 a 0.50), y el valor de
oportunidad de riesgo diagnóstico (ORD) fue de 17.91 (IC 95%, 12.56 a 25.53). En los infor-
mes que emplearon puntos de corte de IMC ≥ 30, la sensibilidad resultó de 0.42 (IC 95%, 0.31
a 0.43) y especificidad de 0.97 (IC 95%, 0.96 a 0.97). Los valores de punto de corte y el origen
geográfico de los informes tuvieron influencia parcial en la heterogeneidad que se observó en los
estimados de ORD.5 Esta información verifica que el IMC tiene baja sensibilidad diagnóstica
para identificar la adiposidad y no identifica de manera adecuada a más de la mitad de las personas
con exceso de grasa corporal, por lo que cuestiona la utilidad de los valores de IMC < 30 para
identificar la presencia de exceso de adiposidad. Aunque el IMC se usa de manera amplia como
indicador de la grasa corporal es una medida de peso para la estatura, más que de adiposidad.7 El
IMC no puede distinguir entre grasa corporal, masa muscular o masa ósea, pero su uso ampliado
conduce a estimaciones erróneas de la masa corporal, por ejemplo en la comparación del IMC de
un niño contra otros de su misma edad y sexo, para determinar una escala de percentiles sobre
la base de normas publicadas (como las desarrolladas por los Centros para el Control y Preven-
ción de Enfermedades [CDC]), diferenciado para edad y género en niñas (http://www.cdc.gov/
growthcharts/data/set1clinical/cj41c024.pdf ) y en niños de 2 a 20 años de edad (http://www.cdc.
gov/growthcharts/data/set1clinical/cj41l023.pdf ).
Dado que, como es natural, el IMC cambia con la edad, los percentiles por edad y género se
utilizan para controlar el crecimiento y el desarrollo en niños y adolescentes. Los puntos de corte
para clasificar los resultados del IMC para la edad señalan que el sobrepeso se define por arriba del
percentil 95 y del percentil 85 al 95 se define al grupo con riesgo de sobrepeso.
Durante el crecimiento en la infancia y adolescencia, no sólo la altura cambia, también lo
hace la composición corporal, por lo que definir la obesidad en esa edad de acuerdo con una sola
medida es difícil. En la adolescencia, el IMC en varones tiene mayor influencia del aumento de
masa magra que de la adiposidad. De manera adicional, los referentes internacionales o regionales
de peso para niños y adolescentes pueden ser menos fiables, si se considera la edad de inicio de
la pubertad y los cambios físicos asociados, que a menudo varían entre diferentes países, grupos
poblacionales o culturas (cuadro 23-1).
Se han documentado las diferencias en términos de grasa corporal en población infantil, de
acuerdo con su grupo poblacional, mediante el empleo del percentil 95 del IMC como indica-
dor de exceso de adiposidad.8 El empleo del IMC para definir el exceso de grasa corporal tiene
limitaciones cuando se trata de clasificar a mujeres de origen asiático, en quienes la eficiencia de
este marcador disminuye en términos de sensibilidad y valor predictivo positivo de la medición
(cuadro 23-2).8
Niños
8 128.3 26.0 15.8 0.0 29.5 17.9 1.0 32.9 20.0 1.6
12 148.6 39.3 17.8 0.0 46.4 21.0 1.0 53.4 24.2 1.6
16 174.0 62.1 20.5 0.0 73.3 24.2 1.0 83.3 27.5 1.6
Niñas
8 128.3 26.0 15.8 0.0 30.1 18.3 1.0 34.0 20.7 1.7
12 151.1 41.3 18.1 0.0 49.5 21.7 1.0 57.5 25.2 1.6
16 162.6 53.9 20.4 0.0 65.0 24.6 1.0 76.4 28.9 1.6
Cuadro 23-2. Clasificación del exceso de grasa corporal de acuerdo con el IMC para la edad8
Varones Mujeres
Utilidad para identificar a los niños con exceso de grasa corporal*
Grupo Sensibilidad (%) VPP (%) Sensibilidad (%) VPP (%)
Blancos 65 72 72 100
Negros 83 79 89 73
Hispanos 82 78 88 78
Asiáticos 65 67 50 62
Nivel de significancia 0.33 0.74 0.03 0.12
*IMC por encima del percentil 95 de acuerdo con las tablas de los CDC.
