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evidentes límites, es muy difícil de susti- haciendo un trabajo sobre un libro, una
tuir. Pero no vamos a entrar en este asun- exposición en clase, una visita cultural,
to, sino en el motivo de mi discrepancia. o una «investigación» en Internet? Los
Quienes las denostan proponen hacer alumnos excepcionales aprenden en cual-
memoria y plantearse honradamente, ¿en quier circunstancia y con cualquier tipo
qué clase magistral, en toda mi vida, real- de actividad, y ciertamente, merecen una
mente he aprendido algo? Cualquiera que atención especial. Pero el resto, la mayo-
se haga esta pregunta, probablemente lle- ría, aprende muy poco, porque cualquiera
gará a la conclusión de que no recuerda de estas tareas se realiza, generalmente,
ninguna clase magistral en la que real- en condiciones precarias, fragmentarias
mente aprendiera mucho. Algunas clases y erráticas; y en definitiva, imperfectas,
llegaron quizá a gustarle o emocionarle, muy lejos de los ideales presentados por
y le dejaron algún recuerdo más o menos ciertos expertos en educación que parecen
vivo o borroso. Muchas sirvieron para sa- no haber dado nunca una clase a un curso
ber en qué parte del programa estábamos normal de alumnos reales.
o nos dejaron la impresión de que había
que consultar algo en un libro. Ante esta consideración caben dos op-
ciones. Una, trágica, que es señalar la mi-
Desde luego, el profesor que imagina la seria de la condición humana, en uno de
clase magistral como la transmisión orde- sus aspectos, por cierto, más inofensivos.
nada de un gran volumen de conocimientos Otra, que es la que nos interesa, es acep-
¿Qué consigue una madre cuando dice Pero aquí sólo nos interesan aquellos
a su niño «no te metas el dedo en la nariz» aspectos en los que fue mejor. Y uno de
o «di gracias»? En cada caso, prácticamen- ellos es su admirable captación de las cua-
te nada. En cambio, con una incesante, lidades humanas, y su capacidad de mos-
amorosa y más o menos oportuna repeti- trarlas literariamente con el recurso a las
ción, consigue que su hijo no se meta el experiencias de su vida y su fino análisis.
dedo en la nariz, al menos en público; y Y no siempre eran experiencias extraordi-
que intente dar gracias cada vez que le narias, como las de su vocación de piloto
prestan un favor. Incluso algo más: quizá en aquellos primeros tiempos, balbucien-
consiga que su hijo se impregne, como por tes, heroicos y, gracias a él también poéti-
ósmosis, de los motivos estéticos y socia- cos, de la aviación.
les que están implícitos en esos mandatos.
Este resultado ¿merece tanto esfuerzo En una ocasión −lo cuenta en Tierra
y tan agotadora repetición? En la respues- de hombres− viajaba en tren por los in-
ta a esta pregunta se juega la vocación del mensos arrabales de París. Por la fecha y
educador y la idea que tiene de la noble- por la hora coincidió con una multitud de
za de su arte. El que no tenga la fuerza y emigrantes del Este que volvían a sus ca-
la humildad para decir que vale la pena, sas, con lo que habían ganado en Francia,
que está dispuesto a afrontar la imperfec- con sus enseres y, especialmente –Saint
ción de los medios para intentar la mayor Éxupery se fija en eso– sus cacerolas.
perfección de los fines, es mejor que se Eran gente trabajadora, de tiempos difí-
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dedique a otras tareas visiblemente más ciles, familias de rostros rudos, mal vesti-
eficaces. Desde luego, logrará efectos mu- dos y quizá tampoco demasiado limpios. A
cho más rápidos y patentes si trabaja con Saint Éxupery le llamó la atención el ros-
la estolidez de la madera que con la in- tro de un niño pequeño que se acurrucaba
teligencia de las personas, pero ¿qué vale entre una pareja y dormía.