VPP, valor predictivo positivo.
diferencia resultó más evidente en mujeres de países subdesarrollados (RR 0.58, IC 95%, 0.47 a
0.71 y RR 0.90, IC 95%, 0.79 a 1.01). Sin embargo, tras considerar el sesgo de publicación, este
aparente efecto protector del peso bajo al nacer desapareció (RR 0.95, IC 95% 0.85 a 1.07), en
tanto que se mantuvo la evidencia del efecto sobre el riesgo de nacimiento pretérmino (RR 1.24,
IC 95% 1.13 a 1.37).
En una revisión sistemática13 también se evaluó la asociación entre el IMC materno previo
al embarazo y el riesgo de parto pretérmino. Dicha revisión de 39 estudios observacionales, co-
hortes y casos controles, incluyó a un total de 1 788 633 mujeres estratificadas de acuerdo con
la gravedad del sobrepeso u obesidad y el riesgo de parto pretérmino en general (< 37 semanas),
moderado (32 a 36 semanas) y grave (< 32 semanas de gestación). Las mujeres que en la etapa pre-
gestacional exhibieron sobrepeso (IMC de 25 a 29.9) u obesidad de grado I (IMC de 30.0 a 34.9),
tuvieron riesgo reducido de nacimiento pretérmino grave (OR 0.85, IC 95%, 0.80 a 0.92, y OR
0.83, IC 95%, 0.75 a 0.92, respectivamente), con riesgo moderado para nacimiento pretérmino
(OR 1.20, IC 95%, 1.04 a 1.38, y OR 1.60, IC 95%, 1.32 a 1.94, respectivamente). Las obesas
grado II (IMC de 35 a 40), mostraron aumento del riesgo para nacimiento pretérmino en general
(OR 1.33, IC 95%, 1.12 a 1.57), nacimiento pretérmino moderado (OR 2.43, IC 95%, 1.46 a
4.05) y nacimiento pretérmino grave (OR 1.96, IC 95%, 1.66 a 2.31). Las mujeres con obesidad
de grado III (IMC > 40) tuvieron riesgo aún mayor de nacimiento pretérmino grave (OR 2.27,
IC 95%, 1.76 a 2.94). El aumento del IMC no tiene efecto sobre el riesgo de rotura prematura de
membranas. Estos resultados son consistentes en señalar el impacto diferenciado del IMC sobre
el riesgo de nacimiento pretérmino.13
La relación entre el peso al nacer y el desarrollo posterior de obesidad en la infancia y la adul-
tez también es un tema vigente. En otra revisión sistemática14 se señala que la presencia de peso
alto al nacer (> 4 000 g) implica mayor riesgo de vincularse con obesidad (OR 2.07, IC 95% 1.91
a 2.24) en comparación con sujetos cuyo peso al nacer fue < 4 000 g. En individuos con peso
bajo al nacer (< 2 500 g) el riesgo de obesidad fue mucho menor (OR 0.61, IC 95% 0.46 a 0.80)
en comparación con aquellos cuyo peso al nacer fue ≥ 2 500 g. Sin embargo, cuando se eliminan
los estudios con sesgo de selección, los resultados no indican vinculación entre la protección del
peso bajo al nacer y el riesgo posterior de obesidad (OR 0.77, IC 95% 0.58 a 1.04). De nuevo
es evidente, mediante el análisis de sensibilidad, que las diferencias en el diseño metodológico,
el tamaño muestral y el grado de calidad de los estudios incluidos influyeron en la deficiente
asociación de peso bajo al nacer con obesidad. En el análisis estratificado por diferentes etapas de
crecimiento y desarrollo (preescolares, escolares y adolescentes) se demostró también que el peso
alto al nacer se asoció con aumento del riesgo de obesidad desde la infancia hasta la pubertad.14
Los resultados de una revisión sistemática15 también sugirieron la posible asociación entre
sobrepeso u obesidad materna con desarrollo de malformaciones congénitas. Se tomaron en
cuenta estudios observacionales que estimaron el peso corporal o IMC previo al embarazo y en
las primeras semanas de gestación. Se evaluó la presencia de sobrepeso u obesidad en el desarro-
llo de 16 o 15 grupos de malformaciones congénitas. En comparación con gestantes con IMC
esperado, las mujeres con obesidad mostraron aumento en el riesgo de defectos de cierre del tubo
neural (OR 1.87, IC 95%, 1.62 a 2.15), espina bífida (OR 2.24, IC 95%, 1.86 a 2.69), anomalías
cardiovasculares (OR 1.30, IC 95%, 1.12 a 1.51), anomalías del septum ventricular (OR 1.20,
IC 95% 1.019 a 1.31), defectos de paladar (OR 1.23, IC 95%, 1.03 a 1.47), labio y paladar
hendido (OR 1.20, IC 95%, 1.03 a 1.40), atresia anorrectal (OR 1.48, IC 95%, 1.12 a 1.97),
hidrocefalia (OR 1.68, IC 95%, 1.19 a 2.36) y malformaciones de extremidades (OR 1.34, IC
95%, 1.03 a 1.73). El riesgo de gastrosquisis resultó menor en las gestantes obesas (OR 0.17,
IC 95%, 0.10 a 0.30). Si bien la asociación entre obesidad y diversas malformaciones es constan-
te, es necesario evaluar si es persistente en el caso de mujeres con sobrepeso.
Se han identificado factores de riesgo adicionales, algunos de los cuales son modificables (p.
ej., los niveles de actividad física y el sedentarismo, el consumo de bebidas edulcoradas, alimentos
muy calóricos y peso al nacer), en tanto que otros no lo son: variantes genéticas, tasa de madu-
ración.
Obesos vs. peso normal 7.19 (5.74 a 9.00) 7.28 (6.47 a 8.28)
Sobrepeso vs. peso normal 2.99 (2.42 a 3.72) 2.92 (2.57 a 3.32)
el IMC en mujeres con sobrepeso u obesidad tienen efecto favorable en el pronóstico perinatal
del binomio, como ocurre en las variables de peso mayor para la edad gestacional (2.02, IC 95%,
0.84 a 4.86) o ganancia media de peso durante el embarazo (3.10 kg, IC 95%, 8.32 a 2.13 kg). Es
necesario realizar nuevos estudios con metodología más avanzada para evaluar el efecto del tipo e
intensidad de las intervenciones prenatales en el pronóstico del embarazo.20
Tabaquismo
El tabaquismo materno durante el embarazo parece aumentar el riesgo de obesidad en los hijos
(OR 1.64, IC 95%, 1.42 a 1.90), según se desprende de una revisión sistemática de estudios ob-
servacionales.21 Este efecto persiste luego del ajuste del sesgo de publicación (OR 1.52, IC 95%,
1.36 a 1.70).
en mujeres obesas, hay riesgo de defectos de cierre del tubo neural cuando la ganancia de peso es
menor a 5 kg, y de macrosomía con ganancia de peso superior a 13 kg.11
Cuadro 23-4. Resultado de las intervenciones basadas en actividad física en niños y niñas
mayores de 12 años de edad
10 a 14 años, Ejercicio Cuatro días por Colesterol HDL 0.78 (0.69, 0.92)
Grecia aeróbico semana, durante bajo
60 min por ocho
semanas
10 a 17 años Ejercicio y Tres días por Colesterol HDL 0.40 (0.27, 0.49)
obesos, China entrenamiento semana durante bajo
en circuito 60 min por seis
semanas
16 años Ejercicio Dos días por Colesterol HDL 0.06 (−0.14, 0.28)
DM-1, Francia aeróbico y semana, durante bajo
entrenamiento 90 min por 24
en circuito semanas
(Continúa)
realizadas de modo principal en estudios observacionales. Sin embargo, la salud ósea se puede
lograr con actividad física menos intensa, dos o tres veces a la semana.
Con relación a este tema, las revisiones sistemáticas publicadas presentan varias limitaciones,
muchas de ellas relacionadas con aspectos prácticos en torno a la realización del estudio (p. ej.,
los recursos económicos y humanos, y las limitaciones de tiempo). Entre otros inconvenientes,
no incluyen estudios provenientes de la literatura gris ni informes publicados en idiomas distintos
al inglés, ni se efectúan búsquedas sistemáticas de las fuentes de información que se recuperaron
en las bases de datos electrónicas. Otra limitación son las variables de resultado evaluadas, que
se circunscriben a siete resultados de salud y excluyen otros resultados que pueden ser relevantes
para niños y jóvenes, como rendimiento académico, los nuevos factores de riesgo cardiometabó-
lico (función endotelial, marcadores de inflamación) y conductas agresivas (consumo de drogas,
intimidación y lucha), así como medidas de salud mental y bienestar fuera de la depresión. De
manera adicional, un gran porcentaje de los estudios observacionales sobre este tema se exclu-
yeron debido a que no se informaron sus resultados en forma dicotómica. En conjunto, estas
limitaciones pueden sesgar los resultados y las recomendaciones emitidas.