más?, ¿qué material es más noble?, ¿qué
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tarea supone un reto mayor? y, al final, «Al ver su frente lisa y el dulce mo-
¿qué es más apasionante? hín de su boca, me dije: he aquí el ros-
tro de un músico, el de Mozart niño,
he aquí una bella promesa de vida; los
2. Salvar a Mozart principitos de las leyendas no se di-
Saint Éxupery puede considerarse ferenciaban en nada de él. Protegido,
un éxito de educación, porque desarrolló acompañado, cultivado, ¿qué no llega-
muchas y notables cualidades humanas, ría a ser? (...), pero no hay jardineros
que le han dado un puesto de honor en para los hombres» (Saint Éxupery,
la historia de la literatura; aunque cual- 2000, 219).
quier acercamiento a su biografía o a las
memorias de Consuelo (2001), su mujer, Y concluye: «Lo que me atormenta no
demuestran que no era perfecto y que mu- es la miseria (de los hombres), en la que,
chas de las cualidades que brillaban en su después de todo, uno se instala igual de
espíritu no siempre brillaron en su vida. bien que en la pereza (...). Lo que me ator-
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menta no es esta (...) fealdad. Es un poco El genio de cualquier hombre está allí,
en cada uno de estos hombres, Mozart en el fondo del alma, pero necesita una
asesinado» (Ibid.). En definitiva, le ape- voz que lo despierte: «Levántate y anda».
naba la falta de oportunidades culturales La está esperando sin saber; como la Be-
para aquel niño. lla Durmiente esperaba el beso de un
Príncipe Azul que la sacara de su letargo
Podemos unir a esta experiencia litera- y la devolviera a la vida (Perrault, 2000).
ria otra antropológica, más radical, la de
los llamados «niños salvajes» −feral chil- El arpa interior no puede sonar hasta
dren, enfants sauvages− (Malson, 1964). que alguien la despierta de su letargo. To-
Desde hace tres siglos, está recogida y es- das las dimensiones del espíritu, y no sólo
tudiada la situación de niños que se han el habla, necesitan ser despertadas para
criado entre animales y fuera del entorno que se desarrollen. Lo mismo se aplica al
humano. Son muy pocos los que han lo- dibujo, que al gusto por las matemáticas.
grado sobrevivir y las condiciones son difí- Por eso, antes que nada, educar es desper-
ciles de analizar. Pero hay una conclusión tar, hacer despertar las dimensiones del
clara: si una persona no es hablada –no espíritu humano para que se desarrollen.
tiene contacto con el lenguaje humano– Y esa es una de las interpretaciones de la
a tiempo, no aprende a hablar. El habla etimología de la palabra «educar»: educir,
es una dotación natural del hombre, pero sacar de dentro. Pero no se saca mecánica-
solo se despierta –un milagro natural− en mente como se extrae el carbón de las mi-
Los distintos bienes despiertan distin- Hemos heredado una dilatada expe-
cho los grandes ejemplos. Y, desde luego, Agustín −Ordo amoris− señalaba que el
es uno de los grandes campos de la educa- perfil de una persona, de una sociedad o
ción clásica (Musaio, 2013). incluso de una civilización se define por el
«orden de sus amores», por el orden de sus
preferencias.
4. Despertar el sistema de prefe-
rencias La tradición cristiana tiene una idea
Educar, para Platón, era, sencillamen- muy viva de los conflictos entre los amo-
te, educar el gusto; es decir; el aprecio de res. Percibe una separación íntima y
lo bueno y el disgusto por lo indigno. Pero profunda entre la sensibilidad y el espí-
no pensemos que esta educación del gus- ritu que produce un sinfín de conflictos
to consiste en una exquisitez que tiende interiores; y declara que es el efecto más
al sibaritismo, se trata de despertar pro- visible de pecado original. Toda persona
fundas tendencias de aprecio y desprecio arrastra un conflicto interior entre lo que
en el fondo del espíritu hacia los grandes ve que debe hacer y lo que le gustaría ha-
bienes que hemos mencionado. cer, y lo que le aparta de hacerlo. Cada ser
humano desarrolla su propia lucha por
Así lo recuerda Aristóteles: «La vir- hacer prevalecer lo que es justo por enci-
tud moral, en efecto, se relaciona con los ma de lo que le apetece o lo que supone
placeres y dolores, pues hacemos lo malo una ganancia para su egoísmo o su ambi-
a causa del placer, y nos apartamos del ción. Y en esto consiste la vida moral: allí
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bien a causa del dolor. Por ello, debemos se juega la dignidad de cada ser humano
haber sido educados en cierto modo desde y su realización como persona.