En un estudio de metaanálisis de estudios clínicos aleatorios que resume la eficacia de los
fármacos antiobesidad para reducir el IMC y mejorar el estado de salud de niños y adolescentes,25
se evaluó la información disponible en las bases de datos electrónicas publicadas de enero de 1996
a julio de 2008. Se incluyeron ECA doble ciego realizados en sujetos menores de 20 años de edad
con obesidad primaria de al menos seis meses de evolución. Seis estudios, cuatro con sibutramina
(n = 686 pacientes) y dos con orlistat (n = 573 pacientes), cumplieron con los criterios de evalua-
ción. No se identificaron estudios para rimonabant. En comparación con placebo, la sibutramina
junto con apoyo conductual redujo el IMC en 2.20 kg/m2 (IC 95%, 1.57 a 2.83) y el orlistat
junto con apoyo conductual 0.83 kg/m2 (IC 95%, 0.47 a 1.19). La sibutramina mejoró la circun-
ferencia de la cintura, así como las concentraciones de triglicéridos y colesterol HDL, pero con
aumento en los valores de la presión arterial, sistólica y diastólica, así como la frecuencia cardiaca.
El orlistat provocó aumento en los efectos adversos gastrointestinales. Se requieren más estudios
para evaluar la utilidad de la sibutramina para mantener a largo plazo sus efectos sobre el IMC en
la población de jóvenes con obesidad o sobrepeso. Este metaanálisis tiene un potencial sesgo de
publicación, ya que sólo incluye estudios publicados.25
En la última década los investigadores le han dado mayor atención a los efectos del entrena-
miento de resistencia (ER) que a diversas variables del síndrome metabólico. Las consecuencias
metabólicas de la masa muscular reducida como efecto del envejecimiento normal o disminu-
ción de la actividad física, dan lugar a una alta prevalencia de trastornos metabólicos, como la
alteración de la tolerancia a la glucosa relacionada con obesidad y DM-2, así como la presencia
de dosis-respuesta con relación a la intensidad, duración y frecuencia del ER y los trastornos me-
tabólicos. Esta situación se presentó en una revisión sistemática de 13 ECA,26 la cual demostró
que el ER reduce los valores de HbA1c en 0.48% (IC 95%, −0.76 a 0.21), la masa grasa en 2.33
kg (IC 95%, −4.71 a 0.04) y la presión arterial sistólica en 6.19 mmHg (IC 95%, 1.0 a 11.38);
no se encontraron diferencias en cuanto a colesterol total, colesterol HDL y LDL, triglicéridos y
presión arterial diastólica.
Una revisión de la literatura sostiene que las intervenciones actuales disminuyen la obesidad
en niños en edad escolar de manera diferenciada (p. ej., en aquellos pertenecientes a minorías
étnicas).27 Los resultados indican que la información evaluada confirma el peso de los factores
personales, conductuales y ambientales en el desarrollo de obesidad infantil. Dicha revisión no
encontró evidencias concluyentes sobre el impacto en las minorías étnicas, y destaca la ausencia de
intervenciones de prevención para niños en edad escolar. Sin embargo, un metaanálisis que abarcó
40 estudios y un total de 10 725 niños y adolescentes de 6 a 19 años de edad,28 evaluó el impacto
de diferentes componentes de intervenciones sobre la prevención y tratamiento de la obesidad
en niños estadounidenses. Las intervenciones con mayor número de componentes (participación
de ambos padres, cambios en el estilo de vida, adaptación basada en la cultura, programas ciber-
néticos interactivos) mostraron una magnitud media del efecto mayor que aquellas que tuvieron
menos componentes. Cuando se incluyó la participación de los padres en la intervención junto
con cambios en el estilo de vida se demostró mayor impacto que cuando sólo se evaluó una de
las intervenciones por separado. Estos resultados confirman las ventajas de las intervenciones con
múltiples componentes, al menos para las minorías estadounidenses.28
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Nota: los números de página seguidos de f corresponden a figuras; los que van seguidos por c indican cuadros.