jóvenes, como dice Platón, para podernos
alegrar y dolernos como es debido, pues Al final, la vida del ser humano se
en esto radica la buena educación» (1990, mide por su «dedicación» a los amores, por
II, 3). Es decir, el núcleo de la buena edu- cómo ha repartido su tiempo y energías
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Juan Luis LORDA
[2] Está al final de su Ars Audiendi, en Obras morales y PLUTARCO (1992) Ars Audiendi, en Obras mora-
de costumbres (Moralia), I, p. 193. Se suele usar les y de costumbres (Moralia) (Madrid, Gredos).
en forma abreviada como un gran principio edu-
cativo: «Educar no es como llenar un vaso, sino SAINT-ÉXUPERY, A. (2000) Tierra de hombres
como encender un fuego». Y se atribuye indis- (Barcelona, Emecé).
tintamente al dramaturgo griego Aristófanes, al
humanista francés Montaigne y al poeta irlandés SAINT-ÉXUPERY, C. (2001) Memorias de la rosa
Yeats. No lo he podido encontrar en los dos pri- (Barcelona, Ediciones B).
meros; y consta que es falsa la atribución a Yeats.
(http://quoteinvestigator.com): «The mind is not ORTEGA Y GASSET, J. (1964) Estudios sobre el
a vessel that needs filling, but wood that needs ig- amor (Madrid, Revista de Occidente).
niting». Sobre esto, IBÁÑEZ-MARTÍN, J. A. (2010)
¿Llenar el vaso o encender el fuego? (Universidad SCHELER, M. (1996) Ordo amoris (Madrid, Ca-
Complutense. Facultad de Educación, Centro de parrós).
Formación del Profesorado, Madrid).
Resumen:
Bibliografía
ARISTÓTELES (1990) Ética a Nicómaco (Madrid,
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Instituto de Estudios Políticos). La Educación es una de las artes más
nobles de la vida humana, porque trabaja
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BÉCQUER, G. (2009) Rimas (Madrid, Cátedra). con lo más noble que hay sobre la tierra:
las personas. Pero no se puede apreciar
CLAUDEL, P. (1967) Oeuvre poétique (Paris, Ga- lo que la educación tiene de arte, hasta
llimard). que no se alcanza una convicción íntima:
educar es también un milagro. Este «arte
IBÁÑEZ-MARTÍN, J. A. (2010) ¿Llenar el vaso o milagroso» puede describirse como la ca-
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encender el fuego? (Madrid, Universidad Com- pacidad del docente de despertar las po-
plutense. Facultad de Educación, Centro de tencialidades latentes en el educando para
Formación del Profesorado). que éste pueda apreciar los bienes invisi-
bles y poner orden en su sistema de prefe-
JAEGER, W. (1988) Paideia. Los ideales de la cultu- rencias. En este artículo se tratan de estas
ra griega (Méjico, Fondo de Cultura Económica). cuestiones, y de las tres grandes áreas que
deben cultivarse en el arte educativo: las
MALSON, M. (1964) Les enfants sauvages (Paris, áreas de la verdad, la bondad y la belleza.
Union Générale d’Éditions).
Descriptores: Educación, arte, aprendi-
MUSAIO, M. (2013) Pedagogía de lo bello (Pam- zaje, humanidades.
plona, Eunsa).
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