359
E F
Encuesta Nacional de Enfermedades Crónicas [ENEC] Factor(es) de, crecimiento fibroblástico, 25
1993, 11 necrosis tumoral alfa, 69, 72
Encuesta Nacional de Salud y Nutrición [ENSANUT] genéticos, 56
2006, 11 PRDM16, 25
Enfermedad por reflujo gastroesofágico, efectos, de la Fármacos, 240, 244
cirugía bariátrica sobre, 133 agonistas, del péptido 1 similar a glucagon (GLP-1), 73
banda gástrica ajustable, 133 del receptor de melanocortina tipo 4, 241
conversión a derivación gastroyeyunal, 137 benzfetamina, 73
derivación gastroyeyunal en Y de Roux, 133 bloqueo de receptores canabinoides y dopaminérgicos,
manga gástrica, 133, 135 242
obesidad sobre la cirugía antirreflujo, 137 cetilistat, 241
reducción del peso sobre, 138 dietilpropiona, 73
fisiopatología de la, en obesos, 131 fendimetrazina, 73
alteraciones en la motilidad esofágica, 131c, 132 fentermina, 73
hernia hiatal, 132 leptina, 241
presión intragástrica, 132 locarserina, 241
sensibilidad esofágica, hormonas y dieta, 132 metformina, 73
obesidad y, 129-131 orlistat, 73, 241
en adultos, 129 péptidos intestinales, 243
en niños, 131 rimonabant, 74
Enfermedades, cardiovasculares, 9 sibutramina, 244
crónicas no transmisibles (ECNT), 91 tesofensina, 241
osteoarticulares, 9 Fascitis necrosante, 224, 226, 226f
Equipamiento e instalaciones, 294 Fendimetrazina, 73
Erisipelas, 224 Fentermina, 73
Esteatohepatitis no alcohólica, 151-162, 168 Fisiopatología de la obesidad, 53-66
asociación de la obesidad con, 152 factores ambientales, 61
diagnóstico, 154 bebidas con alto contenido de azúcar, 61
balonización de los hepatocitos, 154 comida rápida, 61
estilo de vida sedentario, 61
biopsia hepática, 154
ingesta calórica mayor a la necesaria, 61
esteatosis macrovesicular en la zona III, 154
uso de juegos de video, 61
índice de fibrosis, 155
factores genéticos, 56
presencia de inflamación mixta, 154
asociados con obesidad en humanos, 59
epidemiología, 155
síndrome de Bardet-Biedl, 60
fisiopatología, 152
síndrome de Prader-Willi, 60
tratamiento, 155
modelos genéticos de obesidad, 56
aminotransferasas séricas, 156 gen agouti, 56
cirugía bariátrica, 156 gen de la leptina, 57
Esteatosis macrovesicular en la zona III, 154 gen del receptor de leptina, 58
Estudios exhaustivos de asociación genómica, nuevos, 40 obesidad no sindromática, 60
Etapa perinatal y pediátrica, obesidad en la, 345-358 fisiología de la obesidad, 53
definición de, 346 control central, 54
acumulación anormal o excesiva de grasa en el melanocortinas suprimen la ingesta de alimento,
tejido adiposo, 346 55
índice de masa corporal, 346 NPY estimulantes del apetito, 55
riesgo de sobrepeso, 346 mediadores eferentes, 56
evaluación de costo-beneficio, 346 señales aferentes, 54
impacto de la obesidad durante la gestación, 348 predictores de obesidad, 61
complicaciones obstétricas, 348 Framingham, estudio de, 68, 70
diabetes mellitus tipo 1, 350
diabetes mellitus tipo 2, 351
determinación por diagnóstico clínico, 351 G
malformaciones congénitas y efectos a largo plazo, Gen(es), agouti, 56
349 de la leptina, 57
peso al nacer y parto pretérmino, 348 de obesidad en humanos, 39
tabaquismo, 352 del receptor de leptina, 58
impacto significativo sobre el manejo, 345 Glándulas, sebáceas, 221
sobrepeso y embarazo, 347 sudoríparas, 221
T
Técnica de congelamiento, 33 U
Tejido adiposo, 21-38 UCI, paciente obeso en la, 334
blanco, desarrollo prenatal, 30 efectos, cardiovasculares, 335
distribución en relación con la edad y el género, 30 respiratorios, 334
función, 32 estudios de imagen, 336
histogénesis, 29 influencia de la obesidad en la cascada inflamatoria,
localización e histología, 32 336
regulación de la diferenciación, 30 tejido adiposo como órgano endocrino, 336
regulación hormonal, 31
café, 53
células del tejido conjuntivo, 21 V
fijas, 21
Variación genética, 39, 45
migrantes, 21
Vasos linfáticos, 222
clasificación, 21
VLDL, 144f, 145, 149
definición, 21
pardo, 23
adipocitos pardos maduros, 24f
distribución en, adultos, 25 Y
niños, 25 Yatrógena, 120